Guardar/romper el silencio sobre la interrupción voluntaria del embarazo: narrativas de mujeres mexicanas

Keeping/break the silence on abortion: narratives of mexican women

  • Lurel Cedeño
  • Olivia Tena Guerrero
  • Fátima Flores Palacios
  • Tania Esmeralda Rocha Sanchez
Esta investigación narrativo feminista aborda la tensión entre guardar o romper el silencio en 14 mujeres mexicanas habitantes de la Ciudad de México y de otros estados, que interrumpieron sus embarazos en el primer trimestre. Las razones para guardar silencio estaban relacionadas con la sanción social sobre el aborto o por la actividad sexual previa al matrimonio, por posibles afectaciones en sus proyectos de vida y para proteger sus decisiones; las motivaciones para hablar de esta experiencia estuvieron vinculadas con la necesidad de obtener servicios seguros y de contar con apoyo emocional, en algunos casos tuvieron un fin político y de sororidad, encaminado a disminuir el estigma y apoyar a otras mujeres. Se observó en algunos casos la ruptura del círculo vicioso entre el silencio, el estigma y la creencia de que se trata de una experiencia poco frecuente, lo que contribuye a aminorar la penalización social del aborto.
    Palabras clave:
  • Estigma
  • Silencio
  • Aborto
  • Agencia
This feminist narrative research addresses the tension between keeping or breaking silence in 14 women, from Mexico City and other Mexican entities, who interrupted their pregnancies in the first trimester. The reasons for remaining silent related to the social sanction on abortion or on sexual activity prior to marriage; to possible effects on their life projects and to the aim of protecting their decisions; the motivations to talk about this experience, were linked to the need to obtain safe services and to have emotional support. In some cases, breaking the silence had a political and sorority purpose, aimed at reducing stigma and supporting other women. In some cases, the breaking of the vicious circle between silence, stigma and the belief that it is a rare experience was observed, which helps to reduce the social penalization of abortion.
    Keywords:
  • Stigma
  • Silence
  • Abortion
  • Agency

1 Introducción1

El presente artículo aborda la tensión entre guardar o romper el silencio en mujeres que interrumpieron sus embarazos desde dos ópticas, la del estigma que rodea al aborto y la de la resistencia/agencia de las mujeres. Si bien la relación aborto-silencio-estigma ya ha sido abordada en otras publicaciones como tema principal o como hallazgo de investigación (Astbury-Ward, Parry y Carnwell, 2012; Erviti, 2005; Fletcher, 1995; Kimport, Foster y Weitz, 2011; Kumar, Hessini y Mitchell, 2009; Norris et al., 2011; Rostagnol, 2007; Shellenberg et al., 2011; Sorhaindo et al., 2014), aun es necesario analizar los espacios, momentos y personas que dan contexto a esta tensión, así como las motivaciones o razones en las narrativas de las mujeres y sus implicaciones en el contexto mexicano.

El estigma ligado al aborto lo concebimos como una expresión del patriarcado, como sistema sociopolítico de dominación, que históricamente ha posicionado la culpa y el mandato de la maternidad, a través de discursos e instituciones educativas, legales y religiosas, entre otras, para mantener el control sobre el cuerpo de las mujeres y la desigualdad de género. En este marco, el concepto de estigma toma particular relevancia, ya que nos permite analizar críticamente la concepción del aborto como algo patológico, ilegal e inmoral.

Así, reconocemos el carácter procesal del estigma, resultado de una construcción social, histórica y contextual (Parker y Aggleton, 2002) y como un tema estrechamente vinculado con el poder y la dominación, que produce, reproduce y normaliza relaciones de desigualdad y exclusión social (Billings, Hessini y Andersen, 2010). Al abordar el estigma en relación con el aborto, contemplamos también la capacidad de agencia y de resistencia de las mujeres, tanto en lo individual como en lo colectivo.

De acuerdo con Erving Goffman (1963/2006, pp. 11-12) la sociedad establece los medios para categorizar a las personas y también los atributos que se consideran ordinarios y naturales para los miembros de cada una de esas categorías. Pero si las personas tienen un atributo que las hace diferentes al resto, de acuerdo a lo socialmente esperado, este atributo —estigma—, las deslegitima como merecedoras de aceptación social al ser calificadas como menos valiosas; entonces se deja de ver a la persona en su totalidad, afectando de esta forma su identidad.

Goffman (1963/2006, p. 56) establece una distinción entre quienes, debido al estigma, se consideran desacreditados y/o desacreditables. Esta última categoría corresponde a las personas cuyas diferencias o faltas no se revelan de inmediato y, por tanto, no

se conocen de antemano, como es el caso de las mujeres que interrumpieron un embarazo quienes, de acuerdo con Anuradha Kumar, Leila Hessini y Ellen Mitchell (2009), han transgredido cuando menos tres expectativas sociales asignadas tradicionalmente a las mujeres: la sexualidad femenina destinada a la reproducción, la maternidad como destino obligado y el instinto materno.

La tensión que experimentan las personas desacreditables a causa del estigma —siguiendo la lógica de este autor—, surge en relación con el manejo de la información sobre su supuesta falta; emergen conflictos sobre la posibilidad de hablar y, de ser el caso, con quién y qué momento puede ser el adecuado. Esta tensión es la que llegan a experimentar las mujeres que interrumpen un embarazo y es el tema que se aborda en este estudio.

Presentamos este artículo como una contribución al estudio del estigma relacionado con el aborto en América Latina, sin dejar de mirar a las mujeres como agentes claves en el proceso de interrupción del embarazo, lo que puede favorecer una mirada distinta de esta experiencia, la cual no es ajena al contexto social, legal y político en el que se vive.

1.1 La situación del aborto en México

Hace ya doce años, que en la Ciudad de México la interrupción del embarazo es legal hasta las 12 semanas de gestación y los servicios son proporcionados tanto por la Secretaría de Salud como por clínicas privadas; desde entonces, 212,1962 mujeres han accedido a un aborto seguro y, en la mayoría de las ocasiones, gratuito en los servicios públicos, además que ha ido en aumento, tanto el uso y difusión del aborto con medicamentos como el acompañamiento a las mujeres que lo practican.

Sin embargo, la reacción conservadora ante los avances en la Ciudad de México, se tradujo en 20 leyes estatales que protegen la vida desde el momento de la concepción, creando con ello un clima de criminalización e incrementando el número de denuncias por el delito de aborto, así como las acciones de grupos conservadores antiabortistas. Esta coexistencia de la despenalización legal —que no del todo social— en la Ciudad de México y de la criminalización en otros estados, contribuye a que algunas mujeres sigan viviendo esta experiencia en secreto y soledad (Sorhaindo et al., 2014).

