Algunas reflexiones sobre investigación feminista y conocimiento desde una posición paradigmática de dominación

Some reflections on feminist research and knowledge from a paradigmatic position of domination

  • Iker Zirion Landaluze
En este artículo reflexiono sobre la investigación feminista, en el contexto de la tesis que realizo actualmente, centrada en el análisis feminista de los procesos de desarme, desmovilización y reintegración de excombatientes en la República Democrática del Congo. Más concretamente, mi objetivo durante las siguientes páginas es analizar algunas ideas sobre metodología y epistemología de investigación feminista que considero importantes, sugerentes y/o útiles en relación con mi propio proceso de investigación. Me interesa, más que encontrar respuestas, cuestionar mi trabajo a partir de esta pregunta: ¿Cómo influye mi condición de hombre, blanco, adulto, europeo, de clase media, con alto nivel educativo, heterosexual —es decir, con un perfil paradigmático de dominación— a la hora de realizar mi investigación?
    Palabras clave:
  • Investigación feminista
  • Objetividad
  • Dominación
  • Hombres
In this article I think over feminist research in the context of the doctoral thesis about disarmament, demobilization and reintegration of combatants in the Democratic Republic of the Congo I am actually challenging. More specifically, my objective during the following pages is to analyse some ideas of feminist research’s methodology and epistemology that I consider useful, important or suggestive for my own research process. I am further interested in questioning my work that in finding concrete answers. The starting point for this analyse is the following question: How do my heterosexual, well-educated, medium-class, european, adult, white, man characters –that`s it, this paradigmatic profile of domination – influence my own research work?
    Keywords:
  • Feminist research
  • Objectivity
  • Domination
  • Men


En este texto reflexiono sobre la investigación feminista, en el marco de la tesis que actualmente realizo, centrada en el análisis feminista de los procesos de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) de excombatientes en la República Democrática del Congo (RDC). En este país, durante los últimos años se han sucedido diferentes procesos de DDR en los que, por un lado, no se ha prestado ninguna atención a las diferentes experiencias y necesidades de las mujeres —en el amplio abanico de roles que estas tienen en el conflicto— y, por otro, se ha promovido la amnistía como estrategia de desmovilización de excombatientes (hombres, en su inmensa mayoría) que han cometido graves violaciones de los derechos humanos. Esto ha favorecido no solo la impunidad de los delitos cometidos durante el conflicto sino también la perpetuación de la violencia, en general, y contra las mujeres, en particular, en el contexto actual.

Mi objetivo en las páginas que siguen es recoger algunas ideas sobre metodología y epistemología feminista que considero importantes, sugerentes y/o útiles en relación con mi propio proceso de investigación. No espero que me sirvan para resolver sino, más bien, para exteriorizar algunas de las dudas que se me plantean. Es decir, a lo largo de estas páginas me interesa, más que encontrar respuestas, cuestionar mi trabajo a partir de esta pregunta: ¿Cómo influye mi condición de hombre, blanco, adulto, europeo, de clase media, con alto nivel educativo, heterosexual —es decir, con un perfil paradigmático de dominación— a la hora de realizar esta investigación?

1 Algunas características para una investigación feminista

Como señala Sandra Harding (1987/1998, p. 3), la epistemología feminista no supone simplemente “sumar o agregar a las mujeres”, esto es, no se trata solo de incorporar a las mujeres a la investigación, ni siquiera a aquellas mujeres que puedan ser más relevantes para el análisis. Si así lo hiciéramos, en el caso de mi investigación podría incluir el estudio, por ejemplo, a las académicas que publican sobre este tema (como Severine Autesserre, Monika Thakur, Donna Pankhurst, Irantzu Mendia, etcétera), a las mujeres congoleñas que participan en la vida pública ya sea como combatientes o en movimientos pacifistas, o a las mujeres víctimas de violencia sexual, a las que tanto gusta hacer referencia en los medios de comunicación.

