¿Estás nervioso? Las elecciones desde una villa del Gran Buenos Aires

Are you nervous? The elections from a shantytown of Great Buenos Aires

  • María Cecilia Ferraudi Curto
En este artículo pretendo explorar la política en el Gran Buenos Aires a partir de un análisis de las elecciones legislativas de 2009 desde mi etnografía en una villa de La Matanza en proceso de urbanización. A partir de allí, intentaré dar cuenta de una serie de perspectivas que quedan opacadas en los análisis centrados en procesos electorales. Mientras éstos enfocan hacia las estrategias de campaña de los candidatos y los entramados políticos desde los cuales construyen apoyos para explicar los resultados electorales (o intentar predecirlos), el punto central de este artículo consiste en mostrar cómo las elecciones se imponen y son apropiadas localmente a partir de una perspectiva centrada en la urbanización de la villa.
    Palabras clave:
  • Elecciones
  • Buenos Aires
  • Etnografía
  • Villa
  • Política
The purpose of this paper is to explore Great Buenos Aires’s politics analyzing midterm elections (2009) from my ethnography in a shantytown of La Matanza under a process of urbanization. I will try to show some outlooks which are usually darkened by electoral analyses. While these researches usually focus on campaign strategies and political networks in order to explain (or predict) electoral results, the main contribution of this paper is to show how elections are generally imposed and locally appropriated from a local perspective oriented towards the urbanization of the shantytown.
    Keywords:
  • Elections
  • Buenos Aires
  • Ethnography
  • Shantytown
  • Politics


- Te lo explico. Yo paso casi todo el tiempo en el campito. Para ubicarme, siempre miré las estrellas. Jamás necesité otra cosa. No hay como el cielo para que el hombre sepa en qué lugar de la tierra tiene los pies. Pero ahora este método ya no sirve más, porque las constelaciones se están desfigurando, por cuestiones políticas.

- No entiendo.

- Lo que pasa es que en los últimos tiempos el cielo se llenó de satélites. Los usan para espiar los barrios secretos que mandó a construir Evita en La Matanza. Deben tener miedo.

Juan Diego Incardona, El campito (2009, pp. 27-28)

La novela citada en el epígrafe fue publicada en 2009. Pero su relato se sitúa en un 1989 alucinado. Mientras en Argentina Carlos Menem asumía la presidencia anticipadamente ante hiperinflación y saqueos, en el mundo de Incardona el sudoeste del conurbano bonaerense estaba vigilado por satélites de una oligarquía asustada. Sus luces despistaban a quienes miraban las estrellas para guiarse. Como enseña Carlitos, el buscavidas que protagoniza el libro, era un problema político. ¿La novela anuncia el fin de la política guiada por ideales? Escrito con tono irónico, el libro es un relato épico del peronismo situado en el “conurbano” como territorio imaginario.1

En El campito, el sudoeste del Gran Buenos Aires está dividido en barrios públicos y barrios bustos. Los primeros figuran en la Dirección Provincial de Catastro. Los segundos son barrios secretos construidos por orden de Eva Perón a la CGT para alojar a las diferentes ramas del peronismo en tiempos difíciles. La mayoría de los barrios bustos están en La Matanza. También en este distrito se ubica el único barrio público y busto (un barrio planificado por el primer peronismo): Ciudad Evita.

En este artículo pretendo explorar las elecciones de 2009 a partir de mi etnografía en Villa Torres, La Matanza. Tomar como punto de partida una novela un poco desopilante es una forma de entrar (irónicamente) a los imaginarios que circulaban entonces sobre el “conurbano” (especialmente, La Matanza) y su peso en la política argentina actual (a través de la prensa, la televisión y los blogs). Es decir, mi punto de partida es diferente de aquel elaborado por los análisis electorales porque intenta recuperar diferentes registros experienciales de la campaña electoral, nutridos a través de los medios de comunicación, y ponerlos en diálogo con mi etnografía.

Los análisis sobre procesos electorales en Argentina suelen señalar una ambivalencia entre mediatización y territorialización de la política como dimensiones centrales para la explicación de la dinámica electoral (Calvo y Escolar, 2005; Cheresky, 2006; Quiroga, 2006). La mediatización es considerada un proceso novedoso que combina el debilitamiento de los partidos políticos y la concentración de la política en la relación entre líderes y opinión pública a través de los medios de comunicación. La territorialización, en cambio, refiere a los mecanismos propios de la maquinaria electoral “clientelista” dependiente de los recursos estatales. La discusión se da entre quienes priorizan una u otra dimensión según el foco de análisis. Las diferencias parecen seguir la distinción entre Capital e interior, por un lado, y entre sectores medios y populares, por otro (Cheresky, 2006, p. 15). Pero las divisiones analíticas tienden a solaparse entre sí, complicando el mapa electoral de la Argentina.

Dentro de este cuadro general, La Matanza ocupa un lugar clave como “laboratorio” (Rocca Rivarola, 2006, p. 133). El distrito más populoso del conurbano bonaerense suele ser caracterizado por la “continuidad asegurada” del peronismo como fuerza política gobernante (y por su pobreza). Según señala Rocca Rivarola (2006), el “universo peronista” es complejo: una amplio entramado territorial en torno de la figura del “conductor” distrital, Alberto Balestrini, convive con grupos menores asociados al “duhaldismo”.2 Frente a la debilidad de otras fuerzas electorales, el cuadro se completa con la persistente presencia de organizaciones territoriales vinculadas a formas de acción colectiva contenciosa. Originadas a partir de los asentamientos ocurridos a mediados de la década de 1980, se configuraron como organizaciones piqueteras hacia fines de los ’90 protagonizando el mayor corte de ruta en el conurbano en 2000.3 Aún cuando su peso electoral es bajo, estas organizaciones se introducen en los análisis electorales por su relevancia en los “tiempos extraordinarios” (Svampa, 2005) que siguieron a diciembre de 20014 (Entin, 2004; Rocca Rivarola, 2006).

