Propuesta metodológica para investigar los elementos extralingüísticos y el impacto hegemónico desde la perspectiva de Laclau

Methodological proposal to investigate the extra-linguistic elements and the hegemonic impact from Laclau`s perspective

  • Hernán Fair
Este trabajo propone algunas estrategias metodológicas útiles para investigar los aspectos extralingüísticos y el impacto hegemónico desde la Teoría Política del Discurso de Laclau. En primer lugar, diferencia entre el plano lingüístico y el no lingüístico del discurso e identifica niveles internos. Luego, plantea una articulación relacional entre los planos y niveles a través de las huellas textuales de las construcciones significantes y el análisis de las condiciones extra-textuales. Por último, elabora una estrategia de análisis comparado de los discursos mediante categorías escalares de oposición gradual. A partir de allí, identifica un continuum de intensidades relativas de sedimentación y reactivación, desde distintos niveles. Esta estrategia metodológica le permite al Analista Político del Discurso atribuir e imputar, de un modo interpretativo, enunciados verbales, escritos, gestos, sonidos, imágenes audiovisuales y/o acciones sociales concordantes, incongruentes o contradictorias. Además, contribuye a investigar el grado de eficacia de la operación hegemónica desde diferentes soportes.
    Palabras clave:
  • Teoría Política del Discurso
  • Estrategias metodológicas
  • Análisis Político del Discurso
  • Investigación social empírica
This paper proposes some useful methodological strategies to investigate the extralinguistic aspects and the hegemonic impact from Laclau´s Political Theory of Discourse. First, it makes an operational distinction between the linguistic and the non-linguistic level of discourse and identifies internal levels. Then, it proposes a relational articulation between the planes and levels, through the textual footprints of the significant constructions and the analysis of the extra-textual conditions. Finally, it developes an strategy of comparative analysis of discourses based on scalar categories of gradual opposition. From there, it identifies a continuum of relative intensities of sedimentation and reactivation, from different levels. This methodological strategy allows the Political Analyst of Discourse to attribute and impute, in an interpretative way, verbal statements, writings, gestures, sounds, audio-visual images and/or social actions that are concordant, incongruent or contradictory. It also helps to investigate the degree of hegemonic efficacy from different supports.
    Keywords:
  • Political Theory of Discourse
  • Methodological Strategies
  • Political Analysis of Discourse
  • Empirical Social Research

1 Introducción

Dos de los mayores problemas que observamos en la teoría y la ontología política del discurso de Ernesto Laclau (y Chantal Mouffe) son su falta de sistematicidad y la ausencia de una metodología consistente para emplear sus lógicas y conceptos fundamentales (lógica de la diferencia y de la equivalencia, puntos nodales, significantes vacíos y flotantes, frontera política, sedimentación, dislocación) desde la investigación social empírica. De manera particular, encontramos que la Teoría Política del Discurso no desarrolló estrategias metodológicas específicas para investigar los componentes extralingüísticos del discurso desde la dinámica política en la que se asienta la operación hegemónica. Al desplazarse desde los presupuestos onto-epistemológicos y la conceptualización teórica al análisis discursivo de situaciones, fenómenos y procesos histórico-políticos concretos (es decir, al plano óntico) surgen una serie de interrogantes que se mantienen irresueltos para la investigación empírica. Si partimos de la base que, desde la Teoría Política del Discurso, toda realidad social sólo adquiere significación a través del orden significante, ¿cómo se pueden estudiar, desde el Análisis Político del Discurso (APD), las contradicciones habitualmente percibidas entre los enunciados que verbalizan los agentes y las acciones que efectivamente realizan? Por otro lado, si sabemos que existen meramente grados relativos de sedimentación histórica de lo social y un vaciamiento tendencial (y no absoluto) de los significantes privilegiados en la operación hegemónica, ¿cómo se pueden analizar estos grados diferenciales de sedimentación y de reactivación social desde la dinámica política?

Una multiplicidad de trabajos destacó en las últimas décadas los problemas de la concepción “pandiscursiva” (De Ípola, 1982, 2001, p. 128) y los déficits metodológicos de la teoría de la hegemonía de Laclau para analizar los aspectos extra-lingüísticos. También se han desarrollado múltiples investigaciones que abordaron los elementos lingüísticos y extralingüísticos desde el estudio de fenómenos políticos y sociales específicos. Sin embargo, son relativamente escasas las herramientas metodológicas concretas que se han propuesto para investigar estos aspectos desde la dinámica política1. De manera específica, no hallamos trabajos especializados que aporten recursos operativos para investigar las contradicciones entre el decir verbal y el hacer práctico de los agentes, desde una perspectiva consistente teórica y ontológicamente con la concep

ción laclauniana. Además, si bien referentes teóricos de esta perspectiva como Jason Glynos y David Howarth (2007) y Gerardo Aboy Carlés (2010) plantearon de un modo pertinente la necesidad de analizar los gradientes o intensidades de articulación social desde la teoría de la hegemonía, tampoco encontramos estudios que elaboren estrategias metodológicas concretas para identificar y analizar los grados relativos de sedimentación y reactivación de los discursos en los procesos políticos. Este artículo propone algunos recursos operativos contingentes que pretenden contribuir en alguna medida a responder a estos problemas. De manera específica, despliega algunas estratégicas metodológicas que procuran ser útiles para el desarrollo de investigaciones empíricas desde la Teoría Política del Discurso. Cabe destacar que estas estrategias metodológicas de ningún modo tienen una pretensión de establecer una metodología taxativa, única y de alcance universal. Por el contrario, se limitan a aportar algunas herramientas que podrían ser situacionalmente útiles para el desarrollo de investigaciones empíricas desde la teoría laclauniana del discurso.

En primer lugar, planteamos tres operaciones analíticas (no ontológicas):

  1. Distinguir entre un plano lingüístico y un plano no meramente lingüístico del discurso, ambos sobredeterminados por las construcciones del orden significante.
  2. Distinguir una serie de niveles internos para analizar el plano lingüístico y el plano no lingüístico del discurso, sobredeterminados por las construcciones del orden significante.
  3. Con base en la distinción relativa entre el analista del discurso y su “objeto” de estudio (referente), partir del análisis relacional y comparado de las articulaciones contingentes que se presentan entre los planos y niveles del discurso desde la dinámica política, a través de las huellas textuales de las construcciones significantes de los agentes y el análisis interpretativo de las condiciones extra-textuales.

Esta propuesta asume, con Laclau, que “Hay meramente grados relativos de institucionalización de lo social, que penetran y definen la subjetividad de los propios agentes” (Laclau, 1993, p. 233, el énfasis es mío). A su vez, debido a que la dimensión simbólica sobredetermina la realidad social, esos gradientes o intensidades relativos de sedimentación y estructuración sólo pueden ser analizados a través del orden significante. Para ello, el analista político del discurso debe enfocarse en las construcciones contingentes de los agentes, desde el abordaje interactivo de las huellas textuales (en un sentido amplio del término que no se reduce a lo escrito). Esta estrategia metodológica le permite al analista del discurso atribuir e imputar, de una forma contextualizada e interpretativa, la existencia de dos o más enunciados verbales, escritos, gestos, sonidos, imágenes audiovisuales y/o acciones sociales fácticas, que se encuentran en concordancia, bajo una forma incongruente o en contradicción entre sí a nivel óntico. A su vez, le permite identificar y atribuir, de un modo relacional y comparado, intensidades situacionalmente diferenciales de sedimentación y reactivación de los discursos de los agentes, desde la dinámica política. Ello ofrece algunos recursos operativos para analizar el grado de eficacia performativa de la hegemonía desde la teoría de Laclau. Además, presenta algunas implicancias epistemológicas y normativas (ético-políticas) para la investigación social.

El trabajo se estructura en tres partes. En la primera parte, se analiza la presencia de los aspectos extralingüísticos en los principales textos de la teoría discursiva de la hegemonía de Laclau. En la segunda parte, se incorporan herramientas útiles para contribuir a analizar el plano no lingüístico del discurso. Finalmente, se despliegan algunas estrategias metodológicas propias para la investigación social desde la teoría y la ontología política del discurso.

2 Los elementos extralingüísticos en la Teoría Política del Discurso de Laclau

A partir de la publicación de “Tesis acerca de la forma hegemónica de la política” (1985) y “Hegemonía y estrategia socialista” —escrito en coautoría con Chantal
Mouffe— (1985), Ernesto Laclau inició una ruptura teórica, onto-epistemológica y política con su anterior concepción marxista-estructuralista (Laclau, 1978) y fundó una innovadora teoría política del discurso, las identidades políticas y la hegemonía, de matriz posfundacional, posestructuralista y posmarxista (posgramsciana en sentido estricto). Dicha perspectiva, conocida corrientemente como Teoría del Discurso de la Escuela de Essex, Teoría Política del Discurso, Teoría del Discurso Político, Teoría de la Hegemonía o Teoría de las Identidades Políticas, articula el abordaje de los elementos lingüísticos y extralingüísticos desde el análisis del discurso (Barros, 2002, pp. 19-29; De Mendonca, 2014; Glynos, Howarth, Norval y Speed, 2009; Groppo, 2011, pp. 35-65; Howarth, 2005; Howarth, Norval y Stavrakakis, 2000; Jorgensen y Philips, 2010). Desde entonces, y hasta su fallecimiento (2014), los principales textos escritos de Laclau presentaron una pluralidad de fragmentos que destacaron la importancia de los factores extra-lingüísticos Entre ellos, el historiador argentino mencionó los siguientes, que a continuación agruparemos en diferentes categorías, a modo de ordenamiento analítico:

1) Los contextos y coyunturas históricas: en numerosos pasajes de su obra, Laclau destacó el papel que asumen en la dinámica política lo que definió como los “contextos”, la “historia contextual” (Laclau, 1993, pp. 116 y 119, 2003a, p. 76, 2003b, p. 192, 2009, p. 61), las “especificaciones contextuales” (Laclau, 2014, p. 37) o las “coyunturas” (Laclau, 1993, 1996, p. 82, 2003b, p. 212, 2005a, p. 114). En efecto, para Laclau las [cadenas de] equivalencias son siempre contingentes y dependientes del contexto” (Laclau, 2003a, p. 212) o de la “coyuntura particular” (Laclau, 1996, p. 82). En algunos casos, se refirió a las “condiciones históricas” o a las “condiciones contextuales e históricas” (Laclau, 2014, p. 37) que son “requeridas para la constitución de los agentes sociales” (Laclau, 1993, p. 173). En otros, mencionó las “condiciones históricas que hacen posible la emergencia y expansión de las identidades populares” (Laclau, 2005a, p. 285). En este sentido, afirmó que los contextos históricos actúan como las “condiciones de posibilidad” de la hegemonía (Laclau, 1993, pp. 53 y 236; Laclau y Mouffe, 2004, p. 156). También sostuvo que existe un “carácter contextual de las identidades” que “debe ser mantenido sin restricciones”, que se vincula a ciertas “condiciones contingentes de emergencia” de lo social (Laclau, 1993, pp. 41 y 53). Ello implica que existe “cierto contexto” y que el mismo impone “límites” a la “posibilidad de una expansión indefinida de las cadenas equivalenciales” (Laclau, 2014, pp. 64-65). Por lo tanto, el modo en el que se van a articular los elementos discursivos “dependerá del contexto” (Laclau, 2009, p. 61) y obliga a analizar ciertas referencias contextuales que condicionan a la operación hegemónica, producto del “sentido ya establecido” (Laclau, 2005b, pp. 119-121, 2014, pp. 49 y 64). Sin embargo, en consonancia con sus premisas ontológicas, Laclau enfatizó en que estas condiciones contextuales “son ellas mismas discursivas” (Laclau, 1993, p. 230) y, por lo tanto, “históricas y contingentes” (Laclau, 1993, pp. 173 y 229). En ese sentido, reconoció la existencia de restricciones contextuales, aunque sin considerarlas como una entidad fija e inmutable. En sus palabras:

Los contextos no tienen límites fijos y están en un proceso constante de cambio y redefinición, pero esto no significa que un cierto contexto no exista. El argumento acerca de la dificultad de definir contextos se refiere al cierre esencialista de estos últimos, pero no constituye una negación de la categoría de contexto como tal, y menos aún, una defensa del fundacionalismo (Laclau, 1993, p. 229).

