Una perspectiva híbrida y no-moderna para los estudios urbanos

An hybrid and non-modern approach to urban studies

  • Marc Grau i Solés
  • Lupicinio Íñiguez-Rueda
  • Joan Subirats
Este artículo parte de la controversia urbana alrededor del Forat de la Vergonya y el proceso de transformación urbana de barrio del Casc Antic de Barcelona. Partiendo de las aportaciones provenientes del Actor-Network Theory (ANT) concebimos la ciudad como un ensamblaje urbano múltiple y analizamos el carácter moderno y dicotómico de nuestra noción de política. Especialmente, nos fijamos en el papel de la dicotomía sujeto-objeto. A través del análisis de las oportunidades de participación ciudadana, planteamos una nueva noción híbrida de participación ciudadana y de política urbana.
    Palabras clave:
  • Estudios urbanos
  • Híbrido
  • Actor-Network Theory
  • Participación Ciudadana
This article draws upon the so-called Forat de la Vergonya urban controversy and the urban transformation process of a neighborhood in Barcelona: el Casc Antic. Drawing on inputs from Actor-Network Theory (ANT), the city is explored as a multiple urban assemblage. Besides, we analyze the dichotomous nature of the modern notion of politics. Especially, the role of object-subject dichotomy is explored. Through the analysis of citizen participation opportunities we propose a new hybrid notion of citizen participation and urban policy.
    Keywords:
  • Urban studies
  • Hybrid
  • Actor-Network Theory
  • Citizen Participation


Alçant aquestes parets heu pres entre sos caires
lo que era abans de tots: l'espai, l'ambient, la llum:
mai més lliure un aucell travessarà aquests aires
ni una llar errabonda hi aixecarà el seu fum.
Ja és teu, amo, això. Sia! I per mots anys l'esposa
hi regne coronada del riure d'un infant,
i es tanqui aquesta porta deixant la pau inclosa,
i s'obri com uns braços als tristos que hi vindran.
I vosaltres, fillada, teniu ja un niu ben vostre.
Si aneu pel món un dia, sabreu lo que això val:
recordareu el batre la pluja en aquest sostre
i com és dolça l'ombra del porxo paternal.

Joan Maragall, 1911, p. 303.

1 Introducción

Joan Maragall es uno de los poetas catalanes más populares. Nació el 10 de octubre de 1860, en el número 4 de la calle Jaume Giralt, en pleno barrio del Casc Antic de Barcelona. El Casc Antic es, precisamente, uno de los barrios que forma parte de una investigación1 en la cual hemos analizado los procesos de regeneración urbana en los centros históricos de las ciudades de Barcelona y Madrid. La casa donde nació el poeta ha sido testimonio de un crudo conflicto urbano y su historia está ligada a la que ha sido una de las controversias más importantes de la ciudad en los últimos tiempos. Hace pocos años, la misma casa en la cual nació Maragall acogió jóvenes en situación irregular que habían llegado recientemente a la ciudad. Posteriormente, los restos de algunas paredes maestras servirían de portería para quienes jugaban a fútbol en este espacio. A pesar de la oposición del movimiento vecinal y de parte de los comerciantes, la casa se derribó el año 2000. Con todo, Maragall nació en una casa situada donde hoy podemos encontrar el espacio conocido oficialmente como el Pou de la Figuera. Una parte de los vecinos lo conocen, desde hace unos años, como el “Forat de la Vergonya”2.

Este artículo parte de la controversia alrededor del “Forat de la Vergonya” y el proceso de transformación urbana de barrio del Casc Antic de Barcelona. El texto está compuesto por cuatro apartados. En el primero describimos el proceso de transformación del barrio. Aquí, las aportaciones provenientes de la Actor-Network Theory (ANT) (Latour, 2005; Grau, Íñiguez-Rueda y Subirats, 2010) nos permiten concebir la ciudad como un ensamblaje urbano múltiple. En el segundo apartado analizamos el carácter moderno y dicotómico de nuestra noción de política. Mostramos un mundo separado en dos reinos. El primero, el de la sociedad, formado por humanos, por sujetos, y gestionado por la política. Y el segundo, el de la naturaleza, poblado por no-humanos, por objetos, y gestionado a través de la Ciencia. La democracia, tal y como la hemos concebido hasta el momento, sólo hace referencia a la primera esfera. La entrada de expertos en los procesos políticos, en cambio, puede suponer la cancelación de la política.

En el tercer apartado destacamos las oportunidades de participación ciudadana en el marco del proceso de transformación urbanística del barrio analizado. Finalmente, en el último apartado observamos como la participación ciudadana sólo hace referencia a cuestiones sociales. Es una cuestión que concierne sólo a "ciudadanos", dejando de lado toda la amalgama de no-humanos a los cuales estamos ligados. Las cuestiones técnicas no son cosa de la política. El texto nos permite plantear la necesidad de procesos políticos que recojan la hibridez y ofrecer una nueva noción de participación ciudadana y de política urbana.

2 La ciudad híbrida

El fang dels teus carrers, oh Barcelona; és pastat amb sang [El barro de tus calles, oh Barcelona, es amasado con sangre], escribió Maragall (1911, p.303). Este es un fragmento del poema "Oda Nova a Barcelona", escrito el 1909 y que se encuentra en el libro Seqüències, publicado el 1911, el mismo año de la muerte del poeta. Cuando Maragall lo escribía, se produjo la llamada Semana Trágica, nombre con el cual se conocen los acontecimientos ocurridos en Barcelona y otras localidades catalanas entre julio y agosto de 1909, como protesta contra la movilización de reservistas para su envío a Melilla, donde había empezado una guerra. Pero para desplegar la controversia del “Forat de la Vergonya” tenemos que recular un poco más. Tenemos que desplazarnos al proyecto de Ildefons Cerdà de construir grandes vías que atravesaran todo el centro histórico de Barcelona, dos de perpendiculares y una de transversal.

Cerdà fue el primero que proyectó grandes cortes y franjas de derribos en Ciutat Vella, siguiendo la lógica del sventramento. El Plan Cerdà proponía la compartimentación del Centro Histórico en sectores, aludiendo a razones de acceso. Afirmaba que su plan se apoyaba en la realidad representada objetivamente por la ciencia (Aibar, 1995). Pero las medidas estaban destinadas a atravesar el barrio, y no a mejorarlo. Consideró el centro histórico como un obstáculo para el tránsito y la homogeneidad del Ensanche. El término sventramento significa literalmente "desgarrar", "sacar las entrañas" (Grau, Íñiguez y Silva, 2009).

