Mapeando los Estudios del Afecto

Mapping Affect Studies

  • Ali Lara
En esta nota editorial del número especial Mapeando los Estudios del Afecto introduzco brevemente la relevancia de explorar las intersecciones entre los estudios del afecto y otros campos relevantes de las ciencias sociales y las humanidades. Para crear un marco de exploración de dichas intersecciones, exploro el giro afectivo en relación a sus implicaciones epistemologicas/ontologica, sus retos metodológicos, y las políticas del giro afectivo. Después, ofrezco algunas notas sobre dos intersecciones que están ausentes en este número especial: la intersección entre el afecto y el feminismo y entre el afecto y los estudios de la discapacidad. Termino la introducción presentando los artículos que no forman este número especial.
    Palabras clave:
  • Ontologia
  • Epistemologia
  • Metodología
  • Política
  • Estudios del Afecto
This editorial for the special issue Mapping Affect Studies, I briefly introduce the relevance to explore the intersections between affect studies and other relevant fields for social sciences and humanities. To create a frame to explore such intersections, I explore the affective turn in relation to its epistemological/ontological assumptions, its methodological challenges, and the politics of the affective turn. Then, I offer some notes on two intersections with fields that are missing in this Special issue: the intersection between affect and feminism, and affect and disability. I finish this introduction by presenting the articles of the special issue.
    Keywords:
  • Ontology
  • Methodology
  • Epistemology
  • Politics
  • Affect studies


Hagamos un mapa del afecto. Por una simple razón, para saber cómo ir a los lugares a los que queremos ir. O incluso para saber a dónde más, que no hemos ido, podríamos ir. ¿Qué otros lugares hay ahí afuera de los que quizá no estamos advertidos y qué campos permanecen sin ser explorados? Algunos campos en las ciencias sociales son bastante viejos, los hemos habitado y jugado con ellos durante años, así que todos sabemos lo que podemos encontrar si vamos hacia allá. Ese no es el caso de los estudios del afecto, en donde hay aún mucho por explorar. Sin embargo, el afecto para nada es nuevo, hemos acumulado contribuciones por alrededor de veinte años para comprender los procesos no-conscientes involucrados en la vida social como lo explican los estudios culturales y la teoría critica, y muchos mas años si pensamos en el afecto de forma más amplia como pudiera ser desde la filosofía o las aproximaciones psicoanalíticas. Pero quedémonos por ahora con el giro afectivo contemporáneo, y la expansión que este campo de estudios ha experimentado en los años recientes.

En algunos contextos académicos es todavía una idea común que aunque los estudios del afecto ofrezcan contribuciones interesantes, no son en realidad una herramienta que se pueda utilizar para comprender o avanzar en los tópicos de interés común. Esto es verdad especialmente para jóvenes académicos o estudiantes de doctorado que no han sido entrenados en estudios del afecto. Mientras la idea del afecto suena interesante, la gente generalmente pregunta: “Claro, pero ¿cómo puedo usar esta teoría para hacer investigación sobre inequidad de género?, o, “Chido, pero ¿entonces qué método utilizan? Como siempre sucede en las ciencias sociales, las nuevas teorías necesitan un tiempo para descender al reino de los mortales y ser accesibles para que las podamos usar y trabajar con ellas. He decidido titular este número especial “Mapeando los estudios del afecto”, porque pretende ofrecer un conjunto de articulaciones entre los estudios del afecto y algunos de los principales campos de interés para las ciencias sociales y las humanidades. Para que la lectora pueda ver como se han utilizado estas teorías, qué tipo de estudios se pueden desarrollar, y especialmente qué permanece por ser explorado. Entonces, este número especial esta integrado por artículos que exploran la literatura que conecta los estudios del afecto con los estudios queer, de raza, del trabajo, neurociencias y cognición, y el arte y la literatura. Pero antes de adentrarnos en estos maravillosos artículos vamos a hablar sobre la teoría del afecto en general. Antes de avanzar, intentemos aclarar tres cuestiones que quizá te estés preguntando sobre el afecto. Primero, el giro de la epistemología hacia la ontología; segundo, las implicaciones metodológicas; y tercero, la aproximación del afecto a lo político y la subjetividad.

Una pequeña advertencia antes de empezar, si bien la literatura en las ciencias sociales se produce en incontables idiomas, el cuerpo de literatura que conforma los estudios del afecto se ha producido en su gran mayoría en la academia de habla inglesa. Hemos decidido publicar este número especial simultáneamente en inglés y en español en congruencia con el espíritu democrático de nuestra revista anfitriona Athenea Digital -espíritu ampliamente demostrado por sus políticas de acceso abierto. Publicar este

número especial aquí, no resulta sorpresivo si consideramos que Athenea Digital fue uno de los primeros espacios abierto a publicar investigación sobre estudios del afecto en la academia de habla española (ver Lara & Enciso 2013, Enciso & Lara 2014). Entonces, aunque la literatura revisada aquí venga mayoritariamente de USA, UK y Australia, la intención en ofrecer un mapa bilingüe es la de comenzar un dialogo con la academia en español, así como la de clarificar algunas cuestiones sobre los estudios del afecto especialmente para jóvenes académicas. Vale, avancemos. Hagamos el mapa del afecto:

