Las políticas sobre el origen de los sospechosos en Francia (2006-2014): testigos genéticos y problematización

Policies of the origin of suspects in France (2006-2014): Genetic witnesses and problematization

  • Joëlle Vailly
Recientemente, el conocimiento sobre genética ha dado paso a un nuevo test basado en el ADN dirigidos a inferir el origen geográfico de los sospechosos. Este artículo analiza cómo se han “problematizado” (en el sentido foucaultiano) en Francia las prácticas recientes en este campo, entre 2006 y 2014. Primero, se examina la implementación de estos test genéticos, centrado en el trabajo llevado a cabo por actores que ayudaron a crear las condiciones previas de esta problematización, pero, al mismo tiempo, intentaron deconstruirlo. Este artículo se centra en cómo se expresa esta problematización, cuestionando los argumentos utilizados, particularmente, por sus detractores, quienes destacan las cuestiones éticas y políticas con respecto a los datos utilizados. Finalmente, las actuales regulaciones estatales están demarcadas, mostrando cómo los “puntos de problematización” se han construido en términos de prohibición. En conclusión, el artículo muestra cómo la problematización remarca cambios en nociones contemporáneas de origen y los tipos de sujetos que produce.
    Palabras clave:
  • Origen geográfico
  • Genética
  • Problematización
  • Antropología política
Recently, genetics knowledge has given rise to new DNA-based tests aimed at inferring suspects’ geographic origin. This article analyzes how recent practices in this field have been “problematised” in France, between 2006 and 2014, in Michel Foucault’s sense of the term. First, the launch of these genetic tests is examined, looking at the work accomplished by actors who helped create the preconditions for this problematisation but at the same time tried to deconstruct it. The paper goes on to focus on how this problematisation is expressed, questioning the arguments used particularly by its opponents who called upon political and ethical concerns regarding data use. Finally, current state regulations on the matter are outlined, showing how “points of problematisation” have been construed in terms of prohibition. In conclusion, the article shows how problematisation highlights changes in contemporary notions of origin and the types of subjects it produces.
    Keywords:
  • Geographic Origin
  • Genetics
  • Problematisation
  • Political Anthropology

1 Introducción

Hace algunos años, el historiador Jay Aronson (2007) propuso la fórmula “testigo genético” para designar los usos de los análisis genéticos en el ámbito del derecho penal y de las investigaciones policiales.1 Aronson se refería entonces a las prácticas basadas en las “huellas genéticas” que consisten en comparar, por ejemplo, el ADN encontrado en la escena de un delito con el de un individuo, a efectos de su identificación (Rouger, 2000)2. La ampliación de esta fórmula a nuevas técnicas que empiezan a utilizarse en las investigaciones policiales y judiciales, que son objeto del presente artículo, resulta especialmente pertinente. En efecto, si el examen de las huellas genéticas, hoy de rutina, procura la identificación mediante la comparación de huellas (del mismo modo que las huellas digitales), el objetivo de esta nueva técnica es predecir, sobre la base del ADN, la apariencia —y/o, en cuanto a lo que aquí nos interesa— “el origen” de un sospechoso (como complemento de un testimonio ocular). De ese modo, el origen geográfico de las personas, establecido a muy grandes rasgos (por continente o subcontinente) a partir de rastros de ADN, fue utilizado en el marco de varios centenares de investigaciones policiales en los Estados Unidos y en el caso de los atentados terroristas de Madrid en 2004 (Sankar, 2010)3. Desde el punto de vista epistemológico, este enfoque destaca que las ciencias médico-forenses han producido debates biomédicos muy intensos con respecto a los orígenes “geográficos”, “étnicos” o “raciales” de las personas, sobre bases genéticas, a raíz del estudio secuenciado del genoma humano (Bamshad, Wooding, Salisbury y Stephens, 2004; Burchard et al., 2003; Collins, 2004; Cooper, Kaufman y Ward, 2003). Desde el punto de vista político, dado que este enfoque mezcla el ADN con el origen de las personas y la delincuencia, moviliza los discursos y las prácticas, cuyas implicaciones sociales es importante analizar. Ahora bien: si bien estas nuevas pruebas genéticas despiertan un interés creciente en las ciencias sociales (Fullwiley, 2011; Koops y Schellekens, 2008; M’charek, 2008; 2013; Ossorio, 2006; Sankar, 2010), el número de los estudios de campo en esta materia sigue siendo muy escaso. Mi contribución a estas investigaciones consistirá en mostrar de qué manera esas innovaciones han sido “problematizadas”, en el sentido del término de Michel Foucault, en el espacio público en Francia, dándole especial relevancia a este tema en su contexto histórico, social y político.

