Reseña de Skoll (2016) Globalization of American Fear Culture: the empire in the Twenty-First Century

Review of Skoll (2016) Globalization of American Fear Culture: the empire in the Twenty-First Century

  • Maximiliano Emanuel Korstanje
Portada libro

Geoffrey R. Skoll (2016)
Globalization of American Fear Culture: the empire in the Twenty-First Century. Palgrave Macmillan.
ISBN: 978-113757033-8



La creencia en que el capitalismo se reproduce en forma rápida y desigual no es nueva, sobre todo desde el momento en el cual diversos movimientos filosóficos han discutido al marxismo y al postmarxismo desde diferentes ángulos en todo el mundo. No obstante, aún queda mucho para decir sobre la intersección entre el terrorismo y el capitalismo. Se nos ha enseñado a que el valor del trabajo es un aspecto positivo a proteger, mientras que el terrorismo es una amenaza para la sociedad. Para el imaginario colectivo, los terroristas son considerados casos de psiquiatría o personas con evidentes desórdenes mentales; empero, ¿hasta qué punto podemos decir que esto es tan simple?

En su libro más reciente, el profesor Emérito de la Universidad Estatal de Nueva York con sede en Buffalo, Geoffrey R. Skoll no solo intenta responder a esta pregunta, sino que continúa sus estudios ya publicados en una obra titulada Social Theory of Fear (Skoll 2010). Su tesis central apunta a señalar que el imperio estadounidense ha monopolizado una explotación sistemática dentro y fuera del país gracias a dos elementos centrales: el capital y el miedo. Desde su fundación, el gran coloso del norte se ha expandido defiendo la idea que el mundo es un lugar peligroso para vivir. Este discurso ha sido recientemente adaptado para mantener a la fuerza laboral interna y a los sindicatos bajo control, imponiendo, si se quiere, recetas económicas que de otra forma serían ampliamente rechazadas. El temor, por ende, es funcional a los intereses de una elite que en los últimos años ha decidido extender su hegemonía interviniendo en forma directa otras democracias autónomas, y al hacerlo han sentado las bases para la creación de un “temor global”. Los ciudadanos estadounidenses, en este proceso, no solo han sido testigos engañados de un proceso genocida de expansión que el propio gobierno les ha negado, sino que han crecido en una cultura que les mostraba que su mundo era el mejor de los mundos posibles. El sentido del peligro expresaba una realidad para todos aquellos que deseaban salirse por fuera de los límites de la sociedad de consumo. Durante años, esta forma de pensar ha aislado a Estados Unidos respecto del resto del mundo, a la vez que destruyó lentamente la capacidad crítica de sus ciudadanos.

En el primer capítulo, Skoll rastrea en forma brillante los elementos históricos presentes en la cultura americana que suponen el nacimiento del discurso del miedo como forma restrictiva, pero a la vez estimulante del ser-político. En este sentido, es importante destacar que la base misma de la explotación se encuentra en la teoría económica capitalista la cual asume que la fuerza de trabajo es un criterio que es expropiado por el tenedor del capital (capital-owner) y comprendido en el valor de intercambio del commodity. A la vez que ese intercambio se hace más importante, mayor es la explotación sobre las clases trabajadoras. Como resultado final, muchos tienen poco y poco se distribuyen la mayoría de la riqueza producida. En este estado de constante conflicto, el miedo funciona como un mecanismo de disuasión para que las demandas ciudadanas se dispersen o por lo menos no puedan ser organizadas como un todo coherente. El capitalismo sustenta un orden interno que puede auto-reproducirse en base a dos instrumentos, la represión y la ideología. Mientras, éste último, moviliza recursos tecnológicos para un control total sobre el ciudadano, una suerte de monitoreo constante que incluso vulnera su vida privada, para el primero, lo importante subyace en la necesidad de crear una alegoría de la necesidad en donde todo ciudadano se sienta representado. Esta alegoría hoy apunta a la seguridad como el elemento mediador de todos los ciudadanos con instituciones cuya función tiene un corte cada vez más explotador. El miedo dentro de lo que es “la guerra contra el terror” impide la auto-organización de los ciudadanos a la vez que debilita la negociación de los sindicatos por mejores salarios y condiciones de trabajo. En el capítulo segundo Skoll explica con gran erudición y buen manejo de fuentes, que la elite estadounidense ha necesitado desde siempre la creación de un enemigo externo sobre el cual poder dirigir sus mecanismos disciplinarios. En su momento el comunismo ocupaba el papel que hoy ocupa el terrorista. Aun cuando los actores cambian, los procesos parecen permanecer inmutables. En la tercera sección, se hace una revisión substancial sobre lo que el autor llama las cuatro guerras, Corea, Filipinas, Guerra Fría, y Vietnam. En un punto, EEUU estuvo involucrado en dos guerras mundiales con muchas más cantidades de bajas y daños, no obstante, agrega Skoll, en estas cuatro se fundamentó un carácter imperial especifico que ha combinado tácticas genocidas en lo exterior con discursos ilusorios en lo interno. En perspectiva, se escribe con sangre una suerte de “management de la explotación” por medio del cual Estados Unidos releva a Inglaterra como administrador de un capitalismo avanzado. El problema de la identidad y el consumo liberal se discuten en los capítulos cuarto y quinto. El periodo 1968-1973 ha sido de capital importancia para imponer un sistema de liberalización de los vínculos societales gracias a los cuales se adoptaron cambios sustanciales en las formas productivas y las economías de todo el mundo. Los intelectuales y pensadores de centro derecha, durante este período enfatizaron sobre la necesidad de depositar la confianza en la eficiencia del mercado llevando de esta forma la situación de los trabajadores a un estado de precarización y desregulación. Si bien, en un principio, los sindicatos mundiales jugaron un rol decisivo como opositores a estas medidas, no menos cierto es que su resistencia pronto cedió frente al poder del temor. Esta globalización del terror, el cual es tratado en los capítulos sexto, séptimo y octavo, suponía que la única forma de terminar con los enemigos de la democracia era expandir los ideales estadounidenses de libertad, movilidad y tolerancia. Desde el momento que los intereses de la elite capitalista eran dudosos, esta situación de intervención sentó las bases para un dilema de difícil resolución. Los usos tácticos que sugieren que la única forma de terminar con el terrorismo es la intervención directa en otras naciones, sugieren implícitamente que el terrorismo y el uso de la violencia se encuentran asociados, empero, esa intervención, lejos de resolver el problema, produce caos e inestabilidad política. Ello sucede porque los intereses reales de esa intervención se centran realmente en sistematizar eficientemente la explotación capitalista para naciones de corte agrario. La guerra contra el temor que lleva hoy día Estados Unidos esconde la necesidad de discutir los problemas reales de la ecología producidos por el capitalismo global, como por ejemplo el cambio climático. Por último, los capítulos 9/10 discuten hasta qué punto es posible terminar con esta cultural del temor con el fin de proteger el espíritu de la democracia. Skoll siente que su país Estados Unidos se transforma gradualmente frente a un estado totalitario que impone el consumo desmedido (ideológico) para acallar la crítica de sus ciudadanos, y que frente a la crisis económica mundial se decide a exportar el temor como forma complementaria de control.

