Hacer sociología a través de la teoría del actor-red: de la cartografía impresionista a la suciedad de las mediaciones

Performing Sociology Through Actor-Network Theory: From Impressionist Cartography to the Dirtiness of Mediations

  • Daniel Muriel
En este artículo intento proponer un esbozo de ciertos problemas que me he encontrado en el transcurro de mi investigación, dentro de la disciplina de la sociología, cuando he intentado seguir algunas de las principales tramas del complejo entramado de la teoría del actor-red (ANT), así como de los subterfugios que planteo para bordearlos. Dos son los problemas y dos los posibles subterfugios para abordarlos. Por un lado, me encuentro con el problema de la envergadura y fidelidad de las descripciones que exige la ANT, muy localizadas y minuciosas, que choca con los requerimientos de la teoría sociológica que busca regularidades y abstracciones. El subterfugio que planteo es el de la “cartografía impresionista”. Por otro lado, me topo con la dificultad de la irreversibilidad de las mediaciones y las higienizantes representaciones que lleva a cabo en ocasiones la ANT. Para combatir esto, utilizo el subterfugio de adoptar la premisa de la “inevitable suciedad de las mediaciones”.
    Palabras clave:
  • Teoría del actor-red
  • ANT
  • Patrimonio cultural
  • Sociología
  • Cartografía Impresionista
  • Mediaciones
In this paper I try to outline the existence of certain problems I have found during my research work, within sociology discipline, when it comes to follow some of the main threads of the complex fabric that constitutes the Actor-Network Theory (ANT). In the same way, I suggest some possible subterfuges to go around those problems. Two are the problems and two are the subterfuges as well destined to tackle them. On the one hand, I face the problem of the magnitude and fidelity that ANT’s descriptions demand, thoroughly detailed and local, which clashes with the requirements of sociological theory that seeks abstractions and regularities. The subterfuge I propose is the one called “impressionist cartography”. On the other hand, I bump into the difficulty of the irreversibility of mediations and the sanitized representations carried out, sometimes, by ANT. In order to fight this, I use the subterfuge oriented to adopt the premise of the “inevitable dirtiness of mediations”.
    Keywords:
  • Actor-network theory
  • ANT
  • Sociology
  • Cultural Heritage
  • Impressionist Cartography
  • Mediations

1 Introducción

Este artículo se presenta como una propuesta que no es más que un esbozo de ciertos problemas que me he encontrado en el transcurso de mi investigación cuando he intentado seguir algunas de las principales tramas del complejo entramado de la teoría del actor-red (ANT1 en adelante), y de los subterfugios que planteo para sortearlos a modo de reflexión para que sean objeto de discusión posterior. No me preocupa tanto la validación o perfeccionamiento de estas ideas, de estos más o menos elaborados subterfugios, como la problematización de los conceptos metodológicos a los que apunta, que afectan, en parte, al propio núcleo de la ANT como herramienta, en este caso, para hacer sociología.

Es una propuesta que se hace además desde cierta distancia respecto al manejo y conocimiento actual de la ANT, ya que el número de autores y problemáticas a los que se ha extendido hace difícil seguir todas sus posibles variantes, matizaciones y aplicaciones prácticas, y sería otro el lugar para discutir en mayor profundidad acerca de las nuevas tendencias que lo circundan y las investigaciones que se han realizado y se están realizando partiendo de los mecanismos de los que provee la ANT. Si se quiere, mi acercamiento se puede entender desde y hacia su núcleo fundamental, su dogma (si es que esto se puede decir respecto a la ANT), es decir, utilizando como marco de referencia y objeto de análisis los desarrollos al respecto de uno de sus principales soportes académicos (y con total seguridad el más importante): Bruno Latour, el padre, o padrastro mejor dicho, de la criatura. La ANT, entonces, por su status como herramienta básica de investigación y no tanto por sus desarrollos empíricos.

Es importante remarcar que la investigación en la que he intentado —estoy intentando— utilizar algunos de los preceptos de esa forma de hacer ciencia que es la ANT, se enmarca en las lógicas de la producción de una tesis doctoral que conducen a la obtención del título de doctor y, por lo tanto, está sujeta a ciertos rigores propios de ese rito académico que hacen aún más específica esta reflexión. Ser doctor en una ciencia supone dominar sus principales referentes y mecanismos, por lo que a la hora de utilizar ciertos recursos teóricos y metodológicos, éstos tienen que responder adecuadamente a los requisitos que impone su dominio. Y en este caso, me he encontrado con algunos problemas utilizando la ANT, seguramente magnificados por preferencias personales pero también por algunas inseguridades propias consecuencia del intenso esfuerzo por suplir esos requerimientos a los que me enfrento como doctorando.

La estructura del artículo es muy sencilla: se trata de plantear los problemas que me he encontrado a la hora de utilizar la ANT para hacer sociología, añadiendo en cada caso un posible subterfugio para eludir o, al menos, hacer gestionables esas dificultades. No cabe esperarse ningún análisis en profundidad de los problemas ni unas soluciones muy específicas, pero sí, que no es poco, una moderada dosis de crítica (a la ANT, a la manera de acercarse a la realidad, a la propia sociología) y ciertas reflexiones que aventuran un modo de, si no solucionar, sí pensar en cómo manejar la crítica (el subterfugio como salida subrepticia y trabajada). Entre tanto, aprovecharé también para hacer una breve presentación de mi investigación e introducir algún ejemplo que ayude a entender los problemas/subterfugios.

2 Una breve presentación de una investigación doctoral: patrimonio cultural, entramados expertos e identidad

Antes de comenzar con la sucesión de problemas y posibles subterfugios para hacer sociología mediante la ANT, describiré de forma breve el planteamiento de mi investigación doctoral. Básicamente, lo que busca la tesis es trabajar sobre los procesos expertos que median en la creación de una relación de la que emergen una serie de subjetividades —individuales también, pero sobre todo colectivas— que pueden agruparse genéricamente en un sujeto, el sujeto patrimonial, y un conjunto de objetos, agrupados bajo la denominación de patrimonio cultural que, en última instancia, ayudan a construir imágenes y experiencias de lo que es nuestro en la contemporaneidad.

