Narrativas racializadas y políticas de la memoria en el testimonio de un afrodescendiente en Chile

Racialized Narratives and Politics of Memory in the Testimony of an afrodescendant in Chile

  • Paulina Monserrat Barrenechea
El presente artículo tiene como objetivo situar desde/para la literatura chilena (e hispanoamericana) un manuscrito encontrado en el Valle de Azapa (Arica-Chile), que compendia diversas manifestaciones literarias como décimas, canciones y testimonios escritos por un agricultor afrodescendiente de principios del siglo XX. Hasta el momento, no hay referentes para este hallazgo documental, por lo que éste escrito pretende, desde una lectura biopolítica, construir una plataforma teórica inicial de entrada al manuscrito para próximas investigaciones en el campo de los estudios culturales y literarios. No sólo es interesante lo que se entona en este grupo de composiciones como rescate de la tradición popular del siglo XIX y comienzos del XX; sino que, también, supone la necesidad de asumir y construir un locus teórico que incorpore aquellas subjetividades marginadas por el relato nacional a través de los procesos de racialización que sustentan las políticas de la memoria en Chile.
    Palabras clave:
  • Literatura chilena
  • Narrativas racializadas
  • Políticas de la memoria
  • Identidades
This paper aims to put in Chilean literary historiography a manuscript found in the Valley of Azapa (Arica), which summarizes various literary events as décimas, songs and testimonies written by an African American farmer from the early twentieth century. So far, no finding relating to this documentary, so this article is intended, from a biopolitics lecture, build an initial theoretical input to the manuscript platform for future research in the field of cultural and literary studies. Not only is it interesting what is sounds in this group of compositions as rescue popular literary tradition of the nineteenth and early twentieth centuries; but also, it implies the need to take and build a theoretical locus incorporating marginalized subjectivities by the national narrative subjectivities through racialization processes that sustain the politics of memory in Chile.
    Keywords:
  • Chilean Literature
  • Racial Narratives
  • Memory Policies
  • Identities


Siguiendo los planteamientos de Henri Lefebvre, el espacio es algo vivo “que se produce e instituye no sólo desde la normatividad del Estado y el diseño de urbanistas y arquitectos, sino también desde las vivencias (imágenes, símbolos) cotidianas y los modos que tiene el ciudadano común de practicarlo y observarlo” (en Iregui, 2008, p. 5). Es en dicho “espacio practicado” donde el lugar se convierte en principio de sentido para aquellos que lo habitan y principio de inteligibilidad para aquel que lo observa. En ese contexto, los nexos que se dan entre un grupo social y su territorio se definen por las relaciones de poder que los atraviesan y, también, por la forma en que los individuos se refieren a él integrándolo a su cultura, a su cosmovisión.

Los procesos políticos y sociales que reposan en la memoria de los territorios del Valle de Azapa, en la ciudad de Arica, se constituyen como una fisura donde los conflictos de clase, género y raza emergen inesperadamente cuestionando el gran relato de la nación. A nivel geopolítico se presenta, en efecto, cierta inflexión en la forma en que la zona norte1 (sur para Perú) alberga sujetos y sujetas transfrontera que se instituyen mediante performances socioculturales que los definen. La llamada zona norte corresponde a un espacio marcado por una delimitación política que divide Tacna y Arica, pero que no logra contener el espacio practicado de los habitantes que circulan y atraviesan la frontera llevando inscritos en sus cuerpos la(s) memoria(s) de un territorio que no obedece a límites de carácter legalista.

El conflicto por las “cautivas”2, a inicios del siglo XX, convierten la frontera norte en un espacio liminal que alberga tanto su contorno político-territorial como un cúmulo de marcas de violencia que se leen como cicatrices y que se inscriben en el cuerpo social de sus habitantes. La persecución del ciudadano fronterizo, especialmente del y la afrodescendiente, junto a los intentos por chilenizar a la población, llegan a tales extremos de crudeza que esos recuerdos permanecen como inscripción fundamental en lo que el historiador Sergio González llama un o una sujeto transfronterizo. El sujeto transfrontera (o la sujeto transfrontera) es el o la habitante de un espacio territorial y cultural que, siendo chileno o peruano, logra una identidad integradora.

