La desaparición sin causa aparente en España ocupa tanto en los medios de comunicación como en las políticas públicas un espacio creciente en los últimos años. No nos son extraños nombres como Diana Quer, Yeremi Vargas, Marta del Castillo, Sonia Iglesias, David Guerrero…, por citar sólo algunos, pues circulan en las redes sociales, la televisión, la prensa escrita, etc. Las desapariciones sin causa aparente son un tipo de desaparición “novedoso” que toma su relevancia en España gracias al trabajo de las asociaciones de familiares afectados por las mismas a partir del año 2009. Se toma como emblemática la desaparición de Cristina Bergua1 para declarar el 9 de marzo, Día nacional de los Desaparecidos sin causa aparente, que tiene como finalidad el recordatorio de las personas desaparecidas, pero también constituye el pistoletazo de salida de nuevas labores institucionales para la asistencia y ayuda a las familias afectadas por parte de diversos agentes del Estado —cuerpos de policía, psicólogos, abogados—, así como para brindar su colaboración a las asociaciones formadas en años precedentes. Estas asociaciones se formaron ante la falta de asistencia y la necesidad de herramientas y protocolos de búsqueda de las personas desaparecidas sin causa aparente.
La falta de herramientas se debe a una débil estructura institucional. En el plano jurídico porque la ley no recoge hasta el año 2017 a las personas desaparecidas sin causa aparente con esa categoría, sino que sólo existen bajo la declaración de ausencia dentro del Código Civil que define a las mismas como personas que no se encuentran en su domicilio habitual y de las que no se tiene noticias. Además, el Código Civil no alberga la resolución de las razones de la desaparición, ni insta a averiguar la causa de la misma, ni tampoco atiende la potencial situación de riesgo en la que se encuentra la persona desaparecida. Por otro lado, el Código Civil entre los artículos 181 al 191 sólo se ocupa de la regulación de la representación legal del ausente y la regularización de los bienes y propiedades de la persona desaparecida. Los cuerpos de Seguridad del Estado no contaban con protocolos exhaustivos necesarios para la búsqueda de personas desaparecidas sin causa aparente lo que limitaba los conocimientos sobre su paradero y dificultaba la superación del duelo por parte de las familias afectadas. A partir del año 2017, tras la redacción del Informe sobre “personas desaparecidas” en España a petición de las asociaciones, se toma la definición ofrecida en las Recomendaciones del Consejo de Europa para definirlas como “la persona ausente de su residencia habitual sin motivo conocido o aparente, cuya existencia es motivo de inquietud o bien que su nueva residencia se ignora, dando lugar a la búsqueda en el interés de su propia seguridad y sobre la base del interés familiar o social” (Ministerio del Interior, 2017, p. 7, con cursiva en el original). Siguiendo esta definición no sólo la persona desaparecida es un ausente de su residencia habitual, sino que atiende al desconocimiento de los motivos, la generación de inquietud y la necesidad de la búsqueda por una posible situación de riesgo, así como la atención al vínculo social por parte de la familia y la ciudadanía. A pesar de la reciente creación del Centro Nacional de Desaparecidos (CNDes) por parte del Ministerio del Interior, continúa en estado embrionario el reconocimiento institucional de las personas desaparecidas. Si bien se han dado los primeros pasos que incentivan los recursos a los expertos en la materia dentro de los ámbitos de la Antropología Forense y de los Cuerpos de Seguridad del Estado, son aún necesarias las labores de especialización y mejora de los sistemas y protocolos de búsqueda. Muestra de ello son los distintos cursos de Protección Civil y primeras Guías de Búsqueda que se están realizando por parte de este organismo.
