Entre la planeación y la improvisación: trayectorias formativo-laborales precarizadas de la juventud en Cantabria, España

Between Planning and Improvisation: Precarioused Educational and Labor Paths of Youth in Cantabria, Spain

  • Iñigo González-Fuente
  • Isabel Pérez-Ortega
El objetivo principal de este artículo es describir e interpretar algunos de los procesos a través de los cuales las personas incorporan de forma naturalizada y legítima disposiciones laborales favorecedoras del proyecto neoliberal. Los autores consideran que un marco privilegiado para estudiar tales procesos es la etapa biográfica de transición de la vida escolar al mercado laboral. La investigación se desarrolla en el municipio cántabro de Colindres entre 2013 y 2015 bajo una metodología propia de la antropología. Se seleccionan estudiantes de la Educación Secundaria Obligatoria que tienen unas características contextuales y formativas similares. Se concluye con una reflexión acerca de la manera en que los jóvenes aceptan mecanismos laborales precarios y flexibles. En este caso, se trata de procesos planeados y/o improvisados en los que la familia y las redes comunitarias acaban dando lugar al adulto requerido por el sistema: un trabajador precarizado y consumidor de baja intensidad.
    Palabras clave:
  • Juventud
  • Trayectorias laborales
  • Precariedad
  • España
The purpose of this paper is to describe and analyze some of the processes through which people acquire labor dispositions working for the neoliberal project promotion in a natural and legitimate way. The authors consider that school-to-work transitions are a preferred framework in order to study such processes. The research takes place in a village of Cantabria (Spain) from 2013 to 2015. We develop the investigation through an anthropological methodology. The authors conclude by discussing how the young people impose upon themselves precarious and flexible labor mechanics. We have found that family and close community establish a framework in which young people learn how to face up to their precarious labor experiences without conflict both in a planned way and in an improvised way. Finally, the labor marketplace obtains what it needs: an adult who makes his own free decisions as a precarioused worker and a low-level consumer.
    Keywords:
  • Youth
  • Labor Paths
  • Precariousness
  • Spain

1 Introducción

El neoliberal es sin duda el proyecto económico, político e ideológico que, proveniente de algunos grupos de las clases dominantes de diversos países, mayor impacto ha tenido y sigue teniendo en la vida cotidiana de millones de personas. Es más, destacando el hecho de que se trata de un proyecto contradictorio en su formulación —rechaza el intervencionismo del estado en los mercados al mismo tiempo que su existencia en forma de práctica política depende de la intervención de los gobiernos nacionales—, su éxito radica en que ha conseguido producir una cultura, impactar en el sentido común (Apple, 2001, p. 17; Birch y Mykhnenko, 2010, p. 2; Harvey, 2006, pp. 145-6; Peck, 2012, p. 13), articular un piso básico de prácticas sociales comunes a todo el mundo (Quijano, 2000, p. 215) y generar una forma de ser y relacionarse que “ha entrado en nuestras vidas, en nuestro cerebro, en nuestro corazón y en nuestras emociones” (Torres López, 2013, p. 12).

Existen dos condiciones que nos interesa destacar del proyecto neoliberal español: la tensión entre individuo y sociedad, y las acciones encaminadas a aumentar la acumulación y la desigualdad social. Por un lado, el neoliberalismo ha convertido en hegemónico el discurso por el cual los problemas políticos y los derechos sociales son transformados en problemas individuales con soluciones de mercado (Macleavy, 2010, p. 137). Se valora el ciudadano con iniciativa individual, emprendedor y consumidor. El conseguir un empleo ya no depende de las decisiones macroeconómicas, sino que es responsabilidad de la propia persona llegar a ser empleable y activo (Arnal, Finkel y Parra, 2013, p. 5). Al mismo tiempo, el consumo como uso de recursos se convierte en el único ámbito de la cotidianidad en el que las personas toman decisiones en libertad (Macleavy, 2010, p. 145) y forjan una relación significativa con el mundo (Miller, 1995).

Por otro lado, la concentración de recursos en manos de los grupos promotores del proceso neoliberal —accionistas, operadores financieros, empresarios, altos ejecutivos, políticos conservadores y socialdemócratas, etcétera— es un hecho ampliamente conocido y demostrado. Sirva como botón de muestra, los datos sobre participación de la población en el ingreso total de Estados Unidos: el 10% más rico ha pasado de controlar el 35% del ingreso en la década de los 80 a controlar el 50% en 2012 (Saez, 2013). En España, Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón (2011, p. 39) documentan que unas 1.400 personas (0,0035% de la población) controlaban en el 2006 el equivalente al 80,5% del Producto Interior Bruto. Sin embargo, lo más extraordinario de esta acumulación de capital es que los mecanismos para llevar a cabo tal concentración —flexibilización de los mercados laborales; privatización de las empresas públicas que aportan beneficios; desregulación y liberalización del sistema financiero; políticas fiscales regresivas, etcétera— se han implementado y se implementan con un nivel de legitimación entre la población desconocido hasta la fecha.

En este contexto, el objetivo principal de este artículo es describir e interpretar algunos de los procesos a través de los cuales las personas se convierten de manera más o menos consentida en agentes —en el sentido bourdiano— promovedores, facilitadores y/o ejecutantes de los postulados neoliberales. Específicamente, aunque la investigación1 contempla el estudio de diferentes prácticas sociales, nos vamos a centrar en aquellas asociadas al campo laboral cuando incluyen venta de fuerza de trabajo: relaciones asalariadas y otro tipo de actividades que buscan algún tipo de remuneración. Con tal propósito, consideramos que un marco privilegiado para estudiar los procesos de incorporación de las disposiciones laborales a los esquemas de percepción, pensamiento y acción individuales es la etapa biográfica de transición de la vida escolar al mercado laboral. El concepto de trayectoria formativo-laboral permite precisamente conocer la relación dinámica entre las condiciones estructurales y las estrategias de los sujetos para acceder al mercado laboral cuando aún están estudiando. En otras palabras, analizar a la población joven abre la posibilidad de revisar las diferentes características que asumen los procesos protagonizados por los propios jóvenes, sus familias y sus redes sociales, y que, a nuestra manera de ver, contribuyen de forma decisiva a sustentar el proyecto neoliberal a nivel laboral, o lo que es lo mismo, a asumir y mantener de forma naturalizada y legítima disposiciones que incorporan relaciones de explotación de la propia población con el capital y que responden a unas determinadas exigencias por parte del último: precariedad salarial, flexibilidad temporal, movilidad espacial, rotación entre sectores, etcétera.

La investigación se desarrolla en los años 2013, 2014 y 2015 bajo una metodología propia de la antropología y las ciencias sociales que combina estudio longitudinal, técnicas de trabajo de campo, generación de información etnográfica y estudio de caso. Para ello, seleccionamos estudiantes de 3º y 4º de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) que tienen unas características contextuales y formativas similares: los jóvenes viven en el mismo municipio, Colindres, Cantabria; acuden al único instituto de la comunidad; y forman parte de los grupos conocidos como PCPI (Programas de Cualificación Profesional Inicial) o ESO de Diversificación. Se realizaron tres entrevistas abiertas semiestructuradas a catorce jóvenes —una entrevista por cada año e individuo—, de edad comprendida entre los 15 y los 18 años en el momento de la primera entrevista, hombres y mujeres, de nacionalidad española, doble nacionalidad (española y una extranjera) y nacionalidad no española.

