Reinventando el Self. Potencia y contradicción en comunidades intencionales ecológicas

Reinventing the Self. Potency and contradiction in ecological intentional communities

  • Rodolfo E. Mardones
En la actualidad constatamos una crisis social y ecológica que requiere soluciones inmediatas, pero que al mismo tiempo impone contradicciones en diferentes niveles. En este contexto, evidenciamos el surgimiento de comunidades intencionales que experimentan otras formas de relación entre lo común, la naturaleza y el individuo. Es en estos espacios donde situamos nuestra investigación, que tuvo como objetivo analizar las prácticas en las que emerge el Self. A través de un enfoque etnográfico investigamos tres estudios de caso ubicados en Chile, donde realizamos observaciones participativas y entrevistas en profundidad. Nuestros resultados muestran que la constitución del sujeto emerge en las prácticas como un Self transitorio desde la agencia espiritual, religiosa, planetaria, comunitaria e individual. Concluimos que el sujeto emerge como un Self expandido, narrativamente contradictorio, comunitariamente afectivo y socialmente retraído, que se actualiza contradictoriamente entre la libertad individual, la creatividad comunitaria y las constricciones del capital.
    Palabras clave:
  • Identidad
  • Ecoaldeas
  • Cambio social
  • Comunidad
  • Chile
We are currently witnessing a social and ecological crisis that requires immediate solutions, but at the same time imposes contradictions at different levels. We observed the emergence of intentional communities that experience other forms of relationship between the common, nature and the individual. Our research is framed within these communities and its objective was to analyze the practices in which Self is constituted. Through an ethnographic approach we investigated three case studies located in Chile, where we conducted participatory observations and in-depth interviews. Our results show that the constitution of the subject emerges in the practices as a transitory Self from the spiritual, religious, planetary, communitarian and individual agency. We conclude that the subject emerges as an expanded Self, narratively contradictory, communally affective, and socially withdrawn, contradictorily constituted between individual freedom, communal creativity and the constrictions of capital.
    Keywords:
  • Identity
  • Ecovillages
  • Social change
  • Community
  • Chile

1 Introducción

El cambio climático y el daño al medioambiente son temas protagónicos en las últimas décadas (Caballero et al, 2021), lo cual se suma a una crisis compleja que evidencia el agotamiento de los repertorios de posibilidades y configura un colapso planetario (Mizoguchi y Costa 2018). En este contexto, se ha popularizado la creencia de que ningún cambio es posible en nuestra forma de vida circunscrita al capital (Navarro 2019). Sin embargo, identificamos perspectivas que afirman contradictoriamente que esta prospección fatalista solo tiene salidas posibles en la capacidad de transformación del individuo (Escorihuela 2008). En este contexto, donde el cambio personal se convierte en una condición de posibilidad para el cambio social y ecológico, situamos este estudio; para reconocer iniciativas que muestran respuestas posibles al proyecto moderno, al capitalismo y sus consecuencias planetarias.

El proyecto moderno, fundado en una racionalidad mecanicista, posiciona al ser humano por sobre la naturaleza gracias al dominio de sus facultades internas para controlar su medio y gestionar su propia vida (Echeverría 2010). Esta promesa de un individuo libre y racional ha sido tensionada debido a su evidente fracaso para defender la vida, así como por sus consecuencias distópicas para la subsistencia humana y del planeta (Ibáñez 2001; Kallis y March 2015). En este sentido, las esperanzas depositadas en el Estado, la política de partidos políticos y las instituciones en general, pasan al final de la lista de prioridades para pensar las respuestas a la crisis. En cambio, se plantea como posibilidad la articulación de lo común. Un ejemplo de esto es la emergencia de iniciativas de autonomía comunitaria que proponen con urgencia la necesidad de visibilizar respuestas ontológicas a la crisis sistémica actual (Escobar 2016), avanzar hacia un reconocimiento de otras relaciones con la naturaleza y a modos de convivencia menos individualistas (Heras et al., 2017; Kunze 2020). En este sentido, destaca la potencia del sujeto, sus modos de hacer, su negación de las relaciones capitalistas y la construcción de otras relaciones en la vida cotidiana (Garza y Sánchez 2017).

De acuerdo con lo anterior, observamos como una forma de respuesta a la crisis de la modernidad y en particular a su expresión socioambiental, la emergencia de comunidades que tensionan la idea de agenciamientos individuales centrados en la interioridad psíquica del individuo. Para graficar este fenómeno, identificamos a comunidades humanas constituidas intencionalmente para enfrentar la crisis socioecológica. La literatura también les ha llamado ecoaldeas (Pereira 2013; Renau 2018), asentamientos pro-sustentabilidad (Cancino 2021), contraculturas espaciales (De Matheus 2013), utopías postmodernas (Huiliñir-Curío y Zunino 2017) o comunidades intencionales utópicas (Mardones y Zunino 2019; 2021), debido a la territorialización de sus prácticas y su preocupación por responder de forma material a los problemas de nuestros tiempos. Si bien se trata de un fenómeno contemporáneo, la literatura inscribe a las comunidades intencionales en una historia de experimentos utópicos como las comunas anarquistas o socialistas utópicas (De Matheus 2013; Mardones y Zunino 2019) y otras sociedades ideales como la isla Utopía de Tomás Moro, los Kibbutz y comunidades hippies inspiradas en la novela “Walden two” del psicólogo Burrus Frederic Skinner (Ardila 2004).