Especialmente a partir del último cuarto del siglo XX, el patrimonio cultural ha aparecido como uno de los más importantes procesos que definen aquello que le es propio a un determinado pueblo, comunidad o sociedad, esto es, permite hacer representaciones y reproducir experiencias —en muchas ocasiones ya desaparecidas o en riesgo de desaparecer— de aquello que constituye lo nuestro para un grupo social, es decir, para sus identidades. Se está describiendo por lo tanto una relación entre un sujeto que posee —el grupo, comunidad, pueblo, nación, sociedad, colectivo, individuo, etc.— y un objeto poseído —el patrimonio cultural en todas su posibilidades y materializaciones— que define un ámbito de lo propio, lo que nos pertenece, lo que nos define.

En la producción de estas identidades que se materializan en torno al objeto del patrimonio cultural, juega un papel fundamental todo un entramado experto distribuido por los ámbitos de las instituciones de gobierno, la comunidad académica, el asociacionismo, el mundo empresarial y los sitios o las materializaciones del patrimonio propiamente dichos. Ámbitos por lo tanto poblados por multitud de expertos de áreas diversas, repletos no sólo de agentes humanos —el técnico, el profesional, el académico, el científico— sino también de numerosos protocolos, objetos, tecnologías, prácticas, normativas y legislaciones. Es mediante esos entramados expertos que gran parte de la relación patrimonial se está haciendo, manteniendo o gestionando, y es por ello que ése haya sido el lugar hacia donde se ha dirigido la atención de la investigación empírica, tomando como caso y marco de referencia la Comunidad Autónoma del País Vasco en la actualidad. Un caso que la tesis pretende describir y, al mismo tiempo, utilizar como apoyo para desarrollar una cartografía (ya veremos de qué tipo) de las grandes mediaciones que operan los entramados expertos en la construcción de una relación sujeto-objeto patrimonial, o lo que es lo mismo, en la producción y gestión de identidades a través de la creación de imágenes y experiencias de lo que es considerado como nuestro.

Pues bien, tomando en consideración el contexto de investigación en el que me he estado desenvolviendo en los últimos años, a continuación mostraré algunos de los principales obstáculos que me he encontrado a la hora de encarar una tesis inscrita en un departamento de sociología con algunas de las herramientas extraídas de la ANT y, más o menos, el modo en el que pueden ser sorteados.

3 Problemas a la hora de hacer sociología desde la ANT (y los subterfugios para bordearlos)

Considerando la ANT una potente herramienta para hacer sociología, entiendo que también se plantean algunos problemas cuando se intenta llevar a la práctica. Son problemas que aluden al propio ejercicio de representación sociológica de una realidad, es decir, al cómo la sociología describe, analiza y explica lo social (o lo que considere como su objeto de estudio). En el desarrollo de mi investigación dos han sido los principales problemas relativos a la representación sociológica que me he encontrado al utilizar la ANT, del mismo modo que dos son los subterfugios que he ideado para, si no resolverlos, sí al menos conciliarlos con mi práctica investigadora. Lo que pretendo presentar a continuación es la exposición de ambos, problemas y subterfugios: nunca podrían darse independientemente puesto que entonces el problema sería un hecho y el subterfugio pasaría a ser una solución que anularía el problema. De ahí que en este artículo esté más interesado en la problematización de la ANT como herramienta para practicar sociología que en la exposición de un modo de adaptarla a la práctica sociológica.

El primer problema tiene que ver con la envergadura y la fidelidad de la representación sociológica cuando se utiliza la ANT. Altamente pormenorizada, la ANT exige unas descripciones sociológicas extremadamente minuciosas de los casos estudiados, muy fieles al detalle, a cada movimiento, a cada asociación y a cada salto. La alta fidelidad que la ANT reproduce en sus representaciones/traducciones la convierten en una potentísima herramienta descriptiva que da cuenta de cómo se (re)hace continuamente lo social, pero tiene el problema de que apenas puede escapar del caso descrito, muy específico y concentrado. Supone un problema a la hora de hacer sociología ya que la densidad con la que hay que llevar a cabo la descripción cortocircuita acercarse a realidades sociológicas de cierta envergadura, incluso aunque éstas, siempre relativas, hagan referencia a cuestiones muy específicas: por ejemplo, cómo el entramado experto produce, sostiene y gestiona el patrimonio cultural dentro de la Comunidad Autónoma del País Vasco en la contemporaneidad. No hablemos ya de llevar a cabo un conato de teoría, aunque sea de ámbito medio y alcance limitado tanto en el tiempo como en el espacio. El subterfugio para eludir este problema se presenta más o menos claro (o quizás habría que decir más o menos borroso): sacrificar fidelidad, detalle, para ganar en envergadura pero también en traducibilidad y comparabilidad (cuestiones, por otra parte, fundamentales en la ANT). Las claves se encontrarían entonces en la conciliación de la labor del cartógrafo y la técnica impresionista.

El segundo problema hace referencia a la higiene de la representación sociológica, o lo que es lo mismo, al modo en el que la representación se conecta con lo representado (o en un lenguaje más cercano a la ANT como la traducción o la mediación se vinculan con lo traducido o mediado). Se trata de una discusión más específica sobre cómo la ANT representa la representación, traduce la traducción o media las mediaciones que describe en su seguimiento minucioso de las asociaciones. Ante una problemática de orden lógico pero sobre todo material, es decir, que las cadenas de mediaciones y traducciones, aunque conectadas con aquello mediado y traducido, son ya irreversibles, la ANT suele responder precisamente con representaciones o traducciones excesivamente higiénicas, demasiado bien conectadas e hiladas cuando sólo nuevas mediaciones y traducciones pueden reconectar de algún modo con el origen de lo mediado o traducido. El subterfugio es más bien un principio a tener en cuenta para no caer en el Considerando la ANT una potente herramienta para hacer sociología, entiendo que también se plantean algunos problemas cuando se intenta llevar a la práctica. Son problemas que aluden al propio ejercicio de representación sociológica de una realidad, es decir, al cómo la sociología describe, analiza y explica lo social (o lo que considere como su objeto de estudio). En el desarrollo de mi investigación dos han sido los principales problemas relativos a la representación sociológica que me he encontrado al utilizar la ANT, del mismo modo que dos son los subterfugios que he ideado para, si no resolverlos, sí al menos conciliarlos con mi práctica investigadora. Lo que pretendo presentar a continuación es la exposición de ambos, problemas y subterfugios: nunca podrían darse independientemente puesto que entonces el problema sería un hecho y el subterfugio pasaría a ser una solución que anularía el problema. De ahí que en este artículo esté más interesado en la problematización de la ANT como herramienta para practicar sociología que en la exposición de un modo de adaptarla a la práctica sociológica.higienismo representacional (procedimiento precisamente muy criticado por la propia ANT cuando aborda el ejercicio higienizante de la representación moderna): entender las mediaciones como necesariamente sucias. Sucias porque transforman irreversiblemente, porque no son transparentes en los procesos que llevan a cabo y porque siempre contienen más tramas y componendas de las que se pueden observar por muy atento que se esté y muy meticuloso que uno sea.

