La conformación de la red yihadista de al Qaeda, su historia y sus secuelas, se asocian tanto al desenlace de la Guerra Fría y al final del siglo XX como a la apertura trágica de nuevas formas de conflicto y a la construcción de un nuevo orden mundial en el umbral del siglo XXI. En efecto, al Qaeda tiene una historia propia, con distintas fases, escenarios y coyunturas, que no solo dan cuenta de las transformaciones en las concepciones ideológicas o doctrinales, organizacionales, estratégicas y políticas de la yihad, sino también responden a los cambios de la situación política internacional y a la emergencia de un nuevo orden mundial. Cabría distinguir una etapa fundacional de al Qaeda, que iría de 1988 a 1996, es decir, desde la conformación de una vanguardia de militantes yihadistas internacionales en Afganistán hasta el regreso de algunos fundadores de la red a tierras afganas. Una segunda fase de consolidación de una base afgana y una red de redes yihadista cubre el periodo de 1996 a 2001, en el cual se fraguaron algunos de los más impactantes atentados de al Qaeda, incluido el ataque a las Torres Gemelas. En el tercer período, tras la caída del régimen talibán y la dispersión de los dirigentes de al Qaeda, la red se configuró como una fórmula o máxima internacional y se produjo la difusión de cierta ideología y metodología yihadistas globales. Podría reconocerse una cuarta etapa desde el 2004, asociada al reasentamiento y establecimiento de alianzas de al Qaeda en algunas zonas tribales fronterizas de Pakistán, en el Magreb y en algunos países de Oriente Medio; se trata de una fase que también habría presenciado una creciente radicalización de la juventud musulmana en los países occidentales. Tal vez, la cuarta fase de al Qaeda continuó en un quinto periodo de bajo perfil, caracterizado por la apuesta por una estrategia yihadista híbrida y descentrada, que ha aunado los liderazgos locales en Pakistán, Irak, el Magreb o Indonesia y, por otra parte, la operación de células e individuos radicalizados a escala global (Bur-ke, 2013, pp. 630-643).
Según Gilles Kepel (2008), la historia de la red conocida como al Qaeda habría atravesado tres oleadas sucesivas. La primera oleada del yihadismo coincidiría con la movilización y organización de una red de combatientes musulmanes de todo el mundo para enfrentar al impío imperio soviético en Afganistán. Bajo la predicación ideológica de Abdullah Azzam, se organizó cierta base internacional de muyahidines, que asumió una estrategia de combate militar abierto contra el invasor infiel de una tierra musulmana. Desde la retirada soviética de Afganistán, el yihadismo cambió de estrategia y de ideólogos. En los años noventa, la trama yihadista de al Qaeda alcanzó su máximo crecimiento e influencia, coincidiendo con el desarrollo de Internet y la conformación de una red virtual de comunicaciones que, no obstante, tenía como centros de referencia el Londres multicultural y el Afganistán talibán. Los referentes ideológicos de esta fase, Osama Bin Laden y Ayman al Zawahiri, optaron por establecer una organización relativamente jerarquizada con un liderazgo central, y apostaron por abrir un frente islámico mundial para atacar al enemigo lejano que encabezaba la cruzada contra el islam: los Estados Unidos. Esta segunda fase de al Qaeda formuló insistentemente un llamado al martirio y se concretó en atentados tan espectaculares como el del 11 de septiembre, que tuvieron un importante impacto mediático y sostuvieron una narrativa idealizada sobre el triunfo final del islam. Sin embargo, la eficacia política de esta oleada yihadista fue escasa, debido a la asimetría de las fuerzas, a la dispersión de los cuadros organizativos y a la escasa movilización de masas. La tercera oleada del yihadismo de al Qaeda responde al descabezamiento de la organización de la yihad tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, así como se asocia al descontento y problemas de integración de los jóvenes inmigrantes de segunda generación, y emplea activamente las nuevas redes y foros de Internet para difundir su propaganda. Esta fase ha tenido como principales ideólogos a yihadistas avezados como Mustafá Setmarian (alias Abu Musab al Suri) o Abu Musab al Zarqaui, que asumieron cierta distancia frente a la estrategia previa de al Qaeda. Los principales ideólogos de esta etapa privilegiaron la resistencia focal de células autónomas y el terrorismo sin contemplaciones, hasta lograr implantar un Estado Islámico que sirviera de plataforma para la yihad, sin renunciar a los atentados contra las poblaciones y estados apóstatas e infieles (Kepel, 2008, pp. 114-120).
Ciertamente, cada una de las etapas de al Qaeda tiene sus mentores ideológicos, con trayectorias biográficas y perfiles específicos. Abdullah Azzam fue una de las figuras más relevantes de la movilización islamista ante la invasión soviética de Afganistán. De origen palestino, el erudito y teólogo Azzam cursó estudios en la universidad de Al Azhar y allí obtuvo su doctorado. En Egipto, tuvo vínculos con la familia del reputado islamista Sayid Qutb, de quien Azzam adoptó la idea de que la comunidad islámica enfrentaba el desafío de la incredulidad y el neopaganismo (yahiliya), de modo que era precisa una regeneración del islam por obra de una resuelta vanguardia espiritual islámica. En 1979 fue despedido de la universidad y se desplazó a Pakistán, donde ejerció la docencia hasta que se consagró plenamente a la organización de la yihad en Afganistán. En 1979 hace público el pronunciamiento o fetua Defensa de las tierras islámicas. La primera obligación después de la fe, en la cual formula una serie de interpretaciones legales relacionadas con la obligatoriedad de la guerra santa para todo musulmán, si algún territorio islámico (como Afganistán) fuese atacado por los infieles. Azzam se posicionó como un referente intelectual crucial de la red yihadista que reclutó a musulmanes de todo el orbe, sobre todo del mundo árabe, para la defensa de Afganistán, y, desde su magisterio, apeló a la organización de una vanguardia para la regeneración del islam. A diferencia de otros yihadistas árabes en Afganistán, Azzam no justificaba el ataque a gobiernos musulmanes considerados apóstatas, debido a la división que ello introduciría en el mundo islámico. En 1989, Azzam fue asesinado en un atentado en Peshawar. (Sobre la trayectoria de Azzam, véase Calvert, 2007; Maliach, 2010).