La chilenización ha sido y sigue siendo uno de los episodios más trágicos de este último siglo que los afrodescendientes han tenido que soportar, puesto que se enfrentan a un proceso geopolítico ajeno a ellos en la que la identidad de nuestros ancestros tuvo que ser oculta y negada por mucho tiempo (sic), (Báez, 2010, p. 83)

Esto es especialmente evidente en los afrodescendientes que, para el periodo de la chilenización, en su mayoría, están asentados en el Valle de Azapa; pero también en Arica, Tacna, Locumba y alrededores. Es importante precisar que la población negra en la zona es relevante desde el siglo XVI y es creciente en el tiempo. La historiadora

Viviana Briones explica en “Arica colonial: Libertos y esclavos negros entre el Lumbanga y las Maytas” que,

Un empadronamiento realizado en 1609 por oficiales reales nos muestra lo relevante de la población negra en la zona. Para ese entonces, se relata que habría sido necesario empadronar a los descendientes de negros que pasaren de una cuarta generación. Esto explicaría que la presencia de negros en el área ya tendría unos años. (2004, p. 813)

Efectivamente, para principios del siglo XIX, la población negra aumenta pese a las tensiones propias que imponen el sistema esclavista colonial y la segregación social persistente, diremos, hasta la actualidad. En este ejercicio de escritura emprenderemos un acercamiento de carácter biopolítico e interseccional3 al testimonio de un agricultor afrodescendiente de principios del siglo XX, en un manuscrito4 encontrado hace nueve años en el Valle de Azapa, en Arica. El que hemos denominado “Documento Baluarte”, mezcla el proceso de contabilidad de algún negocio o hacienda con intervenciones escriturales como poesía, décimas, cartas y fragmentos sobre acontecimientos personales escritos por el agricultor Pedro Baluarte Baluarte (Ver Ficha Técnica en Anexos). El abordaje de las diversas manifestaciones literarias presentes en el manuscrito está pensado como una plataforma teórica y metodológica que permita emprender nuevos frentes investigativos de análisis a dichas textualidades. Esta panorámica busca anclar y situar el documento en un campo de reflexión dentro de los Estudios Culturales que permita y sugiera futuros abordajes provenientes de la comunidad académica nacional e internacional.

Coincidimos con Grosfoguel cuando dice que siempre hablamos desde un lugar en particular en las estructuras de poder, pues “nadie escapa a la clase, lo sexual, el género, lo espiritual, lo lingüístico, lo geográfico y las jerarquías raciales del sistema mundo moderno/colonial capitalista/patriarcal” (en Restrepo y Rojas, 2010, p. 140). Por ello, no sólo es interesante lo que se entona en este grupo de composiciones como rescate de la tradición literaria popular del siglo XIX y comienzos del XX; sino que, también, supone la necesidad de asumir un locus teórico que incorpore las experiencias y subjetividades obliteradas sistemáticamente por las narrativas escritas y visuales de la nación. Más allá, pulsa el deseo de hacer visible una zona de tensión que interpela las políticas de la memoria en Chile y que —en su discursividad institucional— es tributaria de un complejo entramado que esconde los procesos de racialización (y supremacía del patriarcado) que están en la base de su configuración.

1 Territorios y articulaciones de raza, género y clase

A partir de las últimas décadas del siglo XX, emergen las primeras comunidades organizadas de afrochilenos/as que buscan reconocimiento como grupo étnico, al mismo tiempo que reactivar las tradiciones legadas por sus ancestros; la mayoría, descendientes de esclavos llegados a América durante la Colonia. Cristián Báez, investigador vivencial afrochileno, explica que:

Durante cuatro siglos la comunidad afro fue viviendo con distintas alteraciones la forma y estilo de vida que se les imponía de acuerdo a cada momento y tiempo. Comenzaron así las diversas discriminaciones que sufrieron tanto esclavos como personas ya libres. Todo esto generó un sinfín de fenómenos que para la comunidad afro significó la pérdida de las costumbres y tradiciones que, hoy, sus descendientes han ido rescatando gracias a la investigación oral y de documentos históricos. (Báez, 2008, párr. 4)

