El estudio de las dinámicas que se establecen en los espacios públicos es un tema que ha atraído la atención de sociólogos, geógrafos, urbanistas y a otras disciplinas sociales durante décadas. Son bien conocidos los mútiples beneficios atribuidos a los parques públicos por sus efectos positivos en la salud y en el fomento de las relaciones en el vecindario y la cohesión social (Chiesura, 2004); sin embargo, estos recursos no siempre están bien distribuidos a lo largo de toda la comunidad (Chona, Wolch y Wilson, 2010). Además de la frecuente escasez de espacio en los centros urbanos, el espacio público se ve afectado por la consolidación del fenómeno de la inseguridad ciudadana, sea como resultado de vivir en barrios objetivamente más peligrosos, o del miedo difuso y la obsesión securitaria que caracteriza la sociedad actual (Curbet, 2011). En 2009 la inseguridad ciudadana fue considerada por parte de sus ciudadanos/as el principal problema de Barcelona, inmediatamente seguido de la inmigración. Joan Subirats (2006) afirma que la ciudad está viviendo actualmente un proceso de complejización de los usos de su espacio público como consecuencia de una mayor diversidad, la existencia de nuevos actores sociales y el aumento de la brecha socioeconómica. De hecho, el miedo es ya el sentimiento que caracteriza a una gran parte de las ciudades americanas (Mazza, 2009); y en muchas de las europeas, aunque en ellas no han proliferado formas urbanas tan extremas como las gated-communities, parece existir una cierta evitación del espacio público hacia nuevos espacios semiprivados más controlados y seguros y un rechazo hacia la diversidad social y cultural (Low, Taplin y Scheld, 2005) que contribuye a fomentar procesos aparentemente imparables de segregación espacial.
El sentimiento de inseguridad se rige por variables que van mucho más allá del riesgo real a ser víctima de un delito. La Ecología Urbana de la Escuela Sociológica de Chicago fue la primera en apuntar la influencia que algunas señales físicas del entorno (presencia de basura en la calle, grafitis o mobiliario urbano en mal estado) y también ciertos comportamientos sociales considerados perturbadores de la convivencia (p.ej., beber en el espacio público, prostitución, la presencia de personas ‘alborotadoras’, los grupos de jóvenes y los vagabundos) tienen en la generación de miedo e inseguridad (Hunter, 1978). Aunque con grandes diferencias en los matices, una larga tradición de estudios ha confirmado la relación existente entre estas ‘incivilidades’ y la percepción de inseguridad (Lagrange, Ferraro y Supancic, 1992). En nuestro país, otros trabajos han profundizado en la caracterización de los lugares considerados peligrosos, destacando la importancia en la generación de inseguridad de factores como la falta de iluminación, la existencia de sombras y elementos ambientales o arquitectónicos que disminuyen el dominio visual del espacio o la ausencia de rutas de escape (Fernández-Ramírez y Corraliza, 1996; 1997). Además de la importancia de los medios de comunicación en la creación del discurso vinculado a la inseguridad (Amerio y Roccato, 2005), un amplio abanico de factores entran en juego. Daniel Carro, Sergi Valera y Tomeu Vidal (2010) han recopilado recientemente algunos de ellos entre los que destacan las variables personales (experiencias previas, percepción de vulnerabilidad), las psicosociales (satisfacción residencial, identidad urbana) y las ambientales (las vinculadas al diseño y la caracterización de los lugares peligrosos). Junto a éstas, destaca el papel que juegan los procesos de identidad y las relaciones de poder, puestos de manifiesto en los mecanismos de exclusión social hacia determinados usuarios del espacio público.
