Juventud, trabajo, desempleo e identidad: un enfoque psicosocial.

Youth, work, unemployment and identity: An social psychological approach.

  • Jimena del Carmen Gallardo Góngora
Esta Tesis doctoral se propone estudiar algunos aspectos del trabajo en jóvenes chilenos desempleados, analizando su centralidad y considerando las influencias de los valores y significados que el trabajo tiene para éstos en el proceso de construcción de su identidad. Para tales efectos, la investigación que hemos llevado a cabo se divide en dos partes. La primera comprende la conceptualizacion de los fenómenos que se desprenden del objetivo general, a saber: la juventud como fenómeno psicosocial, el trabajo y sus significados, centralidad y funciones psicosociales y la  identidad como fenómeno psicosocial y los efectos psicosociales del desempleo. La segunda parte corresponde a un estudio cualitativo, dirigido al análisis de aspectos del trabajo en jóvenes chilenos desempleados y su influencia en el proceso de construcción de la identidad.
    Palabras clave:
  • Juventud
  • Trabajo
  • Desempleo
  • Identidad
This doctoral thesis aims to study some of the aspects of the work of young unemployed Chileans. This was done through the analysis of their “centrality” by taking into account the influence of values and concepts they have about work, in the process of their identity construction. The research was divided into two different sections. The first one is the theoretical framework, which consists of studies and analysis from a  social  psychological perspective in relation to the phenomena that come up from the main purpose of the study. For example, youth as a psychosocial phenomenon; work as meaning, centrality and psychosocial functions; Identity under a psychosocial approach as well as psychosocial effects due to the unemployment they suffer. The second section of the research is the qualitative analysis, which considers work factors regarding to young unemployed Chileans as well as the influence of such factors in the process of their identity construction.
    Keywords:
  • Youth
  • Work
  • Unemployment
  • Identity

1 Introducción

En la actualidad, las elevadas tasas de desempleo, presentes inclusive en los periodos de reactivación económica, han provocado que la falta de puestos de trabajo sea percibida como un problema estructural de las economías occidentales, sin vislumbrar hasta nuestros días una solución al problema. Esta situación ha generado toda una suerte de debates, estudios, informes e investigaciones de diversa índole; dentro de las cuáles, prevalece una visión economicista y una preocupación por la cuantificación estadística del número de desempleados. No obstante, frente a este predominio se observa un interés creciente por la investigación psicosocial de este fenómeno, desde que autores como Hyman (1979) calificasen de abandono la situación de la investigación sobre los efectos psicosociales del desempleo. Esta preocupación se ve reflejada en las publicaciones de diversos autores, que desde una perspectiva psicosocial han abordado la complejidad del problema (Álvaro, 1989; 1992; Álvaro y Garrido, 2003; 2005; Banks, 1989; Bergere, 1984; Blanch, 1990; Fineman, 1983; Garrido, A., 1996; Goldsmith, Veum y Darity, 1997; Hayes y Nutman, 1981; O’Brien y Feather, 1990; Wanberg y Griffiths, 1997; entre otros).

Sin embargo, hasta, ahora, los estudios sobre los efectos psicosociales del desempleo se han desarrollado en determinados contextos socioeconómicos y culturales, con un predominio de países como Australia, Inglaterra, Estados Unidos, Países Bajos, España, Francia, Italia, etc. Así, por ejemplo, son escasos los estudios que nos permiten entender los efectos no económicos del desempleo en América Latina, en muchos de cuyos países el desempleo es, desde hace ya muchos años, un problema estructural. En Chile, son pocos los autores que han investigado los efectos psicosociales que éste fenómeno tiene para las personas y familias de los desempleados y, por ende, para la sociedad en su conjunto. Los escasos estudios existentes en esta línea (Acuña y Reyes, 1982; Klein y Tokman, 1985; Lira y Weinstein, 1981) han sido realizados en un contexto muy específico en la historia de nuestro país, nos referimos al contexto de la Dictadura Militar, y en el marco de una desocupación abierta que sobrepasó los niveles históricos de alrededor del 5%, llegando a tasas cercanas al 14% antes de 1980 y cerca del 20% con posterioridad a 1982.

Por tanto, dada la ausencia de investigaciones empíricas posteriores a este contexto -y en particular en lo que se refiere al desempleo juvenil- la presente investigación de carácter psicosocial tiene como objetivo el análisis de la centralidad del trabajo y sus efectos en la construcción de la identidad de jóvenes chilenos desempleados. Hemos considerado las influencias de los valores y significados que el trabajo tiene para los jóvenes en el proceso de construcción y desarrollo de su identidad con el fin de obtener una aproximación al fenómeno del desempleo juvenil en Chile. Como se puede observar, a primera vista, a partir de este objetivo general se desprenden o están implicados constructos/fenómenos sustantivos de nuestra realidad social: la juventud, el trabajo-desempleo y la identidad, los cuales son analizados en la primera parte de esta investigación, no sin antes ubicarnos en el contexto económico, social y cultural en el cual se inscribe la misma. En la segunda sección, se presentan los objetivos específicos vinculados al trabajo empírico así como el diseño, conclusiones y resultados de la investigación.

2 Antecedentes del contexto económico, social y cultural

Situarnos en el contexto económico, social y cultural en el cual se inscribe esta investigación resulta especialmente importante dadas las grandes diferencias entre los países en aspectos como la magnitud de las tasas de desempleo, los índices de pobreza, la cobertura social de la que disponen los desempleados, etc. Este recorrido nos ha permitido ubicar el escenario más global en el cual se da la experiencia del desempleo para los jóvenes de nuestro estudio y desde el cual deben ser leídos los resultados finales de nuestra investigación, sin desconocer que el momento actual inmediato de la región y del país debemos situarlo en el contexto más amplio del desarrollo del capitalismo avanzado, el desarrollo del neoliberalismo, la democracia occidental y la cultura moderna.

