La ciudad es el lugar común de los estudios urbanos. El doble sentido tópico y topológico de esta expresión elemental es particularmente útil en este caso. Por un lado, la ciudad como territorio es hoy un objeto de análisis ineludible para entender las sociedades contemporáneas, desde la consideración de los procesos “osmóticos” que fluyen entre el espacio y las dinámicas sociales para configurar y regular la vida en la ciudad (Burte, 2003). Si bien ésta siempre ha estado en el punto de mira del análisis social para comprender, por ejemplo, los orígenes del Estado en la ciudad antigua, la revolución tecno-productiva del primer ciclo capitalista o la segregación étnica o de clase, hoy parece ser más imperativo que nunca apelar a la naturaleza y las funciones territoriales de la ciudad para entender, entre otros tantos fenómenos, la globalización y sus mecánicas financieras (Bauman, 2006; Sassen, 1991, 2007), la ciudadanía, la exclusión social y el espacio público (Kofman, 1995; Momen, 2005; Painter y Philo, 1995), la comunidad (Staeheli, 2008), la seguridad (Fyfe y Bannister, 1996), la acción colectiva (Groth y Corijn, 2005; Mitchell, 2003) y, por supuesto, las lógicas urbanísticas postfordistas (Harvey y Smith, 2005; Soja, 1989).
Por otro lado, la relevancia de la ciudad como territorio primario en el análisis social ha derivado por momentos en una saturación de ideas, un colapso de discursos y cierta fetichización de “lo urbano” como punto de fuga donde se funden un sinfín de procesos y problemas sociales de índoles, de hecho, diferenciadas (Peñaranda et al, 2011). Fácilmente podemos producir hoy una reflexión sobre la ciudad con simplemente combinar algunas de las retóricas maestras de las aportaciones citadas en el párrafo anterior, en detrimento tanto de la originalidad como de la sensibilidad hacia los trasfondos históricos, sociales, geográficos y culturales en los que tales aportaciones fueron formuladas. Así, la ciudad aparece atrapada con frecuencia en una misma red conceptual nutrida de sostenibilidad, deslocalización, “securización”, nuevas tecnologías, participación o espacio público, con cuya asistencia uno/a se asegura un lugar confortable en el orden de los “nuevos” discursos sobre la vida urbana.
En definitiva, la ciudad es un tópico de estudio de primer orden que nos coloca frente a la dificultad de navegar entre el riesgo de ignorar su importancia en la definición socio-espacial de procesos estructurales, por un lado, y la fútil reproducción de sus discursos ensalzadores al uso, por otro lado. En el espacio de imaginación y creatividad que evita tanto subestimar la ciudad como banalizarla por abuso es donde, con atrevimiento, se inscriben los textos que componen el presente número monográfico. Con ellos pretendemos hacer reverberar el tópico de la ciudad pero expandiendo sus horizontes, ofreciendo propuestas que permitan pensarla desde el límite para abrir otras formas de verla y de invocarla.
Existe una tensión irresoluble entre vivir la ciudad y tratar de conocerla. La ciudad como lugar común ha originado un buen número de sugerentes reflexiones acerca de la naturaleza inasible de una formación tan sumamente compleja de la realidad. En su libro La ciudad imprevista, por ejemplo, Paolo Cottino (2003) ilustra el juego de emulsiones incontrolables de sociabilidad que componen la vida en la ciudad, un escenario tras cuyos márgenes y esquinas emergen sin cesar manifestaciones imparables de fenómenos imposibles de anticipar. En esta misma línea se sitúan las célebres e indispensables alusiones de Manuel Delgado (1999, 2008) al carácter fugaz, espontáneo, escurridizo y auto-reivindicativo de lo urbano como un estado de desborde permanente. De forma indirectamente similar, Richard Sennett (1975) abogaba en Vida urbana e identidad personal por preservar y fomentar un nivel irreducible de desorden urbano a modo de profilaxis contra la neurosis anti-ciudad de las clases opulentas en su búsqueda de distinción social. La apología de lo incontrolable y de la ciudad como un constante asalto de acontecimientos efímeros subyace a no pocos intentos de ponerle palabras a un hecho inefable (Crawford, 1995; Groth y Corijn, 2005). Diferenciación, incertidumbre y espacios líquidos atraviesan la obra nunca colmada que es la ciudad.
