El 11 de septiembre de 1973, el Golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet inició un proceso que transformó completamente el tejido social y las estructuras institucionales de Chile. La represión política que prosiguió incluyó la detención masiva de oponentes políticos, ejecuciones sumarias, tortura, desapariciones, allanamientos ilegales de casas, fábricas, escuelas, hospitales y edificios públicos, el desmantelamiento de organizaciones políticas y sociales y un exilio masivo.
Los seguidores del gobierno socialista de Salvador Allende y posteriormente aquellos opositores al régimen militar fueron perseguidos, encarcelados, torturados, asesinados o enviados al exilio, incluyendo a líderes políticos, curas, monjas, sindicalistas, miembros de partidos de izquierda, activistas de Derechos Humanos, dirigentes comunitarios, estudiantes, intelectuales y la población en general. La violación sistemática de los Derechos Humanos, la persecución de los líderes de la oposición, y la violencia institucionalizada en contra de los ciudadanos crearon una atmósfera de amenaza política y miedo crónico (Lira, 1992).
Al respecto las psicólogas chilenas Elizabeth Lira y María Isabel Castillo (1991) estudiaron el significado político y subjetivo del miedo y la amenaza en la sociedad chilena durante la dictadura militar. En este contexto, la violación sistemática de los Derechos Humanos constituyó una permanente amenaza a la vida, que las investigadoras conceptualizaron como una amenaza política. Uno de los efectos políticos y psicológicos es el miedo generalizado de la población. Los resultados de esta investigación concluyen que el miedo está a la base del trauma psicosocial en Chile. En este sentido, si bien el miedo es una experiencia individual y subjetiva, cuando es vivido simultáneamente por muchas personas adquiere especial significado en el comportamiento político y social de la población (Lira y Castillo, 1991).
En el contexto público, los medios de comunicación evitan hablar de esta realidad debido a la censura impuesta que tiene como resultado un silencio generalizado. Esta fragmentación de la realidad social intensifica la eficiencia represiva del Estado, de tal forma que el miedo internalizado, por una parte, y la aparente normalidad de la sociedad por otra, crean un mundo confuso donde la realidad y la fantasía coexisten haciendo difícil para el individuo comprender y controlar sus propias experiencias y emociones (Lira y Castillo, 1991).
Como es sabido, a partir de 1973 el cuerpo se transformó en el blanco de un sistema simbólico y material de producción de miedo, el gobierno militar llevó a cabo una serie de acciones cuyo objetivo era la destrucción o daño del cuerpo individual y social con el fin de amedrentar y paralizar a la población. De acuerdo al Informe publicado por la Comisión de Verdad y Reconciliación conocido como Informe Rettig (Rettig et al., 1993) hubo: 15,405 asesinatos políticos, los que incluyen baleos, apuñalamientos e incluso la explosión de personas con dinamita; 15,000 detenciones que incluyen prisioneros políticos mantenidos en dependencias ilegales; 1,185 desaparecidos (Rettig et al., 1993) y una significativa cantidad de exiliados/as, también hubo un gran número de violaciones sexuales políticamente motivadas y cometidas en el contexto de la tortura o como parte de los procedimientos estándar de detención (Agger y Jensen, 1994).
Con respecto a la tortura, el primer informe oficial de gobierno emitido por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura en el año 2005, establece que de los 35.865 testimonios recogidos de personas residentes en Chile y el extranjero “28.000 testimonios fueron aceptados como válidos, y algo más de 7 mil no cumplieron los estrictos requisitos para ser aceptados por la Comisión” (Gobierno de Chile, 2005, p. 5). En un segundo informe emitido por la Comisión en el año 2011 se incluyen 32 mil nuevos casos de tortura cometidos durante el régimen militar.
A medida que el cuerpo se transformaba en una forma de represión en el discurso oficial de la dictadura, un importante segmento de la población comenzó a responder usando símbolos corporales en un intento por confrontar a la autoridad a partir de la denuncia de las atrocidades que estaban ocurriendo. Un caso emblemático es la experiencia de Sebastián Acevedo, un trabajador y miembro del partido comunista, de cincuenta años, quien el 11 de noviembre de 1983, se roció el cuerpo con bencina en la plaza de armas de la ciudad de Concepción, gritando que sus hijos detenidos deberían ser liberados. Posteriormente se prendió fuego y murió ocho horas más tarde, destruyendo su propio cuerpo en un acto de desesperación y amor. Su martirio no solo horrorizó a la población chilena, sino que también obligó a que las autoridades los dejaran en libertad.
Sin embargo, esta acción no es un acto aislado, sino que representa el inicio de una respuesta corporal de la población que empieza a organizarse de forma clandestina para denunciar la violencia ejercida por del Estado. Tal es el caso del Movimiento Contra la Tortura quienes desarrollaban prácticas de resistencia no-violentas para denunciar el uso de la tortura. Su filosofía deviene de un proceso de transición a partir del trabajo del Grupo Equipo Misión Obrera (EMO) de carácter cristiano, formado en los años 60 por sacerdotes chilenos y extranjeros, curas obreros, religiosas, laicos, agentes pastorales y jóvenes. Su objetivo principal era vincular a la iglesia católica con el mundo obrero a partir de los postulados de la Teología de la Liberación.
Una vez ocurrido el Golpe de Estado, este grupo se ve obligado a cambiar su dinámica de trabajo y sus objetivos. El contexto represivo que se vivía en el país los lleva a reflexionar y a plantearse como participar activamente. Es en este contexto donde surge la tortura como eje central de sus acciones dando origen en el año 1983 a este Movimiento. Tiempo después incorporan a Sebastián Acevedo en el nombre como una forma de homenajear y reivindicar el sacrificio de este padre, dando origen a lo que sería conocido como Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo (MCTSA).
La primera sistematización del trabajo realizado por este Movimiento lo constituye el libro de Hernán Vidal El movimiento contra la tortura Sebastián Acevedo. Derechos humanos y la producción de símbolos nacionales bajo el fascismo chileno (2002). Según este autor dentro de la filosofía del Movimiento destaca la no-violencia activa promovida por Gandhi unido a una constante práctica de reflexión que los ayuda a evaluar y planificar acciones concretas. Los objetivos de este movimiento fueron denunciar y detener el uso masivo de la tortura a través del uso de sus propios cuerpos como el principal símbolo de resistencia. Las acciones eran planificadas por un equipo coordinador, que transmitía el plan de acción y el lugar de las acciones a sus colaboradores, quienes a su vez transmitían la información a sus respectivos equipos de trabajo. Una vez concluidas las acciones, se realizaba una asamblea de evaluación para corregir errores y trazar futuras líneas de acción, actividad que también permitía una catarsis colectiva donde los miembros podían comentar las experiencias vividas (Vidal, 2002).
