Contribuciones de la Concepción Operativa de Grupo de Pichon-Rivière a la Psicología Política Latinoamericana

Contributions of Group Operational Conception of Pichon-Rivière to the Latin American Political Psychology

  • Domenico Uhng Hur
  • José Manuel Sabucedo
La Psicología Política Latinoamericana (PPL) es un campo de saberes heterogéneo, formado por múltiples referenciales teóricos y metodológicos. Sin embargo, algunas teorías no fueron incluidas en su repertorio, tal como la Concepción Operativa de Grupo de Pichon-Rivière (COGP). El objetivo de este artículo es discutir posibles contribuciones de la COGP a la PPL. Como método realizamos un estudio teórico sobre la obra de Pichon-Rivière y la PPL. Como resultados, 1) encontramos características que alejaron la PPL de la COGP, como interpretaciones sesgadas, o su omisión; 2) realizamos aproximaciones teóricas y políticas entre la COGP y un autor fundamental de la PPL, Martín-Baró; y 3) traducimos el funcionamiento del grupo de Pichon-Rivière a la PPL, proponiendo una cartografía psicopolítica de los distintos posicionamientos sociales. Concluimos que el repertorio elaborado por la COGP puede contribuir a la PPL en la constitución de un campo de análisis de colectivos y movimientos sociales.
    Palabras clave:
  • Psicología Política
  • Grupos
  • Psicología Social
Latin American Political Psychology (PPL) is a field of knowledge composed of multiple theoretical and methodological references. However, some theories were not included in its repertoire, such as Group Operational Conception of Pichon-Rivière (GOCP). The aim of this article is to discuss possible contributions of GOCP to PPL. As a method we carried out a theoretical study on the work of Pichon-Rivière and PPL. As results, 1) we found aspects that distanced PPL from GOCP, such as biased interpretations, or its non-mention; 2) we conducted theoretical and political approaches between GOCP and a key author of PPL, Martín-Baró; and 3) we translated the group operation of Pichon-Rivière to the PPL, elaborating a psycho-political cartography of the different social positions. We conclude that the repertoire elaborated by GOCP can contribute to the PPL in the constitution of a field of analysis of collectives and social movements.
    Keywords:
  • Political Psychology
  • Groups
  • Social Psychology

1 Introducción

La Psicología Política es un campo de saberes heterogéneo, formado por múltiples referentes teóricos y metodologías de investigación (Montero, 1999; Parisí, 2008). En Latinoamérica tuvo gran influencia de corrientes críticas del pensamiento, como del marxismo (Montero, 1987a), y en los últimos años del construccionismo social (Mota, 1999; Obando, 2016). De este modo, la Psicología Política Latinoamericana (PPL) es conocida por portar un pensamiento crítico, siendo emblema de una Psicología politizada (Galindo, 2016). Sin embargo, se nota que la PPL no fue la primera corriente crítica de pensamiento en la Psicología del continente, ya que su constitución como campo tiene como marco inicial la publicación de la obra “Psicología Política Latinoamericana” (Montero, 1987a). En su consolidación, algunos referenciales teóricos latinoamericanos no fueron incluidos en su repertorio, tal como la Concepción Operativa de Grupo del argentino Enrique Pichon-Rivière. Desde la década de 1950, Pichon-Rivière articuló el psicoanálisis con el marxismo y la investigación-intervención en grupos, produciendo una Psicología Social pragmática y dirigida a la transformación social. En Argentina, Uruguay y Brasil la teoría de grupos de Pichon-Rivière asume gran importancia, siendo contenido básico de las disciplinas de Procesos Grupales en las carreras de Psicología. Pero, ¿por qué será que hubo un rechazo por la PPL?

El objetivo de este artículo es discutir posibles contribuciones de la Concepción Operativa de Grupo de Pichon-Rivière (COGP) al campo de análisis de la Psicología Política Latinoamericana (PPL). ¿Por qué hubo ese alejamiento entre los campos? ¿Cuál es la relación existente entre la PPL y la COGP? ¿Cómo sus conceptos pueden contribuir como un repertorio de análisis para la PPL?

Como método realizamos un estudio teórico sobre la obra de Pichon-Rivière y una revisión bibliográfica sobre la producción de la PPL. Privilegiamos como fuente de estudio, artículos, libros y capítulos sobre Psicología Política en América Latina. De este modo, tal como hizo Enrique Pichon-Rivière (1982, 1986) y su epistemología convergente, operamos en el campo de tensión entre estos dos conocimientos, esbozando articulaciones y convergencias que pueden contribuir a la potenciación de la PPL. Resaltamos que no pretendemos presentar o sintetizar la obra de Pichon-Rivière, que ya fue realizada por otros estudios (Berstein, 1986; Fabris, 2014), sino discutirla a la luz de la PPL. Tampoco buscamos realizar una aplicación del grupo operativo como dispositivo de intervención (Castanho, 2012; Vecci, 1983), sino reflexionar cómo sus conceptos pueden contribuir a la ampliación del campo de análisis de la PPL. Tampoco estamos comparando las modalidades de lectura e intervención de cada corriente teórica para jerarquizar una en relación a la otra, conducta común en la Universidad, sino operamos en un intento de mapearlas para agenciarlas y conectarlas.

Dividimos este ensayo en tres apartados. Primero, el distanciamiento y las críticas de la PPL a la COGP; segundo, posibles convergencias entre PPL y COGP; y para finalizar, elaboramos un modelo de análisis psicopolítico grupal que puede resultar de la articulación entre PPL y COGP.

2 PPL y COGP: notas sobre su distanciamiento

De modo distinto a la Psicología Política norteamericana, la PPL se constituyó de forma singular. En Estados Unidos la Psicología Política se originó de los estudios de la Psicología y de la Ciencia Política en la primera mitad del siglo XX, mientras que la PPL emergió de la Psicología Social en las décadas de 1970 y 1980 (Sabucedo, 1996), fuertemente marcada por los conflictos sociales y la violencia de Estado que asolaba el continente (Dorna, 2013). Además de las cuestiones políticas de coyuntura continental, consideramos que la PPL floreció como una respuesta latinoamericana a la “crisis de la Psicología Social”, brindando un enfoque teórico que articula la investigación sobre los procesos psicosociales con el análisis de los efectos políticos que genera en su intervención. Así, la PPL articula una Psicología de la política con las políticas de la Psicología (Martín-Baró, 1995) y asume un fuerte compromiso social en su labor académica y de intervención (Martín-Baró, 1991; Sabucedo, 1995). En este sentido, la PPL asume una postura crítica a los estudios desarrollados por la Psicología Política norteamericana, pues la considera cientificista y despolitizada. Reivindica una mirada que articule las teorías psicológicas a las dimensiones históricas, políticas y sociales (González Rey, 1987; Rodríguez Kauth, 1992), rechazando las perspectivas esencialistas, individualistas y a-históricas. Sin embargo, un punto común constatado en la revisión de la literatura realizada, es que la Psicología Política norteamericana y latinoamericana comparten el rechazo al psicoanálisis como referencial teórico.

