Incertidumbre Laboral, Salud Mental y Apoyo Social en trabajadores pobres

Job Insecurity, Mental Health and Social Support in Working Poor

  • José Antonio Llosa
  • Esteban Agulló-Tomás
  • Sara Menéndez-Espina
  • Julio Rodríguez-Suárez
  • Joan Boada-Grau
Los trabajadores pobres son aquellos que, incluso trabajando, no logran salir de los umbrales de riesgo de pobreza marcados por organismos internacionales. Representa una situación creciente en Europa, especialmente relevante en los países mediterráneos, aunque con escasa literatura científica todavía en el contexto europeo, y particularmente en el español. Este estudio analiza el bienestar y la salud mental en una muestra de 1.541 personas (trabajadores pobres, trabajadores fuera del riesgo de pobreza y en desempleo). Los resultados muestran que el estado de salud mental de los trabajadores pobres es equiparable al de personas en situación de desempleo, y siempre peor que el de los trabajadores fuera del riesgo de pobreza. Ello obliga a reevaluar el valor del trabajo a todos los niveles: como garantía de bienestar y salud mental, como herramienta principal de inclusión social; como vía para conformar la identidad, y también como fuente de apoyo social.
    Palabras clave:
  • Trabajadores pobres
  • Incertidumbre laboral
  • Precariedad
  • Salud mental
Working poor are people who, even working, are not able to escape from the risk of poverty threshold marked by the EU. It is an increasing situation in Europe, especially relevant in the south countries. For now, we still have very little academic literature about this phenomenon in the European context, and particularly in Spain. This study analyses the well-being and the mental health in a Spanish sample of 1.541 people (working poor, workers out of the risk of poverty, and unemployed). The results show that the mental health status is equal in working poor and in unemployed people, and it is worse than in the workers out of the risk of poverty. This situation requires to reappraise the value of work in all levels: as the main social inclusion tool; as a way to construct the identity; as a source of social support, and also as a guarantee of well-being and mental health.
    Keywords:
  • Working por
  • Job insecurity
  • Precarious work
  • Mental health

1 Introducción

Tras la crisis económica y financiera global de 2008, el tránsito hacia un modelo económico y social basado en unas condiciones laborales cualitativamente peores es cada vez más evidente (Duran y Isusi, 2010). Se habla de modelo social postindustrial, o modelo social tecnológico avanzado (Bauman, 1998/2011; Tezanos, 2009), un modelo social emergente que representa un nuevo paradigma tras el estado del bienestar keynesiano y que conlleva la desigualdad como elemento inherente a su funcionamiento económico (Piketty, 2013/2015). Fruto de este momento transicional ha ido surgiendo un conjunto de terminologías y ramas de estudio en continua evolución: el estudio del precariado (Standing, 2011), los análisis de infraclase en estratificación social (Macnicol, 2017), el propio término de exclusión social, que emerge con una ambición diferente al estudio de la pobreza (Evans-Lacko et al., 2014), así como, desde el análisis de las organizaciones y el mercado laboral, el ideal de la flexiseguridad (Stentoft, Mikkelsen, y Jensen, 2016), la gestión de las competencias en las empresas, o la “empleabilidad” como estimación de valor de mercado para la valía de una persona (Agulló-Tomás, Álvaro, Garrido, Medina y Schweiger, 2011).En concreto, la empleabilidad constituye un concepto con ánimo de definición multinivel, ya que para el gobierno responde al ideal de alcanzar el pleno empleo, para los empresarios la tarea de buscar a la persona que mejor se adecúe a las necesidades de la compañía, y para los trabajadores la obligación de optimizar su trayectoria laboral (Guilbert, Bernaud, Gouvernet, y Rossier, 2016). Esta triple definición ya deja entrever que la responsabilidad de la empleabilidad cae, de manera prioritaria y única, sobre el trabajador, responsable de su situación laboral de manera individual, apartando la atención del contexto (Andrade Jaramillo, 2014; Llosa et al., 2019). Se trata, en todos los casos, de conceptos y campos de análisis relativamente nuevos, que sirven para mostrar cómo el entramado social se traduce en problemáticas novedosas que precisan nuevos enfoques de estudio. Todo ello amplía y continúa el campo de estudio clásico en Psicología Social relativo a los efectos del desempleo en la salud (Álvaro, 1992; Blanch, 1990; Buendía, 1990; Eisenberg y Lazarsfeld, 1938; Garrido, 1999; Jahoda, 1982/1987).

De esta forma, el estado del bienestar keynesiano queda en entredicho ante la emergencia de, entre otras, situaciones laborales como la de los trabajadores pobres (working poor), que pueden definirse como aquellos que forman parte de familias con miembros en actividad laboral cuyo límite superior ingresos se fija en el 60 % de la mediana de los ingresos por unidad de consumo de los hogares (después de las trasferencias sociales), establecido a nivel europeo. A través de la literatura norteamericana se trata de un campo de estudio con numerosa literatura (Chilman, 1991; Meyers y Lee, 2003; Torraco, 2016), que en Europa se ha comenzado a analizar a medida que ha ido adquiriendo relevancia en las cifras estadísticas. Lo prioritario de este concepto no es que abarque únicamente al mundo del trabajo propiamente dicho, sino que al mismo tiempo comprende diferentes niveles de análisis: individual, familiar, social, organizacional… así como diferentes disciplinas: Psicología, Sociología, Derecho o Economía. A nivel internacional se vienen utilizando diferentes acepciones: in-work-poverty; in work at-risk-of-poverty y working poor. Pese a que In work at-risk-of-poverty o working poor parece la terminología más precisa y menos estigmatizante, en la literatura en español se ha estandarizado el uso de “trabajadores pobres” como denominación (Aragón Medina, Cruces Aguilera, de la Fuentes Sanz, Martínez Poza, y Otaegui Jáuregui, 2012; Arnal, Finkel, y Parra, 2013; Tejero, 2017), razón por la que se ha optado por esta formulación en el presente estudio.