Su primera acción pública fue el 14 de septiembre de 1983. En esta oportunidad se reúne un grupo de aproximadamente 70 personas quienes despliegan un lienzo denunciando "¡AQUI SE TORTURA!" en frente de un centro de detención clandestino de la Central Nacional de Informaciones (CNI) en la calle Borgoño en Santiago. Desde ese momento los miembros de este Movimiento se fueron incrementando y llegó a estar constituido por aproximadamente 500 personas, provenientes de una amplia gama de sectores representativos de la realidad política y social de ese momento histórico. Entre sus miembros se cuentan pobladores de sectores populares; académicos/as; trabajadores/as y colaboradores de organizaciones de Derechos Humanos; miembros de diversos credos religiosos como católicos y evangélicos. Habían también militantes de partidos políticos de izquierda como el partido comunista, el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), el MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y sectores del partido socialistas y del partido demócrata cristiano (Vidal, 2002).
La metodología de denuncia desarrollada por este Movimiento incluía: a) operativos colectivos o acciones; b) declaraciones a la opinión pública en complicidad con la prensa independiente; c) distribución masiva de cartas a personajes públicos o instituciones con información sobre centros de detención y tortura; d) acciones de felicitaciones o los denominados aplausos a instituciones o personajes públicos que se destacaban por la denuncia de violaciones a los Derechos Humanos como el Colegio Médico o revistas de oposición a la dictadura como la Revistas Análisis y el Fortín Mapocho; y e) realización de liturgias y vigilias para rogar por la vida y la libertad de los prisioneros políticos (Vidal, 2002).
Las acciones u operativos colectivos tenían ciertas características: eran grupos mixtos, la acción duraba entre 5 a 7 minutos generalmente frente a cuarteles ilegales de detención o el interior y exterior de templos religiosos, tribunales de justicia y otras instituciones públicas. Las acciones tenían 5 elementos que las caracterizaban: el lienzo, que se desplegaba al inicio de la acción con una leyenda acusatoria como por ejemplo Aquí se Tortura; seguida de la denuncia verbal, expresada en una letanía o guión liderado por un guía y la respuestas del coro; el canto del himno: Yo te nombro Libertad; y la detención del tráfico para llamar la atención de los transeúntes. Inicialmente las acciones terminaban con el canto, pero posteriormente se optó por esperar a la policía y a los medios de comunicación lo que implicaba la detención de algunos miembros y el acompañamiento voluntario y masivo del resto de los/as participantes a los cuarteles de la policía. Esto causaba el hecho policíaco necesario que permitía que la noticia apareciera en la prensa y tuviera un mayor impacto en la opinión pública. Durante los siete años la vida del MCTSA, se realizaron 180 acciones de denuncia (Vidal, 2002).
Eventualmente la diversidad de sus miembros y el contexto político de los últimos años de las dictadura, tuvo un impacto en la filosofía que sustentaba el Movimiento y el tipo de acciones desplegadas, ya que la no-violencia como forma de accionar comenzó a ser cuestionada al interior del grupo por quienes pensaban que era importante responder físicamente frente a la represión policial. Por otra parte, el inminente fin del gobierno militar instaló una discusión en relación a la pertinencia de continuar con el Movimiento en un gobierno democrático, ya que muchos consideraban que el objetivo principal se había cumplido y otros proponían la continuidad con un cambio de objetivos. Todas estas temáticas comenzaron a tensionar la dinámica grupal produciéndose una segmentación de posiciones lo que eventualmente culminó con la división y posterior disolución del grupo el 12 de mayo de 1990 (Vidal, 2002).
Dado que este artículo se centra en la experiencia encarnada de las prácticas de resistencia de los miembros del MCTSA, se hace necesario presentar una conceptualización de cuerpo. En este sentido, un referente importante lo constituye la sociología del cuerpo. Esta área estudia la experiencia humana corporal como un fenómeno social y cultural así como su naturaleza simbólica, la que origina representaciones y un imaginario. De acuerdo a David Le Breton (1992) la existencia es ante todo corpórea: existir significa moverse en el tiempo y el espacio transformando los contornos, por lo tanto, los cuerpos no existen en un estado natural ya que están siempre insertos en una red de significados.
Estos significados que constituyen la base de la existencia individual y colectiva se originan y son diseminados desde el cuerpo, por lo tanto, el cuerpo se transforma en una metáfora para lo social, y lo social a su vez, se transforma en una metáfora para el cuerpo. Desde esta perspectiva, el cuerpo es para este autor “una interfase entre los social y lo individual, entre naturaleza y cultura y entre lo psicológico y lo simbólico” (Le Breton, 1992, p. 97). Consecuentemente, a los órganos y las funciones del cuerpo le son atribuidos representaciones y valores, los que cambian de una sociedad a otra (Le Breton, 1992). En esta misma línea de pensamiento el psiquiatra chileno Marco Antonio De la Parra explica:
El modelo fatal del Golpe Militar y su política de extirpación del “cáncer marxista” planteó la imagen de un cuerpo al cual se le podría abrir extrayéndole lo que se creyese contaminado sin anestesia. Los cuerpos desaparecidos son los órganos que sentimos ausentes. Nos faltan pedazos, estamos mutilados (2002, p. 130).
En su reflexión, De la Parra (2002) plantea que el cuerpo social incluye todos los cuerpos, incluso aquellos que están ausentes. “la sociedad son cuerpos; nosotros somos el cuerpo de la sociedad en la que vivimos, por lo tanto perder un cuerpo es perder la comunidad, tocarse es encontrarse” (2002, p. 168). Consistente con esta noción de un cuerpo social formado por los cuerpos de todos, Le Breton afirma que en sociedades que son más tradicionales y colectivas, el cuerpo es el elemento que vincula la energía colectiva ya que es a través del cuerpo que cada persona es incluida en el grupo, por lo tanto el cuerpo es el mediador de la presencia humana en cualquier práctica social (1992).
Desde una perspectiva fenomenológica Maurice Merleau-Ponty (1964/1968; 1945/2006), desarrolla el concepto de “cuerpo viviente” entendido como un organismo viviente con el que corporizamos nuestras experiencia en el mundo, debido a nuestra conciencia intencional la experimentamos en y a través de nuestros cuerpos, de tal forma que nunca podemos vivenciar fenómenos en forma independiente a nuestra experiencias como cuerpos involucrados en el mundo. Para entender este fenómeno, Merleau-Ponty desarrolla la noción de fe perceptual, que se entiende como lo que percibimos inicialmente y que llevamos a través de nuestras vidas a un nivel esencial de nuestro ser, permitiéndonos entender la relación entre nuestro ser encarnado y el mundo a través de los campos preceptúales en los que estamos insertos (1945/2006).
