Reseña de Langarita (2015) En tu árbol o en el mío. Una aproximación etnográfica a la práctica del sexo anónimo entre hombres

Review of Langarita (2015) En tu árbol o en el mío. Una aproximación etnográfica a la práctica del sexo anónimo entre hombres

  • Livia Motterle
Portada libro

José Antonio Langarita (2015)
En tu árbol o en el mío. Una aproximación etnográfica a la práctica del sexo anónimo entre hombres. Bellaterra.
ISBN: 9788472907058



¿Qué lugar ocupa el estudio de la sexualidad en las ciencias sociales? ¿Qué importancia asumen las experiencias sexuales de los antropólogos y de las antropólogas en sus investigaciones? ¿Cómo es posible reivindicar los derechos sexuales propios y de los colectivos de pertenencia a través de las etnografías? Estas y otras cuestiones todavía poco exploradas en el campo de la antropología y, en general, de las ciencias sociales, se ramifican, entrelazándose, en En tu árbol o en el mío. Una aproximación etnográfica a la práctica del sexo anónimo entre hombres. Viviendo en su propia piel la innovadora y sugerente etnografía presentada en su libro, el autor analiza, desde diferentes prismas, las prácticas sexuales anónimas entre hombres y convierte en herramientas críticas tanto el proceso como los resultados de su investigación sobre este fenómeno conocido como cruising. En particular el autor reflexiona sobre los mecanismos de prohibición en espacios públicos (parque de Montjuïc, playas de Gavá y Sitges) de ciertas prácticas sexuales que escapan de lógicas heteromormativas para repensar imaginarios sexuales y mapear el territorio según las huellas del placer. En las mismas palabras del autor está guardada la intención que vertebra toda la obra: “Estas páginas pretenden ser una contribución que pueda conducir a nuevas perspectivas respecto a la gestión social del sexo.” (Langarita, 2015, p.15).

En el primer capítulo, El sexo de la antropología, José Antono Langarita, teniendo claro que la sexualidad es una construcción social, hecho cultural y fenómeno político, nos explica que no solamente es posible, si no necesario, politizar la sexualidad a través de la antropología, o, en otras palabras, sexualizar la antropología como acto político. Lugar de estigmatización, pero también de rebelión, el cuerpo del etnógrafo entra en los “escenarios de placer” como protagonista y no sólo como espectador. Es así que el autor justifica desde el principio su elección metodológica, es decir la decisión de poner su cuerpo al servicio de la investigación y su investigación a servicio de su cuerpo, ya que somos cuerpos situados (Haraway, 1991/1995) y sexuados:

La etnografía de las minorías sexuales no es el estudio del “otro” para muchos de nosotros: la experiencia homosexual no es un acontecimiento “exótico” para una buena parte de los antropólogos que se dedican al estudio de las minorías sexuales, sino una práctica cotidiana y es por ello por lo que nues

tras experiencias vitales se ven inevitablemente en el trabajo de campo (Langarita, 2015, p. 45).

Para desnaturalizar este “exotismo” homosexual, en el capítulo Homosexo en la sociedad industrial, Langarita nos ofrece unas pinceladas históricas de la construcción del estigma hacia el homosexual. Considerado parásito por los médicos, criminal por los juristas y demente por los psiquiatras, el cuerpo perverso del homosexual ha sido territorio de humillación, desprecio, castigo e exclusión. En particular, nos explica Langarita, en la activación de dispositivos de violencia y control social hacia “los anormales sexuales”, la alianza entre Medicina y Ley —reforzada por el papel omnipresente de la Iglesia— ha sido devastadora. A través de una completa y rebuscada literatura, llegamos entonces a comprender que la definición de lo “patológico” ha sido, de manera muy evidente en la época franquista, una táctica social para perseguir los homosexuales. Por otro lado, a través de las fuentes bibliográficas de investigadores sociales, comprendemos también que se trata de una estrategia todavía utilizada para regular todos aquellos deseos que escapan de reglas patriarcales heteronormativas, como, por supuesto, los deseos que inspiran las prácticas del cruising.