Así, 48 años después de la aprobación del proyecto, el año 1905, el Ayuntamiento firma un convenio con el Banco Hispano Colonial para encargarle la gestión financiera y ejecución de la apertura de la actual Vía Laietana. La avenida no era una intervención pensada sólo para facilitar la movilidad, sino también una incisión urbanísticas en la fortaleza proletaria que era el centro histórico da la ciudad (Aibar, 1995). La construcción de la Vía Laietana afectó 3.671 edificios y 412 calles. Supuso el derribo de 2.199 viviendas y la desaparición de 82 calles. Supuso también la destrucción del corazón de la ciudad medieval y la aparición de una gran avenida de cinco carriles. Y es aquí donde encontramos los hechos de la Semana Trágica. También como respuesta a la intervención urbanística y a las malas condiciones de vida en el barrio, alrededor de 7000 m2 de pavimento fueron levantados para fabricar barricadas y un gran número de iglesias, conventos y edificios oficiales fueron quemados y destruidos (Aibar, 1995). Como explicaba el antropólogo Manuel Delgado (2009, párrafo 3) en una entrevista en el portal Vilaweb, las obras de la Vía Laietana seguían el patrón francés. Las avenidas anchas permitían a los ejércitos patrullar, cosa que no podían hacer por los callejones del Casc Antic. Según Delgado, la auténtica cuestión de fondo de la Semana Trágica no fue el anticlericalismo ni el antimilitarismo, sino el control de la ciudad. “La violencia de las barricadas se contraponía a la violencia de las excavadoras”, afirma Delgado en la entrevista.

No obstante, con el paso de los años, en gran medida gracias a la oposición del movimiento vecinal, a excepción de la actual Vía Laietana, nunca se llegaron a ejecutar las operaciones de construcción de grandes vías. Ahora bien, ninguno de los planteamientos de ordenación urbanística posteriores eliminó las intervenciones. Y tanto el Plan Comarcal como el Plan Metropolitano mantuvieron las actuaciones. Este hecho contribuyó a que el barrio perdiera población. Durante los años cincuenta, muchos habitantes amenazados con la expropiación se desplazaron a la periferia. Además, las (posibles) intervenciones afectaron gravemente a la edificación existente, en un barrio donde el régimen de tenencia mayoritario era el alquiler. Se produjo una creciente desinversión de los propietarios, mayoritariamente absentistas, en la rehabilitación de los edificios. La congelación de rentas fruto de la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1946, y su modificación de 1964, así como la poca capacidad del territorio de atraer inversiones privadas, condujo a un deterioro progresivo del parque edificado.

Con el objetivo de afrontar el proceso de degradación, el 1980, el Ayuntamiento de Barcelona iniciaba un proceso que acabaría el 1985 con la aprobación del Plan Especial de Reforma Interior (PERI). El PERI renunciaba a la prolongación de grandes vías, pero optó por aprovechar la zona afectada para realizar operaciones de esponjamiento que suponen expropiaciones, traslados de familias y derribos en el entorno del mercado, especialmente, en el lugar que se conocerá popularmente como el “Forat de la Vergonya”. Así, el 1999, el Ayuntamiento de Barcelona derribaba toda una manzana de viviendas entre las calles Sant Pere Més Baix, Metges y Jaume Giralt del barrio del Casc Antic y dejaba durante semanas un gran agujero de escombros. Los vecinos reaccionaron y organizaron una protesta para denunciar la situación de abandono del espacio, bautizándolo como "El Forat de la Vergonya". El Ayuntamiento reaccionó y cubrió el agujero que fue aprovechado por los vecinos para plantar árboles e instalar bancos, con el objetivo de generar un parque urbano autogestionado.

Así, el barrio del Casc Antic de Barcelona ha vivido unos de los procesos de regeneración urbana más importantes de la ciudad. Y, como hemos apuntado, la plaza del Pou de la Figuera ha sido protagonista de una de las mayores controversias urbanas que se recuerdan en la ciudad. Utilizamos el término controversia para destacar el hecho que es un conflicto en el que intervienen tanto la política como las ciencias. Para resaltar el papel que juegan las múltiples formas de producción de conocimiento en los procesos de política pública, hecho que muestra la imposibilidad de una separación clara y nítida entre Política y Ciencia (en mayúsculas). En el marco de una controversia, encontramos la doble separación: entre representantes y representados políticos, por un lado, y entre ciudadanos y expertos, por el otro. De hecho, según Michel Callon (1986), una controversia es el conjunto de declaraciones mediante las cuales se cuestiona, discute, negocia o rechaza la representatividad de un portavoz.

No obstante, la mayoría de los planeamientos en materia de políticas urbanas parten de las dicotomías de la modernidad y de la separación del mundo en dos esferas, la de los objetos, por un lado, y la de los sujetos, por el otro. Y a partir de las dicotomías de la modernidad que separan el mundo en dos reinos (objeto-sujeto, política-ciencia, sociedad-naturaleza, etc.), el urbanismo ha hecho aquello que los estudios de la Ciencia y la Tecnología nos han mostrado de la actividad científica y tecnológica. Purificar los elementos urbanos para ordenarlos en las dos esferas separadas. Y seguir actuando como si esta división no existiera, produciendo híbridos que son ignorados.

Si partimos de las aportaciones provenientes del Actor-Network Theory (ANT), una de las críticas más contundentes y sistemáticas a la herencia metafísica moderna y una de las formas más productivas de los últimos años de renovar el pensamiento social (Rodríguez, 2008), podemos introducir en un mismo marco epistemológico y sobre la misma base ontológica a ciudadanos, decisores, plazas, parques, políticas, etc. (Grau, Íñiguez y Silva, 2009). Lo que es urbano no es aquello social menos la arquitectura. Aquello urbano es un todo, sin separar lo que es social de lo que es técnico. Los científicos y en general todos aquellos que llamaríamos expertos (y aquí tenemos que incluir también a los urbanistas) también hacen política, aunque sea a través de otros métodos y recursos.

Las aportaciones provenientes del ANT permiten otra manera de concebir la ciudad. Una ciudad que deja de estar definida en términos exclusivamente humanos y se entiende como un colectivo también técnico y “natural”. Formada, por lo tanto, por humanos y por no-humanos. Hablamos de ciudades híbridas. La ciudad ya no se entiende como un nicho espacial donde se asientan las personas. La ciudad ya no es un objeto único, coherente, delimitable y estable (Farías, 2011). Tampoco es una suma de entidades o de perspectivas. Las ciudades comparten una condición heterogénea, relacional y distribuida, y no pueden encuadrarse en ninguna categoría usual, puesto que son simultáneamente naturales, sociales y discursivas. Tampoco se pueden compartimentar para separar entre aquello político y aquello científico, aquello humano y aquello no-humano.

La ciudad es un efecto relacional e incierto en el interior de determinadas redes de prácticas (Farías, 2011). La ciudad no es un producto acabado. Es el resultado de una amalgama de múltiples prácticas y atributos heterogéneos. La ciudad es el resultado de la constante actualización de ensamblajes, de versiones, interseccionando entre sí. Ya no hablamos de ciudades, sino de ensamblajes urbanos. Más que un agregado, la ciudad es un objeto múltiple en términos ontológicos. Es un ensamblaje urbano híbrido y múltiple (Grau-Solés, Íñiguez-Rueda y Subirats, 2011).