El trabajo de este autor ha ido progresivamente influenciado la psicología a partir de cuestionamientos sobre la noción de percepción, entendida tradicionalmente como una experiencia individual ubicada en el cerebro o en la mente. Es así como Jordi Sanz Porras e Ian Burkitt (2001) operacionalizan las nociones de percepción y corporalidad dentro de una concepción clínico-teórica de la anorexia nerviosa. Considerando que la anorexia nerviosa es aún entendida como una enfermedad producida por una percepción anormal del cuerpo, estos autores plantean un enfoque fenomenológico multidimensional que toma en consideración “la forma en que la gente vive sus cuerpos con el mundo, especialmente el mundo social” (Sanz Porras y Burkitt 2001, p. 51). Asimismo, plantean que el rol de los/as psicoterapeutas es trabajar en conjunto con la persona que vive con anorexia en la construcción de significados de la realidad de su experiencia, de forma reflexiva, positiva y dialógica, alejado de nociones de un cuerpo patológicamente enfermo. (Sanz Porras y Burkitt, 2001).
La psicoterapia corporal es otro ámbito donde surge la necesidad de incorporar la experiencia encarnada en los procesos psicoterapéuticos. En este sentido, Frank Röhricht, Shaun Gallagher, Ulfried Geuter y Daniel Hutto (2014) plantean la importancia de “considerar los aspectos cognitivos, emocionales, preceptúales y físicos de la auto-experiencia dentro de un contexto psicosocial dado” (2014, p. 11). Tomando la noción de intercorporalidad de Merleau-Ponty (1945/2006), estos autores plantean que la interacción intersubjetiva es un proceso encarnado donde el significado se construye en los procesos donde convergen las experiencias encarnadas y las relaciones interactivas con otros y con el ambiente. En este contexto la interacción encarnada es guiada perceptualmente, permitiendo un entendimiento mutuo entre psicoterapeuta y paciente (Röhricht et al., 2014).
El objetivo de este estudio es profundizar nuestro conocimiento sobre las prácticas corporales de resistencia no-violentas desarrolladas por miembros del Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo; los significados tanto individual como colectivo de estas prácticas con un énfasis en la experiencia y el significado encarnado de éstas, a fin de proponer una elaboración teórica que nos permita conocer los procesos sociales por medio de los cuales la gente desarrolló respuestas corporales y colectivas de no-violencia activa en oposición al uso de la tortura durante la dictadura militar en Chile.
Este estudio cualitativo, se basa en la premisa que el mundo social está construido por significados y símbolos. Este tipo de estudio puede ser definido como un enfoque relacional que utiliza una variedad de técnicas y métodos, donde los investigadores estudian temas y problemas en su ambiente natural, intentando interpretar los significados que la gente le asigna a los fenómenos estudiados (Denzin y Lincoln, 1998). Desde esta perspectiva, la realidad social está construida de significados socialmente compartidos, donde la intersubjetividad es el componente esencial de este tipo de investigación y el punto de partida para comprender reflexivamente los significados sociales (Denzin y Lincoln, 1998; Parker, 2002).
Los/as participantes de esta investigación son personas que trabajaron activamente en las actividades del Movimiento por un período de al menos un año, lo que les proporcionó una sólida experiencia y conocimiento tanto de la filosofía como de la praxis que guiaba a este Movimiento y sus acciones. Ellos/as conforman un grupo heterogéneo compuesto por sacerdotes, monjas, militantes de partidos políticos, estudiantes, académicos y dueñas de casa, entre otros.
Para la recolección de datos utilicé el modelo de entrevista intensa, propuesto por (Charmaz, 2006) que tiene la característica de ser una entrevista en profundidad, lo que permite extraer una interpretación de la propia experiencia de los/as participantes. En este caso la entrevistadora buscaba entender tanto el tema de la investigación como la experiencia relevante del entrevistado/a para iluminar este tema. Por lo tanto, las preguntas de la investigadora intentan que el/la entrevistado/a describa y reflexione sobre sus experiencias de la forma que estas reflexiones ocurrirían en la vida cotidiana. El análisis de datos sigue en líneas generales el modelo de teoría fundamentada propuesto por Kathy Charmaz (2006) incluyendo algunas técnicas del modelo de análisis situacional propuesto por Adele Clarke (2005).
En este apartado presento una breve síntesis de los resultados de este estudio enfocados principalmente en describir el significado de las prácticas de resistencia de los miembros de este Movimiento a partir de sus experiencias encarnadas durante las acciones en las que participaron.
Los significados a nivel tanto personal como colectivo que los/as participantes confieren a su participación en el Movimiento estarían relacionados con la formación personal y religiosa, como también con las experiencias familiares y sociales, la militancia política, o la cercanía con personas torturadas, asesinadas o desaparecidas. En este sentido, cabe señalar que el Movimiento comienza en el año 1983, diez años después del Golpe Militar por lo que ya existe un contexto de violencia represiva en el que los/as participantes se han desenvuelto. Un elemento central en esta categoría es la motivación personal que los/as lleva a participar lo que nos ayuda a entender los significados de su experiencia encarnada participando en estas acciones.
Cuando mataron a la familia Martínez yo ahí como que hice un compromiso de no dejar nada de hacer por denunciar en la dictadura, nada, nada, aunque corriera, lo que fuera, yo, mi sentimiento con ellos era muy potente, sobre todo con el Ramiro que lo conocí muy de cerca y lo admiré mucho y lo quise, y él a mí... Entonces, ese era como, no sé sí la palabra está bien empleada, ley motif, o fuerza interior o el amor, el amor que sentía por ellos (Tania, entrevista personal, 08 de diciembre de 2008)1.
Yo creo que la mayoría de las personas que participamos, que militamos en este Movimiento, teníamos muy claro el, el sujeto por el cual nos vinculábamos, o sea el torturado, el desaparecido, la persona que estaba siendo objeto de, de vejaciones o agresiones por parte del Estado, entonces en ese momento claro, a uno le pasaba por su mente; o sea, yo tengo un hermano desaparecido, entonces un montón de personas y situaciones que te reafirmaban en lo que estabas haciendo, al gritar los nombres o la nómina de personas que, porque era una acción por mes, regularmente, entonces al gritar esos nombres uno sentía que en parte estaba aliviando ese dolor (Carlos, entrevista personal, 05 de febrero de 2009).
Lo que pasa es que por esos años, se corría mucho la voz de que había gente que estaba siendo torturada, yo trabajaba en ese tiempo, trabajé en el Comité Pro Paz primero, y después trabajé un tiempo en la Vicaría, entonces yo era secretaria, me tocaba hacer como un informe, venían casetes con testimonios de gente que habían sido torturadas, una cosa muy terrible, muy terrible, y nos preguntábamos qué podemos hacer con este problema (Laura, entrevista personal, 21 de marzo de 2009).
