Reseña de Parker (2010) La psicología como ideología. Contra la disciplina

Review of Parker (2010) La psicología como ideología. Contra la disciplina

  • Antar Martínez Guzmán
Portada libro

Ian Parker (2010).
La Psicología como disciplina: contra la ideología. Madrid: Catarata.
ISBN: 978-84-8319-544-4



A favor y en contra

La psicología ha sido siempre un campo en desasosiego. La historia de la psicología bien puede ser la historia de sus íntimos desencuentros, de sus disputas domésticas con respecto a su objeto, su sujeto, su naturaleza o su función en la sociedad. Desde sus inicios, la psicología ha tenido que luchar consigo misma, batallar para ir despejando la incógnita inagotable de qué es o qué no debería ser. Al margen de los libros de texto (en su mayoría gringos) que dibujan un panorama armónico, donde distintas subdisciplinas o subcampos conviven en franca complementariedad y en compartimentos de especialización bien acoplados que constituyen una especie de gran familia feliz, al interior de la disciplina proliferan las tribulaciones que desdibujan la clara disposición y mantienen la casa de cabeza.

De hecho, hay una significativa serie de trabajos que se ha dedicado a poner en entredicho el proyecto de la psicología o de alguno de sus sectores. Problematizar las prácticas de poder del gremio o las presuposiciones teóricas estereotipadas que mantienen dichas prácticas ha sido en ocasiones una labor de tiempo completo, una especie de ‘psicología de la psicología’. La llamada psicología crítica es, sin ir más lejos, una distinguida exponente. El libro que comentamos se inscribe en esa obstinada tradición de reflexionar críticamente sobre la disciplina y cuestionar sus efectos inicuos. Más aún, este libro es un intento radical por empujar esta crítica al límite y proponernos imaginar “cómo sería la vida sin la psicología”.

Ian Parker imprime un tamiz rojillo a la reflexión crítica. Para Parker, la psicología es un instrumento al servicio del sistema capitalista y contribuye activamente al control y a la opresión. Desde esta perspectiva, la psicología está en una muy mala posición para contribuir a aliviar el sufrimiento de la gente y a resolver los problemas sociales precisamente porque se ha vuelto parte constituyente de estos problemas.

El autor inicia el libro mostrando la manera en que la psicología, como disciplina independiente, surge vinculada a determinadas condiciones históricas y políticas: como un tipo de conocimiento íntimamente ligado al desarrollo del capitalismo (capítulo 1). Se describe la manera en que la psicología moldea el conocimiento de las personas y las relaciones de acuerdo con unos modelos predeterminados bastante restringidos. Los procedimientos experimentales, los lugares de enunciación dominantes y la esencialización de las diferencias entre las personas son aspectos llamados a juicio (2). El autor explora los vínculos de la psicología con el mundo del trabajo y del hogar, haciendo énfasis en la manera en que ésta contribuye a reconducir estos ámbitos cotidianos hacia una matriz de productividad y reproducción compulsivas (3).

Posteriormente Parker argumenta que la psicología y, particularmente la psicología social, suelen producir una concepción anormal de la acción colectiva y estigmatizan el disenso político como irracional, descartando las circunstancias sociales reales en que la gente actúa (4). Argumenta que la psicología no sólo genera conceptos cuestionables sino que también incide en las condiciones concretas en que vivimos: participa de la organización material del mundo y contribuye a regular el comportamiento. La producción de la distinción normal/anormal sirve como ejemplo (5). A continuación el autor pasa revista crítica a los paradigmas no cientificistas y a las perspectivas “pseudoalternativas” y críticas, mostrando sus carencias y peligros en la reproducción de la “ideología capitalista” (6 y 7).

Parker realiza también un interesante análisis sobre la impronta innovadora que las “revoluciones” sociales han dejado en la disciplina. Algunos casos destacados se comentan: la revolución rusa en relación con las aportaciones de Lev Vygotsky; el mayo francés y Michel Foucault; los estudios feministas de los 70 que cuestionan la idea de Naturaleza en Estados Unidos; los movimientos revolucionarios latinoamericanas de los 70 y 80 que propician renovaciones en la disciplina a través de figuras como Martín-Baró (8). Sin embargo, enseguida advierte sobre las formas en que las perspectivas de izquierda suelen seguir el juego reduccionista e individualizante de la psicología, y la plasticidad de ésta última para neutralizar las fuerzas transformadoras: Parker evidencia, así, la dificultad inherente al proyecto de liberarse de la psicología desde la psicología (9).

En los capítulos restantes (10, 11 y 12) el autor discute algunos “frentes abiertos” que luchan por una psicología alternativa y que funcionan como líneas de fuga ante el orden dominante: proyectos organizaciones y experiencias concretas son comentadas. Adelanta algunas ideas a tener en cuenta como “prácticas de oposición” en la lucha por una psicología diferente y algunas “reivindicaciones transicionales” para poner en primer plano la transformación social. El autor cierra sugiriendo una serie de recursos y lecturas para profundizar en los argumentos planteados. Aquí cabe hacer notar que, a lo largo de todo el libro, el autor va haciendo referencia a una vasta serie de recursos y bibliografía relevantes sobre los temas que va tocando, de modo que el extenso apartado de referencias (unas 30 páginas) constituye un recurso bibliográfico extraordinariamente rico de perspectivas críticas sobre diversos temas.