Estos dos problemas y los subterfugios para bordearlos (que no resolverlos) son detallados con más detenimiento a continuación. En algunos casos haré alguna referencia fugaz al contenido de mi investigación doctoral, de la que ya he dicho algo más arriba, con la intención de utilizarlo como ejemplo ilustrativo que ayude a entender las reflexiones aquí planteadas pero no —todavía— como muestra aplicada de un caso ya desarrollado.

4 Problemas de talla y fidelidad en la representación sociológica partiendo de la ANT

4.1 Problema I: la envergadura de la descripción

Una de las dificultades más importantes que uno se encuentra al intentar aplicar con esmero los fundamentos de la ANT es el de la imposibilidad de teorizar o describir realidades que no se ciñan a unas coordenadas espacio-temporales muy concretas y que sean extraordinariamente definidas2, es decir, aquellas que tienen que ver con la situación, con lo que ocurre en un momento y en un lugar muy específico (aunque de ahí se hagan a veces alusiones a espacio-temporalidades lejanas pero a las que, por la naturaleza de la ANT, es costoso llegar)3. Ciertamente todos los investigadores tenemos una realidad a estudiar, que hemos debido delimitar adecuadamente, y entre cuyos recortes se encuentran los del propio objeto, asunto o situación a estudiar añadidos a aquellos relacionados con el espacio-tiempo en el que se desenvuelve. La cuestión es que la ANT conduce al estudio de casos muy específicos —aunque empiece dejando que las controversias se vayan desplegando por sí mismas— y concretos, ya que tiene que realizar descripciones ricas y detalladas, evitando dar saltos estrambóticos y “sin que se nos pierda un solo paso” (Latour, 2005/2008, p. 237). Se trata de descripciones de la realidad de pequeña envergadura pero de alta fidelidad4.

Esto provoca que en muchos casos la ANT impide realizar, no ya una serie de generalizaciones que funcionen como si fueran tipos ideales, modelos o macroexplicaciones, sino que incluso se olvida de los mecanismos —que tan bien ha sabido resaltar y exprimir en su literatura— existentes para transcender la materialidad y eventualidad de los movimientos que está intentado describir. Al fin y al cabo, el cometido final —o el que finalmente permite materializar ese evento que es la investigación— del científico social en general y del sociólogo en particular es la producción de un texto: un texto que para los sociólogos se constituye en un laboratorio donde desplegar artificiosamente nuestro trabajo de investigación, donde le damos forma, lo ejecutamos y lo re-presentamos (Latour, 2005/2008, p. 201). Ese texto-laboratorio no deja de ser un entorno controlado, una última —en ese momento— mediación que intenta producir conocimiento —aunque sea escaso— sobre una realidad determinada. Y en él, como en el propio trabajo de investigación, uno se puede permitir, en la medida en que no pierde el rigor de aquellas asociaciones y mediaciones que haya sido capaz de seguir, establecer regularidades que formalmente haya observado (a sabiendas de que son eso, formalidades, que en ningún caso tendrían una correlación histórica y empírica directa). La sociología requiere, por lo tanto, de descripciones de la realidad de mayor envergadura y menor fidelidad5.

Curiosamente, la ANT, que tanto se ha prodigado en describir cómo la potencia del ejercicio científico descansaba en el uso de inscripciones que, alineadas o puestas en circulación de una determinada manera —como una referencia circulante (Latour, 1999/2001, pp. 38-98)—, permitían movilizar enormes pedazos de realidad que de otro modo sería imposible de transportar, muchas veces fuerza a unas descripciones tan minuciosas —sin dar saltos, siguiendo todas las conexiones, asociaciones— que al final pareciera que desea que los mapas que se confeccionan con esta forma de hacer ciencia casi coincidan con el territorio, por muy localizado y minúsculo que éste sea. No deja de subvertir la utilidad de la inscripción, de desvirtualizar, en tanto que pérdida de fuerza generadora que supone la pérdida de virtualización, la propia idea de traducción, de mediación, de delegación. Entiendo de todas formas que haya que ser minucioso con la descripción de estos desplazamientos, que lo contrario sería llevar a cabo un clásico ejercicio de representación —el modelo canónico— por el que se intentan borrar mediaciones intermedias, que ocultan los numerosos y trabajados movimientos que dan lugar a una determinada realidad y su representación (Latour, 1999/2001, p. 91), o buscar atajos como acudir al contexto, a la estructura, a lo social mismo o a cualquier otra abstracción/sustancia previa para explicar algo (Latour, 2005/2008, p. 242). Pero es que tampoco resulta posible seguir todos esos desplazamientos, asociaciones y conexiones porque, de llevarlo al extremo, y con la dificultad añadida de que son movimientos efímeros, estaríamos siguiendo hasta cómo se enlazan las partículas al nivel subatómico antes de pasar a los siguientes niveles. El propio Latour es consciente de que un sociólogo tendría que convertirse en sujeto de todas las disciplinas y profesiones existentes (ingeniero, diseñador, abogado, gerente, técnico, arquitecto, etc.) para poder seguir todas las asociaciones y todos los agentes (humanos y no-humanos) y, por lo tanto, nunca terminaría “de seguir a sus actores a través de esas muchas existencias intermitentes” (Latour, 2005/2008, p. 116).

Esto es lo que me permite decir que, sabiendo que esas mediaciones existen, que lo social se reconstruye constantemente, y que los ensamblados de aquí y hoy no tienen por qué servir para allí y mañana, resulta legítimo, en la medida en que no se pierde el rigor en la investigación6, hacer algunos saltos algo más amplios, y producir descripciones, por lo tanto, más laxas. Se tome el caso que se tome, y sabiendo de antemano que no es posible escribir La Gran Teoría, la sociología, al menos la que se pone en escena en ritos iniciáticos como el de la tesis doctoral, requiere describir con cierto nivel de abstracción —y siendo, de nuevo, riguroso con los pasos a seguir— aquello que estudia. En este sentido, a la sociología siempre se le está exigiendo algo más de lo que la ANT le puede ofrecer como metodología7.