El interés de este campo de estudio, como decíamos, aumenta al tratarse de un fenómeno creciente en Europa, definido como grave por organismos como la OIT (International Labour Office), y recogido como una de las condiciones que obstaculizan el desarrollo del paradigma del trabajo decente (ILO, 2017). Los datos facilitados por Eurostat revelan que la tasa de trabajadores pobres ha mantenido un incremento constante en Europa (EU-28), partiendo de un 8,3 % en 2007, hasta alcanzar un 9,6 % en los datos más recientes (2018), despuntando en países como Rumanía (15 % de tasa de trabajadores pobres en 2018), España (13 %) o Italia y Grecia, con el 12,3 % y 10,9 % respectivamente. Los datos se acentúan significativamente en los perfiles vulnerables, como en el caso de los jóvenes, donde la media europea (EU-28) entre 18 y 24 años asciende al 12,2 %.

En este contexto, el valor último del trabajo como garantía de bienestar queda en suspenso para una parte considerable de la ciudadanía. En el presente artículo se tratan de concretar, a través de un análisis empírico, las implicaciones de esta situación en el plano psicológico, utilizando medidas de salud mental y consumo de psicofármacos.

1.1 Incertidumbre Laboral como medida de precariedad percibida

El caso de los trabajadores pobres representa una de las facetas extremas de la precariedad laboral. Una precariedad que, en opinión de la mayor parte de los autores, en la sociedad dualizada se convierte en factor estructural, normalizado (Crespo, Prieto Rodríguez, y Serrano Pascual, 2009; Merino Noé, 2016). Ante esta situación, emerge un interés creciente por el análisis de la incertidumbre laboral (Job Insecurity), un concepto que puede ser definido en un primer momento como el miedo a la pérdida de un empleo que se desea mantener. En primer lugar, y a modo de aclaración, la literatura sobre el citado fenómeno proviene fundamentalmente del ámbito anglosajón. De esta forma, una de las primeras tareas para un abordaje en literatura científica en español consiste en buscar una denominación adecuada al término inglés “Job Insecurity”; la traducción más directa parece “inseguridad laboral”, y en la escasa investigación en castellano sobre este campo algunos autores optaron por esta fórmula (Sora, Caballer y Peiró, 2011, 2014). Sin embargo, esta elección puede llevar a la confusión con las investigaciones de inseguridad laboral propias del campo de la prevención de riesgos laborales. Hay que comprender la “Job Insecurity” como un riesgo asociado al mundo del trabajo, sobre el que se puede y debe intervenir, pero a efectos metodológicos hablar de "inseguridad laboral” para este fenómeno relacionado con el estrés aporta más confusión que aclaración. En este punto, creemos que es más adecuado decidimos optar por la traducción “incertidumbre laboral”, que ya se ha venido utilizando en este texto, para aludir al concepto de “Job Insecurity”. Es, además, la terminología más acorde al enfoque utilizado en el ámbito anglosajón de donde provienen la mayor parte de sus análisis.

Volviendo a su análisis, la conceptualización de la incertidumbre laboral se compone de dos características básicas: la primera es que emerge de la anticipación de la posibilidad de pérdida de empleo, que es involuntaria, incontrolable y no deseada, y la segunda es que implica un impacto negativo tanto para el trabajador como para la organización donde trabaja (Vander Elst, De Witte, y De Cuyper, 2014). Para el presente estudio hemos conceptualizado la incertidumbre laboral, en concreto, como una variable subjetiva para el análisis de la precariedad laboral que pone en relación los riesgos observables de la precariedad (tipo de contrato, parcialidad, salario…) con la vivencia experimentada por el trabajador ante ellos.

El recorrido teórico de la incertidumbre laboral subjetiva parte de perspectivas centradas en la persona (Greenhalgh y Rosenblatt, 1984) hasta alcanzar la perspectiva psicosocial predominante en la actualidad (De Witte, Pienaar, y De Cuyper, 2016). En su recorrido académico, la conceptualización de la incertidumbre laboral se escinde en un primer momento entre el análisis de la incertidumbre laboral objetiva, centrada en los riesgos formales de las relaciones laborales, y subjetiva, enfocada en la vivencia; esta última, a través de los estudios de Ingwer Borg y Dov Elizur (1992), reconoce su primera dimensionalización con la distinción entre el componente afectivo y subjetivo. Posteriormente, se acude a una segunda distinción entre la incertidumbre laboral cuantitativa y cualitativa (Hellgren, Sverke, y Isaksson, 1999); la primera se centra en la posibilidad de pérdida de empleo que vaticina la persona, un empleo que se desea mantener, mientras que la segunda focalizaría su análisis sobre la pérdida de estatus asociada al despido o pérdida efectiva del empleo. Si bien son dos corrientes de análisis que conviven aún hoy, la más estudiada ha sido la incertidumbre laboral subjetiva cuantitativa.

La presente investigación se centra en esta última perspectiva por dos motivos fundamentales: el primero es meramente operativo, ya que las principales escalas de medida se focalizan en esta óptica de análisis (Vander Elst et al., 2014); y el segundo se basa en que la vertiente cuantitativa de la incertidumbre laboral nos ofrece una visión más directa y operativa del fenómeno.