En este sentido, consideramos la pobreza como un factor importante a considerar en el análisis de los efectos del desempleo, ya que no se trata de un fenómeno coyuntural que afecta solamente a pequeños grupos específicos, sino que, por el contrario, se trata de un fenómeno ampliamente extendido y arraigado en el desarrollo histórico de nuestros países. Durante el año 2009 la incidencia de la pobreza alcanzó un 33,1% de la población de la región, incluido un 13,3% en condiciones de pobreza extrema o indigencia. Estas cifras se traducen en 183 millones de personas pobres y 74 millones de indigentes (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, CEPAL, 2010).

En el panorama social se identifican bases objetivas que subyacen a este fenómeno, entre ellas, la mayor inestabilidad de los ingresos familiares, que se traduce en frecuentes entradas y salidas de la pobreza, el desempleo y el aumento de la precariedad en el mercado de trabajo, con porcentajes crecientes de empleo no permanente, sin contrato y sin seguridad social, considerados como el vínculo más claro entre la vulnerabilidad y la pobreza, ya que los ingresos provenientes del trabajo-empleo representan la fuente más directa e importante para la supervivencia de los hogares que sufren sus consecuencias.

Como aludiéramos con anterioridad, el desempleo en la región, se constituye desde hace ya muchos años en un problema estructural frente al cual las políticas sociales de subsidios de desempleo suelen ser muy precarias y en algunos casos inexistentes. La tasa regional de desempleo urbano durante 2010 fue del 7,3%, mientras que la tasa de desempleo urbano juvenil llega al 13%; unas 2,5 veces la de los adultos (Organización Internacional del Trabajo, OIT, 2011). En Chile, históricamente el desempleo juvenil representa, en promedio, más del doble de la tasa general de desempleo; en los últimos años, ha representado un promedio de 3,2 veces el desempleo adulto, ubicándose sobre el promedio de la región, concentrándose en el tramo etario de 15 a 19 años y en los niveles de menores ingresos (CASEN, 2003-2009, Ministerio de Planificación Chile, 2009, ver tabla 1).

Año Grupos de Edad
15 a 19 20 a 24 25 a 29
2003 27,6 19,4 11,6
2006 24,5 15,1 9,1
2009 37,2 20,7 13,1
Fuente: Ministerio de Planificación (2009)

Tabla 1

Tasa de desocupación juvenil por grupos de edad 2003-2009

Respecto a la experiencia del desempleo en Chile, resulta fundamental recordar que se trata del primer país de América Latina donde se instaura el modelo de desarrollo neoliberal, lo que se tradujo en profundas transformaciones que dieron lugar a un cambio radical en la lógica de las políticas de bienestar que transitaron desde una concepción solidaria a una concepción individualista. Esta última, basada en la inserción y estratificación social de los individuos en función de su capacidad de pago y una fuerte participación del sector privado como prestador y administrador de servicios dentro de la seguridad social.

También Chile tuvo una reforma del sistema de pensiones. El sistema actual, privado, es de contribuciones definidas de capitalización individual, sin ningún componente solidario entre los contribuyentes. Tras décadas de problemas sistemáticos para consolidar su cobertura de la población los trabajadores de menores ingresos y los jóvenes quedan paulatinamente excluidos del sistema contributivo tienen una mayor propensión a permanecer fuera del sistema previsional.

El sistema educacional chileno también se vio profundamente afectado por reestructuraciones como, por ejemplo, la descentralización de la gestión educativa, que se tradujo en una fuerte expansión del número de escuelas privadas durante los años ochenta y en la privatización de la educación universitaria. Así, pese a los cambios que trajo consigo la democracia en términos de crecimiento y masificación del sistema educativo, no es posible un análisis muy optimista de la situación social de los jóvenes en Chile porque se han profundizado las desigualdades entre los sectores de mayores y menores ingresos. Esto significa que pese a la reducción de la pobreza hay barreras que persisten en la sociedad chilena que impiden a los jóvenes de los sectores populares acceder a las opciones de integración social, y parte importante de dichas barreras se establecen a través del sistema educacional y de la inserción laboral.

3 La juventud como fenómeno psicosocial

La complejidad de los objetivos propuestos en este estudio nos obligó a centrar la atención en la discusión y problematización de la noción de juventud, con la pretensión de avanzar en un marco analítico que nos permitiera dirigirnos a una mejor comprensión de los efectos del desempleo juvenil y sus consecuencias en la construcción de la identidad y el bienestar psicológico de los(as) jóvenes.

Este análisis, nos sitúa ante una pluralidad y diversidad de significados construidos en diferentes épocas y procesos históricos y sociales. En este sentido, podemos señalar que la “juventud” ha sido analizada desde diferentes perspectivas teóricas y metodológicas, a partir de la contribución de diversas disciplinas científicas, observándose un predominio de enfoques demográficos, biológicos, psicológicos y sociológicos, caracterizados por concepciones más bien reduccionistas que no sólo han copado por mucho tiempo las producciones de las ciencias sociales, sino también la de los imaginarios colectivos con que nuestras sociedades se nutren cotidianamente. Es decir, estos modelos no se siguen sólo en el plano investigativo, sino que también se dan en las relaciones y prácticas sociales y políticas. Del mismo modo, como tendremos ocasión de comprobar en nuestra investigación empírica, en los discursos de los propios jóvenes los significados acerca de su condición están influidos por la imagen y las concepciones sociales que circulan acerca de lo que es ser joven en nuestra sociedad.