2) Las instituciones: en diferentes textos Laclau se refirió a las “instituciones” (Laclau y Mouffe, 2004, p. 146) y a los procesos institucionales (Laclau, 1993, p. 227). A su vez, subrayó que toda hegemonía se “sedimenta” en “instituciones” (Laclau, 2005a, p. 38) y que existe una “naturaleza institucional de las posiciones de sujeto” (Laclau, 1993, p. 231). Laclau también mencionó las tensiones entre el “populismo” y el “institucionalismo” (Laclau, 2005a, 2009, pp. 66-67), destacó la existencia del “aparato institucional” y del “sistema institucional” en los fenómenos populistas (Laclau, 2006, p. 58) y sostuvo que “un amor por el líder que no cristaliza en ninguna forma de regularidad institucional, sólo puede resultar en identidades populares efímeras” (Laclau, 2005a, p. 270). Además, analizó, con base a gradientes, la presencia de la “dimensión institucional” en las experiencias recientes del populismo latinoamericano (Laclau, 2006, p. 60). Sin embargo, como toda institución es discursivamente construida, Laclau aclaró que “las instituciones no constituyen marcos estructurales cerrados” (Laclau, 1993, p. 233).

3) Los procesos económicos y el sistema de organización productiva: en diversos pasajes Laclau reconoció la “centralidad” que adquieren los “procesos económicos” en las “sociedades capitalistas” (Laclau, 2005a, p. 294). En este sentido, sostuvo que “todos los seres humanos necesitan alimentarse” y “reproducirse” (Laclau, 1993, p. 253) y que este “hecho obvio” hace que “la reproducción material de la sociedad” tenga “más repercusiones en los procesos sociales, que lo que ocurre en otras esferas” (Laclau, 2005a, p. 295). Según Laclau, lo económico “impone límites estructurales fundamentales” (Laclau, 1993, p. 130, 2005a, p. 294). En ese sentido, reconoció que “la estructura de las relaciones capitalistas de producción” puede imponer “límites a la distribución del ingreso y al acceso a los bienes de consumo” (Laclau, 1993, p. 130). Sin embargo, subrayó que “la actividad económica es tan discursiva como las ideas políticas o estéticas” (Laclau, 1993, p. 195) y que no puede ser reducido a un “fundamento de la sociedad” o a un “único mecanismo autodefinitorio” (Laclau, 2005a, p. 295). En efecto, “la economía no es un espacio auto-regulado y sometido a leyes endógenas” (Laclau y Mouffe, 2004, p. 124). Ello implica que su centralidad sólo puede postularse desde un análisis contextualizado, a través del orden significante.

4) Los mitos, utopías e imaginarios sociales: Laclau examinó los factores míticos, al sostener que “la sociedad” sólo “puede existir y afirmarse a través de la producción constante de mitos sociales” (Laclau, 1993, p. 242) y se refirió en diferentes momentos a los “imaginarios sociales” (Laclau, 1993, p. 79, 2003b, pp. 199, 212-213, 2003c, p. 306). También enfatizó en el rol central de las “ideologías” (Laclau, 2006b, 2014) y en el papel articulador de las “utopías” (Laclau, 1993, p. 242). Laclau, además, mencionó ejemplos de elementos “imaginarios”, al referirse a “la concepción iluminista-positivista del progreso” y al mito de una “sociedad comunista”, que corresponden a “modos de representación de la forma misma de la plenitud” que “se ubican más allá de la precariedad y las dislocaciones propias del mundo de los objetos” (Laclau, 1993, p. 80).

5) Las tradiciones y creencias: en algunos pasajes Laclau destacó el papel de las tradiciones en la operación hegemónica, al sostener que “uno piensa desde una tradición” y que “las tradiciones son el contexto de toda verdad” (Laclau, 1993, p. 228). Este componente es relevante, ya que cuando un determinado discurso entra en conflicto con “creencias importantes e inconmovibles”, pierde toda efectividad (Laclau, 2003a, pp. 89-90).

6) Las identificaciones y la dimensión afectiva: Laclau refirió en sus textos al “proceso de identificación”, a través de los “actos de identificación” (Laclau, 1993, pp. 220-221). En su última etapa destacó el papel nodal del “lazo afectivo” (Laclau, 2005a, p. 282) en la construcción de la hegemonía, que vinculó a la “centralidad” del “afecto” y al “lazo libidinal” o de “ligazón catexial” en la “constitución social” (Laclau, 2005a, pp. 10 y ss.). A partir de allí, señaló que en toda operación hegemónica se produce una “ligazón catexial”, que establece una “investidura radical” (Laclau, 2005a, p. 95) o “investimento radical” (Laclau, 2008, p. 26) de “catexis” en torno a determinados significantes que funcionan como un “objeto parcial”, en el sentido lacaniano de objetos petit a que encarnan “la totalidad” (Laclau, 2003b, p. 198, 2005a, p. 145, 2014, pp. 147-148). Estos “objetos a”, al simbolizar imaginariamente el acceso (imposible) a la unidad plena, son “sublimados” y “elevados a la dignidad de la Cosa” (Laclau, 2005a, pp. 144-149 y 291, 2008, p. 20). De este modo, se constituyen en “fuente de goce” (Laclau, 2005a, p. 148). En su última etapa, también destacó el rol central de las “pasiones” en la política (Laclau, 2005a, p. 213).

7) Los hechos de la física, la biología y el mundo natural: en algunos pasajes Laclau hizo referencia a la existencia de determinados acontecimientos “físicos” y a “hechos naturales”, como los terremotos, enfatizando en su sobredeterminación simbólica (Laclau y Mouffe, 2004, pp. 146-147). Luego de preguntarse “¿qué podemos decir acerca del mundo natural, acerca de los hechos de la física, de la biología o la astronomía?”, concluyó que “los hechos naturales son también hechos discursivos” (Laclau, 1993, p. 116).

8) La violencia y el uso de la fuerza física: en algunos fragmentos Laclau mencionó la importancia de la “violencia” y del “ingrediente de fuerza” en la construcción hegemónica, producto de una toma de “decisiones” que excluye o reprime otras posibilidades (Laclau, 1996, pp. 195 y ss.). También se refirió al papel de la “represión social” en la conformación de la hegemonía neoliberal (Laclau, 2006a, p. 59).

9) Las prácticas y rituales sociales: Laclau destacó en numerosos pasajes de su obra la importancia de las “prácticas” y los “rituales sociales” de los agentes en la construcción de hegemonías (Laclau, 2005a, p. 138, 2014, p. 156, Laclau y Mouffe, 2004, pp. 145-146 y 148). También afirmó que toda hegemonía “se sedimenta en prácticas materiales” (Laclau, 1993, p. 231) que “limitan el margen de opciones” (Laclau, 2003a, pp. 89-90) y el “campo de lo que es decidible y pensable” (Laclau, 2014, p. 162) y sostuvo que pueden adquirir “fijeza institucional” (Laclau, 2005a, pp. 38 y 138). Estas prácticas parcialmente “sedimentadas” sólo pueden ser aprehendidas desde su construcción significante, en el momento en que, si “toda acción extralingüística es significativa, ella es también discursiva” (Laclau, 1993, p. 118). Sin embargo, esto no niega su “existencia” como “verdad factual” extra-mental (Laclau, 1993, p. 119).

10) Lo Real/la dislocación2: haciendo uso de herramientas lacanianas, Laclau postuló a lo Real como un “límite de toda objetividad”, como el “momento de la imposibilidad” (Laclau, 2003a, p. 81), como un “núcleo verdadero-imposible” que “resiste la simbolización” (Laclau, 2003a, pp. 72, 78, 83) y como expresión del carácter estructuralmente “desnivelado” de lo social (Laclau, 1993, p. 53, 1996, p. 81, 2005a, p. 152. A su vez, en consonancia con los aportes lacanianos del nudo borromeo, hizo referencia a aspectos del plano óntico, al sostener que “lo simbólico es siempre interrumpido por lo Real” (Laclau, 1993, p. 221) y al definir a lo Real como una “dislocación estructural”, pero que tiene presencia “dentro de lo simbólico” (Laclau, 2005a, p. 152) y genera “efectos desestructurantes” a nivel social (Laclau, 1993, pp. 66 y 78). Según Laclau, la dislocación representa una condición “histórica” y “temporal” que “abre posibilidades distintas y amplía el área de libertad de los sujetos históricos” (Laclau, 1993, p. 63, 2003a, p. 85) y “crea una posibilidad política nueva” (Laclau, 1993, p. 62). Sin embargo, como la construcción del espacio dislocado depende de su modo de simbolización política, toda estructura dislocada representa una “estructura abierta, en la que la crisis puede resolverse en las más diversas direcciones” (Laclau, 1993, p. 66).

3 Los problemas metodológicos de la Teoría Política del Discurso al desplazarse al análisis de la dinámica política concreta

Desde su giro al construccionismo social posestructuralista, Laclau construyó una teoría y una ontología política del discurso que presenta algunos problemas metodológicos para el desarrollo de una rigurosa investigación social empírica:

1) Por momentos parece ubicar en una misma jerarquía a todos los aspectos discursivos, sin especificar de un modo más sistemático las diferencias que existen entre lo mental (en tanto realidad psíquica del sujeto), lo verbalizado y lo que representa una práctica social o institucional (como aspecto —discursivo— material, corporal y físico que excede a lo puramente psíquico o verbal). Ello podría suponer, por ejemplo, que tiene la misma entidad y genera los mismos efectos pensar en las drogas tóxicas, hablar públicamente sobre las drogas tóxicas y consumirlas fácticamente.

2) Aunque menciona en sus trabajos una pluralidad de elementos extra-lingüísticos, no establece diferencias analíticas claras en el modo como se presentan fenoménicamente (ónticamente) estos elementos en la dinámica política, a través de políticas públicas y normas constitucionales, modelos de producción, prácticas y acciones sociales, fenómenos biológicos y naturales y aspectos coercitivos del Estado que exceden a los enunciados verbales de los agentes y a sus formas de expresión escrita, para materializarse a nivel corporal y físico. Ello podría llegar a suponer, por ejemplo, que sería equivalente argumentar en favor de la represión policial, que reprimir físicamente a un manifestante en una protesta social.

3) Si bien reconoce la existencia de grados relativos de sedimentación histórica de lo social, y en su última etapa destaca que todo “vaciamiento” del significante primordial sólo puede ser “tendencial”, no aporta recursos metodológicos para investigar estos gradientes relativos de estructuralidad a nivel óntico. Ello podría llegar a suponer, por ejemplo, que, para los agentes sociales, en determinada coyuntura espacio-temporal (por ejemplo, en la Argentina actual), el nivel de acuerdo o consenso social sobre la interpretación que señala que un terremoto representa la ira de Dios sería similar a aquel que afirma que constituye un fenómeno natural. O bien, que existe actualmente en la dinámica política argentina similar cantidad e intensidad de disputas públicas sobre qué significados tiene el concepto de democracia, que sobre los significados de la palabra silla. Responder a este problema es relevante ya que, al desplazarse al plano óntico (como lenguaje en uso), el analista político del discurso puede percibir, de forma relacional, que existen ciertos significados (contingentes) que se encuentran relativamente más sedimentados y objetivados que otros o, para emplear otros términos de Laclau, que en la dinámica política hay grados diferenciales de “flotación” y “vaciamiento” de los significantes primordiales.

4) Si bien menciona algunas formas de interacción óntica entre los elementos lingüísticos y extralingüísticos del discurso (por ejemplo, el modo como lo Real lacaniano se anuda a lo Simbólico a partir de la construcción discursiva del espacio dislocado), no sistematiza estas formas de articulación, ni propone herramientas metodológicas concretas para examinarlas desde la dinámica histórico-política. De este modo, no problematiza las articulaciones ónticas que se producen en los agentes entre: (a) los acontecimientos físicos dislocadores y su sintomatización simbólica (por ejemplo, a través de los traumas psicológicos y/o problemas físicos que son producto de accidentes reales y de acontecimientos sociales fácticos, como un atentado, un secuestro o una guerra), y entre (b) las prácticas sociales y sus efectos fácticos y potenciales a nivel psíquico, verbal y físico (por ejemplo, los efectos que genera en el organismo humano el consumo de ciertas drogas tóxicas).

5) Aunque menciona su importancia en diferentes fragmentos de su obra, no problematiza en profundidad sobre las potenciales tensiones, incongruencias y contradicciones ónticas que el analista político puede percibir entre los elementos lingüísticos y no lingüísticos del discurso. Por ejemplo, entre un enunciado verbal de un agente X y una práctica social efectiva del mismo agente X. Los curas corruptores de menores o los dirigentes políticos que luego no cumplen con sus promesas de campaña, son sólo algunos ejemplos que muestran la importancia de analizar estas contradicciones discursivas desde la teoría de la hegemonía.

