Relaciones sociales en el espacio urbano en el Pueblo de Santa Fe, Ciudad de México

Social relations in the urban space in the Pueblo de Santa Fe, Mexico City

  • Alfredo Sánchez Carballo
  • Eder Noda Ramírez
  • Adrián Rodríguez Martínez
Este trabajo es un artículo sobre una investigación sociológica que alude a dos tareas principales: la primera es una discusión teórica sobre el espacio en la ciudad como moldeador de las relaciones sociales desde la sociología urbana y, la segunda, sobre las observaciones y resultados de un estudio en un barrio de la Ciudad de México que da cuenta del cambio de las dinámicas relacionales en la urbe. La metodología utilizada fue de corte cualitativo en el que se utilizaron entrevistas a profundidad, además de la obtención de evidencia visual. El principal resultado de esta discusión es que la ciudad actual moldea las relaciones entre individuos, sobre todo en el espacio citadino, en el cual ese mismo individuo no tiene la capacidad de intervenirlo de forma física, sino sólo de forma simbólica.
    Palabras clave:
  • Espacio
  • Ciudad
  • Relaciones sociales
  • Sociología urbana
This research refers to two main tasks: the first is a theoretical discussion of space in the city as a molder of social relations from urban sociology and, second, on the observations and results of a study in a neighborhood of Mexico City that accounts for the change of relational dynamics in the city. The methodology used was qualitative in-depth interviews that were used in addition to obtaining visual evidence. The main result of this discussion is that the present city shapes relationships between individuals, especially in the urban space, in which the same individual does not have the capacity to intervene physically, but only in a symbolic way.
    Keywords:
  • Space
  • City
  • Social relations
  • Urban sociology

1 Introducción

El objetivo de este trabajo es analizar, desde la teoría social del espacio, los procesos que inciden en las relaciones sociales de los habitantes de una zona de la Ciudad de México. El interés central de esta investigación es discutir y observar el deterioro de las relaciones sociales (capital social) por la transformación del espacio urbano, desarrollando de este modo una hermenéutica de lo espacial. Además, se discutirá la forma en que el ‘desarrollo urbano’ —de una urbe como la Ciudad de México— ha transformando las relaciones sociales entre los individuos, deviniendo en un deterioro del capital social.

Hay una pregunta central para este ejercicio: ¿De qué forma el espacio urbano moldea las relaciones entre los individuos? A partir de esta pregunta, en este trabajo se intenta una respuesta —que no es definitiva— desde lo que, José Luis Lezama (1998) define como “sociología urbana”, postura analítica que propone la hipótesis de que si se conoce la ciudad es posible conocer las relaciones sociales que en ella se concretizan. Para verificar lo anterior es necesario incluir una mirada que esté enfocada en la interacción entre el conocimiento de lo urbano y las relaciones sociales. Peter Saunders (1986) propone ver a la sociología urbana como una disciplina que se interesa, sobre todo, en la organización social inscrita en el espacio.

2 Teoría social contemporánea y la ciudad moderna

Desde una perspectiva sociológica, en la ciudad tiene lugar una forma social de ser, o al menos de aparecer de los individuos que la habitan, los cuales están definidos por la época en que viven: la modernidad1. La ciudad creada por la modernidad parece no garantizar la capacidad de elección de sus habitantes, es decir, en la ciudad debe convivirse con elementos contradictorios como: seguridad-inseguridad; privacidad-exposición; anonimato-sociabilidad (Jacobs, 2011). Todo ello de interés supremo para la teoría sociológica de lo urbano.

Desde la opinión de Lezama (1998), la ciudad y la teoría social tienen una estrecha relación:

  1. Decir sociología equivale a decir sociedad moderna y decir sociedad moderna equivale a decir ciudad, particularmente ciudad industrial, ciudad capitalista.
  2. Podría decirse que, así como la ciudad exacerba las relaciones más características de la sociedad industrial, los planteamientos contenidos en las primeras aproximaciones a una sociología urbana no hacen sino destacar las conductas más definidas de esta organización social (p. 28).

Algunos autores han diseñado una sociología de lo urbano, los ejemplos son varios: desde los estudios clásicos como el de Georg Simmel, quien se dedicó al estudio de las consecuencias sociales de la urbanización; Maurice Halbwachs (1877-1945) el sociólogo que introduce en las ciencias sociales el estudio de las ciudades (en 1909); y Henri Lefebvre y los neomarxistas abren una brecha al ubicar la ciudad y lo urbano en el corazón de las sociedades contemporáneas y observar una doble especificidad, social y espacial, en los conflictos, representaciones, prácticas, etc., entre los más destacados (Brigitte, 2006). A los anteriores, hay que añadir estudios como los de Harvey Choldin (1985) y Peter Saunders (1986), quienes proponen ver a la sociología urbana como una disciplina que se interesa sobre todo en la organización social inscrita en el espacio. En esta lista no pueden faltar los estudios herederos de la sociología urbana de Ernest Burgess (1967) y la Escuela de Chicago. Podría decirse que, a partir de las principales corrientes de la sociología urbana, se ha establecido una dialéctica socio-espacial (Soja, 1993).

Sociedad y ciudad son pensadas por la sociología como categorías vecinas enlazadas en la modernidad, dado que la modernidad se sustenta en la idea del cambio permanente, del desconocimiento y negación de la tradición como forma natural de legitimación (Giddens, 1984; Habermas, 2002). Entonces, a partir de la consideración de fusionar sociedad y ciudad, se puede obtener un cúmulo de objetos de observación para las ciencias sociales, en especial para la sociología.

Con esta relación lo que se intenta es dar a entender que en la ciudad están desarrolladas incontables actividades y acontecimientos, verbigracia, la actividad económica, interacciones de poder, alteridades, intercambios simbólicos, procesos de aislamiento, vigilancia omnipresente, entre otras, en las que la época actual instituye un tipo de sociedad en donde lo urbano sobre pasa otro tipo de interrelaciones sociales. Según un reporte de Naciones Unidas (2018) actualmente el 55% de las personas en el mundo viven en ciudades. En ese mismo sentido, la ciudad es concebida como un resultado de los procesos de industrialización, comercio, migración y, más tarde, como resultado de los procesos de la modernidad. Como indica Lefebvre, cuando explica que la ciudad ya forma parte de la conciencia de los individuos no sólo como una representación antónima al campo, sino como una función de organización social de la nueva sociedad capitalista (Lefebvre, 1973, p. 17). La ciudad moderna existe a partir de la herencia de la industrialización, esa misma manifiesta su existencia a partir de la síntesis de la modernidad (sociedad contemporánea, incertidumbre de la dinámica de lo vivencial y las representaciones globales frente a la conciencia inmediata). Una buena imagen de ello es el establecimiento de los centros comerciales (malls) que albergan tiendas departamentales, hoteles, casinos, restaurantes, bancos, servicios médicos, etc., condicionando a sus habitantes a la concentración del tiempo de ocio, el consumo y el entretenimiento a un lugar específico. Allí, en ese conglomerado de situaciones, historias y aconteceres también está superpuesta la sociedad: entramado de interacciones que producen y reproducen la organización hipercompleja de individuos, grupos y sistemas. De manera que el origen de sociedad ha evolucionado de tal modo que su naturaleza, la integración de individuos aislados, ha devenido en una separación, sobre todo en lo referente a las ciudades en la modernidad.

