Maternidad y vínculos familiares de la militancia revolucionaria en la transición chilena

Motherhood, family bonds and affective solidarity in revolutionary groups during the Chilean transition

  • Caterine Galaz Valderrama
  • Karina Guerra
  • Rocío Gallardo
  • Isabel Piper
En las memorias de militantes de tres agrupaciones revolucionarias que tras la dictadura se mantuvieron activas en la transición chilena, se enfatiza cómo la maternidad y los vínculos familiares incidieron en las prácticas que ejercieron las mujeres en sus organizaciones. El artículo es fruto de una investigación situada desde los estudios de memoria y con perspectiva de género con entrevistas a ex militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), del Lautaro y del Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez Autónomo. A partir de un análisis crítico del discurso con perspectiva feminista (ACDF) se analizó cómo la construcción de la “maternidad” y la “familia” no sólo generaron reproducciones de imaginarios tradicionales sino también posibilidades estratégicas de acción militante, agencia y resistencia, tanto en quienes se opusieron al nuevo pacto democrático como también en algunas de las mujeres que cruzaron encarcelamiento. Asimismo, verificamos cierta “solidaridad afectiva” entre mujeres militantes y otras no militantes en determinados contextos.
    Palabras clave:
  • Madre
  • Movimiento Revolucionario
  • Familia
  • Mujer
The memories of militants from leftist, revolutionary organizations that remained active after the Pinochet dictatorship emphasize how motherhood and family bonds affected women’s practices in their organizations during the Chilean transition. Through interviews with ex militants from the Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), Lautaro, and Movimiento Patriótico Manuel Rodríguez Autónomo, we analyze how “motherhood” and “family” not only reproduced traditional imaginaries, but also promoted strategic possibilities of action, agency and resistance. This was the case both for those who resisted the new transitional democratic pact in their organizations and ex organizations, as well as for those who remained incarcerated as political prisoners. Additionally, we also propose that an “affective solidarity” was created, between militant and non-militant women, in some specific contexts.
    Keywords:
  • Motherhood
  • Revolutionary Militancy
  • Transition
  • Family
  • Women

1 Antecedentes

Acabada la dictadura militar en Chile en 1989 y luego de un acuerdo político para mantener las bases del sistema socioeconómico, se inicia un periodo de transición cuyos límites aún son discutidos (Hiner y Azócar, 2015; Richard, 2010; Walsh, 2012). Una parte de los partidos que llegaron a este acuerdo conforman posteriormente la Concertación por la Democracia que administra el modelo durante veinte años, introduciendo algunos cambios en material social, pero sin cuestionar el sistema neoliberal. No obstante, la transición no fue apoyada por todas las agrupaciones políticas que resistieron durante el periodo militar. Algunas organizaciones revolucionarias —que aspiraban a una transformación a través de la insurrección armada— continuaron su activismo, pese a ser sancionadas socialmente, criminalizadas y castigadas por el nuevo gobierno al considerarlas fuera de lo esperado políticamente para este nuevo periodo de reinauguración democrática. En ese período inicial fueron perseguidas, algunos/as de sus militantes asesinados/as, expulsados/as fuera del país o bien apresados/as en cárceles, incluso, construyendo una específica: la Cárcel de Alta Seguridad (CAS).

Facciones de organizaciones como el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) y el Movimiento Juvenil Lautaro, mantuvieron sus acciones armadas hasta el año 1994 (Piper y Vélez, 2021). Entre las entidades que permanecieron activas está el MIR-EGP (Ejército guerrillero de los pobres), que nace en 1991 y se plantea en contra de una transición que catalogan como una refundación capitalista bajo un estado policial; también el FPMR-Autónomo, que nace al escindirse del Partido Comunista en 1987 considerando diferencias irreconciliables respecto de la solución pactada. El Movimiento Juvenil Lautaro surge en 1982 desde una perspectiva marxista-leninista y planteó una guerra insurreccional de masas para derrocar la dictadura. Post plebiscito, denuncian el carácter continuista del nuevo modelo y se mantiene activo hasta el año 2004 cuando, después de una década de prisión, se indulta a esta organización (Rosas, 2013).

La investigación que da origen a este artículo analizó las memorias de activistas que militaron organizaciones revolucionarias en la transición, pero dentro de sus objetivos específicos auscultó las posiciones de género que visualizaban en sus colectivos. En el presente artículo analizamos cómo operan esas posiciones de género en tres colectivos revolucionarios que militaron hasta aproximadamente 1994, en relación con dos constructos tradicionalmente marcados por roles de género: la maternidad y la familia. Observamos cómo estas dos categorías afectan las prácticas de mujeres y hombres dentro de la militancia armada, y a la vez, posibilitan una agencia estratégica de las mujeres que favoreció no sólo a las organizaciones, sino también las posibilidades de éstas para desmarcarse de los mandatos sexo-generizados de la sociedad. El análisis se organiza bajo estos tres constructos en relación con la militancia: maternidad, familia y rol estratégico de las “mujeres”. Tal como abordaremos a continuación, esta relación ha sido referenciada en investigaciones en América Latina y Chile. Nos inscribimos en los lineamientos teóricos de estos aportes y buscamos darles continuidad a estas reflexiones, realizando un análisis situado que cruce el contexto transicional chileno y la militancia armada.