Foucault utiliza el término “problematización” de diferentes maneras (Gros, 2014). En un sentido relativamente acotado, se refiere a las prácticas que “plantean problemas” o “provocan dificultades”:

Para que un campo de acción, para que un comportamiento ingrese en la órbita del pensamiento, es menester que algunos factores lo hayan vuelto in

cierto, que haya perdido su aspecto familiar, o se hayan suscitado a su alrededor algunas dificultades. (Foucault, 1984/2001a, p. 1416)

Uno de los intereses de este enfoque es que esclarece de qué forma las prácticas anteriores “pierden su aspecto familiar”, y en consecuencia, son “problematizadas”. Desde una perspectiva analítica, esto parece especialmente pertinente tratándose de una investigación judicial y policial, en la medida en que, en ese contexto, el testimonio oral sobre el origen o “la etnicidad” es una variable común de la apariencia física. De hecho, el origen constituye el elemento descriptivo que se activa con mayor frecuencia en los testimonios oculares (Fox, 2010). Mi primera hipótesis es que la problematización de los test genéticos de origen en Francia, comparados con los testimonios orales, es heurística para analizar los cambios (“una pérdida de familiaridad”) referidos al origen.

En un sentido más lato, Foucault (1984/2001b, p. 1489) define la problematización como:

El conjunto de prácticas discursivas y no discursivas que hace intervenir algo en el juego de lo verdadero y lo falso y lo constituye como objeto de pensamiento, ya sea como reflexión moral, ya como conocimiento científico, análisis político, etc.

Entendemos a través de esta cita que estudiar la problematización presenta la ventaja de considerar tanto las dimensiones científicas como las políticas y morales de una práctica. Empero, Foucault (1984/2001a) explica que, según las cuestiones, se hará hincapié en una u otra de esas dimensiones en sus propias investigaciones: la dimensión científica para la locura, la dimensión política para la seguridad, y la dimensión moral para la sexualidad. Así pues, aunque este marco de análisis tome muy en cuenta esas tres dimensiones, nos compromete a prestar particular atención a la dimensión política de las cuestiones vinculadas con la seguridad.

Por último, hacia el final de su vida, Foucault (1984) extiende la noción de “problematización”, al interesarse por la manera en que la sexualidad ha sido considerada como un problema moral. De ese modo, plantea cuestiones importantes sobre la forma en que nosotros “dirigimos nuestras propias conductas” en cuanto “sujetos” (Gros, 2014). Además, hay que destacar que los “sujetos” —las personas capaces de adoptar posiciones y conductas morales— no son intemporales, a diferencia de la concepción sartriana; se forman en medio de procesos (Foucault, 1978/2001)4. Asimismo, según ese marco de análisis, debido al anclaje en ese proceso, las categorías científicas no están predeterminadas, sino que van siendo moldeadas en el curso de la problematización5. Mi segunda hipótesis es que la problematización revela el tipo de “sujeto” producido: un determinado actor puede problematizar una cuestión de diversas formas, acentuando algún aspecto particular (científico, político, moral, etc.). Esos tres elementos (problema, ciencia/política/moral, sujeto) constitutivos de la problematización presentan la ventaja de ofrecer herramientas analíticas para el estudio que aquí presentamos.

