A partir de los años sesenta la masculinidad, entendida como un concepto normativo que regula y ordena las prácticas sociales de los varones, empezó a ser objeto de crítica y reflexión (Edley, 2017). Desde un enfoque de género, el problema de los varones se cuestionó a partir de las inflexiones de los movimientos y teorías feministas, dejando de lado un abordaje que tradicionalmente había sido universalista (Aguayo y Nascimento, 2016).
Este cambio en la mirada enfatizó en la construcción y producción cultural de la masculinidad, además de señalar la analítica de las relaciones de poder como base de lo que en determinada época se entiende como masculino (Kimmel, 2008; Kimmel et al., 2005). A esta tendencia se le conoce como Estudios de Género de Hombres y Masculinidades, una denominación que busca resaltar el enfoque cultural y contingente con el cuál se mira el problema, alejándose de las visiones esencialistas que consideran lo masculino como posición no marcada y medida de todas las cosas (Núñez Noriega, 2016).
Michael Kimmel (2005) identifica tres formas en cómo se ha abordado este trabajo y estudio de las masculinidades. La primera, es una propuesta antifeminista que se sirve de argumentos naturalistas y religiosos para mantener la división entre los géneros. Segundo, una propuesta que no confronta directamente el feminismo, pero sostiene los esencialismos, haciendo un llamado a una educación masculina que evite la feminización de los varones. Y, en tercer lugar, una propuesta basada en los referentes y demandas del feminismo como determinantes de una sociedad con mayor justicia y bienestar para todos.
Esta última es la que asumen los Estudios de Género de Hombres y Masculinidades. De esta forma el campo emerge como derivación de los feminismos y llama la atención sobre la necesidad de que los varones se involucren en la deconstrucción de las estructuras de género que producen relaciones inequitativas entre hombres y mujeres (Jiménez-Rodas y Morales-Herrera, 2020; Pease, 2015); se demanda una acción más directa con la erradicación de las violencias contra las mujeres (Ariza-Sosa et al., 2015; Flood, 2015; Oddone, 2017); y se amplía la discusión de lo masculino, teniéndolo como objeto de investigación y reflexión en diferentes situaciones personales y sociales como la educación, la paternidad, la salud y la sexualidad (Fleiz et al., 2008; Gómez-Etayo, 2014; Martín y Artiaga, 2017; Rios, 2015; Viveros, 2009).
En el fondo de este proceso hay una concepción no esencialista del género. El concepto describe un proceso social y cultural. La noción existe para señalar que “la biología no determina lo social y marca uno de esos momentos de transición en los cuales un proceso histórico sustituye a la evolución biológica como forma de cambio” (Connell, 2003, p. 109, cursivas del original). En otras palabras, la cuestión del género no es entendida como un asunto biológico. Se introduce en el análisis un componente social que resalta el carácter construido de las identidades y llama la atención sobre lo político de estas relaciones al desnaturalizar cualquier jerarquía basada en la división hombre/mujer.
Esta visión puede ampliarse más. No se trata de sustituir una esencia biológica por una cultural, sino orientar la pregunta sobre los marcos que determinan, posicionan y perpetúan ciertas nociones de género y concepciones de lo femenino y lo masculino. Para Judith Butler (2007) en esto consiste un trabajo genealógico, en indagar los intereses políticos que hay en los orígenes de una identidad que, de hecho, “son los efectos de instituciones, prácticas y razonamientos de origen diverso y difuso” (Butler, 2007, p. 35). En esta medida, la indagación sobre lo masculino no está orientada a decir lo que un hombre es, no es o debería ser, sino a reflexionar y preguntarse sobre las condiciones en que la masculinidad llega a ser lo que es, cómo adquiere una naturaleza factual, naturalizada y/o universal.
Una perspectiva investigativa que aporta herramientas para hacer este tipo de indagaciones es la perspectiva discursiva. Esta orienta la reflexión sobre los discursos que emergen a la hora de hablar y entender lo masculino y cómo este ejercicio no simplemente refleja una forma de representación, sino que es en sí mismo una práctica formadora de aquello a lo que se refiere (Basanta, 2014; Castellanos, 2010; Hearn, 2014; Nigel, 2001).
