En un contexto de envejecimiento poblacional, un fenómeno de particular interés para los gerontólogos es la participación de las personas mayores en actividades que benefician a sus comunidades. Esta participación implica aportar tiempo y esfuerzo a una causa, al mismo tiempo que se recibe cierta recompensa, monetaria o no monetaria, derivada de su participación. Hemos decido nombrar a estas actividades como prácticas de apoyo colectivo, ya que son acciones socialmente construidas y contextualmente significadas, que fomentan el desarrollo de relaciones personales al mismo tiempo que poseen un sentido transformador de la realidad, tanto personal como colectiva (Murcia, Jaimes y Gómez, 2016).
El grueso de las investigaciones llevadas a cabo sobre dicho fenómeno proviene de países occidentales, y se basan en modelos surgidos desde las ciencias políticas y sociales orientados a promover la participación ciudadana (Van Deth, 2001). Desde este punto de vista se han diferenciado dos tipos de participación, la cívica y la política. Ambas comparten, como característica principal, el estar comprometido con la ayuda a los demás (Wilson, 2012; Van Deth, 2016). Por un lado, la participación cívica se enfoca en el voluntariado y el desarrollo de acciones centradas en la mejora de las condiciones de vida de personas concretas. Su eje de acción principal se centra en la implicación directa con personas o colectivos en clara desventaja social, sea ya de manera individual o partir de la afiliación a organizaciones sociales. En contraste, la participación política se refiere a la implicación activa en iniciativas vinculadas a la toma de decisiones sobre cómo se regula la vida colectiva, orientándose de manera particular en la búsqueda por el respeto de los derechos de un determinado colectivo, o de la comunidad como un todo. Por ello, las actividades a realizar desde este rubro se orientan más en el ejercicio de los derechos como ciudadano (Barret y Bruton-Smith, 2014; Berger, 2009).
La participación de las personas mayores en prácticas de apoyo colectivo no tiene como único resultado el beneficio de los otros, o de la comunidad, sino que también implica múltiples ganancias para la población mayor que participa en ellas. Entre los principales beneficios se ha observado la reducción de la mortalidad y los síntomas depresivos (Morrow-Howell, 2010), así como el aumento de la satisfacción por la vida y la salud en general (Dulin, Gavalab, Stephens, Kostick y McDonald, 2012). De igual manera, se ha descubierto una mejora en las relaciones sociales, así como la aparición de un sentimiento de utilidad social en las personas mayores que participan recurrentemente (Wilson, 2012).
Aun con todos los avances teóricos y la evidencia empírica obtenida, este modelo de trabajo no se encuentra libre de críticas. Por ejemplo, Barbara Hirshorn y Richard Settersten (2013) consideran que entre los investigadores del fenómeno se ha generado una serie de estereotipos sobre la participación, los cuales ignoran la variabilidad existente entre las personas mayores implicadas. Esto sucede debido a que la mayoría de estudios asumen que: 1) todos los ciudadanos de una sociedad dada son básicamente buenos y poseen las condiciones, además de la intención de mejorar su sociedad a partir de la participación social o política; y 2) la vejez es un momento óptimo para ejercer la participación social o política debido a que se dispone del tiempo suficiente para ello, así también, se considera que las personas mayores siempre buscan el servir a su sociedad.
Es importante además no generalizar las condiciones y motivos para la participación en la vejez, que puede estar influida por factores personales y contextuales. En este sentido, para comprender la participación de los mayores hemos de adoptar una perspectiva de curso de vida, en la que se contemplen elementos biográficos que fomentan u obstaculizan la implicación en prácticas de apoyo colectivo, generando trayectorias típicas de participación (Blanco, 2011). Factores como el género, por ejemplo, pueden configurar esas trayectorias determinando cómo es que ciertas transiciones biográficas afectan de manera diferente las trayectorias de participación en hombres y mujeres (Serrat y Villar, 2019).
Por otra parte, el momento histórico y la cultura de cada región en particular, también poseen la capacidad promover o, por el contrario, desanimar, la participación cívica y política de los mayores (Dulin et al., 2012; Hirshorn y Settersten, 2013). Debido a ello, si aplicamos el esquema occidental de participación política en la vejez a otros contextos culturales, es poco probable que tengamos un acceso adecuado al fenómeno, existiendo el riesgo de invisibilizar las múltiples formas en que las personas mayores de otras sociedades cuidan de sus comunidades. Por ello, cuando se pretende explorar la participación de los mayores en estos entornos no occidentales, es importante hacer un acercamiento de carácter fenomenológico que nos permita identificar las relaciones que se establecen entre las biografías individuales, el momento histórico y la cultura de cada región.
Así, el presente estudio se centra en la comunidad rural de Axotlán, ubicada en el norte de la Zona Metropolitana del Valle de México, donde a lo largo de múltiples generaciones se ha fomentado la participación de sus varones en un complejo sistema de prácticas de apoyo colectivo. Nuestra atención se focaliza en los varones envejecidos de la comunidad, los cuales han desarrollado una trayectoria de participación que continua hasta el día de hoy. En concreto, el objetivo de esta investigación se centra en analizar las prácticas sociales de apoyo colectivo que los hombres mayores llevan a cabo en la comunidad de Axotlán, identificando los significados existentes en torno a dichas prácticas.
Es importante aclarar que la experiencia de envejecer en las zonas rurales de México es ampliamente variada, ello debido al amplio abanico de condiciones geográficas y culturales existentes. Por esta razón no pretendemos mostrar una tipología universal aplicable a todas las personas mayores, sino que, a partir de la evidencia empírica, buscamos delinear condiciones de vida de carácter recurrente en este sector de la población. Aunque la investigación es escasa en este aspecto, los trabajos disponibles nos permiten distinguir ciertos elementos a tener en cuenta para enmarcar las prácticas de apoyo colectivo protagonizadas por los mayores que viven en ese contexto: 1) aspectos sociodemográficos; 2) desigualdades sociales y posibilidades de vida; 3) distinciones de género; y 4) transformaciones históricas de las comunidades rurales y su impacto en la vida de las personas mayores.
Respecto de los aspectos sociodemográficos Nelly Salgado, Tonatiuh González-Vázquez, Berenice Jáuregui-Ortiz y Pastor Bonilla-Fernández (2005, pp.292) sostienen que en México el 25.4 % de la población vive dentro de comunidades rurales, las cuales poseen bajos niveles de densidad poblacional. Dichas comunidades centran mayoritariamente su economía en la realización de labores de corte artesanal, como la carpintería o la albañilería, así como en la agricultura de auto-sustento. Aunado a lo anterior, la población en las zonas rurales se encuentra más envejecida que en las ciudades, siendo que la proporción de hombres mayores es superior al de las mujeres mayores (INMUJERES, 2015, pp.7). Es importante mencionar que, dentro de estos contextos, la participación que las personas mayores realizan en ámbitos productivos, como en el cuidado del hogar, es superior a la que se observa en las ciudades. Es decir, las personas mayores que habitan poblaciones rurales se mantienen mayormente activas que aquellas que habitan en las ciudades (Ham, 2011, pp.148).
