Agencia y participación en la vejez de la generación baby boom: reclamación de espacios alternativos

Baby boom generation´s agency and participation in old age: claiming alternative spaces

  • Dolores Majón-Valpuesta
  • Mercé Pérez-Salanova
  • Pilar Ramos Valverde
  • Andrés Haye Molina
En un contexto de transformación sociodemográfica, se prevé que el envejecimiento de ciertas generaciones, como la llamada generación baby boom, conlleve la reclamación de nuevos espacios de participación social. Ello nos invita a explorar la diversificación de conceptualizaciones sobre el principio de participación social de los miembros de esta generación situados en diferentes momentos respecto a su entrada en el período de jubilación, pre/post (50-73 años). Para lo cual realizamos cuatro grupos de discusión, cuyo análisis de contenido de los datos nos permitió interpretar los significados en torno a tres ejes: la interacción con los demás, las formas de participación y la contribución social. Finalmente, abordamos los desafíos derivados del proceso de resignificación de la participación social; entre otros, la necesidad de promover activamente la autonomía, la autodeterminación, el desarrollo de espacios de agenciamiento y valoración social de las personas mayores presentes y futuras.
    Palabras clave:
  • Participación social
  • Envejecimiento
  • Interacción social
  • Agencia
  • Generación baby boom
In a context of socio-demographic transformation, the ageing of certain generations, such as the baby boom generation, involve the demand of new social participation spaces. This invites us to explore the diversification of conceptualizations about social participation in members of this generation located at different times regarding their entry into the retirement period, pre/post (50-73 years). For this purpose, we conducted four discussion groups, whose analysis of data content allowed us to interpret meanings around three axes: interaction with others, forms of participation and social contribution. Finally, we address the challenges arising from the process of re-signifying of social participation; among others, the need to actively promote autonomy, self-determination, the development of spaces of agency and social valuation of present and future older people.
    Keywords:
  • Social participation
  • Ageing
  • Social interaction
  • Agency
  • Baby boom generation

1 Introducción

Las proyecciones de población de Naciones Unidas indican que, en el año 2060, el 27,3 % de la población de los países desarrollados superará los 65 años. La llegada de la generación baby boom a la edad de jubilación implicará que en los próximos 10 años existan, aproximadamente, 236 millones de personas mayores de 65 años en todo el mundo. Es decir, de 2025 a 2050, se prevé que la población de esa edad se duplique alcanzando casi la cifra de 1.600 millones en todo el mundo (He et al., 2016). Estos cambios demográficos apremian la necesidad de repensar acerca de los históricos modelos de envejecimiento, en pro de dar respuesta a las exigencias de una amplia diversidad de personas que alcanzan la edad de jubilación. En este sentido, se trataron de superar las limitaciones modelos como los de Envejecimiento Exitoso (Rowe y Khan, 1987) o Envejecimiento Productivo (Bass et al., 1993), con la promulgación, por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) (2002), de un nuevo modelo, el de Envejecimiento Activo (EA). A pesar de que este marco pretendía cambiar las perspectivas y prejuicios sobre el proceso de envejecer (Foster y Walker, 2015) y superar las limitaciones de la visión “productiva” de anteriores modelos, ampliando su ámbito a dimensiones esenciales como la participación continua en las cuestiones sociales, económicas, culturales, espirituales y cívicas (OMS, 2002; Del Barrio et al., 2018), éste, a su vez, requiere ser analizado desde una mirada crítica que permita advertir sus carencias, como han puesto de manifiesto diversos autores (Foster y Walker, 2015; Martinson y Berridge, 2014).

En relación con la participación social resulta pertinente reconocer que el modelo de EA tiene un significativo potencial discursivo atendiendo a la importancia otorgada a la participación social, formulada como principio básico para conseguir calidad de vida a medida que envejecemos, a la vez que enfatiza en el derecho de elección de la propia persona (OMS, 2002; Raymond et al., 2013). Bajo el prisma de dicho marco emergen diversas interpretaciones, en ocasiones dispares, de la vejez asociadas a la revalorización de la participación a través de la expansión del trabajo tras la jubilación, el incremento del compromiso cívico y los cambios en las relaciones familiares con el surgimiento de nuevas formas de solidaridad intrafamiliar e intergeneracional (Olazabal, 2009).

Pero, ¿por qué resulta clave preguntarse acerca de aspectos vinculados con la participación social en la vejez? Podemos responder a esta pregunta aludiendo al amplio abanico de investigaciones que avalan la relación entre participación social y bienestar en la vejez. Por un lado, la participación en una variedad de actividades sociales se asocia con una tasa más baja de déficit en Actividades de la Vida Diaria (AVD) (Tomioka et al., 2015). En esta misma línea, otra de las investigaciones desarrolladas en el contexto español vincula los altos niveles de participación social con niveles más bajos de angustia psicológica, mayor satisfacción con la vida, mayor autovaloración de la salud, mejor estado físico, menor riesgo de dependencia futura para las AVD y reducción de la mortalidad (Rodríguez-Laso et al., 2007). Por el otro, la participación social puede alentar a las personas a ser más activas físicamente y puede promover la sensación de poder influir en su salud y calidad de vida (Agahi y Parker, 2005) a través de mecanismos compartidos de apoyo y cohesión social con la comunidad (Douglas et al., 2017). Todo ello sustenta la relevancia de continuar explorando sobre las expectativas y los significados otorgados por la población que envejece a aspectos como la participación social.