6) No conceptualiza ni analiza los aspectos gestuales y audiovisuales del discurso. De este modo, ignora la creciente relevancia política que adquiere en la operación hegemónica la escenificación de imágenes, gestos y sonidos desde los medios audiovisuales masivos (televisivos y radiales) y también desde las nuevas tecnologías de la información (Twitter, Facebook, Instagram, Whatsapp, blogs, etc.).

4 Contribuciones para investigar los aspectos extra-lingüísticos en la dinámica política desde la Teoría Política del Discurso

4.1 Premisas básicas

La teoría y la ontología política posestructuralista de Laclau asume una concepción amplia del discurso que integra todos los elementos lingüísticos y extra-lingüísticos, bajo su sobredeterminación significante, en tanto no existe ningún objeto que adquiera sentido por fuera de su construcción discursiva (Laclau y Mouffe, 2004, p. 145). Así planteada, esta concepción presenta algunos problemas atributivos para la investigación social empírica, ya que sitúa en un mismo nivel a los aspectos psíquicos, verbales, escritos, gestuales, visuales, institucionales, económicos, prácticos, físicos y biológicos. Ello impide jerarquizar y analizar sus interacciones a nivel óntico, examinar sus grados diferenciales de sedimentación social e imputar consistencias e incongruencias en los discursos de los agentes desde la dinámica política. A continuación se despliegan algunas herramientas teórico-metodológicas que procuran contribuir a sortear estos problemas para la investigación social. Para ello, se debe hacer mención a las premisas que se asumen en este trabajo:

1) Aunque toda realidad social adquiere significación a través del orden significante, no actúan en el mismo orden de inteligibilidad, ni adquieren los mismos efectos performativos, el pensar, el soñar, el decir, el desear, el sentir y el hacer. De este modo, los pensamientos, las creencias, costumbres, deseos, sensaciones, sentimientos, rituales, decisiones, prácticas sociales e institucionales, hechos físicos y biológicos, deben ser de algún modo distinguidos entre sí.

2) Como derivación del punto anterior, existe una distancia (relativa) entre los sueños, los pensamientos, deseos, razonamientos y sentimientos subjetivos, por un lado, y la realidad material de orden físico, biológico y corporal, por el otro (que también puede estructurarse de forma ficcional o fantasmática, aunque sólo en potencia). Estos últimos constituyen entes que existen más allá de los pensamientos, creencias y deseos de los agentes, sin dejar de estructurarse mediante el orden significante.

3) A partir de los puntos anteriores, resulta posible distinguir analíticamente (no ontológicamente) entre un plano lingüístico (con sus formas de expresión verbal y escrita) y un plano no lingüístico (no meramente verbal y escrito) del discurso, ambos aprehendidos desde el orden significante.

4) Dentro de cada plano resulta posible distinguir una serie de niveles internos, aprehendidos y analizables desde el orden significante.

5) Desde la dinámica política se produce una interacción contingente y compleja entre los planos y niveles lingüísticos y no meramente lingüísticos del discurso.

6) Las percepciones y significaciones sociales de estas interacciones complejas y contingentes varían históricamente entre los agentes de acuerdo a intensidades relativas de sedimentación y objetivación.

7) Sin embargo, siempre existen en la dinámica política ciertos significados de uso común relativamente más sedimentados y objetivados que, si bien con distinto grado de estructuralidad, permiten apreciar cierta capacidad de comunicación intersubjetiva y un relativo y parcial acuerdo social entre los agentes.

8) Un Análisis Político del Discurso, desde una perspectiva construccionista social posestructuralista, articula el abordaje del plano lingüístico y el no meramente lingüístico, con sus niveles internos y sus grados diferenciales de sedimentación y reactivación, a través del estudio de sus interacciones ónticas, a partir de las construcciones significantes de los agentes.

9) El analista político del discurso (como agente-investigador relativamente externo e independiente de su “objeto” de estudio) puede examinar y aprehender estas interacciones complejas y estos gradientes relativos de sedimentación y reactivación social, a partir de sus formas de materialización significante y desde un análisis comparado del discurso.

10) En el marco del punto anterior, el analista del discurso puede observar, atribuir e imputar, en la dinámica política, la existencia de concordancias, incongruencias y/o contradicciones fácticas entre dos o más enunciados verbales o escritos, entre un enunciado verbal y una acción social, un enunciado verbal y otro escrito, o entre un enunciado verbal y un gesto o imagen, realizado por determinado/s agente/s, en una misma o en diferentes instancias históricas.

11) Estas atribuciones e imputaciones significantes corresponden a construcciones interpretativas, contingentes, precarias y parciales que realiza el analista del discurso, que deben presentar una mínima base empírica y argumentativa para fortalecer su validez.

Al tomar en cuenta estas premisas el Analista Político del Discurso puede apreciar:

a) La existencia, en toda dinámica política, de ciertos acuerdos (consensos) parcialmente sedimentados y objetivados, que hacen posible un mínimo de comunicación social y entendimiento lingüístico en la vida cotidiana y presentan cierta estabilidad temporal de significados comunes (aunque siempre relativos, contingentes y posibles de ser reactivados históricamente)3.

b) La existencia, en toda dinámica política, de determinados significados de uso común que, de un modo comparado, presentan atributivamente mayores grados relativos de sedimentación y estructuralidad que otros, hallándose más objetivados históricamente y, por lo tanto, siendo menos disputados hegemónicamente.

c) Como consecuencia de (a) y (b), la posibilidad de analizar políticamente estos acuerdos intersubjetivos mínimos y sus intensidades diferenciales de sedimentación y reactivación histórica, desde un abordaje interpretativo y relacional de los discursos (en un sentido amplio) que construyen los agentes.

4.2 Fundamentación teórica, ontológica y epistemológica

Las premisas que expusimos podrían ser acusadas de ir a contramano de los postulados básicos de la teoría y la ontología política del discurso de Laclau. Una primera objeción podría suponer que estamos asumiendo una especie de lógica consensualista, de tradición teórica racionalista (habermasiana o rawlsiana), que niega las luchas, desacuerdos y antagonismos constitutivos y la imposibilidad ontológica de un acuerdo racional y universal. Sin embargo, afirmar que pueden (y suelen) existir acuerdos sociales mínimos a nivel óntico no supone sostener que exista una racionalidad universal o que es posible hallar un consenso general. Mucho menos implica negar los antagonismos, polémicas y desacuerdos, que son constitutivos de lo social. Reconocer la relativa racionalidad humana tampoco implica negar la dimensión pasional y afectiva de la política, sino afirmar que constituye, como en el Centauro de Maquiavelo, su otra cara.

Una segunda acusación podría provenir del hecho de negar, presuntamente, el carácter construido, contingente, arbitrario, polisémico, indecidible e histórico de lo social, para imponer una especie de esencialismo inmanente, objetivista y necesario de la realidad existente. Sin embargo, ello supondría nuevamente asumir un pensamiento binario y simplificado (del tipo objetivismo o subjetivismo), que desconoce los aportes fenoménico-existenciales de Laclau sobre la relativa y parcial sedimentación y objetivación histórica de lo social. Una afirmación tal, además, supondría asumir que a nivel óntico no puede existir ningún tipo de comunicación y diálogo posible entre los agentes sociales, cuando fenoménicamente podemos observar que el diálogo, la comunicación y los acuerdos básicos son posibles, y de hecho existen, en diferentes instancias. Por ejemplo, en una relación de comunicación coloquial entre dos amigos, o en la interacción verbal de dos contendientes políticos en el Congreso que comparten la validez de ciertas reglas básicas de juego del régimen democrático.

De manera tal que, adelantándonos a las posibles críticas por asumir presuntos postulados “anti-laclaunianos”, debemos señalar que conservamos en todo momento los presupuestos y premisas básicas de la teoría y la ontología política del discurso de Laclau. A saber:

1) El orden significante como componente material estructurador y sobredeterminante de las identidades políticas y de la realidad social (incluidos los objetos, instituciones, contextos históricos, prácticas y creencias sociales de los agentes).

2) El “carácter histórico, contingente y construido del ser de los objetos” (Laclau, 1993, p. 126).

3) La lógica diferencial, relacional y socialmente constituida del orden significante y de las identidades, las cuales carecen de armonías plenas, esencias y fundamentos.

4) La dimensión antagónica, conflictiva y en una lucha de sentidos (“lucha hegemónica”) de todo orden social, que carece de transparencia y plenitud y nunca puede alcanzar un consenso racional universal.

5) La dislocación estructural de toda formación social y la posibilidad de reactivar, desde las construcciones ónticas del orden significante, toda realidad social histórica y parcialmente sedimentada.

6) La dimensión “articulatoria” de lo social como su “principio hegemónico” (Laclau, 1985, p. 21; Laclau y Mouffe, 2004, p. 133), lo que implica realizar, a través del orden significante, ciertos acuerdos, “negociaciones” (Laclau, 1993, p. 133) y otras “formas consensuales” (Laclau, 1985, p. 22) entre las fuerzas políticas, para construir hegemonías.

7) La existencia de una racionalidad “relativa” de los agentes (Laclau, 1993, p. 227), en el sentido que “la racionalidad completa y la libertad de elección se autoexcluyen” (Laclau, 2005c, p. 108).

8) La relativa autonomía que existe entre los pensamientos subjetivos, por un lado, y los hechos y fenómenos físicos y biológicos del mundo, por el otro, que existen externamente y más allá de las mentes y la voluntad expresa de los sujetos (si bien siempre son percibidos y adquieren significación social desde las construcciones contingentes del orden significante). Como señala Laclau:

Un terremoto o la caída de un ladrillo son hechos perfectamente existentes en el sentido de que ocurren aquí y ahora, independientemente de mi voluntad. Pero el hecho de que su especificidad como objetos se construya en términos de `fenómenos naturales` o de `expresión de la ira de Dios` depende de la estructuración de un campo discursivo. Lo que se niega no es la existencia, externa al pensamiento, de dichos objetos, sino la afirmación de que ellos puedan constituirse como objetos al margen de toda condición discursiva de emergencia (Laclau y Mouffe, 2004, pp. 146-147).

9) La contingencia, precariedad y relatividad de todo orden social y de toda objetividad (Laclau, 1993, p. 59), que es construida históricamente desde el orden significante y está atravesada por una multiplicidad de antagonismos y estructuralmente “dislocada” (Laclau, 1993, p. 66), lo que permite “desestructurar” y “reactivar” simbólicamente la realidad precariamente sedimentada en diferentes direcciones (Laclau, 1993, pp. 62-66 y 78, 2005a, p. 152).

10) El carácter conceptual, contextual, histórico, contingente, relativo, precario y parcial de toda construcción teórica y metodológica y, por lo tanto, la imposibilidad de establecer una metodología taxativa, universal y de alcance general para el Análisis Político del Discurso y la investigación social.

4.3 ¿En qué medida es legítima la distinción de planos y niveles internos, el análisis de las articulaciones sociales y de los grados de sedimentación y reactivación del discurso desde los textos posestructuralistas de Laclau?

Identificamos analíticamente planos y niveles internos del discurso. Luego, planteamos la posibilidad de examinar sus articulaciones ónticas y distinguir grados relativos de sedimentación y reactivación histórica. Mostramos que esta propuesta metodológica mantiene los postulados y premisas básicas de la teoría y la ontología laclauniana. Ahora bien, ¿en qué medida estas operaciones discursivas ya se encuentran presentes a nivel conceptual en los propios textos de Laclau? Un análisis detenido de los principales trabajos escritos por Laclau permite observar que nuestra propuesta se inscribe dentro de su esquema teórico posestructuralista. En primer lugar, en su texto fundacional, el mismo Laclau reconoce que la construcción de hegemonías no puede limitarse al estudio de “meros fenómenos lingüísticos” de tipo verbal, sino que atraviesa la materialidad de las “instituciones”, “rituales” y “prácticas” sociales que lo exceden. En ese sentido, nos dice Laclau que la operación hegemónica:

Tampoco puede consistir en meros fenómenos lingüísticos, sino que debe atravesar todo el espesor material de instituciones, rituales, prácticas de diverso orden, a través de las cuales una formación discursiva se estructura (Laclau y Mouffe, 2004, p. 148, énfasis propio).

En su última etapa Laclau también se refiere, en la línea wittgensteiniana, a las formas de articulación entre los aspectos verbales y las prácticas y acciones sociales que lo trascienden y contribuyen a la sedimentación de los discursos:

Nuestra noción de discurso implica la articulación de las palabras y las acciones, de manera tal que la función de fijación nodal nunca es una mera operación verbal, sino que está inserta en prácticas materiales que pueden adquirir fijeza institucional (Laclau, 2005a, p. 138, énfasis propio).

