Ricard Huerta (2021) La imagen como experiencia. Mc Graw Hill. ISBN: 9788418392818
Soy una ávida lectora de las publicaciones de Ricard Huerta desde que fue tutor de mi tesis doctoral. Como el resto de quienes integramos el grupo de investigación CREARI somos partícipes de sus éxitos editoriales con entusiasmo e invitamos a otras personas a descubrir sus libros. Pero cuando creía que una década era suficiente para conocer al autor, su pensamiento y la tendencia de sus propuestas, me sorprende más que nunca con el título “La imagen como experiencia” y no por lo cautivador de estas palabras sino por la portada del ejemplar.
Esta carátula funciona a la perfección como resumen visual del contenido, en el que texto e imagen se mantienen en una tensión constante. La fotografía inicial cuenta mucho de lo que hallaremos en su interior. Nos informa de que su autor es artista, fotógrafo al menos, luego descubriremos que también es músico, docente o grabador, entre otras muchas cosas. Nos provoca literalmente desde una postura sugerente, poco masculina y muy transgresora o incluso sensual, exactamente igual que lo hace en cada uno de los capítulos que escribe. Sus propuestas tratan de ser sugestivas, alejadas de tendencias machistas, disidentes y provocadoras, precisamente con la intención de captar la atención de quien lee y mira. Nos sitúa como voyeurs y a la vez como objetivo de la cámara, de la mirada, de la crítica, al cuestionar las tradiciones de la producción visual. Es una imagen que nos dice que se dirige a nosotros como prosumidores; lo sentimos al descubrir en los reducidos márgenes laterales, los cantos de un espejo y con ello la acción del selfie. Sabemos que no es una fotografía actual y esto otorga el mérito a quien hacía este autorretrato en tiempos donde era inusual esta práctica tan actual ahora y sobre la que teoriza. La estampa borrosa, con esa neblina propia de las novelas rosas o las fantasías eróticas, deja un gran espacio a la derecha y con ello nos invita a imaginar. También entre sus páginas hallamos esta incitación a crear por el puro placer de hacerlo. Pero además es una representación contextualizada, la trama la dan la persiana enrollable típica del Mediterráneo, las viguetas de madera de lo que podría ser un porche, el frescor de unas plantas frente al calor de un cuerpo desnudo. Ricard, quien se inspira a menudo en el cine, toma del audiovisual muchas de estas narrativas que nos propone revisitar como poéticas. Efectivamente en el centro visual se encuentra su ojo analítico que todo lo escudriña protegido tras la cámara fotográfica y esta es precisamente la forma en que escribe.
Por cada página de texto encontramos una página a todo color que reproduce sus obras artísticas en narrativas paralelas, a veces cruzadas, pero nunca ilustrativas o aclarativas las unas de las otras. Es un relato personal que ejemplifica su propuesta de creación, disfrute y difusión de imágenes. De hecho, en cada capítulo hallamos alguna referencia a sí mismo: sus múltiples autorretratos ocupando la faz de Cristo o de algún famoso general, el estudio pictórico del desnudo, el cartel publicitario, el selfie de grupo, los juegos tipográficos de su nombre. Del mismo modo hallamos citas a sus múltiples publicaciones previas, será así fácil hacer el seguimiento a sus variadas líneas de investigación. Cabe aclarar que el autor es hiperproductivo, y no tanto hiperactivo como afirma al autodefinirse. Del encuentro con cada persona, con cada artista, película, país o paisaje encuentra el modo de obtener un producto. Así, también podríamos trazar sus derivas por el mundo gracias a las postales de viaje que atesora y que aquí incluye como primicias. Estas ventanas icónicas a la derecha del argumento verbal ayudan a establecer respiros en el ritmo casi musical de su discurso.
El libro procura ser positivo, transmitiendo un mensaje de alivio frente a la confusión y saturación visual. Su estructura responde a dos partes diferenciadas. En los primeros cuatro capítulos reivindica la importancia de la observación, el disfrute hedonista y la capacidad creadora de imágenes que tienen todas las personas, e invita a la difusión en redes o a compartidas mediante medios tradicionales. La segunda parte aborda la poética en la comunicación desde una perspectiva estética, insiste en la necesidad de hacer pedagogía con las imágenes y nos invita a gozar en cines, museos y espacios virtuales del patrimonio visual.
Conocedor de las generaciones familiarizadas con la tecnología digital y con la comunicación visual, a pesar de no haber sido alfabetizados en estas cuestiones; la obra parece estar dirigida precisamente a estos colectivos. Es decir, a quienes se aventuran en la creación de imágenes, quienes precisan del ánimo y la orientación primitiva. En ese sentido es un buen manual de iniciación, en la medida en que anima y alienta en todo momento, tal y como lo hace en su rol docente, con la pedagogía y entusiasmo necesario.