La concepción de discurso que hay detrás de estas tendencias resaltan su papel performativo. El discurso es entendido más allá de su función referencial y se comprende en su reflexividad, en su condición de práctica social que hace cosas, entre ellas, perpetuar o resistir determinadas relaciones de poder (Íñiguez, 2006b; Íñiguez y Antaki, 1994; Íñiguez et al., 2011). Para el caso puntual de las masculinidades, el interés se ha centrado en aquellos discursos que se ponen en práctica a la hora de hablar sobre lo masculino, y cómo estos constituyen lo que Raewyn Connell denominó masculinidad hegemónica. Una estructura normativa que, en un contexto y época específica, regula los imaginarios y prácticas sociales sobre lo que implica ser masculino. (Connell, 2003).
Algunos de estos estudios han enfatizado en la relación que existe entre discursos que ponen a lo masculino como efecto de una naturaleza esencial, articulados con figuras y retóricas de fuerza, poderío y dominancia en diferentes representaciones literarias (Ferry, 2013; Scholes, 2013). Otros han hecho hincapié sobre las relaciones que existen entre determinados discursos políticos, con tendencias autoritarias y la construcción de un ideal masculino hegemónico acorde a dicha ideología (Lobban et al., 2020; Rottenbacher, 2010; Tan, 2020). Con todo ello, las perspectivas discursivas han aportado reflexiones cruciales sobre la forma cómo se constituye una masculinidad hegemónica y cómo se relaciona con otros discursos y prácticas de dominación como el colonialismo, el racismo y la clase (Lugones, 2008; Segato, 2018).
Por otro lado, los estudios de género de hombres y masculinidades permitieron la proliferación de iniciativas que pretenden materializar, a partir de sus discursos y prácticas, alternativas al ideal de masculinidad; posturas que sean más coherentes con los principios de equidad y justicia entre los géneros y que busquen desnaturalizar las estructuras de la masculinidad hegemónica. A esta intención se conoce como masculinidades alternativas, un concepto que busca resaltar la pluralidad de la masculinidad y el objetivo de pensar lo masculino más allá del modelo patriarcal y de valores como la fuerza, la jerarquía, la heterosexualidad y la deprivación afectiva (Ariza-Sosa et al., 2015; Flood, 2015; Guzmán, 2014; Huertas et al., 2009; Keddie, 2020).
Estas iniciativas entran en confrontación con el ideal de masculinidad hegemónica. Surgen discursos alternativos que bien podrían entenderse como normas compensatorias de lo hegemónico, que buscan presentar caminos diferentes para la comprensión de los hombres y que demandan otras formas de relacionamiento de lo masculino; un proceso que en términos de Butler (2016) devela que la matriz discursiva y de relaciones que conforman a un sujeto no es una red armónica e integrada, sino un campo de antagonismos y disputas.
Los estudios de género de hombres y masculinidades, tanto en su ejercicio investigativo y conceptual, como en su dimensión política y de activismo por otras masculinidades, entran en este campo de disputa sobre los discursos que constituyen lo masculino. Este proceso, llevado a cabo por diferentes personas y organizaciones de la sociedad civil ponen en práctica diferentes discursos que constituyen otra forma de ser hombre, que trazan líneas de pensamiento y acción para entender la masculinidad y la búsqueda de alternativas o cambios.
En esta línea ubicamos nuestro trabajo. Aquí indagamos sobre los discursos que hombres pertenecientes a colectivos sociales de masculinidades utilizan para dar cuenta del proceso de búsqueda de una masculinidad alternativa. Nuestro objetivo es analizar los repertorios interpretativos que utilizan para referirse a su experiencia y representación de lo que implica este proceso. Centramos nuestro interés en cómo los participantes hablan de este cambio, a que discursos acuden y cómo se comprende la función que estas formas de hablar tienen en la construcción de una transformación de lo masculino.
Los testimonios que presentamos corresponden a 12 hombres (ver tabla 1) que han participado de entrevistas individuales, en las cuales se ha indagado por su experiencia cómo activistas; las situaciones que los llevaron a involucrarse en esta lucha; y las concepciones que tienen de la masculinidad. En su mayoría son hombres colombianos y un salvadoreño que llevan más de dos años involucrados en estos procesos y que accedieron voluntariamente a ser parte de la investigación.
