Comunidades proscritas. Una reflexión sobre las posibilidades de la etnografía virtual

Proscribed communities. A reflection on the possibilities of virtual ethnography

  • Álvaro Suárez-Vergne
Asiduos de prácticas profanas y malditas socialmente se dan cita en el mundo online, formando comunidades que difícilmente hubiesen surgido fuera de la red. Mediante la etnografía virtual se puede obtener un conocimiento único acerca de estos fenómenos. Sin embargo, las peculiaridades de dichos fenómenos, así como las de la etnografía virtual hacen necesaria una reflexión metodológica. En el presente artículo se examinan diversas cuestiones como el campo de observación, la lógica etnográfica, el debate entre revisión documental y etnografía digital y la autenticidad de los resultados. Queda patente la idoneidad de la etnografía para el tipo de objeto de investigación descrito y también la necesidad de mantener una prudente vigilancia epistemológica, así como una reflexión constante sobre el papel del investigador y las cuestiones éticas. La red no sólo es un nuevo escenario en el que aplicar el método etnográfico, también constituye una excelente oportunidad para repensar la etnografía.
    Palabras clave:
  • Etnografía virtual
  • Metodología
  • Netnografía
Frequent users of profane and socially damn practices meet each other in the online world, forming communities that would hardly have emerged outside the network. Through virtual ethnography it is possible to have an unique knowledge about these phenomena. However, because of their peculiarities and virtual ethnography’s itself, it is necessary a methodological reflection. In this article different issues are examined, such as the field of observation, ethnographic logic, the debate between documentary revision and digital ethnography, and the authenticity of results. The suitability of ethnography for the described research object type becomes obvious, as the need of keeping a prudent epistemological surveillance and a permanent reflection about the role of the investigator and ethical issues. Internet is not only a new scenery for applying the ethnographic method but also a great chance for rethinking ethnography.
    Keywords:
  • Virtual Ethnography
  • Methodology
  • Netnography

1 Introducción1

Asiduos de prácticas profanas y malditas socialmente se dan cita en el mundo online, formando comunidades que difícilmente hubiesen surgido fuera de la red. Mediante la etnografía virtual se puede obtener un conocimiento único acerca de estos fenómenos. Sin embargo, las peculiaridades de dichos fenómenos, así como las de la etnografía virtual, hacen necesaria una reflexión metodológica.

Interesan no solamente las prácticas realizadas de las que se da cuenta en las redes virtuales, sino las relaciones entre usuarios de dichas redes, entendiendo que las diferentes subculturas proscritas (en el sentido del rechazo social que experimentan), forman comunidades online con todas las peculiaridades que ello implica (Kozinets, 2010), cuyo estudio puede arrojar una perspectiva diferente acerca de los fenómenos citados y aportar nuevas estrategias de intervención. En el presente artículo se trata de observar y reflexionar acerca de las posibilidades que ofrece la etnografía virtual de cara al estudio de las prácticas y comunidades descritas.

Para ello se lleva a cabo una revisión bibliográfica del estado de la cuestión detallándose tres casos en concreto que ejemplifican las principales características de los estudios observados, tres investigaciones que a través de la etnografía virtual analizan los fenómenos de la autolesión, la anorexia y el suicidio respectivamente: “Trabajo de campo en comunidades virtuales pro self-harm” (Casadó i Marín, 2014), “Nadie dijo que fuera fácil ser una princesa: Una etnografía virtual de las web Pro-ana” (Deiana, 2011) y “Talking Suicide” (Westerlund, 2013).

El texto expuesto se estructura en dos apartados fundamentales. En una primera parte se comentan los tres casos citados identificando una serie de puntos en común que dan pie a cuestiones metodológicas tratadas en una segunda parte. Se finaliza con una breve reflexión final.

2 Investigaciones etnográficas virtuales y comunidades proscritas

Se considera la etnografía como una forma propicia de tomar contacto y profundizar en fenómenos con los que se mantiene una gran distancia cultural, siendo una de las formas básicas de investigación (Hammersley y Akinston, 1994). Esto hace que se postule como método potencialmente adecuado para el estudio de las realidades mencionadas.

