El 17 de octubre de 2019 en Culiacán se vivió una violencia desbordante tras el fallido operativo oficial para capturar a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín Guzmán Loera —el Chapo Guzmán—. Ese día el crimen organizado incrementó la instrumentalización y la visibilidad de la violencia en el espacio público. Se trastocó la integridad de la población para que el Estado liberara a Ovidio Guzmán. Derivado del enfrentamiento entre el cártel de Sinaloa y el Estado, Culiacán fue descrito como “zona de guerra” (“Culiacán se convierte”, 2019) donde civiles indefensos quedaron atrapados en los enfrentamientos.
El cártel de Sinaloa mostró su poder para hacer uso de la fuerza. Retomando a Rossana Reguillo (2012, p. 13), se evidenció el control geopolítico del territorio, el uso de una violencia instrumental y el aumento de una violencia expresiva “que busca afirmar, dominar, exhibir los símbolos de su poder total”. Esto, a través de: balaceras con armas de alto calibre; presencia de hombres armados —mayoritariamente jóvenes— que establecían puntos de control y de enfrentamiento; robo e incendio de vehículos para el bloqueo de vialidades, puentes y puntos de acceso a la ciudad; secuestro y sometimiento de militares y de sus familias; y fuga de reos de la penitenciaria.
La ciudad de Culiacán se convirtió en víctima (Lettieri, 2020). En distintos materiales audiovisuales se captó a personas resguardándose en medio de las refriegas. Hubo quienes pasaron la noche en tiendas departamentales y en hogares de civiles (Olazábal, 2019). En otros vídeos, las calles se veían desoladas. Se paralizó el comercio, cerraron hoteles, tiendas departamentales y el aeropuerto, se suspendió el servicio de transporte público y privado (“Se paralizó”, 2019).
En la opinión pública predominó la descalificación a la estrategia del Gobierno. El 17 de octubre de 2019 fue considerado como uno de los días más difíciles del primer año de gobierno del presidente López Obrador (Morales y Villa, 2020). El culiacanazo asentó un precedente en la historia del narcotráfico y la violencia en México. Se estimó que la estrategia fue una operación fallida (Cuamea, 2019), una claudicación del Estado ante el cártel de Sinaloa (Johnson, 2020), una derrota del ejército y el Gobierno Federal (Ordaz, 2020), una muestra de ingobernabilidad (Valdez, 2019). Para Philip Johnson (2020), esto podría desanimar a la ciudadanía y debilitar la legitimidad del Gobierno en la lucha contra el narcotráfico.
Un posicionamiento favorable en la opinión pública fue el reconocimiento que hizo el Gobierno de México sobre el riesgo en el que se encontraba la ciudadanía. Se valoró la vida de civiles y militares por encima de la captura de Ovidio Guzman. Para el Presidente de México, lo más importante fue salvaguardar a la población y evitar una masacre (“AMLO: La estrategia”, 2019; “Los Chapitos”, 2019). Así lo declaró el Presidente:
La decisión la tomó el gabinete de seguridad de manera conjunta, colegiada, los secretarios de Marina, de la Defensa, de Seguridad Pública. Yo respaldé esa postura porque considero que lo más importante es la protección de las personas. Lo más importante es que no haya muertos. (Citado en Morales y Villa, 2020, párr.15)
Esta decisión se tomó para proteger a los ciudadanos. Es que no se puede apagar el fuego con el fuego […] Nosotros no queremos muertos, no queremos la guerra. (Citado en “Respaldé la liberación”, 2019, párr. 4)
En otras publicaciones, reconocemos que en Sinaloa el narcotráfico es un asunto cultural que genera sentidos, creencias, identidades, memoria colectiva, prácticas sociales y productos que no son exclusivos de personas relacionadas al narcotráfico (Moreno et al., 2016; Valenzuela et al., 2017). Además, resaltamos la necesidad de atender el contexto desde un posiconamiento histórico, social y cultural (Almonacid, 2016) para comprender las formas en las que la ciudadanía convive, coexiste y significa el narcotráfico a partir de su proximidad (Moreno y Flores, 2015).
En este artículo nos aproximamos al culiacanazo entendiéndolo como un entramado de “violencias híbridas” (Jiménez, 2018). Reconocemos que el discurso oficial se limita a los efectos visibles del enfrentamiento entre crimen organizado y el Estado, esto es, los muertos y heridos, los daños materiales y las pérdidas económicas. Sin embargo, el culiacanazo visibiliza otras formas de transgresión enraizadas en; la vida cotidiana, por ejemplo, el miedo y la inseguridad (Reyes-Sosa et al., 2015); la proximidad, convivencia y aceptación del narcotráfico (Moreno y Flores, 2015); la acentuación de la desigualdad social y trivialización de la violencia (Moreno et al., 2016); las expectativas de vida y legitimación de la narcocultura (Mondaca, 2012); la vulnerabilidad de los jóvenes, los juvenicidios, la violencia como espectáculo y la normalización del horror (Berlanga, 2015; Valenzuela, 2019); la corrupción y debilidad de las autoridades en el combate al narcotráfico (Astorga, 2015); y el daño, la impunidad y la invisibilización de las víctimas (Ovalle, 2010).