Entonces se formaba el grupo más grande, que era el EMO (Equipo Misión Obrera) y ahí entonces un día vino uno de ellos y en esa revisión de la realidad presentó el tema “la tortura”, entonces el grupo eh, resolvió abordarlo, y, eh, pero por caminos pacíficos ¿no?, no con violencia, era un sistema de la acción no-violenta, el inspirador era, era Gandhi, recuerdo que estaba, había una película de Gandhi y fuimos a verla dos veces, para impregnarnos un poco de esta inspiración. Y yo no fui iniciador del grupo, sino que era uno del grupo, el que tuvo la idea fue otro (Javier, entrevista personal, 13 de octubre de 2008).
Si bien las motivaciones tienen orígenes aparentemente distintos, existe un elemento central en las experiencias de estos miembros que se relaciona con la denuncia pública de la tortura, para visibilizarla a fin de terminar con esta práctica represiva. Lo anterior los/as lleva a asumir el compromiso de exponer sus cuerpos en la esfera pública y por tanto, los/as acerca a la posibilidad concreta de ser víctimas directas de la represión reinante.
Las experiencias de participar en estas acciones tiene un fuerte correlato físico, ya que no es sólo denunciar la tortura desde un discurso político o la firma en un petitorio, implica posesionarse física y simbólicamente frente a la autoridad. En este contexto, el miedo surge como un eje central desde donde se puede entender la experiencia encarnada de participar en estas acciones, y por lo tanto, los significados que los/as participantes construyen a partir de este proceso de verse constantemente enfrentando el miedo. Esta experiencia se puede entender como un proceso que tiene varias etapas y está constituido por elementos tanto internos como externos que se traducen en una serie de estrategias individuales y colectivas desarrolladas y desplegadas por los/as participantes. Así por ejemplo, encontramos que el miedo o una preocupación por los resultados de la acción es algo que se instala en ellos y ellas con anterioridad a las acciones.
Aniquilar a la persona, eso era lo que el sistema quería, aniquilarnos, asustarnos, eh, trabajar con el miedo, con el terror. Yo, cada vez que iba a estas acciones en la noche tenía sueños muy feos, muy oscuros, de lugares siniestros donde yo estaba metida, siempre, siempre tuve sueños, yo he soñado siempre cuando iba a las acciones, pero no, no, no me afectaba dejar de ir. O sea como que en el sueño yo vivía, lo que vivían lo que nosotros denunciábamos (Tania, entrevista personal, 08 de diciembre de 2008).
Miedo, miedo, creo que no, pero una cierta inquietud al pensar que mañana a tal hora tal minuto, tengo que estar ahí y lanzarnos a eso nada más, así que siempre como había una cierta suspensión ¿no?, que unos sentían y muchos también miedo (Javier, entrevista personal, 13 de octubre de 2008).
A esta experiencia anticipatoria se une la experiencia encarnada en los momentos previos a la acción que es donde comienzan a desplegarse las estrategias para vencer el miedo el que también se manifiesta durante la actividad.
Fue, fue una experiencia muy especial, muy especial en realidad, eh, debo, debo confesar que tenía mucho miedo, antes de empezar la acción, la actividad, tenía mucho miedo, pero ya una vez en el grupo, uno, uno se relajaba y empezaba a hacer las cosas que tenías que hacer, como tenía que hacerlas: gritando con fuerza, cantando con fuerza, que se yo (Laura, entrevista personal, 21 de marzo de 2009).
Por eso no me ponía adelante, ya que es por miedo, me parece que era por miedo (risas), sí por miedo, es cierto, me daba pánico que un paco (policía) tomara un palo y me pegara, yo el cuerpo para mí es como sagrado, no aceptaba que, que me tocaran, nada, entonces yo me ponía o entre medio, o atrás, o al medio, pero nunca adelante, admiraba a los que estaban adelante (Tania, entrevista personal, 08 de diciembre de 2008).
Sí tenía miedo antes, porque durante la acción, había un, un, un estado en que el miedo o cualquier otro pensamiento o reacción estaba absolutamente despejado de nuestras mentes, por la concentración en lo que estábamos haciendo (Carlos, entrevista personal, 05 de febrero de 2009).
Tiritaba uno así, el Domingo tiritaba, el Iván se orinaba, el otro se ponía las manos aquí, una cosa así, movimientos del cuerpo, pero después nos calmábamos entre todos (Tania, entrevista personal, 08 de diciembre de 2008).
Como se puede apreciar una primera estrategia está dada por la acción misma, es decir, la concentración y disciplina que requería la acción y también por la contención proporcionada por el grupo, los amigos o la posición física que toman dentro de éste. Sin embargo, a pesar de desarrollar estrategias individuales o colectivas existía un miedo real que estaba basado en la represión que sufrían los miembros del Movimiento, quienes acción tras acción eran atacados o veían cómo otros miembros del grupo eran golpeados o detenidos por la policía.
Bueno, sí, evidentemente que al, al tomarnos nos golpeaban ¿no?, yo recuerdo que, pero, uno no se fija en esos momentos, me recuerdo que en una ocasión me sentía así medio adolorido, aquí y allá, y todo ¿no?, dije qué será esto, entonces me di cuenta que fue tanto apaleo que me habían dado al tomarme, pero bueno eso fue algo físico, pero otras manifestaciones, bueno hay otra gente que se descomponía del estómago y todo lo demás (Javier, entrevista personal, 13 de octubre de 2008).
De igual forma el miedo también era experimentado por los espectadores que observaban las acciones, quienes a su vez apoyaban con muestras de simpatía como lo evidencia la siguiente cita:
Se hacía potente algo como en el corazón, en el cuerpo que tu sentías que era emocionante poh, recontra emocionante, además que tu veías a la gente que miraba y se acercaba, pero nunca expresaban adhesión ah, tenían miedo, había mucho miedo, pero simpatía, o sea mostraban cierta simpatía, pero nunca ellos preguntaron o se acercaron no, tenía miedo la gente (Tania, entrevista personal, 08 de diciembre de 2008).
Se observa que el proceso de vencer el miedo va cambiando a medida que va avanzando la acción y por tanto el peligro reinante. En este sentido, una vez que se ha iniciado la acción comienza un proceso personal que es descrito como una experiencia de entregarse a la acción asumiendo todos los costos que ello implicaba.
El entregarse para mí en ese momento era hacer bien, o sea pararme bien, no dejarme vencer por el temor ni el miedo sino que estar o sea, asumiendo bien mi presencia ahí, y haciendo bien lo que tenía hacer o sea que cantaba, cantaba con toda alma, me venía a la memoria toda la gente por la cual yo estaba ahí, entonces me venían a la memoria ellos y ellas, y yo me, me sentía como junto a ellos poh, una cosa así, no? (Tania, entrevista personal, 08 de diciembre de 2008).
Saber que la gente iba, y estaba aunque no la vieras, porque se corría el riesgo, tú a veces no veías a nadie y de repente se abría el lienzo y salían de todos lados esta gente maravillosa, entonces yo, yo para mí, la fuerza me la daba el grupo (Laura, entrevista personal, 21 de marzo de 2009).
