Bajtin y lo Social: Del Discurso a la Actividad Dialógica Heteroglósica

Bakhtin and The Social: Towards Dialogic Heteroglossic Activity

  • Vicente Sisto
Este artículo revisa el trabajo de Mijail Bajtín, un autor que se ha transformado en referencial para las Ciencias Sociales contemporáneas. Es así, que se abordan algunas de sus propuestas conceptuales más relevantes tales como las nociones de enunciación, dialogismo, responsividad, géneros discursivos y heteroglosia, en el marco de una teoría centrada en el acontecimiento y en la actividad. A partir de esta revisión se discuten algunos efectos que estos conceptos tienen para la consideración de sujeto y de lo social como objetos de la teoría e investigación en ciencias sociales.
    Palabras clave:
  • Mijail Bajtín
  • Dialogismo
  • Teoría Social
  • Heteroglosia
  • Actividad
This article reviews the work of Mikhail Bakhtin, an author who has become referent for contemporary social science. Here we review some of its most important conceptual proposals such as the notions of utterance, dialogue, responsiveness, and heteroglossia discourse genres, as part of a theory centered on the activity. From this review we discuss some effects that these concepts have to consider the subject and the social as objects of theory and research in social sciences.
    Keywords:
  • Mikhail Bakhtin
  • Dialogism
  • Social Theory
  • Heteroglossia
  • Activity

1 Introducción

Este 7 de marzo de 2015 se cumplieron 40 años del fallecimiento del Mijaíl Mijáilovich Bajtín (Михаи́л Миха́йлович Бахти́н), lingüista y teórico social, nacido en 1895 en Oriol, en territorios de lo que en ese momento era el Imperio Ruso. Hoy su trabajo y el de su círculo, es reconocido como uno de los principales aportes al devenir contemporáneo de las ciencias sociales, siendo ya considerado un clásico de la teoría social actual (Brandist & Tihanov, 2000; Cresswell & Cor, 2011; Emerson, 2002). Va a ser a partir de la publicación en 1981 de The Dialogic Imagination, una compilación de textos de Mijail Bajtín realizada por Caryl Emerson y Michael Holquist, que comenzarán a sucederse una serie de trabajos inspirados en las ideas bajtinianas que trascenderán el campo de las teorías literarias y lingüísticas, dando cuenta de su impacto a la hora de comprender lo subjetivo y lo social. Biografías, antologías, monográficos en prestigiosas revistas, seminarios de pregrado y postgrado, así como Centros de Estudios exclusivamente dedicados al trabajo de este autor muestran lo que Caryl Emerson (2002) ha denominado la institucionalización del pensamiento Bajtiniano en el corazón de nuestras disciplinas. Ideas tales como que el sujeto debe ser comprendido como constitutivamente dialógico y que lo social debe ser abordado como un proceso polifónico nunca acabado, siempre en construcción, han sido fundamentales para el desarrollo contemporáneo de campos tan diversos como los estudios urbanos (Collins, 1999), los estudios organizacionales (ver, por ejemplo el número especial de Organization Studies publicado por Belova, King & Sliwa, 2008), la Teoría Psicológica (Burkitt, 2010; Tappan, 2005; Valsiner, 2009), incluyendo la Psicología Discursiva (Shotter & Billig, 1998) y la Investigación Cualitativa (Ellis & Bochner, 2003; Gergen, 2003; Larraín & Moretti, 2011; Sisto, 2008; Sisto & Fardella, 2009; Smith & Sparkes, 2008; van Enk, 2009), por nombrar sólo algunos. A pesar de lo anterior, si bien las ideas de este semiólogo y teórico social soviético se han constituido en un referente esencial, según Michael Gardiner (2000), parte de sus usos se han caracterizado por la simple asimilación de conceptos bajtnianos como dialogismo o heteroglosia a marcos conceptuales previos no siempre consistentes con la propuesta del autor ruso. Ejemplo de ello se puede encontrar en algunos trabajos de la llamada Psicología Cultural, en los cuales se utilizan conceptos bajtinianos insertos en marcos propios de las perspectivas cognitivistas de cognición social, aislados de su marco de origen (ver, como ilustración, Di Maggio, 1997 o Tomasello, Carpenter, Call, Behne & Moll, 2005).

En este contexto, este artículo se presenta como una revisión de algunas de las principales ideas de Bajtín desarrolladas a través de sus diferentes textos en torno a la comprensión del lenguaje como cuerpo esencial en el cual se materializa la vida social, cuerpo entendido a la vez como construido y reconstruido por esa misma vida social heterogénea y cotidiana, rechazando las miradas estructurales. Nociones como enunciación, diálogo, responsividad, géneros discursivos y heteroglosia, serán presentadas mostrando cómo estos conceptos están marcados por un fuerte énfasis en la actividad como realización situada, dando cuenta de la influencia de la dialéctica marxista. Esta revisión nos permitirá sugerir algunos lineamientos acerca de cómo las propuestas de Bajtín pueden abrir nuevas miradas para comprender lo social y lo subjetivo, en el contexto de los debates actuales en ciencias sociales. Se espera con ello contribuir a una comprensión del trabajo bajtiniano que trascienda el mero uso de conceptos o etiquetas aisladas, y permita avizorar las sugerencias, invitaciones y provocaciones que emergen para la teoría social hoy. Para ello, iniciaremos este texto presentando algunos datos introductorios acerca de la biografía intelectual del autor, con el fin de dar contexto a estas ideas que hoy dialogan en nuestro presente.

2 Algunos apuntes para una Biografía Intelectual de
Bajtín

Bajtín alcanzó a publicar en vida, y bajo su nombre, sólo tres textos en formato de libro1: Problemas del arte creativo de Dostoievski en 1929, “Problemas de la Poética de Dostoievski” publicada por primera vez en 1963 y con una segunda edición en ruso en 1979 (Batjin, 1963-1979/1986)2, que era una reformulación de su anterior obra, y “La cultura popular en la edad media” en 1965 (1965/1987). Además realizó numerosos escritos de los cuales sólo unos pocos fueron publicados en revistas especializadas en teoría literaria, quedando la mayor parte en forma de manuscritos, algunos de los cuales sólo al final de su vida organizó para su publicación en la compilación: “Teoría y Estética de la Novela” editado en 1975 (1975/1989), dejando como tarea para sus seguidores la edición de una segundo libro compuesto de diversos ensayos, bajo el título de “Estética de la Creación Verbal” publicado en 1979 (1979/1982). Esto se explicaría según Gary Morson y Caryl Emerson (1990), por la censura política que sufrió el trabajo intelectual en la Unión Soviética luego del ascenso de Stalin, quien con la fuerza legal del decreto designó cual sería la teoría del lenguaje propiamente marxista, así como ocurrió con otras disciplinas, como la psicología. Todo trabajo fuera de este marco no sólo sería realizado sin apoyo estatal, sino que sería perseguido como ilegal ya que sería contrarrevolucionario.