Antes de pasar a los resultados, conviene indicar algunos elementos históricos y de contexto útiles para el análisis. En Francia, la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789 marcó el advenimiento —en el papel— de una ruptura con toda forma de segregación basada en la “raza”, como se la designaba por ese entonces, la religión o el origen llamado étnico (Noiriel, 1996). Al contrario de lo que pasaba sobre todo en los Estados Unidos, ser francés era considerado clásicamente como una adhesión política a la nación, indiferente, en teoría, a los colores de la piel. Esto permite comprender por qué hoy en Francia no existen —o existen muy pocos— datos oficiales “racializados”, recogidos o utilizados por el Estado (Canselier y Desmoulin-Canselier, 2011). Pero por supuesto, ese modelo republicano solo refleja un aspecto de la historia del país, pues como lo señalan Herrick Chapman y Laura L. Frader (2004, p. 3), “la tensión entre los principios de inclusión y las prácticas de exclusión […] formaron parte del proyecto republicano desde la revolución.” El historiador Pap Ndiaye (2006, p. 46) recuerda en particular que “el Imperio francés se […] desarrolló mediante el sometimiento de poblaciones definidas como no blancas […] a las cuales se les negó la ciudadanía. […] [En las colonias], ser francés era ser blanco”. A partir de la primera guerra mundial, agrega, con la llegada de soldados y obreros negros, se produjo un desplazamiento del miedo a la mezcla de “razas”, como se decía en esa época, del mundo colonial a la metrópolis. En resumen, las llamadas cuestiones raciales nunca estuvieron ausentes en Francia, pese a la posición emblemática del país presuntamente “color-blind” (ciego al color), una posición heredada de la Revolución Francesa (Fassin y Fassin, 2006).

Una vez presentados estos elementos, las preguntas pueden formularse del modo siguiente: ¿cómo y por qué las nuevas categorías de orígenes propuestas por las pruebas genéticas de la ciencia médico-forense son fuentes de problematización? En otras palabras, ¿qué “pérdida de familiaridad” introducida por esas pruebas genéticas contribuye a tornarlos problemáticos? ¿Qué prácticas científico-técnicas, qué análisis políticos y qué interrogantes morales movilizan los actores sociales a este respecto? ¿Qué influencia ejerce la herencia histórica y republicana francesa sobre la problematización del origen genético? El desafío para las ciencias sociales radica en desentrañar los mecanismos de esos procesos, en un contexto en el cual, por un lado, la sociedad francesa es cada vez más el centro de los discursos y debates relativos al origen (Fassin y Fassin, 2006), y por otro, asistimos a un crecimiento de las problemáticas vinculadas con la seguridad en la acción pública (Robert y Pottier, 2004).

Para responder a las preguntas que acabamos de plantear, analizaré cómo se problematizaron en Francia las prácticas recientes sobre el origen de los sospechosos, establecidas sobre la base del ADN. Primero presentaré cómo se iniciaron esas pruebas. Esto permitirá analizar el trabajo de los actores que generan las condiciones previas de la problematización, a través de la producción de categorías de origen controvertidas, y a la vez, procuran deconstruir la problematización que han producido. Luego analizaré de qué manera expresaron la problematización los opositores a las pruebas, mediante argumentos históricos, jurídicos y científicos, y con interrogantes éticos y políticos sobre el uso de los datos. Por último, discutiré las reglamentaciones del Estado sobre este tema, mostrando que la combinación entre el crimen, el origen y la intimidad del ADN convertía esta vinculación en una situación políticamente sensible, y hacía que los puntos de problematización fueran formulados en términos de prohibición. Como conclusión, destacaré las tensiones internas del proceso de problematización, la manera en que la problematización pone de manifiesto las transformaciones del origen contemporáneo, y los tipos de sujetos producidos.6

2 Posición de los promotores de las pruebas de origen: producción de categorías y deconstrucción de la problematización

Como lo indicamos en la introducción, la problematización no es solo un conjunto de ideas o imágenes mentales, sino que surge de las prácticas (Bacchi, 2012). Para responder a las preguntas antes formuladas, en una primera parte presentaré el comienzo de esas pruebas. Esto permitirá examinar las condiciones previas de la problematización, mediante la producción de categorías de origen que en su época fueron controvertidas, y los elementos que, por el contrario, tienden a deconstruir esa problematización.

Una empresa francesa lanzó al mercado una innovación llamada “Test de orientación geo-genética” (TOGG) a fines de 2006. Como lo indica su nombre, ese test permitía orientar la investigación judicial o policial, identificando el origen geográfico del sospechoso. A partir de las trazas de ADN encontradas en una escena del crimen, se procuraba analizar en el autor ciertos “marcadores” genéticos (pequeñas secuencias de ADN), elegidos sobre la base de una compilación de la literatura científica y que no son específicos, pero aparecen con mayor frecuencia en algunas poblaciones del mundo. Esos marcadores indicaban si una persona era “probablemente” de origen europeo, asiático o africano. La representante de la empresa explica en la entrevista:

Una joven había sido asesinada: violada y asesinada. Se había obtenido el ADN [del sospechoso] a partir de una mancha de esperma. Y entonces presumimos que se trataba de una persona con una mezcla de aporte de ADN caucásico y de ADN subsahariano. Los policías tenían una lista de 500 sospechosos y de todos ellos se extrajeron muestras, ya fueran blancos, negros, amarillos, pero se clasificaron en forma prioritaria los que provenían de regiones donde pudiera haber ese tipo de mezcla. Podía entonces tratarse efectivamente de alguien del Norte de África, o podía ser también alguien de las Antillas. Es decir, hay regiones del mundo así, donde hay mezclas, en algunas islas, en las Antillas o en La Reunión, donde ha habido muchas mezclas de población. Y resultó que el autor [del crimen] era originario de … (La entrevistada busca en su computadora) ... de Cabo Verde. Y por tanto nosotros, con el ADN, ya habíamos dicho que era alguien que provenía de algún lugar donde había mezcla de poblaciones negras y caucásicas. No nos equivocamos (Entrevista n. 1, entrevista personal, 8 de noviembre de 2012).

Aquí las clasificaciones son, según vemos, a la vez geográficas (“Europa, África, África del Norte, Antillas, La Reunión”), genéticas (“caucásico”) y por colores (“blancos, negros, amarillos”). Esta heterogeneidad de la denominación por color o por área geográfica existe desde el nacimiento de la antropología física (Hacking, 2005a). Lo que aquí nos interesa consiste en que esas variaciones de terminología constituyen los gérmenes de una problematización, en la medida en que abren un flanco a interpretaciones al mismo tiempo geográficas —y por tanto relativamente neutras—, que se conjugan con categorías étnicas o raciales de sentido común, y son potencialmente objeto de polémicas. Como lo indican efectivamente otros sociólogos, (Fullwiley, 2008; Ossorio y Duster, 2005), el origen en términos de continentes podría reactivar los imaginarios sobre las “razas” tales como fueron conceptualizadas en el siglo XVIII, puesto que esas dos nociones, geográficas y raciales, pueden superponerse topográficamente (ver el paralelo entre “África, Europa, Asia” y “negros, blancos, amarillos”). Aunque resulte difícil definir el contorno de esas categorías, se adjudican a poblaciones que pueden tener connotaciones “raciales”. En efecto, desde el siglo XVIII, un mismo investigador podía a la vez reconocer la falta de delimitación clara entre los grupos, y sin embargo, defender la idea de que las “razas”, como se las denominaba en esa época, tenían un fundamento científico (Abu El-Haj, 2007). Como lo veremos más adelante, esta última idea es refutada hoy por la casi totalidad de los genetistas, de acuerdo con criterios científicos. No obstante, los primeros elementos que acabamos de describir constituyen las raíces de una problematización fundada en la producción de categorías, que son efectivamente geográficas, pero concuerdan con otras clasificaciones llamadas étnicas o raciales de sentido común.

El Doctor [Y] afirmaba en 2008 en un medio en línea haber tenido completa conciencia “del carácter explosivo [de los TOGG]”, algo que retomaremos más adelante. Parafraseando lo que Roger Deacon (2000, p. 140) llama “la deconstrucción de los problemas” —es decir, los intentos de “subvertir lo que se ha problematizado”—, es posible proponer la idea de que los responsables de la empresa procuraban deconstruir la problematización de esos test. Con ese espíritu de deconstrucción, tuvieron buen cuidado de aclarar varios puntos con respecto a los TOGG. En primer lugar, según ellos, esos test eran inespecíficos. En la entrevista explicaron que no aportaban mucha más información que un testimonio visual: “De alguien que agrede a una persona en la calle, dicen: ‘era negro, medía 1 m. 80'.” (Entrevista n. 1, entrevista personal, 8 de noviembre de 2012). Esta analogía con los testimonios oculares, desarrollada también por otros genetistas en la literatura biomédica (Kayser, 2015), será defendida más tarde por una magistrada. Además, esos responsables se tomaron el trabajo de editar un “Código de uso de los TOGG”, de carácter ético, con el fin de establecer que esa prueba “no es […] una determinación de la raza, ya que esa noción carece de rigor para la genética humana.” De ese modo defendían una forma de tomar en cuenta los “orígenes”, sin racismo (Brattain, 2007).