Por otro lado, desde el aspecto de las desigualdades sociales y las posibilidades de vida diversos autores (Castrejón, 2014; Ortega, 2003; Quintanar y Taracena, 2008) señalan que existe una clara desigualdad social en la gran mayoría de las personas mayores que viven en comunidades rurales. Este fenómeno se ha creado a partir de la acumulación de desventajas y la falta de oportunidades de crecimiento, tales como vivir toda su vida en pobreza, poseer bajos niveles educativos, trabajar con bajos salarios, no poder acceder a servicios sociales de calidad, tener una pensión deficiente o, en su caso, no contar con ella. De esta manera, las deficiencias físicas, las enfermedades crónicas, la soledad y el abandono familiar, así como la precariedad alimentaria y habitacional, son elementos frecuentes en la experiencia diaria de un amplio sector de esta población. Frente a esta situación, una estrategia frecuentemente adoptada a nivel familiar y comunitario es la creación de redes de apoyo que buscan, en medida de lo posible, acompañar a las personas mayores para hacer frente a tanto a los problemas de soledad y abandono como a las necesidades de cuidados, alimentos y recursos a los cuales no pueden acceder por si mismos debido a la falta de servicios (Treviño-Siller y Pelcastre-Villafuerte, 2006; Montes de Oca y Macedo, 2012).
Otro aspecto estructural que condiciona la vida de las personas mayores en contextos rurales es la división tradicional de los roles de género. Las poblaciones más envejecidas de estos contextos fueron socializadas bajo un modelo tradicional de carácter binario sustentado en el matrimonio, bajo el cual las mujeres deben cumplir con el cuidado y atención del hogar y la familia; mientras que los hombres tienen como obligación el convertirse en trabajadores, proveedores y protectores del hogar. Así, las mujeres fueron socializadas desde pequeñas para el aprendizaje de habilidades que les permitan cumplir con sus obligaciones como amas de casa, atendiendo y cuidando lo mejor posible a sus esposos e hijos. Los hombres, por su parte, fueron socializados para convertirse en trabajadores manuales, competentes y responsables, donde el pago obtenido por su trabajo era la principal estrategia para proveer de todo lo necesario a sus familias. A pesar del paso de los años los modelos de género siguen fuertemente arraigados en estas generaciones de personas mayores, con lo que los hombres y las mujeres mayores siguen buscando vías para cumplir con los roles que aprendieron a edades muy tempranas (Núñez, 2013; Treviño, Pelcastre y Márquez, 2006).
Finalmente, es importante remarcar que los contextos rurales mexicanos han experimentado una importante transformación en los últimos años, especialmente aquellas regiones rurales que están histórica y geográficamente vinculadas con grandes centros poblaciones e industriales. Es decir, aquellas que estuvieron expuestas a los procesos de crecimiento poblacional e industrial que marcaron el rumbo del país durante la segunda mitad del siglo XX.
Algunos de los cambios más relevantes han sido el declive de la agricultura como vía para el sustento familiar, la paulatina industrialización de las actividades agropecuarias, la llegada de grandes carreteras y servicios de telecomunicación, así como la integración de pueblos enteros dentro del territorio de las grandes ciudades (Núñez, 2013). Con la transformación de la vida rural, las personas mayores han perdido valía dentro de sus comunidades, ya que su conocimiento tradicional sobre la agricultura y la ganadería se volvió obsoleto en un mundo dominado por la industrialización (Cantú, 2003; Navarrete, 2003). A pesar de los cambios, sería erróneo afirmar que todas las comunidades rurales han cedido totalmente ante las exigencias de los centros urbanos y las industrias. Dentro de estas comunidades también se han generado mecanismos de resistencia que han permitido mantener ciertas tradiciones donde las personas mayores desempeñan un papel central (Vázquez, 2013).
Según datos oficiales, la Zona Metropolitana de Valle de México está integrada por la totalidad de la Ciudad de México, así como por 59 municipios del Estado de México y un municipio del estado de Hidalgo. Cuenta con una extensión aproximada de 7.954 km2 y una población cercana a los veinte millones de habitantes (INEGI, 2011). Pese a que es una de las zonas más densamente pobladas e industrializadas de América Latina, aún es posible encontrar realidades rurales en la periferia de dicha concentración poblacional, aunque es importante resaltar que esas comunidades rurales continúan menguando e incorporándose a la mancha urbana.
Tal configuración particular responde a un irregular proceso de expansión industrial y habitacional que inició hace más de ocho décadas, derivado de la necesidad de descentralizar la actividad industrial de la Ciudad de México. Para ello, la solución fue desarrollar corredores industriales en los municipios del Estado de México que colindaban con el norte de la ciudad, una región que se encontraba poco poblada y tenía como principal actividad económica la agricultura. La implementación de dicha política trajo consigo el rápido crecimiento industrial y poblacional de la zona, modificando la vida de sus pobladores nativos. La expansión ocasionó el fin de la agricultura como principal medio de trabajo, siendo esta sustituida por el trabajo en fábricas o talleres. Junto a ello, la venta de terrenos de siembra facilitó la creación de industrias y complejos habitacionales, lo que transformó la geografía de los pueblos nativos de la zona, reduciendo el número de áreas naturales y agrícolas (Rendón y Godínez, 2016; Torres-Mazuera, 2012).
Frente a esta situación, Emilio Duhau y Ángela Giglia (2008) consideran que los pueblos que se han integrado a la zona metropolitana experimentan un proceso de defensa para mantener y alimentar su diferencia cultural con el resto de la metrópoli. Es decir, las comunidades poseen mecanismos de acción enfocados a preservar su identidad como pueblos, de entre los cuales podemos mencionar su vinculación con el territorio, su compleja ritualidad expresada a partir de fiestas populares, así como la presencia de un conjunto particular de usos y costumbres. Dichos mecanismos se relacionan con los sistemas de parentesco y los roles tradicionales de género, estableciendo obligaciones particulares para hombres y mujeres; así como una clara relación entre los habitantes nativos del lugar y aquellos que se han integrado a la dinámica comunitaria, por una parte, y los habitantes que son ajenos al territorio y a la cultura, por otra.
Dentro de esos usos y costumbres, muchas comunidades han conservado un sistema de autogestión comunitaria donde se establecen los derechos y las obligaciones individuales y familiares de sus integrantes. Dicho sistema tiene sus orígenes en el México prehispánico, siendo “la asamblea del pueblo” el organismo máximo con el cual se tratan los temas de relevancia para la comunidad y se eligen a sus líderes. Aunado a ello, dicho sistema de autogestión es resguardado por los habitantes más longevos de la comunidad, asegurándose también de participar en la socialización de los habitantes más jóvenes dentro de sus usos y costumbres. Por otro lado, es “la faena” o “el tequio” el mecanismo de trabajo colectivo con el que los habitantes del pueblo cumplen con sus obligaciones comunitarias. La “faena” es una jornada de trabajo que los integrantes de una comunidad dedican a mantener o ampliar la infraestructura y el patrimonio cultural de su pueblo (Zolla y Zolla, 2004).