Específicamente, durante estos años nos hemos centrado en tres elementos transicionales clave —estrechamente relacionados entre sí— a través de los cuales las personas incorporan a su habitus disposiciones favorecedoras del presente neoliberal que vivimos: 1. las disposiciones de origen aprendidas en el ámbito familiar y las expectativas laborales cuando los jóvenes aún cursan —por poco tiempo— la ESO; 2. los procesos de apoyo a la colocación y continuidad en el primer empleo —y sucesivos— por parte de los familiares, redes de amigos y conocidos de la comunidad inmediata de los jóvenes; y 3. las prácticas laborales y también de consumo personal por las que el nuevo trabajador ha completado su proceso de adquisición de disposiciones laborales precarizadas, garantizando de manera significativa la reproducción del sistema.

El artículo está estructurado en cuatro apartados principales. En primer lugar, presentamos una breve justificación metodológica. A continuación, esbozamos una caracterización del neoliberalismo y sus especificidades españolas que consideramos ya han generado regularidades en el campo laboral. Enseguida, damos paso a unos apuntes sobre los conceptos de juventud y transiciones escuela-trabajo, y se describen las trayectorias formativo-laborales de los jóvenes seleccionados según los intereses de la investigación. Las siguientes secciones incorporan información para destacar la socialización de origen de los jóvenes, sus expectativas laborales cuando aún estudian, los procesos laborales de búsqueda y consecución del primer y sucesivos trabajos remunerados —sean empleos formales o informales—, los procesos de apoyo a los anteriores por parte de diferentes redes sociales (familia, grupo de pares, otras instituciones de la comunidad), y las pautas de consumo —gastos domésticos o personales— como trampolín para seguir trabajando. Este entramado configura la actual precariedad y flexibilidad que caracteriza las inserciones laborales de los jóvenes residentes en Colindres.

Se concluye con una reflexión acerca de la manera en que las propias personas pertenecientes a las clases asalariadas son las que, a nivel local y bajo el impulso de ganarse la vida, aceptan mecanismos y técnicas laborales precarias y flexibles. Para el caso de Colindres, se trata de procesos planeados y/o improvisados en los que la familia, el grupo de pares y las redes formadas en instituciones (religiosas y deportivas, sobre todo) del municipio son clave para entender la naturalidad con las que se establecen relaciones de dependencia o explotación de la clase trabajadora.

2 Diseño metodológico

Desde el punto de vista metodológico, proponemos un diseño longitudinal de panel que contribuya a conseguir una mejor comprensión de los procesos biográficos de los jóvenes. Partimos de una muestra de la cohorte de personas que están cursando la ESO en la fecha de inicio de la investigación: en el mes de abril de 2013 se seleccionan 14 estudiantes del único instituto del municipio cántabro de Colindres, 9 mujeres y 5 hombres, 9 únicamente españoles, 3 con doble nacionalidad española y otra, y 2 con nacionalidad no española.

Ubicado en la comarca de la costa oriental de Cantabria, concretamente entre la desembocadura del río Asón y el mar Cantábrico, Colindres está a una distancia de 46 kilómetros de Santander —capital de provincia—, es uno de los más pequeños en extensión (5,9 km²), pero también uno de los que mayor densidad presenta (1.347 habitantes por km²). La elección del municipio de Colindres en Cantabria para llevar a cabo una investigación longitudinal sobre transiciones a la adultez está justificada por varias razones. En primer lugar, Colindres es uno de los municipios cántabros con una mayor tasa de juventud, con un 16,94% frente al 13,19% de media de la Comunidad Autónoma (ICANE, 2011). Específicamente, Colindres podría considerarse un municipio representativo de la Comunidad Autónoma ya que cuenta con un 15,7% de población joven (por el 16,4% de Cantabria). En segundo lugar, Colindres es uno de los municipios cántabros que mayor desarrollo económico ha experimentado desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, debido en gran parte a la pujanza económica del sector secundario —basado principalmente en las industrias conserveras— y los servicios, de forma que Colindres tiene una tasa de actividad del 61% frente al 52% del promedio regional de Cantabria (MMS Cantabria, 2011, p. 25). Asimismo, en la última década, su población ha tenido un incremento del 17% (de 6.786 en 2001 a los 7.948 del 2011) (ICANE, 2011).

Por último, la mayoría de jóvenes en edad escolar obligatoria acuden al Instituto, lo que asegura la representatividad y facilita las tareas de investigación. Los sujetos entrevistados comparten la condición de protagonizar en el momento inicial de la investigación trayectorias formativas similares —todos ellos estudian 3º y 4º de Diversificación de la ESO o PCPI— y, al finalizar, pretenden estudiar un ciclo formativo sin contemplar estudios universitarios. La elección de los grupos PCPI y ESO-Diversificación está motivada a que a sus estudiantes se les presupone una llegada más rápida al mercado de trabajo que, por ejemplo, los alumnos de Bachillerato o Ciclos Formativos (Jociles, Franzá y Poveda, 2012, p. 73; Merino, García y Casal, 2006, p. 88). Igualmente, las familias de origen de todos estos estudiantes tienen a uno de sus miembros empleado con cierta continuidad, aunque coincide que las familias de origen únicamente español tienen un trabajo indefinido o son propietarios de negocios (barcos de pesca o restaurantes), y las familias de origen extranjero o que comparten el origen extranjero con el español se mueven entre empleos temporales.

En términos prácticos, la propuesta contenida en estas páginas contiene la información registrada a través de tres años naturales. Una vez realizada la primera entrevista, se hicieron seguimientos anuales a cada uno de los jóvenes. El trabajo de campo se ha realizado siempre en los meses de abril y mayo de cada año, buscando los períodos más alejados de los procesos ordinarios de evaluación académica. Esta labor nos ha permitido establecer vínculos estrechos con la Dirección del centro y con los estudiantes entrevistados, además de describir con gran precisión los itinerarios formativos y laborales de los jóvenes y de los miembros de sus familias. Las herramientas metodológicas utilizadas han sido, en primera instancia, la observación no participante por los pasillos del centro; para ello, se han utilizado los denominados anecdotarios o descripciones narrativas (Martínez González, 2007, p. 68). En un segundo momento, la técnica fundamental ha sido la entrevista semi-estructurada a través de un guion con cuestiones relativas principalmente a las transiciones formativa, laboral, residencial y familiar de los jóvenes. Se han utilizados dos guiones: uno, el de mayor profundidad, se aplicaba en las primeras entrevistas; otro, una versión reducida del primero, se aplicaba en los siguientes encuentros, soslayando las cuestiones socio-demográficas para centrarse en los eventos sucedidos en el último año natural. Todas las entrevistas han sido grabadas y transcritas y, a partir de la información registrada, se ha procedido a realizar el análisis de contenido. Específicamente, se ha trabajado sobre una clasificación con los siguientes temas (ordenados en una tabla-matriz): Nacionalidad padres-tutores; Tipo de migración; Estudios padres-tutores; Actividad padres-tutores; Trayectoria formativa; Trayectoria laboral; Expectativas laborales; Consumo personal; Trayectoria residencial; Capital social; además, se incluía una nueva dimensión para cada entrevista en el segundo y tercer año.