Para las comunidades afrochilenas, el Valle de Azapa es el territorio donde se construye su ethos, el habitat que les permite desplegar sus actividades sociales, económicas y culturales, también las espirituales. El etnólogo Marc Augé propone hablar de “lugar antropológico” como aquel donde ocurre el intercambio de la palabra, lugar del cruce, de la intimidad entre los individuos que se reconocen en el itinerario hacia sus puntos de reunión y de la esencia del pasado en el presente como una melodía que la modernidad no logra del todo borrar (1992, p. 82). La imagen del pasado se construye, también, desde el imaginario colectivo. En ese proceso, los y las afrodescendientes en Chile, organizados en núcleos activos de trabajo, logran revitalizar algunas tradiciones de carácter religioso como la celebración de la Cruz de Mayo, bailes como la Tumba Carnaval, música, gastronomía y manifestaciones orales. Al mismo tiempo articulan la conexión con un espacio territorial que se convierte en un anclaje identitario a través de La Ruta del Esclavo. Este proyecto —patrocinado por la UNESCO— despliega varios puntos en el valle, resignificando aquellos lugares donde la cultura afrochilena tuvo y tiene asentamiento, por ejemplo, a través de lo que queda de un trapiche (trabajo con la caña de azúcar) o relevando la producción agrícola de los olivos. Son marcas geográficas que definen el nexo entre el habitante que se reconoce afrochileno/a, con un paisaje y con una historia. Se activa una memoria ancestral en relación con la naturaleza, fisurada por el proceso de colonización, y que cuestiona a las demás memorias que emergen, por ejemplo, desde lo urbano.

Las luchas de los movimientos afrochilenos se encaminan no sólo a una reactivación de una cultura obliterada por el discurso hegemónico del proyecto de nación, sino que, también, persigue un reconocimiento como una etnia más por parte del estado chileno. Etnia, como acepción primera es pueblo, es decir, se relaciona con un origen “por eso, tratar la etnicidad es tratar sobre las diferencias culturales en un lenguaje de lugar” explica Peter Wade (2000, p. 26). El antropólogo considera que la diferencia cultural se despliega por el espacio geográfico porque las relaciones sociales se concretan a través de formas espacializadas. Es lo que denomina como topografía moral: “así, la gente utiliza la localización (o más bien el origen putativo de la gente en ciertos lugares) para hablar sobre diferencia y similitud” (Wade, 2000, p. 26).

El Valle de Azapa define a su habitante en tanto imprime una memoria que fisura la vivencia del espacio practicado. En efecto, ser azapeño significa ser negro (aunque no todos los habitantes de Azapa sean afrodescendientes) pero, además, involucra cargar con las huellas que inscribe en los cuerpos el periodo de la chilenización, la discriminación sistemática, las problemáticas de clase y el blanqueamiento social y cultural heredado a nivel familiar. Son inscripciones que conservan huellas de otras marcas anteriores en la misma superficie, configurando una política de la memoria que define el territorio como un palimpsesto.

El manuscrito que abordamos en este artículo entrecruza un proceso de contabilidad con otras manifestaciones escritas como cartas, testimonios de algunos acontecimientos íntimos, canciones y décimas. Es decir, hay dos registros que intersectan dos épocas, la contabilidad de mediados del siglo XIX y el testimonio de Pedro Baluarte fechada a principios del XX. También se configura como un palimpsesto que devela a los lectores un espacio intersticial: el tránsito de un objeto refractario de una actividad económica de un tiempo específico hacia un ejercicio de escritura que fisura la anterior a través de una experiencia íntima que sigue siendo el reflejo de su momento.

En un primer acercamiento apreciamos que se trata de un libro de contabilidad clásico, fechado en sus primeras páginas en el año 1859, y cuyo balance da cuenta de los haberes y deberes de alguna hacienda. Si bien no hay certeza, hasta el momento, a cuál patrimonio hace referencia dicha contabilidad —el libro no lo reseña— sí creemos que se trata de alguna hacienda o negocio de Azapa, pues figuran los nombres de algunas estirpes originarias de la zona: Albarrazín, Nugent, Carbone, Corvacho, entre otras5. Es factible que el balance sea de la hacienda San Francisco de Asís o bien de tenencias cercanas. La propiedad6 antes de pertenecer a la familia Baluarte, fue posesión de los hermanos Arias y Aragüéz. Los dos últimos, Justo y Julián, tuvieron un papel importante como militares en la Guerra del Pacífico y su familia pertenece a la elite tacneña del siglo XIX. No resulta extraño pensar que el libro contable pueda ser de aquella época y que, posteriormente, es encontrado y usado por el agricultor Pedro Baluarte7 (Ver figura 1).

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Figura 1

Documento Baluarte. Imagen capturada por el Archivo Fotográfico de la Universidad de Concepción, espacio donde se activaron primeros auxilios de conservación y resguardo

se activaron primeros auxilios de conservación y resguardo.

