El trabajo que presento recoge la experiencia metodológica de mi investigación de Tesis Doctoral denominada Política y mujeres en la Araucanía, otros mundos posibles en tiempos de globalización. Dicha investigación fue realizada entre los años 2009 y 2011, en el sur de Chile, y tuvo como objetivo documentar y analizar las estrategias políticas, materiales y simbólicas, a través de las cuales las mujeres de la región de La Araucanía, organizadas en movimientos sociopolíticos, interactuamos con el Estado y con otras mujeres, develando conexiones, prácticas, discursos y producción de saberes.
Esta investigación se enmarcó en los numerosos esfuerzos que realizamos las mujeres del mundo para dar cuenta de nuestros deseos, necesidades, demandas y sueños, contribuciones femeninas cotidianas a la sociedad, que suelen ser invisibilizadas o subvaloradas por la lógica patriarcal occidental. Metodológicamente fue de tipo cualitativa, buscando mostrar cómo las mujeres orientamos los problemas y buscamos las respuestas sin desprendernos de nuestro sexo. En este caso, se trató de comprender e interpretar los fenómenos desde el punto de vista de quienes habitamos en el sur del país, documentando los significados que otorgamos a nuestra participación en organizaciones, considerando que es un fenómeno sociopolítico, que involucra otras formas de ver y hacer el mundo, así como un entramado de redes de relaciones y de poder del cual las mujeres, la mayoría de las veces, estamos en los márgenes.
Se materializa así una investigación diacrónica y contextualizada, con el propósito de conocer cómo las mujeres experimentamos e interpretamos el mundo que construimos interactuando con otras, enredándonos en un entramado social y político desde dónde es posible comprender las prácticas y acciones de quienes actualmente estamos en movimiento en pro de nuestros derechos, en esta región del sur del país.
Algunas de las interrogantes que guiaron este proceso investigativo son: ¿cómo las mujeres de la región nos vinculamos y significamos la política de mujeres?, ¿cuáles son nuestras estrategias para relacionarnos y posicionarnos en un campo que la sociedad dominante concibe como no propio para nosotras?, ¿cómo nos resistimos/integramos a la performación que de nuestras identidades hace el Estado, que permanentemente está fabricando a las madres-esposas y trabajadoras?, ¿cómo se expresan estas tensiones y luchas en la región de La Araucanía?, ¿cómo se vinculan estas luchas con las de las mujeres latinoamericanas?, ¿cómo se expresan las relaciones entre mujeres de distintos orígenes étnicos, mapuche y no mapuche, en el movimiento de mujeres de la región?
Inicié mi vida profesional como Asistente Social en el año 1989, junto con el retorno de la democracia al país, trabajando en algunas Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que por esos años tenían una importante presencia en la región de La Araucanía1. Como objetivo, estas instituciones buscaban generar y/o apoyar procesos de mejoramiento de la calidad de vida de la población mapuche, habitantes mayoritarios de las zonas rurales, bajo un enfoque conocido como desarrollo rural. Allí me desempeñe como extensionista rural, apoyando la constitución de organizaciones de mujeres mapuche con el objeto de que participaran de los programas productivos que les ofertaban tanto las ONG como el Estado, además de, paralelamente, generar procesos de reconstitución del tejido social de las zonas rurales de la región, altamente dañado por la represión de la dictadura de Pinochet.
En estos años conocí y trabajé con muchas mujeres lideresas de la región, algunas de las cuales llegaron a tener destacadas participaciones en los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia, institucionalidad política que gobernó el país durante dos décadas2. También conocí la vida de algunas mujeres campesinas mapuche de la región, supe de sus temores, deseos y esperanzas. Vivencié junto a ellas el terror de haber sufrido la persecución política de la dictadura, que apresó a sus padres, parejas, hijos e hijas. Me contaron el significado del golpe de Estado de 1973, y lo que algunas de ellas vivieron buscando a sus familiares3, y apoyando la reconstrucción de los partidos políticos en la región4.
Fui avanzando, junto con ellas, en el camino del reconocimiento de nuestros derechos como mujeres, lo que conoceríamos como enfoque de género, que a la región arriba el año 1994 de la mano del Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM), posibilitando un espacio institucionalizado para la discusión de nuestra posición subordinada, en tanto mujeres, en la sociedad regional.
