Juana Juárez, Salvador Arciga y Jorge Mendoza (Coords.) (2012) Memoria Colectiva. Procesos psicosociales. México D.F.: UAM/Miguel Angel Porrua. ISBN: 978-607-401-626-0
Otro libro de memoria. Otro libro de especialistas en el tema. De investigadores comprometidos en la generación de un conocimiento y de algunas reflexiones centrales acerca de problemáticas locales respecto a la vida social. Y eso se agradece.
A partir de la reunión de textos y discusiones con respecto al tópico de la memoria colectiva, y con una perspectiva psicosocial (o interdisciplinar, para no omitir los trabajos expuestos por algunos historiadores y filósofos de la ciencia, así como sociólogas), se genera un intercambio de ideas creíbles sobre el olvido, la memoria y los afectos, las políticas del recuerdo y la institucionalización de las prácticas sociales. Cada uno de los trabajos es una valiosa aportación al terreno, a las polémicas que se lograrían identificar y anticipar sobe las consecuencias ideológicas y la politización del recuerdo. Cada uno de los capítulos presentados tiene su propio aparato crítico (en inglés, en francés, en español), sus datos biográficos sobre los autores consultados, el contexto socio-histórico-cultural al que hace referencia, sus procesos sociológico, o histórico, o psicosocial, al cual hay que desentrañar, i. e., la identidad, lo simbólico, la afectividad, la ciudadanía, la nación, el pensamiento, el olvido, la conmemoración. Conjuntando en un solo espacio y páginas, una gran lotería de términos, metodologías y disertaciones.
Uno por uno, los textos claman por la memoria, desmantelan al olvido y las imposiciones ideológicas, proponen estrategias de participación, reintroducen a la discusión el devenir del conocimiento mundano y de los afectos de diario, con base en estos es que la memoria toma forma, se reconoce y se comparte con los otros. Asimismo, los autores son sistemáticos en sus propuestas personales o en parejas, y extremadamente meticulosos al distinguir su propuesta de la de los otrxs autores, por caso, un texto que habla de la dinámica “externa” e “interna” del pensamiento social, de su organización y estructura, de cómo uno depende del otro y de esa exigencia de no verlos por separado, sólo así tiene sentido su propuesta, condicionando la mirada del lector, para “ver” lo que los autores dicen que es.
Y lo que los autores sugieren durante todo su texto es un deambular entre constructos propios de las ciencias sociales, así, el pensamiento social permite la aparición de la memoria colectiva, el pensamiento social se basa en creencias, las creencias se generan desde una ideología, y la ideología es esa forma incluyente donde tienen cabida tanto la ciencia como la cultura, al final, uno se pregunta, ¿qué es lo que los autores quisieron decir entre tanto concepto?, ¿que la memoria colectiva es un proceso sistemático que racionaliza las costumbres y tradiciones? ¿Puntualizando la creación de significados a partir de la dinámica interna de los grupos? ¿que lo que importa —desde siempre— es la identificación de los sistemas de pensamiento en los cuales estamos inscritos como sociedad? ¿Y para qué? ¿para evitarlos o para hacer un uso discrecional de los mismos? Y es que identificando los procesos que nosotros mismos concebimos para describir una dinámica, nos posiciona de manera privilegiada y distante del mismo fenómeno que se intenta describir. Visto así, la memoria colectiva es pura ideología. Es presentista porque, según los autores, eso es lo que le interesa a los grupos.
Reflexión que se complementa con la que realiza una autora incluida en ésta compilación de textos, intercediendo por los afectos como “el cemento de la sociedad”, y la necesidad de la “rememoración”, así es como queda asentado que la memoria pasa de ser un evento importante o de impacto en la vida “interna” de un grupo a ser un proceso que justifica la ideología como elemento de diferenciación entre grupos, en lo “externo” de los mismos, la rememoración es eso, repetir, una y otra vez, las veces que sean necesarias, lo que pasó, y eso es ideología.
Señalar que la memoria es afectiva, es colectiva y es compartida, como ya lo había propuesto Halbwachs (1925; 1950, citados en Juárez, Arciga y Mendoza, 2012), sugiere que identificando las “emociones” (la autora usa indistintamente emociones y afectos en su escrito, aun cuando logra rastrear que son constructos propuestos desde dos tradiciones distintas de la psicosociología), se puede hacer uso de las mismas para controlar, manipular e ideologizar los eventos históricos que según muchos de los responsables de éste compilado son determinantes para configurar el presente. Una aportación que hace la misma autora, es el recuento de la obra que otro autor hace en específico sobre el tema, la afectividad puede ser ubicada disciplinalmente a través de sus ensayos, artículos y manuscritos.
Al final, señala que son los afectos los que generan algún vínculo con el grupo al que se pertenece, pero no se hace mención que también habrá grupos —conocimientos, discursos, polémicas— a los cuales se quisiera pertenecer.
Otro texto, el que habla sobre la nación y la identidad nacional, como si estas ya existieran de antemano, como si fueran reales, estables, materiales, y lo único que se tendría que hacer sería identificarles a partir de los productos que generan (según, los recuerdos compartidos), los procesos que las constituyen (ideologías, creencias, tradiciones). La propuesta es la siguiente: los recuerdos están anclados en un territorio físico que deviene simbólico, los significados se desprenden del intercambio entre los personajes y sus lugares de origen y tradición, la “memoria histórica” se pone a debate a partir de la memoria colectiva, lo estático versus lo dinámico, y la función de la memoria será, siempre (a decir de las autoras) la pertenencia y la cohesión.
