Reseña de Tirado (2010) Los objetos y el acontecimiento

Review of Tirado (2010) Los objetos y el acontecimiento

  • Gemma Flores-Pons
Portada libro

Francisco Tirado (2010).
Los objetos y el acontecimiento. Teoría de la socialidad mínima. Barcelona: Amentia Editorial.
ISBN: 978-84-938318-0-6



No se me ocurre mejor forma de iniciar esta reseña que haciendo referencia a la cita que el propio autor hace de Gilles Deleuze en la página posterior a la dedicatoria:

Las preguntas, como cualquier otra cosa, se fabrican. Y si no os dejan fabricar vuestras preguntas, con elementos tomados de aquí y de allí, si os las plantean, poco tenéis que decir. El arte de construir un problema es muy importante: antes de encontrar una solución, inventa un problema, una posición de problema. (Deleuze, citado por Tirado, 2010, n/p).

Claramente, no fue una cita elegida al azar. Seguramente sea este uno de los tantos puntos fuertes del libro, el ejercicio constante de narrar desde la pregunta, desde el cuestionamiento. En él se puede ver el camino trazado para desarrollar el argumentario que se presenta y, esto no sólo nos permite valorar el ejercicio realizado durante su elaboración sino, involucrarnos con una lectura activa que invita a pensar y discutir.

Con este libro, basado en su tesis doctoral, Francisco Tirado nos empuja con determinación hacia la, siempre necesitada aunque no tan deseada, problematización de lo social y su gran lugar común actualmente, su construcción. Con un título, a la vez que sugerente, ciertamente descriptivo del contenido, nos advierte sobre lo que vamos a encontrar si exploramos sus páginas. Lo que quizás no se advierte tan claramente con el título es este afán interrogador que lleva a iniciar la trayectoria del libro abordando cuatro conceptos clave en el desarrollo de la teoría social de las últimas décadas: proceso, fenómeno, estructura y sistema. De su cuestionamiento es de dónde va arrancando la relevancia de pensar el objeto y el acontecimiento para pensar lo social.

Lejos de generar dispersión, cada autor, concepto u obra citadas en el libro desempeñan una función explicativa que queda lejos de la simple mención de aquél con quién dialoga. Teje conocimiento abordando la complejidad y lo pone en uso. Siguiendo un procedimiento muy didáctico, el libro se estructura dedicando gran parte de su extensión en la producción de unos cimientos reconocibles y comprensibles para la lectora que le permitirán, a posteriori, ir siguiendo la lógica de la teoría de la socialidad mínima. Esta lógica la narra a partir de 3 pasos. En un primer momento, problematiza lo social y hace evidentes los implícitos de los lugares comunes en los que se mueve la teoría social actual. A continuación, aborda la conceptualización de objeto y acontecimiento y deriva hacia la teoría de la socialidad mínima. Y, en un último momento, hace girar todo ello alrededor de las preguntas sobre el poder, la ontología-política y la técnica.

Así, el libro se inicia haciendo un recorrido por diferentes versiones clásicas sobre qué es aquello que denominamos social, aquello que hemos construido a ratos como un campo, a ratos como una entidad y frecuentemente como aquello inexplicable por lo natural. Esta binariedad en la forma de entender la existencia (naturaleza y sociedad en nuestras socio-lógicas) ocupa los primeros momentos de la narración, para ir pasando hacia la noción de objeto y, posteriormente, a la de acontecimiento. Para ello, nos presenta brevemente algunas de las aportaciones de Thomas Hobbes, Georg Simmel, Max Weber, Émile Durkhéim o Karl Marx sobre la cuestión y se apoya en G. Deleuze para hacer el giro necesario que le permite introducir con mayor facilidad su propio planteamiento. Así, nos muestra cómo, a través de las nociones de proceso, relacionalidad, serialidad y sistema, se ha ido excluyendo al objeto y al acontecimiento de estas socio-lógicas y nos conduce hacia la idea del perpetuum mobile para afrontar la idea de estructura.

A pesar de que hasta el momento el acontecimiento no ha sido el centro explícito de su narración, Francisco Tirado no se muestra ajeno a la variación que el significado de éste puede ir adquiriendo en el texto, de modo que nos propone, como apoyo, una breve explicación del acontecimiento. Lo define, por ahora, como dis-curso y se sirve del concepto de clinamen, de Michel Serres, para introducir la posibilidad de cambio. Es decir, cómo, a partir de un entramado que constituye una situación determinada, puede emerger un nuevo sentido, la apertura de otra posibilidad.

