Carlos Prieto del Campo (2018) Clase, pueblo y nación. Nuevos bloques históricos antisistémicos en la crisis del Estado español. Brumaria. ISBN: 978-84-947105-3-7
A pesar de su clara vocación praxiológica, el libro que reseñamos no se limita a ser un intrépido llamado a desarrollar estrategias políticas singulares por medio de las cuales reinventar la acción colectiva antisistémica. A diferencia de un manifiesto político convencional, Clase, pueblo y nación, de Carlos Prieto del Campo, es un trabajo realizado sobre una sofisticada perspectiva analítica. Con la intención de abordar la fractura político-territorial del Estado español sin caer en inercias etnonacionales, al autor se dispone a dilucidar la crisis sistémica del capitalismo a partir de sólidos marcos conceptuales, lo que le lleva a comprender el potencial político de la fuerza de trabajo en su acepción posfordista.
De este modo, haciendo palanca sobre el conflicto territorial que ha soliviantado la deriva nacionalista española y catalana, el autor descubre la confluencia de la crisis sistémica del capitalismo –que impide el regreso al pacto fordista de posguerra– y la crisis de la democracia representativa –en la que el sistema de partidos ha perdido su legitimidad–. A su vez, estos mismos factores encuentran su traducción europea en los procesos conservadores que, a partir de la lógica del soberanismo estatal, pretenden una clausura política en términos etnonacionales.
Al concebir la nación como el correlato de la de la organización y culturalización de la fuerza de trabajo dentro de los contenedores estatales a fin de facilitar su estabilización y explotación por parte de las clases dominantes, se comprendería entonces que, en el momento actual de reestructuración sistémica del capitalismo a causa de la crisis que padece su régimen de acumulación y su modo de regulación, se produzca una renacionalización del conflicto político y, por ende, un auge de las reivindicaciones nacionales: la cuestión catalana sería ejemplo de ello. Sin embargo, pueblo y nación serían construcciones políticas que, al reificar las relaciones de poder por medio de un conglomerado identitario, se muestran incapaces crear un nuevo bloque social e histó
rico susceptible de desarrollar formas de innovación política orientadas a desestabilizar los equilibrios de poder vigentes.
Se comprende así que sea sistémico-estructural, en lugar de identitario-nacional, el ámbito de análisis que permite delinear proyectos políticos con capacidad de revertir los efectos de la crisis económica desde una lógica antisistémica. Por consiguiente, los procesos materiales de producción de valor y las clases que lo hacen posible se deben situar en el centro de la explicación de –e intervención sobre– los desequilibrios económico-territoriales provocados, en última instancia, por la crisis de los procesos de acumulación de capital. A la postre, la apertura de un curso de acción antagonista que pretenda recorrer una vía poscapitalista debe pensarse en términos de clase.
Considerando lo anterior, Prieto del Campo analiza el poder constituyente de la fuerza de trabajo española durante el largo siglo XX (1875-2017). Su propósito es observar la composición de clase a partir de la cual se han construido procesos de invención política capaces de enfrentarse a las estructuras de poder que han organizado la realidad socioeconómica y política del país. De resultas a ello, establece tres momentos en que la agregación de energía política procedente de la fuerza de trabajo asalariada, no pudiendo ser capturada por los dispositivos institucionales de las clases dominantes, ha cristalizado en formas políticas con potencial disruptivo. A estos momentos el autor los denomina prefordismo brutal (1868-1939), protofordismo violento (1931-1986) y posfordismo salvaje (1975-actualidad).
En el primer momento, la Guerra Civil actuó como el catalizador de una densa red de organizaciones políticas y sindicales que se movilizaron en pos de un proyecto constituyente que dotase de autonomía a las clases trabajadoras. El segundo periodo, al estar caracterizado por una fuerza de trabajo embridada por la regulación franquista y enfrentada a su violencia estructural, dificultó el desarrollo de sujetos políticos vigorosos que criticasen con solvencia las relaciones de producción y la distribución del poder que acompañaron la transición del modelo franquista al sistema de partidos posterior a 1978. Pero los actores políticos y avatares históricos que caracterizaron esos dos momentos no apartan al autor de su intención de comprender el momento contemporáneo a partir de la sobredeterminación de clase.
La última fase se caracteriza por la emergencia de una clase posfordista de alto componente cognitivo cuyo ámbito laboral resulta fluido, precario y tendencialmente posnacional. Estos atributos comportan que la nueva composición de clase sea susceptible de desarrollar una crítica a las categorías políticas de la modernidad (centradas en la soberanía estatal) que dé lugar a un nuevo proceso constituyente que altere y transforme las coordenadas sobre las que se despliega el capitalismo histórico. De modo que remite al nuevo sujeto productivo surgido del modelo posfordista desarrollar una estrategia política con que dotar a la sociedad de una nueva constitución material que revierta la degradación política y el deterioro de las condiciones socioeconómicas que ocasiona la governance neoliberal.