Azzam fue uno de los principales mentores de Osama Bin laden, miembro de una millonaria familia saudita que amasó su fortuna en el negocio de la construcción. Bin Laden estudió ingeniería civil en la universidad saudita King Abdul Aziz, y allí se familiarizó con las enseñanzas de islamistas como Abdullah Azzam. Tras graduarse como ingeniero, Bin Laden se desplazó a Afganistán para participar de la movilización islamista contra la invasión soviética. Contribuyó a la causa yihadista en Afganistán con recursos materiales y financieros; por ejemplo, aportó maquinaria de construcción y pagó los pasajes de yihadistas árabes. También desplegó su conocimiento ingenieril al servicio de la construcción militar y de la organización de la red de yihadistas e, incluso, se involucró directamente en la batalla, como uno más de los árabes afganos. En Afganistán entró en contacto con Ayman al Zawahiri (antiguo dirigente de la Yihad Islámica egipcia), quien jugó un papel relevante en la radicalización ideológica de Bin Laden. Reputado como un joven piadoso y un muyahidín comprometido, Bin Laden se fue perfilando como un referente importante de la causa yihadista y, tras la retirada soviética de Afganistán, regresó a su natal Arabia Saudí como un héroe. No obstante, la relación con las autoridades sauditas se deterioró progresivamente, hasta convertirse en abierta ruptura cuando la monarquía saudita permitió el ingreso de las fuerzas aliadas en el país, ante la amenaza de un régimen iraquí que ya había invadido Kuwait. La permanencia del ejército norteamericano y de sus aliados en los lugares santos generó protestas en Arabia Saudí, y el régimen saudita respondió con una creciente represión ejercida sobre disidentes. Bin Laden tuvo que partir al exilio, primero en Sudán y posteriormente en Afganistán; allí retomó su labor como organizador de una red yihadista global que se había ido constituyendo desde fines de los ochenta: al Qaeda. Desde tierras afganas, Bin Laden formuló en 1996 su Declaración de guerra contra los estadounidenses que ocupan la tierra de los dos Lugares Santos, la cual fue publicada en el periódico árabe londinense al Quds al Arabi. En ese documento, Bin Laden declaraba la guerra a los Estados Unidos y sus aliados, bajo el argumento de que Norteamérica constituye la cabeza de un orden internacional que no cesa de humillar al islam y profanar sus lugares sagrados. (Para profundizar en la trayectoria de Bin Laden, véase Scheuer, 2006).
Uno de los yihadistas árabes que pasó por Afganistán y se relacionó con Azzam y con Bin Laden a finales de los ochenta fue Mustafá Setmarian, también conocido como Abu Musab al Suri. De nacionalidad siria, Setmarian estudió ingeniería en la Universidad de Alepo y vivió aproximadamente una década en Europa, antes de unirse a la red yihadista en Afganistán. Adquirió una amplia experiencia en organizaciones islamistas y sostuvo vínculos con un extenso repertorio de grupos yihadistas de todo el mundo islámico. Su perspectiva estratégica de la yihad llevó a Setmarian a distanciarse tanto de la apuesta organizativa de los Hermanos Musulmanes como del personalismo y exposición mediática de Bin Laden. Pese a su posición independiente en la red yihadista, se considera a Setmarian el impulsor de una redefinición de las estrategias de al Qaeda. De acuerdo a la propuesta de Setmarian, había pasado el tiempo de las organizaciones clandestinas jerarquizadas del estilo de los Hermanos Musulmanes, y era el momento de retomar una nueva forma de la estrategia de lucha en frentes abiertos que había sido exitosa en Afganistán; se trataría de sostener la yihad en un escenario de lucha asimétrica, que no excluía los atentados individuales y la actividad terrorista. Setmarian sistematizó su experiencia yihadista y su reflexión estratégica en una de las más importantes referencias teóricas de la yihad, el voluminoso libro Llamada a la resistencia islámica global, que desde el 2004 ha circulado por Internet. Algunas secciones de ese trabajo se publicaron como artículos en inglés en la revista Inspire, órgano de propaganda de al Qaeda entre los años 2010 y 2011. (Respecto a la trayectoria de Setmarian, véase Lia, 2007).
Como parte de la estrategia de internacionalización de la yihad que caracterizó a al Qaeda, los escritos de Azzam, Bin Laden y Setmarian han sido traducidos total o parcialmente al inglés y han circulado por numerosos sitos de Internet. Constituyen documentos claves en la conformación de la ideología yihadista de al Qaeda, a pesar de sus distintas posiciones ideológicas, perspectivas políticas y militares o estrategias discursivas. A través de sus diferencias de estilo discursivo y comunicativo, se pueden reconocer los desplazamientos en las perspectivas ideológicas y estratégicas de la red al Qaeda. Algunos análisis han intentado aprehender el formato discursivo y comunicativo de la ideología yihadista de al Qaeda. Por ejemplo, ciertos estudios han analizado las ideas de Azzam para dar cuenta de los marcos que sostienen la visión intelectual yihadista, la comunicación con ciertas audiencias islámicas y la movilización social para la yihad. Según estos análisis, el repertorio de ideas de Azzam resultaría organizado por dos marcos cruciales: por un lado, el marco contextual que establecía la función defensiva de la yihad en Afganistán y la obligación indelegable de contener la agresión de los infieles sobre un territorio musulmán; por otro lado, el marco comprehensivo que vincula la yihad al islamismo, de modo que se haría perentoria la movilización yihadista para la regeneración del islam y el renacimiento de la comunidad musulmana bajo un Estado islámico. Desde semejante doble enmarcado motivacional de la yihad, se podía disponer de una versión consistente con las experiencias de frustración y movilización musulmana, así como de una narrativa pertinente a las asunciones culturales y simbólicas de las audiencias islámicas (Hassan, 2014, pp. 143-188).
Otros estudios han analizado el género de discurso de los pronunciamientos de Bin Laden como si se tratase de una narrativa épica de autoafirmación de una comunidad amenazada por otro y de regeneración mediante el sacrificio heroico (Long, 2007). También se ha llevado a cabo un análisis retórico de algunos rasgos del discurso de Bin Laden: las oposiciones nocionales, las referencias negativas al agresor, la descripción asimétrica del conflicto, la consagración de la comunidad de pertenencia o la apelación al auditorio mediante la citación de textos tradicionales religiosos y poéticos (Cronick, 2002). Asimismo, se han realizado análisis de las metáforas que sustentan cierto discurso de la ilusión en Bin Laden, mediante el cual inviste una visión autoabsolutizada de la realidad, simétricamente opuesta a la del enemigo; en ese sentido, se hallarían metáforas religiosas del mal, la barbarie, el combate de la luz y la oscuridad, o bien la justicia retributiva (Bhatia, 2007). Por otra parte, se han propuesto análisis de discurso del texto de Mustafá Setmarian Call to Global Islamic Resistance, que permiten reconocer una representación diferenciada de los contenidos y atribuciones de la superioridad grupal, la injusticia, la vulnerabilidad, la desconfianza y la indefensión, según se hable de los yihadistas, de los musulmanes no movilizados o de los cruzados occidentales. De ese modo, en el texto de Setmarian se conformaría un marco binario de identificación social, sustentado en la percepción de una identidad musulmana amenazada, así como se construiría una narrativa de regeneración de la comunidad islámica —históricamente humillada y oprimida— mediante la movilización radical y el sacrificio heroico en la yihad (Masoud, 2013).
