Acciones simbólicas, conflictos materiales: la evolución contemporánea de la Forma Social de la Protesta vasca

Symbolic Actions, Material Conflicts: The Contemporary Evolution of the Basque Social Form of the Protest

  • Arkaitz Letamendia Onzain
En este artículo planteo, para el caso vasco, la transición en las últimas décadas de unos repertorios de protesta directos y confrontativos hacia otros más simbólicos y autoexpresivos, en el seno de unas tipologías de conflicto cuya raíz continúa siendo material y moderna. Para dar cuenta de este proceso analizo, mediante la técnica del Protest Event Analysis, las acciones de reivindicación en territorio vasco entre 1980 y 2010, y propongo tres elementos que influyen de modo diferenciado sobre las tipologías de conflicto y los repertorios de protesta: la creatividad de los activistas; la represión de las autoridades; y la estetización de las prácticas sociales en el capitalismo tardío. Estos tres elementos suponen un proceso más rápido e intenso de simbolización y desmaterialización de las acciones de protesta que surgen de los conflictos.
    Palabras clave:
  • Protesta social
  • Conflicto
  • Acción simbólica
  • Euskal Herria
In this paper, I propose for the Basque case a shift in the last decades: the transition from direct and confrontational protest repertoires towards more symbolic and self-expressive modes of mobilization, in a context of typologies of conflict whose roots remain modern and material. To study this process in the Basque Country between 1980 and 2010 I use the Protest Event Analysis technique, and I propose three elements that influence differentially on the types of conflict and the repertoires of protest: the creativity of the activists; the repression of the authorities; and the aestheticization of social practices in late capitalism. These three elements cause a more rapid and intense process of symbolization and dematerialization on the protest actions than on the conflicts they arise from.
    Keywords:
  • Social Protest
  • Conflict
  • Symbolic Action
  • Basque Country

1 Introducción

Las expresiones populares de movilización forman parte del paisaje político de las sociedades contemporáneas. A lo largo del planeta diferentes combinaciones de actuaciones reivindicativas y conflictos del más diverso signo se entrelazan, pero, ¿de qué manera? ¿Dan lugar los conflictos estructurales de corte material —alrededor de los modos de distribución de los recursos o control de los medios de coerción de un Estado— a tácticas de protesta igualmente materiales y confrontativas como huelgas, barricadas o acciones directas? Por su parte, ¿incentivan los conflictos simbólicos y culturales —alrededor del reconocimiento de identidades inferiorizadas o cuestiones mora-
les— tácticas de acción simbólicas, autoexpresivas y teatralizadas como parodias reivindicativas, performances o formatos audiovisuales de protesta?

Planteada de otro modo, esta pregunta se refiere a si es posible identificar pautas de relación entre tipologías de protesta y ejes de conflicto de las que surgen. En este artículo, para abordar esta cuestión presento el concepto Forma Social de la Protesta (FSP), que defino como el conjunto de tipologías de acción reivindicativa y de ejes de conflicto en un lugar y época dados. Mediante la noción de FSP trato de sistematizar teórica y empíricamente las potenciales vinculaciones que se establecen entre los tipos de tácticas o repertorios de protesta (Tarrow, 2002; Tilly y Wood, 2010; Traugott, 2002), y la raíz estructural de las contiendas o cleavages (Aguilar, 2011; Lipset y Rokkan, 1967) que les dan lugar.

Para operativizar la FSP, diferencio tipologías de protesta y conflicto en función de sus respectivos grados de materialidad o simbolismo. Esta diferenciación entre materialidad y simbolismo proviene de planteamientos teóricos de autores como John Searle (1997). Se trata como veremos de una distinción que puede resultar un tanto problemática desde un punto de vista ontológico. En cualquier caso, a modo de introducción puede servir la idea de que, aplicada a los repertorios de protesta, la materialidad hace referencia a acciones en que la función física o material es lo primordial, una barricada por ejemplo que impide físicamente avanzar a la policía. El simbolismo se referiría a actos de reivindicación guiados por lo autoexpresivo, lo visual, y lo representativo, como una parodia en que se teatraliza la demanda planteada. Por su parte, respecto a los ejes de confrontación la materialidad se correspondería con aquellos conflictos estructurados, por ejemplo, en torno al modo de producir y distribuir recursos, o a la materialización efectiva de instituciones políticas; mientras que lo simbólico haría referencia a conflictos organizados principalmente alrededor de cuestiones culturales, identitarias o morales.

La hipótesis que en este trabajo manejo es que, aunque exista correspondencia, la vinculación entre tipos de conflicto y tácticas de protesta según sus grados de materialidad o simbolismo no es directa ni unívoca. Planteo que actualmente, mientras los ejes

de conflicto continúan siendo fundamentalmente materiales (de raíz moderna como veremos), los repertorios de protesta son cada vez más simbólicos, audiovisuales y autoexpresivos (fundamentalmente posmodernos). Es decir, propongo que los conflictos de corte material-moderno no suponen automáticamente repertorios de protesta materiales; mientras que conflictos simbólicos de corte posmoderno no derivan obligatoriamente en protestas simbólicas. Sugiero que se trata de una relación contingente y compleja, en que tanto tipologías de protesta como ejes de conflicto evolucionan de un modo relativamente autónomo en función de tres factores: la creatividad de los activistas (construcción); la represión de las autoridades (constricción); y la estetización de las prácticas sociales en el capitalismo tardío (posibilidad). Estos factores influyen de modo diferenciado sobre las tipologías de conflicto y las tácticas de acción reivindicativa; dando actualmente lugar a una FSP aún moderna y material en sus ejes de confrontación profundos, y simbólica y posmoderna en sus repertorios de acción. El caso en que testo empíricamente esta hipótesis es Euskal Herria entre 1980 y 2010.

Para desarrollar estas ideas divido el artículo en tres partes. En primer lugar abordo teóricamente el concepto de FSP a la luz de los debates académicos existentes sobre relación entre tipologías de protesta y de conflicto. La naturaleza de la distinción entre materialidad y simbolismo aplicada a la FSP será en este apartado detallada. En una segunda parte desarrollo empíricamente la FSP para el caso de Euskal Herria entre 1980 y 2010 a través de la técnica del Protest Event Analysis (Koopmans y Rucht, 2002). Mediante esta técnica elaboro unos índices de protesta para cuantificar y clasificar los eventos de reivindicación según el eje de conflicto del que surgen y del tipo de táctica de acción empleada. El planteamiento, para el caso vasco, de una FSP donde tácticas de protesta (progresivamente más visuales, autoexpresivas y simbólicas) y ejes de conflicto (fundamentalmente materiales aún) evolucionan de un modo relativamente diferenciado, me conduce a proponer elementos que expliquen este proceso. Los elementos que según mi punto de vista influyen, y serán desarrollados en la tercera parte de este trabajo, son la creatividad de los activistas, la represión de las autoridades y la estetización de las prácticas sociales y políticas en la actual fase de capitalismo. Al final del artículo sintetizo las ideas principales y apunto posibles horizontes de investigación para el desarrollo del concepto de FSP, y la vinculación entre tipologías de conflicto y tácticas de protesta en otros contextos.