La literatura del miedo al delito, aunque en ocasiones con importantes matices, suele coincidir en que las mujeres tienden a reportar mayores niveles de inseguridad ciudadana en las encuestas, generalmente debido al temor a la violencia de tipo sexual y el acoso (Pain, 2000). Como resultado, sería de esperar que hayan desarrollado estrategias de afrontamiento que impliquen restricciones sociales y espaciales con el fin de evitar situaciones de riesgo en el espacio público, que reproducirían ideas tradicionales acerca de los roles de género y los lugares ‘apropiados’ para ellas (Gardner, 1990). En cuanto a la relación entre edad e inseguridad percibida, hay dos aspectos que resultan especialmente interesantes por su relación los patrones de uso del espacio público. Por un lado, diversos estudios encuentran cambios de los niños/as en el uso del espacio público en forma de importantes reducciones en las oportunidades de juego independiente como resultado de las advertencias que reciben de familiares y otros iguales (Valentine y McKendrick, 1997). Por otro lado, los efectos que la inseguridad ciudadana tiene en la movilidad, actividad y calidad de vida de las personas mayores (Lindesay, 1996), uno de los grupos que manifiesta mayores niveles de inseguridad a pesar de ser de los menos victimizados. Finalmente, la creencia a pensar que el agresor potencial es alguien que no se parece a nosotros y que está en lugares que no frecuentamos implica habitualmente acabar temiendo la figura de un ‘otro’ estereotipado, marcado generalmente por su color y clase social (Sibley, 1995); aunque paradójicamente estos grupos de ‘otros’ demonizados son también generalmente aquéllos que por su situación de vulnerabilidad tienen un riesgo mayor a ser víctimas de la violencia y el abuso (Pain, 2000).
Siguiendo la línea sugerida por Sergi Valera (2008), en este trabajo recuperamos la metodología observacional sistemática para el análisis del espacio público y las consecuencias comportamentales del miedo al delito. Para ello hemos llevado a cabo un estudio observacional en el que un equipo de observadores entrenados ha observado de forma sistemática cuarenta plazas y parques públicos en Barcelona. Concretamente, en este trabajo se analizan los modos de ocupación de seis parques situados en distritos de Barcelona en los extremos del eje alta/baja percepción de inseguridad en el año 2009. El objetivo es explorar si existen diferencias significativas entre los tipos de actores que se apropian de estos espacios.
Para comprobar si el fenómeno de la percepción de inseguridad se traduce en diferencias en los patrones de ocupación espacial de los parques públicos, hemos registrado de forma sistemática los tipos de usuarios de tres parques situados en distritos con una alta sensación de seguridad (Sarrià-Sant Gervasi, Les Corts y Gràcia) y tres situados en Ciutat Vella, el distrito considerado más inseguro, según datos de la Encuesta de Victimización de Barcelona (Ajuntament de Barcelona, 2010).
Entre septiembre y diciembre de 2010, un equipo de siete observadores ha realizado un total de 217 sesiones de observación de 45 minutos cada una, registrando de forma sistemática toda una serie información relativa a cada persona sola y grupo de personas que se encontraban dentro de los límites de los seis espacios estudiados. Se registraron un total de 6.318 configuraciones, siendo cada una de ellas la unidad mínima de registro del instrumento elaborado ad hoc, con información coocurrente relativa a los distintos criterios estudiados: momentos de utilización, cantidad de personas solas y grupos, género, grupos de edad, grupo étnico aparente y presencia de signos evidentes de pobreza.
La tabla 1 muestra la relación de días y franjas horarias en las que se realizaron las sesiones de observación. Se tuvo en cuenta que éstas estuvieran balanceadas entre varios observadores (cada color corresponde a un observador) y días de la semana (al menos 3 distintos). Por sus implicaciones en los patrones de uso y su posible relación con la inseguridad ciudadana es importante apuntar que no se llevaron a cabo sesiones de observación en determinadas franjas horarias por motivos de disponibilidad de personal (no se tienen información de lo que ocurre en estos espacios entre las 20 y las 10, fines de semana y festivos), por lo que los resultados se limitan a las franjas observadas: entre las 10 y 14 horas y entre las 16 y las 20 horas de días laborables durante los meses que en los que se realiza el trabajo de campo.