Y para ello es que hacen un recuento, más bien un cúmulo de generalizaciones, donde se habla, someramente de la Independencia, de la Conquista, de la Colonia, del Descubrimiento, eventos históricos saturados de ideología, que siguen siendo referencia a partir de la repetición constante en las conversaciones, enseñanzas en todos los niveles escolares y conexas en investigaciones políticas y culturales, las autoras señalan que estos son elementos necesarios cuando se requiere hablar —como ellas lo hacen de manera indistinta— de “los mitos del origen” o de la “historias de los orígenes” o de “los relatos de los orígenes”, donde cada evento histórico al que acuden para ilustrar el punto se ve como parte de un episodio —superado— de la Historia en la construcción de la nación, que según las mismas autoras “ordena y jerarquiza” y que junto con la ideología que “organiza y orienta” pareciera que no logran salir del círculo vicioso en el cuál sumergen al lector que sólo estaba interesado en la memoria colectiva, no en la ideología, ni en los muchos procesos que mencionan.
Para salir del embrollo, acuden a nociones de antaño, el “espíritu de los pueblos” por ejemplo, o la noción de “representaciones colectivas”, las cuales entrelazan con otras más contemporáneas o “recientes” como los thêmata sugeridos por Moscovici & Vignaux (1989, citados en Juárez et al., 2012) o los esquemas epistémicos propuestos por Rouquette (2009, citados en Juárez et al., 2012), ejerciendo un ejercicio de prestidigitación tan común en éste tipo de estudios, entre tanto concepto, constructo, procesos, sin despejar, aparece uno redentor que permite describir el fenómeno abordado; así de ser un texto ubicado en una compilación sobre investigaciones y reflexiones sobre memoria colectiva el manuscrito citado transita entre la ideología (que pareciera ser el proceso más sólido que podría existir), la nación y la(s) identidade(s), para finalizar siendo una justificación sobre la validez renovada de las investigaciones desde la teoría de las representaciones sociales.
Así es como la novedad es introducida en la discusión sobre las investigaciones desde la memoria colectiva, a partir de otro texto en esta compilación, reconociéndole validez en la época contemporánea a partir de la “recuperación” de la misma, del “descubrimiento” de las problemáticas y exigencias locales de solución, criticando a la razón y a las prácticas totalitarias para dar cabida a las investigaciones de buen corazón, que serían todas aquellas interesadas en los procesos identitarios, los cuales, si al autor responsable se le olvidó mencionar, también, en su nombre, se cometen excesos.
Según el autor, la identidad es “social”, pero también es nacional y cultural y política, por separado cada una de estas versiones identitarias legitima una forma de inclusión, pero en conjunto nunca se aclara si “producen” algo más: ¿la memoria histórica? sobre eso es la discusión o es acerca de identificar la transición de la época moderna a la posmoderna, y analizar una con los criterios de la otra. Eso, es lo que concluye el autor.
Hasta aquí se han mencionado cuatro textos de la citada compilación, cada uno peca de original y propositivo, y cada uno pareciera que insiste entrelazarse con los demás, pero eso no sucede y eso es importante de anotar.
La discusión sobre la memoria colectiva en pocos textos se torna evidente, en algunos es más que un bosquejo, en los citados ha sido erosionada o recubierta entre constructos, términos y alabanzas académicas que si bien ayudan a complementar las páginas necesarias no son suficientes para una discusión seria sobre el tema.
Los compiladores son muy claros al respecto, en estricto apego a las reflexiones del sociólogo y urbanista Maurice Halbwachs (1925; 1950, citado en Juárez et al., 2012), los textos conjuntados aquí pretenden abordar distintas problemáticas, sin embargo, casi todos están centrados en la identidad, en la cohesión, en la institucionalización del recuerdo, la pregunta que provoca hacerles es ¿y para qué? y otra más: ¿a qué Halbwachs leyeron? porque —a excepción de dos textos— es un autor constantemente mencionado, y no importa tanto sí en realidad lo leyeron, más bien ¿lo discutieron? como parte de la exigencias al pertenecer a una Red de Investigación.
Como sea, hay textos por demás valiosos por su aportación interdisciplinar, en específico aquel que habla de la psicologización de la Historia, una práctica intelectual que ha justificado los descuidos cometidos en las ciencias humanas y sociales, al imponerle una responsabilidad excesiva al individuo y los procesos mentales, a “lo mental” analizado de manera ramplona a lo largo del siglo XX, y la cuál es desmantelada en éste recorrido que los dos autores hacen a través del diálogo con los historiadores, y con una escuela historiográfica en específico, una que pareciera más una psicología colectiva que una Historia inquisitiva del registro exacto del cómo es que pasaron los eventos que marcaron a una sociedad.
En ese mismo tono, está el texto sobre la construcción de la ciudadanía, y, al igual que el texto citado líneas atrás, los dos son parte del rastreo de otros interlocutores, son una discusión epistémica sobre los fundamentos y el entrecruce entre disciplinas y campos de conocimiento, y ambos están enfocados, de la manera más sobria y puntual posible, a reflexionar sobre él cómo la memoria colectiva, mejor dicho el recuerdo, devienen una práctica cotidiana, mundana, con una retórica propia que difícilmente podrán repetir o duplicar aquellos que están empeñados en hablar en nombre de los otros.
Se han mencionado algunos capítulos del libro, se obviaron otros, lo que queda después es una invitación a la lectura del texto. No se dijeron ni nombres, ni apellidos, ni grados, ni dotes académicas, porque éstas son innecesarias ya que lo que importa es el contenido del libro. El tema no queda agotado, las propuestas y los diversos escenarios se van desplegando a partir de ciertas necesidades —o exigencias de respuesta— locales, políticas, ideológicas. Aquí valdría una acotación, sobre memoria colectiva todavía queda mucho por discutir.