Este artículo se centra en el trabajo de búsqueda realizado desde los ámbitos no institucionales, esto es, aquellos que han sido elaborados por las asociaciones de afectados por la desaparición sin causa aparente2. Ello no quiere decir que no deban de ser estudiadas las labores institucionales por la búsqueda, sino que quedan fuera del análisis aquí propuesto dado que se encuentran aún en estado embrionario. Nos centramos en este caso particular por su novedad puesto que su preocupación ha crecido en los últimos años; cada vez tienen un mayor eco mediático y hay una mayor sensibilidad social que se va abriendo terreno también en las Ciencias Sociales. Dentro de este caso, destaca la preocupación incesante por la búsqueda y el método por la misma para encontrar a esos desaparecidos sin causa aparente. En este artículo nos centramos en observar los primeros pasos que se han dado en la búsqueda de estos desaparecidos. Nos interrogamos por la labor de las asociaciones de afectados en el desarrollo de criterios para buscar a las personas desaparecidas. Propongo el concepto de “espectropolítica invertida” para entender las acciones y dispositivos de búsqueda puestos en marcha por las asociaciones de afectados por la desaparición sin causa aparente. Si en las desapariciones originarias la política era la producción y gestión de espectros mediante la desaparición, aquí sucede lo contrario; lo que estas acciones y estos dispositivos hacen es una contrapolítica de la espectropolítica al poner todas sus energías en hacer aparecer.
El texto se apoya en un trabajo de campo de carácter cualitativo: una etnografía en Barcelona con una asociación de afectados por la Desaparición sin Causa Aparente llamada INTER-SOS, entrevistas a miembros de dicha asociación,3 así como a miembros de la asociación SOS Desaparecidos. También se realiza un análisis de una APP desarrollada por un grupo de expertos del programa televisivo “Desaparecidos” emitido entre enero y abril de 2018 en Radio Televisión Española para la búsqueda de personas desaparecidas. Una aplicación que tiene por finalidad recopilar información y contribuir en la búsqueda de personas desaparecidas sin causa aparente.
Es preciso afinar ante qué tipo de desaparecido nos encontramos cuando se habla de un desaparecido sin causa aparente. Las asociaciones hacen uso del concepto de desaparecido, se lo apropian para constituirse como afectadas por la misma y así realizar reclamos a nivel jurídico e institucional. Pero este tipo de desaparición dista del desaparecido originario que sufre desaparición forzada (Gatti, 2017), privados de libertad, negados sus derechos y víctimas de la violencia de Estado. Los desaparecidos sin causa aparente no sufren la represión de contextos dictatoriales como los del Cono Sur, ni el encerramiento en Centros Clandestinos de Detención (Colombo, 2017). Distantes se encuentran, pues, de la negación; no son sujetos negados (Gatti, 2017, p. 17). No son tampoco resultado de una operación política, ni de prácticas de secuestro y ocultamiento (Tassin, 2017), sino que son fruto de devenires impredecibles e inquietantes, como los llaman en las asociaciones. Los desaparecidos sin causa aparente son “desaparecidos en democracia” (MAD 4, entrevista personal, septiembre de 2018); o como una persona de una asamblea de familiares de desaparecidos señaló: “los nuestros son gente normal que desaparece”. Es decir, estos desaparecidos son ciudadanos que sufren un tipo de peligro de la vida social. Desaparecer sin causa supone una forma particular en tanto que caen —aunque sea de una manera momentánea— en el afuera del sentido de la vida ordinaria, sufren la desprotección y se desvinculan de los lazos sociales que los definían como ciudadanos (Robles, 2019). Aquí, pues, radica la característica de este tipo de desaparecidos: son personas que desaparecen esfumándose del común (Rancière, 2005), de la vida ordinaria a la que previamente pertenecían. Son miembros de una “sociedad de iguales” (Rosanvallon, 2012) de la que de manera azarosa salen y los que quedan se preguntan por su paradero, sin saber si están en riesgo, vivos o muertos. Son desapariciones, pero de otro tipo.
Las desapariciones sin causa aparente son, siguiendo al filósofo francés Étienne Tassin (2017), desapariciones en sociedades liberales. Tassin propone una ampliación de la categoría de desaparecido que condensa tres registros: “los eliminados como consecuencia de operaciones policiales o militares (…). Los borrados [que son] los seres privados de existencia política (…) [y] los ocultados que han quedado condenados a la clandestinidad” (Tassin, 2017, pp. 105-107). Los desaparecidos sin causa aparente podríamos ubicarlos como un cuarto registro. Porque desaparecen dentro de un régimen liberal y democrático, pero sufren el infortunio de una multiplicidad de peligros. Sufren otro tipo de catástrofe, ordinaria. Catástrofes porque, siguiendo la definición ofrecida por Sandrine Revet, sufren un acontecimiento que los convierte en una víctima, en el que se rompe la “temporalidad rutinaria” (2017, p. 57) del sujeto que desaparece y de los afectados por la misma, principalmente las familias, se ven en la necesidad de una serie de procesos para explicarla, afrontarla y repararla (Revet, 2017, p. 57), esto es, “que se sepa el género y resultado de la desaparición, si están con vida y tener una certeza de su estado” (MAD 4, entrevista personal, septiembre de 2018).