Sin embargo, los análisis de discurso realizados puntualmente sobre algunos de los textos de Bin Laden o Setmarian carecen con frecuencia de una perspectiva histórica que dé cuenta de las transformaciones en el discurso de al Qaeda; dichos análisis tampoco se toman suficientemente en serio la construcción del esquema argumentativo que justifica la yihad, y no prestan suficiente atención a la diversidad de aspectos discursivos que se hacen presentes en el discurso yihadista. Por eso, en este estudio nos proponemos realizar un análisis de los géneros de discurso, los temas, los posicionamientos subjetivos y los esquemas argumentativos yihadistas, tal y como se hacen presentes en documentos de tres figuras claves de la historia de al Qaeda: Azzam, Bin Laden y Setmarian. Nos preguntamos cuáles son algunos de los aspectos discursivos que sustentan ideológicamente la legitimación de la yihad en la literatura de distintas fases de al Qaeda: quién habla, cómo se organiza simbólicamente el discurso, qué se dice y cómo se argumenta. Concretamente, nuestro estudio asume como objetivos: (a) identificar los géneros de discurso o formatos comunicativos a los cuales recurre la literatura yihadista (fetuas, declaraciones, tradiciones poéticas, manuales, etc.); (b) describir los modos de posicionamiento del sujeto de la enunciación en los textos de Azzam, Bin Laden y Setmarian; (c) sintetizar los temas y caracterizar los léxicos recurrentes en el discurso del yihadismo; finalmente, (d) identificar los esquemas y movimientos argumentativos de Azzam, Bin Laden y Setmarian. Cabría pensar que el discurso del islamismo yihadista no constituye un universo compacto y homogéneo si registra modificaciones relevantes en los formatos comunicativos y argumentativos.
El análisis del discurso permite indagar en la relación entre forma y función comunicativas, así como se pregunta por la organización textual de los temas y por la presencia de modelos mentales y representaciones sociales en el texto. A través del análisis de discurso, puede explicitarse cómo los usos del lenguaje expresan valores y perspectivas ideológicas que enmarcan y contextualizan nuestras prácticas sociales (Íñíguez y Antaki, 1998; Renkema, 1999, pp. 13-15; Van Dijk, 2000). Al asumir que las realidades socioculturales se constituyen discursivamente (aunque la relación entre sociedad y discurso estaría cognitivamente mediada y enmarcada por ciertos contextos históricos), el análisis crítico de discurso patentiza la eficacia ideológica del lenguaje. En ese orden de ideas, el análisis en la línea de Van Dijk opera típicamente en ciertos planos discursivos: (a) los significados locales (estilo léxico, coherencia entre proposiciones, significados implícitos, etc.); (b) las macroestructuras semánticas (temas y significados globales); (c) las estructuras formales sutiles (estructuras sintácticas, figuras retóricas, etc.); (d) los modelos contextuales y los modelos de los acontecimientos (Van Dijk, 2003). Específicamente, esta investigación se enfoca en los posicionamientos subjetivos, los estilos léxicos, los temas globales, las estructuras argumentativas y algunas figuras retóricas.
El estudio se centró en tres documentos claves del discurso yihadista de al Qaeda, tal y como circularon globalmente en su traducción inglesa: (a) el texto completo de Defence of the Muslim Lands. The First Obligation After Iman (15728 palabras) de Abdullah Azzam (1979/2002); (b) el texto completo de Declaration of War against the Americans Occupying the Land of the Two Holy Places (11580 palabras) de Osama Bin Laden (1996); (c) finalmente, los artículos de Inspire que recogen partes de la cuarta sección del capítulo octavo del texto Call to Global Islamic Resistance (13567 palabras) de Mustafá Setmarian (Al- Suri, 2004/2010a, 2010b, 2010c, 2011a, 2011b, 2011c).
A pesar de que se trata de versiones de los textos originales en árabe (con los consiguientes problemas asociados a la traducción), los documentos escogidos como corpus fueron traducidos tempranamente por los mismos círculos yihadistas y han circulado en inglés por numerosos sitios de Internet, contribuyendo al reclutamiento internacional y a la conformación de cierta comunidad islamista virtual y global. Quizá el riesgo de pérdida en la traducción se compensa así. Por lo demás, ante términos difícilmente traducibles, los mismos círculos islamistas que vertieron los textos al inglés optaron por dejar sin traducción esas expresiones y las transliteraron del árabe (jihad, umma, kaffir, etc.). Por tanto, para dar cuenta de los formatos discursivos y estrategias comunicativas del yihadismo internacional en la Red, puede considerarse que la versión en inglés constituye una legítima puerta de acceso a la comprensión del universo simbólico de la yihad global.
El análisis de discurso realizado contempló cuatro aspectos: (a) la descripción de los distintos géneros sociohistóricos y formatos tradicionales del discurso yihadista, para dar cuenta de su organización simbólica; (b) la caracterización de los diferentes modos de posicionamiento del sujeto de la enunciación, incluida la consideración de las frecuencias de pronombres personales en los enunciados, para establecer quién habla; (c) la descripción de los temas de cada documento, por medio del resumen del contenido de los párrafos decisivos para la justificación de la yihad, y mediante la categorización inductiva de los términos básicos para representar el contenido, como los sustantivos y adjetivos (en cualquier posición oracional) más frecuentes en cada texto, con exclusión de las palabras funcionales (Chung y Pennebaker, 2007), esto es, preposiciones, artículos, pronombres, adverbios o conjunciones, entre otras; (d) por último, la caracterización de la construcción del argumento que sustenta la interpelación yihadista en cada texto, a través de la identificación de las disociaciones nocionales y de los principales enlaces argumentativos, según el catálogo de argumentos propuesto por Chaïm Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca (1958/1989).