Borradores de cartas (enviadas o nunca enviadas), en su mayoría de corte romántico, algunas de despecho y otras de carácter formal como invitaciones a jugar partidos de football, hacen plausible pensar en el rol que Pedro tiene dentro de su comunidad. Muchos de los poetas populares funcionaban como escritores por encargo, especie de amanuense, cuando su entorno era predominantemente analfabeto. Efectivamente, en el documento hay varias cartas con distintos destinatarios y con remitentes diversos. En una de las cartas existe un reconocimiento, quizás de Pedro mismo, como sujeto afrodescendiente cuando le refuta a Amelia que “buscas pretextos falsos para deshacerte de mi persona (…) como no sabes querer ni sabes que es el compromiso (…) Pero en fin, todo lo dejo al tiempo y adonde no hay cariño no hay fuerza ojalas el que tienes sea bueno que no sea negro borracho ni cobarde como yo” (Manuscrito original, 2007, p. SN). El acto de nombrarse negro es una conducta verbal transgresora dentro de la tradición obliterante de la voz del sujeto afrodescendiente en Chile y en ello radica la relevancia de este manuscrito.

Son sugerentes, también, las alusiones a su vida como militar durante los años veinte.

Arica, 28 de agosto, 1929/Regresé a mi tierra/y yo me fui el/ año de 1923 en/el mes de agosto del año 1923/me fui de Arica a Sama/de allá a Locumba de Locumba/a Ilo de Ilo a Mollendo (…)/Callao de Callao a la punta de ahí a la Perla/de ahí a Miraflores de ahí a Barranco de ahí/a Chorrillos de Chorrillos a Ancón/estos son todos los puntos que conozco/del Perú y que los he recorrido durante los 6 años… a la vuelta pondré mi historia como pasé esos 6 años/Firmado Pedro Terán Baluarte (Manuscrito original, 2007, p. SN) (Ver figura 2).

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Figura 2

Fragmento del manuscrito. Imagen capturada en Archivo Fotográfico de la Universidad de Concepción

El entramado que une lo amoroso, la experiencia militar y su articulación como sujeto social, presente en cada uno de estos bosquejos epistolares, no sólo devela una sociedad que se tensiona entre la tradición y el proceso de modernización; sino que también abren el camino hacia un acontecimiento histórico y cultural que marca indefectiblemente el devenir de los habitantes del norte de Chile y sur de Perú: el periodo de la chilenización o la pugna por “las cautivas” (Tacna y Arica). El corolario de la Guerra del Pacífico (1879-1883) es la separación de la frontera norte (sur para Perú), que en virtud del artículo tercero del Tratado de Ancón, establecía que Tacna y Arica quedan en posesión de Chile por un plazo de diez años, hasta que por medio de un plebiscito se determinara su destino: “Expirado este plazo, un plebiscito decidirá, en votación popular, si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente del dominio y soberanía de Chile, o si continúa siendo parte del territorio peruano” (González, 2010, p. 33). Es decir, ambas “cautivas” generan legítimo derecho de soberanía y una compleja situación social en las provincias. Comienza el denominado proceso de chilenización que, en su fase más compulsiva, a partir del 1900 y a través de la acción nacionalista de las Ligas Patrióticas, tensan la situación de ambigüedad entre sus habitantes. Jorge Basadre describe así los sucesos del 1911 en Iquique:

Los violentos ataques a las propiedades y los insultos a las personas en las calles menudearon. En la noche del 27 de mayo las instituciones peruanas de aquél puerto (dos clubes, una bomba, una sociedad de beneficencia y un periódico) fueron atacadas por turbas frenéticas y entre gritos, pedradas y balazos fue arrancado el escudo de la oficina consular. (en González 2010, p. 47)

Las familias afrodescendientes en Arica, en efecto, son sobrevivientes de una persecución cruel que, a principios del siglo XX, les censura no sólo por la sospecha de alguna filiación peruana, sino que, también, por poseer una cultura anclada en tradiciones heredadas de los primeros africanos llegados a esta zona. Según testimonio de Francisca Ríos,

Cuando ocurrió el plebiscito yo todavía no nacía, pero mi madre nos contaba que varios de los hermanos de mi padre se fueron al Perú por miedo a que los mataran. Mis padres igual se tuvieron que ocultar, la policía chilena, según me contaba, perseguía al peruano… marcándoles las puertas con sangre en forma de cruz. (Báez, 2010, p. 96)