Quizás, con cierto ánimo de polemizar, y a sabiendas de que puede considerarse una afirmación injusta, se podría decir que la ANT, llevada al extremo, no es más que una especie de sofisticada etnometodología que muere en el mismo momento en el que se pierden las conexiones que sigue. Si bien en otras ciencias como la antropología social o la psicología, puede que más acostumbradas a la descripción de objetos más cerrados y específicos, con límites muy concretos, la ANT no fuerce tanto sus premisas básicas, en la sociología —e imagino que en otras disciplinas como la economía o la ciencia política— sí lo hace y mucho. Lo cual no quiere decir que sea malo para nada, puesto que un buen ejercicio científico es pulsar los límites de la propia manera de hacer ciencia. El problema viene principalmente de la contradicción manifiesta que se establece entre las exigencias de envergadura y fidelidad que plantea la ANT para la sociología, y el resultado de aplicar esas mismas exigencias a la propia ANT que va en contra, o al menos los pone en cuestión, de sus fundamentos básicos: que toda ciencia no deja de ser una laboriosa traducción de la realidad por la que se ganan, pero también se pierden, muchas cosas.

En relación con este primer problema, para mi investigación, la ANT se muestra como una útil herramienta, o interesante guía de viaje al menos, que me podría ayudar a describir los complejos procesos, prácticas y asociaciones que se dan en el entramado experto que trabaja en torno al patrimonio cultural. Un abordaje lógico y ajustado a las exigencias de la ANT en este sentido sería estudiar de forma minuciosa cómo se produce desde el punto de vista experto un patrimonio cultural concreto dentro de la CAPV, o mejor dicho, una manifestación específica de lo que se entiende —como ensamblado que es— por patrimonio cultural en la Comunidad Autónoma del País Vasco: el patrimonio industrial de la margen izquierda de la Ría del Nervión representado en el museo RIALIA, sito en Portugalete, Bizkaia. Sería un espacio-tiempo más o menos delimitado (aunque sabemos que en la ANT esa es una afirmación vaga y muy relativa, pues en seguida estamos “viajando” a conexiones espacio-temporales muy lejanas que de algún modo influyen —y confluyen— en la realidad estudiada) y desde el que tirar del hilo del entramado experto que lo atraviesa y constituye. Caso potente, muy interesante, pero escaso en tanto que no permitiría —o hacia esa limitación parece inclinarse la ANT— hacer algunas abstracciones sociológicas de mayor calado (y tampoco tan ambiciosas... ¿o sí?), a saber: los mecanismos de construcción expertos del patrimonio cultural, la producción de una identidad colectiva en la margen izquierda de la Ría del Nervión muy cargada por su pasado industrial, el museo contemporáneo como materialización de un patrimonio cultural, etc.

Así es que, como sociólogo, también me preocupan los procesos de construcción de posiciones de sujeto (individuales y colectivas), las identidades de estos sujetos, y las relaciones sociales en las que se producen. De ahí que, tomando la idea de lo social de la ANT, que ni los sujetos, ni las identidades, ni las múltiples relaciones (asociaciones y mediaciones) que las producen, son categorías preexistentes, sino que se construyen en una interacción que se rehace constantemente, intente ir algo más allá: cartografiar los mecanismos genéricos de producción experta de un patrimonio cultural que contenga las mediaciones tipo en las que está involucrado el entramado experto a la hora de construir una relación social de sujeto-objeto (entre un objeto, el patrimonio cultural, es decir, lo nuestro/lo mío, y un sujeto, el sujeto de ese patrimonio, esto es, el nosotros/el yo). Pierdo fidelidad, lo sé, pero al menos me permite hablar de estos mecanismos en el caso vasco, grosso modo si se quiere pero de un modo científicamente fundamentado, que pueden ser comparados, o ser vistos desde este prisma ya ensamblado en un texto llamado tesis doctoral, con otros en otras épocas (pasadas y futuras) y en relación con otros ensamblados de toda clase y envergadura: el resto de España, Europa, Occidente, el mundo, los países anglosajones, Francia, países en vías de desarrollo, el patrimonio natural, el patrimonio africano, el patrimonio cultural edificado, los patrimonios contenidos en el medio rural, empresas que trabajan en la gestión cultural, el trabajo de los técnicos de los departamentos de cultura de instituciones públicas y un largo etcétera (con sus múltiples combinaciones y tendente al infinito).

Entre el panóptico sociológico (ver y representar todo de un vistazo) y el oligóptico ANT (ver y representar muy poco pero fielmente), tiene que existir alguna noción (definida con un helenismo o no) que satisfaga suficientemente los requerimientos de ambos extremos. No necesariamente en el punto intermedio está la virtud, pero para mi planteamiento, mi enfoque, mi apuesta, resulta más deseable encontrar un confuso y delicado equilibrio (pero equilibrio al fin y al cabo), que un sólido pero abrupto desnivel. ¿Es irresoluble este problema? ¿Debo abandonar por completo la guía de la ANT y pasar a las metodologías canónicas de la sociología? Ahí es donde entra el primer subterfugio: la cartografía impresionista.

4.2 Subterfugio I: cartografía impresionista

Puesto que quiero reconciliar dos elementos que al cruzarse generan mucha tensión, cuando no una fuerte contradicción, el subterfugio tiene que presentarse como una salida incómoda del atolladero en el que, yo mismo lo admito, me he metido: juntar el minucioso rastreo de asociaciones, traducciones y mediaciones que pide la ANT con la visión más formalista y genérica por la que pregunta la sociología en la búsqueda de regularidades, tipos, categorías, estructuras, agencias, prácticas y formas (aunque en este caso no tendría que perder el enfoque histórico, no tienen por qué ser formas universales e incólumes8). Dos son los términos de la cuasi-paradoja en forma de subterfugio que aluden a dos modos de representación de la realidad: la cartografía y el impresionismo. Una, minuciosa, detallada, milimétrica y figurativa: es un mapa de la realidad; el otro, de trazo amplio, centrado en la apariencia, en la huella desdibujada, formalista: es un rastro impresionado de la realidad. Entre ambos existen salvoconductos y puntos de fuga que permiten reconciliar uno y otro, por lo que intentaré aprovecharlos para presentar esta cartografía de corte impresionista.