1 De la epistemología a la ontología

Según John Cromby, podemos resumir la contribución de los estudios del afecto en dos puntos importantes: “Primero, los teóricos del afecto enfatizan de manera útil la manipulación deliberada o incidental de intensidades materiales, vibraciones o frecuencias (que están cercanos a su punto de impacto con el cuerpo vivo, transducido fisiológicamente).” Esto significa, que las cosas que suceden al interior de nuestros cuerpos u otras interacciones materiales pueden ser (y de hecho son) afectadas a distancia, y este proceso crea a las poblaciones, ya no a los sujetos, que se vuelven el objetivo de estos mecanismos de control. “Segundo, los teóricos del afecto enfatizan las formas en que los sentimientos pueden instanciar en el presente la influencia de un futuro indeterminado” (Cromby, 2015, 121). Esto significa que las respuestas afectivas pueden ser (y de hecho son) estimuladas con base en la indeterminación de eventos que están aún por ocurrir. Por ejemplo, cuando el miedo es invocado dada la probabilidad de un ataque terrorista que esta aún por suceder, y sin embargo ya ha conseguido un efecto en el presente: tenemos miedo. Esto ha puesto de manifiesto la temporalidad no-lineal del afecto y ha reconfigurado nuestra comprensión de los efectos de las políticas publicas y la mediación tecnológica. Pero ¿Cómo llegamos aquí?

Es bien sabido que cada auto-proclamado “giro” en las ciencias sociales dice representar el cambio definitivo que todos estábamos buscando y que puede usarse para resolver todos nuestros problemas. Bueno, yo definitivamente no voy a afirmar que este sea el caso para los estudios del afecto; siempre que las aproximaciones al afecto arrojan luz sobre algunas cosas y esto necesariamente implica crear sombras sobre otras. Sin embargo, para entender el gesto teórico de este “giro” así como las contribuciones que señala Cromby, vale la pena clarificar un par de cuestiones sobre el desplazamiento de la atención en la producción de conocimiento de la epistemología a la ontología. Esto también va a ser muy útil para aclarar cómo los estudios del afecto funcionan diferente a las aproximaciones criticas derivadas del postestructuralismo.

Los estudios del afecto comenzaron como un proyecto que buscaba aquello que estaba más allá/antes/afuera de la representación, el lenguaje y la actividad consciente -ya sea individual- como la cognición o colectiva -como los acuerdos sociales-. La atención a esta realidad previamente procesada era definitivamente el centro de atención de la investigación social basada en el posestructuralismo a lo largo del siglo xx. El afecto levantó un movimiento teórico en contra del privilegio del lenguaje, y era tanto el privilegio que el lenguaje se equiparaba con la epistemología. Decir que la investigación estaba centrada en la epistemología, es decir que su preocupación principal eran las formas en las que los seres human accedían (o creaban) la realidad -la experiencia, la creación de sentido, lo socialmente construido, etc.- de manera que lo único que le quedaba a los científicos sociales era intentar representar ese acceso a la realidad de la forma mas adecuada posible. Entonces, la producción de conocimiento era doblemente epistemológica. Primero preocupada por cómo nosotros -humanos- accedemos a la realidad; segundo, preocupada por cómo nosotros -científicos- accedemos a la forma en que nosotros -humanos- accedemos a la realidad. Como un perro que se persigue la cola. En este sentido las aproximaciones criticas comparten con el positivismo la obsesión por comprender una realidad que esta basada en lo empírico y en la evidencia. No es raro que invirtiéramos tanto tiempo aprendiendo métodos para recoger y analizar datos para representar la forma en que el mundo ha sido ya representado. Por cierto, este gesto teórico ha sido bautizado por los recientes debates al interior de la tradición continental de filosofía como el problema del correlasionismo (Meillassoux, 2012), de acuerdo con el cual no existe una realidad independiente de nuestra representación de esta. Como ha sido ampliamente documentado este privilegio al lenguaje y la representación trajo como consecuencia el olvido sistemático del cuerpo y todo tipo de materialidad (ver por ejemplo Clough, 2004). Entonces, para escapar este régimen epistemológico de producción de conocimiento, los estudios del afecto viraron su atención hacia el cuerpo, y aquellos procesos que preceden o exceden la actividad consciente, la individualidad, y por supuesto el discurso y la elaboración de sentido. Tan pronto como regresamos al cuerpo, también tuvimos que regresar a la ciencia (ver Lara & Enciso, 2014) y a buscar una nueva matriz filosófica capaz de servir de base para las contribuciones teóricas sobre un cuerpo en proceso que estaba constantemente deviniendo diferente, así que elegimos las filosofías de los procesos de la tradición continental (ver Lara, 2015). Dispuestos a abandonar el discurso y buscar los procesos pre-conscientes y pre-individuales, nuevas herramientas eran necesarias. En consecuencia, el centro de atención ya no era la representación de la realidad, sino más bien la realidad sin representación. Esto es lo que significa abandonar una producción de conocimiento centrada en la epistemología en busca de una centrada en la ontología. Significa mirar a lo que la realidad y los cuerpos están haciendo con independencia de, o previo a, o además de, o en lugar de ser representados. Los estudios del afecto tomaron como prioridad el interés en las capacidades de los cuerpos o siguiendo a Spinoza: lo que un cuerpo puede hacer.

Todo lo anterior ya es historia pasada. Pero es importante estar claros sobre este movimiento -de la epistemología a la ontología- por que es el origen de los retos metodológicos (y las acusaciones) que enfrentan los estudios del afecto, así como la expansión de la agenda política en las ciencias sociales y las aproximaciones a la producción de subjetividad que abordaremos en un breve. Después de todo, sabiendo, como sugiere Cromby, que las capacidades de nuestros cuerpos pueden ser alteradas expande nuestras preocupaciones políticas más allá de los mecanismos de poder ideológicos o discursivos. De manera similar, saber que ideas y emociones pueden ser insertadas sin corresponder con un estimulo externo, necesariamente nos lleva a reconsiderar cómo funciona la producción de subjetividad, e incluso, a reconsiderar el estado soberano del sujeto en el capitalismo contemporáneo. Y por supuesto, realizar todo esto implica retos metodológicos, por decir lo menos.

