Reseña de Pié (2019). La insurrección de la vulnerabilidad

Review of Pié (2019). La insurrección de la vulnerabilidad

  • Laura Moya Santander
Portada libro

Asunció Pié Balaguer (2019).
La insurrección de la vulnerabilidad. Para una pedagogía de los cuidados y la resistencia. Ediciones de la Universidad de Barcelona.
ISBN: 978-84-9168-172-4



Tras Por una corporidad postmoderna (2014), Asun Pié reflexiona en este ensayo acerca de las razones que moldean las miradas sobre aquello que se considera diferente pero que forma parte de nuestra propia interioridad, aquello que nos define como lo que somos, la vulnerabilidad. Ya en trabajos anteriores, Pié (2010) nos mostró caminos hacia la pedagogía y sus posibles formas sensibles, situándose en esta ocasión en el terreno de la vulnerabilidad y los cuidados. Para ello, contextualiza el conflicto capital-vida en nuestra sociedad actual, partiendo de la herencia de la negación de la vulnerabilidad en occidente. De esta manera, nos propone repensar esta vulnerabilidad atendiendo al ser precario que somos y al ser en interrelación recíproca con el otro, lo que, sin duda, nos lleva a otros modos de organización social basados en el procomún. Serán estos modos, los que nos permitan nuevas prácticas pedagógicas que pongan atención a todo lo sensible.

Es así como en este trabajo Asun Pié nos obsequia con sus imprescindibles aportaciones en el ámbito de los estudios críticos en discapacidad, yendo más allá de las categorizaciones de lo “diferente”. Porque si bien en el campo de los Disability Studies tuvo lugar el cambio de perspectiva hacia la deconstrucción del eje ficcional (la capacidad), provocando la pregunta por nuestra fragilidad, dependencia, contingencia, etc., se ha hecho necesario, como denota Pié en este libro, ir a las razones que atribuyen dichas condiciones intrínsecas de la vida a un “otro” y, aún más, cómo estas prácticas de dominación y desigualdad pueden subvertirse en pos de comprender la precaria humanidad y sus posibles gestiones colectivas.

Pié, nos provoca a repensar la corporalidad y la vulnerabilidad como llaves de cambio para la transformación social y, en esta ocasión, lo hace a partir de las prácticas creativas del proyecto Vulnus, que nos aportan pistas para futuras pedagogías de lo sensible.

“La autosuficiencia no es propia de la vida humana. Revelar esta verdad es un escándalo que pone la vulnerabilidad y la fragilidad en el lugar de la insurrección y subvierte la misma discapacidad.” Con esta frase, Asun Pié (p.19) abre sus reflexiones en este libro que nos propone una apertura de lo pensable, lo decible y lo sensible, hacia la vulnerabilidad como condición intrínseca de la vida. Es en el primer capítulo, “A propósito de la discapacidad”, donde, a modo de introducción, Pié contextualiza cómo la crisis económica, punta de lanza de un colapso aún mayor (el del proyecto modernizador), ha hecho que nos demos cuenta de nuestra existencia precaria.1 Y es que, si bien Occidente ha tratado de vivir en una ficción de invulnerabilidad (proyectando la vulnerabilidad como un rasgo exclusivo de algunos colectivos y creando instituciones sociales inmunitarias que tratan de perseguirla o borrarla), al hacernos conscientes de nuestro precariado común, ha sido posible poner la vulnerabilidad en el lugar de la insurrección.

El segundo capítulo, “La negación de la vulnerabilidad”, está dedicado al recorrido histórico de la sociedad occidental en la negación de la vulnerabilidad, desde la Modernidad hasta nuestros días. En él se va desvelando cómo la herencia de la epistemología ilustrada (dualista, jerárquica y con pretensión de universalidad), nos lleva aún hoy a glorificar los ideales de invulnerabilidad, poder y control. Siguiendo textos como los de Federicci o Pérez Orozco, la autora va desgranando cómo la negación de la vulnerabilidad se sustenta y reproduce en la interrelación entre capitalismo y patriarcado. Para ello, y a partir de la dicotomía fundacional cultura-naturaleza, Pié nos expone cómo la lógica androcéntrica y antropocéntrica de dominación se ejerce hacia todo aquello que simbólicamente queda del lado de la segunda categoría, la naturaleza, que acoge a todo lo “otro” y que se define por lo que no es o por lo que le falta, ocupando así un lugar de inferioridad y oposición.

