Feminismo, comunidad de mujeres y redes sociales online: Etnografía digital en un grupo de Facebook

Feminism, community of women and online social networks: Digital ethnography in a Facebook group

  • Priscila Astudillo Mendoza
  • Viviana Figueroa Quiroz
  • Camila Astete Martínez
Las múltiples interconexiones facilitadas por las Redes Sociales online han abierto posibilidades para la organización en torno a las demandas del movimiento feminista. En este artículo presentamos los resultados de una etnografía digital, donde buscamos comprender las dinámicas de relación que se establecen en un grupo de mujeres en Facebook en torno al cuidado mutuo, profundizando en el rol de dicha herramienta en la generación, obstaculización o mantenimiento de espacios. Las principales conclusiones sugieren que: a) la herramienta online permite crear y mantener espacios relacionales temáticos de interés para el movimiento feminista; b) el grupo online analizado soporta el ejercicio del cuidado entre sus participantes; c) las relaciones en torno al cuidado sobrepasan la red social online, materializándose en espacios híbridos; y d) las interacciones en la plataforma por parte de las participantes reproducen relaciones patriarcalizadas y también ofrecen opciones concretas para su enfrentamiento, en un juego constante de reproducción/subversión.
    Palabras clave:
  • Cuidados
  • Movimiento Social
  • Feminismo
  • Redes Sociales
  • Etnografía Digital
The multiple interconnections given by social media have opened up the possibilities to people to organize themselves around the feminist movement demands. In this article we present the results of a digital ethnography, where we seek to understand the relationship dynamics that are established in a group of women on Facebook around mutual care, delving into the role of this tool in the generation, obstruction or maintenance of spaces. The main conclusions suggest that: a) the online tools allow to create and to maintain thematic relational spaces of interest to the feminist movement; b) the online group analyzed supports the exercise of care among its participants; c) the relationships around care go beyond the online social network, materializing itself in hybrid spaces; and d) the interactions on the platform by the participants reproduce patriarchalized relationships and also offer concrete options for their confrontation, in a constant game of reproduction/subversion.
    Keywords:
  • Care
  • Social Movement
  • FeminismFeminismSocial media
  • Digital Ethnography

1 Introducción

El 17 de abril del 2018 la sede de la Universidad Austral de Valdivia al sur de Chile amaneció ocupada por estudiantes autoconvocadas que se atrevieron a levantar la voz para denunciar la violencia de género y la educación sexista al interior de estos espacios educativos. En pocos días, cientos de estudiantes de educación secundaria y de decenas de campus universitarios a lo largo y ancho de todo el país se sumaron al movimiento. Tal como señalan Jessica Alfaro-Álvarez y Tania de Armas (2019) “por primera vez en su historia, el movimiento estudiantil chileno se denominará feminista” (p. 36), dando lugar a lo que pasó a conocerse como el “mayo feminista chileno”.

Para Panchiba Barrientos (2018) este acontecimiento tuvo una influencia que no sólo transformó los espacios universitarios, también permitió que otros sujetos comenzaran a mirar los feminismos, dotando de importancia al movimiento y sus demandas a nivel nacional. Todo ello enmarcado en un contexto global en el que el movimiento social feminista se tomaba el espacio público a través de diversas acciones como las denuncias de acoso y de violencias sexuales, la difusión de hashtags como el #NiUnaMenos y #MeToo, los pañuelazos argentinos y las masivas concentraciones a partir del veredicto sobre “La Manada” en España (Forstenzer, 2019; Larrondo y Ponce, 2019; Rovira, 2018).

Este escenario puso de manifiesto una decisión colectiva de enfrentar las relaciones de opresión enmarcadas en sociedades patriarcales, generándose grupos de mujeres organizadas en torno a diferentes demandas (Urzúa, 2019). La posibilidad de identificar estas problemáticas como urgentes, poder hablar de ellas y compartir experiencias, generó una ola imparable de reconocimiento cuyos efectos podemos sentir hasta el día de hoy (Barrientos, 2018). Las opciones de conectividad ofrecidas por las Redes Sociales online (RRSS), otorgaron importantes oportunidades para el desarrollo y mantenimiento de algunos de estos grupos de mujeres organizadas en torno a las demandas del movimiento feminista.

Como mujeres y feministas, las autoras de este artículo también nos sentimos convocadas a participar en algunos de estos espacios. La posibilidad de crear redes de apoyo y dialogar sobre las opresiones históricas vigentes nos pareció políticamente desafiante. Así, a finales del año 2016, comenzamos a formar parte de un grupo de mujeres de Facebook con foco en el cuidado mutuo. La participación cotidiana en este espacio abrió diversas interrogantes respecto a las dinámicas relacionales en torno al cuidado que se establecen en estas colectividades de mujeres y el papel que juega la herramienta de RRSS en dichos procesos.