El proceso de urbanización de las zonas rurales continua hasta hoy día, con lo cual es posible observar zonas donde conviven de manera directa corredores industriales, grandes complejos habitacionales y comunidades rurales. Consideramos preciso señalar que esta serie de transformaciones son de vital importancia, ya que se tratan del contexto socio-histórico en el que las personas mayores han participado en prácticas de apoyo colectivo durante gran parte de su vida. Así también, es posible observar comunidades que, a pesar de haber perdido gran parte de su extensión territorial y sus prácticas tradicionales, continúan buscando preservar su identidad colectiva. Este es el caso de Axotlán, comunidad ubicada en la zona noroeste del Valle de México, dentro del Municipio de Cuautitlán Izcalli.
Se seleccionaron ocho participantes, todos mayores de 60 años (nacidos entre 1935 y 1956), al momento de la entrevista residían en Axotlán y contaban con una trayectoria de trabajo comunitario. Los entrevistados fueron previamente informados de los motivos que perseguía la investigación, dando su consentimiento por escrito para la recopilación y análisis de sus narrativas, quedando aclarado que sus nombres y demás datos personales serían modificados para preservar su anonimato (Ver Tabla 1).
Don Javier | Don Carlos | Don Genaro | Don Vicente |
---|---|---|---|
Nacimiento: 1935 Edad: 82 años Viudo Nacido en Axotlán |
Nacimiento: 1937 Edad: 80 años Viudo Migró hacia Axotlán en 1943 (06 años de edad) |
Nacimiento: 1942 Edad: 75 años Casado Migro hacia Axotlán en 1954 (12 años de edad) |
Nacimiento: 1944 Edad: 73 años Casado Migró hacia Axotlán en 1970 (26 años de edad) |
Don Guillermo | Don Fernando | Don Juan | Don Antonio |
Nacimiento: 1948 Edad: 69 años Casado Nacido en Axotlán |
Nacimiento: 1952 Edad: 65 años Casado Nacido en Axotlán |
Nacimiento: 1952 Edad: 65 años Casado Nacido en Axotlán |
Nacimiento: 1956 Edad: 61 años Divorciado Nacido en Axotlán |
Tabla 1
Descripción de los participantes
Se realizó un periodo de observación participante dentro de la comunidad entre los meses de enero a diciembre de 2017. La inserción en la comunidad de Axotlán se realizó a partir de la participación en actividades socialmente consideradas como exclusivas de los varones o bien, donde los hombres tienen un papel preponderante. Adicionalmente, se incorporaron conversaciones con informantes claves, así como anotaciones sobre la convivencia cotidiana con grupos o familias que integran la comunidad. Se utilizó un diario de campo como principal instrumento de registro, con lo cual pudo elaborarse una descripción densa a fin de contextualizar los datos obtenidos a lo largo de la investigación.
Por otro lado, se realizaron entrevistas semi-dirigidas, las cuales fueron planeadas desde una visión que tomaba en cuenta las perspectivas de género y del curso de vida. La entrevista se diseñó para rastrear la trayectoria de participación que los entrevistados han construido a lo largo de su vida, así como las relaciones que dicha trayectoria establece con otras trayectorias. Todas las sesiones de entrevista fueron grabadas en formato digital de audio para después ser transcritas a través de un procesador de textos.
Tanto los registros de la observación participante como las transcripciones de las entrevistas fueron incorporados a una base de datos y analizados a través del programa Atlas.ti. Dado que la presente investigación parte del enfoque cualitativo y se centra en estudiar los significados sociales, se eligió al análisis de contenido de corte cualitativo como estrategia para el análisis de las narrativas centradas en las prácticas de apoyo comunitario.
Consideramos junto a otros autores (Andréu, 2000; Fernández, 2002) al análisis de contenido como un conjunto de técnicas orientadas a la interpretación de textos a partir de una lectura que sigue las reglas del método científico, es decir, de carácter sistemático, objetivo, replicable y valido. Con ello, dicha ruta de análisis permite generar una interpretación donde podamos apreciar aspectos presentes dentro de un texto, pero que son difícilmente intuibles. Siendo así que esta serie de técnicas combina la observación y la producción de datos, además de su análisis e interpretación. Por otro lado, la implementación de este conjunto de técnicas requiere que centremos nuestra atención en la situación objetiva desde donde las personas desarrollan sus narrativas. Es decir, implica incorporar dimensiones que permitan contextualizar las narrativas, dando cuenta de las circunstancias psicológicas, sociales, culturales e históricas que permean las vidas de los participantes (Izcara, 2014).
El análisis triangulado entre entrevistas y observación participante permitió la creación de categorías de análisis en función de la trayectoria de participación que los varones han tenido a lo largo de su vida. Con ello, se realizó una reconstrucción histórica de la región para contextualizar las experiencias y significados que los participantes dan a las prácticas de apoyo colectivo dependiendo del momento del curso de vida en que se encuentren.
Los resultados se presentan a partir de cuatro grandes temas: los inicios de su participación en las prácticas de apoyo colectivo, los mandatos de género que los hacen cumplir con sus obligaciones comunitarias, la postura de los varones de trascender la obligación y comprometerse con su comunidad, y finalmente el surgimiento de malestares emocionales productos de su participación.
Es importante señalar que los puntos anteriores se desarrollan dentro de un momento histórico que condiciona la forma en como los participantes se vieron incluidos en el sistema de faenas. Por ello es que se presenta una breve reconstrucción histórica de la comunidad creada a partir de la observación participante, así como de la descripción densa previamente realizada. La reconstrucción se origina desde las narrativas proporcionadas por los informantes clave, además del uso de registros históricos del Gobierno de Cuautitlán Izcalli (2017; 2018) que documentan la creación de obras de infraestructura realizadas en la región, las cuales impactaron de manera directa en la historia del pueblo. La reconstrucción parte de la década de 1930 hasta nuestros días, dividiéndose en cuatro periodos, así mismo, hemos organizado su estructura en cinco rubros; con lo cual buscamos dar cuenta de la relación entre la vida regional, la vida comunitaria y el sistema de faenas (Ver Tabla 2).
Un aspecto relevante a considerar dentro de todo esto es la modificación de los mandatos de género en relación con el sistema de faenas. Es decir, dado que en últimos años los varones jóvenes han dejado de vincularse con el sistema de faenas, esto ha abierto la posibilidad a que, de manera paulatina, las mujeres se inserten en una actividad que históricamente ha sido considerada como eminentemente masculina. Sin embargo, algunas actividades dentro del sistema de faenas, como aquellas donde se tiene que construir o hacer un esfuerzo físico considerable siguen estando asignadas únicamente a los hombres.