En cualquier caso, el campo de estudio de la incertidumbre laboral es relativamente joven y está completamente contextualizado y adaptado para la comprensión del trabajo precario y sus consecuencias a distintos niveles. En un momento en el que, según las últimas cifras disponibles de Eurostat, correspondientes a 2015, en Europa (EU-28) el 11,9 % del total de los contratos son temporales. Si nos ceñimos a países como Polonia (22,2 %), España (20,9 %) o Portugal (18,7 %), las cifras están cerca de duplicar la media europea; también la modalidad de jornada parcial a nivel europeo crece año a año, desde el 17,4 % de 2006, hasta el 19,6 % de 2015 EU-28, sin que en ninguno de los años registrados la cifra haya decrecido. O crece o, en el mejor de los casos, se mantiene estable. Más preocupante es el hecho de que la jornada parcial no deseada se impone como un ejemplo preocupante de estos procesos de precarización: el 29,1 % de las personas que trabajan a jornada parcial lo hacen porque no encuentran un trabajo a jornada completa, según el último registro EU-28 de Eurostat para 2015. Por otra parte, la OIT ha determinado el autoempleo como un perfil de trabajo vulnerable en crecimiento (OIT, 2002). Todo esto nos dispone ante un panorama de precariedad normalizada en el que los indicadores objetivos tradicionales del trabajo precario (temporalidad, parcialidad o ingresos) ya no funcionan como una herramienta suficientemente eficaz para reflejar la vivencia digna y efectiva de los trabajadores.Asimismo, a nivel europeo estamos experimentando una proliferación de lo que podríamos denominar trabajo indecente, de tal forma que lo que se consideraba trabajo estable como último rastro del estado del bienestar, se tambalea (Burchell, Ladipo y Wilkinson, 2005).

Por todo esto, el análisis de la incertidumbre laboral emerge, como decíamos, como punto de interés para el análisis y comprensión del trabajo precario, ya que nos aporta la percepción de inseguridad de los trabajadores sobre sus condiciones de trabajo. Así, la incertidumbre laboral se ha venido relacionando con las facetas más importantes del bienestar de los trabajadores: satisfacción laboral, burnout, depresión, ansiedad, salud mental general (Llosa, Menéndez-Espina, Agulló-Tomás y Rodríguez-Suárez, 2018) o incluso percepción de salud física (De Witte et al., 2016).

Este carácter versátil y multidimensional del análisis de la incertidumbre laboral demanda la necesidad de aplicar su estudio sobre los trabajadores pobres. La característica particular de estos trabajadores es que su existencia pone en entredicho las teorías clásicas del valor del trabajo, al perder el empleo su rol y centralidad: mantener a los ciudadanos fuera de la exclusión social (Rodríguez Fernández, 2016). Los indicadores objetivos de precariedad nos pueden llevar a equívoco en este caso, al existir trabajadores pobres con trayectorias laborales muy estables, como muestran los análisis de esta investigación.

1.2 El trabajo y las funciones de apoyo social

Profundizando en esa perspectiva psicosocial, uno de los elementos relevantes para el bienestar de cualquier trabajador es el papel que juega el apoyo social, siendo sus facetas instrumental y emocional de especial relevancia en los trabajadores pobres. En este caso se analiza el apoyo social percibido funcional, de tal forma que el estudio no se centra en la red social, sino que nuestro interés está orientado hacia el apoyo social que el receptor de este percibe, y el análisis de las funciones que cumple. Las funciones clásicas del apoyo social se clasificaron en instrumentales y expresivas. Las funciones instrumentales serían las más fácilmente operativizables; aunque algunos autores las definen como “ayuda concreta” (Caplan, 1974) o “ayuda tangible” (Hirsch, 1979), nosotros las conceptualizaremos según la tipología de Alan Vaux (1988), compartida con Cathy D. Sherbourne y Anita L. Stewart —creadores originales de la escala de apoyo social utilizada en este estudio— (1991), que las divide en “ayuda práctica, financiera y de consejo”. Por su parte, las funciones expresivas del apoyo social son las afectivas y emocionales, que son consideradas, así mismo, como las relacionadas en mayor medida con el estado de salud mental de las personas (Hakulinen et al., 2016).

En el contexto del trabajo, el papel moderador del apoyo social sobre las consecuencias del estrés laboral y el desempleo en la salud lo convierte en una red de protección para los trabajadores (Menéndez-Espina et al., 2019). Esto ha desencadenado toda una corriente de estudio centrada en el análisis del “work social-support” (apoyo social del trabajo), que establece tres niveles de apoyo del entorno laboral: percepción de apoyo por parte de la organización, por parte de los mandos intermedios y por parte de los compañeros.

El estudio del apoyo social puede ser analizado como elemento de protección tanto desde una perspectiva motivacional en el trabajo, como desde un punto de vista de salud laboral, siendo ambos enfoques complementarios. En todo caso, el hecho de que el apoyo social sea un proceso eminentemente instrumental lo convierte en elemento de intervención de primer orden en cualquier contexto. Desde la perspectiva del apoyo social como elemento motivacional en el trabajo, se entiende que cualquier tipo de apoyo en la organización, bien sea instrumental, informacional o afectivo, posee un efecto motivacional intrínseco, que puede ser aprovechado o no. En este sentido, el apoyo social en la empresa correlaciona positivamente con la lealtad, el compromiso con el trabajo y la satisfacción laboral (Hakulinen et al., 2016). Desde esta óptica se trabaja para que los mandos intermedios sean gestores del apoyo social en los centros de trabajo (Gillet et al., 2013), a fin de generar efectos positivos sobre el bienestar. Por otro lado, una perspectiva focalizada en mayor medida sobre la salud laboral entiende esencialmente el apoyo social como un factor moderador de riesgos asociados al puesto de trabajo. De este modo, se asume que el apoyo social correlaciona negativamente con el estrés o con la adicción al trabajo (Caesens, Stinglhamber, y Luypaert, 2014), así como que es determinante en la aparición y desarrollo de incertidumbre laboral (Lebert y Antal, 2016). La perspectiva funcional del apoyo conforma una parte importante de la imagen que los trabajadores tienen de la empresa, lo que en el análisis de la incertidumbre laboral subjetiva es un elemento determinante (Chen y Shaffer, 2017).

