Fernando Broncano (2013) Sujetos en la niebla. Narrativas sobre la identidad. Barcelona: Herder. ISBN: 9788425429507
Sin duda alguna, hoy en día vivimos tiempos difíciles, obscuros, entre nieblas. En un contexto de este tipo, resulta complejo encontrar nuestros yoes, nuestra identidad. O al revés, es mucho más fácil comprender quiénes somos y nos resulta íntimo lo que tenemos a nuestro alrededor porque lo difícil es ver lo que no está a nuestro alcance. Para enfrentarnos a estos tiempos de crisis, no solamente de naturaleza económica, Fernando Broncano nos presenta un libro fruto de un acto de rebelión contra un tiempo hostil. Catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Carlos III de Madrid, Broncano, autor del célebre “La melancolía del ciborg” (2009), nos presenta “Sujetos en la niebla. Narrativas sobre la identidad” (Herder Editorial, Barcelona, 2013).
Lo que inquieta al autor en este trabajo es el relato de la identidad, su narrativa, por lo que nos encontramos una cartografía de estas identidades. Un mapa que se revela como un instrumento útil para todo trabajo de investigación que tome en cuenta de la identidad y todo lo que conlleva. Más necesario que nunca, el libro nos presenta un momento histórico donde nos encontramos como caminantes sobre un mar de nubes, metáfora poderosa que representa la tormenta del sujeto contemporáneo.
El mapa que traza Broncano nos indica que no cabe una experiencia externa a la identidad, con la propia ya es suficiente. De aquí la importancia de narrar la propia identidad. Al igual que cada mapa, también ésta tiene un norte, representado por los robustos lazos que unen la identidad a lo narrativo. En esta cartografía aparecen varias herramientas que nos ayudan a dibujar el terreno de la identidad: agencia, autoridad, experiencia, normatividad, sólo para citar algunas. Herramientas que ayudan al lector a recorrer el camino que se esconde en la niebla.
En el primer capítulo, “Sombras de identidad entre las ruinas del sujeto”, el autor empieza explicando el deseo de muerte que infecta las narrativas de la identidad contemporánea, que reconocen al enemigo al que hay que comerse, una especie de “matadlos a todos” bien presente en nuestras vidas cotidianas. Este contexto hace emerger un sujeto cuya historia es medida como curriculum vitae, para el que la vida es juego, competición. Y lo que definimos como ‘experiencia’ corresponde a una unidad de vida:
La experiencia es, (…), la economía de la confianza en el mundo. Confiamos por defecto en el mundo y en los otros, y por experiencia aprendemos a desarrollar la desconfianza del mundo y de los otros; por la experiencia aprendemos también a gestionar esas nuevas formas de equilibrio superior que nos convierten en sujetos autónomos (p. 107, cursivas del original).
En el capítulo “El sujeto des(en)carnado” se analiza cómo el sujeto se va constituyendo como resultado de tensiones y prácticas en donde se manifiesta el poder. La transformación de las personas, según Broncano, en “textos” legibles es el signo de que se pasa a un punto de vista de la tercera persona. Esta asimetría entre puntos de vista de la primera y la tercera persona es la que da lugar a la tragedia de la identidad.
En este juego, también resulta interesante ponernos en la segunda y en la tercera persona, para poder leer de diferentes maneras este mapa de la identidad. Utilizando el standpoint, es decir, las consecuencias que tiene para una persona el estar viviendo en una posición en la que ciertas experiencias de discriminación personal y colectiva conceden un cierto privilegio epistémico respecto a la realidad. Porque, en definitiva, es el sujeto quien toma las riendas: nuestro cuerpo vive, respira, reacciona, pero nosotros decidimos. Nosotros marcamos el paso en este mapa, decidimos por dónde queremos ir.
En “Identidades narrativas”, Broncano nos presenta la narratividad como la solución a un problema, la capacidad de proyección de los sujetos en un orden de sucesos que articula intenciones, acciones y consecuencias. Es decir, convertir la interacción con la realidad en experiencia. Eso significa ordenar los sucesos para poder contarlos, donde afectos, estados de ánimo, sentimientos, pasiones y emociones son los lazos que dan sentido a estas narraciones.
El autor nos ofrece también una brújula para orientarnos en este mapa. A través de varias dicotomías de la identidad estamos advertidos que existen, están allí, clasificadas en categorías. Nos resulta imposible suprimirlas por decreto, por lo que una estrategia resulta ser la de jugar con ellas, soslayarlas, aprender a convivir y llevarse con ellas.
“Trasformamos el mundo no porque queramos que el mundo cumpla los deseos que ya teníamos, sino simplemente porque queremos ser. Y para ser queremos saber lo que hacemos y lo que deseamos” (p. 258).
Son estas las conclusiones del autor, porque sin imaginación no existe identidad y sin identidad no existe agencia. Una agencia que permite dibujar el mapa caminando por el territorio, en primera persona, trazando la senda según una experiencia y una generosidad muy difícil de encontrar en la niebla actual. Un mapa diseñado por una única voz, que no obstante puede incluir la del lector y con las de los demás, una experiencia polifónica que se construye en el territorio.
La niebla es la metáfora perfecta de la condición social de nuestra existencia, la identidad es un relato, y nuestras vidas existen para contarla. Precisamente lo que este libro representa para investigadores de las ciencias sociales y humanísticas. En definitiva, un libro magnánimo en contenido, en citas, ejemplos y autores, que merece la atención de toda investigación dedicada al estudio de la identidad y del sujeto en estos tiempos obscuros.