En otras palabras, La Matanza es considerado un distrito electoral clave en que prevalece la territorialización de la política. Mi propio análisis sobre el proceso de urbanización de Villa Torres muestra la importancia de los vínculos locales y su conexión con una trama política gobernante, asociados a la implementación de políticas públicas focalizadas. Sin embargo, esta etnografía podría contribuir a relativizar una perspectiva centrada en el concepto de “maquinaria partidaria” (Levitsky, 2003) o en el de “clientelismo” (Auyero, 2001). Además de cuestionar un simple intercambio de favores por votos (como argumenta Auyero), aquí se intenta descentrar la perspectiva analítica. En Argentina, las investigaciones académicas orientadas por dichos conceptos suelen colocar los puntos de vista locales dentro de un cuadro que busca dar cuenta de la continuidad del peronismo como fuerza electoral (articulando sus transformaciones organizacionales y programáticas). Desde Villa Torres, las preguntas son otras porque el eje de la vida local no es el análisis del peronismo sino la concreción de la urbanización del barrio. Este artículo es el recorrido por comprender esa diferencia de perspectiva en sus múltiples implicaciones prácticas, desandando el camino de mi propia sorpresa.

Hacer etnografía no sólo implica responder a nuestras preguntas atendiendo al discurso de los actores sino, especialmente, intentar comprender sus preguntas y sus modos de responderlas.5

Los inicios de Balestrini como conductor de La Matanza pueden remontarse a las elecciones de 1999, cuando se postuló por primera vez para el cargo de intendente. Entonces los pronósticos electorales eran inciertos. Durante la campaña, Balestrini visitó Villa Torres. Los “jóvenes del barrio” habían tomado el campito del fondo en reclamo de un lugar propio para formar sus familias. Balestrini prometió atender al reclamo. José, que “no entendía nada de política” entonces, se consolidó como dirigente barrial a lo largo del proceso en que la urbanización se configuró como problema y como solución para el barrio (Ferraudi Curto, 2010). Según relataba en 2007, él vivió las elecciones de 1999 como un “partido de fútbol”. Se fue a dormir apesadumbrado ante los boca de urna que daban a la candidata de la Alianza como ganadora en La Matanza. Su sorpresa llegaría recién al día siguiente. En el discurso de José, “la marca de Balestrini” fue central en tanto, poniéndolo continuamente a prueba, “le abrió todas las puertas”. Cuando “Matanza era un quilombo”, José se jacta de haber sabido “aprovechar la oportunidad”.6

Hoy, Villa Torres constituye un proyecto de urbanización municipal, prueba piloto de un programa más amplio. José se desempeña como funcionario en la unidad ejecutora de dicho programa, junto con un equipo conformado por profesionales y habitantes de su barrio. Según su relato, Balestrini lo llamó en 2005 para ofrecerle el cargo que hoy ocupa en el municipio: “‘¿Viste que esto de la urbanización se está poniendo de moda?’, me dijo”. Hoy, José insiste: “Participar políticamente es bueno en la medida en que sirve a la urbanización”. Esto implica “trabajar para las elecciones”. Aquí me centraré en las del 28 de junio de 2009.

A diferencia de las dos elecciones previas (donde el kirchnerismo en el gobierno tenía un triunfo asegurado), en 2009 la incertidumbre primaba. Desde el retorno de la democracia en 1983, los guarismos predictivos de consultores expertos se han legitimado como herramienta de campaña aún cuando la confiabilidad de los datos no pueda asegurar resultados (Vommaro, 2008). En 2009, La Matanza era reconocido como un lugar clave en la campaña (y en la política argentina), en tanto “bastión” electoral del oficialismo.

En este artículo intentaré dar cuenta de una serie de perspectivas que quedan opacadas en los análisis centrados en procesos electorales. Mientras éstos enfocan hacia las estrategias de campaña de los candidatos y los entramados políticos desde los cuales construyen apoyos para explicar los resultados electorales (o intentar predecirlos), el punto central de este artículo consiste en mostrar cómo, desde Villa Torres, las elecciones se imponen y son apropiadas a partir de una perspectiva centrada en la urbanización.

Como decía el personaje de Incardona, ya no podemos mirar las estrellas para encontrar el rumbo en la tierra. Pero ¿es por la incertidumbre de una política sin ideales?, ¿por los barrios secretos que subsisten?... ¿o por el miedo?7

1 De Tinelli a Villa Torres

El título de este artículo retoma unas palabras del ex Presidente Néstor Kirchner (2003-2007) durante la última campaña. Presentándose como primer candidato a Diputado Nacional por la Provincia de Buenos Aires en la lista del oficialismo (Frente Justicialista para la Victoria), Kirchner dirigió un discurso encendido contra los multimedios: “¿Estás nervioso, Clarín?”, repitió sonriendo en varias presentaciones públicas. La frase resultó clave: no sólo señalaba un antagonista central sino que asumía un tono humorístico que primó durante la campaña. En principio, fue retomada por las principales hinchadas de fútbol en un reclamo por la televisación abierta de los partidos. Luego, experimentó un boom a partir de un programa televisivo que está entre los más vistos en Argentina, Showmatch. Conducido por Marcelo Tinelli, el programa de entretenimientos reeditó Gran Cuñado, una sátira de reality show con imitadores de las más importantes figuras políticas de la contienda electoral. Finalmente, las muletillas de los principales protagonistas recorrieron casas, colectivos y bares de Buenos Aires. El personaje de Kirchner repitió incesantemente: ¿Estás nervioso, Clarín? (en el canal televisivo de dicho multimedio), desatando la carcajada de los presentes en el estudio. Otras frases resonantes fueron las del primer candidato de Unión-PRO (y principal oponente de Kirchner), Francisco de Narváez, y las de un dirigente piquetero importante cercano al kirchnerismo, Luis D’Elía. El primero parodiaba el slogan de campaña (Votate - votame) diciendo Alica-alicate. El segundo repetía una frase que había pronunciado durante el denominado “conflicto con el campo”: ¡Te odioooo!8

Las interpretaciones sobre dicho programa, y su papel en la campaña, pueden conducir a escribir otro texto. Aquí no pretendo realizar un análisis semiológico sino etnográfico. Mi trabajo de campo no fue en los canales de televisión sino en una villa del conurbano bonaerense. Desde allí, este artículo pretende enriquecer la discusión sobre procesos electorales en Argentina. En lugar de centrarme en datos cuantitativos, notas periodísticas, programas televisivos y entrevistas a políticos y dirigentes (sin desestimarlos), esta perspectiva se nutre de un trabajo de campo prolongado acompañando las actividades habituales de varias personas que están involucradas en la urbanización de su barrio y, como yo, votan en las elecciones. La mayoría de estas personas vota en La Matanza; yo, en Capital. Para entenderlos, no sólo tuve que conocer mejor la política en el lugar donde viven sino que necesité revisar mis coordenadas más básicas sobre la política. Aquí intentaré relatar parte de ese recorrido, centrándome en los acontecimientos que rodearon a las elecciones legislativas del 28 de junio de 2009.