2 El afecto y el método

Una de las preguntas más frecuentes respecto a los estudios del afecto es la pregunta metodológica. ¿Cuál es le método de la teoría del afecto?, ¿cómo recogen datos empíricos?, ¿cómo analizan esos datos?, ¿cuál es la receta? Perdón si decepciona la respuesta, pero no existe tal cosa. El afecto es infra-empírico, sugiere Patricia Clough (2009) eso significa que el afecto se refiere a una capacidad que aún no ha sido manifiesta. Cuando el afecto ha sido capturado y pasa a ser expresado en el reino fenomenológico en el cual recolectamos datos empíricos, ya se ha vuelto otra cosa. Cuando el afecto deviene comportamiento que puede describir, cuando deviene palabras que puede transcribir y analizar, cuando deviene experiencia personal que puedes escuchar o decir, o una idea que puedes expresar, ya no estamos en presencia del afecto, estamos en presencia del comportamiento, el discurso, la experiencia reportada y las ideas cognoscentes. Así que no lo puedes atrapar. En un número especial del Graduate Journal of Social Sciences, Matthew Bakko y Sibille Meraz han lanzado la pregunta de esta manera:

¿Qué le puede ofrecer el afecto a las ciencias sociales el afecto, y todo lo que implica, escapa la representación y la consciencia? En otras palabras, dado que el afecto es comúnmente entendido como un fenómeno que, por lo menos en parte, escapa la percepción, el conocimiento, la razón y el lenguaje, ¿cómo puede ser el centro de los esfuerzos de la investigación empírica? ¿No es el afecto precisamente lo que, por definición, no puede ser capturado a través de los modos existentes de producción de conocimiento y representación? (2015, 8)

Luego entonces, si hay alguna manera de producir investigación basada simultáneamente en las teorías del afecto y en evidencia empírica, esta luciría muy diferente de lo que estamos acostumbrados en las llamadas perspectivas criticas. Patricia lo explica de esta manera:

Cualquier método de atender al afecto perturbaría profundamente cualquier concepción de método entendido como estando en control de la agencia humana o la consciencia humana heredada en el sujeto humano (…) cualquier método para atender al afecto no puede ser un asunto de contenido, tampoco puede ser un asunto de interpretación, significado o representación (Clough, 2009, 49).

Pero no todo está perdido para los amantes de lo empírico. A pesar de la aparente imposibilidad de sistematizar una producción y análisis empírico de datos sobre el afecto, existen algunos intentos que deben ser considerados como una especia de guías metodológicas -nunca recetas-/ De acuerdo con Britta Timm Knudsen y Carsten Stage (2015), es posible desarrollar “investigación del afecto con bases empíricas”. Para lograrlo, argumentan, la investigadora necesita estar consciente de por lo menos tres grandes retos: hacer preguntas de investigación sobre el afecto, recoger o producir datos encarnados y rastrear afectos empíricamente. Mientras reconocen los diversos retos de esta agenta, se enfocan en tres estrategias para afrontar el segundo reto en particular, la producción de datos encarnados. Para producir este tipo de datos, ofrecen tres meta-estrategias que pueden ser utilizadas como quías metodológicas para desarrollar análisis empíricos interesados en el afecto. La primera es la creación de “experimentos inventivos”, ya sea en ambientes controlados o cotidianos, estas autoras sugieren que para “intervenir en la vida social al ofrecer ciertas formas de estimulación sensorial controlada creando eventos epistémicos y estéticos para que la investigadora pueda ver la vivacidad afectiva desplegarse y abrirse a aquello que excede las comprensiones actuales” (p.10). La segunda estrategia se llama “encarnar el trabajo de campo” y se refiere a un cambio del foco de intención tradicional hacia diferentes técnicas utilizadas en el trabajo de campo- en lugar de recolectar representaciones o meras descripciones, las investigadoras podrían “investigar capas más allá de la representación y practicas emocionales/afectivas encarnadas por los informantes” (p.11). Y la última meta-estrategia, “la recolección/producción de textualidades afectivas” que pueden ser “ya sea producidas in el calor de la experiencia afectiva o mientras se recuerda o recolecta vía la producción textual” (p. 12). Es muy importante señalar el hecho de que estas estrategias para producir datos encarnados funcionan solo para facilitar el “rastreo” del afecto en el material empírico. Una experiencia intensa resultada de una técnica experimental, y las fotos, videos, narraciones, o cualquier otro tipo de dato que se pueda producir no son afecto, sino que contienen la historia de un encuentro afectivo y pueden ser usadas para rastrear el afecto.

Una aproximación teórica comúnmente en dialogo con los estudios del afecto en la teoría no representacional (Thrift, 2007) con su correspondiente aproximación metodológica comúnmente conocida como las metodologías no representacionistas (Vannini, 2015). De acuerdo con Vannini una aproximación no-representacionista y sin embargo empírica debería caracterizarse por el interés en cinco diferentes puntos: eventos, relaciones, haceres (practicas y performances), resonancia afectiva, y antecedentes. La idea de estos cinco objetos resuena con la propuesta de Knudsen y Stage de “rastrear” el afecto en lo empírico, siempre que la metodología no-representacionista sugiere que “estas cinco fuerzas reverberan a través del mundo de lo vivo, informando y dándose forma mutuamente, desplegándose en patrones mas intrincados ante la revelación de nuevas direcciones en la investigación, inspirando el análisis y la interpretación no-representacional” (Vannini, 2015, 9). Mientras la gente no-representacional argumenta que lso eventos, relaciones, haceres, resonancias y antecedentes representan el qué del método, el objeto al cual mirar, también proponen que el cómo del análisis debe permanecer como un asunto de “estilo”, particularmente estilo de escritura en la presentación del análisis. En oposición de la agenda científica tradicional de descripción y explicación, el afecto y los métodos no-representacionistas sugieren una aproximación a medio camino entre la descripción y la especulación.