Según el entendimiento del autor, las soberanías estatales dificultarían la imbricación de múltiples formas de acción constituyente que permitiesen alineamientos internacionales en virtud de los cuales disponer de la fuerza suficiente con la que cambiar el rumbo de las políticas económicas de la Unión Europea. Razón por la cual, una práctica antisistémica de constitución política requiere trascender las formas puramente soberanas y estatales por medio de la articulación de procesos de gestión pública multiescalares.
En este sentido, la nueva composición de clase posfordista, por cuanto que “ampliamente multinacional, altamente cognitiva, profundamente neofeudalizada e irreversiblemente multiétnica” (pág. 194), es capaz de movilizar los imaginarios políticos necesarios con los que, mediante formas de acción escalables y extensibles a distintos países, accionar proyectos constituyentes que amplíen el catálogo de derechos y creen una nueva institucionalidad que redefina la economía política europea.
A partir de lo cual, el proceso de autodeterminación catalán puede leerse desde dos miradas opuestas: o bien como una disputa entre élites políticas –de ámbito estatal en un caso y autonómico en el otro– que aspiran a obtener réditos electorales en sus respectivas demarcaciones mientras siguen aplicando la agenda neoliberal, o bien como un experimento político cuya plasticidad introduce posibilidades de expansión democrática que no se agotan en la creación de un nuevo aparato estatal homologable a los ya existentes.
Puesto que ello supondría dificultar las convergencias entre los movimientos antisistémicos cuya innovación política permita la apertura de procesos constituyentes que puedan ser extensibles a nivel europeo, para Prieto del Campo sería desacertado promover un proceso de autodeterminación que desembocara en una Catalunya cuya independencia recrease el modelo obsoleto de las soberanías estancas. Dicho de otro modo, sería inútil emplear energías políticas en procesos de fisión como el catalán si el resultado fuese la creación de nuevos contenedores estatales donde reproducir las relaciones de explotación y dominación que se precipitan y anclan en su interior.
Consiguientemente, la manera por la cual la secesión de Catalunya no comportase un escenario regresivo sería mediante la refundación de la propia forma estatal por medio de un proceso constituyente que, orbitando alrededor de la composición de clase posfordista, fuese organizado en clave “postsoberanista, posnacional y pospopular” (pág. 201). Dadas sus condiciones materiales de existencia, corresponde a la actual composición de clase posfordista la crítica política de las estructuras de poder de las élites dominantes que, sirviéndose de la práctica institucional de los partidos políticos convencionales, implementan de manera implacable sus intereses de clase.
El autor encuentra en la emergencia de los partidos afines al 15-M las formas de organización política catalizadoras de los nuevos sujetos políticos surgidos en el interior de la formación social española y catalana en la fase posfordista contemporánea. Por consiguiente, siempre y cuando no se inserten de manera armoniosa al orden establecido, estas formaciones políticas –de entre las cuales Podemos es la que descuella en el ámbito español y Catalunya en Comú en el catalán– serían aptas para diseñar una estrategia política que, comprendiendo el agotamiento de la actual forma Estado y sus respectivos subsistemas administrativos, subvierta el sistema de partidos del que se aprovechan las élites económicas para aplicar políticas neoliberales.
En resumidas cuentas, Prieto del Campo considera que la crisis del actual ciclo sistémico de acumulación puede dar lugar a una ruptura política protagonizada por un bloque social posnacional que se encuentre en condiciones de plantear e implementar un proceso constituyente en términos políticos y socioeconómicos. Su apuesta pasa por un presupuesto europeo –donde se imbricarían las distintas realidades nacionales por medio de la interdependencia de sus respectivas soberanías– organizado en torno a unos mecanismos de gestión macroeconómicos capaces de desplazar el paradigma neoliberal por medio de la creación de los bienes comunes fundamentales.
Ahora bien, el autor insiste en que la labor de los nuevos sujetos políticos únicamente puede ser viable si opera en un espacio que logre articular unidades políticas que se encuentran a diferentes niveles. De lo contrario la acción colectiva no podría estar a la altura de la complejidad estructural de un capitalismo diseñado por unos grupos sociales y corporaciones empresariales que, además de a nivel estatal, operan a escala regional y global. Se debe a sus aptitudes originales e innovadoras que a la clase posfordista le resulta inherente un potencial político antisistémico que por horizonte tenga el fin de las posiciones de poder que apuntalan la reproducción del capitalismo en su lógica neoliberal.
Dicho lo cual, al autor le podríamos criticar que, al concebirla como la forma de la que se sirve el Estado para contener el conflicto y el antagonismo político, su noción de soberanía sea sumamente sombría e intransigente. De igual manera, pareciera demasiado funcionalista considerar el pueblo o la nación como la manera por la cual invisibilizar la movilidad de los flujos migratorios y las condiciones de explotación a las que se somete la fuerza de trabajo.
Así es que, aunque pudiéramos no estar de acuerdo con el rechazo de Prieto del Campo a la gramática política de la modernidad –lo que le lleva a considerar obsoleta, y directamente agotada, la forma estatal–, lo cierto es que el libro es una interesante oportunidad para pensar la política a partir de una lógica posnacional que favorezca las relaciones interterritoriales e interestatales, sobre las que se produzcan agregados sociales, en clave de radicalización democrática y de ruptura con las políticas económicas neoliberales.