Como señalan Eduardo Rinesi y Gabriel Nardacchione (2007), el análisis del régimen político no puede apartarse de una comprensión del Estado y de lo social si se pretende superar la “sorpresa” de diciembre de 2001 (y abonar a una teoría de la democracia situada). Desde una perspectiva afín, Denis Merklen (2005) se centra en los análisis sobre “clases populares”, mostrando los supuestos normativos subyacentes a las concepciones académicas de política. A partir de allí, mi interés no consiste en proponer un concepto alternativo de política (o “politicidad”) sino en asumir, junto con la antropología de la política brasileña (Peirano, 1997; Borges, 2004; Goldman, 2006), que todas las concepciones de política son etnográficas. Reconociendo el malestar con las concepciones disciplinares de política, Peirano (1997) propone partir de la noción maussiana de “hecho social total” para tomar distancia de los supuestos modernocéntricos del concepto de política. Por ello, la premisa de su análisis consiste en asumir la política como categoría etnográfica en la cual observadores y observados estamos involucrados como “nativos” (e “investigadores”). La etnografía adquiere un lugar central en la elaboración analítica. No se trata simplemente de seguir los registros de campo sino de lograr problematizarlos, reconstruyendo la experiencia de ruptura que constituye el conocimiento a través del relato etnográfico. Por ello, en los próximos apartados, pretendo seguir mi etnografía, citando los registros de campo, resumiéndolos y contextualizándolos, en vistas de discutir las concepciones de política en juego.

Aún cuando en Argentina existen etnografías de procesos políticos más amplios (Auyero, 2001; Balbi, 2007; Frederic, 2004; Manzano, 2008, entre otras), pocos análisis etnográficos se han orientado específicamente hacia las elecciones generales (Boivin, Rosato y Balbi, 2003; Soprano, 2003). Este artículo busca complementar esta escasez relativa a partir de dos ejes: enfocar a las tramas locales (en lugar de los partidos políticos en campaña) y situar el análisis en el conurbano bonaerense (dada su importancia en términos electorales)9.

2 Elecciones anticipadas

Las elecciones estaban programadas para octubre pero, en marzo, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner (2007- ) presentó un proyecto al Congreso para que las mismas tuvieran lugar el 28 de junio. La aprobación del proyecto fue rápida, a pesar de las críticas de los opositores. Me enteré de la noticia escuchando la radio con un señor en Torres. Arturo decía: “Ahora se va a ver quiénes quieren competir”. Y pronosticaba “pases” (alianzas y cambios de sección electoral en la oposición). Esa tarde charlé sobre el tema con José. Venía de una reunión con dirigentes de organizaciones sociales en Quilmes, donde habían discutido las consecuencias electorales del conflicto entre el gobierno y las principales entidades agropecuarias en 2008. La resolución 125, que pretendía modificar la alícuota de las retenciones fiscales según los montos exportados de varias commodities, había sido el detonante del conflicto. José y los dirigentes habían hablado de los recursos fiscales que las retenciones habrían implicado (si la resolución 125 hubiera logrado ser aprobada en el Congreso) y de las dificultades de legitimación que el conflicto acarreaba para el gobierno. Las protestas que un año antes habían encabezado los dirigentes de las principales entidades agropecuarias, eran centrales para comprender el escenario electoral. Según la interpretación de José, la estrategia de adelantar las elecciones era para evitar el desgaste de otro conflicto similar.

José dice que hoy estuvieron analizando lo del adelantamiento de las elecciones. Que decían que era una medida para anticiparse a los del campo y legitimarse (le cuesta esa palabra), para estar preparado para la crisis. Me pregunta qué pienso yo. Le digo que no sé, que recién me estoy enterando ahora de esto. Me pregunta si no leo los diarios. “Más los fines de semana miro”. “¿Mirás o leés?” “Leo… el diario”.

Le digo que no termino de entender todavía… Dice que el tema es que se juega cómo va a seguir gobernando los próximos dos años, porque si tiene el Congreso en contra no va a poder sacar una ley. Que si hubiera salido la 125 ahora habría un colchón para esta crisis: un colchón es lo de las AFJP y otro colchón hubiera sido ése. Le digo que igual también tienen que ver porque con la 125 lo que pasó también fue que la gente que había ganado por la lista de ellos no los respaldó… hasta Cobos. “Pero Cobos no es un compañero”, contesta él. “Vos también decís por Solá, ¿no?”, agrega. Y continúa: “Con el campo hubo muchos errores; de no ver el problema, porque el campo ya no es como era antes. Ahora muchos chicos arriendan los campos, ya no producen. Solá podía manejar ese tema pero lo rebajaron, porque él era gobernador y lo pusieron de primer diputado… Es lo mismo que con Balestrini. A él también lo rebajaron: pasar de presidente de la cámara a vicegobernador… Él estaba para más. Pero lo que tiene es que él se lo toma de otra manera”.

Me cuenta que estuvo en Quilmes con la gente de Luna, con Karaman, hablando de todos estos temas. Que va porque les está organizando la reunión con Pisoni, ésa que me comentó. Asiento. Que ahora van a tener que trabajar a full. Encima justo empezó la escuela. Espera no tener que dejar. Pero ya ve que van a estar corriendo de nuevo. Se sonríe.

(Registro del 13 de marzo de 2009).

Me había reunido con José para continuar con su historia de vida. Al apagar el grabador, charlábamos de las últimas novedades. La noticia del día era el adelantamiento de las elecciones. Ese tema fue un eje importante de la reunión con Luna y Karaman (dirigentes de organizaciones territoriales), en Quilmes. Ellos habían sido muy importantes para la formación política de José. Ahora los seguía escuchando pero también contaba su parte y los ayudaba con contactos con los funcionarios, como Carlos Pisoni (el titular del Instituto de la Vivienda bonaerense). En la reunión, habían interpretado la estrategia oficialista anticipando el panorama futuro. El eje para pensar la situación era el denominado “conflicto del campo”, que había tenido lugar el año previo pero amenazaba con resurgir antes de la venta de la cosecha. Puntualmente, José y sus interlocutores veían la cuestión en relación con los recursos fiscales disponibles en tanto los implicaba directamente (los programas habitacionales se sostienen a partir del superávit fiscal). Más ampliamente, la derrota conllevaba un problema de legitimidad para el gobierno.

