Una Psicohistoria a partir de las contribuciones de la Psicología Política Chilena de Ricardo Salas Edwards

A Psychohistory based on the contributions of the Chilean Political Psychology of Ricardo Salas Edwards

  • Iván Godoy-Flores
  • Alessandro Soares da Silva
  • Elias Pizarro Pizarro
Estudios anteriores sugieren que el origen de la psicología política en Chile se habría generado con la obra Balmaceda y el Parlamentarismo en Chile, Un estudio de psicología política chilena, del político e historiador Ricardo Salas Edwards, a inicios del siglo XX, desplazando hacia atrás la línea histórica desde la psicología clínica y social como consecuencia de los trastornos psicológicos provocados por la dictadura militar a mediados de la década del 1970. Pero, además, mediante un análisis de contenido, sostenemos que la Psicología Política debió su origen al carácter psicohistórico de esta narrativa. Así, en el presente trabajo analizamos las contribuciones de Salas Edwards para la emergencia de la Psicología Política a partir de su comprensión de los hechos políticos de 1891.
    Palabras clave:
  • Balmaceda
  • Biografía
  • Historia
  • Psicología
  • Política
Previous studies suggest that the origin of political psychology and political psychology in Chile would have been generated with the work Balmaceda y el Parlamentarismo en Chile, Un estudio de psicología política chilena, by the politician and historian Ricardo Salas Edwards, at the beginning of the 20th century, shifting back the historical line from clinical and social psychology as a consequence of the psychological disorders provoked by the military dictatorship in the mid-1970s. But in addition, through a content analysis, we argue that political psychology owes its origin to the psychohistorical character of this narrative. In this sense, this article analyzes the contributions of Salas Edwards to the emergence of Political Psychology from his understanding of the political events of 1891.
    Keywords:
  • Balmaceda
  • Biographies
  • History
  • Psychology
  • Politic

1 Introducción

En estudios anteriores se sugiere que el origen de la psicología política chilena se habría generado con la obra, en dos volúmenes, Balmaceda y el Parlamentarismo en Chile, Un estudio de psicología política chilena, del abogado, historiador y político Ricardo Salas Edwards (1914, 1925) (Godoy y Romero, 2018; Godoy, 2018; Silva y Zonta, 2011), a inicios del siglo XX, desplazando décadas antes la línea histórica a partir de la psicología clínica y social como consecuencia de los trastornos psicológicos provocados por la dictadura militar a mediados de la década del 70 (Guzmán, 1997; Sandoval et al., 2012; Sandoval, 2015). Al igual que en Chile, en Brasil también se puede observar un hiato entre los autores que proponen un análisis psicopolítico pautado, por lo menos desde una mirada pluridisciplinaria, y los autores que pasan a producir en los años 1960-1970 psicología política en Latinoamérica. En este momento, la psicología política pasa a ser contenida por una mirada psicológica; pasa a reducirse a una aplicación de teorías psicosociales a fenómenos políticos. Esto significó una pérdida de su naturaleza interdisciplinaria inicial y una contención obligatoria en un registro disciplinario (Silva, 2012, 2015).

Debemos señalar que no compartimos esta posición analítica. Más bien nos parece que hay una construcción de una cierta historiografía que sirve a un conjunto de intereses que sostienen a una narrativa hegemónica y psicologizante de la psicología política. A eso ya se refirieron Juan Sabucedo y Mauro Casal (2000) al decir:

El desarrollo de una disciplina científica no responde, pues a ninguna ley natural. Las distintas etapas que va cubriendo en su evolución, los distintos compromisos que va adquiriendo y las sensibilidades que va mostrando, no forman parte de un plan predeterminado e inalterable. Existen múltiples factores, académicos unos, y extra académicos otros, que están incidiendo en la evolución de un área de investigación. Es precisamente por ese motivo, por el que hablamos de la construcción social de las disciplinas científicas. No son muchos los casos en que los autores comprometidos con la corriente dominante de una disciplina, admiten que su punto de vista es uno entre los varios posibles. La tendencia, más bien, es justamente la contraria; tratar de legitimar esta opción hegemónica. Para realizar esta labor, algunos no dudan de recurrir a la historia como herramienta justificadora de un determinado modo de proceder. Esa historia, con la referencia a autores que se han convertido en venerados, a trabajos que se consideran hitos en el desarrollo de la disciplina, y con sus silencios, avala una forma de comprender y actuar sobre el objeto de estudio que le es propio (p. 4)

Con eso, no pretendemos juzgar la producción de otros autores, pero señalar que ciertas producciones de psicología política sirven más para justificar una lectura psicologizante de fenómenos políticos y menos para consolidar una psicología política capaz de ir más allá de las fronteras disciplinarias. Romper las fronteras científicas parece ser “el alma” de la psicología política. Al hacerlo, ella se descompromete con los cánones de las certezas científicas en los moldes inspirados en las ciencias naturales. Más bien, deberíamos recuperar la idea leboniana de que “la psicología política participa de las incertezas de las ciencias sociales” (Le Bon, 1910/1921, p. 4).

Como ha apuntado Alessandro S. Silva (2016, p. 49), es necesario vigilar que la psicología política no se quede “sujeta al control exclusivo de un proyecto científico de la Psicología, cuando en realidad ella es como el encuentro de las aguas de varios ríos, que dan origen al algo mayor que ellos propios y de naturaleza diferente”. En este artículo, deseamos “navegar analíticamente” en estas nuevas aguas, mirando hacia el pasado para repensar, en el presente, el proyecto de futuro para la psicología política chilena y, quizás, latinoamericana. Al ser un texto desde una perspectiva psicohistórica de la producción inicial en Chile, parece una ocasión oportuna para ver y navegar en un río nacido del encuentro de múltiples disciplinas. Además, mediante un análisis de contenido, sostenemos que la psicología política chilena debió su origen a la naturaleza psicohistórica de la narrativa de Salas Edwards acerca de las tensiones entre el poder ejecutivo y legislativo durante el gobierno de José Manuel Balmaceda (1886-1891).