3 El ensamblaje urbano y la dicotomía sujeto-objeto

La ciudad es un ensamblaje urbano en el que intervienen una gran diversidad de elementos: sociales, económicos, arquitectónicos, políticos, comercial, turísticos, etc. La realidad de la ciudad es híbrida. No obstante, no disponemos de una definición de política que responda a esta realidad. Esta limitación de debe atribuir al espíritu moderno que ha imbuido y estructurado profundamente el pensamiento social (Rodríguez, 2008). Según explica el mismo autor, pensar desde pares binarios, dispositivos dicotómicos y matrices conceptuales de cariz dual es un signo típicamente moderno. La modernidad es la fijación de reinos, separados, y la purificación de los fenómenos para clasificar, ordenar, cada elemento dónde toca.

Así, distinguimos entre objetos y sujetos, entre hechos y valores, entre contenido y contexto, entre medios y finalidades, entre agencias y pasividades, entre actores y estructuras, entre local y global, entre causas y consecuencias, entre humanos y no humanos, etc. Según Bruno Latour (2001), los modernos son aquellos que pretenden separar entre hechos y valores, y se empeñan a distinguir cómo es el mundo respecto de cómo tendría que ser.

Se pueden destacar tres características del pensamiento moderno (Rodríguez, 2008): una concepción ontológica en la que se asume la existencia de verdades atemporales, una concepción esencialista de la realidad, dotada de ciertas características “a descubrir”, y la concepción de la Ciencia como un dispositivo privilegiado de descubrimiento de los mecanismos que rigen el funcionamiento del mundo. En este sentido, como explica Stephen Healy (2004), la segregación del contenido respeto el contexto fue un factor clave en la emergencia de la Ciencia moderna. La idea moderna es que hay un mundo allá fuera, y que el trabajo de la Ciencia es hacerlo caber en cuatro dimensiones, las tres dimensiones euclidianas y la del paso del tiempo (Law y Urry, 2003). La modernidad se olvida de las complejidades de la heterogeneidad (Law, 2002).

Una de las principales consecuencias de la presencia de las dicotomías de la modernidad es que vivimos en un mundo separado en dos esferas, la de la sociedad, por un lado, y la de la naturaleza, por el otro. Concebimos, así, una sociedad que sólo hace referencia a los humanos y a sus relaciones y vínculos, olvidando, por lo tanto, el mundo, la naturaleza, los objetos, etc. considerados, todos estos, como la negación de lo social. Hecho que, demasiado a menudo, nos ha llevado a confundir el mundo material con la naturaleza (Latour, 2009), que se considera un dominio puro que sólo es contaminado y transformado por lo social (Swyngedouw, 1999). Que se mantiene, sin molestar, esperando de forma pasiva que hagamos lo que queramos con él (Whatmore, 2006).

En palabras de Farías (2011), se suele entender la naturaleza como un objeto de prácticas y políticas de metabolismo urbano y no como un agente que participa y transforma el colectivo urbano en direcciones no previstas. Los no-humanos son considerados mudos, dóciles, maleables y carentes de agencia. Los actores sociales simplemente imprimen o inscriben sus voluntades sobre objetos inertes y pasivos (Latour 1993-1994). Así, como explican Nick Lee y Paul Stenner (2002), el mundo y la naturaleza no tienen derechos en el contrato social y nuestra relación está definida en los términos de dominio, posesión y propiedad.

En este mismo sentido, Latour (2000, 2004) hace referencia en un mundo dividido en cualidades primarias y cualidades secundarias. Como explica, las primarias son los ingredientes esenciales que forman el mundo, invisibles a simple vista, sólo a disposición de los científicos. Según el autor, también hay cualidades primarias “sociales”, como las infraestructuras sociales, las relaciones de poder, la inconsciencia, los constreñimientos estructurales, las manos invisibles, etc. Los científicos naturales tratan con las cualidades primarias del mundo natural mientras que los científicos sociales, con las de la sociedad. Puesto que compartimos las primarias, ya nos vienen dadas, nuestras disputas son sobre cualidades secundarias. Las cualidades secundarias nos dividen entre múltiples puntos de vista. Tenemos una naturaleza y múltiples culturas.

Con todo, siguiendo a Latour (2008) hay una naturaleza que es real, hecha de hechos indisputables, pero aburrida y sin sentido, y tenemos el mundo en el que vivimos, lleno de colores, sueños, símbolos, imaginaciones, valores y significados, pero sin realidad. Tenemos objetos purificados respecto su contexto, al mismo tiempo que sujetos sin contenido no-humano. Tenemos una subjetividad “aquí dentro” y una naturaleza “allá fuera” (Featherstone, 2007). El concepto de naturaleza, por lo tanto, es resultado de una división política que deja a la naturaleza lo que es objetivo e indisputable y a la sociedad, lo que es social y disputable. La sociedad, fruto de un contrato social entre humanos desnudos, concierne solamente a los humanos y a sus relaciones.

Es así como la noción de Política ha sido reducida a los valores, los intereses, a las opiniones y a las fuerzas sociales de los humanos desnudos y sin vínculos. Los recursos con los cuales tenemos que formar el colectivo vienen del reino social y se limitan a seres humanos y sus interacciones (Bingham e Hinchliffe, 2008). Los átomos irreductibles de la vida social son los sujetos humanos-intencionales, deliberativos, con intereses (Weinberg, 2008). La democracia es una cuestión de sujetos gestionando su propio destino, explica Nortje Marres (2005), de gente, sus derechos, sus voluntades, sus opiniones y preferencias. Y, como añade la misma autora, los objetos, aquello de lo cual va la política, son considerados como algo que no tiene ningún papel en la democracia. Un juego entre sujetos, sin contenido, dejando de lado a los objetos, al mundo, la naturaleza, dejando a un lado todo lo que está en juego.

No obstante, más allá de esto, la dicotomía sociedad-naturaleza va ligada a una forma de organización política, de separación de poderes entre la Política y la Ciencia. La modernidad es la separación entre la representación de las cosas -la ciencia y la tecnología- y la representación de los humanos -la política. Hasta hoy disponemos de dos tipos de representación (Latour, 2001): el primero encargado de representar las cosas naturales y en el que la representación significa exactitud, precisión y referencia, y el segundo, encargado de representar a los miembros de la sociedad y en el cual el término representación significa confianza, elección y obediencia.

Así, completando la idea apuntada más arriba, vivimos en un mundo separado en dos reinos. El primero, el de la sociedad, formado por humanos, por sujetos, y gestionado por la política. Y el segundo, el de la naturaleza, poblado por no-humanos, por objetos, y gestionado a través de la Ciencia. Esferas, habitantes y procedimientos de gestión diferentes. Los de la primera esfera pueden hablar, y, de hecho, discuten para ponerse de acuerdo, pero no tienen autoridad. En la segunda, la naturaleza, muda, está gobernada por leyes que sólo están a disposición de la Ciencia.