La vertiente latinoamericana es incluso más radical en este rechazo que los norteamericanos, desarrollando pocos estudios a partir de este instrumental teórico. La Psicología Política estadounidense reconoce que fue instituida en su primer momento a partir de reflexiones psicoanalíticas (Lavine, 2010; van Ginneken, 1988; Ward, 2002), con los estudios de psicopatología y política de Howard Lasswell (1930/1963), el miedo de la libertad investigado por Erich Fromm (1941/1981) y la investigación clínica y cuantitativa sobre la Personalidad Autoritaria (Adorno, Frenkel-Brunswick, Levinson y Sanford, 1950/1965). Sin embargo, para Howard Lavine (2010), actualmente el psicoanálisis tiene poco que ofrecer a los estudios de la Psicología Política, siendo sustituida por los enfoques cognitivos. Vale resaltar que no encontramos ninguna referencia a la COGP en la Psicología Política norteamericana.

En la PPL, hay pocos investigadores que utilizan el psicoanálisis en sus estudios. Generalmente discuten los fundamentos clásicos que aprehenden el funcionamiento de masas (Freud, 1921/1976), el autoritarismo (Adorno et al., 1950/1965) o la relación personalidad y política (Greenstein, 1969), y el distanciamiento a la obra de Pichon-Rivière es evidente. En las tres primeras compilaciones latinoamericanas de la PPL (D’Adamo, García Beaudoux y Montero, 1995; Montero, 1987a; Montero, 1991), no hay ninguna referencia a Pichon-Rivière. No es mencionado en la excelente revisión sobre los precursores de la PPL (Montero, 1987b), en los trabajos de los psicólogos políticos argentinos, o en los redactados por Elizabeth Lira y su equipo (Lira, 1991; Lira, Weinstein y Kovalskys, 1987), que realizaron innumerables atendimientos clínicos a víctimas de la violencia de Estado en Chile. Hay sólo un recuerdo a la obra del psicoanalista y marxista José Bleger (1958). Si por un lado Pichon-Rivière es una gran referencia a la Psicología Social de los países del Cono Sur de América Latina, por otro, es un autor olvidado para la PPL. De modo similar a la ausencia de su mención en los trabajos iniciales de la PPL, prácticamente no es citado en las publicaciones posteriores, salvo raras excepciones, en que se recuerda como parte integrante de una “historia de la psicología”, o breves menciones en que no se discute la potencia de sus conceptos (Brussino, Rabbia e Imhoff, 2010; Viera, 2013).

De este modo, la trayectoria, teorías y técnicas de Pichon-Rivière no son citadas, ni utilizadas por la PPL. Sus intervenciones en el Hospicio de Las Mercedes en la década de 1940 que, a partir de una pragmática activa, constataron que las acciones relativas al cambio de papeles catalizaban los procesos de rehabilitación de los internos psiquiátricos; la fundación de la Primera Escuela de Psicología Social en Argentina; del Partido Comunista en su ciudad; o la invención de su dispositivo de investigación-intervención, el grupo operativo (Zito Lema, 1985), no son llevadas en consideración. Tanto Pichon-Rivière, como sus sucesores argentinos, fueron relegados al olvido e invisibilidad por la PPL.

Una hipótesis es que el hecho de ser psicoanalista, fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y psiquiatra puede haber contribuido a ser denegado por aquellos que escriben la historia de la Psicología Política. Es decir, en una mirada superficial podría representar los poderes del establishment. Posiblemente las constantes disputas entre Psicología Social y Psicología Clínica fueron otro factor para su rechazo, debido al conocido conflicto corporativo entre las áreas, en el que se busca más marcar divisiones, que convergencias y aproximaciones. No obstante, el trabajo de psicoanalista de Pichon-Rivière no era un mero trabajo clínico, sino una labor considerada por sus sucesores como clínico-institucional, o clínico-político (Baremblitt, 1984). Consideramos que, con su Psicología Social, Pichon-Rivière traspasó la Institución psicoanalítica, creando una forma de investigación e intervención que aporta a múltiples campos, tanto en el ámbito clínico, como en el sociopolítico. Por lo tanto, lo que la historia de la PPL pretende separar, lo operamos en el sentido contrario, de intentar acercar y conectar.

Encontramos un capítulo que discute parte de su obra en un libro que es referencia fundamental para la Psicología Política de Brasil, Psicologia Social: o homem em movimento (Lane y Codo, 1984). Aunque no sea un libro de Psicología Política, esta obra influenció muchos psicólogos políticos. En su capítulo, Silvia Lane1 (1984), al discutir las conclusiones sobre su investigación con grupos, critica el enfoque de análisis del dispositivo investigativo de Pichon-Rivière: el grupo operativo. Este dispositivo es la consecución técnica de los enunciados teóricos del psicoanalista argentino, siendo dirigido a procesos de investigación e intervención en colectivos sociales, en un modelo semejante a la investigación-acción formulada por Kurt Lewin (1970). Además de los enunciados psicoanalíticos de la Escuela inglesa de Melanie Klein y del materialismo dialéctico marxiano, Pichon-Rivière utiliza aportes de la teoría de papeles de George Mead y del psicodramatista Jacob Moreno (Berstein, 1986).

Lane (1984) atribuye algunas limitaciones al dispositivo pichoniano. Afirma que el grupo operativo es a-institucional, o sea, un dispositivo que no considera las variables de la Institución concreta en que está inserto. Critica el esquema conceptual, referencial y operativo (ECRO) de Pichon-Rivière como “idealista”, afirmando que su esquema es teórico, “ao invés de categorias que remetam a fatos concretos” (p. 94). También critica que: “Nenhuma relação é estabelecida com a contradição fundamental das condições históricas da sociedade onde o grupo se insere” (p. 94). Así, comprende que el grupo operativo se reduce a mera actividad psicoterápica clínica, que no lleva en consideración las relaciones sociales e históricas. Lane (1984) también critica la tensión dialéctica pichoniana entre interno-externo, comprendiendo que para Pichon, interno se refiere al mundo psíquico y externo a la realidad intersubjetiva del espacio del pequeño grupo, o sea una mera articulación entre individuo y grupo. Tras las críticas, Lane (1984) finaliza su capítulo proponiendo tres categorías de análisis al estudio de grupos: producción, dominación y grupo-sujeto. Vale resaltar que estas categorías ya estaban presentes en el Análisis Institucional francés y muchos de los sucesores de Pichon-Rivière ya operaban con ellas en la década de 1970 (Baremblitt, 1973; Langer, 1973). Lane también atribuye erróneamente el concepto de grupo-sujeto a René Loureau2 (sic) (1975) y no a Félix Guattari (1972), su creador.

