Las sociedades occidentales están viviendo una transformación en la atención socio-sanitaria de las personas mayores. Los modelos basados en la asistencia a la dependencia están dando un giro hacia la promoción de la autonomía (Sánchez-Criado y López, 2009). La prioridad dada antaño a la institucionalización está siendo reemplazada por la movilización de recursos en el entorno inmediato (Fisk, 1997) y por la restitución del hogar como lugar de provisión de cuidados (Oudshoorn, 2011). El diseño de ‘soluciones tecnológicas’ con las que se asegura el envejecimiento en casa y el cuidado a distancia juega un papel fundamental en esta tendencia (Reina-Tosina, Roa, Prado y Vera, 2001).
En España, desde los años noventa se viene implementando la teleasistencia domiciliaria (Cavalcante, Aceros y Domènech, 2012), un servicio que requiere la instalación en casa de un aparato de telecomunicación con el que los usuarios pueden estar conectados 24 horas al día a una central de llamadas. La comunicación con la central es inmediata, en caso de que la persona requiera ayuda, y se lleva a cabo por línea telefónica gracias a un botón rojo en la interfaz del aparato. Los usuarios cuentan además con un colgante que les permite solicitar asistencia desde cualquier lugar de su casa. Actualmente, la Ley 39/2006 incluye la teleasistencia dentro de su Catálogo de Servicios de atención a personas en situación de dependencia.
La provisión de estos servicios de tele-cuidado en el hogar ha llamado la atención de diferentes investigadores interesados por la forma como la teleasistencia transforma las prácticas de cuidado, la experiencia del envejecimiento y el significado del lugar de residencia (Milligan, 2009; Oudshoorn, 2012). Algunos autores han estado particularmente enfocados en lo que Steve Woolgar (1991) llamaría la ‘configuración de los usuarios’, es decir, en la forma como la tecnología empleada prescribe determinadas identidades y acciones a aquellos que se sirven del cuidado remoto. Por ejemplo, Maggie Mort, Tracy Finch y Carl May (2009) sostienen que estas nuevas tecnologías engendran ‘telepacientes’. Otros autores han afirmado que determinadas nociones como la de ‘riesgo’ o ‘autonomía’ están inscritas en la teleasistencia; nociones que los usuarios terminan por incorporar y personificar (López y Domènech, 2009; Manthorpe, 2004).
Los estudios antes mencionados acompañan una nueva comprensión de la vejez y el envejecimiento como construcciones sociales (Gergen y Gergen, 2000). Concretamente, se muestran cercanas a posturas para las que nociones como la de grupo etario o etapa del desarrollo resultan de concepciones normativas y políticas sobre la edad (Iacub, 2002, 2013; Walker, 2005). Dichas visiones normativas están articuladas a dispositivos técnicos que tienen como destinatarios a las personas mayores, y se ven realizadas a través de la implementación y uso de gerontecnologías (Mort, Roberts y Ca
llén, 2013; Peine, Rollwagen y Neven, 2014). En otros trabajos, el autor ha examinado cómo ocurre esto a través de prácticas que son a la vez simbólicas y materiales (Aceros, Cavalcante y Domènech, 2013, Aceros, Pols y Domènech, 2015; Aceros, Cavalcante y Domènech, 2016). Dichos análisis sugieren que, en la construcción social de la vejez y el envejecimiento, remarcar discursivamente la conexión entre las personas mayores y su lugar de residencia es una cuestión esencial. En efecto, a la persona mayor a menudo se le concibe y se le trata como un sujeto ‘doméstico’ que requiere de monitorización y asistencia remota debido a su deseo de envejecer en casa. Los promotores de la teleasistencia suelen recaer sobre esta idea y describen sus tecnologías como respuestas al deseo que tienen los usuarios de envejecer en casa. Por otro lado, discursos en boga, como el ‘envejecimiento en el lugar’ (aging in place), enfatizan la necesidad de preservar el vínculo de los mayores con sus hogares con el fin de asegurar su autonomía y bienestar (Costa-i-Font, Elvira y Mascarilla, 2009; Rowles, 1993; Sixsmith y Sixsmith, 2008).
El presente artículo se acerca a los discursos movilizados por diferentes actores a propósito de la conexión entre las personas mayores usuarias de teleasistencia y sus lugares de residencia. Lo hace desde una mirada inspirada en la Psicología Discursiva (PD). La PD es una perspectiva que reelabora profundamente el objeto de interés de la psicología (Woofitt, 2005), reinterpretando los fenómenos cognitivos y emocionales como producciones sociales evocadas públicamente por diversos actores (Antaki, 2006). Su centro de atención es la forma como los estados y procesos mentales son reportados en textos e interacciones cotidianas (Potter, 2014), y cómo son empleados para realizar distintas acciones sociales y actividades retóricas (Edwards, 2006). Tres son las líneas de investigación de la PD (Potter y Edwards, 2003): 1) la crítica a las aproximaciones tradicionales en psicología; 2) el estudio de los términos psicológicos tal como son utilizados durante actividades discursivas; y 3) el análisis de las formas como el discurso es utilizado para gestionar temas psicológicos implícitos.
El objetivo de este trabajo es examinar la forma como el apego al hogar de los usuarios de teleasistencia es construido y utilizado por y en el lenguaje en uso. Para lograr dicho objetivo, se propone el examen de un material recogido durante dos investigaciones sobre el cuidado de los mayores en España. Antes de su abordaje, se delinea la mirada discursiva desde la que se examinó el material. A continuación, se especifica la metodología empleada para la recolección y análisis de los datos. Luego se presentan los diferentes temas que han sido encontrados en los datos, y se profundiza en el significado del que predomina en ellos, resaltando las estrategias discursivas desplegadas por dos grupos de actores: 1. Los familiares, cuidadores y trabajadores de teleasistencia, y 2. Los usuarios.