Conviene consignar, respecto de la psicohistoria que Rubén Ardila (1992), que plantea un área de conocimiento que busca utilizar los conceptos, métodos, datos y teorías de la psicología para la interpretación histórica. “La psicohistoria habría iniciado con los trabajos de Sigmund Freud sobre Leonardo da Vinci en 1910” (1992, p. 340). En sus comienzos habría sido, sobre todo, una aplicación freudiana de la teoría psicoanalítica a la historia y a los artífices de la misma, más que una aplicación de la psicología de los protagonistas. Todavía, Alexandre Dorna (1998) destaca la misma dimensión historiográfica originaria de la psicología política. Según él:

A comienzos del siglo XIX la búsqueda de estabilidad social y la necesidad de construir un cuerpo teórico, capaz de interpretar la convulsionada realidad de la época, hacen que los trabajos de Fourier, Tocqueville, Taine, Renan, entre otros pensadores, se inscriban dentro de una interpretación histórica y psicológica de los eventos sociales. (p. 50)

Como recuerda Dorna (1998), Fournier fue uno de los precursores del freudismo social. Por su parte, Taine busca desarrollar una ciencia política basada en la psicología científica del mismo modo que Tocqueville. Taine incluso llega a afirmar que “la historia es en el fondo un problema psicológico”. Eso se observa en sus estudios sobre los jacobinos en la Revolución Francesa de 1789. Renan, historiador y filósofo, hace una psicobiografía, juzgada como escandalosa por la Iglesia, llamada La vida de Jesús. También en Brasil se publica, con anterioridad, el libro de Víctor de Britto llamado Gaspar Martins y Julio de Castilhos: estudios críticos de Psicología Política (1908). Es una psicobiografía de los líderes de los bandos que protagonizaron la revolución federalista de 1893-1895 en la provincia Rio Grande del Sur. En este sentido, el trabajo de Salas se inscribe en una tradición que se posiciona en la constitución de la Psicología Política. Incluso, poco se sabe que el primer libro de Psicología Política fue escrito por un historiador llamado Adolf Bastián en 1860. Se trata del tercer volumen de la trilogía La Vida Política y que Bastián nombró como Psicología Política.

Por lo tanto, el presente artículo pretende sostener que la Psicología Política chilena debió su origen a la naturaleza psicohistoriográfica de una narrativa: la psicohistoria, como el uso de la psicología en la interpretación histórica. En este sentido, argumentaremos sobre la presencia de elementos psicopolíticos que permiten comprender el papel de las emociones en la construcción de los hechos que producen la biografía de Balmaceda y otros personajes en la obra de Ricardo Salas Edwards (1914,1925) y dan los primeros pasos en la Psicología Política chilena. En sus cimientos están las emociones como elementos ordenadores de la toma de decisiones y del ejercicio del poder que guían el conflicto de 1891. En ese sentido, nos parece que Ricardo Salas Edwards es una figura que se hace un biógrafo político con los rasgos indicados por Avner Falk (1985, p. 612), pues:

El biógrafo político, al elegir una figura preocupada por el poder como sujeto de sus labores, debe compartir este interés en el poder, al menos inconscientemente, con su sujeto. En otras palabras, los politólogos y los biógrafos políticos tienen una cierta necesidad de (y una cierta preocupación por el) poder.

Por lo tanto, la labor de Salas mezcla elementos biográficos e historiográficos con aspectos emocionales, subjetivos, del poder y de su ejercicio, reflejando el tema objeto de la obra y al propio autor que imprime su mirada personal a los hechos que desea dedicarse a analizar.

Por cierto, la relación entre historia y psicología está en la base del análisis psicopolítico hecha por Salas. Como apuntó Maritza Montero (2009), “Al parecer, los hechos históricos nunca son iguales entre sí, y solo se repiten una y otra vez las acciones de los seres humanos, pero siempre con consecuencias distintas” (p. 201). Y eso es posible ubicar en el conjunto de la obra aquí analizada.

2 “Balmaceda y el parlamentarismo en chile” como objeto analítico psicohistórico

Podemos sugerir que Balmaceda y el Parlamentarismo en Chile, Un estudio de psicología política chilena es una obra psicohistoriográfica que contribuye a reconstruir y comprender la memoria histórica del Conflicto Político-Militar de 1891 en Chile, desde una perspectiva psicopolítica, dado que ésta cumpliría a lo menos tres importantes premisas: 1) El autor logró realizar una narrativa histórica con elementos de la ciencia social de su época con una perspectiva interdisciplinaria. 2) El autor abordó materias propias de la psicología política actual, tales como liderazgo, personalidad, corrupción política, nacionalismo y conflicto armado, entre otros; y 3) Describe un psicobiografía de José Manuel Balmaceda —presidente de Chile entre 1886 y 1891— como principal personaje en esta obra historiográfica (Godoy, 2018; Godoy y Romero, 2018).

Salas (1914), esgrime una narrativa histórica —como él reconoce— y que, además, se sustenta sobre la descripción, siempre presente, de las caracterizaciones psicológicas de sus personajes, como un intento de comprender las decisiones motivadoras en los asuntos políticos que antecedieron el Conflicto Político Militar de 1891 y su desarrollo (Godoy y Romero, 2018).