Mas allá de los detalles genealógicos o de un esfuerzo por homogenizar la historia de estas comunidades, se ha planteado que su constitución es diversa y su presencia se intensifica frente a momentos de crisis del capitalismo (De Matheus 2013). Esto no se limita a una reacción ante el capital, sino que se expande para desafiar los valores del proyecto de la modernidad en su totalidad (Huiliñir-Curío y Zunino 2017; Mardones y Zunino 2021). Esta contestación al mundo moderno, y sus consecuencias distópicas para la vida en el planeta, se caracteriza por reunir a las personas en torno a utopías de carácter muy pragmático (Sargisson 2007), que pretenden influir como minoría en la sociedad mediante la búsqueda de soluciones a problemas concretos originados en el contexto de la crisis socioambiental (Mardones 2022). Por ejemplo, en torno a la construcción ecológica de sus viviendas (Hu y Wang 1998), la producción agroecológica de sus alimentos (Eksvärd y Rydberg, 2010), la sostenibilidad energética (Ho et al., 2014), entre otros.

Durante las últimas décadas, la literatura destaca la intensificación de la presencia de comunidades intencionales en todo el mundo y particularmente en Chile (Cancino, 2018; Mardones y Zunino 2019; Pereira 2013). Sabemos que existen tendencias que agrupan las orientaciones sobre las que estas comunidades articulan sus prácticas, compartiendo su adhesión a una perspectiva biocéntrica o ecológica (Huiliñir-Curío y Zunino 2017), pero diferenciándose en la inclusión de perspectivas religiosas, espirituales, psicológicas o de transición a la sustentabilidad ecológica (Mardones y Zunino 2021). En particular, de acuerdo con Freya Mathews (2006), las comunidades de orientación religiosa mantienen una adhesión a sistemas de creencias metafísicas y extra racionales que se toman como una guía para la vida en comunidad. Mientras que las comunidades de transición ecológica mantienen una actitud práctica que recoge conocimientos científicos para el desarrollo de soluciones útiles para la comunidad. A diferencia de las comunidades que combinan lo ecológico y la espiritualidad, estas se caracterizan por conservar el interés por conocer más allá de lo material para focalizar en el desarrollo de la conciencia (Mardones y Zunino 2021). Estas orientaciones distinguen sus convicciones sobre la sociedad, la relación con la naturaleza, la vida en comunidad y sobre sí mismos (Mardones y Zunino 2019).

Observamos, en esta diversidad, la posibilidad para experimentar otras formas de vida alternativas a la sociedad contemporánea. Si bien estas experiencias intentan respuestas concretas a la crisis de la modernidad, principalmente en su dimensión socioambiental, también encierran contradicciones e incluso prácticas de control (Harvey, 2000/2003), ya que muchas veces funcionan como espacios híbridos de sostenibilidad económica alternativa o formas renovadas de capitalismo verde (De Matheus 2014; Rajović y Bulatović 2015).

En medio de estas contradicciones, observamos que las comunidades intencionales coinciden en enfatizar el rol del sujeto como medio para el cambio social y planetario (Escorihuela 2008), lo cual es concretado en la cotidianidad comunitaria mediante distintas prácticas para la sustentabilidad, devoción espiritual y desarrollo personal. De esta forma, las prácticas, en este tipo de comunidades intencionales, emergen como el asunto central para comprender al Self, el cual puede emerger y actualizarse a partir de diferentes prácticas y en este artículo nos enfocamos en algunas de ellas: las comunitarias. En consecuencia, en el contexto de las comunidades intencionales ecológicas, presentaremos estudios previos sobre el protagonismo del sujeto en estas comunidades y su agencia bajo la noción de Self, luego describiremos nuestra aproximación metodológica de orientación etnográfica en tres casos de estudio: una comunidad ecológica religiosa, una orientada a la transición a la sustentabilidad ecológica y una de orientación ecológica espiritual. Finalmente presentaremos las prácticas identificadas en cada caso y discutiremos sus implicancias para la transformación personal y el cambio social.

2 Comunidades intencionales y transformación del sujeto para el cambio socio-ecológico

La noción de comunidad es un concepto polisémico en ciencias sociales, por ejemplo, en psicología ha sido abordado como un grupo social históricamente constituido, en donde sus miembros comparten intereses en común y desarrollan acciones para transformar su vida y la estructura social (Montero 2004). Se destaca la importancia del emplazamiento geográfico (Sánchez 1991) y de una dimensión psicológica que articula la cotidianidad en base a la interacción, la pertenencia y la cultura en común (Krause 2001). En este contexto, también emerge una tensión entre la individualidad del Self y la comunidad, ya que esta última es al mismo tiempo necesaria e imposible y se determina en la lejanía o diferencia respecto a nosotros mismos (Esposito 2009). “Es una carencia que nos falta hasta tal punto que se debería concluir que lo que tenemos en común es tal carencia de comunidad” (Esposito 2009, p. 27).