A través de los 12 capítulos, el lector es conducido por el vasto paisaje de la psicología en sus diversas modalidades: teórica y aplicada, cuantitativa y cualitativa, alternativa y mainstream, clínica, educativa, cognitiva, organizacional, social, etcétera. La conclusión de este exhaustivo periplo es que las teorías y tradiciones en psicología son “en su mayoría inservibles y, en ocasiones, peligrosas”. A través de un prolongado recuento de perspectivas, supuestos, conceptos y sucesos, el autor afirma que el apego de la psicología a la perspectiva experimental y cientificista la ha convertido en “una parodia científica”. Pero el autor no es menos inclemente con las tendencias de la psicología más “blanda” (léase new age, transpersonal, participativa o cualitativa) que, participando de una crítica al cientificismo y planteándose como su alternativa, no consiguen ser menos peligrosas que su contraparte “dura”.

El autor hila su argumento apoyándose, en mi parecer, en tres ideas substanciales: 1) los efectos del carácter disciplinario de la psicología, la manera en que vigila y regula la individualidad; 2) los penetrantes efectos de la psicologización, la forma en que los asuntos políticos y económicos son reducidos a maneras de pensar o de sentir en una cultura psicologizada; y 3) la reivindicación de que para hacer frente a esta cultura hay que vincularse con luchas políticas progresistas y hacer de ellas una prioridad política. Una tesis central que se desarrolla a lo largo del libro es hay un gesto reduccionista y esencialista que yace en el corazón de la psicología. Ya sea con la investigación experimental reconocida por las altas instituciones psicológicas o con las psicologías pop alternativas, el mismo supuesto es puesto en juego: “arregla al individuo y remendarás las enfermedades sociales”.

Después de este recorrido demoledor, el autor concluye que “los psicólogos no tienen nada que ofrecer”. La mala noticia es que las respuestas psicológicas no pueden ser respuestas “progresistas”. La psicología debería ser interpretada como un “señuelo” que el capitalismo nos tiende como camino para buscar la felicidad. En su condición misma, la disciplina dificulta el vínculo entre la dimensión psicológica y la política progresista. Las ideas de “identidad individual” y la “satisfacción personal” son un buen ejemplo de ello. Con todo, el autor parece moverse (a veces confusamente) en torno a una tensión incesante. Existen condiciones estructurales previas a la psicología que condicionan sus esfuerzos y que conducen a la psicologización del individuo. De esta manera, en las mismas oportunidades y potencialidades de las psicologías emancipadoras reside la amenaza de la subjetividad neoliberal y del triunfo de un marco psicológico normativo… amenaza a la que sobreviven, sin embargo, algunos proyectos transformadores y líneas de fuga, y así sucesivamente.

Por otro lado, es palpable que el argumento está armado a través de las clásicas rúbricas marxistas: lucha de clases, alienación, ideología, falsa conciencia y demás. Por momentos, pareciera que cualquier otra crítica que no pase por reconocer la ‘alienación’ es una diatriba ingenua o, en el mejor de los casos, insuficiente. Así, toda crítica certera debería considerar la psicología como una ‘ideología’ que obstruye más que favorecer la transformación de las condiciones de opresión (he aquí el justo título que se le ha dado al libro en castellano).

Esta lectura más o menos restringida hace que la psicología aparezca por momentos como un mero reflejo de la ideología capitalista. Aunque la conexión que el autor nos muestra no es trivial ni fatua, corre el riesgo de generar un repaso simplista de los complejos y extensos debates al interior de la disciplina. Se echa de menos una mirada más compleja y ambivalente, menos maniquea, de ciertos desarrollos psicológicos. Una especie de batalla más minuciosa con el objeto para mostrar sus lados luminosos y oscuros antes de anunciar la condena. Con demasiada premura se califica a una buena parte de la psicología de “triste”, “lamentable”, “escabrosa” o “frívola”, sin preocuparse demasiado por mostrar el trajín por el que se arriba. De igual forma, frecuentemente parece que la psicología es suficientemente acrítica y despolitizada cuando sus desarrollos y consideraciones no coinciden con un tipo muy particular de crítica y juicio político, el marxista.

Con todo -y al margen de la problematización que se puede hacer a la noción de ideología y a la propia perspectiva marxista-, el autor logra articular una especie de gramática crítica que distribuye ágilmente por el cuerpo extenso de la psicología. La articulación de esta gramática es un logro meritorio en tanto contribuye a generar una mirada crítica coherente que permite poner en entredicho el proyecto social y cultural de la psicología en toda su amplitud e invita a pensar en su reformulación a profundidad. Este libro permite ensayar un abordaje decididamente desafiante ante la amplia y sinuosa geografía de la disciplina psicológica, llevando el cuestionamiento a lugares recónditos y a menudo insospechados para el ejercicio crítico habitual.

Este rotundo desafío y riguroso cuestionamiento a los presupuestos sobre los que se erige la psicología es, a mi entender, la pieza más desarrollada y donde el libro alcanza su mayor agudeza. Las rutas que conducen a la transformación, reconstrucción o escape resultan más ambiguas e inconclusas, quizá por una acertada precaución con respecto a las recetas y a los finales redentores. Lo cierto es que Parker atina en su argumento cardinal: los psicólogos tienden a pasar por alto las condiciones políticas que estructuran su concepción del mundo. El texto nos advierte, con un impulso inconformista y éticamente exigente, que si queremos transformar la psicología precisamos hacer un riguroso análisis crítico para dar cuenta de cómo opera al servicio del orden social, político y económico dominante. Para quienes nos interesa el proyecto de replantear las prácticas de la psicología y observar sus consecuencias políticas en la vida social, éste es sin duda un texto útil y estimulante, una referencia que se hará indispensable en el debate.