En líneas generales, la participación social en la vejez es concebida por las personas mayores como integración y aportación en la sociedad, mediante la actuación con otros (Pérez-Salanova, 2002; Raymond et al., 2014). Esta concepción puede relacionarse con la noción grand generativity, formulada en la Teoría de la Generatividad para señalar la relevancia de la participación como contribución al bien común, plantear mejoras sociales y asegurar la continuidad entre generaciones (Erikson et al., 1986; Villar et al., 2013). Ahora bien, algunos estudios cuestionan que la definición de la participación social sea concebida exclusivamente como resultado de una decisión personal, planteando la influencia de otras variables que la pueden condicionar (Raymond et al., 2014). En este sentido, la comprensión de los significados de los procesos participativos exige reconocer la heterogeneidad cultural local, así como las diferencias socioeconómicas (Agahi y Parker, 2005), lo que conduce a advertir que la participación social presenta rasgos distintivos, según las diversas localizaciones socio-culturales (Charpentier et al., 2010).

En el contexto español se ha señalado el desajuste entre las expectativas de participar y la participación real, atribuido a la ausencia de espacios de participación adecuados a las aspiraciones de las futuras personas mayores (Rodríguez et al., 2013). Para enfrentar ese desajuste se señala la relevancia de que sean las propias personas mayores quienes decidan cómo quieren participar e intervenir en la sociedad y, por tanto, se considera pertinente el promover su capacidad crítica y su autonomía en la toma de decisiones (The Family Watch, 2013). Ello exige sustituir un enfoque asistencialista, que considera a las personas como actores pasivos y vulnerables, por otro que explore y valore la participación de las personas mayores (Raymond et al., 2013), un enfoque alternativo que promueva su inclusión en los procesos de gobernanza sobre los asuntos que les afectan a ellas y a la comunidad, reconociendo su competencia y legitimidad para hacerlo (Barnes, 1999).

Por todo lo apuntado hasta aquí, el surgimiento de nuevas formas de entender el envejecimiento y la participación social, unido a la variabilidad de las circunstancias históricas y sociales que definen la vejez, conlleva la urgente y obligada investigación de las significaciones de la participación social en la generación de baby boomers, tal y como planteamos en este artículo.

La noción baby boom identifica el aumento de los nacimientos ocurrido en los países occidentales entre finales de los años 40 o los 50 y mediados de los años 60 o principios de los 70, en función del territorio (Abellán y Pujol, 2015; Bonvalet et al., 2014). El análisis de este grupo de personas resulta clave por su impacto numérico y por las características socio-históricas de los contextos en los que han vivido sus trayectorias vitales, con hitos como la mejora de la atención sanitaria o el auge de movimientos sociales como el feminismo. Valores como el desarrollo del sí mismo y la autodeterminación, fundamentales en el progreso social, especialmente en materia de los derechos y de justicia; adquieren para las personas baby boomer un papel muy relevante en los procesos de envejecimiento. Asimismo, se detecta un cambio de conceptualización con una nueva forma de interpretación de la vejez, a través de la expansión del trabajo tras la jubilación, el incremento del compromiso cívico y los cambios en las relaciones familiares con nuevas formas de solidaridad intrafamiliar e intergeneracional (Guberman et al., 2011; Olazabal, 2009). Se considera que las personas baby boomers son resultado de una sociedad más justa a la vez que creadores de la misma (Raymond et al., 2013). Como señalan algunos autores y autoras, los miembros de estas cohortes de nacimiento comparten una historia social y cultural, cuyas características afectarán distintivamente a sus actitudes durante el ciclo vital (Leach et al., 2008); características en las que se enmarca que al envejecer expresen reclamaciones y promuevan transformaciones para avanzar en la equidad social, transformaciones que conciernen tanto a las organizaciones y las políticas como a las oportunidades de participación social (Majón-Valpuesta et al., 2016).

Finalmente, cabe señalar que el objetivo de la presente investigación consiste en identificar y analizar la conceptualización sobre participación social realizada por personas pertenecientes a la generación baby boom situadas en diferentes momentos respecto a su entrada en el período de jubilación, pre/post jubilación (50-73 años). En las siguientes líneas detallaremos el procedimiento seguido para la consecución de dicho objetivo mediante el desarrollo de cuatro grupos de discusión, así como especificaremos las características de los grupos de participantes y el tipo de análisis de los datos realizado. Asimismo, presentaremos los principales resultados organizados en torno a tres ejes: la interacción con otros, las formas de participación y la contribución social. Y, concluiremos, aludiendo a los principales desafíos asociados al proceso de resignificación del concepto de participación social.

2 Método

2.1 Diseño

Esta investigación, enmarcada en una metodología cualitativa, da acceso a la intersubjetividad de las personas participantes (Villegas y González, 2011), porque permite abordar diferentes dimensiones de las voces y la diversidad respecto de la participación social a medida que envejecemos; a la vez que permite interpretar estos significados de forma situada, es decir, en el contexto particular donde tienen lugar (Vasilachis de Gialdino, 2006). Además, se trata de una investigación dialógica donde tanto investigador/a como investigado/a participan con su ser situado y concreto en el proceso de investigación (Sisto, 2008).

2.2 Participantes

Las personas participantes fueron seleccionadas a partir de principios de muestreo intencional (Patton, 2002), buscando la homogeneidad intergrupal y la heterogeneidad intragrupal. Teniendo en cuenta el objetivo de la investigación, se otorgó preferencia a personas que participaran activamente en su comunidad.