Entre los subproductos de esta dicotomía fundacional, se destaca la división entre bíos, vida del ciudadano, y zoe, vida desnuda en la que se ha ubicado toda vida considerada ajena a la “humanidad” (monstruosa o no-normativa). Es precisamente esta división la que provoca la hegemonía de la “vida que merece la pena ser vivida” (ideal de autosuficiencia ficticio y basado en la explotación) que, junto al imperativo neoliberal de poner la vida al servicio del capital, hace que se violenten las dos condiciones básicas de la vida: la vulnerabilidad y la eco e inter-dependencia. De esta manera, el deseo de ser autosuficientes y capaces, mantiene la subalternidad de aquellas que sostienen la vida y de aquellos que son considerados como desechos.

Quizás es en esta parte del texto, en la que se espera un trato más profundo de la interrelación entre vulnerabilidad, naturaleza, zoe, animalidad y discapacidad, ya que quedan flecos sueltos entre sus interacciones y posibles formas de resistencia. No obstante, como nos promete la autora, la explicación de la biopolítica afirmativa2 que se propone ahora se trabajará en próximas publicaciones. Será, por tanto, cuestión de esperar a conocer los caminos posthumanos o postantropocéntricos por los que transitaremos a partir de entonces.

Ahora bien, como ya nos adelantaba la autora, dicha negación occidental de la vulnerabilidad no se reduce únicamente a una herencia de la Modernidad y del mecanicismo que trajo consigo. Actualmente, nuestra sociedad del rendimiento, de la excesiva positividad y del do-yourself como imperativo que nos somete a mecanismos de autosujeción, perpetúa la negación de todo aquello que no le es productivo al sistema, como sucede con la vulnerabilidad, la fragilidad, la enfermedad o el sufrimiento.3 Así, Pié, nos dibuja de forma coherente y ordenada cómo la negación de la vulnerabilidad ha dado lugar a la sociedad occidental en la que vivimos actualmente. En cambio, queda abierta la posibilidad de indagar qué sucede con la vulnerabilidad en otras culturas, si también es negada y, en cualquier caso, cómo se gestiona, con el fin de poder encontrar otras prácticas que nos proporcionen rutas posibles.

Esto es urgente, pues, como nos explica la autora en este capítulo, la negación de la vulnerabilidad heredada y construida por la sociedad occidental está apuntalada por la necropolítica del capital que mata o deja morir a aquellos etiquetados como vulnerables y que son, precisamente, los que muestran los efectos devastadores del libre mercado. Por todo ello, es por lo que, no puede ser otra, si no la vulnerabilidad, la que ponga en jaque a la necropolítica

Es precisamente a partir de estas reflexiones como aparece en 2016 el proyecto de creación artística e investigación Vulnus. En él, se propone pensar la vulnerabilidad y el sufrimiento de manera colectiva a partir de la exposición del cuerpo en el espacio público. En este proyecto, del que se desprenden textos e imágenes en el libro que reseñamos, las maneras de narrarse y visibilizarse subjetivamente, dando valor a las experiencias como formas de conocimiento, hacen posible la resistencia a la fiscalización y mercantilización del cuerpo. Como explica Pié, con Vulnus se busca transformar la forma como nos exponemos y ponemos en común, colocar en el centro la vulnerabilidad primaria para así protegerla y repensar los modos como podría ser gestionada desde lo colectivo (cuidados colectivos, desmercantilización de los afectos y sufrimientos, etc.).

En el tercer capítulo, Asun Pié se pregunta por la materialidad de la vulnerabilidad. Es decir, qué es la vulnerabilidad y de qué está hecha. Sin embargo, a partir de las vivencias del proyecto Vulnus, que evidencian la radicalidad subjetiva de las experiencias, cabe preguntarse más bien qué nos pasa con la vulnerabilidad. Las experiencias responden a través de sus vínculos con las violencias y los cuidados. Y es que, como explica la autora valiéndose de los textos de Cabarero, la palabra vulnerabilidad ya nos indica con sus raíces (“vulnus” significa herida y “vel” se refiere a la desnudez) su original y directo vínculo con el daño y el cuidado. Así, apoyándose en textos de Butler, la autora va desgranando la ontología relacional4 de la vulnerabilidad, condición humana que dispone para la relación social y que se encuentra entre (a veces) el dañar y (siempre) el cuidar. Es precisamente esta posibilidad del dañar en la relación con el otro, la que provoca la distinción entre vulnerabilidad problemática y vulnerabilidad común,5 cuyas gestiones se pondrán de relevancia en próximos capítulos. Al menos, de momento, estas líneas nos hacen comprender cómo la materialidad de la vulnerabilidad no es fija, sino que depende de dicha condición relacional, siendo esta la que determina su forma y contenido.