Como lo describe Georg Simmel “en la metrópoli los hombres se ven sometidos a un gran número de interacciones que fragmentan su personalidad y niegan su naturaleza gregaria” (1988, p. 48). Simmel sostiene, además, que el espacio en la ciudad reproduce una forma especial de la interacción social que está constituida en el anonimato, en el desarrollo de relaciones interpersonales que se hacen evidentes por la indiferencia, la superficialidad y lo fugaz.

Al espacio, aquí denominado ciudad, pueden adaptársele varias acepciones: lo urbano, lo citadino, la metrópolis, entre otros términos; ha sido —y lo seguirá siendo mientras las relaciones sociales sean la materia prima de análisis para las ciencias sociales— un lugar donde las conexiones entre los diversos grupos adquieren significado. Pero, cabe preguntar, ¿cómo se están determinando y dirigiendo esas relaciones sociales a partir de considerar la ciudad como una estructura que moldea dichas interacciones? Para responder habrá que dejar claro cómo se concibe la ciudad, y a partir de ella podrá efectuarse un ejercicio de conceptuación del sujeto como agente de las relaciones sociales. A partir de lo descrito habrá que distinguir la forma de representación de la ciudad ¿Son las ciudades un aspecto de la modernidad postradicional?2 La ciudad evolucionada de la heterogeneidad hacia la búsqueda de una homogenización, a manera de centralización espacial, transformando el sentido de habitar, de las relaciones sociales, siempre partiendo desde la perspectiva de la ciudad formada alrededor de la industrialización, dando como resultado un proceso encaminado a la modernidad3.

La cuidad es un espacio donde la producción simbólica es interpretada por los personajes que la habitan. Sus transeúntes son participantes activos de los registros que aparecen sólo en el escenario de la ciudad, haciendo posible la coexistencia de individuos en ámbitos saturados. Precisa señalar, entonces, que el objeto de estudio de la sociología urbana no es el espacio, ni la organización espacial de la sociedad, sino los procesos sociales inscritos en un espacio urbano determinado. Sin embargo, aunque la sociología urbana no estudia al espacio per se, otorga un papel importante al espacio físico como condicionante del comportamiento de quienes habitan una ciudad. A partir de lo cual la ciudad es el espacio donde los individuos se encuentran, construyen y reproducen sus vidas; la ciudad es el escenario donde los diferentes actores sociales interpretan su rol, matizando sus diferencias e intentando el contacto de las coincidencias en el espacio público; en otras palabras, es en el espacio urbano donde pueden observarse las maneras en que los comportamientos que moldean las relaciones sociales están supeditados a la predisposición del ambiente.

Tal como afirma Richard Sennett “la experiencia urbana incluye numerosas referencias cruzadas entre fenómenos desconcertantes” (2001, p. 252), esto genera relatos, interpretaciones, historias, representaciones, relaciones específicas que tienen como referente el espacio de la ciudad. Esto conduce a pensar la ciudad como un ‘recipiente’ donde se construyen relaciones, acciones y vidas dentro de una realidad específica, una re-significación del contacto del sujeto con otros.

De forma sintética, la ciudad es representada como un espacio de expresión de la afectividad colectiva, la memoria y el apego, lugar sensible y escenario de lucha de clases (Lefebvre, 1978). El espacio de la ciudad no es sólo para la práctica de las relaciones sociales, también es el contenedor de los significados que permiten ubicar y delimitar a cada habitante en su espacio propio, “una cárcel para nuestra conciencia que se ha edificado como todo lo que puede ser” (Narváez, 2006, p. 32).

Ulrich Beck (1999) ya había previsto un escenario gris para el futuro, donde los procesos de socialización desaparecerían —aquellos como la confianza, la reciprocidad, la ayuda mutua, por citar algunos—, esto puede traducirse en la manera en que los sujetos citadinos están socializando en lugares como la ciudad de México, por ejemplo. Ante estos escenarios cabe preguntarse ¿de qué manera se están trasformando las ciudades frente a la supresión de lo social, cuando la dinámica de la privatización impera, lo mismo que la sobrepoblación y el desarrollo sin previa planificación? En el espacio privatizado Naomi Klein (2002) advertía ya las consecuencias de segregación cuando el espacio es dispuesto, no para el uso social, sino para un tipo de producción privativa de la cohesión.

Entonces, el espacio es poseedor de una estructura que se puede utilizar para clasificar o individualizar los fenómenos (Harvey, 1977, p. 5). De tal manera que el espacio estaría representado como un rompecabezas donde se determinan las relaciones sociales de confianza y reciprocidad, de conflicto, apropiación, lucha, de emancipación y unidad; es allí, en el espacio físico, donde se representan los intercambios sociales relacionales entre los significados de los individuos. El entendimiento de las ciudades actuales debe hacerse a partir de las reflexiones que han abordado la crisis del espacio y su entrelazamiento con las transformaciones sociales resultantes de la modernidad. Esta denominada crisis apela a la desintegración urbana y la imposibilidad de vivir juntos; ahora bien, el espacio urbano ha dejado de ser un lugar de encuentro e intercambio para convertirse en lugares de consumo y anonimato. (Duhau y Giglia, 2008) Todo esto bajo los esquemas imperantes del capital que cada vez tienen mayor peso en la configuración del espacio, priorizando las ganancias económicas, la privatización y la plusvalía en el mercado inmobiliario, principalmente, por encima de las necesidades a las que están supeditados los habitantes de las ciudades, las minorías y todas las personas excluidas del acceso al espacio público citadino.

Antes de proceder a discutir la siguiente sección hay varias preguntas que plantearse: ¿Cuál es la forma adecuada para asimilarse como individuo relacionado con la otredad estando atravesado, a su vez, en el espacio de lo urbano? ¿En qué momento la ciudad aparece como un ente “autónomo”? ¿El individuo está sometido a la dimensión urbano-espacial sin poder ser consciente de su vulnerabilidad, de su invisibilidad y transitoriedad? Estas preguntas ofrecen una dirección para establecer una discusión en búsqueda de respuestas. A continuación, se discute respecto a las relaciones sociales y el individuo en la ciudad.