La obra fue escrita 23 años después de finalizado el conflicto político-militar que terminó con el suicidio de José Manuel Balmaceda, un 19 de septiembre de 1891 y con un saldo entre 15 000 y 20 000 muertos (Archivo Nacional de Chile, 2017). Esta narrativa entrega valiosa referencia bibliográfica de la época, lo que permite contrastar la versión del autor con otros puntos de vista históricos que rodearon el conflicto. El historiador inglés Harold Blakemore (1974), por ejemplo, consideró este conflicto como "una de las guerras más extrañas de la historia moderna" (p. 210). Incluso el historiador contemporáneo Alejandro San Francisco (2013) argumenta que: “el conflicto se refiere a una intervención directa de los uniformados, especialmente del Ejército de Chile, en la política contingente tanto en el preludio de la guerra como en su desarrollo” (p. 24). El Ejército, en este caso, estuvo a las órdenes del Presidente. Pero, entendemos que la Armada de Chile fue seducida a apoyar a los congresistas que se hacían llamar “Constitucionalistas”. Como lo consigna Salas (1925), “la escuadra se había puesto a las órdenes del Congreso Nacional, desconociendo la autoridad del presidente Balmaceda” (p. 17).

Otros historiadores, entretanto, sostienen que el conflicto fue una “Revolución”, pero sus críticos afirman que las revoluciones tienen un marcado carácter de cambio, lo que no habría sucedido, pues no hubo ruptura institucional, o cambios en el sistema político, ni la redacción de una nueva constitución. Pese a eso, autores como Hernán Ramírez (1958), afirman que el Conflicto de 1891 fue, en definitiva, una contra revolución, pues al presidente Balmaceda se le atribuía haber llevado a cabo una revolución en torno al progreso del país, las libertades políticas, el aumento de los establecimientos de educación y el consecuente desarrollo docente, la ampliación de la cobertura de la salud, obras públicas y la nacionalización del sector extractivo de la economía, entre otras, que iban en contra de los intereses establecidos por los congresistas de la época en cuanto a justicia social.

Los historiadores, dice Coraly Caetano (1996, pp. 86-87), grosso modo, buscan comprender las transformaciones por las cuales pasan las sociedades humanas “como un modo de conocimiento, como una búsqueda de explicación científica, está directamente vinculada a las concepciones de la verdad, a la ideología y a los intereses políticos, en cuanto sujeto social, defiende”. En este sentido, la elección de Salas Edwards por el contexto político argumentativo de su obra no fue al azar. Puede ser considerado como un esfuerzo psicopolítico de producción de la memoria política (Ansara, 2008; Ansara y Dantas, 2015). Pero también de la reivindicación de los vencedores que escriben la historia. Al respecto, Marilena Chaui (1980) señala: “El vencedor es transformado en el único sujeto de la historia […], los vencidos pierden el “derecho” a la historia, […] se elimina su memoria para recordar solo los hechos de los vencedores” (p. 124).

El Conflicto Político-Militar de 1891 fue, indudablemente, uno de los episodios más impactantes en la historia de Chile. Y, a principios del siglo XX, aún resonaban con fuerza sus efectos socioeconómicos y se revelaban nuevos antecedentes sobre sus causas y el actuar de sus protagonistas. Como plantea Pablo Neut (2008), este conflicto fue una pugna entre dos enfoques o proyectos mutuamente excluyentes y por lo mismo inconciliables. Cierto es que José Manuel Balmaceda es uno de los actores políticos más controvertidos de la Historia de Chile, pues pudo haber protagonizado, para unos, cambios sociales que transformaron el país. Es decir, puede que haya sido un estadista, un hombre visionario que posibilitó transformaciones sociales y económicas relevantes en la sociedad chilena de fines del siglo XIX.

3 Ponderaciones metodológicas de un estudio psicopolítico de una obra histórica

Para diseñar la metodología de este trabajo tuvimos en mente lo que propone Silva (2017, p. 108, cursivas del original):

Para que possamos pensar de modo claro os elementos que ordenam a produção de conhecimento e o nascimento de um campo de saber é mister que entendamos as dinâmicas históricas, as conjunturas, contextos e situações que permitem o surgimento de atores individuais e coletivos, ambos políticos, capazes de intervir e direcionar processos. A longue durée, em palavras de Labrousse. Sem o conhecimento maduro e crítico da história, poderíamos terminar prisioneiros de mitos cientificistas. Ainda assim, mesmo conhecendo de maneira crítica a história, podemos continuar prisioneiros mediante uma ilusão de liberdade.

No queremos con este estudio aprisionar la psicología política chilena en uno u otro quehacer único y verdadero, concurriendo con los quehaceres hegemónicos. Deseamos apenas proponer un locus que conlleva un sentido teórico-práctico, un vivir y sentir que se expresa en la manera con que Salas Edwards pensó el conflicto de 1891. Por eso, el presente trabajo se apoyó en un análisis de contenido de carácter hipotético-deductivo que contrasta un cuadro de referencia (Guerra, 2014) psicopolítico con la obra Balmaceda y el Parlamentarismo en Chile de 1914 y 1925. Como señala María Laura Franco (2012), el análisis de contenido se basa en los supuestos de una concepción crítica y dinámica del lenguaje, entendido aquí como una construcción real de toda la sociedad y como expresión de la existencia humana que, en diferentes momentos de la historia, “elabora y desarrolla representaciones sociales en el dinamismo interactivo que se establece entre lenguaje, pensamiento y acción” (p. 13).

Con esta metodología fue posible identificar la concurrencia de, a lo menos, dos cuestiones: 1) La descripción psicologizada de los políticos de la época; y 2) Un relato psicobiográfico de Balmaceda. En él se identificó al menos un centenar de rasgos psicológicos atribuidos principalmente al expresidente Balmaceda.