Por un lado, incluir el análisis de las académicas y de las mujeres que participan en la vida pública supone valorar solo aquellas contribuciones que las mujeres realizan al “mundo de los hombres” y, con ello, asumir que “las únicas actividades que constituyen y moldean la vida social son aquellas que los hombres han considerado importantes y dignas de estudio”. En definitiva, estaría reproduciendo los “análisis parciales y distorsionados del género y de las actividades de las mujeres” basados en criterios androcéntricos de construcción de la ciencia (Harding, 1987/1998, p. 4). Por otro lado, incorporar en el análisis a las víctimas de la dominación masculina puede, si no se hace adecuadamente, reforzar la imagen de las mujeres congoleñas como víctimas pasivas, frágiles, dependientes de la ayuda exterior que predomina tanto en la academia como en los medios de comunicación, en lugar de mostrar también su realidad de resistencia, entereza y determinación.

Esta crítica al reduccionismo de determinados análisis no pretende excluirlos de la investigación, sino trascender su alcance de modo que, junto a ellos, se incorporen otras características distintivas de las investigaciones feministas. Sin ninguna voluntad de presentar una lista exhaustiva o cerrada, Harding (1987/1998, p. 5) identifica tres características, que analizaré a continuación: 1) ofrecer a las mujeres explicaciones sobre los fenómenos sociales que ellas quieren y necesitan; 2) incluir en la investigación las experiencias de las mujeres; y 3) situar a la persona investigadora en el mismo plano crítico que el objeto explícito de estudio.

1.1 Formular preguntas “cualitativamente distintas” en las investigaciones

Como recoge Norma Blázquez (2008, p. 98), “dentro de las ciencias sociales […], en muchos casos, los trabajos se enfocan a responder preguntas importantes para los hombres pues están basados solo en experiencias masculinas”. Ante esta realidad, esta autora propone la “formulación de preguntas cualitativamente distintas”.

¿Qué preguntas son cualitativamente distintas en el marco de mi investigación? ¿Qué preguntas son importantes para las mujeres que viven en el este de la RDC? A la espera de realizar trabajo de campo que me permita conocer la respuesta a la pregunta “¿Qué interesa a las mujeres congoleñas con respecto al proceso de desarme?”, algunas de las preguntas que se repiten entre las académicas que analizan, desde el feminismo, la complicada relación entre paz e impunidad en contextos posconflicto son las siguientes: ¿Por qué se premia la desmovilización de combatientes (hombres, fundamentalmente) que han cometido graves violaciones de derechos humanos con la amnistía? ¿Cómo puede promoverse la paz sobre la base de la impunidad? ¿Por qué la impunidad es todavía mayor en los delitos cometidos contra las mujeres?

Añade Harding (1987/1998) que las cuestiones relacionadas con las mujeres no son el único objeto de estudio posible para una investigación feminista. De hecho, es probable que algunas de las preguntas que interesen a las mujeres se centren en los hombres. Por ejemplo, en el marco de mi investigación, una pregunta dirigida a la raíz del problema: ¿Por qué los combatientes se comportan de forma tan violenta y, especialmente, con las mujeres?

1.2 Incluir las experiencias de las mujeres

¿Qué pasaría si no se investigase desde la experiencia e intereses de un hombre adulto blanco europeo ajeno al conflicto sino desde la experiencia e intereses de una mujer joven negra africana que vive en Kivu Norte1? Sin duda, gran parte de mi experiencia y de los fenómenos que pueden resultarme interesantes a mí, serán ajenos a la experiencia e intereses de esa hipotética joven. Por poner solo un par de ejemplos, posiblemente, mi concepto de paz o de seguridad, no coincidan con su interpretación de estos mismos conceptos.

Es más, la experiencia e intereses que deben dirigir mi investigación no pueden ser las de una mujer joven negra africana que vive en Kivu Norte sino, en todo caso, las experiencias e intereses de las mujeres, “en plural”, que viven en Kivu Norte. Como señala Harding, (1987/1998, p. 6) “no existe ‘la mujer universal, como tampoco ‘la experiencia de mujer’ ya que las experiencias, deseos e intereses de las mujeres [como las de los hombres], difieren en cada clase, raza y cultura”.