En los posteriores capítulos, Pié nos mostrará las gestiones existentes y posibles de la vulnerabilidad, entendiendo que las respuestas a la misma, si bien pueden venir (y de hecho vienen en gran medida) en forma de violencia, también se pueden construir por la vía de los cuidados.

Asimismo, en este punto cabe asumir que el conflicto emerge en el momento en el que la vulnerabilidad aparece en escena como condición intrínseca de la vida humana. Pero antes de indagar en las respuestas a este conflicto, la autora considera oportuno dejar hueco a la explicación de cómo la obediencia y la manipulación de los afectos operan como barreras sociales frente al sufrimiento ajeno. Así, Pié, tras citar algunas experiencias del proyecto Vulnus, nos interpela en nuestra responsabilidad con el otro y en cómo los afectos y la obediencia aprendida nos autorizan o no a sostener al otro. Y es que, la responsabilidad con el sufrimiento del otro requiere sensibilidad, entendida no únicamente como estado subjetivo, sino como reacción. Sin embargo, es justamente dicha sensibilidad la que está mediada por los marcos evaluativos que comentamos al principio y que determinan qué vidas merecen la pena ser vividas. Por ello, ampliar estas percepciones y expandir la sensibilidad serán las principales pautas que Pié nos propondrá en el último capítulo para apostar por una pedagogía de la vulnerabilidad como modo de resistencia. Y es que, como sentencia Pié, si los contextos no habilitan la posibilidad de sostén o aún más, si la restringen, entonces, desobedecer y autorizarnos para cuidar, se convierte en forma de resistencia.

En el quinto capítulo, “A propósito del dolor”, Pié aboga por la politización del dolor como forma de resistencia. Y es que, como bien nos indica la autora (p.81), “abordar la vulnerabilidad sin atender al sufrimiento, es un error en cuanto este es producto de algunas gestiones y derivas de la vulnerabilidad”; en concreto, de la creación y gestión de la vulnerabilidad problemática.

Como dijimos, los mismos marcos valorativos que otorgan o quitan valor a unas vidas y a otras, provocan también una distribución diferencial del dolor. Y si bien el dolor nos conecta con la vida y nos permite la sujeción a la contingencia, en sí mismo está atravesado de significados sociales que se construyen colectivamente dentro de cada cultura. Por tanto, preguntarnos por las experiencias de dolor, su relevancia pública y sus significados, nos permite señalar qué condiciones sociales están provocando sufrimientos evitables.

Atender a la distribución diferencial del dolor, es decir, qué duelos son relevantes y cuales no, quienes son merecedores o no de duelo, da cuenta de las nociones excluyentes de quién es o no normativamente “humano” y de cómo a los segundos se les ha atribuido la vulnerabilidad convirtiéndolos en colectivos subalternos sin valor social. Esto se debe a que la experiencia del dolor, la vulnerabilidad y su gestión no han sido cuestiones atendidas en la esfera pública. Precisamente, hacer público un dolor, es lo que fuerza su reconocimiento social, reconociendo así el daño y al sujeto que lo clama. Y es que, “pese a que todos somos vulnerables, nos vemos desigualmente dañados” (Vulnus, 2016, citado por Pié, 2019, p.82), así que politizar el dolor es lo que hace visible y transformable la distribución desigual del sufrimiento, poniendo en evidencia la violencia estructural que lo produce.

Para narrar la experiencia del dolor y politizarla, Pié se apoya en los textos de Lorde, que le permiten confeccionar una arqueología de la subjetividad. Dicha arqueología, como dice la autora, es un proceso que requiere la apropiación de la subalternidad para transformarla en lenguaje y acción para la liberación. Sin embargo, también afirma la autora que hay algo en el dolor que se escapa a lo simbólico (como nos muestran algunas formas sensibles) y que, más allá del logocentrismo, ese algo de más nos interpela a habitar el dolor cruzando las fronteras de lo simbólico y operando como sutura entre el bíos y la zoe.