Dimensiones/Momentos Históricos | Vida Tradicional: 1930-1959 | Inicios de la transición: 1960-1979 | Transición a la vida moderna: 1980-1999 | Vida moderna: 2000-actualidad |
---|---|---|---|---|
Cambios regionales |
Existencia de carreteras, caminos de terracería y veredas. | Creación de autopista, avenidas y corredores industriales. | Aumento de corredores industriales, creación de conjuntos habitacionales. | Sobrepoblación e inseguridad, caos ante la falta de ordenamiento urbano. |
Mercado laboral |
Hombres dentro de la agricultura y la ganadería. Pocas fábricas dentro de la región. | Hombres en agricultura, ganadería y servicios. Aumento del número de fábricas. | Hombres mayores en agricultura y ganadería, hombres jóvenes en fábricas y servicios. | Hombres y mujeres dentro de fábricas y servicios, empleos precarios. |
Infraestructura Comunitaria | Existencia de veredas, terrenos de cultivo, casas de adobe, pobreza extrema. | Existencia de caminos de terracería, terrenos de cultivo, casas de adobe y ladrillo, introducción de servicios públicos. | Existencia de terrenos de cultivo, creación de carreteras, casas de ladrillo, servicios públicos y barrios de migrantes. | Venta de terrenos de siembra, construcción de naves industriales, crecimiento poblacional |
Organización de las faenas |
Apoyo mutuo en las labores agrícolas y rituales mortuorios. | Apoyo agrícola, rituales mortuorios, introducción de servicios públicos y caminos de terracería. | Rituales mortuorios, mejoramiento de los servicios públicos e infraestructura. | Rituales mortuales, mejoramiento servicios públicos e infraestructura, defensa de la comunidad. |
Tabla 2
Transformación histórica de la comunidad
Una vez explicado el proceso de transición comunitaria resulta valido preguntarnos ¿Dónde estaban nuestros participantes durante todos estos cambios históricos? ¿Cómo es que se vincularon con la transformación de su comunidad? El análisis de las narrativas nos ha permitido dar cuenta que todos nuestros participantes se vieron sometidos a un proceso de socialización de carácter intergeneracional, a partir del cual tuvieron acceso a los conocimientos y espacios propios de la faena, al mismo tiempo que volvieron suya la obligación de apoyar a su comunidad. Dicho proceso comenzó a edades muy tempranas, donde varones cercanos, tales como padres, abuelos, tíos, o padrinos, fungieron como agentes socializadores, los cuales, en un primero momento los aproximaron a los espacios de trabajo. Posteriormente, cuando nuestros participantes tuvieron la fuerza suficiente para soportar una jornada de trabajo, fueron desarrollando habilidades básicas para el trabajo manual, así como conocimientos prácticos bajo la atenta mirada y corrección de los hombres. Ejemplo de lo anterior podemos verlo a partir de las narrativas compartidas por Don Javier y Don Juan.
Don Javier es originario de Axotlán, y a sus 82 años es nuestro participante más longevo, contando con una mayor experiencia en el contexto de la faena. Su socialización dentro de esta práctica fue supervisada por su padre, junto a otros jóvenes de la comunidad que también vivieron el mismo proceso de aprendizaje. Un aspecto destacable en Don Javier es que el inicio de su participación se realizó en un momento en que los servicios públicos llegaban lentamente a su comunidad:
Yo empecé a hacer faenas cuando apenas aguantaba una pala, cuando hicieron esta escuela ya anduvimos colando puros niños… los grandes nos hacían la revoltura del cemento para las losas y nosotros con botes chiquitos, pa arriba todos…todavía anduve haciendo faenas, todavía chavo, tenía yo como unos catorce, quince años, todavía andaba yo…nosotros llegábamos, veíamos a nuestros jefes que iban ¡Pues yo me voy con mi jefe! y a ayudarles. (Don Javier, 82 años, entrevista personal, julio de 2017)
Por otro lado, tenemos el aporte de Don Juan, quien al ser más joven inició su participación años más tarde. En su caso también podemos observar el impacto que tiene la actitud paterna para que los varones jóvenes se involucren en las prácticas de apoyo colectivo. Sin embargo, podemos observar que la realización de las faenas junto a otras personas de su generación y de generaciones anteriores también posibilitó el surgimiento de un anhelo por crearse una trayectoria de participación que fuera respetable:
Yo empecé desde los quince años, pero no tanto porque fuera una obligación mía, sino que, con mi papá, a él ya le tocaba hacer faenas, entonces para hacer menos pesado eso pues le ayudábamos. Mis hermanos más grandes, nos íbamos con mi papá y ya más rápido acabábamos la faena, nos daba gusto de ver a tanta gente que llegaba con sus hijos también, y que también le entraban. Y ahí fue donde me empezó a salir eso de que, pues ser alguien en el pueblo, hacer algo por el pueblo, pues se sentía muy bonito. (Don Juan, 65 años, entrevista personal, mayo de 2017)
Sin embargo, es importante señalar, que, si bien existe un patrón de socialización en todos los varones entrevistados, también existen singularidades a partir de cada curso de vida, las cuales dotan de mayor complejidad a los procesos de enseñanza. Ejemplo de lo anterior es el caso de Don Vicente, quien migró al pueblo de Axotlán en 1970, a la edad de veintiséis años justo después de casarse, dado que gran parte la familia de su esposa es originaria de la comunidad:
Ya cuando nos casamos, mi suegro más que nada me decía, vamos a hacer una faena ¿vas? Vamos…llegaba yo con mi suegro y él, pues la gente luego luego preguntaba ¿Quién es este? ¿Quién es él? ¿A qué viene? Y pues ya mi suegro, no pues es que es el esposo de mi hija... yo venía de ciudad, yo no venía de campo y como tal, pues no sabía ni agarrar la pala, ni agarrar el pico ni agarrar nada…si los agarrabas tú, pero no era para trabajar como aquí se trabaja la faena y ni llevar, por ejemplo, las zanjas derechas, ni nada por el estilo, sino que, tuvo uno que aprender. Pero te digo, al principio, pues totalmente perdido, pero me tenía que meter ahí al lodo o a la zanja (Don Vicente, 73 años, entrevista personal, mayo de 2017)
El caso de Don Vicente sirve para dar cuenta de dos cosas. En primer lugar, si bien el acceso y aprendizaje de las obligaciones comunitarias se da a partir de la familia, el principal agente socializador no tiene que ser necesariamente el padre. Si no que, el proceso de aprendizaje puede llevarse a cabo a partir de un varón que cuente con gran autoridad moral en la existencia de los varones que están siendo socializados. Por otro lado, aunque los procesos de aprendizaje suceden en momentos relativamente tempranos en la vida de los participantes, el inicio de la participación no depende únicamente de la edad de los varones. Si no que también se ve influido por la vinculación que tengan con la comunidad, así como por la postura de compromiso o de indiferencia que los varones socializadores tengan respecto de los deberes comunitarios, ya sea demostrando a los varones jóvenes las ventajas que se obtienen por insertarse en el sistema de faenas, o bien, mostrando las formas en cómo evadir el pago de sus aportaciones económicas.