En el tercer capítulo, La ciudad como escenario de producciones sexuales, el autor entra en el análisis del fenómeno del cruising, trazando un mapa de este fenómeno ritualístico. Al igual que un mapa, también este tiene sus coordinadas: la sexualidad y el espacio público. De hecho, la intención es justamente señalar como la unión de estos dos vectores produce la concepción, producción y difusión de modelos de ciudades destinadas a parejas heteronormativas. El espacio público y el espacio del género no caminan entonces en binarios paralelos. Sus razones se cruzan y destinos también. Como apunta Manuel Delgado (2011), más allá de un lugar físico, el espacio público es un lugar ideológico, desde el diseño arquitectónico hasta la organización de las relaciones públicas, privadas e íntimas. Y como recuerdan Oscar Guasch (2000/2007) y David Schneider (1984), la sexualidad se utiliza para controlar y mediatizar las relaciones a partir del fuerte uso social que se ha encomendado al hecho reproductivo. Pero, espacio y sexo también están entrelazados a la hora de apropiarse de lugares públicos (parque de Montjuïc de Barcelona, playas de Gavá y Sitges) y vivirlos sexualmente. Langarita nos invita a explorar estas zonas, de tal manera que podemos recorrer los diferentes espacios (de espera, de encuentro, de sexo) que caracterizan las prácticas del cruising. Oscuras, silenciosas, secretas, de fácil acceso y vacías de relaciones sentimentales, estos escenarios acogen un ritual, que, como tal, tiene sus normas, códigos, públicos.

Es justamente en el cuarto capítulo que el autor analiza el cruising fenómeno ritualistico, expresado en y gracias a los cuerpos de quienes en este ritual participan. El silencio retumba como elemento marcador del ritual y de la vida misma de los homosexuales. El silencio, nos explica Langarita, es símbolo identificador tanto de la comunidad del cruising como del colectivo gay, funcionando como protección de aquella intimidad que las reglas de la heterosexualidad aspiran a violar. A la ausencia de palabra corresponde, en este ritual, una evidencia de lo corporal: la mirada intensa y fija, la forma de caminar lenta, la exhibición del pene, son marcadores fundamentales del desarrollo del ritual.

En el último capítulo, Maricas, moros y sidosos, el autor llega a reconocer otra característica (contradictoria) del ritual en cuestión. Presentándose y creándose como espacios para los excluidos —aquellos que no pueden acceder a espacios de alto estanding como discotecas, saunas o bares— las zonas del cruising son lugares donde factores tales como la edad, el aspecto físico, el origen, la clase, acaban convirtiéndose en factores capaces de perpetuar la misma lógica excluyente presente en la comunidad gay hegemónica. No se puede separar la sexualidad de la historia, la clase social o la etnia como si de elemento independientes se tratase, recuerda Kath Weston (2011). Estas cuestiones llevan el autor a cerrar el capítulo con una necesaria desnaturalización de la relación entre sida y cruising. El riesgo mayor no reside en el sida, si no en la cultura del miedo hacia los homosexuales. “El sida es una cuestión científica, pero también política”, subraya Langarita (p. 209). De allí su preocupación de que “los programas de prevención de enfermedades de transmisión sexual deben ser también programas contra la homofobia para que la intervención pueda ser integral, global y transformadora” (p. 223).

Lo que hace innovadora la obra de Langarita es, en fin, esta combinación original entre un inteligente uso de herramientas metodológicas y una minuciosa selección de referencias teóricas que restituyen al autor una mirada crítica necesaria para cuestionar los dispositivos de control corporal en los espacios públicos. Nos encontramos ante un brillante ejemplo de cómo llenar de significado una etnografía e de como incorporar paradigmas teóricos. Las intenciones presentadas en la introducción, están, sin duda, cumplidas:

El análisis de la práctica del cruising puede ser una buena herramienta para comprender, al menos en parte, la estructura sexual de nuestra sociedad y atender al silencio y olvido en el que han quedado algunos grupos considerados sexualmente minoritarios (Langarita, 2015 p. 15).

Porqué, En tu árbol o en el mío. Una aproximación etnográfica a la práctica del sexo anónimo entre hombres, puede ser visto como ejemplo autoetnográfico de glorificación de la homosexualidad en tanto que experiencia relacional de deseos. Puede ser leído como tentativo —logrado con valentía, precisión y honestidad— de construir narrativas colectivas del placer, de defenderlas, de recordarlas y, antes que todo, de vivirlas.

Referencias

Delgado, Manuel (2011). El espacio público como ideología. Madrid: Catarata.

Guasch, Oscar (2000/2007). La crisis de la heterosexualidad. Barcelona: Laertes.

Haraway, Donna (1991/1995). Ciencia, cyborg y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Madrid: Catedra.

Langarita, José Antonio (2015). En tu árbol o en el mío. Una aproximación etnográfica a la práctica del sexo anónimo entre hombres. Barcelona: Bellaterra.

Schneider, David M. (1984). A Critique of the Study of Kinship. Ann Arbor: The University of Michigan Press.

Weston, Kath (2011). The Bubble, the Burn and the Simmer: Locatting Sexuality in Social Science. En Andrew Lyons & Harriet Lyons (Eds.), Sexualities in Anthropology. A Reader. (pp. 7-25). Malden: Wiley-Blackwell.