Respecto al criterio de homogeneidad, la muestra estuvo conformada por personas pertenecientes a la generación baby boom situadas en diferentes momentos respecto a su entrada en el período de jubilación (pre/post jubilación); los participantes residían en dos núcleos urbanos de la provincia de Sevilla (España), con el objetivo de diversificar la muestra y no de comprarla. Los cuatro grupos fueron organizados según rango etario. El “grupo etario 1” estuvo compuesto por personas con edades comprendidas entre los 50 y 58 años. El “grupo etario 2” estuvo compuesto por personas con edades comprendidas entre los 65 y 73 años. Dos de los grupos, A y C, pertenecían al núcleo urbano 1 mientras que los otros dos, B y D, al núcleo 2. En total participaron 37 personas y todos los grupos estuvieron compuesto por 9 personas, excepto el grupo B que contó con 10. La heterogeneidad intragrupal fue definida en base a las características descritas en la Tabla 1.

Características Grupo etario 1 Grupo etario 2
(50-58 años) (65-73 años)
Grupo A Grupo A Grupo B Grupo C
Sexo Hombre 4 5 5 5
Mujer 5 5 4 4
Estado civil Soltero/a 0 0 0 1
Separado/a 2 1 0 0
Viudo/a 0 0 1 3
En pareja 7 9 8 5
Hijos/as Con hijos/a 9 8 9 6
Sin hijo/a 0 2 0 3
Nivel de estudios Sin estudios 0 0 0 0
Enseñanza elemental 2 0 3 2
Formación profesional 2 3 2 2
Enseñanza superior 2 1 1 0
Enseñanza universitaria 3 6 3 5
Situación laboral Activo/a 5 4 3 0
Jubilado/a o Prejubilado/a 0 3 6 8
Desempleado/a 4 3 0 1
Nivel socio-económico Le resulta difícil llegar a final de mes 0 0 1 0
Llega justo a final de mes 5 5 3 2
Ahorra un poco de dinero cada mes 3 5 5 7
Ahorra bastante dinero cada mes 1 0 0 0
Cuidan de otra
persona
5 3 3 1
No 4 7 6 8

Tabla 1

Distribución de participantes en grupos de discusión según criterios específicos

2.3 Procedimiento

Se realizaron cuatro grupos de discusión considerando tanto la necesidad de estudiar la realidad y el sentido compartido (Canales, 2006), como la de establecer interpretaciones contextualizadas entre las relaciones sociales existentes (Colectivo Ioé, 2010).

Los grupos de discusión se realizaron entre febrero y marzo de 2016. El contacto y reclutamiento de las personas participantes se desarrolló mediante informantes clave y un proceso de “bola de nieve” (Salamanca y Martín-Crespo, 2007), solicitando contactos con personas que cumplieran con los criterios de la muestra. Tras la aceptación para colaborar, cada participante firmó un documento de consentimiento informado. En dicho documento, se le informa a la persona participante que el Departamento de Psicología Evolutiva de la Universidad de Sevilla, de conformidad con La Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, sobre Protección de Datos de Carácter Personal, incorporará sus datos a un fichero con titularidad de la Universidad de Sevilla. Asimismo, la presente investigación cumple los requisitos necesarios de idoneidad del protocolo en relación con los objetivos del estudio y se ajusta a los principios éticos aplicables a este tipo de estudios, así como están justificados los riesgos y molestias previsibles para los participantes. Hecho ratificado por el Comité Ético de los Hospitales universitarios Virgen Macarena-Virgen del Rocío perteneciente a la Red de Comités de Ética del Sistema Sanitario Público de Andalucía.

Cada sesión duró aproximadamente dos horas realizándose en dos espacios diferentes de la red pública de centros cívicos. Todos los grupos fueron moderados por la misma investigadora.

Los criterios de validez formulados desde la perspectiva cualitativa pretenden asegurar la conversación entre una comunidad de intérpretes con el fin de crear un espacio para un discurso compartido (Sisto, 2008). Acorde con lo especificado por Norman Denzin e Ivonna Lincoln (2003), respecto a los criterios de validez de la investigación cualitativa, en este trabajo hemos tratado de cumplir con los estándares de aceptabilidad: credibilidad, transferibilidad y coherencia. Así como también partimos de la premisa de tomar en consideración el posicionamiento de las personas investigadoras, tratando de desarrollar un ejercicio de conciencia crítica respecto al propio proceso investigativo, acorde al concepto de reflexividad. Respecto a esto, cabe alertar sobre el riesgo de atribución de ciertos estereotipos, por parte de los y las investigadoras hacia el grupo de personas participantes, reforzando juicios negativos o excesivamente positivos que no permitían identificar sus propios sistemas de significados (Shweder, 1996). La dificultad también radica en la deseabilidad de las personas investigadoras, es decir, hasta qué punto las necesidades identificadas responden a las propias pretensiones o realmente se ajustan a lo que la población participante tiene que decir. De igual modo, la dificultad también concierne al poder de los y las participantes. Al respecto, observamos dos direcciones, una se refiere a nuestro afán por “otorgar” poder al grupo de personas mayores, olvidando la propia capacidad del grupo para generar dicho poder sin tener que ser proporcionado. Y una segunda dirección que, con el fin de mantener el control sobre el proceso de investigación, favorece que se incorporen ciertas barreras que obstaculizan un espacio abierto de reflexión conjunta y dialógico. Por todo ello, podemos decir que nuestras subjetividades como investigadoras e investigadores también han sido un instrumento para el conocimiento (Cornejo, 2008). En esta línea, cabe señalar que uno de los dispositivos de escucha (Cornejo y Salas, 2011; Cornejo et al., 2017) empleados para identificar la propia voz, fue el cuaderno de campo de las personas investigadoras.

2.4 Análisis de la información

La información transcrita fue organizada a través del software ATLAS. Ti. Se realizó un análisis de contenido categorial temático, en el que, a partir de ciertos datos cualitativos, se realizan inferencias reproducibles y válidas que puedan aplicarse a su contexto concreto (Krippendorff, 1990). Partiendo de datos textuales se construyeron una serie de categorías organizadas por un criterio de analogía, con el fin de acceder al sentido común crítico de los significados. Dichas categorías construidas no responden a una realidad objetiva, de manera que no se trata de descubrir, sino de construir a partir de elementos informativos concretos (Vázquez, 1997).