2 La Forma Social de la Protesta: una herramienta conceptual para estudiar la relación entre tácticas de lucha y conflictos estructurales

Una parte importante de la literatura académica sobre movimientos sociales, sobre todo la encuadrada en las Teorías del Proceso Político, se ha dedicado a estudiar el establecimiento y evolución de las tácticas de protesta que los movimientos sociales emplean para tratar de conseguir sus objetivos (McAdam, 1983; Tarrow, 2004; Tilly, 2007). Desde esta perspectiva los repertorios de acción colectiva, serían creaciones culturales aprendidas que emergen de la lucha (Tarrow, 2004). Métodos de acción pacíficos y violentos, serios y divertidos, desobedientes o performativos entran dentro de esta categoría.

El paradigma de lucha hasta ahora imperante, progresivamente instaurado a la par que los propios Estados-nación, ha sido el del repertorio de acción moderno, definido como cosmopolita, autónomo y modular (Tilly, 2007). Este paradigma de protesta moderno, modular y por tanto, universalmente adaptable a los más diversos contextos sociales y políticos, se contrapone al anterior repertorio premoderno, de carácter particular y localista. Esta contraposición proviene de la perspectiva planteada por Charles Tilly y Lesley Wood (2010), según la cual a partir de finales del siglo XVIII el repertorio de contienda pre-democrático (localista, basado en encuentros contenciosos y directos, derivados de la interacción social rutinaria) da paso al democrático. En éste se inscribe la actividad de los movimientos sociales y su característico abanico de actuaciones reivindicativas, modulares y autónomas; potencialmente exportables a diferentes lugares y luchas. En este proceso, emerge la pretensión moderna de “universalidad” aplicada a las tácticas de lucha; la pretensión de un mundo infinito movilizado que se erige frente a la semántica premoderna del espacio finito perteneciente a un mundo cerrado (Zulaika, 2014).

El siglo XXI parece dar paso a nuevas modalidades de protesta y a modificaciones en su paradigma. Por un lado, reafloran ciertos desbordes premodernos, plasmados en actos colectivos de sanción comunitaria local y táctil. Tal sería el caso de acciones de vituperio público y presión hacia dirigentes políticos como los escraches (Pastor, 2014). Además, después de la crisis financiera neoliberal de 2007-2008, a partir de 2011 en diversas partes del planeta, sucede una oleada de movilizaciones en que se ocupan plazas: la constitución física de una comunidad movilizada repleta de afectos como en el 15M en Madrid, los Occupy de Nueva York y Londres, o la plaza Gezi de Estambul. Esta lógica comunitaria adquiere en el caso particular vasco el formato de Herri Harresi o “Muro Popular” (Esteban, 2016).

Por otro lado, debido a la extensión global de Internet y las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), los repertorios de protesta experimentan también desbordes innovadores incorporando elementos característicamente posmodernos relativos a lo audiovisual, la imagen explícita e impactante, lo simulado o lo intangible. Éste sería el caso de la emergencia en el contexto vasco contemporáneo de vídeos-protesta como los Artefactos Audiovisuales de Reivindicación y Protesta, ACARP (Letamendia, Del Amo y Diaux, 2014).

Por su parte, los estudios sobre conflictos estructurales de los que surgen movimientos sociales y políticos muestran una larga tradición que llega hasta nuestros días. Desde obras clásicas como las de Karl Marx y Friedrich Engels (1848/1997), la vinculación histórica entre ejes estructurales como el capital-trabajo y movimientos específicos —el proletariado decimonónico surgido de la lucha de clases— ha sido una constante en las obras de diferentes autores. Respecto a este eje de clase, a la dinámica contemporánea de movilizaciones de trabajadoras se les suman otros tipos de aportaciones novedosas. En la actual era de precariedad e incertidumbre social, a través de las propuestas de autores como Guy Standing (2013), es posible reinterpretar bajo una óptica estructural el surgimiento de movimientos de protesta de nuevo cuño, como los compuestos por personas desempleadas, paradas, en situación de inestabilidad laboral, o que no alcanzan a adquirir una vivienda propia, y que dan pie a una suerte de clase social en sí; el precariado. Esta óptica permite identificar conexiones entre estructura, divisoria de confrontación y acción colectiva; y conecta así con la noción de cleavage (Lipset y Rokkan, 1967) como eje profundo que organiza estructuralmente la disputa entre grupos sociales.

La perspectiva de eje profundo de confrontación permite identificar diversos movimientos sociopolíticos en función de la estructura de poder y tipo de conflicto del que surgen. Tal sería el caso del movimiento independentista en relación al eje centro-periferia en el marco de los Estados-nación (Díez Medrano, 1999; Letamendia, 1997); del feminista respecto al eje sexo-género en el sistema patriarcal (Esteban, 2003; Nicolás, 2009); o los ya mencionados efectos socioeconómicos del capitalismo del que emergen las movilizaciones de clase (Aguilar, 2011; Marx y Engels, 1848/1997) o las luchas ecologistas ligadas a sus impactos medioambientales (Bárcena, Ibarra y Zubiaga, 1998). La conexión estructural entre ejes profundos de confrontación y movilizaciones específicas, la presencia de una ligazón subterránea e histórica que, en mayor o menor grado, vincula en la práctica ejes de conflicto y movimientos sociales, emerge a la superficie bajo esta perspectiva.

En este ámbito, existe sin embargo una cuestión que considero que no ha sido suficientemente tratada por la literatura académica: la de la naturaleza de la conexión entre ejes de confrontación profundos, estructurales, y las formas explícitas que adquieren las tácticas de protesta, es decir, los repertorios de acción colectiva. Es a la luz de esta cuestión donde propongo la herramienta conceptual que denomino Forma Social de la Protesta, FSP. Ésta puede ser definida como el conjunto de tipologías de acción reivindicativa y ejes de conflicto en un lugar y época dados. Se diferencia de la noción de repertorio de protesta planteada por Tilly (2007) en tanto que el concepto de FSP recoge no sólo la tipología de actuaciones de reivindicación llevadas a cabo por los movimientos sociales y políticos, sino también la naturaleza profunda, estructural, de los conflictos de los que surgen. Concibo por tanto la FSP como un constructo teórico que trata de sistematizar la potencial conexión entre ejes estructurales de conflicto y repertorios de protesta.