Así, Bajtín, al igual que muchos otros intelectuales en desacuerdo con los modelos escogidos como los propiamente marxistas, fue alejado de la labor académica e incluso fue arrestado y exiliado en 1929. Hasta ese momento Bajtín mantenía un activo círculo intelectual, junto con Valentin Voloshinov y Pavel Medvedev, entre otros; de este trabajo conjunto surgieron diversos textos además del estudio de la obra de Dostoievski. De hecho existe una polémica hasta hoy vigente acerca de la autoría de los trabajos del círculo de Bajtín; al respecto me acojo a la versión de Sergei Bocharov (citado en Zavala, 1996; 1997), editor ruso de los trabajos del círculo y tal vez la fuente disponible más próxima a éste, quien señala que los trabajos “Freudismo, una Crítica Marxista” (editado en 1927)3 y “Marxismo y la Filosofía del Lenguaje” (de 1930) (1930/1992) publicados bajo el nombre de Voloshinov, y “El método formal de los estudios literarios” (publicado en 1928) (1928/1994), firmado por Medvedev, pertenecerían a la autoría de Bajtín, el que, intentando protegerse de la amenaza de la censura, prefiere publicar bajo los nombres de sus compañeros, ampliándose así a seis sus libros publicados en vida. Sin embargo es necesario reconocer en toda su obra la fuerza del diálogo intelectual que mantuvo con su círculo. En este escrito, estos trabajos serán citados siguiendo la propuesta de Holquist (1994), como Bajtín/Voloshinov y Bajtín/Medvedev, utilizando la barra oblicua (/).

Tal como describen Morson y Emerson (1990), desde su arresto y exilio, que duró seis años, Bajtín se mantuvo al margen de la producción intelectual durante algún tiempo, trabajando como administrativo contable en una granja comunal, tiempo en el cual desarrolló algunos escritos que sólo fueron publicados después de su muerte. Es en 1941 cuando decide volver al mundo académico, para presentar su tesis doctoral acerca de Ravelais, la cual se publica recién en 1965. Con esta vuelta al mundo académico, paulatinamente el trabajo de Bajtín comenzará a ser recuperado por una serie de estudiantes impresionados por el trabajo en torno a Dostoievski y sorprendidos por el hecho de que su autor aun siguiera vivo. Es así que se publica en 1963 una nueva edición revisada del trabajo de Dostoievski, comenzando así la lenta recuperación y valoración de sus textos en la Unión Soviética, en la cual la importante Escuela de Tartú de teoría semiótica tendría un papel relevante. Incluso, hasta hace muy poco han seguido apareciendo nuevos escritos de Bajtín nunca antes publicados tales como los compilados en “Hacia una Filosofía del Acto Ético”, publicado en 1986,y en “De los Borradores” de 1992).

Los trabajos de Bajtín tienen la característica de aparecer dispersos, enfocados a diversas temáticas, sin existir ningún trabajo propio en que articule explícitamente las diversas ideas que estarán presentes en sus escritos. Lo anterior dará lugar a algunos para hablar de dos Bajtín, uno de los años 20 y 30, más centrado en la actividad, y otro de los 50 en adelante, abocado al diálogo intralingüístico como componente de lo social; esta interpretación ha sido realizada sobre todo en los años 80 por teóricos anglosajones (como Wertch, 1991/1993) basada en los textos disponibles en inglés, los que hasta hace muy poco eran bastante reducidos. Sin embargo la minuciosa revisión de sus textos completos, tal como lo señalan Gary Morson (1986), Michael Holquist (1994), principal editor en inglés de Bajtín, e Iris Zavala (1997), mostrarían una significativa coherencia en las ideas que intentaban expresar, aun en la heterogeneidad de escritos. De acuerdo a estos estudiosos del pensamiento de Bajtín, en los escritos de los primeros años el autor deja sentadas condensadamente sus principales ideas, las que serán desarrolladas luego, aplicándolas en la teoría y análisis de la novela. El hecho de que la totalidad de los textos publicados de Bajtín que han sido traducidos a alguna lengua occidental, ya estén en Español, en muchos casos mucho antes que en inglés, me permite compartir la segunda opinión, la que parece confirmarse en De los Apuntes de 1970 y 1971 (1979/1982) en los que Bajtín retoma algunas de las principales ideas desarrolladas a comienzos de los años veinte, confirmando la permanencia de unas ideas.

Es así que a partir de los textos publicados de Bajtín que en algunos casos pueden parecer inexactos o incompletos, siempre provocadores, intentaré a continuación presentar algunas ideas que hoy pueden servirnos de referente y de huella que desafía nuestros pasos y nuestras voces en las ciencias sociales.

3 Bajtín, Lenguaje, Diálogo y lo Social

Bajtín, al igual que otros pensadores contemporáneos a su tiempo, también encontró en el lenguaje el cuerpo esencial en el cual se desarrolla la vida social, incluyendo a la subjetividad humana y la conciencia. Como él mismo lo declara (1975/1989), su trabajo no es sólo el de un teórico del lenguaje y la novela, sino que también el de un psicólogo y un sociólogo, que intentaba acercarse al lenguaje en tanto área fundamental para el encuentro de lo social y lo subjetivo. Lo peculiar que distingue su trabajo es que desarrolló toda su obra bajo el signo de lo uno y lo múltiple, en el misterio de la pluralidad. El sentido de la plena multiplicidad del mundo, de lo social, de lo subjetivo, le impulsó a repensar las estrategias con que las ciencias humanas habían disfrazado de unidad la heterogeneidad. Este enorme sentido de heterogenidad empujó a Bajtín a movilizarse continuamente para no ofrecer jamás un esquema conceptual al cual subordinar toda multiplicidad y variabilidad, en la intención de no sacrificar la tensión entre la identidad y la diferencia, que inspirará su obra. Por lo anterior no es de extrañar que su voz se haya escuchado en occidente sólo varios años después de su muerte, cuando el deconstruccionismo y las propuestas postestructuralistas ya habían logrado posicionarse respetablemente en el mundo académico.

La relación entre el pensamiento bajtiniano y el desarrollo del postestructuralismo se puede apreciar en Mil Mesetas, trabajo de Deleuze y Guattari (1980/1997), en el cual realizan una crítica radical a todo intento de ocultamiento de lo múltiple, en disfraces esquemáticos incapaces de comprender la multiplicidad. Ahí propondrán a los agenciamientos como única referencia posible del lenguaje, en tanto conjunto de transformaciones incorporales que tienen lugar en una sociedad determinada, y que se atribuyen a los cuerpos de esa sociedad, remitiendo así al lenguaje a la vida misma, por lo que debe considerársele en su multiplicidad, la que lo une intrínsecamente a las otras dimensiones de la vida social en una relación que no libera a ninguna dimensión de la otra, constituyéndose en esa multiplicidad de lo uno (Deleuze & Guattari, 1980/1997). Por lo anterior no es de extrañar que estos autores se adelanten en la recuperación de los escritos de Bajtín, utilizando algunos como parte fundamental de su argumento en especial en lo que dice relación a su crítica a la lingüística (capítulo 4).

Según Bajtín, su proyecto no era propiamente lingüístico, sino translingüístico (Bajtín, 1963-1979/1986). Su objetivo era desarrollar una visión del lenguaje que evitara los esencialismos y lo mostrara como un emergente, producido en la heterogeneidad de la vida social cotidiana, a la vez que produciéndola. Gran parte de la labor de Bajtín tomará la forma de una crítica a las posiciones de carácter estructural herederas de Saussure en la consideración del lenguaje. Tal como plantea (1929/1993a), el lenguaje no debe ser concebido como una estructura abstracta plena de reglas gramaticales aplicables en casos concretos. Contra la diferencia entre lengua y habla, el autor muestra al lenguaje como un proceso vivo sólo existente en la actividad práctica que realizan los hablantes.

El lenguaje no es un don divino, ni un regalo de la naturaleza. Es el producto de la actividad humana colectiva, y refleja en todos sus elementos tanto la organización económica como la sociopolítica de la sociedad que lo ha generado (Bajtín, 1929/1993a, p. 227).

Para Bajtín, y contra la lingüística tradicional, el lenguaje no puede ser considerado como un sistema abstracto de significación. Los sistemas de códigos que determinan correspondencias entre significantes y significados son determinados continuamente por los sujetos actuando el lenguaje. “Un pensamiento formal, sistemático, sobre el lenguaje es incompatible con una comprensión viva, histórica del lenguaje. Desde el punto de vista del sistema, la historia siempre parece ser una simple serie de transgresiones accidentales” (Bajtín/Medvedev, 1928/1994, p. 78).