De hecho, el propio Laclau sostiene que “hay estructuras de un lado y prácticas del otro” (Laclau, 1993, p. 232). En este sentido, además de destacar que toda hegemonía “se sedimenta en prácticas e instituciones” (Laclau, 2005a, p. 38), remarca explícitamente que realizar un análisis anti-institucional es contradictorio con su propio enfoque teórico. En sus palabras:

Afirmar que las prácticas sociales tienen lugar en un vacío institucional equivaldría a negar la naturaleza institucional de las posiciones de sujeto y volver a concebir su unidad en términos de la subjetividad del propio agente. Esto es algo que va contra todo nuestro propio enfoque (Laclau, 1993, p. 231, énfasis propio).

Pero, además, si bien Laclau critica a Michel Foucault (1970) por distinguir entre “prácticas discursivas” y “prácticas no discursivas”, hemos hallado un pasaje en su trabajo fundacional en el que abre puentes con la arqueología foucaultiana. En este pasaje Laclau destaca —mediante el uso de la expresión “o bien”— la posibilidad de realizar una distinción analítica “interna” entre los aspectos lingüísticos y prácticos del discurso. En ese sentido, afirma que:

Toda distinción entre lo que usualmente se denominan aspectos lingüísticos y prácticos (de acción) de una práctica social, o bien son distinciones incorrectas, o bien deben tener lugar como diferenciaciones internas a la producción social de sentido, que se estructura bajo la forma de totalidades discursivas (Laclau y Mouffe, 2004, p. 145, énfasis propio).

También en otro texto de su autoría publicado ese mismo año, Laclau nos indica que existe la posibilidad de diferenciar “niveles” internos a las “prácticas significantes”:

Toda diferenciación de niveles en la sociedad se da en el interior de las prácticas significantes y no como diferencia entre prácticas significantes y no significantes (Laclau, 1985, p. 23, énfasis propio).

De este modo, Laclau expone en su obra diferentes argumentos textuales que habilitan a realizar una distinción analítica de planos y niveles internos, sin negar la sobredeterminación significante de lo social.

En tercer lugar, hallamos también algunos pasajes de la obra de Laclau que permiten analizar las interacciones ónticas que existen entre los aspectos lingüísticos y no lingüísticos. Así, Laclau destaca que “depende de cada contexto social o histórico (distinguir) cuáles serán los significantes que llenarán la función de representar un universal vacío” (Laclau, 2003a, p. 76, 2003b, pp. 192 y 212). Laclau, además, deja en claro que en la operación hegemónica no existe una contraposición estricta entre el plano ontológico (teórico-conceptual) y el análisis óntico (fenoménico-político). Por el contrario, hay un “puente” que, a través del “investimiento” de los “significantes vacios” en un “contenido óntico” particular, articula lo ontológico con lo óntico, sin que ello implique subsumir entre sí a ambos planos:

Ciertos contenidos son investidos con la función de representar la plenitud ausente de la comunidad. Esta plenitud se plasma en lo que hemos llamado significantes vacíos —que son también, por ello mismo, hegemónicos—. Pero esa función ontológica de expresar la presencia de una ausencia sólo puede tener lugar a través del investimiento en un contenido óntico. Como en el caso del Abgrund heideggeriano, como en el caso del objeto a lacaniano, la operación hegemónica consiste en un investimiento radical que, a la vez que intenta crear un puente entre lo óntico y lo ontológico, reproduce, a su vez, su imposible convergencia (Laclau, 2014, p. 149-150, énfasis propio).

Cuarto, Laclau también reconoce desde sus textos la existencia de “grados” diferenciales (“mayores” y “menores”) de vaciamiento y de sedimentación de lo social, que vincula al análisis discursivo del contexto histórico e institucional:

El grado en el que este proceso de vaciamiento tiene lugar, también depende del contexto (es menor en contextos altamente institucionalizados y mayor en contextos de crisis orgánicas, etc.) (Laclau, 2003b, p. 194, énfasis propio).

De hecho, el mismo Laclau sostiene en sus textos que las formas de “reproducción” social, a través de las prácticas “repetitivas”, contribuyen a “estabilizar” en el tiempo ciertos significados. De este modo, la reproducción de las prácticas repetitivas (en tanto juegos del lenguaje) adquieren una “ilusión” de objetividad social, como si fueran “cosas”:

La reproducción de la vida material es llevada a cabo a través de prácticas fundamentalmente repetitivas, los juegos del lenguaje, o secuencias discursivas, que organizan la vida social y son predominantemente estables. Tal situación da lugar a la ilusión de que el ser de los objetos, que es una construcción puramente social, pertenece a las cosas mismas (Laclau, 1993, p. 134, énfasis propio).

De allí que en Nuevas reflexiones…, Laclau defina a lo social como el “conjunto de objetividades sedimentadas” (Laclau, 1993, p. 177) y que se refiera a la existencia de un orden “instituido” que, pese a ser políticamente constituido, “tiende a asumir la mera forma de una presencia objetiva” (Laclau, 1993, p. 51). En el mismo sentido, en La razón populista Laclau sostiene que “No todo es político en la sociedad, porque tenemos muchas formas sociales sedimentadas que han desdibujado las huellas de su institución política originaria” (Laclau, 2005a, p. 194, énfasis propio). En efecto, en ciertas coyunturas histórico-discursivas se establece un “logrado” privilegio del polo de la sedimentación y objetivación de lo social, que tiende a invisibilizar la contingencia radical de lo social y la percepción del polo de la reactivación política. En palabras de Laclau:

La sedimentación puede ser tan completa, el privilegio de uno de los polos de la relación dicotómica tan logrado, que el carácter contingente de este privilegio, su dimensión originaria de poder, no resulta inmediatamente visible (Laclau, 1993, p. 51).

Sin embargo, esas formas exitosas de objetivación y sedimentación de la realidad contingente e histórico-social necesariamente son “precarias” y “fallidas”, ya que si bien “el orden social existe”, no puede estructurarse como una realidad objetiva y cerrada (Laclau, 1993, pp. 77 y 223).

Por último, a partir de estos elementos parcialmente sedimentados y estructurados, Laclau destaca los límites no meramente lingüísticos que imponen ciertas posibilidades (discursivas) que son “bloqueadas” por efecto de los contextos históricos e institucionales en los que operan políticamente los discursos:

Esto no quiere decir que en cualquier momento todo lo que es lógicamente posible se vuelva, automáticamente, una posibilidad política real. Hay posibilidades incoadas que serán bloqueadas, no debido a alguna restricción lógica, sino como resultado de los contextos históricos en los cuales operan las instituciones representativas (Laclau, 2005c, p. 103, énfasis propio).

De allí que Laclau reconozca que “vivimos en un mundo de prácticas sociales sedimentadas que limitan el campo de lo que es pensable y decidible” (Laclau, 2014, p. 162). En consonancia con la importancia de estas restricciones discursivas, en un pasaje de Nuevas reflexiones…, el propio Laclau refiere a aspectos racionales que se vinculan a la eficacia performativa de la hegemonía. Según el pensador argentino, la “aceptación” de un orden depende de su “credibilidad”, y esta última se encuentra condicionada por las formas relativamente estructuradas que organizan a determinado grupo. En sus palabras:

La aceptación de un orden depende de su credibilidad y esta credibilidad no le será acordada si sus propuestas chocan con principios básicos que informan la organización de un grupo (Laclau, 1993, p. 82, énfasis propio)

Como lo subraya nuevamente en otro trabajo, en el momento en que un discurso “entra en conflicto” con “creencias importantes e inconmovibles”, el mismo deja de tener “ninguna efectividad” (Laclau, 2003a, p. 90).

Y en su libro póstumo retorna a este problema para destacar que:

Si una propuesta normativa choca con aspectos centrales de la organización social que no han sido puestos en cuestión, no será reconocida como un orden capaz de cumplir la función de ordenamiento y no será el objeto de un investimiento ético hegemónico (Laclau, 2014, p. 165, énfasis propio)

Como se puede apreciar, el propio Laclau abre desde sus textos la posibilidad de:

a) Distinguir analíticamente diferentes niveles internos del discurso.

b) En el marco del punto anterior, identificar niveles lingüísticos y no meramente lingüísticos del discurso.

c) Identificar grados o intensidades diferenciales (mayores o menores) de sedimentación y objetivación, así como de reactivación, de los discursos y de todo orden social, a través del análisis relacional de las prácticas y los contextos institucionales de la dinámica política.

d) Analizar las articulaciones y los posibles choques ónticos entre los elementos lingüísticos y no meramente lingüísticos del discurso (prácticas sociales, contextos históricos e institucionales sedimentados), desde un abordaje histórico-contextualizado.

e) Examinar la importancia de la credibilidad, las creencias históricamente sedimentadas de determinado grupo y sus formas establecidas de organización social, para estudiar el grado de eficacia performativa del discurso en la construcción hegemónica.

Si bien el analista político del discurso puede identificar de un modo relacional elementos habitualmente más estructurados y objetivados que otros, en tanto se vinculan a aspectos físicos, químicos, biológicos, económicos e institucionales que, siguiendo a Laclau, limitan discursivamente (sin determinar) el margen de opciones de los agentes y son menos pasibles de ser reactivados mediante la acción humana (el caso límite es la muerte física del ser), tanto la capacidad relativa de sedimentación como la de reactivación óntica, constituyen potencialidades que no están determinadas a priori. Tampoco son objetivas ni universalmente válidas. En cambio, dependen de y deben ser analizadas desde las formas fenoménicas de construcción y percepción social que realizan los agentes a través del orden significante.

5 Herramientas teórico-metodológicas para investigar el plano no lingüístico del discurso en los procesos políticos contemporáneos

La Teoría Política del Discurso no analizó en profundidad las articulaciones entre los planos y niveles internos del discurso desde la dinámica política, ni tampoco operacionalizó los grados diferenciales de sedimentación y reactivación social. De este modo, carecemos de recursos metodológicos para investigar, desde el APD, las tensiones y potenciales contradicciones entre los enunciados y las prácticas discursivas de los agentes en situaciones y procesos políticos concretos. Además, pese a su creciente importancia en la operación hegemónica, la teoría laclauniana dejó a un lado el análisis de los gestos e imágenes audiovisuales y la importancia creciente de los medios de comunicación. En ese marco, Laclau no conceptualizó ni analizó los movimientos gesticulares y las imágenes corporales y auditivas de los agentes que se perciben simbólicamente mediante una audio-visualización y adquieren un status de escenificación pública. Por ejemplo, no examinó la importancia de la escenificación de la imagen pública de los actores políticos desde la pantalla del televisor, las imágenes y sonidos de las campañas electorales y el papel de las nuevas tecnologías de la comunicación. Tampoco analizó la relevancia de los gestos, tonalidades e imágenes corporales de los agentes que son atribuidos subjetivamente como positivos y que denotan situacionalmente fuerza, seguridad, firmeza, autoridad, tranquilidad, cohesión, modestia, confianza, coherencia ideológica, sinceridad, corrección moral, compasión, unidad, alegría, dulzura, amistad, austeridad y adhesión en general. Así como los gestos simbólicos atribuidos como negativos, que denotan situacionalmente debilidad, inseguridad, inquietud, nerviosismo, soberbia, arrogancia, egoísmo, incoherencia, mentira, ocultamiento, sumisión, temor, condena, enojo, agresividad, tristeza, temeridad, odio y rechazo en general.

Si bien Laclau no analizó este nivel extralingüístico, debemos recordar que su teoría y ontología política del discurso parte de la base que todos los objetos y fenómenos del mundo adquieren significación a través del orden significante. De allí que los fenómenos y objetos visuales y auditivos, ya sea fotografías, afiches de campaña, grabaciones sonoras, radiales o fílmicas, así como la interpretación de los aspectos gesticulares de los agentes, deben ser analizados íntegramente desde sistemas de significación donde el lenguaje cumple una función estructurante (Fair, 2017a).

Si pretendemos contribuir a resolver estos problemas teórico-metodológicos derivados de la praxis hegemónica, debemos complejizar y fortalecer los conceptos laclaunianos con herramientas adicionales, ya que no nos alcanzan aquellas que tenemos disponibles como caja de herramientas para la investigación social. Como una respuesta a este problema, en este trabajo proponemos:

1) Articular de forma pragmática algunas herramientas de la teoría constructivista de las representaciones sociales de la escuela francesa. De manera particular, se emplean contribuciones de Serge Moscovici (1979) que le permiten al analista político del discurso examinar, de una forma interpretativa y atributiva, las tensiones, “choques” e incongruencias (“disonancia cognitiva”) entre las diferentes representaciones sociales contingentes que construyen los agentes en sus interacciones de la vida cotidiana. Recordemos que Moscovici señala que existe una “dialéctica” entre las representaciones individuales y sociales que puede ser concordante o desencadenar “choques”, que los agentes perciben en “tensión”, al ser reveladas como “incongruentes” e “incompatibles” con las creencias subjetivas o con la experiencia inmediata (Moscovici, 1979, p. 39).