En este artículo presentamos algunos resultados de una etnografía digital (Pink et al., 2019) que forma parte de una investigación más amplia sobre RRSS online y Comunidad de Mujeres. En él, planteamos el objetivo de comprender las dinámicas de relación que se establecen en un grupo de Facebook que convoca a mujeres en torno al cuidado mutuo; y ahondamos en el rol de la herramienta online en la generación o mantenimiento de espacios colectivos. Con este trabajo buscamos contribuir al campo de estudio de los movimientos sociales feministas y el uso de RRSS. Pretendemos ampliar la mirada respecto de las múltiples interconexiones que se dan entre el género y la tecnología de comunicación online, profundizando en contextos en los que participan mujeres que adhieren a las demandas feministas. Todo ello desde una comprensión de las tecnologías como contextos socioculturales que poseen valores e intereses que no son ingenuos y que muchas veces funcionan desde una lógica heteropatriarcal que va aumentando desigualdades de género (Montenegro y Pujol, 2010).

2 Marco Teórico

2.1 Feminismo y discusiones sobre cuidados

El feminismo es un movimiento social crítico que se sitúa en permanente confrontación y diálogo con la realidad (Montero, 2006). Alude tanto a la práctica histórica de las mujeres de reivindicar y resistir la violencia patriarcal, como a la teoría que elaboraron para “revisar las bases epistemológicas del conocimiento” (Richard, 2018, p. 7), lo que también implica un “trabajo crítico de desmontar los artefactos culturales y las tecnologías de representación para construir significados alternativos” (Richard, 2018, p. 7).

Como parte de su accionar, el feminismo ha visibilizado la importancia de las representaciones y prácticas relativas al cuidado, contexto en el que María Teresa Martín-Palomo y Joan Muñoz (2014) destacan la pertinencia de la perspectiva del cuidado como práctica social desde la que se pueden obtener importantes matices para una “alternativa epistemológica feminista en construcción” (p. 44).

Entendemos los cuidados desde la definición propuesta por Joan Tronto y Berenice Fisher (1990), quienes lo plantean como una actividad generizada que comprende todo lo que hacemos para mantener, perpetuar y reparar nuestro mundo, de manera que podamos vivir en él lo mejor posible. Tronto (2018) enfatiza en que plantearnos este concepto implica un cambio de paradigma que releva las relaciones mutuas de cuidado que hacen posible la vida. Esto enfrenta la visión capitalista al ofrecer una propuesta más realista de vivir colectivamente. En este sentido, en un conversatorio con IvónCepeda et al., (2019), Irene Comins señala que actualmente se está visibilizando la importancia del cuidado y reivindicando su valor, destacando que el patriarcado se construye con base en la desigual distribución de esta práctica. La redistribución, entonces, parece relevante de ser considerada en su cruce con la necesidad de reconocimiento (Fraser, 2020).

Para Rosario Aguirre (2011) los cuidados están muy relacionados con la provisión de servicios y preocupación por otras personas. Según Natacha Borgeaud-Garciandía (2020), se da entre sujetos interrelacionados, inscritos, social e individualmente, en redes de cuidado, que muchas veces experimentan el sentimiento de deber y la asunción de responsabilidad que induce el cuidar cotidianamente de una persona. Sin embargo, no debemos pensar en el cuidado como una dimensión neutra; si bien todas las personas dependemos de los cuidados, no todas llevamos la misma carga y responsabilidad. De esta forma, es posible evidenciar en las prácticas de cuidado relaciones asimétricas de poder atravesadas por diversas variables (Arriagada, 2020) que deben considerarse desde una perspectiva interseccional y entenderse vinculadas a la organización social en la que están inmersas y de la cual dependen (Borgeaud-Garciandía, 2020). En este sentido, Aguirre (2011) destaca que brindar cuidados es una actividad altamente marcada por el género, a través de la cual se construyen identidades socialmente atribuidas a lo femenino. Sin embargo, como señala Constanza Tobío (2013), no hay nada en la biología de las mujeres que determine la dedicación que éstas entregan al cuidado, ni tampoco nada en la masculina que lo impida; es la socialización temprana de género lo que favorece la identificación y aprendizaje de roles diferenciados.

Siguiendo a Aguirre (2011), el cuidado tiene diferentes formas de expresarse, pudiendo evidenciarse diferentes dimensiones involucradas en esta práctica. Una de ellas es la dimensión material, que implica el uso del tiempo en la realización de la tarea y el costo económico que conlleva; otra es la dimensión cognitiva, que se refiere al conocimiento y las destrezas necesarias para realizarlo; finalmente, la autora menciona la dimensión emocional que supone una cierta gestión de la expresión de las emociones de las personas involucradas en el vínculo de cuidado. Por otra parte, María Teresa Martín-Palomo y Aurélie Damamme (2020) señalan que el cuidado se ve atravesado por un componente moral, referido a la responsabilidad que adquiere la persona que se siente llamada a cuidar y cómo lo hace.