Nombre | Nacionalidad | Edad |
---|---|---|
Jarlan | Salvadoreño | 52 |
Mario | Colombiano | 50 |
Benjamín | Colombiano | 65 |
Darío | Colombiano | 67 |
Felipe | Colombiano | 25 |
Víctor | Colombiano | 32 |
Ramiro | Colombiano | 38 |
Ricardo | Colombiano | 42 |
Daniel | Colombiano | 28 |
Jairo | Colombiano | 55 |
Andrés | Colombiano | 39 |
Ismael | Colombiano | 35 |
Tabla 1
Participantes de la investigación
(sus nombres han sido cambiados para garantizar el anonimato)
La perspectiva analítica y metodológica que hemos utilizado es el análisis del discurso. Al hablar de discurso no hacemos referencia a un cuerpo unificado de teorías o un método único y sistemático, sino a “prácticas muy variadas que han dado como resultado concepciones también diferentes —muy distintas entre sí—, aunque probablemente con un denominador común: la consideración del análisis de la lengua en su uso, sea ésta hablada o escrita” (Íñiguez, 2006a, p. 91).
Este interés por el uso de los discursos se fundamenta en su papel performativo, en su capacidad para hacer cosas, movilizar intenciones y, desde una perspectiva investigativa, construir versiones factuales sobre hechos o situaciones (Flick, 2007). Jonathan Potter (1998) resumió esta perspectiva a través de dos metáforas. La primera, más clásica, remite al espejo y describe un lenguaje capaz de reflejar la realidad tal cual es, la segunda, la del taller en el cual, al hablar, los sujetos están construyendo las situaciones.
Dentro de las tradiciones de análisis de discurso nos hemos inclinado por la propuesta de Jonathan Potter y Margaret Wetherell (Nigel, 2001; Potter y Wetherell, 1987; Wetherell y Potter, 1996). En su propuesta, el análisis consiste en identificar repertorios interpretativos que utilizan los hablantes y analizarlos a partir de su variabilidad y función. Con la variabilidad se llama la atención a cómo, refiriéndose a un mismo tema, existe una alusión a diversas fuentes discursivas, algunas de ellas que incluso podrían leerse como antagónicas o contradictorias. Pero esta situación, más que representar una desventaja incita a pensar la función del discurso, indagar sobre su rol en la construcción de hechos, situaciones o significados.
Los repertorios interpretativos representan sistemas de términos que los hablantes usan para evaluar y caracterizar acciones, eventos y otros fenómenos (Potter y Wetherell, 1987). Por definición están constituidos por “una restringida gama de términos usados de una manera estilística y gramatical específica. Normalmente estos términos derivan de una o más metáforas clave, y la presencia de un repertorio a menudo está señalada por ciertos tropos o figuras del discurso” (Wetherell y Potter, 1996, p. 66). El análisis del discurso consiste en un análisis de estos repertorios interpretativos y la generación de hipótesis sobre las implicaciones que estos tienen.
Con este marco metodológico realizamos el análisis de 12 entrevistas a sujetos que participan de iniciativas colectivas de hombres por la transformación de la masculinidad. La participación fue voluntaria y cada uno, una vez informados de los objetivos de la investigación, accedió a dar su testimonio. La entrevista fue semi estructurada y se aplicó de forma individual. Se definieron 4 ejes temáticos que guiaban la conversación. Estos son: 1) Experiencia sobre su participación en las iniciativas de transformación de la masculinidad; 2) Definición de la masculinidad tradicional; 3) Definición de la masculinidad alternativa; y 4) prospectivas y perspectivas de cambio. Los participantes fueron elegidos según su disponibilidad y siguiendo una estrategia de bola de nieve, de esta forma un participante iba remitiendo a otro (Izcara Palacios, 2014).
Se realizaron 4 entrevistas iniciales a hombres mayores de 50 años heterosexuales de la ciudad de Medellín, Colombia, y San Salvador, El Salvador. Después de un análisis exploratorio de estas entrevistas se decidió completar los participantes con hombres de diferentes características en términos de edad y orientación sexual para dar mayor variedad al grupo. Se incluyeron hombres de ciudades medianas o áreas rurales de Colombia y menores de 50 años; algunos de ellos con orientaciones sexuales diversas. A pesar de la variabilidad en las características se garantizó que cada uno de ellos fuera participe de alguna iniciativa política y organizacional que trabaje por la transformación de la masculinidad (ver tabla 1).
Una vez realizadas las entrevistas se procedió a transcribirlas. Después de una primera lectura general se codificaron por medio del software Atlas.ti aquellas expresiones dentro del discurso que respondían a la experiencia de transformación de la masculinidad y los significados de esta. Estos códigos resaltan fragmentos del texto que hacen referencia a los ejes temáticos de las entrevistas.