Constatamos que un problema de la lectura de Lane (1984) de la obra pichoniana fue su interpretación reduccionista de la relación interno-externo. Para Pichon-Rivière interno-externo nunca se reduce a la relación entre el intrapsíquico y el intersubjetivo cerrados en la sala de atendimiento grupal. Esta tensión dialéctica se refiere a la relación indisociable e irreductible entre fantasías inconscientes y estructura social (Pichon-Rivière, 1986), o sea, se relaciona al agenciamiento entre dinámica psíquica y procesos sociales. De este modo, ambas dimensiones no se reducen al individuo o al grupo, pues el externo va mucho más allá de la realidad concreta del pequeño grupo. El externo se refiere a la complejidad y multiplicidad que extrapolan el dominio del inconsciente, aglutinando así las variables políticas, históricas, sociales, económicas, en las cuales el individuo y el grupo están insertos. Puede ser comprendido como la actualización de esas dimensiones a partir del posicionamiento del sujeto en el grupo. Por lo tanto, al referirse al externo, no se aborda sólo el grupo, sino también la Institución concreta y la multiplicidad de relaciones que está en contacto.

En el mismo sentido de la crítica al externo pichoniano, Lane (1984) también atribuye a Pichon-Rivière un análisis idealista, que se centra sólo en el ámbito teórico o aplicado. Sin embargo, Pichon-Rivière (1986) siempre resaltó la importancia de una Psicología Social pragmática que produzca efectos de transformación en el grupo y en la sociedad, en contraposición a una Psicología Social meramente académica. Para él, las formaciones de grupo, así como las teorías, siempre están en movimiento y alteración. Incluso su noción de ECRO es móvil y dinámica, siempre transformándose según las diferentes problemáticas con que el grupo se depara, y estereotipándose en momentos de resistencia al cambio. Su perspectiva dialéctica es tan intensa, que el propio investigador-psicólogo no sólo promueve transformaciones en sus intervenciones, sino que se transforma con ellas (Kazi, 2006). De este modo, Pichon-Rivière no se prende a un idealismo, o a la mera aplicación de conceptos teóricos a la realidad. La pragmática conceptual es uno de sus principios, por eso que defiende la utopía de una Epistemología convergente, en la cual los campos de saber progresivamente podrían aproximarse y convergir de acuerdo con los descubrimientos, desarrollos científicos y resoluciones de problemas concretos. Es decir, Pichon-Rivière defiende las transformaciones de los saberes teóricos, conforme su relación dialéctica, y de paso, con los fenómenos sociales.

Consideramos así que Lane (1984) realizó una lectura reduccionista de la perspectiva de análisis de Pichon-Rivière, efectuando una crítica parcial a los preceptos del autor. Tal posicionamiento de Lane seguramente contribuyó al rechazo de la COGP en los estudios de los psicólogos políticos brasileños, pues esta interpretación sesgada sigue siendo transmitida, ya que este libro, así como su pensamiento, es uno de los más difundidos en la Psicología Social brasileña.

Otro olvido de la PPL a la obra de Pichon-Rivière se encuentra en el capítulo “El grupo humano” de Ignacio Martín-Baró (1989), autor considerado como una de las mayores referencias teóricas de la PPL. En este trabajo, el psicólogo político español/salvadoreño analiza el proceso grupal, elaborando una propuesta que aborda las cuestiones de poder, actividad, identidad y clase social, amparado en el referencial marxista. Sin embargo, al criticar las perspectivas psicoanalíticas de grupo, en ningún momento aborda la obra de Pichon-Rivière. Sólo critica la psicología de las masas de Sigmund Freud y hace breve consideración al psicoanálisis de grupos de Didier Anzieu. Es de sorprenderse que Martín-Baró, que tuvo una formación amplia, en diferentes instituciones de América Latina y del Norte, no haya abarcado en su estudio uno de los psicólogos sociales de grupo más importantes de América del Sur. Para criticar el psicoanálisis eligió una obra que no es de psicología de grupos, sino una proposición de un funcionamiento psíquico regresivo en las masas (Freud, 1921/1976), semejante al expuesto por Gustave Le Bon (1895/2005), e ideas producidas para el encuadre clínico, y no social (Anzieu, 1991). El único punto en el que Freud avanza en relación a Le Bon es la hipótesis que, en las multitudes, sus miembros no se identifican entre sí directamente, sino a través de la identificación que portan a su líder, en una conexión imaginaria entre ideal de ego y líder (Enriquez, 1990), o sea, entre una instancia psíquica y un rol social. Obviamente una lectura de Martín-Baró sobre la obra pichoniana sería de extrema relevancia al campo de la PPL, ya que consideramos que hay convergencias interesantes entre los dos autores, las cuales abordamos en el próximo apartado.

Igualmente, la historia de la PPL no aborda a los psicoanalistas argentinos, sucesores de Pichon-Rivière, como precursores de su disciplina, o como importantes referencias. Vale recordar que, desde la década de 1950, Pichon-Rivière y los psicoanalistas argentinos ya realizaban trabajos que articulaban psicoanálisis y marxismo para el análisis e intervención en la clínica, grupos e instituciones. A partir de la década de 1960, algunos de ellos empezaron a cuestionar públicamente el modelo elitista del psicoanálisis instituido. Crearon un colectivo dentro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) denominado Plataforma Argentina, conocido por su carácter “anti-imperialista e anticapitalista que caracteriza o modo de luta de nossos povos” y por el “compromisso dos psicanalistas com os povos empenhados em lutas de libertação” (Kesselman, 1973, p. 248). Antes de la constitución de la PPL, Gregorio Baremblitt (1973), uno de sus miembros, en un texto intitulado “Psicoanálisis, política e ideología3”, defiende la importancia de la utilización del marxismo como un enfoque teórico fundamental:

A crítica marxista é que pode contribuir com os autores para mostrar como a suposta ideologia da Psicanálise de que todos devemos compartilhar requer, para ‘continuar revolucionária’, no sentido restrito em que pode sê-lo, um exame do que aquela teve e tem de ruptura e compromisso com a sociedade real e a ideologia que a gerou, exame que deve ser feito a partir de um ponto de vista psicanalítico (intraciência), epistemológico (discriminativo entre ideologia e ciência) e também a partir de um político e ideológico definidos. (pp. 172-173, cursivas del original)

El enfoque crítico de los argentinos de la Plataforma hizo que defendieran las luchas minoritarias e insurgentes, y denunciaran el conservadorismo y elitismo de la APA y de la International Association of Psychoanalysis (IPA) (Rodrigues, Fernandes y Duarte, 2001b). La crítica fue tan intensa, que, aun siendo psicoanalistas, rompieron con la IPA, asumiendo sus consecuencias. Resaltamos que una renuncia a la IPA significa una pérdida significativa monetaria, pues se sabe del vasto flujo financiero que circula dentro de las Asociaciones oficiales de psicoanálisis, debido al sistema de red de indicaciones de clientes de clases altas.