Para comprender la psicohistoria desde una mirada psicopolítica resulta necesario referirnos al menos a dos corrientes. La primera de ellas, surgida de la tradición freudiana, pone el énfasis del psicoanálisis en la tarea del conocimiento de leyes que rigen particularmente la conducta. La idea, según Hugo Torres (2006), es comprender el pasado mediante la determinación psíquica inconsciente de todas las acciones y también de las inacciones humanas que constituyen la historia. Sin embargo, este mismo autor advierte del conflicto existente entre el psicoanálisis de la tradición freudiana y otras vertientes o teorías sociales. La segunda de ellas es descrita por Ardila (1992) como una psicohistoria psicológica, es decir no psicoanalítica, cuya base teórica sería el aprendizaje social, la psicología evolutiva, la psicología social, la psicología transcultural, la psicología de la personalidad y la psicología política. Aquí buscaremos hacer un análisis psicopolítico de corte interdisciplinar para la psicohistoria basándonos en lo propuesto por Joseph Edel (1957) y Avner Falk (1985). Así, elementos culturales, politológicos, sociológicos se asocian con aspectos de naturaleza psicológica o psicoanalítica lo que genera una fuerza analítica de fenómenos que son multifacéticos y necesitan combinar una cantidad variada de miradas. Eso hace, a nuestro juicio, la Psicología Política: orienta nuestra forma de pensar estudios psicohistoricos.

Ardila (1992) concluye: “Parece ser que la psicohistoria procede de tradiciones muy diversas y no integradas. Los diversos grupos de estudios tienen poca relación entre sí. Incluyen historiadores, psicoanalistas, científicos, políticos, literatos, filósofos, críticos sociales, psicólogos y otros” (1992, p. 334). Sin embargo, Torres (2006) insiste en que se considere la psicohistoria como una estrategia teórico-metodológica, para la enseñanza y la investigación de la historia destacando la fertilidad existente entre las relaciones que existente entre el psicoanálisis y la historia. Pero dicho eso, es necesario puntualizar:

La psicología política, por su propia orientación, se aboca al ejercicio del poder, a la configuración de la realidad social. En este sentido, el criterio de verdad no puede limitarse a la comprobación de los datos positivos, sino que tiene que estar en la verificación en un posible sentido etimológico del término: verum faceré, hacer verdadero. Se trata de hacer verdaderas aquellas realidades políticas que constituyen el horizonte de los pueblos latinoamericanos. (Martín-Baró, 1991, p. 38)

Analizar lo que contiene una obra es siempre una relectura significante de lo que no está aquí a la luz de lo vivido en el presente. Las expectativas sobre el pasado y nuestras impresiones atraviesan nuestra lectura de los datos. En cierto sentido, contagia nuestras lecturas del pasado y de los hechos. Pero esto es un dato de la realidad. Y por eso la consideración que hace Ignacio Martín-Baró (1991) es fundamental, respecto que, al leer los datos, podamos sentir que se trata de una lectura y no la revelación absoluta de lo que significó la obra de Salas Edwards. Lo que hacemos es intentar montar un rompecabezas que nos permita a día de hoy comprender nuestra propia historia, a la luz de nuestro quehacer psicopolítico.

4 Una mirada hacia los políticos: entre los sentimientos y el ejercicio del poder

En la narrativa de Salas (1914, 1925) encontramos puentes en las maneras de referirse a la conducta de los políticos. Expresiones asociadas a los sentimientos están presentes en su escritura y llegan a parecerse con el espíritu del epígrafe del libro de Gustave Le Bon (1910/1921), en el cual se lee: “La razón crea la ciencia; los sentimientos conducen la historia” Preliminarmente pareciera que Salas usa indistintamente expresiones de colores psicológicos, haciendo una psicologización de la política; a nuestro juicio es todo lo contrario. Él enmarca el comportamiento político de una serie de personajes de la política, de la iglesia y la sociedad de la época, a partir de una mirada donde el proceso de actuación política está atravesado por elementos psicológicos del mismo modo que por elementos históricos y politológicos. Esas narrativas se reflejan en las ideas liberales y las libertades políticas imperantes a fines del siglo XIX e inicio del siglo XX.

Como político, defendió los ideales conservadores de la oligarquía política, fuertemente marcada por la plutocracia que abrazaba un sistema parlamentarista sui generis. Se observa que el autor estuvo al tanto de los avances en los estudios de las ciencias sociales que se desarrollaban en su época. En su texto se evidencian elementos constitutivos principalmente de la ética, filosofía política, historia, economía, psicología, psicología social, sociología política y ciencia política. Sin embargo, es importante alertar que, siguiendo la tendencia de su época, estas ciencias sociales contenían el sesgo evolucionista, como se puede observar en el siguiente pasaje:

Tiene también el progreso humano, cuando se intenta detenerlo, maneras bruscas y violentas de defender la marcha natural de una sociedad, sin curarse de la mayor o menor perfección de sus resultados; pero en raras épocas, sin embargo, como en aquella dura prueba, ha dado testimonio nuestra raza, en uno y otro bando, y salvo contadas excepciones, de mayor nobleza y de un carácter cívico más alto (Salas, 1914, p. 6).

Una de las primeras referencias del Salas a la psicología política se observa cuando, citando a Julio Bañados (1894), menciona al progreso social como una clara alusión al positivismo y al evolucionismo:

No había preocupado a Balmaceda el estudio de la psicolojía [sic] política contemporánea y en su concepto de progreso social no había lugar como hemos visto para la acción de las causas inmanentes y anónimas que producen las evoluciones de los pueblos (Salas, 1914, p. 280).

Pese a su formación académica, orientada a las ciencias jurídicas, Salas también orientó su quehacer intelectual a la economía en las distintas funciones públicas que ejerció. Sin embargo, el autor hace una frecuente alusión, en gran parte de su obra y discursos, a aspectos psicológicos de la conducta política. Expresiones tales como “valer sicológico”, “influencia mental”, “diversidad de temperamentos”, “características sicológicas” y “salto nervioso” son parte de su repertorio analítico para interpretar los hechos políticos del conflicto entre los poderes de la república chilena en 1891.