A partir de esta codificación se realizó el análisis de los repertorios interpretativos utilizados por los participantes de la investigación. Para esto se tuvo en cuenta el contenido del discurso y la forma en cómo es articulado por los hablantes. El objetivo de esta fase, más que representar elementos aislados, fue analizar las relaciones, puntos de encuentro y distancia del discurso, para así dar cuenta de las funciones y consecuencias de estas formas de hablar (Potter y Wetherell, 1987).
Los resultados de este análisis se presentan en dos secciones. Cada una hace referencia a un repertorio interpretativo. El primero de ellos, de tensión y fuga, da cuenta de los discursos y estrategias que generan una división ontológica entre los sujetos varones y la masculinidad como exterioridad cultural que los tensiona y determina su experiencia de transformación de la masculinidad como fuga. El segundo repertorio es el de gestión de sí. En este se detalla una variabilidad en el discurso de los participantes, ya que el tema de la masculinidad deja de ser tratado como algo externo que los constriñe, y se habla del proceso de cambio como un ejercicio de revisión y modificación de la propia subjetividad.
La investigación que presentamos en este artículo está vinculada al proyecto de tesis doctoral Entre lo íntimo y lo privado: narrativas y discursos sobre la masculinidad en hombres anti patriarcales. La aplicación de las entrevistas y los aspectos éticos de la misma fue aprobada por el comité doctoral del doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Pontificia Bolivariana de la ciudad de Medellín, Colombia, previo consentimiento de los participantes de la investigación.
Este repertorio interpretativo establece una división ontológica que tiene implicaciones para comprender y constituir el problema de la masculinidad y sus procesos de transformación. Agrupa diferentes términos que demarcan de forma puntal dos protagonistas en el discurso. Por un lado, los varones, y por el otro, un modelo cultural patriarcal con el cual se relacionan. Agrupa expresiones que ponen de manifiesto una relación tensa entre los varones y la masculinidad como algo exterior que los constriñe, los lacera y de lo que deben escapar. Las siguientes citas nos permitirán iniciar con el análisis:
Investigador: ¿Cuál es la razón por la que persisten modelos de masculinidad tradicionales o hegemónicos?
Darío: El obstáculo principal es la cultura. La cultura patriarcal. Porque es que mira, una de las cosas tenaces que enfrentamos los hombres cuando decidimos cambiar, cuando decidimos cambiar nuestro comportamiento es la crítica de los mismos hombres. Y en los territorios se da eso con mucha fuerza y tiene mucha potencia eso para impedir el cambio de los hombres. (Darío, entrevista personal, julio de 2019)
Investigador: Para ti, ¿por qué es tan difícil transformar la masculinidad hegemónica?
Benjamín: El tema es, hay un orden patriarcal que dirige las relaciones y el problema es cómo deconstruir el patriarcado. (Benjamín, entrevista personal, julio de 2019)
En la respuesta de Darío, la metáfora de la cultura cómo un obstáculo le otorga una substancia de solidez que impide un avance. Es una exterioridad a la que se enfrentan los varones, un obstáculo para la transformación de la masculinidad. Más adelante, esa cultura es nombrada como patriarcal, lo que otorga un punto de referencia para categorizarla como jerárquica y sexista, según el término utilizado. Algo similar puede analizarse en la respuesta de Benjamín. Cuando hace mención al orden patriarcal enfatiza en la dirección que este hace de las relaciones. El verbo dirigir otorga una capacidad de acción que posiciona al patriarcado y a los hombres en una relación donde el primero tiene posibilidad de moldear a los segundos. Esta capacidad de acción del patriarcado, así como la solidez como obstáculo, ofrece un discurso que posiciona a la cultura como otro exterior que dirige y moldea a los varones, al tiempo que obstruye la transformación.
La exteriorización, entendida como una descripción de algo que es independiente del sujeto que describe (Potter, 1998), se puede identificar en esta substancia de solidez que se le otorga a la cultura u orden patriarcal, y en la capacidad de incidir en la vida y comportamiento de los hombres. Es una forma de identificar dos agencias, la de los varones y la de la cultura, que entran en tensión cuando se describe el escenario de transformación de la masculinidad. Esta forma de articular discursivamente la experiencia permite generar una división entre la experiencia personal y la relación que se ha tenido con ese otro que sería el patriarcado. La siguiente cita aporta los elementos para este análisis:
Entrevistador: ¿Cómo fue tu proceso, en que has trabajado y cómo fue que llegaste a trabajar en esto?