2.1 El individuo social en el espacio urbano

A la forma de Karl Schlöegel (2007), existe un “animal territorial”, animal citadino que ya nació sobre una ciudad con calles y trazos urbanos prescritos. El individuo de la ciudad camina dentro de un laberinto que, evidentemente, no diseñó, en el cual nunca colaboró para que fuese construido. Cuando los individuos ‘llegaron’ a habitar, la ciudad ya estaba ahí.

Charles Baudelaire definió al personaje que se ha construido a partir de las dinámicas citadinas: flâneur. Sarlo define a este personaje como “ese paseante urbano, consumidor, neurasténico y poco dandy” (Sarlo, 2000, p. 47). Otra característica del flâneur es que se desenvuelve en el espacio urbano en el papel del anonimato, una forma de ser específica en las ciudades modernas relacionadas con la lógica del mercado, espacios donde se imponen nuevas condiciones de experiencias e intercambios. Indiscutiblemente, el paseante vagabundo urbano está inmerso —sin poder evitarlo— en las dinámicas de la ciudad. Pierre Bourdieu (1999, p. 9), describe esos espacios citadinos como “lugares difíciles (como lo son hoy la “urbanización” y la escuela) son antes que nada difíciles de describir y pensar”. Estos lugares son incómodos en el diario vivir, así como en el momento de abordarlos como objetos de estudio, tal como las ciudades modernas.

El flâneur no es producto de la casualidad, ni es un ambulante del conocimiento, se trata de un paseante moderno y citadino, por lo tanto, es inherente a una estructura social construida a partir del espacio urbano: la metrópolis, el aislamiento, la soledad, la interacción con los extranjeros, la circulación del dinero, la aceleración de la vida, y en sí, emerge a partir del proceso de industrialización (Sánchez y Noda, 2016) constituido asimétricamente y, por consecuencia, ha afectado el sistema ecológico y su entorno. El individuo de la ciudad accede a la colectividad, pero al mismo tiempo es forzado al aislamiento. El espacio público de las ciudades se convierte en el ágora del anonimato, de la interacción a distancia, de la desestimación del otro y de la competencia desencarnada por un espacio privado.

Ahora, en la escena está el que parece ser el protagonista de la historia del desarrollo de la ciudad: el individuo citadino, el cual está en su propia obra dramática y se encuentra en el escenario, es decir, en la ciudad. Aquí cabe resaltar dos elementos sobre los que las relaciones sociales se constituyen: en lo público como en lo privado, relaciones que van desde el hogar hasta las plazas públicas, las que son propias de la oficina de los grandes consorcios, como las que se definen en plena calle en cualquier esquina de barrio, todas ellas desarrolladas a través del espacio de la ciudad; es decir, la suma de los lugares difíciles (en su abordaje como en su apropiación) junto al flâneur resultan en un objeto a disposición del análisis desde la sociología contemporánea interesada en las cuestiones urbanas.

En alusión a lo anterior, Adolfo Narváez apunta que la ciudad actual es fragmentada y desplazante, trayendo efectos exclusivos de personas porque no responde a los valores humanos sino a los imperativos del sistema dominante (Narváez, 2006, p. 292). Con ayuda de esta premisa, entre otras, es que este trabajo se enfoca a analizar las evidencias del cómo el espacio urbano moldea y determina las relaciones sociales en un entorno urbano.

3 Las relaciones sociales determinadas por el espacio urbano

El uso y la interacción social en los diferentes tipos de espacio han estado organizados siempre por un conjunto básico de actividades o funciones urbanas: consumo, habitar, ocio, trabajo y educación, entre otras. Sobre el espacio radica el movimiento, son inherentes, están correlacionados; es decir, se definen las líneas de acción de los grupos de individuos que la transitan y la habitan. En espacio ocurre la acción social, el entretejimiento y evolución de las redes de relaciones, la cohesión se despliega en las calles y dentro de los hogares, en los barrios y las favelas los movimientos contraculturales o las manifestaciones de la anomia en los barrios periféricos y las zonas conflictivas. En el espacio también puede leerse la exclusión social, la pobreza y la vulnerabilidad: un apartheid de concreto. Las conexiones entre individuos están segregadas por los elementos que estructuran la urbanidad, generándose así una segregación socio-espacial.

En las últimas décadas han ocurrido cambios radicales en el espacio público que se ha guiado bajo dos ideologías: la privatización y la especialización. “Se trata de la privatización de los espacios de uso público y de la segmentación social de quienes los visitan” (Duhau y Giglia, 2008, p. 39). Por un lado, en los espacios públicos privatizados se ha filtrado el acceso, tanto por mecanismos de autoexclusión, derivados del hecho de sentirse fuera de lugar, y mediante la aplicación de dispositivos explícitos de exclusión aplicados a ciertos actores sociales. Por el otro lado, los lugares libres de la dominación capitalista, frecuentados por las clases trabajadoras o populares donde el acceso es libre, pero donde persisten estas formas de inclusión y exclusión.

En este sentido, se han alterado las identidades basadas en el lugar y el sentido de la pertenencia a un sitio específico, “escenarios en los que deben luchar con las oportunidades y dificultades del nuevo orden económico” (Sennett, 2001, p. 252). En este marco los conflictos urbanos están protagonizados por las disputas entre diversos tipos de poder, en especial los que tienen injerencia económica y capacidad para controlar el mercado inmobiliario, dejando, de este modo, a una clase excluida y expulsada de las zonas en disputa, deteriorándose, sobre todo, las relaciones sociales y la confianza4.

Por lo pronto, hay que destacar que lo utilitario de las relaciones sociales se hace evidente con más intensidad en la ciudad. Cada individuo busca la satisfacción de sus propias necesidades, teniendo escasa consideración por el otro, por el vecino, por aquel que habita en el mismo barrio, a pesar de la relación cotidiana, el otro le es indiferente. Ante esta condición de espacio urbano, como inductor de una conducta especial sobre los hombres y las relaciones, Lezama (1998, p. 144) dice: “el hombre de la gran ciudad ha tenido que recurrir a un desdoblamiento de su personalidad, una mentalidad calculista que le permita conservar cierto espacio de su individualidad mientras asume el ámbito necesario de la vida social”.

Por su parte Beck (1999) señala que, tras el surgimiento de la era postinsdustrial, la sociedad —más polarizada que nunca—, ahora tiende a organizarse según patrones ya no piramidales sino radiales. La urbanización afecta las actividades sociales en su conjunto, esas que se desarrollan en las poblaciones y en los propios espacios de intimidad. Es un fenómeno en vías de generalización que perturba las condiciones y formas de vida, las mentalidades, y hasta las comunidades rurales; de una u otra manera la ciudad está en todas partes, sino en su materialidad, por lo menos como un hecho de la sociedad (Grafmeyer, 1994).