Posteriormente, en el año 2000, inicie mi trabajo académico en la Universidad de La Frontera de Temuco, institución pública donde me desempeño hasta ahora. Ahí, además de la docencia, he generado espacios de análisis y reflexión respecto de las relaciones entre los géneros, del aporte del feminismo y su crítica a las Ciencias Sociales, además de apoyar procesos de articulación entre las organizaciones de mujeres donde participo y la Universidad5.
A mi entender, esta forma empírica de entretejer mis participaciones y experiencias, reuniendo a las mujeres que he conocido en mi vida producto de mis experiencias laborales y de militancia feminista en el espacio académico es una estrategia de acción sociopolítica, por cuanto, en conjunto con otras, hemos buscado6 instalar los estudios de las mujeres, el género y consecuencialmente los feminismos, en la universidad pública de la región que, como producto de su contexto histórico cultural es una institución patriarcal, conservadora, jerárquica, machista y colonial.
Si como señala Adrián Oscar Scribano (2008, p. 14) “pensar lo cualitativo es reconstruir la trama opaca de la urdimbre que constituye el mundo social”, pensar a las mujeres desde lo cualitativo significo, para mí, incorporar en la reflexión la subordinación de género presente en la sociedad regional para, desde allí, dar voz a las sujetas participantes de la investigación muchas veces silenciadas por las Ciencias Sociales y la historia.
Ello además implica la superación del enfoque positivista, lineal y rígido de las Ciencias Sociales, que pretende explicar las relaciones causales por medio de “hechos objetivos” y análisis estadísticos, para realizar un proceso interpretativo y personal que intentó comprender los significados de la realidad (Ruiz Olabuénaga, 2012) para quienes habitamos en la Araucanía y participamos en la investigación. Realidad compleja y dinámica, marcada por el conflicto histórico con la cultura mapuche, pueblo originario ancestral de este territorio.
En la búsqueda de dicha superación algunas investigadoras feministas como Shulamit Reinharz (1992) han planteado lo que denominan la “investigación feminista” enfoque que, sin dejar de enmarcase en la investigación cualitativa, imprime formas propias de comprender la realidad al incorporar el sexo como categoría de la reflexión, ampliando de paso las posibilidades metodológicas de las Ciencias Sociales levantando “nueva[s] forma[s] de datos, utilizando textos de mujeres que no son figuras importantes y los objetos físicos que revelan la construcción social de su género” (Reinharz, 1992, p. 216, traducción propia).
La perspectiva feminista en la investigación social examina los objetos culturales, infiriendo la socialización o la ideología sexual que se trasunta en la vida de las mujeres, elaborando una reflexión y un pensamiento complejo acerca de su realidad social, siendo en
Esencia un método —un método de estrategia herética— un método para comprender, desde una perspectiva marginal o límite, nuestra propia participación en la construcción social de la realidad, política y personalmente, social y cognitivamente (…) visto metodológicamente, es un método científico emergente —uno que comienza con la muerte de la dicotomía subjetivo/objetivo— y que implica cuestionar las bases mismas de la socialización y la percepción (Reinharz, 1992, p. 241, traducción propia).
Si bien como investigadora estoy cierta de la imposibilidad de superar una dicotomía tan fuertemente arraigada en mi propia existencia producto de años de socialización, sí busque de manera consciente y crítica mostrar parte de las experiencias y esperanzas de las mujeres con las cuales he compartido mi propia vida y con ello aportar, a quienes se interesen en leer esta investigación, con algunos elementos que les permitan avanzar en la compresión de esa realidad desde la mirada de una otra; en este caso femenina y feminista.
Las estrategias de selección de los casos estudiados fueron variando a lo largo de la investigación, como suele suceder en los estudios de este tipo. En mi caso, en un primer momento comencé aplicando un Catastro Organizacional a las organizaciones de mujeres que ya conocía, para después avanzar con otras, que las propias mujeres me fueron indicando, bajo una selección muestral tipo bola de nieve. En un segundo momento, que correspondió a la aplicación de entrevistas en profundidad, la selección de las participantes se estableció por el método denominado por conveniencia, contactando y conversando con dirigentas que ya conocía previamente.