Si bien, es cierto que las nociones sistemáticas surgen a partir de la necesidad de organizar la diversidad del lenguaje para su estudio, las disciplinas sociales, en general, y lingüísticas en particular, finalmente han acogido a los mapas sistemáticos y estructurales como el terreno propiamente tal, olvidando la diversidad de la vida social, a la que responden estas organizaciones sistemáticas (Bajtín, 1975/1989).

El lenguaje es social, las estructuras lingüísticas sólo pueden ser consideradas como organizaciones momentáneas y dinámicas que dependen en todo momento de la vida social del lenguaje. “La palabra (como todo signo en general) es interindividual” (Bajtín, 1979/1982, p. 313). Respondiendo la oposición saussiriana entre forma y contenido, Bajtín explícita que “La forma y el contenido van unidos en la palabra entendida como fenómeno social; social en todas las esferas de su existencia y en todos sus elementos -desde la imagen sonora hasta las capas semánticas más abstractas” (Bajtín, 1975/1989, p. 77)

La palabra así sólo puede existir en la interacción viva, concebida como una arena en la que tienen lugar las distintas luchas sociales, cruzándose en ella como fuerzas sociales vivas (Bajtín, 1979/1982). La palabra no es la palabra pronunciada por una persona individual, es el campo donde tiene lugar la interacción y disputa de las fuerzas sociales vivas. Profundizaremos en esta idea.

3.1 El enunciado como unidad del lenguaje social vivo

Al enfatizar la necesidad de realizar un estudio del lenguaje en su vida misma, y contra las estructuras teóricas abstractas alejadas de los desempeños cotidianos de las personas usando al lenguaje, es necesario considerar una unidad de estudio capaz de abordar al lenguaje en su vida cotidiana. Así, adelantándose a los lingüistas occidentales, Bajtín encontrará en el enunciado una compresión interindividual del lenguaje en su uso, que presupone explícitamente la existencia no sólo de un hablante, sino de un oyente, la enunciación es una acción lingüística siempre orientada hacia un otro, incluso en la aparente ausencia física de éste en el contexto (Bajtín/Voloshinov, 1930/1992).

El enunciado se diferencia de la palabra porque, tal como ha sido concebida tradicionalmente, ésta se define por su correspondencia unívoca con un significado, correspondencia asignada por un código lingüístico. El enunciado, en cambio, es una composición que puede tener una o más palabras desenvolviéndose en un proceso comunicativo concreto, por lo que “no posee significado, sino sentido (es decir es una totalidad de sentido que tiene que ver con los valores: verdad, belleza, etc., que exige como comprensión una respuesta que incluya la valoración)” (Bajtín, 1979/1982, p. 318).

Es decir, el enunciado al pertenecer a la comunicación discursiva cotidiana no puede sostener un significado abstracto consensual, su significación sólo cobra existencia en su relación con las circunstancias concretas de enunciación, y estas circunstancias no son simplemente referidas al sistema lingüístico, sino que señalan al contexto sociohistórico y material en el cual es llevada a cabo la comunicación discursiva. Hablante, oyente, materia de expresión y objeto referido, teñidos por valoraciones desarrolladas sociohistóricamente, emergen del enunciado, determinándolo también:

El enunciado es una totalidad de sentido. Una actitud hacia los enunciados no puede ser separada de la actitud hacia el objeto (porque con respecto al objeto se discute, se pone de acuerdo, se entra en contacto) y de la actitud hacia el hablante mismo (Bajtín, 1979/1982, pp. 314-315).

En su referencia hacia un objeto, el enunciado se orienta a un oyente concreto relacionando a hablante y oyente en esta referencialidad objetal. Por lo anterior el enunciado considera al lenguaje ocurriendo enteramente en el flujo de relaciones cotidianas ocurriendo entre personas, “siempre relaciona entre sí a los participantes de una situación en cuanto copartícipes” (Bajtín/Voloshinov, 1929/1997, p. 115).

Sin embargo, su sentido no se agota en su referencia al objeto y su orientación hacia el hablante. El enunciado, no desconoce el flujo lingüístico de lo social. Todo enunciado se apoya en otros enunciados anteriores y establece una relación con otros contextuales, dirigiéndose hacia ellos, hablándoles.

El enunciado se determina no tan sólo por su actitud hacia el objeto y hacia el sujeto hablante o autor (y por su actitud hacia la lengua como sistema de posibilidades, como dación), sino directamente hacia otros enunciados en los límites de una esfera de comunicación dada (Bajtín, 1979/1982, p. 314).

Así el enunciado empuja a comprender al lenguaje sólo existiendo en cuanto tal en la comunicación discursiva como una comunicación comprometida con el flujo de la actividad social, donde el enunciado nunca está aislado, y es sólo un eslabón de la cadena. “La esencia efectiva del lenguaje está representada por el hecho social del la interacción verbal, que es realizado por una o más enunciaciones” (Bajtín, 1929/1993b, p. 246). Por ello “el enunciado como totalidad no puede ser definido en términos de la lingüística o de la semiótica. El termino texto no corresponde en absoluto a la esencia de un enunciado entero” (Bajtín, 1979/1982, p. 357), el enunciado no es sólo textualidad, sino que cumple una función en la vida social, comprometiéndose en ella:

No comprenderemos nunca la construcción de una enunciación cualquiera —por completa e independiente que ella pueda parecer— si, no tenemos en cuenta el hecho de que ella es sólo un momento, una gota en el río de la comunicación verbal, río ininterrumpido, así como es ininterrumpida la vida social misma, la historia misma (Bajtín, 1929/1993a, p. 246).

De este modo el lenguaje ya no aparece como un set de estructuras abstractas, sino como un flujo de acciones discursivas entrelazadas e interdependientes, cada una de las cuales siempre está orientada hacia un otro, hacia su escucha y contestación. “La palabra viva vinculada indisolublemente a la comunicación dialógica por su naturaleza quiere ser oída y contestada” (Bajtín, 1979/1982, p. 342). Así, el lenguaje emerge como interacción, surgiendo la noción de diálogo: “puede decirse que cualquier comunicación verbal, cualquier interacción verbal, se desenvuelve bajo la forma de interacción verbal, se desenvuelve bajo la forma de intercambio de enunciaciones, o sea bajo la forma de diálogo” (Bajtín, 1929/1993b, p. 250). Esta noción es influencia del formalista ruso Liev Petróvich Yakubinskii (1892- 1945), lingüista e historiador de literatura ruso, quien señala que toda emisión lingüística, en la forma de habla o escritura, se dirige a un otro, comprendiendo así a cada emisión como una intervención al interior de una conversación, sea directa o indirectamente con un oyente o un lector. Estas ideas de Yakubinskii no sólo influenciarán a Bajtín sino también a Vygotsky y su noción de lenguaje interno, evidenciándose en las citas que cada uno le realiza.

La idea del dialogismo surge en los primeros escritos de Bajtín indicando que toda enunciación se dirige a otro, orientándose a su comprensión y a su respuesta, a su consenso o disenso (Bajtín, 1929/1993b). Bajtín comprenderá al lenguaje, y, en específico, al despliegue discursivo, no como una mera actualización y utilización de ciertos códigos arbitrarios o repertorios discursivos existentes a nivel de lo social, sino como una compleja situación social en la que cada enunciado se inserta de un modo singular y siempre diverso en mundo en que ya se ha hablado, plagado de enunciados, a los cuales inevitablemente se conecta, basándose en ellos o posicionándose frente a ellos. Estos están en el objeto referido del enunciado, en las palabras utilizadas, y en el sujeto al cual se dirige, el oyente o lector. Cada enunciado es, por lo tanto una respuesta a la otredad.