Tema Subtema Categorías
a) Interacción con otros Acción en el entorno Sentimiento de pertenencia
Conexión con el entorno
Hacia fuera = estar vivo
Relaciones interpersonales Satisfacción personal
Autoestima
Intergeneracionalidad Responsabilidad y cuidados
Sentimiento de ambivalencia
Cercanía relacional
Obligación moral
Escucha multidireccional
b) Formas de participación Definición y creación de espacios Poder de decisión
Responsabilidad compartida
Agentes externos
Movilización y pensamiento crítico
Derechos
Oferta de espacios Desajuste oferta-demanda
Accesibilidad
Acogida
c) Contribución social Sentimiento de utilidad
Productividad
Libertad de decisión
Reconocimiento/valoración social
Transmisión de saberes
Respuesta a necesidades sociales
d) Desigualdades
sociales
Situación socio-económica Inmovilismo social
Agencia
Trabajo colaborativo
Género Oportunidades de elección
Mujer y su rol de cuidadora
Ámbito doméstico V.S. público

Tabla 2

Descripción de temas generales, subtemas y categorías

El análisis se organizó en tres fases: preanálisis, codificación y categorización. En la fase de preanálisis se organizó el material en función del objeto de investigación. En la codificación, los datos fueron transformados mediante la fragmentación del texto en unidades de registro y estas fueron catalogadas según presencia/ausencia y dirección valorativa, es decir, el punto de vista que se muestra en el corpus respecto a la cuestión que se trata (Vázquez, 1997). Posteriormente, la categorización permitió construir categorías emergentes a través de la agrupación de unidades textuales según un criterio semántico de similitud (Ver Tabla 2). Finalmente, la reconstrucción de significados se basó en el establecimiento analítico de relaciones entre las diferentes categorías semánticas.

3 Resultados

El análisis de los datos obtenidos muestra la diversificación en el concepto de participación. Las personas plantean concepciones muy variadas de la participación social tras la jubilación y cuestionan las prácticas establecidas. Ambos aspectos se acentúan entre las personas del grupo etario 1. A continuación se expondrán las significaciones identificadas sobre la participación social, en tres apartados: la interacción con otros, las formas de participación y la contribución social. Finalmente, se presentará un cuarto apartado referido a las cuestiones de las desigualdades sociales y la participación social.

3.1 Interacción con otros

En el presente apartado se especificarán aquellos aspectos involucrados en la acción de interactuar con otros. Cuando las personas mayores aluden a estas interacciones, “los otros” revisten dos significados, uno referente al contexto o entorno en el que viven, y otro referente a las relaciones interpersonales.

Respecto al primer significado, ambos grupos etarios asocian la participación social a la necesidad de estar en el mundo, de sentirse parte del entorno. Esa concepción se refleja en su reflexión sobre las actividades cuando enfatizan algunas características: se trata de actividades “hacia fuera”, conectadas con el entorno comunitario y físico, y que permiten el descubrimiento de nuevos espacios. En conjunto, las personas vinculan el “estar conectado con el entorno” con “el estar vivo”, en oposición al replegamiento que suele asociarse a la jubilación y/o la vejez.

Lo que es el integrarse en la sociedad, a una serie de edades, a la gente le da vida. (102-Grupo etario 1-A, grupo de discusión, febrero de 2016)

Respecto a las relaciones interpersonales, ambos grupos etarios coinciden en el empuje y la fuerza para enfrentar la vida diaria que proporciona las interacciones con otras personas, a lo largo del ciclo vital y que reviste especial importancia en la vejez. En sus argumentos los participantes enlazan esa visión con dos nociones, el aumento de la satisfacción personal y la mejora de la autoestima como consecuencia de ser partícipes de algo.

Si nos integramos o relacionamos y se nos considera, eso nos da muchísima satisfacción. Mucha autoestima. Eso te pega un subidón, que alguien te escuche. (104-Grupo etario 1-A grupo de discusión, febrero de 2016)

A mí eso me arrancaba hacia delante. A mí el paso más fuerte para salir de donde estaba me lo dieron allí en la asociación. (310-Grupo etario 2-C, grupo de discusión, febrero de 2016)

En lo que tiene que ver con las relaciones intergeneracionales, los participantes presentan las interacciones con otras generaciones principalmente en términos de responsabilidades y cuidados, que varían según el momento de su entrada en la jubilación o de las circunstancias personales.

Respecto a las generaciones posteriores, sobresale la preocupación acerca del presente y futuro de sus hijos/as y nietos/as ante el impacto de la difícil situación socioeconómica, condición que los sitúa en una posición de responsabilidad que consideraban ya superada. Esa responsabilidad reasumida combina sentimientos ambivalentes. Para algunas personas la responsabilidad implica satisfacción personal por sentirse útiles y por la cercanía relacional derivada, a la vez que acarrea limitaciones para el desarrollo de sus propios intereses.

Su vida es su vida [de hijos/as] y la mía es mía, yo le echo una mano hasta donde me sea posible…pero, para que se vaya a la feria él a la feria me voy yo. (405-Grupo etario 2-D, grupo de discusión, marzo de 2016)

Me preocupa la generación que viene y yo ojalá tuviera nietos para saturarme de ellos, pero también para estar deseando que llegaran, tengo muchos hijos adoptivos de amigos y de tal. (302-Grupo etario 2-C, grupo de discusión, febrero de 2016)

Respecto a la relación con generaciones superiores, principalmente manifestada por personas del grupo 1, es una relación concebida en términos de ayuda y cuidados, destacando su impacto como obstáculo para la realización de actividades participativas, así como la expresión de una obligación afectiva y moral.