En la primera de las entrevistas (abril de 2013), los jóvenes tenían entre 15 y 18 años y todos acudían regularmente al Instituto, mientras que en el periodo de investigación del 2015 ya solo dos continuaban estudiando en el mencionado centro escolar. Asimismo, en el primer año, cinco de los 14 jóvenes ya habían tenido alguna experiencia laboral remunerada. Al finalizar el análisis de la información registrada en 2015, eran cuatro los estudiantes que aún no habían trabajado. Todas las entrevistas fueron realizadas en el propio centro escolar y contaron en la autorización de los tutores de cada estudiante. Cuando el joven dejaba definitivamente el Instituto, se establecía contacto telefónico con él a través de la Dirección del centro escolar, a donde los entrevistados acudían voluntariamente en fechas y horarios de su elección.

En este contexto, la presente propuesta entiende como prioritario el análisis de los eventos que han sido significativos para que los jóvenes hayan transitado del sistema escolar al mundo laboral asalariado. Se trabaja la hipótesis de que, para los jóvenes con menos recursos, estos primeros empleos —a los que acceden muchas veces de manera improvisada— suponen una trampa que consolida al trabajador en un mercado laboral precario; mientras que, para los jóvenes pertenecientes a sectores socioeconómicos más favorecidos, estas primeras experiencias más planificadas favorecen el desarrollo de una carrera profesional ascendente. Los testimonios que se recogen a continuación no pretenden señalar la existencia de un determinado patrón transicional, sino que más bien se selecciona un compendio de itinerarios de diferentes velocidades y formas, el cual, a modo de proceso típico construido con distintos casos, muestre la articulación entre eventos transicionales (micro) y transformaciones en el campo laboral (macro).

3 El proyecto neoliberal

Una gran parte de las publicaciones científicas de los últimos años hablan del neoliberalismo como un complejo y cambiante proyecto macroeconómico de larga data el cual, las clases dirigentes estadounidenses en primer lugar y sucesivamente las de la mayoría de países del mundo, han sabido redefinir, reinventar y readaptar a sus respectivos marcos nacionales a lo largo de sus años de vigencia.

A nivel discursivo, el paradigma neoliberal se basa en el mito del mercado como institución natural y neutral que garantiza las libertades individuales gracias a su eficiencia en la asignación de recursos en la sociedad (Birch y Mykhnenko, 2010, p. 5). De esta manera, es responsabilidad de los individuos el dotarse de las herramientas para aprovechar las oportunidades que brinda el sistema. O lo que es lo mismo: el deterioro de las condiciones socioeconómicas de las clases menos favorecidas es consecuencia de la falta de emprendimiento personal o, en el mejor de los casos, del límite que imponen ciertos atributos culturales “híbridos” (Apple, 2001, p. 22) ajenos a la pretendida racionalidad económica de búsqueda constante del máximo beneficio.

A nivel práctico, se trata de una forma de gobernanza que, salvando las enormes diferencias que existen en su implementación en los distintos países y épocas, está asociado de alguna manera o en algún grado a restaurar (como en el caso de los Estados Unidos o Gran Bretaña), reconstruir (como en los casos de China, India o Rusia) o reordenar (caso de México) el poder las elites dirigentes. De hecho, como sugiere David Harvey (2006, p. 149), cuando los principios del neoliberalismo entran en conflicto con el proyecto de clase, tales postulados son fácilmente abandonados.

Desde luego, no es difícil señalar algunos de los mecanismos y técnicas (Birch y Mykhnenko, 2010, p. 5; Harvey, 2006, p. 153; Macleavy, 2010, p. 134) que, a nivel macro, los grupos dirigentes, junto a los aparatos estatales, han aplicado como política pública, y que han hecho del neoliberalismo el modelo económico por el que las elites, tanto de países denominados desarrollados como los que se consideran en vías de desarrollo, consiguen seguir acumulando riqueza a costa de las clases medias y bajas: privatización de lo público (desde la sanidad hasta la educación, pasando por las pensiones); integración de tales servicios en una cultura de consumo; mercantilización de toda forma cultural (a través del turismo); flexibilización del mercado laboral (con la extensión de los contratos temporales y la individualización de la relación salarial); desregulación financiera a nivel mundial; redistribución regresiva de los impuestos; y un largo etcétera.

Resulta menos sencillo apuntar a los procesos que hacen del neoliberalismo un proyecto naturalizado por la población que está siendo desposeída (Harvey, 2007). Sin embargo, son numerosos los autores que coinciden en que el alto nivel de legitimidad que este proyecto tiene entre la población ha sido conseguido gracias al control que las clases dirigentes hacen de las instituciones del sistema educativo formal y de los medios de desinformación de masas. Por un lado, las instituciones escolares se han convertido en uno de los espacios privilegiados para la construcción de las disposiciones económicas neoliberales: el objetivo es que las personas, en sus análisis e intervenciones sobre la realidad, tomen en consideración los aspectos utilitaristas —búsqueda del máximo beneficio individual— de todo aquello que hacen y eligen (Apple, 2001, p. 38; Torres Santomé, 2001, p. 31). Por otro lado, resulta una extraordinaria novedad del orden neoliberal la cantidad ingente de recursos económicos y tecnológicos que las clases dirigentes destinan al control de los medios de comunicación a través de su concentración y a través de la producción de un único y verdadero sentido común fundamentado en la universalización de “valores, estilos culturales, iconos e imágenes proyectadas a nivel planetario a partir de la singularidad de la experiencia norteamericana y de un modelo de consumo completamente estandarizado, descontextualizado, fetichistamente igualitario, barato y de baja calidad” (Borón, 1999, pp. 141-2).

Asumiendo el profundo impacto que estas estrategias de responsabilización (Bourdieu, 1998) tienen en la producción de un sentido común neoliberal, es nuestro interés centrarnos en la parte de participación que tienen las personas —en cuanto a sujetos que toman decisiones— en que tal influencia se materialice en unas determinadas relaciones laborales afines al modelo neoliberal, esto es, flexibles salarial (precarias), espacial (móviles), temporal (horarios y calendario indeterminados) y profesionalmente (rotativas entre sectores, ramas y ocupaciones). Para ello, nuestra atención va a dirigirse a las decisiones que toman los jóvenes en transición del sistema educativo formal al mercado de trabajo, y las decisiones que toman sus familias de origen y otros sujetos pertenecientes a la comunidad de residencia.

3.1 El mercado de trabajo español

Antes de ello, estimamos oportuno aportar unas breves pinceladas sobre los rasgos más relevantes que caracterizan el mercado laboral en España de los últimos 25 años y que, de alguna manera, lo hacen singular en comparación con otros países europeos (García Brosa y Sanromà, 2011, pp. 208-210). En primer lugar, el mercado de trabajo español cuenta con una elevada tasa de paro, siempre —incluso en las épocas de mayor bonanza macroeconómica— por encima de la media de la Unión Europea. En cualquier caso, la creación y destrucción de empleos se produce la mayoría de las veces a fuertes ritmos: por un lado, entre mitad de los años noventa y el 2008 hubo una tendencia a la creación de empleo concentrado en las actividades terciarias y en la construcción; por otro lado, esta tendencia cayó drásticamente a partir de la coyuntura económica generada por la caída del sistema financiero internacional a finales del 2006. En el caso concreto de España, además de la denominada burbuja inmobiliaria, se produjo un efecto en forma de bola de nieve: los bancos dejaron de conceder créditos a familias y pequeñas y medianas empresas, con el consecuente cese del consumo y el aumento del paro (Martínez Rodríguez, 2013, pp. 40-1).