En América Latina la investigación ha estado vinculada con estudios de memoria social y se ha centrado en la participación de mujeres respecto de sus militancias en periodos de violencia política (Cruz, 2018; Dietrich, 2014; Hiner, 2015; Llanos, 2015; Nassif, 2017; Vidaurrázaga, 2015). En otros continentes también ha estado centrada en experiencias respecto a guerras o a persecución por luchas anticoloniales (Barranquero, 2017; Da Silva, 2016; Farquet, 2017; Wachowska, 2017). En estos estudios se tensionan las memorias hegemónicas androcéntricas que restan importancia a las vivencias de las mujeres. Se pone al centro la compleja relación entre memoria, olvido y silencio (Passerini, 2006) para dar cuenta de cómo estas representaciones hegemónicas interactúan con otras versiones del pasado en términos de luchas políticas (Jelin, 2020). Algunas investigaciones destacan figuras femeninas icónicas que no han sido reconocidas por la historia oficial (Gabaitse y Kumalo, 2014; Nassif, 2017), o bien, rescatan las memorias de mujeres para evidenciar que la militancia y la violencia del Estado poseen dimensiones de género (Dietrich, 2014; Hiner, 2015; Wachowska, 2017).

Algunos estudios se centran en los roles de las mujeres y sus relaciones de maternidad al asumir la lucha armada en los años 60 y 70; en otros, el análisis se centra en las relaciones interpersonales en contextos de lucha política. Tamara Vidaurrázaga (2015) analiza el paso de mujeres que militaron en organizaciones de izquierda entre los 60 y los 80 en países del cono sur, destacando que transitaban por dos sistemas sexo-generizados: el de la sociedad, y el de sus propias militancias. María Ruiz (2015) analiza al Movimiento de Izquierda Revolucionaria en Chile (MIR) entre 1965-1975, destacando cómo influyó la militancia en la decisión de tener hijos/as y en las prácticas de cuidado. Vidaurrázaga (2005) había planteado que el ser madres implicó dejar la militancia, o bien, fueron impulsadas a disponer de otro tipo de crianzas en función de la organización militar. La misma autora (2018), siguiendo a Lagarde (2011), plantea que algunas mujeres del MIR cruzaron formas de “maternidades fallidas”, al alejarse de ideales de crianza.

Otro grupo de investigaciones analizan las relaciones afectivas al interior de organizaciones revolucionarias. Alejandra Oberti (2014) enfatiza que en los colectivos se construyó una nueva moral sexual, colocando estándares específicos de cómo ser buenos/as padres y madres a contrapelo de lo social. Andrea Andújar (2009) se adentra en las relaciones de revolucionarias en los 70 en Argentina y cómo se oponían a los valores, creencias y comportamientos más conservadores de la generación anterior, poniendo en cuestión la idea de familia, autoridad y las relaciones interpersonales. Ana Guglielmucci (2008), en un análisis en Argentina, puntualiza que para las mujeres revolucionarias de los 70 esto significó una forma de tensionar las relaciones tradicionales, mientras Patricia Sepúlveda (2015) coincide en que las maternidades implicaban su inscripción en un proyecto de nueva sociedad que promovía relaciones más igualitarias.

2 Herramientas teóricas: subjetivación generizada

Retomamos las visiones críticas de los estudios de memoria bajo una perspectiva en que el género es un elemento estructurante (Troncoso y Piper, 2015). En las formas de hacer memoria, los/as individuos y grupos articulan los modos en que construyen sus subjetividades en el pasado y cómo son releídas en la actualidad (Galaz et al., 2019), lo que a veces lleva a cuestionar normas, convenciones y prácticas que se inscriben en sujetos generizados. Lo que determinadas sociedades construyen como memoria oficial y lo que se silencia está cruzado por asuntos de poder y hegemonía, por lo que los olvidos son prácticas colectivas y deliberadas de omisión que no sólo operan a través del silenciamiento explícito, sino también de la sobrerrepresentación de ciertas memorias por sobre otras, por medio de relaciones de poder y de institucionalización (Passerini, 2006). Esto no sólo se remite al objeto mismo del recuerdo, sino también a las posiciones de reconocimiento de quién señala violencias, donde las maneras y códigos que utilizamos para construir el pasado están marcados por el género, la raza, la clase, entre otros ejes de diferenciación (Hirsch y Smith, 2002; Mushaben, 1999).

En esos recuerdos, construidos desde determinadas posiciones de género, emergen razonamientos, pero también críticas y afectos vehiculizados en una morfología corporal en tanto espacio de producción del sujeto (Butler, 2011). Nos referimos a un proceso de subjetivación nunca acabado, no una situación identitaria dada, fija y estable, sino un devenir constante marcado por elementos instituidos que se basan en tecnologías de gobierno que intentan fijar un orden determinado. A la vez, se generan fuerzas instituyentes que se desmarcan de esos ejercicios de control, posibilitando resistencias explícitas o líneas de fuga (Deleuze y Guattari, 2012/1988).