2.2 Redes sociales online y movimiento social feminista

Actualmente la movilización social se organiza y acompaña a través de distintas interfaces, ya sea en la calle o por medio de plataformas digitales (Ponce y Feixa, 2019; Rovira, 2018). En este contexto híbrido y en un rol activo como prosumidoras (Corona, 2012), las feministas han sido capaces de generar procesos de organización y de comunicación que no habían sido considerados inicialmente en la creación de las herramientas de comunicación online (Ananías y Vergara, 2019), convirtiéndolas en un potente altavoz para publicitar y hacer virales sus contenidos (Etura et al., 2017). Ejemplo de ello son las prácticas de hashtags feministas que se han consolidado como un medio para denunciar desigualdades y violencias de género (Brantner et al., 2019).

Poder contar las propias historias y encontrar eco en otras voces ha favorecido que muchas mujeres, principalmente jóvenes y sin militancia en el feminismo, se sientan interpeladas y animadas a participar de una nueva ola global de movilizaciones que adquieren la forma de constelaciones performativas de carácter feminista (Rovira, 2018). En consecuencia, se han establecido redes complejas, que incluyen conocimiento sociotécnico y están orientadas a resolver los problemas de las mujeres derivados del patriarcado, creando espacios comunes y procurando un sistema en que cada integrante tenga los cuidados necesarios para propiciar la participación y el intercambio respetuoso (Araiza y Martínez, 2017). Sin embargo, no podemos desconocer que esta parte del movimiento, que se encuentra en la red, deja fuera a un considerable número de mujeres. Por un lado, la falta de acceso a la red o de experticia técnica necesaria para la utilización de estas herramientas les impide acceder a estos espacios de transformación social. De esta forma sus problemáticas y necesidades también quedan excluidas e invisibilizadas (Mazón-Martínez, 2021). Entendemos, entonces, que no es posible comprender este tipo de organización feminista como un espacio libre de privilegios o de exclusión. Tal como plantea Joel Feliu (2006), las tecnologías no son un simple reflejo de la sociedad, son la sociedad misma, y, en ella, las relaciones de poder generizadas son actuadas y reproducidas mediante el uso que las participantes hacen de ellas (Gil et al., 2003; Remondino, 2012).

Siguiendo las reflexiones de Remedios Zafra (2005, 2011), comprendemos que cualquier herramienta que trascienda los límites entre lo público y lo privado es un importante instrumento para el poder. Concordamos con que la política de la tecnología es parte integral de la renegociación de las relaciones de poder de género. Tal como señala Sonia Reverter (2013), la lucha por desestabilizar el sistema patriarcal necesita “grandes, pero también pequeñas propuestas; proyectos colectivos, pero también personales” (p. 458). Ya que el patriarcado es un sistema cuya organización impregna tanto lo macro como lo micro, es menester responder con acciones feministas en diversos flancos. Por ello, creemos que, aun siendo críticas con la ciencia y la tecnología, debemos ser capaces de reconocer su potencial para el ejercicio de nuevas relaciones de poder marcadas por el género (Wajcman, 2007).

3 Metodología

Desarrollamos una etnografía digital (Pink et al., 2019), cuyo trabajo de campo fue llevado a cabo entre los meses de septiembre de 2020 y marzo de 2021 en un grupo de mujeres en Facebook en torno al cuidado mutuo, en el cual participamos cotidianamente.

Como propone Luis Mercado (2012) respetamos las reglas de entrada y participación definidas por el grupo. En coherencia, nos comprometimos a anonimizar su nombre, no utilizar capturas de pantallas, citas textuales, nombres ni historias personales. Previo a la producción del material de análisis, informamos de manera pública a las participantes el contexto de la investigación, los principales objetivos y abordamos sus dudas. Los aspectos éticos fueron aprobados por el Comité de Ética de la Universidad de las Américas, Chile.

Para la producción de datos utilizamos la observación participante y el registro en cuadernos de campo (García y Casado, 2008). Además, realizamos 9 entrevistas semiestructuradas individuales (Trindade y Torillo, 2016). En primera instancia, las informantes fueron contactadas de manera pública por el muro del grupo y, luego, utilizando un muestreo de bola de nieve (Perelló, 2010), donde algunas fueron invitadas directamente por las entrevistadas. Previo a la entrevista todas firmaron un consentimiento informado.

En complemento a los cuadernos de campo tradicionales, habilitamos un grupo privado y oculto en Facebook, en el que participamos las seis investigadoras que conformamos el equipo de investigación sobre “RRSS y Comunidad de Mujeres” en la que se enmarca este artículo, para reflexionar de manera asincrónica algunos temas específicos debatidos en el campo. Adicionalmente, creamos un grupo de Whatsapp en el que discutimos de manera sincrónica sobre diferentes temas asociados a la investigación. Ambos espacios los concebimos como cuadernos de campo colectivo-reflexivo.