Ricardo: Esto tiene mucho de la vida personal y lo debe tener porque fue en el dolor de mi relación con el patriarcado, pues yo no sabía cómo llamarlo en un momento. De mi relación con ese sistema que me decía como peinarme, que estudiar, donde estudiar, como moverme y a quién amar, bueno. Fue en ese dolor que se cultivó mi resistencia posterior. (Ricardo, entrevista personal, agosto de 2019)
Entrevistador: ¿Qué te motivo para iniciar estos procesos? ¿qué fue lo que te llevó a querer cambiar o transformar tu masculinidad?
Jairo: Quiero decirles que una de las cosas que a mí me atormentaba mucho eran los vicios en la juventud. Muy vicioso. Esa cultura que le manda a uno a tomar licor para sentirse hombre, y esa cultura que le manda a uno fumar disque para uno sentirse hombre. (Jairo, entrevista personal, agosto de 2019)
En estas expresiones la relación de tensión adquiere una dimensión más personal. Estos testimonios muestran la externalización de la cultura y el patriarcado como un agente que tiene una voz y una capacidad de mando. Esta estrategia retórica facilita la categorización de lo que se describe y, rápidamente, se observa en los testimonios que este ejercicio toma un carácter negativo que genera dolor y atormenta. De esto se deduce que el repertorio de tensión y fuga abarca expresiones y metáforas ontológicas (Lakoff y Johnson, 1980) como “La cultura patriarcal es algo que dicta, que constriñe.” Permite entenderla como una entidad capaz de manipular la experiencia personal de los hombres bajo cierta noción de masculinidad.
Las referencias al dolor y tormento en las citas anteriores señalan las consecuencias indeseadas que se producen del encuentro entre los varones y el modelo cultural u orden patriarcal. De allí que el repertorio haga alusión a la tensión por medio de adjetivos que enfatizan en el dolor. Esto es utilizado como base para motivar cambios y transformaciones en la masculinidad. Al ser la masculinidad hegemónica el dictamen de una entidad externa, y ser esta situación algo que genera malestar, la transformación de la masculinidad es motivada por el beneficio que conllevaría su superación. Funciona como una estrategia retórica de defensa de los procesos de cambio, y ofensiva con respecto al modelo patriarcal.
Hay dos aspectos a resaltar de este análisis. El primero es que la tensión se construye entre los varones y el modelo cultural. El resultado de esto es la experiencia de una masculinidad hegemónica que genera dolor y atormenta. En segundo lugar, la valoración negativa permite anticipar la orientación de la acción y el cambio, siguiendo una lógica de casos extremos. Esto es, si aquello que se asocia a la cultura patriarcal genera una masculinidad como malestar, su transformación estaría orientada a tomar distancia de los dictámenes de este modelo y sus prescripciones, a asumir los valores y actitudes que serían opuestos.
En los siguientes fragmentos analizaremos esto y cómo surge allí una variabilidad del discurso que da apertura a la utilización de otros repertorios:
Entrevistador: ¿Qué entiendes por masculinidad otra o alternativa?
Ramiro: Creo que hay unos tipos de masculinidad, de hombres que se dañaron en el camino de esa socialización que algún momento de ese proceso socializador, eh, no fueron del todo socializados y empiezan para irse por otros lados y a soltar cosas de esa maleta, a no querer llevar esa mochila pesada, ¿cierto? (Ramiro, entrevista personal, septiembre de 2019)
Entrevistador: ¿Qué le dirías a otros hombres que están inquietos por este tema de las masculinidades?
Felipe: Que se atrevan como a salir de la cárcel del género, porque los estereotipos hegemónicos del género como que no concuerdan con absolutamente nadie, y siempre es como una lucha con uno mismo encajarse en esos estereotipos hegemónicos de género. (Felipe, entrevista personal, septiembre de 2019)
Entrevistador: ¿Por qué la experiencia del colectivo de masculinidades fue importante?
Andrés: Porque el grupo NIM, de alguna manera, y los conocimientos que allí adquirí y la experiencia, las vivencias, aprender a abrazar, a permitir la ternura del otro, a ir desarmando, o irme quitando toda esa armazón con la que vengo. (Andrés, entrevista personal, septiembre de 2019)
En estas citas se hace una alusión a la liberación. Ramiro refuerza la influencia del modelo en el proceso de socialización aludiendo la metáfora del camino, una ruta trazada que tiene un fin u objetivo determinado. Luego, para señalar la diferencia, menciona el daño, una expresión que en el contexto de la metáfora implicaría una desviación de la ruta de socialización. Esta acción de desvió como cambio y transición, es más determinante en la metáfora de la cárcel utilizada por Felipe. Aquí se define la transformación como una fuga y distancia de ese modelo que encierra en una masculinidad determinada.