1.2 El porqué del silencio: antecedentes de investigación

En México el debate previo a este cambio legal rompió el silencio sobre el aborto en el espacio público y aportó argumentos a favor de la maternidad voluntaria y del derecho a decidir de las mujeres. Sin embargo, de las experiencias de aborto no se habló y, como afirma Sian Benyon-Jones (2017), es la escasez de esta clase de narrativas, uno de los elementos que contribuye al silencio. Esta autora resalta la importancia de favorecer investigaciones que compartan relatos de mujeres sobre su propio silencio ante la experiencia del aborto, línea de exploración en la que se enmarca el presente trabajo.

Las razones o motivos del silencio, se han documentado en investigaciones de diferentes países. Edna Astbury-Ward, Odette Parry y Ros Carnwell (2012), identificaron tres motivos en mujeres inglesas: 1) porque el aborto era inaceptable socialmente; 2) por temor a ser desaprobadas o etiquetadas de forma negativa; o 3) porque ellas mismas autoevaluaban de forma negativa esta experiencia.

De especial interés es el estudio de Ruth Fletcher (1995), quien se deslinda de una concepción del silencio post-aborto como un evento estático y opresivo en sí mismo; se refiere al silencio como una ausencia aparente de la voz pública de las mujeres, pero también como una posibilidad de confrontación por parte de ellas, con el discurso dominante sobre el aborto.

Esta autora, a partir de entrevistas con mujeres irlandesas, identificó cuatro temas que aglutinan explicaciones que dieron ellas para guardar o romper el silencio: 1) protección ante posibles repercusiones negativas; 2) ambivalencia respecto a sus sentimientos y necesidad de tiempo silente para resolverlo; 3) preocupación por personas queridas que pudieran molestarse —como explicación del silencio— o por otras mujeres como motivación para romperlo y 4) frustración por la falta de espacios públicos donde poder dar voz a sus experiencias.

Hasta este punto, podemos decir que, un eje explicativo ligado al silencio es la sanción social ligada al aborto. Estos hallazgos concuerdan con lo encontrado por autoras como Susana Rostagnol (2007), quien añade que otros elementos que sostienen la censura están relacionados con la negativa de reconocer a las mujeres como agentes morales con capacidad para tomar decisiones sobre la vida y con la representación de la sexualidad de las mujeres como propiedad familiar.

En este trabajo retomamos algunos planteamientos de Fletcher sobre la posibilidad de interpretar el silencio como una expresión de tensiones entre discursos y disensos; también relevamos las afirmaciones de Benynon-Jones (2017), en el sentido de que un asunto feminista pendiente aún de atender, es la realización de investigación sobre aborto en la que no simplemente se abran espacios para dar voz a las mujeres, sino que posibiliten relatos en que las mujeres expongan formas específicas de posicionarse, abriendo el abanico de diversos discursos posibles en relación con el aborto. En este sentido, en el presente trabajo se analizan diferentes momentos a lo largo del itinerario abortivo en que las mujeres experimentan la tensión entre guardar y romper el silencio, así como la forma en que resuelven dicha tensión, enfatizando en el significado que tiene para ellas romper el silencio en términos de resistencia y agencia personal.

2 Metodología

Este artículo toma como punto de partida la teoría e investigación feministas; esta última se caracteriza por ser interdisciplinaria, “contextual, experiencial, multimetodológica, reflexiva, no replicable y comprometida” (Goldsmith-Connelly, 1998, p. 45); rechaza la objetividad tradicional partiendo del “conocimiento situado”, —parcial, localizable y crítico (Haraway, 1995)—, así como la “objetividad política” (Molet Chicot, 2014, p. 242). Otros elementos importantes son la forma en que desde la investigación priorizamos y visibilizamos la agencia de las participantes de la investigación y la importancia de la empatía, la relación previa y la confianza, que permiten una mayor profundización a partir de entrevistas, máxime en investigaciones sobre temas relacionados con la sexualidad y la reproducción (Trujillo, 2017). En este sentido, la investigación feminista tiene como finalidad última, la producción de conocimientos para erradicar la desigualdad de género (Castañeda, 2008).

La epistemología feminista del conocimiento situado, la articulamos con abordajes narrativos, como una forma de entender y organizar el mundo, incluyendo “la dimensión biográfica, histórica y social” (Martínez y Montenegro, 2014, p. 114), para construir significados y transformar la realidad (Gandarias, 2014). En esta misma tónica, resultaron relevantes los aportes de la psicología crítica que, al poner en el centro las relaciones de poder que subyacen a toda investigación, nos permitió posicionarnos en relación con nuestro objeto de estudio y con las propias mujeres que compartieron sus relatos.

A partir de la psicología crítica feminista, rechazamos el discurso que patologiza la experiencia del aborto y que vincula este evento per se con duelo, arrepentimiento y culpa, basado en las creencias y sesgos de las/os investigadores, convirtiéndose en una forma de regulación social (Boyle, 1996; Leask, 2014). Todo ello se traduce en una concepción no victimista de las mujeres y en la comprensión de sus experiencias situadas, no solo en tanto contexto social o cultural, sino, de manera especial, considerando los diferentes itinerarios recorridos y tensiones asociadas a éstos a partir de reconocer la diversidad de narrativas sobre el aborto.

2.1 Participantes

Participaron 14 mujeres mexicanas que habían interrumpido uno o más embarazos antes de las 12 semanas de gestación, quienes fueron informadas sobre el objetivo de la investigación y sus técnicas de recolección (véase Tabla 1).

Edad Residencia Escolaridad Ocupación Religión
Fabiola 28 Ciudad de México Posgrado Estudiante posgrado Sin religión
María 29 Ciudad de México Licenciatura Desempleada/ TDNR* Sin religión
Angie 24 Ciudad de México Licenciatura Estudiante Sin religión
Andrea 28 Ciudad de México Maestría Desempleada/ TDNR Sin religión
Jimena 19 y 25 Ciudad de México Licenciatura Estudiante Sin religión
Quetzalli 24 Estado de México Licenciatura Estudiante Sin religión
Healy 31 Ciudad de México Maestría Docente Sin religión
(familia cristiana)
Dany 20 Querétaro Licenciatura Estudiante Sin religión
Rosa 29 Querétaro Licenciatura Empleada Sin religión
Andy 26 Ciudad de México Licenciatura Profesional de la salud Católica
Lis 17 Ciudad de México Preparatoria trunca TDNR Sin religión
Violeta 24 Guadalajara Preparatoria TDNR Católica
Paulina 21 Chiapas Preparatoria Estudiante de
bachillerato
Católica
Karla 27 Ciudad de México Licenciatura TDNR Católica
* Trabajo doméstico no remunerado

Tabla 1

Características de las participantes al momento de la interrupción3

2.2 Técnicas

Se utilizaron dos técnicas:

1. Narración escrita. Esta técnica permitió dar realce a la propia narrativa de las mujeres y a la forma en que ellas construyen su experiencia de forma individual, lo que permite la introspección y la reflexión, al mirar en retrospectiva. El texto podía escribirse en primera o tercera persona y la extensión fue a elección de cada participante, sin tiempo límite para desarrollar su narración. Esta narración escrita se solicitó previo a la aplicación de la siguiente técnica.