Evidentemente, el grupo Plataforma se trata de un acontecimiento singular e inspirador. Su insurgencia y crítica fue tan grande que, con el agravamiento de la violencia de Estado en Argentina y con la instauración de la dictadura cívico-militar, muchos fueron perseguidos y algunos “desaparecidos” por los aparatos de represión del Estado (Bauleo, 1990). “Comenta-se que nomes como Marie Langer, Armando Bauleo e Emilio Rodrigué, entre outros, estejam fazendo parte de ‘listas negras’” (Rodrigues et al., 2001a, p. 135). De este modo, muchos tuvieron que exiliarse de su propio país en una gran diáspora a lugares como Brasil, México, España, Italia, etc. Sus reflexiones y prácticas clínico-políticas se mantuvieron críticas y politizadas, no del lado del Estado, sino del de los oprimidos, muy distinto del posicionamiento de psicoanalistas brasileños, en que muchos convivieron pacíficamente con la dictadura cívico-militar, o hasta formaron parte del aparato de tortura, como el psicoanalista Amílcar Lobo (Coimbra, 1995). Los plataformistas, actualizando la dialéctica entre práctica, crítica y teoría, construyeron nuevos saberes, como el Esquizodrama de Gregório Baremblitt (1998; Hur, 2014); un psicoanálisis crítico, resultante del activismo político internacional y feminista de Marie Langer; o la Multiplicación dramática de Hernán Kesselman y Eduardo Pavlovsky (1991), decurrente de experimentaciones dramáticas, etc. Consideramos que la omisión de Pichon-Rivière y del Plataforma de la historia de la PPL hace que los psicólogos políticos latinoamericanos desconozcan la potencia e insurgencia de sus reflexiones, prácticas e historias. Por otro lado, si la PPL se olvidó de la COGP, no ocurrió lo mismo con la Pedagogía de la Liberación de Paulo Freire. La psicoanalista Ana Pampliega de Quiroga (1992), viuda de Pichon-Rivière, estableció proficua relación con los estudios de Freire, coordinando eventos conjuntos e incluso un libro que articula los dos campos de conocimientos.

3 PPL y COGP: algunas aproximaciones

La obra y concepciones de Pichon-Rivière presentan convergencia con conceptos trabajados por la PPL. En este apartado, articulamos perspectivas convergentes a las trabajadas por un autor clásico de la PPL, Ignacio Martín-Baró, y que pueden ser contributivas a su campo de análisis.

Algunos defienden que no se puede articular la COGP a la PPL, o a la Psicología Social Comunitaria (PSC), pues sus fundamentos teóricos tienen orígenes distintos. A menudo se dice que la PPL y la PSC tienen orígenes latinoamericanos, mientras la COGP tiene origen europeo, sea austriaca con Freud, o inglesa con Melanie Klein. Consideramos que tal afirmación tiene como función un sectarismo académico y el mantenimiento de la separación entre los campos. Pues, de la misma manera que la base de la COGP está en Europa, las bases teóricas de la PPL también están allá, sea con Karl Marx, nacido en Alemania, o el construccionismo social de Kenneth Gergen en Estados Unidos. Es importante resaltar que, aunque estos dos constructos disciplinarios tengan sus bases en Europa, florecieron de modos convergentes en América Latina. Tal como el caso de la Psicología Social y Política norteamericanas, que también tienen su pasado en Europa, pero se desarrollaron con un perfil cientificista en el territorio americano (Farr, 1998). Consideramos que las corrientes teóricas que se desarrollaron en el continente latinoamericano tienen como denominador común este enfoque crítico y politizado. Por lo tanto, realizar esta diferenciación entre PPL y COGP, atribuyendo a la segunda un origen europeo es un equívoco. En realidad, si una es más europea que la otra, ¿no sería justamente la PPL4?

La primera convergencia que abordamos entre la PPL de Martín-Baró y la COGP se refiere al posicionamiento social. Ambos autores defienden la dimensión de la praxis en las prácticas de la Psicología, y no sólo la dimensión académica e investigativa. El sacerdote salvadoreño y el psicoanalista argentino también asumen un posicionamiento político en defensa del cambio y de la transformación social, por más que Martín-Baró afirme más intensamente el posicionamiento de la clase oprimida. Pichon-Rivière, aun siendo un psicoanalista destacado, no parece identificarse con las élites económicas. Afirma que no tuvo una vida de riqueza material, no cobraba altos honorarios en su consultorio e incluso tenía que ahorrar para poder comprar un libro (Zito Lema, 1985).

La segunda convergencia es una posible aproximación teórica entre conceptos de los dos autores. Debido al gran volumen de propuestas elaboradas por ambos, sólo trabajamos en la aproximación entre los conceptos de fatalismo de Martín-Baró (1987) con el de estereotipia de Pichon-Rivière (1986), y sus modos de actuación para modificar tal situación5.

El psicoanalista argentino afirma que el principal objetivo de un colectivo social es la realización de algo, o sea, el grupo se reúne para una actividad, para la consecución de una tarea. Debido a la conexión entre cognición y afecto6, la realización de la actividad siempre moviliza ansiedades básicas, el miedo del ataque o de la pérdida, que se relacionan a la incertidumbre en su capacidad de concretización. La elaboración de las ansiedades puede llevar a la realización de la tarea, así como su no elaboración culmina en su bloqueo, es decir, en la pre-tarea. En este caso, las ansiedades provocan un “desbordamiento afectivo” que obnubila los procesos de cognición, generando dificultades a la realización de la tarea, una resistencia al cambio, que puede llevar el grupo a una parálisis, manteniéndolo estereotipado en determinadas conductas y papeles sociales. Por lo tanto, la no consecución de la tarea está directamente relacionada al bloqueo del movimiento y la cristalización de roles estereotipados.

Consideramos que el mecanismo de estereotipia, aprehendido por Pichon-Rivière (1982, 1986), es el mismo que ocurre en el fatalismo latinoamericano, estudiado por Martín-Baró (1987). El psicólogo político salvadoreño afirma que la alienación es uno de los principales problemas que afecta el pueblo latinoamericano, resultando en un sentimiento de fatalismo de que las condiciones opresoras instituidas de la sociedad no pueden ser cambiadas. En este sentido, los colectivos sufren una parálisis social, en una creencia de que ninguna acción es posible para modificarla. Hay una estratificación de un papel y de un modo de ser fatalizado. Para Pichon-Rivière este fatalismo podría ser leído como una condición estereotipada instituida de las minorías sociales que desde hace tiempo vienen siendo explotadas en Latinoamérica. Así se constituye un rol de víctima, que tiene como función psicosocial una justificación discursiva de la resistencia al cambio.