Entre las principales nociones o enfoques sobre la juventud cabe destacar aquellas que la consideran una categoría sociodemográfica, un estatus social (Torregrosa, 1972), una condición social ( Zárraga,1985), un periodo de marginación, exclusión y subordinación (Calvo, 1982; Bourdieu, 2000; Dávila,1997; Lutte, 1988/1991; Martínez y Valenzuela,1986; Redondo 2000, entre otros), un proceso social (Brito, 1998), una etapa de transición y/o moratoria social (CEPAL, 2001; Erikson,1968/1974), una generación responsable del cambio social (Mannheim,1952).También hay que reseñar aquellas perspectivas en las que la juventud es considerada como una construcción sociocultural, un producto social y/o histórico.(Dávila, Ghiardo y Medrano,2005; Duarte, 2000; Garrido, 1980; Margulis y Urresti,1996).

Este breve recorrido nos permite destacar las deficiencias y/o carencias que representa y que ha representado la defensa de definiciones rígidas y estandarizadas de la juventud y del hecho de ser joven y, así, avanzar en una delimitación conceptual desde una perspectiva psicosocial que tenga en cuenta el contexto histórico y social en el cual se realiza nuestra investigación; en este sentido, hemos optado por un concepto de juventud en el que se reconozca la naturaleza heterogénea, compleja, dinámica y sociohistórica del colectivo juvenil. Por tanto, consideramos importante para nuestra delimitación conceptual destacar que ser joven no sólo es una cuestión que trasciende lo meramente etario y estructural, sino que también se construye a partir de una subjetividad, en el sentido del lugar que cada joven siente que ocupa en el mundo y que tiene que ver con desde dónde y cómo éstos(as) se sitúan en el mundo, es decir, se construyen en relación a otros y con otros.

Hablar de “juventud” como de un universal, tal y como se expresa habitualmente, es no reconocer la particularidad de quienes entran en esta condición, Hablar de juventud en muchos países, pero principalmente en América Latina y en los países de la región en general, es hablar de posibilidades y problemas que están relacionados con la falta de empleo, la precariedad laboral, la falta de oportunidades educativas, la experiencia de la pobreza, etc. Unos problemas que, si bien afectan a la sociedad en general, provocan en este sector una mayor vulnerabilidad. En consecuencia, el fenómeno del desempleo se presenta como el obstáculo más frustrante en la etapa que va desde la adolescencia a la edad adulta, afectando principalmente a los estratos bajos y medios. Así, conseguir un empleo estable, o un primer empleo, se constituye en el sueño de muchos hombres y mujeres jóvenes, pero para aquellos (as) que terminan trabajando en puestos de trabajo caracterizados por la precariedad, el trabajo se convierte muchas veces en una categoría sin sentido en lugar de ser un elemento para su reconocimiento.

En consecuencia, queremos incidir con Margulis y Urresti en que:

La juventud no es una condición natural sino una construcción histórica que se articula sobre recursos materiales y simbólicos. La distribución social de estos recursos es asimétrica. Se es joven de diferentes maneras en función de la diferenciación social, de parámetros como el dinero, el trabajo, la educación, el barrio, el tiempo libre. La condición de juventud no se ofrece de igual manera para todos los integrantes de la categoría estadística joven. (1996, p.133)

Por tanto, partiendo de los aspectos antes señalados, nuestra delimitación conceptual nos sitúa ante un grupo de individuos que, habiendo superado la etapa adolescente, no son reconocidos plenamente como adultos ni pueden desarrollar el modo de vida que ellos quisieran desarrollar. En consecuencia, nos encontramos frente a un sector de hombres y mujeres jóvenes que ven imposibilitado su acceso al mercado de trabajo. Por esta razón, hemos estudiado a los y las jóvenes de nuestro estudio desde la perspectiva de los procesos de exclusión social1 en los que se ven inmersos. En este sentido, consideramos que las variables que más discriminan en dichos procesos de exclusión son las desigualdades en la educación (y sus efectos posteriores en el mercado laboral) y el desempleo (y la imposibilidad de adquirir una autonomía en relación al grupo familiar de origen). Esta última dimensión está íntimamente relacionada con la inexistente inserción laboral y con la precariedad y flexibilidad laboral.

Al respecto, tanto nuestros análisis teóricos como el de las diversas posiciones discursivas de los(as) sujetos entrevistados nos ha permitido constatar que los obstáculos que impiden socialmente a los (as) jóvenes ser reconocidos como adultos y su integración social se refieren y proceden esencialmente de su relación con el mundo laboral, dado que nuestra sociedad ha otorgado y sigue confiriendo el estatus de adulto (asociado a la independencia) a aquellas personas que tienen la posibilidad de intercambiar su fuerza laboral por una recompensa económica que en consecuencia posibilite la autonomía. Las sociedades industriales han creado un modelo de integración social basado fundamentalmente en el trabajo asalariado; sin embargo, la crisis estructural por la que atraviesan las sociedades capitalistas está incidiendo de forma significativa en el proceso de integración social de los(as) jóvenes a través de una cada vez mayor prolongación de la transición de éstos (as) a la vida adulta. De ahí que la integración al mundo adulto no sea sólo consecuencia de la madurez que los jóvenes puedan alcanzar, sino de las posibilidades reales que cada uno tiene de participar en el mercado de la producción y el consumo.

La transición al trabajo ha representado una dimensión central a la hora de definir y delimitar la juventud. De hecho, son diversos los autores que destacan el acceso al trabajo y la estabilidad en el empleo como una condición necesaria para alcanzar el estatus adulto. Esta perspectiva sostiene que el proceso de la juventud durará hasta que el joven logre insertarse en el mercado de trabajo de forma plena. Sin embargo, en la actualidad, dicha perspectiva, a nuestro juicio, no se sostiene por varias razones. En primer lugar, porque corresponde a un planteamiento que niega las diferencias de género en tanto que supone que el paso a la adultez es lo mismo para los varones jóvenes y las mujeres jóvenes, de ahí que en nuestro estudio se haya considerado fundamental utilizar la perspectiva de género para entender y abordar el binomio juventud/trabajo. En segundo lugar, porque no han contemplado los distintos contextos en los cuales crecen y se desarrollan los(as) jóvenes, contextos que han de ser cruciales para la existencia de distintas modalidades de transiciones juveniles al trabajo, de manera que si la juventud es definida como una etapa o proceso de transición, esto implica reconocer que no todos los(as) jóvenes la realizan de la misma manera.