Después de esta entrada, seguimos por un largo y minucioso proceso de acercamiento a la teoría de la socialidad mínima, planteándonos cómo introducir en el desarrollo de nuevas perspectivas, en primer lugar, el objeto y, en segundo lugar, el acontecimiento.

Para introducir antecedentes en las teorías sociales en el abordaje del objeto, empieza haciendo una comparativa entre los planteamientos de Talcott Parsons y los del Interaccionismo Simbólico de George Herbert Mead entendiendo que éstas son de las pocas propuestas teóricas que introducen la relación entre entidades humanas y no-humanas como objeto de estudio de las ciencias sociales. Sin embargo, destaca el Interaccionismo Simbólico de G.H. Mead como la propuesta mejor acabada y por ello la va a desarrollar con mayor detalle concluyendo, finalmente, que ésta, en cualquier caso, carece de algo fundamental como es el papel de los objetos en la distribución de relaciones sociales. Esta falta es superada con propuestas como la de Karen Knorr-Cetina, la cual reivindica que la sociedad del conocimiento no se caracteriza exclusivamente por una mayor centralidad de las prácticas de comunicación, información y producción de conocimiento, sino también porque es en base a esto que se constituyen nuevos modos de relaciones sociales. Para continuar con el abordaje teórico del objeto, introduce la tesis de Georges Canguilhem, para quién el objeto no es la alteridad de lo humano sino una extensión de éste mismo. Acto y seguido, presenta la propuesta de Bruno Latour, que sigue esta misma línea, y destaca algunas de las reflexiones centrales de su trabajo como son la semiótica, la agencia y la decripción, que sería la forma de explicar cuando se asume que el objeto no es sino un efecto semiótico. Será la metáfora del cyborg, de Donnah Haraway, quién cierre este recorrido. Con el cyborg, tanto el objeto como el sujeto han desaparecido como ontologías y es el devenir de información aquello que marca los límites de nuestra realidad.

Para iniciar un itinerario por las propuestas que han incorporado de algún modo el acontecimiento destaca dos autores que han abordado la temporalidad: G.H. Mead y Gabriel Tarde. G.H. Mead, será de nuevo un referente, esta vez porque plantea que la realidad es eminentemente devenir y que éste es la tensión entre la sustancia y el acontecimiento, entre el presente y lo que está por suceder. G. Tarde por su parte, tiene en el centro de su obra la tensión repetición-variación. Será la variación el puntal de la socialidad, una variación que se encuentra en el detalle, en lo mínimo. He aquí una anticipación de por dónde puede ir la anunciada teoría de la socialidad mínima que nos propuso Francisco Tirado en el título. Todo ello, lo complejiza poniendo en sintonía a autores como Ervin Goffman, Harold Garfinkel, Michel DeCerteau, G. Deleuze o Toni Negri y Félix Guattari, rescatando aquello que tienen en común: el pensamiento molecular.

A continuación nos muestra cómo difirieron Michel Foucault y G. Deleuze respecto al acontecimiento, el primero abordó el acontecimiento trabajando el problema del lenguaje, mientras que el segundo lo hizo con el sentido, siendo el sentido previo al significado. Y de aquí arranca una nueva tentativa de definición de acontecimiento, esta vez, ya nos lo advierte, tomando como inspiradores a Martin Heidegger y G. Deleuze:

El acontecimiento no es una sustancia, no es un accidente, no es calidad, y tampoco es un proceso. No pertenece al orden de los cuerpos, sin embargo no se puede afirmar que sea inmaterial. Precisamente en el nivel de la materia cobra efecto, es efecto. Por otro lado, su lugar parece ser la relación, la coexistencia, la dispersión, la intersección, la acumulación de elementos materiales. Pero insisto, no es acto o propiedad de un cuerpo. Es el efecto o la diagonal de una dispersión material. Siempre que se hable de aconteceres, se hablará de multiplicidades materiales. (pp. 163-164).

Cumplidos los objetivos de problematización del objeto y el acontecimiento, nos adentra ya concretamente en su propuesta, la teoría de la socialidad mínima y empezamos a ver con mayor claridad dónde se ubica entre los matices por los que nos ha ido paseando. El ritmo se acelera y todo empieza a precipitar: Los objetos posibilitan, o en sus palabras “abren”, el acontecimiento, no son lo opuesto al sujeto, son indeterminación, pura potencia.