Es difícil definir algo que se siente, yo creo que es la certeza, la, la, la certeza física y emocional de que estaba haciendo algo que es correcto (Carlos, entrevista personal, 05 de febrero de 2009).
Un segundo elemento de esta estrategia para superar ese miedo tiene relación con la acción misma y cómo se relacionan afectivamente con quienes estaban siendo torturados o quienes habían sido asesinados o desaparecidos.
Sí, esa sensación estaba en todos, porque todos, la Margarita, el Guillermo, estaban siempre a mi lado, el Manuel también, que éramos parte también de actividades externas al Sebastián, entonces ahí nos encontrábamos y era como una fuerza interior de verlos que están ahí conmigo, yo me sentía valiente, yo me sentía capaz de hacerlo, entonces me entregaba en ese momento con alma y vida, con todo mi corazón y con toda mi alma, porque era un dolor tan grande saber que estaban matando a tanta gente con la tortura y que habían matado a mis amigos, era algo que te, que te, te revolcaba poh (Tania, entrevista personal, 08 de diciembre de 2008).
A mí me gustaba porque bueno, en primer lugar, yo después supe, yo, yo decía que había que gritar con muchas ganas en el momento, porque eh, había gente ahí que estaba siendo torturada y que nosotros no podíamos sacarla de ahí, entonces que por lo menos sintieran la voz de alguien, de algún ser humano, entonces yo decía hay que gritar fuerte, hay que gritar fuerte, para que sientan (Laura, entrevista personal, 21 de marzo de 2009).
En las citas anteriores se observa cómo los/as participantes conceptualizan, empatizan y se conectan con el dolor de un otro, muchas veces desconocido, en un acto de acompañamiento físico, un acto donde también intentaban reivindicar el dolor de los/as presos políticos utilizando sus propios cuerpos. Asimismo, los/as participantes están conscientes que uno de los objetivos de la tortura es precisamente atemorizar y producir dolor en la soledad y clandestinidad de los cuarteles.
Porque también estaba esa convicción de que el dolor en solitario, el dolor en la más absoluta orfandad y también el dolor sin que nadie se entere, es mucho más fuerte, en cambio cuando hay un cuerpo y hay una sociedad que de una u otra forma se está enterando, está sabiendo de que en este lugar se torturaba como en otros recintos, hacía que el dolor tomara algún tipo de sentido (Carlos, entrevista personal, 05 de febrero de 2009).
Claro, acompañar al que estaba dentro, porque no podíamos sacarlos, era evidente que no podíamos, no teníamos las armas ni las herramientas para sacarlos, entonces esa era como una entrega personal, un darse en ese momento para que el otro, el compañero pueda escuchar y fíjate tú, que estando todavía en la Vicaría yo supe de gente que salió y que escuchó, que escuchó las letanías y que se sentían pero, infinitamente acompañados a pesar de que no veían a nadie (Laura, entrevista personal, 21 de marzo de 2009).
Como hemos visto la experiencia de los/as participantes en este proceso de entregarse a la acción, no sólo estaría estrechamente relacionado con una conexión encarnada en este proceso de acompañamiento físico con quienes están sufriendo la tortura, sino también con una profunda convicción de que lo que están haciendo es lo correcto y se manifiesta en una acción de tomar control de sus cuerpos, asumiendo su presencia en la acción, lo que los/as lleva a cantar con el alma como una forma de hacer presente su corporalidad. Al respecto, cabe mencionar el significado que le asignan los/as participantes al canto con que se inicia toda acción que identifican como el elemento encarnado que los/as une y les da fuerza.
Después empezábamos a cantar “Por el pájaro enjaulado, por el pez en la pecera, por mi amigo que está preso, porque ha dicho lo que piensa, por los árboles podados, por los cuerpos torturados, yo te nombro libertad”. Ahí empezaba, con esa estrofa, después habían unas letanías ¡Aquí se tortura! ¡Aquí está Mario Rojas!, ¡Aquí se está torturando!, y entonces ahí, nosotros empezábamos a pero grito pelao, pero con toda la fuerza del vientre, era una cosa potente y se lanzaba el lienzo que decía En este lugar se tortura, y empezábamos a repartir volantes a la gente que pasaba, tirábamos panfletos, después, ¿qué serían? tres, cuatro minutos y después se volvía a decir “Movimiento Contra la Tortura”, al principio y nos separábamos, y nos íbamos generalmente de a dos, de a tres, por si pasaba algo, el otro pudiera dar aviso (Tania, entrevista personal, 08 de diciembre de 2008).
O sea, el canto tenía la fuerza que tienen los mantras, porque de repente al ser repetidas esas palabras y estarlas sintiendo con la experiencia misma de estar ahí a tirones con los pacos (policía), tratando de mantener derecho el cartel, produce un estado de bienestar superior, entonces es un poema muy bello ese, entonces interpreta muchas situaciones que pasaban y que yo creo todavía pasan, lo que pasaba en el Chile de los 80, la cárcel, las torturas, el exilio, las personas marginales, los cuerpos golpeados, esa canción hablaba de una realidad, de un contexto muy acorde con lo que estábamos haciendo (Carlos, entrevista personal, 05 de febrero de 2009).
Las citas anteriores reflejan el poder encarnado en el acto de entonar una canción que denuncia la tortura lo que da cuenta que el proceso de vencer el miedo involucra no sólo una experiencia corporal representada por el canto mismo, sino también una experiencia colectiva de sentirse todos unidos en esa canción.
Sí, solidaridad y compromiso, si lo otro aparecía como una cobardía, echarse pa’ atrás y simplemente ceder al temor. Yo creo que también correspondía también a la satisfacción que sentíamos por la acción ¿no?.... Era un gozo, de haber, haber hecho algo por los demás ¿no?, yo creo que era eso en el fondo ¿no?, porque la tortura no era por gente que nos hubieran torturado a nosotros, sino simplemente porque estaban torturando, habían otros que estaban sufriendo, así que era un acto como bastante gratuito de generosidad y sacrificio. Entonces el contento era por haber podido hacer algo por los demás, algo que costaba, que no era cualquiera cosa, sino un sacrificio personal (Javier, entrevista personal, 13 de octubre de 2008).
Claro, claro, porque, para mí eso es entregarse, que estás haciendo algo porque lo estás haciendo bien, huy, qué felicidad más grande por Dios, es que eres tan feliz haciendo eso, que el agua no la sientes, te tiran agua y tú no la sientes, y que estás con otro que está tan asustado y tú le das ánimo porque tú eres pleno ahí, estás haciendo lo que tienes que hacer (Tania, entrevista personal, 08 de diciembre de 2008).