Por tanto, en lugar de pensar en la “juventud” en singular habría que hablar de las “juventudes” para referirnos a este complejo entramado social, a fin de construir miradas más integradoras y potenciadoras respecto a esta condición. No se trata solamente de admitir la pluralidad que asumirían los y las jóvenes como sujetos, dado que la importancia no está referida solamente a una cuestión gramatical, sino de conocer los cambios estructurales que operan en nuestra sociedad para tratar diversos problemas que atañen a los y las jóvenes. Consideramos entre los factores relevantes que explican dicha diversidad la clase social de origen y el género: no es lo mismo ser joven rico que joven pobre, como tampoco es lo mismo ser mujer joven que hombre joven.

Lo anterior ha cobrado especial relevancia en nuestra investigación, puesto que en América Latina y en los países de la región en general, muchos(as) jóvenes asumen a tempranas edades algunos de los roles considerados tradicionalmente como propios del mundo adulto (trabajo-empleo, trabajo doméstico, maternidad/paternidad, etc.). En este sentido, la utilización de las nociones comúnmente empleadas para definir y/o delimitar la juventud en nuestro contexto social (tránsito, moratoria social) ha traído como consecuencia la negación de la condición juvenil a los(as) jóvenes de sectores populares.

4 Trabajo: significados, centralidad y funciones psicosociales

El análisis de los significados, centralidad y funciones psicosociales del trabajo desde una perspectiva histórica, nos ha permitido afirmar que su significado obedece a una construcción social que ha estado determinada por las circunstancias históricas, filosóficas, políticas, culturales, económicas y psicosociales de cada cultura y época. Pudiendo observar que se ha pasado de una concepción tradicional del trabajo como valor periférico, servil e instrumental a una concepción del trabajo en tanto valor central, integrador y expresivo. Sin embargo, en el marco de las grandes transformaciones políticas, económicas y socio-culturales que se producen en el mundo, la centralidad del trabajo está siendo profundamente cuestionada, los que nos obliga a centrarnos en los enfoques contemporáneos críticos que cuestionan esta creencia, basándonos principalmente en las reflexiones sobre el fin de la sociedad del trabajo que parten de marcos teóricos como los de André Gorz (1991/1997), Dominique Méda (1995/1998) y Claus Offe (1984/1992) entre otros.

En consecuencia, se habla de la aparición de una serie de nuevos sistemas de creencias y valores respecto al trabajo y la vida en general (postmaterialistas, postindustriales, nuevas éticas del trabajo, etc.), que llevan a cuestionar si el trabajo significa, no ya objetivamente sino subjetivamente, lo mismo que antes significaba. Esta ha sido una de las ideas esenciales que hemos intentado despejar y comprender en esta investigación.

No obstante, una vez analizados los argumentos del debate hemos de señalar, que entre las razones que se esgrimen respecto al desplazamiento del trabajo como categoría ordenadora de las sociedades, los ausentes son precisamente los individuos. En otras palabras, siguiendo a Vasilachis (2000), creemos que una reflexión sobre el trabajo no puede tener lugar sin contar con los conocimientos, vivencias, sugerencias, propuestas, etc., de aquellas personas que sufren las transformaciones acontecidas en el mundo del trabajo. Por lo tanto, cabe preguntarse si estas consideraciones son o no un reflejo veraz de lo que acontece en la actualidad, ya quienes a partir de su trabajo empírico, han propiciado una reflexión sobre el trabajo en nuestra sociedad, nos permiten argumentar que a pesar de las transformaciones y metamorfosis que ha sufrido el mundo del trabajo en las últimas décadas, el trabajo como relación social sigue siendo central en las vidas cotidianas de las personas, pues es en torno al trabajo donde se articulan una amplia gama de relaciones que dan sentido a las vivencias en sociedad. (Agulló, 1996; Álvaro, 1992; Borges y Tamayo, 2001, Meaning of work International Research Team, MOW, 1987; Peiró, 1993; Torregrosa, 1989, entre otros).

La centralidad y la importancia del trabajo están determinadas por los significados y las funciones que éste desempeña en cada grupo social. Por ello, hemos abordado el debate de la centralidad/acentralidad del trabajo en la actualidad, haciendo referencia a las funciones psicosociales del trabajo en tanto empleo2, como también, a las disfunciones que genera cuando resulta imposible acceder al mismo o cuando éste es realizado en condiciones de precariedad. En este sentido hemos destacado las contribuciones de autores como Eduardo Acuña y Olga Reyes (1982), Esteban Agulló (1996), José Álvaro (1992), Josep M. Blanch (1990) y Marie Jahoda (1982/1987), para quienes el trabajo además de proporcionar una fuente de ingresos o medios para la supervivencia, nos da una estructura temporal, posibilita la interacción social, nos proporciona un estatus y una identidad personal y social.

5 Identidad: un enfoque psicosocial

En nuestro estudio defendemos la perspectiva teórica que define la “identidad personal como identidad social”. En palabras de Torregrosa:

La estructura, génesis, desarrollo, mantenimiento, transformaciones y disolución de la identidad personal son constitutivamente sociales, esto es, se producen o construyen a través de procesos sociales de interacción, sin referencia a los cuales la identidad tiende a sustantivarse en exceso en la conciencia individual y/o, lo que es teóricamente más inadecuado, en su soporte biológico (Torregrosa, 1983, p.237).