En esta investigación nos centramos en el análisis de memorias de militancias revolucionarias que se ejercieron en Chile en el periodo transicional. La militancia surge como una práctica social performativa que se da en escenarios de acción política, donde sus sujetos son agentes multiposicionales que se vinculan a través de acontecimientos/espacios (Zalaquett, 2011). Hacer política se vincula a una corporalidad generizada, sobre todo en relación con la domesticación de los cuerpos que se concretan en la acción política y en la configuración del “buen/a revolucionario/a”, como también a través del desalojo de la fragilidad dentro de la militancia (Galaz et al., 2019).

Leer el pasado desde un componente de género como lente analítico permite prestar atención no sólo a los procesos de reelaboración racional, sino también a los afectos que se ponen en juego en relación con el ejercicio político, desde una articulación entre sujeto individuo y sujeto colectivo. No se trataría de una pre-existencia de identidades fijas, sino un devenir militante que está vehiculizado por diferentes posiciones de género (Butler, 1990/2007). Cuando se recuerda, se habla desde una materialidad y un momento histórico específico: hablan mujeres y hombres, de cierta clase, sexualidad, edad, etnia, edad, entre otras posiciones. No obstante, estas no son esencias definidas “de una vez por todas, sino que más bien el lugar de un conjunto de experiencia múltiple, compleja y potencialmente contradictoria. Hablar hace referencia a la ‘política de la localización’ de Rich, es decir, a la incardinación como posicionalidad” (Braidotti, 1994, p. 199).

En los estudios que han vinculado al género con las prácticas de memoria, tal como señalan Lelya Troncoso e Isabel Piper (2015), generalmente emergen lecturas feminizadas del pasado que pueden resultar problemáticas. Esto puede significar que se reifiquen posiciones fijas e inmutables de “ser mujer” en relación con características de lo supuestamente femenino: lo familiar, lo afectivo y ciertos marcajes victimizadores. Esta fijación identitaria puede reproducir normas sexo-generizadas del conjunto social (Mulinari, 2015) ya que, por ejemplo, se vuelve a colocar como centro la idea de familia estableciendo jerarquías generizadas de qué puede ser recordado como legítimo sobre el pasado. Otras autoras enfatizan que elevar el lugar de las mujeres puede constituir una posibilidad política (Sanjurjo, 2017), una estrategia temporal para enfrentar los discursos dominantes y posicionar otras formas de comprensión de fenómenos como la violencia estatal. Hillary Hiner (2015) evidencia que mujeres militantes han tenido que combatir estereotipos generizados, no sólo de los respectivos contextos sociales al dedicarse a labores no tradicionales, sino también de sus propias organizaciones donde también emergen constructos minorizados en relación con el hombre revolucionario. En este artículo mostraremos cómo formas instituidas de género son reproducidas a través de constructos como la maternidad y la familia, a la vez que emergen posibilidades instituyentes (Castoriadis, 1997) que subvierten formas restrictivas del sujeto para ser usadas estratégicamente en función de lo colectivo.

No realizaremos un recorrido por la variada y disputada forma de comprensión que en los estudios feministas se han desarrollado sobre maternidad, sino que la situaremos para comprender cómo estos constructos sociales generan efectos sociales. Comprendemos la “maternidad” a partir de sus constricciones y posibilidades (Rich, 1986), como un conjunto de prácticas socioculturales que dan sentido a un sujeto, “la madre”, como agente dentro de relaciones sociales. Históricamente las mujeres han cruzado marcajes de género que las asocian al cuidado, una construcción naturalizada en diferentes contextos sociohistóricos. Sin embargo, diversos estudios (Nelson y Summer, 1997; Tucker, 1994) visualizan los ejes problemáticos de esta visión, haciendo ver sus múltiples significados sociales. Con el tiempo, se ha podido cuestionar la idea naturalizada entre crianza y los parentescos biológicos, y también las regulaciones sobre los cuerpos de madres de la vida sexual y reproductiva (Nelson y Summer, 1997). Desde los 70 y 80 comienza a desestabilizarse la noción naturalizada de maternidad desde diversos feminismos. El esfuerzo feminista levanta un discurso contrahegemónico sobre las nociones de maternidad y familia, poniendo en juicio los principales presupuestos naturales, pero también visualizando las diferencias entre la institucionalidad de la maternidad y las experiencias que se derivan (Ruddick, 1994; Umanski, 1996).

3 Metodología

Nos ubicamos desde un paradigma metodológico socio-construccionista (Ibáñez, 2003), interpretativo y cualitativo (Denzin y Lincoln, 2005; Parker, 2004), donde los procesos sociales no emergen como una realidad abstracta sino como producciones colectivas. Los resultados a partir de los cuales se construye este artículo derivan del proyecto FONDECYT REGULAR 1171568, titulado “Memorias de la violencia política en la transición a la democracia en Chile construida por activistas que la ejercieron durante dicho periodo”, realizado entre 2017 y 2019.

Llevamos a cabo 24 entrevistas semiestructuradas en profundidad (Gaínza, 2006), entendidas como un dispositivo que permite a las personas contar sus propias versiones de los acontecimientos (Denzin y Lincoln, 2005). En este artículo consideramos el análisis de ocho entrevistas en profundidad realizadas a hombres y mujeres de tres organizaciones revolucionarias en Chile que se mantuvieron en armas tras el fin de la dictadura: una facción del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), Frente Patriótico Manuel Rodríguez Autónomo (FPMRA) y Autónomo (FPMNA) y Mapu-Lautaro. Se selecciona un corpus limitado a partir de las memorias de militantes, cuyo criterio se centró en demostrar las representaciones recurrentes en los discursos en torno a maternidad y relaciones familiares.