En psicología ambiental, la casa se entiende como un lugar con un profundo significado para los mayores (Rowles, 1987). Esto es así porque, en ella, las personas establecen relaciones significativas (Rubinstein, 1990), ejecutan rituales que les definen a sí mismas, y atesoran importantes recuerdos (Shenk, Kuwahara y Zablotsky, 2004). Por esta vía, la casa se integra en la identidad personal (Chow y Healey, 2008) y sirve como objeto privilegiado de apego (Hernández, Hidalgo, Salazar-Laplace y Hess, 2007). Este apego al hogar es un tipo particular de apego al lugar, es decir: un enlace subjetivo establecido entre una persona y un lugar específico (Low y Altman, 1992). Aunque algunos autores consideran el apego de lugar como una actitud hacia el entorno (Kyle, Graefe, Manning y Bacon, 2004) que cuenta con aspectos conativos, cognitivos y emocionales (Chow y Healey, 2008), la mayor parte de los investigadores concuerdan en que se trata de un afecto hacia lugares relevantes. En este sentido, lo describen como ‘affective link’ (Rollero y De Piccoli, 2010), ‘affective bond’ (Hernández, Hidalgo, Salazar-Laplace y Hess, 2007), ‘emotional bond’ (Casal, Aragonés y Moser, 2010) o ‘emotional connection’ (Dallago, Perkins, Santinello y Boyce, 2009). Dicho afecto puede ocurrir con relación a localizaciones de varios niveles de abstracción, así como con diferente extensión o función (Low y Altman, 1992). De ello se desprende la existencia de apegos múltiples en un mismo sujeto (Casal et al., 2010; Hernández et al., 2007), así como de diferentes grados de intensidad en el afecto hacia lugares distintos (Hidalgo y Hernández, 2001). Sin embargo, lo más habitual es encontrar estudios del afecto por un solo lugar. Los investigadores se han ocupado de lugares muy diversos. Sobresalen por su número los trabajos sobre el barrio y el entorno comunitario (para una crítica ver, Hidalgo y Hernández, 2001) y, a continuación, sobre la ciudad y la casa (Lewicka, 2010; Windsong, 2010).
El aprecio por estos lugares puede aparecer tanto a nivel individual como en grupos y comunidades (Devine-Wright y Howes, 2010; Mishra, Mazumdar y Suar, 2010). Pero la literatura se ha enfocado predominantemente sobre el apego individual. Esto es apreciable por la mayoritaria producción de trabajos sobre las experiencias personales o los rasgos que predisponen al apego, así como en la acelerada producción de pruebas y cuestionarios estandarizados (ver, Lewicka, 2010). Pero el enfoque individualista en el estudio del fenómeno también aparece cuando se habla de los vínculos grupales. Los psicólogos ambientales reconocen que los miembros de un mismo grupo pueden apegarse a espacios sobre los que tienen significados compartidos (Scannell y Gifford, 2010). Sin embargo, cuando estudian el apego grupal resaltan los fenómenos sociales (instituciones, memorias, significados, valores o creencias) que llevan a las diferentes personas a apegarse a un mismo lugar (ver, Mazumdar y Mazumdar, 2004) o a apreciar algunos lugares más que otros (ver, Lewicka, 2008). Lo que se entiende por ‘fenómeno social’ es, entonces, una mera contingencia que impacta un proceso considerado como estrictamente psicológico.
A pesar de que la orientación individualista de la psicología ambiental es dominante en la actualidad, no han faltado trabajos que intentan trascenderla, ofreciendo una mirada más social (ver, Lalli, 1992; Sarbin, 1983; Valera y Pol, 1994). Recientemente, esta tendencia ha llevado a la aparición de investigaciones inspiradas por la Psicología Discursiva (PD) (Edwards, 1997; Edwards y Potter, 1992). La mirada de las relaciones persona-ambiente desde la PD implica considerarlas como construcciones y acciones sociales realizadas mediante el lenguaje en uso (Aceros et al., 2013, 2016; Dixon y Durrheim, 2000; Taylor, 2001). Para su estudio, se requiere registrar y analizar lo que la gente dice sobre sus vínculos con el ambiente. Estos reportes no han de verse como manifestaciones de un estado interno, sino como realizaciones prácticas contextualizadas. Desde la PD, la conexión entre las personas y los lugares es algo que se crea en y a través del habla (Dixon y Durrheim, 2000). Para que esto sea posible, los hablantes emplean los recursos simbólicos disponibles en el ambiente discursivo de la sociedad (Taylor y Littleton, 2006). Las categorizaciones de personas y lugares, o los repertorios interpretativos referidos al lugar de residencia han sido algunos de los recursos estudiados por la psicología ambiental discursiva (ver, Aceros, et al., 2015; Aceros et al., 2016; Reynolds y Taylor, 2005). A ellos habría que añadir las ideologías y dispositivos retóricos asociados a las definiciones, descripciones y metáforas espaciales (Dixon y Durrheim, 2000), los deícticos o marcadores de lugar (Goodings, Locke y Brown, 2007) y las frases hechas (Aceros et al., 2013). Estos y otros recursos se muestran como parte de acciones con los que los hablantes aseguran la coherencia de sus narraciones autobiográficas (Taylor, 2001), definen y prescriben comportamientos esperables en situaciones específicas (Dixon, Levine y McAuley, 2006), establecen distinciones entre grupos humanos (Wallwork y Dixon, 2004), etc.
Los estudios anteriormente citados utilizan fundamentalmente el concepto de identidad de lugar (Proshansky, 1978) y lo redefinen desde un punto de vista discursivo. Este estudio se inspira en dichos trabajos para proponer un abordaje alternativo al apego de lugar de las personas mayores usuarias de teleasistencia. En lo que sigue, se explora la construcción discursiva de dicho apego, entendiéndolo como un logro social que emerge en el contexto de conversaciones entre diversos actores comprometidos con el cuidado a distancia de personas mayores. Los presupuestos de los que se parte para llevar a cabo dicha aproximación podrían resumirse así: 1) El apego al hogar de los usuarios de teleasistencia es una construcción social; 2) Dicho fenómeno no se expresa en el lenguaje, sino que se produce en y a través de la lengua en uso; 3) Dicha producción ocurre mediante la movilización de recursos simbólicos que son compartidos y tienen sentido al interior de una comunidad de hablantes.
Este estudio examina datos recogidos durante dos investigaciones sobre teleasistencia en España. En ellas se emplearon cuatro técnicas cualitativas: observación participante, entrevistas en profundidad, paneles ciudadanos y grupos de discusión. El material analizado aquí proviene de diez grupos de discusión llevados a cabo en Cataluña entre los años 2009 y 2010. Aunque estos grupos estaban diseñados para conocer la percepción social de la teleasistencia, el material recogido incluía una gran cantidad de referencias espontaneas al vínculo entre los mayores y sus hogares. Es este tipo de habla espontánea (y no la obtenida mediante preguntas dirigidas o cuestionarios) la que constituye el material de estudio privilegiado en PD.
En los grupos de discusión participaron 67 personas vinculadas con el servicio de teleasistencia en 7 ciudades catalanas. Para su selección se empleó el muestreo propositivo (Vaughn, Schumm y Sinagub, 1996) que aseguró una muestra estructurada antes que aleatoria (ver, Tabla 1). Para ser incluidos en la muestra, los participantes debían vivir en Cataluña y estar relacionados con el proveedor de teleasistencia que colaboró con el estudio. Así pues, debían ser usuarios directos o indirectos (familiares y cuidadores), trabajadores (técnicos, tele-operadores) o voluntarios. También se incluyeron profesionales socio-sanitarios que atendieran usuarios de teleasistencia. Se buscó una muestra equilibrada en género; sin embargo, la mayor parte de los asistentes fueron mujeres. Esto se corresponde con el perfil de usuarios de teleasistencia en España, así como con la feminización de los cuidados persistente en el país (Crespo-López y López-Martínez, 2007).