En este punto, cuando inicia la descripción de las acciones, retos o situaciones de transformación de la masculinidad, acontece una variabilidad. Lo que antes se mostraba como algo externo, su descripción y denuncia, termina describiendo una acción que pasa de la fuga a la gestión de sí mismos. Aquí las metáforas de la mochila, la lucha consigo mismo y el desarmarse son las que operan la variabilidad.
En estas referencias la fuga (como desvío del camino o salida de la cárcel) dan espacio a un proceso que implica una relación con la propia subjetividad, un inventario sobre esta (ver que hay en la mochila) y una acción de transformación que implica quitar y sacar aquellos aspectos que fueron determinados por el modelo.
Estos discursos además tienen como función hacer una demarcación axiológica que permita evidenciar el cambio. Tal y como se puede analizar en la cita de Andrés donde las actividades de ternura y abrazo del otro anteceden la descripción del proceso de desarmarse. Este tipo de acciones y afectos operarían como el extremo de la masculinidad hegemónica, y con su mención completarían la demarcación axiológica, o la enumeración de valores y situaciones que determinarían un cambio o transformación de la masculinidad.
El paso de esta descripción de la cultura —como algo externo a una acción que implica una confrontación e inventario de la propia masculinidad— implica que las acciones de transformación de las masculinidades reclamen una agencia que solo es posible porque ya operó en el sujeto la influencia de lo externo que se nombra como patriarcado. La metáfora de la mochila es ilustrativa, ya que el soltar cosas de allí, el tomar la decisión de conservar y descartar elementos que en ella se ven incluidos, reconoce que lo que se quiere soltar ya fue parte del sujeto que la carga.
En esta medida, la influencia y la interpelación que el orden patriarcal realizaba sobre el sujeto ya se ha materializado y la agencia que se reclama como movimiento de fuga sólo es posible porque la tensión ya surtió efecto previamente. Esto tiene relación con la paradoja de la subjetivación descrita por Judith Butler (2017), en la que el sujeto adquiere su agencia no como una esencia intrínseca, sino por una afección causada por un otro y una cultura. Es aquí donde el repertorio descrito varía de una descripción y externalización del modelo patriarcal, a una revisión de sí mismo.
El repertorio de gestión de sí agrupa expresiones utilizadas para referirse a la transformación de la masculinidad como un proceso de revisión de sí mismos y un ajuste del comportamiento consecuencia de esta evaluación. Este repertorio está relacionado con la variabilidad que mencionábamos en el análisis anterior. Construye el proceso de transformación como un ejercicio de vigilancia del propio pensamiento y comportamiento para poder movilizar un cambio en la masculinidad. Con las siguientes citas profundizaremos en este análisis:
Entrevistador: A lo que te refieres es ¿que también hay que cuestionar nuestros comportamientos cotidianos, y que estos también impiden el cambio?
Daniel: Pues el ángulo ciego, que no me permite ver cómo se ha construido mi realidad, no me permite ver cuándo he sido violento, que es la pregunta que yo constantemente le hago a mi compañera, le hago a mi hermana, y es como ¡hey! vos te sentís mal por eso, que además es que uno no lo ve. (Daniel, entrevista personal, septiembre de 2019)
En la cita Daniel utiliza la metáfora del ángulo ciego para señalar aspectos de la subjetividad no conscientes. La metáfora de la ceguera referencia algo que se escapa, que no es del todo claro para el sujeto pero que hace parte de sí. La función de esta figura activa una mirada diferente, o una acción de observación de sí que se refuerza retóricamente en la búsqueda de consensos y corroboración. Esto es más claro al final de la cita, cuando las preguntas que hace a su compañera y hermana refuerzan la figura de la ceguera y sirven para señalar el consenso en la necesidad de incorporar otras miradas.
En este repertorio se utilizan expresiones que llaman la atención sobre el sujeto en el proceso de transformación de la masculinidad. Lo hacen objeto de exploración e indagación, y la ceguera y su relación con lo óptico sirven como metáforas orientativas en los procesos de transformación en la medida que indican una necesidad de revisarse a sí mismo. Para continuar con este análisis presentamos estos dos fragmentos de las entrevistas realizadas.
Entrevistador: ¿Cuáles son esos retos que identificas para la transformación de las masculinidades tradicionales?