Los vectores de intervención propuestos por ambos también siguen sentidos convergentes, aunque diferentes. Pichon-Rivière intenta deconstruir la estereotipia vivida al analizar las fantasías inconscientes y ansiedades del grupo delante a la tarea. El psicoanalista investiga qué imaginario persecutorio, o qué posición social se podrá perder, en la medida en que se intenta realizar determinada tarea grupal. Otra dimensión de análisis se refiere a la ideología grupal7, entendida como el conjunto de creencias y representaciones construido por el grupo. En este sentido, el grupo es incitado a trabajar sobre la dimensión afectiva que le provoca resistencia. Con la elaboración de las ansiedades, hay un movimiento concomitante de racionalización que le permitirá la salida de la pre-tarea y consiguiente realización de la tarea. La elaboración cognitiva-afectiva que posibilita la consecución de la actividad grupal también implica una ruptura de los papeles estereotipados. Así, con la realización de la tarea, hay un movimiento de reelaboración de la propia identidad, del papel que ocupa en el colectivo. Con esta realización, el grupo estará listo para planificar un proyecto, que llevará a una nueva tarea. Es decir, eso implica un nuevo ciclo, otras ansiedades, fantasías inconscientes, estereotipias, actividad de elaboración, etc.

Martín-Baró interviene sobre el fatalismo al operar en lo que denomina desideologización. Su intervención reside en un trabajo de desconstrucción de la Ideología vivida, no la del pequeño grupo, sino de la Ideología social, la cual enmascara las relaciones de dominación entre las clases sociales. Así, busca problematizar la situación vivida y fomentar procesos de concientización en el colectivo con que se trabaja. En este proceso de racionalización, también hay elaboración afectiva, lo que genera una potencialización de las capacidades del pensar, sentir y actuar. Destacamos que la racionalización no es transmitida por el psicólogo político, sino impulsada por él para ser realizada por el propio colectivo. Pues en nuestra perspectiva, el psicólogo político no es un mero educador que difunde informaciones y trabaja con cuestiones solamente del campo cognitivo. No actúa como un profesor, o pedagogo, sino como agente que opera en las dimensiones cognitivas, afectivas y de generación de regímenes de poder. Así, su intervención puede generar concientización y procesos de transformación en las relaciones de fuerzas instituidas.

Constatamos que ambos autores tratan del mismo mecanismo psicopolítico, obviamente dándole tratamientos distintos. Pichon-Rivière describe la estereotipia en una analítica que contempla las fantasías inconscientes y ansiedades primitivas que generan la estereotipia, mientras Martín-Baró intensifica la mirada macropolítica del fenómeno, tanto del rol alienador de la Ideología, como de sus efectos que dificultan la realización de movilizaciones sociales que cambien tal cuadro. En el caso de la COGP, la ideología es la construcción imaginaria del pequeño grupo. En la PPL la Ideología se refiere a la construcción representacional y discursiva que mantiene la dominación entre clases sociales. No obstante, esa diferencia de aprehensión de la ideología no quiere decir que la mirada de la COGP sea despolitizada, pues siempre la ideología grupal es resultante de la Ideología social. Para ambos el trabajo de concientización es fundamental, siendo que para Martín-Baró la vía es por la deconstrucción política, de la Ideología, y para Pichon-Rivière, por la elaboración de las ansiedades y fantasías inconscientes.

A partir de la conexión de aportes teóricos de ambos autores, esquematizamos cómo sus perspectivas pueden converger en lo que denominamos las tres dimensiones de análisis del proceso grupal psicopolítico (Figura 1). Esta cartografía debe ser aprehendida a partir de sus esquemas de movimientos y conexiones. El vértice a) se refiere al polo cognitivo, b) al afectivo y c) al político. Comprendemos que en cualquier proceso grupal las tres instancias operan articuladas, aunque cada una tiene su naturaleza distinta. Sugerimos que, para el análisis grupal psicopolítico, estas tres dimensiones deben ser contempladas, si no tendremos un análisis parcial. Por ejemplo, el análisis centrado en el polo b) se refiere sólo a las cuestiones afectivas e intrapsíquicas, tal como las lecturas proporcionadas por el psicoanálisis clínico, de enfoque esencialista. El análisis centrado en el polo c) nos brinda una lectura de la Politología, perdiendo el enfoque psicológico. El análisis centrado en el polo a) nos ofrece una lectura sólo de los aspectos racionales, característica del enfoque de la Educación clásica.

Imagen

Figura 1

Cartografía de las tres dimensiones de análisis del proceso grupal psicopolítico

La PPL y la COGP aprehenden las tres dimensiones en su articulación. No obstante, consideramos que la teorización de Pichon-Rivière prioriza el análisis entre los polos a) y b), o sea, se ubica en la línea entre procesos cognitivos y afectivos, y la teorización de Martín-Baró privilegia los polos a) y c), esto es, enfoca su análisis entre los polos cognitivo y político8. En este sentido, además del análisis de los procesos cognitivos, Martín-Baró proporciona un enfoque político y de clase social, en cuanto Pichon-Rivière una perspectiva que abarca los mecanismos imaginarios y afectivos. Aunque las tres dimensiones estén presentes en los dos autores, notamos que en la PPL el vértice c) está mejor trabajado, mientras que en la COGP lo está el vértice b). Por eso no consideramos que el modo de análisis de los dos es suplementario, sino complementario, pues cada uno desarrolló de forma más detallada cada polaridad. De este modo la cartografía de las tres dimensiones de análisis del proceso grupal psicopolítico, que articula cognición, afectos y política en agenciamiento, y no aisladamente, es un posible resultado de la articulación entre las contribuciones de los dos autores, entre PPL y COGP.

4 Cartografía psicopolítica de funcionamiento de colectivos sociales

Además de la aproximación teórico-política que se puede establecer entre algunas proposiciones de Martín-Baró y Pichon-Rivière, consideramos que el modelo de proceso grupal del psicoanalista argentino puede brindar a la PPL un esquema esclarecedor no sólo para la comprensión del funcionamiento de pequeños grupos, sino también organizaciones y movimientos sociales. De este modo, en este apartado articulamos la perspectiva pichoniana a proposiciones de otros autores, como el psicoanalista Wilfred Bion, algunos psicólogos políticos e incluso filósofos, como Gilles Deleuze, para proponer un esquema de análisis de colectivos sociales.