La participación de las personas seleccionadas en el estudio se realizó con atención a los principios éticos de autonomía y no maleficiencia. Los grupos de discusión se llevaron a cabo en localizaciones accesibles para los participantes, y cuyas condiciones no representaran ninguna amenaza o riesgo para ellos. Se respetó la autonomía de los participantes para decidir su inclusión o retirada del estudio, y se protegió el anonimato y la intimidad de las personas que asistieron a los grupos. Para tales fines se emplearon el consentimiento informado y la anonimización de todos los datos recolectados.
Lugar | Participantes | Total |
---|---|---|
Badalona | 2 voluntarios, 1 técnica, 1 familiar, 4 usuarias, 3 usuarias | 11 |
Barcelona | 1 trabajador social, 2 trabajadoras sociales, 2 enfermeras, 2 funcionarias de los servicios sociales | 7 |
Barcelona | 7 teleoperadoras, 1 teleoperadores | 8 |
Barcelona | 3 teleoperadoras, 3 teleoperadores | 6 |
Granollers | 6 usuarios, 1 usuaria | 7 |
Igualada | 5 usuarias | 5 |
Mataró | 2 Voluntarias, 5 voluntarios, 2 técnicos, 1 técnica | 10 |
Vilafranca del Penedès | 1 usuario, 2 usuarias, 2 voluntarios, 1 técnico | 6 |
Vic | 4 cuidadoras informales, 3 cuidadoras formales | 7 |
n= 67 |
Tabla 1
Composición de los grupos de discusión
Cada grupo estaba organizado por un dinamizador y uno o dos observadores. Su duración aproximada era de hora y media. La guía semi-estructurada de preguntas incluía ítems sobre usos y características de los dispositivos, beneficios y riesgos de la teleasistencia, espacios de la vida cotidiana y opiniones sobre el servicio. Los encuentros fueron grabados con la autorización de los participantes. Para el tratamiento de los datos se realizó una transcripción en ortografía estándar del contenido de los encuentros. Se hizo una lectura repetida del material y una primera codificación abierta (Whetherell y Potter, 1996) que produjo una lista de temas relacionados con los objetivos de los estudios sobre teleasistencia. Esta codificación hizo evidente que la relación entre las personas mayores y sus hogares era un asunto relevante para los hablantes. Así, se procedió a un análisis más detallado de esta cuestión.
Se siguió el procedimiento recomendado por Jonathan Potter y Margaret Wetherell (1996). Se hizo una nueva lectura del material para fortalecer la codificación temática inicial. De esta manera, se identificaron unidades lingüísticas en las que se invocaba el apego al hogar. Dichas unidades eran turnos de palabra considerados en su contexto conversacional, es decir: las mismas eran fragmentos de interacciones compuestos por pequeñas secuencias de turnos de palabra adyacentes (Edwards, 2006). La selección de fragmentos a ser incluidos fue inicialmente inclusiva. Se tuvieron en consideración todos los segmentos de los que se sospechara una referencia (incluso tácita) al apego al hogar, aún a riesgo de incluir algunos sobre los que no se estaba totalmente seguro. A continuación, se refinó la selección de las unidades lingüísticas. Debido a que no existe reglas o recetas para realizar este procedimiento (Whetherell y Potter, 1996), los esquemas interpretativos iniciales han tenido que revisarse una y otra vez mediante la relectura repetida del material. Por la misma vía, se buscó la presencia de patrones de variabilidad discursiva y se examinó su consistencia interna. En este sentido, se buscaron diferencias evidentes entre las formas como el apego de lugar es reportado en el habla, así como en la forma como dichos reportes son diseñados lingüísticamente por los hablantes. Finalmente, se especuló sobre las posibles funciones de los discursos encontrados. Para realizar este último procedimiento, se abordaron los datos a partir de la pregunta: ¿qué están haciendo las personas cuando hablan del apego al hogar de esta manera?
La revisión de los datos arrojó tres formas de tematizar el vínculo de los mayores con sus hogares, definiéndolo como 1) el deseo de estar en casa; 2) el deseo de volver a casa, o 3) la ansiedad ante transformaciones en el hogar. Este estudio se centra en el primer tema (el deseo de estar en casa) por ser el tema más recurrente. El análisis detenido de los datos permite identificar un conjunto de prácticas discursivas mediante las cuales opera dicho tema en el habla de los participantes. Dichas prácticas incluyen: 1. la definición del apego al hogar como un vínculo que afecta las relaciones familiares; 2. como un fenómeno psicológico, de orden emotivo; 3. el uso de la metáfora del hogar como el ‘mundo de las personas mayores’; 4. el empleo de tres frases hechas: ‘no hay lugar como el hogar’, ‘como la casa no hay nada’ y ‘en casa mientras puedas’. A continuación, se presentan dichas prácticas, y se ejemplifican con fragmentos del material analizado. Cuando se ha retirado parte de la transcripción, esto se indica con puntos suspensivos encerrados por barras: /…/. El material inaudible aparece entre paréntesis: ( ). Cuando se incluyen palabras o expresiones dentro de paréntesis, estas deben entenderse como interpretaciones que el transcriptor hace de fragmentos parcialmente audibles. El material añadido por el transcriptor para facilitar la comprensión de los fragmentos se marca entre corchetes. Los nombres utilizados son pseudónimos.
La primera forma de dar significado al apego al hogar que se ha identificado ubica dicho vínculo en el contexto de otras relaciones, concretamente: las relaciones familiares. Desde esta mirada, se describe el apego como un fenómeno que cobra sentido sobre la base de los roles de los usuarios en tanto que padres o abuelos. El vínculo de los mayores con sus hogares es considerado como un fenómeno que se da paralelamente a los vínculos familiares, a los que en cierta manera afecta. El siguiente fragmento es un ejemplo:
Fragmento 1
1 Moderador: ¿Cómo veis … desde vuestra perspectiva… el
2 papel que juegan aquí … los familiares?
3 Cristina: Yo creo que desangustia mucho la
4 teleasistencia a los familiares.
5 Arnau: Sí.
6 Cristina: En el sentido de que si por ejemplo tu no vas a
7 verlo durante dos días. ¡Claro! Puedes pensar
8 “oye, pues ... y ¿si se ha caído? y dos días, ¿no?