Para desarrollar en profundidad este concepto, en primer lugar considero útil clarificar los términos de su denominación y sus implicaciones. Así, mediante Forma hago referencia a una configuración espacio-temporal específica que puede ser empíricamente aprehendida; una serie de características distintivas referentes a las tipologías de protesta y de conflicto en las coordenadas espacio-tiempo escogidas que determinan cómo es concretamente esa forma. Con Social hago referencia al conjunto de conflictos y movilizaciones de la sociedad y época estudiadas; propias de una Forma de Organización Social (FOS) específica que moldea estructuras de poder así como resistencias a las mismas. De este modo, fijo la atención no tanto en las reivindicaciones de uno o varios movimientos sociales como en el conjunto de expresiones de reivindicación y conflicto que tienen lugar en las coordenadas espacio temporales escogidas. Por último, con Protesta aludo a los eventos de reivindicación llevados a la práctica, identificables en función de la táctica empleada y del eje de confrontación profundo del que surgen. Concebida de esta manera, la FSP permite ahondar en las potenciales vinculaciones entre tipologías de conflicto y acciones reivindicativas desde una perspectiva integral, holística, de la sociedad y el tiempo en que se enmarca.

Esta conceptualización y perspectiva teórica, en tanto que plantea una Forma de Organización Social —FOS— que moldea estructuras de poder y expresiones de resistencia, corre el riesgo de caer en un determinismo estructural respecto a la FSP, al conflicto y a la acción colectiva. Es decir, podría argumentarse que a una FOS histórica y concreta le corresponde automáticamente una FSP (un conjunto de resistencias) igualmente histórica, concreta, con similares características. En este caso sería una función intrínseca a la propia estructura social, una función inmanente estructural, la que según su propia lógica interna iría determinando sucesivamente la conformación de modos de organización social, de poder y de resistencias en que se encuadra la FSP. El papel de la agencia humana, con algún grado de autonomía, desaparecería en esta ecuación. Y además, la hipótesis planteada sobre la evolución relativamente diferenciada de tipologías de protesta y de ejes de confrontación carecería de sentido: modificaciones en una de estas tipologías (más materiales o simbólicas) supondrían automáticamente el mismo tipo de modificaciones en la otra, ya que estaríamos hablando de una enorme función estructural cuyas características evolucionan de modo coherente y unitario siguiendo una lógica interna implacable.

El planteamiento que defiendo en este trabajo difiere de esta perspectiva determinista. Así, aunque sí planteo la FSP como un contrapunto de raíz estructural, dialéctico, un todo resistente a las estructuras de poder imperantes (y que por tanto habrá de mostrar cierta correspondencia en la evolución de sus tipos de tácticas reivindicativas y conflictos respecto a las modificaciones cualitativas de las estructuras de las que emana), en ella existe agencia humana capaz de escapar a las determinaciones estructurales. Me refiero a la agencia relativamente autónoma y creativa de las personas, potencialmente generadora de interferencias en la auto-reproducción del sistema, como una pieza central en la configuración de la dialéctica entre poder y resistencias.

Partiendo por tanto de este planteamiento, propongo que la influencia diferenciada sobre la FSP de la agencia humana creativa, la represión que se ejerce hacia la misma, y el condicionamiento cultural en el actual contexto de capitalismo tardío, son factores que inciden en la evolución de las resistencias contemporáneas, y en la no correspondencia directa de sus tipologías de conflicto y de lucha según sus grados de materialidad o simbolismo.

2.1 El continuum materialidad-simbolismo aplicado a los conflictos y tácticas de protesta

La distinción entre materialidad y simbolismo de las resistencias en que mi propuesta se basa merece una explicación detallada. Ésta deriva de la diferenciación ontológica entre hechos brutos y hechos institucionales propuesta por Searle (1997), que a grandes rasgos distingue entre hechos cuya naturaleza es fundamentalmente física o material, de otros tipos de hechos cuya naturaleza es sociocultural o simbólica. Esta diferenciación ontológica entre lo simbólico y lo material permite establecer un marco de análisis que en este artículo aplico a la FSP, es decir, a las tipologías de protesta y de conflicto de una época y lugar determinados.

En el caso de las tácticas de protesta, con la materialidad me refiero a acciones que inciden primariamente sobre lo físico y lo material. Éste sería el ejemplo de una barricada que impide físicamente el avance de la policía en una situación de confrontación directa; o el de una huelga que paraliza materialmente el proceso de producción en una empresa, o un acto de sabotaje que destroza físicamente el cajero de un banco. Por su parte, con las simbólicas aludo a acciones que inciden en simbolizar y representar las luchas: el caso de una parodia colectiva sobre la explotación a la que los y las trabajadoras están sometidas; un acto popular teatralizado acerca de la situación de indefensión de los y las presas enfermas; o una acción coreografiada y visualmente explícita de denuncia sobre la avaricia de los banqueros.

La distinción ontológica entre lo material y lo simbólico que aquí empleo responde a intereses puramente analíticos, a un modelo cuyos ejemplos responden a tipos ideales; ya que en la práctica toda acción de protesta muestra simultáneamente tanto componentes simbólicos como materiales. Estas dos dimensiones de la protesta social presentan distintas configuraciones y plasmaciones, que varían históricamente. Sería por tanto más adecuado hablar de un continuum materialidad/simbolismo aplicable a los modos de protesta que fluctúa a lo largo del tiempo. La táctica de reivindicación por excelencia, la manifestación, podría considerarse el más claro ejemplo de combinación de ambas dimensiones, en cuanto que supone una concentración física de personas en un espacio público —dimensión material— a través de la cual se representa la fuerza y legitimidad de la demanda planteada: dimensión simbólica. Otras tácticas de reivindicación, sin embargo, inciden como veremos más en una dimensión que en la otra de este continuum; lo que permitirá distinguir entre tipos de protesta de corte más material (como huelgas) o simbólico (el caso de las parodias reivindicativas).

Esta distinción, o mejor dicho este continuum entre lo material y lo simbólico, es asimismo aplicable a las tipologías de conflicto. Así, por un lado, considero tipos de conflicto definidos principalmente por condicionantes materiales, como sería el eje capital-trabajo en relación al modo de producción, consumo y distribución de bienes; el organizado respecto a los medios físicos de coerción en un Estado; o las disputas acerca de la materialización de instituciones políticas en el seno de los conflictos centro-periferia.

Por el otro lado estarían los tipos de conflicto de naturaleza más simbólica e identitaria; tipologías que conectan más con cuestiones culturales y del día a día, con actitudes, comportamientos y valores de las personas así como con cuestiones morales. Tal sería el caso de las luchas de colectivos e identidades organizadas alrededor de categorías como las de sexo/género, etnia/raza o edad; reivindicaciones de corte cultural como, en el caso vasco, las relacionadas con la defensa del euskera (lengua vasca); o disputas y reivindicaciones referentes a la relación con el medioambiente o al militarismo. Creo que no es necesario aclarar que este tipo de disputas derivan de estructuras de poder cuyas consecuencias son indiscutiblemente palpables y materiales, como son la destrucción del medioambiente, la desigualdad y opresión patriarcal, o la discriminación racial. Recalco por tanto el fin puramente analítico de la distinción ontológica planteada, y el esfuerzo que supone diferenciar a nivel teórico entre unos conflictos simbólicos o materiales que en la práctica se hallan fuertemente asociados: todo conflicto y reivindicación material requiere de una serie de componentes simbólicos, identitarios y culturales con que poder articularse, mientras que toda reivindicación y conflicto cultural de base identitaria y simbólica aspira a materializarse mediante medidas concretas —políticas, legales, socioeconómicas— que reflejen sus logros. Reitero así la idea de continuum, el planteamiento teórico de que unos ejes de conflicto inciden más en una dimensión que en la otra del mismo.