Sin embargo, todo lo expuesto hasta aquí se ajusta a un ideal de trabajo formal estable, pero no se puede olvidar que el apoyo social juega un papel importante en un entorno en el que el desempleo y la precariedad están naturalizados. Se hace necesario, por tanto, conocer la función de apoyo social que aporta la organización donde se desarrolla el desempeño laboral en un contexto de trabajo precario. En este sentido, hemos mostrado las funciones del apoyo social en el trabajo comprendido de una manera tradicional, pero cabe preguntarse si se mantienen en un contexto de precariedad. Así, en la precariedad, y en concreto en el caso de los trabajadores pobres, las redes de apoyo familiares y relacionales fuera del entorno de trabajo cobran una importancia renovada (Lebert y Antal, 2016).

1.3 Sobre este estudio

El presente estudio analiza el estado de salud mental en trabajadores pobres. En primer lugar, se busca conocer el estado de salud mental de los denominados trabajadores pobres, en comparación con los trabajadores que no están en riesgo de pobreza, así como con las personas en situación de desempleo. En segundo lugar, se profundiza en el concepto de trabajo decente desde la perspectiva de la Psicología Social (Di Fabio y Maree, 2016), analizando si el contrato indefinido en la actualidad ofrece garantías para el bienestar de los trabajadores. Para ello, se utiliza la medida de incertidumbre laboral subjetiva a fin de establecer comparaciones entre los trabajadores pobres y los que están fuera del riesgo de pobreza, examinando, al mismo tiempo, cómo media el tipo de contrato en esta relación.

También se analiza si el trabajo indefinido continúa manteniendo las funciones de apoyo social en trabajadores pobres, incluso cuando se trata de un trabajo de extrema precariedad. En este caso se plantean cuatro hipótesis de partida para el estudio, a saber: (1) Los trabajadores pobres presentan peor estado de salud mental que los que están fuera del riesgo de pobreza. (2) Los trabajadores pobres padecen efectos sobre la salud y el bienestar equivalentes a la situación de desempleo. (3) El trabajo indefinido no garantiza per se bienestar de los trabajadores. (4) El trabajo indefinido mantiene funciones de apoyo social en trabajadores pobres por encima del trabajo temporal.

2 Método

2.1 Participantes

La muestra está compuesta por 1.541 participantes residentes en España. Se incluyen personas con una edad superior a los 18 años e inferior a los 65, independientemente de su situación laboral y personal, para conformar un grupo lo suficientemente heterogéneo y, con ello, poder valorar el grado de constatación de las hipótesis planteadas. Para acceder a la muestra, se ha llevado a cabo un muestreo por cuotas y casual. Primero, se establecieron los perfiles necesarios (personas mayores de edad y menores de 65 años, residentes en España, con un reparto entre hombres y mujeres del 50 %). Posteriormente, se buscaron personas voluntarias que quisieran formar parte del estudio. De la muestra alcanzada, 864 (56,1 %) están trabajando y 667 (43,9 %) se encuentran en situación de desempleo. Atendiendo a la situación laboral, el 37,5 % de los trabajadores mantiene un contrato indefinido y el 62,5 % temporal. Por otro lado, el 61,8 % del total de la muestra son mujeres (36,8 media de edad) y el 38,2 % hombres (36,2 media de edad). Por último, entre la muestra de trabajadores, a través de los criterios marcados por el Instituto Nacional de Estadística español (INE) —familias con miembros en actividad laboral cuyo límite superior ingresos se fija en el 60 % de la mediana de los ingresos por unidad de consumo de los hogares (después de las trasferencias sociales)—, se llega a un total de 286 trabajadores pobres (33,1 % de entre los trabajadores). En la Tabla 1 se especifican estos datos.

N %
Trabajadores pobres 286 18,6
56,1
Trabajadores fuera del riesgo de pobreza 578 37,5
En situación de desempleo 677 43,9 43,9
Total 1541 100

Tabla 1

Muestra de participantes

2.2 Procedimiento

Para la realización del estudio empírico, los cuestionarios utilizados se administraron a través de una plataforma electrónica (SurveyMonkey) y en su modalidad escrita en papel y lápiz. Todas las personas que participaron en esta investigación dieron su consentimiento informado, tras conocer los fines del estudio y la metodología utilizada. En todo momento se les garantizó su anonimato y la confidencialidad de los datos recabados. Este estudio sigue los requisitos y garantías de las Comisiones Éticas nacionales e internacionales. Para el análisis estadístico se utilizó el programa IBM SPSS en su versión 23

2.3 Instrumentos

Se administró una batería de tres escalas psicométricas, validadas para la población española, complementada con un bloque de preguntas sociodemográficas y laborales, y otro bloque de preguntas relacionadas con el consumo de psicofármacos.

GHQ-28: se utilizó la versión de 28 ítems del cuestionario de Salud Mental General GHQ (Goldberg y Hillier, 1979). Esta escala está validada entre la población española, con resultados de fiabilidad similares a los obtenidos en su versión original (α = .90) (Retolaza Balsategui et al., 1993). Entre los métodos de corrección se ha utilizado el tipo Likert, otorgando a cada opción de respuesta valores de 0-1-2-3, dado que se trata de uno de los métodos de corrección de la prueba apropiados para el ámbito de investigación. Se analizaron las cinco puntuaciones que ofrece la escala: puntuación total de Salud Mental General, puntuación en la escala de Síntomas Somáticos, medida de Ansiedad, Disfunción Social y Depresión Grave.