| Baja seguridad | Alta seguridad | |||||||||||
|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| 1. Jardins de Sant Pau del Camp | 4. Jardins de les infantes | |||||||||||
| Hora | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | Hora | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | |
| 10-11 | 1/9 | 6/9 | 4/10 | 5/10 | 10-11 | 31/8 | 7/9 | 14/10 | 3/11 | 26/11 | ||
| 11-12 | 21/9 | 6/10 | 18/10 | 2/11 | 12/11 | 11-12 | 13/9 | 22/9 | 11/10 | 9/11 | 26/11 | |
| 12-13 | 8/9 | 27/9 | 28/10 | 12-13 | 2/9 | 9/9 | 28/9 | 25/10 | 24/11 | |||
| 13-14 | 15/9 | 23/9 | 2/11 | 3/11 | 13-14 | 16/9 | 5/10 | 27/10 | 5/11 | 19/11 | ||
| 16-17 | 31/8 | 28/9 | 6/10 | 15/10 | 16-17 | 1/9 | 7/10 | 14/10 | 11/11 | |||
| 17-18 | 16/9 | 19/10 | 20/10 | 4/11 | 17/11 | 17-18 | 30/9 | 22/11 | 23/11 | 14/12 | ||
| 18-19 | 2/9 | 9/9 | 25/10 | 28/10 | 8/11 | 18-19 | 10/9 | 28/10 | 2/11 | 5/11 | 9/11 | |
| 19-20 | 30/9 | 18/10 | 19/10 | 16/11 | 18/11 | 19-20 | 21/10 | 29/10 | 9/11 | 17/11 | 24/11 | |
| 2. Pl. Folch i Torres | 5. Jardins de piscines i esports | |||||||||||
| 10-11 | 15/9 | 23/9 | 2/11 | 3/11 | 10-11 | 13/9 | 22/9 | 11/10 | 9/11 | 26/11 | ||
| 11-12 | 1/9 | 6/9 | 4/10 | 5/10 | 11-12 | 2/9 | 9/9 | 28/9 | 25/10 | 24/11 | ||
| 12-13 | 21/9 | 6/10 | 18/10 | 2/11 | 12/11 | 12-13 | 16/9 | 5/10 | 27/10 | 5/11 | 19/11 | |
| 13-14 | 8/9 | 27/9 | 28/10 | 13-14 | 31/8 | 7/9 | 14/10 | 3/11 | 26/11 | |||
| 16-17 | 30/9 | 18/10 | 19/10 | 16/11 | 18/11 | 16-17 | 30/9 | 22/11 | 23/11 | 14/12 | ||
| 17-18 | 31/8 | 28/9 | 6/10 | 15/10 | 17-18 | 10/9 | 28/10 | 29/10 | 5/11 | 9/11 | ||
| 18-19 | 16/9 | 19/10 | 20/10 | 4/11 | 17/11 | 18-19 | 20/9 | 21/10 | 29/10 | |||
| 19-20 | 2/9 | 9/9 | 25/10 | 28/10 | 8/11 | 19-20 | 1/9 | 7/10 | ||||
| 3. Pou de la Figuera | 6. Pl. Lesseps | |||||||||||
| 10-11 | 10/9 | 1/10 | 8/10 | 3/11 | 10-11 | 20/9 | 7/10 | 20/10 | 12/11 | |||
| 11-12 | 16/9 | 20/9 | 19/10 | 17/11 | 1/12 | 11-12 | 1/9 | 8/9 | 27/9 | 15/10 | 18/11 | |
| 12-13 | 31/8 | 7/9 | 1/10 | 26/10 | 22/11 | 12-13 | 14/9 | 23/9 | 4/11 | 24/11 | ||
| 13-14 | 14/9 | 22/9 | 4/11 | 8/11 | 10/11 | 13-14 | 10/9 | 6/10 | 29/10 | 19/11 | ||
| 16-17 | 27/9 | 5/10 | 14/10 | 4/11 | 13/12 | 16-17 | 21/9 | 21/10 | 22/10 | 8/11 | 16/11 | |
| 17-18 | 15/9 | 27/10 | 4/11 | 9/11 | 17/11 | 17-18 | 2/9 | 30/9 | 15/10 | 8/11 | ||
| 18-19 | 1/9 | 8/9 | 21/10 | 9/11 | 29/11 | 18-19 | 13/9 | 21/10 | 27/10 | 2/11 | 3/12 | |
| 19-20 | 23/9 | 29/10 | 2/11 | 15/11 | 25/11 | 19-20 | 6/9 | 25/10 | 26/10 | 10/11 | 2/12 | |
| Totales | 24 | 24 | 24 | 22 | 15 | Totales | 24 | 24 | 23 | 22 | 15 | |
| Total: 109 | Total: 108 | |||||||||||
Tabla 1
Sesiones de observación realizadas por espacio, franja horaria y observador
Para la selección de los espacios públicos se contó con la colaboración de los técnicos de prevención del Ajuntament de Barcelona, que proporcionaron una relación de parques y plazas donde se habían detectado problemas de convivencia (p.eg. vandalismo, consumo de alcohol o drogas, grupos de jóvenes alborotadores), así como una relación de espacios públicos sin probemas aparentes de convivencia entre sus usuarios. De la relación inicial se seleccionaron los 40 parques y plazas que conforman la muestra total de espacios estudiados. Para formar los dos grupos que se analizan en este trabajo (situados en distritos con una alta/baja seguridad percibida) se tuvo en cuenta los resultados de la
Encuesta de Victimización de Barcelona de 2010 (Ajuntament de Barcelona, 2010), una encuesta anual acerca de datos objetivos de victimización y seguridad percibida a nivel de distrito y de toda la ciudad. La muestra definitiva de espacios que aquí se comparan está formada por 3 parques públicos situados en Ciutat Vella, (el distrito de Barcelona con el índice de seguridad percibida más bajo por parte de sus habitantes, y el único sistemáticamente valorado por debajo de la media de la ciudad) y un espacio situado en cada uno de los 3 distritos percibidos como más seguros (Sarrià-Sant Gervasi, Les Corts y Gràcia).