Este planteamiento, nos sitúa ante una perspectiva que parte de la premisa de que el individuo y la sociedad configuran un todo permeable. Por tanto, comprender al individuo significa entenderlo en tanto integrante y participe de un entorno y contexto social determinado.

La identidad se configura gracias a la interacción social; es decir, la identidad surge a través de un proceso social en el cual el lenguaje se constituye en un elemento estructurador de la vida social. Sin embargo, hemos defendido la idea de que no todos los individuos están implicados de la misma manera en esta interacción simbólica, un hecho que deviene fundamental para la comprensión de la identidad desde una perspectiva psicosociológica. De ahí que en nuestro planteamiento del tema hayamos considerado fundamental la perspectiva del interaccionismo simbólico estructural defendida por Sheldon Stryker, (1980) en tanto reconocedora de la complejidad de la sociedad, en la cual existen estructuras de clase y de poder que predominan sobre las interacciones concretas y que inciden en las probabilidades de que ocurran determinadas interacciones en lugar de otras. Dicha influencia también afecta a las probabilidades de que surjan determinados resultados de estas interacciones y no otros. Por tanto, si bien la identidad es construida a través de la interacción simbólica que tiene lugar en el grupo social, la naturaleza de esta interacción dependerá de la posición que el individuo ocupa en dicho grupo, y, a su vez, esta ubicación social estará determinada en gran medida por la situación sociolaboral de la persona.

Lo anterior implica hacer hincapié en la pluralidad de ámbitos sociales de interacción en los que vivimos en nuestra sociedad, ámbitos que dan lugar a posibilidades de interacción bien diferentes en cuanto a sus experiencias y significados. Así los individuos se ven llamados a mantener expectativas y demandas de rol y estrategias diferentes adecuadas para cada uno de ellos, lo cual tendrá consecuencias para su identidad.

En este sentido, compartimos la visión de George Mead (1934/1972) y la de otros autores (Berger y Luckman, 1966/1968; Stryker, 1980; Stryker y Burke 2000; Torregrosa 1983), respecto a la adopción del rol del otro como un proceso central en la conformación mantenimiento y transformaciones de la identidad, aceptando la idea que concede un carácter más dinámico a los roles en lugar de considerarlos como elementos determinantes del comportamiento. El desempeño de los roles no sólo supone un proceso de repetición de lo prescrito por las normas culturales, sino un proceso de elaboración y de creación de los mismos. En consecuencia, a través del proceso de adopción de distintos roles, los individuos reconocen cuáles son las expectativas de los otros y dan significado al contexto en el cual se desenvuelven. Estos aprendizajes ocurren durante el proceso de socialización, un proceso a través del cual las personas están llamadas a ocupar distintas posiciones, dentro de las cuales unas serán más claves y significativas que otras. Por tanto, la identidad se asienta en los múltiples roles que el individuo desempeña en la sociedad. De ahí que las personas hayan de ser reconocidas teniendo tantas identidades como distintos sistemas de relaciones en las cuales están envueltas y que en conjunto conforman un “sí mismo”.

El rol laboral se constituye en uno de los roles claves y significativos durante la etapa juvenil. Esto es porque para la gran mayoría de los(as) jóvenes la incorporación al mundo del trabajo representa un momento esencial que les permite lograr su autonomía, el reconocimiento y la legitimación de su identidad social. A su vez, en contextos sociales determinados, esta incorporación al mundo del trabajo, para un sector importante de jóvenes, se constituye en una de las principales vías de acceso para la adquisición de nuevos roles-identidades (identidad como esposo(a), identidad profesional/ocupacional, identidad como madre o padre), lo que nos ha permitido argumentar que la organización de las identidades se da en una jerarquía de saliencia en la cual, el rol laboral, en determinadas situaciones como la de desempleo, cobrará mayor protagonismo en la definición de la identidad juvenil.

Por todo lo anteriormente expuesto, el desempleo, junto con la inestabilidad y precariedad laboral, suponen una amenaza potencial para la conservación o la construcción de una identidad personal y social positiva.

6 Objetivos específicos de la investigación, diseño y estrategia metodológica

Del objetivo general de nuestra investigación se desprenden los objetivos específicos que han orientado nuestra investigación cualitativa, estos fueron:

a) Analizar los valores, significados y/o funciones que los jóvenes desempleados asignan al trabajo; b) estudiar en qué medida esos valores y significados varían de acuerdo con las situaciones sociales que éstos enfrentan; c) investigar los efectos psicosociales del desempleo presentes en los jóvenes entrevistados; d) estudiar la influencia de los valores y significados del trabajo en el desarrollo, construcción y consolidación de la identidad.

El Estudio se realizó en la Región de Atacama, Chile, específicamente en la comuna de Copiapó, a partir de los registros de desempleados de la Oficina Municipal de Información Laboral de esa comuna. La muestra quedó constituida por 29 jóvenes de ambos sexos, de los cuales 17 son varones y 12 mujeres y cuyas edades fluctúan entre los 19 y 29 años; las trayectorias laborales de estos jóvenes se caracterizan principalmente por la fragilidad y la inestabilidad del vínculo laboral. En este sentido, se destacan aspectos como la corta durabilidad, la ausencia de contratos y, en aquellos casos en que se logra una vinculación más formal con los empleadores se trata sólo de contratos temporales que no suelen alcanzar el año. Sin embargo, es en los sujetos de estatus socioeconómico bajo y de baja escolaridad donde se observa una mayor diversidad y alternancia de actividades. Finalmente, cabe recordar que el vínculo laboral de nuestros sujetos de estudio estaba roto, puesto que se encontraban desempleados