Paradójicamente ante esta carencia de comunidad, coexiste el interés por agruparse intencionalmente en comunidad y buscar el cambio social mediante la transformación personal. Sin embargo, en el contexto de las comunidades intencionales escasean los estudios que se detengan en comprender a los participantes que las conforman y sus prácticas de transformación (Mardones y Zunino 2021). Recientemente la literatura ha centrado su atención en investigar a los sujetos en el contexto de su participación en comunidades intencionales. Por ejemplo, refieren que las características de este sujeto estarían dadas por un conjunto de mecanismos de empoderamiento sostenidos en dimensiones psicológicas en el campo de las relaciones humanas, competencias personales y su capacidad de resiliencia personal y comunitaria (Avelino et al., 2019).

Por otro lado, se reporta que, en la búsqueda de un nuevo estilo de vida en comunidad, también se reconocen una serie de contradicciones que muestran que el cambio pretendido es difícil de concretar, debido a obstáculos internalizados de una cultura jerárquica, así como por la dificultad para adaptarse a la vida rural y tomar decisiones de forma colectiva (Roysen 2018). Según Gabriel Siqueira (2017), en estas comunidades se observa una tensión entre la ética individual versus la supervivencia organizacional de la comunidad, que se ejemplifica en la participación en los procesos de toma de decisiones y la posibilidad de afirmar principios personales (Siqueira 2017).

Además de las contradicciones que encierran estos espacios, la literatura destaca su potencia para conseguir el bienestar en las personas involucradas, lo que justifica el retorno a lo comunitario ya que se asocia a vidas relativamente satisfactorias (Grinde et al, 2018). Con ello, se argumenta que las ecoaldeas, por ejemplo, impulsan en sus miembros un cambio psicológico, desarrollo personal y, además, una transición consciente hacia un modelo de vida más sostenible e incluso anticapitalista (Renau 2018). Esta transición interior, requiere de un trabajo personal que puede integrar ideas ecologistas y creencias populares sobre la fe en la naturaleza o nativa para formar una cosmovisión coherente (Farkas 2018). Las comunidades ecológicas consideran una espiritualidad integradora, que forja un estilo de vida en base a una mezcla ecléctica de ideas y prácticas espirituales con la finalidad de producir formas de religiosidad altamente personalizadas (Farkas 2018). Por ejemplo, buscando la evolución del pensamiento existencial, así como una visión espiritual e integradora del mundo (Pandya 2018).

A pesar de lo problemático que puede resultar la alta personalización de la utopía, por su vínculo con el individualismo (Sullivan 2016), se destaca la importancia de la puesta en común de las actividades cotidianas. Esto se grafica en el involucramiento en actividades de devoción espiritual para realizar acciones encaminadas a la construcción de una sociedad solidaria, equitativa y amorosa con el planeta, la humanidad y la biodiversidad (Pulido-Muñoz 2018).

En este contexto, observamos que las comunidades intencionales encuentran, en la capacidad de transformación del sujeto, la oportunidad para transitar hacia otras formas de vida en común. Sin embargo, advertimos que la literatura ha seguido una concepción de sujeto que refuerza la idea de la exclusividad de Self-individuo impulsado en la modernidad, ya que se detienen en su interioridad psíquica y en su potencial para cambiarla (Álvarez-Uría 2011).

Sabemos que perspectivas críticas de las ciencias sociales y humanas han tensionado el proyecto moderno en general (e. g. Foucault 2003/2006; Lyotard, 1987; Vattimo 1989/1990) y a esta concepción moderna de interioridad psíquica atribuida al sujeto moderno en particular (e. g. Deleuze 1968/2002; 2008; Foucault 1988; 1990; 1994; Ibáñez 2001; Rose 1998/2019). En base a estas lecturas, consideramos que el Self-individuo de la modernidad es llevado al límite de su ocaso, debido a que el proyecto moderno está lleno de contradicciones, las cuales hacen insostenible la idea de un Self unitario, permanente y universal representado por el concepto de identidad. En este sentido, el problema surge porque la noción de identidad ya está planteada desde la perspectiva del pensamiento moderno, debido a que se sustenta en la convicción de una estructura psíquica más o menos estable, cuestión que nos enfrenta a la preexistencia de un sujeto con rasgos esenciales y estáticos (Ovejero 2015). Pero, sobre todo, limitando al sujeto a la representación —de la realidad— e impidiendo su emergencia a partir de la diferencia (Deleuze 1968/2002; Mengue 2008), lo que se suma la actuación de la psicologización como mecanismo que deposita en el mundo interno del sujeto los problemas de la sociedad (Álvarez-Uría, 2006; De Vos 2013).