Abordamos los análisis desde nuestra posición como feministas y reconocemos en ella un “deseo específico de subvertir un orden androcéntrico que configura ciertas identidades sexuales normativas y genera efectos de dominación sobre las mujeres” (Amigot y Pujal, 2006, p. 103). Coincidimos con Barbara Biglia (2007), cuando plantea que los saberes no son individuales, sino producto de un pensar en común y de experiencias compartidas. En coherencia con ello, desarrollamos el siguiente procedimiento para el análisis:

  1. Inicialmente, cada investigadora revisó individualmente los datos.
  2. A continuación, de manera colectiva, identificamos y organizamos las principales categorías temáticas emergentes.
  3. Introdujimos los datos organizados a una matriz de análisis que creamos con base en las dimensiones del cuidado planteadas por Aguirre (2011): a) material; b) cognitiva y c) emocional; y las implicancias de la herramienta de comunicación en las dinámicas relacionales en torno al cuidado.
  4. Posteriormente, desarrollamos, de manera colectiva, una descripción densa, con el objetivo de:

Llegar a grandes conclusiones partiendo de hechos pequeños, pero de contextura muy densa, prestar apoyo a enunciaciones generales sobre el papel de la cultura en la construcción de la vida colectiva relacionándolas exactamente con hechos específicos y complejos. De manera que no es solamente interpretación lo que se desarrolla en el nivel más inmediato de la observación; también se desarrolla la teoría de que depende conceptualmente la interpretación. (Geertz, 1992, p. 23)

A continuación, presentamos los resultados organizados en los siguientes puntos: a) Descripción del espacio; a.1) contexto de creación; a.2) definición de secciones; b) cuidarnos como resistencia; b.1) nos informamos; b.2) cuidados emocionales; y c) Más allá de Facebook. En ellos no encontrarán citas textuales de publicaciones en el muro del grupo, ya que fue uno de los compromisos que hicimos con las participantes.

4 Resultados

4.1 Descripción del espacio

Contexto de creación

Los grupos de Facebook son “un espacio pensado para intercambiar opiniones acerca de intereses comunes con determinadas personas” (Facebook, s. f., Sección Ayuda). Su arquitectura intuitiva, para una usuaria competente de este tipo de herramientas, provee de opciones que, por defecto, invitan a favorecer la comunicación entre las participantes (Sued, 2010). “Mujeres en Facebook en torno al Cuidado” (MFC), es uno de estos grupos y convoca a mujeres vinculadas territorialmente a una ciudad del sur de

Chile y sus alrededores. Fue creado en marzo del 2019 y en marzo del 2021 ya contaba con más de 6000 miembras1.

El grupo MFC surgió con el objetivo de ser un espacio que busca otorgar cuidado, apoyo, consejo y aprendizaje entre las mujeres participantes (sección información MFC), luego de que Facebook inhabilitara un grupo anterior por infringir reglas propias de la plataforma relacionadas con la prohibición de venta de medicamentos. Aprovechado este cierre, ex participantes, decepcionadas tras tener algunos conflictos con las administradoras, decidieron organizarse y crear un nuevo grupo con la intención de mantener la colectividad, pero, “buscando resguardar el respeto y la sororidad” (Administradora MFC, entrevista individual, mayo de 2020). Si bien el nombre que escogieron fue muy similar al del grupo anterior, decidieron explicitar la palabra “mujeres” y definirlo como un espacio separatista2. De esta forma, cuando las creadoras tomaron la decisión de explicitar la palabra “mujeres” en el nombre del grupo y definirlo como un espacio separatista, en un ejercicio de agencia activa, hicieron el primer encuadre respecto a quienes podían formar parte del colectivo. Estas características definieron un nosotras inicial: mujeres, pero no cualquier mujer, sino que cumpliera además con las siguientes características:

  • Que estuvieran vinculadas a un territorio en particular “la ciudad al sur de Chile”
  • Que tuvieran acceso a internet
  • Que fueran usuarias de la RRSS Facebook

Para asegurar este encuadre inicial de sólo mujeres, las administradoras utilizan activamente las posibilidades que ofrece la red social Facebook para aceptar/rechazar una a una las solicitudes de membresía, esto permite materializar la propuesta inicial de conformar un espacio separatista.

Definición de secciones

El uso de RRSS como Facebook está fuertemente vinculado con el consumo y la producción de contenidos. De esta forma, participar en esta red implica promocionar, difundir, dar a conocer ideas o productos y promover vínculos entre personas que tienen algo en común, reuniendo personas a través del consumo se construye pertenencia e identidad. Aunque no todas las participantes utilizan este medio de la misma manera, el solo hecho de ser miembras implica cierto posicionamiento (Sued, 2010). Así, cada integrante puede —o no— habitar el espacio según sus propias oportunidades, motivaciones y/o necesidades.

La participación en MFC no sólo responde de manera pasiva a las posibilidades ofrecidas de manera estándar por la plataforma, sino también a las propias dinámicas relacionales establecidas entre las participantes, quienes, de manera activa, han definido secciones concretas para abordar diferentes necesidades u objetivos, desafiando a las opciones preestablecidas por Facebook. Entre ellas, la que genera mayor cantidad de interacciones corresponde a la sección “Confesiones Anónimas”. Este tipo de publicaciones busca resguardar el anonimato de quien escribe, para lo cual las participantes utilizan un formulario creado en google docs con este fin. Una vez enviadas, las confesiones llegan sin identificación al correo de las administradoras, quienes las publican en el muro utilizando un hashtag definido para ellas. Las participantes reconocen públicamente en sus comentarios que esta instancia otorga una posibilidad concreta para hablar de temas delicados y/o difíciles de expresar directamente, como situaciones de violencia física o sexual, consultar sobre relaciones sexoafectivas, pedir consejos para tomar decisiones e incluso expresar opiniones sin ser criticadas. Aun cuando lo destacan como un espacio seguro para no exponerse públicamente de manera identificable, como veremos más adelante, en la sección de comentarios suelen generarse interacciones en las que entran en tensión distintos puntos de vista.