Se ha utilizado un instrumento de observación y registro de información observacional creado ad hoc en base a los objetivos de la investigación, recientemente puesto a prueba en un estudio exploratorio de los patrones de ocupación espacial de un espacio público. El instrumento EXOdES (Examen Observacional de Espacios) combina formatos de campo y sistemas de categorías y su registro se basa en configuraciones de criterios, no en categorías individuales, por lo que cada unidad de registro es el resultado del encadenamiento sincrónico de códigos correspondientes a cada uno de los diferentes criterios estudiados (Pérez-Tejera; Valera y Anguera, en prensa). Tal y como está planteado el instrumento, cada una de las unidades de registro o configuraciones proporciona información simultánea o coocurrente en relación a quién se encuentra dónde, cuándo, haciendo qué y cuáles son las características ambientales del lugar que ocupan. En el momento de iniciar las observaciones sistemáticas, el instrumento de observación se componía de 25 criterios y el conjunto de catálogos desplegados contaba con cerca de 200 códigos. Este trabajo se centra exclusivamente en el análisis de los tipos de actores que utilizan los espacios públicos estudiados.
El equipo de 7 observadores fue entrenado en la utilización del instrumento de observación y registro, así como en el procedimiento de observación. Para ello se llevó a cabo una primera fase precientífica sin registros en la que todos los espacios fueron visitados en diversas ocasiones para obtener un conocimiento suficientemente amplio del tipo de actores que habitualmente acogen. Se utilizaron varias sesiones fotográficas de entrenamiento de la técnica de registro previas al inicio de las sesiones de observación para conseguir niveles aceptables de fiabilidad interobservador y de validez de criterio. Mediante un procedimiento de barrido, durante la duración de las sesiones cada observador registraba a todas las personas solas y grupos que se encontraban dentro de los límites previamente definidos para cada zona del espacio. La indicación era registrar el mayor número posible de configuraciones tratando que los registros reflejaran de la manera más fiel posible la realidad de los usos y tipos de actores encontrados. Para ello, dependiendo del nivel de densidad de ocupación espacial, se registró con un mayor nivel de molaridad (alta densidad de ocupación) o molecularidad (baja densidad de ocupación). Siguiendo la clasificación de Ángel Blanco-Villaseñor, José Losada y M. Teresa Anguera (2003), el diseño observacional es de seguimiento inter e intrasesional (ya que se realizan varias sesiones de observación en cada espacio y en cada una de ellas existe un seguimiento durante su duración), nomotético (al observar más de un espacio) y multidimensional (por responder las variables estudiadas a distintos niveles de respuesta).
Hemos realizado un análisis descriptivo a partir de las frecuencias de aparición observadas. Para explorar regularidades en el modo en que los distintos tipos de usuarios se apropian de las zonas espacio se requiere de un análisis sensible a la sincronía o coocurrencia entre criterios y capaz de dar cuenta, en el futuro, de variaciones diacrónicas existentes entre las diferentes sesiones de observación. Por este motivo, llevamos a cabo un análisis secuencial en el retardo 0 (dado que interesa únicamente el análisis de coocurrencias de conducta) que permite conocer la relación asociativa existente entre los distintos espacios y franjas horarias con las diferentes variables estudiadas (cantidad de usuarios o unidades de observación, género y edad de los actores, diferencias en su origen étnico y presencia de signos de pobreza). El nivel de relación o coocurrencia entre criterios se obtiene a partir de la interpretación de la significación de los residuos ajustados, siendo éstos la diferencia entre la frecuencia observada y la esperada; revelan, por lo tanto, la naturaleza de la asociación existente entre variables. Para un nivel de significación de 0,05 se consideran significativos los residuos cuyo valor sean mayor que 1,96 o menor que -1,96. Se ha utilizado para este tipo de análisis el programa SDIS-GSEQ (Bakeman y Quera, 1996).