MOS: como medida de Apoyo Social Percibido se administró la escala MOS de Cathy D. Sherbourne y Anita L. Stewart (1991) en su validación española, la cual presenta datos de fiabilidad cercanos al 1 (Revilla Ahumada, Luna del Castillo, Bailón Muñoz y Medina Moruno, 2005). En la factorialización española de la prueba se ofrecen cuatro medidas de Apoyo Social Percibido: puntuación total de Apoyo Social Percibido; Apoyo Social Instrumental (ayuda tangible); Apoyo Social Informacional y Emocional (guía y consejo), y Apoyo Social Afectivo (muestras de cariño y apoyo). Esta prueba se compone de 19 ítems Likert (1-5) para la medida de apoyo social percibido, junto a 2 preguntas abiertas sobre el tamaño de la red de apoyo, que en los análisis no fueron utilizadas.

JIS-8: para la evaluación de la Incertidumbre Laboral Percibida se administró la validación española (Llosa, Menéndez-Espina, Agulló-Tomás, Rodríguez-Suárez y Boada-Grau, 2017) de la versión de 8 ítems en inglés de la prueba (Pienaar, De Witte, Hellgren, y Sverke, 2013). Se trata de una medida de la Incertidumbre Laboral en su dimensión afectiva y cognitiva. Los cuatro ítems iniciales ofrecen una medida cognitiva y los cuatro finales una medida afectiva. Todos ellos presentan un formato de respuesta tipo Likert (1-5), pero los cuatro últimos precisan de codificación inversa para su corrección. En la validación española el coeficiente alfa (α = .88) certifica que es una prueba apta para su aplicación.

Consumo de psicofármacos: se preguntó directamente a los participantes si consumen algún tipo de psicofármaco, y se pidió, a continuación, que marcasen el grupo de sustancia/s consumida/s (antidepresivos, antipsicóticos o ansiolíticos).

Datos sociodemográficos y laborales: el bloque final de preguntas fue extraído de European Working Conditions Survey 2010 (EWCS 2010) y European Quality of Life Survey 2012 (EQLS 2010) de Eurofound. En ellas se indaga sobre la situación laboral: paro o empleo, tipo de contrato, duración del contrato, o tiempo que se lleva buscando empleo. Esta información se complementó con datos demográficos: edad, género, nacionalidad, lugar de residencia, número de hijos, estado civil, número de personas en el hogar e ingresos familiares.

2.4 Análisis de datos

En primer lugar, se desarrollaron análisis descriptivos. En segundo lugar, se analizó la correlación entre las escalas psicométricas utilizadas a través de la correlación de Pearson, aportando resultados segregados por género. En tercer lugar, se llevaron a cabo diversos análisis de la varianza (ANOVA), planificados en dos fases atendiendo a los objetivos del estudio: (1) una primera fase en la que se analizan trabajadores pobres, trabajadores fuera del riesgo de pobreza y personas en desempleo, en relación a la Salud Mental General; (2) y una segunda fase centrada exclusivamente en la muestra de trabajadores, con la finalidad de analizar la relación entre el tipo de contrato y el bienestar en trabajadores pobres.

En la primera fase se llevó a cabo un análisis de la varianza entre grupos (ANOVA) para estudiar las diferencias entre la situación laboral, seguido de un test de Games-Howell para analizar las diferencias entre pares de grupos. Como variables dependientes se incluyeron las medidas de salud mental y consumo de psicofármacos, cuyas diferencias fueron analizadas según la situación laboral, dividida en tres grupos: trabajadores pobres, personas en situación de desempleo y trabajadores fuera del riesgo de pobreza.

En la segunda fase se realizó un ANOVA factorial, estableciendo como variables independientes el umbral de riesgo de pobreza y el tipo de contrato, indefinido o temporal. La primera variable dependiente estudiada fue la Incertidumbre Laboral Percibida (puntuación total de JIS-8), la segunda la Salud Mental General (puntuación total de GHQ-28), y por último el Apoyo Social Percibido (puntuación total de MOS). Las comparaciones fueron establecidas únicamente en el grupo de trabajadores de la muestra.

3 Resultados

3.1 Correlaciones entre las pruebas

En la Tabla 2 se exponen los resultados segregados por género de las correlaciones entre las diferentes pruebas utilizadas. Se correlacionó la puntuación total en Salud Mental General, junto a las cuatro escalas del GHQ (Síntomas Somáticos, Ansiedad e Insomnio, Disfunción Social y Depresión Grave); la puntuación total de Incertidumbre Laboral, y la puntuación total de Apoyo Social Percibido. Todas las correlaciones, tanto en hombres como en mujeres, son estadísticamente significativas, lo que fundamenta la relación que se establece entre los diferentes constructos analizados en el estudio. Las correlaciones entre todas las medidas tomadas son positivas, excepto la medida de apoyo social, que correlaciona negativamente con las demás. Esto implica que un alto Apoyo Social se relaciona con una menor Incertidumbre Laboral Percibida y un mejor estado de Salud Mental. Sin embargo, las altas puntuaciones en Incertidumbre Laboral se relacionan con un mal estado de Salud mental en todas las dimensiones analizadas.