Los que tenemos padres…quieras que no, llegamos a la jubilación. Pero esa jubilación no es tan libre como pensábamos, sino que ahora tenemos unas obligaciones con nuestros padres. (109-Grupo etario 1-A, grupo de discusión, febrero de 2016)

La interacción con otras generaciones, como valor añadido para los espacios de participación durante la vejez, es planteada tanto en el grupo etario 1 como en el 2. El interés y el deseo de implicarse en espacios intergeneracionales de participación son concebidos como estrategia para alcanzar la apertura o ampliar los canales de escucha multidireccional. La mayor cercanía con generaciones posteriores en la forma de comprender el mundo —a pesar de la brecha digital que los separa— no deja de lado la importancia de reforzar espacios de interacción con las generaciones anteriores. Para el grupo etario 1 la actividad con metas comunes con otros grupos de edad favorece la reducción de los prejuicios negativos sobre la vejez.

Estamos en la edad que ni estamos arriba ni estamos abajo, por eso tenemos que ser menos cómodos y apoyar y aprender de los de arriba y lo mismo de los de abajo... (305-Grupo etario 2-C, grupo de discusión, febrero de 2016)

Yo, por ejemplo, te voy a hablar de lo que hago ahora, yo salgo a tomar café y lo mismo salgo con gente que son de mi edad que con niñas de 30 años, quiero decir… que mientras más abierto sea un espacio mucho mejor para todos (202-Grupo etario 1-B, grupo de discusión, marzo de 2016)

3.2 Formas de participación

En los datos textuales producidos observamos cómo la responsabilidad y el poder de decisión sobre las formas de participación ocupa una posición central, desplegada en dos dimensiones: la definición de los espacios de participación y su establecimiento o creación.

Respecto a la primera dimensión, las personas defienden que son ellas quienes deben definir las acciones participativas a desarrollar, así como los ritmos, calendarios y modalidades.

También viene de la mano de que tú vas pasivamente a un servicio que hay o activamente a exigir un servicio y participar en el diseño de ese servicio, que es lo que a mí me gustaría. (208-Grupo etario 1-B, grupo de discusión, marzo de 2016)

Respecto a la responsabilidad en la creación de espacios, se advierten ciertas tensiones. Algunas personas plantean una responsabilidad compartida: los espacios de participación deben estructurarse a partir de demandas de las personas mayores, pero su puesta en marcha corresponde a agentes externos, según sus competencias administrativas. En cambio, en el grupo 1 se enfatiza además la propia responsabilidad para la creación y/o transformación de los espacios de participación, justificada no solo por la escasez de recursos económicos, sino también por la insuficiente respuesta de los agentes externos. Consideran necesario conjugar el pensamiento crítico y la movilización, frente al conformismo o al desconocimiento de las vías de reclamación de derechos y, también, generar respuestas desde estructuras independientes del sector público.

La población cada vez es más vieja y yo creo que hay menos crítica con el sistema, entonces alejarnos del sistema porque ya no somos activos como personas tiene un peligro gravísimo porque nos dejamos hacer y.… eso es muy grave a muchos niveles… yo particularmente tengo otra forma de pensar, soy mucho más crítico y no pierdo de vista la situación... la situación es gravísima, vamos… (205-Grupo etario 1-B, grupo de discusión, marzo de 2016)

Yo creo que se cambiará. Lo que tenemos que pedir es que se pueda seguir cambiando. (106-Grupo etario 1-A, grupo de discusión, febrero de 2016)

Yo creo que haría falta un apoyo más institucional hacia la tercera edad. (407-Grupo etario 2-D, grupo de discusión, marzo de 2016)

Bajo mi punto de vista, nosotros tenemos que tener una demanda y, a través de las asociaciones, hacerle llegar esa demanda al ayuntamiento y que el ayuntamiento nos ofrezca respuesta. (401-Grupo etario 2-D, grupo de discusión, marzo de 2016)

Cabe señalar que, aunque ambos grupos etarios reconocen que existe una amplia oferta de actividades y servicios dirigida a personas mayores, para ellas y ellos esa oferta no proporciona espacios adecuados a las necesidades participativas, ni resulta suficientemente accesible, entendiendo dicha accesibilidad en términos de barreras arquitectónicas, condiciones de masificación y organizaciones jerarquizadas. Es interesante señalar que, particularmente en el grupo 1, se defienden una serie de características que podrían definir a los espacios facilitadores de la participación social: espacios abiertos e intergeneracionales, que acojan y reconozcan a las personas; definidos por quienes participan en ellos; con una organización interna dinámica y arraigados localmente.

Para el grupo 1, su llegada a la vejez es anticipada como una ruptura respecto a las generaciones precedentes. Esta ruptura se expresa tanto en la concepción de esa nueva etapa como en los espacios de participación, y se fundamenta en la forma de pensar y de vivir, destacando la presencia de más inquietudes, mayor nivel educativo y la mayor centralidad del ocio vinculado a la cultura.