2. Narración oral. Una vez recibida cada narración escrita, la primera autora procedió a realizar entrevistas semiestructuradas, con base en una guía elaborada atendiendo los objetivos de la investigación las cuales se realizaron de septiembre de 2016 a marzo de 20174.

Se aplicaron estas técnicas en el orden expuesto debido a que partimos del supuesto de que el habla hacia una misma tiene posibilidades diferentes que el habla dialogada. La primera permitió que las participantes hicieran un ejercicio de reflexión y reconstrucción de su propia historia previo a la entrevista, como una ocasión para su posicionamiento o reposicionamiento frente a este evento de su vida. A partir de las narrativas escritas, las entrevistas tuvieron una función complementaria desde la empatía, fortalecida por la relación de horizontalidad con la entrevistadora a partir de una experiencia de aborto compartida. Estas fueron decisiones tomadas a partir de un proceso de reflexividad feminista llevado a cabo por el grupo de investigación, para generar condiciones que enfatizaran las tensiones y sus fundamentos discursivos a lo largo de sus itinerarios abortivos.

2.3 Consideraciones éticas

La dimensión ética de la investigación feminista es de igual relevancia que la dimensión epistemológica, por lo que es indispensable explicitar los dispositivos planeados para garantizar de los derechos, la dignidad y el bienestar de las participantes. Entre éstos estuvo la consideración de las relaciones de poder asimétricas que pueden estar presentes en la relación entre entrevistadora y entrevistada. Partimos del conocimiento de que la narrativa que las participantes construirían a lo largo de la investigación tendría diferentes implicaciones para ellas, pues podrían estar basadas en episodios dolorosos de su historia personal; por ello, se cuidó que las entrevistas se dieran en un marco de escucha “cercana, cálida y empática” (Cornejo, Mendoza y Rojas, 2008, p. 35); además, como el aborto es un tema que genera estigma, se puso especial atención el lenguaje utilizado por la entrevistadora y, en algunos casos, se ofreció la canalización a ADAS (Acompañamiento después de un aborto seguro). Otro aspecto relacionado con la ética en la investigación feminista, es que su finalidad última no solo debe ser la producción académica, sino que debe tener un impacto y utilidad, en este caso, en la vida de las mujeres. Asimismo, y en un sentido más operativo, a cada participante se le solicitó su consentimiento informado para participar voluntariamente en la investigación y se protegió su identidad a través del uso de pseudónimos, a menos que ellas sugirieran lo contrario. Así, los valores éticos que guiaron esta investigación fueron la libertad, la justicia, la responsabilidad, la honestidad, el respeto y la sororidad, considerando a ésta última como el más grande imperativo ético de la investigación feminista.

2.4 Estrategia analítica

A partir de los relatos obtenidos, se llevó a cabo un análisis narrativo y de los itinerarios abortivos tomando como base las propuestas de Heather Fraser (2004), así como las de Débora Diniz y Marcelo Medeiros (2012). Estos últimos proponen el término “itinerario abortivo”, para analizar las trayectorias que recorren las mujeres hasta concretar un aborto, las cuales dividen en varias etapas, desde que las mujeres perciben el atraso menstrual o sospechan del embarazo, hasta el post-aborto. Para Mari Luz Esteban (2008) la idea de itinerario es útil “para mostrar las vidas, los cuerpos, en movimiento, como procesos dinámicos, abiertos y en continua transformación, y por tanto, singulares, contradictorios e inacabados… donde lo que interesa subrayar es la tensión entre acción social, entendida como corporal y contexto/s social/es” (p. 144). En este sentido, incorporar el concepto de itinerario como guía analítica de las narrativas, está muy lejos de concebir los procesos abortivos en términos lineales o racionales; más bien, posibilita la recuperación de las tensiones y resistencias situadas en el espacio y en el tiempo, así como la reconducción agéntica de los itinerarios abortivos de las mujeres. Las etapas del itinerario abortivo se definieron con base en las narrativas de las participantes y, dado que es una división solo con fines analíticos, siendo parte de un proceso, no fue de extrañar el traslape entre éstas. Las etapas que identificamos fueron las siguientes:

  1. La didáctica del estigma y el silencio sobre la sexualidad
  2. El proceso decisorio y el acceso al aborto
  3. Romper el silencio como postura política

En cuanto al análisis narrativo, se retomaron algunas ideas sugeridas por Fraser (2004) aplicadas al presente estudio: 1) Registro y reflexión de las emociones a partir de la lectura y escucha de las narrativas; 2) Interpretación de textos y transcripciones individuales; 3) Análisis de los diferentes dominios de la experiencia (aspectos intrapersonales, interpersonales, culturales y estructurales); 4) Identificación de puntos en común y diferencias entre participantes y 5) Relación de “lo personal con lo político”.

3 Resultados

Exponemos los resultados en tres apartados principales, de acuerdo a una lógica de trayectorias abortivas, con el silencio como centro del análisis: el primer apartado da cuenta de la didáctica del estigma y el silencio, así como de las resistencias a esta didáctica previo a la interrupción del embarazo; en el segundo, se analiza el silencio desde las sospechas del embarazo hasta la interrupción del mismo y en el tercero se analizan cinco escenarios distintos del silencio posteriores a la interrupción.

3.1 La didáctica del estigma y el silencio sobre la sexualidad

El velo que recae sobre la interrupción del embarazo es parte de un ciclo de silencio y estigma sobre el ejercicio de la sexualidad y el cuerpo, que inicia desde la socialización primaria de las mujeres, identificado por todas las participantes tanto en el espacio escolar como en el familiar.

De hecho, la sexualidad era un silencio, era invisible. En algún punto hasta la secundaria, alguna maestra habló de la virginidad… “tienen que ser vírgenes hasta el matrimonio”, entonces yo no estaba de acuerdo con eso y yo les comenté a mis amigas… que yo sí quería tener relaciones sexuales antes de casarme y me tacharon de la más puta de las putas. (Fabiola, narrativa oral, agosto de 2015)

Ante la falta de información sobre sexualidad y sobre su cuerpo, la mayoría de las participantes busca otras fuentes de información en su infancia o adolescencia como son revistas, enciclopedias, películas pornográficas o algún personal de salud especializado.

Yo empiezo a construir mis propios conceptos porque yo me daba cuenta que no me hablaban de eso…, esa pregunta me la hago a los 7 años, a partir de los 7 años yo empiezo a generar mis construcciones, qué es esto, libros, enciclopedias, me preguntaba yo, porque la palabra sexo era tan prohibida en mi casa, agarro una enciclopedia, ahh o sea, que esto es sexo. (Dany, narrativa oral, diciembre de 2016)

La gran mayoría de las participantes relata que la interrupción del embarazo no es un tema del que se hablara en su familia, en este ciclo del silencio que al estigmatizar la sexualidad femenina mantiene también los significados estigmatizantes del aborto y el velo del silencio sobre esta práctica.