Salas traza perfiles psicológicos de los personajes de la historia política chilena, principalmente durante el Conflicto Político-Militar de 1891. Pertenecen a esta obra expresiones como “cerebro desequilibrado”, “neurosis genial”, “impetuoso y atolondrado ministro”, “entusiasmo semi-fanático”, “febril y perturbador anhelo” y “bondad de carácter” entre muchas otras expresiones atribuidas a los políticos de la época. Con esto el texto busca encasillar determinados actores y grupos en ciertos espacios de actuación política que conlleva a posturas específicas frente a los fenómenos que resultan en el conflicto de 1891. De hecho, algunos salen discursivamente empoderados frente a otros que pueden tener su legitimidad política fragilizada.

Dentro de sus análisis, él utiliza de manera evidente aspectos psicológicos que generan un imaginario político que lanza dudas sobre las capacidades de Balmaceda. Aunque destaca algún valor positivo, surge una suerte de “cortina de humo” materializada en expresiones tales como: “susceptibilidad de carácter”, “desequilibrio mental”, “desequilibrado”, “accesos de melancolía”, “exaltación patológica”, “condiciones anormales”; y un diagnóstico de “neurosis orgánica”. El autor se aventura a definir una serie de trastornos psicológicos del Presidente Balmaceda, siempre envueltos en metáforas, al afirmar que:

Balmaceda […] padecía de una neurosis orgánica que alteraba la rectitud de su visión en determinados horizontes de su vida. (Salas, 1925, p. 367)

La opinión que de él se formara la historia había sido una de las más vivas preocupaciones de toda su vida y es una de las características más evidentes de su neurosis de grandeza. (Salas, 1925, p. 369)

Balmaceda, […] que durante varios años trabajó asociado a su padre en labores agrícolas manifestó muchas veces, como político, una predisposición psicológica, natural y hasta cierto punto análogo, a obrar casi exclusivamente de acuerdo con sus propias y elevadas concepciones ideológicas, que sugestionaban poderosamente su inteligencia hasta el punto de dificultarle el conocimiento cabal de la realidad de los hechos y de los hombres con ellas relacionadas. (Salas, 1914, p. 88)

En medio de la extraña perturbación de sus juicios, Balmaceda había podido creer justificada la orden de privar de rentas a la revolución y aniquilarla por medio de la total destrucción de los establecimientos salitreros. (Salas, 1925, p. 121)

No era cosa extraña, por lo demás, ver cernerse su mente en alas de abstracciones y nebulosas generalidades sin posible concordancia con la realidad. (Salas, 1914, p. 92)

Evidentemente, estas valoraciones deben ser vistas a la luz de las condiciones históricas en que vivió Salas Edwards.

Por su parte, Torres (2006) admite que el método de la psicohistoria permite extraer el fondo humano del problema, incorporando en la historia aquellos aspectos oscuros, no racionales, instintivos y emocionales de sus protagonistas, “que normalmente escapan al discurso racional de la historia” (p. 135). Con todo, Angel Rodríguez Kauth (2001) advierte sobre los riesgos de la psicologización de los hechos políticos. Al interpretar la conducta política de los dirigentes a partir de la psicologización del fenómeno, se descontextualiza el espacio donde se produce. Alerta que: “Al psicologizar las conductas que se reflejan en lo político, los investigadores no podrán tener una respuesta con una metodología psicosocial, sino que —en el mejor de los casos— se podrá acceder al conocimiento de lo ocurrido utilizando la metodología retrospectiva de la psicohistoria” (p. 48). Agrega que los psicólogos, generalmente usando la terminología psicoanalítica, atribuyen características de personalidad o se aventuran en diagnósticos psicopatológicos sobre la dirigencia política. Algo en ese sentido podría ser observado en la obra de Salas cuando él, refiriéndose a los personajes políticos de la época, les atribuye algún “trastorno de carácter” en la vida pública:

Hay hombres buenos y queridos en su hogar que actúan en la vida pública como políticos indignos de estima, sobre todo en épocas revolucionarias en que se trastornan, con frecuencia, hasta los más sólidos caracteres. (Salas, 1914, p. 10)

En épocas revolucionarias transtórnanse [sic] con frecuencia hasta los más sólidos caracteres y prodúcese [sic] en muchos hombres, que antes no merecían reparo en la vida normal, una verdadera desintegración de la personalidad. (Salas, 1925, p. 6)

Fue esa exaltación patológica del concepto de su propia persona, que psicólogos y fisiologistas denuncian en la mayoría de los grandes hombres, la que le hizo sucumbir como gobernante a la inclinación innata, al deseo irresistible de dominar a los hombres, que con tanta verdad y como cosa por él sentida. (Salas, 1925, p. 368)

Estas consideraciones demuestran una cierta preocupación del autor acerca de los impactos del conflicto en la vida cotidiana de las personas. El proceso revolucionario de 1891 podría haber generado fracturas emocionales, traumas y memorias traumáticas que jugarían un papel desagregador del sujeto traumatizado. El ejercicio de la acción política en el espacio público puede descolocar al sujeto, pues demanda de él una capacidad de toma de decisiones que son, de hecho, más complejas, exigiéndole más. La indignidad puede significar una manera de entender las dificultades que se imponen a quienes tienen que posicionarse políticamente en condiciones no habituales. El conflicto de 1891 es el contexto en el cual diferentes coyunturas van creándose y situaciones van particularizando este ambiente que sí puede convertirse en un espacio propicio para la emergencia de patologías sociales y políticas.