3 El análisis empírico de la FSP en Euskal Herria entre 1980 y 2010

Mi planteamiento apunta a que en el seno de la FSP las tipologías de conflicto y las tácticas de protesta evolucionan de un modo relativamente diferenciado según sus grados de materialidad y simbolismo. Para comprobar empíricamente esta idea, caracterizo la evolución de la FSP en Euskal Herria entre 1980 y 2010. Para ello, empleo la técnica del Protest Event Analysis (PEA). Ésta, según Ruud Koopmans y Dieter Rucht (2002), está dirigida a analizar la incidencia de gran número de protestas, usando medios como periódicos o reportes oficiales como fuentes de información, y enlazándolas a otros tipos de informaciones para estudiar las causas y consecuencias de las mismas. Estos autores plantean que la PEA provee de una base empírica sólida para la observación de actividades de protesta en amplias áreas geográficas y a través de considerables periodos de tiempo. Su unidad contable son los eventos de protesta y reivindicación (Protest Events), referidos a cualquier tipo de actividad que requiere a más de una persona y que es llevada a cabo en la esfera pública con el propósito explícito de articular una queja, o mostrar apoyo a un objetivo (Soule y Davenport, 2009). Los eventos reivindicativos que en este artículo estudio son los que tienen lugar en territorio vasco, y se corresponden con expresiones “no convencionales” de protesta, en contraposición a modos más “convencionales” o formales como ruedas de prensa, peticiones o litigaciones judiciales (Koopmans y Rucht, 2002).

3.1 Ámbito temporal y fuente de información

El ámbito temporal de análisis abarca desde los años ochenta del siglo XX hasta comienzos del siglo XXI; en concreto analizo la evolución de los eventos de protesta entre los años 1980, 1995 y 2010. Comienzo el año 1980, en un primer posfranquismo en que en Euskal Herria los niveles de confrontación social son muy elevados y los enfrentamientos políticos violentos frecuentes (Letamendia, 1994). A continuación abordo las expresiones de reivindicación que se experimentan quince años más tarde en la sociedad vasca, en 1995. Extiendo el estudio hasta el final de la primera década del siglo XXI, el año 2010, donde el panorama de conflictividad es más relajado que en tiempos anteriores, en el marco de una sociedad civil que se mantiene políticamente activa (Ibarra y Irujo, 2011; Zubiaga, 2013). Así, mediante tres fotos consecutivas en intervalos de 15 años, describo las modificaciones que experimenta la FSP vasca —las tácticas de reivindicación y ejes de conflicto— a lo largo de tres décadas.

La fuente de información utilizada para estudiar la FSP es prensa escrita de ámbito vasco; en concreto el periódico Egin/Gara1. La periodística es el tipo de fuente preferente en el PEA, ya que permite realizar estudios diacrónicos, estableciendo comparaciones a través del tiempo, y entre diferentes tipologías de reivindicación. Sin embargo, tal y como apuntan Koopmans y Rucht (2002), independientemente de la fuente concreta escogida, la PEA no refleja “la realidad”, sino una realidad construida por el investigador. La que aquí construyo se basa por tanto en unos índices numéricos autorreferenciales que no aspiran a reflejar una realidad objetiva y absoluta sobre cantidad y tipología de protestas. Lo que propongo es identificar tendencias en la evolución de la FSP vasca, teniéndose a la propia fuente de información como referencia relativa.

Partiendo de esta premisa, expongo dos tablas que expresan Índices de Protesta en función de dos ejes de análisis: el “eje de conflicto” y el “eje de repertorios de protesta”. Los datos sobre protesta empíricamente obtenidos son estudiados con atención a estas dos categorías y sus subcategorías; en función de los ejes de conflicto (Tabla 1), y de las tácticas de reivindicación empleadas (Tabla 2). Presento a continuación los resultados obtenidos y su interpretación2.

3.2 La evolución de las tipologías de conflicto: de los ejes modernos hacia su parcial diversificación

Comencemos con el análisis de la protesta vasca según las tipologías de conflicto. Los datos numéricos que presento a continuación en la Tabla 1 expresan los índices de protesta, obtenidos de la suma de eventos de reivindicación de 1980, 1995 y 2010 en función del eje de confrontación del que han surgido. Estos ejes son: el centro-periferia, del que derivan movilizaciones independentistas; el capital-trabajo, del que surgen acciones de trabajadoras; el de precariedad del que afloran reivindicaciones de personas en situación de precariedad, desempleo o exclusión social; el medioambiental del que surge la actividad ecologista; el eje sexo-género del que derivan la lucha feminista y LGBT; y otros más minoritarios como los vecinales, estudiantiles, antimilitaristas, pacifistas, euskaltzales, internacionalistas, campesinos, okupas, antirracistas o animalistas.

Año 1980 Año 1995 Año 2010
Eje centro-periferia 459 610 439
Eje capital-trabajo 508 201 275
Eje-precariedad 30 14 41
Eje medioambiental 44 64 100
Eje sexo-género 27 32 41
Otros 278 433 230
Total 1346 1354 1126

Tabla 1

Índice de Protesta vasca de los años 1980, 1995 y 2010 según eje de conflicto
Fuente: elaboración propia a partir del periódico Egin/Gara

Esta Tabla 1 refleja modificaciones en las tipologías de conflicto vascas entre 1980 y 2010 que pueden relacionarse con transformaciones societarias más profundas. En 1980 los conflictos predominantes son los característicamente modernos y materiales, los surgidos de los dos grandes pilares que estructuran el mundo occidental moderno: el eje centro-periferia ligado a la implantación de los Estados-nación, y el capital-trabajo propio del capitalismo industrial. En este año la actividad reivindicativa del movimiento de liberación nacional y obrero suponen más del 70% del total de la protesta vasca3. El independentismo y el anticapitalismo caracterizan, por tanto, el conflicto en el primer posfranquismo.