De ese modo, en la Tesis se configuró un sistema muestral donde se decidió previamente “cuándo y dónde observar, con quién conversar, así como qué información registrar y cómo hacerlo. Con este proceso estamos decidiendo no sólo que es lo relevante o no, sino también estamos extrayendo varias muestras de la información disponible” (Salamanca y Martín-Crespo, 2007, p. 3).
En mi caso, las decisiones tomadas posibilitaron aplicar dos instrumento de recolección de información: 1) El Catastro Organizacional, que consta de dos partes: la primera consigna datos que identifican a la organización, sus objetivos o propósitos, sus relaciones con otras organizaciones y sus fuentes de financiamiento. La segunda recoge la agenda de género de la organización, identificando los objetivos específicos en esta área y las acciones realizadas para su logro, también si existen registros audiovisuales o de otro tipo de las actividades; se logró catastrar cincuenta (50) organizaciones de mujeres de la región de la Araucanía. 2) Las Entrevistas en Profundidad, que se caracterizaron por ser conversaciones abiertas, que buscaron la comprensión del significado que, para las entrevistadas, tiene su participación en organizaciones de mujeres. Fueron realizadas exclusivamente por mí, por cuanto durante su realización se pusieron en juego mi unión con ellas a partir de lazos de amistad y sororidad que facilitaron su realización, desbordando el propio instrumento de recolección de información.
Buscando resguardar la objetividad del proceso, elabore un guion de apoyo con los temas a abordar durante las conversaciones, que no siempre se aplicó en orden, y muchas veces se hicieron preguntas que no estaban consignadas, pero que enriquecían la conversación. Siempre se explicó a la entrevistada el objetivo de la conversación, los objetivos de la investigación, el tiempo estimado de duración y la posibilidad de confidencialidad de su testimonio, si es que así lo estimaba, cuestión que ninguna de ellas consideró necesario. Se realizaron siete (7) entrevistas a connotadas mujeres dirigentes7 de la Araucanía, las que fueron respaldadas y transcritas a formato digital para su análisis8.
No obstante, estos no fueron los únicos instrumentos de recolección de datos que utilicé, por cuanto, como señalo precedentemente mis experiencias laborales y de vida, previas a la realización de la tesis doctoral, me permitieron conocer y comprender el mundo de las mujeres de mi región y recoger una importante batería de datos que fui consignado durante años, en diversas sistematizaciones, algunas de las cuales detallo a continuación.
Las “conversaciones para el entendimiento” (Canales 2002, citado en Scribano, 2008) fueron realizadas en el marco de Las Escuelas de Participación Ciudadana y Liderazgo9, implementadas el año 2008. En este espacio se realizaron variadas conversaciones de temas de interés para las mujeres y sus organizaciones, tales como: las relaciones entre los géneros, la democracia y la participación sociopolítica de las mujeres, la ciudadanía de las mujeres, los derechos sexuales y reproductivos, entre otros. En estas conversaciones participaron alrededor de un centenar de dirigentas y miembras de organizaciones de la región.
Para mí, las conversaciones recogidas en estas Escuelas fueron un “material formal de análisis” (Piper, 2005, p. 9) en la tesis, por cuanto dan cuenta de las experiencias, deseos y motivaciones de mujeres dirigentas de organizaciones sociopolíticas de la Araucanía que, en un espacio metodológicamente formulado para el dialogo reflexivo, cumplen con el sentido de corresponder a:
Una lógica (plural o al menos dual) de conexión intersubjetiva: como otra dimensión posible del sentido común o cotidianeidad. Ni individualista, ni autoritaria, la conversación hace sentido común de un modo alternativo a las formas habituales en que se reproduce la cotidianeidad (Canales, 2002, citada en Scribano, 2008, p. 124).
Se realizaron cumpliendo con las características de este tipo de conversaciones “1) interrogación, 2) saber sin verdad, 3) desorden creativo y 4) solvencia subjetiva” (Scribano, 2008, p. 125), lo que posibilitó recoger, de primera fuente, discursos sociales de las mujeres dirigentas más representativas de la región, “creando las condiciones para una producción democrática del discurso” (Baeza, 2002, citado en Scribano, 2008, p. 117).