Con todo, se observa que Salas (1914, 1925) tiene una mirada crítica al presidente Balmaceda. Si por una parte enaltece su compromiso con la patria chilena y con la familia, por otra, deja entrever que su manera de comportarse es por lo menos marcada por rasgos emocionales que le quitan credibilidad. La biografía de Balmaceda muestra que sus últimos años de vida está marcada por atributos que denotan inestabilidad y rasgos que podrían tratarse como patológicos. En ese sentido, Salas, al posicionarse de modo antagónico al exministro Bañados, autor que muestra un presidente más centrado y equilibrado, muestra sus convicciones políticas y como una manera de desmarcarse del proyecto de sociedad chilena representado por Balmaceda y ratificado por Bañados. Presenta a Balmaceda como destemplado o incluso patológicamente afectado, puede que fuese la manera de deslegitimar su legado y asociarse a un proyecto político desfavorable a sus opositores.

No dudamos que en su obra Salas utiliza políticamente aspectos patológicos, y se deja ver, a sí mismo, como por una rendija, que el propio Balmaceda se convierte en un antihéroe al que desea enfrentarse. Poner atención en esta premisa es fundamental para entender procesos de poder. En este sentido, Werner Wolff (1947/2005, p. 337) destaca que el análisis psicológico de los grandes personajes ha contribuido a la mejor comprensión de los acontecimientos históricos.

Es un hecho, dice Ardila (1992), que las personas influyen de alguna manera en los acontecimientos relatados por la historia. La cuestión es qué tanto lo hacen, si son autónomos al tomar una decisión que tenga implicaciones históricas —como iniciar una guerra— o si son simplemente productos de sus circunstancias.

Se refleja en la obra, la intención de Salas (1914) de concebir una psicobiografía de Balmaceda, donde detalla su juventud, sus aspiraciones religiosas, políticas e ideológicas respecto al progreso social y la desigualdad. También detalla su relación con su familia, sus afectos y conflictos y, de cierta forma, intenta interpretar su pensamiento en variados pasajes de la obra. En este sentido, el autor no evita interpretar su moral y sus propios juicios sobre los acontecimientos contingentes:

Después de Irarrázabal, ningún político había demostrado más empeño que Balmaceda en esta lucha por la verdad de las urnas; para este joven y verboso tribuno que, al unísono de la oposición conservadora, venía abogando por todas las libertades políticas sin excepción, la relajación de las leyes electorales esta “el más crónico de nuestro sistema representativo”, algo así como un “gangrena contagiosa” que no se extirpaba por conveniencias de la autoridad y del partido que la apoyaba. Movido de nobles ambiciones, sabía reflejar fielmente en esos momentos las aspiraciones generales, y el [sic] grandilocuentes formas y sin cansancio repetía que mientras no existiera el derecho de elegir libremente a los gobernantes, sin presión del Ejecutivo, la soberanía popular y el régimen parlamentario serían solamente un nombre vano. (Salas, 1914, p. 41)

En torno al presidente Balmaceda se van relatando una serie de hechos psicohistóricos cargados de intrigas, conspiraciones y maquinaciones políticas que lentamente van debilitando una gestión presidencial marcadamente progresista y nacionalista. El carácter comprometido de esta gestión iba en contra de los intereses creados en la minería del salitre, de la gran mayoría de los parlamentarios de la época, que veían en Balmaceda una amenaza para sus intereses, en el contexto de un auge económico chileno jamás experimentado, producto de los abultados ingresos provenientes de la minería no metálica y su industria conexa en las nuevas regiones del norte, anexadas a Chile posteriormente a la Guerra del Pacífico y que aún hoy impactan en la posición geo-psico-política de Chile en América del Sur (Silva y Cortés-Milán, 2019).

En Salas (1925), resulta más evidente, una psicobiografía de Balmaceda con un amplio y profundo repertorio de caracteres vinculados al actuar político, como se observan en las siguientes citas:

Lo que iban a decidir las armas era la lucha entre la fuerte y prestigiosa personalidad de Balmaceda, que disponía individualmente de un inmenso poder de hecho y la fuerza colectiva de las clases dirigentes, que defendían sus tradicionales derechos de influir en un gobierno de la sociedad. (Salas, 1925, p. 31)

La naturaleza de su temperamento le permitía disimular aún emociones de tanta magnitud. Esta reserva era, por lo demás, las que se aconsejaba el mantenimiento de su propia dignidad, de cuya apostura fue siempre celoso. (Salas, 1925, p. 338)

La susceptibilidad de su carácter era tan profunda y duradera como fría y serena en sus formas. (Salas, 1925, p. 367)

En el siguiente pasaje, el autor busca presentar una especie de diagnóstico psicosocial de Balmaceda, negativo, en particular, acerca de su decisión de suicidarse en la legación argentina.

La legislación y las costumbres inglesas parten del supuesto de que nadie atenta contra su vida sino por consecuencia de un desequilibrio mental. A primera vista pudiera parecer el tranquilo y meditado suicidio de este infortunado mandatario una excepción de esta regla, pero basta observar el alcance de estas últimas declaraciones y relacionar los conceptos políticos de toda la vida con los de sus últimas horas, para comprender que Balmaceda, como la universalidad de los hombres de genio que admira la historia, padecía de una neurosis orgánica que alteraba la rectitud de su visión en determinados horizontes de la vida […] Su naturaleza, que tenía todos los caracteres del neurótico intelectual, dejaba ver, junto a su rápida inteligencia y noble apasionamiento por el progreso de Chile, un concepto permanentemente falso y desequilibrado de su situación personal con relación al mundo que lo rodea. Colocaba su propia mente a tal altura que la contradicción de sus opiniones y deseos se convertía en una ofensa personal, que dejaba en su ánimo amarga huella. La susceptibilidad de su carácter era tan profunda y duradera como fría y serena en sus formas. (Salas, 1925, p. 367)