Estas huidas y abandonos, precisamente, intensifican toda una idea presente aún hoy sobre lo “afrochileno” y, más allá, sobre los afrodescendientes en la zona norte como, preferentemente, migrantes. Cristián Báez, quien es investigador del tema afrochileno y encargado de la Oficina de Asuntos Afrodescendiente de la Municipalidad de Arica (Chile), manifiesta su malestar frente a la negativa del gobierno de Sebastián Piñera a apoyar la iniciativa de incluir la variable afrodescendiente en el pasado Censo 2012, “por haber excluido a los y las afrodescendientes que viven en territorio chileno y que están desde antes que Chile fuera República, ya que una de las tantas ignorancias que este gobierno tenía y tiene hasta hoy, es que nos trata de migrantes” (Báez, 2011, párr. 15). Sin duda, este momento de la historia de la frontera norte, en la acción de las ligas patrióticas, dejaría en las familias afrodescendientes una marca que se extiende sobre un territorio en la preservación de una geografía racial originada, no obstante, ya en el periodo colonial. Las relaciones entre espacio y raza se co-producen siendo el Valle de Azapa la constitución de un paisaje racializado8.

Para el tiempo del plebiscito, Pedro —así como muchos jóvenes que ya habían alcanzado la edad de 15 años— decide burlar al ejército chileno en su afán por reclutarlo para el servicio militar chileno9. Hay, al respecto, algunos relatos, especialmente de azapeños, que confirman esa dinámica. Pedro Cornejo, en Lumbanga: Memorias orales de la cultura afrochilena, recuerda que a los 17 años lo llevaron para Antofagasta “a realizar el servicio militar, ahí me enseñaron a ser chileno, nos obligaban para que nos aprendiéramos varias canciones de guerra y de memoria” (en Báez, 2010, p. 110). Es por este motivo que Pedro se va con un tío a Lima, donde realiza el servicio militar en Chorrillos y viaja por las localidades reseñadas en su escrito para, finalmente, regresar “a su tierra” el año 1929. En el manuscrito se consignan algunos himnos y arengas militares que, seguramente, aprende durante ese periodo.

Durante esos años de recorrido, afina su lecto-escritura y adquiere una experiencia que otros jóvenes de Azapa no poseen. Su afición por las mujeres, el canto, y el baile, le hacen imposible embarcarse en el matrimonio, así deja consignado en un fragmento del documento: “no me casaría jamás, pues entonces no podría ser dueño de mi casa” (Manuscrito original, 2007, p. SN). Resulta interesante esa toma de posición como sujeto dentro de una estructura social que, en la zona norte y durante el periodo de la chilenización, está bajo un estado de alteración de los patrones construidos a nivel del género. Muchas familias azapeñas10 quedan con ausencia de los componentes masculinos dentro los núcleos familiares, ya sean el padre o los hijos, por causa de muerte, porque huyen de las ligas patrióticas o son reclutados para el servicio militar. José Olavarría, en Y todos querían ser (buenos) padres. Varones de Santiago de Chile en conflicto, explica que si bien hay varones que intentan diferenciarse de este referente, “ello no sucede fácilmente dado que, así como representa una carga, también les permite hacer uso de poder y gozar de mejores posiciones en relación a las mujeres y a otros hombres inferiores en la jerarquía social” (2001, p. 15). Esta nueva panorámica genera tecnologías distintas de conocimiento de lo que una familia debe ser y afecta, más o menos, las exigencias que impone el modelo, en tanto, la masculinidad es una construcción cultural que se reproduce socialmente y que no se define fuera del contexto socioeconómico, cultural e histórico.

Además de los borradores de cartas y fragmentos de momentos de su vida, el documento compendia más de una veintena de poesías, valses, zamacuecas y décimas. En efecto, el recuerdo que pervive de Pedro es que fue cantor. Décimas y canciones han sido clasificadas en aquellas que Pedro transcribe y las que son firmadas por el azapeño como compositor. El manuscrito, además de las glosadas y que pertenecen a la tradición popular, indica otras décimas sin título y que versan sobre distintos temas como el amoroso, “No quiero tener tu amor/porque no tengo placer/estoy biebiendo a disgusto/ha casusa de una muger” (Manuscrito original, 2007, p. SN); el religioso, “Por mui dichoso me tengo/virgen madre esposa y rreina/que en ti mi esperanza gose/felisidades eternas”(Manuscrito original, 2007, p. SN ); y el militar, “Se ha formado un batallon/en el gran puerto de arica/tomaron tacna y moquegua/y se ban sobre Arequipa” (Manuscrito original, 2007, p. SN).

