La sostenibilidad en los estudios de moda

Sustainability in fashion studies

  • Ana Martínez Barreiro
Este artículo tiene como objetivo teorizar sobre la moda sostenible y contextualizar los principales enfoques teóricos. Para alcanzar este objetivo, en primer lugar, vamos a indagar cuándo los estudios de moda emplazaron su interés por el tema de la sostenibilidad. En segundo lugar, analizamos los principales trabajos que sí han conseguido relacionar el concepto de sostenibilidad con la industria de la moda y el consumo. En tercer lugar, presentamos la Teoría del Actor- Red (ANT) y la Teoría de las Prácticas Sociales (TPS), ambos enfoques nos ofrecen algunas vías fructíferas para investigar la relación entre la moda y la sostenibilidad.
    Palabras clave:
  • Moda
  • Sostenibilidad
  • Consumo
  • Teoría del Actor-Red (ANT)
  • Teoría de las Prácticas Sociales (TPS)
This article aims to theorize about sustainable and fashion and contextualize the main theoretical approaches to fashion and sustainability. In the first place, we will investigate when the fashion studios placed their interest in the subject of sustainability. Secondly, we address the main works that have managed to relate the concept of sustainability with the fashion and consumer industry. In the third place, we present the Theory of the Actor-Network (ANT) and the Theory of Social Practices (TPS); both approaches offer us some fruitful ways to investigate the relationship between fashion and sustainability.
    Keywords:
  • Fashion
  • Sustainability
  • Consumption Actor-Network Theory (ANT)
  • Theory of Social Practice (TPS)

1 Introducción

El objetivo principal de este artículo es teorizar sobre la moda sostenible y contextualizar sus principales enfoques teóricos. Para alcanzar este objetivo vamos a investigar varias cuestiones. En primer lugar, ¿Cuándo los estudios de moda emplazaron su interés por el tema de la sostenibilidad? En segundo lugar, conscientes de la naturaleza interdisciplinar de la moda, trataremos de identificar los principales trabajos que sí han conseguido relacionar el concepto de sostenibilidad con la industria de la moda y el consumo. Finalmente, a medida que la literatura sobre la moda sostenible se vuelve cada vez más rica, se necesitan discusiones analíticas que nos lleven a un diálogo más crítico de los principales enfoques y metodologías interpretativas, por ello abordaremos la Teoría del Actor- Red (ANT) y la Teoría de las Prácticas Sociales (TPS); ambas nos pueden ofrecer algunas vías fructíferas para investigar la relación de la moda y la sostenibilidad. La principal contribución de esta investigación está en ofrecer una visión más integrada de la moda y la sostenibilidad que deriva de los trabajos más recientes de la moda sostenible. Este estudio requiere poner la atención en la noción de moda como un sistema y no como valor estético. La visión de la moda como sistema ha sido abordada por Joanne Entwistle (2000) y, más recientemente, por la socióloga Yuniya Kawamura, al definirla como un “sistema de instituciones, organizaciones, grupos, productores, consumidores, eventos y prácticas, todos los cuales contribuyen a la creación de la moda” (Kawamura, 2005, p. 45). Igualmente, en su explicación sobre el concepto de moda, Entwistle (2000) la definió como un “sujeto híbrido” que requiere el estudio de la interconexión entre la producción y el consumo; y cualquier análisis de esta debe tener en cuenta varios agentes, instituciones y prácticas que formen intersecciones para producirla (Entwistle, 2000, p. 101).

2 ¿Cuándo los estudios de moda emplazaron su interés por la sostenibilidad?

El estudio académico de la moda ha tenido una larga historia en la teoría sociológica al emplazar tanto el interés de la sociología clásica como el de la sociología moderna (Rocamora y Smelik, 2016). Sin embargo, no existen muchos trabajos sobre la moda y la sostenibilidad, exceptuando los trabajos sobre la responsabilidad social de las empresas (Elkington, 1988). La explicación de por qué la sostenibilidad ha llamado tan poco la atención de la sociología de la moda y surgiera tardíamente en el análisis sociológico de la moda está en la propia división sutilmente trazada entre el mundo natural y el mundo social (Entwistle, 2015). Donde los impactos ambientales ejemplifican muy bien esta división de la “naturaleza” y el “mundo social” cuyo resultado ha sido insuficientemente analizado por la sociología de la moda al centrar su interés en las desigualdades sociales, en los estudios culturales y en las prácticas de consumo (Entwistle, 2015). Sin embargo, en los últimos años, el tema de la sostenibilidad sí ha estado a la vanguardia de algunas de las reflexiones más estimulantes sobre la moda (Mora et al., 2014). Los primeros debates sobre la cuestión de la sostenibilidad se remontan a mediados de la década de 1990, cuando el tema de la explotación infantil por parte de algunos proveedores de la marca Nike llamarón la atención a la sociedad occidental (Mora et al., 2014). A partir de ese momento, distintas organizaciones no gubernamentales como Greenpeace y Clean Clothes Campaigns instaron a las marcas de moda a avanzar hacia modelos y prácticas comerciales más sostenibles. Cabe recordar que, para que se estableciera el tema de la sostenibilidad en los estudios académicos de la moda, hubo que esperar a que se publicaran algunos trabajos, como el de Linda Welters y Abby Lillethun's (2011), donde se observa por primera vez un cambio en el análisis temático de la sociología de la moda y en las metodologías utilizadas; además de publicar una información más detallada sobre los impactos sociales, económicos y ambientales del sector textil y al mismo tiempo explicar las posibles prácticas alternativas para articular una moda más sostenible, a través del diseño y la propia innovación social. De hecho, las estrategias adoptadas por las empresas e instituciones para enfrentar el tema de la sostenibilidad en la moda se pueden clasificar en dos grupos, aquellas basadas ​​en la innovación tecnológica sostenible y aquellas que se enfocan en el diseño como un factor del cambio social (Mora et al., 2014).