Si nos fijamos en el Índice de Protesta de 1995, quince años más tarde se aprecian cambios significativos: mientras que la reivindicación vinculada al eje nacional mantiene una fuerte presencia —institucionalizándose una suerte de comunidad antirrepresiva altamente movilizada que polariza al conjunto de la sociedad vasca—, la acción del movimiento obrero se reduce ostensiblemente. El desmantelamiento de la gran industria y las fábricas fordistas en las periferias de las urbes vascas golpea la capacidad de movilización obrera. Por su parte, la actividad ecologista y feminista ligada a los ejes medioambiente y sexo-género se hace más presente en el panorama de movilización vasco. Además la emergencia de conflictos más minoritarios y diversificados (recogidos en la fila de Otros de la Tabla 1) se refleja en la actividad de movimientos como el antimilitarista, el estudiantil, el vecinal, el okupa, el antirracista o el animalista. La insumisión al ejército, la sensibilización sobre la inmoralidad del maltrato animal, o la denuncia de actitudes racistas indica una cierta diversificación respecto a los ejes clásicos de conflicto modernos.

Esta tendencia se afianza al final de la primera década del siglo XXI. Las movilizaciones ecologistas y feministas aumentan en intensidad; al tiempo que asoma un eje de conflicto cuya actividad emerge. Se trata del relacionado con la precariedad, que abarca personas paradas, excluidas, desahuciadas de sus casas o precarizadas. Esta emergencia se encuentra ligada a los efectos sociales de la crisis financiera neoliberal que comienza en 2007-2008. En esta situación de crisis sistémica el conflicto capital-trabajo resurge y la protesta relacionada con el movimiento trabajador recobra cierta fuerza; mientras que la potente actividad movilizadora y la polarización generada alrededor del eje nacional centro-periferia en años anteriores comienza a destensarse. Ha de señalarse en todo caso que la parcial diversificación de los ejes de confrontación en el seno de la FSP sucede en un marco en el que todavía los conflictos dominantes son los característicamente modernos y materiales: la actividad ligada al eje capital-trabajo y al centro-periferia en 2010 suponen aún más del 60% del total de la protesta vasca4.

3.3 La evolución de los repertorios de protesta: de las tácticas confrontativas a la acción simbólica

Abordemos a continuación el estudio de la protesta vasca en función de los repertorios de acción colectiva llevados a cabo. Los datos numéricos que muestro a continuación en la Tabla 2 expresan los índices de protesta, obtenidos de la suma de eventos de reivindicación de 1980, 1995 y 2010, según la táctica empleada. Estas tácticas son: manifestaciones; actos de desobediencia civil (sentadas, encadenamientos, encierros, bloqueos corporales); acciones directas (violencia política, enfrentamientos con la policía, barricadas); huelgas; parodias reivindicativas; y Otros, que incluyen todas aquellas tácticas no clasificables según el repertorio estándar de protesta. Entre éstas se encuentran las innovaciones tácticas que se expresan mediante acciones de tipo simbólico y audiovisual como artefactos audiovisuales de reivindicación (lip dub, flash mob…), mosaicos y cadenas humanas, performances o coreografías filmadas.

Esta Tabla 2 refleja que la táctica de acción colectiva por excelencia en el caso vasco es la manifestación. Entre 1980 y 2010 gana en intensidad y se institucionaliza como el modo más habitual de plantear reivindicaciones a pie de calle. La modularidad —la adaptabilidad a diferentes contextos sociopolíticos— del repertorio de protesta moderno planteada por Sidney Tarrow (2004) o Charles Tilly (2007) encuentra en este evento ritualizado de concentración de personas que marchan a lo largo de un recorrido fijado la táctica más notable; táctica que, como ya se ha señalado, es un claro ejemplo de combinación de materialidad —concentración física de individuos— y simbolismo dirigido a representar el apoyo popular de la demanda planteada.

Año 1980 Año 1995 Año 2010
Manifestación 502 729 750
Desobediencia civil 313 121 54
Acción directa 262 264 39
Huelga 192 74 50
Parodia 5 34 48
Otros 72 132 185
Total 1346 1354 1126

Tabla 2

Índice de Protesta vasca según táctica empleada, años 1980, 1995 y 2010
Fuente: elaboración propia a partir de periódico Egin/Gara

Esta combinación se encuentra también presente en los actos de desobediencia civil, como cuando se produce un bloqueo físico corporal hacia la entrada de materias primas en una fábrica, o en el encadenamiento de personas a edificios okupados que pretenden ser desalojados. Aquí el elemento corporal físico actúa como complemento material de una oposición que es también simbólica; la corporalidad resistente simboliza y materializa el acto de reivindicación que se lleva a cabo. Lo corporal así se presenta como algo profundamente simbólico-material que conecta protesta —una forma desafiante de practicar y exponer la corporalidad— con represión, con la reacción del poder estatal que se dirige hacia esa corporalidad desobediente. En el caso vasco, se trata de una táctica cuya intensidad disminuye claramente entre 1980 y 2010; aunque a partir de 2013 repuntará y experimentará una original renovación mediante los Aske Guneak (Esteban, 2016).

La táctica material-confrontativa por excelencia, la acción directa —la cual comprende todo un abanico de expresiones de violencia política y confrontación física, desde acciones armadas y sabotajes hasta barricadas y enfrentamientos directos con las policías— está muy presente en los años 80 y 90, pero para el 2010 su intensidad ha descendido drásticamente. Alrededor del eje centro-periferia, la desactivación de la kale borroka a lo largo de la primera década del siglo XXI y el fin de la actividad de ETA en 2011 apuntalan esta tendencia. Otra táctica material moderna referencial, la huelga, experimenta también un acusado descenso entre 1980 —en que la conflictividad laboral y las luchas obreras son una constante— y 2010, cuando los efectos del desmantelamiento de la industria fabril vasca y la deslocalización de la producción suponen su desactivación. Más adelante entre 2010 y 2013, al tiempo que la fricción del eje de clase aumenta debido a los efectos de la crisis neoliberal, esta tendencia se invertirá y las huelgas experimentarán un repunte (Letamendia, 2014). Ello apunta a un carácter más cíclico que lineal en la evolución de la FSP y sus tácticas.

De este modo entre 1980 y 2010 el repertorio de lucha material y confrontativo (acciones armadas, sabotajes, barricadas, bloqueos de fábricas, huelgas) deja de ser el predominante en el panorama de movilización vasco. Mientras tanto, nuevas tácticas de reivindicación emergen. Las parodias reivindicativas, que teatralizan y representan lúdicamente la demanda planteada, aumentan en este periodo; apuntando hacia modificaciones de base en la evolución de los modos de reivindicación, más visuales, irónicos, expresivos. Las tácticas de protesta cuya intensidad aumenta más en estas tres décadas son las encuadradas en la en las filas de Otros de la Tabla 2. Entre éstas se encuentran todas aquellas no encuadrables según el repertorio de acción estándar, y la mayoría se corresponde con actos simbólicos y audiovisuales. Ello supone por un lado la constatación empírica de que en el seno de la FSP la intensidad de innovación táctica (McAdam, 1983) es cada vez mayor, lo cual puede acabar derivando en la emergencia de un renovado paradigma de movilización. Por el otro, teniendo en cuenta que las acciones innovadoras de protesta reflejan elevados niveles de expresividad, autorepresentatividad y (audio)visualidad, se puede constatar la emergencia de una FSP cuyas tácticas son progresivamente más simbólicas e inmateriales.