2) Articular algunas herramientas metodológicas de la semiótica social francesa, que permiten estudiar de un modo más sistemático estas interacciones discursivas desde la dinámica política (Courtés, 1997; Verón, 1987, 1997). La teoría sociosemiótica (en particular desde la semiótica visual) aporta, además, algunos recursos útiles para investigar las imágenes y gestos audiovisuales de los agentes sociales. Courtés destaca la importancia de investigar los aspectos “audio-visuales” del discurso. Su análisis semiótico supone tomar en cuenta elementos como la “sinceridad”, a través del abordaje “interpretativo” de “ciertos rasgos de la cara, ciertos gestos, ciertas entonaciones”, perceptibles en el enunciador (Courtés, 1997, pp. 63 y ss.). La teoría de los discursos sociales de Verón, por su parte, afirma que los discursos se “materializan” en diferentes “soportes significantes” (Verón, 1997, pp. 11-21) y que “en los discursos sociales hay siempre diversas materias y, por lo tanto, diversos niveles de codificación que operan simultáneamente: imagen-texto; imagen-palabra-texto-sonido; palabra-comportamiento-gestualidad, etc.” (Verón, 1997, p. 23). También indica que todo enunciado deja determinadas “huellas” materiales que pueden ser aprehendidas de una forma interpretativa por el analista del discurso (Verón, 1987). Finalmente, destaca la importancia de los elementos icónicos e indiciales, la “mediatización” de la política y los gestos e imágenes visuales y corporales para el análisis del discurso político (Verón, 1997).

Estas herramientas resultan útiles para fortalecer metodológicamente a la Teoría Política del Discurso para la investigación empírica de situaciones, fenómenos y procesos políticos contemporáneos. En primer lugar, permite analizar los aspectos audiovisuales y gestuales en la operación hegemónica. Además, contribuye a estudiar las formas de interacción óntica entre los enunciados verbales de los agentes y sus prácticas sociales efectivas, entre las verbalizaciones y los enunciados escritos y entre ambos planos y los gestos, sonidos e imágenes visuales. De manera específica, le permite al analista político del discurso interpretar y atribuir, de una forma relacional y comparada, concordancias, discordancias, incongruencias y potenciales contradicciones discursivas de los agentes. A su vez, contribuye a identificar e imputar intensidades relativas de sedimentación y de reactivación de sus discursos4. Finamente, contribuye a analizar el grado de eficacia performativa del discurso hegemónico, o con pretensiones de serlo.

Estas contribuciones teórico-metodológicas presentan, además, algunas implicancias epistemológicas. A partir de la relativa sedimentación histórica de determinado discurso, postulamos que los agentes sociales son capaces de argumentar, realizar juicios y reflexiones y actuar de una forma estratégica. Ello implica que son capaces de ofrecer explicaciones sobre sus decisiones, actos y omisiones, y aceptar y naturalizar (sedimentar) o resistir, reformular y/o transformar (reactivar), en diverso grado y magnitud, el orden vigente (Giddens, 1995). El uso de estas herramientas supone, en cierto modo, radicalizar la relativa racionalidad y capacidad reflexiva de los agentes que reconoce el propio Laclau. Sin embargo, debe quedar en claro que ello no implica asumir un racionalismo, un intencionalismo o una especie de análisis iluminista u objetivista, todos ellos supuestos que son contrarios a la teoría y ontología laclauniana. En efecto, reconocer la capacidad racional y reflexiva del ser humano no niega el otro lado de la racionalidad, que se vincula a las pasiones, los deseos y los aspectos emocionales, irreflexivos, irracionales e inconscientes. Estos aspectos irracionales y afectivos son constitutivos de los agentes y se expresan fenoménicamente en todos los procesos políticos. En este sentido, asumimos, en términos de la Teoría Política del Discurso, que tanto las prácticas sociales, como la racionalidad humana, son elementos contingentes, históricos y relativos que están construidos y sobredeterminados por el orden significante (Laclau, 1985, pp. 23, 39-40; 1993, pp. 114-116; Laclau y Mouffe, 2004, p. 163). De allí que podamos referirnos, con Laclau, a la posibilidad de una “racionalización parcial de la experiencia colectiva” (Laclau, 2014, p. 166, énfasis propio). Es sólo a partir de la relativa estructuración de determinado discurso contingente, que los agentes sociales son capaces de argumentar, realizar juicios y reflexiones y actuar de forma estratégica, pudiendo brindar explicaciones sobre sus decisiones, actos y omisiones y siendo capaces de aceptar, internalizar y naturalizar (sedimentar), o resistir, reformular y/o transformar (reactivar), en diverso grado y amplitud, el orden vigente.

Por último, nuestra propuesta metodológica presenta algunas implicancias axiológicas. En efecto, al incorporar una capacidad del analista del discurso de realizar una imputación interpretativa de los agentes por sus decisiones, acciones y omisiones, ello contribuye a fortalecer la dimensión normativa (ético-política) de la teoría laclauniana.

6 De la teoría política al Análisis Político del Discurso y la investigación empírica

Dijimos previamente que el analista político del discurso (como agente relativamente externo a su “objeto” de estudio) puede examinar las interacciones complejas entre los planos y niveles discursivos mediante un abordaje relacional e interpretativo. Desde un enfoque laclauniano, esto implica colocar el eje en las construcciones significantes de los agentes que, directa o indirectamente, forman parte de la disputa por la hegemonía, en determinado contexto o coyuntura histórico-política.

En primer lugar, identificamos tres estrategias metodológicas para el Análisis Político del Discurso (no excluyentes entre sí):

1) Una estrategia de análisis sincrónica de los discursos: analiza las articulaciones ónticas entre los elementos lingüísticos y no meramente lingüísticos del discurso de forma simultánea. Por ejemplo, el analista político del discurso puede examinar, en determinado tiempo y espacio, las interacciones entre: (a) una enunciación verbal del Presidente X en ejercicio de sus funciones y un gesto visual temporalmente simultáneo a su enunciación oral; (b) una enunciación verbal del Presidente X y una acción social simultánea del mismo agente; (c) una enunciación verbal del Presidente X y una imagen pública proyectada de forma simultánea.

2) Una estrategia de relativa sincronía de los discursos: analiza las articulaciones ónticas entre los elementos lingüísticos y no meramente lingüísticos del discurso en una coyuntura particular de relativa sincronía temporal. Por ejemplo, si el analista toma como referente un discurso enunciado por el Presidente X en determinada fecha y espacio y a un segundo discurso del mismo agente en ejercicio de sus funciones ejecutivas en una fecha inmediatamente posterior (por ejemplo, al día siguiente), puede examinar las interacciones entre: (a) Un enunciado verbal A y una acción social B; (b) Un enunciado verbal A y un enunciado verbal B; (c) Un enunciado verbal A y un enunciado escrito B; (d) Un enunciado verbal A un gesto visual B; (e) Un enunciado escrito A y un enunciado escrito B; (f) Un enunciado escrito A y un gesto B; (g) Un enunciado escrito A y una imagen visual B.

3) Una estrategia de análisis diacrónica de los discursos: analiza las articulaciones ónticas entre los elementos lingüísticos y no meramente lingüísticos del discurso desde un abordaje más extenso en el tiempo. Por ejemplo, el analista político del discurso puede examinar, en determinado tiempo y espacio, las interacciones entre un enunciado verbal de un candidato al cargo de Presidente durante la etapa de campaña electoral, y una acción social realizada con posterioridad a su asunción formal como Presidente. O entre una promesa electoral enunciada verbalmente por un candidato a Presidente que involucra su promesa de cumplimiento efectivo en un plazo anterior a finalizar su mandato constitucional inmediato, y el análisis del posterior cumplimiento o incumplimiento fáctico de dicha promesa, una vez electo legítimamente como Jefe de Estado y concluido el plazo de su mandato constitucional.

7 Algunas estrategias metodológicas para investigar las articulaciones ónticas entre los enunciados verbales, escritos y gestuales, las imágenes escenificadas y las prácticas y acciones sociales

Con el objeto de examinar las múltiples articulaciones ónticas entre los discursos verbales y escritos, los gestos e imágenes audiovisuales y las prácticas sociales efectivas de los agentes, el analista político del discurso puede llevar a cabo los siguientes pasos:

1) En primer lugar, procurando dejar a un lado lo máximo posible sus pre-juicios y preconceptos, el analista del discurso debe enfocarse en el examen de las huellas fenoménicas de las construcciones significantes de su referente u “objeto” de estudio (sea a partir de enunciados orales o escritos, gestos e imágenes audio-visuales, prácticas o acciones sociales). Estas huellas discursivas se materializan en determinados soportes:

a) Soportes textuales-escritos: por ejemplo, diarios, revistas, folletines y libros impresos, documentos con normas, procedimientos y resoluciones formales, documentos con información estadística y censos demográficos, cuadernos de discursos presidenciales y debates parlamentarios oficiales y otros documentos escritos.

b) Soportes audiovisuales tradicionales: por ejemplo, grabaciones de entrevistas y encuestas, grabación de programas de radio o de televisión, impresión de fotografías, afiches, videos y otras imágenes audio-visuales con formatos que permitan la reproducción de sonidos fónicos y la observación y reproducción de imágenes visuales, gestos y movimientos faciales y corporales.

c) Soportes electrónicos y de las nuevas tecnologías con formato interactivo: por ejemplo, textos escritos, grabaciones de audios sonoros, fotografías, videos y otras imágenes audio-visuales que son capturados y pueden ser reproducidos materialmente desde las plataformas sociales de Twitter, Facebook, WhatsApp, Youtube, Instagram, correos electrónicos, blogs y otras páginas web y sistemas interactivos.

El examen de las huellas discursivas, materializadas en archivos, normativas y otros documentos escritos, impresiones, audios y grabaciones fónicas, sistemas interactivos, fotografías, videos y otro tipo de imágenes audiovisuales, le permite al analista del discurso mostrar algún tipo de evidencia empírica, argumentar racionalmente y así procurar validar (aunque sea de una forma contingente y relativa) sus interpretaciones subjetivas.

2) Las huellas discursivo-fenoménicas de los agentes deben ser analizadas junto con la interpretación de los contextos y condicionamientos enunciativos no meramente lingüísticos del discurso (circunstancias espacio-temporales, condiciones económicas, reglamentos institucionales vigentes, imaginarios sociales, identificaciones y, eventualmente, el análisis de la gestualidad, entonación, lenguaje corporal e imagen pública escenificada del agente/s), a través de sus formas de materialización escrita, gestual y/o audio-visual5.

2.1) En los casos en los que no existe, o no puede accederse, a una huella escrita o audiovisual del discurso analizado (por ejemplo, en determinadas conversaciones privadas o reuniones secretas de actores públicos relevantes, en prácticas sociales no reproducidas de forma escrita ni disponibles en imágenes audiovisuales), el investigador debe reconstruir de una forma más interpretativa los contextos histórico-discursivos y las condiciones no lingüísticas de su enunciación (socioculturales, económicas, políticas, institucionales, afectivas) y vincularlas con el examen de las huellas materiales que efectivamente dispone para el análisis del discurso.