Si la ciudad es una experiencia en el umbral, los intentos al uso en ciencias sociales por dar cuenta de lo que acontece en la ciudad suelen implicar una reducción sistemática de la vida urbana a los procesos, fenómenos, epifenómenos, causas, productos, posibilidades y propiedades que detienen la representación en alguno de sus fotogramas más llamativos (la gentrificación) o más desapercibidos (una abuela paseando a su perro). De hecho, la propia construcción epistémica de la ciudad y de lo urbano como objetos de estudio hace de su reducción a categorías y relatos manejables una circunstancia tan recurrente que parece inevitable. Aquí el límite del conocimiento es el límite de la palabra, y así la ciudad, siendo siempre algo más que su propio texto, sin éste pierde su sentido. Se da entonces la paradoja de que, conociendo la ciudad, la emergencia se torna predecible, la incertidumbre se teoriza y la imprevisibilidad es ubicada dentro de pautas enunciativas respetuosas del desorden urbano pero un tanto protésicas. Esto no es, por otro lado, ninguna novedad. Las ciencias sociales siempre han revelado, también al abordar el estudio de la ciudad y de lo urbano, una compulsión epistémica por abarcar lo inabarcable. Pero la ciencia era eso, ¿verdad?
Que la ciudad y los fenómenos urbanos busquen ser ordenados y reducidos para que calcen los límites del conocimiento (como relato, como número) es casi un sabotaje al exceso estructural que es la realidad. El pulso de la ciudad es determinantemente anárquico en su acontecer. Sin embargo, ello no implica que los únicos actos que rasguen la complejidad de la ciudad sean los epistémicos, ni tampoco que dichos actos sean irrelevantes. En la palabra y en sus límites encontramos nuestras metáforas, que son a la vez la realidad y nuestro conocimiento de la misma. Más aún, la propia ciudad nos impacta con manifestaciones diáfanas de fenómenos puros que son implacables en su elocuente simplicidad (pobreza extrema, desalojos policiales violentos, urbanizaciones de lujo, persecución de inmigrantes, etc.). La antropología urbana, la geografía política, la sociología de la desviación, el urbanismo postmoderno o la filosofía política, desde ese umbral que es la ciudad, han propuesto sugerentes aperturas discursivas para comprender tanto el exceso como la sencillez de lo que ocurre en nuestras ciudades. Y en este panorama de sugerentes reducciones (para comenzar a justificar buena parte del sentido de este número monográfico), ¿dónde está la psicología?
Al abordar la ciudad, las formas de simplificación que tradicionalmente ha generado la psicología —a través fundamentalmente de la psicología ambiental— se inscriben en relatos y retóricas no siempre comprensivos. Sobre todo si atendemos a la tradición psicoambiental positivista/dominante, percibimos que sus excursiones epistémicas dejan por lo general bastante que desear, en buena medida porque suelen dejarse la imaginación por el camino y se limitan a contar, medir y describir los árboles sin pasear por el bosque.
La ciudad ha sido un foco de interés para la psicología ambiental sobre todo como respuesta a algunos de los problemas sociales propios de la vida urbana (Holahan, 1986; Ittelson, 1978; Pol, 2006, 2007). Muchas ciudades en la actualidad tienden a reconfigurarse en el cruce entre el cálculo financiero, los designios del mercado inmobiliario, la innovación tecnológica, los desarrollos tecno-organizativos, los movimientos migratorios, la segregación socio-residencial, la rentabilidad del marketing del diseño urbano y las políticas “estratégicas” de gestión de la economía urbana. Estos procesos intervienen en la transformación material del espacio-ciudad, pero sobre todo instituyen nuevas modalidades de socialidad urbana, resignifican la naturaleza y las funciones del espacio público y moldean nuevas formas de subjetividad desde la práctica cotidiana de la ciudad.