Como ejemplo de la conexión que se produjo entre el equipo académico de las Escuelas y las mujeres dirigentas que participaron, puedo señalar que en muchas ocasiones sucedió que las mujeres se emocionaban o lloraban al contar sus experiencias, particularmente cuando referían a hechos de violencia de género de los cuales algunas han sido víctimas; o bien cuando hablaban de las estrategias de superación de estos hechos, de sus procesos de empoderamiento y de la toma de conciencia acerca de su ocurrencia. También, como equipo de trabajo, en algunas oportunidades tuvimos que conectar algunas participantes con redes de apoyo especializadas en violencia intrafamiliar, ya que lo recogido superaba los objetivos de las Escuelas, lo que da cuenta del entramado complejo de la vida de las mujeres que, imbricadas por el género, la clase y la etnia, somos ubicadas en un lugar subordinado de la realidad social y cultural de la Araucanía.
La estrategia de análisis de la información recogida en la investigación se aproxima a lo que Shulamit Reinaharz (1992, p. 152) define como feminist frame analysis. Para la autora, este marco de análisis feminista es el “estudio de las reglas de la sociedad y la experiencia que limita las oportunidades, la experiencia y la autonomía de las mujeres en su vida diaria” (Reinaharz, 1992, p. 152, traducción propia). Para mí, la categoría género por sobre la de feminismo, me posibilitó comprender y visibilizar las diferencias que entre hombres y mujeres aún existen en la sociedad regional, que se sustentan en relaciones de poder/subordinación, donde los hombres están posicionados en lo público, político y valorado; y las mujeres en lo privado, apolítico y subvalorado, y así poder explicar la posición que ocupan las organizaciones de mujeres en una región con características socioculturales e históricas mediadas por la presencia del pueblo mapuche y de relaciones interculturales y mestizajes escasamente reconocidos y asumidos10.
Para realizar dicho análisis, los diversos tipos de materiales recolectados fueron “asumidos como un todo y no se hizo distinción alguna entre ellos” (Piper, 2005, p. 13) por cuanto —exceptuando las entrevistas en profundidad—, a todo se le considera producción interna de las organizaciones de mujeres de la región, en otras palabras elaboraciones discursivas que dan cuenta de sus intereses, significados e interpretaciones.
El proceso investigativo realizado da cuenta, de forma empírica, de la superación del paradigma positivista de investigación de las Ciencias Sociales, configurando una suerte de continuum investigativo, donde yo como investigadora —en tanto he compartido durante mi vida personal y laboral con muchas organizaciones de mujeres de la región, como miembra y también en mi calidad de Trabajadora Social— estoy constantemente observando, registrando y analizando mis experiencias y las que les suceden a las mujeres con las cuales interactúo, quienes durante la implementación de la investigación adoptaron el rol de compañeras participantes del proceso.
De ese modo, al escribir el texto que da cuenta de la investigación estoy —al igual que otras mujeres antes que mi— “plasmando mucho más tiempo de reflexiones académicas y políticas, de discusiones teóricas y prácticas, de investigaciones y acciones en relación al tema” (Piper, 2005, p. 5), estoy describiendo parte de mis vivencias en relación con otras mujeres, que vienen desarrollándose desde la década del noventa (siglo pasado), cuando comencé a trabajar en distintos programas de desarrollo rural en la región de La Araucanía11.
Ello me permite sostener que muchas de las vivencias, esperanzas y frustraciones de las mujeres que conozco, toman forma, adquieren cuerpo y pueden ser entendidas como rebeldías y subversiones, en tanto en mi tesis son reflexionadas dentro de un contexto más amplio que aquel de las restricciones propias del mecanicismo profesional; en este caso, en el marco de las prácticas y vivencias de las mujeres integrantes del movimiento social de mujeres Latinoamericano.
En razón de lo expuesto, y luego de 20 años de vida profesional desarrollada entre mujeres, el material de análisis del que dispongo es bastante variado y estimo “trasciende enormemente los textos producidos con el fin de ser trabajados en una investigación en particular” (Piper, 2005, p. 6), y de modo similar comparto con la autora, que de una parte importante de dicho material no existe registro inmediato, aunque sí es parte de mi propia experiencia, y por lo tanto está integrado a mi forma de interpretar la realidad social.