En continuidad con lo anterior, consideramos importante comprender el pensamiento cotidiano a través del discurso, las vivencias e interpretaciones de la violencia desde las experiencias y el contexto sociohistórico de las juventudes (Domènech e Íñiguez, 2002; Nateras, 2016). Reconocemos que las y los jóvenes en México construyen sus experiencias y sentidos en espacios permeados por el narcotráfico y el crimen organizado. Como sugiere Reguillo (2013, p. 15), las juventudes en su vida cotidiana “codifican, a través de símbolos y lenguajes diversos, la esperanza y el miedo. En su configuración, en sus estrategias, en sus formas de interacción comunicativa, en sus percepciones del mundo, hay un texto social que espera ser descifrado”. En este artículo nos preguntamos, ¿Cuáles fueron las experiencias de las y los jóvenes durante el culiacanazo?, ¿Cómo interpretan y qué sentidos construyen sobre el acontecimiento?, ¿Cuáles fueron las prácticas, formas de interacción y estrategias de apoyo social durante el evento?, ¿Qué relevancia tuvo y cómo se generó, difundió, apropió y usó la información durante el culiacanazo?, ¿Cuáles son las significaciones construidas sobre el narcotráfico, los narcotraficantes, la violencia y el gobierno después del culiacanazo?
Realizamos un estudio de caso cualitativo, para comprender el acontecimiento del culiacanazo desde las prácticas y perspectivas de las personas situadas en su propio contexto (Stake, 1998/1999). Asumimos que el estudio de caso es dinámico e implica el análisis detallado de un ejemplo en acción (Álvarez y Maroto, 2012) para comprender la actividad e interacción de un caso o acontecimiento particular en circunstancias específicas (Stake, 1998/1999).
Posterior a los acontecimientos violentos, en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) retomamos nuestras actividades académicas el lunes 21 de octubre de 2019. El reencuentro con las y los estudiantes universitarios en las aulas nos exigía la reflexión sobre los acontecimientos violentos vividos. Siguiendo a Octavio Nateras y Jorge Mendoza (2016), asumimos las aulas como espacio de intercambio y socialización para analizar las situaciones y significaciones culturales de problemáticas que trastocan a las y los estudiantes en su localidad.
En un primer momento, propiciamos el diálogo con estudiantes de 3 cursos de la Facultad de Psicología, UAS: 2 grupos de primer semestre y 1 grupo de séptimo semestre. Planteamos “el culiacanazo” como un tema generador (Freire, 1970/1987). Anotamos 3 preguntas en la pizarra: 1) ¿Qué pasó en Culiacán el 17 de octubre?, 2) ¿Cómo y dónde viviste la experiencia?, 3) ¿Qué piensas de los acontecimientos ocurridos? Posteriormente, invitamos a las y los estudiantes a escribir un relato para ampliar las experiencias. Recopilamos 60 relatos cortos, de 1 a 3 cuartillas cada uno1. Fueron elaborados en un tiempo de 30 a 45 minutos.
En una primera fase de análisis reflexionamos y discutimos la práctica realizada en las aulas. Además, realizamos lecturas de los relatos recopilados para identificar experiencias recurrentes. A partir de estos materiales elaboramos un guión de entrevista orientado por los siguientes ejes temáticos: 1) ubicación, reconocimiento y descripción de acontecimientos; 2) acciones realizadas, pensamientos y sentimientos asociados a los acontecimientos violentos; 3) acceso, difusión, apropiación de la información y rumores de hechos violentos durante y posterior al evento; y 4) valoraciones sobre la violencia, el narcotráfico, los narcotraficantes y las acciones de gobierno.
Tema | Subtema | Categorías |
Reconocimiento y descripción del acontecimiento | Acontecimientos | Balaceras, Bazucas, Lanza granadas, Incendios, Explosión, Asesinatos, Asaltos, Robos, Fuga de reos, Militares rehenes, Amenazas. |
Afectación directa | Muertes, Heridos, Pérdidas, Afectación a Otros. | |
Percepción de la ciudad | Ciudad en guerra, Ciudad destruida, Ciudad bloqueada, Ciudad tomada, Ciudad paralizada, Ciudad sola, Ciudad unida, Inseguridad, Situación grave, Peligro, Riesgo, Tragedia. | |
Sentimientos | Miedo, Pánico, Desesperación, Tristeza, Tensión, Preocupación, Alerta, Shock. | |
Acceso, difusión y apropiación de la información | Formas de acceso | Llamadas, Redes sociales, WhatsApp, Facebook, Televisión, Noticias, Noticias falsas. |
Comunicación y contacto | Familia, Amistades, Vecinas(os), Compañeras(os) escolares, Compañeras(os) de trabajo, Novia(o). | |
Difusión y apropiación de información | Información, Rumores, Mensajes, Audios, Fotos, Videos, Memes, Publicaciones en redes sociales. | |
Sentimientos | Miedo, Pánico, Tristeza, Tensión, Preocupación, Alerta, Shock. | |
Redes de apoyo | Contacto | Informar, Mantener comunicación, Advertencia. |
Ciudad unida | Resguardarse, Refugio, Reciprocidad, Calidad humana. | |
Ideas asociadas a la violencia, el narcotráfico y el gobierno, | Violencia | Inseguridad, Peligro, Riesgo, Daño, Muerte, Víctimas. |
Narcotráfico | Narcotráficante, Narcocultura, Apología, Proximidad, Normalización, Minimización, Poder, Desempleo, Trabajo, Economía, Impunidad. | |
Gobierno | Captura de Ovidio Guzmán, Liberación de Ovidio Guzmán, Guerra, Corrupción, Complicidad, Insuficiencia, Debilidad, Operativo fallido, Mala planeación, Pocas oportunidades sociales. |
Tabla 1
Descripción de temas generales, subtemas y categorías
Invitamos a las y los estudiantes a colaborar en entrevistas semiestructuradas2, sólo 22 aceptaron participar. Para la fase de análisis, incluimos la totalidad de relatos escritos y las entrevistas. Transcribimos y preparamos el material (Bassi, 2015). Posteriormente, sistematizamos y analizamos los contentenidos temáticos (Braun y Clarke, 2006). Nos apoyamos en el software Atlas.ti 7 para el proceso de codificación inductiva y la elaboración de categorías (Strauss y Corbin, 1998/2002). Como sugiere Félix Vázquez (1994), agrupamos las categorías en campos temáticos por afinidad de sentido y significado (Ver tabla 1).