En esta última línea de investigación, algunos estudios han conseguido desafiar las ideas preexistentes de la industria de moda como es el caso de Kate Flechter (2008), que propuso un enfoque más holístico de la moda, basándose en el supuesto de que diseñar una prenda de ropa significa tener en cuenta todo el ciclo de vida del producto, desde la obtención de los materiales hasta la producción, el diseño, hasta las propias prácticas de consumo y la eliminación de las prendas. Igualmente, en esta misma época, Sandy Black (2008) comienza a discutir los parámetros históricos y culturales relacionados con el surgimiento de la nueva tendencia estética que promueve la ecología en las propias colecciones de moda. Además de revelar que a principios del siglo XXI en Gran Bretaña algunas marcas de lujo habían comenzado a considerar la sostenibilidad ambiental y social en sus colecciones de moda. En ese mismo periodo, la sociología italiana también empieza a cuestionar la responsabilidad social de las empresas (RSC) y logra introducir nuevos conceptos como el de “la moda orgánica”, y “el consumo responsable” (Lunghi y Montagnini, 2007). Posteriormente, tras la aparición de un consumidor más consciente, algunas empresas también comienzan a redefinir sus reglas y los nuevos valores básicos de la moda emergiendo incluso el comercio justo (Rinaldi y Testa, 2014). Todos estos cambios se hacen más visible tras la publicación “The handbook of Fashion studies” escrito por Sandy Black et al. (2014). De hecho, a partir de ese momento, el concepto de la “sostenibilidad” comienza a formar parte de la sociología de moda gracias a la publicación de un capítulo que se titula: “la moda sostenible en un mundo globalizado”. En lo que respecta a este tema, la teoría de la moda no se había interesado ni preocupado por el impacto ecológico y social que el negocio de la moda ocasiona, y hubo que esperar al inicio del siglo veintiuno para que la sociología de la moda evolucionara y adoptará la terminología de la sostenibilidad (Mora et al., 2014).

Por otra parte, para algunos académicos y profesionales, la moda sostenible es parte del movimiento de la moda lenta, desarrollada a lo largo de décadas pasadas, y que se ha utilizado indistintamente con otros conceptos como el de moda ecológica y moda ética (Carey y Cervellon, 2014). Según algunos estudios la moda sostenible surgió por primera vez en la década de 1960, cuando los consumidores toman conciencia del impacto que la fabricación de la ropa tenía sobre el medio ambiente y exigió a la industria cambiar sus prácticas de producción (Jung y Jin, 2014). Dentro de los estudios de moda, la terminología utilizada en el discurso académico de la moda ha evolucionado de “moda ecológica” hacia el concepto de “moda sostenible” al ser este concepto más inclusivo. Incluso, este léxico ha sido discutido por distintos expertos que han investigado los cuatro términos de manera diferente. Mientras, el concepto de eco-moda (moda ecológica), representa a las prendas de vestir producidas por métodos poco perjudiciales para el medio ambiente; y más asociado con los materiales orgánicos y las certificaciones ecológicas, según Henninger et al. (2016). Por su parte, la moda ética, es más asociada con los trabajadores y sus condiciones laborales y también con algunos modelos de negocios (Bovone, 2015; Salcedo, 2014). El concepto de moda lenta o slow fashion surge sobre todo como un movimiento social en respuesta a los ciclos rápidos de la moda (Fletcher, 2010); no obstante, este concepto ya no solo se basa en el tiempo sino también en la calidad (Clark, 2008); y donde el rol del consumidor tiene un papel central (Fletcher, 2010). Finalmente, la moda sostenible se caracteriza por incluir todos los enfoques anteriores. En esta línea conceptual, Miguel Angel Gardetti, (2018) siguiendo a Janet Hethorn y Connie Ulasewicz (2008), especifica que la

Moda sostenible simboliza que durante el desarrollo y uso de una prenda no se hizo daño a las personas ni al planeta, y que incluso puedan mejorar el bienestar de las gentes que interactúan con ellas y también en el ambiente en que se desarrollaron y son usadas. (Gardetti, 2018, p. 35)