En otro orden de cosas, la población empleada en España ha de enfrentarse a una elevada tasa de temporalidad y una escasa presencia del empleo a tiempo parcial, valores que habitualmente están por encima de la media europea. Además, la población desempleada tiene los siguientes rasgos: la tasa de paro juvenil (15-24 años) dobla la tasa media de desempleo; el desempleo femenino se sitúa siempre por encima del masculino; la tasa de paro de la población de origen extranjero es significativamente más elevada; la tasa de paro es más alta entre las personas con menor nivel educativo; y existen diferencias significativas entre Comunidades Autónomas, siendo el patrón generalizado que las mayores tasas de desempleo sean en las regiones del sur (Andalucía, Extremadura) frente al norte peninsular (Navarra, Euskadi) (García Brosa y Sanromà, 2011).

4 Transiciones a la adultez en España

La reciente producción en antropología y sociología de la juventud, y específicamente, las aportaciones sobre las problemáticas asociadas a los procesos de transición de los jóvenes a la vida adulta, ha sido prolija tanto en España (Arnal et al., 2013; Casal, Merino y García, 2011; García Gracia, Casal, Merino y Sánchez, 2013) como en Estados Unidos (Berlin, Furstenberg y Waters, 2010; Settersten y Ray, 2010), América latina (Dávila y Ghiardo, 2011; Saraví, 2009a, 2009b), y a nivel comparativo entre diferentes países (Nascimento y Álvaro, 2014; Rumbaut y Martínez, 2012).

Siendo numerosas las perspectivas teórico-metodológicas que abordan la juventud, en estas páginas vamos a seguir de manera preferente las de los itinerarios y las biografías, y específicamente, los conceptos de evento, itinerario y transición. Por un lado, el itinerario vital está constituido por las elecciones y las decisiones del individuo bajo determinaciones estructurales del entorno socio-histórico y de orden cultural y simbólico. El itinerario se trabaja como la sucesión no desligada de eventos puntuales de la vida cotidiana con el objetivo de enfatizar la interpretación de dichos sucesos en el contexto del pasado (itinerario recorrido) y las expectativas de futuro (itinerario probable).

La transición viene definida como el conjunto de procesos biográficos de socialización que, de forma articulada entre sí, intervienen en la vida de las personas desde que asumen la pubertad y que proyectan al sujeto joven hacia la consecución de la emancipación profesional, familiar y residencial y a la adquisición de posiciones sociales. Específicamente, nos centramos en el proceso de transición de la escuela al trabajo de los jóvenes residentes en Colindres, primero, como fórmula para entender cómo las lógicas globales —el impulso de acumulación del capitalismo— transforman y hallan su expresión en múltiples lógicas locales y regionales (Narotzky, 2004, p. 20), y segundo, como fórmula para reflexionar sobre el éxito y tenacidad del proyecto neoliberal en aquella labor (Peck, 2012, p. 9). En definitiva, la juventud nos interesa porque nos habla de la sociedad contemporánea y nos permite observar cómo operan los aspectos microsociales (el llegar a ser empleable y activo como naturalización de la responsabilidad del individuo en proporcionarse bienestar) en su articulación con los cambios estructurales (precarización y flexibilización del mercado laboral). La juventud nos atañe para reconstruir los eventos que permiten la articulación entre el presente neoliberal —y en este caso su proyecto a nivel laboral— y los mundos de vida familiar y comunitario de los jóvenes.

En definitiva, la juventud es el tramo biográfico en el que, en una mayoría de casos, las personas adquieren las disposiciones necesarias para la reproducción social, esto es, incorporan de manera individual relaciones sociales que, aun conteniendo transformaciones y prácticas creativas, se adecúan a una lógica dominante.

5 La articulación del presente neoliberal y los eventos transicionales de los jóvenes

La investigación que se presenta en estas páginas documenta un fenómeno que ha sido constatado en diversas partes del mundo: el incremento de participación de la población en actividades de servicio y comerciales, y el aumento de empleos precarios, informales y flexibles. Específicamente, Colindres es un municipio que ofrece una importante oferta de empleos con las mencionadas características relacionados, entre otros, con la industria de la pesca y la conservera, el turismo estacional (hostelería, restauración y mantenimiento de segundas viviendas), o el cuidado de personas dependientes (niños y ancianos), empleos en los que, por otra parte, las mujeres son objeto de contratación preferente.

A continuación, tomando la información registrada en las entrevistas realizadas en 2013, 2014 y 2015, analizamos las trayectorias formativo-laborales de los jóvenes de Colindres a través de tres eventos transicionales clave: 1. La socialización de origen (el contexto en el cual el joven aprende observando y viviendo las decisiones de sus padres-tutores) y las expectativas laborales que aquella genera (qué creen que van a poder elegir los jóvenes en cuanto a su futuro profesional se refiere); 2. Los procesos de búsqueda y consecución del primer empleo, o lo que es lo mismo, cómo se van articulando las primeras decisiones laborales de los jóvenes con las decisiones de otras personas de su entorno inmediato; y 3. Los hábitos de trabajo y consumo del nuevo adulto.

5.1 La socialización de origen y las expectativas de los jóvenes: las decisiones de otros

Sandra2, estudiante de 4º de la ESO de Diversificación en el momento de la entrevista inicial, tuvo su primera experiencia laboral en las vacaciones de primavera de 2013. Durante tres días estuvo “desbollando” cabezas de bocarte a jornada completa (8 horas): “ha sido muy cansado”, nos comenta, “muchas horas trabajando de pie”. Al igual que su abuela materna hizo con su madre, esta llevó a Sandra a la fábrica de conservas donde la madre “heredó” el puesto de la abuela. Sandra nos dice que, en las tareas de descabezado, únicamente hay mujeres:

Llega el pez, entonces coges el bocarte y le vas quitando la cabeza con las manos… le quitas la cabeza y la tiras a un barril, y el pez lo pones como en unos cestos. (…) Primero estaba con mi madre y luego yo sola. (Sandra, entrevista personal, 18 de abril de 2013)

A partir de esta experiencia, Sandra se plantea trabajar en la fábrica “siempre que la llamen” e incluso se pensaría trabajar en ella de manera indefinida si tuviera la oportunidad, tal y como hicieron su madre y su abuela. Este próximo verano tiene planeado buscar trabajo: “debajo de mi casa, hay un bar que lo lleva un amigo de mi padre. (…) Yo ya lo he hablado con él, pero el amigo de mi padre me ha dicho que lo tiene que hablar con mi padre”. Aún con todo, Sandra sigue teniendo como objetivo estudiar un ciclo formativo medio de Educación Infantil.