Pichon-Rivière propone un modelo dinámico que articula de forma indisociable las dimensiones cognitivas, afectivas y sociopolíticas. En su modelo, basado en las posiciones esquizo-paranoide y depresiva creadas por Melanie Klein, el mismo colectivo social puede alternar entre dos posiciones, pre-tarea y tarea, sin que haya un mero movimiento evolutivo. Si hay la prevalencia de una situación de ansiedad, el grupo, así como la tarea, puede sufrir una resistencia al cambio, desplazándose para la pre-tarea y cristalizándose en los roles estereotipados constituidos. Por ello que intervenir sólo en los procesos de racionalización no es condición suficiente para que el grupo realice la tarea.

Otra perspectiva semejante a la concepción de Pichon-Rivière es la propuesta de Wilfred Bion (1961/1975) sobre el funcionamiento de grupos. A pesar de existir diferencias entre los dos enfoques, consideramos que el esquema de funcionamiento es complementario, pues ambos se basan en las dos posiciones de Klein. Bion también estipula la relación entre dos polos en el colectivo, denominados grupo de trabajo, el sofisticado, y supuestos básicos de grupo, el primitivo. El psicoanalista inglés afirma que cuando el colectivo sufre intensas ansiedades pasa a actuar en un estado de regresión, tal como la pre-tarea pichoniana. Su originalidad, e importancia para nuestro esquema de análisis, reside en la elaboración de tres modalidades de funcionamiento primitivo de grupo, que denomina de dependencia, apareamiento y ataque y fuga. En cada supuesto de grupo hay un imaginario diferente que actúa y resulta en modalidades distintas de organización y conducta. En el supuesto de dependencia, el colectivo se une a favor de un individuo, que se convierte en el líder del grupo. Pasa a depender de sus consignas para actuar, sintiéndose impotente en su ausencia. En el supuesto de apareamiento, el colectivo se reúne a favor de una idea, una esperanza mesiánica, en el imaginario de que, uniéndose en una conformación fusionada, conseguirá superar sus problemas. En el supuesto de ataque y fuga, hay una polarización y agresividad, en que el colectivo se reúne para atacar o huir de algo. El enemigo puede estar dentro o fuera del grupo. La ira y el miedo son los sentimientos prevalentes. De este modo, ambos autores estipulan la existencia de un funcionamiento primitivo de grupo, en que los afectos son intensos e influencian las actividades del pensamiento, reduciéndolo a un funcionamiento dicotómico entre un bueno y un malo. Ambos consideran que el análisis sobre estos afectos intensos puede proporcionar su estabilización y el desplazamiento del grupo de supuesto básico para el grupo de trabajo, o de pre-tarea a tarea. En la Tabla 1 sistematizamos características de los dos momentos de grupo descritos por Pichon-Rivière y Bion. Se constata que la afectividad estabilizada proporciona una base para los procesos cognitivos más complejos, que permiten la aceptación de la diferencia y el manejo de la pluralidad. La prevalencia de las ansiedades resulta en un contacto, mayor con fantasías persecutorias, y menor con la realidad concreta, que lleva a un pensamiento menos sofisticado, reductor, binario e intolerante a las diferencias. Consideramos que esta disposición es la base de la polarización de grupos y extremismos.

Grupo de Trabajo Tarea Grupo de Supuesto básico Pre-tarea
Estabilidad de los afectos Afectos inestables - alto grado de ansiedades
Relación con la situación concreta Fantasías persecutorias y depresivas
Procesos de elaboración Procesos de regresión
Cognición - lógica de la multiplicidad Cognición - lógica dicotómica
Aceptación de la diferencia y tolerancia Rechazo de la diferencia e intolerancia
Negociación y pluralidad Polarización y extremismos

Tabla 1

Características de funcionamiento de grupo en los dos momentos distintos

A partir de esta descripción de los fenómenos progresivos y regresivos, mediados por la relación cognición-afectos, elaboramos una cartografía que se refiere a los dos posicionamientos de grupo en Pichon-Rivière y Bion (Figura 2). En ella se visibiliza que cuanto los afectos adquieren un mayor funcionamiento sofisticado, hay un mayor desarrollo de actividades de cognición que pueden llevar el colectivo a la tarea, o sea a la progresión y a la posición de grupo de trabajo, esquematizado en el desplazamiento diagonal a la izquierda. En la medida que el grupo realiza la tarea, puede llegar al proyecto, planificando una nueva tarea. Hay una prevalencia del contacto con lo real y los procesos de cambio y transformación, defendidos tanto por Pichon-Rivière, como por Martín-Baró. Por otro lado, cuando las ansiedades desbordan, y la afectividad se vuelve más primitiva, puede haber un bloqueo del pensamiento, que hace que el grupo se mueva a la posición de supuesto básico, desplazándose diagonalmente a la derecha. Cuanto más acometido por las ansiedades persecutorias, más el colectivo se mueve hacia el cuadrante derecho-inferior del esquema.

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Figura 2

Posicionamientos de grupo de acuerdo con el gradiente de variación entre cognición y afectos

De modo distinto a la literatura psicoanalítica, proponemos que hay un gradiente de intensidades entre los supuestos básicos de grupo formulados por Bion. Consideramos que la modalidad de apareamiento, de unión mesiánica, es la primera formación defensiva frente a la situación de crisis y desamparo, menos primitiva en comparación a las otras. Con la intensificación de las ansiedades, está la segunda configuración defensiva que se estratifica en la encarnación de un líder, resultando en la formación de dependencia. Pero hay una tercera modalidad más primitiva, que resulta en la polarización entre dos grupos antagonistas, generando conductas de ataque, o fuga, al otro.

Se constata también que la variación de los posicionamientos está relacionada a los acontecimientos externos. Con la intensificación de los vectores de crisis, se da un aumento de las ansiedades sentidas que puede llevar la sensación de caos al colectivo. Es decir, cuanto más hay sentimiento de crisis y desamparo, se aumenta la desregulación afectiva, resultando en formaciones polarizadas y extremistas de grupo. Por lo tanto, la Figura 2 pretende proporcionar un mapa para la visualización del posicionamiento que determinado colectivo ocupa, de acuerdo con las problemáticas que enfrenta y su consiguiente trabajo cognitivo-afectivo.