4 Resultados

Desarrollamos un análisis crítico del discurso con perspectiva feminista (ACDF), el cual implica poner atención a las relaciones desiguales de poder basadas en cuestiones de género (Azpiazu, 2015). Para llevarlo a cabo, realizamos codificaciones que se basaron en identificar las relaciones de género presentes en los relatos, para luego construir categorías de género. Posteriormente realizamos sesiones de trabajo colectivo para construir un esquema analítico que diera cuenta de los repertorios interpretativos (Wetherell y Potter, 1996) que más se reiteraran en dicha categorización. Para efectos de este artículo abordaremos uno que se refiere a los discursos de maternidad y vínculos familiares.

Presentamos tres ejes de ese repertorio: a) cómo operó el constructo “maternidad” en diferentes situaciones de las mujeres, b) las formas estratégicas que emergieron de ser madre/militante revolucionaria, y c) cómo se dieron usos del ser “mujer militante”, a veces reificando posiciones dominantes y otras, resistiéndolas.

Se tuvieron consideraciones éticas que consideró el anonimato de las/los participantes, a través de un consentimiento informado aprobado por el comité de ética de la facultad de ciencias sociales de la Universidad de Chile.

4.1 Maternidad y militancia

Consideramos el periodo transicional de acuerdo con lo señalado por las personas entrevistadas: el espacio inicial de instalación de la nueva democracia posterior a la dictadura y que, para algunas personas militantes, aún se mantenía al momento de llevar a cabo las entrevistas, ya que el modelo no había cambiado; mientras que, para otras, lo consideraban como un espacio temporal que duró hasta que se desarticularon todas las fuerzas organizadas en armas. El recuerdo de las militantes bajo esa mirada de la transición chilena refleja posiciones diferenciadas de lo que era participar autónoma o activamente con pareja e hijas/os. Esto quiere decir que los mandatos sexo-generizados tradicionales que se asignan dentro de las familias a nivel social, también pueden observarse atravesando algunas prácticas políticas-militantes, influyendo de diversas maneras en roles y tareas asignadas a hombres y mujeres. En la siguiente cita se relata cómo la participación de hombres era mayoritaria en las organizaciones y se mantenía en el tiempo, mientras que las mujeres asumían más comúnmente el cuidado de hijas/os cuando comenzaban a tener relaciones interpersonales y, por tanto, muchas veces eran ellas las que salían de la organización:

Era muy lógico, mayoritariamente, era muy poco común de que se viniera la compañera, y el compañero quedara cuidándose a los niños en la casa, aquí o en el exilio. Qué sé yo, era poco común. No sé si hubo alguno en realidad. Poco común también que la pareja, los dos se vinieran […]. Claro eran más hombres. Si ves la cantidad de muertos que hay del MIR, no sé un 70% o más son hombres. (Entrevista 8, entrevista semiestructurada, abril de 2018)

Como se menciona, se reconocen posiciones de género diferenciadas que repercuten en las posibilidades de acción y movilidad de las/os militantes, que se enmarcan en los mandatos sexo-genéricos de la familia nuclear tradicional, especialmente respecto del rol de mujer-cuidadora del hogar e hijos/as. Aunque la militancia de mujeres en grupos armados rompía con las expectativas tradicionales asignadas a las mujeres en la sociedad en general, ya que asumían una práctica de acción directa alejada del ideal de femineidad, para algunas la conformación de familias no resultó ser un espacio excepcional a estas lógicas conservadoras, puesto que se volvían a inscribir estos roles reproductivos como lo “lógico” y lo “común”. Así, se dio en algunas de ellas, una nueva re-inscripción de sus cuerpos y posibilidades de ser/hacer a partir de asumir esos roles tradicionales. Este imaginario de la maternidad dominante tuvo implicancias materiales en algunas prácticas militantes, restringiendo sus posibilidades para continuar militando, mientras el rol de padre no implicó el abandono de prácticas políticas. En la siguiente cita se condensan estos cambios, cuando la mujer que recuerda destaca que sus roles pasaron a ser sólo labores de “apoyo” en la organización —mientras reproducía el rol de madre cuidadora— en tanto su pareja se mantenía en la acción directa:

Las señoras nos veían, que los maridos salían a trabajar y nosotros nos quedábamos con los niños. Y nosotros participábamos y como todavía no teníamos una estructura muy clara ahí para nosotras, entonces era como de apoyo, y cuando salíamos como que nos turnábamos pa’ cuidar a los cabros chicos entre las mujeres, y ahí salíamos. Ahí fuimos más “señoras de”, esa como estructura de mujeres casadas. Mujeres de izquierda, de avanzadas nada, en ese año no, nada. Eran puras mujeres, éramos simples mujeres casadas. [...] yo siempre tuve cargos de direcciones. Siempre. Desde muy temprano, a pesar de mi marido debo decirlo. A él no le gustaba mucho, un poco de esa cosa de como de protección. Y como yo era porfiadita. […] pero operativamente no, oye siempre yo iba atrás, de apoyo, iba a ir como mujer, pero quien hacía las cosas directas eran los compañeros. (Entrevista 1, entrevista semiestructurada, enero de 2018)