Activar estos espacios, simbólicos o no, en los que emerge el dolor como experiencia política, está conectado a repensar las prácticas de gestión de la contingencia ligada a la vida. Precisamente el sexto capítulo está dedicado a la gestión de la vulnerabilidad mediante los cuidados, pues es necesario democratizar los cuidados si reconocemos una vulnerabilidad primaria y común que es intrínseca a la vida. Históricamente, los cuidados han sido invisibilizados y reducidos a la subalternidad de quien los dispensa y quien los recibe. Y así, esta ocultación de los cuidados, “niega su centralidad en la experiencia humana, genera dominación y, en consecuencia, vulnerabilidad problemática” (p.93).

Lo que ha sucedido y sucede es que la reducción de los cuidados a un mero servicio, ha provocado y provoca la devaluación económica y política del cuidado, favoreciendo su precarización y perpetuando la distinción entre ciudadanos plenos y “necesitados”. Este enfoque individual de los cuidados ha dado lugar además a la evitación del carácter relacional de la vulnerabilidad al negar el vínculo con el otro y la responsabilidad social para con los cuidados. Lo que sucede entonces es que el cuidado, como no se valora hay que transferirlo y, de este modo, recae en quienes tienen menor capacidad de delegar. Al mismo tiempo, las personas con peor posición socioeconómica acceden a cuidados de peor calidad por falta de medios para cubrirlos, a la vez que adquieren una sobrecarga de cuidados. Todo ello queda oculto porque los cuidados se invisibilizan, no sólo en la esfera pública, sino también en el hogar, dado que el objetivo vital impuesto por el capitalismo heteropatriarcal es la autosuficiencia en y a través del mercado.

Así, todas estas violencias, nos evidencian cómo la vida se pone al servicio del capital y cómo el ideal de autosuficiencia sustenta la explotación y la desigualdad, al tiempo que oculta la vulnerabilidad. Son precisamente, estas condiciones de explotación y desigualdad, las que fabrican una ética reaccionaria de los cuidados, que se materializa en la respuesta que se da desde los cuidados a la vulnerabilidad problemática, la cual queda favorecida y reproducida. Siendo así, bajo esta ética reaccionaria el cuidado es altamente problemático y permite la reproducción del status quo.

Por ello, lo que nos propone Pié, como también han hecho otras teóricas del cuidado, es pensar en el cuidado como herramienta de agencia que incorpore su potencial político y transformador. Por el contrario, demonizar los cuidados, como se ha venido realizando desde algunos colectivos que han sido objeto de la vulnerabilidad problemática, junto con la ética reaccionaria de su gestión, no hacen si no invisibilizar las condiciones injustas en las que el cuidado tiene lugar. Entonces, de lo que se trata es de pensar en la vulnerabilidad común y en un cuidado que nos vincule colectivamente, sin olvidar el análisis crítico de las situaciones de vulnerabilidad problemática, proponiendo otras formas de gestión posibles lejos de la dominación.

Lo que se propone, en fin, es una noción de cuidados planetaria y ecológíca que se enfoque en la vida en si misma, no sólo en una determinada vida y que base su organización social en las relaciones de interdependencia. Como dice Pié (p.104), “incorporar el cuerpo en su totalidad a las definiciones de desarrollo humano, los cuidados, la caducidad y la decadencia es indispensable para superar las constricciones de una separación entre mundos (animal/humano), por otro lado insostenible. No existe un afuera, sino una continuidad e interdependencia entre cuerpos y mundos. Nuestro hogar es el mundo que nos da cobijo y nuestra característica cultural es nuestro tipo de animalidad (humana)”6

Finalmente, en el séptimo capítulo, “Pedagogía de la vulnerabilidad”, Pié nos muestra algunas líneas por las que transcurrir hacia una pedagogía de la vulnerabilidad, centrada en los cuidados y en la vida, entendida desde la contingencia. Dicha pedagogía no es una sistematización, más bien se refiere a escenarios en los que poner en el centro los cuidados como contextos de experiencia que posibiliten aprendizajes. Para ello, es necesario politizar los cuidados alejándose de las lógicas duales (dispensador-beneficiario, pero también, ciudadano-dependiente, etc.) y de las gestiones reaccionarias que no traen más que explotación y desigualdad. Así, los trabajos de los cuidados en el ámbito educativo deben ir en paralelo con el desarrollo de otros modos de organización social comunal que se mencionan en este libro pero que requerirían mayor descripción, con el fin de conocer el impacto que dichos trabajos están teniendo en el contexto educativo y social.