A la vez, José esperaba que yo, como profesional interesada en política, también opinara al respecto. Leer el diario o mirar televisión era un indicador diferencial de mi conocimiento (y compromiso) con el tema. Como me había dicho su secretaria, ella sólo comenzó a leer el diario cuando entró a trabajar en el municipio. Como había mencionado José, él pasó de Crónica a Clarín luego de la toma. Leer el diario más vendido en Argentina (en lugar de un periódico sensacionalista) era importante para el trabajo mismo.

Ambos tratamos entonces de analizar lo que implicaba el denominado conflicto con el campo para las futuras elecciones. Al aludir al “voto no positivo” del Vicepresidente Julio Cobos como desenlace de dicho conflicto en el Congreso, mi comentario apuntó hacia el entramado oficialista. Esa clave de lectura se emparentaba más a lo conversado con el señor mientras escuchábamos la radio que a lo que estaba diciendo José en ese momento. Pero él no era ajeno a esa interpretación: primero, remarcó la distinción entre compañeros y no compañeros; segundo, habló de rebajar. Según entiendo, su interpretación ponía en juego la cuestión de la lealtad, central en la configuración moral del peronismo. Como Vicepresidente, Cobos había dirimido la disputa legislativa sobre las retenciones votando contra la propuesta del Poder Ejecutivo en el Senado. Ex gobernador radical de la provincia de Mendoza, Cobos había sido electo como candidato a Vicepresidente en 2007, dentro de un intento de “Concertación Plural” del entonces Presidente Néstor Kirchner. Sí, para mí, era un caso ejemplar de las disputas internas al entramado oficialista, para José, Cobos quedaba fuera porque, como radical, no podía ser evaluado en términos de lealtad. Para José, la comparación se centraba en dos políticos peronistas: Felipe Solá y Alberto Balestrini. Ambos habían sufrido un desplazamiento en sus carreras políticas, pero se lo tomaban de manera diferente. El primero había pasado a tejer alianzas con Francisco de Narváez, quien también se identificaba como peronista pero se oponía al gobierno. El segundo continuaba como Vicegobernador, y participaba del armado oficialista.

Como muestra Balbi (2007), la historia del peronismo puede comprenderse desde un análisis de la lealtad como lenguaje moral del mismo. Esta cuestión también aparece trabajada por Boivin, Rosato y Balbi (2003) desde su contracara: la traición. Centrando el análisis en el PJ (Partido Justicialista10), dan cuenta de un proceso por el cual una derrota electoral anunciada es tramitada como expulsión del traidor: “frasquito de anchoas, diez mil kilómetros de desierto y después conversamos”. Según su análisis, el proceso que conducía a dicho desenlace podía comprenderse a partir del desplazamiento del futuro traidor de las listas oficialistas. El análisis de José era similar al de los políticos del PJ retratados en dicha etnografía. A diferencia de ellos, no concluía con una acusación sino mostrando las complejidades de las diferentes posiciones y las respuestas alternativas según las diversas personas. Los momentos eran diferentes: mientras aquellos buscaban explicar una derrota electoral, José trataba de evaluar para entender y para actuar de la mejor manera posible… Pero las acusaciones también fueron centrales en la campaña. La condena al traidor, expresada en pintadas callejeras o en el discurso encendido de Balestrini en un plenario del PJ en La Matanza, se desplegaba en el podio. En otros contextos, algunos actores podían valorar sus respectivas “picardías”.11

Por último, José entendía el adelantamiento de las elecciones en relación con sus actividades habituales. El acortamiento de los plazos implicaba un ritmo de trabajo mayor. Es decir, José entendía su participación en las elecciones como parte de su trabajo, centrado en la urbanización. A la vez, la intensificación del trabajo podía conllevar a un abandono de la última actividad que había emprendido: volver a estudiar. Siguiendo un consejo recurrente del Senador Provincial Jorge Pirozzolo (en vistas de la potencial carrera política de José), retomaba la escuela. “Dígame Licenciado…”, había bromeado el día que me contó al respecto.

3 ¿Pensás que vamos a ganar?

Ante la intensificación de la campaña, los actos se multiplicaron. Según José, todos tenían que estar preparados porque “en cualquier momento mandan los micros y tenemos que llenarlos”: uno o dos salían desde Torres, otros desde las demás villas donde la unidad ejecutora estaba implementando programas de urbanización.

En este clima se realizó, hacia fines de marzo, el plenario del PJ de La Matanza. Un cartel en la cooperativa de paredón anunciaba fecha y lugar del evento: “miércoles 17 hs. en El Fortín” (un club de una localidad cercana donde tenían lugar algunos actos políticos municipales). Mientras los pibes firmaban la planilla de asistencia al finalizar el día de trabajo, Mirta, como responsable de la cooperativa, se los recordaba a uno por uno. Según decía, era importante porque estaba anunciado Balestrini como orador.12 Allí estuvimos.

Antes de salir para el acto, y a pedido de la secretaria de José, Mirta anotó los nombres de todos los presentes en un cuadernito. Después de preguntar mi apellido, me aconsejó que subiera al micro para conseguir un lugar, agregando que su sobrina había traído al bebé. “Somos más o menos los mismos de la otra vez”, concluyó. Entre ellos, se podía distinguir a los grupos de las dos cooperativas que trabajan con pibes: demolición y paredón. Además, estaba el grupo que “trabaja en política con José”, coordinado por Mary, la hermana de Mirta (y prima de José). Los integrantes de este grupo asisten a las reuniones de política semanales que coordina José, y se ocupan de afiliar, rastrillar previo a las elecciones, pegar carteles y asistir a actos.13 Participan tanto las personas más cercanas a José (que en general también realizan trabajos en cooperativas o en la unidad ejecutora) como algunas mujeres y chicas que se aproximaron recientemente buscando trabajo.14 La hija de Mary también forma parte de este grupo. Mientras arrancábamos, la esposa de José y su nene menor subieron al micro. Generalmente, José llevaba a su familia en la camioneta del municipio pero, esta vez, iba desde otra reunión. Como era habitual, su secretaria distribuyó las remeras y gorritas azules de la urbanización entre todos los presentes. En el camino, recogimos a la enfermera de la salita y a sus dos hijas, que vivían en un barrio cercano. “Somos 35”, anunció Mirta luego de anotarlas.