Más aún, Chandra Mohanty (1988, p. 61) alerta sobre la representación que desde Occidente se hace de la “mujer del Tercer Mundo” como un grupo homogéneo y sin poder, y caracterizada, además, por ser “ignorante, pobre, sin educación, limitada por las tradiciones, religiosa, doméstica, restringida a la familia, víctima”. En este sentido, las experiencias e intereses de una mujer de 23 años, de etnia nande, con 4 hijos e hijas, analfabeta, que no sabe dónde está su pareja y que vive en un campamento de refugiados en Nyanzale, no serán las mismas que las de una mujer de 45 años, de etnia tutsi, que vive en Goma, capital de Kivu Norte y trabaja como técnica de proyectos en una ONG local, ni las mismas que las de una niña, de etnia twa, de 10 años que trabaja en el campo en una zona rural del territorio de Lubero controlada por un grupo rebelde. Las tres son mujeres, negras y congoleñas. Las tres viven en Kivu Norte, en zona de conflicto y son muy conscientes de las consecuencias de este. Y, sin embargo, sus experiencias, sus expectativas, sus intereses y sus deseos difieren notablemente.

1.3 Reinterpretar la objetividad desde el conocimiento “situado”

Como señala Teresa De Barbieri (1998, p. 104), tradicionalmente, la gran mayoría del “conocimiento producido por las ciencias sociales no daba cuenta de la subordinación de las mujeres y, cuando lo hacía, solo era para justificarla”. ¿Cómo se puede considerar objetivo un conocimiento que solo ha estudiado a la población masculina y ha extendido los resultados obtenidos a toda la población, que se ha basado en premisas no solo androcéntricas sino también sexistas? Según Carme Adán (2006, p. 309), esta obsesión por la objetividad de la ciencia tradicional ha sido una estrategia —“un recurso”— para esconder los intereses de los hombres blancos occidentales de clase media.

Desde la epistemología feminista, diferentes autoras han puesto de manifiesto que el punto de vista desde el cual miramos no es neutro (Adán, 2006; Biglia 2005; Blázquez, 2008; Harding, 1987/1998). Según ellas, la objetividad debe reinterpretarse de manera que, en primer lugar, la investigadora asuma las limitaciones explicativas de su construcción y no la superponga a otras. En este sentido, Barbara Biglia (2005, p. 20) reconoce “la parcialidad de las miradas de cada sujeto y reivindica la propia mirada situada como una de las posibles y con valor equiponible a las otras”.

En segundo lugar, como todas “las perspectivas son parciales […], deben ser sometidas a consenso y a la crítica” (Adán, 2006, p. 308). De hecho, “la objetividad se maximiza en la confrontación de distintas subjetividades” (Blázquez, 2008, p. 116). La crítica y la autocrítica son, por tanto, imprescindibles. Especialmente esta última, que no abunda en la producción hegemónica del conocimiento. Se trata, como señala Biglia (2005, p. 30), de “poner constantemente en duda lo que estamos haciendo y problematizarlo, no para perfeccionarlo sino para evidenciar sus características y limitaciones”. Esta forma de actuar es “indispensable para seguir abiertas al cambio” (Biglia, 2005, p. 30).

Esta visión diferente de la objetividad nos exige “situarnos” ante la investigación, “dejar patente quién o quiénes son el o los sujetos, quién conoce, con qué fines, desde qué intereses, con qué capacidad de actuación” (Adán, 2006, p. 310). Para Harding (1987/1998, p. 8), eso implica, por ejemplo, “explicitar el género, la raza, la clase y los rasgos culturales del investigador y, si es posible, la manera como ella o él sospechan que todo eso haya influido en el proyecto de investigación” de forma que se nos presente no como “la voz invisible y anónima de la autoridad, sino como la de un individuo real, histórico, con deseos e intereses particulares y específicos”.

La investigadora feminista reconoce que sus creencias y comportamientos culturales “moldean los resultados de sus análisis tanto como lo hacen los de los investigadores sexistas y androcéntricos” y, con ello, huye de la “posición ‘objetivista’ que pretende ocultar las creencias y prácticas culturales del investigador, mientras manipula las creencias y prácticas del objeto de investigación para poder exponerlo” (Harding, 1987/1998, p. 8).

2 Investigando desde un perfil paradigmático de poder

Como señala Barbara Biglia (2005, p. 30), “en todas las relaciones humanas hay dinámicas de poder”, y “reconocer la propia situación de poder no permitirá escapar de ella, pero nos hará más sensibles a la hora de poner en duda las dinámicas que genera”. La consciencia de esta realidad nos obliga a replantear el ejercicio de poder que realizamos a través de la investigación.