En definitiva, como nos resume Pié (p.111), “quizá, justamente por su poder transformador y político, la vulnerabilidad en Occidente ha caído del lado de la vergüenza y la deshonra, perpetuando, con ello, la negación y la ocultación, instrumentalizando el cuidado y convirtiendo la vida en mercancía. La gestión de la vulnerabilidad continúa fiscalizada para los grupos subalternos produciendo violencias múltiples. Para unos, la vulnerabilidad es inexistente por efecto de la ocultación; para los demás, es un signo reprobable de inferioridad. Por todo ello, reconocerse como vulnerables es una provocación que promueve otro paradigma antropológico y abre cuestiones clausuradas de un modo precipitado por la modernidad. Por lo tanto, visibilizar y llevar a la arena pública cuestiones de vulnerabilidad, sufrimiento o cuidados (en su sentido más holístico) resulta un acto político de incalculable valor que permite la cohesión social y, en última instancia, no obviar el hecho de que el cuidado implica conflicto.”

Sin duda, este libro supone una excelente aportación al campo de los estudios críticos en discapacidad, siendo una valiosa contribución teórica por varios motivos. En primer lugar, a partir de los datos históricos mencionados que dieron lugar a la negación de la vulnerabilidad, se componen argumentos que explican la construcción del ideal de autosuficiencia como una ficción sólo beneficiosa para el mercado y el status quo, que está ligada al ideal de capacidad para cumplir dicho mandato. En segundo lugar, se advierte cómo dicha construcción se genera y reproduce bajo relaciones de explotación y desigualdad que, sin embargo, pueden ser transformadas por una gestión colectiva (procomún), que atienda a la vulnerabilidad de la vida y no olvide la eco e inter-dependencia. En tercer lugar, se aboga con fuerza por la politización del dolor, aportando una arqueología de la subjetividad que se apropie del mismo y lo subvierta como herramienta de resistencia. Y, en cuarto lugar, se ponen de relevancia otros modos posibles del cuidado que no ubiquen a ningún colectivo en la vulnerabilidad problemática mediante éticas reaccionarias, lo que conlleva diversas posibles alianzas de resistencia.

De esta manera, las proposiciones de Asun Pié desbordan el campo de los Disability Studies, acogiendo perspectivas feministas y ecologistas que, sin lugar a dudas, nos proporcionan aperturas en nuestros modos de gestión de la vulnerabilidad y nuestras prácticas de cuidados. Dichas prácticas, en contextos educativos, pueden suponer nuevos modos de aprendizaje y de responsabilidad común de la vulnerabilidad que esperamos conocer en próximos libros de la autora. No obstante, mientras tanto, encontramos experiencias de politización del malestar mediante el arte performativo del proyecto Vulnus, que nos da algunas pistas para la pedagogía de la vulnerabilidad que Asun Pié, nos propone.

Por todo ello, La insurrección de la vulnerabilidad es un texto clave para la comprensión de la vulnerabilidad como condición intrínseca de la vida y para la gestión de la misma en base a los cuidados colectivos del procomún, lo que, sin duda, abre caminos hacia la justicia social.

Referencias

Arenas, Miriam y Pié, Asunció (2014). Las comisiones de diversidad funcional en el 15M español. Política y Sociedad, 51(1), 227-245.

Moya, Laura y Bergua, José Ángel (2018). Crip posthumanism and Native American Indian postanthropocentrism: keys to a bodily perspective in science. International Review of Sociology, 28(3), 492-509.

Pié, Asunció (2010). De la reinvenció de la discapacitat o de l'articulació de nous tipus de trànsit social. La pedagogia i les seves formes sensibles. Tesis doctoral: Universidad de Barcelona.

Pié, Asunció (2014). Por una corporeidad postmoderna: Nuevos tránsitos sociales y educativos para la interdependencia. Barcelona: Editorial UOC.

Pié, Asunció y Solé, Jordi (2019). Políticas del sufrimiento y la vulnerabilidad. Barcelona: Icaria Editorial.

Willet, Cynthia (2014). Interspecies ethics. Nueva York: Columbia University Press.

Wolfe, Cary (2009). What is posthumanism?. Minneapolis: University of Minnesota Press.