Esta preocupación por el estilo de escritura como método en los estudios del afecto no es exclusiva de la gente no-representacionista, autoras como Anna Gibbs (2010), Patricia Clough (2009), Karen Barad (2014) y yo mismo (2017 y 2018) hemos sugerido que el uso de la escritura experimental e incluso la poesía contienen grandes promesas de incremental y dar dirección a la capacidad especulativa sobre el reino infra-empírico. Para decirlo con otras palabras, la especulación no significa decir tonterías, la razón misma de que los estudios del afecto estén basados en las filosofías de los procesos es que estas ofrecen sistemas de especulación que nos permiten especular sobre lo no-empírico.

A pesar de la variedad de esfuerzos al interior de los estudios del afecto, la mayoría de los autores (me incluyo aquí) estarían de acuerdo en que la intención no es desarrollar un método universal, sino más bien mantener la esfera metodológica abierta para la continua expansión del campo. En la primera y recientemente aparecida revista de estudios del afecto, Capacious, el editor Gregory Seigworth, lo dice de esta manera:

Si los estudios del afecto van a ser “espaciosos” (como he mantenido que deben ser) entonces no se pueden limitar alrededor de ninguna ruta disciplinaria especifica o un conjunto especifico de métodos paso-por-paso, o a conjuntos de conceptos claramente definidos o rutinas de gestos performativos. Mira con sospecha a cualquiera que te diga que ha encontrado la manera de mirar el afecto con ojo critico (Seigworth, 2017, iv).

Esto es simultáneamente lo que es mas aterrados y más lindo sobre los estudios del afecto (y otros movimientos contemporáneos) que la producción del conocimiento esta abierta de nuevo a la creatividad y la imaginación.

3 El afecto, lo político y la subjetividad

Recapitulemos un poco, así que el afecto se interesa mas por lo ontológico que lo epistemológico y luego entonces no tiene un método establecido. Pero la obsesión epistemológica y metodológica del posestructuralismo y las aproximaciones criticas que emergieron de este tenían una razón de ser. El espíritu político detrás de la teoría social de la segunda mitad del siglo xx es quizá la mejor herencia que nos dejo esa tradición, y la atención a lo empírico estaba relacionada precisamente con demostrar y evidenciar cuestiones que tenían que ser denunciadas, así como las formas en que estas cuestiones moldeaban a los sujetos. Esto no ha cambiado. El mundo en el que vivimos sigue siendo el mismo. Sin embargo, cuando se trata del afecto otro problema común es la supuesta inconsistencia entre la agenda de las ciencias sociales y la de los estudios del afecto. En las ciencias sociales estamos preocupados por comprender los procesos sociales que estructuran nuestras vidas y determinan las condiciones bajo las cuales vivimos, y lo que es mas, estamos particularmente interesados en describir, analizar, y denunciar las formaciones sociales que producen condiciones de vida de inequidad, injusticia, y cualquier forma de dominación. Y además, estamos completamente interesados en el tipo de sujeto que emerge como resultado de dichas condiciones de vida y las formas en que este sujeto es producido. No es ninguna sorpresa que el género, la raza, la discapacidad y la clase sean enormes campos de interés para las aproximaciones criticas. En resumen, se puede decir que las dos preocupaciones principales de las ciencias sociales son la agenda política y la subjetividad. Y es precisamente con relación a estas dos, política y afecto, que se han estructurado las principales criticas que han recibido los estudios del afecto a lo largo de los diez primeros años del siglo XXI.

Por ejemplo, Margaret Wetherell se queja explícitamente de esto al decir que mucha de la teoría del afecto “se basa en una especia de negación anti-humanista de la subjetividad… (donde) la subjetividad deviene un no-lugar o la sala de espera, a través del cual el afecto, como líneas autónomas de fuerza, pasa en su camino hacia otro lado” (2012, 123). Para ella y otros críticos, este movimiento amenaza con poner el centro unas fuerzas que, si bien impactan a la gente, no pueden ser rastreadas de ninguna forma significativa hacia sus acciones conscientes (o inconscientes) (Ellis y Tucker, 2015). El interés de los estudios del afecto en los eventos pre-conscientes fue acusado de ser un intento de remplazar a la subjetividad como una de las preocupaciones principales de las ciencias sociales, y esto llevo rápidamente a la critique de que los estudios del afecto como campo reducen la atención en cuestiones de injusticia o dominación, especialmente cuando estas cuestiones estaban relacionadas con grupos minoritarios cuyas identidades en términos de clase, genero raza o discapacidad escapaban completamente las preocupaciones originales de los estudios del afecto. Ruth Lays elaboró esta critica recientemente en términos de una falta de atención a la intencionalidad, en sus palabras:

Solo así, podemos poner lo que esta en juego para los teóricos cuyo giro al afecto yo he estado analizando como una “lógica” de acuerdo con la cuan la atención a la ideología o creencias es reemplazada por la atención a efectos corpóreos que son comprendidos como el resultado de procesos subliminales, autónomos y corpóreos. Enfatizar los cuerpos sobre las ideas, el afecto sobre la razón, los nuevos teóricos del afecto afirman que lo que es crucial no son las creencias e intenciones sino los procesos afectivos que las producen, y el resultado de esto es que el cambio político se vuelve un asunto no de persuadir al otro de la verdad de tus ideas sino de producir nuevas ontologías o “devenires”, nuevos cuerpos, nuevas vidas. (Leys, 2017, 343).