3) A partir del análisis relacional y comparado de al menos una huella material-textual de un enunciado verbal, escrito y/o gestual, y al menos una huella material-textual de una práctica social de determinado agente o agentes, en conjunción con la interpretación de las condiciones enunciativas extra-textuales, el analista del discurso puede atribuir e imputar, de una forma interpretativa, la existencia de dos o más enunciados verbales, escritos, gestuales, audio-visuales y/o práctico-discursivos que se encuentran en concordancia, en discordancia, bajo una forma incongruente o en contradicción entre sí. Esto incluye la posibilidad de atribuir e imputar interpretativamente potenciales congruencias, incongruencias y contradicciones entre:

  1. Un enunciado verbal A y un enunciado verbal B
  2. Un enunciado verbal A y un enunciado escrito B
  3. Un enunciado verbal A y un gesto visual B
  4. Un enunciado verbal A y una práctica y acción social B
  5. Un enunciado verbal A y una imagen corporal B
  6. Un enunciado escrito A y un enunciado escrito B
  7. Un enunciado escrito A y un enunciado verbal B
  8. Un enunciado escrito A y una práctica o acción social B
  9. Un enunciado escrito A y un gesto visual B
  10. Un enunciado escrito A y una imagen audio-visual B
  11. Un gesto visual A y un enunciado verbal B
  12. Un gesto visual A y un enunciado verbal B
  13. Un gesto visual A y una práctica social B
  14. Una imagen visual A y un sonido fónico B
  15. Una práctica o acción social A y un enunciado verbal B
  16. Una práctica o acción social A y un enunciado escrito B
  17. Una práctica o acción social A y un gesto visual B
  18. Una práctica o acción social A y una imagen visual B

4) Con el objeto de examinar estas articulaciones contingentes desde la dinámica política, y luego poder imputar sus relaciones, el analista político debe escoger al menos dos discursos (en un sentido amplio) de determinado agente o agentes en cierta coyuntura o proceso, teniendo en cuenta la interpretación de sus contextos histórico-discursivos no meramente lingüísticos que se encuentran parcialmente sedimentados (socioculturales, económicos, institucionales, afectivos).

4.1) Si el analista político del discurso pretende estudiar estas interacciones ónticas de los agentes desde el plano audio-visual, debe considerar, además, las condiciones no meramente lingüísticas de enunciación del agente/s examinado/s (sinceridad, fuerza ilocucionaria y adecuación normativa). Para ello, debe partir del análisis interpretativo y situacional de los tonos fónicos, los gestos faciales y corporales y la imagen pública proyectada.

5) Para justificar sus apreciaciones subjetivas de una forma racional y argumentada, y de este modo validar de un modo relativo sus interpretaciones atributivas, el analista del discurso puede tomar como fuente soportes textuales-escritos (discursos oficiales, declaraciones y prácticas sociales reproducidas en diarios y revistas, normas y resoluciones formales, series estadísticas y censales, diccionarios de uso común, libros impresos, desgrabación escrita de encuestas, entrevistas y grupos focales y otros documentos impresos). También puede analizar fuentes audio-visuales y electrónicas (fotografías, imágenes, videos y sonidos radiales, televisivos y de las nuevas tecnologías de la comunicación), a partir de la grabación, reproducción y análisis de sonidos y entonaciones fónicas, la observación e interpretación de gestos y otros movimientos corporales y faciales y el análisis situacional de los modos de escenificación pública. De todos modos, se debe tener en cuenta que los soportes textuales-escritos, debido a su mayor capacidad de emplazamiento y de acceso como fuentes y su menor grado tendencial de polisemia, constituyen una plataforma material privilegiada para analizar empíricamente las huellas de los discursos públicos de los agentes y, de esta manera, validar racionalmente las presunciones y conjeturas del investigador.

6) Al analizar de una forma relacional y comparada las huellas textuales (en un sentido amplio del término que incluye los soportes escritos y audiovisuales tradicionales y electrónicos) de dos o más discursos de determinado agente o agentes, teniendo en cuenta la interpretación de sus contextos y condiciones histórico-políticos (institucionales, económicos, socioculturales) y personales (enunciativos, afectivos) extra-textuales, el analista político del discurso puede percibir, atribuir e imputar, de un modo interpretativo, una relación de congruencia o incongruencia. Para ello, cuenta con una multiplicidad de opciones. A continuación, se detallan algunas de estas alternativas:

a) La comparación entre dos enunciados verbales de un mismo agente: por ejemplo, el analista del discurso puede examinar situacionalmente una declaración verbal reproducida materialmente en la prensa escrita por un candidato a Presidente en la Argentina durante la campaña electoral para las presidenciales del año 2015 y luego contrastarla con otra declaración pública del mismo agente en la prensa gráfica durante el año 2019, considerando su efectiva elección legal como Presidente por un mandato de cuatro años consecutivos y en ejercicio constitucional de sus funciones Ejecutivas.

b) La comparación entre un enunciado verbal y una política pública: por ejemplo, el analista político del discurso puede examinar situacionalmente una declaración verbal reproducida en la prensa escrita de la figura del Presidente A en ejercicio legal de sus funciones, en el momento en que presenta públicamente un nuevo programa económico de gobierno sancionado mediante un decreto-ley del Poder Ejecutivo que lleva su firma, y anuncia públicamente que su contenido vinculante consiste en contratar, a partir de ese misma fecha, 1000 nuevos puestos de trabajo asalariado en el Estado. En una instancia posterior, el analista del discurso puede contrastar esa declaración del Presidente A con la publicación textual del plan en el Boletín oficial, a partir de la lectura del contenido escrito del referido programa económico. Si el investigador atribuye que el contenido textual del programa económico sancionado mediante decreto-ley por el Presidente A es consistente con lo declarado verbalmente por el propio Presidente A en lo referente al mismo (siempre y cuando se reconozca que el enunciado fue efectivamente dicho por el Presidente en ejercicio legal de sus funciones, que su fuerza ilocucionaria fue sincera, que estaba habilitado institucionalmente para firmar el decreto-ley y que el contenido del escrito analizado constituye una fuente verídica6), puede atribuir una relación de congruencia entre ambos fenómenos discursivos. En cambio, si el analista del discurso percibe que el contenido escrito del mismo plan económico anunciado por el Presidente A en la fecha anteriormente referida no tipifica en su contenido textual ninguna contratación laboral por parte del Estado y, en cambio, establece, a partir de ese mismo instante, el despido fáctico del sector público de 4000 trabajadores previamente contratados por el propio Estado (bajo las mismas condiciones extra-textuales mencionadas con anterioridad), entonces puede atribuir una relación de incongruencia, que en este caso asume la forma de una contradicción entre el decir verbal y el hacer fáctico.

c) La comparación entre un enunciado verbal y una práctica institucional: por ejemplo, el analista político del discurso puede examinar en un soporte de prensa gráfica nacional una declaración pública del titular de una central sindical que, en nombre de su organización, anuncia por televisión, en determinada fecha y espacio, su decisión “indeclinable e innegociable” de cortar, a partir de ese instante, todo tipo de diálogo con los representantes del gobierno de turno y la promesa de iniciar, desde ese mismo instante, un paro nacional por tiempo indeterminado contra la política económica del referido Gobierno. A continuación, a través del análisis situacional de la prensa escrita en los días subsiguientes, el analista del discurso puede elucidar cuál fue el comportamiento efectivo del propio líder de la central sindical. Si el analista observa que el accionar social del mismo titular de la central sindical fue consistente con sus dichos previos, puede atribuir a su discurso un carácter políticamente coherente y consistente. En cambio, si el mencionado titular de la central sindical llevó a cabo en el instante inmediatamente posterior del citado anuncio oral una reunión pública con los principales representantes del gobierno de turno, rechazó verbalmente toda posibilidad de llevar a cabo un paro nacional, e incluso firmó al instante un acta de acuerdo vinculante para colaborar activamente con el propio gobierno en ejercicio de sus funciones (siempre y cuando se perciba que las condiciones no lingüísticas de enunciación fueron adecuadas y que el contenido de las fuentes analizadas es verídico7), entonces el analista del discurso puede atribuir una incoherencia política en el agente estudiado.

d) La comparación entre un enunciado verbal y la lectura de una serie estadística oficial: por ejemplo, el analista del discurso puede retomar declaraciones públicas en la prensa gráfica de un candidato a Presidente A, durante la campaña presidencial, consistente en la promesa oficial de llevar a 0% los índices oficiales de pobreza en el momento de concluir su mandato presidencial (de cuatro años consecutivos). Una vez que el propio candidato A fue electo constitucionalmente y asumió formalmente como Presidente, y luego de concluido el plazo previsto de su mandato constitucional, se pueden contrastar de forma comparada los datos oficiales provenientes de las series estadísticas de pobreza en el momento inmediatamente previo y al instante exacto en el que finalizó su período de gobierno de cuatro años como titular del Ejecutivo (si A asumió como Presidente electo en diciembre de 2015 y concluye su mandato constitucional en diciembre de 2019, la comparación de los datos censales debe realizarse entre esas dos fechas). Ello le permite al analista político del discurso, en conjunción con la interpretación de determinadas condiciones de enunciación extra-textuales —que incluyen el análisis del grado de credibilidad de las cifras estadísticas oficiales— atribuir si durante su mandato constitucional el Presidente A fue o no congruente con la referida promesa de campaña enunciada cuatro años antes.

8 Estrategias metodológicas para analizar las intensidades de sedimentación y de reactivación de los discursos desde la dinámica política

A partir del análisis comparado del discurso verbal y las prácticas sociales efectivas de determinado agente o agentes, desde la interpretación situacional de sus condiciones de enunciación extra-textuales, el analista político del discurso puede identificar a nivel óntico diferentes niveles e intensidades relativos de sedimentación y de reactivación de los discursos.

8.1 Niveles e intensidades diferenciales de sedimentación y objetivación social de los discursos

Desde el abordaje de la sedimentación el analista político del discurso puede identificar niveles situacionalmente diferenciales de objetivación social (la distinción de estos niveles es analítica y no ontológica):

1) Un primer nivel de sedimentación y objetivación social corresponde al plano discursivo-lingüístico de lo que podemos definir, con Antonio Gramsci (2008), como las creencias que se constituyen históricamente y se internalizan socialmente como un sentido común relativamente incuestionado, para determinada comunidad situada espacio-temporalmente. Se difunde históricamente por medio de los diferentes ámbitos de socialización y creación de las culturas políticas de los agentes y se materializa y emplaza textualmente en soportes escritos como los diccionarios de extendido uso común. Por ejemplo, en las definiciones del Diccionario de la RAE. Este nivel se sedimenta, además, en otros textos escritos de referencia que presentan un uso común temporalmente extendido y espacialmente difundido, como libros considerados clásicos de la teoría política, la historia, la sociología y la filosofía política, y de hecho interviene de algún modo en todas las formas de percepción social de los agentes.

2) Un segundo nivel de sedimentación y objetivación social corresponde al plano de los mitos, utopías e imaginarios sociales de determinado grupo o comunidad humana que se objetivan históricamente a través de la difusión temporalmente repetitiva, y de generación en generación, de ciertos cuentos, fábulas y otras narraciones históricas de carácter mítico y ficcional (por lo que corresponden a construcciones imaginarias del orden de las fantasías). Se expresan históricamente de forma oral y en soportes escritos-impresos y audiovisuales. grabaciones de imágenes, sonidos y videos tradicionales y de las nuevas tecnologías de la comunicación electrónica.

3) Un tercer nivel de sedimentación y objetivación social corresponde al plano de las prácticas sociales repetitivas en el tiempo, que se convierten en hábitos, costumbres y tradiciones discursivas arraigadas y de fuerte estructuralidad en los agentes. Por ejemplo, la arraigada tradición histórica de un sindicato X de promover la práctica social de confrontación dura e inflexible frente al Estado. Se materializa discursivamente en soportes impresos y audiovisuales (tradicionales y electrónicos), a partir de prácticas y rituales sociales temporalmente repetitivos que involucran ciertas regularidades tendenciales en las verbalizaciones, gestos, sonidos, imágenes y acciones sociales (performances) de los agentes.

4) Un cuarto nivel de sedimentación y objetivación social corresponde al plano discursivo-institucional. Se materializa en leyes, reglamentos, códigos, tratados nacionales e internacionales, normativas y otros procedimientos formalmente vinculantes, que tipifican de forma escrita el ejercicio normativo de los poderes y funciones, definen los deberes, obligaciones y limitaciones del ejercicio de poder gubernamental y los derechos, obligaciones, libertades y garantías civiles, políticas y económicas a nivel electoral, comercial, procesal, laboral, penal y constitucional. Un ejemplo es el texto actualmente vigente de la Constitución Nacional de la República Argentina.

5) Un quinto nivel de sedimentación y objetivación social corresponde a los fenómenos de orden físico, biológico y natural. Adquieren relevancia para el Análisis Político del Discurso cuando los agentes los construyen desde el orden significante. Un ejemplo son las representaciones de determinados agentes en torno al fenómeno meteorológico de la lluvia o de un acontecimiento social como el atentado a las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001. Se materializan discursivamente en soportes escritos y audio-visuales (tradicionales y electrónicos).

A partir del análisis relacional y comparado de los enunciados orales y escritos, las imágenes y sonidos audiovisuales y las prácticas y acciones efectivas de los agentes, en interacción con los usos sociales del lenguaje en la vida cotidiana, la aplicación en uso de las normas institucionales y la interpretación de los condicionamientos económicos, afectivos y personales extra-textuales de la dinámica política concreta, el analista del discurso puede atribuir e imputar, de un modo interpretativo, intensidades diferenciales de sedimentación y objetivación social de los discursos de los agentes, en determinada situación, coyuntura o proceso.