La reflexión legal y religiosa del erudito Azzam se inviste bajo la apariencia de un género tradicional de discurso, propio del mundo islámico: la fetua. En el ámbito de la ley islámica, la fetua era un tipo de discurso público vinculado al consejo legal por parte de los especialistas en la sharía. Desde ese punto de vista, la fetua se perfilaba tradicionalmente como una interpretación consultiva de la ley islámica, realizada por personas moral e intelectualmente autorizadas (Masud, Messick y Powers, 1996). A raíz de los conflictos contemporáneos en el Oriente Medio y, particularmente, de la Guerra del Golfo, se produjo una multiplicación de fetuas que patentizaban una abierta pugna de interpretaciones de la sharía y un conflicto sobre la autoridad de las propias fetuas (Haddad, 1996). En semejante contexto, el erudito Azzam enuncia como una fetua su interpretación legal sobre la obligatoriedad de la yihad y, de ese modo, reviste sus pretensiones de validez bajo un género de discurso tradicionalmente autorizado. El texto de Azzam aparece tapizado de citas coránicas, de hadices autorizados y de distintas exégesis tradicionales de la sharía, que pretenden fundamentar escrupulosamente la autoridad y legitimidad de la interpretación legal y religiosa propuesta. Así pues, la deliberación consultiva de la fetua termina blindándose como un discurso inobjetable, legal y religiosamente autorizado. En todo caso, Azzam apela a algo más que una exégesis literal y, más allá de la letra, convoca al espíritu: considera que no basta con las citas de autoridades, pues la apreciación de la verdad pasaría por la pureza espiritual.
En la declaración de Bin Laden, también se asumen algunas características del género de la fetua, como la constante citación de textos coránicos, hadices reconocidos y autoridades islámicas, para legitimar determinada interpretación de la sharía y justificar cierta decisión sobre la comunidad musulmana. No obstante, aunque Bin Laden publicó algunas de sus intervenciones como fetuas y algo de ese género podría impregnar su publicación de 1996, el texto de la Declaración de guerra contra los estadounidenses que ocupan la tierra de los dos Lugares Santos exhibe características de otros géneros discursivos bastante dispares: no solo cabe reconocer un marcado influjo de la narrativa épica e, incluso, elementos de la poesía árabe tradicional o de la oración de plegaria, sino que además se hace presente el estilo de la carta pública o la declaración política al estilo occidental, con un repertorio de demandas articuladas, acusaciones dirigidas y un dictamen unilateral. Como se puede apreciar, el carácter deliberativo y consultivo de la fetua se transforma en el texto de Bin Laden en una interpelación acusadora y una condena pública a muerte, formulados por una figura sin la autorización moral e intelectual requeridas tradicionalmente.
También encontramos un desplazamiento del universo de discurso en el voluminoso libro de Setmarian, escrito como un tratado estratégico, un compendio de reflexión teórica y una sistematización orgánica de la experiencia yihadista del autor. En efecto, el libro Llamada a la resistencia islámica global exhibe la arquitectura deductiva, la organización de la información y los recursos gráficos de un verdadero manual y manifiesto de la yihad; de modo análogo, los artículos extraídos de ese tratado sistemático y publicados en la revista Inspire (parte del capítulo octavo del libro) responden a una finalidad de divulgación de cierta estrategia político-militar y, en suma, a la forma del instructivo ideológico, político y militar (Al-Suri, 2010a, 2010b, 2010c, 2011a, 2011b, 2011c).
La diversidad en los géneros discursivos del islamismo yihadista no solo se asocia al recurso a distintas convenciones retóricas, a la conformación de diferentes comunidades comunicativas y a la proyección de distintos propósitos comunicativos y condiciones de recepción, sino también a posicionamientos del sujeto matizados. En la introducción de su fetua, Azzam ostenta su condición de autor en primera persona, pero también apela a la autoridad de todos aquellos eruditos y jeques a quienes les presentó el texto y lo motivaron y autorizaron para publicarlo. Bin Laden parece inscribir su declaración en el contexto discursivo de una serie de cartas y declaraciones colectivas dirigidas públicamente a las autoridades sauditas por la disidencia, sin efecto político alguno. En su declaración, argumenta que la monarquía saudita desconoció la función del consejo en el islam, al desoír y reprimir el malestar colectivo expresado en algunas cartas públicas. Por eso, Bin Laden se dirige nuevamente a las autoridades sauditas y a algunos portavoces aliados, para denunciar la situación en Arabia Saudí y en el mundo musulmán, e interpela a los musulmanes de las ciudades santas, de la península arábiga y de todo el mundo, llamándolos a emprender la yihad y expulsar al infiel de los lugares sagrados. En los artículos extraídos de Llamada a la resistencia islámica global, Setmarian se posiciona como un teorizador práctico de sus propias experiencias en la lucha yihadista. Según advierte, no pretende escribir doctrinas legales o religiosas sobre lo permitido y lo prohibido, sino solo compartir juicios personales e interpretaciones (itjihad) sobre la organización y estrategia de la yihad, basadas en la experiencia directa del campo de batalla, pero también en estudios comparativos y conversaciones con muyahidines y cuadros yihadistas. Aunque Setmarian invoca a Alá para solicitar su guía e inspiración, aclara que sus teorizaciones prácticas son una reflexión propia derivada de su experiencia yihadista.
En suma, los tres documentos yihadistas parecen posicionar al sujeto de la enunciación de modo específico: como autor legítimo y autorizado por los eruditos, en el caso de Azzam; como partícipe de un clamor colectivo contra una situación humillante, en Bin Laden; o bien en tanto que sistematizador de la reflexión y experiencia personales sobre el curso estratégico de la yihad, en Setmarian. Esta diferencia en los modos de autorización del sujeto de la enunciación se asocia al recurso a la invocación intertextual y a la citación directa de discursos ortodoxos y legitimadores. Como se puede apreciar en la figura 1, Azzam cita muy frecuentemente textos consagrados para autorizar su enunciación (8,59 veces por cada mil palabras, o sea, un par de páginas), a diferencia de Bin Laden (3,99) o Setmarian (0,76).