El mandato de la maternidad implicaba la delimitación del espacio de cuidado de hijas/os, pero también una restricción en las labores asignadas, marginándolas de operaciones centrales. El imaginario materno tensiona la figura tradicional del/la militante, ya que al asumir el rol del cuidado se vinculan a tareas secundarias y las posibilidades de actividad política se subordinan al “apoyo” de acciones más relevantes. En el caso de la entrevistada, incluso teniendo asignadas tareas de dirigencia, su rol directivo se posiciona como conflictivo al interior de la estructura familiar, ya que parece ir en contra de lo que correspondería a una mujer militante que además era madre, reconociendo la molestia de su pareja y su “porfía” como señales de que un papel dirigente y reproductivo que escapaba de los marcos esperados.

4.2 Familia y militancia

Los vínculos familiares aparecen como un espacio de militancia diferente que implicó adaptarse y sobrellevar situaciones que les tocó cruzar: en la acción directa, como punto de contacto, en la cárcel, en la clandestinidad, entre otras actuaciones. Diversas memorias sostienen que formar una familia podía significar un obstáculo para las tareas que llevaban para la organización, y que generaba inseguridad frente a la constante amenaza de represión y violencia de parte de instituciones del Estado. Tal como reflejan los siguientes relatos, se hace referencia a la elección que realizaban algunos/as militantes de no formar lazos familiares por la responsabilidad y el riesgo que conllevaba para su seguridad:

Muchos pensaban así. Porque era una responsabilidad grande, tener hijos sabiendo de que uno se podía morir, que la compañera también se podía morir y dejarlos solos ahí. Muchos no tuvieron hijos, pero, muchos tenían hijos y la compañera se iba pa’ afuera con el hijo y él se quedaba acá. O la compañera se quedaba allá y ellos volvían (Entrevista 8, entrevista semiestructurada, abril de 2018)

No, en el fondo uno optaba a no tener lazos porque en lo que estabas metido te podían matar, por lo tanto, era doloroso, y hubo caso en que compañeros fueron obligados a hablar bajo la tortura de su esposa, que no estaban, que no tenían nada que ver. (Entrevista 3, entrevista semiestructurada, enero de 2018)

Los relatos expresan que los vínculos familiares añadían cierta complejidad a las exigencias de militar en una organización armada. Algunas de las dificultades señaladas tienen que ver con contingencias tales como los peligros de la vida clandestina, el nomadismo que eso implicaba, los desafíos del reciente exilio en algunos casos o la separación de familias entre el retorno y la permanencia en otros países, el riesgo del encarcelamiento y la tortura, el cuidado de hijos/as, la imposibilidad de trabajar, entre otros factores.

Sin embargo, las prácticas familiares en la militancia también hablan de las posibilidades estratégicas de estos roles tradicionales en la organización política y los quehaceres cotidianos de sus colectivos. En algunos casos se recuerda cómo la vida paralela a la acción directa permitió agencias específicas para las mujeres. Esta “doble vida” donde se siguieron realizando rutinas domésticas, operaba como una “pantalla” que despejaba sospechas de formar parte de una militancia armada.

Se reconocen espacios de acción que posibilitaron resistencias y que favorecieron a sus organizaciones. En la siguiente cita, la experiencia que narra una de las entrevistadas da cuenta de cómo sus vínculos familiares y las expectativas que se tenían de ella como madre le permitieron llevar a cabo un plan junto con su suegra, donde simularon realizar una bienvenida para su hijo recién nacido con el fin de despistar a la Central Nacional de Inteligencia que les perseguía, para poder escapar:

Llenamos la casa con críos y todo, porque nos empezaron a molestar los CNI, entonces ellos se quedaban afuera hasta un momento (…) Había tenido al niño, lo sacamos… como te digo, la CNI estaba ahí afuera (…) nos fuimos, para que ellos vieran que íbamos a la casa de mi suegra y pasamos todavía por ahí y mi suegra nos estaba esperando en una esquinita para decirnos “hola” y conocer al niño porque sabía que teníamos que irnos. Entonces ellos creyeron que como tenían todo el entorno vigilado, nosotros íbamos a llegar allá no más, entonces de ahí hicimos una vuelta loca y yo no sé ya pa’ dónde llegamos. De ahí salimos. De ahí empezó la clandestinidad más fuerte. (Entrevista 6, entrevista semiestructurada, abril de 2018)

Resulta interesante observar la maternidad y los vínculos familiares como lugares que permiten burlar las vigilancias de los organismos represivos, utilizando imaginarios sociales tradicionales para difuminar las acciones militantes. El recuerdo refleja cómo a través de los vínculos familiares se conformaban estrategias y formas de solidaridad que se activaban de manera muy efectiva en situaciones extremas, lo que favorecía la continuidad de la práctica militante.