Partiendo de autores como Christine Hine (2004), se entiende que la red no sólo es un nuevo escenario en el que aplicar el método etnográfico, sino que constituye una excelente oportunidad para reflexionar acerca de las posibilidades que presenta dicho método en este espacio.

Más que constituir una oportunidad, incluso podría decirse que la etnografía virtual o netnografía exige un replanteamiento de los procedimientos metodológicos asociados a la etnografía tradicional (Ardévol, Bertrán, Callén y Pérez, 2003; Del Fresno, 2011; Mosquera, 2008).

De este replanteamiento, así como de las posibilidades de la netnografía en el análisis del tipo de comunidades mencionadas, se da cuenta en las siguientes líneas, examinando las peculiaridades de investigaciones netnográficas dirigidas a comunidades proscritas, a continuación, se exponen tres casos que ejemplifican en buena medida las características de este tipo de investigaciones.2

En el primer caso; “Trabajo de campo en comunidades virtuales pro self-harm” (Casadó i Marín, 2014), se realiza una observación etnográfica sistematizada en distintos blogs, foros y canales de Youtube, tomándose un total de cinco Blogs y de tres foros. Todos ellos tienen en común el eje temático de la autolesión, así como una intensa actividad.

En relación al trabajo de campo se pone el foco en dos problemáticas fundamentales. Por un lado, la imposibilidad de contactar presencialmente con los individuos objeto de estudio, que dificulta la validación de los resultados. A ello se suma la importancia del anonimato y la desconfianza dentro de estas redes. Todo ello lleva a la autora a realizar tres meses de observación hasta la primera intervención, para familiarizarse con los códigos sociales habituales de la comunidad. Los sujetos investigados nunca llegan a saberse objetos de dicha investigación, lo que se traduce en un dilema ético. Por otro lado, la dificultad de enmarcar el campo de estudio, en el sentido de que éste trasciende las fronteras geográficas en incluso temporales (por ejemplo, Blogs sin publicaciones recientes pueden llegar a registrar una intensa actividad en cuanto a comentarios se refiere). Se considera que no se puede hablar de los blogs y foros estudiados como campos estancos diferenciados, sino de microhistorias inmersas en un entramado de discursos.

En el segundo caso; “Nadie dijo que fuera fácil ser una princesa: Una etnografía virtual de las web Pro-ana” (Deiana, 2011), se analiza el fenómeno de las comunidades pro-anorexia mediante la etnografía virtual, observando hasta un total de 51 páginas Web y Blogs.

Se apuesta por la observación sin llegar a contactar en ningún momento con los usuarios de estas redes. No se menciona si se informa a los sujetos de estudio de la investigación. Sí se recalca la estrecha vigilancia a la que son sometidos todos aquellos usuarios sospechosos de no compartir las premisas generales del grupo, existiendo un recelo constante ante posibles psicólogos, padres o cualquier otro perfil de individuo que entre en el grupo con una postura anti-anorexia. Cuando se duda de las intenciones de un determinado sujeto es banneado o expulsado directamente. Este hecho, sumado la importancia del anonimato en las redes estudiadas, hace presuponer que no se produce un consentimiento informado.

Aunque en el artículo se habla de análisis textual, el acercamiento realizado a los grupos pro-anorexia va mucho más allá de un vaciado temático. Se tienen en cuenta la dimensión simbólica de la componente discursiva de los textos analizados, así como las relaciones que se dan en estas Webs y Blogs, las cuales se conciben como un campo homogéneo con una cultura pro-anorexia compartida.

En el tercer caso; “Talking Suicide” (Westerlund, 2013), se abordan los colectivos online pro-suicidio desde la perspectiva etnográfica. En concreto se analiza un foro integrado por individuos con estas tendencias, que comparten información entre ellos.