3.4 La evolución relativamente diferenciada de tipologías de conflicto y repertorios de acción colectiva en el seno de la FSP entre 1980 y 2010

De la caracterización empírica de la FSP vasca entre 1980 y 2010 pueden destacarse varios elementos. En primer lugar se observa que la sociedad vasca deja de estar casi exclusivamente dominada por los ejes de confrontación, centro-periferia y capital-trabajo, típicamente modernos y materiales; dando paso a una parcial diversificación de conflictos donde emergen disputas más centradas en cuestiones culturales, simbólicas y morales, en valores y actitudes del día a día. Se trata en todo caso de una diversificación relativa, ya que los eventos de reivindicación más habituales en 2010 siguen aún siendo los relacionados con el conflicto material-moderno. Por su parte, los repertorios de protesta pasan de ser profundamente material confrontativos —acciones armadas, enfrentamientos con las policías, sabotajes, huelgas, bloqueos, barricadas— a expresarse mediante acciones más simbólicas, visuales y autoexpresivas. En este punto vale la pena rescatar la idea del carácter social de la FSP; es decir, la idea de que, aunque no sea automática ni unívoca, sí existe una cierta correspondencia societaria en la evolución de las tipologías de conflicto y tácticas de lucha, tendiendo hacia lo simbólico en ambos casos, aunque con diferentes grados de intensidad. Ello apuntaría a una Forma Social específica, respecto a los modos de protesta y los conflictos, que afecta al conjunto de la población estudiada y sus modos de organización. Una Forma por tanto socialmente incrustada espaciotemporalmente, que establece conexiones a nivel estructural entre las modificaciones cualitativas de la FSP y su correspondiente Forma de Organización Social —FOS—; más simbólicas y visuales en ambos casos.

La identificación de algún grado de conexión estructural entre la evolución tipológica de la FSP y la FOS no supone, como ya se ha apuntado, una determinación estructural que guíe invariablemente este proceso. Reflejo de ello es la más profunda transformación de las tácticas de protesta, que pasan de ser fuertemente materiales y confrontativas a presentar elevados grados de autoexpresividad y simbolismo; transformación acusada que no encuentra correspondencia en las tipologías de conflicto, cuyas variaciones en el tiempo son más moderadas. De esta evolución relativamente diferenciada de la FSP en función del continuum materialidad-simbolismo emerge por tanto una segunda clave: las tipologías de acción práctica —los repertorios de protesta— se modifican más intensa y rápidamente que las tipologías de confrontación: los ejes estructurales de conflicto. El proceso de simbolización y desmaterialización observado en la FSP se produce antes y con más intensidad en el ámbito del acto social colectivo práctico, en las tácticas concretas de protesta con las que la agencia a pie de calle se expresa, que en el tipo de conflicto social o eje de confrontación profundo que lo articula estructuralmente. Lo que esta conclusión sugiere en definitiva es que en su evolución, las modificaciones en las tipologías de acción social práctica —en este caso reivindicativas— preceden a las de las variaciones en las estructuras profundas de las que surgen. Abordemos a continuación las implicaciones teóricas de ello.

4 Construcción, constricción y posibilidad en la evolución diferenciada de tipos de protesta y conflictos

Para interpretar la evolución diferenciada de tipologías de conflicto y tácticas de protesta en la FSP, toda vez desechada una perspectiva determinista estructural, se requiere rastrear la influencia de factores específicos que impacten de un modo distintivo sobre ella. En el caso vasco partimos de unos ejes de confrontación que durante tres décadas experimentan lentas modificaciones, siendo aún al comienzo de la segunda década del siglo XXI el conflicto material moderno el dominante; y de unas tácticas de protesta que experimentan progresivas transformaciones en que se van expandiendo lo simbólico, lo autoexpresivo y lo audiovisual. Los factores que propongo que pueden ayudar a entender esta evolución diferenciada son tres: la creatividad de los activistas (construcción); la represión de las autoridades (constricción) y la estetización de las prácticas sociopolíticas en el capitalismo contemporáneo (posibilidad).

4.1 Construcción en la FSP a través de la creatividad de los activistas

Un primer factor que planteo es el de la creatividad humana, la cual impacta de modo diferenciado sobre la FSP, incidiendo de modo más intenso y rápido sobre las tácticas de acción colectiva —la construcción de prácticas sociopolíticas novedosas—, que sobre los ejes de conflicto: la construcción de nuevas subjetividades para la movilización. Tomo como referencia para el análisis el ejemplo de recientes innovaciones en los modos de reivindicación en el contexto vasco: los ya mencionados artefactos audiovisuales de protesta o ACARP, cuyas características —simbología visual explícita, teatralidad, expresividad— parecen apuntar hacia un nuevo paradigma en las formas de movilización. Estos artefactos, cada vez más presentes en el panorama de movilización vasco, comprenden todo tipo de expresiones reivindicativas grabadas y difundidas mediante las TIC, situándose en el difuso límite entre táctica de protesta y modo de comunicar alternativo. Se expresan mediante mosaicos y cadenas humanas, figuras compuestas con cuerpos o coreografías realizadas al ritmo de un hilo musical. En todos estos casos un objetivo primordial es filmar el evento y subirlo a Internet y a las redes sociales, para así tratar de difundirlo masivamente. En el ejemplo de las coreografías reivindicativas filmadas, también conocidas como lip dub, se teatralizan y representan tradiciones culturales vascas e identidades politizadas que se adaptan a demandas del presente como la independencia o el apoyo a presos y presas políticas (Letamendia, Del Amo y Diaux, 2014).

La representación selectiva, lúdica y teatralizada, de unas prácticas populares autóctonas cuya forma se rescata y readapta, se filma y se sube a la Red. En este proceso la función originaria se transforma y se traslada a reivindicaciones del presente. Este fenómeno encuentra también ejemplos contemporáneos en la zona vasco-francesa con los tobera mustra, o muestras de “tobera”: representaciones politizadas de eventos rituales de algarabía dirigidos tradicionalmente al control comunitario (Itçaina, 2012). Ello incide de nuevo en la idea de una progresiva teatralización de la praxis política reivindicativa; una tendencia que impregna la generación contemporánea de innovaciones tácticas en el seno de la FSP. En la emergencia de este tipo de innovaciones tácticas coreografiadas y filmadas, basadas en representaciones de lo político, la creatividad y la reinterpretación en clave de agencia cultural de los activistas, se refiere más a la forma de la reivindicación —a una tipología imaginativa y original de la acción, que readapta lúdicamente la estética de los posos del pasado—, que a la función de la misma, que en los artefactos audiovisuales contemporáneos se relaciona con tipologías de conflicto clásicas que perviven en el tiempo, de raíz estructural como el eje centro-periferia política.