A Merche se le dan “muy bien” las matemáticas y, por ello, en el momento de la primera entrevista en 2013, quería terminar 4º de Diversificación y empezar un ciclo formativo de Administración. Dos años más tarde, Merche está cursando un ciclo formativo de Cocina con el objetivo de “aprender a cocinar para poder entrarme a un bar o a un restaurante”. Hija de padres con nacionalidad de un país sudamericano, Merche no se ve capaz de acompañar a su madre en uno de los múltiples empleos temporales de esta última, el descabezado:

Y ahora mi madre está yendo a esto de la pescadería [fábrica de conservas], descabezando cabezas, (…) es ahora la temporada, la pueden llamar hoy diciendo que vaya mañana, (…) le hacen contrato y ella va y le dejan traer el pescado que sobra y todo. (…) Mi madre, cualquier trabajo, se avienta. (…) A mí me da igual trabajar allí, pero es más que te agarran [contratan] por experiencia, y tienes que ser rápido en eso [el descabezado de bocarte], porque si te demoras, se te queda un montón [de pescados] ahí… y sí, mi madre me ha enseñado cómo pelar un pescado y tal, porque le he preguntado, jolín, pero estar ahí rapidito, no me veo. (Merche, entrevista personal, 7 de mayo de 2015)

Los padres de Merche no la están presionando para trabajar, pero ella tiene claro que tendrá que hacerlo pronto por las necesidades que hay en su casa. “Estamos mejor acá que allá”, nos comenta cuando compara su situación familiar en Colindres con la que era en su país de origen; “por lo menos aquí comemos algo, porque nos ayuda Cáritas y todo eso, porque allá no hay nadie que te ayude”. Su padre trabaja cocinando, limpiando y arreglando “cosas” en un camping “desde marzo hasta el final del verano” y, durante el invierno, “casi nunca tiene trabajo, hace chapuzas. (…) Primero trabajaba todo el año y ahora la crisis ya ha llegado y, además, como es invierno, hay poca gente”. Las épocas en las que su padre está desempleado son las épocas donde su madre tiene la mayor actividad colaborando formalmente para una empresa dedicada al cuidado de personas adultas dependientes:

Cuando mi padre no trabaja, lo que hace es llevar a mi madre… porque mi madre este invierno está yendo a limpiar las casas de viejitos… así, por ejemplo, le tocaba ayer en Ampuero, le tocaba una hora estar allí y otra hora estar en Laredo… y el que la llevaba era mi padre… Y cuando no está mi padre, no va, si no hay coche, no trabaja, no sabe conducir… Algunas veces no tiene que limpiar, más que todo tiene que hablar con el señor anciano… es para que le acompañe más que todo… Muchas veces le ha tocado bañar a viejitos que pesan… pero mi madre está allí porque no encontraba trabajo, y mi madre, como es muy de limpiar y tal, pues la agarraron y siempre la llaman porque mi madre trabaja muy bien, y además, los ancianos hablan muy bien de ella. (Merche, entrevista personal, 7 de mayo de 2015)

Si pudiera elegir, a Merche le gustaría ser “profesora” aunque entiende que cursar estudios universitarios supone un “dineral” que su familia no puede afrontar. En el último año, Merche ha trabajado cuidando al hijo de 3 años de una amiga de su madre. Le pagaron 80 euros por dos semanas con los que compró “a su madre” una olla a presión.

Manuel, de 3º de Diversificación, quiere estudiar un ciclo formativo de monitor deportivo para explorar después las salidas profesionales de entrenador “multideporte”. En su caso, es su padre quien “tiene un bar”. Durante al menos dos días a la semana, Manuel visita a su padre en el bar y, “cuando hay mucha gente, y [el padre] está agobiado, pues le ayudo”. Nos comenta que la mayoría del tiempo ayuda “a sacar los platos de la cocina al bar”. Aunque no recibe ningún tipo de remuneración por ello, su padre le “da algo de dinero cuando se lo pido para comprar gominolas, ropa deportiva, videojuegos…”. Sin embargo, hace poco, su padre habló con él y le dijo que este próximo verano “tengo que ayudarle”, de manera que “a lo mejor mi padre me llama por primera vez, me pagaría”. Si se cumplen las expectativas que tiene en trabajar junto a su padre, Manuel tiene pensado sacarse con el dinero que obtenga el carné de conducir, comprar una bicicleta y viajar.

Rodrigo, también estudiante de 3º de Diversificación, está muy ilusionado con ser un profesional del atletismo (monitor o entrenador). A pesar de ello, entiende que las perspectivas laborales son “malas” ya que “no hay mucho trabajo”. Su madre, quien tiene trabajo indefinido en una fábrica de conservas, aún no le ha ofrecido ir a trabajar allí, pero, nos dice, “si lo hiciera, iría… Es dinero y todo lo que sea dinero…”. Rodrigo quiere ahorrar para comprar ropa deportiva y sacarse el carné de conducir. “Si tuviera coche”, nos insiste, “trabajaría de cualquier cosa, me da igual, de lo que salga, de taxi si hace falta”. Sin embargo, el primer empleo de Rodrigo ha sido sustituyendo durante unos días al entrenador de atletismo que comparten su madre y él, en este caso, dirigiendo los entrenamientos de los niños de Colindres que practican ese deporte. A pesar de que no tiene claro ni cuánto ni cómo, Rodrigo reconoce que el dinero se “lo van a dar por debajo”.

Aunque los casos de Sandra, Merche, Manuel y Rodrigo contienen numerosos aspectos a analizar, se han seleccionado en esta ocasión por tres aspectos fundamentales. En primer lugar, se trata de una parte de las biografías de los jóvenes en la que sus experiencias laborales se construyen a partir de las decisiones que toman otros por ellos y, en cierto sentido, están planeadas: las madres de Sandra y Merche, el padre de Manuel o la madre y el entrenador de Rodrigo deciden el momento y la forma de la primera experiencia laboral de los jóvenes.

En segundo lugar, los jóvenes, aun teniendo expectativas para trabajar en las profesiones asociadas a los ciclos formativos que esperan estudiar, entienden que la situación económica es “mala”, y reconocen que aspiran a trabajar “de lo que salga” con tal de conseguir su propio dinero. En general, son empleos informales en el sector servicios (hostelería, limpieza, cuidado de personas dependientes) que se dan en el propio municipio y alrededores; de este modo, la mayoría de los jóvenes entrevistados pretende trabajar “de lo que sea” los veranos, siendo las ocupaciones más habituales la de camarero “porque llegan muchos turistas”, o limpiando apartamentos o portales de comunidades que en Cantabria oriental (Laredo, Santoña, Noja, etcétera) se activan en época estival.

En tercer lugar, el material registrado en las entrevistas muestra nítidamente cómo los jóvenes han estado y están socializando en la familia de origen las actuales prácticas laborales flexibles de las generaciones más adultas de asalariados, desde el empleo “para todo” del padre de Merche en el camping hasta la disponibilidad inmediata de las mujeres cuando el pescado llega a las fábricas conserveras, pasando por la movilidad por cuenta propia en intervalos de una hora de la madre de Merche. Nos resulta especialmente significativo el contexto laboral en el cual Sandra —también Merche en menor medida— aprende a manipular el bocarte: entre las cuatro paredes de la firma —que diría Godelier—, la joven estudiante consigue su primer sueldo precario bajo la atenta e inmejorable supervisión de su propia madre, contexto que, sin lugar a dudas, supone una singular expresión de cómo el individuo de la generación más joven interioriza disposiciones laborales flexibles salarial y temporalmente dentro de relaciones sociales significativas en el marco de la cultura local de Colindres.