Claro y es a la vez físico, porque el dolor de piernas o el dolor de guata que producía el previo ah, los minutos en que uno estaba tratando de invisibilizarse para estar al punto cuando se tocaba el pitazo, se daba la señal, había un cambio absolutamente radical ah, o sea, del miedo previo a la acción después venía casi un estado de satisfacción (risa), no digo éxtasis, pero satisfacción porque estábamos haciendo algo que nos parecía que era absolutamente necesario y correcto (Carlos, entrevista personal, 05 de febrero de 2009).
Entonces nos siguieron por la Alameda así, hacia allá, pero oye tirándonos agua, tirándonos gases, tirándonos balines, yo iba abrazada así con un sacerdote francés y de repente siento algo pegajoso y tenía sangre, le había llegado un balín en una de las costillas, en el lado donde yo le llevaba la mano, entonces no veíamos nada, llenos de gases y después esa agua era un dolor impresionante, entonces yo, yo también, mi cuestión personal era, era cómo, qué hago yo por ti compañero, era gritar y ya, yo estoy aquí, pongo mi pellejo, me arriesgo, por ti, no importa quién seas, no importa quién seas (Laura, entrevista personal, 21 de marzo de 2009).
Como lo demuestran las citas anteriores el proceso de vencer el miedo no sólo incorpora el conectarse con el dolor de las personas que están siendo torturadas, sino que también con sus propias motivaciones o experiencias individuales las que identifican como sacrificio personal, felicidad, satisfacción, plenitud, gozo, y el poder arriesgarse por un otro. De igual forma, existe transversalmente el convencimiento que sus acciones son absolutamente necesarias en el contexto político que vivía el país. Más aún, los/as participantes lo experimentan como una forma de ser coherentes y consecuentes con sus convicciones más profundas respecto al valor de la vida humana. A lo anterior se une la disciplina y el compromiso que cada uno adquiere con el grupo, aspecto que también es relevante en el proceso de enfrentarse al miedo. Sin embargo, existe un elemento que sobresale en este proceso de vencer el miedo y que le da mucho significado a sus acciones individuales y es el sentirse parte de un cuerpo social, un colectivo que apoya y contiene, entendiendo también que todos/as experimentan ese miedo colectivamente. Los siguientes testimonios demuestran el poder y la fuerza encarnada que se desarrolla en el colectivo durante las acciones y al momento de enfrentar la represión policial. De acuerdo a los/as participantes la pertenencia a este cuerpo social, que protege y contiene que proporciona la fuerza que los fortalece sería, en rigor, lo que les permite no ya como individuos sino como colectivo vencer el miedo.
Si, muchas veces, la misma acción emblemática, creo que nunca había tragado tanto gas lacrimógeno, fue impactante porque una cosa, uno puede aguantar unas patadas, pero ya cuando te están limitando el aire es distinto, es distinto resistir a eso, y yo me acuerdo que se hizo una ronda ahí, era un círculo, pero como un círculo de fuerza y los pacos (policía) nos tiraban y nos tiraban bombas y no se deshacía eso, el círculo y era impresionante (Carlos, entrevista personal, 05 de febrero de 2009).
O sea, yo creo que es una de las cosas que cumple, la comunidad y el sentido de pertenencia a esta comunidad, la comunidad de los que luchábamos por los Derechos Humanos, y en especial la comunidad Sebastián Acevedo o de la gente militante de este grupo, de sentirse como reafirmado en el otro, fortalecido. Y sí, de repente uno sentía ganas de salir arrancando, sentir que había un brazo que a la vez te estaba sosteniendo e impulsando, el sentirte parte de un cuerpo colectivo que era muy importante (Carlos, entrevista personal, 05 de febrero de 2009).
Existe otro elemento importante que destacan los/as participantes y es la disciplina y la rigurosidad del Movimiento, lo que se refleja en la organización y metodología de las actividades, la reflexión y evaluación de las acciones, la preocupación por sus miembros, la orgánica de trabajo y la articulación de redes, los liderazgos que surgen, así como la ética y filosofía que los guía. Todos estas características del Movimiento son identificados como elementos que fortalecen a sus participantes permitiendo que el grupo se mantenga hasta el final de la dictadura.
Uno de los plus del Sebastián Acevedo, es la capacidad de ser muy riguroso, de compartimentar la decisión y la comunicación de las acciones, mucha disciplina, entonces se aminoraban, se reducían los costos represivos y en caso de que hubiera, se transformaba justamente en un costo, pero para los organismos policiales, porque cuando se llevaban a una persona todos nosotros nos íbamos y tratábamos de, de acompañar, de subirnos a la micro, al furgón, entonces era una situación inmanejable y en vez de desincentivar la acción, motivaba mucho más y provocaba además en la gente que estaba mirando, en el público, una solidaridad con los agredidos (Carlos, entrevista personal, 05 de febrero de 2009).
Por último cabe destacar el valor de estas acciones y el impacto que tienen en la sociedad ya que logran de manera muy efectiva instalar el tema de la tortura y las violaciones de los Derechos Humanos en la sociedad en general. De forma más concreta, uno de los logros dice relación con el cierre del centro de detención clandestino de calle Borgoño tiempo después de iniciadas las acciones.
En este artículo presento los resultados de una investigación sobre los significados de la participación en prácticas de resistencia no-violentas realizadas por miembros del Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo. Los resultados indican que los significados de estas prácticas forman parte de un complejo entramado de significaciones que se pueden organizar en torno a tres ejes temáticos: a) las estrategias de afrontamiento del miedo; b) el valor simbólico de las acciones; y c) la organización del Movimiento y sus logros.
Los hallazgos demuestran que los significados que los/as participantes construyen en relación con su participación en el Movimiento son parte de un complejo proceso que se va desarrollando a medida que participan en las acciones. Un primer elemento los constituye la motivación que surge en ellos y ellas de participar en el Movimiento. A nivel individual, las motivaciones están vinculadas a experiencias personales como la formación religiosa, la militancia política o la cercanía con personas que estaban detenidas, habían sido asesinadas o desaparecidas. Existe también una motivación transversal que proviene de un compromiso político y social y una convicción ética de que la tortura debe ser denunciada y detenida y por tanto, asumen un compromiso de luchar por esta causa exponiendo sus cuerpos a los aparatos represivos del Estado.
Un segundo elemento estaría dado por las estrategias para enfrentar el miedo que van construyendo primero de forma individual y luego como colectivo. En este sentido, el miedo aparece como el eje central a partir del cual se construyen los significados encarnados de las experiencias en las acciones del Movimiento, ya que las narrativas de los/as participantes demuestran que el miedo se representaba físicamente a través de manifestaciones bien concretas como pesadillas la noche previa, temblores de manos y cuerpo, así como la necesidad fisiológica de orinar durante las acciones.