Figura 1
Frecuencia de citas textuales por cada mil palabras en los documentos de Azzam, Bin Laden y Setmarian
Además de diferenciarse por los posicionamientos de los sujetos de la enunc iación, los tres documentos yihadistas difieren en la forma de posicionamiento subjetivo ligada a los pronombres personales. Si en los pronombres personales tiene lugar la apropiación y orientación subjetiva del lenguaje, la mayor presencia de la deixis personal puede asociarse al compromiso subjetivo en la enunciación y a la referencia centrada en el sujeto y su experiencia personal (Chung y Pennebaker, 2007). En los documentos analizados, se aprecia una diferencia significativa en el empleo de los pronombres de primera persona (véase la figura 2): Bin Laden emplea más este recurso (4,6 por cada mil palabras) que Azzam o Setmarian (3,7 en ambos casos). Eso sí, en algunos casos, la subjetivación pronominal del enunciado es solo vicaria, ya que el pronombre aparece en una cita. En cuanto al pronombre de primera persona en plural —que puede enmarcar ideológicamente la enunciación como un acto colectivo con matices inclusivos o excluyentes—, el discurso militante de Setmarian (con 8 usos por cada mil palabras) lo utiliza más que el discurso tradicionalista de Azzam (7,1) o el poético alegato de Bin Laden (5,4). Además, puesto que la apropiación discursiva del lenguaje resulta inseparable de la invocación de un interlocutor, resulta interesante observar cuál de los documentos analizados exhibe un tenor más interpelativo y orientado a la persuasión. Desde ese punto de vista, Bin Laden se dirige más frecuente a un tú o a un vosotros (9,9 veces por cada mil palabras) que Setmarian (6,7) o Azzam (2), en un intento ideológico de movilizar a una comunidad islámica sobre la cual no tiene autoridad reconocida y de interpelar directamente al antagonista.
Figura 2
Frecuencia de pronombres de primera y segunda persona por cada mil palabras en Azzam, Bin Laden y Setmarian
En lo que respecta a los contenidos de los tres documentos yihadistas analizados, se reconocen significativos desplazamientos temáticos. La fetua de Azzam pretende dirimir una interpretación adecuada de la ley islámica, para justificar la obligación universal de movilizarse en la yihad cuando el infiel invade la más mínima porción de tierra musulmana, como ocurría en Palestina y, particularmente, con ocasión de la invasión soviética de Afganistán. El propio Azzam resume el argumento de su fetua: la yihad es una obligación indelegable para cualquier musulmán del mundo, como también lo es el apoyo financiero a la causa, y no se requiere del permiso ajeno para emprender la marcha general contra el infiel. De ahí que quien desconozca el llamado a defender las tierras musulmanas esté incurriendo en un pecado mayor que el de descuidar la oración o el ayuno. La fetua de Azzam se pronuncia sobre la casuística de la yihad, y sostiene que la yihad es legítima en Afganistán o Palestina, aunque exista desunión entre los líderes, aunque no todos la asuman, aunque haya que colaborar con musulmanes sin instrucción o, incluso, aunque se requiera del apoyo de los no creyentes. Finalmente, la fetua de Azzam se pronuncia sobre las condiciones de la paz con los infieles.
La declaración de Bin Laden recoge el argumento yihadista de que la guerra contra el infiel constituye una obligación personal para todo musulmán y llama a todo el mundo musulmán a asumir el sacrificio individual en la guerra a muerte contra los norteamericanos, como cabeza del orden internacional impío. La justificación de la yihad por parte de Bin Laden no se sostiene solo en precedentes islámicos autorizados y en la interpretación de la sharía: la necesidad de movilizarse en la yihad se presenta como consecuencia de una historia de humillación constante a que las potencias occidentales y cierta alianza cruzada-sionista han sometido al mundo islámico. Asimismo, la conclusión de Bin Laden se sigue del clamor colectivo contra unos gobernantes sauditas incapaces de garantizar el gobierno de la nación y de hacer valer la sharía, que solo habían contestado con la represión a las demandas del pueblo y habían permitido la presencia del infiel en tierra santa. Tras considerar el funesto agravio que suponía la presencia de los norteamericanos y sus aliados en los lugares sagrados, Bin Laden convocaba a todos los musulmanes a participar en la yihad para expulsar a los norteamericanos de la península arábiga.
Los artículos publicados por Setmarian en la revista Inspire tratan sobre la teoría militar y los aspectos estratégicos de una nueva etapa de la yihad, en la cual se impondría el llamado a la resistencia islámica global (Al-Suri, 2010a, 2010b, 2010c, 2011a, 2011b, 2011c). En esos documentos, realiza un estudio comparativo de los métodos asumidos por el yihadismo desde los años sesenta hasta el presente, y considera superado el estadio de las organizaciones locales, secretas y jerárquicas como los Hermanos Musulmanes, puesto que derivaron en un fracaso militar, organizativo, político, educativo y de predicación. Según Setmarian, esas organizaciones clandestinas resultaron derrotadas y desmanteladas, cultivaron el secretismo y fueron incapaces de movilizar a la comunidad islámica. Setmarian detalla las ventajas de la yihad en frentes definidos y la confrontación abierta desde bases permanentes o mediante guerra de guerrillas, como ocurrió en Afganistán, Bosnia o Chechenia. En esos escenarios de yihad abierta, el éxito militar fue de la mano con una organización segura, con la movilización de la comunidad islámica y con la educación islámica en las bases y campos militares. No obstante, esa experiencia no se tradujo en un éxito político debido a la imposibilidad de establecer un Estado islámico duradero y a la asimetría de las fuerzas en conflicto. Finalmente, Setmarian establece un nuevo escenario estratégico para la yihad contemporánea y ante el nuevo orden mundial creado tras los atentados a las Torres Gemelas: la yihad individual y la actividad de pequeñas células terroristas, que presuntamente acarrearían un éxito militar, de organización, de educación, agitación y predicación islámica, aunque no se garantice un logro político. En ese sentido, su propuesta estratégica y su teoría de la yihad apuntan a la generalización del terrorismo individual y, cuando se den las condiciones, a la participación en la confrontación abierta contra los norteamericanos y sus aliados. En sus textos, Setmarian describe las condiciones que hacen posible el desarrollo de la yihad en frentes abiertos y las condiciones en que se ha de apostar por la resistencia a través de la yihad individual contra los infieles y los apóstatas. Además, lleva a cabo una inversión semántica del término terrorismo, en la medida en que distingue un mal terrorismo (el criminal e hipócrita) y un terrorismo justo y legítimo, que aterroriza y repele al opresor, en respuesta a la injusticia.