Otra opción son las publicaciones que las participantes hacen de manera directa en el muro (Publicaciones Directas). En estas, se abordan diversas temáticas, como la difusión de actividades, búsqueda de datos, ayuda o desahogo en variados contextos. A diferencia de las confesiones anónimas, las participantes escriben y publican directamente sin necesidad de rellenar el formulario de google docs o pasar por el filtro de las administradoras, además, se identifica la autoría al mantener el nombre de usuario de Facebook. Estas posibilidades de publicar, ya sean de manera directa o mediada por las administradoras, permite a sus participantes no solo acceder de manera pasiva a estas publicaciones, sino también enriquecerlas con la producción de contenido a partir de los comentarios e interacciones que van generando.

El “Día de Ventas”, es otra de las secciones. Las participantes pueden usar el espacio para vender, comprar o intercambiar diversos productos, publicando directamente en el muro fotos o mensajes identificados con un hashtag definido para ello. Por otro lado, ante la necesidad de hacer más especializado el espacio de cooperación, las propias participantes han creado nuevos grupos de Facebook, cuentas de Instagram o grupos de WhatsApp para participar de manera paralela a MFC, según sus intereses individuales. Surgen así grupos comunales, deportivos, por profesión, con interés en la maternidad, cocina, entre muchos otros.

Como podemos ver, y tal como plantea Camila Cárdenas (2018), los aspectos de la confección de mensajes y las opciones de diseño son diferentes, dependiendo del uso que se le quiera dar a la red social, pero destaca que, a pesar de que las condiciones de uso de la plataforma son distintivas de cada comunidad y sus contextos de uso, igualmente prevalecen algunos patrones de construcción que son dependientes de la arquitectura tecnológica y de los contextos sociales particulares de la plataforma.

4.2 Cuidarnos como resistencia

Un elemento relevante del movimiento feminista y sus expresiones online durante los últimos años ha sido el énfasis en la generación de espacios seguros y prácticas de cuidado (Araiza y Martínez, 2017). Para Winnie, una de las informantes, MFC ayuda a estar al tanto de acosadores y abusadores dentro de su ciudad, lo que le permite estar más alerta gracias a la información compartida por las participantes (Winnie, entrevista individual, mayo de 2020). En estos grupos se observa un acto de confianza en la autonomía y capacidad de cada persona de formar parte de una red, tejiendo una narrativa colaborativa en la que cada participante contribuye a crear un mundo común desde un lugar particular, es decir, un aporte situado (Rovira, 2018).

Para Mariluz Esteban (2018) las comunidades de apoyo mutuo son grupos de personas que establecen relaciones complementarias y alternativas a la familia. En estos espacios de cuidado se brinda apoyo mutuo simbólico y práctico, por lo que la cooperación y la ayuda son fundamentales. MFC se propone generar este tipo de relaciones, dando énfasis al apoyo mutuo y la seguridad al interior del grupo. Tal como es señalado en las reglas internas, los cuidados y el apoyo son un objetivo fundamental de éste. En palabras de la Administradora “en el lema del grupo figuran las palabras respeto y sororidad, las que son consideradas aristas prioritarias dentro de la interacción entre las miembras” (Administradora MFC, entrevista individual, mayo de 2020).

Al ser el cuidado una temática recurrente en el grupo, es importante prestar atención a las diferentes dimensiones de cuidado que se despliegan en MFC, comprendiendo siempre que estas dimensiones se encuentran en una trama relacional compleja, en la que se cruzan diversas formas de poder (Martín-Palomo y Damamme, 2020).

Informarnos

Una de las principales prácticas de las mujeres feminista se daba en torno a educar a los nodos de su esfera online sobre temas vinculados al feminismo (Keller, 2014). Ya sea de manera anónima o directa, las participantes van dando vida al muro de MFC con diversas publicaciones.

Es como un google académico… hay muchas páginas de estudios, por ejemplo, de ciencias sociales, de estos grupos donde se comparten información feminista… Hay mucha variedad. (Winnie, entrevista individual, mayo de 2020)

Al publicar un contenido en este tipo de plataformas, las usuarias no juegan un rol de meras espectadoras, sino que pueden participar, contribuir y crear sentido, al igual que quienes dan origen a un evento en particular (Ponce, 2017). En el caso de MFC, donde la interacción no está centralizada en un grupo reducido que crea y envía contenido, sino que este es creado por sus diferentes participantes en las publicaciones y confesiones anónimas, evidencia el carácter activo de quienes participan como prosumidoras.