Mucho más participativos y más dinámicos porque vamos a entrar gente con otra forma de vida. Mis padres vivían para trabajar y yo vivo para otra cosa. (103-Grupo etario 1-A, grupo de discusión, febrero de 2016)

Algo que se pueda interactuar pero que sea atractivo, yo lo enfocaría más de cara a la cultura, a unas actividades físicas, yo que sé: senderismo, la ruta de los museos …, ese tipo de cosas que sea atractivo, que la gente diga, mira pues voy. (201-Grupo etario 1-B, grupo de discusión, marzo de 2016)

Asimismo, en este punto, podemos afirmar que, si hacemos una comparativa entre los dos núcleos urbanos donde se realizó la recogida de datos, no fueron identificadas diferencias significativas entre ambos, más allá de aspectos vinculados con la oferta de espacios de participación. En este sentido, en el núcleo urbano de menor superficie y menor número de habitantes —Grupos A y C— los y las participantes mostraban su queja sobre cómo la menor oferta de espacios era un obstáculo para la participación, en comparación con núcleos urbanos de mayor tamaño (como al que pertenecían los Grupos B y D). Es decir, para las personas del núcleo de menor superficie residir en núcleos de mayor superficie y población brindaría una mayor amplitud de oferta.

Finalmente, mencionar algunos elementos críticos sobre la participación. En ambos grupos se expresa la oposición a espacios de participación con modelos organizativos politizados —con bajo grado de pluralidad—, clientelares y jerarquizados, valorando que dificultan el acceso a nuevos miembros, la variedad de perfiles y la apertura al cambio. Por otra parte, en el grupo etario 2 predomina la crítica sobre la masificación de los espacios; condición que es cuestionada como resultado de la red deficitaria de recursos, pero también valorada como expresión del grado de motivación e interés de las personas mayores por participar.

Cuando pensamos nosotros en la tercera edad, pensamos en un autobús lleno de viejos que los llevan a la parte de Castellón por el IMSERSO. Este instituto los lleva ya con la idea de que hay un autobús que te lleva y yo cambio a la idea de tener otro transporte que nos lleve a donde nos dé la gana y que seamos nosotros los que gestionemos a donde vamos, cómo vamos y con quién vamos. Es el cambio que espero en esos sitios. (108-Grupo etario 1-A, grupo de discusión, febrero de 2016)

El abanico de posibilidades que hay ahora no lo había... me refiero a estudiar, internet, redes sociales, un montón de cosas… nosotros estamos entrando a trompicones... pero claro eso abre un abanico de posibilidades de conexión con otras personas. (209-Grupo 1-B, grupo de discusión, marzo de 2016)

Yo no participo en el centro de mayores porque he visto que está muy masificado, está allí en mí barrio, pero hay 5 o 6 miles personas, aquello es horroroso. (404-Grupo etario 2-D, grupo de discusión, marzo de 2016)

3.3 Contribución social

Este último apartado enlaza con el sentido y el valor de la participación social. El significado de utilidad, entendiéndola como la contribución a la mejora social de la comunidad, es compartido por ambos grupos como algo positivo y deseable. Los participantes conectan la utilidad con la imagen de sentirse parte del mundo, de “estar vivo”. A pesar del predominio de aquel significado, hay otras afirmaciones donde se advierte que la conexión entre el sentimiento de utilidad y el concepto de productividad es un modelo impuesto por la sociedad; modelo excluyente porque no ofrece respuesta a la diversidad de condiciones y necesidades de quienes envejecen. En una dirección complementaria, algunas personas cuestionan la importancia tradicionalmente otorgada a la cantidad de actividades que hacer como condición para sentirse vivas y reconocidas. Es decir, plantean concepciones alternativas a la cantidad de actividades, fundadas en la libertad de participación y decisión sobre la propia vejez.

Dejas de ser productivo dejas de existir, y la experiencia que tú dices que eso no tiene precio, pues se valora muy poquito, tú eres ya un ser inútil. Pero volvemos a lo mismo, porque ya no produces, no produces lo que la sociedad valora. (308-Grupo etario 2-C, grupo de discusión, febrero de 2016)

Para ambos grupos, la participación social durante la vejez debería ser un espacio que promueva el reconocimiento y valoración social a través de la acción de participar en, con y para la sociedad. El grupo 1 introduce el escaso peso otorgado a los saberes de las personas mayores, planteándolo como expresivo de la falta de consideración social. Ese menoscabo contrasta con la importancia que ellos otorgan a la transmisión de saberes, concebida como mecanismo de interacción y participación beneficioso para las diferentes generaciones. Por su parte, en el grupo 2 se anticipa una visión de futuro dónde el valor de las experiencias vitales —el saber práctico— superará al otorgado a los conocimientos teóricos, condición favorecedora de la interacción mencionada anteriormente.

La ayuda a través de acciones de voluntariado, el asociacionismo como respuesta a las necesidades sociales y la transferencia de conocimientos del ámbito profesional, son presentadas como las experiencias participativas más valoradas, sobre todo en el grupo 1. Con ellas surgen las ideas de autoorganización y movilización, a fin de dar voz, no solo a las problemáticas específicas del grupo de personas mayores, sino de extenderlo a todo tipo de problemática social.

En la medida en la que tú te sientas que está dentro de la sociedad, te metas en actividad, sigas estando en sociedad, en asociaciones…tú te vas a sentirte mejor, porque la sociedad te reconoce y cuenta contigo en algunos momentos, aunque sea para trabajar (105-Grupo etario 1-A, grupo de discusión, febrero de 2016)

3.4 Desigualdades sociales

Además de los tres ejes ya expuestos, a continuación, se analizan dos dimensiones relacionadas con las desigualdades sociales por situación socioeconómica y por género que se encuentra presente en lo expresado por ambos grupos.

Vivir en un contexto marcado por la incertidumbre acerca del mantenimiento del estado de bienestar y por la inestabilidad económica, es percibido en forma de consecuencias muy divergentes respecto a las expectativas de participación social. Por un lado, aparece conectado con expresiones de inmovilismo social ante la falta de recursos, pero, por el otro, se asocia a procesos de movilización y organización. En relación con este último, en el grupo 1 cobra especial relevancia la idea de generar recursos propios, aludiendo a estrategias promotoras de la agencia y el trabajo colaborativo, que permitan una mejor adaptación a las posibles limitaciones y problemáticas futuras, desde una mirada más crítica.