Variables (1) (2) (3) (4) (5) (6) (7)
GHQ-28 Total (1) 1 ,834** .879** .748** .758** .241** -.23**
GHQ-28 Síntomas Somáticos (2) .832** 1 .688* .509** .440** .164** -.15**
GHQ-28 Ansiedad – Insomnio (3) .905** .711** 1 .523** .530** .199** -.181**
GHQ-28 Disfunción Social (4) .818** .548** .66** 1 .521** .176** -.155**
GHQ-28 Depresión Grave (5) .832** .547** .648** .632** 1 .246** -.248**
Incertidumbre Laboral JIS-8 (6) .301** .245** .235** .263** .250** 1 -.118**
Apoyo Social – MOS (7) -.26** -.205** -.157** -.181** -.322** -.135* 1
Media (Mujeres) 24.6 6.95 7.38 7.94 2.72 22.42 77.14
SD (Mujeres) 12.57 4.32 4.72 2.9 3.7 6.96 15.71
Media (Hombres) 23.66 5.99 6.84 8.12 3.05 22 75.16
SD (Hombres) 14.03 4.21 4.85 3.41 4.14 7.52 16.04
Nota. *p<.05 **p<.01.

Tabla 2

Correlaciones entre las diferentes pruebas estandarizadas utilizadas, así como la media de las puntuaciones en cada una de ellas.
Datos de las mujeres en la cuadrícula superior a la diagonal; datos de la muestra de hombres en la cuadrícula inferior a la diagonal.

3.2 Trabajadores pobres, salud mental y consumo de psicofármacos

El análisis de la varianza muestra que existen diferencias significativas en la puntuación en Salud Mental General entre trabajadores pobres, trabajadores fuera del riesgo de pobreza y personas en situación de desempleo (Tabla 3). Estas diferencias se mantuvieron en la puntuación total del GHQ-28 (F=28.76; p<.01), así como en el resto de subescalas de la prueba: Síntomas Somáticos (F=21.76; p<.01), Ansiedad-Insomnio (F=21.69; p<.01), Disfunción Social (F=37.58; p<.01), y Depresión Grave (F=24.81; p<.01).

A través de la prueba post-hoc de Games-Howell se localizaron los grupos entre los que se establecen diferencias en las puntuaciones de Salud Mental. De nuevo, los resultados se mantuvieron tanto en la puntuación total del GHQ-28, como en las cuatro subescalas mencionadas. En todos los casos se observó que entre el grupo de trabajadores pobres y trabajadores fuera del riesgo de pobreza aparecen diferencias (p<.01), mientras que no hay diferencias entre el grupo de trabajadores pobres y personas en situación de desempleo (p>.01). A su vez, se observaron diferencias estadísticamente significativas entre el grupo de trabajadores fuera del riesgo de pobreza y el grupo en situación de desempleo (p<.01). Los estadísticos descriptivos, por otro lado, mostraron que el estado de salud mental es peor entre los grupos de trabajadores pobres y personas en situación de desempleo que en el grupo de trabajadores fuera del riesgo de pobreza. Para la puntuación total del GHQ la media en trabajadores fuera del riesgo de pobreza (M=21.27) fue inferior a la obtenida en personas en situación de desempleo (M=26.94) y también a la de trabajadores pobres (M=25.11). En el GHQ-28, una mayor puntuación implica un peor estado de salud mental. De nuevo, esta relación se mantuvo en la puntuación total en la prueba y en las diferentes subescalas.

Se repitió este mismo análisis con el Consumo de Psicofármacos (Tabla 3). Se observaron diferencias entre los tres grupos (F=7.78; p<.01). Estas diferencias se establecieron, una vez más, entre los trabajadores fuera del riesgo de pobreza respecto al grupo de trabajadores pobres (p<.01) y al grupo de personas en situación de desempleo (p<.01).

Variable Diferencia de medias Error estándar
Puntuación total GHQ-28 T. pobres T. no pobres 3.84** .92
Desempleo -1.83 .99
T. fuera riesgo de pobreza T. pobres -3.84** .92
Desempleo -5.67** .77
Desempleo T. pobres 1.83 .99
T. no pobres 5.67** .77
Consumo de psicofármacos
(Sí/no)
T. pobres T. no pobres .1** .03
Desempleo .04 .03
T. fuera riesgo de pobreza T. pobres -.1** .03
Desempleo -.07** .02
Desempleo T. pobres -.036 .03
T. no pobres .07** .02
Nota. *p<.05 **p<.01.

Tabla 3

Comparaciones múltiples para las variables Puntuación total en salud mental general de GHQ-28 y Consumo de psicofármacos.

3.3 Función del contrato indefinido en el bienestar de los trabajadores pobres

Al haberse localizado diferencias entre los trabajadores pobres y los que están fuera del riesgo de pobreza, en la segunda fase del análisis los resultados obtenidos se focalizaron exclusivamente sobre el grupo de trabajadores.

Con la variable dependiente Incertidumbre Laboral se observó una interacción estadísticamente significativa entre las variables Riesgo de Pobreza y Tipo de Contrato (F=9.53; p<.01). Las pruebas post-hoc, en este caso, mostraron que no existen diferencias en la puntuación de Incertidumbre Laboral entre trabajadores pobres y sin riesgo de pobreza cuando tienen contrato temporal. Sin embargo, cuando el contrato es indefinido sí se observaron diferencias (p<.01). Los trabajadores pobres, incluso cuando tienen un contrato indefinido, experimentaron mayores puntuaciones de incertidumbre laboral que quienes tienen ese mismo tipo de contrato, pero no están en riesgo de pobreza (Figura 1).

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Figura 1

Medidas marginales de Incertidumbre laboral Percibida medida con la prueba JIS-8

Se repitió este análisis con la variable dependiente Salud Mental (Figura 2), tomando la puntuación total del GHQ-28, y en este caso la interacción no fue estadísticamente significativa (p>.05). De igual modo, tampoco se observaron diferencias significativas entre los trabajadores con contrato temporal e indefinido (p>.05), pero sí aparecieron diferencias respecto al umbral de riesgo de pobreza. Se volvió a observar una diferencia estadísticamente significativa en puntuaciones de Salud Mental de trabajadores pobres y los que están fuera del riesgo de pobreza (F=15.89, p<.01).