En la configuración de la FSP vasca actual por tanto la creatividad influye más intensamente en la construcción de prácticas sociales novedosas —unas tácticas innovadoras de protesta que readaptan selectivamente prácticas y posos culturales del pasa-do—, que en la construcción de nuevas subjetividades y ejes de conflicto, donde la renovación también se produce pero a un ritmo más lento y menos intenso. Es en este marco donde considero que puede interpretarse adecuadamente lo observado empíricamente con la FSP; la diferenciada y más veloz modificación en la tipología de los repertorios de protesta que en los ejes profundos de confrontación estructurales. Cabe además señalar que el proceso creativo contemporáneo de construcción de prácticas reivindicativas aquí descrito —que se plasma en un repertorio de acción que se renueva constantemente— no se produce en un vacío social. Más bien al contrario, las readaptaciones creativas de las prácticas reivindicativas se ven impregnadas por las características del mundo en que surgen. De ahí que, en un mundo contemporáneo dominado por lo mediático y lo digital (Fuchs, 2014), por la apariencia superficial (Harvey, 1998), y por una saturación iconográfica o “ruido visual” (González, 2015), las modificaciones en las tácticas de protesta adquieran, parcialmente al menos, estas características más estéticas e inmateriales.

4.2 Constricción en la FSP mediante la represión de las autoridades

Mientras la creatividad contribuye a construir de modo diferenciado innovaciones en la FSP, la represión ejercida por las autoridades incide en la constricción de la misma. Del mismo modo que, desde posiciones de transformación y resistencia política se innova —el ejemplo de innovaciones tácticas en los artefactos audiovisuales de protesta, o el surgimiento pausado de subjetividades renovadas que problematizan nuevos conflictos—, también sus oponentes lo hacen con el fin de desactivar la disidencia y la subversión. La teoría de la adaptación táctica (McAdam, 1983) incide en este punto, planteando una interacción táctica entre grupos promotores de la protesta y adversarios de la misma, como puede ser el caso de unas autoridades estatales que tratan de impedir que los posicionamientos y las protestas en su contra se produzcan. En el caso vasco contemporáneo esta dialéctica se materializa a través de ejemplos concretos de adaptación táctica relacionados con el eje centro-periferia; tal sería el caso de las ilegalizaciones por parte de autoridades españolas de organizaciones independentistas —partidos políticos, asociaciones juveniles, organismos de apoyo a presos y presas— en la última década del siglo XX y primera del XXI (Letamendia, 2011).

En este caso concreto la clave de la interacción entre protesta y autoridades se encuentra en un mecanismo relacional; un mecanismo que apunta a que la acción ilegalizadora —la adaptación táctica— sobre una organización disidente promotora de la protesta sucede cuando su cantidad de vínculos con otras organizaciones políticas es mínima o inexistente. Por el contrario cuando los vínculos de las organizaciones disidentes con otros agentes son densos y numerosos, éstos se configuran en “escudos” que sirven de protección frente a la acción punitiva estatal (Letamendia, 2011). Esta adaptación táctica dirigida a desactivar la protesta basada en mecanismos relacionales —acciones innovadoras de represión por parte del Estado—, encuentra un renovado ejemplo en la denominada “Ley Mordaza” aprobada en el Parlamento español en 2014 (Adell y Olayo, 2015). En todos estos casos, la acción legal punitiva se concreta en la prohibición material de dinámicas de movilización calificadas de amenazantes por las autoridades estatales. La puesta en marcha de este tipo de actuaciones punitivas legales supone restringir materialmente —o tratar de hacerlo— resistencias y luchas consideradas formalmente inadecuadas por las autoridades, específicamente las más confrontativas. Ello impacta directamente en la forma de la práctica política reivindicativa: qué tácticas de protesta son legalmente permitidas, cuáles no. En este contexto es previsible que aquellas acciones menos confrontativas, más simbólicas, puedan pasar más fácilmente el filtro punitivo legal, lo que moldearía parcialmente la evolución de los repertorios de protesta del modo en que venimos constatando.

Sin embargo, esta acción o filtro legal —considerada en términos de adaptación táctica represiva por parte de las autoridades estatales— no impacta de igual modo sobre las causas profundas de la protesta, y ello conduce una vez más a un efecto diferenciado, en este caso de constricción, respecto a la FSP. La prohibición de ciertos tipos de acción política reivindicativa y de organizaciones consideradas amenazantes, no desactiva los ejes de confrontación profundos de los que surgen. La raíz estructural de los conflictos y las luchas no desaparece debido a la represión de las autoridades; hasta el punto que, si ésta es considerada por la población afectada injusta e injustificada, derivará finalmente en incentivos para la protesta y en un estímulo para el conflicto (Opp y Rohel, 1990). De nuevo el impacto diferenciado en este caso de la represión sobre la FSP, más intenso en el condicionamiento de tácticas de protesta que en sus ejes estructurales, encaja con lo observado empíricamente para el caso vasco: unos repertorios de acción progresivamente más simbólicos, autoexpresivos, y menos material confrontativos; y unas tipologías de conflicto cuya raíz, pese a algunas modificaciones, no experimenta radicales transformaciones a lo largo de tres décadas.

4.3 La posibilidad de resistencia en un marco capitalista de estetización de las prácticas sociales

Un último factor que según mi punto de vista incide en la evolución diferenciada de la FSP tiene que ver con la progresiva estetización a nivel global de las prácticas sociales en la actual fase de capitalismo tardío. La idea de estetización de la política proviene originalmente de la obra de Walter Benjamin (1989/1936), referida a la satisfacción artística de la percepción sensorial modificada por la técnica, aplicada a la política y a la guerra, en que la humanidad se convierte en espectáculo de sí misma. La lógica de la estetización adquiere un nuevo sentido en relación a la lógica cultural posmoderna de la mano de autores como Fredric Jameson (1991) o David Harvey (1998). Éste último alude a la intensificación en el capitalismo tardío de la imagen, la aparición y el espectáculo como elementos que moldean crecientemente lo político y otros ámbitos de la vida social. En el ámbito de las resistencias en que se encuadra la FSP, el proceso de estetización se plasma más clara e intensamente sobre las tácticas de protesta —la transición en el caso vasco de un repertorio de acción confrontativo hacia otro autoexpresivo visual, mediatizado— que sobre la tipología de los conflictos. Es decir, planteo que la actual progresiva estetización de lo social y lo político (más visual, más “espectacular”), imbuido de la lógica cultural posmoderna, se refleja fundamentalmente en las formas explícitas de la resistencia, y no tanto en sus ejes y causas profundas.