9 Y el hecho de la teleasistencia pues te da
10 más tranquilidad. En el sentido de que…
11 si sabes que, si lo lleva, pues cualquier cosa…
12 si se cae, si puede avisar.
13 Y desangustia y da tranquilidad ( )
14 Xavier: Es que hay muchas personas que no quieren
15 marchar de su domicilio.
16 Cristina: Claro.
17 Elvira: Sí.
18 Xavier: Tienen la resistencia de que no quieren marchar
19 … aunque el hijo les ponga una habitación, la
20 mejor del mundo … ¿No?
21 Cristina: Eso.
22 Xavier: Están en su entorno, están en su casa.
23 Cristina: Sí.
24 Xavier: Como la casa no hay nada. ¿No?
(Grupo de discusión en Barcelona, mayo 2009)
El fragmento 1 empieza cuando el moderador se interesa por la importancia de la familia en la teleasistencia para personas mayores. Cristina, enfermera de profesión, responde que gracias a la teleasistencia las familias pueden estar ‘tranquilas’ cuando la persona mayor está sola en casa (líneas 3, 10, 13). Mediante este servicio, los usuarios pueden prescindir de la atención constante de un cuidador y, sin embargo, obtener ayuda en caso de emergencia. Por esta vía, la teleasistencia aparece engarzada a un discurso familiarista del cuidado. El mismo postula un modelo normativo de familia en el que los hijos y nietos deben velar por el bienestar de sus ascendientes. Para aquellas situaciones en las que dicho ideal no puede ser realizado, el familiarismo prescribe una realización emocional y comportamental determinada: la familia debe preocuparse y buscar formas de asegurar el cuidado de padres y abuelos. En los datos analizados, el apego al hogar aparece como disparador de situaciones en las que el deber de cuidar a los mayores se ve obstaculizado.
Es evidente que, en el fragmento 1, el apego al hogar es construido por los hablantes como fuente de ansiedad familiar. Esta interpretación se asocia a la distribución de determinadas identidades entre los mayores y sus cuidadores. Mientras los familiares son descritos como personas que dividen su tiempo en diferentes demandas de cuidado, los mayores se presentan como personas en riesgo, cuya permanencia en casa preocupa a sus ascendientes. El apego de lugar, así entendido, connota negativamente la identidad de los usuarios: es a ellos a quienes se responsabiliza por los efectos perniciosos en la familia cuidadora. Esto es sugerido por Cristina y mencionado abiertamente por Xavier, un asistente social, quien sostiene que ‘hay muchas personas [mayores] que no quieren marchar de su domicilio’ (líneas 14 y 15).
Lo que parece desprenderse de esta primera versión del apego es que, según los cuidadores y profesionales, los mayores no se conforman con el familiarismo y, por esta vía, se ponen situación de riesgo. En esta forma de dar significado al apego, los usuarios —en virtud de sus afectos y preferencias espaciales— son considerados como elementos desestabilizadores de relaciones familiares idealizadas, y como generadores de su propia situación de vulnerabilidad. Por esta vía, se producen efectos exculpatorios para los cuidadores: si algo malo le ocurre a la persona mayor que vive sola en su casa, dicha situación sería el resultado de su propia decisión, no de una posible negligencia de quienes les cuidan. Así, lo que promueve esta primera lectura del apego de lugar es la des-responsabilización de los familiares. A ello contribuiría también la contratación de la teleasistencia. Esta acción, en la práctica, supone una transferencia del deber de cuidar en un tercero: el proveedor del servicio.
En el fragmento 1, es apreciable una segunda forma de describir el apego de lugar que está íntimamente entrelazada con su construcción discursiva en tanto que fuente de ansiedad familiar. Para apreciarla es necesario focalizar la atención en la intervención de Xavier, antes citada (fragmento 1, líneas 14 y 15). La misma, no solo ubica el origen de la preocupación de las familias en el deseo de los mayores de permanecer en sus casas. Además, caracteriza dicho deseo, utilizando el descriptor ‘resistencia’ (línea 18). Este vocablo podría representar la oposición que los mayores le presentan a la normatividad familiarista; oposición que no se interpreta en términos positivos. Por el contrario, la palabra ‘resistencia’ se emplea para delinear el apego al hogar como un fenómeno distinto de las decisiones basadas en razonamientos objetivos: se refiere al hecho de optar por la soledad en una situación en la que el apoyo familiar es posible (‘aunque el hijo les ponga una habitación la mejor del mundo’, líneas 19 y 20). En el siguiente fragmento, hay otro ejemplo de la misma práctica discursiva:
Fragmento 2
1 Moderador: Hay una cuestión que muchas veces sale cuando
2 se habla de teleasistencia … que muchas personas
3 puede ser, no podrían vivir en casa.
4 Ustedes ¿cómo ven eso? Creen que de alguna
5 manera la teleasistencia permite una vida
6 en casa que de otra manera.
7 Lidia: Sí ( ).
8 Moderador: no podría hacerse y es una sustitución puede ser tipo …
9 Lidia: (Claro, porque) hay gente mayor que tiene la
10 mentalidad de que ellos quieren estar en casa solos
11 mientras puedan. Y claro eso debe respetarse. /…/
12 Porque a veces. (Puede ser) la familia sufrirá.
13 Pero si él quiere estar en casa, puede ser
14 con eso les ayudará a alargarles la independencia
15 de estar solo en casa. (Podría ser una ayuda).
16 Jordi: ( ) … en este aspecto nosotros hemos tenido
17 ofertas más de una vez /…/ para ir los dos a
18 una residencia. Que no nos faltará nada. Pero.
19 tenemos la fijación de que queremos estar en casa.
(Grupo de discusión en Vic, diciembre 2009)
En el fragmento 2 se escucha a dos cuidadores informales: Lidia (una mujer adulta que cuida de su madre) y a Jordi (un hombre mayor a cargo de su esposa). Sus intervenciones responden a una pregunta sobre el rol de la teleasistencia en la vida de las personas mayores. Lidia responde afirmando que ‘hay gente mayor que tiene la mentalidad de que ellos quieren estar en casa solos mientras puedan’ (líneas 10-11). El vocablo ‘mentalidad’ se utiliza para caracterizar la causa del estrés familiar, fenómeno que se atribuye una vez más a los mayores: ‘la familia sufrirá’ dice Lidia, ‘Pero si él quiere estar en casa, puede ser con eso [con teleasistencia] les ayudará a alargarles la independencia’ (líneas 13-14).