Los acontecimientos del 17 de octubre del 2019 irrumpieron las actividades cotidianas de la sociedad culiacanense. Las personas quedaron atrapadas en sus espacios de trabajo, casas, espacios educativos, en los trayectos para ir de un lugar a otro, al realizar actividades de ocio, etc. Un estudiante relató que cuando iniciaron los enfrentamientos sentía “sorpresa y temor, ¿cómo fue que en tan solo minutos organizaron todo eso?” (David, relato 21, octubre de 2019). Para Diana, “fue la tarde más larga de nuestra vida. Ya que fuimos testigos de fuertes enfrentamientos entre sicarios y militares/policías. Todo comenzó por la captura de Ovidio Guzmán” (Relato 16, octubre de 2019). Sandra refirió que:
Hubo diferentes desastres en la ciudad: como los carros quemados, gente desaparecida, heridos, muertos, la liberación de reos de la Penitenciaria de Aguaruto. [Había] pánico por todos lados […] nos sentíamos terriblemente expuestos y con la duda de cuánto iba a durar toda esta masacre. Estábamos retenidos por todos lados. No había ninguna salida de Culiacán que no estuviera bloqueda por esta gente [sicarios]. (Relato 24, octubre de 2019)
Laura mencionó que en Culiacán se vivía un caos. Hubo muchas personas “atrapadas en el centro […] algunas personas fueron bajadas del autobús a punta de pistola. Se quedaban en medio de todo […] Todos los locales [del centro] se encontraban cerrados” (Relato 2, octubre de 2019). En otros puntos de la ciudad:
Había militares secuestrados; patrullas, tráileres, camiones, autos particulares quemados. Niños recostados en el suelo, en las calles con sus padres, personas cargando a sus hijos corriendo para protegerse […] personas varadas en sus trabajos, centros comerciales, restaurantes, etc. (Romina, relato 19, octubre de 2019)
En distintas entrevistas la ciudad de Culiacán es decrita como: una zona de guerra, una catástrofe, una ciudad bloqueada, paralizada, destruida y descontrolada. Para Mayra, los sicarios secuestraron Culiacán, “se sentían dueños de la ciudad. Utilizaban armas sofisticadas […] No les importaba a quien podían dañar” (Relato 4, octubre de 2019). Según las entrevistas, el cártel de Sinaloa pedía a las autoridades la liberación de Ovidio Guzmán:
O si no, la iban a agarrar con todo el mundo. Al ver que no cedieron, cumplieron con su amenaza y comenzaron a destruir la ciudad, sin importar los inocentes que podrían salir dañados […] los sicarios optaron por ir al lugar donde viven los militares y sus familias para tomarlos de rehenes. Amenazaban con matarlos ahí mismo. (Irma, relato 6, octubre de 2019)
Para las y los jóvenes los acontecimientos violentos del culiacanazo fueron una experiencia cercana. Sirva como ejemplo la vivencia de Jazmín:
Yo estaba en la Obregón [Avenida principal de Culiacán] pasando el puente. Estábamos esperando a que nos dejáran pasar, y justamente pasaron 3 camionetas, encapuchados [hombres cubiertos del rostro] y policías. Ellos mismos [los sicarios] nos dijeron enfrente de los policías: ‘váyanse a sus casas, enciérrence. El problema no es contra ustedes. Si ven balaceras no se escondan, solamente tírense al piso’ […] Abrieron la Obregón y todos empezaron a caminar […] adelantito del Hospital Civil nos tocó ver que venían agarrándose [combatiendo] entre ellos. Lo único que nos tocó fue tirarnos al piso, y ver las balas por arriba. (Entrevista personal, noviembre de 2019)
Hubo estudiantes que desde sus casas experimentaron miedo e inseguridad: “vivo cerca de la Unidad Militar. Escuchaba como retumbaban las granadas”. Vivir en esa zona, “lejos de protegernos ese día nos horrorizaba” (Alonso, relato 3, octubre de 2019). Sobre el sector cercano a la penitenciaría, Manuel relató: “nos avisaron que habían sacado reclusos […] [sicarios] empezaron a ponerse en la entrada del aeropuerto, y nos empezaron a comunicar ‘que no saliéramos del lugar donde nos encontrábamos’. Seguían en guerra” (Relato 12, octubre de 2019).