Tenemos mucha posibilidad de cambio, y la gente que viene son gente con cultura, que participa, gente que podemos revolucionar la edad de los 50 años para arriba. Lo que hace falta es que podamos, queramos y tengamos posibilidades. Pero que yo creo que va a haber cambio porque venimos de vivir bien, o por lo menos no sobrevivir… Yo no me voy a aguantar cuando yo me quede sin poder moverme. (203-Grupo etario 1-B, grupo de discusión, marzo de 2016)

Respecto a las diferencias entre hombres y mujeres se subrayan las relativas a las oportunidades de espacios de participación y a los criterios de elección, con argumentos como la variedad de necesidades e intereses y la responsabilidad principal, o exclusiva, de la mujer como proveedora de cuidados, que la instala en una posición de “jubilada a medias”. Asimismo, se describe la mayor exigencia hacia las mujeres que deben demostrar sus competencias para ejercer un rol fuera del ámbito doméstico, debido a su histórica exclusión del ámbito público

Yo creo que todavía en la mentalidad de la mujer de nuestra generación subyace la idea de que tenemos que demostrar más, y el hombre tiene muchas generaciones que no tiene que demostrar porque ha estado en la vida social activa. (403-Grupo etario 2-D, grupo de discusión, marzo de 2016)

4 Conclusión

Los resultados presentados muestran el interés de las personas en la reflexión acerca de los significados y expectativas sobre el envejecimiento y la participación social.

En primer lugar, es importante considerar la intensidad de la idea de ruptura en la concepción de los espacios de participación para las generaciones futuras de personas mayores (Olazabal, 2009). Las voces que reclaman la transformación del modelo participativo claramente predominante entre las personas jubiladas más recientes, ya comienzan a formularse por parte de las personas que viven en una etapa más avanzada de la vejez. Esa incipiente reclamación se acentúa entre aquellas que sitúan su vejez en un horizonte más alejado. De este modo, se constata un problema: cada vez son más las personas de edad avanzada que no se ven representadas ni se reconocen en ciertos espacios o actividades (Subirats, 2018).

En segundo lugar, a pesar de la diversificación de expectativas de los grupos de edad participantes, aparece un contenido común: el valor otorgado al desarrollo de la autonomía y la autodeterminación en la concepción de la participación, de acuerdo a lo señalado por Ignace Olazabal (2009). Asimismo, el reconocimiento social y la legitimización de la voz de las personas mayores (Barnes, 1999) se configuran como requisitos para que las personas consigan ejercer el poder de agencia social reclamado en sus discursos, lo cual resulta fundamental para lograr su bienestar. Podría decirse que la importancia de impulsar estos espacios de agencia colectiva radica en su capacidad para favorecer espacios de resistencia a un contexto social edadista a través de un proceso de identidad compartida (Trentham y Neysmith, 2018).

En tercer lugar, cabe recapacitar sobre la centralidad de las nociones de intergeneracionalidad, compromiso social o transferencia del conocimiento, y la conexión entre ellas. Por un lado, respecto a la primera noción, de acuerdo a lo afirmado en investigaciones previas, podríamos decir que el apoyo familiar intergeneracional no ha sido completamente desplazado por el cuidado formal, debido a los altos niveles de contacto y la provisión de ayuda práctica que siguen proporcionando los propios y las propias baby boomers a sus familiares (Ogg y Renaut, 2006). En algunos casos, el peso de las obligaciones familiares puede llegar a constituir un obstáculo para la libertad y el desarrollo individual (Clément et al., 2011), lo que expresan los y las participantes en el presente estudio. Esa visión podría conectarse con la configuración de la identidad en la sociedad actual, donde la identidad está profundamente marcada por los valores sociales de la productividad, el crecimiento personal y la autorrealización. En estas condiciones las personas baby boomers cuidadoras son presionadas para cumplir en todas las esferas de la vida: como trabajadoras, con sus parejas, como padres/madres, abuelos/as, amigas o voluntarias (Guberman et al., 2012).

En la valoración positiva de espacios de participación basados en las tres nociones mencionadas anteriormente confluyen dos componentes: la aspiración de querer estar “en acción” y el rechazo a estar al margen de la sociedad. Ambos aspectos conectan con lo formulado en la Teoría de la Generatividad (Erikson et al., 1986) sobre la necesidad de las personas mayores de contribuir al bien común, dirigida a plantear mejoras sociales y asegurar la continuidad entre generaciones. Posicionadas en la generatividad, las personas mayores generan con sus aportaciones una estrategia de deconstrucción de la imagen de la vejez como carga social. En este sentido, debemos alertar sobre la tensión existente entre patrones alternativos de comportamiento por parte de las personas mayores y las expectativas sociales vinculadas a la edad, apuntada por Mary Breheny y Zoë Griffiths (2017). A la vez, surgen voces que remarcan la urgencia de promover una visión crítica acerca del valor atribuido a la utilidad/productividad, que las refuerza en clave de exigencias sociales. Lo que concuerda con la necesidad de considerar la relación entre determinadas actividades productivas y bienestar separadamente, ya que algunas de ellas, como el voluntariado, pueden comprender un elemento de mayor agencia que otras actividades como los cuidados (McMunn et al., 2009). Un modelo convencional de envejecimiento y participación se caracteriza por dos criterios: focalizar la práctica participativa en el consumo de actividades y limitar las posibilidades de reconocimiento social a la capacidad de ser útil para la sociedad. Ambos criterios resultan reforzados por la mirada y la evaluación de los otros —“lo que se espera de mí”—, arrinconándose las diversas necesidades e intereses de las personas mayores. De este modo pueden plantearse modelos de envejecimiento que resultan inalcanzables y a la vez convertirse en modelos normativos (Pérez-Salanova, 2015), o modelos en los que las responsabilidades de la sociedad se transfieren al individuo (Moulaert, 2010). Es decir, con la focalización en el consumo de actividades y el reconocimiento conectado a la utilidad se relega el poder de elección individual sobre la forma de envejecer (Minkler y Holstein, 2008) y nos adentramos en un marco excluyente que no atiende a la diversidad.