De acuerdo con lo anterior, individuo y sociedad son un tejido sin costuras (Ibáñez 2004), por esto consideramos que resulta imposible aislar del nivel colectivo de pertenencia cualquier conducta humana, por individual que pueda parecer (Ovejero 2015). En este sentido, nos parece que la noción de Self, captura un sí mismo que está constituido entre las influencias y mediaciones sociales, históricas y culturales, al mismo tiempo que a las características transitorias de su mundo interno (Bröckling 2007/2015, Gergen 1991/2006).

Encontramos en Gilles Deleuze (1968/2002; 2008) una orientación que va más allá del dualismo entre Self y sociedad, al proponer que lo múltiple se convierte en multiplicidad y no remite a un sujeto como unidad previa preexistente, sino a tipos de individuación que ya no constituyen personas o yoes, sino formas de agenciamiento de los fragmentos de realidad sin horizonte de totalidad (Deleuze y Guattari 1980/2006; Deleuze 2008). Con esto constatamos un modo inmanente y singular de individuación, en donde el Self también puede emerger en sus prácticas de formas distintas al individuo constituido en la modernidad.

Lo anterior no implica una liberalización de las fuerzas en las que se constituye el Self, sino que da paso al caos y al azar como potencia de las prácticas, lo cual supone un Self múltiple que aprende a leerse a sí mismo en una realidad cambiante (Deleuze 2008). Valga como ilustración que el Self deviene en una actitud crítica que le permite interrogar a la verdad acerca de sus efectos de poder y al poder acerca de sus discursos de verdad; como un arte de la incertidumbre voluntaria y de indocilidad reflexiva (Foucault 2003/2006; 1994/1999). De esta forma el Self puede producirse en un ejercicio crítico de su presente, como un arte de vivir que dirige sus prácticas a sí mismo, a los otros y a una ecología planetaria que va más allá de los límites corporales de lo humano (Schmid 2011).

De acuerdo con lo anterior, en las comunidades intencionales se podrían estar enunciando otras formas de ser, difíciles de capturar por lecturas categoriales y binarias propias de la modernidad. Sin embargo, también tomamos como precaución la influencia de las condiciones materiales en la acción de las comunidades intencionales, así como la mediación del capital en la articulación de una cotidianidad llena de contradicciones (Mardones et al., 2019). Esto es muy relevante para informar nuestra pregunta de investigación que busca comprender ¿mediante qué prácticas se emerge y se actualiza el Self en comunidades intencionales ecológicas? Sin la intención de buscar fórmulas, pero sobre todo sin suponer un sujeto dado.

3 Aproximación metodológica

Abordamos nuestra investigación desde una perspectiva metodológica cualitativa (Spink, P., 2005; Vasilachis et al., 2006), que se fue adecuando a las posibilidades de acceso y a nuestras oportunidades para comprender el fenómeno de la forma más pertinente posible (Mardones et al., 2018). Consideramos casos múltiples (Stake 1995/1999) seleccionados de forma intencionada (Pérez-Luco et al., 2017), con el propósito de graficar la diversidad que la literatura reporta para las comunidades intencionales presentes en Chile. Trabajamos con tres casos de estudio, con al menos 10 años de funcionamiento ininterrumpido: una comunidad ecológica religiosa, una orientada a la transición a la sustentabilidad ecológica y una de orientación ecológica espiritual.

Nuestra aproximación consideró una especial sensibilidad por la relación que establecimos con las comunidades y sus participantes, para no interferir en sus dinámicas ni invadir sus espacios vitales de intimidad (Farias 2019). En consecuencia, la participación fue voluntaria, firmamos un consentimiento informado que fue autorizado por un comité de ética (Chile) y resguardamos la confidencialidad de los/as participantes con la denominación comunidad del Valle, comunidad del Bosque y comunidad del Río, respectivamente.

En función de lo anterior, realizamos una aproximación etnográfica (Velasco y Díaz 1997/2006) para focalizar en la experiencia situada y los significados locales, por medio de las propias palabras de los participantes y sus acciones (Spink, M. J., 2013; Spink, P., 2005). Además, como investigadores nos implicamos en las prácticas y significados para la comprensión de un campo-tema en la vida cotidiana (Spink, P., 2005). En la práctica, realizamos visitas de 15 días en promedio a cada comunidad: una visita de aproximación y luego al menos 2 visitas para realizar observación con participación (García et al., 2014) en las tres comunidades. En terreno sostuvimos entrevistas en profundidad (Aragaki et al., 2014) con los habitantes permanentes de cada comunidad mayores de edad: 4 en la comunidad del Valle, 3 en la comunidad del Río y 4 en la comunidad del Bosque.

Nuestras observaciones fueron grabadas en notas de audio al finalizar cada día y las entrevistas en profundidad grabadas, transcritas y luego sometidos a un análisis interpretativo que siguió la operatoria de un análisis en progreso (Taylor y Bogdan 1987/1994), ya que comenzó al mismo tiempo que nuestra experiencia de campo. En nuestro análisis, el foco no solo estuvo puesto en los contenidos de las explicaciones lingüísticas que nuestros participantes entregaban a su vida cotidiana, sino también en las prácticas en sí mismas, considerando que están mediadas y en constante actualización (Scollon 2003).