Los acontecimientos violentos se extendían por distintos puntos de la ciudad, Brenda comentó:
Yo me sentía con mucho miedo. Vivo cerca de la UAdeO [Universidad Autónoma de Occidente]. El Humaya cerrado. Por Cinépolis también tenían cerrado. Se escuchaba todo. Se escuchaban balazos y veía como pasaban los helicópteros muy bajitos por mi casa. Mi novio estaba en sus oficinas por el Mercado de Abastos, cerca del Cuartel Militar […] él estaba solo, tenía mucho miedo, no sabía que hacer, tenía ansiedad […] No había formas de salir, y pues se sentía impotente. (Entrevista personal, noviembre de 2019)
Los acontecimientos violentos movilizaron sentimientos entre las y los jóvenes. En los relatos y entrevistas se mencionaron: miedo, pánico, horror, shock, angustia, tristeza, preocupación, desesperación, enojo, impotencia, incertidumbre. Sirva como ejemplo, la experiencia de Fedra, quien se encontraba trabajando, recibió una llamada donde le decían que ‘había balaceras por toda la ciudad’. “Me comencé a tensar. Mi cabeza se llenó de ideas, de miedo. Sentía que en cualquier momento entrarían a la plaza [comercial]. Me sentía insegura, preocupada. Muchas llamadas y mensajes comenzaron a llegar a mi celular. Me sentía atrapada” (Relato 26, octubre de 2019). Fedra recuerda que recibió una llamada de su madre, en su trayecto “[mientras conducía y hablaba] vio la camioneta de carga con la pistola encima [refiere a Barret M82] y los hombres. Ella [la madre] rompió en llanto […] Aceleró hasta llegar a casa, pero [miró] los carros quemados parando el tráfico, gente corriendo y llorando” (Relato 26, octubre de 2019). En otro testimonio, Fabiola recuerda que su novio recibió audios y vídeos de sus compañeros:
Una de ellas estaba atrapada en [la tienda] Parisina, y mandó un audio despidiéndose de ellos [sus compañeros], diciéndoles “que por favor le avisaran a sus papás donde estaba, que no podía comunicarse con ellos”. La muchacha se estaba despidiendo, se oía su desespero y su llanto. Yo la verdad quería llorar sólo de escucharla. (Relato 29, octubre de 2019)
La experiencia del culiacanazo también se vivió a través de las redes sociales. Distintos acontecimientos violentos fueron capturados, compartidos, comentados e interpretados desde las pantallas. Se generó una sociabilidad digital a través de flujos de interacción, circulación de información e intesa comunicación a través de fotografías, audios, videos, textos y estados en perfiles de redes sociales. Las y los jóvenes describen que las formas de acceso fueron: celular, llamadas, mensajes, WhatsApp, Facebook, Instagram, YouTube y Google. Para Lamberto “fue increible la información proporcionada por las redes sociales. Había vídeos más explícitos que los que pasaban por televisión” (Relato 11, octubre de 2019). Brenda recuerda que la información que se transmitía era escasa y repetitiva, “en las noticias no se decía nada. El Gobierno tampoco se pronunciaba […] estábamos en la incertidumbre. [los medios] Nada más sembraban pánico” (Entrevista personal, noviembre de 2019). En entrevista, Karime compartió:
Cuando empecé a ver los videos yo prendí la televisión. Mi abuelita empezó a buscar el canal de noticias y todo estaba saliendo en canales de noticias de México, [había] transmisiones especiales. Pero en las noticias del Canal 3, que son las noticias locales, no salía absolutamente nada […] No salíamos en noticias locales, pero estábamos saliendo en noticias nacionales, y no decían más que “había un agarre [enfrentamiento] entre narcotraficantes y gobierno”. Pero no decían cuál era la razón, qué era lo que pasaba, cuáles eran las precauciones, o qué era lo que tenía que hacer la gente. Era muy escasa la información. (Entrevista personal, diciembre de 2019)
Marcos recuerda que cuando se enteró de los acontecimientos buscó “Culiacán” en Google, y no encontró noticias sobre lo que sucedía, “hasta que encendí mi celular y abrí mis chats cuando vi el pánico en mis contactos. En el grupo [de WhatsApp] de mi salón pasaban videos de sujetos en camionetas disparando en distintos puntos de la ciudad” (Relato 1, octubre de 2019). Mayra relató que de forma inmediata comenzó a recibir información sobre lo que sucedía:
Empezaron a llegarme muchas fotos, videos y audios vía WhatsApp, en los cuales se veía como había muchísimas camionetas por la ciudad, llenas de hombres armados […] Los videos eran de todo tipo, desde personas resguardadas en edificios, hasta personas en sus autos en medio de los enfrentamientos, o detenidas en los embotellamientos provocados por los bloqueos que los mismos sicarios habían hecho. Los videos, imágenes, audios y textos que llegaban a mi teléfono, los estados de WhatsApp de mis compañeros y todo lo que había en redes sociales aumentaba mi preocupación. Me sentía ansiosa y en mi estómago había una presión, como cuando tienes mucho miedo, pero no puedes hacer nada. (Relato 4, octubre de 2019)
En los relatos se hace referencia a que la producción y compartición de contenidos lo realizaron con “la finalidad de informar las áreas donde estaba ocurriendo lo más fuerte” (Emilio, relato 11, octubre de 2019), para que “las personas se cuidaran en los sectores que estaban sucediendo [los enfrentamientos], que se alejaran de ahí” (Karely, relato 9, octubre de 2019), para “prevenir que la gente saliera de sus casas y del lugar donde se encontraban, que cuidaran de su familia y conocieran el desastre que estaba ocurriendo” (Manuel, relato 12, octubre de 2019).
Hubo jóvenes que decidieron no compartir los contenidos que recibían. Para Diana los materiales eran fuentes de pánico, “yo al recibirlos no los compartí para no fomentar el miedo” (Relato 22, octubre de 2019). Martín decidió no difundir material para no preocupar a familiares o amistades que viven fuera de Sinaloa (Relato 5, octubre de 2019). También, recibir los materiales provocaba reacciones emocionales y esa era una razón para no difundirlos, porque los contenidos “me preocupaban más” (Angelica, relato 8, octubre de 2019), “me salí del grupo de mi salón porque mandaban muchos videos que me ponían más nerviosa” (Karely, relato 9, octubre de 2019), “estuve viendo en redes sociales todo lo ocurrido, llegó un momento que ya no seguí porque mi preocupación y miedo engrandecía” (Ernesto, relato 22, octubre de 2019).