En otro texto algunas amigas y yo hemos desarrollado un argumento diferente al de Leys (Lara et al, 2017), explicando que los estudios del afecto mantienen el interés histórico de las ciencias sociales en la producción de subjetividad, pero este interés se manifiesta de forma diferente. Las aproximaciones desarrolladas dentro de los estudios del afecto están interesadas en la producción de subjetividad que resulta de eventos y fuerzas más allá, por debajo, por encima, e independientemente de la actividad consciente y que es lograda a través de fines diferente a las interacciones mediadas por el discurso. Los estudios del afecto no niegan la relevancia del discurso, la ideología o cualquier forma de producción de subjetividad mediada por actividad consciente; solo que quieren explorar otros casos que permanecen sin ser explorados. Recientemente escribí un texto con mi amigo Antar que puede ser útil para ilustrar este tipo de perspectiva afectiva en el estudio de la subjetividad. Pasamos algún tiempo sumergidos en una App llamada Happify, que esta basada en la psicología positiva, esta app entrena los cuerpos de los usuarios insertándolos en un programa que supuestamente los ayuda a ser más felices. Como parte del programa de entrenamiento el usuario crea hábitos que eventualmente modifican las capacidades de los cuerpos para responder y ultimadamente para sentir ciertas emociones y alterar el ritmo de algunas funciones orgánicas especificas como la respiración o el ritmo cardiaco. Como resultado de esta reconfiguración de las capacidades del cuerpo un nuevo sujeto emerge, un sujeto que siempre sabe lo que esta sintiendo y cómo procedes al respecto (Martinez y Lara, 2019). Este es el tipo de producción de subjetividad en que los estudios del afecto están interesados, uno que no esta mediado por relaciones de poder en el sentido tradicional, sino que resulta de una modificación de las capacidades del cuerpo. Como Amit Rai lo explica, en los estudios del afecto, la modificación de las capacidades de los cuerpos es entendida como algo que sucede

en círculos de retroalimentación con ecologías naturales, tecnológicas y sociales. Esto ha permitido una aproximación dinámica y no-lineal a las ecologías de media que permiten la contingencia, la probabilidad, y la transformación, así como un análisis claro de formas de poder que operan a través de las propias ecologías” (Rai, 2018, 72).

Como puedes ver, los estudios del afecto están totalmente interesado en la producción de subjetividad y es altamente político. Al hablar sobre lo político es importante decir que los estudios del afecto nunca han abandonado las preocupaciones políticas de las ciencias sociales, mas bien estos se han dado cuenta de nuevas formas de control y dominación que instancian procesos afectivos en cuerpos humanos a través de configuraciones, fuerzas operando a distancia, o políticas publicas que tienen como objetivo los estados afectivos de los cuerpos. Patricia Clough (2018) argumenta que el objetivo de las sociedades de control no es el organismo individual sino las poblaciones. Bien, los estudios del afecto han teorizado cómo el afecto de estas poblaciones es el objetivo a través de manipulación temporal y poder de anticipación (Massumi, 2015) o ensamblajes políticos operando en desastres naturales como el huracán Katrina (Protevi, 2009), la producción deliberada de cuerpos discapacitados en zonas de guerra (Puar, 2017), o el control mnemónico ejercido a través de la publicidad (Parisi y Goodman, 2011) por mencionar unos ejemplos. Una vez más, si bien las políticas de interseccionalidad y producción identitaria, o la manipulación ideología son procesos en curso en el mundo contemporáneo, la tecnología y las nuevas políticas han abierto nuevas posibilidades para el control de las poblaciones, las contribuciones de los estudios del afecto a la agenda política de las ciencias sociales radican justo ahí.

En otro texto, algunas de las autoras que aparecen en este número especial hemos argumentado que ambas criticas comúnmente atribuidas a los estudios del afecto, es decir, la falta de abordaje de la subjetividad y la falta de una dimensión política, son de hecho una sola critica: “la critica de la falta de políticas centradas en un sujeto soberano en tanto que consciente, un organismo auto-contenido dotado de libre albedrio” (Lara, et al. 2017, 34). Es así como un giro de la epistemología a la ontología expande nuestra comprensión de la producción de subjetividad y las políticas de control: incluyendo en el análisis de la vida social eventos que escapan la consciencia y mirando cómo estos eventos son usados para controlar poblaciones así como cómo dichos eventos participan en la formación de la actividad consciente y la producción de subjetividad. Por supuesto que el hecho de que el capitalismo contemporáneo aumente las condiciones de injusticia e inequidad no debe ser minimizado pero, en los tiempos del afecto, creemos que:

las formas en que ciertos sujetos afectan y son afectadas no es un proceso aleatorio, y requiere la teorización en el nivel de la población, para explicar cómo el afecto se mueve a través de o se queda atorado en ciertos cuerpos-en-formación y que también participa en la creación de subjetividades a través de varios contextos políticos, o lo que se ha llamado recientemente “Capitalismo Afectivo” (Lara, et al. 2017, 34).

Entonces, los estudios del afecto ofrecen un cuerpo de literatura que puede y debe ser puesto al servicio de los asuntos contemporáneos de injusticia, inequidad, dominación y producción de subjetividad. La ventaja de hacer esto con los estudios del afecto es que estos cuentan con herramientas teóricas útiles para aproximarse a las nuevas formas de injusticia movilizadas por la tecnología y las políticas características del capitalismo neoliberal tardío.