5.2 El primer empleo y sucesivos: la articulación de las decisiones propias y las decisiones de otros

Hace tiempo que Silvia, estudiante de 4º de la ESO, empezó a compaginar estudios y trabajo. Desde la primera entrevista en 2013, Silvia no ha faltado a su cita con el mundo laboral durante las vacaciones de verano. Su primera experiencia remunerada fue en el verano de 2012: una amiga que trabajaba en un bar de Laredo le avisó que los propietarios necesitaban alguien para “estar en la barra”. Así, con 16 años, Silvia recibió su primer salario informal con el que compró ropa y un móvil. Ese mismo verano, “cuando mi madre iba a limpiar alguna casa [de gente conocida], iba con ella”. Incluso una vez, nos cuenta Silvia, limpió una casa ella sola. Finalmente, ese verano de 2012 consiguió un trabajo estable “en los chinos” (tienda de productos varios): una amiga de origen extranjero que trabajaba allí le pidió que “cuidara” su trabajo mientras ella viajaba a su país, pero “resultó que ella no volvió y nada, me quedé todo el verano”.

En los veranos de 2013 y 2014, Silvia trabajó en “la fábrica de pescado” de Colindres. Unas amigas le avisaron de que la empresa buscaba gente, “me fui a apuntar y me cogieron”. Silvia nos comenta que esta información “se sabe, con que una persona sepa que buscan gente, pues ya una se lo dice a la otra, la otra a la otra, y así”. Silvia estuvo dos meses cada verano descabezando y limpiando anchoa y verdel ocho horas diarias a 7 euros cada una. El dinero fue destinado a colaborar en su casa, a comprar un teléfono móvil de última generación, y a ahorrar para un viaje internacional.

Sobre el próximo verano, Silvia tiene claro que tiene que trabajar: “de momento, no me he planteado nada, pero algo saldrá, siempre hay alguien que quiere que le limpies la casa”. Aunque le gustaría trabajar en alguno de los cuerpos de las Fuerzas de Seguridad del Estado, Silvia asegura que, “terminando de estudiar, aceptaría cualquier trabajo. (…) Hay tanta gente con estudios y no tiene trabajo, o mucha gente que he trabajado yo con la pesca, ya formada, pero no encuentra nada”.

Vanesa tiene claro desde la primera entrevista (2013), cuando estudiaba 3º de la ESO de Diversificación, que quiere ser fotógrafa y en ello viene poniendo su empeño en los dos últimos años, en los cuales ha acabado la ESO y ha entrado a cursar un ciclo formativo de Diseño Fotográfico. Sobre ello, la joven nos comenta que “ahora es el tiempo en que debo estudiar, y depende de eso va a ser mi futuro: si yo no estudio, pues nada; pero si estudio, puedo conseguir todo lo que quiera”. Esta extraordinaria claridad en una estudiante de su edad no impide que Vanesa quiera trabajar cada verano “de lo que sea para ganar dinero y ahorrar”:

Este verano voy a esperar a que llamen para lo de la anchoa, ya me he apuntado en el paro, hay muchas chicas que lo hacen (…). También quiero cuidar niños, es que yo tengo en la iglesia [evangélica] un amigo y él tiene un negocio [tienda], y yo le pregunté si tendría trabajo para mí y me dijo que no porque era menor de edad, pero le dije que si sabía algo de cuidar niños, que me avisara (…), mi tía conoce a mucha gente que tiene niños. (Vanesa, entrevista personal, 7 de mayo de 2015)

Vanesa también trabajaría de camarera y tampoco le importaría limpiar chalés. De hecho, su primer contacto con el mundo del trabajo fue el día que acompañó a su madre a limpiar una segunda vivienda. Aunque su madre mantiene una relación contractual estable con una empresa de cuidado de personas dependientes, realiza trabajos extra de limpieza de viviendas residenciales cuando se lo piden personas conocidas. Finalmente, Vanesa ha trabajado los dos últimos años cuidando a su sobrina a cambio de la simbólica cantidad de 20 euros al mes. Aunque lo hace “por gusto y no por interés”, Vanesa está ahorrando el dinero para comprar una “buena” cámara fotográfica y viajar a su país de origen.

Los eventos transicionales descritos en los párrafos precedentes registran nítidamente un fenómeno social ampliamente caracterizado (Moreno, 2009; Saraví, 2009a): la mayoría de los jóvenes obtiene el primer empleo y los sucesivos a través de su red de familiares, amigos o miembros de la comunidad inmediata. La combinación de las decisiones propias con las decisiones de otras personas cercanas a los jóvenes propicia que la asunción de los empleos precarios e informales se produzca de manera natural, con la seguridad de que no se va a plantear ningún tipo de demanda laboral que perjudique al pagador.

Los amigos y las amigas de Silvia y Vanesa que las avisaron para apuntarse en las listas de las fábricas conserveras, para trabajar en un bar o para trabajar en una tienda constatan que el grupo de pares, los clubes deportivos y las iglesias son ámbitos privilegiados de (re)producción de capital social entre los jóvenes de Colindres. Así, instituciones como la iglesia protestante de Colindres, la agrupación de testigos de Jehová o Cáritas sirven como plataformas para la construcción de diferentes redes sociales a través de las cuales los jóvenes —sobre todo los de origen extranjero— comparten información sobre empleos, se apoyan en el cuidado de niños, se asesoran sobre diferentes trámites administrativos relacionados sobre todo con la adquisición de la nacionalidad española, o se prestan dinero (Szwarcberg, 2012). Merche describe nítidamente la formación de estas redes cuando le preguntamos por “las listas del pescado”: “Si tú quieres trabajar, tú tienes que ir a esa empresa a apuntarte. (…) Una amiga la avisó [a su madre] y tal, y fue ayer a apuntarse. A esa amiga, mi madre la conoció por otra amiga, y la avisó porque ella [la madre de Merche], igual cuando hay trabajo, también avisa ella”. (Merche, entrevista personal, 7 de mayo de 2015)

Finalmente, esta conjunción de capital social, informalidad y localización contribuye a generar contextos sociales en los cuales tienen lugar interacciones clave en la articulación del presente neoliberal y las experiencias de la gente y, consecuentemente, en la reproducción de una diversidad de formas de relación trabajo-capital con el común denominador que son construidas a través de la necesidad del individuo de ganarse la vida y de la necesidad del capital de garantizar la máxima extracción de excedente (Narotzky, 2004, pp. 302 y ss.).

5.3 El nuevo trabajador y consumidor: las decisiones propias

Susana, estudiante de 4º de la ESO, vive con su madre y con otra persona a la que subalquilan una habitación y con la que comparten los espacios comunes de la casa —cocina, baños y salón—. La madre de Susana ha tenido numerosos empleos los tres años de las entrevistas relacionados con la industria conservera y, sobre todo, la limpieza: un hotel en los veranos, portales de primeras viviendas en una empresa cuya propiedad es de un amigo de la familia, segundas viviendas “para hacer un favor a alguien”, y últimamente, un grupo de amigas de diversas nacionalidades se han organizado para localizar personas a través de internet a las que les interese que les limpien su vivienda y repartirse los trabajos.