En este sentido, las desapariciones sin causa aparente activan a diversos agentes “que buscan a la persona desaparecida en la gestión de nuevas formas asociativas” (Irazuzta, 2017, p. 142) produciendo, con ello, “agencia en quienes la[s] buscan” (Irazuzta, 2017, p. 142). Al igual que analizó Ignacio Irazuzta para el caso México, las asociaciones de familiares afectados por la desaparición sin causa aparente en España toman forma en sus demandas de “hacer aparecer desaparecidos” (Irazuzta, 2017, p. 152). Una demanda que se vuelve el objetivo principal de las asociaciones y que se convierte en la denuncia de las insuficiencias institucionales para buscarlos. Esas deficiencias provocan el desarrollo de tecnologías que mejoren las posibilidades de hacer aparecer desaparecidos: se producen líneas telefónicas de asistencia a familiares, se crean fichas de los desaparecidos que después se hacen públicas, realizan asambleas y reuniones para la discusión de la innovación y renovación de las técnicas y acciones utilizadas para la búsqueda, se desarrollan aplicaciones móviles, etc.
La desaparición es producto de una espectropolítica, esto es, la producción política de espectros y su gestión como lo analiza Mariana Tello (2016) para el caso de Argentina. En la desaparición originaria la producción política de esos espectros es sistemática, coordinada, con políticas y formas de gobierno que producen espectros; hay un agente identificable en esa producción y gestión. Agentes que ponen en funcionamiento dispositivos desaparecedores que transforman ciudadanos, eso sí, indeseables para el poder, en fantasmas, en muertos en vida. La desaparición es, según Avery Gordon (2008) un método esponsorizado por el Estado para producir fantasmas y generar un quiebre en las distinciones modernas de sentido.
Este enfoque de lo espectral ha servido también para analizar situaciones más contemporáneas para las que también puede ser usada la categoría desaparición, para situaciones de malas muertes y de malas vidas (Gatti, 2020). Es el caso del trabajo de Soko Phay-Vakalis que, a partir de una investigación sobre deportación y desaparición por parte del Estado camboyano (2008), habla de políticas de producción de la mala muerte. También el del trabajo de Arjun Appadurai en torno al desplazamiento de personas musulmanas por parte del Gobierno indio en la ciudad de Bombay por ser consideradas indeseables (2013). Y, por supuesto, los trabajos de Esther Peeren (2017) sobre migrantes y otros sujetos vulnerables y precarios. Ahora bien, en estos casos la espectropolítica como “forma[s] de [la] desposesión, explotación y represión” (Blanco y Peeren, 2013, p. 93) no se halla de manera tan clara un causante, sino que responde a formas de gobierno, también fantasmagóricas, de la actual globalización (Sassen, 2015) que operan como formas difusas de producción de sujetos forzados a vivir en la extrema precariedad y vulnerabilidad (Blanco y Peeren, 2013). Los espectros son, pues, formas de vida que, por la acción estructural de los Estados, de la economía y/o de la política se constituyen como sujetos separados del resto de la sociedad, incontables, “otros sujetos indeseables” (Blanco y Peeren, 2013, p. 93), “formas extremas de vida humana y mundos muertos” (Mbembe, 2003, p. 1), aquellas que quedan en el estatus de la muerte en vida (Mbembe, 2003), realidades sociales que quedan fuera del reparto de lo sensible (Rancière, 2014).