Las relaciones sociales son tan determinantes en el espacio urbano, que es preciso señalar lo siguiente: el hombre en la ciudad vive una situación de gran interdependencia con otros y las relaciones adquieren una forma en extremo complicada pero igualmente frágil y caprichosa en la cual el individuo no tiene mayor capacidad de influencia” (Wirth, 1988, p. 180). Dichas relaciones, en la ciudad, parecen estar guiadas por el utilitarismo, lo que debilita las bases de la cohesión social, traducidas como la unidad y el reconocimiento de la unidad de los grupos e individuos. Por esto, la ciudad posee, en cierto sentido, la capacidad de anular al individuo, esto puede ser resultado del incremento de la población en un espacio acotado, lo que se traduce en un efecto nocivo para las relaciones sociales.

Estas condicionantes del individuo frente al espacio urbano ya determinado hacen apuntar a lo que ha sido llamado la metrópoli fragmentada, caracterizada por una suburbanización en todas direcciones sin un control aparente, que tiene como consecuencia “que la estructura territorial tenga un marcado acento de la estratificación social y donde existen mecanismos capaces de reestructurar todo el espacio” (Duhau y Giglia, 2008, p. 77). Estas características ya han estado presentes en modelos de ordenamiento del espacio, pero ahora tienen un fuerte acento a partir de la globalización y las formas de movilidad basadas en el automóvil particular.

Aunado a lo anterior, la ciudad no permite relaciones completas, más allá de lo apresurado de los contactos físicos y relacionales fortuitos, esto fragmenta y rediseña lo que se ha entendido como relaciones sociales. Ante esto Lezama (1998) dice que “la ciudad no permite la interacción con personalidades completas, sino con seres fragmentados, con hombres desempeñando funciones que no pueden ser útiles para los otros” (p. 176). Lezama continúa y concluye que:

Las relaciones primarias que se dan cara a cara en la comunidad están ausentes en la ciudad y las que existen son superficiales, impersonales y transitorias; por ello el habitante de la ciudad se protege contra las expectativas y planes utilitaristas de los demás, haciéndose reservado, indiferente y autosuficiente. (p. 176)

Esto puede potenciar un estado de anomia5 o de vacío social. La clara competencia por el espacio urbano en función de la escasez del mismo: más personas menos espacio, se traduce en mayor competencia entre unos y otros que tiende a la separación de la cohesión, al desencantamiento de lo urgente por lo necesario. Si en toda la ciudad la frecuencia de los contactos entre desconocidos impone el uso de ciertas reglas de coexistencia, la modernización, la industrialización y la metropolización complican el ejercicio de la sociabilidad hasta volverlo sumamente complicado.

4 Estrategia metodológica

Para esta investigación se diseñó una estrategia cualitativa para la obtención de la información. Como herramienta para esta tarea, se eligió la entrevista a profundidad semiestructurada. El objetivo de esta elección apunta a que la conversación que mantiene el entrevistador con los entrevistados está dirigida para comprender a través de las propias palabras de los sujetos entrevistados, las perspectivas, situaciones, problemas, soluciones, experiencias que ellos tienen respecto a sus vidas (Denzin y Lincoln, 2011). Se realizaron un total de 18 entrevistas en diferentes puntos del Pueblo de Santa Fe. Todos los informantes son originarios de esta zona o tiene más de cinco años radicando en ella, es decir, tienen un conocimiento cerca de las ventajas y desventajas que existen en relación a habitar esta zona de la ciudad. Se entrevistaron a nueve mujeres y nueve hombres.

Mientras se iban obteniendo las respuestas de las entrevistas, se llevaba a cabo un análisis de las partes del discurso que tenían relación con cada una de las categorías del constructo del capital social6 relacionado con la interpretación de habitar la ciudad.

Por otro lado —junto a la principal estrategia de la obtención de datos, es decir, la entrevista—, se apoyó el trabajo de campo por medio de un registro visual (fotográfico) para, de este modo, respaldar la información oral. La sociología visual7 ha construido su propia tradición a partir de trabajos de análisis apoyados en el uso de la cámara fotográfica, imágenes impresas, video grabaciones y registros visuales en general que son analizados a partir de una observación minuciosa y con un trasfondo teórico. En ese sentido, la observación es definida como un “Registro sistemático de fenómenos o comportamientos observables en un entorno natural” (Gorman y Clayton, 2005, p. 40). Trabajos de campo como el de Howard Becker (1974, 1981 y 1986), Erving Goffman (1979), Timothy Curry y Alfred Clarke (1978) Clarice Stasz (1979) y Pierre Bourdieu (2003) han recobrado vigencia debido a la importancia que tienen los elementos visuales al momento de realizar investigación en las ciencias sociales. Durante el trabajo de campo se captaron imágenes fotográficas de la zona, poniendo especial atención en los puntos que pudiesen contrastar lo que los entrevistados referían acerca de la influencia al cambio de las relaciones sociales. Esta aportación concuerda con la estrategia de la sociología audiovisual propuesta por Marcus Banks (2001) entre otros.

5 El espacio urbano y las relaciones sociales en la ciudad de México

La ciudad, como laberinto, es un emblema de la Ciudad de México: desorden, caos, incontrolable crecimiento inmobiliario, cinturones de pobreza, pocos espacios están diseñados con previa planeación, improvisación total en cada esquina, obras perecederas, nimias y con poco sentido de utilidad para la mayoría de la población.

Schlöegel describe el caso norteamericano en American Space. La poesía del Highway (Schlöegel, 2007, pp. 374-387) donde toda la producción del espacio de esa nación está, en su mayoría, previamente planificado: “no hay estrechamientos ni giros, ni escollos imprevistos de ningún tipo” (2007, p. 376), a diferencia de lo que ocurre en la Ciudad de México, sobre todo en las zonas de la periferia.

En el espacio de la Ciudad de México —con sus presumibles obras de primer nivel que aluden a solventar los problemas de movilidad— el orden no impera, el caos se impone, la escasa o nula planificación en el espacio provoca que las relaciones sociales entre individuos estén determinadas por la transformación del espacio urbano; aunado a esto debe sumarse el crecimiento demográfico y las disposiciones de ajustes para la planeación de la ciudad.

Según las cifras del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI, 2010), la Ciudad de México cuenta con 8 918 653 habitantes. La superficie de la ciudad es de apenas 1 485 kilómetros cuadrados. La densidad poblacional es de 5 967 personas por kilómetro cuadrado, en comparación con la densidad media a nivel nacional que es de 61 personas por kilómetro cuadrado. Estas condiciones de alta densidad se complican cuándo se habla de la Zona Metropolitana del Valle de México8 (ZMVM), la cual se muestra en la figura 1.

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Figura 1

Zona metropolitana del Valle de México.
Fuente: Duhau, Emilio y Angela Giglia (2008).