Esta definición implicaría desde la reducción de la producción textil y el propio consumo de ropa, hasta poner en marcha las prácticas de reciclaje y el uso de materiales renovables y orgánicos en el sistema de la moda (Henninger et al., 2016; Fletcher y Grose, 2012). En este tema algunos investigadores sociales como Black et al. (2014) coinciden en señalar que el principal obstáculo para la difusión de la producción y el consumo sostenible reside en la adopción de procesos masivos y estandarizados, en los que estarían involucrados la creación de un producto sostenible. Lo cual implicaría la reducción de la diversidad de materiales, nuevas habilidades y formas de conocimiento (desde las materias primas, nuevos modos de cultivo de fibras, de producción, y nuevos modelos culturales, etc.) e inclusive causaría un empobrecimiento de las culturas de la ropa en su conjunto (Blackburn, 2009). Sin embargo, otros académicos consideran que la mayor dificultad para el desarrollo de la moda sostenible está en la constitución de un nuevo imaginario de la moda más inclusivo, plural y sostenible (Bellotti y Mora 2014; Carfagna et al., 2014).

Llegados este punto, podemos subrayar que, al inicio del siglo XXI tanto en Europa como en Estados Unidos, el interés por la moda sostenible se desarrolló de manera paulatina, consolidándose un nuevo campo de investigación dentro de los estudios de moda contemporáneos, y donde las redes de referencias teóricas y metodológicas se han vuelto más extensas. Por ejemplo, algunas revistas científicas como: “The fashion Theory”, International Journal of Fashion Studies o The Journal of Dress and Body han encaminado sus esfuerzos a consolidar el intercambio de ideas y promover el diálogo entre la moda y la sostenibilidad. No obstante, su naturaleza interdisciplinaria demanda combinar diferentes disciplinas desde la economía, la historia, la ciencia política, la sociología, la antropología, el derecho y la biología; hasta emplear distintas metodologías como los estudios estadísticos, la modelización teórica, el análisis cualitativo o el etnográfico (Kawamura, 2011). Inclusive, se han desarrollado proyectos donde se reconoce explícitamente la colaboración internacional. Por ejemplo, el International Trade Center (ITC), un organismo conjunto de las Naciones Unidas y la Organización Mundial del Comercio con sede en Ginebra ha promovido muchos proyectos a nivel internacional bajo la iniciativa de la moda ética. Esta iniciativa ha involucrado a marcas y diseñadores de moda con artesanos (a menudo mujeres) en pequeñas comunidades africanas con el objetivo de desarrollar habilidades artesanales locales, transferir procedimientos de trabajo y promover la creatividad. A nivel nacional, en el sector de la moda sostenible, también se han producido algunas investigaciones en los países Nórdicos, cuyas iniciativas han conseguido involucrar a algunas marcas y diseñadores en sus proyectos (Pedersen y Gwodzd, 2014).

3 Enfoques teóricos de la moda sostenible

En el estudio académico de la moda sostenible se han producido numerosas investigaciones que tratan de informar de las nuevas prácticas de consumo y de las políticas de las empresas de moda, lo que nos confirma que se están desarrollando nuevos conocimientos y actitudes compartidas hacia el tema de la moda y la sostenibilidad, tanto en Europa como en Estados Unidos (Mora et al., 2014). Concretamente, el estudio académico de la “moda sostenible” abarca no sólo tres enfoques fundamentales: el ecológico, el social y el del consumo, sino que recientemente se ha incorporado el enfoque de la educación para el desarrollo sostenible (EDS).

1.- En primer lugar, el enfoque ecológico de la moda está en línea con el movimiento “Slow Fashion” fundado por Kate Fletcher en el año 2007. Este enfoque es inseparable del estudio del ciclo de vida de las prendas de vestir. Y está personificado por varios académicos como Fletcher (2008), Alison Gwilt y Timo Rissanen (2011), Elena Salcedo (2014) y otros muchos que han abordado este tema desde diferentes perspectivas y en distintos ámbitos de interés. Este enfoque, para valorar los impactos de un producto a lo largo de su ciclo de vida, ha desarrollado el “análisis del ciclo de vida de un producto” (ACV). Método que determina los impactos ambientales que ocurren desde que se extraen las materias primas, pasando por la producción, el uso por parte del consumidor y el mismo desecho del producto (Salcedo, 2014, p. 19). En esta misma línea, Gwilt y Rissanen (2011) han adoptado un enfoque muy práctico respecto a la configuración de la sostenibilidad en el sistema de la moda, dando ejemplos sobre diversos métodos de diseño, desde cero residuos en el corte, a la reutilización de los materiales de desecho, y así desarrollar nuevas estrategias de diseño sostenible. 

Igualmente, Alison Gwilt (2014) elaboró un manual académico con una información muy accesible sobre la práctica de la moda y el diseño sostenible para los estudiantes de las escuelas de diseño de moda. Por otra parte, dentro de la perspectiva del ciclo de vida (ACV), otros investigadores han realizado distintos trabajos desde el impacto de los materiales que la industria textil genera sobre el medio ambiente (Van der Velden et al., 2014); hasta el estudio de la huella de carbono que la moda rápida produce (Choi, 2013); además, otros académicos realizaron un análisis comparativo de las políticas sostenibles en distintas empresas (Caniato et al., 2012). Incluso, se ha investigado la sostenibilidad en distintos modelos de negocios de moda (De De Brito et al., 2008). Todos estos trabajos y otros muchos muestran cómo los académicos y profesionales están cada vez más interesados ​​en acumular conocimientos específicos que puedan informar de las prácticas y de las políticas de las empresas de moda en cualquier etapa de la cadena de valor.