Durante el acto, varios oradores se sucedieron. El secretario general de la CGT (Confederación General del Trabajo) municipal elaboró un discurso encendido rememorando la historia del peronismo desde el triunfo de Perón en las elecciones de 1946. Los demás, en cambio, se centraron en cuestiones de organización de la militancia en vistas de los próximos comicios, insistiendo en que era preciso “trabajar puerta por puerta”. Finalmente, llegaron Espinoza y Balestrini. En su discurso, Balestrini ironizó sobre el Properonismo, criticó el tema del campo y atacó frontalmente al Vicepresidente Cobos, acusándolo de traidor.15

Una vez que Balestrini termina de hablar, Andy me pregunta: ¿Pensás que vamos a ganar?

C: - Sí, además lo del adelantamiento conviene.

A: - Porque no le da tiempo a los otros para armarse, ¿no?

C: - Sí, y también porque en Capital no van a ganar y es mejor que sea todo junto porque si no, los medios después agrandan las cosas, como en Catamarca.

A: - Sí, claro.

C: - ¿Viste que Kirchner dijo que perdieron pero hicieron una mejor elección que la anterior? O sea que de lo que venían, ganaron más.

A: - Claro, pero los medios enseguida sacaron que habían perdido.

(Registro del 25 de marzo de 2009).

En el acto partidario, el tema central era la campaña. La figura clave era Balestrini, el conductor distrital. Al terminar el acto, José se acercó con su hijo en brazos para saludarlo y mostrarle a su ahijado. Para él era importante actualizar ese vínculo. Para otros era parte del día de trabajo, o de salir de paseo. Para Andrés, ya se vaticinaban resultados sombríos… que yo ignoraba.

4 Cierre de campaña

Las elecciones en la Provincia de Buenos Aires fueron presentadas en términos “plebiscitarios” por el oficialismo. Desde el discurso de Kirchner, el escenario bonaerense aparecía como el lugar central para validar al gobierno nacional amenazado. El gobernador y varios intendentes debieron presentarse en las listas oficialistas como candidatos “testimoniales”. Diferentes sectores de la oposición denunciaron mediática y judicialmente la estrategia. Según aducían, el matrimonio Kirchner apelaba a “Los Barones del Conurbano” para sostener su “monarquía”.16 A pocos días de los comicios, los sondeos mostraban la polarización del electorado bonaerense entre dos listas: la encabezada por Kirchner, secundado por el gobernador Scioli, y la liderada por de Narváez, secundado por el ex gobernador Solá. Los cuatro candidatos se identificaban como peronistas. Ambas listas se repartían el 70% de los votos en porcentajes relativamente parejos.

A la clásica “cabeza de Goliat”, podía sumarse un rasgo específico para comprender la centralidad del “conurbano” en los análisis políticos más recientes (y las estrategias asociadas a ellos). El “conurbano” aparecía como ámbito por excelencia de la política nacional, marcado tanto por el “quilombo” que podía deponer gobiernos (especialmente los saqueos en 1989 y 2001, pero también las protestas piqueteras) como por su relevancia en términos de caudal electoral (especialmente después de la reforma constitucional en 1994).17 Ese argumento era central en el análisis electoral periodístico:

Cuando las encuestas registran los sentimientos de la mayoría de los habitantes del conurbano repiten palabras como desolación, hundimiento, devastación. Desde hace décadas, la zona está signada por el lento derrumbe de la actividad industrial y por el desempleo. Por eso la idea de que podría quedar envuelta en un estallido se convirtió en una hipótesis obligatoria de la política nacional. Durante la caída de Fernando de la Rúa muchos temieron que esa fantasía se estaba realizando. Kirchner lee las encuestas. Sus referencias al caos no intentan meter miedo sino trabajar sobre el miedo que ya existe. (Pagni, 2009a, párr. 3).

Durante la campaña, los candidatos evitaron las convocatorias masivas. Pero en el cierre, Kirchner llamó a un gran acto en el Mercado Central, replicando lo realizado en elecciones anteriores. Según Rocca Rivarola (2006), en 2005 el oficialismo buscó desperonizarse en las elecciones nacionales mientras se peronizó en La Matanza. Ahora, el oficialismo parecía jugar ambiguamente en torno del peronismo, distanciándose y retornando a él. El cambio en el sello de la lista, sugerido por Balestrini, mostraba esos cambios: de Frente para la Victoria a Frente Justicialista para la Victoria.

Como en otras movilizaciones, tres micros estaban estacionados en la avenida asfaltada de Villa Torres cuando llegué. La secretaria de José hablaba por su celular (tipo radio) ultimando los detalles. Otra de las mujeres anotaba a quienes subían a los micros. Los pibes ya estaban en un colectivo, tocando los bombos. Las trompetas quedaban reservadas para el momento del acto. El grupo de una cooperativa de trabajo iba aparte, en su camioneta. Una vez que todos estuvimos listos, llegó José con su familia en la camioneta del municipio. Salimos. Cuando pasamos por el frente de Villa Torres, se veían varios grupos construyendo y casas recién terminadas, entre otras antiguas… Un pibe sentado detrás de mí comentó: “¡Mirá qué suerte que tienen estos villeros! ¡Las casas que les dieron!”. Sus amigos le festejaron el chiste. Yo sonreí. El señor a mi lado permaneció serio.

Llegamos temprano, con tiempo para colgar la bandera: José Domínguez – Urbanización Barrio Arieta.18 Antes del acto, se proyectaron varios videos en la pantalla gigante junto al escenario. En uno, aparecían José, su mamá y una mujer de otro barrio hablando de la urbanización. Una vez que la explanada comenzó a poblarse, pregunté a varias personas si había más o menos gente que la vez pasada (cuando, en 2007, Cristina Fernández de Kirchner era candidata a Presidenta). A mí me había sorprendido que Arturo, el señor con quien escuché la noticia del adelantamiento de las elecciones, no estuviera presente en el acto de cierre de campaña, porque lo había visto en muchas otras movilizaciones. Recién allí comencé a dudar: ¿perderían las elecciones? Entonces pregunté por la cantidad de gente en el acto. Para Sanmartín, el arquitecto que coordina técnicamente la urbanización, estaba más o menos igual que la vez pasada… todavía era temprano. Para Javier, el presidente de una cooperativa de trabajo, había menos gente porque Cristina perdió credibilidad con lo del campo. Para Andy, quien ya se había mostrado inquieto por los resultados electorales en abril, el tema era que a los jóvenes no les importa nada y se enganchan con la pavada de Tinelli. Ni una mujer que trabaja en la unidad ejecutora municipal ni la señora que es delegada en el asentamiento (una parte del barrio no incluida en el programa oficial) respondieron directamente a mi pregunta: la primera explicó que no había estado la vez anterior y la segunda hizo un gesto de duda. Quedaba esperar…

Durante el acto, hablaron el intendente y los principales candidatos: Fernando Espinoza, Alberto Balestrini, Daniel Scioli y, finalmente, Néstor Kirchner. El orador principal comenzó denunciando los intentos “destituyentes” contra la Presidenta para concluir proclamando que “la voluntad del pueblo es inquebrantable”. Al finalizar, los parlantes, las murgas y los participantes entonaron la marcha peronista.19 En el escenario y entre el público, algunos alzaron sus puños formando la V de la Victoria. La mayoría de los que vinieron en micro desde Torres sólo cantaba, mientras los chicos saltaban a agarrar los papelitos celestes y blancos lanzados desde el escenario.