Los temas publicados son diversos. Entre muchos otros, podemos encontrar consultas y/o sugerencias de ginecólogas o matronas feministas, dentistas, referencias de establecimientos educacionales, orientaciones laborales, vínculos de otros sitios web con noticias actuales a nivel local, nacional o internacional de relevancia para mujeres feministas, como también sobre asuntos más bien teóricos de interés feminista. El encuentro de diversos puntos de vista es una enriquecedora oportunidad para las dinámicas de interacción que se performan en entornos como estos, las cuales van construyendo un espacio informativo colectivo en el que, en diversas oportunidades, las respuestas son generadas desde el conocimiento especializado (formal, técnico, científico o profesional) de quien responde.

A veces cuando comentan situaciones que están pasando con sus parejas, algunas ofrecen apoyo inmediato, como “yo te puedo ayudar, yo soy abogada, yo soy matrona o yo soy psicóloga”, directa y, además, siento que de alguna forma ayuda o promueve estos discursos para combatir estas situaciones… es una forma de llevar el conocimiento a las bases. (Nina, entrevista individual, mayo de 2020)

La comunicación generada en espacios feministas como estos ha permitido cruzar algunas fronteras de la organización patriarcal instaurada en muchas instituciones (Mazón, 2021). Dinámicas de interacción como las señaladas por Nina, enfrentan relaciones de poder asimétricas entre las participantes y favorecen una relación más horizontal, al poner a disposición información que en otros contextos estarían mediadas por procesos burocráticos, largas esperas e incluso la necesidad de pagar por ello.

Aun cuando destacamos en estas relaciones la posibilidad concreta de agencia activa para acceder y compartir orientaciones desde las diferentes experticias de las participantes, comprendemos que, tal como plantea Michael Foucault, “No puede existir un saber sino allí donde se hallan suspendidas las relaciones de poder” (1975/2002, p. 34). De esta forma, se validan en MFC ciertos conocimientos sobre otros, principalmente aquellos que vienen de la educación formal, modelo médico y político. Y se reproduce la verticalidad respecto a quién puede hablar sobre qué tema, lo que se ejemplifica en la frase de una forma de llevar el conocimiento a las bases. Así, las definiciones sobre qué objetos se puede conocer, cómo se configura este conocimiento y quienes pueden acceder a él, son también efectos de estas relaciones de poder-saber (Foucault, 1975/2002). No olvidemos que, como señala Mariluz Esteban (2018), “por muy igualitaristas que seamos, también las feministas estamos afectadas por la ‘cultura experta’ que domina nuestra sociedad, y a menudo no se aplican los criterios del mundo académico al resto de los espacios” (pp. 47-48).

Cuidados emocionales

Como planteamos anteriormente, los grupos de apoyo cumplen con la función de ser una fuente de información y permitir la reafirmación de los propios conocimientos, siendo útil para resolver dudas. Sin embargo, al mismo tiempo, cumplen una función emocional, presentando un espacio para “descargar” sentimientos que reciben validación y son normalizados por el grupo (Castellanos-Torres y Caballero, 2020, Rodríguez, 2020).

Las chicas comúnmente tienden a contar situaciones donde se muestra mucho el machismo [...] siempre hacen confesiones sobre que su pareja las engañan, o que les pegaron, o que las echaron de la casa, y siempre hay niñas que las apoyan. (Trini, entrevista individual, mayo de 2020)

En las “Publicaciones Anónimas” de MFC las participantes suelen compartir situaciones personales con la intención de desahogarse y, al mismo tiempo, pedir consejos y/o recomendaciones. El anonimato que asegura esta sección del grupo provee de cierto sentido de seguridad que facilita la expresión de aquellas experiencias u opiniones impopulares, como aquellas asociadas a las situaciones de violencia de género enmarcadas en relaciones sexoafectivas heterosexuales. Así, los costos y recursos necesarios para promover la libre expresión de quien envía la publicación se reducen considerablemente, aminorando las posibles consecuencias negativas y sanciones sociales (Bavoleo y Chaure, 2019). Estas publicaciones funcionan, tal como señala Rovira (2018), como una vía para “contar y contarnos”, lo que puede ser una expresión del lema feminista de “lo personal es político”.

A diferencia de lo presentado en el apartado anterior, en los comentarios de estas publicaciones de corte emocional, la validación del conocimiento científico coexiste con la de otros saberes. En ellas, las participantes no solo intentan responder la consulta, sino también buscan contener emocionalmente y compartir saberes provenientes de sus experiencias vitales. Este tipo de dinámicas enfrenta aquellas relaciones de poder asimétricas en las que el único conocimiento válido es el científico, legitimando otras formas de conocimiento, como aquellas que se gestan en un reconocimiento identitario de personas con vivencias comunes, en este caso, mujeres que forman parte del grupo.