El artículo de Latour (1985/1998) titulado “Visualización y cognición: Pensando con los ojos y con las manos”, que en su Reensamblar lo social (2005/2008) tiene sus ecos en la delineación minuciosa de las relaciones sociales llevada a cabo por el trabajo de hormiguita propia de la ANT, trata —entiendo yo— de la labor del cartógrafo como metáfora del trabajo de representación científica. Y en efecto el trabajo se parece y encaja bien en la forma de hacer de la ANT: construimos mapas de la realidad de la forma más detallada y minuciosa posible, llevando a cabo una ardua, lenta y, podríamos decirlo, penosa tarea. Eso sí, siempre con un objetivo: hacer esa realidad algo manejable, cognoscible, comparable. O lo que es lo mismo, haciendo plano lo social.

Así, al arduo trabajo del cartógrafo —en la línea de las exigencias de la ANT— por el que la representación tiene que ser muy trabajada y lo más detallada posible, se le une un punto de fuga hacia el impresionismo, la forma, los contornos y contenidos a escala: lo importante es quedarse con algo manejable —el mapa— de algo difícil de abarcar —el territorio— que nos permita acercarnos a su realidad sin tener que perdernos por ella con todo el coste —en trabajo, esfuerzo, recursos, tiempo— que ello supone. Al fin y al cabo, el mapa del cartógrafo es un trazo abstracto de la realidad, de la que pierde muchas cosas pero de la que es capaz de captar a grandes rasgos su impresión. Ya no parecen elementos inconmensurables.

Pero la cartografía es un tropo en este caso que da más de sí, tanto que lo podemos convertir en nuestra forma sociológica de describir la realidad. De este modo, se nos presenta la idea de la cartografía del presente que utiliza Nikolas Rose, que él contrapone a la genealogía —concepto de inspiración Foucaultiana, como la propia obra de Rose— porque entiende que son otros los objetivos a buscar en la actualidad:

Pero hoy día, desestabilizar nuestro presente, no parece un movimiento demasiado radical (...). Ante esta visión de nuestro presente como un momento en el que todo es fluido, entiendo que necesitamos enfatizar las continuidades tanto como los cambios, e intentar una más modesta cartografía de nuestro presente. Una cartografía de este tipo buscaría no tanto desestabilizar el presente apuntando a su contingencia como desestabilizar el futuro para reconocer su apertura (2007, p. 5).

Si la genealogía viene de alguna manera a desestabilizar un presente que ha olvidado su contingencia —un presente que se muestra sólido, ahistórico, inevitable—, en un mundo en el que el cambio se ha institucionalizado, y nada parece fijo9, la cartografía del presente se sitúa en el ahora, en el cómo se están formando las cosas en este momento. Se trata de una forma más modesta, pero entiendo que acertada, de abordar la realidad desde la sociología. Es una perspectiva que comparte muchas cosas con la, perdonen la palabra, filosofía de la ANT: hay que atender también a las continuidades, las estabilidades, puesto que es precisamente lo que hay que explicar, nunca lo que explica; sabe de la apertura de los futuros, nunca determinados de antemano, ya que hay que seguir las incertidumbres y disputas sobre lo social; se centra en un aquí y ahora, que es lo que podemos describir, después podremos pensar en participar en los posibles futuros que nos parezcan más adecuados; es una ciencia de lo emergente, porque todo está en constante emergencia, incluso lo aparentemente más sólido y mejor ensamblado.

Por lo tanto, es posible usar sin miedo la noción de cartografía para hacer sociología y, lo que es más importante, manejando muchos de los preceptos básicos de la ANT resulta posible hablar de la producción de la subjetividad, del poder, de las políticas de uno mismo, de las biopolíticas contemporáneas, de la ciudadanía, de las normas sociales y, en definitiva, construir una cartografía en grandes líneas sobre “una emergente forma de vida” (Rose, 2007, p.5). ¿Por qué no cabría hablar de las grandes mediaciones expertas involucradas en la construcción de una relación de sujeto-objeto patrimonial, en la constitución de aquello que es nuestro, dentro del ámbito de la Comunidad Autónoma del País Vasco utilizando una cartografía del presente de este estilo? Siguen existiendo, pues, fugas que conectan la cartografía con el impresionismo. ¿Y al revés?

Para comenzar, hablar de impresionismo desde la sociología es hablar, fundamentalmente, de Georg Simmel quien desde el principio postuló la idea de una ciencia de la sociedad pura o formal (1917/2002, p. 49). Así es como Lukács lo retrata como un personaje entre impresionista y flâneur sociológico que dio pie a que David Frisby catalogara la teoría social del autor alemán como impresionismo sociológico (Marinas, 2000, p. 186). Para Simmel la sociedad no sólo se reducía a esas entidades estables y duraderas (en su época) como el Estado, la familia, las clases, las iglesias o las asociaciones, sino que tenía en cuenta otro tipo de interacciones aparentemente insignificantes que intercaladas en esas configuraciones abarcadoras constituían en primer lugar lo que entendíamos por sociedad (1917/2002, p. 32). Era un auténtico rastreador de conexiones efímeras, muy al estilo de la ANT, sólo le hubiese faltado haber tenido en cuenta la participación de agentes no humanos en las interacciones (aunque La filosofía del dinero bien podría ser un precursor de los estudios que caen bajo el rubro de la ANT). En este sentido, su definición de sociedad, es más que esclarecedora: “La sociedad, por así decirlo, no es una substancia, nada en sí mismo, sino un acontecer, la función del recibir y efectuar del destino y de la configuración de uno respecto a otro” (Simmel, 1917/2002, p. 34).

Lo interesante es observar como este punto de partida, cercano —salvando las distancias (o traduciéndolas) — a muchas posiciones defendidas desde la ANT, y que se acerca a una cartografía detallada y atenta de lo que constituye lo social, más allá de sus formaciones más visibles y estables, es compatible con la idea del impresionismo (entonces sí, también desde ahí existen vías de escape hacia la cartografía) o formalismo sociológico que compone parte de la doctrina central de Simmel. Para el pensador alemán resulta obvio que del mismo modo que podemos hablar del comportamiento de los griegos y los persas en la batalla de Maratón sin conocer la conducta de todos y cada uno de los persas10 (1917/2002, p. 26), es posible separar la forma de los contenidos (los casos concretos), esto es, la sociología pura que “extrae de los fenómenos el elemento de la socialización desprendiéndolo inductiva y psicológicamente de la multiplicidad de sus contenidos” (1917/2002, p. 50). Es lo que Eviatar Zerubavel, en una formulación contemporánea de esta sociología formal, denomina “análisis de la pauta social” (2007, p. 132) y que asemeja —siguiendo al propio Simmel— a una geometría social que presupone una mirada genérica que se caracteriza por su indiferencia a la singularidad, por lo que dejando aparte las idiosincrasias de las comunidades, eventos y situaciones que estudian, los analistas de la pauta social buscan “las pautas generales que trascienden sus materializaciones específicas” (Zerubavel, 2007, p. 133).