La vida de Susana ha cambiado “mogollón” (mucho) en los últimos dos años. Desde que le realizamos la primera entrevista hasta la segunda y tercera, ha pasado de ser una joven alumna de instituto a una adulta trabajadora que también trata de sacar sus estudios de Formación Profesional en Administración y Gestión adelante. Aunque Susana dice que no trabaja por “necesidad”, la consecución del empleo a través de redes de amigos de su familia de origen, hace de ella una trabajadora precaria, flexible y pluriactiva, y consumidora low-level. Una amiga de su madre preguntó por ella para trabajar en un bar que la primera había alquilado en el mismo Colindres. Aquello que entre la madre de Susana y la amiga ha quedado como un favor de la segunda a la primera, se puede categorizar como relación de explotación por la cual la amiga obtiene de Susana 5 horas diarias (entre 8 y 10 horas los sábados y domingos) de trabajo en un bar por una cantidad variable que siempre se sitúa entre los 250 y 290 euros al mes3, y con un horario que depende de la hora de cierre del establecimiento. Aunque la relación no está regulada por contrato, la amiga argumenta que Susana “está de aprendiz”. Y efectivamente, la joven ha aprendido en pocos días a atender detrás de la barra, a servir comidas, a realizar tareas de cocina y a limpiar todas las áreas del bar (cocina, baño, barra, zona de clientes). Susana nos comenta que “hay fines de semana que se gana bien” y considera que sería “normal que algo más [se] me pague”. Sin embargo, a Susana le “da un poco de vergüenza y de miedo” comentar su situación con la amiga de su madre “ya que es ella la que me ha metido en esto”. Del dinero que consigue cada vez, Susana aporta un tanto por ciento a la unidad doméstica: “le doy 50 euros a mi madre, le doy por ejemplo para el internet, el agua viene todos los meses, la luz… y luego, que si pagar mi móvil…”. Desde luego, el trabajo está afectando en el rendimiento académico, hasta tal punto que Susana nos dice que, aunque es “feliz” y está “tranquila”, “me está costando la vida”.

Antes del tiempo que se les presupone a los jóvenes, Susana se ha convertido en trabajadora asalariada y, desde el punto de vista de los estudios sobre juventud, en persona adulta que empieza a tomar sus propias decisiones y a ocupar un rol diferente en la sociedad como consumidora de baja intensidad. Por un lado, lo interesante de este caso es observar cómo Susana ha adquirido todas las técnicas laborales propias del presente neoliberal que vivimos: cobra un salario por debajo del mínimo interprofesional; no cotiza a la seguridad social; colabora en diferentes actividades dentro del nicho laboral de la hostelería; no genera conflictos con el patrón-amigo; está disponible en cuanto horarios, turnos y días; etcétera. Y lo más extraordinario es que ha adquirido estas técnicas en un contexto de relaciones localizadas basadas en principios económicos alejados a priori del proyecto neoliberal.

Por otro lado, la “necesidad” de trabajar de Susana se asocia directamente con los ingresos que el trabajo puede aportar. Por evidente que parezca, esta percepción implica una importante observación que compartimos con Gonzalo A. Saraví (2009a, p. 232): el trabajo se convierte para los jóvenes en fuente de identidad que sale de la esfera de la producción —aquello que denominamos trabajo vocacional o la asociación del trabajo a un oficio— para insertarse en la esfera del consumo. La ciudadanía ya no va a ser definida como la práctica “comunitaria” por la cual las personas adquieren el compromiso social y político de trabajar juntas para dar forma al mundo en el que viven, sino que ser ciudadano se reduce a un asunto privado, un acto solitario de consumo en el que el individuo elije y toma decisiones únicamente de modo individualista (Giroux, 2003, pp. 52-3; Torres Santomé, 2001, p. 32).

6 Discusión: Trayectorias formativo-laborales precarizadas, entre lo planeado y lo improvisado

El éxito del proyecto neoliberal laboral reside en que, a nivel micro, opera con la “complicidad” de las personas, consecuencia de la inseguridad en todos los niveles de asalariados y de la amenaza permanente del desempleo (Bourdieu, 1998). El miedo a perder las fuentes de ingreso genera una situación en la cual los trabajadores, no sólo demandan menos a sus empleadores, sino que también aceptan bajadas de salario, trabajo extra no remunerado, etcétera (Collins, 2005, p. 252). Si algo llama poderosamente la atención del neoliberalismo es su capacidad para haber conseguido naturalizar su discurso entre la población empleable. Es más, como hemos intentado describir, las personas llegan a asumir como una responsabilidad propia la carencia de recursos o ingresos, optando en una mayoría de ocasiones por estrategias individualizadas —definidas como emprendimiento por el orden neoliberal— que, entre otras cosas, destruyen la solidaridad de clase, la profesionalización y la estabilidad del ingreso.

En el caso de los jóvenes que han crecido en este contexto, algunos aspectos que hemos observado son los siguientes. En primer lugar, los jóvenes estudiantes ya tienen incorporados a su acervo cultural la denominada cultura del esfuerzo y del emprendimiento, y ya manejan unas expectativas precarizadas, ambas cuestiones ligadas a la influencia que las agencias de socialización ejercen sobre ellos: familia, grupo de pares, comunidad inmediata, escuela, medios de comunicación. Observamos que, como en los casos de Merche o Susana, desde edad temprana, los jóvenes asumen que están dispuestos a trabajar en “lo que sea”, en los tiempos que sean, y en las condiciones que sean. Las expectativas de relacionar lo que estudian con lo que les gustaría trabajar desaparecen en el momento de la presencia de una oportunidad laboral —no tanto buscada como encontrada gracias a las redes familiares y comunitarias— que se traduzca en ingresos monetarios.

Esto tiene que ver con la socialización de origen, con los aprendizajes en el seno de la familia. La mayoría de los jóvenes entrevistados han conocido el mundo del trabajo a partir de la observación y experimentación de las prácticas laborales de sus progenitores-tutores. Con ellos han aprendido de primera mano —como los casos de Sandra o Manuel— todo lo relativo a la flexibilidad que es necesaria en sus respectivos trabajos en la hostelería, la industria conservera, los servicios de limpieza de viviendas, por poner los tres sectores que copan las actividades que ejecutan los jóvenes en su primer contacto con el mundo laboral en Colindres. Con ellos han aprendido a adaptarse a la estacionalidad de los tres sectores, a la llegada a puerto del pescado, y a la llegada de los vecinos de segunda vivienda y turistas en general.

En segundo lugar, algunos jóvenes llegan a su primer empleo en un entramado de relaciones sociales precarizadas, esto es, consiguen sus trabajos en el contexto de una red de relaciones que involucra decididamente a su familia, a sus amigos y a otras redes sociales ligadas a instituciones, sobre todo, religiosas, pero también deportivas. Esto implica que muchos empleos estén imbricados en relaciones de reciprocidad, que obligan al joven —como en el caso de Susana— a mantenerse en el trabajo por “deudas” adquiridas por la familia. Por otro lado, no en todas las familias las relaciones sociales funcionan como capital social con efectos multiplicadores sobre las posibilidades de valorización de los capitales económico y cultural. Al respecto, hemos detectado una diferencia sustancial entre jóvenes autóctonos y jóvenes de origen extranjero. Estos últimos encuentran en el grupo de pares y en las iglesias de diversas confesiones el acceso a la participación en redes sociales que facilitan la apertura de rutas al mundo laboral.