En mi familia, nunca se ha hablado abiertamente (…) de “las mujeres pueden interrumpir su embarazo” (…). Y no es que se hablara en contra tampoco. Solo es un tema que nunca se habló. (Andrea, narrativa oral, septiembre de 2016)

Pero el estigma sobre el aborto no solo se reproduce a partir del silencio; también existen prácticas explícitas que de manera indirecta e impersonal informan a las mujeres desde pequeñas sobre el tipo de estigma al que se verían enfrentadas en caso de interrumpir un embarazo. Algunas participantes narraron conversaciones familiares en las que el tema central eran mujeres que habían abortado, enfatizando en su calidad de “descartables”. Se puede decir que esta es una forma didáctica que utilizan algunas familias para transmitir lo que es legítimo e ilegítimo en la sexualidad femenina y de afianzar la idea de la maternidad como destino:

Alguna vez escuché una conversación, en donde mi mamá criticaba cómo ella había tenido ya muchos abortos, es todo lo que dijo, pero un tono tan despectivo, casi casi anda de loca y por de andar de loca anda abortando porque anda de loca (Fabiola, narrativa oral, agosto de 2015).

“Loca”, “mala”, “asco”, “repulsión”, “matar” son las palabras que estas participantes introducen en sus narrativas para contar las historias que les contaron sobre mujeres que abortan. El estigma no fue algo que se transmitiera directamente, ni de esta forma se comunicó la prohibición o la norma. La didáctica del estigma se impartió de manera sutil, en una época en que las participantes no contaban con elementos para contrarrestar este discurso. Más adelante algunas de ellas supieron de experiencias de mujeres cercanas o amigas que habían tenido abortos espontáneos, voluntarios o forzados y que esas mujeres eran fuertemente criticadas o vivían esta experiencia con culpa o sufrimiento. Todo ello contribuye al dilema del silencio cuando ellas mismas experimentan un aborto, aun cuando hayan construido nuevos significados sobre ésta y otras prácticas ligadas a la sexualidad.

Hubo también participantes que dijeron haber estado a favor del derecho a decidir antes de sus embarazos y abortos e, incluso, algunas de ellas, habían expresado este posicionamiento en público:

Claro que lo posicioné, no pude quedarme callada [risas], se lo pregunté a una compañera, y la compañera dijo que sí y todo el mundo se le fue encima, “no, pero es una vida”, entonces tuve que levantar la mano para decir “no, es que yo estoy de acuerdo y estoy de acuerdo en que haya la opción, (…) de hacerlo de manera segura y que tú puedas tener un proyecto de vida de acuerdo a lo que tú quieres”. (Andrea, narrativa oral, septiembre de 2016)

3.2 El proceso decisorio y el acceso a la interrupción

La didáctica del estigma es un elemento relacionado de manera muy directa con el silencio que prevalece en torno a temáticas relacionadas con sexualidad y, aún más, con aborto. Esto es claro en el proceso decisorio que experimentan las mujeres una vez que sospechan estar embarazadas, de modo que sus narrativas se observan plenas de emociones relacionadas con la tristeza, miedo, ansiedad o angustia.

Entendemos las emociones desde la psicología social, como prácticas afectivas contextualmente situadas (Wetherell, 2012) que, de acuerdo con los aportes feministas, nos ayudan a mirar la forma como el dolor, el miedo, la vergüenza, la culpa y el silencio son anclajes emocionales al servicio de las normas de la sexualidad y de la maternidad obligatoria, es decir “las emociones pueden atarnos a las condiciones mismas de nuestra subordinación” (Ahmed, 2004/2015, p. 37). En este caso, junto con las emociones, inicia, para algunas mujeres, un proceso de análisis y diálogo interno sobre las alternativas posibles, emergiendo también las razones para guardar el silencio, entre las que identificamos tres vertientes:

La primera está relacionada con la sanción social; ellas, por ejemplo, no quieren decepcionar o “fallar” a su familia, temen a las críticas por esta decisión o evidenciar el ejercicio de su sexualidad antes del matrimonio. Esta sanción social y la pérdida del afecto familiar es un elemento importante en el proceso decisorio de estas participantes, que se puede ver acrecentado en términos emocionales en casos de mayor conservadurismo o religiosidad familiar:

Yo no sabía si iba a ser capaz de enfrentar lo que ellos me dijeran, romper esa imagen que ellos tienen, que ellos han construido, yo creo que eso es lo que más me preocupaba y me costaba trabajo. (Karla, narrativa oral, marzo de 2017)

Mi familia jamás se enteró [en ese momento], pues sus creencias retrógradas terminarían crucificándome. Entre la sociedad, mi entorno y el estado queretano que condena a las mujeres por interrumpir el embarazo, me sentí sofocada, señalada, aterrada y sola. (Dany, narrativa escrita, diciembre de 2016)

En relación con la preocupación por “romper esa imagen”, Joaquina Erviti (2005) encontró que algunas mujeres adolescentes o solteras ocultaban sus embarazos por temor a que fueran percibidos como un abuso de la confianza que sus padres les brindaron. “La confianza, se convertía en un elemento de control, de manera que al pasar los padres el control a las hijas, éstas debían comenzar el ejercicio de autocontrol por sí mismas” (p. 265).

A esta primera vertiente se le suma una segunda, que aglutina nuevas razones para guardar silencio; esta segunda vertiente se relaciona con el temor de las mujeres a ver interrumpidos sus planes de estudio principalmente, sobre todo, cuando dependían económicamente de sus padres:

Cómo les voy a decir a mis papás, mis papás depositan una confianza en mí de “te vas a estudiar lejos”, para que yo les salga con que estoy embarazada, (…) no me hubieran dicho “te me casas”, no, pero sí me hubieran dicho “te saco de estudiar y te me pones a trabajar” (Dany, narrativa oral, diciembre de 2016).

Una tercera vertiente para guardar silencio, que se presentó a lo largo de este proceso decisorio en algunos casos, se relacionó con una necesidad de proteger su decisión para que otras personas no influyan o para que no las afecte emocionalmente.

Obviamente también me angustiaba… que se fueran a enterar en mi casa que yo estaba embarazada y entonces eso fuera a impedir que yo llevara a cabo mi plan de interrumpir el embarazo. (Andrea, narrativa oral, septiembre de 2016)

En ese momento [cuando la interrupción estaba en proceso] yo no sabía qué pensaba mi mamá sobre el aborto, yo no quería, mientras estaba en esa situación yo no quería entrar en dilemas éticos morales, “hasta que acabe ya hablas”. (Fabiola, narrativa oral, agosto de 2015)

El análisis de estas vertientes es relevante porque nos permiten analizar, desde la narrativa del proceso decisorio, las prioridades de las mujeres para decidir guardar silencio: En la primera vertiente, parece ser que existe una prioridad hacia los otros, por el temor a verlos decepcionados o lastimados ante el embarazo, lo cual nos lleva a la protección de los seres queridos de la que habla Fletcher (1995). Sin embargo, en la tercera vertiente, las mujeres se priorizan a sí mismas y a sus vidas.