El autor hace uso de la observación flotante, la cual se caracteriza por permanecer abierta a todas las posibles dinámicas que puedan darse en el campo de estudio, sin enfocar la atención en ninguna en concreto hasta ir identificando patrones y pautas comunes (Pétonnet, 1982). Esta práctica, que surge en los inicios de la antropología urbana por la necesidad de adaptarse a un objeto de estudio fluido y cambiante, es especialmente útil en la etnografía virtual, puesto que los espacios online se caracterizan precisamente por una mutabilidad continua donde constantemente pueden surgir nuevos aspectos a tener en cuenta para el investigador (Cadavid, 2017).

Así pues, el autor se registra en el foro y actúa de forma pasiva durante tres meses sin llegar a intervenir nunca. Protegido tras el anonimato de estas redes, el investigador no revela su identidad a la población estudiada. Este mismo anonimato provoca una paradójica cercanía entre usuarios que hace que compartan información relativa a características personales como edad, sexo, trabajo etc.

Se estudia el contenido del foro, llegando a la conclusión de que existe una producción común de significados entre los usuarios de estas redes, pudiéndose afirmar que generan un discurso propio. Asimismo, se tienen en cuenta las interacciones entre estos usuarios, que generan un marco relacional común. Incluso se presta atención a emoticonos, tiempos de respuesta y retroalimentación de los post, detalles que cobran especial importancia a la hora de analizar el espacio en el que se producen las relaciones.

En las tres investigaciones citadas se pueden identificar claramente una serie de cuestiones comunes (que a su vez suelen aparecer en los estudios de esta índole, como los citados anteriormente) relacionadas con la praxis de la etnografía virtual de cara a estudiar colectivos online que fomentan o dan una visión positiva de prácticas prohibidas socialmente. Destacan tres características compartidas fundamentales:

El papel del investigador, que suele ocupar una posición pasiva, limitándose a observar los discursos y relaciones que se dan en las redes virtuales observadas sin informar a los sujetos investigados. La no intervención es una premisa fundamental en los estudios expuestos, convirtiéndose en una herramienta más que contribuye al ocultamiento de la figura del investigador, condición indispensable para posibilitar un acercamiento a las prácticas virtuales de los grupos analizados.

El anonimato de los sujetos estudiados. Paradójicamente éste mismo anonimato lleva a una mayor exteriorización de prácticas y sentimientos considerados patológicos por la sociedad en general, que pasan a ser considerados normales o incluso deseables. A pesar de que existe una fuerte reticencia y ocultación de posibles datos concretos que pudiesen contribuir a una identificación personal (como nombres, direcciones etc.), al mismo tiempo la situación de anonimato da una sensación de seguridad a los participantes que propicia que compartan datos sociodemográficos de interés para el investigador (como profesiones, estudios, situaciones familiares...)

La consideración de los grupos estudiados como comunidades virtuales formadas por individuos que comparten unos intereses comunes, independientemente de que estas comunidades se construyan en torno a una o más plataformas online (blogs, foros...). Todos los estudios ponen en relieve la dimensión cultural de las prácticas observadas, centrándose en la producción conjunta de significados, entendiendo como resultado de dicha producción un discurso propio. Se llegan a analizar elementos que van más allá de los post y otros escritos, como la retroalimentación entre éstos, las imágenes, los emoticonos y los tiempos de respuesta.

3 Cuestiones para una Etnografía Virtual

Las posibilidades que ofrece la etnografía virtual no pueden hacernos abandonar una prudente vigilancia epistemológica (Bourdieu y Wacquant, 1995). Los mismos ejes comunes que presentan las investigaciones en este ámbito plantean cuatro cuestiones metodológicas a resolver. Todas estas cuestiones son, en cierto modo, producto directo de las condiciones en las que se dan los fenómenos analizados, que exigen un replanteamiento de las premisas clásicas de la etnografía.

3.1 El concepto de campo

La primera cuestión es sobre el marco en el que situar el fenómeno a estudiar. La práctica etnográfica tradicional suele enmarcarse en un contexto geográfico-temporal concreto que recibe el nombre de campo. El campo no es otra cosa que un modo de encuadrar a la población objeto de estudio, tratando de observarla en su entorno natural. El trabajo de campo constituye así un viaje al espacio donde se encuentra el fenómeno a estudiar, con el objetivo de comprender una realidad sociocultural (Krotz, 1991).