Los varones nacidos durante este periodo solo consiguieron su independencia familiar frente a la comunidad hasta que conformaron un hogar propio, demostrado así que tenían la capacidad de proveeduría y la responsabilidad suficientes para cumplir con sus obligaciones comunitarias. Con ello pudieron incorporarse plenamente al sistema de usos y costumbres, ya que se habían convertido en los representantes de su familia frente al pueblo. La representación familiar se realizó a partir de la figura conocida como “cabeza de familia”, cuya principal obligación consistía en asistir a las asambleas de la comunidad, así como realizar retribuciones económicas y jornadas de trabajo para mantener la infraestructura del pueblo o realizar nuevos proyectos comunitarios. Vale la pena señalar que los varones que se incorporaban al sistema podían ser sancionados económicamente en caso de incumplir con sus obligaciones. Sin embargo, estos varones también se hicieron acreedores al derecho de opinar durante las asambleas y la posibilidad ser elegidos en algún momento para dirigir los proyectos futuros.
Aunado a ello, el varón en tanto “cabeza de familia” tenía la obligación de hacer cumplir los deberes comunitarios de toda su familia. Respecto de sus hijos, su obligación consistía en incorporarlos al sistema de faenas, para después dotarles de conocimientos básicos para el trabajo. Respecto de toda su familia, sus deberes consistían en hacer respetar las normas de la fe católica, así como ofrecer acompañamiento a todos aquellos habitantes del pueblo en dificultades. Ejemplo de lo anterior puede verse durante el fallecimiento de algún habitante del pueblo, ya que las familias suelen acudir a los rituales funerarios, no sin antes mostrar solidaridad a la familia en luto a través del donativo de insumos para preparar alimentos o bebidas, los cuales serán usados para alimentar a todos los asistentes.
Vale la pena señalar que nuestros entrevistados participaron de manera directa en la urbanización de su pueblo, a través de la realización de faenas para introducir los servicios públicos a su comunidad. En todo este proceso, los eventos que más impactaron en la vida comunitaria fueron la construcción de la red de agua potable, la instalación del drenaje y la construcción de centros educativos. Dicha estrategia se realizó de manera paulatina a partir de la década de 1970 y duró hasta inicios de la década del 2000. Es decir, el proceso de urbanización sucedió al mismo tiempo que los participantes se formalizaban en sus empleos, conformaban una familia y veían crecer a sus hijos. De esta manera, los varones trabajaban de lunes a viernes para sostener la proveeduría de su hogar y dedicaban parte de sus fines de semana en la realización de faenas.
La trayectoria de Don Carlos nos permite profundizar en los matices de este punto. Ya que, si bien él migró hacia Axotlán en el año de 1943 y al no contar con un varón que lo socializara en su niñez de manera directa en el mundo de la faena, ello no le impidió insertarse en el sistema de faenas después de casarse y conseguir un hogar propio. De alguna manera Don Carlos visibilizó las obligaciones de los hombres casados y decidió cumplir con todas sus responsabilidades creando una trayectoria altamente participativa:
Cooperar para la escuela, para hacer la escuela porque tumbaron la otra, ya cuando tumbaron la otra yo ya estaba aquí… Luego teníamos que hacer faenas, cuando se hizo la barda de toda la escuela, yo fui uno de los que, encargado de todo eso… Mira, aquí hubo faenas cuando metimos la red del agua, dos veces. Entonces, escarbar y hondo, hondo para meter la red, agarrábamos dos metros, onde era pura tierra era fácil, pero onde nos tocó tepetate, allí en el fondo, allá arriba… “nombre” que, los picos, rebotaban hasta lumbre, porque había abajo tepetate con piedra apelmazada. Y traía uno las manos ampuladas de tanto y duramos, y muchos. (Don Carlos, 80 años, entrevista personal, julio de 2017)
De igual manera, Don Fernando nos comparte su experiencia creándose una trayectoria de participación, siguiendo el ejemplo de su padre, la cual se consolidó después de casarse, desarrollándola de manera conjunta a la de otros hombres de su generación y de otras generaciones. Si bien esta creación colectiva de trayectorias de participación podía llegar a ser altamente competitiva, el esfuerzo coordinado les permitió introducir servicios públicos en Axotlán, modificando así toda la vida comunitaria. Para ello, era necesario realizar un esfuerzo físico considerable dentro de las faenas, así como un esfuerzo intelectual y emocional durante las asambleas para gestionar proyectos:
Por ahí por los setentas, fue cuando empezó lo del agua…y pues no había infraestructura, era cuestión de faenas, no hubo máquinas, no hubo nada, era cuestión de la misma gente, salir y abrir el caño onde iba a ir la tubería del agua. Axotlán hizo su infraestructura hidráulica con faenas, no máquinas, porque no había y no había lana, entonces, a pura faena…Bueno, trajimos el agua potable, trajimos el drenaje, abrimos las carreteras que existen, aunque ya algunos las re-encarpetaron, trajimos el alumbrado público, rehabilitamos la escuela primaria. (Don Fernando, 65 años, entrevista personal, agosto de 2017)
Es importante señalar que en los entrevistados se observa cierto orgullo por haber participado de manera directa en la construcción de las obras de infraestructura más importantes de su pueblo, ya que a partir de su esfuerzo toda su comunidad salió del rezago provocado por la pobreza extrema y el abandono gubernamental. Toda esta labor les impuso una serie de nuevos retos, como gestionar con el gobierno estatal y federal la obtención de recursos para realizar las obras, la organización de acuerdos con grupos dentro de la comunidad, la planeación y ejecución de las obras, así como la confrontación de manera directa con líderes comunitarios que se oponían al mejoramiento del pueblo. Si bien, los varones involucrados cumplían con sus obligaciones comunitarias, tenían conciencia que estas acciones mejoraban las condiciones de vida de su familia y comunidad, la cuales, se realizaban con los menos recursos posibles, y utilizando en gran medida solo su fuerza de trabajo:
Una de las cosas que más satisfacción dan, fue el tener ya un baño bien establecido. Porque nosotros nos bañábamos en el patio, yo me bañaba aquí en la puerta, ahí poníamos unas cajas con unos hules y ya llevábamos el agua caliente y nos bañábamos a jicarazos… ya el tener un baño en forma, ya me dio pues cierta calidad de vida, el caminar aquí las avenidas con el pavimento, ya es otra seguridad, el tener el alumbrado público, que, pues es a base también de la unidad del pueblo, es otra de las garantías. Y, sobre todo, te digo, la seguridad en tu familia y en ti y en toda la gente que tú ves que camina o que ya tiene los servicios, dices tú, pues es fantástico, porque ya, las carencias ya se han ido superando poco a poco. (Don Vicente, 73 años, entrevista personal, mayo de 2017)
Tras el paso de los años nuestros participantes han envejecido, modificando así la forma de vincularse y significar el trabajo comunitario, ya que, si bien el ritmo de trabajo ha disminuido debido a la reducción de las fuerzas, sus acciones para el mejoramiento de la comunidad se han mantenido constantes.