4 Dos ausencias imperdonables

Antes de decir nada sobre el contenido de los artículos de este número especial quiero hacer un par de notas sobre dos ausencias que no deberían estar aquí, pero desafortunadamente están. Hablo de la intersección entre el afecto y el feminismo, así como la del afecto y los estudios de la discapacidad. Hay un montón de otros campos, pero no podemos negar la relevancia del feminismo y los estudios de la discapacidad en el panorama contemporáneo de la teoría social y las ciencias sociales, así como su relevancia en el momento político actual. Este número especial queda en gran deuda con estos dos campos, pero a pesar de que no tenemos los artículos explorando estas intersecciones, quiero ofrecer un par de coordenadas básicas para aquellas interesadas en estos campos.

El feminismo primero. La relación entre el afecto y el feminismo ha sido complicada, en parte porque han sido precisamente las pensadoras feministas las que históricamente han señalado la ausencia del cuerpo y de la esfera emocional de la vida en la producción de conocimiento -mucho antes de que los estudios del afecto aparecieran. En este sentido, algunas pensadoras feministas permanecen sospechosas del giro hacia la ontología implicado en el giro afectivo, porque de alguna manera esto niega, o desvía la atención de la preocupación epistemológica sobre las relaciones del afecto/emoción-saber-poder que han sido centrales para las teorías feministas. Anu Koivunen incluso afirma que “hablar de un giro afectivo es, de alguna manera, ignorar generaciones de desarrollo feminista en la articulación de la experiencia subjetiva y social de la injusticia” (Koivunen, 2010, 22). La evidencia que respalda esta afirmación se puede encontrar con Clara Fisher (2016) quien ofrece una genealogía feminista del afecto para mostrar que “por lo menos desde la segunda ola feminista” las emociones, los afectos, y los sentimientos has sido el centro de las preocupaciones feministas. Esto es muy importante porque, como señala Sara Ahmed (2015), incluso si el feminismo y las teorías queer son reconocidas como precursores “un giro hacia el afecto significa un giro que se aleja de estos cuerpos de trabajo” (p. 206).

Sin embargo, a pesar de compartir estas criticas, algunas pensadoras feministas han encontrado en el espíritu procesual de los estudios del afecto una matriz prometedora para avanzar con la agenda feminista. Quizá un primer texto importante aquí dado su animo conciliador es la colección “Working with Affect in Feminist Readings. Disturbing differenteces” editado por Marianne Liljeström y Susanna Paasonen en 2010. En este libro la suspicacia sobre el foco ontológico se manifiesta a lo largo de los diversos capítulos cuyo objetivo es explorar lo común entre las contribuciones de las teorías del afecto y la agenda feminista que opera bajo la lógica posestructuralista e implementa métodos cualitativos, y particularmente el trabajo con datos textuales. En palabras de las editoras “en lugar de oponer consideraciones sobre materialidad, afecto y encarnación en oposición al análisis textual, el libro investiga sus interrelaciones como co-dependencia intima” (2012, 2). Dos años después Carolyn Pedwell y Anne Whitehead (2012) reunieron un número especial en la revista Feminist Theory titulado “Affecting Feminism: Questioning feeling in feminist theory”, donde los artículos se nutren de diversas tradiciones feministas para explorar las maneras en que la dimensión emocional de la vida articulada en los reinos de lo publico y lo social se vive en los cuerpos con carga de género. Las contribuciones de ese número especial exploran en profundidad las implicaciones de la intersección entre el afecto y el feminismo con cuestiones sobre el privilegio del sujeto, las implicaciones epistemológicas, y el potencial para la transformación social. Las perspectivas incluidas en ese número estas vinculadas a la línea de los “public feelings” o sentimientos públicos, originalmente acuñada por Anne Avetkovich (2012) pero desde entonces utilizada como etiqueta y compartida por teóricas feministas como Lauren Berlant y Kathleen Stewart para explorar la emergencia de configuraciones afectivas que conectan cuerpos y experiencias en contextos específicos.

De interés particular en esta intersección es la aproximación a la ciencia y la tecnología de intelectuales feministas interesadas en el afecto. Patricia Clough (2018) ha descrito recientemente cómo teóricas feministas como Luciana Parisi, Tiziana Terranova, Elizabeth Grosz, y Karen Barad han cambiado el centro de atención en la teorización de las complejidades de los cuerpos y la tecnología, ellas “han contribuido a mover la teoría feminista de preocupaciones epistemológicas a abordar las ontológicas, incluyendo la ontología del afecto asubjetivo, no-consciente, y han abierto así el estudio de los cuerpos otros que el cuerpo humano” (Clough, 2018, 68). En este punto de la intersección entre el afecto y el feminismo nos acercamos bastante a otro movimiento contemporáneo conocido como Nuevo Materialismo.

Finalmente, la retorica del afecto ha sido utilizada por Clare Hemmings (2011) para explorar la forma en que las académicas feministas cuentan la historia del feminismo, como ella afirma, las narrativas feministas de progreso, perdida y regreso representan una gramática política del feminismo que implica la idea de un estado afectivo o emocional compartido. Esta reflexión afectivo-epistémica ha sido tomada también por Prudence Chamberlain (2016, ver también 2017) para argumentar que la llamada cuarta ola del feminismo podría ser entendida en términos de una “temporalidad afectiva” que re-enmarca el presente con la inmediatez tecnológica y crea comunidades afectivas capaces de conectar la historicidad, el presente y el pasado con el futuro, trayendo así nuevas posibilidades para el activismo y la teorización.