Una de las primeras estrategias desplegada consistía en posesionarse desde su corporalidad, entendida como un proceso consciente de entregarse a la experiencia física concentrándose en las tareas específicas que requerían las acciones. Este proceso de entregarse, posesionándose de su cuerpo los/as llevaba también a conectarse con el dolor de aquellas personas desconocidas que estaban siendo torturadas o con los/as amigos/as o familiares que estaban detenidos, habían sido asesinados o continuaban desaparecidos. En este proceso comienzan a experimentar sensaciones con gran intensidad una vez finalizadas las acciones, las que están vinculadas a un sentido de sacrificio personal, un estado de satisfacción, o una profunda felicidad, lo que les reafirma que lo que están haciendo es lo ética y moralmente correcto.
Al respecto cabe destacar que las acciones eran diseñadas usando algunos elementos de la liturgia como letanías, cánticos y expresiones corporales para simbolizar la tortura en el contexto público. En este sentido, un elemento importante de la filosofía del Movimiento está relacionada con la actitud de sacrificio personal frente al dolor de los demás. Al respecto Hernán Vidal (2002) sostiene que las acciones de este grupo eran una ceremonia que convoca a la ciudadanía a partir de gestos simbólicos, donde los miembros del grupo exponían sus cuerpos al dolor de la represión política para poder mostrar a sus compatriotas la necesidad de recuperar la “continuidad solidaria entre individuo y colectividad, desafiando y venciendo el temor que fragmentaba la identidad, la voluntad libertaria y la dignidad” (2002, p. 223).
Un elemento importante en la construcción de significados es la experiencia colectiva. En este sentido, cabe destacar la relevancia que le asignan los/as participantes a pertenecer a un cuerpo social representado por todos y todas quienes participaban, y que muchas veces sin conocerse se proporcionaban mutuamente la contención física y emocional durante las actividades, lo que también da cuenta de un profundo sentido de solidaridad. Otro elemento relevante de la participación en estas acciones, es el acto de cantar en conjunto una canción que es el símbolo del Movimiento. El acto de entonar esta canción aparece entonces, como una experiencia de encarnación colectiva que permite vencer el miedo ya que gran parte de la fuerza y fortaleza que desarrollan durante las acciones proviene del acto de posesionarse conscientemente dentro de un cuerpo social que protege y contiene.
En este contexto, el trabajo de Merleau-Ponty (1964/1968; 1945/2006) nos ayuda a comprender cómo la presencia de un colectivo que se encarna en el acto de entonar una canción permitiendo aminorar la sensación de miedo, se relaciona directamente con la idea de conocimiento encarnado planteada por el autor. Este tipo de conocimiento comienza con la percepción que abre nuevas posibilidades para expandir nuestro conocimiento. Por lo tanto, la percepción no es un acto de la mente separado del cuerpo, lo que implica que la subjetividad es física como plantea Hamington (2004). Consecuentemente, la percepción está siempre alojada en la cultura y la historia, por lo tanto, los significados que generamos a través de nuestro compromiso encarnado con el mundo se desarrolla a partir de las percepciones de nuestro cuerpo y sus relaciones con el mundo desde una posición situada.
En este sentido, Merleau-Ponty habla de “conocer a través del sentimiento” refiriéndose al conocimiento encarnado (1945/2006, p. 249). Según este autor, la información que nuestros cuerpos obtienen cuando se encuentran confrontados a otros, por ejemplo, el conocimiento de las expresiones, gestos, olores y sonidos excede enormemente lo que está disponible a través de nuestra conciencia, permitiéndonos de esta forma conocer a otros como totalidades preceptúales (1945/2006). Desde esta perspectiva fenomenológica podemos comprender no sólo la conexión que se genera con los cuerpos tanto de quienes están siendo torturados como de quienes participan en las actividades, ya que existe un proceso que opera más allá de lo cognitivo o lo emocional que permite leer la información generada colectivamente y responder a nivel intersubjetivo a las señales proporcionadas por otros cuerpos, demostrando que la subjetividad es también física.
Esta interacción encarnada, coincide con lo planteado por Röhricht et al. (2014), en cuanto a que “la percepción es a menudo para la inter-acción con otros” (p. 14 cursivas del original) proceso que permite y potencia la comprensión mutua. Esto explicaría la capacidad que desarrollan los/as participantes de relacionarse con la experiencia encarnada de la tortura, así como con las sensaciones de seguridad y protección que ofrece este cuerpo social y finalmente con el sentimiento de amor por otros/as y por sí mismos que reportan, elementos que contribuyen a un proceso simbólico de reconstrucción del cuerpo social.
Por otra parte, las experiencias encarnadas de los miembros de este Movimiento que no sólo son golpeados durante las acciones, sino que también son testigos de esta violencia, sugiere la necesidad de explorar estas experiencias desde una perspectiva neurobiológica. Como ha sido identificado por Babette Rothschield (2000); y Bessel van der Kolk, Alexander McFarlane y Lars Weisaeth (1996), las experiencias físicas quedan registradas corporalmente en la memoria a través del sistema sensorial, que es el que esta implicado en la producción de recuerdos. De acuerdo a Rothschield (2000) todo recuerdo o memoria comienza con un estímulo sensorial, ya que es a través de los sentidos que percibimos, entendemos y le damos sentido al mundo, de tal forma que los sentidos proporcionan una retroalimentación al cerebro acerca del estatus del ambiente interno y externo, y por lo tanto, del peligro al que estamos expuestos. Esta perspectiva nos permite vislumbrar un vínculo entre la experiencia corporal del miedo y del trauma asociado a estas experiencias con el estímulo sensorial de escuchar y entonar la canción muchas veces abrasados a otras personas, lo que modificaría esta experiencia traumática transformándola en una sensación de seguridad y protección cuando es experimentada en un contexto colectivo.
A nivel simbólico Peter Berger y Thomas Luckmann (1967/2006) proponen que todos los universos simbólicos son construidos socialmente a través de la historia, por lo tanto, los cambios sociales se materializan por medio de las acciones concretas de los seres humanos. Desde esta perspectiva, la realidad es definida por las acciones encarnadas tanto individuales como sociales. Siguiendo esta misma línea teórica, David Le Breton (1992) plantea que el cuerpo se transforma en un vector semántico que produce significados a través de las relaciones de la gente con el mundo. En este sentido, el cuerpo es también un instrumento utilizado para transmitir mensajes duales como fuerza y debilidad o vida y muerte. Desde esta perspectiva, es posible entender que cuando el Estado quiere imponer sus principios políticos o ejercer control sobre la población utiliza la fuerza, la coerción, la violencia y las restricciones sobre el cuerpo (Le Breton, 1992).
Consistente con estas nociones, los resultados indican que las prácticas de resistencia del MCTSA se desarrollaron como una respuesta social encarnada en contra de la destrucción del cuerpo social. Una primera interpretación nos ayuda a comprender el impacto que estas prácticas tienen sobre los aparatos represivos del Estado chileno, ya que la no-violencia de estas prácticas, que implican dejarse golpear, o no arrancar, logra confundir y des-estructurar a los agentes del Estado, dado que el mensaje simbólico que instala el Movimiento a través de sus acciones es de una fortaleza colectiva que surge del posesionarse corporalmente en el espacio público, a dialogar con la autoridad desde una postura aparentemente pasiva, pero que sin embargo, logra instalar un mensaje de fuerza en la opinión pública a partir del sacrificio corporal desplegado por sus miembros.