La psicología ambiental, desde su propia identidad volcada al estudio de la ciudad, ha tendido sin embargo a trabajar al margen de esta matriz de procesos históricamente situados. En su lugar, la mayoría de las veces ha limitado sus modos de investigación de la ciudad a la descripción, teorización, modelización y aproximación empírica descontextualizadas de fenómenos como las aglomeraciones, el estrés, el ruido, las preferencias residenciales, el comportamiento territorial o el apego al lugar, entre otros tópicos ya clásicos. Esta exclusión recurrente de los fenómenos urbanos (de mayor o menor interés por sí solos) de sus coordenadas, contingencias y condiciones de posibilidad históricas, económicas, políticas y culturales, ha tenido como mínimo cinco consecuencias:
En el marco de la Psicología Crítica, Ian Parker (2007) destaca cómo algunas variedades de acción y experiencia psicológica son privilegiadas por encima de otras. La orquesta epistémica que reúne al conjunto de las orientaciones comunes en la psicología ambiental produce una de estas monótonas melodías privilegiadas. En perspectiva crítica, esta coyuntura epistémica justifica problematizar la psicología ambiental desde todos los ángulos apuntados más arriba. Como sintetiza Maritza Montero (2004):
La crítica subvierte el modo de ver las cosas; desencaja los mecanismos de poder que sostienen posiciones establecidas y abre nuevas perspectivas al conocimiento. Ella es parte de la complejidad del mundo, usualmente tan difícil de aceptar. Y en tal sentido la crítica es liberadora. Libera de formas y modos establecidos como los únicos que permiten comprender el mundo, explicar nuestro entorno y que mantienen ciertas jerarquías y relaciones basadas en la desigualdad y en la sumisión (p.20).
La ciudad contemporánea –espejo de la sociedad y de sus procesos de cambio- se presenta como un entorno ideal para acometer esta tarea de crítica fundamental.
A contraluz, por tanto, de la corriente psicoambiental propiamente hegemónica, el presente número monográfico incluye un conjunto de contribuciones orientadas a la reflexión crítica sobre los procesos multidimensionales (económicos, históricos, sociales, ideológico-culturales, subjetivos, tecnológicos) que configuran la relación contemporánea persona-ciudad. Dos son los propósitos que motivan la edición de este número. Primero, ofrecer materiales críticos para problematizar (cuestionar, repensar, rebatir) los fundamentos epistemológicos y/o conceptuales y/o metodológicos que sustentan la investigación urbana tradicional en psicología ambiental, aportando propuestas innovadoras; y segundo, potenciar la crítica imaginativa como riguroso instrumento de investigación de la realidad urbana, frente a la lógica procedimentalista, descontextualizada y a-problemática preferente en la psicología ambiental. Los artículos, ensayos y materiales de este monográfico, cuyos contenidos sintetizamos a continuación, forman parte de este proyecto promotor de una psicología ambiental crítica, comprensiva y atrevida con sus propios límites.
La sección de Artículos se abre con la aportación de Jordi Bonet, El territorio como espacio de radicalización democrática. Una aproximación crítica a los procesos de participación ciudadana en las políticas urbanas de Madrid y Barcelona. Con esta propuesta el autor aborda la cuestión de la participación ciudadana, ejemplificada en (pero proyectada más allá de) los procesos de regeneración urbana en los centros históricos de Madrid y Barcelona. El artículo contribuye al estudio de las interrelaciones entre lo social y lo urbano al rescatar, entre otras cosas, lo que las disciplinas “psi” han olvidado compulsivamente, a saber, la dimensión colectiva, política, agentiva, históricamente situada y socialmente contestataria de los procesos de co-implicación ciudadana relacionados con la transformación de la ciudad (y de la experiencia territorializada en la ciudad). El artículo pone en valor la controversia, frente a un asumido consenso sobre las bondades de la participación ciudadana como fórmula estándar de legitimación inmediata de políticas urbanas institucionales; distingue conceptual y prácticamente entre modalidades de implicación ciudadana significativamente dispares en cuanto a sensibilidad y textura políticas; y ofrece una original tipología de cinco enfoques sobre la participación.
También sobre la participación en procesos urbanos se centra la investigación realizada por Tomeu Vidal, Xavier Salas, Iris Viegas, Danae Esparza y Samuel Padilla, El Mural de la Memoria y la Rambla Ciutat d'Asunción del barrio de Baró de Viver (Barcelona): Repensando la participación ciudadana en el diseño urbano. El artículo presenta un conjunto de reflexiones derivadas de una experiencia concreta de participación ciudadana. Partiendo de una descripción histórica y social del barrio donde se sitúa esta experiencia, las reflexiones giran en torno a la flexibilidad en el uso y aplicación de los métodos de investigación-intervención participativa y sobre las relaciones derivadas entre los actores del proceso. Cierra con un debate entre los marcos disciplinares sobre los que pivota el proceso de transformación urbana, planteando la complejidad y las dificultades que surgen en el proceso.