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Figura 2

Medidas marginales de Salud Mental General medida con el GHQ-28

Para finalizar, se diseñó un último ANOVA tomando la medida de Apoyo Social Percibido de la prueba MOS como variable dependiente, mientras que el umbral de Riesgo de Pobreza y el Tipo de Contrato (temporal o indefinido) fueron de nuevo las variables independientes del análisis. En este caso, la interacción fue estadísticamente significativa (F=4.4; p<.05). Así, lo que nos muestra el análisis es que el trabajo estable juega un papel importante en el Apoyo Social Percibido (Figura 3). En el grupo de contrato temporal se manifestaron diferencias significativas en la puntuación de Apoyo Social entre el trabajadores pobres y trabajadores fuera del riesgo de pobreza (p<.01). Estas diferencias desaparecieron en el grupo de trabajo indefinido, donde trabajadores pobres y fuera del riesgo de pobreza, experimentan un nivel de Apoyo Social Percibido similar.

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Figura 3

Medidas marginales de Apoyo Social Percibido

4 Discusión

Uno de los elementos clásicos de estudio en el ámbito de la Psicología del Trabajo y de las Organizaciones es la relación entre el trabajo y la salud. La investigación en esta disciplina se centró, durante la segunda mitad del siglo XX, en analizar el papel del trabajo asalariado vinculado al bienestar en oposición al desempleo (Álvaro, 1992; Blanch, 1986, 1990; Garrido, 1999; Jahoda, 1982/1987). En torno a esta idea se creó el sistema del bienestar, y en torno a esa idea se fragua el actual sistema de Servicios Sociales en Europa, con el trabajo asalariado como principal herramienta interventiva frente a la exclusión social (Manzanera-Román, Ortíz García, y Hernández Pedreño, 2016). Sin embargo, el fenómeno de la precariedad obliga a reevaluar y replantear estas creencias; hoy sabemos que el trabajo precario no es garantía de bienestar (Benach et al., 2014). De las múltiples facetas que definen y configuran la precariedad laboral, una de las situaciones más extremas y por ahora menos estudiadas es el caso de los trabajadores pobres. Como se ha mostrado en los análisis expuestos, no existe ninguna duda de que el valor del trabajo entra en una fase de revisión profunda en esta situación, ya que los trabajadores pobres presentan un estado de salud mental equiparable al de las personas en desempleo, y en todo caso peor al de las personas que están trabajando fuera del umbral de riesgo de pobreza. Esto nos indica que la situación de desempleo no está necesariamente vinculada con la vulnerabilidad y la exclusión social, mientras que la situación de los trabajadores pobres sí lo está (Arnal et al., 2013). En un contexto laboral en el que la inseguridad es estructural (Crespo et al., 2009), la presente investigación aporta una prueba empírica de los efectos del trabajo de baja calidad. El hecho de tener un trabajo hoy no implica necesariamente mantener un buen estado de salud mental. Tampoco está necesariamente relacionado con tener un mejor estado de salud mental que el de las personas en situación de desempleo. Al contrario, si el trabajo ni siquiera sirve para sacar a las familias del riesgo de pobreza, pierde su función de bienestar y cuestiona uno de los pilares fundamentales de las sociedades desarrolladas occidentales.

De igual forma, al observar que entre los contratados indefinidos y temporales no aparecen diferencias en el estado de salud, mientras que sí existen diferencias muy significativas entre trabajadores en situación de pobreza y fuera del riesgo de pobreza, debemos hacernos dos preguntas. Una es qué funciones mantiene el contrato indefinido en la actualidad. La segunda es qué grado de efectividad tienen las diferentes reformas que se vienen aplicando en nuestro contexto.

La idea de un mercado laboral dualizado y polarizado (Halleröd, Ekbrand, y Bengtsson, 2015; Tezanos, 2009), que diferencia entre las garantías que ofrece el trabajo estable frente a la vida precaria vinculada al trabajo temporal, se difumina. Se observa que el tipo de contrato no está necesariamente relacionado con el bienestar del trabajador. Así, en términos de calidad de vida, las garantías tradicionalmente otorgadas al contrato indefinido se están igualando a la baja con las condiciones del empleo temporal en un proceso de precarización estructural del mercado laboral.

En una perspectiva de inestabilidad estructural, tomamos la medida de incertidumbre laboral como una dimensión subjetiva de precariedad, ya que nos permite acercarnos a la propia vivencia y experiencia de los trabajadores. Esta aproximación nos indica que la contratación estable ha perdido valor para los trabajadores, que, en situación de pobreza, incluso cuando tienen un contrato indefinido, ven peligrar el futuro de su puesto de trabajo y se mantienen en un proceso de inestabilidad vital claramente perjudicial y dañino. Esta idea concuerda con investigaciones recientes que aseguran que el tipo de contrato no es un antecedente relevante para la situación de pobreza laboral (Tejero, 2017), lo que muestra un deterioro de la calidad de vida, dando lugar a trayectorias laborales marcadas por la crisis y la inestabilidad (Arnal et al., 2013; Lozza, Libreri, y Bosio, 2013). También se asienta sobre la investigación el hecho de que un bajo nivel de ingresos expone a los trabajadores a mayores niveles de incertidumbre laboral (Landsbergis, Grzywacz, y LaMontagne, 2014).

Sin embargo, el contrato indefinido continúa manteniendo algunas funciones de protección entre los trabajadores pobres, especialmente en lo que respecta al apoyo social. Cuando se trata de un contrato estable, no se aprecian diferencias entre los trabajadores pobres y los que están fuera del riesgo de pobreza. La vinculación prolongada en el tiempo a un entorno laboral aporta una familiaridad y una percepción de apoyo por parte de los miembros de la misma organización que conforman un elemento necesario y previo para pensar en el bienestar presente o futuro (Feeney y Collins, 2015). La medida de apoyo social percibido no sólo ha de ser relevante para el bienestar del trabajador, sino que también se relaciona con los procesos productivos de las organizaciones (Hakulinen et al., 2016). Este hecho apoya la idea consabida de que el bienestar de los trabajadores y los procesos productivos no son dos planos inconexos, sino todo lo contrario (Landsbergis et al., 2014).