4 Resultados

En la cotidianidad de las tres comunidades visitadas y en las palabras de sus participantes, identificamos prácticas diversas en las que emerge el Self. Estas se orientan a la sociedad y el planeta, a la comunidad y al sí mismo. Además de prácticas orientadas a la espiritualidad y/o religiosidad, más frecuentes en las comunidades del Valle y del Rio.

Prácticas Comunidad del Valle Comunidad del Bosque Comunidad del Río
Orientadas a la espiritualidad Meditación, yoga No se observan Meditación, yoga, lecturas, conversaciones con maestros, paseos en la naturaleza, mantener altares con deidades.
Orientadas a la religiosidad Lecturas acompañadas, cánticos y mantras, bailes, ofrendas, meditación, yoga, ceremonias de fuego y la luna, temazcal, cocinar.  No se observan Mantener altares con deidades
Orientadas a la sociedad y el planeta No consumo de carne, cultivar un huerto, reciclar, usar lo justo y necesario, Chaski fest, fiestas de domingo.  Regeneración del suelo, cultivo orgánico, eco-construcción, compostaje, producción de energía solar, cursos, diplomados No consumo de carne, regenerar el suelo, compostaje, reciclar, baño seco, usar lo justo y necesario, alejarse de la vida urbana, eco-construcción.
Orientadas a la comunidad Pertenencia voluntaria, liderazgo por inspiración, decisiones por consenso, distribución del trabajo, respetar al sexo opuesto. Sociocracia, personocracia, distribución de trabajos y funciones, espacios compartidos de crianza de hijos, facilitación grupal.  Pertenencia voluntaria, decisiones por consenso, contribución al desarrollo de cada persona, comunicación franca, compartir la comida, recibir visitas.
Orientadas a sí mismos Vegetarianismo, celibato, yoga, control del ego, controlar la mente, no intoxicarse, no apostar en juegos de azar.  Alimentación saludable, ejercicios de desarrollo personal, vegetarianismo, estudio permanente, cuidado del cuerpo, tranquilidad y disfrute.  Vegetarianismo, respiración consciente, cuidado de la salud, trabajo grato, sensibilidad a los detalles de la naturaleza, leer, ver documentales. 

Tabla 1

Prácticas en las que emerge el Self en la cotidianidad comunitaria

4.1 Prácticas de constitución del sujeto en la comunidad del Valle

La comunidad del Valle se organiza como congregación religiosa y se define como un templo ecológico espiritual basado en el Krisnaísmo. Sus participantes se autodenominan devotos y uno de ellos cumple el rol de líder. La comunidad se constituye por 11 hombres entre 18 y 45 años, además de recibir diariamente más de 10 visitas transitorias de devotos, voluntarios y turistas nacionales e internacionales para participar de sus ceremonias espirituales, recibir alimentación vegetariana y practicar yoga o meditación.

En este contexto, observamos que las prácticas en las que se emerge y se actualiza el Self en la comunidad intencional religiosa se articulan en torno a la noción de servicio (Entrada de diario de campo, enero de 2019). El servicio, funciona como un gran articulador de sentido de la vida de un devoto Hare Krishna, ya que es el cultivo cotidiano de un estilo de vida espiritual (Farkas 2018), que implica la individualización de un camino espiritual demarcado por principios sobre los que se han de inscribir las prácticas en el presente para transitar a un estado superior del Self descentrado del individuo (Ca, entrevista personal, enero de 2019). El servicio también funciona como una eficiente distribución de tareas en la comunidad, en donde “el devoto se siente inspirado y realizado, sin descuidar las necesidades de la comunidad” (Ma, entrevista personal, febrero de 2018).

Bajo la noción de servicio, se ponen en escena distintas prácticas en las cuales emerge y se actualiza el Self. Evidenciamos prácticas orientadas a la religiosidad, que buscan cultivar la “cultura espiritual del vaishnaismo” mediante la búsqueda de la conciencia plena, asumiendo sus limitaciones como seres corporales en esta vida y reconocimiento de otras vidas pasadas y futuras (An, entrevista personal, diciembre de 2018). Algunos ejemplos de estas prácticas son: las lecturas acompañadas de escrituras consideradas por la comunidad como sagradas, cánticos, alabanzas y mantras para Krishna, bailes, ofrendas, meditación, yoga, ceremonias de fuego, de la luna y temazcal, lo cual acompaña a su principal actividad: cocinar y ofrecer comida como una forma de prédica (Ca, entrevista personal, febrero 2018).

Por otro lado, en la comunidad del Valle el sujeto emerge en prácticas orientadas a la sociedad y el planeta, dirigidas a conseguir un cambio ecológico, mediante la conservación o el auto-sustento ecológico (Mu, entrevista personal, enero de 2019). Se relacionan con la naturaleza y la sociedad como parte de un todo integrado y se implican en actividades para difundir esta comprensión. Por ejemplo, se abstienen de alimentarse de carne para evitar el sufrimiento animal, cultivan una huerta, reciclan, usan solo lo necesario y organizan eventos públicos denominados Chaski fest, para tratar las problemáticas ambientales del territorio del cual forman parte (Entrada de diario de campo, enero de 2019).