En esta línea, Kum-Kum Bhavnani identifica tres preguntas —citadas por la propia Biglia (Ibídem, p. 21) — que debemos plantearnos en relación con el poder en el marco de una investigación:

  1. ¿Es mi mirada (neo)colonizadora? Esto es, ¿Estoy desempoderando las personas/realidades con las que trabajo en lugar de apoyar sus propios procesos?;
  2. ¿He problematizado el poder que ejerzo como investigador en mis prácticas relacionales?; y, más aún, ¿Es mi relación puramente extractiva o es bidireccional?
  3. ¿Qué debates sobre la diferencia he tenido en cuenta? ¿Los estoy analizando?

Pretendo que la realización de la tesis doctoral no se convierta en lo que Jenny Pearce (2011, p. 291) denomina una “investigación extractiva”, es decir, que no se limite a utilizar tanto las vidas de las personas, sus vivencias y experiencias como las ideas de las intelectuales y el conocimiento surgido en otras partes del mundo como si fueran “materia prima para investigar y desarrollar teorías en las universidades de Occidente” (Nnaemeka, 2004, p. 367).

Se trataría, por tanto, de establecer una relación no de explotación sino de conversación. En palabras de Trinh Minh-Ha (citada por Cristina Vega, 2000, p. 10), consiste en hablar no "sobre" sino "cerca (al lado) de"; “la gente nativa ha de explicarse, remover su conciencia para decir quién es y porqué hace lo que hace” La investigación es una posibilidad de mostrar cómo se ve a sí misma y, por tanto, no sólo produce conocimiento sino que “construye identidad”, “construye persona” (Ibídem).

Asimismo, por otro lado, mi condición de hombre me delata, y tiene profundas implicaciones para la investigación. Señala Harding (1987/1998, p. 10) que “existen algunas zonas de comportamiento y pensamiento masculino que son más accesibles y fáciles de captar para los investigadores que para las investigadoras”. No solo se trata de lugares físicos (como pudieran serlo en el caso de esta investigación y en el contexto congoleño, los cuarteles militares, los centros de acantonamiento de excombatientes, las peluquerías de hombres, determinados bares, sitios de toma de decisiones de una comunidad) sino también de lugares situados en la mente de los hombres y a los que quizás sea más sencillo acceder desde la complicidad masculina —o desde la complicidad machista— como sus miedos, sus debilidades o, al mismo tiempo y paradójicamente, sus bravuconadas, sus “hazañas”, etcétera.

Del mismo modo, podríamos argumentar en sentido contrario que existen algunas zonas de comportamiento y pensamiento femenino que son menos accesibles y más difíciles de captar para los investigadores que para las investigadoras. Parece que podríamos defender que para un hombre —no lo olvidemos, blanco, occidental, etcétera— sea más sencillo entrevistar a un excombatiente congoleño de un grupo armado que después de participar en un programa de reintegración trabaja como carpintero que a una mujer que vive en un campo de refugiados donde ha sufrido repetidas violaciones. Sin embargo, no estoy tan convencido de que entrevistar a un ex combatiente que violó y mató y ahora ha vuelto con su familia, me provoque menos problemas que trabajar con una mujer que se desplazó de una zona rural a la ciudad huyendo del conflicto y ahora trabaja limpiando la sede de una ONG internacional.

Señala Eli Bartra (1998, p. 152) que “el mero hecho de tener un determinado sexo y de pertenecer a un género u otro es una variable que condiciona el desarrollo de la investigación y, por tanto, los resultados”. Muy probablemente, así será. Sin embargo, entran en juego tantas variables de las propias personas que participan (clase, etnia, experiencias del conflicto, apoyo familiar y comunitario recibido, etcétera), del contexto (calidad de la persona intérprete, contactos que han permitido entrevistar a esa persona) y, por supuesto, de mí mismo (además de las características biológicas y socioculturales mencionadas más arriba otras como, por ejemplo, mi capacidad de interlocución, mi sensibilidad) que el género, aunque importante, puede que no resulte tan definitivo como pudiera parecer a priori.