En resumen, la “pérdida de familiaridad” sobre el origen geográfico tiene sus raíces, por un lado, en el hecho de que los genetistas aseguran que las razas no existen desde el punto de vista genético, y por otro lado, proponen una herramienta científico técnica para distinguir a las personas según su origen, en función de parámetros europeos, africanos, asiáticos y con el fin de dar indicaciones sobre la apariencia. Algunos antropólogos sociales califican ese tipo de ambigüedad como “la presencia ausente de la raza” (M’charek, Schramm y Skinner, 2014; Wade, Garcia, Kent, Olarte y Díaz del Castillo, 2014). Para ampliar este comentario, importa subrayar la manera en que esta tensión actúa, a la vez como caldo de cultivo y como deconstrucción de la problematización. Por último, desde el punto de vista de los “sujetos”, los promotores de estas pruebas buscaban posicionarse como sujetos éticos (mediante su Código, distanciándose de la “raza”, etc.).

3 Posición de los potenciales usuarios de las pruebas: la expresión de la problematización

Veamos ahora cómo se expresó la problematización en la que desembocaron los TOGG en Francia, frente a las interrogantes surgidas de los argumentos propuestos por los opositores y los defensores de las pruebas. Veremos que estos test tenían la particularidad de generar tres órdenes de posiciones entre los magistrados entrevistados: los opositores, por razones de tipo histórico, jurídico y de fiabilidad, los dubitativos, por razones de utilidad, legales y de fiabilidad; y los favorables, por razones de utilidad.

La empresa comenzó a promover entre los magistrados, esta nueva técnica cuyo costo ascendía a varios miles de euros, para informarles sobre sus posibilidades y convencerlos de su eficacia7. Así fue como un representante comercial de la empresa pudo destacar sus ventajas, en 2007, en ocasión de una reunión de jueces de instrucción de Lyon. Según nos lo relataron los jueces, la reunión de unos diez jueces presentes fue bastante agitada, bajo la influencia particular de uno de ellos, que manifestó su total rechazo al uso de esas pruebas. Otros responsables del Sindicato de Magistrados —el segundo sindicato por orden de afiliados entre los magistrados —, o de la asociación de defensa de los derechos humanos, como la Liga de Derechos Humanos, apoyaron la posición de ese juez.

El primer argumento y el más importante según los opositores a los TOGG, era el riesgo de discriminación y de creación de ficheros por caracteres raciales, como los que se usaron durante la segunda guerra mundial para los judíos. Los opositores podían adoptar también la hipótesis de la llegada al poder de un Estado más o menos autoritario. Algunos magistrados dijeron, por ejemplo, durante la entrevista: “Si a partir de eso [los test], se elaboran listas o ficheros por categorías de población, esto me plantea un problema. […] Es un verdadero debate político. […] Moral y éticamente, me opongo [a los TOGG].” (Entrevista n. 2, entrevista personal, 23 de octubre de 2013). Además, se ha visto antes cómo los responsables de la empresa explicaban que la prueba de origen carecía de especificidad con respecto al testimonio ocular. En la posición opuesta, una magistrada explicó en la entrevista:

Se hace un test, y nos dicen: ‘El tipo es de origen X’, […] es el secreto del sumario, […] no es información pública. Esto no compromete la cohesión social ni es motivo de discriminación, […] no se trata de clasificar a la población en categorías, es muy diferente. (Entrevista n. 2, entrevista personal, 23 de octubre de 2013)

Dicho de otro modo, según este punto de vista, cuando en un testimonio oral se aportan elementos sobre el origen de un sospechoso, esos elementos quedan circunscritos al sumario, al secreto de la instrucción; cuando resultan de pruebas de laboratorio, pueden ser organizados en forma de ficheros que pueden ser difundidos o legitimar por la ciencia una herramienta de discriminación. Si muchas prácticas ligadas a los orígenes pueden suscitar problemas de estigmatización y discriminación, en especial, en el ámbito judicial y policial (Welch, 2007), la cuestión de los ficheros elaborados por los laboratorios y su eventual uso político le dan a esta dimensión una especial sensibilidad.