Así como el guardar silencio ante ciertas personas fue un elemento considerado emocional y racionalmente por las mujeres, también lo fue la decisión de contarlo desde el momento de la sospecha del embarazo. Algunas participantes mencionaron al hombre implicado sexualmente con el embarazo como la primera persona con la que compartieron sus sospechas de embarazo y su posterior confirmación, aunque posteriormente, en la mayoría de los casos, lo platicaron posteriormente con alguna(s) amiga(s) o buscaron a organizaciones feministas.

Otras, prefirieron compartirlo primero con amigas cercanas, en algunos casos porque buscaban proteger su decisión, o no tenían una relación de confianza con el hombre implicado. De ellas, recibieron apoyo en cuestiones logísticas y económicas, compañía y escucha durante todo el proceso de la interrupción, así como cierta complicidad implícita de mantener un silencio compartido.

Lo primero que hice al salir [de la clínica donde le hacen la prueba de embarazo] fue llamarle a mi amiga, mi hermana del alma. Fue ella quien me escuchó y me calmó. Nos vimos al día siguiente y ella me había conseguido los datos de la clínica, donde practican el servicio de ILE gratuito para las residentes del D.F. (Quetzalli, narración escrita, noviembre de 2016)

En todos los casos, las mujeres relatan la importancia de diferentes tipos de acompañamiento a lo largo proceso decisorio y de la búsqueda de servicios de interrupción, sobre todo cuando se fueron enfrentando a distintos obstáculos o barreras, aun cuando se encontraran en un contexto de legalidad. En sus narrativas se encuentran diferentes barreras, entre las cuales destacamos las que tienen un substrato simbólico, emocional y las de índole práctico (Cedeño y Tena, en proceso):

Las barreras simbólicas tienen como base discursos conservadores sobre la vida, como el relacionado con la vida fetal y mitos construidos para inhibir el ejercicio del derecho de las mujeres; estas barreras simbólicas, a su vez, generan barreras emocionales, como el miedo a perder la vida, a la infertilidad, a secuelas, al trauma psicológico o al castigo. Por otro lado, las barreras prácticas aluden a dificultades que narraron las mujeres al buscar interrumpir su embarazo, como el maltrato y el estigma institucional recibido en clínicas públicas o privadas y la falta de información suficiente acerca del acceso al servicio o del procedimiento mismo. Esto último también puede considerarse como una expresión del silencio sobre el tema, si concebimos, de acuerdo con Mario Pecheny (2005) en el contexto de la ilegalidad argentina, que, dado que el aborto no se puede legitimar ni eliminar, entonces “se evita” practicarlo, hacerlo público o, incluso, pensarlo.

En un contexto de difícil acceso al aborto seguro fomentado por un silencio social —e incluso institucional—, la presencia de amigas, de organizaciones o compañeras feministas, facilitaron el camino para encontrar servicios seguros y, la mayoría de las participantes, se sintieron más apoyadas y escuchadas. En algunos casos, la edad se sumó a los obstáculos para el acceso, por lo que algunas participantes habían perdido la esperanza de abortar en condiciones seguras; en estos casos, las amigas o conocidas fueron fundamentales para proveer datos de contactos médicos y apoyo. Por ejemplo, Jimena, que tenía 19 años al momento de su primera interrupción relata:

La interrupción de mi embarazo me la realicé en un lugar que me recomendó la hermana de mi mejor amiga. Me acuerdo que antes de esa información, te habías resignado a seguir con tu embarazo pues no viste cómo salir de esto, y sabías que si te lo ibas a realizar sería en un lugar seguro (Jimena, primera interrupción, narrativa escrita, noviembre de 2016).

Fabiola muestra en su narrativa escrita, la importancia de las diferentes expresiones de apoyo que obtuvo de varias amigas/os durante su experiencia. Su relato muestra cómo el respeto a su decisión y no sentirse juzgada, contribuyeron a su bienestar emocional, y reafirma que no es la práctica del aborto en sí lo que genera culpas. Si pensamos que parte de lo que se pone en juego en el estigma es la perdida de afectos e identidad, el apoyo tangible de las redes sociales de algunas participantes fue de vital importancia para contrarrestar este discurso sostenido por los grupos conservadores que posicionan a las mujeres que abortan como malas o que no merecen el amor de otras personas.

Desde el primer momento de esta historia estuve acompañada por los mejores seres humanos que son parte de mi existencia, amigas y amigos que cercanos y a la distancia me apoyaron y llenaron de amor. Nunca me cuestionaron, solo me escucharon, apapacharon y respetaron cada decisión. El shock pasó con ayuda y compañía de ellos y ellas, me hacían olvidar por momentos lo asustada que estaba (…) esta experiencia no fue negativa, no hubo culpa, no hubo vergüenza, no hubo reproches ni juicios. Fue un momento compartido de la vida. (Fabiola, narrativa escrita, agosto de 2015)

Como puede verse a lo largo de este apartado, las razones para romper el silencio están relacionadas con los distintos momentos del itinerario abortivo, pero también con otros ejes de opresión. Aun cuando este trabajo no fue diseñado con una perspectiva interseccional, es muy importante relevar cómo la edad, la clase o el tipo de actividad juegan un papel importante en el proceso decisorio; sin duda, la falta de recursos económicos, la necesidad de autorización de los padres o tutores o bien, la falta de redes sociales derivada del aislamiento que implica el trabajo doméstico no remunerado, son un obstáculo importante para el acceso, que solo se supera si se rompe el silencio. Así lo relatan algunas de las participantes, cuando se acercaron a sus familiares para conseguir recursos o el acceso a un servicio:

En ese momento, me cayó ese veinte “qué onda”, y es cuando supe “le tengo que decir a mi familia; si quiero buscar apoyo, tiene que ser con mi familia, con mis amigos; ni modo, enfrentar la situación, que si quieres interrumpir también vas a enfrentar” y entonces es que decidí decirle a mi familia. (Jimena, 19 años, narrativa oral, noviembre de 2016)

Por otro lado Quetzalli, quien vivía en el Estado de México, no tenía un ingreso propio y cuya familia era de escasos recursos, acudió a un hospital de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México en la cual le impusieron un pago de 3500 pesos, ante lo cual se vio obligada a revelar su embarazo y su intención de interrumpirlo:

Esa cuestión del dinero me presionó mucho, como no tenía dinero, pues el hecho de tener que ir a hablar con mi hermano, lo que te escribía, es una figura de paternidad, yo no sabía cómo iba a reaccionar él, si me iba a decir “no, eres una tarada, para qué te embarazas”, me daba miedo enfrentarme eso. (Quetzalli, narrativa oral, noviembre de 2016)