La FSP en tanto que constructo de naturaleza social refleja, parcialmente al menos, algunas de las características de las estructuras de las que emana —estructuras que por otro lado trata de transformar, estableciéndose una relación dialéctica entre ambas—. La actual ecología de sistemas sociales se encuentra estructuralmente dominada, según plantea Robert Jessop (2008), por el sistema capitalista. Éste se fundamenta en una acumulación de capital cuyos flujos por definición tienden, en su búsqueda constante de ganancias, a aumentar y acelerarse. Partiendo de esta premisa, Harvey (1998) vincula la particular configuración que adopta el capitalismo a partir de los años setenta —la era neoliberal financiera— con un modo de organizar la producción y el consumo basado en la acumulación flexible. La creciente velocidad en sus flujos de relaciones internas suponen una progresiva aceleración en el tiempo de rotación del capital (dimensión temporal) en un mundo global crecientemente interconectado (dimensión espacial), produciéndose una “compresión espacio-temporal”.

Esta aceleración del tiempo social incide sobre las resistencias y la FSP. La progresiva presencia de imágenes, mediatización e instantaneidad en la acción reivindicativa —ejemplificada en innovaciones tácticas como los artefactos audiovisuales de protes-
ta— puede interpretarse como parte de un conjunto más amplio de características propias de las formas culturales posmodernas del actual capitalismo. Su relación con el surgimiento de modos flexibles de acumulación de capital y el giro en la compresión espacio-temporal conecta con la idea de las categorías espaciales que pasan a dominar a las del tiempo (Jameson, 1991). Es decir, nos encontramos ante la espacialización del tiempo; la reconfiguración subjetiva de un tiempo que se torna efímero e instantáneo. Esta afirmación adquiere sentido en contraposición a las subjetividades modernas, definidas por un orden espacial preexistente dentro del cual operan procesos temporales de largo plazo cuyas claves pueden identificarse; procesos sociales amplios y profundos de cambio y evolución. Aquí, la subjetividad revolucionaria de transformación profunda y su correspondiente repertorio de lucha, presente en la Euskal Herria del tardo y primer posfranquismo, parece encajar más adecuadamente con el modelo moderno clásico.

El proceso de espacialización del tiempo en la actual fase de capitalismo corre paralelo al aumento de velocidad de un flujo de capital que ahora se dedica también a producir masivamente mercancías en forma de signos e imágenes, confinadas en el caso de lo audiovisual a pantallas que carecen de profundidad, y ligadas por tanto de un modo particular a la dimensión espacial. Para Harvey (1998) la consecuencia de todo ello es no sólo la estetización sino también la mediatización de lo político; aquí la forma, la apariencia superficial, lo efímero, la imagen —es decir el significante— se imponen a la función, al fondo, a la permanencia, a la narrativa profunda, esto es, al significado. En este punto, respecto a los modos de resistencia contemporáneos surge una disociación que cada vez asoma con más fuerza; la que se produce entre la mediatización/estetización de la praxis política —símbolos visuales, superficie, teatralización— y las bases materiales en que los poderes estructurales se sustentan —monopolio estatal de la violencia, ejércitos, mecanismos de dominio económico, control de flujos de comunicación—; bases alrededor de las cuales se organizan asimetrías y ejes de conflicto profundos. Y esta disociación incide directamente en la evolución diferenciada de la FSP que venimos observando.

El proceso de estetización, al disociarse y centrarse preferentemente en las formas explícitas de la práctica social y política, afecta directamente a los modos sociales en que se expresan las reivindicaciones y las disputas; a las tácticas de protesta con que se plantean las demandas. De ello deriva un repertorio de acción contemporáneo progresivamente más visual, mediático y simbólico en sus tácticas. Este proceso de estetización, sin embargo, al enfocarse hacia la superficie —a la forma explícita de la práctica política—, no impacta de igual modo en las causas profundas que dan pie a los conflictos; los ejes capital-trabajo, centro-periferia o sexo-género derivan de asimetrías de poder profundas, estructurales, que son difícilmente “estetizables”. Por ello el impacto de la estetización es menor en este ámbito, y la evolución de los conflictos hacia lo simbólico e inmaterial es menos evidente y más pausada.

Todo ello permite sostener que, para el caso de la FSP vasca contemporánea, el paso de unas tácticas material-confrontativas hacia otras más visuales, mediatizadas y simbólicas no se debe, exclusivamente al menos, a que los conflictos sean también de naturaleza más simbólica e inmaterial. Lo que cambia significativamente, debido a la influencia de una lógica posmoderna que incide directamente sobre las prácticas culturales explícitas, es la tipología de la acción social reivindicativa —posibilitando un repertorio de protesta más estético—; y no tanto la naturaleza de las estructura que les dan pie, los ejes de conflicto y sus causas profundas. Nos encontramos por tanto ante la emergencia de unas prácticas sociales reivindicativas distintivas, más estéticas, moldeadas por las condiciones de posibilidad impuestas por la lógica cultural de la actual fase de capitalismo tardío.

5 Conclusiones y futuras investigaciones

La Forma Social de la Protesta, FSP, ha sido definida como el conjunto de tipologías de acción reivindicativa y ejes de conflicto en un lugar y época determinados. Su aplicación empírica al caso vasco entre 1980 y 2010 ha revelado una evolución relativamente diferenciada, en función del continuum materialidad/simbolismo, de tácticas de protesta —progresivamente más simbólicas, autoexpresivas, paródicas y estéticas, con un fuerte y explícito componente visual— y unas tipologías de conflicto profundas todavía fundamentalmente materiales y modernas, dominadas aún por los ejes centro-periferia y capital-trabajo. Para entender esta evolución relativamente diferenciada de tipologías de acción y conflicto, he planteado la incidencia de tres factores: la creatividad de los activistas, la represión de las autoridades, y la estetización de las prácticas sociales en el capitalismo tardío. En los tres casos se trata de factores que afectan más intensamente a las prácticas socioculturales en que se expresa la acción reivindicativa —las formas explícitas que adquiere la agencia mediante las tácticas de protesta— que a las causas profundas de las mismas: los ejes estructurales de confrontación. Ello supone una más potente y veloz modificación de los repertorios de acción colectiva que de las tipologías de conflicto, dando así lugar a la emergencia de un incipiente modelo de protesta simbólica en un contexto de tipologías de conflicto cuya raíz es aun fundamentalmente moderna.

Estas conclusiones obedecen al estudio empírico concreto de la FSP en Euskal Herria entre 1980 y 2010, aunque pienso que sus conclusiones podrían ser igualmente aplicables a otros contextos. Considero que la idea de estetización y mediatización de las prácticas socioculturales y de las tácticas de protesta en la actual fase del capitalismo, que no de los conflictos ni de las estructuras de poder de las que surgen, obedece a una tendencia general histórica que puede estar produciéndose en otras partes del planeta. La aplicación empírica del concepto de FSP a otros casos de estudio, a otras coordenadas espaciotemporales, podría ayudar a comprobar lo acertado o no de estas ideas. Y en cualquier caso contribuiría a indagar más exhaustivamente sobre la relación existente entre formas de protesta y tipologías de conflicto, así como sobre su impacto sobre unas estructuras de poder que nos afectan a todos y todas.

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