Otro ejemplo de un uso estratégico de la maternidad se encuentra en las experiencias de cárcel que algunas vivieron siendo madres. La comprensión sexista de las madres reproducida al interior de estos recintos, es recordada como una imagen que les permitió ser escuchadas como mujeres válidas, diferenciarse de presas comunes y exigir reivindicaciones que favorecieron al conjunto de detenidas, e incluso a los compañeros detenidos en otros recintos. En el relato se destaca cómo la posición de madre se fusionó con una idea heroica de la lucha armada, permitiendo cierto estatus al interior de las cárceles:

Nos veían con los hijos también, entonces esta cosa de la imagen materna para los gendarmes y para los presos en general. “No, que ellas son luchadoras sociales y son madres”, y nos veían con los hijos pasar por los pasillos de la cárcel y nadie, nadie, nos hacía ningún gesto. Todo lo contrario. Se alegraban de ver a niños. Era como una alegría saber que había niños que estaban dentro de la cárcel. (Entrevista 1, entrevista semiestructurada, enero de 2018)

La representación simbólica de “la familia” como un núcleo moral en los imaginarios sociales conservadores de esa época, reportó algunos beneficios tácticos que fueron utilizados en las operaciones de la organización. En el siguiente ejemplo, la mujer explica cómo la vida pública en familia permitía a la organización realizar actividades legales para su financiación y operación en terreno (como extraer gente específica de los territorios o esconderla por un periodo de tiempo), y también ubicarse económicamente en una situación de privilegio respecto de otros/as compañeros/as de militancia para mantener esa pantalla de apoyo. Esto nos permite visibilizar cómo los vínculos familiares y las construcciones de la maternidad están también atravesadas por otras formas de diferenciación social, tales como la clase:

Yo estaba bastante legal, tenía una vida legal. La tenía que cuidar como tesoro... era como un tesoro para nosotros. Para la organización era un tesoro mi vida legal, porque significaba un montón de cosas, que yo podía arrendar auto, podía comprar pasajes, podía hacer miles de cosas que la gente no podía hacer…Esa vida legal y además más o menos como de buen pasar que teníamos nosotros, que nosotros no éramos pobres paupérrimos. Permitía una pantalla, permitía un montón de cosas. Yo saqué gente de aquí al norte para esconderla después de una operación, y la saque como empleada. La llevo a no sé qué, a alguna ciudad del norte y pasamos toda la policía con la leyenda de la empleada que llevábamos para conocer la casa de veraneo. (Entrevista 4, entrevista semiestructurada, mayo de 2018)

Se verifican a partir de la militancia ciertas prácticas performativas de modelos familiares tradicionales que dieron movilidad y visibilidad pública, pero a la vez, posibilitaron seguir articuladas a la acción militante. Se plantea que hacer “pantallas de…” les otorgó realizar acciones estratégicas para su colectivo. Algunos testimonios hablan de cómo ciertas “pantallas” con relación a parecer de una clase alta —vivir con la familia en ciertos barrios acomodados— permitía estar menos propenso a ser objeto de sospecha y, por tanto, apoyar acciones de sus grupos.

Ahora bien, los vínculos familiares no sólo incidieron en la distribución de tareas, sino también en las formas de subjetivación militante observadas en las prácticas de memoria. En las entrevistas se recuerdan las participaciones en las organizaciones revolucionarias y los efectos que tuvo sobre sus vínculos familiares hasta la actualidad. En particular, la relación de militantes con sus hijos/as es un tema importante cuando se analizan acciones políticas del pasado desde el presente. El cuidado de hijos/as emerge como un campo controvertido, donde surgen relatos que dan cuenta de hijos/as que interpretan las actividades políticas de sus padres con admiración, pero también otros casos donde los/las hijos/as ponderan los peligros de la militancia de sus progenitores/as como prácticas contraproducentes para sí mismos/as.

Algunas recalcan que sus acciones fueron juzgadas desde las expectativas de lo que una mujer debe hacer en su rol de madre, pero también, por lo que debía ser “buen/a militante/a” para la organización. Esta tensión se vuelve significativa en las madres que dejaron a hijos/as en el exilio en un momento de la dictadura, y debieron volver por orden de su organización de forma clandestina. No sólo algunas de ellas son interpeladas por sus propios/as hijos o sus grupos familiares, sino también por otras militantes que cuestionan el desapego que tuvieron. En el siguiente relato, se critica a la organización que decidió este tipo de medidas y que afectó las trayectorias de algunas mujeres:

La opinión que habían de las compañeras que hicieron el retorno y que también tú lo puedes ver en ese documental que hace la hija del XXX, sobre las que dejaron a sus hijos… La sanción que hay hacia ellas. Yo tenía compañeras cuando yo estaba presa, que habían dejado a sus hijos y dentro de mi grupo éramos doce en ese minuto, no éramos muchas, teníamos una diferencia súper fuerte de si yo hubiese tenido, si “yo no puedo entenderte que hayas dejado a tus hijos y te hayas venido, el partido estuvo equivocado en aceptar eso porque al menos tú deberías haberlos criado”. Yo no porque después de que nació mi hija yo no me resté, hice muchas cosas y hoy día pienso como expuse a XXX. Yo fui a muchos puntos con armas en los pañales. (Entrevista 2, entrevista semiestructurada, enero de 2018)

En recuerdos como éste se ve cómo las expectativas normativas que se tienen del funcionamiento del cuidado de las/os hijas/os significan hasta la actualidad un punto conflictivo para exmilitantes madres que manifiestan sensaciones de culpa.