Cuando volvíamos en el micro, la delegada del asentamiento recibió una llamada de su hija. Estaba mirando la tele. La pantalla estaba dividida en dos: en una mitad mostraban el acto en el Mercado Central; en la otra parte aparecía de Narváez caminando por la plaza de San Justo, en el centro de La Matanza. “Mientras todos estamos acá, él nos está caminando la plaza… ¡qué hijo de puta!”, dijo la delegada con su tonadita paraguaya.

Esa misma noche, Tinelli había invitado a Kirchner a su programa. Una cámara estaba apostada en la calle, mostrando a cada rato la acera vacía. Las bromas se sucedían, manteniendo la tensión. A las doce menos cinco, Tinelli telefoneó a la Residencia Presidencial ante el público expectante. Después de varios intentos, Kirchner respondió al llamado. Bromeó con su sosías, diciéndole que necesitaba que lo ayudara a doblar boletas.

5 Los comicios en Torres

En Villa Torres, el subcomando suele funcionar antes de las elecciones como lugar para consultar padrones, averiguar sobre los trámites para el documento o… doblar boletas. Ubicado en la galería de una casa vieja del barrio, fue prestado al grupo para funcionar como merendero en 2002. También fue lugar de las “reuniones de política” cuando José comenzó a participar de la Agrupación Ramón Carrillo (liderada por Balestrini). Entonces habían dibujado las imágenes de Perón y Evita en una de sus paredes interiores. Pero, desde fuera, no había carteles que la identificaran, excepto en momentos de elecciones (internas o generales) cuando estaban pegados los afiches de propaganda.

El trabajo se intensificaba los días previos a los comicios. Como habían indicado varios oradores durante el plenario del PJ en marzo, era importante ir puerta por puerta para charlar con los vecinos y entregarles el papelito con el lugar de votación y la boleta. Esta vez, además, habían conseguido unos parlantes enormes donde ponían la marcha peronista. “Para que todo el barrio sepa que pronto hay que votar”, me explicó Mary, encargada de esas tareas.

El domingo de los comicios llegué al subcomando cerca de las tres de la tarde. Dos mujeres estaban frente a la computadora para informar dónde votaban quienes se acercaban a preguntar. Otras picoteaban los restos del locro que había preparado el esposo de una de ellas. Ya había menos movimiento porque los micros habían funcionado hasta las tres. Ahora disponían sólo de un auto y una camioneta como transporte. En general, quienes venían recibían indicaciones respecto de dónde quedaba la escuela y qué colectivos tomar. Algunos se ofendían: un pibe que había entrado con su bici salió diciendo que entonces no votaba; un señor que estaba tomando mate en la puerta me contó que él había mandado a sus hijos de vuelta para su casa porque no tenían cómo ir a votar, porque estaba “mal organizado”, augurando que después lo iban a lamentar.

Cerca de las cinco pasó Fierro. Él tiene una unidad básica (UB)20 en el barrio, Los Soldados de Perón, que fue heredada de un hombre muy valorado en el barrio (“el único que había hecho algo por el barrio antes de esto que consiguió José”, me dijo el mismo señor que criticaba la desorganización). Apenas me vio, Fierro me invitó a visitar la UB, que actualmente forma parte de la misma agrupación que José. Quería contarme lo que estaban armando… “Para que en las próximas elecciones haya al menos uno de la Torres como candidato (aunque sea de Consejero Escolar)”, aseguró antes de salir para la escuela donde era fiscal general.

A eso de las cinco y media, también nosotros partimos para una escuela. Era una de las dos que eran responsabilidad de la Torres. La otra, aquella donde había ido Fierro. Mientras íbamos caminando, Mary me explicó que hoy era importante para que te vieran trabajar, y que es duro porque “la gente cree que te está haciendo un favor por ir a votar y se enoja”. Pero ellos hacen todo esto “por la urbanización, por el barrio”. En la escuela, las tareas eran diferentes: mientras unos fiscalizaban, otros se tenían que ocupar de cocinar, limpiar y ordenar la escuela. Entre todos los conocidos, había cerca de treinta personas. Además, estaban las autoridades de mesa, los fiscales de los demás partidos (Unión-PRO, Acuerdo Cívico y Social, Nuevo Encuentro), un policía y el portero de la escuela.

Una vez que el recuento concluía en cada mesa, José anotaba las cifras de los dos primeros en borrador, y las pasaba por su radio a una persona de la agrupación. Los resultados eran ajustados: la lista oficialista obtenía cerca del 40% mientras Unión-PRO alcanzaba un 33%.21 Le pregunté a José. Contestó que había que esperar los resultados en los kilómetros (la parte de La Matanza más alejada de Capital –y más pobre-). Esperamos.

Algunas mujeres se sentaron a contar chistes, los nenitos dibujaban en el pizarrón de un aula mientras Matías (el trompetista de la murga y papá de una) los cuidaba, el policía tomaba mate con Gómez, quien es reconocido como la mano derecha de José, los fiscales de los demás partidos conversaban entre sí, y el sobrino de José le mostraba al abogado que trabaja en la unidad ejecutora cómo su hija de 3 años imitaba a Kirchner, ¿Estás nervioso?

Quedaba una sola mesa por cerrar. La presidenta de mesa no quería que nadie tocara las boletas. Ella abrió todos los sobres, ordenó todas las boletas y contó todos los votos. Cada uno que trataba de meterse era sistemáticamente expulsado, incluso las autoridades electorales y los gendarmes que llegaron a buscar urnas y padrones. Mientras todos esperábamos, José les dijo a los pibes que prepararan la murga, que estaba esperando para saber si había que ir a festejar a la plaza de San Justo. Los jóvenes, entusiasmados con haber actuado como fiscales y con los resultados en la escuela, tenían expectativas respecto del festejo. Otros ya se mostraban menos optimistas.