El primer aspecto explorado es si ambos tipos de espacios (seguros e inseguros) acogen una cantidad similar de actores o usuarios y si existen diferencias en los momentos del día de maxima ocupación. Hemos encontrado diferencias significativas en relación a ambos aspectos (χ2=99,57; p=<0,01). Los espacios situados en los distritos percibidos como más seguros tienen una mayor afluencia de unidades de observación (usuarios del espacio, sean personas solas o en grupo) a lo largo de todas las franjas horarias estudiadas, excepto en la última franja horaria estudiada (de 19 a 20 horas). Además el patrón de apropiación a lo largo del día presenta algunas diferencias significativas según las franjas horarias (figura 1). Los parques más seguros tienen dos franjas de maxima afluencia: de 12 a 13 horas (Res.aj.=3,63; p<0,01) y de 17 a 18 horas (Res.aj.=2,47; p=0,01) ), disminuyendo su ocupación a medida que se acerca la noche. En cuanto al patrón de apropiación espacial de los parques inseguros no se observan momentos de ocupación y desocupación tan pronunciados y, a diferencia de lo que ocurre en los espacios de los distritos más seguros, el nivel de ocupación tiene una tendencia creciente en las franjas situadas entre las 16 y las 17 horas (Res.aj.=4,13; p<0,01) y entre las 19 y las 20 horas (Res.aj.=8,12; p<0,01).

Figura 1
Frecuencias de unidades de observación por franja horaria
En la tabla 2 se muestra que, tal y como era de esperar, las medidas de precaución tomadas por los grupos que mayores niveles de inseguridad muestran en las encuestas sobre inseguridad se traducen en una menor presencia en el espacio público del género femenino para los cuatro grupos de edad estudiados —tanto mujeres solas (34,6%) como en grupo (34,2%)—, una presencia mínima de infantes solos (3,2%) y un porcentaje de personas mayores (23,3%) muy inferior al de personas adultas (58,4%).
| Mascul. | Femen. | Mixtos | Total | |||||
| N | % | N | % | N | % | N | % | |
| Personas solas | 1710 | 65,4 | 903 | 34,6 | - | - | 2613 | 100,0 |
| Infancia | 69 | 82,2 | 15 | 17,8 | - | - | 84 | 3,2 |
| Adolescencia | 241 | 61,0 | 154 | 39,0 | - | - | 395 | 15,1 |
| Madurez | 954 | 62,6 | 571 | 37,4 | - | - | 1525 | 58,4 |
| Vejez | 446 | 73,2 | 163 | 26,8 | - | - | 609 | 23,3 |
| Grupos | 1333 | 37,2 | 1225 | 34,2 | 1027 | 28,6 | 3585 | 100 |
Tabla 2
Frecuencias de personas solas y grupos según género
Al comparar los parques de los barrios con una alta y baja sensación de seguridad, encontramos diferencias significativas en los tipos de actores que utilizan sus espacios públicos (χ2=118,20; p=<0,01). Centrándonos en las personas solas (figura 2), en los tres espacios de los barrios percibidos como más seguros es mucho mayor la presencia de chicas adolescentes (Res.aj.=2,76; p∼0,01), mujeres adultas (Res.aj.=3,87; p<0,01) y hombres ancianos (Res.aj.=2,99; p<0,01); mientras que en los percibidos como inseguros, destaca la presencia relativa de niños sin supervisión adulta (Res.aj.=2,76; p∼<0,01) y hombres adultos (Res.aj.=8,61; p<0,01).

Figura 2
Frecuencias observadas de personas solas según género y franjas de edad
Encontramos también diferencias significativas (χ2=324,78; p=<0,01) en cuanto al género de los grupos de personas que utilizan estos espacios (figura 3). Así, en los espacios seguros es mayor la presencia de grupos formados exclusivamente por mujeres (Res.aj.=14,68; p<0,01) y los grupos mixtos (Res.aj.=2,59; p=0,01); mientras que los grupos formados exclusivamente por hombres están mucho más presentes en los espacios inseguros (Res.aj.=16,77; p<0,01).