En la etnografía virtual, las fronteras geográficas y temporales se diluyen. Un foro analizado puede contener mensajes publicados con años de diferencia, así como puede agrupar a usuarios de diferentes procedencias y nacionalidades. El espacio virtual no se enmarca entre los límites tradicionales, sino que va mucho más allá. En él surgen redes sociales heterogéneas que no tienen por qué compartir ni siquiera el momento temporal.

Esta peculiaridad exige reformular el concepto de campo antropológico clásico, en la medida que aun cuando éste deja de ser algo tangible, no por ello desaparece la necesidad de contextualizar el fenómeno a observar, de situarlo en un espacio susceptible de ser estudiado.

De cara a esta problemática es necesario transformar la concepción estática de campo derivando hacia una concepción bourdiana del término, entendiendo como campo grupos de sujetos con intereses y una lógica cultural en común (Bourdieu y Wacquant, 1995). Así pues, las comunidades virtuales no se acogen a los límites del espacio-tiempo, sino que se definen y limitan por una serie de intereses culturales comunes (Rheingold, 1996).

El espacio virtual no deja de ser real por ser inmaterial, sino que se circunscribe a un conjunto de representaciones colectivas a partir de las cuales se forman determinados grupos, como los aquí estudiados. El campo no es delimitado por marcadores geográficos ni temporales sino por marcadores culturales, de manera que el hecho de compartir una identidad colectiva es la línea que determina los límites del campo de los fenómenos virtuales.

Asimismo, es importante recordar que, aunque las comunidades estudiadas son intrínsecamente online ya que no se dan de otro modo, el esquema metodológico que aquí se propone va más allá de la aplicación de una técnica online a una dinámica online. La netnografía como herramienta de investigación contribuye por supuesto a dar cuenta del fenómeno que se da a nivel online, pero también de las situaciones offline que éste conlleva, no pudiéndose olvidar que las dinámicas offline-online debe entenderse como un continuo (Beddows, 2008).

3.2 Etnografía vs Revisión de Documentos

También cabe preguntarse si realmente este tipo de investigaciones siguen la lógica etnográfica, o más bien pueden equipararse a investigaciones cualitativas basadas en el análisis de documentos. Este interrogante se asienta en dos hechos fundamentales.

Por un lado, la pasividad del investigador, condición indispensable de cara a mantener una postura oculta en escenarios donde se imponen unas fuertes restricciones a aquellos sujetos considerados como intrusos. Dicha pasividad contraviene en principio una de las herramientas fundamentales del trabajo etnográfico, la observación participante que, como su propio nombre indica, lleva implícita una actuación activa por parte del investigador (DeWalt y DeWalt, 1998; Kawulich, 2005). Por otro lado, el carácter de los materiales analizados. Al ser textos, podría cuestionarse la pertinencia de denominar etnografía al proceso de investigación, al guardar éste grandes semejanzas con el análisis de documentos. Con respecto a estos dos hechos es importante tener en cuenta que:

Si bien la observación participante suele implicar cierto grado de participación en el fenómeno estudiado, dentro de la misma herramienta también pueden adoptarse posturas que implican un menor grado de contacto con los sujetos objeto de estudio (Spradley, 1980). Posturas entre las que se encontraría la del observador completo (Gold, 1958), situación en la que el investigador o bien permanece oculto ante los investigados, o bien no explicita su papel haciéndose pasar por uno más, con el resultado de pasar inadvertido.

Asimismo, conviene recordar que, aunque mayoritarios, los documentos textuales no son los únicos analizados (también se incluyen emoticonos, tiempos de respuesta, estructura del foro o red social...), y en todo caso cuando son analizados se entienden como las huellas de un entramado de relaciones humanas, algo que va más allá de la mera revisión documental.

