Reseña de Polo (2013) Lecciones de ética

Review of Polo (2013) Lecciones de ética

  • Mª Ángeles Hernández Prados
Portada libro

Leonardo Polo Barrena (2013)
Lecciones de ética. Ediciones Universidad de Navarra.
ISBN: 978-8431329013



Leonardo Polo Barrena, profesor y filósofo de la Universidad de Navarra fallecido en el mismo año que la publicación reseñada, ha sido premiado en numerosas ocasiones por una obra que condensa más de 200 trabajos entre libros, capítulos de libros, artículos y dirección de tesis doctorales. Por todo ello, esta considerado uno de los filósofos españoles más relevantes de los últimos años.

Lecciones de ética es un obra compuesta de ocho capítulos que ha sido construida a partir de los apuntes de los alumnos, que a pesar de contar con pasajes incompletos y de profundizar en temas abordados en publicaciones precedentes de Polo, presenta un carácter inspirador para aquellos que traten de fundamentar la ética en la actualidad.

El primer capítulo, “La ética como saber de fines. Los planteamientos clásico y moderno”, presenta la cara más humanista de la ética, ligándola no al sujeto abstracto, uniforme y universal, sino al sujeto concreto, contextualizado. Por ello, no es posible que la ética sea independiente de nuestra experiencia, ya que si se objetiviza demasiado, dicho de otro modo, si se reduce solo a conocimiento, queda desvitalizada. Más bien se trata de un saber práctico, así como una forma de llevar a cabo desde la libertad y con la voluntad de querer, desear y hacer, las acciones humanas. En este sentido se trata de una obra con un fuerte carácter antropológico, en la que el hombre como ser ético intenta alcanzar el mayor grado de perfección que posee. Aparece entonces la figura del hombre en constante movimiento, como proyecto que nunca se detiene.

Sin voluntad, no existe el ser ético. Desde los autores clásicos la voluntad se encuentra limitada por la razón por lo que la priva también de libertad. También crítica duramente al voluntarismo que reduce la voluntad a espontaneidad, eliminando toda finalidad. Por su parte, los autores modernos intentan compatibilizar la razón y la vo

luntad, considerando que la voluntad nos remite a algo que se quiere hacer por un motivo, con alguna intencionalidad previa, por lo tanto depende de las condiciones iniciales: la causa material (previa al acto), la causa eficiente (influye en el proceso ya desencadenado) y la causa formal. Pero para Polo esta relación causa-efecto de la modernidad es una manera de reducir la libertad y responsabilidad del hombre en la conducta moral, ya que se ve el efecto como consecuencia.

En la segunda lección, Polo aborda el tema de la muerte, del alma y el cuerpo, del nuevo sentido de la physis. El hombre, al no pertenecer al universo tiene una physis distinta a la suya. Además de la physis, el hombre necesita de la genética para autoconfigurarse y madurar, pero no es puramente genético, también necesita de la cultura entendida como un conjunto de articulaciones operativas humanas con las que se hace vida, ya que solo se convierten en realidad en la medida en las que se utilizan.

En lo que respecta a la acción humana y el espacio (capítulo 3), el autor reconoce que las costumbres son esenciales para organizar y guiar la conducta del hombre, que concede estabilidad aunque no rutina a la forma de actuar, ya que el hombre no será éticamente bueno solo por las costumbres, pues tiene la capacidad de transcender, reinventarse y configurar su propia conducta desde lo pensado. El hombre también necesita un espacio donde habitar y conectar con lo que lo rodea, ya que se construye en relación a su entorno, en función del espacio en el que le ha tocado o elegido vivir. Ahora bien, la diferencia entre el hombre y el animal es que el primero de ellos es capaz de ordenar y organizar el espacio, mientras que el otro es incapaz.

Las acciones humanas son el fundamento y objeto de la ética (capítulo 4), ya que existen infinitas posibilidades de hacer y de ser, de modo que es precisamente este aspecto el que relaciona la libertad, la voluntad y la ética. Lo importante no es la elección, sino la posibilidad de ejecutarla, es decir, la acción en si misma, y la voluntad recae sobre la efectividad de llevar algo acabo, es decir, querer hacerlo. En este sentido la voluntad depende de lo que no se tiene, hacia lo que se tiende, hacia lo que se aspira, remitiendo a la perfección, al ideal a alcanzar (fines), y por tanto no hay garantías de éxito.

Ahora bien, la mayor dificultad de la voluntad es la sospecha de que proviene del otro. Es así como Polo se introduce en el capítulo 5 “La voluntad como intención de Nietzsche”, entendiendo por superhombre aquel que se rige por voluntad propia prescindiendo del otro, pues una voluntad sometida al otro no sería libre. El error en la metafísica está en considerar que la decisión es absoluta y no puede cambiarse, ya que la libertad continúa aunque hayamos decidido, pues es posible el arrepentimiento. En este sentido, las decisiones entendidas como el fin de la deliberación siempre pueden ser mejores, no son perfectas.

En la sexta lección, el autor analiza la cultura, la historia y la sociedad como dimensiones de la acción humana relacionados entre si. De modo que el hombre es un ser cultural y toda acción humana esta previamente configurada desde un amplio abanico de posibilidades en las que lo cultural tiene su origen en el hombre, es medial, es la posibilidad en cualquiera de sus modalidades (real, lógica o libre) y está en continua construcción. El hombre es un ser práctico, libre, además de histórico, de vivir en situación, y en sociedad, entendiendo ésta como el estatuto de las manifestaciones humanas en la convivencia.

Los dos últimos capítulos se centran en el concepto de virtud, abordándolas desde un plano más genérico-conceptual en el capítulo 7, donde se contemplan las ventajas de las mismas, así como su carácter práctico, pues se adquieren con la reiteración de actos. “Las virtudes tienen un carácter potencial más marcado que los hábitos intelectuales en tanto que nunca se adquieren por completo” (Polo, 2010, pág. 176). Por otra parte, para finalizar, de las cuatro virtudes más destacadas: la justicia, la fortaleza, la templanza y la prudencia, el autor se centra en esta última por ser la principal, ya que el resto de virtudes se perfeccionan respecto a ella (capítulo ocho).