Con relación a las décimas glosadas, algunas pertenecen a la tradición de la poesía popular chilena, como el “Pleito entre el trigo y la plata” que se reseña en Romances populares y vulgares de Julio Vicuña Cifuentes (1912). Pero, también, registra otras décimas que tienen origen en el cordel español decimonónico y que llegan al cancionero americano en una versión más o menos estable a Perú como “Estaba el cuatro y el tres”. Por lo menos así lo confirma Jaques Gilard en “La décima glosada entre España y América. Hechos e Interrogantes” (2006, p. 823). Las dos versiones, la que consigna Gilard y la que transcribe Baluarte son idénticas.

Sabemos que el estudio de la glosa americana no puede abstraerse de lo musical, se trata de “un hecho que debe articularse con el rol de la escritura”, explica Gilard (2006, p. 823). Varias de las presentes en el “Documento Baluarte” están escritas en una forma que es bastante singular dentro de la tradición de la literatura de cordel. La estructura queda establecida en una estrofa inicial seguida de las otras que acusan sólo nueve versos, es decir, la décima está ausente de forma escritural. Hay una especie de aceptación tácita de la misma como se reseña en el siguiente ejemplo:

Qué forma si es amor mi alma

para que tu me quisieras

te diera mi corazón

si en caso me lo pidieras

1 Eres linda en tus colores

2 linda, pálida y famosa

3 te pareces a una rosa

4 echa de dos mil primores

5 en ti pongo mis amores

6 pulido clavel y palma

7 asi pues en esta calma

8 te pido el si por consuelo

9 para goza de tu sielo

1 No espero y espero ver

2 perla de tanta grandeza

3 de solo ver tu belleza

4 puso cupido su esmero

5 por ser tu amante me muero

6 sambita si tu supieras

7 firme un esclavo tuvieras

8 aunque con ancias terribles

9 venciera dos mil imposibles (Manuscrito original, 2007, p. SN)

Las décimas, como expresión oral y grupal, están ligadas a los pueblos afrodescendientes de Latinoamérica y tienen varios puntos de intersección que exceden las problemáticas sociales y el origen africano para constituirse en un polo de reunión, de hacer comunidad. Es decir, más allá de su valor constitutivo como artefacto poético, es un tipo de expresión de cosmovisiones, problemáticas y tradiciones. En Perú y Chile la influencia de las décimas, a fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, es importante en tanto, pese a su débil registro escrito, sobrevive en los barrios pobres y en la clase trabajadora (Feldman, 2009). Si bien las décimas compiladas y reseñadas en el “Documento Baluarte” no aluden, en una primera lectura, directamente a problemáticas de raza; son una selección que da cuenta de un momento para el sujeto afrodescendiente que enfrenta un contexto político y social adverso, producto de los procesos de blanqueamiento del discurso del Estado-nación y del racismo silencioso de la academia. Un racismo que omite raza por clasificaciones más progresistas basadas en clase, cultura, moralidad (De la Cadena, en Feldman, 2009, p. 12), entre otras.

Es de conocimiento general que las décimas exigen un ejercicio de memoria importante y que muchos decimeros eran analfabetos. Sin embargo, los que podían escribir las guardaban celosamente en sus cuadernos (colecciones escritas de poesía) y a veces incluso eran enterrados con ellos (Handy, en Feldman, 2009). En Chile, el auge de la prensa popular es, aproximadamente, entre los años 1860 y 1920, y el cuadernillo es, precisamente, uno de los soportes más buscados por los poetas. Éste se distinguía de la lira popular en que compendia no sólo poesía en décimas, sino también canciones populares y registros de publicidades de las revistas de la época, como ocurre, precisamente, en el “Documento Baluarte”.

Pedro, probablemente en contacto con alguno de estos cuadernillos, realiza la misma labor de recopilación de décimas glosadas populares de la época, quizás conocidas y aprendidas durante su recorrido como militar a Lima, valses, polkas y zamacuecas. Precisamente, hay una polka de la Guardia Vieja que titula como “La luz eléctrica”, pero que masivamente es conocida a principios del siglo XX como “Qué bonitos ojos”. No sabemos si “La luz Eléctrica” es el título original de dicha composición, pero es interesante la alusión pues remite a una forma de enfrentar los cambios que la modernidad ofrece al nuevo habitante de la ciudad latinoamericana. Los movimientos populares en los barrios crecen aceleradamente y asumen de manera más natural las transformaciones del progreso, el tren eléctrico, la masificación del alumbrado fijo, el automóvil, entre otros.