Los desplazamientos temáticos de los documentos yihadistas analizados se ponen de manifiesto cuando se revisa el léxico desplegado en los textos de Azzam, Bin Laden y Setmarian. Si excluimos los términos gramaticales funcionales y consideramos aquellos términos que suministran el contenido básico de los textos, como los sustantivos y adjetivos, se aprecian distintos vocabularios en los discursos yihadistas. Para llevar a cabo este análisis del léxico yihadista, se clasificaron inductivamente los términos de contenido (sustantivos y adjetivos, en cualquier posición oracional) que tuviesen una frecuencia superior a una aparición por cada mil palabras, y se distribuyeron en las siguientes categorías: religioso (como Allah, islam, prophet, etc.), normativo (obligation, permission, truth, etc.), identitario (people, youth, parents, etc.), existencial (death, heart, etc.), geopolítico (world, Palestina, american, etc.), instrumental (method, operational, situation, etc.), político (political, regime, king, etc.) y bélico (enemy, terrorism, military, etc.). Como se aprecia en la figura 3, entre los términos más utilizados en la fetua de Azzam predomina el vocabulario religioso (35,9%) y normativo (20,4%); en la declaración de Bin Laden, presenta mayor frecuencia el vocabulario religioso (35,1%), identitario (17,3%) y bélico (17%); en los escritos de Setmarian, destaca el léxico bélico (32,5%) e instrumental (22,2%). Los repertorios léxicos de cada documento yihadista se vinculan a los distintos géneros de discurso y propósitos comunicativos: en Azzam prima el vocabulario religioso y normativo; Bin Laden, se impone el vocabulario religioso, pero también el léxico que permite una identificación con la causa de la yihad y una movilización de todos los sectores de la comunidad islámica; en el tratado estratégico de Setmarian, prima el vocabulario instrumental y la terminología militar.
Figura 3
Frecuencia de las distintas categorías de los términos de contenido (sustantivos y adjetivos) más presentes en los documentos de Azzam, Bin Laden y Setmarian
El universo de discurso de cada uno de los documentos yihadistas aparece estructurado a través de oposiciones nocionales decisivas que permiten marcar uno de los términos de la distinción como excluido; de ese modo, la organización simbólica de la yihad se asocia a la designación del antagonista. En el caso de la fetua de Azzam, el antagonista es designado genéricamente como infiel o incrédulo (kaffir o, en plural kuffar). Aunque también denomina como kaffir al enemigo, Bin Laden especifica la designación del antagonista como la alianza cruzado-sionista y, en particular, denota a su principal componente, esto es, los Estados Unidos. En cuanto a Setmarian, a las designaciones del antagonista como kaffir o como la alianza cruzado-sionista liderada por los Estados Unidos, añade una nueva denominación del enemigo que se perfila estratégicamente desde el final de la Guerra Fría y, particularmente, desde el atentado a las Torres Gemelas, a saber: el nuevo orden mundial. Por otra parte, se puede reconocer un desplazamiento de las oposiciones valorativas que jerarquizan el universo de discurso de cada documento yihadista: en Azzam predomina claramente la distinción jurídico-religiosa entre aquello que es deber individual (fard ayn) y aquello que es un deber colectivo delegable (fard kifaya); en Bin Laden parece destacar la oposición entre el virtuosismo y piedad musulmanes, frente a la iniquidad, injusticia y humillación padecida; finalmente, en Setmarian prima la oposición valorativa entre los éxitos y fracasos, que tiene un evidente sentido instrumental y estratégico.
En cada uno de los documentos analizados, hay algún esquema o procedimiento de enlace argumentativo que sostiene la justificación de la yihad. En la fetua Azzam, la argumentación gira en gran medida en torno a cierta aplicación de la regla de justicia que exige tratar del mismo modo aquellos casos que caen en una misma categoría e-sencial (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1958/1989, pp. 340-343). Azzam aporta toda una serie de precedentes de la tradición islámica para justificar que la movilización para la yihad y la contribución con la propia riqueza forman parte de las obligaciones religiosas indelegables de un musulmán, del mismo modo que la declaración de fe, la oración, la limosna, el ayuno o la peregrinación. La fetua argumenta que no se necesita una autorización paterna o de un tutor en el caso de que el enemigo infiel ataque a un país islámico, como tampoco se precisa para cumplir los restantes deberes que el islam consagra. Implícitamente, Azzam presupone que, si alguien pertenece a la categoría esencial de los musulmanes, entonces ha de hacerse cargo de los deberes indelegables que su fe impone; además, asume que todo país que cae en la categoría de musulmán y cualquier territorio bajo la soberanía del islam ha de ser igualmente defendido de la amenaza de los infieles. Cuando se trata de aportar precedentes y de analizar la casuística, la fetua de Azzam se sirve masivamente de un tipo de argumento basado en la estructura de lo real y, concretamente, en la tradición heredada, a saber: el argumento de autoridad. En virtud del argumento de autoridad se puede investir una tesis o conclusión con el prestigio de algún erudito reconocido, fuente consagrada, líder honorable o guía eminente; como si las pretensiones de validez fueran infalibles e indiscutibles (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1958/1989, pp. 469-476). No es de extrañar que la fetua de Azzam se sirva reiteradamente del recurso autorizador de las citas coránicas, la apelación a la autoridad de los intérpretes autorizados de la sharía y la invocación de prestigiosos jeques.
En la declaración de guerra de Bin Laden encontramos una construcción argumentativa de la yihad que combina varios tipos de enlace de carácter cuasi-lógico. Con frecuencia, Bin Laden recurre al argumento de reciprocidad, que exige responder con un tratamiento equivalente ante situaciones simétricas (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1958/1989, pp. 343-353). Por esa reciprocidad, resultaría obligatorio aterrorizar al enemigo norteamericano mientras este porta armas y saquea las riquezas de la península arábiga. Sobre la base de la relación recíproca, habría que responder a toda la opresión y humillación sufrida por los musulmanes (bajo la forma de la agresión, la persecución, las sanciones, el bloqueo y, para colmo, la profanación de los lugares santos de la península arábiga) con la violencia de la yihad y la lucha a muerte contra el principal responsable de tanta iniquidad, hasta que este resulte derrotado y humillado. Por otra parte, la declaración de guerra de Bin Laden se sirve del argumento sacrificial, en virtud del cual algo adquiere valía en la medida en que se está dispuesto a arriesgarlo todo o a asumir un gran costo o padecimiento por ello (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1958/1989, pp. 383-395). Bin Laden elogia el valor de una juventud musulmana que acepta que, ya que hay que morir de todos modos, resulta más digno y valioso morir luchando en nombre de Alá, y le recuerda al enemigo americano que los jóvenes musulmanes aman la muerte en el martirio como los occidentales valoran la vida y los bienes materiales. No solo la invocación del sacrificio permite valorizar cierta causa: la apelación al sacrificio en la yihad se justifica porque el mártir que entrega su vida en la yihad vería reconocida su valía tanto en este mundo como en la vida ultraterrena; merecen todas las alabanzas de los musulmanes, el duelo de las mujeres y todas las recompensas concebibles en el paraíso. En la declaración de Bin Laden se hacen presentes algunos argumentos basados en la estructura de la realidad, ya se trate de enlaces que asocian a un tipo de persona con un repertorio de actos o a un tipo de persona con el grupo que integra, ya se trate de argumentaciones que relacionan diferencias de grado y orden, para justificar así la extrapolación de cierta jerarquía en otra dimensión (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1958/1989, pp. 451-468, 494-501 y 516-527). Desde ese punto de vista, la naturaleza propia de los jóvenes musulmanes y de los valientes muyahidines se asocia a un abanico de actos valerosos, nobles e incontenibles. Asimismo, el individuo que pertenece a la comunidad islámica de la umma aparece revestido de todas las virtudes y excelencia del colectivo musulmán, del mismo modo que el infiel expresa toda las características decadentes y desviadas que son propias de la incredulidad (kufr). La urgencia de la lucha contra los americanos se justifica mediante cierta doble jerarquización de las prioridades y amenazas: hay que enfrentar de modo más urgente y como un deber más primordial la lucha contra el más grande de los kuffar, el principal enemigo que encabeza la alianza cruzada-sionista y protagoniza la humillación de los musulmanes de todo el mundo.