En estas coordenadas, se inscriben las aspiraciones de formas de participación alternativas a la cultura participativa convencional (Montero, 1995). Cabe pues considerar que la reclamación de nuevos enfoques de participación social en edades avanzadas, junto con la ausencia de respuesta social ante dicha demanda, podría precipitar la movilización de los recursos personales y colectivos por parte del grupo de personas mayores. A la vez, la ausencia de respuesta social conduciría a preguntarse si se cumple el principio de derecho universal de la participación en la vejez (Raymond et al., 2014).

En cuarto lugar, también conviene pensar sobre la influencia de la situación socioeconómica, en dos direcciones contrapuestas, obstáculos e impulsos de la participación. Por un lado, la escasez de recursos y la incertidumbre sobre las condiciones de vida actuales y futuras se consideran barreras para el ejercicio de la participación entre las personas mayores. La desconfianza creciente hacia el Sistema de Bienestar que puede estar relacionada con aspectos como las condiciones sociales actuales, la aplicación de políticas neoliberales, la provisión de pensiones, la creciente desigualdad de ingresos, el aumento de la deuda de los hogares o la disminución de los ahorros (Phillipson, 2019) operaría en términos de incertidumbre. En la misma dirección, las políticas de austeridad han promovido una gran incertidumbre acerca del futuro de las personas mayores en situaciones de necesidad de atenciones y cuidados (Alfama et al., 2014). Por otra parte, la intensidad y amplitud de las tareas de cuidado y la inexistencia de los recursos mínimos para una supervivencia digna son valoradas como obstáculos que dificultan el ejercicio del derecho a participar entre las personas mayores, tal y como ya señalan otras investigaciones (Guberman et al., 2011). Sin embargo, los datos obtenidos en nuestra exploración también recogen que estas circunstancias han movilizado la idea de responsabilidad social, concretada en la autoorganización, con la consiguiente identificación del grupo de personas mayores como agentes de cambio que persiguen metas de mejora social. Todo ello puede confluir en el impulso de nuevas dinámicas participativas y de producciones diversas que proyecten nuevas imágenes de las personas mayores y de sus expresiones de compromiso con la comunidad. En relación a esto último, podríamos afirmar que las personas de la generación baby boom participantes en este estudio sitúan las lógicas de autoorganización sin conexión con el estado de derecho y con el ámbito institucional, es decir, las sitúan en una esfera individual-privada. Por tanto, más que entender la autoorganización desde una perspectiva de acción colectiva (incluyendo a todos los grupos de la comunidad) la conciben como una acción/movilización cara a cara dentro del propio grupo de personas mayores (Majón-Valpuesta, 2020).

En quinto lugar, respecto al género, las diferencias que expresan desigualdad en las oportunidades y en las condiciones de elección de los espacios de participación entre hombres y mujeres estimulan a explorar la conexión entre los ámbitos público y privado, y los trayectos de vida. En ese marco podríamos preguntarnos si la participación de las mujeres desplegada en torno a la cobertura de necesidades de otras personas constituye una traslación de la actividad del ámbito reproductivo al ámbito de la participación social (Pérez-Salanova, 2008). Asimismo, se hace necesario indagar acerca de los procesos particulares involucrados en la naturalización del rol social secundario de la mujer mayor. Se trata de preguntas pertinentes al considerar que el envejecimiento no es neutral desde el punto de vista del género, existiendo factores sociales, culturales, económicos y laborales que afectan diferencialmente a hombres y mujeres (Paz et al., 2018; Repetti y Calasanti, 2018).

Finalmente, las voces analizadas sugieren el interés de avanzar en dos líneas de investigación. La primera de ellas orientada al estudio del rol social de las mujeres mayores y su secundarización, los procesos involucrados en la naturalización y los impactos en su participación social; y, la segunda, orientada al estudio de los modos y espacios de participación y su relación con el reconocimiento de las personas mayores como agentes que elaboran y reelaboran significados. Cobra especial sentido respecto a esto último, lo señalado por Patty Doran y Tine Buffel (2018) sobre la importancia de la investigación conducida “con” o “por” personas mayores en lugar de “a”, “sobre” o “para” ellas; la co-investigación podría pasar a ser un instrumento importante para implicar a las personas mayores directamente.

En definitiva, aunque en este artículo no se ha podido abordar ampliamente la perspectiva de género o indagar acerca de la respuesta social a estas demandas cambiantes por parte de las personas mayores, se trata de un estudio cuya fortaleza principal estriba en recoger las voces de la nueva generación de personas mayores, en coherencia con un enfoque de revalorización y cesión de los espacios de decisión a las propias personas. Este estudio, nos ha permitido visualizar que existe un quiebre respecto a la demanda de espacios de participación social, y que la ausencia de respuesta social ante estas nuevas necesidades es concebida como movilizadora para la autoorganización y el agenciamiento del cambio por parte de las propias personas mayores. Asimismo, nos ha permitido apreciar que aspectos como la situación socioeconómica y el género definirán diferencialmente las formas y accesos a estos espacios.

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