Ahora la discapacidad. Previo al surgimiento de los estudios del afecto, los estudios de la discapacidad tenían una historia de confrontar los discursos médicos y psicológicos que patologizaban a individualizaban la discapacidad. En respuesta a estos discursos, académicos de la discapacidad y sus aliados desarrollaron una variedad de aproximaciones para mirar los artefactos políticos en los que la discapacidad esta incrustada, así como como los contextos sociohistóricos en los que los cuerpos discapacitados son representados como más o menos capaces. Teniendo como principal preocupación la exploración de las capacidades de los cuerpos de afectar y ser afectados, o lo que un cuerpo puede hacer, el interés mutuo entre los estudios del afecto y los estudios de la discapacidad se dio de manera natural.

Recientemente, Dan Goodley, Kristy Liddiard y Katherine Runswick-Cole (2018), han explorado algunas de las intersecciones del afecto y los estudios críticos de la discapacidad. Ellas proponen que la primera conexión clara es lo que reconocen como el trabajo emocional de la gente discapacitada. Este trabajo emocional ocurre en el contexto de lo que describen como una especie de individuación ontológica, en la que la condición de discapacidad es aislada y excluida por comportamientos de gente no-discapacitada que promueven una cultura capacitista. Este trabajo emocional esta presente, por ejemplo, cuando personas con discapacidad tienen que hacer frente a encuentros con personas no-discapacitadas que se conducen con base en protocolos sociales que, por ejemplo, permiten a las personas no-discapacitadas hacer preguntas altamente personales y toda clase de comentarios sobre los cuerpos discapacitados. Además de esto, y dibujando un paralelismo con la teórica feminista, Sara Ahmed y su concepto “aguafiestas feminista”, estos autores abogan por una política de discapacidad y su compromiso por resistir posiciones impuestas por la sociedad normativa. En sus palabras, “Las personas con discapacidad son también extraños en la mesa neoliberal capacitista que solo reconoce personas autosuficientes. (…) Ser o devenir discapacitada es trabajar en contra de la cultura normativa capacitista que persigue su propia felicidad a través de la celebración de la autonomía individual” (Goodley, et al. 2018, 211). Finalmente, otra coincidencia teórica entre el afecto y la discapacidad es la idea de que las capacidades de los cuerpos son siempre contextuales, y dichas capacidades resultan de configuraciones especificas de recursos articulados en contextos específicos, así pensada la dis-capacidad deviene un arreglo especifico entre cuerpos y ambientes que nos lleva a preguntar quién tiene la agencia para reconfigurar dichas relaciones y cuál es la agenda sobre la cual estas decisiones son tomadas.

En un número especial sobre Afecto y Subjetividad, la teórica de la discapacidad Akemi Nishida (2017) analizó lo que ella llama el ensamblaje del cuidado de la salud publico y neoliberar en USA, en el que mujeres de color con sueldos bajos proveen cuidados a personas con discapacidad. Akemi, explora las formas en que a través de la repetición de ciertas practicas y conexiones hapticas la relación entre los cuerpos discapacitados y no-discapacitados produce una especie de co-capacitacion de ambos sujetos. Ella desarrolla el concepto de “relacionabilidad afectiva” para explicar que, si bien algunas capacidades son ganadas por los cuerpos discapacitados a través de este sistema de cuidado de la salud, el sistema también es manipulado de manera que cuerpos no-discapacitados ganan algunas capacidades como la manipulación del tiempo y del ingreso. En esta dinámica los cuerpos discapacitados son cruciales para capacitar a los cuerpos no-discapacitados dentro de este ensamblaje neoliberal de precariedad.

Las políticas de lo que un cuerpo puede hacer, han sido una preocupación central en la intersección entre el afecto y la discapacidad. Hace algunos años Jasbir Puar comenzó un proyecto para repensar la discapacidad basándose en algunas contribuciones de los estudios del afecto (así como teorías queer y decoloniales) en el contexto contemporáneo socio-político del evento de la guerra en Siria, o las políticas de cuidado de la salud en USA que incrementan o reducen a voluntad las capacidades de los cuerpos según sus agendas políticas. Jasbir propone que:

el movimiento de la discapacidad a la debilidad – no sería para deslegitimar las victorias políticas cruciales realizadas globalmente por activistas de la discapacidad, sino para invitar a una deconstrucción de lo que la habilidad y la capacidad significan, afectivamente y de otras formas, y para avanzar hacia una política de la debilidad mas amplia que desestabilice la estricta producción de cuerpos capacitados en relación con la discapacidad (Puar, 2009, 166).

Para Jasbir Puar, la discapacidad no es un estado definido, sino que existe al interior de ensamblajes que promueven el fortalecimiento de capacidades o debilidades de los cuerpos en contextos geopolíticos específicamente situados. La producción de discapacidad esta enmarcada en una matriz neo-colonial en la que la raza, clase y el género se interconectan para producir discapacidades con diferentes potenciales de acción. Jasbir lo explicado de esta forma recientemente: “cuando la discapacidad es percibida como el resultado de un accidente excepcional o cuando su causa es desconocida, reclamar la discapacidad como una diferencia valiosa y empoderadora es más posible que cunado la debilitación es causada por practicas de dominación global e injusticia social” (Puar, 2017, 92).

Si bien es cierto que los estudios del afecto han permanecido en dialogo con campos y disciplinas tan diversos como los estudios de cine, estudios de la comida, de media, la geografía cultural, la psicología social, los estudios del sonido, los estudios decoloniales, etc., las teorías feministas y los estudios de la discapacidad son particularmente relevantes para repensar y avanzar en la función de las teorías del afecto en el panorama contemporáneo de la teoría social y las ciencias sociales.