Esta descripción del Presidente Balmaceda contrasta con la opinión del abogado Carlos Pellegrini, entonces presidente de la República Argentina (1890-1892), en medio del conflicto chileno. Se trató de una entrevista realizada por el periodista británico Maurice Hervey al Presidente de Argentina Carlos Pellegrini publicado en el libro Días Oscuros en Chile (1892):

Personalmente conozco muy bien al Presidente Balmaceda. Somos viejos amigos. No sé si está equivocado o no en la posición que ha tomado, pero puedo asegurarte que es uno de los hombres más cabales que he conocido. (Hervey, 1892/1974, p. 26)

Es preciso puntualizar que, en su testamento, Balmaceda deja claro que su suicidio tendría como propósito pacificar la sufrida sociedad chilena. Estas diferencias analíticas muestran un uso narrativo que valora un punto de vista antagónico, que no permite reconocer los avances traídos por Balmaceda a Chile desde su posicionamiento y planteamientos liberales comprometidos, teniendo en vista un gobierno popular y en contra de muchos intereses de las elites anidadas en el congreso chileno. En su testamento se puede leer:

Mientras subsista en Chile el Gobierno parlamentario en el modo y forma en que se le ha querido practicar y tal como lo sostiene la Revolución triunfante, no habrá libertad electoral ni organización seria y constante en los partidos, ni paz entre los círculos del Congreso. El triunfo y sometimiento de los caídos producirán una quietud momentánea; pero antes de mucho renacerán las viejas divisiones, las amarguras y los quebrantos morales para el Jefe del Estado.

Este es el destino de Chile, y ojalá las crueles experiencias del pasado y los sacrificios del presente, induzcan la adopción de las reformas que hagan fructuosa la organización del nuevo gobierno, seria y estable la constitución de los partidos políticos, libre e independiente la vida y el funcionamiento de los poderes políticos, y sosegada y activa la elaboración común del progreso de la República. (Salas, 1925, p. 380, las comillas son del original)

Pero Salas (1925) se encuentra decidido a apagar esta posibilidad de lectura. Aunque haya una inequívoca ambigüedad, hay también un compromiso con una determinada manera de leer los hechos históricos. Para Salas,

Su muerte como su vida, no fue sino la demostración del principio de que en el organismo humano no se desarrollan extraordinariamente ciertas facultades cerebrales, sino a espensas [sic] de las funciones restantes. (Salas, 1925, p. 367)

El autor intenta argüir también que la condición humana, social y política está seriamente influida por la herencia psicológica, dando una referencia al determinismo imperante, donde la existencia del ser humano está determinada por fuerzas naturales, que la humanidad no puede controlar. De esta manera, el autor hace referencias a la “herencia psicológica” que habría recibido el Presidente Balmaceda de sus familiares.

Eran manifiestos en Balmaceda los efectos de la herencia psicológica de sus padres. De ambos heredó la fuerza impulsiva de su carácter. (Salas, 1914, p. 85)

En esta otra cita, el autor aparenta estar convencido de haber comprendido las condiciones psicológicas del Presidente Balmaceda, como herencia condicionante que influía en sus decisiones políticas.

Hay otra circunstancia característica que es menester recordar para acabar de comprender su herencia psicológica y las condiciones de su temperamento y es el dominio que sobre él, como sobre todos los ideólogos, ejercía una aspiración, una idea fija, fuera o no armonizable con la realidad. (Salas, 1914, p. 87)

El autor argumenta que los personajes de su obra, además de sus condicionantes hereditarias, también están controlados por sus instintos, sus pasiones y su entorno social y económico, factores que al final rigen sistemáticamente su conducta. De esta misma forma, el autor intentó explicar las causas de la conducta del presidente Balmaceda en cada uno de los episodios en que tomaban importantes decisiones. A su juicio:

Nunca antes, entonces había estado más próximo Balmaceda a justificar, en cierto modo, los juicios apasionados que de él formaban sus más exaltados adversarios y nadie hubiera reconocido en su persona, en aquel instante, a aquel hombre patriota que con genial clarovidencia [sic] había puesto no hacía mucho todo el impulso poderoso de su alma al servicio de las grandes y olvidadas necesidades nacionales. (Salas, 1914, p. 326)

Actualmente se sabe que el factor hereditario es solo una parte del condicionante formador de la personalidad, que ésta es dinámica y que comparte con las condiciones socioambientales y culturales. La psicología, dice Ardila (1992), considera que es preferible describir las personalidades de los actores de la historia, que psicoanalizarlos. Así, el autor “reconoce, la importancia del ambiente social, incluyendo factores económicos, demográficos, históricos y antropológicos” (1992, p. 338).

No era la primera vez que se usaba la ciencia con fines políticos. Mario Fabregat (2019) apunta que en el libro de Fagalde, La Prensa Extranjera y la Dictadura Chilena, un artículo —originalmente en portugués, publicado en el periódico brasileño Diario de Campinas, titulado “Balmaceda”, escrito por Joaquim Nogueira de Sá Itagiba— realiza un descarnado análisis frenológico del presidente chileno José Manuel Balmaceda.