Una segunda interpretación es que las acciones encarnadas del MCTSA representan una necesidad de recuperar los contextos simbólicos desde donde el castigo a los disidentes tenía lugar, reincorporando aquellos cuerpos torturados en la clandestinidad de los centros de tortura al espacio público. Hernán Vidal (2002) en su análisis propone que al exponer sus cuerpos a la violencia de la policía, para experimentarla "no como un dolor indefenso, sino como un sufrimiento conscientemente asumido permite que se restaure el ámbito social a la calidad de universo simbólico compartido y abierto al trabajo humano hacia el cambio y la transformación social” (p. 224).
Es así como al exponer sus cuerpos, los/as participantes inician una dinámica social donde se utiliza el sacrificio físico para exponer y transformar positivamente “la insensibilidad de los espectadores pasivos” (Vidal, 2002, p. 226). Este mismo autor planeta que la esperanza de la posibilidad de cambio demanda una constante reformulación de valores como la lealtad en los sueños colectivos y en las utopías así como en los grupos que trabajan unidos por un cambio. En este caso el proceso de reformulación de valores adquiere una característica distinta, ya que está dado por una serie de acciones físicas en donde a través de la corporalidad de los/as participantes se intenta también la reconstrucción de un cuerpo social que estaba siendo destruido.
El compromiso de participar en estas acciones unido a la profunda convicción de estar haciendo lo correcto, también es reforzada por el alto grado de organización que logra desarrollar el Movimiento, lo que se traduce en una férrea disciplina; una estructura orgánica que permite llevar a cabo una metodología innovadora; una preocupación por el cuidado y bienestar de sus miembros; la heterogeneidad de sus participantes; así como la filosofía de la no-violencia activa que los guía.
Si bien es difícil evaluar el cumplimiento de los objetivos de este Movimiento, se estima que entre los logros más concretos atribuible a sus acciones está la clausura de varios centros clandestinos de tortura. Por otra parte, este proceso de denuncia y visibilización de la tortura tanto a nivel nacional como por parte de diversos organismos internacionales, constituye parte de la presión ejercida al gobierno de Pinochet y que culmina con la firma de la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes en el año 1987 (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, s.f) , a pesar que se continuaba denunciando casos de tortura y otras violaciones de los Derechos Humanos.
Asimismo, de acuerdo al informe Rettig, a partir del año 1983 se observó una participación más decidida de diversos sectores sociales en su confrontación con la dictadura. De igual forma, algunos partidos políticos comenzaron a reorganizarse, así como sindicatos, organizaciones de estudiantes y organizaciones multipartidarias. Este período se caracterizó por una fuerte presencia de la población tanto en las protestas callejeras como en las manifestaciones de todo tipo en oposición al régimen militar, las que se llevaron a cabo hasta las elecciones de 1989 (Rettig et al., 1993).
El estudio en el que se basa el presente artículo hace evidente la necesidad de investigar los significados de las prácticas de resistencia desde diversas perspectivas teóricas como la neurobiología, la fenomenología, la sociología del cuerpo o la psicología desde donde construir una comprensión que incorpore diversos aspectos de estas acciones. Los significados que los miembros del MCTSA le atribuyen a las prácticas de resistencia nos permite comprender que la construcción de significados es un proceso complejo donde se funde tanto lo individual como lo colectivo destacando que este proceso no es sólo cognitivo, ni emocional sino que también incorpora la totalidad de la experiencia perceptual y corporal de los/as participantes.
Es relevante que estos significados surgen de un proceso encarnado e intersubjetivo de participación colectiva, por lo tanto, al usar sus cuerpos en el contexto represivo como símbolo encarnado de la tortura, se puede concluir que los miembros del MCTSA intentan materializar y reposicionar los cuerpos de aquellos hombres y mujeres que estaban siendo torturados, o habían sido desaparecidos y asesinados, en un intento por reintegrar el universo simbólico colectivo que estaba siendo alterado por la tortura y el asesinato de personas, intentando de esta forma reconstruir el cuerpo social.
De igual forma, la participación masiva de distintos sectores de la sociedad en protestas y manifestaciones permite asumir que las acciones de este Movimiento incidieron también en el desarrollo de estrategias de afrontamiento del miedo a nivel de la población en general. En este sentido, cabe mencionar que muchas de las prácticas de resistencia y afrontamiento del miedo desarrolladas durante el movimiento estudiantil de los años 2006 y 2011, toman elementos de las acciones del MCTSA, lo que sugiere una transmisión transgeneracional de estas prácticas, lo que nos abre a la posibilidad de nuevos estudios para evaluar su efectividad en términos de crear consciencia social y movilizar a la población, así como también estudios sobre los procesos de construcción y transmisión de memoria a partir estas prácticas.
Asimismo, este estudio nos permite comprender cómo las motivaciones de sus miembros están estrechamente ligadas a los efectos del trauma psicosocial en la población producido por el miedo reinante. Por lo tanto, a partir de sus experiencias encarnadas los/as participantes nos ofrecen la posibilidad de continuar conceptualizando el impacto del miedo producido por la violencia de Estado en la población chilena. En este sentido, los hallazgos permiten entender el cuerpo como un organismo generador de significados en procesos intersubjetivos y por lo tanto, la encarnación de significados sociales y traumas necesita también ser estudiado en profundidad para entender el vínculo entre las memorias individuales y colectivas almacenadas en el cuerpo y el desarrollo de enfermedades tanto físicas como psicológicas como resultado de la violencia experimentada.
De igual forma, se hace necesario explorar el valor terapéutico de estas prácticas, entendidas como un posible espacio de sanación colectiva. Asimismo, estos procesos encarnados de generación de significados permiten el desarrollo de nuevas conceptualizaciones que incorporen elementos de la fenomenología para la comprensión de procesos psicológicos y el desarrollo de estrategias psicoterapéuticas (Rhöricht et al., 2014; Sanz Porras y Burkitt, 2001).
Por otra parte, la filosofía de no-violencia que guiaba las acciones del MCTSA nos acerca a una metodología de acción social que representa una forma alternativa de responder colectivamente a la violencia de Estado, lo que rompe con formas más violentas tradicionalmente usadas frente a la represión. Por último, los resultados de este estudio demuestran la pertinencia de esta línea investigativa a la luz de nuevos conflictos sociales y políticos que afectan nuestro contexto local. Sin embargo, este conocimiento puede también ser aplicable a un sinnúmero de conflictos culturales, sociales y políticos en el resto del mundo, donde aquellos/as afectados/as deben confrontarse constantemente con las fuerzas represivas de los Estados.
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