2 El documento como monumento y las políticas de la memoria en Chile

Este funcional abordaje ha permitido situar este manuscrito desde los estudios literarios, articulando dichas manifestaciones —sobre todo las de carácter oral— a un entramado socio-cultural y político que agencia una vitalidad crítica a la forma en que entendemos la literatura chilena hoy. Este hallazgo documental abre diversas posibilidades de fisurar los discursos oficiales y hegemónicos al poner en primer plano de la discusión a un/a sujeto afrodescendiente, que oscila en dos territorios nacionales, evidenciando el proceso de construcción del estado-nación. En esa dirección, considerando el potencial enunciativo del manuscrito, emerge un escenario, diremos, problemático, pues ¿cómo situamos un testimonio que en tanto documento impugna esa narrativa configuradora de una identidad nacional donde no hay posibilidad para que otros/as enuncien sus experiencias?

Referentes para un hallazgo como este manuscrito, hasta ahora, no hay dentro de la historiografía nacional, ni en la historia de la literatura. Tampoco figuran antecedentes en tanto fuente material que la arqueología o la antropología hayan dado cuenta. En ese contexto, asignar la noción de documento al manuscrito no es ingenuo. Tiene implícito un gesto político que pretende disputar cierto espacio de sentido con los documentos/monumentos del relato oficial que contribuyen a plasmar y construir la memoria y, por lo tanto, la historia. El documento como monumento, siguiendo la línea de reflexión que propone Jaques Le Goff en El orden la memoria, está relacionado con la imagen que las sociedades quieren dar de sí mismas:

El documento es una cosa que queda, que dura y el testimonio, la enseñanza (apelando a su etimología) que aporta, deben ser en primer lugar analizados desmitificando el significado aparente de aquél. El documento es monumento. Es el resultado del esfuerzo cumplido por las sociedades históricas por imponer al futuro —queriendo o no queriéndolo— aquella imagen dada de sí mismas (1991, p. 238).

Cuando designamos este manuscrito como un documento, lo que estamos haciendo es, por un lado, impugnar el relato oficial (blanco y eurocéntrico) y, por otro, resituarlo como un objeto en movimiento, abierto a ser historizado, que proyecta voces que pugnan por ser escuchadas y que —sobre todo en la actualidad— se resisten a la musealización en su matiz biopolítico. El proceso de musealización de la sociedad se articula desde los avances tecnológicos que fomentan el archivo —las cámaras de video y fotografía— hasta los dispositivos de historización que confinan la historia al ámbito de lo pasado, lo fechado en un lugar específico del calendario y cuya lectura se ideologiza y eterniza negando la posibilidad de entenderla como un proceso en constante construcción. Es el caso de los procesos ligados a la colonia, el periodo de la independencia (los héroes) y en el caso específico abordado de la presencia afrodescendiente (Angulo y Barrenechea, 2011, p. 8).

Alejandro Frigerio nos ayuda con esto —desde el contexto argentino pero que dialoga con el nacional— al explicar que esta narrativa dominante se caracteriza por presentar una sociedad blanca, europea, moderna, racional y católica; y que para ello se invisibilizan presencias y contribuciones étnicas y raciales; así como se las sitúa en una lejanía que enfatiza en su temprana desaparición dentro de las culturas locales (Frigerio, 2008). Es un hecho que dentro del relato nacional chileno son pocas las veces en que se reseña la presencia afro dentro del engranaje político y económico, siendo esas excepciones aquellas en las cuales el negro/a lucha por o se adhiere a los intereses hegemónicos. Cuando logra traspasar el tamiz que imponen las narrativas dominantes dichas subjetividades, efectivamente, son situadas en un pasado que no establece puentes con el presente.