Para Mayra los materiales que circulaban sobre el culiacanazo eran propicios para aumentar situaciones de crisis, difundir el pánico y rumores porque “cualquier mensaje que dijera ‘reenviado’ sería creible para la mayoría de las personas” (Relato 4, octubre de 2019). Brenda compartió que ante la falta de información oficial, o emitida desde fuentes fidedignas, con celeridad en redes sociales se expandía gran cantidad de información de la que “no sabíamos si era verdad, si eran rumores nada más, si eran noticias falsas. No se decía nada. El Gobierno tampoco se prounciaba, estábamos en la incertidumbre” (Entrevista personal, noviembre de 2019).
En el relato 19 se describe que al inicio circuló un rumor sobre “una posible muerte o detención de Ivan [Archivaldo] Guzmán3” acompañado de audios que exigían “la liberación de esta persona, y videos de sicarios en camionetas, fuertemente armados, disparando y recorriendo la ciudad” (Juan, relato19, octubre de 2019). En ese momento, circulaban mensajes imprecisos sobre acontecimientos violentos en la ciudad. Raquel recuerda que recibió un mensaje de su mamá, le decía “que no saliéramos de casa para nada, porque estaban diciendo en redes sociales que la balacera se expandiría por todo Culiacán” (Relato15, octubre de 2019). En otros materiales se advertía no ir a lugares específicos, Guadalupe relató que en un grupo de WhatsApp de su familia recibió “notas de voz enviadas por supuestos punteros [jóvenes vigilantes del narcotráfico], diciéndo ‘que se pondría feo el asunto. Que habían capturado al capo grande e irían por él’” (Relato 32, octubre de 2019). Otros audios advertían que no se debía ir a las salidas de la ciudad “porque pues van a venir gente [más sicarios] de no sé donde, de la sierra, de Costa Rica, de El Dorado, o sea, que iba a venir gente de el Mayo [refiere a Ismael ‘el Mayo Zambada’]”. En redes sociales comenzaron a circular videos de despojo de automóviles a civiles, de automóviles quemados, bloqueando puentes y calles de la ciudad. Karime resaltó que “también empezaron a decir [por redes sociales] que [los sicarios] iban a tomar la unidad militar […] que iban a capturar a las familias [de los militares]” (Entrevista personal, diciembre de 2019). Sobre este acontecimiento Jazmín compartió que sus sobrinos “estaban recibiendo videos y decían ‘que tenían familiares [de los militares], que los iban a quemar, que los tenían amenazados” (Entrevista personal, noviembre de 2019).
En los testimonios también se hizo referencia a rumores sobre el reclutamiento de población civil para defender a Ovidio Guzmán (Martha, relato 18, octubre de 2019). Circularon mensajes de texto que decían “ofrecemos $20,000.00 pesos a quien salga a defender al patrón” (Fedra, relato 26, octubre de 2019). Se ofrecía esa cantidad de dinero “a quien saliera a matar militares con tal de encontrar a Ovidio” (Guadalupe, relato 32, octubre de 2019).
También circulaban rumores sobre agresiones y captura de la población civil, “mi papá fue el que me dijo ‘que estaban disparando para que liberaran al hijo del Chapo. Que si no [lo liberaban] iban a ir casa por casa hasta que lo liberaran. Se rumoraba que tardaría días” (Nicole, relato 2, octubre de 2019). En el relato 30 se menciona que cuando llegó la información sobre la liberación de los presos de la Penitenciaría de Aguaruto, también circuló el rumor de que “empezarían a agarrar rehenes, los iban a ejecutar cada cierto tiempo hasta que hubiera respuesta del Gobierno” (Jaime, relato 30, octubre de 2019).