Por ello mi tesis, sin ser una auto-etnografía, incorpora muchas de mis experiencias en el trabajo con mujeres, desde mujeres y para mujeres, otorgándoles a estas vivencias un nivel de sentido y verdad, y convirtiéndome —a mí misma— en sujeto de mí propia investigación, cuestión que estimo no debiera ser objeto de crítica desde el paradigma de investigación cualitativa, ya que durante el proceso siempre busqué resguardar la debida rigurosidad, a través de la permanente vigilancia epistemológica y metodológica.
No obstante también asumo, como lo han expresado otras investigadoras, la imposibilidad de desprenderme de mis experiencias de vida, durante el proceso investigativo:
Cómo podría entonces dejar fuera todas las novelas que he leído, las canciones y poemas que he escuchado, las películas que he visto, las obras de danza y teatro a las que he asistido, y todas las interpretaciones que circulan en este campo discursivo tan complejo, diverso y productivo como es el de las violaciones de los derechos humanos (Piper, 2005, p. 7).
En mi caso, cómo podría dejar fuera mis propias experiencias como mujer y activista de organizaciones de mujeres de la región de La Araucanía, si en esas participaciones, que son a la postre ejes fundamentales de mi propia existencia, estoy constantemente luchando porque los derechos de mi sexo no sean conculcados, así como generando instancias para tales fines. Por ello, creo casi imposible poder acercarme a la objetividad investigativa como se pretende —estimo que con cierto grado de labia sofística—, desde una postura positivista, aún muy priorizada en ciertas disciplinas de las Ciencias Sociales.
Lo que es parte de mi vida, de mi concepción política del mundo, de mi forma de razonar, es imposible que pueda ser objetivado y dejado fuera de mi pensamiento. Por ello, y consciente de la necesidad de rigurosidad propia de un estudio de esta magnitud, apelo a la posibilidad de poner entre paréntesis mi propia conciencia y evitar, en la medida de lo posible, comulgar con mi propio objeto de investigación (Bourdieu, Chamberon y Passeron, 1968/2008).
Por ello no es raro que como estrategia metodológica me plateara utilizar esta red de relaciones con otras, que he construido a lo largo de mi vida, ya que mi trabajo con las organizaciones de mujeres de la Araucanía ha tejido un entramado de conexiones, conocimientos y afectos que me permitió generar los apoyos requeridos para la elaboración de un trabajo investigativo de estas características: una “entrada al campo” que fue ingresar a un lugar previamente conocido; compartir experiencias y tener acceso a conocimientos generados por mujeres, establecer contactos con otras, desconocidas, a través de las redes que me facilitaron quienes ya me conocían, entre otras cosas, fue un proceso colaborativo y expedito donde aprendí, además de los conocimientos teórico metodológicos propios de la elaboración de una tesis doctoral, a admirar aún más a las mujeres de mi región. 7).
Bourdieu, Pierre; Chamboredon, Jean-Claude & Passeron, Jean-Claude (1968/2008). El oficio del sociólogo. Buenos Aires: Siglo XXI.
Ketterer, Lucy (2004). Política e identidades: la memoria de dos dirigentes comunistas de la novena región, Tesis de Maestría sin publicar, Universidad de la Frontera, Chile.
OIT (1989). Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes. Disponible en: http://www.bcn.cl/leyfacil/recurso/convenio-169-oit
Piper, Isabel (2005). Memoria y Derechos Humanos ¿prácticas de dominación o resistencia? Santiago de Chile: Ediciones ARCIS-CLACSO.
Reinharz, Shulamit (1992). Feminist Methods in Social Research. New York: Oxford University Press.
Ruiz Olabuénaga, José Ignacio (2012). Metodología de la Investigación Cualitativa. Bilbao: Universidad de Deusto.
Salamanca, Ana Belén y Martín-Crespo, Cristina. (2007). El Diseño en la Investigación Cualitativa. Nure Investigación, 27, 1-6. Disponible en: http://www.nureinvestigacion.es/ficheros_administrador/f_metodologica/fmetodologica_26.pdf
Scribano, Adrián Oscar (2008) El proceso de Investigación Social Cualitativo. Buenos Aires: Prometeo Libros Editorial.