Situándonos en este enfoque teórico, realizamos sobre él una inversión. Para el caso de las desapariciones sin causa aparente, entendemos que la espectropolítica se da a la inversa por dos razones: en primer lugar, porque los espectros que se buscan no son indeseables ni inexistentes, sino que son ciudadanos, sujetos pertenecientes a la comunidad política; y, en segundo lugar, porque los dispositivos y las acciones puestas en marcha por las asociaciones tienen como objetivo hacer aparecer y no hacer desaparecer; es una espectropolítica de la aparición, no de la desaparición. Su acción es la búsqueda y su objetivo la aparición. Nos servimos aquí del concepto de espectropolítica invertida porque hay espectros que buscan ser gestionados, pero no por ser la parte sobrante, indeseable de la sociedad, sino porque las vidas de los desaparecidos sin causa aparente se administran en la dirección opuesta: buscarlos para saber de ellos, para dar cuenta de su paradero, para —en el mejor de los casos— devolverlos con vida, o para darles una “buena muerte”. También se produce una inversión en los agentes que buscan. Las asociaciones de afectados por la desaparición sin causa aparente trabajan en convergencia con el Estado y sus cuerpos de seguridad y protección —aunque aún de manera precaria— que en la primera espectropolítica es el principal productor de la desaparición. En este sentido, el agente que en el primer caso era desaparecedor, en el de la espectropolítica invertida, colabora e interviene para hacer aparecer a aquellos sujetos que faltan.
Las asociaciones de familiares de desaparecidos sin causa aparente se forman en la necesidad de la búsqueda de personas desaparecidas. Familiares que —ante la falta de protocolo, sistematización y labor exhaustiva por parte de las instituciones— se vieron empujados a salir en búsqueda de sus familiares. “Un día se busca una hija, otro un marido, al siguiente un abuelo…” (MAD 3, entrevista personal, octubre de 2017), cada una con su casuística, pero todas convergen en un mismo propósito: hay alguien desaparecido, no se sabe dónde está, si está vivo o muerto, en riesgo o no. Ante la débil presencia de agentes institucionales ocupados en la búsqueda, los familiares comienzan a desarrollar las primeras herramientas de búsqueda para la producción de conocimiento sobre el paradero de los desaparecidos. Entre estas prácticas encontramos la elaboración de fichas que condensan las características corporales de los desaparecidos, las últimas informaciones y datos sobre el lugar y la fecha de su desaparición. Estas fichas inundan los espacios de las asociaciones: las encontramos en sus páginas web, en la oficina de una de las asociaciones e incluso —como veremos más adelante— en aplicaciones de teléfonos inteligentes. Con ello, buscan difundir las noticias de una desaparición a la vez que producir una red con otros ciudadanos que puedan dar cuenta de aquel que ha desaparecido. Es una de las herramientas puestas en marcha por los familiares que los convierte en una suerte de “activismo experto” (Irazuzta, 2017, p. 148; Martínez, 2017, p. 61) y que pone los cimientos del primer protocolo que “hace emerger y/o detectar [un nuevo tipo de] víctima” (Martínez, 2017, p. 62): el desaparecido sin causa aparente.
Por lo tanto, su labor se sitúa en la búsqueda que tiene como consecuencia directa la producción de una “nueva población de víctimas”, la emergencia de un nuevo problema social: el conocimiento sobre el paradero de las personas desaparecidas y su —posible— reincorporación al común. Si la desaparición, como veníamos diciendo y siguiendo a Avery Gordon (2008), fue un método esponsorizado del Estado para producir fantasmas y la ruptura de las distinciones modernas de sentido, estas asociaciones actúan en una suerte de contrapolítica de la desaparición: establecen formas de buscar, contar y elaborar narrativas preocupadas y sensibles por las formas de censar las existencias —aunque no siempre visibles— en un territorio. Se vuelven expertos en la búsqueda, un nuevo arte tecno-científico para contar y narrar la desaparición sin causa aparente y un trabajo de restitución de los sujetos soberanos desaparecidos. Una espectropolítica cuyo objetivo ya no es eliminar y producir fantasmas, sino que trata de buscarlos y localizarlos rebajando los niveles de incertidumbre de sus familias.
Esta espectropolítica invertida se sofistica. Se sirve de la tecnología para hacer de la búsqueda algo “fácil e inmediato de difundir” (MAD 4, entrevista personal, septiembre de 2018) y laborar con la posibilidad de “llegar a todos” (MAD 1, entrevista personal, mayo de 2017). Hacer uso de las mediaciones tecnológicas anuda a distintos agentes: los familiares de las personas desaparecidas con otros ciudadanos. Constituye así una red que fluye, que permite una mayor velocidad, pero cuyas acciones de búsqueda se ven condicionadas por esa red y las tecnologías utilizadas (Woolgar, 1991), pues estas serán las que hagan posible las descripciones y las representaciones de las personas desaparecidas que se intentan encontrar.