2.- En segundo lugar, el enfoque de la justicia social y el de los derechos de los trabajadores/as está muy relacionado con el sistema de la moda rápida y la utilización de la subcontratación del sector textil en los países en vías de desarrollo produciendo una importante explotación laboral (Harris, 2005; Bradley y Healy, 2008),aunque la producción de prendas de vestir, ya eran confeccionadas tradicionalmente por mujeres que trabajaban durante largas horas y con bajos salarios. La deslocalización de la producción textil ha empeorado las condiciones laborales por los bajos salarios y las largas jornadas de trabajo (Ross 1997, p. 11).

Muchos investigadores consideran que la desigualdad de género está muy vinculada con la insostenibilidad de la moda (Phizacklea, 1990; Raghuram, 2004; Entwistle, 2000). Por ejemplo, en los últimos años ha florecido una abundante literatura que insiste en denunciar estas prácticas de explotación laboral como, por ejemplo, la publicación No Logo de Naomi Klein (2000) y también en otros trabajos publicados una década más tarde como los estudios de Lucy Siegle (2011) y Elizabeth Cline (2014). Sin embargo, otros autores como Nor Lohmeyer y Elke Schüßler (2017) consideran que dicho problema no puede ser sólo resuelto a través de los códigos de conducta de las empresas, sino que es muy importante la propia presión del consumidor. Por otra parte, en este mismo enfoque se insiste en la posibilidad de que la producción de moda también pueda servir para fomentar la sostenibilidad social mediante el aprovechamiento de un vínculo especial que conecta la creatividad y la propia inclusión social (Santagata, 2010). La idea de que en la producción artesanal implica la igualdad tiene sus raíces en la teoría sociológica ejemplificada por Richard Sennett (2008), al argumentar que una buena artesanía implica una buena ciudadanía, donde a su vez es posible enseñar a los artesanos a gobernarse a sí mismos y poder llegar a ser buenos “ciudadanos”. De igual modo, Lunghi (2012) ha abordado el papel desempeñado por la creatividad en el arte para apoyar la inclusión social de personas con discapacidades u otras enfermedades sociales.

3.- El enfoque del consumo sostenible es inseparable del debate académico sobre cómo mitigar el cambio climático y reducir las emisiones de dióxido de carbono C02 a través de los hábitos de consumo (Warde y Southerton, 2012, p. 2). Tras la publicación de Nuestro Futuro en Común, el uso de la expresión del desarrollo sostenible se extendió entre ecologistas y gobiernos. Sin embargo, últimamente, el interés científico se ha centrado más en el propio “cambio de comportamiento” (Warde y Southerton, 2012, p. 1). La idea básica de este enfoque es que si los consumidores en masa cambian cómo viven sus vidas, se podría lograr un futuro más sostenible desde el punto de vista ambiental y social. No obstante, dentro de este enfoque, la forma en que se conceptualiza el comportamiento y cómo se produce el cambio está sujeta a una discusión teórica y también a cierta confusión conceptual (Warde y Southerton, 2012). De hecho, algunos académicos consideran que, a medida que los consumidores se vuelven más “conscientes” del daño que la producción de prendas de vestir ocasiona al medio ambiente, es plausible afirmar que puedan ajustar los hábitos de compra o consumo a un mayor nivel de conciencia ambiental (Bellotti y Mora, 2014; Carfagna et al., 2014).

Por ejemplo, en un estudio realizado a los consumidores de H&M, se descubrió que los consumidores no solo buscan minimizar los efectos negativos producidos por la industria de la moda rápida, sino que igualmente mostraron una preocupación importante por el impacto medioambiental de la fabricación de prendas de vestir (Shen, 2014). Dentro de esta misma perspectiva se están dando algunos pasos a otras opciones de consumo más sostenible y colaborativo, como es el caso del intercambio de ropa o swap, que tiene una gran presencia en el mundo virtual: Swap Style (www.swapstyle.com) por la que se evita tirar a la basura grandes cantidades de ropa. Otras prácticas son la reutilización de la ropa de segunda mano o moda vintage (Heike, 2015), que, según la antropóloga Karen Tranberg Hansen (2000), se ha convertido en un claro indicador de la ampliación de la vida útil de las prendas. Por último, a la hora de afrontar el exceso de residuos, ha surgido el término “upcycled” acuñado por William McDonough y Michael Braungart (2002) para distinguir el reciclaje que crea materiales valiosos “upcycling” como los polares fabricados a partir de botellas PET recicladas, gracias al programa de I+D del reciclaje textil. Sin embrago, Tim Jackson (2011) en este punto considera que el reciclaje es una estrategia de transición y propone la teoría de cradle to cradle o economía circular donde los residuos se conciban como algo útil.