Es por ello que este tipo de acercamiento sociológico es tan ecléctico, que obtiene las regularidades, las formas sociales, partiendo de múltiples casos y elementos a estudiar: el analista de la pauta social “extrae sus pruebas de múltiples contextos culturales con la intención de establecer lo que hay de genérico en las pautas sociales que identifica” (Zerubavel, 2007, p. 135). Este tipo de análisis transcultural, que puede alejarse de los principios de la ANT, sí lo acerca por otro lado: al identificar las pautas formales es una aproximación a la realidad que no tiene muy en cuenta distinciones como las que existen entre lo micro y lo macro (Zerubavel, 2007, pp. 135-136) en la sociología convencional, ya que serían patrones sociales que se pueden encontrar tanto en las interacciones más pequeñas como en aquellas que ocurren a gran escala (las traducciones, mediaciones y asociaciones de la ANT, aunque no ignoran la escala, tampoco saben de las dicotomías entre lo micro y lo macro o entre la acción y la estructura). Si se descarga del universalismo del que puede adolecer este formalismo sociológico, al que prefiero conducir hacia un impresionismo localizado, es observable que es reconciliable parcialmente con la cartografía.

Otros argumentos pueden ser esgrimidos para el uso de una cartografía impresionista, esta vez apoyándose en las ideas de uno de los académicos que suele alinearse con el núcleo fundamental de la ANT, John Law (aunque a veces da la sensación de que es más bien un ANT outsider), en su apertura de los métodos de investigación en ciencias sociales:

[…] considero que el caleidoscopio de impresiones y texturas que menciono más arriba refleja y refracta un mundo que, en aspectos importantes, no puede ser totalmente entendido como un conjunto específico de procesos determinados (2004, p. 6).

Teniendo en cuenta la propia definición que hace Law de ese mundo como “un informe pero generativo flujo de fuerzas y relaciones que trabaja para producir realidades particulares” (2004, pp. 6-7), no es de extrañar por lo tanto que éste se presente como un caleidoscopio de impresiones —que es a lo que se reduce en última instancia una representación impresionista— y, por lo tanto, tenga más sentido utilizar un método de acercarse a la realidad que no intente constreñirlo en representaciones fijas, estables y con límites muy marcados. Por ello, la cartografía impresionista se ajusta mejor a ese mundo y las realidades que produce: aunque se tuviese al alcance de la mano los medios para lograrlo, nunca se podría hacer un mapeado de cualquier aspecto de la realidad de forma clara y perfectamente delineada, ya que, ésta, precisamente es tremendamente compleja y está atravesada por multitud de procesos inestables, efímeros y cambiantes. La cartografía impresionista no deja de ser un modo de darle forma a lo informe.

De todos modos, tampoco es mi deseo intentar fundir dos acercamientos en principio tan distintos, sino construir, ad hoc, mi propia guía de viaje. Ya tendré tiempo también de elegir lo que me interese de la misma o, si llega el caso, dejármela olvidada por algún rincón del trabajo empírico sociológico. Así, dejando a un lado el purismo de la sociología formal y el rigor descriptivo y localizado de la ANT, abogo por la elaboración de una cartografía impresionista de lo social. Lo ideal sería poder dibujar, como lo hacen los cartógrafos, una detallada cartografía de la realidad social estudiada, con todos sus accidentes y aristas, pero lo laborioso del ejercicio, y la imposibilidad material de llevarlo a cabo (al menos con el detalle que la ANT demanda en algunos casos), y teniendo en cuenta advertencias como la de Law (que a veces las realidades que pueblan el mundo no son cartografiables), me lleva a proponer una descripción, centrada en el presente y en el caso estudiado, pero que tenga un carácter impresionista, con ciertas pretensiones teóricas. Se trata de trazar una imagen que otorgue una idea de lo investigado con el suficiente detalle para comprender su complejidad al menos a grandes rasgos y, al mismo tiempo, permita elaborar una sociología en base al caso estudiado, aventurando teorías de corto alcance y proponiendo nuevas hipótesis de estudio.

Así, la cartografía impresionista tiene la virtud de partir de un caso que puede describir a grandes rasgos y, eventualmente, también pude servir como abstracción para referirse —o para interactuar o para poner en circulación, pero nunca para aplicarse— a otros casos, en primer lugar, cercanos histórica, espacial y culturalmente (de los entramados expertos del patrimonio cultural en la Comunidad Autónoma del País Vasco actual a los entramados expertos del patrimonio cultural en el resto del Estado español o del mundo occidental en la contemporaneidad, por ejemplo), y después, si cabe, más allá (aunque fuera como herramienta de contraste, o para desecharlo completamente). Su defecto, que es su misma virtud, es que la descripción no es muy detallada y la abstracción no es universal. En ningún caso diría que existe un conocimiento sociológico ahistórico, ni ninguna descripción, por muchas pretensiones formales que tenga, que no surja de un contexto histórico y cultural muy concreto. Se trata de hacer de ese conocimiento una potente inscripción que pueda ser movilizada, comparada, manejada o escrutada; y para ello, tiene que tener un carácter impresionista. O sea, una descripción laxa (o suficientemente flexible) pero rigurosa de un caso que alcance cierta envergadura en términos sociológicos.

Ahora, ¿qué envergadura debe alcanzar para considerarse una cartografía digna de la sociología? Aquí me pasa como a Latour cuando plantea hasta qué punto deben seguirse las asociaciones o cuántas páginas tiene que tener un texto presentable en los entornos académicos: no es posible dar una respuesta clara… ¿hasta que la respuesta parezca satisfacer la pregunta planteada para un colectivo, humanos y no humanos incluidos, pero reconocido como tal?

Así, el subterfugio se ha construido apoyándose en y fugándose de dos claves de bóveda al mismo tiempo:

  1. Por un lado, la ANT, que permite construir detalladas cartografías de lo social, con un bagaje conceptual y, sobre todo, con un conjunto de herramientas empíricas muy útil y depurado para hacerlo, pero conduciendo a descripciones enormemente situadas y localizadas. Ante esta dificultad, se trata de hacer una cartografía menos detallada, más traducida, haciéndola manejable a una escala sociológicamente aceptable. La fuga en este caso es una tendencia hacia lo móvil, lo comparable, el estándar, la teoría. La cartografía se vuelve impresionista.