Las fichas cuentan la desaparición y las enumeran, se convierten en pancartas de denuncia de una desaparición y asienta los primeros pasos a dar para la búsqueda sobre el territorio. No sólo contar una persona desaparecida más, sino narrar los últimos momentos de aparición de una persona ayuda también a acotar y construir una representación concreta sobre lo que sucedió y sobre el carácter operativo de por dónde delimitar y mapear a los desaparecidos (Congram, Green y Tuller, 2016). A pesar de que la sofisticación tecnológica contribuye a un mayor alcance y a la resolución de un problema denunciado por las asociaciones, se corre el peligro de “dar una mala imagen sobre el desaparecido” (MAD 3, entrevista personal, octubre de 2017) que, por el contrario, puede dificultar los procesos de búsqueda. Estas fichas solo deben incluir lo necesario para una activación y no entrar en detalles. Como nos comentaba un miembro de una asociación:
Para encontrar a una persona, los que necesitan tener información son las fuerzas de seguridad. Nosotros y el ciudadano necesita lo justo y necesario, incluida la foto, para poder identificarlo. No entramos en temas personales ni en morbo ni etcétera, etcétera. (MAD 2, entrevista personal, junio de 2017)
En este sentido, el material introducido en las fichas construye una narración sobre la desaparición que la tecnología ayuda a difundir. La posibilidad de difundir establece los marcos para la constitución de una verdad siempre que sea una información contrastada con los cuerpos de seguridad, las familias y las asociaciones. Esto evita “bulos” y “bromistas macabros” (MAD 4, entrevista personal, septiembre de 2018). La difusión de ese material y la conexión con otros ciudadanos en la búsqueda contribuye a un enriquecimiento de la información sobre el desaparecido:
Una difusión masiva, una alerta temprana a la población facilita el trabajo de todos, cuantos más ojos tengas mejor. Alguien lo verá. La policía tiene los medios que tiene, la asociación tiene los medios que tiene, la familia tiene los medios, pero al final también la sociedad tiene dos ojos. Al final tienes muchos testigos que te pueden ayudar. (MAD 1, entrevista personal, mayo de 2017)
En conexión con la red ciudadana se trata de implantar un dominio sobre la verdad de un sujeto desaparecido. Son las reglas que articulan “la visibilidad de una realidad silenciada” (MAD 4, entrevista personal, septiembre de 2018). Se delimitan con la difusión de las fichas el territorio de los juegos de verdad que cuentan un caso de desaparición, narran la historia del mismo y lo hacen visible. Siguiendo la lógica de la espectropolítica invertida hacen aparecer al fantasma en un primer momento de manera discursiva (se narra su desaparición) y, posteriormente, si la búsqueda tiene éxito y consiguen encontrar al desaparecido, en un carácter corpóreo resolviendo el dilema de su estatuto entre la vida y la muerte.
La espectropolítica invertida se nutre de este trabajo de las asociaciones centrado en la difusión y en la denuncia de un problema social. Problema social que entienden que aún presenta deficiencias institucionales para su visibilización. Una carencia de intervención del gobierno de las víctimas para su reconocimiento como tales. Este trabajo de búsqueda que supone un reclamo de atención institucional para que los expertos les reconozcan como víctimas y la facilitación e innovación —principalmente tecnológicas como veremos en el siguiente apartado— de los medios para hacer aparecer a los desaparecidos.
De la necesidad de la búsqueda por parte de las asociaciones de afectados por las desapariciones sin causa aparente se han construido vínculos entre afectados, ciudadanía e instituciones. Esto es, a través del uso de las fichas que elaboran las asociaciones se conecta en una red a diversos agentes con la finalidad de buscar a las personas desaparecidas. Este es uno de los principios de la espectropolítica invertida que construye un nuevo problema social y que trata de capturar su objeto, el desaparecido sin causa aparente. Esta espectropolítica invertida se tecnologiza, utiliza distintos medios para poder obtener el éxito esperado en la búsqueda de las personas desaparecidas. La tecnología ha robustecido la red de la espectropolítica, multiplicado sus vectores, sus líneas de conjunción entre los diversos agentes, supone una traducción que crea un lazo que no existía antes y que, hasta cierto punto, modifica los elementos o agentes (Latour, 1998, p. 254).