Con el uso del descriptor ‘mentalidad’ el apego al hogar queda definido como un estado psicológico individual. Sin embargo, no como uno de tipo cognitivo (lo que podría sugerirse por la semejanza entre las palabras ‘mentalidad’ y ‘mente’), sino emotivo. La secuencia de acciones que sigue a la intervención de Lidia apoyan dicha lectura. En ellos, Jordi respalda a Lidia con una narración en la que él y su esposa se enfrentan a la posibilidad de vivir en una residencia geriátrica (líneas 16-19). Su rechazo de esta opción se expresa así: ‘no nos faltará nada [en la residencia]. Pero tenemos la fijación de que queremos estar en casa’. Así, dibuja el vínculo de los mayores con el hogar como una característica privada (algo que las personas tienen), que no obedece al cálculo racional: envejecer en casa es preferible, aunque se conciban excelentes alternativas.
En su intervención, Jordi emplea el descriptor ‘fijación’. Con él, resalta la estabilidad del apego al hogar. Dicha característica vuelve a ser sugerida por Lidia posteriormente, en un turno no incluido en el fragmento: ‘la gente mayor se aferra mucho [a su casa]’, dice. Los verbos fijar y aferrar suponen asir, anclar o estabilizar; mientras que resistir significa oponerse. Las tres palabras mencionadas en este apartado implican un uso de la fuerza para mantener una posición. Empleadas como sinónimos del apego lo construyen como un afecto de difícil transformación. Como se ha mencionado, este segundo tema se yuxtapone con el primero que se ha analizado (el apego como vínculo entre otros vínculos). En efecto, incrementa su fuerza retórica, y participa de sus efectos discursivos. Especialmente, apoya la culpabilización de las personas mayores: desde este segundo punto de vista, ellos no solo aparecen como fuente de la ansiedad familiar, sino como actores ‘resistentes’, que reúsan actuar de otra manera. La descripción del apego al hogar como un fenómeno individual no-racional también puede tener otras funciones discursivas. Por ejemplo, puede servir de argumento para promover la contratación de la teleasistencia. Dicho servicio en efecto, suele presentarse como una ‘solución’ técnica que responde a las necesidades (psicológicas) y las elecciones personales de los usuarios.
El apego al hogar es socialmente construido por profesionales de la salud, cuidadores y familiares como un fenómeno psicológico que se distingue por ser subjetivo, persistente y no-racional, y que afecta negativamente el bienestar de las familias. Sin embargo, estos hablantes no lo tratan simplemente como algo incomprensible o caprichoso. Por el contrario, es habitual que procuren encontrar algún tipo de justificación a la existencia de dicho vínculo. Por ejemplo, en el fragmento 2, Lidia menciona la prolongación de la estadía de las personas en sus casas a edades avanzadas como una forma de asegurar la autonomía de los mayores (líneas 13-15). En el fragmento 1, por otro lado, se encuentra una práctica discursiva más habitual: el uso de la metáfora del hogar como ‘el mundo de los mayores’ (línea 22). Se trata de una metáfora que aparece con cierta frecuencia en la literatura especializada. Por ejemplo, Daniel Prieto, Igone Etxeberria, Nerea Galdona, Elena Urdaneta, y Javier Yanguas (2009) sostienen que ‘El hogar se presenta como el espacio por antonomasia de las personas mayores’ (p. 104). En los datos, ha sido encontrada en varios grupos de discusión. Por ejemplo, aparece en la intervención de una cuidadora en el grupo de Vic:
Fragmento 3
1 Laia: … yo quería cambiar de piso [a mi madre]. Que tuviera
2 ascensor /…/ y ella [la asistenta social] /…/
3 me dijo ‘No la toques’. Dice. ‘Porque ella en su
4 casa /…/ sabe dónde tiene las cosas y es su mundo ...
5 Si la sacas y la pones en un piso nuevo … en cuatro
6 días la tienes muerta’.
(Grupo de discusión en Vic, diciembre 2009)
En el fragmento 3, Laia (una mujer adulta que cuida de su madre) actúa como portavoz de los asistentes sociales, re-produce sus palabras, movilizando la idea de la casa como la ubicación más apropiada para los mayores. De acuerdo con la perspectiva movilizada por la hablante, la casa es para las personas de edad avanzada ‘su mundo’. Desplazarlos del mismo, ubicándolos en otro lugar podría tener consecuencias nefastas sobre su vida. Con el uso de esta metáfora, el apego al hogar queda representado como un asunto de orden vital: un arraigo ecológico. En ese sentido, la fuerte vinculación de los mayores a la casa no dependería simplemente de las características individuales del usuario, sino de factores contextuales. La idea del hogar como el ‘espacio’ o ‘el mundo de los mayores’ permite pensar en las personas de edad avanzada como ‘organismos’ íntimamente ligados con un ‘ambiente’ conocido, en el que pueden llevar a cabo sus rutinas cotidianas con alto grado de libertad. Sobre la base de la metáfora del ‘mundo de los mayores’ son factibles posturas ‘conservacionistas’ que propendan por la protección del estilo de vida de los usuarios.
Esta tercera forma de dar significado al apego ofrece una mirada más positiva del mismo, e invita a argumentar a favor de la elección expresada por (o atribuida a) los usuarios de teleasistencia. Sin embargo, también puede contribuir a una tendencia identificada en análisis previos (Aceros et al., 2015): el énfasis que se pone en el desarrollo de ayudas técnicas y servicios de cuidado centrados en el hogar. Dicho énfasis desatiende ‘formas de vida’ que se llevan a cabo en otros ‘entornos’ distintos al hogar. La metáfora del ‘mundo de los mayores’ puede llevar a una comprensión del domicilio habitual como un ecosistema inmerso en un ecosistema mayor (por ejemplo, la comunidad inmediata) o conectado con otros ecosistemas, donde las personas mayores desarrollan su vida en compañía de vecinos, amigos y familiares. Sin embargo, la teleasistencia (domiciliaria) sigue centrada de manera predominante en el entorno doméstico, ofreciendo pocas ‘soluciones’ técnicas que sean operativas en el ámbito comunitario.
Las tres prácticas mencionadas anteriormente predominan en el discurso de familiares, profesionales de la salud y trabajadores de teleasistencia. Como ya se ha sugerido, se presentan engarzadas unas con otras, de tal manera que las dos últimas profundizan en el significado de la primera y la justifican. En el habla de los usuarios, el deseo de estar en casa también es mencionado con frecuencia; pero su significado no presenta el mismo nivel de desarrollo que exhiben los discursos de los demás actores. La estrategia discursiva que suelen emplear es el uso de un conjunto de tres frases hechas: ‘no hay lugar como el hogar’, ‘como la casa no hay nada’, o ‘en casa mientras pueda’.