4.- En cuarto lugar, el discurso académico de la moda sostenible pasa por incluir la Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) que supone no sólo una reorientación de los sistemas educativos, sino preparar a los ciudadanos y administraciones hacia nuevos conocimientos, según la UNESCO (2005). El enfoque de la EDS está pensado para transformar el sector textil y de la moda y preparar a los alumnos para liderar esa transformación. En este tema, algunos académicos —como Liz Parker y Marsha Dickson (2009), Jason Mac-Vaugh y Mike Norton (2012) y, más recientemente, Miguel Ángel Gardetti y Maria Lourdes Delgado Luque (2018)— han reconocido que el sistema de la moda sostenible requiere un enfoque más integrado e interdisciplinario de los problemas ambientales, sociales y económicos, junto con un programa vital de educación para las personas que trabajan dentro del sistema de la moda y los consumidores en general. En este mismo enfoque, otros investigadores constatan la necesidad de prestar una especial atención a la dimensión cultural de la sostenibilidad. Efectivamente, se necesitan más estudios sobre la posible constitución de un imaginario de moda sostenible: ya que el campo de la moda promueve ideales altamente divisorios en términos de estética corporal, clase, raza o sexualidad. De ahí la necesidad de plantear la siguiente cuestión ¿cómo puede construirse y mantenerse un imaginario que abarque la pluralidad, la tolerancia, la inclusión y el multiculturalismo? A ese respecto, los estudios sobre la moda modesta (Lewis, 2013) o el trabajo de tallas grandes (Canina y Volonté 2014) han constituido un impulso inestimable para llevar a la moda fuera de sus valores hegemónicos, pero sobre todo hacia un imaginario de moda más inclusivo y plural. En este nuevo marco teórico llama la atención que la sostenibilidad también se refiere a la dimensión cultural de los productos de moda, es decir, no se trata solo de la producción material de bienes y su propia materialidad, sino que también se refiere a su propia producción simbólica y contenido inmaterial (Fletcher, 2008).

4 La Teoría del actor-red (ANT)

A medida que la literatura sobre la moda sostenible se vuelve cada vez más rica, se necesitan discusiones analíticas que nos lleven a un diálogo más crítico de los principales enfoques y metodologías interpretativas y que, a su vez, puedan respaldar el desarrollo de futuras investigaciones de la moda sostenible. Con este objetivo vamos a considerar la Teoría del Actor-Red (ANT) y la Teoría de las Prácticas Sociales (TPS). Ambos enfoques nos ofrecen algunas vías fructíferas para investigar la relación de la moda y la sostenibilidad y, además, nos pueden proporcionan nuevas formas de conectar a los diferentes actores y las prácticas de consumo sostenible. La Teoría del Actor-Red se presenta como una propuesta metodológica radical y omnicomprensiva, planteando un abierto desafío a los planteamientos habituales que podemos encontrar en la teoría sociología de la moda (Entwistle, 2016). Uno de los aspectos centrales de esta teoría es que plantea la investigación de la moda como un “híbrido” entre la naturaleza y la cultura (Entwistle, 2016). Y nos permite ver las continuidades entre las prácticas de vestir y su amplio impacto ambiental y, al mismo tiempo, nos da la oportunidad de empezar a pensar de forma diferente sobre cómo conectamos la naturaleza y la cultura, y de esa forma comenzar a integrar y ensamblar las relaciones sociales y culturales entre nuestra ropa y el medio ambiente (Entwistle, 2016).

No obstante, para comprender el valor de este enfoque en la sociología de la moda, hemos de tener muy en cuenta los siguientes principios y la propuesta metodológica en que se fundamenta esta teoría. En primer lugar, el enfoque de Bruno Latour (2007) ha conseguido desafiar algunas ideas preconcebidas sobre lo que es ser “moderno”, según él, la modernidad se contextualizó bajo la distinción artificial entre “naturaleza” y “cultura” y, a su vez, sostiene que el punto de vista de la “cultura” siempre se ha visto como superior y activa y por el contrario el de la “naturaleza” se la ve como inferior y pasiva. En segundo lugar, Latour (2008) ha conseguido subrayar que los objetos que denominamos como “naturales” son en realidad productos histórico-sociales de nuestras formas particulares de ver el mundo, por lo tanto, son objetos o artefactos culturales. A partir de este supuesto, Latour (2007) considera que “los objetos” son simples híbridos de la relación entre la naturaleza-cultura. En esta misma línea, Bruno Latour y Steve Woolgar (1995) consideran que, de la misma forma, la ciencia moderna depende de algunos instrumentos que nos permiten “ver” cosas. Por ejemplo, los microscopios nos permiten ver las bacterias o células a simple vista; y esto ha llevado a la biología hacia las áreas de “la cultura humana” hasta llegar a examinar el genoma humano.