Tomaré el caso de la App de búsqueda de personas desaparecidas sin causa aparente (Figura 1) desarrollada por los miembros del programa de Radio Televisión Española “Desaparecidos” y QSD4. Esta App, que lleva por nombre “Desaparecidos”, tiene como propósito ser una herramienta tecnológica innovadora al servicio de la búsqueda de personas desaparecidas5. Esta consiste en hacer un acopio de las fichas de personas desaparecidas en las que se incluye una foto de la persona desaparecida, nombre, fecha y lugar de la desaparición, características de la desaparición y si la persona sufría de alguna enfermedad que pudiera ser origen o causa de la desaparición. En algunos casos se incorpora también el reportaje televisivo sobre el caso. Se adjunta una pestaña en la que escribir para dar información y atestiguar el paradero de esa persona y, por último, se incluye durante una brevedad de tiempo los casos que habían sido resueltos y el respectivo reportaje.
Figura 1
Imagen presentación de la App Desaparecidos en RTVE
Esta App opera como un actante dentro de la red constituida en torno a la búsqueda. Una aplicación que conecta distintos agentes y media en la representación de las personas desaparecidas. Desde un trabajo autoetnográfico traté de observar el funcionamiento de este actante en la red de la espectropolítica invertida, la innovación tecnológica que supone dentro de la búsqueda y a qué da lugar en el proceso de investigación sobre la búsqueda de desaparecidos sin causa aparente. Esta autoetnografía consistió en hacer uso de la App. Esta Aplicación de telefonía inteligente genera efectos donde el problema de la desaparición sin causa aparente envuelve a quien hace uso de ella, produce una sensibilidad y articula formas de mirar lo urbano en las que encontrar espectros: personas mayores desorientadas, niños perdidos, personas con alguna enfermedad mental fuera de las coberturas familiares y expertas… Siguiendo los postulados del Actor-Red, en los que los territorios de trabajo científico “se encuentra[n] poblado[s] de por una gran variedad de agentes inanimados” (Woolgar, 1991, p. 156) y a “las máquinas se les atribuya la habilidad de producir representaciones directas del mundo” (Woolgar, 1991, p. 157), esta autoetnografía se enfoca en cómo el objeto tecnológico, ese no-humano, establece no sólo una representación directa sobre la persona desaparecida sino también un proceso de subjetivación de la persona que hace uso de ella; constituye.
Es necesario tener en cuenta que la App es posible porque, a diferencia de otros casos de desapariciones, en este las personas desaparecidas siguen, a pesar de su desaparición, de algún modo formando parte del común. En las descripciones encontramos que son, en su mayoría, personas que presentan síntomas de patologías relacionadas en muchos casos con edades avanzadas como alzheimer, personas con enfermedades mentales y personas no adultas. Estos desaparecidos son pensados por las coberturas sociales como figuras arquetípicas de algún tipo potencial de vulnerabilidad porque son un sujeto pleno de derechos al que se debe asegurar la protección, cuidado y reconocimiento en el que se alojan todo tipo de sufrientes (Casado, 2017). Esta App informatiza la información de los desaparecidos sin causa aparente que antes colgaban en el mobiliario público y en las comisarías de policía en forma de carteles y fichas. Lo que también supone la inmediatez de la puesta en alerta de una desaparición superando el obstáculo de que el ciudadano pase por algún lugar donde cuelgue uno de los carteles sobre una desaparición.