En una hay charlatanes ignorantes y en el otra conocimiento y realidad, pero sin capacidad de habla. En una esfera hay los valores, mientras que en la otro, los hechos. Ambas esferas restan separadas, por muros infranqueables, y vigiladas, una por la política, y la otra por la ciencia. Así, explica Latour (1993-1994), a la ciencia le pertenece la representación de los no-humanos, pero tiene prohibida cualquier apelación a la política, y a la política, la representación de los ciudadanos, pero sin ninguna relación con los no-humanos producidos y movilizados por la ciencia y la tecnología.

La democracia, tal como la concebimos hasta ahora, sólo hace referencia a la primera de las esferas. Además, esta división en dos esferas nos lleva a la idea generalizada según la cual sólo los políticos tendrían que hablar de política, sólo los hombres de negocios tendrían que hablar de negocios, sólo los científicos tendrían que hablar de ciencia, etc (Latour, 1999). La distinción entre técnicos y profanos, entre especialistas y ciudadanos responde a una complicada construcción teórica arraigada profundamente en la ciencia moderna (Graña, 2005). Y es que en este escenario dicotómico unos cuántos se pueden mover entre un mundo y el otro. Como explica Latour (2002), existe un estrecho corredor que comunica los dos reinos y que permite que algunos pocos lo recorran arriba y abajo haciendo hablar a las cosas y silenciando a los humanos.

Los científicos reúnen sorprendentemente la habilidad de hablar, en tanto que humanos, y la habilidad de decir la verdad, puesto que son capaces de escaparse del mundo social, diciendo exactamente aquello que las cosas hubieran dicho si hubieran podido hablar (Latour, 1993-1994). Los objetos nunca se equivocan. Sólo se equivocan los sujetos. La ciencia habla a la sociedad sin que la sociedad tenga oportunidad de responder (Elam and Bertilsson, 2003).

Por lo tanto, en la esfera de la Política, los representantes de los intereses humanos debaten, pero en el exterior, los expertos, aconsejan (Latour, 2002). Cuando los expertos participan en las controversias públicas, explican Miquel Domènech y Francisco Tirado (2008), no ofrecen opiniones, más bien tratan con datos, muestran evidencias o desmontan falsas impresiones y lo que al principio era una discusión, desemboca en una valoración técnica, hecho que supone la cancelación de la política. Pueden hacer hablar al mundo mudo, en palabras de Latour (2002), decir la verdad sin trabas y poner fin a las discusiones gracias a una autoridad que les proviene de las cosas. Apelar a una realidad exterior significa la interrupción de toda discusión, saltarse el trabajo que tendría que recaer en la política.

La naturaleza ha sido un medio para saltarse la política (Bingham e Hinchliffe, 2008), para bloquearla e imponer la composición de un cosmos en la medida que parte de un orden unificado por adelantado (Latour, 2001). El mundo en el que vivimos está definido, desde el inicio, por el auspicio de la naturaleza, conocida a través de los científicos, sin ofrecer los significados, intérpretes, historias, redes, foros, parlamentos o instrumentos que habríamos necesitado para componer progresivamente un mundo común (Latour, 2002). Según Steve Hinchliffe (2002), la idea de un objeto natural singular en relación al cual hay múltiples percepciones sugiere que con tiempo y el procedimiento adecuado el consenso o el cierre del problema es posible.

Pero la sociedad ya no puede sustentarse en la ilusión de un consenso fruto del diálogo entre ciudadanos o del ejercicio de la Ciencia. Una unidad demasiado fácil, demasiado poco costosa, demasiado automática, que simplifica los problemas demasiado rápidamente logrando la unidad con demasiado poco esfuerzo (Latour, 2005). Según el mismo autor, hay que abandonar la idea que luchas políticas se llevan a cabo en el marco de un único cosmos. Y entender que hay una lucha entre varios cosmos que sólo se pueden armonizar a través de la negociación y no con el cierre de la discusión por parte de la Ciencia (Domènech y Tirado, 2008).

Las dicotomías modernas nos impiden seguir y conceptualizar el carácter heterogéneo y cambiante de la realidad a estudiar. Nos han hecho incapaces de describir los múltiples vínculos, las influencias recíprocas, las negociaciones continuas (Latour, 1993-1994). La única opción es escapar de esta dicotomía que al final no deja de hacer referencia a las dos caras de la misma moneda. Tenemos que dejar de vivir en un mundo en el que tenemos que escoger entre significados sin realidad o realidades sin significado (Latour, 2008). Debemos abandonar la distinción entre sujetos y objetos, entre cualidades secundarias y primarias. La Ciencia no tiene que secuestrar la realidad exterior para convertirla en un tribunal de última instancia. Como explica Donna Haraway (1999) la naturaleza no está oculta y, por lo tanto, no necesita ser revelada. Tampoco es un lugar físico donde podamos ir, ni un tesoro que se pueda almacenar, ni una esencia que se pueda salvar o violar.

Hay bordes y límites por todas partes, en los ríos, en los parques, en los jardines, en los edificios (Ingold, 2005), pero ningún de estos es el límite entre sociedad y naturaleza. La naturaleza no se debe de entender como algo externo de la política, que no interviene en lo que es humano y que hace de árbitro y juez de las disputas entre humanos (Domènech y Tirado, 2008). Los términos “sociedad” y “naturaleza” no designan dominios de la realidad, sino, como hemos apuntado, determinadas formas de organización. Actualmente, no obstante, disponemos de una noción de política marcada por las dicotomías de la modernidad. Una política que sólo incumbe a los humanos, restringida al juego de intereses y relaciones de fuerza, y en la que los no-humanos están considerados como mudos, indolentes o sin agencia (Latour, 2005). Y sólo seremos capaces de renovar la política cuando podamos renunciar a la dicotomía sujeto-objeto y asimilar, no sólo un multiculturalismo, sino también que vivimos en diferentes naturalezas. En múltiples naturalezas. Múltiples ensamblajes socio-naturales, diferentes maneras de ser, de vivir y de relacionarse, que se solapan y combinan.

La modernidad se caracteriza por dos prácticas diferentes (Latour, 1993-1994). A través de la primera práctica, de traducción, se crean mezclas entre géneros de seres completamente nuevos, híbridos de la naturaleza y la cultura. A través de la segunda práctica, de purificación, se crean dos zonas ontológicas plenamente diferenciadas: la de los seres humanos, por un lado, y la de los no-humanos, por el otro. La modernidad habla como si la cultura y la naturaleza fueran reinos diferentes, pero actúa como si no lo fueran, produciendo híbridos que son ignorados gracias a la tendencia la purificación del pensamiento moderno (Lee y Stenner, 1999). Haciendo mezclas y limpiando y purificando el terreno, se ha dado vía libre a todas las prácticas de mediación, de creación de híbridos, sin que, en teoría, estas tuvieran ningún contacto ni efecto en la sociedad (Latour, 1993-1994). Cuanto menos mezclados nos pensamos, más lo estamos en la práctica. Cuanto más y mejor purificamos, más hibridamos. Es decir, el segundo permite el primero, y negando la existencia de los híbridos es como posibilitamos su proliferación.