La ZMVM es la región espacial que comparte el Distrito Federal con el Estado de México. Según cifras oficiales del último censo, para el año 2010 esta zona contaba con cerca de 22 millones de habitantes (INEGI, 2010), siendo una de las zonas conurbadas más pobladas del mundo. Este crecimiento poblacional es resultado de varias condiciones: por ser la ciudad más importante en el tema político y de negocios de México, la congregación de centros educativos y de cultura, la oferta y demanda de mano de obra, entre otras. La evolución del crecimiento poblacional exponencial de la ZMVM condiciona el diseño y construcción del espacio urbano.

Uno de los principales problemas de la ZMVM es el desacuerdo entre la política de desarrollo urbano en relación con las necesidades de los habitantes. Esta precaria atención de las necesidades de vivienda da como resultado el crecimiento urbano irregular (Esquivel y Villavicencio, 2006), dichas consecuencias afectan con mayor profundidad las zonas de la periferia, o en otros casos, a las zonas populares que en su momento fueron calificadas como ‘cinturones de pobreza’ que fueron asentándose dentro del crecimiento de la ciudad y ya no en la periferia.

5.1 El caso del Pueblo de Santa Fe

El Pueblo de Santa Fe está conformado por 23 colonias, que comparten territorio al interior de la Delegación Álvaro Obregón la cual está situada en la zona poniente de la ciudad de México. Según los datos del censo de población y vivienda efectuado a nivel nacional en el año 2010, el total de habitantes del Pueblo de Santa Fe es de 38 941 habitantes. Cuenta con 10 762 viviendas, en las cuales habitan 3.75 individuos promedio por vivienda (Conteo de Población y Vivienda-INEGI, 2012).

La Ciudad de México tiene sus propios ambientes en cada colonia, barrio o zona; no es lo mismo pasar el día en el centro comercial de la zona de Santa Fe, que en las calles del Pueblo de Santa Fe, o en las colonias excluidas que rodean este sector del poniente de la ciudad de México. No es igual transitar por la avenida Vasco de Quiroga en la zona del Pueblo de Santa Fe, que la avenida del mismo nombre donde comienzan los centros de operaciones de las principales trasnacionales (Ford, Televisa, BBVA, Microsoft, Nissan, entre otras); cambios radicales en escasos metros cuadrados, ¿quién define estas fronteras, cómo se logran, qué capacidad de influencia tienen los elementos urbanos del espacio sobre los grupos humanos, o viceversa, qué capacidad tiene el humano citadino en definir lo que sucede en su espacio, o en lo que alguna vez le perteneció? Esta división espacial se define por las Áreas Geostadísticas Básicas, en parte, como lo muestra la figura 2. La Avenida Vasco de Quiroga, entonces se convierte en una avenida que atraviesa dos zonas diametralmente opuestas, dos Santa Fe, cada una con su propia realidad.

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Figura 2

Densidad poblacional y grado de Marginación por Área Geoestadística Básica (AGEB) en Santa Fe.
Fuente: elaboración propia con datos del INEGI (2010).

En la figura 3 se puede observar la localización geográfica de las colonias que componen el Pueblo de Santa Fe, la ubicación de cada una de estas colonias, así como su extensión y con qué colonias colindan. La zona donde se llevó a cabo la mayor parte del trabajo de campo comprende lo que en la figura 3 está señalado como “Santa Fe” y en la zona aledaña del “Bejero”; aunque se tuvo la oportunidad de entrevistar a informantes de varias colonias: General C. A. Madrazo, Tlapechico, El Pirul, Ampliación el Pirul, Margarita Maza de Juárez y La Mexicana.

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Figura 3

Delimitación del Pueblo de Santa Fe, en la Ciudad de México.
Fuente: Arteaga, Becerril y Caraveo (2012)

Por su parte, el Pueblo de Santa Fe tiene un conjunto de características en las que la urbanidad ha transformado las relaciones entre las personas, ya que su ubicación permite ser un lugar de paso para los foráneos que están en búsqueda de empleo o se encuentran laborando en zonas cercanas al “pueblo”, al mismo tiempo que el desarrollo socio especial y económico que favorece a la parte desarrollada de Santa Fe no ha favorecido de igual forma al Pueblo de Santa Fe y sus habitantes. Un ejemplo de esto son los pocos espacios dedicados al esparcimiento y el ocio. No existen, como en otras partes de la ciudad, parques o jardines. Se improvisan, en escasos metros cuadrados disponibles, zonas de juego infantiles sin una mínima supervisión o adecuación. Los parques infantiles no cuentan con espacios suficientes. Los vecinos han instalado en pequeñas zonas lugares donde sus hijos puedan jugar. Los parques infantiles solo cuentan con la infraestructura de juegos, pero no con zonas verdes o espacios adecuados; por el contrario, se encuentran en espacios pequeños y al borde de vías con alto tráfico vehicular, como se muestra en las figuras 4 y 5.

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Figura 4

Parques infantiles confinados en el pueblo de Santa Fe

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Figura 5

Espacios insuficientes dedicados al ocio y al esparcimiento infantil

La delincuencia y precariedad de algunas colonias (Las Cuevitas, La Huerta, Los Gamitos, La Cebada Ampliación y Liberación Proletaria) hace que domine la exclusión, y marginación, lo cual genera una disparidad, ya que no es concebible que sean colonias de excelente ubicación en la ciudad, pero al mismo tiempo se manifiesten rasgos de pobreza urbana. En una de las entrevistas, una madre de familia refiere que:

Hay zonas en las que no se puede pasar, ya sabemos dónde están. Hay delincuencia, y la policía no puede entrar. Yo, por ejemplo, tengo una hermana en Las Cuevitas, pero ni siquiera puedo visitarla, imagínate si tiene una emergencia ¿cómo la podré ayudar? Si ni siquiera puedo entrar por esas calles (Tania9, 42 años. Es originaria del Pueblo de Santa Fe. Comunicación personal, junio de 2017).

A pesar de que el Pueblo de Santa Fe ocupa una posición geográfica privilegiada, ya que colinda con el desarrollo comercial de la zona de Santa Fe (como se evidencia en la figura 6), esta ubicación no ha sido fructífera para sus habitantes ya que no es parte del desarrollo sino de las incomodidades y problemas que éste genera en cuanto a aglomeración de tráfico, contaminación, falta de espacios sociales y gentrificación. Junto a estas problemáticas, en el pueblo de Santa Fe, la disponibilidad de compra-venta de sustancias ilegales ha generado el incremento de los niveles de inseguridad y delincuencia, así como el deterioro de las relaciones entre los colonos, en especial la confianza y las redes que se pueden construir en ese ambiente.