Las prácticas orientadas a la comunidad también son muy importantes para la emergencia del Self, se trata de actividades que involucran la interacción con otros devotos, con los voluntarios y visitantes de la comunidad. Evidenciamos relaciones amables y abiertas como forma de prédica y servicio cotidiano a los otros. En estas actividades observamos que la pertenencia a la comunidad es voluntaria, el liderazgo se da por inspiración, las decisiones y distribución del trabajo son tomadas por consenso (Entrada de diario de campo, enero de 2019).

Por último, aunque en esta comunidad el sí mismo se asocia al ego, debido a que funciona como una limitación para alcanzar la conciencia, existen prácticas orientadas a sí mismos, las cuales realizan como una decisión desde y para la propia persona y su cuerpo (Entrada de diario de campo, enero de 2019). Un ejemplo de estas formas de relación consigo mismos las observamos en prácticas de ascetismo, celibato, control del ego y del pensamiento, vegetarianismo, yoga, no intoxicarse con drogas y no apostar en juegos de azar (Ma, entrevista personal, febrero de 2018).

En síntesis, observamos que las distintas prácticas buscan el desarrollo de su conciencia mediante la “cultura espiritual del vaishnaismo” (An, entrevista personal, enero de 2019). De esta forma, ordenan su actuación cotidiana con una conciencia que reconoce la limitación de su cuerpo físico, y buscan una vida espiritual que trascienda el ego como fin último de su vida en este plano (Ma, entrevista personal, febrero de 2018). Esto confronta la idea de la interioridad psíquica y corporeizada del sujeto moderno (Taylor, 1989/1996), en cambio, los sentidos cotidianos se encuentran en la retrotopía (Bauman 2017) a saberes antiguos y a una deidad superior, que a su juicio es también superior a nuestra capacidad reflexiva.

4.2 Prácticas de constitución del sujeto en la comunidad del Bosque

La comunidad del Bosque es un espacio familiar que funciona como un centro ecológico y empresa familiar que presta servicios de asesoría de proyectos sustentables, producción y comercialización de alimentos orgánicos y formación en permacultura. Se compone de 5 familias, 10 adultos/as entre 30 y 45 años y cinco niños/as.

La comunidad es visitada por profesionales colaboradores en cursos de formación en permacultura, estudiantes, amigos, voluntarios y visitas que aumentan a más de 100 personas en los periodos estivales. Desarrollan sus actividades en una gran extensión de terreno y basan sus prácticas en conocimientos sobre agroecología, planificación, psicología transpersonal, permacultura y saberes tradicionales, para influir en cambios locales que promuevan la transición a la sustentabilidad ecológica.

Observamos que las prácticas en las que se emerge y se actualiza el Self en la comunidad del Bosque enfrentan al sujeto a la interrogante de su contribución práctica para construir el planeta deseado. Esto no significa que ignoran acciones orientadas a la comunidad o a sí mismos, pero toman rumbos más prácticos dirigidos a la exterioridad del mundo circundante como un hábitat socio-ecosistémico del que forman parte (Entrada de diario de campo, enero de 2019).

Una cuestión fundamental que orienta las prácticas en las que se emerge y se actualiza el Self es la convicción de ser un ejemplo para uno/a otro/a. Es decir, mantienen la expectativa de constituirse como un referente e inspiración que movilice a otras personas a soñar con otro mundo para vivir y, además, servir como una incubadora de proyectos regenerativos (Ca, entrevista personal, enero de 2018). Interpretamos que sus prácticas toman una forma concreta y se limitan a las necesidades de nuestros tiempos (Sargisson 2007), para responder a las amenazas de un colapso planetario (Mizoguchi y Costa 2018).

De acuerdo con lo anterior, el Self emerge en prácticas orientadas a la sociedad y el planeta, en las cuales realizan distintas acciones de regeneración ecológica usando la permacultura como un sistema de referencia para orientar la reciprocidad entre la sociedad y la naturaleza. Esta perspectiva se expresa en el interés de los(as) participantes de la comunidad por “dejar un mejor planeta, para que los niños puedan conocer lo que tenemos nosotros hoy” (Jo, entrevista personal, enero de 2019). Realizan actividades técnicas para la regeneración del suelo, compostaje de residuos orgánicos, cultivo orgánico, eco-construcción de sus viviendas, producción de energía solar. Y lo transfieren a otros interesados mediante cursos, diplomados y jornadas abiertas al público nacional e internacional (Entrada de diario de campo, enero de 2018).

También, el Self se emerge y se actualiza en prácticas orientadas a la propia comunidad, las cuales se dirigen al diseño del entorno y a la interacción con otros miembros de su grupo. Observamos que se inscriben principalmente en el cuidado de relaciones familiares, amistad y mentoría con sus visitantes (Entrada de diario de campo, enero de 2019). Ejemplo de estas prácticas son las formas de gestión comunitaria y facilitación grupal que han probado a lo largo de su existencia como comunidad: sociocracia, personocracia y espacios compartidos de crianza de hijos/as (Ca, entrevista personal, enero de 2019). Las cuales guardan relación con saberes técnicos y científicos traducidos a su cotidianidad.