Como comenta Harding (1987/1998, p. 10), la contribución masculina a la epistemología feminista y a la emancipación de las mujeres, aunque diferente a la que podrían realizar estas, también es importante. Por un lado, la investigación autocrítica que pueden realizar los hombres parte de un punto de vista diferente al de las mujeres, lo que permite comparar perspectivas; por otro, como ya hemos comentado más arriba, en determinados contextos o sobre determinados temas, la investigación puede ser mucho más difícil de realizar por mujeres.

¿Hasta qué punto mi contribución puede ser más interesante si se centra específicamente en un análisis crítico de las experiencias e intereses de los combatientes hombres, en lugar de atender a las experiencias e intereses de las mujeres? A partir de esta pregunta se me plantean nuevas dudas: ¿dejaría de situarme a favor de las mujeres? ¿Puede considerarse feminista una investigación realizada por un hombre y centrada en la experiencia e intereses de otros hombres? ¿O sería más bien una investigación masculinista?

3 El camino que queda

Además de las cuestiones planteadas a lo largo del texto, hay otras que también me preocupan. La tesis que voy a realizar está enmarcada en una ciencia social —las Relaciones Internacionales— especialmente machista; está dirigida por un director de tesis que se encuentra recorriendo su propio camino para acercarse al feminismo; y, está matriculada en un Departamento universitario, en el que trabajo y en el que tengo aspiraciones laborales, bastante jerárquico, androcéntrico y en el que ni mi tema de estudio ni las cuestiones epistemológicas planteadas aquí son especialmente valoradas. Barbara Biglia (2005, p. 3) se refiere a la influencia de los factores externos en las decisiones de las investigadoras. Sin duda, son estas constricciones que no puedo obviar.

Además, no son las externas las únicas limitaciones que enfrento. Mis propias capacidades (o su falta) con respecto a los métodos de investigación; la dificultad que puedo encontrarme para trabajar con hombres —muchas veces excombatientes— y, especialmente, con mujeres; o las dificultades lingüísticas son también, entre otros, retos importantes —interesantes retos— que me quedan por resolver.

4 Referencias

Adan, Carme (2006). Feminismo y conocimiento. De la experiencia de las mujeres al cíborg. A Coruña: Spiralia Ensayo.

Bartra, Eli (1998). Reflexiones metodológicas. En Eli Bartra (Comp.), Debates en torno a una metodología feminista (pp. 141-158). México D. F.: Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.

Biglia, Barbara (2005). Narrativas de Mujeres sobre las relaciones de género en los Movimientos Sociales. Tesis Doctoral sin publicar, Universidad de Barcelona.

Blázquez, Norma (2008). El retorno de las Brujas. Incorporación, aportaciones y críticas de las mujeres a la ciencia. México D. F.: CEIICH, Universidad Nacional Autónoma de México.

De Barbieri, Teresa (1998). Acerca de las propuestas metodológicas feministas. En Eli Bartra (Comp.), Debates en tomo a una metodología feminista (pp. 103-140). México D. F.: Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.

Harding, Sandra (1987/1998). Introduction, Is there a Feminist Method? En Sandra Harding (Ed.), Feminism and Methodology (pp. 1-14). Bloomington/Indianapolis: Indiana University Press.

Mohanty, Chandra T. (1988). Under Western Eyes. Feminist Scholarship and Colonial Discourses. Feminist Review, 30(1), 61-88. http://dx.doi.org/10.1057/fr.1988.42

Nnaemeka, Obioma (2004). Nego-Feminism: Theorizing, Practicing, and Pruning Africa’s Way. Signs, 29(2), 357-385. http://dx.doi.org/10.1086/378553

Pearce, Jenny (2011). Avanzamos porque estamos perdidos. Reflexiones críticas sobre la coproducción de conocimiento. En Leyva Xochitl, Rosalva Aída Hernández, Jorge Alonso, Mariano Báez, Axel Köhler, Arturo Escobar, Esteban Krotz y Marcio D'Olne Campos (Eds.), Conocimientos y prácticas políticas. Reflexiones desde nuestras prácticas de conocimiento situado (pp. 291-326). Chiapas, Ciudad de México, Ciudad de Guatemala y Lima: CIESAS, UNICACH, PDTG-UNMSM.

Vega, Cristina (2000). Miradas sobre la otra mujer en el cine etnográfico. Gazeta de Antropología, 16, 1-12.