En otro trabajo (Aceros et al., 2013), ya se ha examinado detenidamente una de tales expresiones: ‘no hay lugar como el hogar’. Dicho examen indica que la frase puede emplearse con diversos propósitos: para explicar por qué se desea envejecer en casa, para expresar comprensión por aquellas personas que hacen dicha elección, y para establecer distinciones entre el hogar y otros lugares para envejecer. La frase ‘como la casa no hay nada’ tendría funciones similares. En ambos casos, los hablantes no solo se alinean a favor del envejecimiento en casa, defendiendo el apego al hogar, sino que efectúan comparaciones entre la casa y otros espacios para envejecer. En estas comparaciones, las virtudes del hogar son ensalzadas mediante descripciones poco auspiciosas de las residencias geriátricas y del hogar de los hijos.
La tercera expresión (‘en casa mientras pueda’) aparece recurrentemente en los datos recogidos, y es utilizada por diferentes hablantes (por ejemplo, fragmento 2, líneas 11-12), con distintos propósitos. La utilidad de esta frase en el habla de los usuarios es parecida a las otras dos expresiones. Sin embargo, no funciona mediante el establecimiento de comparaciones entre la casa y otras localizaciones. La idea que subyace a esta frase no es de orden espacial, sino temporal: el hogar es el mejor lugar para envejecer, pero solo en el momento presente (en el que el hablante, presumiblemente, tiene un buen estado de salud y un alto nivel de autonomía). El fragmento 4 es un ejemplo del uso de esta frase por parte de las personas mayores que han participado en el estudio:
Fragmento 4
1 Milena: Entonces, cuando se fracturó el fémur … pero antes de
2 eso ya comenzamos a que la mama vimos que no podía
3 estar sola. /…/ entonces cada uno de nosotros dijimos
4 /…/ Pues lo haremos tres meses cada hermano.
5 /…/ Entonces … cuando claro, los dos hermanos
6 .. son hombres y cuando mi madre (caía), que eso le
7 pasaba seguido, pues entonces, claro, ellos la levantaban
8 /…/ Cuando va me tocaba a mi… yo ¡No podía! Tenía que
9 llamar a un vecino. Que ahora estaba pensando /…/
10 ojalá yo me hubiera hecho entonces de la asistencia
11 para mi madre. /…/ Porque … entonces habrían venido
12 a ayudarme a levantarla /…/ Entonces claro, cuando
13 llegó el momento yo dije: ‘Yo no puedo más’. /…/
14 Decidimos entre los tres: residencia. Porque ella entonces
15 ya lo aceptó. /…/ Y yo … como hija pienso que cuando
16 estuvo cuidada realmente fue en la residencia /…/ Y yo
17 digo yo (también iría a una residencia) ( ) lo que
18 pasa es que pienso, ¿no? dicen ... ‘¡No mujer no!
19 Tu, ¡en casa mientras puedas!’. Yo ahí estoy de acuerdo.
20 Pero si yo estoy... (cayendo) cada dos por tres... ¿Si
21 puedo pagar una mujer?... pero es que yo … no veo
22 que con mi pensión pueda pagar una mujer todo el día.
23 Y entonces claro, no lo sé ( ).
24 /.../
25 Moderador: Y eso que decía Milena decía. Milena decía que:
26 ‘en casa mientras puedas’.
27 Marta: ¡Ahí sí!
28 Olga: ¡Sí!
29 Moderador: Todos estarían de acuerdo con esto?
30 Olga: Sí.
31 Marta: Sí, sí.
32 Milena: Estar en casa ( )
33 Moderador: ¡En casa mientras puedas!
(Grupo de discusión en Granollers, septiembre 2009)
En las primeras líneas del fragmento 4, Milena responde a la pregunta: ‘¿Preferís la teleasistencia a estar en una residencia?’. Aunque ella es una persona mayor, se expresa inicialmente como familiar-cuidadora. Para ello, se retrotrae al momento en el que junto a sus hermanos decide trasladar a su madre a una residencia. Como portavoz de los familiares, Milena re-produce la descripción del cuidado como una actividad que conlleva dificultades, y la descripción de la persona de edad como fuente de tales dificultades. A continuación, justifica el traslado de la madre mencionando la calidad de los cuidados institucionales y la aceptación, por parte de la mujer, de abandonar su domicilio (líneas 15-16). Nótese que abordar este tema lleva a la hablante a clarificar su opinión respecto al envejecimiento en casa. Entonces deja de expresarse ‘como hija’ para hacerlo como persona mayor: ‘lo que pasa es que pienso, ¿no? dicen … “¡No mujer no! Tu ¡en casa mientras puedas!”’.
En el fragmento 3, la frase hecha es invocada en franco contraste con la posición de familiares y cuidadores. Expresa la posición de un grupo anónimo de hablantes que rechaza las residencias, opta por el envejecimiento en casa, y recomienda esta opción como preferible. La frase es expresada como algo que otros dicen, y a partir de lo cual Milena piensa. Esos ‘otros’ ausentes son, presumiblemente un colectivo de personas mayores con las que los participantes del grupo de discusión podrían sentirse identificados. En efecto, los hablantes terminarán materializando dicho grupo durante la conversación, expresando abiertamente su acuerdo con la frase. En este sentido, la expresión ‘en casa mientras puedas’ vuelve a funcionar como un generador de solidaridad entre los hablantes, tal como lo hace la expresión ‘no hay lugar como el hogar’ (Aceros et al., 2013).
En el fragmento 3, la frase ‘en casa mientras puedas’ tiene un segundo significado: expresa soterradamente el carácter insostenible de la situación que viven los mayores en sus hogares. La historia narrada por Milena es la de una mujer mayor que, con un nivel creciente de dependencia, acepta que es mejor trasladarse a una residencia. Esta historia encaja con una teoría sobre el envejecimiento que sostienen muchos usuarios, y que se ha comentado en otro trabajo (Aceros et al., 2016). De acuerdo con dicha teoría el proceso de envejecimiento viene acompañado de un conjunto de pérdidas cuya acumulación conduce a una ‘vejez dependiente’ (Cerri, 2015). La pérdida progresiva de autonomía, que ocurriría a lo largo de los años, es vista por muchos usuarios como incompatible con la permanencia en casa.
Cuando un hablante dice ‘en casa mientras puedas’, se está anticipando a la llegada de la ‘vejez dependiente’. En efecto Milena sugiere que, aunque está de acuerdo con la frase, la situación podría ser distinta si ella misma empieza a sufrir caídas con frecuencia (línea 20) sin poder contar con la asistencia en casa de una cuidadora (línea 21). En una situación de creciente falta de autonomía, la casa dejaría de ser la opción preferida para la hablante.