Finalmente, constatamos que el Self también emerge en prácticas orientadas al sí mismo, como el mejoramiento personal y la adquisición de habilidades, al cuidado de la salud, la búsqueda del bienestar, espiritualidad y tranquilidad de aportar a la transición a la sustentabilidad. Esto se puede apreciar en su alimentación en base a productos orgánicos y vegetarianismo, cuidado del cuerpo, ejercicios de desarrollo personal, estudio permanente, tranquilidad y disfrute de vivir en el campo (Entrada de diario de campo, enero de 2019).

En suma, vemos que las distintas prácticas identificadas en la Comunidad del Bosque buscan la transformación de los participantes y al mismo tiempo dan paso a su emergencia y actualización. Su vida cotidiana son experimentos en curso (Sargisson 2007) y se puede observar en distintas acciones que buscan beneficiar a la comunidad sin dañar el planeta.

4.3 Prácticas de constitución del sujeto en la comunidad del Río

La Comunidad el Río es un grupo de amigos que se organizan como agrupación comunitaria con reconocimiento legal. Se compone de 2 familias permanentes; tres adultos/as, entre 45 y 60 años, y nueve integrantes transitorios que visitan la comunidad para participar de sus actividades. Orientan su vida cotidiana en base a la permacultura, terapias alternativas, yoga, espiritualidad holística, saberes ancestrales (Mapuche, Diaguita), budismo zen y metafísica cristiana (Bu, entrevista personal, diciembre de 2018) lo que se materializa en distintas prácticas de sus participantes.

Con base en nuestra experiencia de campo y según unos de los participantes, notamos que las prácticas en las que se emerge y se actualiza el Self se sustentan en la convicción de una “esencia interior inmutable, que es el amor” (Bu, entrevista personal, diciembre de 2018). A partir de esto, sus prácticas se abren a una diversidad de saberes que buscan una mejor comprensión y cuidado de sí mismos y de los otros.

En esta apertura a lo diverso, observamos prácticas orientadas a la espiritualidad (Entrada de diario de campo, febrero de 2018), las cuales buscan cultivar el descubrimiento interior y trabajar constantemente desde el amor para acceder a niveles de conciencia superior al alcanzado por la mayoría de las personas (Bu, entrevista personal, diciembre de 2018), y promover la difusión de su perspectiva en una línea similar a las espiritualidades de la nueva era (De la Torre 2014). Algunos ejemplos a los que se les atribuye esta cualidad de espirituales son la meditación, la práctica de yoga y paseos en la naturaleza; además de mantener altares con deidades y conversaciones con maestros espirituales (Entrada de diario de campo, diciembre de 2018).

Lo anterior se complementa con prácticas orientadas a la sociedad y el planeta, en donde el Self emerge en su preocupación por la regeneración y conservación de la vida en el mundo. Esto se realiza en lo cotidiano de manera práctica en el cuidado de las relaciones humanas, evitando el consumo de carne como forma de reconocimiento de la simetría de la vida humana y animal, también en prácticas que buscan la autosustentabilidad como regenerar el suelo, hacer compostaje, reciclar, usar un baño seco para reducir el consumo de agua o construir su propia vivienda con técnicas de bioconstrucción (Entrada de diario de campo, febrero de 2018).

Otras prácticas en las que emerge el Self son las orientadas a la comunidad, las cuales promueven una relación y cuidado de los miembros de su grupo, principalmente a relaciones familiares y de amistad profunda. En este sentido, su pertenencia es voluntaria, las decisiones son tomadas en consenso, la comunidad contribuye al desarrollo de cada persona y se comunican de forma franca en encuentros permanentes entre todos los participantes (Bu, entrevista personal, diciembre de 2018).

Por último, observamos prácticas orientadas al sí mismo, que se realizan como una práctica personal, pero con un propósito considerado como superior. Así, prácticas como el vegetarianismo, la respiración, el cuidado de la salud y la sensibilidad a los detalles de la naturaleza, son actividades que sostienen otra forma de emergencia del Self.

Finalmente, nos llama la atención que la constitución del Self se da entre prácticas concretas desde y para la propia persona y su cuerpo, pero que no se limita a esto, sino que busca acceder a otros niveles de conciencia en un ascetismo abierto a nuevas prácticas. Por ejemplo, ampliando el cuidado de la salud más allá de lo biomédico, mediante el equilibrio entre el cuerpo, la naturaleza y el espíritu. A nuestro entender, como un reflejo de una comprensión estable, pero no dualista de la realidad (Entrada de diario de campo, diciembre de 2018), que para ellos “es muy potente, permite el autoconocimiento y la explicación de las formas de ser” (Bu, entrevista personal, diciembre de 2018).