3.3 El diálogo como actividad orientada responsivamente

Al considerar como principal característica del lenguaje su constitución dialógica toda enunciación puede ser considerada una respuesta que, en el marco del flujo del lenguaje vivo, reclama una respuesta, por lo que todo hablante resulta un contestador. En efecto, “un acto humano es un texto en potencia y puede ser comprendido (como acto humano, no como acción física) tan sólo dentro del contexto dialógico de su tiempo (como réplica, como postura llena de sentido, como sistema de motivos)” (Bajtín, 1979/1982, p. 298). Todo lenguaje, bajo la comprensión dialógica, sólo puede ser concebido como actos lingüísticos, como lenguaje viviendo en el continuo intercambio que da cuerpo y esencia a lo social. Estos intercambios se constituyen como respuestas a otros enunciados. Se dirigen a otros que ya hablaron y a quienes hablarán, reclamando respuestas. En este sentido,

Toda comprensión real y total tiene un carácter de respuesta activa y no es sino una fase inicial y preparativa de la respuesta (cualquiera sea su forma). También el hablante mismo cuenta con esta activa comprensión preñada de respuesta: no espera una comprensión pasiva, que tan sólo reproduzca su idea en la cabeza ajena, sino que quiere una contestación, consentimiento, participación, objeción, cumplimiento, etc. (Bajtín, 1979/1982, p. 258).

Desde este punto de vista, el lenguaje sólo es posible comprenderlo en el flujo de la vida social, flujo estructurado responsivamente.

Y el hombre responde al otro de un modo corporizado. La entonación del habla, la postura, el ritmo del habla, y en general todo medio expresivo, son señalados por Bajtín como parte de la respuesta con que cada sujeto se posiciona en la vida social y en la vida del lenguaje.

En todo aquello en que el hombre se está expresando hacia el exterior (y por consiguiente para otro) —desde el cuerpo a la palabra— tiene lugar una intensa interacción del yo y del otro (...) esta lucha se realiza en todo aquello mediante lo cual el hombre se expresa (se revela) hacia el exterior (para otros), y abarca desde el cuerpo hasta la palabra (Bajtín, 1979/1982, p. 336).

Permaneciendo así en el diálogo que continúa y donde la respuesta será escuchada, respondida y comprendida.

De este modo el lenguaje es rescatado de las estructuras teóricas a las que había sido confinado y es aterrizado en la arena del habla cotidiana, encontrando su única estructuración posible en el diálogo. Un diálogo complejo que se establece no sólo con el interlocutor inmediato, pues cada enunciado dialoga con su interlocutor y con todo el resto de palabras ajenas a través de las cuales se conecta y se posiciona, siendo así un diálogo con el resto de su contexto sociohistórico. La palabra, por lo tanto, está muy lejos de dormir en el lecho seguro de una enciclopedia de alguna Real Academia o un Centro de Normalización Lingüística; “la palabra es un drama” (Bajtín, 1979/1982, p. 314), y si no se considera en su relación responsiva, tan textual como corporal, con los enunciados de otros realizados y expresados, también, de algún modo, la palabra muere quedando como pieza de museo, enajenada a su propia vida social. Sin embargo esa vida social de la cual emerge el lenguaje, no puede ser considerada como una unidad coherente, consistente, a la cual se sometan todas las respuestas.

3.4 No hay un lenguaje, sólo dialectos: la Heteroglosia como el principal componente de lo social

Según Bajtín, el hablante se dirige a otro, sin embargo a través de ese otro le habla al resto de los contextos que conforman su propia vida social. Es ahí que el lenguaje se organiza, pero no en pos de un sistema único. Lo social es heterogéneo y multiverso, por lo anterior los ordenes responsivos son múltiples. Es en relación a esto que Bajtín considera a la heteroglosia, como el principal fenómeno que caracteriza al lenguaje vivo en su continua organización-desorganización.

Bajtín considera a la esfera comunicativa un terreno de constante lucha entre las fuerzas que orientan hacia la sistematización y estructuración social y aquellas que constantemente lo empujan a la diversidad dándole dinamismo e impredecibilidad. Es en Teoría y Estética de la Novela (1975/1989), la última compilación de trabajos suyos que él mismo organiza antes de su muerte, donde explica claramente la noción de heteroglosia, particularmente en el ensayo que ocupa más de la mitad de la edición, La Palabra en la Novela (Bajtín, 1975/1989).

Las teorías lingüísticas y del discurso, tal como lo expone Bajtín, se han centrado sólo en el proceso estructurador de la vida social, el que da lugar a que el lenguaje pueda ser comprendido como un sistema único. Sin embargo esto no significa que el lenguaje esté constituido estructural y sistemáticamente. “La categoría del lenguaje único es expresión teórica de los proceso históricos de unificación y centralización lingüística, expresión de las fuerzas centrípetas del lenguaje” (Bajtín, 1975/1989, p. 88). Lo sistemático y estructural no es una realidad estática alcanzada, al contrario es un proceso, un movimiento hacia la estructuración.

Sin embargo estas fuerzas centrípetas que explican los procesos centralizadores no son únicas, por lo anterior, la noción teórica de lenguaje como entidad estática y única a la cual deben ajustarse el resto de desempeños lingüísticos, no es más que una imposición.

El lenguaje único no viene dado, sino que de hecho se impone siempre; y se opone al pluralismo real en todo momento de la vida del lenguaje. Pero, al mismo tiempo es real, en tanto que fuerza que trasciende ese plurilingüismo, poniéndole ciertas barreras que aseguran el máximo entendimiento recíproco, que cristaliza en una unidad real aunque relativa del lenguaje hablado (usual) predominante y del lenguaje literario, del ‘lenguaje correcto’ (Bajtín, 1975/1989, p. 88)

El lenguaje único, entendiendo a éste como el lenguaje común, con ciertas normas lingüísticas convencionales, es así comprendido no como emergiendo de un imperativo abstracto. Para Bajtín tales normas son efectivamente:

Fuerzas creadoras de la vida del lenguaje que sobrepasan el plurilingüismo4, unifican y centralizan el pensamiento ideológico literario, crean, dentro de la lengua nacional plurilingüe, un núcleo lingüístico duro y estable del lenguaje literario oficial, reconocido, o defienden el lenguaje ya formado de la presión creciente del plurilingüismo (Bajtín, 1975/1982, p. 88).

Así lo sistemático y estructural de la lengua es comprendido, más que como entidades fijas que rigen al lenguaje, como tendencias vivas hacia la centralización y unificación social, es decir, como fuerzas centrípetas, las que se oponen a la heteroglosia (el plurilingüismo) constante de la vida social, presentándose así cada enunciado como un campo de lucha entre estas fuerzas homogeneizantes y las fuerzas centrífugas que empujan hacia lo diverso y múltiple; observando con ello a la vida social, más que como estructuras, como fuerzas. Unas se orientan a la estructuración, permitiendo con ello puntos de encuentro en tanto base para la comunicación. Pero otras pugnan por la desestructuración, dando movimiento a lo social, orientándolo constantemente a la no sistematización y a la desorganización en pos de lo variable y diverso.

De este modo, según Bajtín, las fuerzas estructuradoras del lenguaje son expresión de las fuerzas de unificación y centralización concretas desarrolladas en indisoluble relación con los procesos de centralización político-social y cultural (Bajtín, 1975/1989), las que encuentran su base en las actividades e interacciones concretas humanas (Bajtín, 1979/1982). El lenguaje no se sustrae al horizonte concreto sociohistórico y cultural en el que se despliega por el contrario se constituye en éste, pleno de voces tanto con fuerza centralizadora como abiertas, oponiéndose a la unificación.