Paralelamente, los primeros empleos están significativamente asociados a la existencia de una oferta informal cuyas condiciones son puestas por personas —propietarios de inmuebles, propietarios y/o arrendatarios de pequeños negocios, trabajadores por cuenta propia— que, como en el caso de la jefa de Susana, implementan y desarrollan la precariedad y la flexibilidad hasta el límite. En otras palabras, hemos constatado la existencia de un sentido común que naturaliza la búsqueda del máximo beneficio por encima de cualquier otra consideración, como el ejercicio de los derechos laborales. De esta manera, por un lado, Susana, aunque empieza a dudar, entiende como legítimo su salario; por otro lado, la amiga de su madre entiende que ha de extraer el mayor rendimiento de la hija de su amiga: “está aprendiendo”. Merche, por otro lado, nos aporta el elemento extraordinario asociado a su origen extranjero: “¿No ves cómo estamos?”, nos reclama la joven estudiante:

Hay un montón de crisis, no hay trabajo, dicen que va a acabar pero, ¿cuándo va a volver eso? Cuando yo vine, no era así, ¿eh? Mi madre trabajaba y se ganaba su dinero, pero ahora, ¡mira! Mi padre mismo me dice que antes no era así porque trabajaba y ganaba bien pero ahora, ¡hasta explotan a los que no tienen papeles! Te pagan menos porque no tienes papeles… mi padre sí [que tiene], pero mi padre tiene un amigo que no tiene papeles y cobraba mucho menos que mi padre. (Merche, entrevista personal, 7 de mayo de 2015)

En tercer lugar, algunos jóvenes han transitado en dos años al mundo laboral y ya pueden ser considerados trabajadores precarizados y, “con suficiente suerte, con ingresos suficientes” (Barkin, 1999, p. 16), consumidores low-level. El trabajo no constituye un fin en sí mismo, sino un medio. El dinero, como en el caso de Rodrigo, se convierte en un elemento de gran centralidad y atracción en el sentido de que se utiliza para expandir las posibilidades de consumir productos asociados a “las connotaciones simbólicas que acompañan e intervienen en los procesos de construcción identitaria” (Saraví, 2009b, p. 100). En este sentido, podemos señalar que, seguramente debido a su condición de dependientes del regazo familiar, el consumo de los jóvenes se vincula con sus intereses y preferencias personales, con acceder a medios de comunicación e información, a telefonía y equipos informáticos, vestimenta y accesorios de moda, etcétera. Estamos haciendo referencia a sujetos neoliberales en el sentido de que las prioridades de consumo se desplazan de los proyectos colectivos (familiares) a los proyectos del individuo. El individualismo aquí no significa que los sujetos actúen de acuerdo a sus facultades definidas libremente, sino que responden a deseos y aspiraciones diseñados en gran medida por el peso de los medios de comunicación y el grupo de pares.

Finalmente, las entrevistas y la observación en el municipio de Colindres nos permiten señalar un haz de trayectorias formativo-laborales que oscilan entre aquellas con una mayoría de eventos planeados y aquellas que se construyen de manera más improvisada y, consecuentemente, refuerzan a los jóvenes “en sus posicionamientos más inseguros de cara al futuro” (Nascimento y Álvaro, 2014, p. 28). No hablamos de categorías polarizadas sino de jóvenes que viven cotidianamente eventos socio-laborales que, en ocasiones, forman parte de decisiones posibles, programadas, previstas sea por ellos mismos o por otras personas (por ejemplo, el caso de Sandra cuando quiere entrar a trabajar en el bar del amigo de su padre), y que, en otras ocasiones, son decisiones que son sobrevenidas y están moldeadas por la irrupción del acontecimiento, del azar o la suerte, como por ejemplo, cuando Silvia sigue trabajando en la tienda porque la amiga a la que está sustituyendo no regresa del viaje a su país de origen. Desde luego, esta interpretación tiene en cuenta que nuestros registros han sido tomados en el inicio de las trayectorias laborales, tramo en el que se suelen dar unas condiciones homogéneamente precarias. Ahora bien, los autores, en la medida en que podamos continuar con el seguimiento longitudinal planificado, esperamos reforzar la hipótesis de las dos velocidades (Saraví, 2009a, p. 46): por un lado, los jóvenes pertenecientes a los sectores menos privilegiados encadenarían desventajas a nivel formativo, laboral, familiar y residencial que posicionarían al futuro adulto en situaciones de vulnerabilidad social; por otro lado, los jóvenes socioeconómicamente más privilegiados protagonizarían posiciones de éxito social (Casal et al., 2011, p. 1157).

7 A manera de conclusión

Las personas constituyen el engranaje social para trasladar proyectos macroeconómicos al nivel micro, al nivel local. Pero, ¿cómo se reproduce el proyecto neoliberal? En el presente artículo hemos expuesto como una de las razones principales del éxito de neoliberalismo —conseguir la acumulación por desposesión a un elevado nivel de legitimidad— es que los jóvenes —las personas dependientes del mundo adulto en algún grado— lo naturalizan en el periodo de transición del sistema educativo al mercado de trabajo, proceso que incluye tanto eventos planeados como eventos improvisados. El texto ha tratado de documentar, a través de un estudio de caso cómo —en el contexto de las aceleradas y profundas transformaciones socioeconómicas dadas en España en los últimos 25 años— las disposiciones laborales precarizadas: 1. se aprenden en el seno de la familia de manera que las personas adultas socializan a sus hijos en el trabajo precario y flexible; 2. se aprenden en el seno de la comunidad inmediata: las redes familiares y comunitarias apoyan y convencen a esos mismos jóvenes a aceptar empleos precarios; paralelamente, las personas que ofertan los empleos buscan el máximo beneficio para ellos; 3. se aprenden en el mundo del trabajo: las personas más jóvenes aceptan como legítimas las condiciones precarias en un contexto localizado en el que se combinan —en función de otros factores— la necesidad de ganarse la vida y la entrada en el mundo de las decisiones en libertad que supone el consumo, aunque este sea de baja intensidad.

Por todo ello, el análisis de los individuos a través de sus transiciones formativo-laborales constituye, a nuestra manera de ver, un espacio privilegiado para entender la manera en que se construye el sentido común neoliberal. Asumiendo la enorme responsabilidad que en la asunción de dicho repertorio cultural tienen las instituciones macro, tales como los gobiernos regionales y nacionales, las instituciones supranacionales, los sistemas educativos o los medios de comunicación, resulta cuanto menos revelador detallar los procesos de interiorización del neoliberalismo que son consecuencia de la participación de las propias personas asalariadas en los procesos laborales. Se trata sin duda de una responsabilidad más o menos involuntaria, más o menos intencional, la cual se produce y reproduce a través de eventos laborales que, de manera unas veces planeada y otras tantas improvisada, son socializadas de la generación más adulta a la más joven, asegurando así la reproducción exitosa del modelo en contextos socioculturales dispares. En definitiva, esas prácticas cotidianas acaban configurando esquemas de percepción que incorporan disposiciones laborales precarizadas, dando lugar al adulto requerido por el sistema: un trabajador-emprendedor precarizado, un consumidor de baja intensidad que busca la satisfacción de sus necesidades individuales y, en suma, un adulto que toma decisiones en un marco de incertidumbre y ausencia de oportunidades.

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