Ismael: Como te digo, esto es una construcción que apenas está iniciando, pero si como buscar resarcir todo ese daño. O sea, reconozco que mi accionar fue contrario a las posturas políticas, éticas. No estoy de acuerdo con ese accionar. (Ismael, entrevista personal, julio de 2019)
Entrevistador: ¿Cuáles son esos retos qué tenemos que afrontar para poder lograr los cambios de los que hablas?
Mario: Reconocer que nos habita eso, una cosa es uno ser consciente de que hay asuntos que deben estar en guardia y reflexionar, y bueno, como logro que mi vida no sea una vida en la cual yo esté, por ejemplo, eh, ejerciendo acoso sexual constante. (Mario, entrevista personal, julio de 2019)
Ismael expresa la consecuencia de esta revisión de sí. Su respuesta se presenta narrativamente, ya que en ella expresa un cambio que aún continua y por tanto tiene un pasado, y se dirige a un fin. Esta estrategia retórica sienta posición con respecto al proceso de transformación de la masculinidad, es decir, deja ver la postura frente a aquello que describe (Potter y Wetherell, 1987), que en este caso es de cercanía y refuerza la relación de revisión y gestión de sí.
En el fragmento de Mario, esta conciencia sobre sí es patente en las metáforas de la guardia y el hospedaje como un ejercicio de vigilancia que busca develar la masculinidad hegemónica como aquello que nos habita. Tanto Ismael como Mario hacen una alusión temporal que es crucial. En la primera esta marca la emergencia de la conciencia y conocimiento de sí, en la segunda, da cuenta de la permanencia de este proceso, de la necesidad de ser constantemente objeto de revisión. En ambas, esta temporalidad expresa de alguna forma la presencia y la influencia de eso otro externo que por demás se oculta o no era presente y pasa desapercibido. Marcan una dinámica en la cual el sujeto no es consciente de su actuar y por eso debe establecerse una guardia sobre el propio pensamiento y comportamiento.
Este repertorio funciona como una demanda de conocimiento de sí mismo. Una reflexión constante sobre las acciones, pasadas y presentes, con el objetivo de determinar y ubicar aspectos que conlleven a asumir una masculinidad hegemónica. En este sentido, el repertorio es complementario al de tensión y fuga porque tiene como función generar una demarcación axiológica, esta vez por una evaluación de la subjetividad, que orienta la acción de transformación de la masculinidad. De esta forma, se da el paso de un conocimiento de sí en el cual se identifica lo que de la masculinidad hegemónica habita en uno y que habría que cambiar. Las siguientes citas permiten profundizar en este análisis:
Entrevistador: ¿Qué cambios o transiciones has logrado?
Jarlan: Hoy, cuando me siento triste, al menos me hago la pregunta, ¿verdad? ¿Por qué? Y trato de trabajar eso, pero antes no, verdad, entonces sentí el primer impacto en mi vida fue emocional, en saber manejar más las emociones y he tenido cambios rotundos en eso (Jarlan, entrevista personal, julio de 2019)
Entrevistador: ¿Qué acciones podemos hacer los hombres para poder encaminarnos en una transformación de las masculinidades hegemónicas?
Darío: Una cosa bien sencilla es poder yo compartir los trabajos de la casa. Hacer comida, que mi familia disfrute de una comida hecha por mí. Es muy rico yo involucrarme en la crianza de los hijos y eso lo digo con propiedad y con, con conocimiento de causa (Darío, entrevista personal, julio de 2019)
En el primer fragmento el conocimiento proviene de una pregunta con relación a las emociones al trabajo sobre estas. Hay una orientación a la acción. Esto genera una demarcación axiológica que pone a la tristeza y a la gestión emocional como un ejercicio legítimo para los varones. Representa una alternativa a la masculinidad hegemónica que considera la afectividad y estas emociones como un asunto femenino (Arisó y Mérida, 2010; Ferry, 2013).
En la segunda cita la acción refiere al escenario específico del hogar y alude a la distribución de las labores de cuidado. Aquí la función de demarcación axiológica también establece la diferenciación entre lo hegemónico y lo alternativo. Puntualmente, se hace mención al involucrarse en las actividades de cuidado del hogar, espacio que en las estructuras tradicionales de género se consideraba propio y exclusivo de las mujeres.
Otro aspecto importante es señalar la toma de posición en estos discursos. Se puede caracterizar como de cercanía, la transformación de la masculinidad como algo experimentado en carne propia. Esto permite que el discurso se valide epistemológicamente al presentar la propia experiencia como evidencia de lo que se dice, como cuando Darío afirma que lo dice con propiedad o conocimiento de causa.