5 Conclusiones

Las prácticas de los/as participantes de las comunidades del Valle, del Bosque y del Río, se insertan en una lógica de experimentos en curso (Sargisson 2007). Todos coinciden en mantener una actitud muy crítica sobre la sociedad actual, lo que nos remite conceptualmente a la actitud crítica sobre el propio presente referida por Michel Foucault (2003/2006). Notamos que nuestros participantes comparten un diagnóstico sobre el colapso planetario y la sensibilidad de un llamado personal para “hacer algo al respecto”, con la conciencia de que se trata de un limitado aporte para la transformación planetaria, pero que tiene relevancia para desarrollar una conciencia extra-individual (Kunze 2020).

Nos parece que las distintas prácticas, en las que se emerge como Self, tensionan el mecanicismo de la racionalidad moderna (Echeverría 2010), muestran una multiplicidad de técnicas y prácticas que se proponen como racionalidades alternativas. Sin embargo, estas no están alejadas de contradicciones, ya que las prácticas no solo existen en la voluntad y mundo interno del sujeto individual, sino que también se constituyen en sistemas de pensamiento, racionalidades u otras fuentes de explicación diversas (Deleuze 1986/1994; Foucault 1990, 1994; Rose 1998/2019). En nuestros casos la religión Hare Krishna, la permacultura y el Yoga son racionalidades que actúan como una exterioridad en la que emerge el Self. Estas constituyen un adentro temporal que hace que el Self emerja como individualidad, pero no evita que la exterioridad socioinstitucional se pliegue en el presente como un constante constreñimiento vital.

Consideramos que la individualidad del Self mantiene su jerarquía por sobre otras individualidades (Deleuze 2008), ya que reconocen la posibilidad de una interioridad psíquica manejable a su voluntad. Interpretamos esto como un esfuerzo por devenir consciente, el cual tiene lugar cuando algo que nos habitaba de forma difusa y virtual aparece en el campo de la experiencia de forma explícita, clara y actual (Kastrup 2005). Aunque, para nuestros participantes este movimiento no siempre es consciente, ya que sostienen que puede estar determinado por la naturaleza o fuerzas divinas que prescriben nuestro destino de forma imperceptible. Sin embargo, advertimos que, en lo cotidiano, estas convicciones emergen entre las posibilidades materiales que el mundo en que vivimos ofrece (Deleuze 1968/2002). Por ejemplo, se mantiene una actitud de servicio a Dios mediante la elaboración de comida, o se busca la inspiración en la observación de las plantas, o se realiza un rito con fuego. En consecuencia, cada práctica emerge en el plano de inmanencia; se actualiza y actualiza a quienes accedimos a experienciarla (Deleuze 2008) gracias a las formaciones semióticas y materiales de nuestro mundo (Tirado y Domènech 2008). Esta situación nos permite afirmar la idea de un Self que busca ser naturaleza o comunidad, y que ve en su transformación permanente, la transformación de la vida juntos, de otras formas de cuidado y de otras formas de hacer política del lugar (Escobar 2016).

Argumentamos que el Self que emerge en las comunidades intencionales tiene la característica de un Self expandido hacia otros entes, es narrativamente contradictorio en su relato de autodefinición, comunitariamente afectivo en la convivencia cotidiana y socialmente retraído de los problemas originados en las dinámicas de poder de nuestra sociedad. Se trata de un Self expandido porque no se limita a su propio cuerpo para constituirse y reconstituirse, además su constitución es siempre en relación con otros humanos o no humanos. Sin embargo, también emerge contradictorio, aunque nuestra experiencia de campo nos permitió ver que acciona, construye y recomienza sin mayores preocupaciones. Se trata de un Self que es comunitariamente afectivo, y que en su posible devenir consciente funciona como un grupo cerrado que comparte afectos recíprocos y cuidado. Sin embargo, es socialmente retraído, muchas veces ensimismado en sus proyectos o en un proceso de crecimiento personal solipsista.

Consideramos que las prácticas sostenidas por los/as participantes pueden interpretarse como un ascetismo dirigido a su propia transformación en los límites normativos de nuestra sociedad o en las posibilidades de avanzar hasta los límites de dicha normalidad con el propósito de transgredirla (Foucault 2008/2009, 1994/1999). Esta forma de gobierno de uno mismo y de los otros centra su atención en la capacidad psíquica, espiritual y física de sus participantes y, al gestionarlas, vemos las exigencias de rendimiento y emprendimiento creativo propias de las sociedades liberales (Bröckling 2007/2015). En relación con lo anterior, identificamos la apropiación de discursos prácticos que psicologizan la experiencia comunitaria al extremo de perderse, por ejemplo, en experiencias de felicidad, grupalidad y búsqueda de trascendencia ocasional (Gebauer et al., 2018; Mardones et al, 2019).

En este sentido, las comunidades intencionales son espacios que están atravesados por contradicciones al articularse como un contrapunto creativo a la dinámica social capitalista. Prestarles atención toma relevancia para repensar la utopía comunitaria y encontrar respuestas concretas ante la amenaza de un colapso planetario. Su importancia recae en su actualidad, ya que nos invitan a accionar ante nuestro propio presente ecológico, social y comunitario, mediante nuestra transformación como condición de posibilidad. Sin embargo, nos parece muy importante no romantizar estos espacios y atender con precaución los discursos y materialidades que actúan en ellos.

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