Al terminar, algunos se fueron a su casa pero varios volvimos al subcomando para esperar desde allí. Ya era noche cerrada y comenzaba a llover sobre el techo de chapa. Los hombres fueron a buscar a quienes estaban en la otra escuela. No teníamos radio ni televisión. La secretaria de José recibía las novedades por su celular. Su sobrina corría entre su casa y el subcomando para mantenernos al tanto de los resultados preliminares. “Cambiá la cara, que no te pueden ver así”, le dijo en voz baja a la secretaria luego de contarle.

Una muchacha contó que un presidente de mesa se había llevado la urna al baño y después todos lo imitaban. Decía que había estado como fiscal otras veces y nunca vio algo así. Uno de los pibes relató cómo “la pibita cheta” (la presidenta de mesa que no dejaba contar a nadie) le había dicho que se retirara de allí, que no quería problemas con sus pertenencias personales. “Me trató de chorro”, repetía indignado. Pero él no se había quedado callado: le contestó que, como “fiscal general”, podía mirar sin tocar nada.

Al llegar los demás, la secretaria de José se ocupó de revisar todas las carpetas y completar la información faltante. Mientras, José recibió el llamado del presidente de una cooperativa que estaba mirando la tele y le preguntaba si sabía algo más. Entonces llamó al Secretario de Obras Públicas (su superior inmediato en el municipio). Según contó a todos al cortar, el secretario le dijo que eran los resultados del interior de la provincia, que había que esperar al conurbano. “Ahora vamos para casa y nos quedamos viendo la tele. Cuando haya novedades, enseguida nos mandamos un mensaje… Así sean las dos de la mañana, ¿eh?”, concluyó José. Él iba a dejar los papeles en la agrupación.

Recién a la madrugada, Kirchner reconoció públicamente la derrota electoral “por poquito”. Los cómputos finales indicaron que la lista encabezada por de Narváez había triunfado con el 34,58% de los votos, mientras la liderada por Kirchner había alcanzado un 32,11%. Al día siguiente, la Presidenta también dio una conferencia de prensa al respecto. Luego de unos días, hubo recambios en el gabinete. A la vez, Kirchner renunció como presidente del PJ, asumiendo Scioli en su reemplazo. En Torres, las actividades continuaron. Durante la semana, llamé a José para tratar de entender. Sólo contestó que el secretario le había dicho que ahora había que trabajar para las próximas elecciones, que lo importante se jugaba en el 2011.

6 ¿Sorpresa? ¿Para quién?

En los apartados precedentes, he buscado recuperar resumidamente mis registros etnográficos y contextualizarlos. Durante esos meses, intenté acompañar al grupo de Villa Torres siguiendo las actividades centrales de la campaña, pero no comprendí lo que sucedía allí. Para transcribir mi desconcierto respecto de los acontecimientos, fue preciso incorporar elementos de contextualización. Mediatización y territorialización se superponían pero no parecían acarrear un sentido unívoco. Esta complejidad podía sintetizarse en una de las situaciones relatadas aquí: mientras Kirchner convocaba a un acto masivo en el distrito clave, de Narváez “le caminaba” el centro de dicho distrito; ambos aparecían reflejados simultáneamente en los medios y la noticia era comunicada por celular a quienes “trabajaban en política” con José, un dirigente barrial que aparecía en el video oficialista y habían concurrido al acto desde un barrio del mismo distrito.

Lo barrial, lo municipal, lo provincial y lo nacional aparecían combinados. En principio, la cuestión de los “anidamientos territoriales” ya ha sido trabajada por Calvo y Escolar: “en el caso de la superposición de arenas nación-provincias, el anidamiento incluye la relación entre el candidato nacional, el candidato local, el votante mediano nacional y el votante mediano local” (Calvo y Escolar, 2005, p. 50). Si el resultado de este proceso es “la conformación de un mercado electoral híbrido en el cual el nivel de ‘territorialización’ del voto no es constante en todas las provincias” (Calvo y Escolar, 2005, p. 50), los mismos autores muestran que:

En Buenos Aires se produce una profunda articulación de la política nacional con la provincial y aun con la municipal, es decir que el arrastre de una arena electoral sobre la otra es mutuo, cambiante en el tiempo y de intensidad variada, en coincidencia con el impacto demográfico electoral que tiene el distrito en el conjunto de las categorías electorales nacionales argentinas. (Calvo y Escolar, 2005, pp. 272-273).

En parte, los comicios en 2009 pueden ser leídos en esta clave.

El oficialismo articuló una estrategia de nacionalización de las elecciones provinciales con un intento de administrar “arrastres electorales” de los candidatos municipales y provinciales hacia el escenario nacional. El discurso de Kirchner y las candidaturas testimoniales podrían comprenderse a partir de allí.22 En notas periodísticas, diferentes analistas políticos discurrieron sobre el tema: si previamente las opiniones estaban divididas respecto de la eficacia de dicha estrategia, las lecturas posteriores se dedicaron a fundamentar por qué había resultado inefectiva.23 La pregunta por los cortes de boleta seguía una hipótesis fuerte respecto de la estrategia de los intendentes, y su lealtad. Los resultados electorales conducían a dudar (nuevamente) de la eficacia de las máquinas electorales para controlar a los votantes.24 De una u otra manera, las hipótesis volvían sobre la imagen de “Los Barones del Conurbano”, oscilando entre dudar de su lealtad o de su poder territorial para relativizar su peso (antes magnificado por las estrategias oficialistas, las acusaciones de la oposición y las críticas periodísticas). Todos buscaban explicar la derrota kirchnerista.25

En La Matanza, no se produjo un desacople significativo entre candidatos nacionales, provinciales y municipales. La lista del FJPV (Frente Justicialista para la Victoria) triunfó con el 42,61% de los sufragios, secundado por la lista de Unión-PRO con el 31,65%. Las elecciones en la escuela donde asistí mostraban una cercanía llamativa con el promedio del distrito. Pero ¿se podía hablar de un “votante mediano” estilizándolo a partir de allí? La urbanización en Villa Torres era expuesta por el oficialismo. José era una figura importante de ese entramado aunque su papel no era claro para mí: figuraba en el video de campaña pero, como en 2007, no era candidato en las listas. ¿Cómo comprender las elecciones desde la etnografía en Villa Torres?