Igualmente, Latour (2008) presupone que la naturaleza ya no puede ser vista como un área que este “ahí fuera” o separada, y sea diferente de nosotros, sino que hemos de vernos de forma continua con la naturaleza, como una parte de ella, ya que nuestro parecer social basado en nuestra ropa y vestimenta es en realidad un “híbrido” de la relación entre la naturaleza y la cultura. Por consiguiente, el enfoque de Bruno Latour nos puede ayudar a abrir ese diálogo interno entre la ciencia y la cultura, entre la tecnología y la moda que algunos estudios han comenzado a investigar. En tercer lugar, esta misma referencia ya se hace en los Estudios de Ciencia y Tecnología y Sociedad (CTS) al reconciliar el saber formal de la ciencia y la tecnología con su dimensión humana, considerándolos como un tejido sin costuras y sin fisuras. Esta perspectiva (CTS) abarca un campo de investigación sobre los efectos culturales, éticos y políticos del conocimiento científico y la innovación tecnológica al poner el énfasis sobre las utilidades, apropiaciones e impactos en la vida cotidiana de las personas y que, por supuesto, podemos aplicar en la moda sostenible. En este sentido, la perspectiva del análisis del ciclo de vida (ACV) ha hecho algunos esfuerzos en el estudio del alargamiento de la vida de la ropa y los usos de la ropa (Fletcher y Grose, 2012), además del estudio del impacto de los materiales y la propia huella ecológica que el sector de la moda produce (Choi, 2013).

En cuarto lugar, siguiendo con la lógica de ver la moda como un sujeto hibrido entre la naturaleza y cultura; parece evidente que algo tan aparentemente “cultural”, como son las propias creaciones de moda, sea unas creaciones híbridas entre la naturaleza y la cultura. Las prendas de ropa son algo “natural”, puesto que están hechas por materiales naturales, (como el algodón, la seda y el lino) y por otra, son “montadas y ensambladas” en nuestro mundo social y cultural de manera compleja, a través de las Cadenas Globales de producción textil (Gereffi y Korzeniewicz, 1994). Asimismo, la teoría del sistema mundo (TSM) también nos puede servir como una herramienta muy útil para el análisis de la insostenibilidad de la moda rápida al permitir rastrear las conexiones entre las regiones “periféricas” donde se encuentra la mano de obra más barata y las zonas más desarrolladas (Wallerstein, 1974; Gereffi y Korzeniewicz, 1994). Por consiguiente, en este nuevo contexto ya no encajaría en absoluto hacer una clara distinción entre las dimensiones “naturales” y “culturales” de la moda, sino simplemente examinar el flujo continuo de materiales, objetos y actores que componen el sistema de la moda. Esto implicaría comenzar a pensar de forma más ecológica, es decir, vernos como parte de la ecología de la tierra y de ninguna manera separado o por encima de ella. Por consiguiente, pensar en la moda como un “híbrido” entre naturaleza y cultura parece ser una perspectiva muy beneficiosa en el nuevo paradigma relacional de la moda y la sostenibilidad.

En quinto lugar, esta nueva forma de pensar depende de una comprensión diferente del significado de “actor”, ya que en esta teoría (ANT) los actores son tanto humanos como no humanos. En esta teoría un “actor” o “actante” es cualquier cosa con la capacidad de actuar de alguna manera; por ejemplo, el agua es un actor o “actante”, ya que es un componente activo de los materiales que componen de moda y, de hecho, casi todo lo demás también como el algodón, la seda, la lana, el lino, etc. La teoría del actor red (ANT) es útil para ayudar a determinar cómo las categorías de “personas” y “cosas” que están en juego, interactúan en la “moda”. Por su principio de “simetría” (Callon, 1986), ninguno de los dos tendrá prioridad, ni será visto como una entidad separada o superior. Ya que la teoría del actor-red (ANT) rechaza la división ontológica de la materialidad y el significado, y la priorización del significado, en cambio, los materiales y las cosas se consideran una parte fundamental de los ensamblajes que llegan a constituir lo social (Latour, 2008). Por consiguiente, en este marco teórico, la “moda” se abordaría como un conjunto de elementos humanos y no humanos o “actantes” que componen el fenómeno de la moda en cuestión. Este enfoque (ANT) todavía no está bien desarrollado dentro de los estudios de moda, excepto en algunos estudios como el de Joanne Entwistle y Don Slater (2014), que sí han tratado de investigar a las modelos de la moda dentro del sistema de la moda desde la perspectiva de la teoría de ANT. En principio, este artículo no sugiere que debamos adoptar un enfoque exclusivamente ANT de la moda, sino que podemos aprender a pensar sobre diferentes facetas de la moda a través de sus múltiples elementos materiales y humanos y sus relaciones.

En sexto lugar, la teoría del actor red (ANT) también nos puede aportar una metodología para la “localización” de estas conexiones y nos puede enseñar a observar y a seguir a los actores, con el fin de ver dónde van y lo que hacen. Así pues, la teoría del actor-red no se trata de una teoría explicativa, sino descriptiva. Además, si utilizamos esta metodología sobre las prendas de moda, podríamos comenzar con los campos de algodón en la India, o las fábricas de producción en algún lugar de Asia, y seguir a los actores desde la producción de textiles a su ensamblado en prendas, su distribución a las tiendas y así llegar hasta los consumidores, e incluso ir mucho más allá del consumo, llegar hasta la eliminación de los residuos de ropa. Esto implica que, si llegamos a observar las prendas de ropa y las seguimos, podemos observar cómo los actores o actantes “naturales” entran en contacto con los agentes “culturales'', y se ensamblan en sistemas complejos o híbridos entre la naturaleza y la cultura.