Figura 3
Frecuencias observadas de grupos según el género de sus miembros
Estas diferencias en la presencia relativa de distintos tipos de actores en los espacios públicos de los barrios seguros e inseguros en función de su nivel de vulnerabilidad también se observa en los grupos más frecuentes según las franjas de edad de sus componentes (χ2=418,08; p=<0,01). Como se indica en la figura 4, mientras que en los espacios considerados seguros los grupos más frecuentes son los formados por adultos/as con niños/as (Res.aj.=10,85; p<0,01), ancianos/as con niños/as (Res.aj.=5,45; p∼<0,01) y adultos/as con ancianos/as (Res.aj.=6,07; p∼<0,01); en los espacios de los barrios con mayor nivel de inseguridad percibida los grupos que tienen una mayor presencia relativa son los formados por adultos (Res.aj.=15,28; p<0,01) –especialmente hombres, como se indica en la figura 3, jóvenes (Res.aj.=4,63; p<0.01) y niños/as sin supervision adulta (Res.aj.=2,47; p∼0,01).

Figura 4
Frecuencias de las principales composiciones grupales según franjas de edad
En relación al origen étnico aparente de los actores usuarios de los parques analizados también se han encontrado diferencias significativas (χ2=944,15; p=<0,01). Los parques de los distritos con mayor nivel de seguridad percibida son utilizados por una gran mayoría de usuarios aparentemente autóctonos, tanto solos (Res.aj.=6,62; p<0,01) como en grupo (Res.aj.=18,05; p<0,01). La escasa mezcla real de culturas en el contacto cotidiano queda patente en la baja frecuencia de aparición de grupos mixtos. Sólo el 12,2% de los grupos de personas registrados (394 de un total de 3.233 grupos) son mixtos en cuanto a su origen aparentemente autóctono o inmigrante. Éstos se observan más a menudo en los espacios públicos de los barrios percibidos como seguros (Res.aj.=4,45; p∼<0,01) aunque como resultado de una nueva forma de relación mercantil cada vez más frecuente: la figura del cuidador/a inmigrante, generalmente latino/a, que acompaña en estos parques a personas ancianas (figura 5).

Figura 5
Frecuencias de personas solas y grupos según su origen aparentemente autóctono o inmigrante
La presencia de personas vagabundas o ‘sin techo’ y de aquéllas con signos evidentes de estar más allá del límite de la pobreza (aspecto más que aparente de vagabundo/a aunque sin carritos, colchones u otros utensilios que lo evidencien) tampoco se reparte del mismo modo en la ciudad (χ2=4,65; p=<0,03). Tal y como se indica en la figura 6, ambos criterios son significativamente más habituales en Ciutat Vella (baja seguridad percibida) que en los otros distritos estudiados (Res.aj.=2,16; p∼0,03, para ambos casos).

Figura 6
Frecuencias observadas de actores con signos evidentes de pobreza
A pesar de una larga tradición de estudios que se ha interesado por identificar cuáles son los factores psico-socio-ambientales vinculados a la generación de inseguridad ciudadana, poca atención se ha prestado en general al efecto que ésta tiene en los patrones de uso del espacio público. En este artículo se comparan los tipos de usuarios que utilizan tres parques públicos situados en el distrito de Barcelona sistemáticamente percibido por sus habitantes como el más inseguro de la ciudad (Ciutat Vella) con los de tres parques situados en los distritos con mayores niveles de seguridad percibida (Sarrià-Sant Gervasi, Les Corts y Gràcia). Hemos encontrado diferencias significativas entre los modos de apropiación espacial de ambos tipos de espacios. Las mujeres y ancianos/as (solos y en grupo), los grupos mixtos en cuanto al género, los grupos de niños/as supervisados por personas adultas y/o ancianas, y los de personas ancianas con adultas son significativamente más frecuentes en los espacios de los barrios seguros que en los inseguros. Por otro lado, se comprueba que en los espacios públicos de Ciutat Vella es significativamente mayor la presencia de personas de aparentemente inmigrante (independiententmente de su grupo étnico concreto) y también de vagabundos y personas con signos evidentes de pobreza, dejando evidente la existencia de mecanismos de exclusión social hacia determinados usuarios del espacio público en los distritos percibidos como más seguros.