5 Territorios en el mapa

Ahora, hablemos de nuestro mapa. Para explorar la intersección entre el afecto y las teorías queer, Wen Liu propone tres tipos de afecto queer: “sentirse abatidx”, que se centra en las maneras en las que los sentimientos negativos son ligados a y circulados alrededor de los cuerpos queer; “sentir otra vez” en donde académicas cuestionan la estructura temporal heteronormativaque normaliza patrones de repetición y devenires; y “sentirse maquinix” en el que el foco se encuentra en las capacidades del cuerpo como una agencia material que directamente produce experiencia sentida. En general, Liu argumenta, estas formas de afecto queer expanden la escala primaria de análisis del dominio cultural, el textual, y el del cuerpo al tiempo que cuestionan supuestos sobre la circulación y la materialidad de los sentimientos y la porosidad de los cuerpos. Colin Ashley y Michelle Billies exploran el espacio compartido del afecto y la raza negritud. Ellas cuestionan los usos normativos del termino raza que es generalmente asociado a construcciones sociales utilizadas para comprender la subjetividad y la disciplina, en lugar de esto esta autoras quieren avanzar hacia comprensión de las capacidades afectivas de la negritud así como las capacidades afectivas de la producción racial. Para hacer esto, Michelle y Colin se adentran en la exploración de lo que llaman “ontología negra” entendida como la tensión entre el Afro-pesimismo y el Otimismo negro. En su propuesta tomar seriamente la negritud afectiva cuestiona la idea del ‘afecto y la raza’, para centrar la atención en las capacidades y las producciones raciales especificas por sus capacidades singulares (complejas, proliferantes, y orientadas al futuro).

Guillermina Altamonte explora la intersección entre el afecto y los estudios del trabajo. Basándose en Hardt y Negri, Guillermina explora la idea del trabajo afectivo, entendido como producción y manipulación de afectos que son capturados por el capital. Asimismo, ella explora las contribuciones feministas sobre la idea del trabajo reproductivo y sus configuraciones transnacionales con carga de raza, clase para comprender los mercados de trabajo capitalistas. Finalmente, ella revisa el trabajo de Arlie Hochschild y si noción de trabajo emocional que se refiere al suministro de respuestas emocionales especialmente en los servicios de atención. La exploración de Guillermina Altamonte de la intersección del adecto y el trabajo ofrece recursos teóricos que ayudan a comprender mejor las relaciones de inequidad en el mundo del trabajo del capitalismo contemporáneo. Con el mismo espíritu critico, y para explicar la relación entre el afecto y las neurociencias y la cognición, Tony Sampson sugiere que en el mundo contemporáneo encaramos dos problemas particulares, por un lado la disminución de las capacidades mentales y por el otro un imperceptible poder de gobierno que toma control de los procesos no conscientes. Como él lo ve, estas dos cualidades del capitalismo neoliberal crean una tensión teórica sobre la naturaleza del no-consciente neurológico y si relación con las capacidades del cuerpo y las capacidades cognitivas. Basándose en Hayles, Tony explica cómo una forma de entender el no-consciente neurológico es reconfigurando la comprensión de lo cognitivo, especialmente entendido como cognición más allá del cerebro humano e incluyendo la existencia de la cognición no cognitiva; la otra alternativa teórica es la aproximación del nuevo materialismo a las teorías del afecto para las cuales el no-consciente es puramente neurológico.

Finalmente, Sandra Moyano desarrolla la relación entre el afecto y el arte y la literatura explorando la cuestión de la representación como un aspecto crucial de los desarrollos teóricos de ambos, el afecto y el arte y la literatura. De acuerdo con Sandra, si nos concentramos en el problema de la representación, podemos ver cómo las contribuciones de las teorías del afecto pueden ser clasificadas en dos grupos, el primero en el que se proclama permanecer “en medio de la representación” abordando el afecto como un proceso que excede la cognición para mirar como este afecto afecta dicha representación; el segundo grupo, están las teóricas del arte y la literatura que exploran el “más allá de la representación” y que comprenden el afecto como una fuerza autónoma cuyas capacidades van más allá de su impacto en la cognición. Al desarrollar este análisis, Sandra apunta a la pregunta filosófica central de las teorías del afecto, la naturaleza mediadora de la entidad ontológicamente diversa que es el afecto.

Unas ultimas líneas para reconocer los desarrollos en teoría del afecto que han tenido lugar en el mundo de habla hispana y que no aparecen en este número especial. Como mencionamos antes este número especial es publicado simultáneamente en Inglés y en Español para promover colaboraciones y la articulación de las teorías del afecto en la academia en Español. Sin embargo, la teoría del afecto ya se utiliza en Español. Aquí es necesario reconocer múltiples autoras: en Argentina Daniela Losiggio y Cecilia Macón (2017) con sus políticas del afecto en América Latina, asi como Ana Abramowski y Santiago Canevaro (2017) con sus desarrollos sobre educación y cuidados en Argentina; en México, Helena López (2014) sobre el afecto y el feminismo, y Ana del Sarto (2012) sobre el afecto y la subjetividad de las mujeres y niñas precarias; en Chile, Cynthia Francica (2018) sobre la literatura, las comunidades y la amistad. Estas por mencionar solo algunas de las autoras que ya contribuyen a las teorías del afecto y para las cuales este numero especial esta especialmente dirigido. Finalmente, un agradecimiento a las personas que colaboraron en la traducción de los artículos en este número especial: Nuria Sadurní, Bibi Calderon y Edwin Mayoral.

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