Nuestra elección metodológica para acercarnos a la compleja y diversa realidad de los jóvenes desempleados fue la metodología cualitativa, pues estimamos que ésta nos ayuda a entender los fenómenos sociales desde la perspectiva del propio actor, permitiéndonos en nuestro caso específico acercarnos a la dimensión subjetiva del desempleo a través de la experiencia de los jóvenes desempleados. Como destaca Ortí (1986), la investigación cualitativa exige, y a la vez posibilita, la libre manifestación de los sujetos investigados con relación a sus intereses, creencias y deseos. Es justamente la externalización de esas manifestaciones la que se constituye en el material que nos permitió acercarnos a los significados del trabajo y la vivencia del desempleo en nuestros sujetos de estudio, teniendo en cuenta que el discurso que los jóvenes estructuran adquiere sentido en un contexto social y cultural en particular, hecho que deviene fundamental para nuestro análisis.

De esta manera, consideramos justificada la opción de la metodología cualitativa para el acercamiento a esta realidad social. No obstante, hemos de reconocer que bajo esta denominación se suele encontrar una diversidad de técnicas que pueden ser utilizadas en la investigación, tales como la observación participante, las entrevistas, los grupos de discusión, los estudios autobiográficos, etc. Esto puede representar un problema al momento de optar por una u otra técnica, pues como advierten Juan Delgado y Juan Gutiérrez (1994), no existe un procedimiento canónico en la definición y utilización de estas técnicas de investigación. Por tanto, la elección de la técnica está sujeta a la propia subjetividad del investigador, al compromiso con la realidad que se quiere investigar y a los medios disponibles (recursos materiales, tiempo, etc.).Tomando en cuenta los aspectos mencionados con anterioridad, nuestra opción recae en la entrevista abierta o en profundidad.

Siguiendo el enfoque de Luis Alonso (1998; 1999) y el aporte de otros autores, nuestro análisis del discurso estuvo marcado por una perspectiva de base interpretativa sociohermenéutica, en la cual las condiciones sociales de producción del discurso tienen un papel central, como asimismo las características sociales de los participantes (género, clase social, edad, posición social, etc).

Partiendo del objetivo general y objetivos específicos, el análisis que hemos realizado fue dividido en los siguientes ejes discursivos.

  • La conceptualización de la juventud y ser joven
  • Valorización y centralidad del trabajo
  • La experiencia del desempleo y sus efectos

7 Resultados y discusión

Como señalamos al comienzo de esta exposición el objetivo principal de esta investigación ha consistido en el análisis de la centralidad del trabajo y sus efectos en la construcción de la identidad de jóvenes chilenos desempleados. Hemos considerado las influencias de los valores y significados que el trabajo tiene para los jóvenes en el proceso de construcción y desarrollo de su identidad con el fin de obtener una aproximación al fenómeno del desempleo juvenil en Chile.

En este sentido, pensamos que nuestros análisis quedarían incompletos si no incorporamos la conceptualización de la juventud y los significados del ser joven desde los discursos de los propios sujetos que entran en esta categoría. Con el fin de construir miradas más integradoras y menos reduccionistas respecto a los(as) jóvenes como sujetos de estudio, tenemos que considerar los innumerables significados que puede adquirir este término inclusive para los propios individuos que entran en esta condición, y constatar las distintas heterogeneidades que se observan en el plano económico, social y cultural, así como constatar la influencia de las imágenes que la sociedad chilena construye acerca de su condición y las dificultades que para éstos(as) supone esta etapa.

Este análisis nos permitió observar que el trabajo-empleo emerge como una dimensión central en la construcción del significado de la juventud, sea para señalar las dificultades que representa esta condición, para hablar acerca de su estatus dependiente o para referirse a los límites establecidos para definir el término de esta etapa. En este sentido, los jóvenes aluden constantemente a las dificultades que representa su condición, unas dificultades que están directamente relacionadas con las limitaciones que enfrentan para poder insertarse adecuadamente en el mercado de trabajo. Estas dificultades tienen una base real y se relacionan con la “falta de experiencia”, con la discriminación (en términos de la edad y/o género) y con las políticas públicas destinadas a combatir el desempleo.

Otro de los aspectos que nos ha parecido importante destacar, y dentro de los cuales el trabajo también cobra relevancia, es en el establecimiento de los límites de esta etapa, cuyas respuestas suelen aludir a los pasos y/o condiciones que socialmente legitiman la condición adulta (trabajar, alcanzar la autonomía, contraer matrimonio, conformar una familia propia, etc.). Sin embargo, dichas alusiones no implican un posicionamiento exclusivo en esa dirección, puesto que junto con respaldar las condiciones que socialmente legitiman el estatus adulto, también suelen dejar claro que para ellos no necesariamente les significa dejar de ser y sentirse jóvenes.

Este tema nos ha parecido relevante en el sentido que niega los discursos sobre la juventud que restringen ésta condición a los sectores medios y altos, al centrar su definición exclusivamente en los elementos característicos de la moratoria social -visión ampliamente acogida por las ciencias sociales en el tratamiento del tema juvenil y que actualmente es cuestionada--.Un discurso que, como ya señalamos con anterioridad, niega la posibilidad de juventud en los sectores populares, dejando de lado otras dimensiones que junto con la situación económica deben ser analizadas.

A este respecto, observamos que, a pesar de que la mayoría de los jóvenes de nuestro estudio provienen de sectores populares y que, por tanto, ha tenido acotadas sus posibilidades de acceder a la moratoria social por la que habitualmente se define la juventud, ya sea porque han ingresado tempranamente al mercado de trabajo y/o contraído a edades tempranas obligaciones familiares (casamiento, hijos), no por ello, han sentido que han perdido esta condición.