Históricamente, esto es evidente, por ejemplo, al revisar los programas y contenidos del curriculum escolar donde la presencia negra se reseña escasamente y bajo supuestos que, según el historiador Rolando Mellafe, no resisten la más leve crítica y han estado siempre acompañados “de una ignorancia casi absoluta del conocimiento demográfico, social y económico del periodo colonial” (1973, p. 103). Dentro de la historiografía chilena, la participación de los negros en la Legión del Ejército de los Pardos, durante la Colonia, cede paso al usual, “fueron tan pocos los que llegaron a Chile”, o “se murieron aquellos pocos por el frío”. Mellafe, referente obligado para los investigadores de la presencia negra en Chile (e Hispanoamérica), replica que tal explicación es gratuita pero que, hasta la actualidad, son estos supuestos los que gobiernan el discurso y los contenidos en los manuales y textos escolares (Angulo y Barrenechea, 2011, p. 6). Igualmente, como ya se ha reseñado en este artículo, es posible constatar dicha exclusión en la actualidad cuando los medios de comunicación ponen énfasis en que las comunidades afrochilenas son preferentemente migrantes.

En los últimos treinta años se ha ido intensificando a nivel gubernamental una “lógica de gestión de la diferencia”, que en palabras de Boccara, está sustentada en una democracia multicultural de libre mercado y que se traduce en una nueva forma de nacionalismo (Boccara y Ayala, 2012, p. 211). En ese entramado ilusorio, la cultura indígena, y también la afrochilena, se ha visto asediada por una serie de iniciativas de patrimonialización que buscan no sólo nacionalizar sus prácticas culturales, sino que —en ello— despojarles de todo potencial político e histórico que permita su concreta vinculación con el presente. En ese sentido, las urgencias y lecturas críticas apuntan a una dinámica de exclusión permanente que en su articulación narrativa (en tanto son o no sujetos de enunciación) confina al otro a una evanescencia, diremos, aceptada.

En efecto, las manifestaciones histórico literarias presentes en este documento —décimas, canciones, poesías y cartas de carácter testimonial— visibilizan, precisamente, aquello que el relato nacional y los dispositivos del discurso patrimonial clausuran: los cuerpos. Leer desde las corporalidades (es decir, los distintos despliegues de subjetividad) permite establecer nexos de un acontecimiento pasado con el presente y, en ello, producir conocimiento histórico. Uno que asuma, por un lado, las asimetrías que generan las relaciones de poder dentro de los procesos identitarios que construyen las narrativas de las naciones. Por otro lado, y en palabras de la filósofa Rosi Braidotti, un conocimiento que incorpore la necesidad de que como investigadores e investigadoras seamos capaces de elaborar relatos de subjetividades alternativas, para aprender a pensar de modo diferente al sujeto, inventar nuevos marcos de referencia y figurar nuevas imágenes.

3 Anexo

Ficha técnica

Año: El contenido del manuscrito corresponde, presumiblemente, a dos periodos de tiempo. El primero data de los años 1858-1859 que corresponde a los escritos relacionados con los haberes y deberes de la Hacienda San Francisco de Asís, Valle de Azapa, Arica. El segundo de los años 1928-1932, correspondientes a los escritos del agricultor Pedro Baluarte Baluarte.

Autor(es): La primera inscripción (1958-1959) es, hasta el momento, anónima. La segunda (1928-1932) corresponde al testimonio de Pedro Baluarte Baluarte.

Descripción física: A partir de los primeros auxilios generales realizados por Andrea Hermans, Conservadora y Restauradora de la Universidad de Concepción, podemos decir que se encuentra el libro en condiciones regulares de conservación. La descripción del soporte menciona que posee tapas duras forradas en cuero, cuadernillos de papel presumiblemente de pasta mecánica, encuadernación con cinta, páginas numeradas y con líneas. Los elementos sustentados en esta primera intervención son: tinta color sepia (presumiblemente tinta de pulpo, extracto de nogal, presumiblemente tintas ferro gálicas), lápiz grafito y otras tintas usadas en menos escala. Se percibe cierta corrosión en sus páginas producto de hongos asociados con el paso del tiempo, por lo que hay pérdida de material que produce porosidades en las hojas.

Descripción de contenido: El manuscrito compendia, por un lado, el proceso contable de los haberes y deberes de un negocio del Valle de Azapa, saldos y estados de cuenta de particulares en virtud de su relación económica con dicho establecimiento. Por otro, el manuscrito da cuenta de una serie de manifestaciones de carácter histórico-literarias escritas por Pedro Baluarte. Se reseñan de manera íntegra 12 cartas o borradores de cartas, 26 décimas, 14 poesías o canciones, y 12 relatos de orden testimonial, incluidas en éstas la transcripción de algunas publicidades presumiblemente extraídas de revistas o medios de comunicación impresos de la época. No hay imágenes.

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