4.3 “Mujer” como lugar estratégico

Reforzando la idea de que las posiciones de madre no se definen únicamente desde restricciones, las memorias resultan instituyentes porque visibilizan oportunidades de agencia y resistencia desde roles que se utilizan estratégicamente. Las posibilidades de coalición política entre mujeres militantes refieren a las potencialidades del uso de la posición “mujer” como un lugar táctico, desafiando dicotomías donde lo femenino suele equipararse a lo subordinado. En el siguiente relato, la ex-militante da cuenta de su paso por la prisión destacando una falsa imagen victimizante que los gendarmes se hicieron de ella, lo que le significó recibir menores castigos en comparación a otras/os compañeros/as:

La pobre niña que, siguiendo al marido, se quedó presa por seguir al marido, por amor. Tenían como ese relato que ellos mismos se hicieron. Yo tenía cara de niña también, sentían como que querían protegernos de este mundo tan oscuro. (…) Ese tipo de situaciones, llegar a una cárcel donde estás sola no hay nada que hacer. Pero aun así logras establecer relaciones con otras personas. Entonces no es una prisión, la prisión se vuelve otra cosa no es la del pobre individuo que está pagando sus pecados. Nosotros la reivindicamos así siempre fue reivindicada así, no es que yo me lo mereciera pero estoy aquí y estoy entera y esta prisión a mí no me va a quebrar y eso fue permanente y eso fue parte de la lucha, por lo menos de las mujeres. (Entrevista 1, entrevista semiestructurada, enero de 2018)

El relato muestra las formas en que el estereotipo sexista de “mujer de familia” le aseguraba cierta protección dentro de un contexto tan complejo como el encarcelamiento, pero por sobre todo no asume la posición de víctima, resignificando el paso por la prisión como una instancia en que se reafirma la lucha social y se articulan grupos de mujeres. Esta experiencia no solo se refiere a la supervivencia individual, sino se enmarca en un proyecto más amplio como organización, un ejercicio reflexivo que apela a la coalición y a una reivindicación que se colectiviza.

Tanto dentro como fuera de la cárcel, los recuerdos hablan de cómo se utilizó estratégicamente la posición de “mujer”, destacando la potencialidad de organizarse y trabajar en grupo como forma de enfrentar las adversidades y contribuir a la lucha. El siguiente relato profundiza en cómo la violencia de género al interior de las relaciones afectivas lograba agrupar a las mujeres, permitiendo otras coaliciones que delataban la urgencia de reunirse más allá del vínculo con la izquierda tradicional:

Entre las compañeras era como, era también desde “no, no puedes aguantar esto”. Pero yo creo que era eso, “¿cómo vas a aguantar que esta persona te pegue así?”… o “¿por qué no le devolví?”, digamos, y más que eso era como devuélvele. Y lo que se hicieron eran como algunos grupitos chiquititos que logramos y era sacarle la chucha1 (…) hoy día yo digo es la solidaridad de género. No fue otra cosa, no había ideología, sino que esta persona, que uno dice, no se la va a llevar gratis. (Entrevista 2, entrevista semiestructurada, enero de 2018)

Los recuerdos dan cuenta de una organización que desafía las prácticas habituales al interior de las organizaciones, desde una relación de colaboración reflexiva, deliberada, pero contingente. En la cita siguiente se ve cómo en circunstancias dolorosas se remueven afectos que emergen como una plataforma de acción política. Se destaca que estos posicionamientos permitieron a mujeres retenidas organizarse más rápidamente que los hombres de sus organizaciones detenidos en otros centros penitenciarios. Incluso se recuerda que algunas de las primeras declaraciones de la organización estando en prisión, salen de los colectivos de mujeres detenidas:

Nosotras no podíamos dejar la huelga de hambre hasta que nos trajeran a nuestras compañeras. Porque nos golpearon, nos apalearon, hicieron mierda la celda, nos sacaron todo. Todo eso, donde teníamos los talleres, eso, era un basural y nos metieron en esos calabozos y nosotros los teníamos para talleres y nos metieron ahí. Todas apaleadas, adoloridas, con huelgas de hambre, en pleno invierno. Entonces ese movimiento empezó por nosotras y el resto de los compañeros se acoplaron. (Entrevista 1, entrevista semiestructurada, enero de 2018)

El contexto carcelario resulta interesante de observar en tanto permitió el desarrollo de vínculos afectivos, donde las formas de solidaridad no sólo emergieron entre las mujeres encarceladas, sino también entre las presas y las trabajadoras de los recintos penitenciarios. En algunas experiencias que son rememoradas por las militantes, se narra la consolidación de vínculos colaborativos con gendarmes, recordando situaciones como largas conversaciones, consideraciones especiales por parte de vigilantes o incluso prácticas de cuidado. En la siguiente cita es posible ilustrar estas solidaridades afectivas a través de una anécdota:

Ese Año Nuevo, la XXX —que era la gendarme que nos cuidaba porque estábamos solas todas en un patio— estaba furiosa y no cachábamos por qué, y nos encerraron a la misma hora que nos encerraban siempre, a las ocho. Ella no cerró las puertas, sino que dijo “ya, no les voy a cerrar porque es Año Nuevo”, y todo el rato estaba reclamando contra su marido y como a las 22:30 llega su marido y estaba enojada porque le había pedido a su marido, era banquetero, y nos trajeron una cena, puras cosas ricas, no sé, centolla […] ella, su papá había ingresado a gendarmería siendo militante del PS, que yo tampoco sabía. Y eso también se nos olvida, relatar esas cosas porque como que no le das valor, pero yo pienso hoy día ella arriesgó mucho con ese acto, pero mucho, mucho. (Entrevista 2, entrevista semiestructurada, enero de 2018)

A la luz del concepto de “solidaridad afectiva” (Hemmings, 2012), reconocemos los vínculos y posibilidades de resistencia que se construyen desde estas relaciones, pero que no responden a una coalición garantizada por ser “mujeres”, ni a una sororidad inherente a la condición de feminidad. Problematizamos las concepciones esencialistas de la empatía entre mujeres, las cuales generizan el afecto y los cuidados como características asociadas naturalmente lo femenino. Siguiendo lo planteado por Clare Hemmings, repensamos estas alianzas como procesos que se construyen bajo condiciones de posibilidad materiales y reflexiones que permiten politizar ciertas experiencias.

5 Conclusiones

El análisis realizado amplía el campo de los estudios de memoria social vinculados a militancia armada y género en América Latina. Al inscribirnos en estos lineamientos teóricos, este artículo contribuye a seguir pensando la “maternidad” y la “familia” como construcciones contextuales y dinámicas que se entrecruzan con complejas trayectorias militantes en procesos post-dictatoriales, tal como vimos en antecedentes. Las prácticas de memoria analizadas nos permiten afirmar que la maternidad no funciona como un constructo de carácter universal, fijo y atemporal; sino que más bien sus significaciones cambian contextualmente en función de relaciones contingentes y usos performativos.

Nos parece relevante destacar los puntos teóricos más significativos que surgen a partir de este ejercicio analítico. Primero, desde los recuerdos de las/los militantes, la maternidad no es planteada como un impedimento para la actividad política, sino entendida como una posición que, aun significando diversas dificultades, también potencia posibilidades estratégicas. Mientras para algunas el ser madres significó una reubicación social dentro de la militancia a labores que pueden ser consideradas como tareas generizadas, para otras, el ser madres les permitió incluso ocupar una posición de respetabilidad atribuida a la admiración que significaba ocupar ambos roles en ese escenario desfavorable para la lucha armada. Igualmente, la maternidad siendo militante se recuerda como un espacio desafiante, donde se intensifican situaciones de conflicto respecto a la vida en clandestinidad, las detenciones y/o periodos en la cárcel.

Por otro lado, se construyen algunas memorias donde se hacen valoraciones emocionales de las decisiones militantes tomadas en el pasado respecto de la maternidad y la familia, cuyo peso recae en algunas militantes mujeres que fueron cuestionadas por el desapego respecto de hijos/as por permanecer dentro de sus agrupaciones. Ahora bien, lo que nos interesa no es fijar estas relaciones afectivas en un binomio “bueno/malo”, sino más bien dar cuenta de la complejidad con que estos vínculos familiares constatan trayectorias de vidas conflictivas, atravesadas por situaciones concretas de peligro y dolor, pero también por convicciones políticas y resignificaciones de la lucha revolucionaria desde el presente. En este sentido, los recuerdos también refieren a elementos como el orgullo o la valentía de romper con patrones sociales normativos, donde las memorias refieren a procesos subjetivos que destacan las agencias y resistencias ejercidas incluso estando en un contexto familiar.

Teniendo en cuenta los hallazgos presentados, consideramos que este análisis puede continuar aportando tanto a los estudios de memoria, como a los estudios feministas que se realizan sobre procesos recientes sobre la transición a la democracia y lucha armada en el continente latinoamericano. Estas reflexiones constituyen un punto de entrada interdisciplinar con discusiones sobre historia social en América Latina, aportando a comprensiones que incorporen las relaciones de género como fenómenos fundamentales para visibilizar las omisiones presentes en la historiografía contemporánea.

Cabe decir algunas limitaciones que marcaron la construcción de este artículo. Primero, muchas de estas prácticas de memoria estuvieron atravesadas por las contingencias del presente, las cuáles se encuadraron en momentos de masificación del movimiento feminista en Chile. Creemos que, para futuros ejercicios analíticos, resulta interesante profundizar la relación entre el contexto sociopolítico del presente y las valoraciones que realizan las/los participantes, respecto al pasado. Por otro lado, aunque hacemos uso de perspectivas feministas para la construcción de este artículo, consideramos que, para estudios posteriores, se podría profundizar el empleo de metodologías feministas, explorando alternativas de localización que desafíen presunciones de objetividad y neutralidad en la investigación.

6 Agradecimientos

Esta investigación presenta resultados del proyecto FONDECYT REGULAR 1171568, titulado “Memorias de la violencia política en la transición a la democracia en Chile construida por activistas que la ejercieron durante dicho periodo”, realizado en el marco del Programa de Psicología Social de la Memoria de la Universidad de Chile y del Grupo de Trabajo Memorias Colectivas y Prácticas de resistencia de CLACSO.

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