5 La teoría de las prácticas sociales (TPS)

Finalmente, el desarrollo de la moda sostenible requiere cambios transformadores en las prácticas de consumo de todos los involucrados en el sistema de la moda. Por ello, debemos de tener muy cuenta el potencial explicativo de la teoría de las prácticas sociales (TPS). Esta teoría ha adquirido cierta relevancia en las prácticas de comer (Evans, 2012; Warde et al., 2007), y en la higiene personal (Shove, 2003). Sin embargo, ha tenido un escaso desarrollado en las prácticas de vestir y el uso de la ropa, excepto en los trabajos de (Bellotti y Mora 2014; Klepp y Bjerk 2014). El valor de la TPS está: a) en la capacidad de repensar y diseñar acciones orientadas hacia la transición de nuevas formas de consumo sostenible; b) en la capacidad para enfocarse sobre el consumo de cosas y su uso al servicio de la promulgación de prácticas sociales; y c) en poner su atención en la dinámica microsociológica sobre la cual se estructuran las dinámicas de las prácticas de consumo sostenible (Warde, 2005). En otras palabras, la TPS propone entender las distintas formas de consumo desde la energía, el agua, los detergentes, los materiales y la ropa como resultado de la dinámica de las prácticas que organizan la vida cotidiana de los usuarios. Por ejemplo, Elizabeth Shove y Mika Pantzar, (2005), siguiendo a Theodore Schatzki (1996), han propuesto describir a las prácticas como una forma rutinaria de la conducta social compuesta por un “nexo de formas de decir y de hacer que tienen cierta dispersión espacial y temporal” (1996, p. 89). En esta misma línea de investigación Shove et al. (2012) distinguen los tres componentes básicos de toda práctica: a) el conocimiento práctico (el “saber hacer”); b) las materialidades (los objetos materiales y recursos que constituyen la práctica); y c) el sentido, esto es (el conjunto de significaciones y valoraciones que constituyen cada práctica). Esto implica que cada práctica a su vez depende para su existencia de la interrelación activa de estos tres elementos. Precisamente, una de las fortalezas centrales de esta teoría es que su principal unidad de análisis, las prácticas, no son un mero resorte únicamente de la intencionalidad de los actores, sino que dependen de los distintos elementos que la constituyen y que trascienden su propia intencionalidad. Dicho de otro modo, la práctica como unidad de análisis no se refiere únicamente al ámbito de la intencionalidad individual, sino también a un conjunto de materialidades y significados que se movilizan en ella y anteceden a su ejecución individual.

Llegados a este punto, debemos subrayar que la TPS, al hacer de la práctica su principal unidad de análisis, propone una aproximación totalmente distinta al desarrollar formas de explicación y de intervención en el área del comportamiento proambiental, que van más allá de lo puramente motivacional o de los propios estilos de vidas. Por consiguiente, en el nuevo paradigma relacional de la “moda sostenible” debemos comenzar a prestar una cuidadosa atención a las prácticas de consumo sostenible y al propio diseño de la ropa. Algunos académicos ya han subrayado cómo el “diseño” se puede convertir en una herramienta muy útil para crear una vida más sostenible en un entorno social, cultural y físico, como ocurrió en el caso del propio “diseño nordic walking” (Pantzar y Shove, 2010). Otros autores, desde el consumo, han abordado cómo las prácticas de usar y tirar la ropa pueden influir en el medio ambiente (Klepp y Bjerk, 2014). En conclusión, el valor de este enfoque (TPS) dentro de la moda sostenible está, en primer lugar, en que estos estudios se basan más ​​en el material físico que en el simbólico (Shove y Pantzar, 2005), lo cual nos permite pensar en la moda sostenible como una práctica material y no solo como un mero discurso estético o de desigualdad social. En segundo lugar, estos estudios se presentan como un enfoque alternativo, al proponer el estudio de la relación de la ropa con otra ropa dentro de un todo mayor (el armario) como una forma de resaltar la materialidad de la ropa (Klepp y Bjerk, 2014). Y en tercer lugar, dentro de este enfoque la moda sostenible no se puede entender como un fenómeno separado o aislado, sino que está incrustada en prácticas culturales más amplias, y donde la sostenibilidad ya no puede ser vista como un “complemento” o algo separado de ella (de la moda o ropa) sino más bien como algo que surge de las propias prácticas cotidianas vestimentarias (Woodward y Fisher, 2014).