Puesto que se centra en asuntos de estrategia, el llamado a la resistencia islámica de Setmarian (Al-Suri, 2010a, 2010b, 2010c, 2011a, 2011b, 2011c) privilegia una construcción argumentativa basada en la estructura de la realidad y, concretamente, reitera las justificaciones de ciertas medidas o medios al servicio del logro de cierto fin, o bien aquellos argumentos pragmáticos que valoran un acto de acuerdo a sus consecuencias favorables o sus rendimientos funcionales (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1958/1989, pp. 409-416 y 422-429). En sus textos, priman las consideraciones sobre el fracaso o el éxito de las distintas formas de la yihad en los ámbitos de la lucha militar, la organización de la seguridad, la movilización de la comunidad musulmana, la extensión de la educación islámica y el logro político en la realización de los objetivos, la conservación de la organización y el establecimiento de la soberanía del islam. Setmarian recomienda revisar los métodos de la yihad en las nuevas circunstancias y escenarios estratégicos, de manera que se privilegien los métodos que han suministrado un beneficio probado y se desechen aquellos métodos superados y obsoletos. Desde esa perspectiva estratégica, la debilidad organizacional, la capacidad operacional o el desempeño estratégico son criterios decisivos para juzgar los diversos métodos de la yihad. Por eso, Setmarian considera que la yihad en frentes abiertos ha de acompañarse de la yihad individual y el terrorismo ejercido por pequeñas células, pues el nuevo orden mundial ha generado tal asimetría de fuerzas que solo la resistencia islámica global puede resultar eficiente y realizar los objetivos políticos de la nación musulmana. En todo caso, para Setmarian, la resistencia islámica global constituiría tanto un método como un llamado: no solo sistematiza una teoría estratégica y política, sino que se inviste como una doctrina religiosa del islam en su circunstancia histórica actual. De ahí que el terrorismo resulte legitimado cuando permite combatir eficientemente y resistir efectivamente la opresión y el terror ejercido por el enemigo y los infieles. Por lo demás, el método específico de la yihad —la cuestión de si la resistencia islámica global ha de asumir la forma de una confrontación en frentes abiertos o la vía de la actividad terrorista de individuos y pequeñas células— depende de precondiciones concretas de carácter geográfico, demográfico y político. En suma, la justificación pragmática de las estrategias más exitosas resulta inseparable de la consideración de fines y medios en las circunstancias estratégicas apropiadas.
La justificación de la yihad en los documentos analizados no solo se sirve de enlaces argumentativos cuasi-lógicos o basados en la estructura de la realidad, sino que también recurre a argumentos que fundamentan la estructura de lo real de diferentes maneras: al investir el caso particular como ejemplo que sustenta alguna generalización, como ilustración de alguna regla prestablecida o como modelo idealizado; al establecer analogías a partir de similitudes estructurales explícitas; o bien al condensar metafóricamente alguna analogía, para inducir la creación de semejanzas (Perelman y Olbrechts-Tyteca, 1958/1989, pp. 536-563, 569-574 y 610-619). En la fetua de Azzam, desempeña un importante papel la introducción de instancias particulares que puedan operar como precedentes y excepciones de una profusa casuística normativa. Puesto que existe un marco interpretativo y un repertorio de reglas definidas por la sharía y por la ortodoxia islámica, la referencia a circunstancias particulares y la transferencia de la norma a alguna situación singular cobran el cariz de una casuística legal-religiosa compleja, en la cual se ha de sopesar si cada caso se adecúa a la regla o si se puede interpretar como un apoyo para cierta generalización normativa. Por ejemplo, cuando Azzam discute si acaso se ha de solicitar permiso parental o de algún tutor para emprender la yihad, en la fetua aparecen varias ejemplificaciones de situaciones en las cuales no resulta problemático no pedir autorización, como el caso del joven que quiere orar cuando se debe mientras su padre duerme, o el caso de aquel joven que, sin pedir permiso a su padre, se lanza al agua para salvar a un niño que se está ahogando (comparable —para Azzam— a la muerte de niños en Afganistán)1. A partir de estos ejemplos particulares, Azzam puede reafirmar la generalidad de la regla conforme a la cual no es precisa autorización cuando se hace lo debido, ya que no se puede desobedecer lo que es correcto ni se puede desobedecer lo ordenado por Alá.
En su declaración, Bin Laden recurre a un sofisticado marco metafórico para justificar un tipo de yihad que no necesariamente resultaba aceptable para todos los eruditos islámicos (algunos legitimaron la presencia norteamericana en la península arábiga) ni podía ser unilateralmente declarada por alguien sin la autorización requerida. En ausencia de un marco normativo inequívoco, Bin Laden induce la creación de semejanzas y la trasposición de sentidos mediante metáforas de diversos tipos. Como ocurre en otras formulaciones de una retórica revolucionaria, Bin Laden se sirve de la metáfora del desastre inminente o la catástrofe natural, para así remarcar lo incontenible de la situación histórica y lo inevitable de una solución violenta. En virtud de esta trasposición naturalizadora, puede afirmar que los atentados explosivos en Arabia Saudita fueron solo un síntoma de una situación explosiva en la cual se estaría preparando una erupción volcánica incontenible, como consecuencia de toda la humillación, opresión e iniquidad infligidas en la península arábiga2. Por otra parte, Bin Laden emplea una trasposición metafórica de corte histórico al investir a los norteamericanos y sus aliados como una cruzada contra el islam, y a los enemigos como cruzados. También hay cierta trasposición nostálgica en la interpelación a quienes se movilizan por la yihad como una caballería islámica que ha de cabalgar de nuevo con sus lanzas y espadas. Además de optar por este enmarcado metafórico, Bin Laden se sirve de otro tipo de argumento que funda la estructura de lo real, en la medida en que provee toda una imaginería heroica del muyahidín como modelo digno de imitar3.