De esta manera, a través del análisis de las narrativas, podemos identificar otra tipología de involucramiento en los participantes respecto de sus obligaciones comunitarias. Hemos nombrado a esta tipología como “tener el compromiso”, puesto que observamos una trascendencia que convierte la obligación en el privilegio de apoyar a su comunidad. Es decir, la obligación es entendida en los participantes como el esfuerzo mínimo necesario de los varones hacía su comunidad. Por otra parte, cuando un hombre se ha comprometido con su comunidad cumple con sus cooperaciones, así también asiste a asambleas y faenas por amor a su pueblo, no por obligación. Dicho compromiso es válido hasta el último día de su vida, o en su defecto, hasta que sus fuerzas y su voluntad se lo permitan. Aunado a ello, hemos detectado varias formas a partir de las cuales los participantes demuestran su compromiso con Axotlán, siendo una de las más destacadas el “dar más de lo que se espera”.
Respecto del “dar más de lo que se espera”, podemos definirla como una postura que los varones toman respecto de sus compromisos con su pueblo, la cual, está enfocada a sobrepasar lo socialmente esperado en los hombres. Por ejemplo, si un varón se ha comprometido con su comunidad dará, en medida de sus posibilidades, más dinero o materiales de trabajo para cumplir con el proyecto a realizar, o bien, trabajará más allá de los tiempos impuestos en la faena. Este posicionamiento se realiza de manera silenciosa, sin el afán de demostrar o presumir ante la comunidad que se está dando más de lo esperado, ya que aquel hombre que presume de sus aportaciones es considerado como mentiroso o falso, debido a que un varón verdaderamente comprometido realiza sus tareas con humildad.
Aunque el compromiso con la comunidad puede llegar a ser en extremo demandante para los varones, los participantes reconocen beneficios personales a la par del desgaste físico y emocional que el compromiso requiere. Entre estos beneficios se suelen mencionar los sentimientos de utilidad, protección y pertenencia. A pesar de sus problemas personales y la disminución de sus fuerzas corporales, las faenas siguen siendo un espacio donde los varones se sienten socialmente útiles, ya que su presencia es esperada, así como su fuerza de trabajo y conocimiento práctico son sumamente valorados. De esta manera, las faenas son tanto una práctica de apoyo colectivo como un espacio de encuentro para los varones de Axotlán que nacieron en un mismo periodo de tiempo y fueron socializados a partir de la solidaridad comunitaria. Con ello, su participación puede considerarse como una estrategia de acompañamiento entre varones, donde, al mismo tiempo que el grupo de trabajo vela por el bienestar de su comunidad, entre bromas y competencias, el grupo vela por la integridad de sus miembros. Por otro lado, pareciera que los hombres mayores que participan en las faenas se sienten parte de ese selecto grupo de personas que cuidan de su comunidad, devolviéndole a ella lo mucho que les dio a lo largo de su curso de vida
Por ejemplo, para Don Fernando este sentimiento de pertenencia es llevado con orgullo, dignidad y satisfacción. Ya que, haber cumplido en el pasado con sus obligaciones con el pueblo, y que actualmente se sienta comprometido con el bienestar se su comunidad hasta el último día de su vida, lo posiciona dentro de esa comunidad que se creó a sí misma a partir de los pocos recursos que se tenían, y de los cuales surgieron grandes frutos.
Somos parte de ella y la comunidad es lo que nosotros queramos, lo que nosotros somos, lo que tú participes o no participes, eso es tu comunidad…hay muchos comentarios de compañeros que dicen ¿yo por qué trabajo? ¿Yo por qué voy a trabajar por mi comunidad si mi comunidad no me da nada? ¿Yo qué tengo de la comunidad? He oído comentarios aquí, le digo ¿Cómo que no te ha dado nada tu comunidad? Tu comunidad te ha dado mucho, tú eres el que no le has dado nada a la comunidad, porque nosotros estamos obligados a dar un tiempo a nuestra comunidad… dicen ¿bueno a mi qué me da tu comunidad? A mí no me da nada. No, espérate, si te da y mucho, más de lo que tú piensas, te está dando lo más importante que es una identidad. (Don Fernando, 65 años, entrevista personal, agosto de 2017)
De igual manera, Don Guillermo también expresa su satisfacción por la trayectoria de trabajo desarrollada a lo largo de su vida, la cual en ocasiones le genera complicaciones dentro de su familia. Don Guillermo considera que existe un grupo de varones de diferentes generaciones que han eludido sus responsabilidades y que de alguna manera se han aprovechado de los logros conseguidos. Aunque este punto no es considerado como un elemento de peso para frenar su trabajo, ya que, el beneficio comunitario y la organización colectiva son incentivos para continuar participando en las faenas:
(Me dijo mi hijo) Papá, yo sé que te gusta, pero oye, jefe, tienes setenta años, tienes tu casa, tienes tu familia ¿qué? ¿No me vas a decir que todavía te quedan ganas de andar aquí? Y sabes que le contesté. Mijo, alguien lo tiene que hacer… ¿Sabes quién tiene miedo? Aquel que no ha hecho ni madres, aquel que dice estoy tomando agua y me vale madres, estoy pasando la carretera y me vale madres ¿sí o no? Pero aquel que quiere a su comunidad, lucha por ella, no se sirve de ella, los cambios los genera la misma ciudadanía, pero a través de cómo piensa, de cómo actúa y de cómo quiere tener su comunidad. Y empieza desde la casa. (Don Guillermo, 69 años, entrevista personal, agosto de 2017)
Resulta importante el indicar que, a pesar de todos los beneficios anteriormente señalados, también existen malestares dentro de los participantes respecto del compromiso que tienen con su comunidad, entre los cuales resulta significativo mencionar la falta de implicación de sus hijos varones en el sistema de faenas. Aunque el distanciamiento de sus hijos puede ser explicado a partir de múltiples factores, los entrevistados ven esta situación como una grave falta a sus obligaciones, ya que no lograron inculcar en sus hijos los valores comunitarios que sus padres inculcaron en ellos. Las interrupciones en los procesos de socialización de jóvenes varones en las faenas ponen en peligro la continuidad del sistema, y con ello el fin de una de sus principales expresiones culturales como pueblo.
Dicha situación llena de dolor, temor e incertidumbre a los participantes, ya que observan que cada vez menos hombres jóvenes se integran al sistema de faenas. Si bien los hombres mayores admiten este cambio, no se reconoce abiertamente el papel que cada uno de ellos desempeñó para que esta situación sucediera. Es decir, por un lado, existe un reconocimiento grupal de la erosión de los procesos de socialización, pero al mismo tiempo pocas veces se externalizan en público (aunque sí se admite en privado) las acciones u omisiones personales que provocaron la ruptura en los procesos de socialización de los varones más jóvenes.