Por otro lado, el caso de Lis —quien era adolescente en el momento de la interrupción—, ejemplifica lo que otras participantes anticipan y quieren evitar cuando guardan silencio ante sus familias, refiriéndose a la intención de intervenir en su decisión. Por momentos, la decisión y la experiencia de Lis intentaba ser expropiada por otros/as, pero ella se mantuvo y consiguió el apoyo parcial de su familia, dando muestras de su agencia personal:

Cuando le conté a mi familia cuál era mi decisión, todos volvieron a ponerse en mi contra, a quererme hacer entrar en razón y a decirme que mi santa madre no hubiera estado de acuerdo en que yo hiciera eso. Todos diciéndome que me iban a apoyar cuando tuviera al bebé, que no le iba a faltar nada y que tal vez si por la interrupción hasta podía quedar estéril (…) Comencé a estresarme y les dije “¡entiendan que es mi vida, mi cuerpo y no estoy dispuesta a vivir la vida que ustedes creen que es la mejor, no es cierto yo no soy feliz y no lo voy a tener o me apoyan o no!”, al final todos dijeron que sí. (Lis, narrativa oral, febrero de 2017)

Finalmente, el aislamiento asociado con el trabajo doméstico no remunerado, llevó a narrativas que reflejaron una experiencia de aborto en soledad o itinerarios complejos con implicaciones en el bienestar emocional de las mujeres:

Aunque estés segura de la decisión, es muy fuerte, me hubiera gustado estar con alguien que me dijera, “sí está bien lo que estás haciendo, no te preocupes todo va a salir bien”, salvo la intervención todo me lo aventé sola. (Andrea, narrativa oral, septiembre de 2016)

3.3 La tensión entre guardar/romper el silencio después de la interrupción

Una vez concluido el proceso de interrupción, las participantes en general dicen sentirse tranquilas; a través de sus narrativas identificamos cinco escenarios distintos donde la tensión entre guardar y romper el silencio está presente, incluyendo la participación misma en la investigación; decidimos exponer estos cinco escenarios con subtítulos extraídos de las mismas narrativas de las mujeres con el fin de dar más claridad en su intencionalidad.

3.3.1 Decidí no contarlo a nadie más

Después de la interrupción, algunas participantes deciden comentar su experiencia a amigas o compañeras, sin embargo, algunas de ellas —al contarlo—, experimentaron el estigma del aborto, potenciado por el del ejercicio de la sexualidad femenina, como se observa en el relato de Quetzalli.

También le conté luego a una compañera de la escuela, ella tuvo una reacción que no me esperaba, …yo pensé que se iba a portar como muy empática, cuando le dije me empezó a regañar de una manera bastante fea….yo sentí que fue muy dura… yo sentí que casi me decía “y con el tiempo te vas a arrepentir de no haber tenido a tu hijo” o algo así y también “te lo mereces por haber salido con tantos hombres”…, después de que me dijo eso ya decidí no contarlo a nadie más. (Quetzalli, narrativa oral, diciembre de 2016)

María, quien no ha ocultado su experiencia en espacios escolares, ha experimentado un rechazo sutil por parte de algunas compañeras; en su narrativa ella muestra que romper el silencio sobre su experiencia de aborto “no es bien recibida” en la vida cotidiana, aún en la Ciudad de México, donde el aborto es legal; por eso, ella también ha optado por volver al silencio.

Yo pensaba que era como muy fácil y se ha discutido mucho el aborto en la Ciudad de México, pero no en todos lados es como en la academia, hay lugares de la ciudad o de la vida cotidiana donde tus ideas, tu forma de vivir no… ehhh… no es bien recibida y es una voz muy pequeñita. Nunca lo he negado, pero en su momento lo decía mucho, pero ahora ya no comparto porque sí he llegado a sentir miraditas. (María, narrativa oral, septiembre de 2016)

Estos relatos dan cuenta de la importancia, tanto de la despenalización legal como social en relación con el aborto; la importancia de la eliminación de los estigmas existentes en torno a la sexualidad femenina y de la promoción de la sororidad, que abonen a un cambio cultural que se refleje en diferentes representaciones y prácticas que garanticen el ejercicio de derechos y de la autonomía corporal de las mujeres. La legalización del aborto por sí sola no significa un cambio social per se, menos aún en el contexto mexicano en el que coexiste la penalización del aborto en la mayor parte del territorio nacional y la ley que permite la interrupción del embarazo hasta las 12 semanas en la Ciudad de México.

3.3.2 Sé que lo podría decir, pero a veces no estoy tan segura

Después del aborto, la mayoría de las participantes evitaron abordarlo en el espacio familiar y con algunas amistades; permaneció el temor al juicio —su mera posibilidad— y buscaron protegerse de éste y de las emociones que pudiera traer consigo, tales como culpa y miedo. Algunas de ellas dudaron de su propia fortaleza para soportar las críticas. Healy, quién creció en una familia cristiana, en su narrativa señala que esta situación es similar a “salir del closet”, con lo que deja clara la tensión producto del estigma social, abundando sobre ésta de la siguiente manera:

No es algo de lo que yo hable mucho, sigue pareciendo como, sé que lo podría decir, pero a veces no estoy tan segura si voy a tener la capacidad de enfrentarme a gente que es muy prejuiciosa o que tiene juicios muy severos frente a esto (…), yo no estoy tan segura si vaya a tener la capacidad para que esos juicios y esos comentarios que a la gente le salen a boca de jarro no me atrapen y me cuesten la tranquilidad. (Healy, narrativa oral, diciembre de 2016)

Algunas mujeres —entre ellas la misma María en su escrito — incluyeron en sus narrativas el respeto a su privacidad como otra explicación valiosa para mantener el silencio:

Mi familia no lo sabe, y creo que no es importante que lo sepan, porque es una decisión que, si bien influyeron elementos estructurales, el aborto es una decisión subjetiva que debe respetarse y que parte de ese respeto es que tu decidas a quién se lo compartes. (María, narrativa escrita, septiembre de 2016)

De forma simultánea en algunos casos, también narraron una aspiración de romper el silencio para que otras no vivan la experiencia en aislamiento e incluso una pretensión no consumada de romper el silencio propio para ayudar “a que no fuera un tabú”, como dijo María.

Hay ciertos momentos en las pláticas familiares en donde digo, “este es el momento para decirlo”, porque no me gustaría ocultarlo toda mi vida... por muchas razones, pero sobre todo porque a lo mejor eso ayudaría a que no fuera un tabú y ayudaría a cambiar su perspectiva de la vida, pero no he encontrado el momento (…). (María, narrativa oral, septiembre de 2016)

María tiene esta conciencia, pero también va más allá; describe la tensión, pero reconoce que romper el silencio pudiera ser una estrategia política. Esto último fue una razón muy fuerte para hacerlo en algunas participantes y que da lugar al siguiente apartado.