El trabajo realizado por Félix Pérez, Diferencias entre los usuarios de seis parques públicos en Barcelona según el nivel de seguridad percibida en el barrio, describe los resultados de un estudio que explora los tipos de usuarios de seis parques públicos de la ciudad de Barcelona en diferentes momentos del día. Los espacios analizados son considerados como inseguros o seguros según la encuesta de victimización del Ayuntamiento de la ciudad. Para ello, el autor se decanta por una metodología observacional innovadora, aplicando un instrumento diseñado ad hoc para la observación de espacios públicos. El artículo representa una contribución relevante a la comprensión de las dinámicas subyacentes a los usos de los parques como espacios públicos de convivencia.
El artículo Perdiéndonos en la ciudad: El consumo responsable como mensaje, la ciudad de Madrid como ecosistema comunicativo, presentado por Concepción Piñeiro y Mª José Díaz, se enmarca en el ámbito de la sostenibilidad urbana. Las autoras analizan los mensajes comunicativos que proporciona el entorno urbano de la ciudad de Madrid posicionada en la actual sociedad de consumo. El artículo describe el planteamiento y los resultados del estudio, cuya metodología consistió en recoger los principales mensajes de consumo responsable presentes en la ciudad a través del uso de la técnica de derivas urbanas. Las autoras identifican prácticas y discursos diferentes, la mayoría de las veces contradictorios entre sí, observando una tendencia hacia el consumo insostenible.
En Una perspectiva híbrida y no-moderna para los estudios urbanos, Marc Grau, Lupicinio Íñiguez y Joan Subirats plantean una forma novedosa de pensar la ontología misma de la realidad urbana y las epistemologías convocadas por los procesos políticos relacionados con la intervención sobre “lo urbano”. Desde esta voluntad, el artículo aborda un conflicto urbano específico para problematizar las características nociones dicotómicas de la modernidad (sujeto-objeto, naturaleza-sociedad, técnica-política, etc.) como formas presuntamente adecuadas de analizar lo urbano y los procesos político-técnicos que lo constituyen y dan forma. En este sentido, el trabajo de Latour y el concepto de ciudad híbrida se ponen en circulación para reivindicar una forma más comprehensiva (y políticamente justa y atinada) de reconceptualizar las intervenciones urbanas como intervenciones sobre hibridaciones múltiples (o versiones negociadas de ontologías urbanas diferentes, humanas y no-humanas, donde lo técnico y lo político deben ensamblarse precisamente cuanto más tratan de separarse).
Más adelante, el trabajo realizado por Álvaro Ramoneda y Ramón Sánchez titulado Del no-lugar al cronotopos, pasando por el vestíbulo de la Estación de Atocha, propone un análisis de este espacio -considerado de acuerdo a la denominación de Augé como un “no-lugar”- para contra-argumentar esta postura epistemológica. Para ello, los autores inician con una descripción detallada de la propuesta realizada por Augé y complementada con la de Bajtín sobre el “cronotopos”. Los autores proponen una tipología de espacios a través de la fusión de ambas propuestas teóricas. Para ilustrar la existencia de tales categorías se toma un conjunto de fotografías que recogen los usos y usuarios de seis puntos específicos del vestíbulo de la Estación de Atocha.
Por último, cierra este apartado de artículos La psicología ambiental latinoamericana en la primera década del milenio. Un análisis crítico, de Esther Wiesenfeld e Hilda Zara, quienes analizan los últimos aportes latinoamericanos a la psicología ambiental. Las autoras toman como eje los trabajos presentados en los últimos seis Congresos Interamericanos de Psicología (2001-2011). Las conclusiones recogen las contribuciones y debilidades de diversa índole derivadas de la revisión, así como los retos que enfrenta la disciplina para incrementar su relevancia teórica y social. Las autoras defienden que las investigaciones en psicología ambiental no pueden eludir el debate ético-político como marco referencial de las aproximaciones críticas en este ámbito.