Así pues, el uso de las tres frases mencionadas dan cuenta de dos posiciones de los mayores con respecto al apego al hogar. Por un lado, la de quienes defienden el carácter incomparable del hogar, a través de expresiones como ‘no hay lugar como el hogar’. Esta postura se corresponde en buena medida con los actuales discursos a favor del envejecimiento en el lugar (aging in place) y supone, en cierta forma, un rechazo frontal de cualquier otro lugar para envejecer que no sea la casa. Por otro lado, está la posición de quienes reconocen su apego al hogar, pero anticipan su abandono en situaciones de ‘vejez dependiente’. Esta segunda perspectiva resuena con estereotipos negativos asociados a la vejez (Moñivas, 1998; Wachelke y Contarello, 2010), creencias que ven al envejecimiento como una progresiva acumulación de pérdidas. En ambos casos, las frases hechas operan retóricamente como argumentos a favor de la decisión de los mayores de permanecer en sus domicilios durante la vejez (al menos ‘mientras puedan’). Por esta vía, son estrategias discursivas para dotar de sentido a lo que desde las otras perspectivas examinadas puede ser entendido como un acto no-racional o el resultado más o menos automático de una relación de dependencia con el contexto. Con las frases hechas, los usuarios asumen la posición de agentes racionales que, activamente, toman decisiones en su propio beneficio, a partir de un análisis de los espacios que habitan y de su momento en el ciclo vital.
En psicología ambiental, las relaciones que establecen las personas con el espacio han sido objeto de diversas conceptualizaciones (Hummon, 1992; Low y Altman, 1992; Proshansky, 1978; Stokols y Shumaker, 1981). La noción de apego al lugar ha sido propuesta para referirse al enlace afectivo entre una persona o grupo y una localización específica. El presente estudio examinó el apego de las personas mayores al hogar como una construcción discursiva que se lleva a cabo en y a través de la lengua en uso. A diferencia de la mayoría de los trabajos sobre el tema, se ha rechazado el abordaje individualista del apego al lugar, para proponer una mirada más decididamente social. Desde la perspectiva discursiva, el apego de lugar no se ha entendido como un atributo personal o un fenómeno subjetivo, sino como una construcción colectiva que se lleva a cabo mediante distintas prácticas lingüísticas (Dixon y Durrheim, 2000; Taylor, 2001). Así pues, la atención se ha puesto en la forma como las personas hablan sobre el apego a determinados lugares, atribuyéndoselos a sí mismos o a otros, criticándolos o justificándolos, haciéndolos relevantes en el contexto de situaciones de interacción dadas.
Con ayuda de presupuestos y herramientas metodológicas de la Psicología Discursiva (PD) se identificó un conjunto de temas que le dan significado a dicho vínculo. El análisis permitió identificar la prevalencia de uno de ellos: el deseo de estar en casa en la vejez. El mismo se refiere a la búsqueda de la cercanía con el hogar, descrita como la prolongación del tiempo que la persona quiere pasar en su lugar de residencia. Se trata de un concepto de la psicología mundana que coincide con definiciones académicas de apego al lugar como la propuesta por Carmen Hidalgo y Bernardo Hernández (2001). Mediante la exploración de los datos, ha sido posible identificar tres prácticas discursivas presentes en el habla de familiares, cuidadores y trabajadores de teleasistencia que participan de la construcción social de dicho apego. Adicionalmente, se encontraron tres frases hechas que los usuarios empleaban para dar sentido a su propio apego al hogar. Para dar cuenta de estos hallazgos, puede recurrirse a un concepto de amplio uso en PD: el de repertorio interpretativo (Potter y Wetherell, 1987; Whetherell y Potter, 1996). Un repertorio interpretativo es un sistema de significación compuesto por temas, términos, lugares comunes y tropos que están relacionados entre sí (Wetherell, 1998) y que son útiles a la hora de caracterizar y evaluar objetos, acciones y eventos de diversa naturaleza (Whetherell y Potter, 1996). Se trata de un concepto que permite explorar analíticamente las comprensiones culturales que le dan forma al habla y que son comunes a diferentes hablantes (Taylor, 2003).
La idea de repertorio interpretativo ha sido utilizada para estudiar la forma como las mujeres hablan sobre sus lugares de residencia. De acuerdo con Stephanie Taylor, (2003), las mujeres construyen relaciones plausibles con el ambiente, y dotan de orden y continuidad sus narrativas vitales con la ayuda de ‘repertorios de residencia’. Dichos repertorios incluyen nociones sobre la casa y conexiones entre el hablante y el lugar donde se establecen, o se han establecido por generaciones, relaciones con sus familiares. Por esto último, los repertorios de residencia también suponen la construcción de una cierta idea de familia. Las prácticas discursivas encontradas entre familiares, cuidadores y trabajadores de la teleasistencia, así como las de los usuarios entroncan en esta idea de repertorio de residencia. Los repertorios interpretativos movilizados por las personas mayores usuarias de teleasistencia ya han sido estudiadas por el autor (Aceros et al., 2016). En dicho trabajo, frases hechas del tipo ‘no hay lugar como el hogar’ y ‘como la casa no hay nada’ se presentaron como indicativas de que los hablantes empleaban un repertorio de ‘envejecimiento en casa’. El mismo valora la familiaridad del hogar, la sensación de ‘estar en casa’ que produce, así como la autonomía de la persona mayor. Por su parte, la frase ‘en casa mientras pueda’ se interpretó como parte de un repertorio sobre el ‘envejecimiento normal’ cuya principal idea es que el paso de los años viene acompañado de un conjunto de pérdidas cuya acumulación conduce a una vida dependiente incompatible con la permanencia en casa. Así pues, mientras que las primeras dos frases enfatizan en la continuidad de la residencia —y de la identidad de lugar de la persona—, la segunda anticipa una ruptura de dicha continuidad, a partir de la transformación progresiva (y a veces intempestiva) de la identidad de edad.
Los repertorios encontrados en los usuarios de teleasistencia tienen consecuencias en la forma como las personas mayores se definen a sí mismas y, particularmente, en cómo se presentan públicamente como actores racionales. En primer lugar, el uso de frases hechas del tipo ‘no hay lugar como el hogar’ o ‘en casa mientras puedas’ ubican al enunciador como una persona localizada en los confines de su propia casa, construyen a la persona mayor que contrata la teleasistencia como ‘usuario doméstico’ (Aceros et al., 2015). En segundo lugar, las frases hechas y los repertorios que invocan vuelven justificable la decisión de permanecer en casa en la vejez (al menos, ‘mientras se pueda’). Retóricamente hablando, dichas prácticas lingüísticas argumentan contra la perspectiva de los familiares, cuidadores y profesionales, para quienes el apego de los usuarios al hogar es un acto no-racional o el resultado más o menos automático de una relación de dependencia con el contexto. Con las frases hechas, los usuarios asumen la posición de tomadores de decisiones racionales que, activamente, obran en beneficio propio, a partir de un análisis de los espacios que habitan y de las condiciones que experimentan (o proyectan) en su momento en el ciclo vital.