De esta forma, la ciencia, la tecnología o los mercados han amplificado no sólo la escala en la cual humanos y no humanos están conectados los unos con los otros, sino también la intimidad de estas conexiones (Latour, 2007). Así, diariamente nos relacionamos con una multitud de elementos no-humanos. Tenemos que dejar de ignorarlos cuando hablamos de política. Un nuevo contrato natural tiene que permitir prolongar el derecho de ciudadanía más allá de lo estrictamente humano. Los matters of fact se convierten en matters of concern cuando añadimos a los primeros toda su escenografía (Latour, 2008), es decir, cuando no los purificamos y les conservamos todos sus vínculos. Según Latour (1993-1994), habría que frenar y regular esta proliferación de híbridos, reconociendo su existencia y ofreciéndolos una representación. Del mismo modo que la constitución moderna actuaba en el mundo haciendo proliferar los híbridos, la constitución no moderna ha de actuar mediante la transformación completa de las condiciones de la negociación de los híbridos (Latour, 2002).

Los problemas actuales no pueden ser entendidos a través de falsas distinciones y separaciones, porque ni la política ni la ciencia por separado pueden afrontar los retos que tenemos (Rodríguez, 2008). La mitad de nuestra política se hace en cada uno de los dos lados. De hecho, actualmente, han desaparecido las diferencias entre aquellos que representan cosas y los que representan personas. Los dos significados de representar han convergido en una que se acerca a la noción de portavoz (Latour, 2001). Y los dos tipos de portavoces, sigue, se tienen que situar en un mismo escenario, en un mismo plano, comprometidos con en mismo experimento colectivo, hablando al mismo tiempo de líos entre humanos y cosas.

Es más, como explica el mismo autor, los laboratorios han extendido sus muros hasta alcanzar todo el planeta. Y hoy la distinción entre los laboratorios científico que experimentan sobre teorías y fenómenos dentro de sus muros y el mundo exterior de carácter político y guiado por los valores humanos, opiniones y pasiones se está evaporando. Las elecciones científicas y técnicas, lo son también políticas. La ciencia es la política, pero a través de otros métodos (Latour, 1993-1994). No obstante, estos experimentos, desarrollados sobre nosotros, por nosotros y para nosotros no se someten a ningún protocolo (Latour, 2002). Y la política, precisamente, tiene que ver con la gestión de los compromisos y las relaciones entre humanos y no-humanos, por lo tanto, con los riesgos y las potencialidades que se despliegan, las desigualdades que se reparten y las posibilidades que se abren y se cierran. La ciencia no es un espejo de la naturaleza, sino una herramienta útil para hacer visibles nuestras relaciones con el mundo (Demeritt, 1994). Así, las ciencias (en plural) deben aportar diferencias al mundo, y no la capacidad de saltar a la esfera de las cualidades primarias y explicar así lo real pero desconocido (Latour, 2008).

Ahora bien, como ya hemos visto, la presencia y el papel en nuestra vida política de elementos indiscutibles que definen las cosas tal como realmente son, explica Latour (2002), hace que no podamos afrontar nuestra indiscutible necesidad de debatir y decidir cómo queremos y podemos ser. Separando los hechos de los valores, explica, se consigue, gracias a los hechos y sólo a los hechos, que el poder de la naturaleza esté por encima de la cuestión de “cómo tendría que ser” el mundo en común. Una democracia plena sólo es posible si puede atravesar esta frontera entre la ciencia y la política para traer a las discusiones nuevas voces, hasta hoy, inaudibles: las voces de los no-humanos. Unos nuevos no-humanos, según Latour (2002), que se presentan para enriquecer el colectivo, y no para interrumpir discusiones, saltarse procedimientos o cancelar deliberaciones. En todo caso, para complicar y abrir estos procesos.

El modernismo abandonó la tarea de la composición progresiva del mundo porque disponía de una Naturaleza y una Sociedad que ya venían dadas (Latour, 2000). Ahora hay que dar cuerpo a una política a-moderna de socio-naturalezas híbridas (Castree, 2003). Cómo afirma Rodríguez (2008), hay que ampliar, por lo tanto, las formas de representación política y asentar y mejorar los dispositivos y las garantías democráticas, para incluir dentro de la política actores y relaciones hasta ahora olvidados.

Según Latour (1999), vivimos en un mundo híbrido formado por dioses, personas, estrellas, electrones, plantas nucleares o mercados, y la tarea de la política es convertir esta amalgama heterogénea en un todo ordenado. Por lo tanto, la política no puede seguir entendiéndose como algo que sólo incumbe a los humanos. Es necesario dejar de considerar los elementos no-humanos como algo exterior a la política. Y es que la tarea de la Política, no es ninguna otra que mantener el lazo que nos mantiene unidos en una amalgama de componentes heterogéneos, o como define Latour (2002), la progresiva composición de un mundo común habitable.

4 El conflicto del “Forat de la Vergonya”

Durante muchos años, el “Forat de la Vergonya” fue un espacio auto-gestionado por los vecinos donde se realizaron actividades infantiles, comidas populares, conciertos, y donde se instaló mobiliario urbano, pistas deportivas e, incluso, un huerto. Más o menos un año después del derribo de la isla de casas, el conflicto del “Forat de la Vergonya” se vio incrementado por la propuesta del Ayuntamiento de modificación del uso previsto para la zona. Aunque el PERI estipulaba destinar este espacio a zona verde, en 2000, el Ayuntamiento proponía dedicar el espacio a un polideportivo y un parking subterráneo con capacidad para 150 plazas. Este hecho empujó a los vecinos a movilizarse. El Ayuntamiento acabó retirando el proyecto. La situación se prolongaría todavía unos años, durante los cuales se producen numerosas movilizaciones, varios desalojo por parte del Ayuntamiento, y nuevas ocupaciones de los vecinos.

La controversia no se cerrará, aunque tampoco de manera definitiva, hasta la llegada del proceso de elaboración del Programa de Actuación del Distrito (PAD) 2004-2007 y, sobre todo, con el proyecto del Plan de Intervención Integral (PII). En primer lugar, durante la discusión del Plan de Actuación de Ciutat Vella 2004-2007, los diversos colectivos llegaron al acuerdo que el espacio se dedicara a una plaza. A pesar de que no se concretó el modelo de plaza. Después del periodo del PAD, unos meses más tarde, se inició un proceso participativo para la urbanización del espacio en el que se celebran cuatro talleres participativos. En los talleres se informa de la intención del Ayuntamiento de elaborar un Plan de Intervención Integral (PII) para los barrios de Santa Caterina y Sant Pere, dentro del Casc Antic, para presentar a la Generalitat de Catalunya una propuesta para acogerlos a la Ley de Barrios, áreas urbanas y villas que requieren atención especial. El proyecto fue aprobado y la principal actuación era el Pou de la Figuera, que suponía el 24% del total de la dotación económica.