Por ejemplo, don Antonio nos comparte la experiencia que vive actualmente con sus hijos, ya que considera, no comparten su visión de la vida comunitaria y no logran apreciar los beneficios que trae el realizar prácticas de apoyo colectivo con la comunidad. Si bien Don Antonio se incorporó a las faenas durante su juventud y participó activamente en la incorporación de los servicios públicos en Axotlán, afirma que el error que comparte junto a otros hombres de su generación fue el posponer la incorporación de sus hijos en el sistema de faenas, con lo cual no recibieron la formación comunitaria en el momento adecuado:
(Mis hijos) que hubieran sido más, más sociables, más allegados a su pueblo, a su comunidad ¿no? Que tuvieran más calidad humana para la misma gente, yo siento que ellos no tienen eso, no tienen ese sentimiento con la gente. Siento que son prepotentes, y están mal…Yo les dije la otra vez, intégrense a la comunidad, vamos, que se murió uno de nuestros compañeros o de nuestros ciudadanos de la comunidad, vamos ayudar y al rato nos acompañan. Intégrense, socialicen con su gente ¿cuándo los has visto con la gente? ¿Cuándo se han visto ahí que vayan cargando un muerto? Y así ¿Cuándo los ves agarrando una pinche escoba para levantar un papel? No, ellos no se educaron a como yo quería, a las costumbres que nos enseñaron nuestros padres. (Don Antonio, 61 años, entrevista personal, julio de 2017)
Don Vicente también considera que este es un error cometido inicialmente por los hombres de su generación, ya que en el pasado nunca se había visto a tal grado el distanciamiento de los varones jóvenes con sus deberes comunitarios. Esta situación dificulta que se generen condiciones para la preservación del sistema de faenas, así como para los hombres de generaciones siguientes puedan conservar y apropiarse de las tradiciones de la comunidad:
Inclusive ahí es donde nosotros estamos fallando, porque, llega el niño a los dieciocho años, soltero o casado, lo tenemos dentro de nuestra casa y ya no lo hacemos responsable de sus actos... Y como no lo enseñaste a caminar contigo pues llega a los dieciocho años sin responsabilidad, por eso cuando últimamente los invitas a ser parte de la comunidad para hacer trabajos de faena, ya no lo hacen, y sí lo hacen, lo hacen de ¿cómo te diré? Como de obligación, no de compromiso. (Don Vicente, 73 años, entrevista personal, mayo de 2017)
El análisis de las prácticas de apoyo colectivo que llevan a cabo los hombres mayores de Axotlán nos ha permitido observar diferentes niveles de complejidad en dicho fenómeno. Si bien los modelos occidentales de trabajo proporcionan un primer acercamiento a dichas prácticas, es necesario reconocer que esos modelos son superados por la heterogeneidad misma del fenómeno. Así, las personas mayores que ocupan algunas horas de su tiempo en apoyar a los demás lo hacen movidos por razones diferentes y persiguiendo fines también diversos en función del contexto cultural que da sentido a esas prácticas. Por ello, es necesario realizar estudios comparativos que nos permitan analizar el fenómeno en diferentes poblaciones para poder identificar similitudes y particularidades. Más allá de explicaciones funcionalistas, necesitamos comprender las interacciones que fomentan y mantienen las prácticas de apoyo colectivo (Dulin et al., 2012; Hirshorn y Settersten, 2013; Morrow-Howell, 2010).
De nuestro estudio se desprende que las motivaciones para la participación en los hombres mayores de Axotlán están relacionadas con su inserción en una cultura que fomenta el apoyo mutuo, con la participación en eventos históricos que reafirman dicho aprendizaje social y, finalmente, con una postura de compromiso comunitario que se va construyendo a lo largo de su curso de vida. Al observar el caso específico de Axotlán, llama la atención que las prácticas de apoyo colectivo no son dirigidas por instituciones o políticas públicas del Estado, ni por organizaciones de la sociedad civil, lo que permite que las personas mayores se impliquen a mayor profundidad. Esto se constata en la apropiación que los participantes hacen de los logros comunitarios, que son una fuente de satisfacción personal y tienen un importante papel en el surgimiento de una identidad personal y un sentido de comunidad a partir de la implicación en el sistema de faenas. Sin embargo, la apropiación personal también supone ciertos riesgos y malestares, que surgen al no alcanzarse los objetivos propuestos para un proyecto o al no realizarse las expectativas que se tenían depositadas en esas prácticas de apoyo colectivo.
Nuestros resultados apuntan a la necesidad de que los investigadores contextualicen y den historicidad a las prácticas de apoyo colectivo que están investigando. Es decir, que puedan ubicarlas en latitudes específicas y dentro de momentos históricos bien definidos, desde los cuales se disponga de un marco de referencia para entender la relación existente entre las biografías de las personas mayores y la historia de la práctica de apoyo colectivo con la que están vinculadas. De igual manera, resulta esencial dar cuenta de la influencia contextual que posibilita o impide el acercamiento a dichas prácticas, así como el papel que desempeñan los familiares, amigos o conocidos en el proceso de socialización en ellas. Vemos a la perspectiva del curso de vida como una opción viable para abordar el fenómeno, ya sea desde una orientación cuantitativa que esté centrada en grandes muestras, o cualitativa, centrada en las singularidades del fenómeno (Elder, Krikpatrick y Crosnoe, 2004; Blanco, 2011).
También resulta oportuno el reconocer las limitaciones encontradas a lo largo del estudio. Si bien, la muestra de hombres mayores nos otorgó datos relevantes para la comprensión del fenómeno, su tamaño nos impide profundizar en las singularidades de esta población. Adicionalmente, el muestreo por conveniencia puede haber limitado la diversidad de las prácticas de apoyo colectivo recogidas en el estudio.
Pese a las limitaciones, la presente investigación nos permitió observar nuevas facetas sobre las prácticas de apoyo colectivo, así como acércanos a los procesos de socialización y los significados que se derivan de ellas. Resulta importante analizar las diferencias existentes entre hombres a partir de su cohorte de nacimiento, así como las diferencias con prácticas de apoyo colectivo que realizan las mujeres mayores de Axotlán. Ambos puntos pueden ser cuestiones interesantes de análisis para futuras investigaciones.
Finalmente, hemos detectado que en la comunidad de Axotlán las prácticas de apoyo colectivo son expresiones culturales que están en riesgo de desaparecer. Ante este hecho, nos podemos preguntar qué postura tomar, como investigadores, ante una problemática tan específica como esta y qué compromisos éticos adquirimos con las personas mayores cuando analizamos las formas en las que contribuyen a mejorar su mundo.
Andréu, Jaime (2000). Las técnicas de análisis de contenido: una revisión actualizada. Fundación Centro de Estudios Andaluces. Universidad de Granada, 10(2), 01-34. Recuperado el 02 de octubre de 2018 en: http://mastor.cl/blog/wp-content/uploads/2018/02/Andreu.-analisis-de-contenido.-34-pags-pdf.pdf
Barret, Martyn. & Brunton-Smith, Ian (2014). Political and Civic Engagement and Participation: Towards an Integrative Perspective. Journal of Civil Society, 10(1), 05-28. https://doi.org/10.1080/17448689.2013.871911
Berger, Ben (2009). Political Theory, Political Science, and the End of Civic Engagement. Perspectives on Politics, 7(2), 335-350. https://doi.org/10.1017/s153759270909080x
Blanco, Mercedes (2011). El enfoque del curso de vida: orígenes y desarrollo. Revista Latinoamericana de Población, 5(8), 5-31. Recuperado de http://www.redalyc.org/pdf/3238/323827304003.pdf
Cantú, Raúl (2003). Envejeciendo entre la caña y el café. En Felipe Vázquez (Coord.), Contando nuestros días: un estudio antropológico sobre la vejez (pp. 89-124). México D.F.: CIESAS.