Junto al hecho de que los centros históricos frecuentemente tienen recursos espaciales limitados para la creación de nuevos parques públicos está el hecho de que, probablemente por razones de seguridad, no toda la comunidad tiene un acceso equitativo a los espacios que ya existen. Esto tiene ciertas implicaciones vinculadas a la Justicia Social ya que los parques y espacios abiertos tienen múltiples consecuencias positivas para la propia salud física y mental y también para la cohesión social de las comunidades.
Entre las limitaciones de este trabajo destacan el no disponer de observaciones realizadas durante las franjas nocturnas ni el fin de semanas (en algunos espacios son momentos de alta intensidad de uso), el hecho de no haber realizado un muestreo aleatorio en la selección de los espacios públicos (ésta se ha realizado en base al criterio de los técnicos de prevención del Ajuntament de Barcelona, lo que por otro lado nos proporciona una visión de experto de gran valor) o el no disponer todavía de datos acerca de la percepción de inseguridad vinculada a cada uno de los espacios públicos estudiados (pueden existir diferencias importantes entre la percepción de seguridad de los habitantes de una ciudad acerca de su propio barrio y la vinculada a un determinado espacio público). Por todos estos motivos, el presente pretende ser un primer estudio exploratorio acerca de la percepción de inseguridad ciudadana y las relaciones que establece con los patrones de ocupación espacial de los parques urbanos. Futuras investigaciones que incorporen metodología selectiva (encuestas o entrevistas, por ejemplo) pueden profundizar en la relación existente entre diversidad sociocultural e inseguridad, así como en los motivos esgrimidos en relación a la utilización o no utilización del espacio público. Éstos podrían ir más allá de lo estrictamente relacionado con el miedo al delito y la inseguridad, pudiendo relevar la importancia de algunos otros factores (culturales, urbanísticos, arquitectónicos, por ejemplo). El riesgo a que, como dice el discurso del miedo al delito, las dinámicas extremas de evitación del espacio público puedan llegar también a ocurrir a este lado del Atlántico y a que, por motivos de seguridad y como consecuencia de la puesta en marcha de medidas para asegurar la ley y el orden, esté amenazada la presencia en el espacio público de gran parte de la diversidad social que caracteriza la vida urbana, justifica un interés que debería ser cada vez más creciente por la evaluación psicosocial del espacio público.
El desarrollo de la Psicología Ambiental, probablemente como consecuencia de su carácter inherentemente multidisciplinar, ha estado acompañado desde sus inicios por una preocupación persistente acerca de cuáles deben ser los elementos distintivos de una perspectiva psicológica. Recientemente una parte de los/las psicólogos/as interesados/as en los fenómenos urbanos nos preguntamos en qué medida el “núcleo duro” de los temas que han atraído hasta ahora la investigación en Psicología Ambiental (preferencia y satisfacción residencial, identidad y apego al lugar, el análisis de fuentes potenciales de estrés, conducta pro-ambiental; ver Giuliani y Scopelliti, 2009) ha contribuido a comprender los procesos complejos que caracterizan la ciudad actual. Fenómenos que frecuentemente ciernen sobre el espacio público y que están estrechamente vinculados a procesos de carácter global, con múltiples conexiones a factores históricos, económicos, políticos y culturales. Los nuevos desafíos a los que se enfrenta la disciplina han de pasar por seguir avanzando en dar soluciones a problemas teóricos, pero también, especialmente, a problemas sociales concretos (Palavecinos, 2008).
Este trabajo trata de hacerlo profundizando en el aspecto comportamental de la inseguridad ciudadana en los parques públicos pero también tratando de proporcionar a las Administraciones de unos resultados preliminares y, sobre todo, de una estrategia de evaluación del espacio público que permita un mejor conocimiento del uso actual del espacio público, como condición previa indispensable para la puesta en marcha de intervenciones orientadas a fomentar el acceso al espacio público de grupos sociales vulnerables y de un mayor nivel de diversidad social con el convencimiento de que ése es uno de los camino hacia un progresivo aumento de la sensación de seguridad en nuestras ciudades.