Ante la necesidad de encontrar un concepto que describa de un modo más dinámico los efectos de las esfuerzos estructuradoras del lenguaje, que Bajtín propone la idea de los Géneros Discursivos. Los géneros discursivos describen la organización de la diversidad social sin necesidad de estructuras estáticas, sino como tendencias sistematizadoras en constante movimiento que abordan la estratificación real interna del lenguaje

En dialectos sociales, en grupos, argots profesionales, lenguajes de género, de edades, de corrientes; lenguajes de autoridades, de horas, de círculos y modas pasajeras; lenguajes de los días, e incluso de las horas; socio-políticos (cada día tiene su lema, su vocabulario, sus acentos); así como la estratificación interna de una lengua en cada momento de su existencia histórica (Bajtín, 1975/1989, p. 81).

Frente a esta diversidad infinita del lenguaje resultan impotentes las estructuras abstractas, los sistemas gramáticos únicos, y el resto de posibles sistematizaciones con que se ha intentado estudiar al lenguaje, por lo cual terminan construyendo ideaciones abstractas de lo que sería una vida ordenada y tranquila del lenguaje, desconociendo absolutamente la lucha constante del lenguaje en su estructuración continua desde la diversidad siempre en movimiento.

Es por esto que para abordar la diversidad de voces sociales y la diversidad de relaciones, así como las correlaciones siempre dialogizadas existentes entre ellas, los géneros discursivos son propuestos como descripciones en movimiento de las fuerzas centralizadoras del lenguaje, apegadas a las interrelaciones concretas de los sujetos actuando: “cada esfera del uso de la lengua elabora sus tipos relativamente estables de enunciados a los que denominamos géneros discursivos” (Bajtín, 1979/1982, p. 248).

Los géneros discursivos son presentados como alternativa a las estructuras profundas, a los sistemas gramaticales y a los conjuntos de convenciones y otras estructuras postuladas para clasificar el habla. En contraste a éstas, los géneros son en gran medida heterogéneos e incluso desordenados. Los géneros son considerados como “formas típicas para la estructuración de la totalidad, relativamente estables” (Bajtín, 1979/1982, p. 267); un conjunto de hábitos elaborados en las prácticas lingüísticas cotidianas ligadas indisolublemente a las diversas esferas de actividad humana, ofreciendo una regularidad necesaria para la comunicación, permaneciendo así abierto y determinado por las presiones transformadoras de la vida diaria.

Los géneros discursivos temporalmente cristalizan en una red de relaciones entre sus interlocutores, lo que permite un estilo de comunicación relativamente estable, sin embargo, ya que las relaciones sociales que se estratifican en los géneros discursivos cambian, entonces los mismos géneros varían, proponiéndose como una clara alternativa para un estudio más dinámico de los efectos de las fuerzas centrípetas del lenguaje.

Los géneros discursivos se constituyen en virtud de la repetición y de la acción de posiciones de enunciación con mayor fuerza estructuradora. Las constantes interpelaciones al sujeto para constituirse como emprendedor, responsable y autor por su propia vida; interpelaciones actuadas por múltiples posiciones: la publicidad que reproduce íconos de emprendimiento, historias contadas por los medios de comunicación que muestran modelos y héroes emprendedores, la creciente proliferación de políticas sociales orientadas a los sectores más vulnerables que llaman al sujeto a hacerse cargo y responsable para ‘aprovechar las oportunidades’, hacerse empleable y alcanzar los modelos de vida promovidos. Este ejemplo nos muestra cómo el discurso del emprendimiento se ha transformado en un género discursivo que cobra una fuerza altamente estructurante en la vida social, siendo utilizado no sólo como modelo a alcanzar sino que permitiendo explicaciones acerca del fracaso del los sujetos, por ‘su poca capacidad emprendedora’.

Pero estas fuerzas centrípetas se oponen a otras de direcciones múltiples y diversas, es a esto a lo que estrictamente Bajtín llama Heteroglosia. Si bien en el diálogo social vivo se configuran tendencias centralizadoras, posibles de ser vistas como tales mediante la óptica de los géneros discursivos, las tendencias centrífugas resultan bastante más complejas que eso y, al igual que la cualidad responsiva, no se agotan en el habla dirigida a un interlocutor.

Bajtín en esto es implacable. Todas las lenguas no existen más que como dialectos, lo mismo que los sistemas lingüísticos y gramáticos:

La victoria de una lengua (dialecto) predominante, la eliminación de otras, su esclavización, la educación a través de la palabra auténtica, la instrucción de los bárbaros y de las capas sociales bajas en el lenguaje único de la cultura y de la verdad, la canonización de los sistemas ideológicos, la filología con sus métodos de estudio y aprendizaje de las lenguas muertas (y, de hecho, como todo lo que está muerto, unitarias), la lingüística indoeuropea que restablece una sola lengua matriz, común a la multitud de lenguas, ha determinado, todo ello, el contenido y la fuerza de la categoría del lenguaje único en el pensamiento lingüístico y estilístico (Bajtín, 1975/1989, p. 89).

Pero, tal como se había señalado, estas fuerzas que encarnan lo que es observado como ‘lenguaje único’, sólo son tal actuando, moviéndose dentro de la heteroglosia (plurilingüismo) efectiva.

La heteroglosia es la cualidad real del lenguaje, “con la unificación se desarrolla ininterrumpidamente el proceso de descentralización y separación” (Bajtín, 1975/1989, pp. 89-90). Y esta diferenciación continua ocurre en cada enunciado, en cada actividad dialógica, en que, al posicionarse frente al resto de enunciados expresados corporizadamente, se aplican tanto las fuerzas de unificación como las centrífugas, implicándose así cada enunciado en las tendencias centrípetas, al mismo tiempo, que en la heteroglosia social e histórica: “el medio auténtico del enunciado, en el que vive y se está formando es el plurilingüismo dialogizante, anónimo y social como lenguaje, pero concreto, saturado de contenido y acentuado, en tanto que enunciado individual” (Bajtín, 1975/1989, p. 90). El emprendimiento, como género discursivo, se despliega a través de actos situados concretamente. El taller de formación de emprendedores dirigido a micropempresarios de un barrio popular, contiene las voces altisonantes de las políticas públicas, con sus mandatos y teleologías para los sujetos. Estas coinciden con otras voces altisonantes que se reproducen en los medios de comunicación, a través de íconos e historias, no sólo en publicidad, sino que en telenovelas y noticiarios, imágenes que interpelan al sujeto con modelos de éxito individual, competencia, y responsabilización por la propia trayectoria. En efecto, las fuerzas centrípetas, unificadoras, actúan en el presente promoviendo modelos de sí formas de constitución de lo social que dibujan el orden social de una época y una cultura. Sin embargo esto se despliega situadamente. El emprendimiento como género discursivo vive en su actuación. Así, en el taller de emprendimiento las narrativas de este género se encuentran con las historias situadas de los participes, incluso del relator o docente del taller, y se despliegan materialmente en un entorno concreto (la sede del club social, por ejemplo). Y ahí resuenan otras voces, entonaciones que hablan de historias locales de pequeñas solidaridades cotidianas, de formas de organizamiento cooperativo; voces que murmullan, susurran, pero que aun así participación de la realización a nivel local de la gran voz, en este caso del género discursivo del emprendimiento. He ahí que el espacio social aparece mucho más heterorregulado, aun a pesar de la fuerza enunciativa con la que se instala la voz predominante.