El trabajo etnográfico podría definirse como la reconstrucción analítica de escenarios y grupos culturales (Hammersley y Akinston, 1994). Como puede observarse en los trabajos citados, el investigador no se limita a un mero análisis documental, sino que se sumerge de lleno en el fenómeno que quiere estudiar. Así logra empatizar con los sujetos investigados y descubrir que forman comunidades con una fuerte identidad colectiva y unas pautas culturales identificables (Casadó i Marín, 2014; Deiana, 2011; Westerlund, 2013).

Por tanto, la invisibilidad del investigador no supone más que una herramienta del propio método etnográfico dada la extrema desconfianza y hermetismo de estos grupos hacia agentes externos. Asimismo, aunque se parte de documentos tanto visuales como escritos para el análisis, a lo que realmente se acerca el investigador es al conjunto de interrelaciones online. Dichas interrelaciones generan comunidades virtuales en torno a un determinado eje temático susceptibles de abordarse mediante el método etnográfico (Kozinets, 2010; Lévy, 2007; Meneses y Cardozo, 2014).

3.3 La producción de los resultados

La tercera cuestión hace referencia a la calidad de los resultados. Cuando el anonimato de los sujetos es condición indispensable para el desarrollo de la investigación (por lo que el contacto offline es inviable) pueden surgir dudas con respecto a la credibilidad de los resultados obtenidos, entendido este concepto como la adecuación de la información producida a la realidad estudiada (Lincoln y Guba, 1985).

Ante esta situación el investigador se encuentra con una barrera difícil de superar pues no puede llegar directamente al objeto de estudio, ya que el contacto directo con los sujetos observados es imposible. Paradójicamente es este mismo anonimato el que facilita el intercambio de información a través de la red, información que acaba siendo el material de estudio del investigador.

Pese a que el anonimato favorece en cierto modo el trabajo del etnógrafo (los sujetos se sienten más seguros y comparten más información) es innegable que existe una distancia considerable entre investigador y objeto de estudio. Esta distancia puede dar lugar a interpretaciones alejadas de la realidad. Para superar este escollo deben ponerse en práctica una serie de estrategias, algunas ya presentes en la etnografía clásica.

Por un lado, es indispensable hacer uso de una observación exhaustiva (Malinowski). Una observación minuciosa y detallada permite al investigador detectar posibles falsedades e incoherencias. Esto exige una profunda implicación en el trabajo de campo, así como hace recomendable el uso de diferentes sistemas de estructuración en la toma de notas, como las propuestas por autores como Leonard Schatzman y Anselm Strauss (1973) o James Spradley (1980).

Por otro lado, conviene recordar la necesidad de no centrar únicamente la observación en los materiales publicados y tener en cuenta otros hechos como los tiempos de respuesta, los emoticonos etc. (estrategias que se pueden observar en las investigaciones comentadas).

Podría decirse que la solución ante los posibles problemas de credibilidad en la etnografía virtual pasa por una ampliación de la mirada del investigador, sin que por ello esta mirada pierda exhaustividad.

3.4 Ética en la investigación

En toda investigación social están presentes cuestiones éticas. El hecho de ocultar la investigación, sin que los sujetos nunca lleguen a saberse observados, plantea numerosos dilemas. Más aún cuando los colectivos estudiados se encuentran tras la línea de la exclusión social, existiendo una gran presión social por normalizar sus prácticas, como es el caso de las que hemos denominado comunidades proscritas. Frente a esta situación podrían identificarse dos posturas opuestas.

Autores como Adolfo Estalella y Elisenda Ardévol (2007) consideran imprescindible mostrarse como investigador ante la población estudiada, afirmando que es un ámbito en el que no suele darse el necesario debate. Poner en conocimiento público el proceso de investigación permite nivelar la desigualdad existente entre investigador y sujeto investigado. Asimismo, es considerado un ejercicio de honestidad y transparencia del etnógrafo que redunda positivamente en la investigación.