Ajuntament de Barcelona (2010). Enquesta de Victimització de Barcelona. Extraído el 24 de abril del 2011, de http://w3.bcn.es/fitxers/premsa/evb2010presentacio20100728.553.pdf
Amerio, Piero & Roccato, Michele (2005). A predictive model for psychological reactions to crime in Italy: An analysis of fear of crime and concern about crime as a social problem. Journal of Community Applied Social Psychology, 15, 17-28.
Bakeman, Roger & Quera, Vicenç (1996). Análisis de la interacción: Análisis secuencial con SDIS y GSEQ. Madrid: RA-MA.
Blanco-Villaseñor, Ángel; Losada, Jose Luis & Anguera, M. Teresa (2003). Data analysis techniques in observational designs applied to the environment-behaviour relation. Medio Ambiente y Comportamiento Humano, 4(2), 111-126.
Carro, Daniel; Valera, Sergi & Vidal, Tomeu (2010). Perceived insecurity in the public space: Personal, social and environmental variables. Quality and Quantity, 44(2), 303-314.
Chiesura, Anna (2004). The role of urban parks for the sustainable city. Landscape and Urban Planning, 68, 129–138.
Chona, Sister; Worlch, Jennifer & Wilson, John (2010). Got green? Adressing environmental justice in park provision. GeoJournal, 75, 229-248.
Curbet, Jaume (2011). Un món insegur. Girona: CCG Edicions.
Fernández-Ramírez, Baltasar & Corraliza, J. Antonio (1996). Aspectos físicos y sociales en los lugares peligrosos. Miedo al delito en un espacio institucional. Revista de Psicología Social, 11(2), 219-234.
Fernández-Ramírez, Baltasar & Corraliza, J. Antonio (1997). Hacia una tipología de lugares peligrosos, en relación con el miedo al delito. Intervención Psicosocial, 6(2), 237-248.
Gardner, Carol B. (1990). Safe conduct: women, crime and self in public places. Social Problems, 37(3), 311-328.
Giuliani, Maria Vittoria & Scopelliti, Massimiliano (2009). Empirical research in environmental psychology: Past, present, and future. Journal of Environmental Psychology, 29(3) 375-386.
Hunter, Albert (1978, noviembre). Symbols of incivility: social disorder and fear of crime in urban neighborhoods. Comunicación presentada en el Annual Meeting of the American Society of Criminology. Dallas, United States of America.
Lagrange, Randy; Ferraro, Kenneth & Supancic, Michael (1992). Perceived risk and fear of crime: role of social and physical incivilities. Journal of Research in Crime and Delinquency, 29(3), 311-334.
Lindesay, James (1996). Eldery people and crime. Review in Clinical Gerontology, 6, 199-204.
Low, Setha; Taplin, Dana & Scheld, Suzanne (2005). Rethinking urban parks: Public space and cultural diversity. Austin: University of Texas Press.
Mazza, Angelino (2009). Ciudad y espacio público. Las formas de la inseguridad urbana. Cuadernos de Investigación Urbanística, 62. Extraído el 24 de abril del 2011, de http://www.aq.upm.es/Departamentos/Urbanismo/publicaciones/ciur62.html
Pain, Rachel (2000). Place, social relations and the fear of crime: a review. Progress in Human Geography, 24(3), 365-387.
Palavecinos, Mireya (2008). Nuevos retos, desafíos y oportunidades para la investigación de ciudades habitables. En Baltasar Fernández-Ramírez & Tomeu Vidal, (Eds.), Psicología de la ciudad. Debate sobre el espacio público (pp. 75-84). Barcelona: Editorial UOC.
Pérez-Tejera, Félix; Valera, Sergi & Anguera, M.Teresa (en prensa). Un nuevo instrumento observacional para la identificación de patrones de ocupación espacial. Psicothema.
Sibley, David (1995). Geographies of exclusion. London: Routledge.
Subirats, Joan (2006). Apunts sobre espai públic, convivència i ciutadania. Nous Horitzons, 183, 8-14.
Valentine, Gill & McKendrick, John (1997). Children’s outdoor play: exploring parental concerns about children’s safety and the changing nature of childhood. Geoforum, 28(2), 219–235.
Valera, Sergi (2008). Conflicto y miedo ante un nuevo espacio público urbano. En Baltasar Fernández-Ramirez & Tomeu Vidal (Eds.), Psicología de la Ciudad. Debate sobre el espacio urbano (pp. 149-162). Barcelona: Editorial UOC.