Reseña de Varela y Álvarez-Uría (Eds.) (2019). Conversaciones con Robert Castel

Review of Varela y Álvarez-Uría (Eds.) (2019). Conversaciones con Robert Castel

  • Angel Gordo López
Portada libro

Julia Varela y Fernando Álvarez-Uría (Eds.) (2019)
Conversaciones con Robert Castel. Morata.
ISBN: 978-84-7112-931-4



El libro Conversaciones con Robert Castel incluye 11 entrevistas, a cual más interesante, y un Prólogo de Fernando Álvarez-Uría y Julia Varela, titulado “¿Sociología, para qué?”. Cuatro de las once entrevistas ya se habían publicado en castellano en las revistas Archipiélago y Viento Sur y El Criticón, realizadas por los propios editores, y por Juan Tabares. El resto de entrevistas han sido traducidas del francés con motivo de la presente edición. Las entrevistas fueron realizadas desde mediados de los 80 hasta finales de la década pasada, lo que le permite al libro ofrecer una gran panorámica del diagnóstico social de Castel durante este tiempo. El libro cierra con un Anexo dedicado a un profesor que tuvo Castel, cuando estudiaba FP, donde se narra en primera persona la importancia de las protecciones sociales, del Estado social, para jóvenes, como su caso, procedentes de familias sin grandes recursos, “capitales” (traducido y publicado en Cuadernos de Pedagogía). Conviene señalar el trabajo de traducción y edición, el mimo que se aprecia en su lectura, al que nos tienen acostumbrados Fernando Álvarez-Uría y Julia Varela, pero no por ello deja de ser menos extraordinario.

Afinidades y distancias

Además del homenaje que motiva la existencia de este libro, otra de las funciones de este texto, a mi entender, es ayudar a comprender, por ejemplo, por qué la obra de Castel no ha sido tan reconocida como la de otros autores coetáneos, como es el caso de Bourdieu y Foucault.

En varias entrevistas recogidas en el libro Castel declara la influencia de estos pensadores en su trabajo, su admiración, especialmente por Bourdieu con quien comparte el interés por Durkheim. No obstante, a la postre, prefiere mantenerse alejado de estos colegas, a los que también considera “grandes hombres”, y de las temáticas que abordan.

La necesidad de tomar distancia también ayuda a comprender la forma de acercarse a las problemáticas sociales que aborda, desde una distancia prudencial que permita ver lo que no se puede ver cuando estamos dentro. Si ganar distancia le permite entender mejor el cuadro social, su movimiento analítico incesante, desde los márgenes al centro y vuelta a los márgenes, define su enfoque.

De ahí su empeño incansable por comprender cómo algunos colectivos son fijados a los márgenes, en las zonas de vulnerabilidad, desde donde poder vislumbrar qué mecanismos de protección y recursos reactivar para que esas periferias se integren.

Reformista en el análisis social de largo recorrido, “libertario” en la distancia corta

Castel se consideraba un determinista social, un jacobino, un reformista de izquierdas, de esos que piensan que si la revolución ha de llegar, poco probable –pensaba--, mejor que le pillara trabajando en este tipo de cuestiones. Como deja entrever en alguna entrevista, esta línea más dura, más esforzada de su trabajo, parecía coexistir con una intimidad donde había un mayor margen para la individualidad, para un sujeto con algunos pequeños excesos.

Desclasamiento, neurosis de clase, beber vino a diario

Y digo lo de excesos porque me hizo mucha gracia que en una de las entrevista dijera que a diferencia de muchos colegas suyos, en su mayoría de procedencia acomodada, a él le gustaba beber vino todos los días, no solo los fines de semana.

Esta pequeña “distinción” del gusto ilustra la importancia que tiene el sentimiento de desclase que acompaña a Castel en su obra, y el modo que este desclasamiento se entremezcla con el protagonismo del distanciamiento.

Me explico. Para mí una de las claves para comprender la complejidad, no tanto de la vida personal de Castel, sino de los fundamentos vitales de su obra, se halla en el desclasamiento que vive. Su proyección hacia la vida intelectual, la burguesía ilustrada, lo vive con cierto desapego, distante, y creo que buena medida explicado por el desclasamiento en el que se halla inmerso desde sus primeros años, desde que tiene que luchar por ocupar un puesto en la educación superior, alejado de la FP, con ese sentido de ocupar un espacio, una posición que no le pertenece.

Me aventuro a decir que en parte hace suyo este desclasamiento, lo sublima en su mirada epistemológica, en su metodología (del centro a los márgenes y vuelta a la integración), en su afán de alejarse de cualquier ortodoxia, corriente o escuela de pensamiento, incluso de aquellas en la que encuentra afinidad.

De ahí que a Castel le interese el marxismo pero no se considere marxista; está próximo a Freud pero dista de ser freudiano… próximo a la genealogía de Foucault pero prefiere calificar su propio trabajo genealógico como problematización. Porque según Castel, las afinidades electivas, los referentes, no deben confundirse con el seguidismo ni la adulaciones o doctrinas. Porque estas, al igual que señalaba Foucault, son parte del problema en lugar de la solución. Castel necesita hacer a su manera, requiere espacio para su trabajo paciente, artesanal, en medio del sentimiento enfrentado que las propias instituciones (académicas) le suscitan.

Respecto a esta relación entre la distancia y el desclasamiento, su posible importancia en la mirada y en el método, resulta curioso que en una de la entrevista más tardías Castel haga alusión a la idea de “neurosis de clase” cuando alude a un trabajo de Tesis que por aquel entonces dirigía. También da alguna otra clave parecida en la primera y última entrevista al igual que en la entrevista 5ª (titulada “De la psiquiatría a la sociedad salarial”).

Al margen de estas notas que, lejos de hacer una lectura psicologicista de la obra de Castel, persiguen poner la noción de clase social en el centro de nuestra comprensión de la misma. Así queda constancia a lo largo de las distintas entrevistas, en concreto en la realizada por Pierre Chaillan, cuando en la introducción de la misma se señala que “[E]l recorrido intelectual de Robert Castel permaneció íntimamente ligado a sus orígenes sociales. En el entrecruzamiento de la sociología, de la filosofía y del psicoanálisis ha tenido siempre en cuenta en sus trabajo de investigación a los más desfavorecidos y a los trabajadores” (p. 237).

Por último recalcar que este libro dista de ser un mero intento de difusión y divulgación de la obra de Castel. A mi entender, en el nombre del pensamiento de Castel, el libro reclama la vigencia y la necesidad de una sociología al servicio de un reformismo de izquierdas, una sociología defensora de las protecciones, los derechos y las obligaciones sociales; una sociología que tiene en cuenta a los individuos, sus particularidades sin por ello olvidar como la historia y los procesos sociales nos atraviesan y marcan, según Castel, “nuestras elecciones, nuestros amores, nuestras penas” (p. 245). Como no podía ser de otra forma, insistir en esta mirada sociológica, es el mejor homenaje que Julia y Fernando pueden y vuelven a hacer a Robert Castel, como maestro y amigo, como afinidad electiva de primer orden.