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Figura 6

Las dos Santa Fe: El pueblo y el nuevo desarrollo urbano

La figura 6 muestra en primer plano el Pueblo de Santa Fe, en segundo plano el Santa Fe desarrollado. La distinción entre la no planeación del espacio urbano y el desarrollo inmobiliario. La puesta en escena del caos territorial, la anomia, enajenación, pobreza urbana, violencia y la desorganización en el espacio urbano, evidentemente, provocan que se soslaye la cercanía con el otro (Jacobs, 2011), con el que parece ajeno. Aunque habite a dos metros de distancia, es cercano en el vecindario, pero lejano en aspectos de las relaciones de reciprocidad. Es por esto que la ciudad se convierte, cada vez más, en una cárcel amenazante, si bien admite lo diverso, no permite que la diversidad del otro sea aceptada, que el nuevo ciudadano recién instalado no tenga la capacidad de cambiar las estructuras del espacio urbano, sólo le queda adaptarse y aceptar que las relaciones sociales estarán supeditadas al ritmo que marque la ciudad moderna.

Cuando yo era niño, aquí se podía jugar en la calle todavía, ahora por tanto comercio informal ya ni se puede caminar tranquilamente. El tráfico vehicular es insoportable, desde que amanece hasta que anoche siempre hay ruido de los autos. Además, se siguen construyendo condominios, departamentos y hasta negocios. Esto nos afecta a los que tenemos una casita aquí en el Pueblo; se escasea el agua y ya ni siquiera sabemos a quién reclamarle. A veces nos hemos juntado para manifestarnos pero enseguida sale algún líder local a calmar las cosas, o nos mandan policías. Así no se puede (Felipe, 49 años. Originario del Pueblo de Santa Fe. Comunicación personal, junio de 2017).

A pesar de que vivimos todos muy cerca, casi unos encima de los otros, no conocemos en realidad nuestras carencias, nuestras necesidades, como ocurría en otro momento. Uno se enteraba enseguida cuando alguien nuevo llegaba al barrio, hacíamos amistad o simplemente sabíamos quién iba o venía. Sin conocernos podíamos cuidarnos las espaldas. Ahora no es así, todo ha cambiado. Gente nueva llega y de pronto se van, no volvemos a saber nada de ellos (Polo, 53 años, originario del Pueblo de Santa Fe, vive en colonia La Cebada. Comunicación personal junio de 2017).

Bourdieu (1999, citado en Narváez, 2006, p. 19) describe la crisis de los lugares como el surgimiento de las condiciones de una callada violencia presente en los escenarios de las urbes postindustriales, como la fragmentación terrible de un espacio social que estaba apenas sujeto por el espacio de trabajo y que, con su inestabilidad, ha arrastrado a las personas al enfrentamiento, a percibir el contrato intercultural como una terrible invasión de su mundo.

Esta ‘amplia variedad’ de oportunidades —las cuales están definidas por la competencia del uno contra el otro— es la síntesis de la ciudad: una máquina casi perfecta que remite las relaciones sociales a la distancia. Los efectos de la urbanización han sido constatados en el Pueblo de Santa Fe. Vivir en la Ciudad de México es una tarea complicada por lo ya mencionado. Cada una de las zonas que la forman padece sus propios problemas y circunstancias. Hay zonas en las que al cruzar un par de calles parece que se transporta de un lugar de ‘primer mundo’ a zonas paupérrimas, donde la pobreza es evidente. La realidad es así, cada una de estas zonas tiene sus propios avatares, su historia que contar, verbigracia, el Pueblo de Santa Fe, enclaustrado dentro del complicado laberinto que es la Ciudad de México, lugar que también tiene sus particularidades.

Aquí parece que estamos olvidados, sólo pasan los automóviles y nos dejan arrinconados en las pequeñas calles que están a un lado de la Vasco de Quiroga (Olivia, 44, años. Vive en la Colonia El Pirul. Comunicación personal, julio de 2017).

Antes, allá por 1985, cuando todavía no se construían los grandes edificios, esto era un pueblo muy tranquilo, casi no pasaban automóviles. No había tráfico vehicular. La gente podía caminar por las calles sin problema. Ahora hay que cuidarse de los carros, la gente viciosa y delincuente, estamos como atrapados entre las casas, las calles mal planeadas, pero bueno, aquí es donde vivimos y no hay más que hacer (Salvador, 61 años. Nació y creció en el Pueblo de Santa Fe. Comunicación personal, julio de 2017).

Los entrevistados, sobre todo aquellos que son originarios de esta parte de la ciudad, siempre se quejan de los cambios que han ocurrido en la zona. En las entrevistas siempre señalaban que la urbanización sin controles ni planificación por parte de las autoridades, es un grave problema. Además, los asentamientos irregulares en zonas de alto riesgo, como lo es la zona de “barrancas” (ver figura 7), son una constante amenaza para las personas que establecen sus hogares en las laderas de las barrancas.

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Figura 7

Zona de “Barrancas” en el pueblo de Santa Fe

Algunos de los problemas detectados en el Pueblo de Santa Fe son: vialidades principales no planeadas para soportar el tráfico de vehículos y personas; difícil acceso a algunas de las colonias ubicadas en la zona de “barrancas” —lo que aísla a estas secciones de la actividad económica que son llevadas a cabo en las zonas que están mejor ubicadas—; escasa generación de fuentes de empleo al interior del Pueblo de Santa Fe (la mayoría de las personas económicamente activas laboran al exterior del Pueblo de Santa Fe); y alto índice de desempleo,10 lo que provoca un desequilibrio laboral en cuanto a género. Hay una percepción negativa por ser habitante del Pueblo de Santa Fe —percepción que va de la mano con la idea negativa que se tiene de esta zona por parte de vecinos de colonias aledañas—, hay partes aisladas con altos índices marginación11, falta de recuperación de los pocos espacios públicos (plazas y áreas de recreación), hasta desconocimiento de la historia del Pueblo de Santa Fe, lo que da como resultado un desarraigo de sus habitantes. Esto ha provocado que muchas de las personas que habitan esta zona sólo lo hagan por estancias cortas de tiempo, población flotante, le llaman los especialistas de la demografía y el urbanismo. Es quizá esa una de las razones del desarraigo y el resquebrajamiento del capital social.

Muchas personas solo están aquí de paso. Viven en casas rentadas que dejan en dos o tres meses, los que más tardan en irse es quizá en un año. Eso afecta a los que vivimos de tiempo completo en el Pueblo, porque no hay confianza entre vecinos, no podemos hacer planes de mejoramiento barrial por ejemplo, lo poco que se logra es con las personas que vivimos desde siempre aquí. Los que están de paso, pues, no cuenta. Eso ha hecho que al Pueblo de Santa Fe no lo miren con buenos ojos (Omar. 41 años. Llegó a vivir al Pueblo de Santa Fe desde que tenía cinco años. Comunicación personal, julio de 2017).