En este sentido, la edad cobra relevancia en las diversas posiciones discursivas de nuestros jóvenes entrevistados al momento de establecer el término de la juventud. No obstante, no se trata simplemente de la edad como si se aludiera a cualquier otra categoría estadística, sino como una construcción cultural y social basada en una apariencia física, la energía, un cuerpo y un rostro joven que les permiten a éstos reconocerse y ser reconocidos como tales con las personas con las que interactúan.

7.1 Los valores, significados y/o funciones que los jóvenes desempleados asignan al trabajo

En nuestro análisis de los significados, centralidad y funciones del trabajo en las sociedades actuales, señalábamos que a partir de las grandes transformaciones y metamorfosis ocurridas tanto en la estructura del mercado laboral como en los valores dominantes, la centralidad del trabajo está siendo profundamente cuestionada. Una perspectiva a partir de la cual se sostiene que el trabajo ha dejado de ser un factor central en la constitución de subjetividades, identidades y acciones colectivas. Estos cuestionamientos, surgidos principalmente en algunos países europeos y en Estados Unidos, han contribuido a dar realidad de totalidad a una parte del trabajo, sin cuestionar su adecuación en áreas geográficas con diferentes posiciones en la división internacional del trabajo.

Sin embargo, contrariamente a los cuestionamientos señalados con anterioridad, en el discurso de la mayoría de nuestros sujetos de estudio, sin distinción de sexo, edad, nivel de estudios, estado civil y clase social, el trabajo se constituye en un valor central en sus vidas. Esta unanimidad, aunque con ciertos matices, se mantiene en lo que respecta a los significados y/o funciones que cada uno de los y las jóvenes entrevistados(as) otorga al trabajo. En este sentido, se ha venido en señalar que para los jóvenes la aceptación del trabajo se produce sólo en tanto instrumento para la satisfacción de sus necesidades de consumo; no obstante, en las diversas posiciones discursivas de nuestros sujetos de estudio suelen estar presentes una serie de funciones de carácter positivo dentro de las cuales el mayor o menor grado de predominio de la función económica o instrumental del trabajo depende de la situación general de desempleo que viven la mayoría de los jóvenes, y a su vez, de la situación particular de cada uno.

Desde una perspectiva general, la discursividad de los jóvenes se distribuye en un continuo conformado por discursos que van desde el trabajo como un medio de vida, con un sentido más instrumental, al trabajo como fuente de oportunidades para la interacción y contactos sociales, como fuente de autoestima y realización personal, como fuente de expresión de habilidades y destrezas, como proceso potenciador de la toma de decisiones, como fuente de identidad social y personal, como fuente de estructuración del tiempo, como fortalecedor de vínculos con la familia, como fuente de estatus y prestigio social, etc.

7.2 Variaciones de los valores y significados de acuerdo con las situaciones sociales que éstos enfrentan

En segundo lugar, y en correlato con el objetivo anterior, hemos constatado que los significados y/o funciones que los jóvenes otorgan al trabajo varían en algunos aspectos como los que siguen:

  1. En los discursos de los varones jóvenes, tanto en los jóvenes de estatus económico bajo como medio, se constata un predominio, aunque no exclusivo, de la dimensión instrumental. Sin embargo, pese a la mayor importancia que éstos conceden a esta dimensión, el trabajo no llega a ser entendido como una mera actividad que delimita sólo las condiciones de vida y el bienestar material de las personas.

  2. Por lo que respecta a las jóvenes de nuestro estudio, si bien inicialmente tienen una representación del trabajo en términos instrumentales, esta imagen es desplazada por una construcción más integral a partir de la cual el trabajo, además de ser considerado un medio para determinados fines, se le otorga un sentido expresivo y/o social. No obstante, se constatan algunas diferencias intergénero que están directamente relacionadas con el estado civil y/o la maternidad y la situación socioeconómica (en términos de privación económica). En este sentido, hemos observado que para las jóvenes casadas y/o con hijos, el trabajo adquiere un significado que va más allá de la mera obtención de unos ingresos económicos, concibiéndolo principalmente como una fuente de reconocimiento, prestigio social y relaciones sociales. En el caso de algunas jóvenes solteras, el trabajo adquiere, fundamentalmente, un significado económico (ganar dinero), significado que en algunos casos está asociado a las privaciones económicas por las que atravesaban producto de su desempleo y el de algún otro integrante de la familia. En el caso de las jóvenes profesionales el trabajo adquiere fundamentalmente un sentido expresivo y social.

Finalmente es de destacar que gran parte de los significados otorgados por los jóvenes entrevistados al trabajo están referidos en mayor o menor grado a componentes de su experiencia laboral. Observando algunas variaciones en la construcción del significado del trabajo “real” y el trabajo “ideal”.

7.3 Efectos psicosociales del desempleo presentes en los jóvenes entrevistados

En cuanto a los efectos psicosociales que produce el desempleo en los jóvenes entrevistados hemos observado que dicha vivencia se constituye en una experiencia negativa para la mayoría de los jóvenes de nuestro estudio. Sin embargo, la forma en que viven este acontecimiento negativo nos permite constatar que los jóvenes desempleados no son un grupo homogéneo con iguales reacciones ante ésta experiencia. En este sentido, los testimonios de los jóvenes entrevistados permiten constatar los efectos del desempleo señalados por diversos autores que han estudiado este fenómeno desde una perspectiva psicosociológica.

Algunos de estos efectos son el deterioro de la autoestima, sentimientos de impotencia, rabia, desánimo, fracaso, frustración, inferioridad, inseguridad, inutilidad, desesperanza, angustia, etc. También destacan sentimientos de aislamiento social o pérdida de relaciones interpersonales, desestructuración del tiempo e insatisfacción con la vida presente.