Conforme continuaban los acontecimientos violentos se intensificaba la difusión de rumores, por ejemplo, circuló información sobre la liberación de reos de la Penitenciaría de Aguaruto, y “hubo rumores de que hasta el aeropuerto habían tomado [los sicarios]” (Sofía, relato 24, octubre de 2019). También se difundieron mensajes sobre la suspensión de electricidad y de señal de telefonía (Mercedes, entrevista personal, diciembre de 2019). Había mensajes que indicaban que habría un toque de queda, “en dicho mensaje también se daba la adveretencia de que nadie saliera a las calles después de las 7:00 pm” (Humberto, relato 26, octubre de 2019). Una estudiante relató que sus amistades le informaban sobre el toque de queda y sobre el corte en las vías de comunicación:
No sabía si era real, o si estaban exagerando las cosas. Por otras fuentes me llegaba la misma información, lo que causó más preocupación. No sabía hasta cuando iba a durar esta situación, al parecer se podía extender hasta días si no obtenían lo que querían [la liberación de Ovidio]. (Janeth, relato 25, octubre de 2019)
Durante los acontecimientos violentos hubo parte de la población civil que acompañó y apoyó a otras personas afectadas. A través de las redes sociales se establecieron canales de comunicación que favorecieron la interacción en tiempo real, sirvieron para compartir experiencias, valoraciones y percepciones sobre los acontecimientos violentos. A la vez, en estos medios se propiciaron prácticas de acompañamiento y redes de apoyo. Así compartió su experiencia Gabriela:
Cuando llegué a casa me encontré con una ola de mensajes, llamadas, notificaciones, noticias, videos de los sucesos. Inmediatemente lo que hice fue ponerme en contacto con mi hermano, mis familiares y mis amistades. Muchos de ellos se encontraban en comercios encerrados, otros estaban en pleno centro [de la ciudad], otros tantos en sus casas. Sentía pánico por lo sucedido y una enorme incertidumbre por no saber qué pasaba con los familiares de mis amigos […] [a mis amigos] los contacté para saber si estaban bien y siempre me mantuve en contacto para saber que todo estuviera bien. (Relato 10, octubre de 2019)
Mercedes compartió que durante los acontecimientos violentos sintió especial preocupación por un amigo que se encontraba trabajando:
Era algo muy feo. Yo quería tratar, bueno, no podía hacer nada, pero pues moría por hablarle y decirle “que estuviera tranquilo, que las cosas están duras, pero que mantuviera la calma”, algo así, un tipo de apoyo en el que él no se sintiera solo […] A él lo dejaron salir [de la tienda] a las ocho, ya que se vio un poco más calmado el asunto, ya que entregaron a Ovidio … Él llegó a su casa, ya que supe le hablé y le dije “¿cómo estás?, ¿cómo te fue?, ¿qué sientes?”, así pues. (Entrevista personal, diciembre de 2019)
Otra forma de apoyo que se mencionó en los testimonios fue el ofrecer hospedaje temporal a las personas imposibilitadas para llegar a sus hogares:
Un amigo estaba en la parada [de autobús] cuando escuchó balazos y se fue a un salón [de la Universidad] a refugiarse. Cuando comenzaron otra vez, no podían salir. Encontró a una amiga que vivía cerca de la Universidad, se fue a dormir a la casa de la amiga, porque la casa de él estaba rodeada. (Nicole, relato 2, octubre de 2019)
Hubo estudiantes que quedaron refugiados en la Universidad, “uno de mis amigos se quedó encerrado en un laboratorio de la Facultad de Química. No pudo salir hasta la mañana del día siguiente” (Mayra, relato 4, octubre de 2019). También se hace referencia a la experiencia de “personas que tuvieron que dormir en supermercados, locales, escuelas o hasta en el mismo trabajo, separados de sus familias” (Lorena, relato 20, octubre de 2019), y que “en algunas tiendas [departamentales] dieron comida, un lugar para dormir y más” (Irma, relato 5, octubre de 2019). Otra muestra de apoyo social es la experiencia que nos compartió Santiago:
Enseguida me acordé de mi vecina. Yo y mi mamá fuimos a ver cómo estaba porque es una persona mayor. Hemos sabido de algunas balaceras que le ha tocado escuchar, y se ha puesto muy mal, se ha puesto muy grave. Entonces, sinceramente, en la primera persona en la que pensé en ese momento, y porque sabía que estaba sola, fue en ella. Fuimos a ver si estaba bien, y sí, en efecto, estaba resguardada con su familia. (Entrevista personal, diciembre de 2019)
Estas muestras de apoyo permitieron a las y los jóvenes reconocer que “Culiacán fue muy solidario” (Miriam, entrevista personal, noviembre de 2019), que “a pesar de todo, también se mostró una ciudad unida ante la terrible situación que pasábamos” (Tomás, relato 6, octubre de 2019). En el relato 26 se narra que aquel día había pánico en las calles, pero también “conocimos la calidad humana del culichi [refiere a personas que viven en Culiacán]. Abrieron las puertas de sus casas para cuidarse. Hoteles, supermercados ofreciendo sus servicios gratis. Un culichi ayudando a otro culichi” (Fedra, relato 26, octubre de 2019).
Cuando iniciaron los enfrentamientos las y los jóvenes consideraban que se trataba de algo puntual, distante y pasajero. Los hechos eran minimizados, “cuando mis amigos habían hecho sus comentarios por el chat, yo pensé que sería una balacera más en Culiacán, que se detendría en unos minutos […] por eso no le comenté nada a mi familia” (Mayra, relato 4, octubre de 2019). Según las y los jóvenes, no se valoraba el riesgo porque se creía que los enfrentamientos eran en puntos específicos de la ciudad, “una prima me llamó diciéndome lo que estaba pasando. No le dimos importancia porque todo inició en [el sector] 3 Ríos y nosotros estábamos lejos, por lo que sólo lo dejamos pasar” (Irma, relato 6, octubre de 2019). Daniela relató que al principio lo tomó “como algo sin importancia, ya que frecuentemente en nuestra ciudad se escuchan disparos” (Relato 18, octubre de 2019). Santiago comentó que al ver lo que circulaba en redes sociales pensó que se trataba de un enfrentamiento intrascendente, “pero ya luego vi al tipo este con la metralleta montada en la camioneta en el centro. Me di cuenta de que era algo más grave de lo que solemos vivir aquí en Culiacán […] en ese momento me sorprendió el caos y la destrucción que se generó, porque se veían videos de carros quemados” (Entrevista personal, diciembre de 2019).
Para las y los jóvenes la valoración de los acontecimientos cambió conforme la violencia aumentó en intensidad, se expandió por la ciudad y continuó por un tiempo prolongado. Es decir, ya no se trataba de algo irrelevante, sino de algo que nunca habían vivido. Romina compartió, “nunca imaginé que se convertiría en algo tan fuerte y grande” (Relato 19, octubre de 2019).