Luego de una reseña minuciosa del contenido del presente libro, podemos confirmar que Skoll presenta un argumento bien fundamentado, el cual es producto de años de maduración y un pensamiento académico profundo. Su crítica sobre “la cultural del temor en EEUU” es fundamental para poder comprender las bases conceptuales mismas de cómo opera el capitalismo moderno. Es, sin lugar a dudas, una obra de consulta y referencia que expresa y combina una alta calidad con una reivindicación por las lecturas postmarxistas.

Para futuros abordajes, Skoll debería resolver aquel dilema formulado por Korstanje como “la dicotomía hobessiana de la política” en la cual se postula que el marxismo equivoca su diagnóstico sobre el rol que ha jugado el poder en la configuración del ethos social capitalista (en parte por desoír los avances de Max Weber en ese sentido). En otros términos, con Thomas Hobbes hemos aprendido el miedo jamás desaparece pues subyace en el corazón de la sociedad, solapado en todas instituciones y las relaciones mismas de sus ciudadanos, incluso en democracia. Aun cuando la producción es un elemento significativo en cómo se organiza la sociedad, no es determinante; ya que no existe nada como un fin de la lucha de clases o un progreso de la historia por medio de la lucha entre las clases. Ello sugiere que la sociedad no es pasivamente una entidad que es afectada por el miedo, sino todo lo contrario, ella la sociedad nace desde y es creada por temor. En el caso estadounidense, la cosmología puritana ha desarrollado en torno a ella una idea cerrada y clausurada del destino por medio de la predestinación. Por ende, el trabajador protestante debe demostrar que es merecedor de la salvación divina. La pobreza para él, a diferencia del católico, no solo es una muestra de pereza y condenación sino un lastre para su comunidad. El éxito del capitalismo descansa en la idea que los que sobreviven son mejores a quienes perecen y que la sociedad puede fortalecerse de esa forma. El darwinismo social ha sido una pieza ideológica clave en ese proceso. El éxito del proyecto capitalista dentro de EEUU que incluye a muchos grupos étnicos nos demuestra que el mundo no debe ser privado de él. Porque el mundo merece los valores americanos, es que los estadounidenses se sienten especiales y únicos. El consumo es secundario a este valor cultural fundante. Claro que si varias personas se sienten especiales ello sugiere una lucha de “todos contra todos” por demostrar su virtud. El capitalismo no funciona sin la imposición del darwinismo social en donde todos los participantes entran en pugna sin saber sus posibilidades reales de triunfo. Como en los realities donde de muchos participantes solo uno será el ganador, o de films como The Hunger Games (Jacobson, Collins y Gary, 2012), se observa un mensaje por demás particular y que explica porque aceptamos los ideales del capitalismo que fomentan desigualdad, el triunfo de pocos implica la ruina del resto. Como los trabajadores en la vida real, los participantes no son conscientes de que son explotados, pues es por medio del “narcisismo” que ellos desarrollan una imagen desmedida de sus probabilidades reales. Por medio del temor, el narcisismo desorganiza las relaciones sociales con el fin de que el proyecto capitalista pueda expandirse (Korstanje 2015).

Referencias

Jacobson, Nina; Collins, Suzanne (Productores) & Gary, Ross (director) (2012). The Hunger Games. Estados Unidos: Color Force.

Korstanje, Maximiliano Emanuel (2015). A Difficult World: Examining the roots of Capitalism. New York: Nova Science Publishers.

Skoll, Geoffrey (2010) Social Theory of Fear: terror, torture, and Death in a Post Capitalist World. New York: Palgrave Macmillan.