Una vez aprobado el proyecto, la primavera de 2005, después de unas elecciones municipales y los posteriores cambios en la concejalía del distrito, y en plena implementación del PII, el Ayuntamiento inició un nuevo proceso participativo para el diseño del espacio del Pou de la Figuera. Un modelo de plaza estaba en juego, y en el fondo, también el modelo de barrio. Las diversas entidades del barrio presentaron propuestas al proceso a través de varios canales (boletines, horario de atención al público, talleres, actividades y reuniones con entidades del barrio). Hay que destacar especialmente dos entidades de un barrio caracterizado por tener un tejido asociativo fuerte y denso, no obstante, enfrentado, en dos "bandos" asociativos: el del PICA, una coordinadora que agrupa una gran diversidad de entidades del barrio, y el del Espai Entesa, liderado por la Asociación de Vecinos. Una polarización que presenta su punto álgido durante el conflicto del “Forat de la Vergonya”. El Espai Entesa acusa al PICA de legitimar las intervenciones del Ayuntamiento, mientras diferentes entidades del PICA acusan al Espai Entesa de mantener posiciones intransigentes que dificultan la mejora del barrio. El Espai Entesa ha acusado al PICA de prácticas clientelares con el Ayuntamiento de Barcelona a partir de la recepción de subvenciones. Mientras que entidades del PICA acusan al Espai Entesa de carencia de sensibilidad respecto las problemáticas sociales del barrio.

El diario El Punt, el 18 de enero de 2006, publicaba "el Ayuntamiento diseñará el espacio según las propuestas que los vecinos han enviado" (Diaz, 2006, p. 3). Según el texto de la noticia, "los dos grandes colectivos en discordia han presentado propuestas que comparten una misma filosofía" (p. 3). Sin embargo, "el Espai Entesa querría que se mantuviera el huerto urbano y se conservaran los elementos que se han colocado allí a lo largo de los últimos años" (p. 3). En cambio:

El PICA añade a su propuesta la idea de permitir y favorecer que en los locales que dan a la futura plaza haya actividad comercial, es decir, que haya accesibilidad suficiente para la actividad comercial, a la vez que se mantiene el espacio para peatones (p. 3).

La propuesta del Espai Entesa entiende que el espacio tiene que ser como una Plaza Mayor de cualquier pueblo. Queda descartado el modelo de plaza dura. No es lo mismo una plaza “de pueblo” que una plaza “de ciudad” que favorezca la actividad comercial. Múltiples versiones de la plaza en juego, algunas de las cuales incompatibles. Un modelo de plaza en juego, y también de barrio. Y los ciudadanos, reunidos en el marco de los procesos participativos, intentando llegar a un acuerdo sobre el diseño del espacio.

5 Participación híbrida

La permanencia de los huertos urbanos, la instalación de juegos infantiles, la posibilidad que el espacio devenga en "un parque temático de tiendas exclusivas", la instalación de lavabos y duchas públicas, la posibilidad de que el espacio pueda atraer según que "tipos de personajes que utilicen el espacio como su patio particular ", la presencia de canastas de baloncesto, la posibilidad de ruido por la noche, el uso del espacio por parte de población migrante, disponer de un espacio de paseo, el riesgo de guettificación, una zona para conciertos, un pavimento de hormigón, un pavimento de sablón, etc. son los elementos que están en juego en el proceso para el diseño de un escenario común.

Una gran diversidad elementos distribuidos en las múltiples versiones de la plaza que conviven. Pero las oportunidades de participación ciudadana no consiguen alcanzar un acuerdo. Los pocos resultados de las diversas oportunidades de participación ciudadana ofrecidas se pueden atribuir a su baja calidad. A la poca ambición política, a los problemas técnicos y de diseño, a los recursos y tiempos insuficientes, etc. No obstante, el principal problema es que muchos de los elementos que están en juego no están presentes en el proceso de participación.

La participación ciudadana, en tanto que forma parte de la esfera de la política, hace referencia a cuestiones sociales, es una cuestión sólo de sujetos. Sólo participan “ciudadanos”, por lo tanto, quedan fuera toda la amalgama de no-humanos con los que compartimos nuestra existencia y mediante los cuales somos lo que somos. Se convoca a humanos purificados, desconectados de sus ensamblajes híbridos. Y todo lo que queda fuera, todos los no-humanos que separamos, purificamos, secuestramos, de nuestros ensamblajes, son enviados a la esfera de los objetos, y bajo los auspicios de la ciencia y la técnica. Ya no son algo de la política. Ahora son cuestiones objetivas, mudas. Y otros hablarán en su nombre, tomarán decisiones en su nombre. Otros decidirán por ellos, decidiendo sobre nosotros mismos.

Al confundir las materialidades, los no humanos, con la naturaleza, estos quedan fuera de la Política, encargada de la representación de los humanos, mientras la Ciencia dispone del monopolio para ejercer de portavoz de una gran diversidad de objetos que, hasta hoy, no consideramos sociales. En este sentido, la lectura de los documentos del PERI y del PII, las dos grandes intervenciones urbanísticas en el barrio del Casc Antic, nos permite evidenciar que la solución de los problemas urbanos y la mayoría de aspectos en la regeneración urbana son cuestiones estrictamente técnicas (legales y, sobretodo, arquitectónicas).

Para poner algunos ejemplos, durante el periodo de información pública del PERI sólo se exponen los criterios y objetivos del proyecto. Los aspectos normativos y de ordenación se consideran técnicos. Según el mismo texto del proyecto (Ajuntament de Barcelona, 1986, p. 22), el documento no se debe entender como “una forma de expresar el estado de los trabajos de redacción del PERI, sino como una síntesis de los criterios y objetivos”, añade, “en el cual se han rehuido los temas de detalle, en favor de una mejor lectura”. El período de información pública y la aprobación municipal se deben entender como la confirmación de los objetivos fundamentales del Plan. Estos objetivos, explica el texto, se concretarán en “opciones de diseño, reglamentación normativa, elección de sistemas de gestión” (Ajuntament de Barcelona, 1986, p. 67), cuestiones consideradas neutrales y objetivas. Hay separación entre objetivos y medios, estos últimos, considerados una cuestión técnica, no política.

En el mismo sentido, el documento del PERI recomienda “una gestión descentralizada que se tendría que concretar en un organismo específico para el desarrollo del planeamiento” (Ajuntament de Barcelona, 1986, p. 38). Sigue, “habría que añadir a las ventajas de la agilidad y del conocimiento a fondo de los aspectos técnicos del proceso, la posibilidad de plantearse también en el proceso la necesaria participación ciudadana”. Una participación que complementaría la competencia técnica necesaria proveniente, únicamente, de disponer de un organismo especializado, responsable de la gestión del proyecto.