Para identificar los grados relativos de intensidad el analista político del discurso puede tomar en cuenta las diferencias cualitativas que la mayoría de los lingüistas establecen, a partir del lenguaje en uso, entre las oposiciones graduales, que se basan en términos de la relación del más al menos (gradualidades), y las oposiciones en términos categoriales (del tipo vida vs. muerte) o privativas (del tipo sonoro vs no sonoro). Como señala Courtés, el análisis cualitativo en términos de oposiciones graduales (de mayor a menor) permite distinguir, por ejemplo, entre los conceptos de lo quemante, lo caliente, lo tibio, lo fresco, lo frío y lo helado. También permite identificar diferentes intensidades fónicas de los sonidos (y, por lo tanto, distintas tonalidades y timbres de voz en los agentes) y de percepción visual, como las gradualidades que existen entre lo sombrío y lo claro (Courtés, 1997, pp. 264-267). El uso de categorías escalares como “mucho” (o “muy”), “bastante”, “un poco” (o “escaso”) y “casi nada”, contribuyen a identificar estas intensidades diferenciales, sin caer en un esquema privativo binario. Para ello, el analista político del discurso debe apelar a un abordaje de tipo comparado. De acuerdo a Courtés, ello le permite distinguir relacionalmente entre un “término medio”, por un lado, y su grado de “rebasamiento” (hacia un más o un menos), por el otro (Courtés, 1997, pp. 390-391). De un modo similar, Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov se refieren a las categorías “graduadas” que conciernen a modificadores como “menos que”, “casi”, “solamente”, “más qué”. Estos términos “sólo tienen significado con relación a la orientación de la categoría del término modificado”. En este sentido relacional se comprende que caliente está “por encima de” tibio y que frío se encuentra “por encima de” fresco (Ducrot y Todorov, 1981, p. 141).

Tomando en cuenta este modo de abordaje mediante gradientes, y a partir del análisis comparado de dos o más discursos, el analista político puede identificar, para cada nivel, un continuum de intensidades relativas de estructuración de los discursos de los agentes, los cuales, en determinada coyuntura espacio-temporal, se encuentran relacionalmente más sedimentados y objetivados que otros:

1) Desde el nivel verbal, a través de un abordaje relacional y comparado, el analista político del discurso puede observar y atribuir, en la Argentina actual, un mayor grado de sedimentación pública de la concepción liberal de la democracia (es decir, de una concepción en defensa de la elección popular de los representantes políticos mediante el voto libre, secreto y universal, respeto a la libertad de expresión, de asociación y de prensa), frente a un menor grado de sedimentación de un régimen dictatorial (es decir, en defensa de un régimen de elección arbitraria y unipersonal de las autoridades y sistema de partido único8). También puede comparar dos coyunturas históricas y atribuir, desde el análisis relacional de las huellas textuales (por ejemplo, desde declaraciones en la prensa gráfica o el análisis de entrevistas o encuestas), intensidades diferenciales (mayores o menores) de adhesión pública a determinadas ideas y conceptos políticos.

2) Desde el nivel de las prácticas y rituales repetitivos, el analista político del discurso puede observar y atribuir en la Argentina actual, de un modo relacional y comparado, un mayor grado de sedimentación social de los hábitos de compra y consumo de mercancías capitalistas (por ejemplo, de objetos electrónicos para entretenimiento personal), frente a un menor grado relativo de sedimentación de los hábitos discursivos de socialización y distribución comunista de los medios de producción. También puede comparar dos coyunturas históricas determinadas y percibir, por ejemplo, a través del análisis de datos censales y estadísticos, intensidades diferenciales (mayores o menores) de sedimentación social de dichas prácticas mercantiles.

3) Desde el nivel institucional el analista del discurso puede examinar dos períodos históricos de la Argentina (por ejemplo, la Argentina de 1955 y la de 2011) y observar, a través del análisis relacional y comparado del sistema normativo vigente, grados diferenciales de sedimentación de los elementos jurídico-institucionales que se tipifican a nivel formal mediante un soporte escrito.

4) Desde el nivel físico y biológico, a través del estudio de las huellas textuales de determinados agentes, el analista del discurso puede presumiblemente observar y atribuir en la Argentina actual, de un modo relacional y comparado, un mayor grado de sedimentación de las construcciones sociales en torno al carácter natural de la lluvia, frente a un menor grado relativo de sedimentación social de las concepciones que consideran que el fenómeno de la lluvia es producto de la ira de Dios por los pecados del pueblo. También puede analizar y atribuir intensidades diferenciales de sedimentación social de estas construcciones de los agentes mediante un análisis comparado de dos coyunturas o períodos históricos de la Argentina, por ejemplo, a través de la realización de entrevistas o encuestas.

8.2 Niveles e intensidades diferenciales de reactivación social de los discursos

Desde el estudio de determinada dinámica política situada espacio-temporalmente, el analista político del discurso puede identificar una serie de niveles e intensidades relacionalmente diferenciales de reactivación histórica de la realidad social sedimentada:

1) Un primer nivel corresponde a una reactivación meramente discursivo-verbal.

2) Un segundo nivel corresponde a una reactivación discursivo-práctica, que involucra una acción social y corporal, aprehendida a través de las construcciones del orden significante.

3) Un tercer nivel corresponde a una reactivación discursivo-institucional, aprehendida a través del orden significante.

4) Un cuarto nivel corresponde a una reactivación discursivo-física, aprehendida a través del orden significante.

A partir de esta distinción operativa en niveles, y teniendo en cuenta el lenguaje en uso y la estrategia basada en oposiciones graduales con diferentes escalas, el analista del discurso puede identificar y atribuir, de un modo relacional y comparado, intensidades ascendentes (de menor a mayor) de reactivación de lo social sedimentado desde la dinámica política:

a) Un primer grado de intensidad relativa corresponde a una reactivación meramente diferencial, en el que los contendientes públicos se construyen relacionalmente como meramente diferentes entre sí, y no como antagónicos.

b) Un segundo grado de intensidad relativa corresponde a una reactivación de tipo adversarial, en el que los contendientes se construyen relacionalmente como adversarios públicos que antagonizan entre sí, pero compartiendo un mismo orden comunitario y ciertas reglas básicas del juego democrático.

c) Un tercer grado de intensidad relativa corresponde a una reactivación que se basa en un antagonismo de tipo atemperado, en el que los contendientes se construyen relacionalmente desde un antagonismo público ponderado y relativo.

d) Un cuarto grado de intensidad relativa corresponde a una reactivación de antagonismo extremo o de enemistad absoluta, en el que los contendientes se construyen relacionalmente como enemigos públicos existencialmente opuestos y absolutamente irreconciliables entre sí.

En el momento en que, en determinada coyuntura o proceso político, el analista del discurso observa que un agente A no sólo antagoniza verbalmente con un agente B, sino que además realiza acciones sociales no meramente lingüísticas contra B (sea institucionales o físicas), ello permite aseverar la existencia atributiva de un grado mayor de antagonismo relativo entre A y B que la simple verbalización. A partir de allí se pueden identificar, de un modo relacional y comparado, intensidades cualitativas ascendentes de antagonismo que exceden a lo estrictamente verbal9 (Fair, 2017b). A modo de ejemplo, tomaremos el caso de la realización de una protesta social de un sindicato A contra un Gobierno B en ejercicio de sus funciones10:

1) Un primer grado de intensidad del antagonismo no lingüístico se vincula con las prácticas sociales e institucionales fácticas. Por ejemplo, a través de la realización de una movilización social (física) en el espacio público por parte de un sindicato A contra un gobierno B en ejercicio de sus funciones, dentro de un territorio determinado y de acuerdo a las normas tipificadas en el Estado de Derecho vigente.

2) Un segundo grado ascendente de intensidad del antagonismo corresponde al momento en que la movilización sindical de A convoca a un paro nacional contra el Gobierno B. Y es más profunda si A decide extender el paro de 12 a 36 horas-reloj, o si se repite secuencialmente en el tiempo (por ejemplo, a través de un paro activo una vez por mes, en determinado año). La misma protesta social de A es relacionalmente más intensa si ese paro sindical se extiende intermitentemente (por ejemplo, mediante un paro nacional por tiempo indeterminado). El análisis de la duración e intensidad de estas prácticas discursivas de A contra B puede ser reforzado con la incorporación de elementos cuantitativos adicionales, como la cantidad de manifestantes movilizados fácticamente en la protesta sindical.

3) Un tercer grado ascendente de intensidad y radicalización del antagonismo, que se materializa desde el nivel institucional, se observa cuando la acción fáctica del paro sindical de A es acompañada con la realización efectiva de una denuncia judicial, por ejemplo, bajo la acusación penal de una acción inconstitucional por parte del Gobierno B.

4) Finalmente, la confrontación política adquiere un grado máximo de intensidad relativa si el mismo sindicato opositor A le declara la “guerra a muerte” al Gobierno B y realiza, desde un nivel físico, un atentado mediante la colocación efectiva de una bomba (como artefacto explosivo), con el objeto declarado de consumar un asesinato del Presidente en ejercicio de sus funciones, imputado como principal exponente del poder gubernamental (B). De un modo similar, pero en sentido inverso, se puede pensar en la represión coercitiva de la protesta social mediante el uso de las fuerzas policiales del Estado (B) sobre el sindicato A.

El empleo de determinados conceptos o ideas-fuerza relativamente sedimentados y estructurados en textos previos de referencia que se materializan de forma escrita, contribuye a un mayor ordenamiento y comprensión de la compleja realidad social. Esta estrategia habilita a dos opciones, no excluyentes entre sí:

a) Por un lado, el analista del discurso puede conceptualizar los discursos a partir del uso de ciertas tradiciones político-culturales que se encuentran parcialmente sedimentadas y objetivadas en textos académicos de referencia (por ejemplo, en los escritos de pensadores considerados clásicos de la teoría política). En este sentido, el empleo de la categoría gradual de lo adversarial puede ser asimilado por el investigador con la concepción “agonista” de Chantal Mouffe (1999). A su vez, la categoría de antagonismo existencial encuentra semejanzas con la conceptualización de la guerra como máxima intensidad de lo político de Carl Schmitt (1991) (Fair, 2017b). De un modo similar, siguiendo aportes de Bobbio, Sartori, Macpherson o Skinner, entre otras/os, se pueden conceptualizar los discursos verbales, las prácticas y acciones sociales de determinados agentes en términos de una concepción liberal, democrática, republicana, identificar sus variantes autoritarias e iliberales y sus extremos fascistas y totalitarios.

b) Por otro lado, el analista político puede conceptualizar los discursos a partir del empleo de ciertos conceptos de extendido uso común en el lenguaje cotidiano, que se encuentran parcialmente sedimentados y objetivados a nivel textual en el DRAE (esto es válido para analizar fenómenos o procesos políticos de habla hispana), sin que ello suponga el cierre esencialista de los discursos. También permite analizar desde el nivel lingüístico los gradientes relativos de reactivación que mencionamos anteriormente, como la diferencia gradual que existe relacionalmente entre los conceptos de “adversario” y “enemigo” y las diferencias de intensidad entre las categorías de “ponderado”/“atemperado”/“relativo”, que expresan relacionalmente una intensidad menor del antagonismo, frente a las categorías de “exacerbado”/“absoluto”, que expresan una intensidad relativa mayor.

Finalmente, a partir del empleo de estos conceptos ordenadores parcialmente sedimentados, y teniendo en cuenta las condiciones no meramente textuales de enunciación, el analista político del discurso puede identificar y atribuir, de un modo relacional, contingente e interpretativo, grados diferenciales de sedimentación y de reactivación de los discursos. Ello le permite distinguir, por ejemplo, entre un discurso agonista (adversarial) y un continuum de intensidades relativas de antagonismo (desde un antagonismo meramente verbal, a un antagonismo extremo que supone la declaración existencial de una guerra de aniquilamiento físico del enemigo); y entre un discurso democrático, uno autoritario y uno totalitario (ya sea a nivel verbal y/o en un eventual contraste atributivo con sus prácticas efectivas).