Los repertorios de residencia exhibidos por los usuarios pueden estar oponiéndose a otros discursos; discursos en los que se ofrecen lecturas menos auspiciosas de su identidad y de su capacidad para gestionar su vida. Uno de ellos es, precisamente, el movilizado por los familiares, cuidadores y profesionales. Este último también puede considerarse como un repertorio de residencia en el que se articulan nociones del hogar, de sus habitantes y de sus familias. En el discurso de familiares, cuidadores y profesionales, aparece la casa como el ‘mundo de las personas mayores’, como una localización a la que los usuarios están afectivamente ligados y a la que, en cierta forma, pertenecen. El apego al hogar también es descrito en su relación con un cierto ideal de familia: el de aquella unidad doméstica en la que los descendientes tienen el deber de cuidar de sus ascendientes (ver un hallazgo similar en, Hirshbein, 2000). Al respecto de este punto, llama la atención la presencia de un ideal familiarista del cuidado con relación al cual el apego al hogar de los mayores se evalúa negativamente. Como ya apuntaba Taylor (2003), los repertorios de residencia pueden ser empleados por los hablantes para devaluar la permanencia continuada de una persona en un lugar. En los datos examinados, los familiares, cuidadores y profesionales se orientan hacia el ideal de familia cuidadora para proyectar una imagen positiva de los (ocupados y preocupados) hijos y nietos, así como para construir una representación poco favorable de las personas mayores que, por su deseo de envejecer en casa, rechazan la asistencia familiar.
Todo discurso tiene la capacidad de organizar la subjetividad (Parker, 1996), lo hace por medio de estilos de habla en los que se asignan explícita o tácitamente responsabilidades y obligaciones a personas o grupos de personas. El repertorio de familiares, cuidadores y profesionales —que, por su particular énfasis, podría denominarse ‘familiarista’— no es la excepción. En dicho repertorio, las personas mayores no son descritos como agentes racionales y autónomos, sino como sujetos caprichosos, además de frágiles y dependientes; ubicándolos en lo que Christopher Gilleard y Paul Higgs (2000) ha llamado una ‘categoría de cuidado’. Estos sujetos, por otro lado, se presentan como reacios a cumplir su parte en el orden normativo que prescribe el ideal de familia cuidadora. De acuerdo con dicho orden, si a los descendientes les corresponde el deber de cuidar, a los ascendientes les queda la obligación de ser cuidados y, por tanto, de vivir bajo la tutela de otros. El apego de lugar aparece aquí para explicar la perturbación de la situación modélica que postula el familiarismo, presentándose como causa de los problemas que enfrentan quienes sí se conforman con ella. Todo esto transforma a las personas de edad en los ‘chivos expiatorios’ de la crisis que viven las prácticas de cuidados en España. En una situación de deterioro de las redes de apoyo tradicionales y en la que el Estado no ofrece suficientes ayudas a los cuidadores (Crespo-López y López-Martínez, 2007), el ‘problema’ del creciente envejecimiento poblacional se atribuye, casi en exclusiva, a los mayores.
Una segunda consecuencia del repertorio de residencia encontrado entre familiares, cuidadores y profesionales se desprende de la constitución del apego de lugar como un fenómeno psicológico. Esta forma de entender el apego al hogar de los mayores aporta un argumento con el que los servicios de teleasistencia pueden legitimarse (ver, Greenhalgh, et al., 2012). En efecto, los discursos encontrados resultan relevantes para justificar el desarrollo e implementación de tecnologías de cuidado remoto, así como la contratación de servicios de teleasistencia. Dichas tecnologías y servicios se promueven como una forma de cubrir las necesidades internas de las personas de edad avanzada, incluida su preferencia por envejecer en casa. Al postular el apego al hogar como una de estas necesidades, el discurso familiarista contribuye un gobierno de la vejez (Pickard, 2009) que se realiza mediante tecnologías y servicios de asistencia remota. Es decir, participa de un proceso socio-político a gran escala que le da una determinada forma a la vida en edades avanzadas, y que la vuelve objeto de políticas y programas de cuidado socio-sanitario. Concretamente, contribuye a ubicar a los mayores en el contexto de relaciones de cuidado que, de acuerdo con los discursos del ‘envejecimiento en el lugar’ (aging in place), deben ocurrir en entornos familiares, como el hogar (Autores, 2015).
Los discursos exhibidos por los usuarios que han participado en el estudio también construyen a los mayores como población objeto de intervención socio-sanitaria. Lo hacen porque plantean argumentos a favor del aging in place y de la contratación de la teleasistencia. Sin embargo, la forma como lo hacen es en cierta forma opuesto a como ocurre con el familiarismo. Para este último, la teleasistencia es una solución a la ansiedad de los cuidadores, y una respuesta a la fragilidad de los mayores. El gobierno de la vejez se materializa mediante un servicio al que, en cierta forma, se ha delegado el deber familiar de cuidar y del que las personas de edad avanzada son simples pacientes. En los repertorios del envejecimiento en casa y del envejecimiento normal, por otro lado, las personas mayores aparecen como agentes de su propio cuidado. Son ellas las que deciden contratar la teleasistencia para garantizar su autonomía o su seguridad, al menos dentro de ciertos límites. En este sentido, los repertorios exhibidos por los usuarios conectan con un discurso de ‘neoliberalización del cuidado’ (Oudshoorn, 2011). En él, la salud se considera responsabilidad personal de los ciudadanos y la provisión de cuidados se redefine como un mercado impulsado por las demandas de los usuarios.
Así pues, los repertorios identificados tienen efectos que, aunque se dan en el contexto de la interacción, pueden estar articulados con relaciones de poder-saber de más amplio espectro (Parker, 1996; Whetherell y Potter, 1996). La literatura psicológica no ha prestado suficiente atención ni a los efectos discursivos del apego de lugar en los procesos de subjetivación, ni en la constitución de determinados ideales de familia, ni en la justificación de los actuales regímenes de cuidado remoto y auto-cuidado. Desde una mirada predominantemente individualista, se ha preocupado más por los efectos psicológicos tanto del enlace afectivo con los lugares, como de la ruptura de dicha conexión. Un análisis como el que aquí se presenta, puede arrojar luz sobre otras de las funciones que tiene la construcción discursiva del enlace entre las personas mayores y los lugares donde residen.
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