En efecto, las prácticas sociales son dialógicas, esto es una lucha activa entre distintas voces con entonaciones diversas, volúmenes y formas heterogéneas, que recorren cada enunciado, situando a este enunciado concreto entre otros enunciados corporizados que se encuentran en los medios expresivos, en los interlocutores, en su propia historia como enunciador y en el objeto referido, el cual es configurado en múltiples actos enunciatorios. Un enunciado concreto siempre encuentra al objeto al cual se orienta “condicionado, contestado, evaluado, envuelto en una bruma que lo enmascara; o, por el contrario, inmerso en la luz de las palabras ajenas que se han dicho de él” (Bajtín, 1975/1989, p. 94). Toda palabra en su incesante orientación a un objeto, de referencia, o al cual se dirige la enunciación como un otro interlocutor, entra en el medio agitado y tenso propio de lo dialógico, pleno de palabras, de valoraciones y acentos ajenos; entrelazándose con ellos en complejas relaciones de unión, de rechazo, de incorporación parcial, de cruce, etcétera; todo lo cual modela el acto mismo de enunciación comprendido como un complejo acto material y textual.

Las complejas relaciones que establece la palabra comprendida como enunciado en el océano de la heteroglosia social en su orientación hacia su objeto, Bajtín lo describe de este modo:

Si imaginamos la intensión de esa palabra, su orientación hacia el objeto como un rayo, podremos entonces explicar el juego vivo e irrepetible de colores y de luz en las facetas de la imagen creadas por la palabra a través de la refracción del rayo-palabra, no ya en el interior del objeto mismo (como el juego de la imagen tropo del lenguaje poético en sentido restringido, dentro de la ‘palabra enajenada’), sino en medio de las palabras, las valoraciones y los acentos ‘ajenos’ atravesados por el rayo en su caminos hacia el objeto: la atmósfera social de la palabra, que rodea al objeto, hace que brillen las facetas de su imagen (Bajtín, 1975/1989, p. 95).

La heteroglosia como orientación hacia la multiplicidad se visualiza en el paso de la palabra por el camino de palabras y acentos ajenos, en consonancia o disonancia con sus distintos elementos; pero no se agota como una discusión al interior de un sistema lingüístico entre sus elementos. Bajtín siempre encontrará a la palabra indisolublemente ligada a la actividad cotidiana. Es en esta relación de carácter constitutivo que el enunciado se encuentra con otros enunciados, también corporizados, ligados a la atmósfera social del objeto y también del sujeto de enunciación, a géneros discursivos, en tanto conformaciones histórico sociales, elementos todos que tienen su lugar de encuentro y lucha en la palabra concreta situada en un lugar entre otras configuraciones enunciativas, situándose así la palabra (el enunciado) en el contexto sociohistórico. Por ello la heteroglosia no puede explicarse intralingüísticamente. La comprensión del lenguaje que sostiene Bajtín, se liga más al concepto de actividad que al de sistemas de coherencia semántica o al de algún tipo de estructura semántica o sintáctica. El lenguaje vive en las acciones cotidianas corporizadas, sometido a la diversidad de la acción humana cotidiana (Bajtín, 1975/1989). Es esto lo que Bajtín reitera una y otra vez como el gran quizás, la absoluta singularidad de cada enunciado concreto, su consideración como una presencia única y jamás explicable, apenas describible (1979/1982).

De este modo Bajtín intenta abordar al lenguaje en su vida social: “la palabra de los anchos espacios de las plazas públicas, de las calles, de las ciudades y aldeas, de los grupos sociales, de las generaciones y las épocas” (Bajtín, 1975/1989, p. 77), esa palabra que vive en la pluralidad de un lenguaje comprendido como una actividad tan corporizada como textual.

4 Diálogo como Actividad en Bajtín

Lamentablemente, aunque ellos no lo sepan, en el mundo actual casi cualquiera es un marxista. Continúan teniendo ideas marxistas.

Augusto Pinochet Ugarte; Dictador; citado por Gardiner, 2000, p. 119.

Entender al lenguaje como actividad resulta fundamental para penetrar en las ideas bajtinianas, ya que esta idea será una de las principales cualidades que marcan la diferencia de éste con otros teóricos.

Bajtín rechaza la asunción de lo lingüístico como existente sólo en un plano semántico, en el cual el habla podría comprenderse como un desempeño reproductivo de estructuras coherentes de significación. El autor soviético señala que este pensamiento establece:

Una escisión de principio entre el contenido-sentido de un acto (actividad) determinado y la realidad histórica de su existencia (como vivencia experimentada en la realidad por una sola vez), cuya consecuencia es que el acto pierde su capacidad de ser valorado, lo mismo que se pierde la unidad entre su devenir viviente y la autodeterminación (Bajtín, 1986/1997, p. 8).

Ante esto enfatiza que:

Sólo el acto en su totalidad es real y participa en el acontecimiento unitario del ser, sólo este acto es vivo y ES plena e inextrincablemente, es decir, está en el proceso de generación, deviene, se realiza, siendo partícipe viviente del acontecimiento del ser (Bajtín, 1986/1997, p. 8).

Desde una concepción dialógica heteroglósica, cada enunciado sólo en tanto acto tan material como textual se constituye efectivamente como un enunciado concreto único, y no hay ninguna otra forma de llegar a adquirir una existencia efectiva en el mundo entre sujetos sino como acto singular.

Por lo anterior, asumir la importancia de lo lingüístico en Bajtín no significa abstraer la diversidad de la vida social hacia el plano de lo semántico, el lenguaje sólo en tanto actividad se constituye de un modo concreto y situado. Lo semántico tal cual resulta comprendido en el pensamiento discursivo “pretende autodeterminarse plena y definitivamente dentro de la unidad de una u otra área del sentido” (Bajtín, 1986/1997, p. 8). Sin embargo estas áreas de lo semántico, “más allá del acto que las integra, no son reales” (Bajtín, 1986/1997, p. 8).

La noción de actividad en la que se funda la concepción bajtiniana, encuentra entre los interlocutores contemporáneos a su tiempo a los psicólogos Vygotsky y Leontiev entre otros, por lo anterior no es de extrañar que muchos estudiosos hayan tratado de interconectar a estos pensadores no sólo por su noción de habla interna (como lo hace Wertch, 1985/1988; 1991/1993), sino que en el plano de la actividad como fundante del proceso de conformación del sujeto y del objeto (Burkitt, 1990; Gardiner, 2000; Holquist, 1994; Morson & Emerson, 1990) considerándose así como un proceso de subjetivación y objetivación tan material como lingüístico. Esto se explica por la profunda raíz marxista que une a estos pensadores.

Karl Marx y Friedrich Engels (1846/1970) señalan que el gran defecto de los materialismos previos está en considerar las cosas, la realidad sensitiva sólo en la forma de objeto o de contemplación, no en forma de actividad humana. A su vez, las tradiciones idealistas tampoco han logrado explicar a la actividad en su dimensión material, cayendo en subjetivismos extremos limítrofes con el solipsismo. Es siguiendo esta noción que Bajtín señalará que es en la actividad que el sujeto y el objeto participan del acontecimiento de venir a ser.