Los responsables de la empresa [X], por su parte, afirmaban que “no crearían ningún banco de datos a partir de las muestras que les fueran entregadas” (Código de uso de los TOGG). Conviene agregar que la finalidad de ese presunto fichero creado por el laboratorio no es clara, lo cual revela que estas prácticas estaban en sus inicios. Sea como fuere, en este nivel, se trataría sobre todo de un conjunto de datos conservados por el laboratorio, más que un fichero nacional, administrado por la policía, mucho más restringido que el fichero nacional de huellas genéticas, que contaba en 2016 con 3,5 millones de perfiles en Francia (Vailly et al., 2016).

La segunda guerra mundial ha sido entonces decisiva para comprender cómo opera la problematización en Francia, ya que la historia del nazismo tuvo como consecuencia reforzar la cultura política francesa de rechazo de las identificaciones étnicas o raciales (Chapman y Frader, 2004). De modo general, la ética de la ciencia no es asunto privativo de los investigadores (Fischer, 2012), y esto es especialmente cierto cuando la ciencia se sitúa en el cruce de diferentes espacios sociales, como el de la justicia y los medios. En suma, todo sucede como si los jueces opuestos a las pruebas de ADN hubieran interiorizado los riesgos de su divulgación pública. Para Victor Toom (2012, p. 152), “cuando la jurisdicción sobre un cuerpo se transfiere de un individuo a un actor de la policía o la medicina, esos cuerpos, inicialmente privados, se vuelven públicos.” Podemos ampliar este comentario subrayando que esos cuerpos (semi-) públicos se sitúan aquí en una configuración política actual o temida (un Estado autoritario). En otras palabras, esto supondría una política y una ética de uso de los datos o, más exactamente, de su uso potencial. En suma, estos son sujetos político-éticos que se interesan tanto por su función en la sociedad como en las posibilidades de usos por otros test genéticos.

El segundo argumento opuesto a los TOGG se refería a su fiabilidad. Sus detractores hacen hincapié en la falta de validación de la prueba por publicaciones en revistas científicas internacionales. Esos test presentaban efectos contradictorios en términos de legitimidad (tenían legitimidad científica, pero parcial), de ahí que fueran aún más problemáticos. Por último, el tercer argumento de los opositores a las pruebas era de índole legal. La ley francesa establece que las pruebas de ADN utilizadas en el caso de huellas genéticas clásicas se basan en marcadores del ADN llamado “non codificante”. Por definición, el ADN no codificante no participa directamente en la fabricación de proteína, lo que parecería preservarlo de la obtención de información sobre los caracteres de apariencia de las personas. Según los responsables de la empresa, la técnica de los TOGG era legal, por estar basada en marcadores de ese ADN no codificante. No obstante, esas pruebas aportaban indicaciones sobre el origen, a partir del cual el usuario podía deducir la apariencia de las personas. Por tal motivo, para los opositores, los test constituían una forma de “soslayar la ley”.

Sin embargo, no había unanimidad entre los magistrados. Durante la reunión de Lyon, a otros jueces, más dubitativos, no les inquietaba tanto el potencial carácter discriminatorio de los TOGG. Hacían hincapié ante todo en la inutilidad de esas pruebas (que a su juicio aportan poca información), en su escasa fiabilidad científica y su carácter ilegal. Por otra parte, entre los jueces presentes, dos manifestaron que los TOGG podían ser de utilidad para contribuir a identificar a los sospechosos. Una de las magistradas entrevistada, que ocupa un puesto de alto rango en las instituciones del Ministerio de Justicia, defendió esa misma posición, destacando el paralelismo entre la descripción basada en el testimonio oral y señalando que entre ambos métodos no hay gran diferencia. Empero, la adhesión de los magistrados a los TOGG fue bastante baja, y esta posición obtuvo menor apoyo que las otras dos (oposición o duda), tanto en las opiniones vertidas en los medios como en las entrevistas.

4 Posición del Ministerio de Justicia: la normativa aplicable a los test de origen

La última parte del texto analizará lo que Foucault llama “la elaboración de un ámbito de hechos, prácticas e ideas que […] parecen plantear problemas a la política” (Foucault, 1984/2001a, p. 1412). Más precisamente, examinaremos las posiciones del Estado sobre los TOGG y la normativa que los regula. Veremos que el origen geográfico basado en la genética constituía un tema particularmente sensible también a nivel del Ministerio de Justicia.