En lo que atañe a la relación cognición-afectos, destacamos una cuestión. El hecho de que Pichon-Rivière no haya realizado una extensa teorización acerca de este entrelazamiento, hizo que diese margen a una perspectiva iluminista de la razón, tal como lo hace el propio sesgo psicoanalítico. De este modo, el enfoque racionalista supone una jerarquización de la cognición sobre los afectos, en que éstos deben ser suprimidos, o reducidos, para que la tarea cognitiva y grupal sea realizada, tal como en una relación de suma cero entre dos polos contradictorios. Todavía, conforme José Manuel Sabucedo, Mar Durán, Conception Fernández, José Romay y Alexandre Dorna (2006), la cognición no está directamente relacionada a lo racional y el afecto a lo irracional. No se forma un par antitético, en que la cognición es el polo positivo y el afecto el negativo. Esta relación forma un agenciamiento que se refiere no sólo a dos, sino a diversos registros en conexión (Marcus, Neuman y MacKuen, 2000). Se configura un régimen de coexistencia, en el cual un registro no anula el otro, pero influye y modula su fluidez. Por lo tanto, en este entrelazamiento indisociable, los afectos pueden tanto paralizar, como potenciar la producción grupal.

Arriba citamos ejemplos de cómo el desbordamiento de ansiedades puede obnubilar los procesos cognitivos y llevar el grupo a conformaciones más primitivas y menos sofisticadas. Por otro lado, lo contrario también ocurre, las ansiedades pueden sacar el grupo de su “inercia” y llevar a la actividad (Marcus et al., 2000). Sentimientos considerados al principio como negativos, como la ira, pueden generar la chispa que optimiza los procesos de cognición y movilización grupal (Vilas, Gómez y Sabucedo, 2016). De la misma forma, sentimientos considerados positivos, como el entusiasmo, alegría y solidaridad, pueden resultar en un empoderamiento del grupo. La intensificación de las afecciones activas, derivadas de los buenos encuentros y de las composiciones entre los cuerpos, puede potenciar las capacidades de pensamiento, fruición afectiva y producción colectiva, tal como Espinosa defiende (Deleuze, 2002; Hur, 2016). Sin embargo, los afectos positivos también pueden mantener el grupo estereotipado y paralizado, debido a lo que Pichon-Rivière (1986) describe sobre el miedo de la pérdida de la situación establecida. En este sentido, la relación entre cognición-afecto y producción grupal no es sencilla de ser esquematizada y más pesquisas deben ser realizadas, tal como investigadores del tema afirman (Bisquerra, 2017).

Debido a tales consideraciones, reformulamos la Figura 2 en una semántica psicopolítica, que no se reduce a los conceptos de Pichon-Rivière y Bion en una nueva propuesta (Figura 3). El mecanismo es similar, pero se visibiliza el gradiente de variación de las modalidades de progresión y regresión colectiva, entre los distintos momentos de los grupos: comunitario, trabajo, serial, polarizado y extremista. La relación cognición-afectos9 es tomada por su potencial de producción y antiproducción grupal. También insertamos los vectores de potencia y poder, que son el desarrollo del polo político (c) de la Figura 1.

Imagen

Figura 3

Cartografía psicopolítica de los posicionamentos de los colectivos sociales

Como la actividad grupal es una producción, se supone que el punto inicial de grupo se ubica en lo que discriminamos como “zona de impotencia”. Este sitio es la bisagra para las distintas conductas que el grupo adoptará. La intensificación de las ansiedades, como se ha mencionado, puede mantener al grupo paralizado o llevarlo a la actividad. Hay un diferencial cualitativo que hace que la actividad grupal sufra una serialización, o siga dos vectores opuestos, una actividad antiproductiva o productiva.

En el primer caso, el grupo serial, la estereotipia y la fijación a los papeles instituidos cumplen la función de mecanismos defensivos frente al cambio y las ansiedades, manteniendo la parálisis y repetición, o lo que Jean Paul Sartre (1963) denomina de campo práctico-inerte. Está la conformación de un grupo estereotipado y serial, en la pre-tarea, en que el otro es aprehendido por la posición que ocupa en el sistema. Es un momento marcado por incertidumbre y cierto estado de desamparo, que le deja vulnerable a discursos autoritarios, pues, en este momento, cumplen función organizativa.

En el segundo caso, si el par cognición-afecto resulta en fuerzas reactivas de resentimiento, en el sentido nietzscheano (Deleuze, 1976), hay un desplazamiento vectorial para la derecha del esquema. En vez de fuerzas de composición, se actúa un movimiento de antagonismo, resultando en el fenómeno del grupo polarizado. La polarización grupal es vista como una salida posible al desamparo sentido, pues es una acción colectiva que produce regímenes de poder para combatir a un enemigo. Pero un poder como potestas, un poder por encima, coercitivo, de descomposición (Deleuze, 2002). El colectivo está regido por fuerzas de antiproducción y la intensificación de este vector puede llevar a una posterior radicalización y extremismo, según Cass Sunstein (2009) y Jaquelien van Stekelenburg (2017) describen. En este sentido, el grupo extremista es concebido como la última etapa de la antiproducción grupal. En este vértice está la prevalencia de una conducta extremista, intolerante a la diferencia, competitiva y agresiva, que se organiza por el puro antagonismo. Debido a su alto grado de ansiedad, hay prevalencia de afectos como la ira y agresividad, que modulan el pensamiento y la acción en el combate al otro. Es por ello que un diálogo con argumentos racionales no suele ser eficaz para lidiar con los grupos extremistas. En estos colectivos también hay un alto grado de jerarquización, autoritarismo y lo que Jim Sidanius (1993) denomina de búsqueda de dominancia social.

Por otro lado, en el tercer caso, si el par cognición-afecto está articulado por las fuerzas activas (Deleuze, 1976), se actúa otro vector de fuerza relacionado a la producción y las modalidades de progresión colectiva. De este modo hay un desplazamiento hacia el cuadrante izquierdo-superior, en la constitución de un grupo de trabajo. Este funciona a partir de procesos de racionalización y elaboración afectiva, tal como el grupo en tarea, descrito por Pichon-Rivière, siendo eminentemente productivo. La intensificación de esta forma de funcionamiento hace que se pueda alcanzar en el futuro el estatuto de lo que llamamos de grupo comunitario. Este es el momento en que el colectivo acepta y tolera las diferencias y multiplicidades, funcionando con un alto grado de cooperación, y no competición; de producción, y no destrucción, aproximándose a los procesos de autoanálisis y autogestión, o sea, de una democracia directa. En lo que atañe a las relaciones de fuerzas, sigue el vector de la potencia y no del poder, o sea, del poder hacer, de la realización, del poder como potentia, y no del poder sobre, potestas (Deleuze, 2002; Hur, 2018). De forma contraria al otro polo, hay baja jerarquización y poca búsqueda de dominancia social. Entonces, tomándo la teoría de Sidanius y la escala de Personalidad Autoritaria de Theodor Adorno et al. (1950/1965), probablemente tendríamos mayores escores de jerarquización, dominancia y autoritarismo en los individuos pertenecientes a colectivos que se posicionan en el cuadrante derecho-inferior, y menores escores de aquellos que pertenecen a colectivos situados en el cuadrante izquierdo-superior.