  2. Por otro lado, el formalismo o impresionismo sociológico, que permite fijarse en las formas fundamentales de lo social sin quedar constreñido por las especificidades históricas, espaciales y culturales de los casos concretos, lo que permite, por ejemplo, hablar del papel del experto en la construcción de patrimonios culturales y no únicamente, por poner un ejemplo, del papel del director —con nombre y apellidos— en la gestión del museo territorio LENBUR en Legazpia (Gipuzkoa). El principal escollo de este planteamiento es su transculturalidad y ahistoricidad, con pretensiones universalistas, por lo que, gracias a la ANT y la cartografía, intento al menos limar. La fuga aquí es una tendencia hacia lo local, lo históricamente situado, el caso. El formalismo se vuelve parcialmente histórico y situado.

En cualquier caso, la trampa, el subterfugio siempre ha estado contenido en sus partes: el cartógrafo hace mapas muy detallados, pero lo hace en un plano, no deja de ser una simplificación brutal, por lo que también está practicando un tipo de impresionismo científico de la realidad; por otro lado, el impresionismo, en su trazada, en su tratamiento del color, está conteniendo más información que cualquier representación realista podría hacer: la apariencia, la saturación, la impresión, la totalidad. Y, al final, encuentro un gran apoyo en el propio Latour:

Hemos tomado a la ciencia como una pintura realista, imaginando que se dedica a hacer una copia exacta del mundo. Las ciencias hacen algo completamente diferente (...). A través de etapas sucesivas, las ciencias nos vinculan a un mundo alineado, transformado, construido. (1999/2001, p. 97).

5 Problemas de materialidad e higiene en la representación sociológica cuando se usa la ANT

5.1 Problema II: irreversibilidad de las mediaciones

El segundo problema, algo menos articulado11, es aquél que me encuentro con la irreversibilidad de las mediaciones y de las traducciones, que contrasta con el exceso de claridad en los procesos de mediación o traducción que en ocasiones se describen en la ANT. Fruto quizás del exceso de “mantener plano lo social” (Latour, 2005/2008, p. 237), o de una pura estrategia narrativa, la ANT nos lleva a menudo hacia representaciones tan claras, bien conectadas y, lo que es más grave, higiénicas, como aquellas que ha criticado con ferocidad en algunas de sus obras fundamentales: el ejercicio, tan moderno, de borrar las mediaciones y sustituirlas por una gran fractura entre dos entelequias (el mundo y el lenguaje, la naturaleza y la sociedad, el territorio y el mapa, lo material y lo simbólico, etc.). Esta problemática se viene a plantear porque, después de la insistencia en la fidelidad de las descripciones, de la búsqueda de esas asociaciones que sólo se ven en el momento de hacerse, y que son tan difíciles de seguir cuando se enfrían o desaparecen, después, en la última traducción, la del texto que nos presenta las descripciones, se peca en ocasiones de exceso de higiene, de depuración. Repito, puede ser una estrategia narrativa, buscando la claridad en la exposición de los argumentos, incluso con fines didácticos, pero resulta algo chocante lo bien que se suceden las traducciones y cómo se van ensamblando las realidades asociación por asociación. A todos nos quedan claro, en una representación-relato sin mácula, cómo, por ejemplo, se moviliza la selva de Boa Vista hasta llegar al despacho de Latour en París (1999/2001, pp. 38-98) o dónde estaban los microbios antes de Pasteur (1999/2001, pp. 174-207).

En este punto resulta interesante presentar uno de los pares de términos fundamentales en la teoría del actor-red a la hora de entender cómo es producido lo social, el de los intermediarios/mediadores. Para ello, Latour rescata la muy interesante reflexión de Durkheim en torno al tótem en su papel en la formación de grupos (Latour, 2005/2008, pp. 61-62), donde se puede observar —quizás en un desliz del sociólogo del hecho social— que el tótem forma parte de la existencia sine qua non del grupo, y no es simplemente su mera representación, apoyo o soporte. A partir de ahí, Latour nos muestra la gran diferencia entre los dos términos: el intermediario, transporta significados sin transformación, funciona como una caja negra presentándose como una unidad en la que los datos de entrada ya tienen predefinida una salida; el mediador, actúa de múltiples maneras, sus datos de entrada nunca predicen bien sus datos de salida, ya que el mediador traduce, distorsiona, transforma y modifica el significado de eso que transporta (2005/2008, p. 63).

Por lo tanto, el mediador, uno de los conceptos más interesantes en la ANT, siempre produce una transformación, es inestable e indeterminado, pero de alguna manera, cuando se junta o alinea de una determinada forma, permite llevar cosas de un sitio a otro, permite ciertas permanencias a lo largo del proceso. Nada que objetar a esto. El problema viene cuando se intenta desandar ese proceso, como si fluyeran las conexiones, traducciones y mediaciones con facilidad en todas las direcciones. Como si bastara con decir una vez que las mediaciones no son meros intermediarios que transportan su carga sin tocarla y transformarla. Lo que intento sostener es que las mediaciones son más sucias de lo que parecen y, sobre todo, son irreversibles, no se alinean ni con esa facilidad ni de forma indefinida y permanente. Y es que el vínculo hay que reconstruirlo constantemente, hay que retraducir, volver a mediar si se desea mantener la referencia circulante, precisamente, en circulación. Lo contrario sólo es posible con técnicas retóricas higienizantes. Una vez la mediación transforma, sólo podemos acercarnos al paso previo a esa transformación a través de una nueva mediación que volverá a transformar. Al fin y al cabo, la materialidad de la asociación, de la acción, de la traducción, se pierde en el momento en el que se llevan a cabo (no estoy más que reproduciendo la lógica de la ANT). Es más, sólo para poder hablar de esas mediaciones se necesitan nuevas mediaciones, lo que a la postre suele ensuciar y transformar más el proceso.