El Ministerio de Justicia estuvo de inmediato al tanto de este tema en 2008, por su difusión en los medios. Su portavoz tomó muy en serio la cuestión, alertó en el acto al director del gabinete de la ministra y transmitió el asunto a los expertos del Ministerio en esta materia. Como lo indicó en una entrevista, el portavoz respondió a los periodistas, meditando cada palabra: “En el estado actual de nuestra información, parece que se ha respetado la ley” (Entrevista n. 3, entrevista personal, 29 de agosto de 2013). Indicó asimismo que se encomendaría al Comité Técnico Interministerial el estudio de los aspectos éticos de este asunto8. En la entrevista, explicó que la ley no había previsto que el ADN no codificante pudiera determinar el origen geográfico de un sospechoso, y por tanto, la prueba era “legal”. Pero agregó: “No obstante, desde un punto de vista ético, es bastante objetable.” Cuando le pedí que precisara el fundamento de ese carácter “sensible” de la cuestión, respondió que era un tema “cargado de aspectos ilusorios, de irracionalidad. ADN, fichaje, étnico, son tres grandes palabras en las cuales subyace la noción de arios y no-arios.” (Entrevista n. 3, entrevista personal, 29 de agosto de 2013). La Dirección Ministerial competente publicó en 2011 un comunicado que no era una prohibición en sentido estricto, sino más bien una fuerte recomendación a no recurrir a esos test, lo que, en la práctica, terminaba siendo lo mismo. El argumento principal era de índole jurídica. Ese texto destacaba que los test apuntaban a determinar las “características genéticas” —y no la identificación de las personas—, ya que podían dar información sobre “sus rasgos aparentes”. Ahora bien, la ley francesa reserva el examen de las características genéticas a efectos únicamente médicos, o de investigación científica, lo que aquí, objetivamente, no era el caso. Por tanto, un “punto de problematización” según la terminología del marco analítico elegido, es el pasaje de la identificación a la caracterización de las personas, ligada a la apariencia física.

Sobre la base ante todo del derecho, ese Comunicado suspendió provisoriamente las prácticas de los TOGG (en cuanto tales, y vendidos por esa empresa), que fueron utilizados unas 15 a 20 veces en Francia entre 2007 y 2011. Desde entonces, un nuevo fallo de la Corte de Casación, emitido en 2014, autorizó el estudio de los “caracteres morfológicos aparentes” de los sospechosos (color de ojos, de cabello, de piel, etc.), sin establecer la naturaleza de los marcadores genéticos utilizados (Arrêt n°3280 de 25 de junio 2014). Ese tema, así como la diferencia eventual entre los TOGG y esos rasgos morfológicos aparentes dio lugar a otro estudio, hoy en curso (manuscrito en preparación). De todas formas, la prohibición fue la solución frente a la problematización creada por los TOGG, en sentido estricto.

5 Conclusión

A modo de conclusión, pueden formularse tres observaciones. La primera es que la relación entre los TOGG y la problematización es más compleja de lo que parece. Nuestro estudio muestra que esas pruebas se sitúan en la intersección entre dos tendencias en tensión, que terminan constituyendo un “nudo” antropológico, para parafrasear a Ian Hacking (2005b). Este autor denomina así las situaciones producto de tendencias contradictorias. El primer aspecto de ese nudo es el tendiente a des-problematizar. En ese registro, se inscriben como vimos los argumentos de los promotores de los test, el uso incluso limitado o la demanda de los TOGG que esgrimen el argumento de la utilidad (por parte de algunos jueces, fiscales o encuestadores) y el plazo transcurrido entre los artículos de prensa de 2008 y el Comunicado de 2011. El segundo aspecto del nudo es el que produce la problematización. Esta es a la vez verbal, por las opiniones manifestadas en público por los magistrados, e institucional, por las regulaciones políticas. Subrayar la existencia de ese nudo permite superar la noción de una simple prohibición.