Por otro lado, documento del PII asigna a las entidades del barrio un papel en la formulación y seguimiento de las actuaciones, y también una implicación en la ejecución y gestión de parte de los programas sociales y económicos. Participación en las actuaciones sociales y económicas, no en las urbanísticas, que no son pocas, debido a que se trata de un plan de intervención urbanística. En definitiva, participación en la esfera "social". La gestión técnica, como en la etapa PERI, estará a cargo de un órgano especializado, FOCIVESA, empresa de capital mixto.

En la misma línea, una noticia del diario El Punt, del 4 de diciembre de 2003, informaba sobre las reuniones entre el Ayuntamiento y las entidades para consensuar el diseño de la plaza y reproducía las declaraciones del concejal de distrito. Según explica el texto de la noticia, “cuando haya consenso, el Ayuntamiento tomará la decisión final sobre la manera de urbanizar el espacio” (Diaz, 2003, párrafo 3). Primero se consensua la parte social, la política. Entonces el urbanismo se encargará del resto.

En otro momento, último ejemplo, en pleno proceso para la definición del espacio del “Forat de la Vergonya”, el Ayuntamiento inició unas obras para instalar dos estaciones transformadoras en la plaza. Los vecinos pararon las obras, molestos, porque, como informaba el diario El Punt, el 1 de diciembre de 2005, el Ayuntamiento había obviado introducir este elemento en la negociación. Según informaba la noticia, los técnicos del distrito explicaron que “las instalaciones eléctricas, que van enterradas, no acostumbran a incluirse en los procesos de negociación con los vecinos, porque responden a criterios únicamente técnicos” (Diaz, 2005b, p.5). Es este sentido, como explica Farías (2011), en la mayoría de los casos, los sistemas de transporte, de telecomunicaciones, de redes de energía o de agua son ignorados debido a su presunto carácter técnico.

En la práctica, no obstante, como hemos visto en los casos estudiados, las entidades del barrio quieren participar tanto sobre la filosofía del espacio, como en los usos, el diseño, los materiales, la gestión, etc. Aquí las dicotomías de la modernidad son menos presentes. No “saben” distinguir entre lo que es social y “participable” y el que es técnico y objetivo. Transgreden la división. No obstante, en una entrevista, un responsable de la gestión del proceso de regeneración urbanística afirmaba:

¿Qué conflicto? Por un lado habría una discusión que es absolutamente legítima, como todas, de si se ha hecho bien, se ha hecho mal, de los urbanistas, de los arquitectos. Esta es una cosa. Y otra cosa es el conflicto con los afectados, el conflicto con el movimiento asociativo del territorio. ¿Dónde está el conflicto? Porque derribar una pared no es un conflicto, ¿eh? (Entrevistado número 17, entrevista personal, 25 de abril de 2006)3.

En la misma línea, hemos empezado este texto comentando el caso del número 4 de la calle Jaume Giralt, en el espacio conocido como el “Forat de la Vergonya”, que se derribaba el año 2000. En la casa había nacido, el octubre de 1860, Maragall. Las autoridades siempre alegaron que el mal estado de las viviendas suponía que el derribo fuera la única actuación posible, aunque eran muchas las personas contrarias a los derribos masivos que planteaban que la rehabilitación de muchas de las viviendas era viable e incluso podía resultar menos costosa. El 10 de febrero de 2005, el diario El Punt recogía las declaraciones de un arquitecto, miembro de la Asociación de Vecinos en Defensa de la Barcelona Vieja: “el distrito decide en qué momento permite participar a los ciudadanos, pero nunca antes de derribar” (Diaz, 2005a, p.4).

Se nos dice que la plaza, el barrio, la ciudad, es un objeto maleable, dócil, que se deja dominar. Que no nos tenemos que preocupar por ir más allá de la esfera de las cuestiones sociales. Si nos resistimos e insistimos que queremos participar, se nos deja claro que esto no es cosa nuestra. Que no nos pongamos donde no nos llaman. Los no-humanos no son cosa de la Política. La negociación sobre el diseño de la plaza, entre múltiples versiones de la plaza, pero, no es sólo una deliberación discursiva, en términos estrictamente sociales.

Las ciudades son objetos múltiples hechos de versiones de naturaleza híbrida (Grau-Solés, Íñiguez-Rueda y Subirats, 2011). Si optamos por un planteamiento de relacionalidad híbrida, tenemos que ampliar la ecología urbana para incluir en ella simétricamente sistemas técnicos, entorno construido y naturalezas urbanas (Farías, 2011). Las versiones de la plaza son híbridas, están hechas también de contenidos, de objetos. Versiones hechas de humanos y no-humanos. Sin unos u otros, las versiones no tienen sentido. El sentido de la plaza no es algo estrictamente discursivo. El "hacer" o "tener" sentido es algo que tiene que ver con la relación entre los discursos y la materialidad de la plaza. Es la relación material y discursiva entre un conjunto de elementos híbridos que hacen que una versión de la plaza tenga sentido.

Así, mientras los usuarios discuten sobre las cualidades secundarias de la plaza, e intentan llegar a un acuerdo en términos de intereses, entre la diversidad de perspectivas y puntos de vista, las cualidades primarias ya nos vienen dadas por los arquitectos. Los contenidos los ponen los expertos. Parte del mundo ya nos viene definido. Apelar a una naturaleza (o técnica) exterior incontestable es un forma de saltarse el proceso político. Si los objetos ya vienen dados y no están en la orden del día, entonces el debate político ya está descabezado desde un inicio.

Por otro lado, el hecho de ser una controversia urbanística, de tratarse de algo técnico, no asegura su objetividad o “indisputabilidad”. Es más, en ninguna controversia, los científicos, ellos sólo, consiguen ponerse de acuerdo. No existe un único consenso posible. Por lo tanto, no tiene ningún sentido no incorporar oportunidades de participación a esta tarea de experimentación y construcción de las decisiones, argumentando que los “nuevos participantes” no tienen suficiente conocimiento. No hay una relación entre conocimiento y (buena) decisión. Las decisiones, los consensos, no están “allá afuera”, esperando que los encontramos, que los descubramos.

Son algo a construir. Y, de hecho, como vemos en las controversias como la que nos ocupa, no hay diferencia entre el conocimiento producido por los activistas y el producido por los arquitectos oficiales. En los dos casos encontramos experimentos, instrumentos y procedimientos de visualización, formalización, evaluación, acumulación y escritura (Callon y Rabeharisoa, 2003). Una actividad, la de los movimientos sociales, hay que decirlo, que no es un logro humano purificado, sino fruto de las complejas relaciones híbridas, entre elementos humanos y no humanos.

De este modo, por participación ciudadana ya no entendemos algo relacionado sólo con humanos, sino con formaciones híbridas (Grau-Solés, Íñiguez-Rueda y Subirats, 2011). Necesitamos que más cosas participen además de ciudadanos. Nos referimos a una participación de ensamblajes híbridos, de amalgamas socio-técnicas. La participación ciudadana ya no convoca a sujetos para hablar de cuestiones sociales, sino a entidades heterogéneas para tratar la composición de un mundo común habitable. La participación es la “promulgación” de ensamblajes híbridos, de múltiples versiones y formas de articulación en relación a un asunto determinado.