En el apartado de Ensayos, Verónica Urzúa desarrolla en El espacio público y el derecho a excluir un provocador conjunto de reflexiones que invitan a considerar el espacio público como un dispositivo al servicio de estrategias de exclusión de públicos incómodos. El argumento central extiende la idea según la cual el capitalismo ha originado una serie de categorías de experiencia funcionales para su propio asentamiento y expansión, y en ese desarrollo ha convertido la administración del espacio público en un ejercicio de legitimación del derecho a excluir a aquellas personas y conflictos problemáticos para la convivencia pacífica del “ciudadano común”, sujeto pasivo de consumo y políticamente sosegado. En este sentido, el ensayo se alinea con tendencias emergentes de análisis del espacio público provenientes de la geografía política, la sociología y la antropología urbanas, tendencias que han propuesto discursos alternativos para la interpretación de las dinámicas del espacio público como reflejos de formas constrictivas y represivas de control de la urbanidad.
Seguidamente, Nizaiá Cassián, en De qué está hecha una ciudad creativa. Una propuesta para abordar la cultura, el ocio y la creatividad en la urbe contemporánea, abarca el complejo entramado de características que definen la ciudad creativa, donde la industria cultural, las prácticas de gestión del esparcimiento y el ocio, el diseño de las formas urbanas del entretenimiento y la producción del sujeto-creativo se combinan formando un ensamblaje/dispositivo para la puesta en valor de la ciudad actual. La autora realiza una reconstrucción histórica de la aparición del ocio y el tiempo libre como funciones de la productividad y el confort hacia la despolitización de las modalidades sociales del turismo y el descanso. Para ello, sitúa el foco en los ensamblajes producidos por la cultura de la ciudad creativa: las industrias culturales, sus formas materiales compenetradas, sus modalidades discursivas de enunciación y sus procesos performativos de producción de sujetos. En este sentido, el ensayo alerta sobre el “imperativo cultural” como base de un régimen de gubernamentalidad que permite explorar nuevas y más acertadas hipótesis acerca de cómo opera la biopolítica en las urbes de hoy.
El ensayo de Martín Savransky, Cities as Spaces of Subjectivation: Geography, Subjectivity and Psycho-Social Theory, se sitúa deliberadamente en la intersección entre dos corrientes disciplinares: la psicología social y la geografía cultural y, dentro de la primera corriente, entre dos orientaciones teóricas y epistemológicas relacionadas: la Psycho-social Theory y la psicología social discursiva. Más concretamente, el ensayo pretende complicar, complementar y superar las aproximaciones discursivas al estudio de las formas mediante las cuales la subjetividad se constituye y se regula desde parámetros espaciales y locacionales. Para ello, el autor se centra en los procesos de subjetivación/sujeción, procesos mediante los cuales el sujeto-como-devenir, una iteración constante de sí, se constituye como efecto de prácticas normativas performativas, específicamente dentro de formaciones espaciales culturalmente significadas.
En la sección de Materiales, Héctor Berroeta y Tomeu Vidal aportan Una propuesta multimétodo para un abordaje transaccional del espacio público en la Escala de Barrio. El texto describe la selección y aplicación de un original conjunto de técnicas de investigación para analizar los espacios públicos de un barrio de Barcelona (Baró de Viver). La selección de las técnicas se basa en una apuesta transdisciplinar en la que los autores traspasan su ámbito de referencia —la psicología— para experimentar y dialogar con el quehacer más propio de otros ámbitos como la arquitectura, el diseño urbano o la antropología, como señalan los propios autores. El resultado es una propuesta multimétodo que, asentada sobre los presupuestos del enfoque transaccional persona-ambiente, resulta innovadora, compleja, amplia e integradora.