5 Consideraciones finales

Hay que ponderar en este momento un punto no menos relevante. Como ya apuntó Edel (1957) y retomó Falk (1985) es:

Un hecho psicológico básico de la biografía: el biógrafo se propone escribir una vida porque tiene una imperiosa necesidad inconsciente de contar su propia historia. Una biografía es una expresión poderosa de los sentimientos, conflictos y pasiones más íntimos del biógrafo. El tema de la biografía es un vehículo inconsciente para la propia historia de vida emocional del biógrafo. Los procesos de proyección y de identificación pueden ser moderados, lo que facilita el esfuerzo biográfico a través de la empatía, o pueden ser patológicos, distorsionando ese esfuerzo a través de la identificación proyectiva, una forma extrema de los dos mecanismos de defensa que trabajan juntos. (Falk, 1985, p. 608)

La narrativa psicopolítica de Salas puede ser considerada como una obra de carácter psicohistórica, por cuanto describe con ahínco los caracteres psicológicos de los personajes de la política de fines del siglo XIX. Al hacerlo, analiza los fenómenos psicopolíticos relacionados con procesos históricos, sociales, económicos y políticos sin dejar de interpretar los hechos, a la luz de su experiencia y convicciones personales. Por supuesto, eso trajo sesgos analíticos más focalizados a la figura del presidente Balmaceda, a la vez que logró una nueva manera de analizar los fenómenos políticos en Chile: la naciente psicología política.

Pese a la “psicopatologización” de Balmaceda, la obra de Salas en sí muestra evidencia suficiente para sustentar su carácter psicohistórico en un contexto psicopolítico de un conflicto. En este sentido, Salas realizó un esfuerzo narrativo para colocar a Balmaceda en el centro de su contextualización histórica, a partir de su psicobiografía.

La obra Balmaceda y el Parlamentarismo en Chile: un estudio de psicologia política chilena, de Salas Edwards (1914, 1925) es un esfuerzo por narrar un episodio crucial de la política en el Chile del siglo XIX. Y para ello, pese a las simplificaciones teóricas que el autor empleó en la obra, dispuso de las disciplinas de las ciencias sociales de su época para comprender los fenómenos sociales y políticos que se suscitaron antes y durante el Conflicto Político-Militar de 1891.

De la misma forma, se sustenta también el argumento que el origen de la psicología política chilena es también el resultado de una narrativa psicobiográfica del presidente Balmaceda como principal personaje de la obra de Salas (1914). El resultado es una descripción franqueada por aspectos psicologizados del personaje, que le sirve al autor como una manera de identificar sus pautas de conducta, categorizar sus experiencias y comprender su conducta al frente del Gobierno Ejecutivo del país durante el Conflicto Político-Militar de 1891.

Hoy, la psicología política —principalmente la Ibero latinoamericana— es definida por diversos autores como un campo de conocimiento interdisciplinar de las ciencias sociales (Silva y Corrêa, 2015) orientado a explicar los comportamientos políticos y sociales (Godoy y Romero, 2018):

La psicología política es un campo de estudio interdisciplinario (Le Bon, 1910), multidisciplinario (Montero, 2009) e incluso pluridisciplinario, de las ciencias sociales, orientado a explicar los comportamientos políticos y sociales (Dorna, 1998). Respecto a las materias tratadas en la psicología política, diversos autores como Montero (1987), Oblitas (1999), Dorna (1998), Hur et al. (2014) y Soares da Silva (2015) aportan diversas materias de investigación de la disciplina en la actualidad tales como: personalidad y políticos (autoritarismo y psicología de masas, política de elites y liderazgo); ideología y opinión pública (ideología, estilo cognitivo y funcionamiento ideológico); desafíos y toma de decisiones; prejuicio; conflicto, violencia y transformación política (la psicología social del mal y del daño, protesta y revolución); psicobiografía. (2018, p. 456)

No cabe duda de que la obra de Salas sigue un marco narrativo que guarda relaciones con los trabajos publicados con anterioridad por otros autores como Agustín Álvarez (1899, 1884/1933), Emile Boutmy (1901, 1902), Victor de Britto (1908) y Gustave Le Bon, (1895/1922; 1910/1921). Es un elemento transversal de los dos tomos de Salas, una discusión sobre las formas del poder y las relaciones entre Hombre-Sociedad-Estado a igual manera que eso está en las obras de esos otros autores, sus contemporáneos.

Todos estos elementos (psicológicos, psicohistórico, psicobiográficos), ponderados a la luz de su contexto histórico, constituyen hoy, la sustancia constitutiva de la psicología política que contribuye a reconstruir y a comprender la memoria histórica del Conflicto Político-Militar de 1891. La obra de Salas es, por lo tanto, una narrativa psicohistórica que emerge de una caracterización psicológica de los políticos y de la psicobiografía de Balmaceda como elemento teórico-metodológico que obliga a ubicarlas en el contexto descriptivo y analítico del origen de la psicología política chilena.

Finalmente, a nuestro juicio, este trabajo viene a contribuir a la construcción de una necesaria —pero faltante— historia de la ciencia de la Psicología Política en Chile. Este trabajo permite percibir, además, que hay dos momentos distintos de esta historia científica: primero, uno más fuertemente marcado por la convergencia disciplinar que airea al campo naciente y que nombramos como interdisciplinaridad, y otro momento, más focalizado en saberes psicológicos que poco buscan conocimientos fuera de las fronteras de saber psicológico. Esta segunda posibilidad retrata una psicología de los fenómenos políticos y discrepa de lo que se puede ver no solo en la obra de Salas, sino también de todo un conjunto de autores de su tiempo. Al retomar ese marco de análisis —con todas sus limitaciones— buscamos sacar la psicología política de un aprisionamiento ‘psi’ y recordar que su quehacer está más allá de las fronteras disciplinarias, pues trae como marca un quehacer intersticial como ya apuntó Silva (2015). Este artículo analiza apenas un aspecto de la historia de la ciencia chilena en el campo de la Psicología Política. Nuevos esfuerzos más potentes son necesarios y piden más investigaciones e investigadores comprometidos con este tipo de estudio historiográfico.

6 Agradecimiento

Becado por Capes/PEC-PG/ Processo nº 88881.283993/2018-01

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