3.3.3 No estoy dispuesta a cargarlo como un secreto y reforzar el estigma

El circulo vicioso entre el estigma, el silencio y la idea de que el aborto es una experiencia poco frecuente, se rompe en la narrativa de algunas participantes que decidieron compartir su experiencia, no solo con sus relaciones cercanas, sino llevando su experiencia al espacio público, como muestra también de sororidad y solidaridad. El sentido político de romper el silencio se identifica en los relatos de las mujeres, cuando construyen narrativas encaminadas a la eliminación del estigma y a legitimar su derecho a interrumpir el embarazo.

Para mí el aborto no es algo negativo, no lo era antes de hacérmelo y no lo es después de haber vivido la experiencia. No estoy dispuesta a cargarlo como un secreto y reforzar el estigma que se ha construido en torno a la práctica. (Fabiola, narración escrita, agosto de 2015)

Fabiola, —quien de una forma pública y abierta comparte su experiencia en un blog— se extiende narrando con más profundidad cómo el hecho de irlo contando a otras mujeres le permitió romper mitos, darse cuenta de lo frecuente del aborto y de la diversidad de experiencias:

Con el paso del tiempo y el compartir de mi historia me entero de muchas historias similares, con la diferencia de que en esas historias hay dolor emocional, culpa, llanto, vergüenza, miedo. Historias de mujeres que lo hicieron a diferentes edades, cuando eran adolescentes o en sus veintes, en sus treintas. Me cuentan que la experiencia lo fue así, pero ninguna se arrepiente ni lo haría diferente. (Fabiola, narración escrita, agosto de 2015)

Más adelante ella misma menciona la importancia de romper el silencio vinculado al acompañamiento:

Justo por eso, a mí me interesaba compartir mi experiencia, porque a mí me hubiera gustado, que alguien me compartiera su experiencia, no tengas miedo, no va a salir mal, te va a pasar esto, y luego te vas a sentir así … en muchas ocasiones me he ofrecido a acompañarlas. (Fabiola, narrativa oral, agosto de 2015)

Al igual que Fabiola, algunas participantes han contado esta experiencia en espacios laborales, escolares, terapéuticos o de amistad para apoyar a otras personas.

Creo donde sí lo he compartido es como herramienta en mis espacios terapéuticos, he tenido casos de chicos adolescentes. (Healy, narrativa oral, diciembre de 2016)

Actualmente en el trabajo, igual a unas amigas les platiqué mi experiencia. Porque bueno, cuando estamos en una línea de atención ciudadana, … porque si había, una llamada de una persona que quisiera hacerlo, no quedarnos de “no lo sé tampoco”, tratar de apoyarlo en ese sentido, de brindarle la información, por eso lo comenté en el trabajo. (Angie, narrativa oral, septiembre de 2016)

Finalmente, Fabiola añade algo muy relevante: La importancia política de romper el silencio.

Me gustaría a mí hacer algo, me entró mucho la necesidad de compartir mi historia y a hacer que esto [la ley] se mantenga y para que sea legal no se acabe, como que esta conciencia social sí me pegó muy fuerte. (Fabiola, narrativa oral, agosto de 2015)

A partir de esta última narrativa es importante hacer notar cómo, desde la voz de Fabiola a partir de una entrevista, ella reflexiona en términos políticos el hecho de que compartir la historia del aborto puede ayudar a mantener la legalidad de la práctica. Esto tiene un fuerte significado, pues permite ver que, en un contexto de legalidad, las mujeres pueden avanzar en la legitimación de esta práctica que, aun siendo legal, continúa estigmatizada.

3.3.4 Y eso también fue aliviador, tener esta postura, una voz que dice sí se vale

Para algunas participantes, romper el silencio en distintos contextos, como el familiar, para su asombro, fue recibido no solo con muestras de apoyo y solidaridad, sino que además tuvo un efecto liberador.

Indudablemente me ayudó a sanar mi relación con las principales mujeres de mi vida: mi madre y mi hermana… Ser escuchada y apoyada por ellas me ayudó a aceptarme como una mujer valiosa. (Fabiola, narración escrita, agosto de 2015)

Las reacciones de mi padre y mi hermano me sorprendieron. Fue un respeto total por mi decisión…, manifestaron que es una decisión de la mujer y que ellos solo están ahí para apoyar cualesquiera que sean mis decisiones en la vida. (Fabiola, narración escrita, agosto de 2015)

El proceso para romper el silencio en algunos casos fue breve, mientras que en otros pasaron años; en estos últimos casos, las mujeres vivieron la experiencia con culpa o en soledad, ya que, si acaso, contaron con el apoyo parcial de sus parejas; sin embargo, en todos los casos, narrar esta experiencia a personas que las respaldan les da cierto alivio, dejando a un lado una carga innecesaria e injusta.

Cuando llegué a la oficina le dije [a mi amiga], necesito hablar contigo, yo lloré y lloré, pero creo que fue después de la interrupción, ella me acuerdo que me dijo y siempre ha sido su postura “Healy se vale, se vale no serlo, tú y yo vemos aquí todo lo que sucede con estas mamás que nunca quisieron ser mamás”… Y eso también fue aliviador, tener esta postura, una voz que dice sí se vale. (Healy, narrativa oral, diciembre de 2016)

Algunas participantes, al término del aborto o desde conocer sobre su embarazo, compartieron sus experiencias con sus terapeutas; hubo un caso en que, incluso, la propia terapeuta narró su propia experiencia y, en general, el resultado fue un gran respaldo a la decisión tomada y un espacio de reflexión conjunta sobre la posibilidad de contar esta experiencia. Para algunas participantes en esta investigación, saber que no son las únicas que toman esta alternativa fue importante.

Al día siguiente acudí con mi entonces terapeuta, a quien le agradezco tanto sus palabras de aquel día, ella es mayor que yo, no tiene hijos y me compartió su propia experiencia de interrupción, me dijo que yo había tenido condiciones por mucho mejores que ella… además era legal, alejada de la clandestinidad que ella vivió, en definitiva me reconfortó saber que alguien podía entender cómo me sentía (Healy, narrativa escrita, diciembre de 2016).

Violeta, quien vivía violencia ejercida por su pareja, en un contexto conservador y enfrentó diversos obstáculos, fue canalizada a Adas, Acompañamiento después de un aborto seguro, espacio que le permitió no solo hablar abiertamente de su experiencia, sino emprender cambios vitales hacia su autonomía, rompiendo con culpas y mandatos.

Las primeras sesiones eran llorar, eran siéntate a llorar, yo me sentaba a sacar todo, a sentirme mal, luego empecé a ver que yo ya podía hablar de eso sin llorar, sí bloqueándolo mucho. Entonces digo, me sirvió mucho dejar atrás el no sentirme culpable, en no culpar a la gente, incluso como ella sabe de lo sexual y reproductivo…. Siento que en todo me ayudó, en aceptarme, en aceptar la situación y en aceptar a mi ex como una persona. (Violeta, narrativa oral, febrero de 2017)

Algunas extendieron su narrativa sobre el efecto liberador de romper el silencio, hacia el hecho de haber podido narrar su experiencia en el contexto de esta investigación.