El segundo conjunto de observaciones se refiere a las transformaciones del origen. En efecto, si bien la noción de origen existe desde hace tiempo, lo que ahora plantea problema es su transformación. Así, lo que plantea problema —y es algo nuevo— radica en el uso y la diseminación eventual de los ficheros creados por los laboratorios, por oposición a los testimonios orales que quedan circunscritos al secreto del sumario. Aquí vemos una configuración que asocia herencia, apariencia y dominación potencial (por la idea de discriminación), articulada con el uso eventual de los ficheros provenientes de los laboratorios. Tres elementos constitutivos de la historia de las teorías raciales (Wade, 2014) —la herencia, la apariencia y la dominación— reaparecen potencialmente, de ahí su carácter explosivo. Además, otro aspecto de la transformación del origen es su relación con el contexto nacional. Didier Fassin y Eric Fassin (2006) explican que, en los Estados Unidos, el multiculturalismo se funda en el ideal de un reconocimiento idéntico de las identidades y las culturas dominadas. A juicio de los autores, en Francia el desafío consiste más en el reconocimiento de las discriminaciones que en el de las identidades; los negros y los árabes (los grupos llamados minoritarios más numerosos en Francia) según dicen, tienen en común la “raza”. Esto carece de todo fundamento científico, su fundamento es el racismo. Lo que muestra nuestro estudio es una evolución que vuelve a introducir una dimensión de identidad. En efecto, a partir de datos moleculares y estadísticos, los TOGG alimentan los desafíos de pertenencia identitaria a ciertas poblaciones que reconfiguran en parte la situación francesa. Pese a que este comentario esté contextualizado, revela, de manera general, cómo la circulación de los saberes científico-técnicos puede modificar el marco de los desafíos: frente a las discriminaciones ligadas al racismo, en una versión clásica (contra los “negros” o los “árabes” por ejemplo). Los TOGG podrían agregar discriminaciones potenciales ligadas a la identidad, esta vez en una versión genética. Una última dimensión de las transformaciones relativas al origen deriva de la cuestión de la fiabilidad de la ciencia y los saberes. Las prácticas y las políticas sobre el origen han adquirido un giro genético. Más ampliamente, esos test se enlazan con una cientificidad de las cuestiones de la identidad y del origen, al mismo tiempo antigua y nunca totalmente ausente en el siglo XX (Brattain 2007; Skinner 2006). Sin embargo, esos nuevos test lo hacen de modo diferente, incorporando en especial técnicas biomédicas de punta, con la participación de empresas comerciales de biotecnologías y la molecularización (es decir, la inscripción de las cuestiones de las identidades en las moléculas). Estos distintos puntos: políticos, morales, jurídicos y científicos caracterizan los cambios relativos a los orígenes supuestamente geográficos o étnicos, que fueron revelados por la problematización. El presente estudio contribuye a analizar de qué manera se combinan, se articulan y/o se distinguen las antiguas y las nuevas concepciones sobre este tema.

Finalmente, la tercera observación se refiere al tipo de sujetos producidos. Diferentes tipos de sujetos y de relaciones de poder se dibujan entre quienes proponen las pruebas (que desean ser considerados como sujetos éticos, gracias en particular a su Código), quienes cuestionan esas pruebas (que se autodefinen como sujetos éticos y políticos, deseosos de poner fin a esas pruebas a través de sus movilizaciones) y quienes las reglamentan (que se constituyen como sujetos éticos y políticos actuando conforme a la ley). Además, a diferencia de la problematización de la sexualidad, con respecto a los TOGG, entran en juego no solo una ética individual, sino también una ética y una política de una sociedad. Como pudimos ver, se cuestiona no solo la relación consigo mismo, sino también la relación con los otros (¿quién es “el otro”?, ¿en qué nos convertimos colectivamente?) y una relación con las posibilidades de usos por otras pruebas, lo que pone en juego sin dudas cuestiones políticas. Al alertar contra la eventualidad del uso de ficheros genéticos por algún poder autoritario, los magistrados que se oponen a los TOGG rechazan los procesos de biopolitización de la identidad. Dicho de otro modo: el ingreso de los cuerpos y de lo vivo en las políticas de la identidad (Foucault, 1976). Más allá del caso presentado, este estudio invita a interesarse no solo por las categorías científicas y los debates bio-éticos, sino también por los usos políticos de los análisis genéticos, y no solo por las identidades científico-técnicas de las personas que son objeto de los test, sino también por los sujetos producidos por parte de quienes los promueven o los rechazan.

6 Agradecimientos

El presente estudio contó con el apoyo de la Agence Nationale de la Recherche (Agencia Nacional de Investigación): proyecto “Ficheros y testigos genéticos: genealogía, desafíos sociales, circulación” (acrónimo: FiTeGe, contrato ANR-14-CE29-0014, 2015-2018, responsable científico: Joëlle Vailly), así como también de la Universidad de París 13 y de la Maison des Sciences de l'Homme (Casa de las Ciencias del Hombre) de París-Norte.

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