Otros autores plantean la necesidad de ocultarse para poder observar sin sesgo las prácticas del grupo objeto de estudio (Gavin, Rodham y Poyer, 2008). Impera aquí una postura pragmática ante determinadas situaciones (como las comentadas en este artículo) donde existe una fuerte censura estructural que impide la visibilización del investigador, ya que esta llevaría implícito un sesgo en los comportamientos observados o directamente haría inviable la observación.

Asumir como indispensable la transparencia ante los sujetos investigados imposibilitaría de forma inmediata el estudio de comunidades proscritas. Al tratarse de grupos sociales muy cerrados, donde la adhesión a las prácticas prohibidas (anorexia, suicido, autolesión) es una condición vital para la integración de cualquier individuo en el grupo, todos aquellos perfiles sociales (incluido el del investigador) que no compartan los ideales del grupo ven vetado su acceso a este.

Por ello se considera que en estas situaciones debe imperar una postura pragmática que abogue por la observación pasiva. En los casos estudiados se trata de esquivar la problemática de la visibilidad del investigador justificándose con la desconfianza y el hermetismo de los grupos estudiados, así como guardando el anonimato de sus fuentes con especial celo.

Optar por la observación pasiva y oculta como la solución al problema del hermetismo de las comunidades proscritas no tendría por qué implicar una trasgresión de los principios éticos de la investigación.

Visto de otra manera, incluso podría decirse que la invisibilidad del investigador es un hecho que contribuye a conservar el anonimato tan ansiado por parte de los sujetos estudiados. Al mantenerse como observador pasivo, el etnógrafo renuncia a interactuar de forma directa con los miembros de las comunidades proscritas permitiendo que las relaciones sociales en estos grupos se desarrollen en bajo su cauce normal, sin intervenciones de individuos ajenos al ideal del colectivo.

La postura pragmática del observador pasivo debe acompañarse de un gran ejercicio de responsabilidad. Responsabilidad a la hora de guardar el anonimato de los sujetos investigados, y responsabilidad a la hora de tratar los temas estudiados. Esta última idea desemboca en una incómoda pregunta.

¿Debe el etnógrafo tratar de intervenir en situaciones extremas? (imagínese el caso, por ejemplo, de una situación en la que el investigador tiene conocimiento de un suicidio inminente por parte de un sujeto investigado) ¿Debería hacer uso de este conocimiento y tratar de intervenir? He aquí una situación en la que el analista se puede ver atrapado en un complejo dilema.

Por un lado, bien es cierto que el observador debe abandonar sus prejuicios y estereotipos a la hora de estudiar a cualquier comunidad, tratando de aportar una explicación a las prácticas realizadas que no esté sesgada por la cultura hegemónica. Es por ello por lo que aquí se ha abogado en todo momento por un relativismo cultural que permita abordar desde una perspectiva abierta actuaciones consideradas patológicas como la anorexia, el suicidio o las autolesiones.

Por otro lado, ha de reconocerse que existe una fina línea entre el relativismo cultural y los valores personales (producto sin duda del contexto que proviene el investigador), por lo que podrían darse numerosas situaciones en las que la investigación provocase en un conflicto personal para el etnógrafo.

Lejos de dar una respuesta clara y unívoca para todos los casos, es importante tener en cuenta que la solución a estas problemáticas viene mediada por la postura adoptada por el investigador al comienzo de la investigación. Es por ello que es vital realizar un ejercicio de reflexión sobre las intenciones y objetivos de la investigación antes poner el trabajo de campo en marcha, un ejercicio que permitirá al investigador afrontar con mayor seguridad el dilema planteado.

4 Etnografía virtual y etnografía focalizada

Las prácticas etnográficas descritas exigen un replanteamiento metodológico a la propia disciplina (redimensionar el concepto campo de estudio, cuestiones éticas etc.).

Estas prácticas pueden verse enriquecidas por propuestas como la perspectiva de la etnografía focalizada (Wall, 2015). Dicha perspectiva aborda problemas concretos en espacios altamente fragmentados y campos especializados. Se dirige a sub-grupos culturales que pueden diferir totalmente de los que procede el investigador empleando técnicas alternativas de recolección de información (la observación participante puede ser intensiva y corta en el tiempo, así como se pueden hacer usos de otras fuentes complementarias como documentos audiovisuales, archivos de texto etc.).