El ser en Bajtín, está definido por esa relación entre sujeto y objeto, concebida como “la verdad del acontecimiento singular y único que nos vincula, en el cual participamos” (Bajtín, 1986/1997, p. 25). Sujeto y objeto quedan definidos en la unidad de la existencia en la cual transcurre el acto que los abarca por igual. Sólo desde el interior del acto “se puede hallar una salida hacia esta unidad del ser, que no del producto del acto concebido inconcretamente” (Bajtín, 1986/1997, p. 25). De este modo, la actividad debe pensarse como un proceso en el cual se concretan las transiciones recíprocas entre sujeto y objeto. Es en la actividad, situada en condiciones de una colectividad abierta, desplegando su horizonte concreto sociohistórico y cultural, que se subjetiviza el objeto y se objetiviza el sujeto, emergiendo así ambos. Por lo tanto, la actividad está localizada en un determinado lugar en la sociedad, encontrando en ello no sólo condiciones a las que se debe acomodar, sino que esas mismas condiciones sociales conllevan sus motivos y fines, sus procedimientos y medios; tal como señalara Leontiev, autor contemporáneo a Bajtín, con quien comparte este enfoque centrado en la actividad: “en una palabra, la sociedad produce la actividad de los individuos que la forman” (Leontiev, 1978/1993, p. 68).

La actividad es primariamente una función social objetiva: toma lugar en la interacción entre personas, orientándose a objetos sociales, de cuya constitución se hace parte. He aquí una idea que es necesario dejar muy clara: se habla de objetividad, sin embargo cuando se habla de objetividad en ésta teoría, no se habla de una entidad aparte de la actividad humana, así como tampoco se puede hablar de una subjetividad per se. Los objetos son constituidos por la misma actividad situada, produciéndose y contextuándose. Tal como lo señala Bajtín, “un objeto es inseparable en su función de acontecer conmigo” (1986/1997, p. 41). De este modo el objeto sólo puede ser considerado artefactualmente, es decir nacido en la actividad de la que surge un sujeto en su orientación hacia un objeto; por lo anterior el objeto, objetivado en la actividad es materia plena de sentido y participa como tal en el proceso de subjetivación. En la objetivación el sujeto se extrapone hacia una materia exteriorizándose y sometiéndose a ésta, esto es “el carácter a su vez activo del objeto que se conoce” (Bajtín, 1979/1982, p. 395). He aquí el proceso de objetivación: el objeto se produce en tanto actividad focalizándose. Y he aquí la producción del sujeto o subjetivación: el sujeto se conforma, la interioridad se conforma desde las relaciones sociales, la internalización, de la que nos hablaran tanto Lev Vygotsky (1978/1979; 1982/1993) como Bajtín (1929/1993b), es el proceso de formación de interioridad a partir de una práctica con otros objetivada. Así, la objetivación es concebida por Bajtín como una enajenación propia, al mismo tiempo que posibilidad del sujeto (Bajtín, 1979/1982). Es decir, subjetivación y objetivación vienen a ser el mismo proceso. El objeto deviene en tal en tanto objeto subjetivado, pleno de relación humana, el objeto no puede ser concebido como otra cosa que sustancia material y semiótica a la vez. A su vez el sujeto deviene en tal en tanto objetivado inmerso activamente en una colectividad situada con y en objetos.

El centramiento en el acto como fuente de sujeto y de objeto, implica a la subjetivación, así como a la objetivación, como un acontecimiento irrepetible y continuo. En la actividad el sujeto deviene en tanto tal y es construido y reconstruido continuamente en su constante actividad orientada al objeto, considerando objetos humanos y no humanos como otredad (Holquist, 1994). Así el subjetivarse es enfocado como un acontecimiento único a través del sujeto que se constituye como tal y de los objetos y otros, participando de él. Por ello “la unicidad singular no puede ser concebida, sino que tan sólo puede ser vivida participativamente” (Bajtín, 1986/1997, p. 20). Por lo anterior las coherencias semánticas que sirven de base para la construcción de discursos, en los cuales son construidos sujetos como hablantes en un pensamiento discursivo, no son sino momentos “de una vivencia eficientemente participativa de la singularidad concreta del mundo” (Bajtín, 1986/1997, p. 20). El lenguaje constituyéndose en la práctica objetivadora/subjetivadora conecta a sujetos con objetos, como copartícipes del proceso de distinción, interconectando con las prácticas sociales precedentes que conforman el contexto dialógico el cual se inserta cada acción humana, considerada como acontecimiento singular.

Esto es claramente coherente con el rechazo siempre explícito de Bajtín a la consideración del lenguaje como abstracto constitutivo y fundamento ontológico. Ante todo es un producto en continua creación de la actividad humana; sólo el lenguaje en su integración con la actividad subjetivadora/objetivadora puede ser considerado como un acontecimiento, de modo que los sistemas de códigos que determinan correspondencias entre significantes y significados son determinados continuamente por los sujetos actuando el lenguaje. Los significados no están muertos y no son una estructura que esté más allá de la vida social; es la actividad la que lo corporiza dando vida al lenguaje, en su constitución de sujetos y otredades (humanas y no humanas), contactándose con el resto de actividades sociales estableciéndose como un diálogo heteroglósico con ellas desde su situación contextual singular. “Ser, para Bajtín, es no sólo un acontecimiento, un acontecimiento que es compartido. Ser es una simultaneidad, es siempre un co-ser” (Holquist, 1994, p. 25). Por lo anterior, en la actividad es posible encontrar las tensiones hacia la centralización social, como también lugar de la multiplicidad, divergencia e irrepetivilidad.

El acto de nuestra acción, de nuestra vivencia, como Jano binofonte, mira hacia lados opuestos: hacia la unidad objetiva del área cultural y hacia la unicidad irrepetible de la vida transcurrida, sin que exista un plano único y unitario en el cual sus dos caras se determinen recíprocamente en su relación con una y única unidad. Esta unidad única puede ser tan sólo el acontecimiento único de ser que se produce, de modo que todo lo teórico y todo lo estético ha de definirse como uno de sus aspectos y, desde luego, ya no en términos teóricos o estéticos (Bajtín, 1986/1997, p. 8).

El concepto de actividad así, será usada como un pilar fundamental en el cual se sostendrán las nociones de diálogo y de heteroglosia social, situando al lenguaje, lo mismo que a la vida social, como acontecimiento único ocurriendo como actividad.

La concepción de actividad propuesta por Bajtín, aparentemente resulta muy cercana a la noción dialéctica de actividad posible de encontrarse en Marx, y en otros autores marxistas, especialmente en Evald Ilyenkov (1977); sin embargo, a pesar de ello, y como lo han notado distintos autores (Clarke & Holquist, 1984; Gardiner, 1992; 1998; 2000; Holquist, 1994; Morson & Emerson, 1990), Bajtín mantenía una lejanía explícita con la dialéctica. De hecho parte de la recuperación de Bajtín ha sido realizada intentando desvincularlo de sus raíces marxistas, tal como evidencian Iris Zavala (1990) y Michael Gardiner (2000). Sin embargo las críticas bajtinianas al marxismo, como ha notado Gardiner (2000), son críticas dirigidas especialmente a una dialéctica hegeliana abstracta y al marxismo estalinista que en la creencia de que el Estado sería un buen administrador del bien común, era a la vez el acallamiento de las voces de la diversidad.

Bajtín se acerca a los escritos del Marx más joven, que centra el problema ontológico en el acontecimiento. Así Bajtín planteará que “la dialéctica es el producto abstracto del diálogo” (Bajtín, 1979/1982, p. 334), acercándose a dialécticos occidentales como Merleau Ponty y su noción de dialéctica abierta o Gramsci (1992; 1998; 2000). En efecto, el texto “De los Apuntes de 1970-1971” (Bajtín 1979/1982) explicita que su rechazo a la dialéctica no es un rechazo a la noción de actividad, como fundamento de lo subjetivo y de lo objetivo, como lo supuso James Wertch (1991/1993), sino más bien a la abstracción implícita en los análisis dialécticos propios de la intelectualidad soviética, como por ejemplo se puede analizar en la lingüística de Marr, lingüística oficializada por Stalin, que subsumía todo fenómeno heterogéneo a una conciencia abstracta. Tal como Bajtín señala, este tipo de abstracción dialéctica requiere de la supresión del diálogo:

Se hacen desaparecer las voces (separación entre las voces), se eliminan las entonaciones (emocionales y personales), de las palabras vivas y de las réplicas se extraen nociones y juicios abstractos, todo se introduce en una sola conciencia abstracta, y el resultado es la dialéctica (Bajtín, 1979/1982, pp. 369-370).