Aquella tarde la población de Culiacán se sintió desprotegida. Las y los jóvenes se reconocieron vulnerables ante la incapacidad de los cuerpos de seguridad y del gobierno. Sirvan como ejemplo las siguientes experiencias: “Un policía estaba parado en la acera, era increíble que ese día ni la policía te daba seguridad. Sentía miedo, miraba para todos lados sintiéndome acosada y perseguida, no podía dejar de estar alerta” (Helena, relato 26, octubre de 2019). A nivel gubernamental Gilberto comentó:
Yo no comprendo cómo un gobierno sabiendo que tu estado [Sinaloa] es potencialmente violento, que es la cuna del narcotráfico, no pudo preveer las situaciones de riesgo […] No fueron capaces de prevenir, de brindarles seguridad a los ciudadanos […] Se supone que si se elige un gobierno es porque representa seguridad, estabilidad, que tu sientes que con eso vas a estar seguro, que vas a poder caminar por las calles. Obviamente ese día no fue así. (Entrevista personal, diciembre de 2019)
Por otro lado, se desquebrajaron las ideas asociadas a los narcotraficantes como figuras benefactoras, que controlan, brindan seguridad, protegen el territorio y que no afectan a la ciudadanía:
Me sentí muy insegura, con miedo, tristeza, temía por la seguridad de mi familia, amigos y de la mía. Nunca creí que los narcos pudieran atentar contra la vida de nosotros solo por la liberación de ese capo [refiere a Ovidio Guzmán]. Mi concepto del narcotraficante era ‘narco contra narco’. Ahora con lo sucedido ya no estoy segura de eso. (Lorena, relato 20, octubre de 2019)
Para Miriam, los sinaloenses nos dimos cuenta “que éramos víctimas todos, porque ya nadie nos cuida. Ya no era el típico narco que cuida Culiacán. No, ahora ya estaban contra nosotros. Si el gobierno no hubiera entregado a Ovidio, quien sabe qué hubiera pasado” (Miriam, entrevista personal, octubre de 2019). En entrevista Santiago compartió:
Creo que antes las personas creían que a ellos, a nosotros nunca nos iba a pasar […] El narcotráfico no se había metido con los culichis, no se había metido con la gente. Simplemente hacían lo suyo, no extorsionaban, no secuestraban, no violaban. Pero esto cambió […] hubo un cambio drástico con lo sucedido, porque ahora sí estuvieron sus vidas en peligro. Estuvo mi vida en peligro. (Entrevista personal, diciembre de 2019)
En los relatos se describe una relación distinta con el narcotráfico. La experiencia les permitió a las y los jóvenes darse “cuenta de la realidad en que vivimos” (Janeth, relato 25, octubre de 2019). Se reconocen desde otras posiciones, por ejemplo, el que “la gente de Culiacán seguirá siendo víctima de lo que pasa, de lo que pasó y de lo que seguirá pasando. Ahora [la violencia] también afecta a la gente que no tiene nada que ver [con el narcotráfico]”. Se considera que en Sinaloa “siempre va a haber violencia, siempre estará el narcotráfico” (Nora, entrevista personal, noviembre de 2019). En entrevista Saúl reconoció que:
En esta ciudad defendíamos, decíamos “estas personas nos protegen, estas personas nos proveen ayuda, apoyo”. Aquí en Culiacán se ve como idealizado el narcotráfico. Se ve como si fuera muy justificable, es como que ellos [los narcotraficantes] hacen esto, pero te apoyan, pero te ayudan y el gobierno no lo hace, lo defienden. Entonces, me pregunto yo, “¿y ahora qué?”. Esas personas que provocaron esto no les importó que hubiera niños, no les importaba que fueran madres de familia, ni la edad que tenías, “¿dónde quedaron tus ídolos?, ¿dónde están las personas que tú defendías?” Que diferencia vivirlo, ahora “¿cómo vas a justificar?”, violencia es violencia […] Nada justifica el hecho de que lastimen a otras personas, ni que pongan a una ciudad de cabeza simplemente para obtener lo que ellos quieren. (Entrevista personal, noviembre de 2019)
En los testimonios se describe que los enfrentamientos entre el cártel de Sinaloa y las autoridades “pusieron en riesgo y en pánico a toda la ciudad de Culiacán” (Sandra, relato 24, octubre de 2019). Después de los acontecimientos las y los jóvenes valoran que el narcotráfico “es una de las cosas que más domina aquí en Sinaloa” (Ulises, entrevista personal, diciembre de 2019), “que el narcotráfico sigue, y que seguirán existiendo las tragedias, el crimen, la violencia y la inseguridad” (Raquel, entrevista personal, diciembre de 2019). Lorena compartió que después de los enfrentamientos le costó retomar sus actividades cotidianas, “tengo esa sensación de que cualquier día se puede desatar otra balacera igual o peor que la que vivimos. También quedó muy evidente que la delincuencia organizada en Culiacán es mayor que la seguridad del Estado” (Relato 20, octubre de 2019).