3.3.5 Fue un momento de pausa, de darte cuenta de que pasó en tu vida

La participación en la investigación es vista, para algunas participantes, como una oportunidad para volver a reflexionar sobre esta experiencia y revisitar sus emociones y sentimientos al respecto. Escribir sobre su experiencia prepara para la entrevista, permite hilar los eventos, emociones y pensamientos y contar una historia, que socialmente no se les ha permitido que cuenten, que puede ser difícil contar o empezar a contar pero que les permite posicionarse frente a este evento de su vida. Al respecto Andy señala:

Cuando lo escribí, fue como tratar de resumir todo lo que siento en una cuartilla, no fue fácil, pero fluyó muy bien…. cuando me vi así en la computadora, yo me pude haber seguido cinco cuartillas, …fue un momento de pausa, de darte cuenta de que pasó en tu vida, y al estar escrito ahí y al estar guardado en mi mail quiere decir que pasó. (Andy, narrativa oral)

Otras participantes, al contar su historia para esta investigación, buscan contribuir a la despenalización social del aborto y piensan en otras mujeres, tal vez porque ellas vivieron sus experiencias internalizando el estigma hacia la sexualidad femenina o el aborto.

Yo creo que, en tu caso, desde lo académico alguien va a leer tus investigaciones, va a asistir a tus conferencias, a partir de lo que te narremos yo y otras mujeres, eso le puede a dar pie a otros estudiantes, a otros académicos, de meditar, de transformar su ideología, de cambiar ese pensamiento y yo creo que podemos ir haciendo una cadena que vaya cambiando todo eso. (Quetzalli, narrativa oral, diciembre de 2016)

Hoy solo algunas amigas cercanas saben lo que viví, no sé si alguna vez alguien de mi familia lo sepa. Pero alguna vez pensé que mi historia podía ser de utilidad quizá para otras mujeres que se encuentran en medio de un proceso similar, no sé si esto ayuda, pero puede ser un comienzo. (Karla, narrativa oral)

Todo lo anterior, que bien puede considerarse una reflexión metodológica realizada en colectivo, nos permite afirmar que es posible favorecer que las mujeres rompan el silencio sobre el aborto a través de este tipo de investigaciones, al igual que otros contextos favorecedores como son las organizaciones feministas:

Después del taller y del video [“Era yo, otra vez”] ha sido un poco más fácil; antes del taller sí lo había compartido, con pocas personas, de la [Red de derechos sexuales y reproductivos], pero sí lo había dicho, se siente, cada vez creo que sí es importante decirlo como se reflexionaba en el taller.., hacer saber a las otras personas que no es algo escondido, malo, …y que ocultarlo abona a la criminalización, a los prejuicios. (Rosa, narrativa oral, diciembre de 2016)

Participar en una investigación como esta o en organizaciones feministas, puede favorecer la ruptura con el silencio impuesto, la reflexión sobre la propia experiencia y construir un posicionamiento político al respecto. Romper el silencio, como se puede ver en los relatos analizados, puede ser un detonador para construir una narrativa politizada respecto del aborto que abona a romper con el estigma y con el círculo que lo mantiene.

4 Conclusiones

Esta investigación confirma la necesidad de un análisis integral y amplio del estigma relacionado con el aborto, que permita tomar en cuenta que éste se encuentra dentro de amplios campos de poder y desigualdad; también abre la discusión sobre la importancia de distinguir los estigmas preexistentes que hacen sinergia y fortalecen el estigma relacionado con el aborto. Se hizo evidente el estigma hacia el ejercicio de la sexualidad de las mujeres cuando ocurre fuera de los cánones establecidos: el matrimonio, la reproducción y con una sola pareja sexual. Esta es una expresión de la desigualdad que viven las participantes de esta investigación porque, mientras ellas fueron juzgadas por otras personas e incluso por ellas mismas, se sintieron responsables o tontas por haberse embarazado, los hombres implicados en el embarazo no experimentaron el mismo juicio y en pocas ocasiones, de acuerdo a las narraciones de ellas, ellos se sintieron responsables.

Las formas de resistencia y agencia de las participantes en este contexto de desigualdad social, son múltiples, comienzan desde su infancia cuando buscaron fuentes alternativas de información o se posicionaron a favor del aborto, continuaron al buscar apoyo y servicios seguros para la interrupción, al no permitir injerencias en su decisión y al romper el silencio con un sentido político.

La interacción con otros ejes de opresión, por ejemplo, el nivel educativo, la ocupación, los recursos económicos y la edad de las participantes, fueron importantes en su itinerario abortivo y también influyeron en las motivaciones entre romper o guardar el silencio. Hablar del silencio que viven las mujeres que interrumpen un embarazo en México, requiere situar la experiencia y pensarla como una tensión, ya que las motivaciones para guardar o romper el silencio pueden ser múltiples, contradictorias y cambiar de acuerdo a la etapa del itinerario abortivo y de su trayectoria vital. También al hablar de silencio, es inevitable pensar en el apoyo y la sororidad que varias participantes recibieron de sus redes sociales, activistas y de organizaciones feministas, que posibilitaron acceder a la interrupción y dieron alternativas frente a una maternidad forzada, redujeron los efectos secundarios del aborto médico y, contrarrestaron el discurso dominante sobre el aborto y sus efectos nocivos en la experiencia de las mujeres, reiterando la importancia de combatir el estigma para el bienestar emocional de las mujeres (Rocca et al., 2015).

Para acabar con el silencio sobre el aborto es necesario romper con círculos viciosos (Kumar et al., 2009), enfatizando tres ideas: 1) El aborto no es una experiencia poco frecuente, las participantes en esta investigación dan cuenta de ello cuando llegan a las clínicas o cuando hablan con otras personas; 2) El aborto no es experiencia traumática, no lo es para todas las participantes y si presentan algún malestar es temporal y se reduce cuando lo hablan con otras personas que respaldan, apoyan o comprenden su decisión; 3) Las mujeres que han interrumpido un embarazo, tienen un papel fundamental en la ruptura del estigma, las participantes de esta investigación dan cuenta de ello y apuestan a un cambio social, con implicaciones políticas y de sororidad.

Comprender las implicaciones que tiene romper el silencio, narrado por las propias mujeres, es una aportación novedosa de esta investigación, en especial en el entorno familiar. Otra aportación es la importancia que tiene el contexto de legalidad y de la presencia de psicólogos/as no objetores para que las mujeres decidan romper el silencio.

Finalmente, una conclusión relevante obtenida a partir de las narrativas de las participantes, tiene que ver con la importancia de generar espacios propicios para romper el silencio a lo largo de todo el itinerario del aborto. Esto nos lleva a promover investigaciones como la aquí presentada, así como fortalecer el trabajo de acompañamiento de las organizaciones feministas. Cuando las mujeres guardan silencio, es ésta una práctica agéntica para evitar el estigma; cuando se generan espacios para hablar de su experiencia, ellas construyen narrativas políticas sobre espacios de libertad individual y colectiva.

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