Castrejón, José Luis (2014). Condiciones de vida y salud de la población mexicana adulta mayor: desigualdades por edad, etnicidad y género. En Verónica Montes de Oca (Coord.), Vejez, salud y sociedad. Aproximaciones disciplinarias desde perspectivas cuantitativas y cualitativas (pp. 33-56). México D.F.: UNAM.
Duhau, Emilio & Giglia, Angela (2008). Las reglas del desorden: habitar la metrópoli. México D.F.: Siglo XXI Editores.
Dulin, Patrick L.; Gavala, Jhanitra; Stephens, Christine; Kostick, Marylynne & McDonald, Jennifer (2012). Volunteering predicts happiness among older Maori and non-Maori in the New Zealand health, work, and retirement longitudinal study. Aging & Mental Health, 16(5), 617-624. https://doi.org/10.1080/13607863.2011.641518
Elder, Glen H.; Kirkpatrick, Monica & Crosnoe, Robert (2003). The emergence and development of life course. En Jeylan Mortimer & Michael Shanahan (Eds.). Handbook of the life course (pp. 3-19). Nueva York: Springer.
Fernández, Flory (2002). El análisis de contenido como ayuda metodológica para la investigación. Revista de Ciencias Sociales, 2(96), 35-53. Recuperado de http://www.redalyc.org/pdf/153/15309604.pdf
Gobierno de Cuautitlán Izcalli (2017). Perfil histórico de Cuautitlán Izcalli. Recuperado el día 11 de noviembre de 2018 de http://implanizcalli.gob.mx/publicaciones/PerfHist2017.pdf
Gobierno de Cuautitlán Izcalli (2018). Biblioteca Digital de Cuautitlán Izcalli. Tomo VI: Estampas del municipio. Recuperado el día 11 de noviembre de 2018 de http://cuautitlanizcalli.gob.mx/wp-content/uploads/2018/08/tomo-6-BD.pdf
Ham, Roberto (2011). Diagnostico socio-demográfico del envejecimiento en México. En: CONAPO (Ed.), La situación demográfica en México 2011 (pp. 141-155). México D.F.: CONAPO. Recuperado de http://www.conapo.gob.mx/es/CONAPO/Diagnostico_socio_demografico_del_envejecimiento_en_Mexico
Hirshorn, Barbara A. & Settersten, Richard A. Jr. (2013). Civic involvement across the life course: Moving beyond age-based assumptions. 18, 199-211. https://doi.org/10.1016/j.alcr.2013.05.001
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (2011). Sistema para la consulta del cuaderno estadístico de la Zona Metropolitana del Valle de México. Recuperado de http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/espanol/sistemas/cezm11/estatal/default.htm
Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) (2015). Boletín estadístico. Situación de las personas adultas mayores en México. México D.F.: INMUJERES. Recuperado de http://cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/101243_1.pdf
Izcara, Simón Pedro (2014). Manual de investigación cualitativa. México D.F.: Editorial Fontamara.
Montes de Oca, Verónica & Macedo, Lilia (2012). Las redes sociales como determinantes de la salud. En, Luis Miguel Gutiérrez & David Kershenobich (Coords.), Envejecimiento y Salud: una propuesta para un plan de acción (pp. 164-178). México D.F.: UNAM.
Morrow-Howell, Nancy (2010). Volunteering in later life: research frontiers. Journal of Gerontology: Social Sciencies, 65B(4), 461-469. https://doi.org/10.1093/geronb/gbq024
Murcia, Napoleón, Jaimes, Sandra Susana & Gómez, Jovani (2016). La práctica social como expresión de humanidad. Cinta Moebio, 57, 257-274. https://doi.org/10.4067/S0717-554X2016000300002
Navarrete, Rómulo Eugenio (2003). El aroma del olvido: la vejez y la migración en una zona cafetalera. En Felipe Vázquez (Coord.), Contando nuestros días: un estudio antropológico sobre la vejez (pp. 125-147). México D.F.: CIESAS.
Núñez, Guillermo (2013). Hombres sonorenses. Un estudio de género de tres generaciones. México D.F.: Pearson Education.
Ortega, Martha (2003). Hacia una vejez y seguridad social inciertas. En Felipe Vázquez (Coord.), Contando nuestros días: un estudio antropológico sobre la vejez (pp. 147-186). México D.F.: CIESAS.
Quintanar, Fernando & Taracena, Elvia (2008). Reconocimiento del envejecimiento a partir de eventos significativos en ancianos rurales de México y España. Psicología y Salud, 18(2), 155-164. Recuperado de http://www2.congreso.gob.pe/sicr/cendocbib/con3_uibd.nsf/DBBA6530CBB5C8BE052578E9006F01AA/$FILE/29118202_reconocimiento_del-envejecimiento_eventos_significativos_mexico_espa%C3%B1a.pdf
Rendón, Liliana & Godínez, Juan Andrés (2016). Evolución y cambio industrial en las Zonas Metropolitanas del Valle de México y Toluca, 1993-2008. Análisis económico, 31(77), 115-146. Recuperado de http://www.redalyc.org/pdf/413/41345703006.pdf
Serrat, Rodrigo & Villar, Feliciano (2019). Life-course transitions and participation in political organizations in older Spanish men and women. Ageing & Society, 1-17. https://doi.org/10.1017/S0144686X19000618
Salgado, Nelly; González-Vázquez, Tonatiuh T.; Jáuregui-Ortiz, Berenice & Bonilla-Fernández, Pastor (2005). “No hacen viejos los años, sino los daños”: envejecimiento y salud en varones rurales. Salud Pública, 44(4), 294-302. https://doi.org/10.1590/S0036-36342005000400007
Torres-Mazuera, Gabriela (2012). La ruralidad urbanizada en el centro de México: reflexiones sobre la reconfiguración local del espacio rural en un contexto neoliberal. México D.F.: UNAM.
Treviño, Sandra; Pelcastre, Blanca & Márquez, Margarita (2006). Experiencias de envejecimiento en el México Rural. Salud Pública de México, 48(1), 30-38. Recuperado de http://www.redalyc.org/pdf/106/10648105.pdf
Van Deth, Jan W. (2001). Studying Political Participation: Towards a Theory of Everything? En Workshop “Electronic Democracy: Mobilisation, Organisation and Participation via new ICTs”. Grenoble, Abril 2001.
Van Deth, Jan W. (2016). What is Political Participation? Oxford Research Encyclopedia of Politics. Recuperado de https://oxfordre.com/politics/view/10.1093/acrefore/9780190228637.001.0001/acrefore-9780190228637-e-68
Vázquez, Felipe (2013). Envejeciendo en las tradicionales y nuevas ruralidades. Intersticios Sociales, 5, 1-29. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2007-49642013000100007
Wilson, John (2012). Volunteerism Research: A Review Essay. Nonprofit and Voluntary Sector Quarterly, 41(2), 176-212. https://doi.org/10.1177/0899764011434558
Zolla, Carlos & Zolla, Emiliano (2004). Los pueblos indígenas de México. 100 preguntas. México D.F.: UNAM.