Según las valoraciones de las y los jóvenes “Culiacán le pertenece al narcotráfico […] no hay forma de detenerlo”, los narcotraficantes “son dueños de Culiacán” (Santiago, entrevista personal, diciembre de 2019). A partir del enfrentamiento “nos demostraron que ni el gobierno puede hacer algo contra ellos, ¿quién tiene realmente el poder?” (Karime, entrevista personal, octubre de 2019). Desde las perspectivas de las y los estudiantes:
[El enfrentamiento] es algo que se pudo haber evitado. En definitiva, fue un operativo fallido. Hay quienes hablan de “Estado fallido”. Sinceramente creo que eso es lo de menos. Lo que sí queda claro a partir de esto, es que el gobierno no tiene como enfrentarse a los narcotraficantes. (Santiago, entrevista personal, diciembre de 2019)
El culiacanazo marcó un precedente en la historia del narcotráfico y la violencia en México. El cártel de Sinaloa desplegó una violencia expresiva (Reguillo, 2012) para someter al Estado y a la población civil. Desde la experiencia de las y los jóvenes universitarios que participaron en la investigación se pusieron en tensión las percepciones, sentidos y creencias que predominantemente son asociadas al narcotráfico y los narcotraficantes. Otras investigaciones psicosociales realizadas con jóvenes en Sinaloa concluyen que el narcotráfico y los narcotraficantes son valorados positivamente. Para Hiram Reyes-Sosa et al. (2015, 2017), la valoración positiva tiene relación con la historia, las prácticas y los consumos culturales. Así como con el reconocimiento e idealización del poder adquisitivo, el estilo de vida de los narcotraficantes y la percepción de los beneficios económicos del narcotráfico. Por su parte, David Moreno y Fátima Flores (2015) señalan que la juventud sinaloense mantiene proximidad con el narcotráfico. Esto conlleva a una aceptación de la presencia y prácticas sociales relacionadas con el narcotráfico. Sirva como ejemplo, la trivialización de la violencia (Moreno et al., 2016). En este artículo, concluimos que para las y los jóvenes entrevistados el culiacanazo rompió con las ideas asociadas a los narcotraficantes como figuras benefactoras, que brindan seguridad y que no afectan a la ciudadanía. Como sugieren Reyes-Sosa et al. (2015), el narcotráfico pierde aceptación y legitimidad social cuando exhibe el uso de la violencia. A la vez, la proximidad a hechos violentos y la sensación de vulnerabilidad trastoca la forma en la que la juventud se relaciona con el narcotráfico. En este caso, las y los jóvenes manifestaron miedo, inseguridad, angustia, tristeza, preocupación, desesperación e incertidumbre. Percibieron su entorno inmediato como una zona de guerra. En este contexto las y los jóvenes identificaron un riesgo latente, reconocieron que los acontecimientos violentos les afectaban directamente y se concibieron como víctimas. Los resultados sugieren que la juventud universitaria no es indiferente, ni pasiva ante la violencia y el narcotráfico. Reconocen que son problemáticas graves, arraigadas y con un fuerte antecedente en la región, que implican riesgos y afectan la calidad de vida de la sociedad sinaloense. Siguiendo a Alfredo Nateras (2016), los acontecimientos ocurridos durante culiacanazo debilitan la percepción del Estado, propician desidentificación, desconfianza, descontento, distanciamiento y escepticisimo hacia el Gobierno, las autoridades, las políticas y las estrategias de seguridad. En este caso, las y los jóvenes reconocen la debilidad e incapacidad de los cuerpos de seguridad y del Gobierno para enfrentar al cártel de Sinaloa, garantizar protección y seguridad a la población civil.
Los acontecimientos violentos ocurridos durante el culiacanazo intensificaron la sociabilidad digital. Los hechos fueron capturados, compartidos e interpretados desde las redes sociales. Circularon rumores de pánico que configuraron formas de expresión y desahogo ante una violencia desbordante (Guevara y Martínez, 2015; Mendoza, 2016; Oseguera, 2018). La información desde fuentes oficiales y medios de comunicación fue deficiente y tardía. Esto propició que los rumores asociados a las acciones del cártel de Sinaloa propiciaran pánico, terror y desorientación de la ciudadanía. A la vez, los rumores fueron formas de comunicación que patentaban el poder del cártel de Sinaloa (Cerda et al., 2013). Las juventudes asumieron un rol activo en la producción, consumo y difusión de contenidos mediáticos de hechos violentos. Ante la falta de información oficial, estos contenidos virales sirvieron para informar, prevenir y saber qué estaba aconteciendo en tiempo real en la ciudad.
Otra forma de participación activa fue la implicación de las y los jóvenes en la construcción de redes de apoyo para acompañar, asistir y brindar seguridad a personas afectadas. También, sobresale que a pesar de la intensidad con la que se vivieron los acontecimientos violentos, una parte de la población fue solidaria y se movilizó para generar estrategias de protección y cuidado.
Las experiencias y significaciones juveniles a partir del culiacanazo ilustran que la violencia y el narcotráfico, como “todos los fenómenos sociales son producidos históricamente situados, y por lo tanto, por naturaleza, cambiantes con las épocas” (Ibáñez, 1985, p. 110). En este estudio de caso cualitativo con jóvenes universitarios, resultan insostenibles las tesis académicas y mediáticas que describen a juventudes pasivas, apáticas, influenciables por la narcocultura, que hacen apología de los narcotraficantes, que construyen sus ideales y aspiraciones de vida en torno al narcotráfico. En los testimonios de las y los jóvenes predomina la indignación ante la violencia asociada al narcotráfico. Asimismo, es visible una agencia social crítica, desde la que cuestionan su realidad social, deslegitiman y adquieren conciencia sobre la descomposición de los sistemas de seguridad del Estado. A la vez, movilizan ideas, acciones y redes para “manifestarse contra la violencia, exigir mejoras en la seguridad y para demostrar que Culiacán no es una ciudad violenta” (“Culiacan Valiente”, 2019) y visibilizar que “somos más los que queremos la paz” (Velazquez, 2019).
Artículo derivado del proyecto “Construcción social del narcotráfico y la violencia en jóvenes sinaloenses” (PRO_04_013), financiado por la Dirección General de Investigación y Posgrado de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
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