Es así que el concepto de actividad, rescatado de la dialéctica marxista, es puesto como fundación de sujeto y objeto, en su situación como acontecimiento, lugar en el que la vida social y el lenguaje cobran vida como singularidades, en un mundo presentado como nunca cerrado, siempre abierto en la celebración de la diferencia como propiedad constitutiva, en donde el discurso se realiza en su actuación. Por ello, el sujeto emerge en el acontecimiento del ser, sólo “como su participante necesario” (Bajtín, 1986/1997, p. 44).

5 Algunas conclusiones relevantes para la Teoría Social: Hacia un Sujeto Dialógico Heteroglósico participando en lo Social como Polifonía Abierta

Tal como hemos revisado la comprensión del lenguaje que presenta Bajtín no sólo rebasa los límites de la teorización lingüística tradicional, de carácter más estructural, sino que presenta una mirada que nos invita a comprender lo social desde la acción misma, o como muchos teóricos actuales lo señalan, su performance, como espacio de realización efectiva y constitutiva de lo social. Términos como diálogo, responsividad y heteroglosia, enmarcados en este énfasis en la actividad situada, ponen al lenguaje, en términos constitutivos, como un acontecimiento que emerge de las fuerzas sociales que pujan por la estructuración a la vez que por la multiplicidad. Con ello nos invita a abordar a la actividad, o performance, cotidiana como un espacio en disputa. Cada acto está marcado por la otredad y la multiplicidad; tanto líneas de tensión centrípetas, orientadas a la estructuración, a la unificación, a la solidificación de un orden (las voces altisonantes); como con líneas, o trazas, centrífugas, que apuntan a lo múltiple y situado. Por ello lo social, nunca está cerrado, siempre está en el límite, en la frontera, entre la estructuración y la transformación, en cada acto. Lo social debe ser pensado desde el acontecimiento de la producción situada heterogénea y múltiple: una “unidad abierta, en proceso de formación no solucionada y no preformada, capaz de perecer y de renovarse, capaz de trascenderse (o sea de rebasar sus propios límites)” (Bajtín, 1979/1982, p. 357). Por ello la cultura, con todas sus fuerzas estructurantes, debe pensarse como un fenómeno fronterizo, que si bien participa y organiza el acontecimiento, emerge a la vez de él:

No debe imaginarse la zona de la cultura como cierta totalidad espacial que tenga fronteras y también con un territorio interno. No existe un territorio interno en la cultura: toda ella se sitúa en las fronteras, las fronteras pasan por todas partes atravesando cada momento de ellas, la unidad sistemática de una cultura se sumerge en los átomos de la vida cultural, se refleja en cada gota de ella como si fuera un sol. Todo acto cultural vive esencialmente en las fronteras: en esto consiste su seriedad e importancia; al separarse de las fronteras pierde terreno, se vuelve vacuo, presuntuoso y muere (Bajtín, 1979/1982, p. 345)

Es así que lo social no puede ser concebido de otro modo sino como una unidad abierta (Bajtín, 1979/1982), determinada y creada activamente, constituida por la multiplicidad de voces que generan una polifonía nunca organizada. Lo social, si bien es sostenido por tendencias de estabilización y estructuración, como son los géneros discursivos, no alcanzan a constituirse como estructuras sistémicas posibles de explicar el acontecimiento. Las tendencias estructuradoras participan de cada actividad y luchan en su acotación con las fuerzas de la heteroglosia social, es en este encuentro, que tiene lugar en cada actividad humana orientada hacia una otredad, en que lo social vive realmente, lo demás es una abstracción que se aleja de la existencia real y singular de lo social. Esto tiene consecuencias para la comprensión del sujeto.

En efecto, el sujeto constituido en los procesos relacionales, necesariamente son interpelados, responde a esta heterogeniedad en proceso, nunca cerrado. Como plantea Bajtín, el sujeto es sujeto de otros, “ser significa ser para otro y a través del otro para sí mismo” (1979/1982, p. 327), por ello será concebido no como una composición interna, sino más bien fronteriza ya que en su propia constitución, siempre estará compuesto por la otredad social, de la cual emerge en su dirección activa hacia ella. “Está, todo él y siempre, sobre la frontera, mirando el fondo de sí mismo el hombre encuentra los ojos del otro o ve con los ojos del otro” (Bajtín, 1979/1982, p. 328). Si se tiene en cuenta la naturaleza profundamente diversa de la cual el sujeto emerge en su actividad dialogizante, no va a ser la coherencia la que caracterice a la subjetividad en su continuo emerger. Las fuerzas en pugna de la heteroglosia social toman también a la subjetivación como campo de batalla:

Dentro de mí no existe el alma como una totalidad de valores ya dados y existentes en mí, en mi actitud hacia mi persona yo no tengo nada que ver con el alma, y mi reflejo propio, puesto que es mío, no puede generar un alma, sino tan sólo una subjetividad mala y desarticulada, algo que no debe ser; mi vida interior que transcurre en el tiempo no puede concretarse para mí en algo de valor, algo que debería ser guardado y permanecer eternamente (Bajtín, 1979/1982, p. 93).

Esta desintegración de la subjetividad es vista por Bajtín como “el hecho primario de la conciencia humana y de la vida del hombre” (Bajtín, 1979/1982, p. 365). La multiplicidad de voces internalizadas junto a las que el sujeto encuentra en lo social y de cuya reunión emerge un sujeto se configurarán en cada momento entremezclándose entre sí las unas con las otras, en cada actividad, en su incesante orientación al otro, posibilitando así una esfera de sentido en lo diverso e inacabado (Bajtín, 1979/1982). El sujeto, por lo tanto, “no es un ser prefabricado (...) sino un diálogo inconcluso con un sentido polifónico en proceso de formación” (Bajtín, 1979 /1982, p. 340), de modo que la subjetividad jamás está concluida como una conformación unitaria, continuamente está en diálogo y no se estabiliza jamás, como entidad fronteriza.

Estos planteamientos desarrollados por el pensamiento bajtiniano, hoy tienen un eco relevante en el devenir del pensamiento social contemporáneo, particularmente en el contexto de las actuales discusiones post construccionistas (ver Íñiguez, 2007; Lykke, 2010). Estas precisamente han discutido las miradas estructurales de lo social y lo subjetivo, han cuestionado la unicidad del actor y de lo social, poniendo atención a lo performativo del lenguaje y la actuación social; a los objetos, no sólo objetivados, sino que considerados como actores; a lo situado y a los posicionamientos como fundantes de la acción. En este contexto, el trabajo del autor fallecido hace 40 años parece ser una voz significativa en la comprensión de lo social, ya no como estructuras y entidades, permitiendo escuchar esos susurros que se esconden en los intersticios, por donde se asoman los flujos que empujan a la multiplicidad y a la transformación. Estos flujos los encontramos en el análisis concreto y situado de esta actividad dialógica y heteroglósica en la cual somos producidos como sujetos y como socialidad, en un vínculo indisoluble con los discursos estructurantes, los que nunca deben ser tomados como consolidados y finalizados. He ahí el desafío para una teoría e investigación que aborde a lo social como proceso vivo en proceso de transformación.

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