Este grupo en particular tiene varios espacios que ofrecen ayuda, que suponen algunas resistencias concretas a las relaciones patriarcalizadas, como las que se dan al escuchar, compartir experiencias personales, aconsejar y sostener… Pero, otras veces, se torna muy agresivo, los consejos suenan más a imposiciones cargadas de mandatos de género, por ejemplo “cómo debe ser una mujer”, cómo “debe ser una relación sexoafectiva” (casi siempre enmarcada en heterosexual monógama). (Cuaderno de campo colectivo, noviembre 2020)

En diversas ocasiones hemos podido observar e incluso participar de discusiones en las que entran en tensión distintas posiciones de las participantes. Contextos en los que muchas veces se generan intensos enfrentamientos a partir de acusaciones, críticas personales, propuestas con tonos impositivos e incluso algunas prácticas de maltrato verbal, las cuales son reguladas en la interacción por las administradoras o las propias participantes.

Igual hay mujeres que no consideran esto [respeto y sororidad] y tratan mal a sus semejantes, a sus congéneres, así que ahí estamos constantemente, o al menos yo, haciendo llamados de atención para que eso no ocurra. (Administradora MFC, entrevista individual, mayo de 2020)

Usando estas herramientas, las propias usuarias podemos observar al mismo tiempo en el que somos observadas, todas formamos parte de este tipo de panóptico (Constante, 2013; Arredondo, 2020). La flexibilización de los límites publico/privado en estos espacios permiten la participación de otras audiencias, como administradoras u otras participantes, que van favoreciendo un mayor control social de la situación (Caro, 2015), estableciendo un marco normativo que delimita las formas “correctas” de relacionarse y los discursos aceptados en este grupo.

4.3 Más allá de Facebook

La apropiación tecnológica de este grupo de Facebook por un grupo de mujeres, vinculadas a un territorio físico concreto, permite comprender online y offline como esferas interconectadas que sobrepasan la red social como único espacio de encuentro. Estos espacios híbridos vinculan lo físico y digital a partir de necesidades mutuas (Castells, 2012), lo que se hace presente en MFC, por ejemplo, en aquellas situaciones vinculadas con violencia machista ejercida por las parejas sexoafectivas o familiares de algunas integrantes, quienes, al hacer visible su necesidad de apoyo, en reiteradas oportunidades reciben ofrecimientos concretos que traspasan las posibilidades de la plataforma de red social online. Estos apoyos surgen de manera espontánea, por ejemplo, ofreciendo alojamiento en sus propias viviendas, juntándose con otras participantes o explicitando la intención de organizar colectas o rifas en beneficio de alguna participante que señala estar pasando por alguna necesidad económica urgente.

Hay mujeres que, por ejemplo, sin conocerse, la invitan a la casa a quedarse a alojar [cuando están viviendo una situación de violencia], y eso yo lo encuentro fantástico, es buena la relación que se está formando. (Winnie, entrevista individual, mayo de 2020)

Lo que destacaría del grupo, como positivo, es la cooperación que se da [...] cuando se han visto casos de chicas en necesidad económica, enseguida salen chicas de forma espontánea diciendo “ya podríamos organizar una rifa”, “una colecta como… transferible a esta chica que está en necesidad”, como que se toman medidas de forma espontánea y eso es super bonito. (Administradora, entrevista individual, mayo de 2020)

Estas formas de interconexión híbrida no sólo se observan en la forma de relaciones verticalizadas basadas en la ayuda a otra mujer que lo necesita. También es posible verlas de manera más horizontal bajo la forma de interacción amistosa, en la que se va más allá del contacto en línea al interior del grupo y las participantes conectan en otras redes sociales o concretan encuentros presenciales.

Creo que 2 veces [me he juntado] con chicas, así como para salir y cosas así. Y tengo otras que he agregado a las redes sociales y cosas así… como que están ahí, de repente responden mis historias, me preguntan cómo estoy, eso. (Trini, entrevista individual, mayo de 2020)

La RRSS también provee de posibilidades comunicativas e informativas que permiten a sus participantes la organización de acciones colectivas que posteriormente se materializan en el territorio físico al que se vinculan, manteniendo su funcionamiento en la interconexión entre ambos —o más— espacios relacionales híbridos.

Hay muchos grupos que se han hecho a partir de ese grupo, como por ejemplo las “mujeres de mi comuna3” que partió ahí… desde ese grupo grande, se han hecho “mini comunidades”. (Luna, entrevista individual, mayo de 2020)

Las posibilidades ofrecidas por estas herramientas enfrentan algunos de los problemas de conectividad que históricamente han obstaculizado la consecución de objetivos colectivos (Casas et al., 2016). “Mini comunidades” como “mujeres de mi comuna” en la que Luna participa, son ejemplos concretos de organización social territorial híbrida, en la que MFC ha facilitado la conectividad entre mujeres que habitan un territorio particular sin la obligatoriedad de la presencialidad. Esto ha permitido generar vínculos sociales entre mujeres que sobrepasan el grupo de Facebook en el que se conocieron.

5 Discusión y comentarios

Realizamos una etnografía digital (Pink et al., 2019) en la que nos propusimos comprender las dinámicas de relación establecidas en un grupo de Facebook que convoca a mujeres de una localidad al sur de Chile y sus alrededores en torno al cuidado mutuo, ahondando en las potencialidades o limitaciones de este espacio para el movimiento feminista.