En Setmarian (Al-Suri, 2010a, 2010b, 2010c, 2011a, 2011b, 2011c), la reflexión estratégica y la instrucción sobre los nuevos métodos que debía adoptar la yihad en la coyuntura histórica del nuevo orden mundial recurren a comparaciones analíticas y analogías explícitas para formular semejanzas estructurales. Cuando argumenta que los fracasos de algunas experiencias de organización yihad se debieron a los cambios en la situación estratégica, Setmarian introduce una analogía ingenieril entre los métodos yihadistas y los sistemas eléctricos. Del mismo modo que una máquina eléctrica excelente diseñada para funcionar con la corriente de 110 voltios se destruye si es conectada a una red de 220 voltios, los métodos de las organizaciones secretas islamistas (como los Hermanos Musulmanes) se han vuelto ineficientes bajo el nuevo orden mundial4. Así como habría que guardar en un armario o en un museo la máquina eléctrica que ya no es operativa, de la misma manera habría que considerar como vestigios del pasado las estrategias yihadistas obsoletas. Si se persiste en seguir empleando el viejo mecanismo yihadista en las condiciones asimétricas del nuevo orden mundial, tendrá lugar el mismo efecto autodestructivo que afecta a quien recibe una descarga eléctrica por conectar un electrodoméstico a una red con otro voltaje. Setmarian también recurre con frecuencia a ciertas trasposiciones metafóricas de corte histórico: por ejemplo, los gobiernos árabes corruptos que oprimen a la comunidad islámica se presentan como faraónicos, y sus gobernantes como faraones, o bien se enmarca a los norteamericanos y judíos como cruzados o partícipes de una campaña cruzada.
Los desplazamientos ideológicos, organizacionales, políticos y estratégicos de al Qaeda se articularon a través de modificaciones en la construcción del discurso yihadista. Al tomar en cuenta los aspectos discursivos de las fases ideológicas del yihadismo, se pone de manifiesto que existen rupturas explícitas y desplazamientos decisivos en el discurso yihadista, de modo que no cabe reconocer el espíritu homogéneo de cierto fundamentalismo o la influencia cultural sempiterna de algún islamismo. Los recursos retóricos y la organización simbólica del discurso yihadista realmente importan y marcan la diferencia, aunque algunas exégesis del nuevo fundamentalismo yihadista se centren solo en el proceso de radicalización, como si se tratase de un fenómeno asociado al desarraigo y malestar en la globalización, esto es, a la dislocación cultural y las crisis identitarias, o bien a la desconexión entre las pertenencias comunitarias, las identificaciones culturales y las confesiones religiosas (Roy, 2006). Así, Olivier Roy ha argumentado que la red de internacionalistas islamistas de la segunda generación de al Qaeda estaba conformada básicamente por individuos extraterritoriales o trasnacionales, que habían participado de los estudios modernos y el modo de vida occidental, y se convirtieron al islam como resultado de cierta radicalización política y reconstrucción identitaria, de modo que finalmente rompían todo lazo local o familiar y se vinculaban en una fraternidad internacional en torno a una umma virtual (Roy, 2003, pp. 191-208). ¿Se puede afirmar razonablemente que la militancia islamista en las redes yihadistas es siempre un subproducto de la globalización y la occidentalización?
La reconstrucción de los aspectos discursivos y esquemas argumentativos de las distintas fases del yihadismo de al Qaeda sustenta la tesis de que no es el fundamentalismo islámico lo que se consolida en la historia de la red yihadista internacional, sino la occidentalización del discurso de la yihad, es decir, un predominio de cierto discurso instrumental, estratégico y subjetivo. En efecto, a través de la historia de la construcción ideológica de al Qaeda se aprecia un desplazamiento decisivo en los géneros de discurso, los posicionamientos del sujeto de la enunciación, los temas y los enlaces argumentativos. Los discursos del yihadismo de al Qaeda, tal como aparecen formulados en tres de los principales referentes de la causa yihadista, transitan desde la tradición legal-religiosa que enmarcaba al género de la fetua, pasando por la declaración mediática político-religiosa, hasta el manifiesto ideológico e instructivo político-militar. Los modos de posicionamiento del sujeto de la enunciación pasan de la autorización ortodoxa del enunciador mediante la citación del discurso canónico, a la interpelación dialógica de los individuos como sujetos de cierta comunidad ideológica, para finalmente privilegiar la reflexión personal y la exégesis subjetiva. Los universos temáticos se desplazan desde la primacía de significantes tradicionales religiosos, normativos e identitarios, que sustentan el discurso de la yihad, hasta el predominio de cierto léxico estratégico con un evidente contenido bélico, instrumental, operacional, aunque también geopolítico y político. La estrategia argumentativa de precursores como Azzam se centraba en la primacía de las oposiciones nocionales normativas y religiosas, con argumentos basados en la autoridad, la regla de justicia y la casuística de los ejemplos. Posteriormente, en Bin Laden cobró protagonismo una construcción retórica que privilegiaba argumento del sacrificio y la reciprocidad, así como una investidura metafórica de la causa de la yihad. Finalmente, en la retórica de Setmarian predominaban los argumentos basados en rendimientos pragmáticos y las oposiciones nocionales eminentemente geopolíticas, así como las analogías estructurales y funcionales. En suma, los distintos aspectos de la construcción discursiva del yihadismo de al Qaeda exhiben una progresiva occidentalización, que responde a una deriva instrumental, operacional y subjetiva del discurso yihadista.
Esta investigación sobre el enmarcado retórico de la ideología yihadista carga con las sospechas que suele suscitar cierta investigación cualitativa y, especialmente, el análisis de discurso: ¿hasta qué punto son representativos de los discursos del movimiento yihadista los documentos y autores escogidos? ¿En qué medida el discurso explícito de unos cuantos ideólogos letrados articula las motivaciones tácitas del yihadismo como movimiento social? Hay otros referentes de al Qaeda que quedan fuera de nuestro análisis (como Ayman al Zawahiri o Abu Musab al Zarqaui), básicamente por la escasez de fuentes o su menor impacto en el yihadismo global. Tampoco hemos considerado modos de circulación de las ideas yihadistas como las publicaciones periódicas o los foros de Internet, que pueden haber tenido un mayor influjo en la audiencia islámica y en potenciales conversos, a la hora de conformar una umma virtual. En ese sentido, se abren nuevas direcciones para la investigación sobre los marcos retóricos del yihadismo, preferentemente desde una perspectiva socio-históricamente contextualizada, como la que hemos desplegado en este trabajo.
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