De este modo, la App Desaparecidos involucra a más agentes en los interrogantes de un nuevo problema social. La curiosidad se vuelve preocupación por saber quién desaparece, de qué manera y condiciona la mirada de la vida cotidiana del ciudadano. La aplicación conecta a los ciudadanos al problema social de la desaparición y a su extensa red. Convierte y endurece la preocupación por saber qué personas nuevas han desaparecido, quién ha podido desaparecer cerca, las últimas informaciones sobre su paradero. Pone en posición de alerta y dirige la mirada hacia la búsqueda con la que tratar de encontrar a estos sujetos de la desaparición. Como Christine Hine (2004) nos señaló sobre la etnografía virtual, entendiendo que la misma se distingue de la etnografía más clásica por la característica central del desplazamiento físico, esta etnografía se define en mayor medida por una textualidad sobre las personas desaparecidas que supone “una forma de interacción empaquetada que se mueve de un lugar a otro” (Hine, 2004, p. 65) y que también condiciona los movimientos de la población civil. La App, por tanto, subjetiva como agente buscador al usuario. Lejos de ser un experto en búsquedas introduce a los ciudadanos en la pesquisa y lógicas de la espectropolítica invertida. Establece los parámetros del ensamblaje entre los familiares y afectados, la persona desaparecida y las asociaciones. Una red de interacciones a paso de un click o de una llamada de teléfono con los otros agentes que se constituyen también en torno al mismo problema social.
El desaparecido sin causa aparente se diferencia de otros casos de desaparición. No es como el desaparecido originario, no sufre la extrema violencia, ni vive en contexto dictatorial. Es un desaparecido en democracia, pero también distinto a aquellos desaparecidos en contextos liberales definidos por Tassin (2017). Es un ciudadano: hacía parte del común, pero desaparece sin razones claras. Es una desaparición que desborda en tanto que las personas desaparecidas caen en la incertidumbre de saber si están en peligro, si ha habido un agente que los hizo desaparecer, los suspende en el limbo entre la vida y la muerte, afecta a su vínculo social y lo condiciona. Las personas desaparecidas sin causa aparente van más allá de lo que la vida cotidiana y sus gobiernos pueden gestionar. Son, como la campaña de una asociación señala, invisibles por muy momentánea que sea la desaparición. Ciudadanos-desaparecidos para los que no se cuestiona su inclusión en la comunidad política. Víctimas de los riesgos de la vida cotidiana que los esfuma.
Pero este desbordamiento derivado de la incertidumbre obliga a la acción, en este caso, la activación de la denuncia y de los procedimientos de búsqueda que den respuesta al paradero de estas personas. Son principalmente los familiares afectados organizados en asociaciones los que toman las riendas de esa búsqueda ante la incertidumbre, pero en su acción han conseguido activar a otros agentes institucionales y de la sociedad civil. Y lo que caracteriza principalmente a esa acción es su carácter altamente tecnologizado: la informatización de los datos de las personas desaparecidas, la aceleración en la activación de los procesos de búsqueda, y la ampliación mediática a través de las redes de telecomunicación de personas potencialmente buscadoras para hacer aparecer a las personas desaparecidas. Lo que faculta nuevas formas de buscar y enfrentarse a la desaparición de personas sin causa aparente.
Para entender y reflexionar sobre esa acción que activan las desapariciones sin causa aparente propongo el concepto de “espectropolítica invertida”. Lo considero pertinente porque, a diferencia de las características que definían a la espectropolítica en la desaparición originaria, la acción de buscar no trata de hacer desaparecer, de producir espectros, sino que, al contrario, es un intento de hacerlos aparecer; de alguna manera, “cazar” al espectro. Lo convierte en imagen y discurso que activa los dispositivos en el momento de ser buscado. Borrar la incertidumbre de su paradero, encontrarlo en vida o en muerte, haciendo de ellas una buena vida o una buena muerte. Una espectropolítica invertida que se articula con una sofisticación tecnológica que media y actúa sobre la realidad de este problema social. Actantes que intervienen sobre una población de sujetos desaparecidos: nos encontramos fichas de desaparecidos, pero también tecnologías más avanzadas como apps de teléfonos que condensan a las mismas y contribuyen a la presteza en la búsqueda. Unos actantes que producen a su vez nuevos vínculos sociales entre agentes de carácter institucional, la sociedad civil y distintas asociaciones de afectados por la desaparición sin causa aparente.
Appadurai, Arjun (2013). Spectral housing and Urban cleansing: Notes on Millennial Mumbai. En María P. Blanco & Esther Peeren (Eds.), The spectralities reader. Ghosts and Haunting in Contemporary Cultural Theory (pp. 151-173). Londres: Bloomsbury Academic.