Por otro lado, los espacios como parques o jardines son prácticamente inexistentes en esta zona de la ciudad, lo que implica que los pobladores busquen espacios que sean seguros para el esparcimiento.

Aquí ya sólo nos queda acostumbrarnos a los lugares donde podemos traer a nuestros hijos a que hagan un poco de actividad física. No tenemos parques como en otras colonias de la ciudad. No tenemos, y lo poco que hay está rodeado por casas o lo ocupan los borrachos y los delincuentes. Aquí venimos a la explanada de la iglesia porque es más seguro (Carmen, 39 años. Llegó a vivir a l Pueblo de Santa Fe hace 19 años. Tiene dos hijos. Comunicación personal, julio de 2017).

Nuestros jóvenes y niños no tienen dónde jugar, donde poder pasar un rato sin que los estén molestando. En las barrancas no hay espacios adecuados, sólo nos queda venir a distraerlos aquí a la plaza de la iglesia, nos hacen falta espacios (Patricia, 48 años, entrevistada en la plaza de la Parroquia La Asunción. Comunicación personal, agosto de 2017).

Figura 9. Explanada de la Biblioteca Pública del Pueblo de Santa Fe

Entre los pocos espacios con los que cuentan los habitantes del Pueblo de Santa Fe se encuentran la biblioteca pública y la plazuela principal de la Parroquia La Asunción, tal como se muestra en las figuras 8 y 9; ante la ausencia de espacios públicos adecuados, las explanadas de la iglesia y de la biblioteca pública se usan para diferentes actividades colectivas. En la biblioteca, por ejemplo, se realizan actividades para los usuarios: talleres de costura, círculos de lectura, atención médica, entre otras. Esto ha proporcionado una alternativa, aunque no es suficiente para las necesidades de la población. La plazuela de la parroquia se ha tomado como un parque, donde llegan jóvenes de diferentes escuelas a ensayar alguna obra de teatro o jugar futbol. Los domingos las familias toman estas explanadas como un espacio para el esparcimiento, no obstante, estos les son insuficientes e inadecuados.

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Figura 8

Explanada de la Parroquia La Asunción del Pueblo de Santa Fe

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Figura 9

Explanada de la Biblioteca Pública del Pueblo de Santa Fe

Las estrategias que los pobladores de esta zona usan para ocupar ciertos espacios, también han provocado que otras zonas queden totalmente abandonadas. Por ejemplo, en la figura 10 puede observarse cómo algunas calles son transitables bajo el propio riesgo de los usuarios. Durante la noche es muy difícil observar a personas caminando por las calles, ya que hay construcciones que están en procesos y son lugares en que los delincuentes aprovechan para comer actos ilícitos como robos o acoso a mujeres.

En la figura 10 se puede ver que algunas de las calles de esta zona no poseen la estructura mínima requerida para el tránsito de personas; condiciones que propician los actos delictivos, al contrario de lo que indica Jane Jacobs (2011, p. 61): “una calle muy frecuentada tiene posibilidades de ser una calle segura”.

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Figura 10

Vías inseguras en el Pueblo de Santa Fe

En la figura 11 se pueden ubicar las instalaciones clandestinas a la red general de energía eléctrica; La figura evidencia zonas de alumbrado público legal, zonas de robo de energía eléctrica y zonas inaccesibles por el personal de la CFE. Lo cual es un indicativo de la peligrosidad y marginalización de esas zonas. Esta práctica se ha convertido en regular dado el crecimiento desmedido de asentamientos irregulares. La impunidad es una marca específica de algunas colonias del Pueblo de Santa Fe, en ellas impera la ley de las pandillas o de algunos líderes barriales que se aprovechan de la situación de exclusión de las personas, las cuales adhieren a ciertos grupos o partidos políticos, y que sólo son tomadas en consideración cuando hay campañas políticas. Esto mantiene a las familias con un sentimiento de desesperanza y nulo involucramiento con otro tipo de grupos u organizaciones.

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Figura 11

Puntos de tomas clandestinas de energía eléctrica y alumbrado público en el pueblo de Santa Fe.
Fuente: Arteaga et al. (2012)

El contraste entre el polo de desarrollo de la zona de Santa Fe y el Pueblo de Santa Fe es más que evidente, como se observa en las figuras 12 y 13. En la figura 12 puede apreciarse la estructura y planificación de esta zona que se vende como un ideal urbanístico, pero que no tiene en cuenta ninguna estructura que permita la movilidad y contacto social de peatones, así como tampoco tiene en cuenta los alcances sobre las construcciones anteriores a ella misma. La figura 13 muestra la nula planeación de infraestructura urbanizada, la cual lleva al caos vehicular, puesto que la única arteria que cruza el Pueblo de Santa Fe la mayor parte del día está saturada por automóviles. El tráfico vehicular en esta avenida es constante, presentándose una aglomeración que ha causado molestia a los vecinos que colindan con dicha arteria vial. Tanto los automóviles particulares como el transporte público no son los culpables del caos en esta avenida, sino que aquí se puede estar de acuerdo con Jacobs (2011, p. 33) cuando discute que “los efectos destructivos de los automóviles no son una causa sino más bien un síntoma de nuestra incompetencia para construir ciudades.”

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Figura 12

Polo de “desarrollo” en la Delegación de Santa Fe

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Figura 13

Insuficiencia de vías para el crecimiento urbano en el Pueblo de Santa Fe

A nosotros nos prometieron trabajos y una mejor calidad de vida cuando pusieron el Centro Comercial y todas las empresas con esos edificios grandes, pero eso no ha sido así, solo se benefician los dueños de los grandes negocios, eso pasó desde hace como 30 años o más, cuando esto comenzó a crecer. Eso también nos afectó porque aumentó el paso de los autos por la única avenida que tenemos. No hay espacio, no tenemos para dónde movernos (Víctor, 55 años, originario de otra delegación en la Ciudad, aunque tiene 33 años viviendo en el Pueblo de Santa Fe. Comunicación personal, agosto de 2017).

Siempre estamos con miedo por tanto vehículo que circula por la avenida. Cuando nuestros hijos salen de la escuela, estamos muy pendientes cuidando que no haya un accidente, hace años aquí atropellaron a una niña que quiso cruzar la avenida. Eso siempre nos tiene muy pendientes, en ciertas horas es difícil cruzar la avenida. (Alejandra, 34 años, originaria del Pueblo de Santa Fe. Comunicación personal, julio de 2017).

Además, los embotellamientos vehiculares son aprovechados por los delincuentes para perpetrar asaltos a los conductores y a los peatones. En la figura 14 se pueden observar las zonas de mayor conflicto delincuencial, las que presentan mayor conflicto son aquellas donde se registra el lento avance vehicular en diferentes horarios. De esta manera puede constatarse cómo la dinámica vehicular de la ciudad, la nula estructura para la circulación adecuada y la creciente delincuencia han provocado, en conjunto, el deterioro del capital social en esta zona.