Sin embargo, estos efectos no están presentes o son vividos con la misma intensidad en nuestros sujetos de estudio, lo que de alguna manera viene justificado por la presencia de diversas variables mediadoras que nos permiten explicar el impacto diferencial del desempleo en los jóvenes.

En este sentido, el análisis de la experiencia del desempleo en los jóvenes entrevistados nos ha permitido identificar que la variable que más incide en el impacto diferencial del desempleo es la variable económica, ya sea en términos de la posición socioeconómica familiar de estos jóvenes y/o de las tensiones económicas que conlleva dicha experiencia. Además, es en estos jóvenes donde la situación económica está más deteriorada donde suelen manifestarse con mayor frecuencia los efectos señalados con anterioridad.

En segundo lugar, la duración del periodo de desempleo se constituye en otra de las variables que median entre las experiencias de desempleo y sus efectos en los sujetos entrevistados. Esto es tanto para quienes habían perdido su puesto de trabajo como para quienes buscaban su primer empleo.

Con relación a la variable género hemos podido comprobar que tanto las mujeres jóvenes como los varones jóvenes de nuestro estudio acusan los efectos del desempleo señalados con anterioridad. Sin embargo, se observan algunas diferencias, principalmente en lo que se refiere al aislamiento social que el desempleo puede llegar a provocar, sobre todo para las jóvenes casadas y/o con hijos, en tanto que para éstas, a diferencia de los varones jóvenes, el aislamiento social obedece básicamente a la pérdida de las relaciones interpersonales que les proveía la actividad laboral que realizaban, y la causa de sentirse inferiores o insignificantes ante sus amistades y entorno más cercano. En cambio, en el caso de los jóvenes varones, la disminución de las relaciones interpersonales es principalmente una consecuencia derivada de su situación económica.

La desestructuración del tiempo ha sido otro de los efectos que hemos podido identificar a partir de la experiencia del desempleo en los jóvenes entrevistados, principalmente para quienes el uso del tiempo se constituye en un problema y/o no logran encontrar una actividad que les resulte más o menos significativa.

Además, hemos podido identificar otros factores que permiten darle un mayor sentido a las diferencias individuales en la experiencia del desempleo, pudiendo observar que los jóvenes que atribuyen su desempleo a causas internas –atribuciones que predominan en los jóvenes de bajo estatus socioeconómico principalmente– como, por ejemplo, la deserción del sistema educacional a edades tempranas o la interrupción de sus estudios secundarios y/o la falta de constancia y/o disminución de la intensidad en la búsqueda de un empleo, tienden a mostrar un mayor deterioro de la autoestima, mayores sentimientos de incompetencia profesional y autoculpabilización con relación a los jóvenes que atribuyen su desempleo a causas externas a su persona.

8 Conclusiones sobre la influencia de los valores y significados del trabajo en el desarrollo, construcción y consolidación de la identidad.

Finalmente, una vez expuestos los resultados concernientes a la centralidad y significados del trabajo, así como también los significados de la experiencia del desempleo y los efectos psicosociales derivados del mismo, podemos concluir que para los jóvenes desempleados el trabajo ocupa un lugar central, representando para éstos un soporte fundamental en el proceso de construcción y desarrollo de la identidad, al permitirles el intercambio con el mundo a través de experiencias concretas. El mundo laboral constituye un ámbito de relaciones interpersonales indispensable y necesario para la formación y posterior construcción de la identidad. Así, el desempleo representa un quiebre vital para los jóvenes, que se sienten incapaces y desvalorizados ante la sociedad y ante sí mismos, pues carecen de un espacio para desarrollarse y prolongar su experiencia biográfica como seres humanos, pues al carecer de un trabajo que para ellos es instrumento de expresión y vinculación personal y social, su formación identitaria se ve afectada negativamente.

Además, la imposibilidad de lograr una independencia de la familia de origen y la incertidumbre ante su futuro inmediato provoca ambigüedad y confusión en un momento decisivo en la construcción de su identidad. Para éstos jóvenes, todas sus proyecciones futuras, tales como la independencia de la familia de origen, sus posibilidades formativas, contraer matrimonio, conformar una familia propia, etc., pasan exclusivamente por la consecución de un trabajo. De ahí que el ejercicio del rol laboral se convierta en un factor clave para la adquisición de nuevos roles-identidades que han de conformar su sí mismo. Para finalizar, cabe afirmar que en investigaciones futuras acerca de los efectos psicosociales del desempleo en los jóvenes, se incluyan grupos diferentes de desempleados, es decir, de jóvenes que recién egresan de la escuela o la universidad y jóvenes con experiencia laboral previa al desempleo, con el fin de observar posibles diferencias en su impacto negativo en el desarrollo y construcción de la identidad. Asimismo, se deben tomar en cuenta otras variables mediadoras con las que poder dar un mayor sentido a la experiencia individual del desempleo, a saber: las experiencias laborales previas, el número de veces desempleado con anterioridad, el grado de privación económica, la participación en programas sociales de capacitación laboral, etc. Esto último obedece a que hemos observado que los jóvenes entrevistados que habían iniciado o iniciarían un curso de capacitación laboral se mostraban mucho más optimistas ante su desempleo y más satisfechos con su vida actual. Sin embargo, esto a su vez abre un interrogante respecto de las expectativas que estos programas crean en la población juvenil desempleada y sus posibles consecuencias en términos de las nuevas frustraciones que provocan al no tener en cuenta las probabilidades reales de inserción laboral.

Este estudio no tiene pretensión alguna de ser representativo de la población de jóvenes desempleados en Chile, sin embargo, nos ha permitido acercarnos a una realidad social que no ha sido estudiada con especificidad en nuestro país, permitiéndonos una primera aproximación al estudio de los efectos psicosociales del desempleo en la construcción y desarrollo de la identidad de los jóvenes.

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