Se constata que operamos con dos formas de poder en este diagrama. En el cuadrante izquierdo, la actividad del grupo de trabajo y comunitario actualiza las fuerzas de potencia y creación, mientras que en el cuadrante derecho la actividad de los grupos serial, polarizado y extremista persigue el poder como dominación y subyugación. El primero es productivo y activo, en cuanto el segundo es antiproductivo y reactivo. En este caso, no trabajamos con los modelos propuestos por Harry Eckstein (2004) para pensar la movilización colectiva, de un hombre político que busca la paz o uno que busca el poder. En ambas polaridades el colectivo busca aumentar su régimen de fuerzas, pero a la izquierda se valoriza la potencia y composición, y a la derecha el poder y dominación. La paz puede ser la consecuencia del polo izquierdo, pero no es su finalidad primera, así como la guerra y la destrucción pueden ser las resultantes del polo derecho. Entonces, una consecuencia de este modelo es que las conductas en los colectivos sociales son más contingentes a cuestiones situacionales, que inherentes al actor social.

Tal como presentamos en la Figura 2, la intensificación de los vectores de crisis puede llevar el colectivo social a modalidades primitivas de organización, que puede resultar en la emergencia de la polarización y extremismos políticos. En este sentido, comprendemos que la intensificación del neoliberalismo y la crisis económica planetaria son los principales factores que fomentan la sensación de inseguridad y desamparo psicosocial. La sensación de crisis es tan elevada, que los colectivos sociales pasan a actuar con afectos más primitivos, buscando cualquier referencia identitaria o ideológica para ampararse. Si tomamos los supuestos bionianos para pensar la actualidad, el grupo de apareamiento es la conformación que elucida la unión fusional colectiva, y el de dependencia explica la intensa adhesión a los imperativos de un líder, conductas que pueden convertirse en la semilla de los neopopulismos. Tales modalidades grupales pueden llevar, por consiguiente, al surgimiento y fortalecimiento de los grupos de extrema derecha y de carácter fascista. Los colectivos extremistas, en un funcionamiento de grupo de ataque y fuga, crean un chivo-expiatorio cualquiera para culpar por los percances vividos (Pichon-Rivière, 1982). Como forma catártica y de descarga de los mecanismos de agresividad y violencia, cualquiera puede ocupar ese lugar de depositario, sea el inmigrante, refugiado, musulmán, homosexual, etc.

Consideramos que la Figura 3 nos posibilita mitigar una polarización teórica de la propia Psicología sobre la conducta de las multitudes. Estudios como de Le Bon (1895/2005) y Freud (1921/1976) suelen generalizar la conducta “irracional” de las masas, como si siempre las multitudes llevasen a un rebajamiento intelectual. En nuestra cartografía visibilizamos este funcionamiento ubicándolo en el cuadrante derecho-inferior. Así, el irracionalismo de las multitudes no es su única conducta, ya que la posibilidad de un trabajo afectivo que proporcione continencia a las ansiedades colectivas puede potenciar las operaciones de los procesos cognitivos sofisticados, y por consiguiente, del grupo de trabajo. Este grupo afectivamente elaborado puede realizar acciones colectivas que lleven a producciones sorprendentes y a un estatuto de grupo comunitario que pueda lidiar con las diferencias y las multiplicidades, situándose en el polo izquierdo-superior del esquema. En este sentido, un mismo colectivo social puede tener un potencial de antiproducción y destrucción, como también de realización y producción, dependiendo del contexto y momento afectivo en que está inserto. Por lo tanto, para hacer frente a la afirmación de Sunstein (2009), de que todo grupo tiene una tendencia de siempre polarizarse, es de crucial importancia que el psicólogo político que intervenga en algún colectivo social, tenga en su repertorio interpretativo esa concepción dinámica pichoniana de los distintos posicionamientos de grupo, mediados por la relación indisociable entre cognición-afectos. Pues así podrá contribuir con la potenciación de sus acciones y la deconstrucción de las variables que le mantienen en la estereotipia, fatalismo o polarización.

5 Consideraciones finales

En este ensayo articulamos el enfoque de Pichon-Rivière a la PPL. Realizamos un estudio teórico de su obra, así como una revisión de la literatura de la PPL. Primero, abordamos algunos aspectos que trajeron el alejamiento entre PPL y COGP, como las interpretaciones sesgadas de su trabajo, o simplemente su no mención. Enseguida realizamos algunas aproximaciones entre la perspectiva de Pichon-Rivière y un autor fundamental de la PPL, Martín-Baró. Ambos poseen la misma perspectiva pragmática y social, con el fin de producir con sus saberes cambios y transformaciones sociales que potencien los colectivos con que trabajan. Los dos actúan a partir de procesos de concientización, pero Pichon-Rivière prioriza el polo afectivo, operando sobre las ansiedades y fantasías colectivas, mientras Martín-Baró privilegia el polo político, actuando en la problematización y desconstrucción de la Ideología y en procesos de empoderamiento. Proponemos que la articulación entre los dos autores nos proporciona un enfoque psicopolítico de análisis grupal dividido en tres dimensiones: cognitiva, afectiva y política (Figura 1).

Y para finalizar, desplazamos la concepción de funcionamiento de grupo de Pichon-Rivière a la PPL. Con este repertorio, visibilizamos los distintos momentos de grupo, mediados por la relación cognición-afectos (Figura 2). Ampliamos ese esquema para una perspectiva psicopolítica, para la visualización de los distintos posicionamientos que los colectivos pueden asumir, de acuerdo con las problemáticas que enfrentan (Figura 3). En este mapa, los colectivos pueden transitar difusamente en el gradiente entre el polo grupo comunitario, el más desarrollado, hasta la polaridad grupo extremista, el más primitivo, y viceversa. En un extremo hay un posicionamiento que acoge las multiplicidades y diferencias, y en el opuesto, un posicionamiento polarizado y dicotómico. En este sentido, irrupciones agresivas y extremistas de un grupo se derivan de cuestiones situacionales y no sólo de aspectos individuales de componentes de colectivos.

Concluimos que el repertorio de conocimientos elaborado por Pichon-Rivière puede contribuir con la ampliación del campo de análisis de la PPL. Su pragmática busca fomentar procesos de concientización, potenciación y deconstruir los papeles estereotipados, fatalizados y afectos inestables que pueden llevar a estados de regresión, desamparo, polarizaciones y extremismos. Consideramos que su teoría puede ser una importante referencia al análisis de grupos, instituciones, comunidades, movimientos sociales y en las diversas políticas públicas. Por lo tanto, la continua omisión de Pichon-Rivière sólo perjudica la consolidación de la PPL, ya que su conocimiento puede proporcionar al campo una caja de herramientas psicopolíticas de extrema valía.

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