La sección dedicada a Reseñas reúne los comentarios de cinco obras influyentes pero atípicas en el ámbito de los estudios urbanos. En la visita al clásico de Robert E. Park La ciudad y otros ensayos de Ecología Urbana, Sergi Valera reivindica el valor de ciertos planteamientos de la Escuela de Chicago para el estudio de las ciudades de hoy. Baltasar Fernández-Ramírez destaca la última aportación de Delgado al desenmascaramiento de las místicas del espacio público creadas para domesticar el devenir urbano en El espacio público como ideología. Por su parte, Ignasi Bernat subraya la función ideológica del espacio público como espacio de exclusión en su comentario sobre The people’s property? Power, politics, and the public, de Lynn Staeheli y Don Mitchell. La reseña escrita por Pablo Gracia y Carlos Delclós sobre The truly disadvantaged: The inner city, the underclass and public policy, de William J. Wilson, resucita el debate sociológico entre visiones políticamente opuestas de la underclass y su relación con la pobreza urbana. Completando las reseñas, Cristina Ferrer comenta la creativa propuesta de Pablo Fernández Christlieb en Lo que se siente pensar o la cultura como psicología, donde conceptos psicológicos centrales (percepción, sentimiento, conciencia, etc.) son transfigurados al ser reubicados en las distintas texturas urbanas que proporciona la ciudad.
Finalmente, en el apartado de Tesisteca, el trabajo realizado por Carlos Silva El cosmos semafórico: Aproximación cuasi-etnográfica a la sostenibilidad relacional urbana desde la Teoría del Actor-Red, plantea una forma novedosa de abordar una pequeña porción de realidad del ambiente urbano —cruzar la calle— para problematizar la noción actual de sostenibilidad en las ciudades. El autor expone una serie de argumentos a partir de los cuales propone otra manera de ver la sostenibilidad asomando un nuevo concepto: la sostenibilidad relacional urbana. El trabajo de Latour y la noción de “referencia circulante” sirven de marco inspirador para aproximarse al “pequeño acontecimiento” urbano, reivindicando una noción de tiempo vertical y así una forma diferente de aproximarse a la ciudad.
Sin más dilación, dejamos que sea el/la lector/a quien entre en diálogo con los textos. No obstante, no quisiéramos terminar estas palabras introductorias sin agregar una necesaria acotación al planteamiento del monográfico, así como un agradecimiento. La acotación obedece a la prudencia y a la voluntad de ser precavidos en nuestra modesta intención de aportar algo al universo de estudios sobre la ciudad. Efectivamente, como el/la lector/a perspicaz habrá adivinado, no somos ni mucho menos los primeros en proponer una perspectiva crítica en psicología ambiental. Si bien son muy escasas y en general poco visibles, las aportaciones críticas en psicología ambiental existen ya desde dentro de la disciplina misma (Devine-Wright, 2011; Di Masso, Dixon y Pol, 2011; Dixon y Durrheim, 2004; Hubbard, 1996; Sánchez y Wiesenfeld, 2002; Wiesenfeld, 2003). Si además tomamos de Daniel Stokols (1995) su acertada definición interdisciplinar de la psicología ambiental, de modo que ésta incluya cualquier aproximación comprensiva al estudio de las relaciones entre las personas y el entorno como un “todo transaccional”, hallamos bastantes más contribuciones enriquecedoras (Bridger, 2010; Cresswell, 1996; Lees, 2004; Mitchell, 1995; Sibley, 1995). La intención de este monográfico debe percibirse, por tanto, como un paso más en esta dirección.
En cuanto al agradecimiento, quisiéramos dirigirlo tanto a Lupicinio Íñiguez, por abrir un espacio en Athenea Digital para dar salida a esta propuesta, como a Baltasar Fernández-Ramírez y su equipo de organización del pasado XI Congreso Internacional de Psicología Ambiental celebrado en Almería en febrero de 2011. El congreso aportó la idea, la posibilidad y las ganas de plasmar en un monográfico una perspectiva crítica en psicología ambiental. Algunos de los trabajos aquí incluidos surgen directamente de dicho congreso.
Por último, no podemos dejar de dedicar tres líneas a los/las revisores/as de los textos de este monográfico, por su concienzuda y muchas veces abnegada tarea de escrutinio. Sin ellas/os, sencillamente, este monográfico no existiría.
Bauman, Zygmunt (2006). Confianza y temor en la ciudad. Vivir con extranjeros. Barcelona: Arcadia.
Bridger, Alexander (2010). Walking as a ‘Radicalized’ Critical Psychological Method? A review of academic, artistic and activist contributions to the study of social environments. Social and Personality Psychology, 4(2) 131-139.
Burte, Himanshu (2003, junio). The space of challenge: Reflections upon the relationship between public space and social conflict in contemporary Mumbai. Conferencia enmarcada en el simposio “Les ciutats (in)visibles. Espais de risc, espais de ciutadania”. Barcelona, España.
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