En resumen, este repertorio da cuenta de expresiones y figuras retóricas que establecen al Yo como un objeto de la mirada, de reflexión y de conocimiento. Una de sus funciones es devolver la mirada sobre el propio sujeto y, de esta forma, se hace objeto de análisis y se le demanda un conocimiento de sí que permite develar la presencia del modelo patriarcal o de masculinidad hegemónica. Esto se ve reforzado con una estrategia retórica de validez epistemológica que hace énfasis a la cercanía y a la propia experiencia como garantía y evidencia del proceso y las transformaciones narradas.
Además, este repertorio refuerza la demarcación axiológica al establecer comportamientos deseables para materializar una masculinidad alternativa y determinar zonas de actuación en las cuales esta transformación acontece. Se hace alusión a una manera de guiarse a sí mismo como una alternativa a la masculinidad hegemónica, estableciendo comportamientos y acciones donde esta es posible.
En este trabajo hemos expuesto dos repertorios interpretativos que los participantes utilizan para referirse a la masculinidad y su transformación. El análisis busca comprender cómo se construye la situación de cambio con respecto a una masculinidad hegemónica y los discursos utilizados para tal fin. En este sentido, hemos presentado el repertorio de tensión y fuga aludiendo a aquellas expresiones que externalizan la masculinidad por medio de metáforas ontológicas y descripciones del modelo patriarcal, y la masculinidad como algo independiente de los sujetos pero que tiene incidencia en ellos.
De otro lado, describimos el repertorio de gestión de sí como aquellas expresiones que devuelven —en relación con la cuestión de la transformación de la masculinidad— la mirada sobre los varones, demandando una revisión constante de la propia subjetividad y un conocimiento de esta que se verá reflejada en la puesta en marcha de acciones alternativas a la masculinidad hegemónica.
Ambos repertorios están relacionados y se entienden de forma complementaria, ya que en los dos analizamos una función de demarcación axiológica, los dos son usados para trazar fronteras entre acciones, afectos y pensamientos que marcan la diferencia entre lo hegemónico y la alternativo. La variabilidad —descrita en el movimiento entre un repertorio y otro, entre un discurso que denuncia un modelo externo pero que luego retorna su mirada a la subjetividad— más que una contradicción, es muestra de una dinámica y complejidad que representa el hacerse y ser sujetos en determinado género y querer transformar las formas en como este se estructura.
Una de las situaciones que permite ver esta complejidad es la cuestión de la agencia, entendida como la capacidad de actuar sobre sí y sobre los otros. En el repertorio de tensión y fuga ésta es descrita como la capacidad de incidencia de un modelo externo al sujeto que determina su actuación y genera una tensión, tormento y dolor; pero en el repertorio de gestión de sí opera una variabilidad, ya que la agencia se comprende como el producto de un conocimiento de sí necesario para romper la influencia de los modelos hegemónicos, y a partir del reconocimiento de este establecer las acciones alternativas.
Esta relación entre los dos repertorios permite analizar cómo la masculinidad es descrita como un mandato cultural que tiene implicaciones directas sobre la subjetividad y termina siendo parte de esta. En este sentido, transformarla y buscar alternativas al modelo hegemónico es un proceso que no se dirige hacia afuera porque es consigo mismo, pues dicha transformación implica mirarse e identificar las marcas de la cultura, y por medio de este conocimiento cambiar pensamientos, acciones y comportamientos. Implica reconocer una responsabilidad personal con el cambio y la transformación de estas estructuras (Keddie, 2020; Pease, 2015).
A partir de estos resultados y análisis, podemos concluir que la transformación de la masculinidad se construye, por medio de los dos repertorios descritos, como un proceso personal y político, ya que si bien la transformación es producto de una revisión de sí y una gestión alternativa del pensamiento y el comportamiento, este proceso se adjudica a la influencia de un modelo que se describe como independiente del sujeto. Esto último nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de abordar la transformación de la masculinidad como una cuestión ético-política.
Lo ético lo entendemos como esta forma de conducir la propia vida que se expresa en el repertorio de gestión de sí. No obstante, por medio del repertorio de tensión y fuga, se llama la atención a la necesidad de un cambio cultural que permita transformar las bases y las estructuras que hacen posible una masculinidad hegemónica. Sin este doble trabajo se podría correr el riesgo de que la transformación de la masculinidad devenga en un ajuste superficial que no movilice transformaciones culturales y las relaciones asimétricas de poder entre hombres y mujeres.
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