No obstante, cabe recalcar que el apoyo social percibido constituye un paso previo necesario para pensar en el bienestar. Sin embargo, no es suficiente por sí solo, ya que las diferencias en salud observadas muestran claramente ese importante matiz.

Esto desvela, en primer lugar, la complejidad del fenómeno de los trabajadores pobres, al tratarse de un grupo de precariedad trasversal a todo tipo de sectores y situación contractual, que experimenta importantes problemas de índole psicosocial. Su circunstancia laboral afecta a su salud mental, a su plano relacional, así como representa implicaciones a nivel familiar y social. Además, a partir de estos resultados a través de las medidas de apoyo social, salud mental e incertidumbre laboral, se concluye que la idea del contrato estable per se como revulsivo de la precariedad ya no está garantizado, al menos en los términos de precarización que se extienden en Europa, como los que exponen Lefteris Kretsos e Ilias Livanos (2016). Este hecho impone en la investigación un uso combinado de indicadores objetivos (temporalidad, salario, parcialidad…) y subjetivos (incertidumbre laboral) de la precariedad para conocer sus verdaderos efectos y experiencias en las personas que la padecen. La creciente complejidad de la normativa laboral tiende a dar como resultado una precarización integral de las medidas laborales (Forde y Slater, 2016; Stentoft et al., 2016). Este hecho se muestra claramente en nuestro análisis. Sin embargo, utilizando únicamente indicadores objetivos de precariedad, planteados para un mercado laboral con unas reglas más definidas, quizá hubiesen pasado desapercibidos. Por tanto, en un contexto laboral complejo y globalizado, los análisis generales ya no tienen cabida. La realidad de los trabajadores pobres es una evidencia en este sentido, ya que, como muestra nuestro estudio, la presencia y problemáticas padecidas por los trabajadores pobres se extienden a través de cualquier situación formal del mercado de trabajo: independientemente de tipo de contrato o sector profesional. Esta sería la principal aportación metodológica de la presente investigación, una aportación que anima a un análisis multidisciplinar y multimetodológico de la precariedad y sus efectos. Un análisis centrado en las características directamente observables del mercado de trabajo, pero también en la vivencia de los trabajadores, a fin de otorgar al concepto de precariedad una visión más profunda y adaptable a toda situación. En este sentido, hay investigaciones que buscan esta aproximación subjetiva, como la desarrollada por Michael G. Madianos y colaboradores (Madianos, Alexiou, Patelakis y Economou, 2014), aportando los lazos que conectan el contexto laboral actual y los casos de suicidio en Grecia, o la de Brendan Burchell y colaboradores (Burchell, Sehnbruch, Piasna y Agloni, 2014) definiendo el trabajo de calidad en términos de satisfacción.

Por otro lado, este análisis del valor del empleo precario a través de las medidas subjetivas de incertidumbre laboral tiene un efecto mucho más profundo sobre las bases de la atención social. En Europa, la atención social se focaliza, como decíamos, sobre la inserción laboral, desatendiendo las garantías familiares y personales desvinculadas de lo laboral (Agulló-Tomás, 2013). La mera existencia de los trabajadores pobres, junto a la evidencia de que incluso el trabajo estable no garantiza el bienestar, exige la necesidad de procesos de atención y protección innovadores, adaptados a las nuevas exigencias del entorno socioeconómico y atendiendo a las nuevas demandas de la ciudadanía. También aviva el debate sobre la necesidad de implantar sistemas de rentas básicas más garantistas, así como su complementariedad de medidas de protección social más efectivas.

En último término, se muestra el enorme impacto de la pobreza laboral sobre los trabajadores, y trae a colación los conceptos de trabajo decente y calidad del empleo para llegar a una verdadera comprensión y resolución de estos fenómenos. El trabajo decente se mantiene en la hoja de ruta de los organismos europeos, que necesita estar en constante actualización en la sociedad de procesos líquidos (Di Fabio y Maree, 2016). El paradigma del trabajo decente, además, nos permite esa aproximación más centrada en la persona promulgada desde la Psicología Social, en torno a los conceptos de bienestar, satisfacción laboral, y la propia percepción de los trabajadores (Burchell et al., 2014).

No obstante, nos hemos encontrado con dos limitaciones fundamentales en este estudio, que tendrían que ser abordadas en futuras investigaciones. La primera de ellas está relacionada con la medida de apoyo social percibido. La escala utilizada mide el apoyo social percibido de la persona sin especificar el ámbito del cual recibe dicho apoyo, por lo que sería interesante utilizar una medida de apoyo social percibido orientada al centro de trabajo. Existen investigaciones que muestran que en el caso de trabajadores pobres las redes familiares se activan como elemento de protección (OIT, 2002), por lo que convendría disponer de medidas independientes para el ámbito relacional familiar y laboral. Por otro lado, aunque lo que hemos tratado de proponer es una medida global del fenómeno de la pobreza laboral, existen grupos de riesgo en la precariedad y la pobreza laboral como los jóvenes, las mujeres y los autoempleados (Halleröd et al., 2015; Kretsos y Livanos, 2016), que precisan de investigaciones específicas. Por último, una vía futura de investigación sería analizar un caso frecuentemente oculto: el de los desempleados en situación de riesgo de pobreza, independientemente de que sea desempleo de larga duración o no.

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