Las RRSS online como Facebook facilitan la creación y mantenimiento de espacios temáticos habitados según los intereses de sus usuarias. Específicamente, la propuesta de MFC como un espacio relacional que convoca únicamente a mujeres, plantea una oportunidad concreta de organización definida por sus creadoras y administradoras como un espacio separatista en torno al cuidado mutuo de sus participantes. Las opciones de configuración de la herramienta, en mutua relación con los intereses de las participantes, permiten la definición de secciones diferenciadas al interior del grupo, las cuales se han consolidado regulando las interacciones y delimitando posibilidades relacionales. Estas acciones son una expresión concreta de agencia activa que permite una construcción colectiva de un espacio en torno al cuidado, accesible, rápido y abierto, donde las participantes pueden interactuar entre ellas por medio de reacciones, comentarios y/o nuevas publicaciones.

Si bien reconocemos diversas potencialidades como las señaladas anteriormente, comprendemos que, tal como señala Heidi Figueroa (2017), las relaciones sociales que allí se performan deben ser pensadas críticamente en términos de agencia de los sujetos v/s el control social que se ejerce. La posibilidad que ofrecen estas plataformas online de ampliar las audiencias de participantes establece un mayor control de las situaciones sociales que se alejan de los principios de cuidado y sororidad propuestos por el grupo, regulando relaciones por medio de llamadas de atención o discusiones que buscan redirigir las interacciones hacia el cumplimiento de los objetivos de cuidado. Es relevante destacar que lo anterior sigue reproduciendo relaciones en las cuales los cuidados continúan siendo labores generizadas, en las que las mujeres cumplimos el rol de ejecutarlas.

Por otro lado, aunque se enfrentan algunas relaciones de poder verticalizadas propias de otros espacios relacionales, por ejemplo, mediante el cuestionamiento y enfrentamiento a la violencia de género enmarcadas en relaciones sexoafectivas heterosexuales, en MFC también se reproducen relaciones de poder asimétricas, como en el caso de aquellas en las que se jerarquiza el conocimiento. Sin embargo, el ejercicio de poder microsocial de poner a disposición este conocimiento como forma de cuidado, abre posibilidades de acceso a información que en otros contextos relacionales es inaccesible.

Con base en los análisis respecto a las dinámicas relaciones en torno al cuidado y las posibilidades y limitantes de la herramienta online, podemos concluir que: a) Facebook permite la creación y mantenimiento de espacios relacionales temáticos de interés para el movimiento feminista; b) el espacio online analizado soporta el ejercicio del cuidado entre sus participantes, abordando las distintas dimensiones propuestas por Aguirre (2011) cognitiva, emocional y material, en una trama relacional compleja; c) las relaciones en torno al cuidado se materializan en espacios híbridos que nacen de las diversas intersecciones entre las participantes; y d) las interacciones en la plataforma reproducen relaciones patriarcalizadas al mismo tiempo que ofrecen opciones concretas para su enfrentamiento, en un juego constante de reproducción/subversión.

Como investigadoras feministas, identificamos como una de las principales limitaciones de la investigación una baja participación e involucramiento de las miembras del grupo en la investigación propiamente tal, lo cual se relaciona con el diseño metodológico, el que, aun cuando lo planteamos de manera crítica, continúa reproduciendo relaciones de poder asimétricas respecto a la construcción del conocimiento, manteniendo similares prácticas a las que cuestionamos y nos desafiamos enfrentar. Tal como señala Bárbara Biglia (2007), es urgente pensar en formas de construcción de conocimiento que incorporen un pensamiento colectivo y den cuenta del trabajo comunitario que está a la base de dicha producción, reconociendo y legitimando los aportes de los “otros” y las “otras” para romper el imaginario construido sobre la otredad y la periferia (Curiel, 2014). Siguiendo esta propuesta, proyectamos el desarrollo de líneas de investigación planteadas de manera colectiva, a partir de metodologías críticas, que den cuenta de los procesos de subjetivación que construyen las agrupaciones feministas respecto a cómo van configurando un horizonte de posibilidades, de presente y de futuro, en el marco de su acción colectiva en contextos híbridos.

Finalmente, debemos ser capaces de cuestionarnos cómo las herramientas influyen en nuestras interacciones y, también, cómo nuestras interacciones moldean las posibilidades entregadas por las herramientas. Recordemos que tanto las tecnologías como las prácticas de apropiación tecnológicas son performativas de género. De esta forma, más que ser simplemente demostraciones de identidades generizadas, son hacedoras identitarias, determinando ciertas particularidades y modos diferenciales de apropiación tecnológica y, por lo tanto, de producción de experiencias concretas con ellas (Remondino, 2012). Aun siendo críticas con la ciencia y la tecnología, buscamos las grietas del sistema que nos permitan el ejercicio de nuevas relaciones de poder generizadas, sin invisibilizar el contexto capitalista y patriarcal en que estas herramientas han sido creadas y son distribuidas.

6 Financiamiento

Fondo de investigación financiado por el Fondo concursable UDLA proyecto de investigación 2019. Internet como forma de asociatividad comunitaria (des)generizada. Una aproximación desde la etnografía virtual.

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