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Figura 14

Localización de zonas de consumo de drogas y concentración delictiva en el pueblo de Santa Fe.
Fuente: Arteaga et al. (2012)

Yo prefiero estar en mi casa, no soporto andar en la calle, hay muchos autos, las calles en la noche son inseguras, apenas y uno tiene confianza con los vecinos, pero luego se van de esta zona (Mujer, 29 años. Originaria del Pueblo de Santa Fe. Comunicación personal, julio de 2017).

Yo tengo años de vivir aquí, antes uno podía salir a caminar, platicar con los vecinos, hacer amistades, ahora las cosas han cambiado. Hay mucho delincuente y han construido muchas casas y negocios, ya casi ni se puede caminar, siempre anda uno con el temor de los atropellos o los delincuentes. De verdad que ya no hay confianza ni en la gente ni en la policía que casi no se aparece cuando se les necesita (Mujer, 43 años. Originaria del Pueblo de Santa Fe. Comunicación personal, junio de 2017).

Todas estas evidencias son producto del proceso de cómo se transforman las relaciones sociales que acontecen en el espacio de lo urbano, un espacio que parece destinado a la exclusión, a la ilegalidad, al desorden y a la falta de cohesión de sus habitantes. Tal como Narváez (2006) lo describe atinadamente al hacer referencia a un tipo de crisis específica: “la crisis de los lugares es el surgimiento de las ciudades difíciles en el que se enhebra la intolerancia, la falacia de la libertad que ofrece el mundo globalizado, la gran desigualdad y la falta de solidaridad entre los seres humanos” (p. 19).

Las relaciones, como se ha constatado a través de las entrevistas a profundidad, se han deteriorado al paso del tiempo, sobre todo, por el crecimiento poblacional, el escaso orden en cuanto al ordenamiento territorial. La confianza, puede decirse, que es una de las principales manifestaciones que se han visto afectadas. El Pueblo de Santa Fe, aún con todos sus impases y vicisitudes, continúa aprovechando los pocos espacios con los que cuenta, las personas intentan insertarse a la dinámica de la gran ciudad y sus exigencias, pero cada vez parece que estos intentos fracasan y emergen problemas que se materializan en la delincuencia y la apatía de las personas que habitan en esta zona en cuanto al establecimiento de relaciones sociales y la continuidad en la cohesión. Las relaciones se fragmentan por la trasformación del espacio urbano, sin que los individuos tengan alguna oportunidad para intervenir sobre el mismo espacio en que habitan.

6 Consideraciones finales

Al término de esta discusión ¿a qué conclusiones hemos llegado? En primer plano, hay que resaltar que existe una larga tradición que se ha discutido desde la sociología, lo relevante de la ciudad como un laboratorio de observación de los procesos sociales. En un segundo plano, la ciudad es un objeto de estudio que puede tomar diversas vertientes de análisis, entre ellas, la manera en que la formación del espacio urbano determina las relacione sociales.

Observamos que el espacio urbano, en una zona como la que está localizada en el Pueblo de Santa Fe en la Ciudad de México, no permite que las relaciones sociales de convivencia y confianza sean adecuadas debido a la configuración del espacio. Con esto no se quiere decir que el espacio urbano por sí mismo se ha creado tal como es hoy, sino que la escasa o nula oportunidad de que los individuos intervengan propaga actitudes de indiferencia y el no involucramiento en acciones desde la colectividad para detener las acciones contrarias a la convivencia social.

En el caso del Pueblo de Santa Fe impera la escasa planificación urbana, lo que ha provocado que las relaciones sociales no faciliten la creación de capital social, confianza y reciprocidad. Las personas que habitan este espacio hablan acerca de la ‘lejanía’ entre vecinos, esto ha resultado en la desconfianza frente al otro. Estas actitudes abren la oportunidad para acontecimientos como la delincuencia, la apropiación ilegal del espacio, asaltos, incremento en la venta y consumo de sustancias ilegales, entre otros. El aumento del tráfico vehicular en la avenida principal que atraviesa el Pueblo de Santa Fe ha provocado que el habitante de esta zona se adapte a las condiciones propias de caos y embotellamiento, desestimando la seguridad propia, ya que no tienen injerencia alguna en la reestructuración de la vida urbana.

Por otro lado, se concluye que el acelerado desarrollo ‘del otro Santa Fe’ (el de los grandes desarrollos comerciales e inmobiliarios) afecta directamente la vida de las relaciones sociales de los habitantes del Pueblo de Santa Fe, toda vez que el Pueblo ha sido tomado como un lugar de paso, o que provee su ineficiente infraestructura para actuar como camino de llegada al Santa Fe ‘desarrollado’: esto ha provocado el aumento del tráfico vehicular y el arribo de población flotante que no tiene arraigo a las dinámicas que pueden darse en el Pueblo de Santa Fe. Esto también ha provocado el aumento desmedido de viviendas irregulares y tomas clandestinas de energía eléctrica que se establecen sobre terrenos junto a las barrancas que representan un riesgo para quienes ahí habitan; esa clandestinidad ha permeado a otros puntos del Pueblo de Santa Fe. La nula presencia de vigilancia policiaca ha dejado que las bandas delincuenciales dominen en varias colonias, esto convierte algunas calles y avenidas en espacios olvidados, poco transitados y peligrosos, incitando a una especie de capital social negativo, es decir, la propagación efectiva de casos contrarios a la confianza y a la organización comunitaria en pos de la paz social.

Finalmente, el habitante del Pueblo de Santa Fe ha quedado excluido de las decisiones acerca de la formación o planificación del espacio urbano, un ser citadino acorralado que se adapta y sobrevive en los pocos espacios públicos que ha dejado el desmedido crecimiento urbano en esta zona. El habitante del pueblo de Santa Fe aprovecha algunos espacios y es en ellos que mantiene relaciones sociales que cada vez más están supeditadas a la desconfianza y la degradación de la solidaridad.

Una de las propuestas que tiene como resultado este trabajo es analizar la reapropiación el espacio. Si los lugares se construyen a partir de la experiencia entre los sujetos, estas relaciones, en un sentido de reciprocidad, están definidas por el mismo espacio en que se van creando. Espacio creado y espacio vivido ¿Cómo se articulan estas nociones y de qué manera dan forma a las relaciones y los espacios? Es a través de las formas de cristalización del espacio en un tiempo posmoderno, la ciudad por sí misma pareciera que posee vida propia, más allá de la influencia de los individuos que le habitan ¿Quién construye entonces el espacio en la ciudad? El flujo del tiempo en el espacio, el espacio como contenedor de los recursos de movilidad y desenvolvimiento de los sujetos que estalla como definitorios de los flujos interconectados.

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