6 A modo de conclusión

En primer lugar, en los estudios académicos de moda hemos podido observar que el discurso de la sostenibilidad se ha convertido en una categoría esencial para el estudio de la moda en el siglo XXI. Por una parte, estos estudios han conseguido consolidarse como un nuevo campo de investigación donde las redes de referencias teóricas y metodológicas se han vuelto más extensas desde “The fashion Theory”, International Journal of Fashion Studies o The Journal of Dress and Body, logrando un mayor conocimiento y un diálogo más intenso entre la moda y la sostenibilidad. Por otra parte, estos mismos estudios insisten en subrayar su naturaleza interdisciplinar, lo cual significa que los académicos e investigadores necesiten usar diversas disciplinas y emplear diversas metodologías desde los estudios estadísticos, el análisis cualitativo o etnográfico. Por ende, el discurso académico de la moda sostenible se asocia y define a través de la armonía de cuatro pilares básicos: el ecológico, el social, el consumo sostenible y la educación para el desarrollo de la sostenibilidad (EDS).

En segundo lugar, en lo que respecta a los enfoques teóricos de la moda sostenible, hemos podido observar que es muy difícil encontrar una perspectiva unitaria capaz de abordar la complejidad ambiental, social y cultural de los fenómenos relacionados con el vestido y la moda. Mientras los primeros debates se centraron en los efectos ambientales de la producción textil (Flechter, 2008; Gwilt, 2014; Gwilt y Rissanen, 2011) e incluso han articulado un enfoque muy práctico a través del “el análisis del ciclo de vida” (ACV) desde el estudio del impacto de los materiales, hasta el estudio de la huella de carbono que produce la moda rápida (Choi, 2013). Por el contrario, otros investigadores sociales han insistido más en denunciar las prácticas de explotación social y laboral del sector textil y de la moda (Klein, 2000; Siegle, 2011; Salcedo, 2014). Al mismo tiempo, han incorporado el concepto de la moda y la conducta éticas en los estudios de la moda, logrando plantear nuevas formas de sostenibilidad, a través de la justicia social y las cuestiones relativas a los derechos de los trabajadores. Inclusive, Walter Santagata, (2010) y Carla Lunghi, (2012) enfatizan que la moda también puede servir para fomentar la sostenibilidad y la inclusión social de las personas con discapacidad.

Por otra parte, la perspectiva del consumo sostenible (Warde y Southerton, 2012; Bellotti y Mora, 2014; Carfagna et al. 2014) insiste en alejar al sistema de la moda de las prácticas actuales de la industria de la moda rápida, lo cual requiere un cambio no sólo en las formas de producción, sino en las propias prácticas de consumo donde el consumidor ha de hacerse más ecológico y responsable. Finalmente, subrayar que, dentro del marco teórico de la moda sostenible, otros estudios —como los de Liz Parker y Marsha Dickson (2009), Jason Mac-Vaugh y Mike Norton (2012) y, más recientemente, Miguel Ángel Gardetti y Maria Lourdes Delgado (2018)— insisten en reconocer que el sistema de la moda sostenible requiere un enfoque más integrado e interdisciplinario de los problemas ambientales, sociales y económicos, junto con un programa vital de educación para las personas que trabajan dentro del sistema de la moda y los consumidores en general. Todos estos nuevos trabajos han conseguido proporcionar un marco muy útil para el estudio de la moda sostenible en el siglo XXI y, al mismo tiempo, nos han permitido acumular conocimientos específicos que puedan informar de las prácticas y de las políticas de las empresas de moda en cualquier etapa de la cadena de valor.

En tercer lugar, a medida que la sociología se hace más exquisita aparecen nuevas discusiones teóricas y metodologías que respaldan al nuevo paradigma relacional de la moda sostenible en el siglo XXI. Por ejemplo, la Teoría del actor red (ANT) ha conseguido plantear a la moda como un “híbrido entre la naturaleza y la cultura. El entender la moda como un sujeto híbrido” entre la naturaleza-cultura nos facilita ver las continuidades entre las prácticas de vestir y su amplio impacto ambiental y, al mismo tiempo, nos permite comenzar a pensar de una forma más radical acerca de cómo nos conectamos con la naturaleza y la cultura y, de esta forma, comenzar a ensamblar plenamente las relaciones entre nuestra ropa y el medio ambiente circundante.

Por otra parte, la Teoría de las Practicas Sociales (TPS), ha conseguido plantear que la moda ha de ser entendida como un entramado de prácticas relacionadas; cuya dinámica da forma a la vida cotidiana, estructurando desde las prácticas de consumo de ropa hasta las prácticas de vestirse y de utilizar la ropa, etc. Esta nueva aproximación teórica de la moda sostenible tiene la fortaleza de visibilizar los aspectos más rutinarios y convencionales de la vida social respecto a las prácticas de vestirse, además de explicar los cambios en los patrones de consumo y el éxito (o no) de las transiciones hacia los sistemas de consumo más sostenibles (Shove, 2010). Finalmente, dentro de los nuevos estudios de moda, varios investigadores y académicos de la moda (Lewis, 2013; Canina y Volonté, 2014) señalan la necesidad de prestar una especial atención a la dimensión cultural de la sostenibilidad y empezar a construir un nuevo imaginario más sostenible e inclusivo de la moda. De ahí, la siguiente cuestión ¿Cómo pueden las prácticas de consumo, producción y representación alimentar este imaginario? Al parecer la investigación de la moda necesita más estudios sobre la constitución de un imaginario más sostenible.

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