Blanco, María P., & Peeren, Esther (Eds.) (2013). The spectralities reader. Ghosts and Haunting in Contemporary Cultural Theory. Londres: Bloomsbury Academic.
Casado, David (2017). Víctima pura y proto-víctima. En Gabriel Gatti (Ed.), Un mundo de víctimas (pp. 45-46). Barcelona: Anthropos.
Colombo, Pamela (2017). Espacios de desaparición: vivir e imaginar los lugares de la violencia estatal (Tucumán, 1975-1983). Buenos Aires: Editorial Miño y Dávila.
Congram, Derek; Green, Arthur & Tuller, Hugh (2016). Mapping the missing: A new approach to locating missing persons burial locations in armed conflict contexts. En Derke Congram (Ed.), Missing persons: multidisciplinary perspectives on the disappeared (pp. 207-223). Toronto: Canadian Scholars’ Press.
Gatti, Gabriel (2017). Prolegómeno. Para un concepto científico de desaparición. En Gabriel Gatti (Ed.), Desapariciones. Usos locales, circulaciones globales (pp.13-32). Bogotá: Siglo del Hombre Editores.
Gatti, Gabriel (2020). The Social Disappeared. Genealogy, Global Circulations, and (Possible) Uses of a Category for the Bad Life. Public Culture, 32(1), (en prensa).
Gordon, Avery (2008). Ghostly matters: haunting and the sociological imagination. Minneapolis: University Minnesota Press.
Hine, Christine (2004). Etnografía Virtual. Barcelona: Editorial UOC.
Irazuzta, Ignacio (2017). Aparecer desaparecidos en el norte de México: las identidades de la búsqueda. En Gabriel Gatti (Ed.), Desapariciones. Usos locales, circulaciones globales (pp. 141-162). Bogotá: Siglo del Hombre Editores.
Latour, Bruno (1998). De la mediación técnica. En Miquel Domènech & Francisco Javier Tirado (Comps.), Sociología simétrica. Ensayos sobre ciencia, tecnología y sociedad (pp. 249-302). Barcelona. Gedisa.
Martínez, María (2017). Expertos en víctimas. En Gabriel Gatti (Ed.), Un mundo de víctimas (pp. 61-62). Barcelona: Anthropos.
Mbembe, Achille (2003). Life, Sovereignty and Terror in the Fiction of Amos Tutuola. Research in African Literatures, 34(4), 1-26.
Ministerio del Interior (2017). Informe Enero 2017. Sobre “Personas Desaparecidas” en España. Madrid: Gobierno de España.
Peeren, Esther (2017). The spectral metaphor. Living ghosts and the Agency of Invisibility. London: Palgrave Macmillan.
Phay-Vakalis, Soko (2008). Le génocide cambodgien. Déni et justice. Études, 2008/3(408), 297-307.
Rancière, Jacques (2005). Sobre políticas estéticas. Barcelona: ContraTextos.
Rancière, Jacques (2014). El reparto de lo sensible. Buenos Aires: Prometeo.
Revet, Sandrine (2017). Catástrofe. En Gabriel Gatti (Ed.), Un mundo de víctimas (pp. 56-58). Barcelona: Anthropos.
Robles, Iñaki (2019). Figuras contemporáneas de la ausencia social. Un pequeño acercamiento a la comprensión de la desaparición social. Oñati Socio-legal Series [online], 9(2), 209-221.
Rosanvallon, Pierre (2012). La sociedad de los iguales. Barcelona: RBA.
Sassen, Saskia (2015). Expulsiones. Brutalidad y complejidad en la economía global. Buenos Aires: Katz editores.
Tassin, Étienne (2017). La desaparición en las sociedades liberales. En Gabriel Gatti (Ed.), Desapariciones. Usos locales, circulaciones globales (pp. 99-118). Bogotá: Siglo del Hombre Editores.
Tello, Mariana (2016). Historias de (des)aparecidos. Un abordaje antropológico sobre los fantasmas en torno a los lugares donde se ejerció la represión política. Estudios en Antropología Social, 1(1), 33-49.
Woolgar, Steve (1991). Abriendo la caja negra. Barcelona: Anthropos.