Ésta novedosa visión de la etnografía redefine algunos conceptos de la etnografía clásica y, aunque no guarda una relación directa con la etnografía virtual, muchos de sus principios son fácilmente aplicables a ésta. Es por ello que puede contribuir a consolidar metodológicamente el tipo de investigaciones semejantes a las aquí tratadas, donde se focaliza la atención en grupos muy concretos y se emplean diferentes técnicas para realizar el análisis etnográfico. Concretamente puede ser de especial utilidad de cara a algunas de las problemáticas mencionadas anteriormente.

Por ejemplo, a la hora de definir el campo de estudio. Las comunidades proscritas se dan en espacios muy concretos, espacios en los que se centra la etnografía focalizada. Cuando se estudian fenómenos patologizados socialmente como la anorexia, el suicidio y la autolesión, la mirada del investigador debe orientarse hacia segmentos sociales reducidos y herméticos, que actúan en campos muy delimitados y en ocasiones ocultos. Resultado de ello es la definición de un campo de estudio muy concreto y delimitado.

También son de gran utilidad las técnicas complementarias de la etnografía focalizada como las entrevistas y el análisis de información secundaria, pudiendo contribuir a asegurar la credibilidad de los resultados obtenidos. Al multiplicar los caminos a través de los que se llega al objeto de estudio se multiplica también la información que se obtiene de éste, así como las posibilidades de comparar la información hallada. Esto facilita la ampliación de la mirada del investigador y favorece la exhaustividad de la misma.

5 Conclusiones

En el presente artículo se ha tratado de mostrar el potencial que ofrece la etnografía virtual de cara a estudiar prácticas difícilmente abordables desde la perspectiva offline, prácticas que se han denominado como proscritas. A lo largo de estas líneas se ha podido vislumbrar cómo los fenómenos más castigados socialmente encuentran en internet un lugar donde pueden expresarse libremente, dando lugar a discursos alternativos y a comunidades que giran en torno a estas temáticas prohibidas.

La censura estructural se diluye en la red, permitiendo el afloramiento de discursos radicalmente diferentes a los tradicionales, así como a prácticas especialmente reprobadas por la sociedad en general, como son los suicidios, las autolesiones y la anorexia.

Se toman estos tres temas debido a que constituyen un buen ejemplo de prácticas proscritas socialmente, un ejemplo del tipo de prácticas que generan comunidades virtuales susceptibles de investigar a través de métodos etnográficos.

Esto es gracias a una serie de condiciones que propicia el método etnográfico: la invisibilidad del investigador, ligada a la importancia del anonimato y al secretismo de los grupos estudiados, así como la amplitud de la mirada del analista que permite profundizar en los fenómenos mencionados dotándolos de una lógica interna no siempre coincidente con la mirada social hegemónica.

Las mismas potencialidades resaltadas provocan una serie de cuestiones que deben ser afrontadas para una etnografía virtual de las comunidades prohibidas, un afrontamiento que desemboca en la redimensión y la readaptación de las premisas de la etnografía clásica.

Entre estas cuestiones destacan la actualización del concepto de campo, la reconsideración del material susceptible de análisis ligado a la idea de comunidad virtual, la credibilidad de los resultados y los dilemas éticos en la investigación.

Podría decirse que la etnografía virtual, y especialmente la etnografía virtual enfocada al estudio de comunidades proscritas, exige la redimensionalización del concepto de campo como un espacio formado por individuos con intereses comunes; lleva implícita una reconsideración de los materiales de análisis producidos por la observación participante (en el entorno virtual no se observan directamente a los sujetos sino que se analizan sus huellas con post, emoticonos, imágenes etc.); aboga por una exhaustividad en la investigación pero también por una amplitud de miras en esta; y obliga a plantear nuevos dilemas éticos.

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