El objeto es simultáneamente lo que se evade, circula y unifica. Criba de la multiplicidad, clinamen, ruptura, pero al mismo tiempo núcleo de forma, atractor, puesto que estabiliza relaciones y congela átomos alrededor de un punto o momento. Algoritmo, teoría de lo local y de la circunstancia. El objeto es una suerte de regla elemental, de instrucción que hace mecánica una operación: abrir el acontecimiento.(...) En suma, el objeto es un modus operandi. Un nodo que establece lazos entre escalas y niveles, entre dominios de experiencia y conocimiento. Delimita “pasares” y codifica. (p. 187-188).

¿Por qué llamarle Teoría de la socialidad mínima? También esto se lo pregunta y responde.

(socialidad) en tanto que presencia de varias multiplicidades y posibilidad de habitarlas por igual (…) y mínima porque entiendo que es la producción más básica que aparece en el acontecer. En ella lo nuevo se mantiene en su novedad y al mismo tiempo, impacta, imprime, aparece detentando un pasado. (…) Extiendo así mi propuesta: los objetos abren el acontecimiento, y esa apertura es producción de una socialidad mínima. Ésta es una suerte de acoplamiento o ajuste de varias multiplicidades. (p. 192)

Así nos introduce un nuevo concepto, multiplicidad, el cuál utiliza siguiendo a Alfred North Whitehead y G. Deleuze, aunque, ahonda en las aportaciones de las obras de Henri Bergson y Friederich Nietzche. La socialidad mínima es el aunamiento de multiplicidades producida por la apertura del acontecimiento que hacen los objetos. El acontecimiento engrana actualidades y potencialidades y las sitúa, en un mismo nivel de realidad. Este engranaje de lo actual y lo potencial está poniendo en juego las temporalidades, el presente, el pasado y el futuro, siendo éstas parte del acontecimiento mismo. En la apertura del acontecimiento, en la creación de tendencias que este posibilita, se dispone el tiempo. Es una mirada topológica la que nos permite introducirnos en éste discurrir teórico. No busca inicios ni finales en cadenas de hechos, no caben las grandes clasificaciones que jerarquizan el funcionamiento, sino el describir el cofuncionamiento, las operaciones que transcurren y la ordenación de los agentes.

Alcanzamos en este punto el último capítulo del libro, en el cuál dirige un nuevo giro. En éstas últimas páginas, el poder como prehensión será el hilo de la narración que dará entrada a revisar conceptos como el de disciplina de M. Foucault y, sin demasiadas referencias, nos explicará la relación entre poder e inscripción, traducción, extitución o centros de cálculo o de ordenación. Si bien su planteamiento teórico ha estado alrededor del objeto y el acontecimiento en la producción de socialidad, en esta parte final rescata tres grandes intereses que marcan su trabajo: el poder, la política y la técnica. Reivindicando el 'para qué' y aprovechando las posibilidades que tiene el situar, podríamos decir que desde aquí es desde dónde nos está hablando y así nos lo muestra en las conclusiones en las cuáles captura dos reflexiones.

En primer lugar, retoma una idea que ha aparecido en diferentes momentos del libro: la frontera entre ontología y política se desvanece. Hacer política es distribuir la acción, generar disposiciones, ordenar, producir ontología, “gobernar es producir superfícies de ensamblaje” (p. 241). Propone así el concepto de cosmopolítica retomado por Isabelle Stengers. Cosmopolítica es un salto desde una ontología-política que comprende los compromisos y valores entre humanos hacia una ontología-política que recoge “cualquier tipo de relación entre cualquier clase de cuerpo” (p. 241). En segundo lugar, nos plantea que la técnica no es un producto humano, no es un instrumento para la actuación sobre el mundo sino aunamiento, acontecer. A partir de la técnica se producen prehensiones, se producen existencias.

Después de este recorrido por el libro, cabe decir que el ritmo pausado de los primeros capítulos va acelerándose hasta llegar a las propuestas finales dónde se puede observar que tiene más por decir, pero que prefiere dejarnos con la inquietud de nuestras propias preguntas, aquellas que, citando a G. Deleuze, nos advertía que no debemos dejar que nos formulen. Combina en sus páginas el afán por la densidad del detalle con las propuestas de gran envergadura que abren nuevos espacios de discusión más que actuales y necesarios. Es un libro que no requiere para su recomendación tono prescriptivo alguno. Su intensidad, provocación y rigor despertarán el interés y no dejarán indiferentes a sus lectoras.