Las preguntas de los analistas políticos, y de los estrategas de campaña, se orientaban directamente a predecir e impactar sobre los resultados electorales. En Villa Torres, las preguntas claves eran diferentes. En principio, esa distancia no llamó mi atención. Aún observando cómo analizaban la situación mis anfitriones, consideraba que una derrota del oficialismo resultaba un pronóstico poco verosímil. Interpretaba la perspectiva de mis anfitriones atendiendo a la autonomía de las bases en la “organización desorganizada” que Levitsky (2003) describe en el PJ y, desde una lectura influida por el clima electoral, presuponía que la “maquinaria partidaria” aseguraría el triunfo oficialista en Buenos Aires. Mi sorpresa dio cuenta de la imposibilidad de leer los indicios etnográficos por subordinarlos a un relato sobre la “maquinaria partidaria” en el que yo, casi inadvertidamente, creía. Al reducir los actores a ‘piezas’, la metáfora de la maquinaria subordina sus acciones a un esquema central. Para romper con esa visión, no he propuesto analizar las elecciones en Torres sino desde allí.

Unas semanas después de las elecciones intercambié mensajes de texto con el Ruso, un hombre reconocido como central en los inicios de la urbanización en Villa Torres pero que se había distanciado del grupo a lo largo de los años por no ser peronista (y mostrar aspiraciones políticas). Le pregunté si estaba sorprendido por los resultados. Contestó que no, pero que sí estaba preocupado. Recién entonces comencé a entrever lo que mi propia sorpresa ocultaba.

Otras etnografías han mostrado cómo la política es vivida como trabajo en diferentes barrios periféricos de Buenos Aires (Auyero, 2001; Frederic, 2004; Manzano, 2008; Quirós, 2006). La urbanización en Villa Torres también puede leerse en esa clave (Ferraudi Curto, en prensa). Más precisamente, la referencia al trabajo contribuye a entender cómo vivían las elecciones. Como señalaba José, el adelantamiento implicaba una intensificación de la actividad diaria. En palabras de Mary, el día de los comicios era un día importante para mostrarse trabajando, pero el centro era la urbanización. Así, ella respondía al enojo de algunos de sus vecinos cuando no eran “llevados” a votar, enfatizando que ellos eran diferentes a quienes antes trabajaban en política en el barrio (incluido Fierro). Esa perspectiva se construía por oposición a otra forma de hacer política para la cual el voto era considerado como “favor”. Para mi interlocutor durante la tarde, eso significaba “desorganización” y “falta de respeto” que luego lamentarían. Él valoraba lo que José había hecho por el barrio pero lamentaba cierto descuido entre quienes lo rodeaban. Tanto él como Mary veían la actividad como parte del trabajo pero diferían en el criterio para considerarlo bien hecho. Ambos tomaban como eje a la urbanización. Las elecciones eran entendidas dentro de ese marco. En palabras de José, “participar políticamente es bueno en la medida en que sirve a la urbanización”. El aura que revestía a las elecciones para los diferentes analistas (y políticos directamente comprometidos en la contienda), y la parafernalia en torno de las mismas, resultaba relativizado desde Villa Torres. En definitiva, el 28 de junio de 2009 fue un día largo de trabajo para ellos. Pero ¿se trataba de cumplir con la tarea o había algo en juego?

Los pronósticos hechos durante el acto en el Mercado Central cuando pregunté por la cantidad de gente presente (y las inquietudes expresadas unos meses antes por Andy); las caras, los comentarios y los llamados al cerrar el comicio… enseñaban que los significados de las elecciones no se reducían al trabajo realizado (y mostrado). El momento era vivido emocionalmente, y los resultados electorales despertaban preocupación. Pero la respuesta difería de la de los analistas políticos académicos o militantes (y la mía). Entonces las acciones de mis anfitriones no apuntaron a precisar las falencias de la estrategia (ni a buscar al traidor). Tampoco las dudas sobre el presente se estructuraban a partir de una imagen nostálgica del pasado, pretendiendo mirar a las estrellas para encontrar el rumbo (como el buscavidas citado en el epígrafe). Más aún, mis anfitriones diferían de la imagen clásica de las redes políticas asociadas a las políticas públicas focalizadas durante los ’90. Entonces, Auyero (2001) mostraba cómo las mujeres inmersas en una red “clientelista” local representaban la performance de Evita en sus presentaciones públicas, mientras Semán (2006) describía cómo una pastora levantó un templo en donde previamente había alzado una unidad básica, descontenta porque “antes daban más”. En estas etnografías, el recuerdo del peronismo como estructura del sentir y su actualización como red política barrial asociada a los programas estatales resultaba el eje para comprender cómo unos y otros vivían la política. En Villa Torres, en cambio, el pasado no ayudaba a comprender ni a quienes habían trabajado el día de las elecciones ni a quien no era peronista pero estaba preocupado por los resultados. No era hacia el mundo feliz de un pasado idealizado que se orientaban las inquietudes sino hacia la urbanización presente (y los futuros posibles asociados a ella). La urbanización hablaba de la “suerte” de estos “villeros”… En lugar de guiarse por estrellas (monstruos y nostalgias), como en la novela de Incardona, ellos vivían esperanzas muy actuales, con realismo (y algunos también con ironía).

En octubre, volví a visitar al señor que no había ido al cierre de campaña. Me contó que todavía estaba esperando que le hicieran su casa nueva. En marzo, habíamos bromeado con que para esta época del año, ya estaríamos tomando mate en su balcón, o sentados en los sillones que compraría para esa casa… Pero en octubre seguía esperando.

Recordé mi registro del 28 de junio. También nosotros habíamos esperado: primero, en la escuela; después, en el subcomando; por último, cada uno en su casa. Para mí, se trataba de entender el resultado de las elecciones en Torres. Para ellos, en cambio, la cuestión central era saber cómo continuar. Para entender las elecciones desde Villa Torres, tuve que comprender la espera como contracara del trabajo en la urbanización. Porque las elecciones no se dirimían en Villa Torres, pero sus resultados eran considerados importantes para la urbanización… y para la vida en Torres. Trabajar, mostrarlo, esperar y analizar para actuar de la mejor manera posible…

Para salir de la sorpresa, no se trataba tanto de estilizar un “votante mediano”. Tampoco se trataba de barajar la lealtad o el poder de los intendentes, u otros actores relevantes. O combinar entre mediatización y territorialización de la política. Estas explicaciones a posteriori, vistas desde la etnografía en Villa Torres, omitían lo central. Ante una derrota anticipada, lo importante era trabajar bien y esperar… hasta entender cómo hacer la próxima jugada.

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