Lo que está en juego en una controversia como la del “Forat de la Vergonya” es más que lo que está en el orden del día de la política hasta hoy. En relación a lo que comentábamos más arriba, no nos referimos a diferentes culturas que tienen diferentes puntos de vista respecto una única naturaleza (Latour, 2002). Como explican John Law y John Urry (2003), pasamos de una idea de un único mundo y una “plurivocidad” de visiones y perspectivas sobre esta realidad, a la promulgación de diferentes realidades, a un mundo que es múltiple, producido a través de diversas y cuestionadas relaciones sociales y materiales. De ninguna manera son atributos o aspectos de una única realidad, sino diferentes versiones del objeto, las cuales son múltiples formas de realidad (Mol, 1999).

La ciudad no es simplemente una suma de versiones, sino que es cada una de estas versiones al mismo tiempo. La realidad de las diferentes versiones no depende del papel que juegan en el marco del objeto múltiple que es la ciudad. Las partes no dependen de su suma en un todo. Cada componente o entidad que forma parte de un ensamblaje se constituye con independencia de su participación en este ensamblaje (Farías, 2011). Versiones virtuales o potencias que se convierten en actuales a raíz de su intersección con las otras formas de realidad. El todo, el ensamblaje urbano, es un evento fruto de la capacidad de sus partes, de las diferentes versiones, de las múltiples formas de realidad, de afectarse mutuamente. Mientras antes teníamos unidades, hechas de sus partes. Ahora cada una de las partes es un todo, y el todo no es tanto como la suma de las partes. Ahora tenemos un todo que es múltiple, que es más que uno, aunque menos que muchos.

Están en juego diferentes versiones de la plaza. Versiones híbridas. Una multiplicidad de formas de realidad. No escogemos o negociamos entre diferentes perspectivas sobre la plaza. Hablar de multiplicidad no es lo mismo que hablar de pluralidad. No nos referimos a que en relación a la plaza haya diferentes visiones, interpretaciones o perspectivas, sino que la plaza es un objeto múltiple. No vemos una pluralidad, porque no nos encontramos ante entidades separadas en un espacio homogéneo, no vemos entidades una junto la otra, aisladas las unas respete las otras, sino realidades alternativas que coexisten juntas y se solapen. Que se encuentran las unas dentro de las otras (Mol, 1999), enredadas las unas con las otras. Versiones que coexisten, pero que pueden ser incompatibles. Los escenarios nunca son neutrales, permiten unas relaciones y rechazan otras. Observamos antagonismos no sólo entre intereses o preocupaciones, sino también entre asociaciones materiales, físicas y técnicas que se reúnen en un asunto (Marres, 2007). El resultado (Grau-Solés, Íñiguez-Rueda y Subirats, 2011) es siempre una cuestión de negociación, de experimentación, de mediación, de compatibilidad entre escenarios posibles, y también de renuncia, no de consenso.

Así, se produce un proceso de “negociación” entre las múltiples versiones en el cual se dirime la compatibilidad entre los diversos escenarios planteados o entre las nuevas proposiciones y aquellas que ya están instituidas. De hecho, como explica Farías (2011), la multiplicidad de la ciudad no resulta sólo de las diferentes redes de prácticas en las que se actualiza el objeto, sino de las potencialidades y tendencias virtuales internas al objeto y que implican múltiples posibilidades de devenires conjuntos. Por lo tanto, tratamos con una multiplicidad con tensiones constantes entre lo real y lo posible, lo actual y lo virtual. Se produce una negociación, también, entre las versiones actuales y las formas de realidad y composiciones del colectivo posibles.

Con todo, la multiplicidad exige llegar a un acuerdo con las complejas relaciones e interferencias entre diferentes “materia-lizaciones”. El resultado final es una asamblea particular de algunas versiones, de elementos provenientes de las diversas versiones. Es un objeto múltiple, una composición de muchos elementos. Las versiones no están en un único plano. Por lo tanto, no es posible un consenso sin exclusiones. El resultado es un escenario, fruto de una negociación, en el que estarán presentes unos elementos y unas relaciones, mientras que otros, hasta que no volvemos a iniciar el proceso debido, serán rechazados.

En uno de los talleres participativos del último proceso participativo para la definición del espacio, un miembro del colectivo "Arquitectos Sin Fronteras" afirmó: "creo que el proceso participativo no empieza hoy porque lo decida el Ayuntamiento, sino que empezó con los árboles y las sartenes". Tenía razón. La decisión final, la composición del escenario común final es distribuida. La agencia de la decisión es relacional y compartida entre las diversas versiones, las múltiples formas de realidad en el proceso circular de intersección y negociación sobre la compatibilidad y la composición de un mundo común habitable.

Con todo, para acabar, hemos visto en estas páginas como Sociedad / sujeto / política en contraposición a naturaleza / objeto / ciencia son tres pares de dicotomías con un mismo origen y que limitan el alcance y los resultados de la política actual. La asunción de esta distinción ontológica, separando los elementos en juego en dos esferas, explica las dificultades de comprensión y de gestión de las controversias que acontecen en los escenarios urbanos. Y en el marco de las políticas urbanas, limita el acceso de la política a las decisiones sobre elementos y cuestiones técnicas. No obstante, como hemos visto, esta división no es más que una separación de tareas entre la política y la ciencia (o la técnica).

Las ciudades están habitadas por todo tipos de cosas y hechas de todo tipos de prácticas, muchas de las cuales pasan inadvertidas por las políticas urbanas y son ignoradas por la ciencia (Hinchliffe, Kearnes, Degen y Whatmore, 2005). Debemos reconocer actantes no-humanos, en tanto que responsables de mantener unida la sociedad. Hemos de entender la urbanización como un proceso socio-metabólico (Swyngedouw, 2005). Más que objetos inanimados, las materialidades son agentes activos en la constitución del mundo-en-formación (Ingold, 2007). La transformación urbana es una actividad técnica, pero también social, es científica y también política, es ecológica, y afecta a una gran heterogeneidad de entidades, humanas y no humanas. Es algo que implica al conjunto de la ciudad, a todo un ensamblaje urbano híbrido y múltiple.

Así, no debemos establecer una diferencia a priori entre lo técnico y lo urbano, sino entender que los sistemas socio-técnicos son mediadores clave en buena parte de los fenómenos urbanos (Farías, 2011). Y tenemos que reconocer el hecho que las políticas urbanas no pueden entenderse como algo urbanístico o sólo social. Como un hecho estrictamente técnico a gestionar por parte de científicos o bien como algo que tiene relación sólo con los intereses humanos y las instituciones políticas de las cuales disponemos. Si observamos las políticas-en-acción, mediante un análisis relacional abierto a la heterogeneidad de elementos y relaciones, nos encontramos con escenarios socio-técnicos, híbridos, en los que la distinción entre social y técnico es del todo innecesaria.

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