9 Conclusiones

Observamos en la Teoría Política del Discurso de Laclau una falta de sistematicidad y la ausencia de una metodología consistente para investigar de un modo riguroso situaciones, fenómenos y procesos sociopolíticos concretos. Partiendo desde los postulados y premisas onto-epistemológicas y las contribuciones teóricas y conceptuales de su perspectiva, este trabajo desplegó algunas estrategias metodológicas propias que procuran contribuir, en parte, a resolver estos problemas para la investigación social empírica. Dejamos en claro que ello no supone de ningún modo una pretensión de establecer una metodología taxativa, instrumental, única o de alcance universal. Las estrategias teórico-metodológicas propuestas en este trabajo contribuyen a analizar las articulaciones relacionales entre los planos y niveles lingüísticos y no meramente lingüísticos del discurso desde la dinámica política en la que se asientan. En ese marco, ofrecimos algunas estrategias metodológicas útiles para que el analista político del discurso pueda investigar las formas de interacción óntica entre los enunciados verbales de los agentes y sus prácticas sociales efectivas, entre las verbalizaciones y los enunciados escritos y entre ambos planos y los gestos faciales y corporales, los sonidos y las imágenes proyectadas de forma audio-visual, ya sea en soportes tradicionales o desde las nuevas tecnologías de la comunicación (Twitter, Facebook, Instagram, Youtube, blogs, Whatsapp, etc.). Estos recursos teórico-metodológicos le permiten al analista del discurso interpretar y atribuir, de un modo relacional y comparado, concordancias, discordancias, incongruencias y potenciales contradicciones discursivas de los agentes. Para la construcción de estas estrategias metodológicas tomamos en cuenta las contribuciones textuales del propio Laclau sobre la posibilidad de realizar una diferenciación entre planos y niveles internos a lo discursivo y analizar sus articulaciones fenoménicas. También sus citas textuales que mencionan la importancia de la credibilidad social y los potenciales choques ónticos entre los elementos lingüísticos y extralingüísticos, desde un análisis contextualizado de la operación hegemónica. Si bien el análisis específico de lo gestual y lo audio-visual excede a los problemas que se planteó Laclau en sus textos, consideramos que para desarrollar un análisis más complejo de los fenómenos y procesos políticos contemporáneos resulta importante prestar atención a estos aspectos discursivos no lingüísticos, en particular en el contexto actual de las democracias audiovisuales y la primacía de la imagen escenificada.

Una segunda contribución consistió en el desarrollo de algunas estrategias metodológicas que resultan útiles para investigar empíricamente los gradientes relativos de sedimentación y objetivación, así como de reactivación y antagonismo, desde la dinámica política. Para ello, tuvimos en cuenta las referencias textuales de Laclau que destacan la existencia de grados de sedimentación, vaciamiento y objetivación social de los discursos, y articulamos estos aportes con algunas herramientas de la semiótica social francesa. A partir de estos aportes propusimos una estrategia metodológica que se basa en la identificación de oposiciones graduales con diferentes escalas. Las estrategias para la investigación empírica que ofrecimos en este trabajo le permiten al analista político del discurso identificar y atribuir, de un modo relacional y comparado, un continuum gradual de intensidades relativas de aceptación y naturalización social y de disputa y confrontación social en torno a ciertos significados situacionales, para cada nivel que identificamos. Estas contribuciones resultan útiles para distinguir analíticamente, a partir del uso de categorías escalares de oposición gradual, entre los discursos públicos que mantienen una fuerte polémica y un mayor grado de confrontación social en determinada situación o proceso político, frente a aquellos discursos que, de forma comparada, presentan ónticamente menos intensidad de cuestionamiento público y un menor grado relativo de reactivación social. Ello se traduce en que, de manera relacional, estos objetos discursivos son escasamente discutidos por los agentes, por lo que se sedimentan e internalizan socialmente como cuestiones (tendencialmente) veraces, objetivas y de sentido común. El análisis comparado de las construcciones discursivas y la identificación de intensidades relativas desde el análisis textual, en conjunción con la interpretación atributiva de las condiciones extra-textuales de enunciación, también contribuye a investigar el grado de eficacia performativa de los discursos en la operación hegemónica.

Los recursos teórico-metodológicos desplegados en esta investigación, además, presentan implicancias epistemológicas. Específicamente, contribuyen a deconstruir y superar algunos de los falsos binarismos, simplificaciones y disyunciones clásicas (discurso/realidad, pensamiento/acción, objetividad/subjetividad, acuerdo/desacuerdo, estructura/historia, razón/emoción) y a acentuar el carácter de historicidad, relatividad, negatividad, contingencia radical e indecidibilidad de lo social que caracteriza al enfoque posfundacional y posestructuralista de Laclau. La distinción relativa entre el analista político del discurso y su “objeto” de estudio, la capacidad de identificar ciertos acuerdos básicos contingentes y parciales entre los agentes a nivel óntico, el énfasis en el carácter interpretativo de todo análisis del discurso y el uso de la noción de atribución parcial, con base en el análisis relacional y comparado de las huellas textuales del orden significante (escritas o audio-visuales) que construyen los agentes, ayudan a fortalecer la capacidad heurística de la Teoría Política del Discurso para la investigación empírica. A su vez, permiten descartar de plano cualquier reduccionismo racionalista, intencionalista, empirista u objetivista.

Por último, las herramientas operativas de este trabajo contienen algunas implicancias axiológicas para una izquierda posmarxista. Así, la estrategia de análisis relacional y comparado entre los planos y niveles internos del discurso y la posibilidad de incorporar una atribución interpretativa, contingente y parcial de los discursos, le permiten al analista político del discurso imputar racionalmente ciertas responsabilidades políticas concretas a los agentes por sus decisiones, prácticas y acciones (y omisiones). De este modo, se contribuye a profundizar y fortalecer la dimensión ético-política crítica de la investigación social, uno de los déficits que presenta la teoría de la hegemonía de Laclau de matriz gramsciana (en particular en su última etapa que se condensa en La razón populista).

10 Referencias

Aboy Carlés, Gerardo (2010). Populismo, regeneracionismo y democracia. PostData, 15, 11-30.

Barros, Sebastián (2002). Orden, democracia y estabilidad. Discurso y política en la Argentina entre 1976 y 1991. Córdoba: Alción.

Buenfil Burgos, Rosa Nidia (2008). La categoría intermedia. En Ofelia Cruz y Laura Echavarría (Coords.), Investigación social. Herramientas teóricas y Análisis Político del Discurso (pp. 29-40). México DF: Juan Pablos.

Courtés, Joseph (1997). Análisis Semiótico del Discurso. Del enunciado a la enunciación. Madrid: Gredos.

De Ípola, Emilio (1982). Ideología y discurso populista. Bs. As.: Folios.

De Ípola, Emilio (2001). Metáforas de la política. Rosario: Homo Sapiens.

De Mendonca, Daniel (2014). O limite da normatividade na Teoria Politica de Ernesto Laclau, Lua Nova, 91, 135-167. Recuperado de http://www.redalyc.org/html/673/67331154006/

Ducrot, Oswald & Todorov, Tzvetan (1981). Diccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje. México DF: Siglo XXI.

Fair, Hernán (2013). El desvanecimiento del discurso nacional-popular en la Argentina (1988-1993), Entramado, 9(2), 118-137.

Fair, Hernán (2016). Del peronismo nacional-popular al peronismo neoliberal: transformaciones de las identidades políticas en la Argentina menemista. Colombia Internacional, 86, 107-136.

Fair, Hernán (2017a). Decisiones y estrategias metodológicas para la investigación social empírica desde la Teoría Política del Discurso. Prácticas de oficio. Investigación y reflexión en Ciencias Sociales, 19, 51-68. Recuperado de http://ides.org.ar/wp-content/uploads/2012/04/4.-FAIR1.pdf

Fair, Hernán (2017b). Construcción hegemónica y eficacia interpelativa del discurso de De la Rúa del 19 y 20 de diciembre del 2001. Discurso & Sociedad, 11(4), 571-620. Recuperado de http://www.dissoc.org/ediciones/v11n04/DS11(4)Fair.pdf

Foucault, Michel (1970). La arqueología del saber. México DF: Siglo XXI.

Giddens, Anthony (1995). La constitución de la sociedad. Buenos Aires: Amorrortu.

Glynos, Jason & Howarth, David (2007). Logics of critical explanation in social and political theory. London: Routledge.

Glynos, Jason; Howarth, David; Norval, Aletta & Speed, Ewen (2009). Discourse Analysis: varieties and methods.London: University of Essex.

Gramsci, Antonio (2008). El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce. Bs. As.: Nueva Visión.

Groppo, Alejandro (2011). Los dos Príncipes: Juan D. Perón y Getulio Vargas Villa María: Eduvim.

Howarth, David (2005). Aplicando la Teoría del Discurso: el método de la articulación. Studia Politicae, 5, 37-88.

Howarth, David; Norval, Aletta & Stavrakakis, Yannis (2000). Discourse Theory and Political Analysis. Manchester: Manchester University Press.

Jorgensen, Marianne & Philips, Louise (2010). Discourse Analysis as theory and method. London: SAGE.

Laclau, Ernesto (1978). Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo. Madrid: Siglo XXI.

Laclau, Ernesto (1985). Tesis acerca de la forma hegemónica de la política. En Julio Labastida (Coord.), Hegemonía y alternativas políticas en América Latina (pp. 19-44). México D. F.: UNAM.

Laclau, Ernesto (1993). Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo. Bs. As.: Nueva Visión.

Laclau, Ernesto (1996). Emancipación y Diferencia. Bs. As.: Ariel.

Laclau, Ernesto (2003a). Identidad y hegemonía: el rol de la universalidad en la constitución de lógicas políticas. En Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek (Comps.). Contingencia, hegemonía y universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda (pp. 49-93). México D. F.: FCE.

Laclau, Ernesto (2003b). Estructura, historia y lo político. En Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek (Comps.). Contingencia, hegemonía y universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda (pp. 185-214). México D. F.: FCE.

Laclau, Ernesto (2003c). Construyendo la universalidad. En Judith Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zizek (Comps.). Contingencia, hegemonía y universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda (pp. 281-306). México D. F.: FCE.

Laclau, Ernesto (2005a). La razón populista, Bs. As.: FCE.

Laclau, Ernesto (2005b). Deconstrucción, pragmatismo, hegemonía. En Chantal Mouffe (Comp.), Deconstrucción y pragmatismo (pp. 97-136). Bs. As.: Espacios del saber.

Laclau, Ernesto (2006a). La deriva populista y la centroizquierda latinoamericana. Nueva Sociedad, 205, 56-61. Recuperado de http://nuso.org/media/articles/downloads/3381_1.pdf

Laclau, Ernesto (2006b). Misticismo, retórica y política Bs. As.: FCE.

Laclau, Ernesto (2008). Debates y combates. Bs. As.: FCE.

Laclau, Ernesto (2009). “Populismo: ¿qué nos dice el nombre?”. En Francisco Panizza (Comp.), El populismo como espejo de la democracia (pp. 51-70). Bs. As.: FCE.

Laclau, Ernesto (2014). Los fundamentos retóricos de la sociedad. Bs. As.: FCE.

Laclau, Ernesto & Mouffe, Chantal (2004). Hegemonía y estrategia socialista. Bs. As.: FCE.

Moscovici, Serge (1979). El psicoanálisis, su imagen y su público. Bs. As.: Huemul.

Mouffe, Chantal (1999). El retorno de lo político. Bs. As.: Paidós.

Retamozo, Martín (2009). Las demandas sociales y el estudio de los movimientos sociales. Cinta de Moebio, 35. 110-127. http://dx.doi.org/10.4067/S0717-554X2009000200003

Retamozo, Martín (2013). Discursos y lógicas políticas en clave K. Movimientos, populismos y hegemonía en Argentina. En Javier Balsa (Comp.), Discurso, política y acumulación en el kirchnerismo (pp. 137-150). Bs. As.: UNQ-Centro Cultural de la Cooperación.

Schmitt, Carl (1991). El concepto de lo político. Madrid: Alianza.

Schuster, Federico (2005). Las protestas sociales y el estudio de la acción colectiva. En Federico Schuster, Francisco Naishtat, Gabriel Nardacchione y Sebastián Pereyra (Comps.). Tomar la palabra. Estudios sobre protesta social y acción colectiva en la Argentina Contemporánea (pp. 43-83). Bs. As.: Prometeo.

Stavrakakis, Yannis (2007). The lacanian left. Psichoanalysis, Theory, Politics. Edinburgh: Edinburgh University Press.

Verón, Eliseo (1987). La semiosis social. Fragmentos de una teoría de la discursividad. Barcelona: Gedisa.

Verón, Eliseo (1997). Semiosis de lo ideológico y del poder. Bs. As.: Oficina de Publicaciones del CBC, UBA.

Žižek, Slavoj (1993). Más allá del análisis del discurso. En Ernesto Laclau (Ed.), Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo (pp. 157-167). Bs. As.: Nueva visión.