En este sentido, resulta muy interesante el artículo publicado por Francisco Tirado, Daniel López, Blanca Callén y Miquel Domènech (2008) en el que, a partir de una etnografía llevada a cabo en un servicio de teleasistencia domiciliaria, se analiza la construcción de la fiabilidad en entornos que ellos mismos califican como altamente tecnificados. La cuestión es que en su texto, sí se plantea la reversibilidad en la cadena de traducciones de la referencia circulante y lo que ello implica para las posibilidades de auditoría:

Como hemos explicado anteriormente, la referencia circulante tiene una propiedad especialmente relevante: la reversibilidad. Decir que es posible construir una referencia, un camino que va de la selva a un diagrama, o en nuestro caso, de una intervención concreta a un registro de códigos en una base de datos, implica asegurar que es posible recorrer el camino en sentido inverso. En el caso que nos ocupa, tal cualidad se pone en marcha en los expedientes de no conformidad con el servicio; es decir, cuando un usuario exige volver sobre los propios pasos para evaluar y asegurar que la intervención llevada a cabo ha sido bien realizada. (Tirado et al., 2008, pp. 20-21).

Y ciertamente cada expediente de no conformidad con el servicio de teleasistencia (por ejemplo, que una anciano se caiga en casa y pase así varias horas hasta que es encontrado por un familiar, dudándose de si desde el servicio de teleasistencia se actuó diligentemente), se resuelve mediante un proceso de reconstrucción de los acontecimientos. ¿Pero significa esto que las mediaciones son reversibles? ¿Quiere decir que una vez que las mediaciones se alinean de un modo, crean una referencia circulante, se comportan como intermediarios, ya no transforman? Es ahí donde tengo mis dudas. Dando por supuesto que es posible volver a seguir las mediaciones en sentido inverso, pues las inscripciones tienen la fuerza de su materialidad, de su capacidad de registro, eso sólo puede hacerse actualizando en cada momento la interpretación de esas mismas mediaciones, es decir, producir más mediaciones. No resulta fácil, por ejemplo, acercarse las grandes mediaciones que realizan los entramados expertos en la construcción de un vínculo entre el sujeto y el objeto patrimonial. Y es que el mismo texto que acompaña a una mesa interpretativa que ilustra un patrimonio en una ruta señaliza, no es fruto de una mera interpretación de otros textos e historias que es volcado ahí: contiene muchos textos e historias, procesos de negociación, implicaciones sociopolíticas de larga data y alcance, y multitud de otras mediaciones. Recuperar eso sólo es posible mediante nuevas mediaciones, muy trabajadas, y que dan cuenta de su escasa higiene. Las mediaciones son, por lo tanto, imprevisibles, tramposas y, en ocasiones, pueden llegar a ser hasta peligrosas. No hay nada higiénico en esa realidad, todo lo contrario: las mediaciones son sucias, cambiantes e impropias. Hace falta mucho esfuerzo para domesticarlas desde el trabajo científico: hay que pringarse.

5.2 Subterfugio II: de la suciedad de las mediaciones

¿Qué respuesta, al fin, esbozo para este segundo problema, para esta molestia asentada en toda la labor de investigación que uno lleva a cabo? En este caso no es una respuesta como la anterior, el problema, o la incomodidad, también es de otra textura. Lo que planteo entonces es partir de la premisa por la que se establece la inevitable suciedad de las mediaciones y traducciones, una lógica por la que toda mediación es necesariamente sucia, es menos clara de lo que en principio se puede llegar a pensar y que siempre genera rastros, improntas, suciedades. Eso es importante porque, en la incertidumbre de la mediación, sirve para poder seguirla, ver lo que quedó, analizar las inscripciones que se mantuvieron, observar qué mecanismos se pusieron en marcha, profundizar dentro de las cajas negras que llegaron a establecerse o escuchar qué dicen aquellos que participaron en la mediación12 entre otros.

Como ya he dicho, en principio no sería posible recuperar la cadena de traducciones de un lugar a otro, de un agente a otro, de una asociación a otra, de una traducción a otra, salvo con el uso de nuevas mediaciones y traducciones que habría que actualizar en cada ocasión por lo que, de nuevo, nos conduciría a más mediaciones sobre mediaciones y abundar en su propia suciedad. Esto indica que hay que ser muy cuidadoso con los textos finales que intentan mostrar la descripción del caso estudiado, y hacer más hincapié en las componendas que se traman en los procesos de asociación y enrolamiento entre distintos actantes. De todos modos, es una suciedad que, aunque artefactualmente, permite, parcialmente, revertir la hipotética irreversibilidad de la mediación. Lo sucio deja marcas, pringa y puede llegar a oler. La cuestión es saber rastrear esas trazas y estar dispuesto a meterse en el fango.

Igualmente, sé que en principio puede parecer una contradicción con la cartografía impresionista, pues nos devolvería al detalle de la descripción e incluso a algo más profundo: la imposibilidad total de trascender la situación descrita, que quedaría perdida en la propia descripción pues el relato de lo estudiado no podría llevarnos a lo estudiado si se siguiera en todas sus consecuencias la máxima de la irreversibilidad de las mediaciones. Pero la convicción de la mediación como inevitablemente sucia, permite reforzar la idea de que entonces sólo podemos hacer cartografías impresionistas, descripciones gruesas (pero no toscas o sin rigor), ya que lo contrario sería caer en una especie de cinismo metodológico.

Además, en cualquier caso, la suciedad de las mediaciones y la incertidumbre de lo real (sea cual sea su ontología) sólo pueden ser aproximadas de ese modo impresionista, pues siempre hay vacíos entre las conexiones y asociaciones, pedazos de realidad que quedan en medio de esos desplazamientos de lo social. No es de extrañar que a Latour le guste la metáfora de la red sobre la de la sustancia o la de estructura, porque en ella hay huecos, hay espacios vacíos en los que no sabemos qué ocurre: “¿qué hay entre las mallas de ese circuito?” (2005/2008, p. 339). Y es que hay un montón de cosas que quedan ahí afuera, desconectadas, todas ellas perdidas —para el ojo del sociólogo— en las sucias e inescrutables operaciones que suceden en las perennes mediaciones. Es todo ese ser plasmático con el que nos referimos a la tierra ignota: “aquello a lo que aún no se ha dado formato, que no ha sido medido, socializado, incorporado a cadenas metrológicas y que aún no se ha cubierto, inspeccionado, movilizado o subjetivado” (Latour, 2005/2008, p. 341). Sucio como es el mundo, adaptémonos (hasta cierto punto) a él, y demos por sentado que no lo cartografiaremos nunca en su totalidad: practiquemos pues, una sociología que tenga en cuenta todos estos problemas e intentemos, en la medida de lo posible y si ustedes así lo desean, construir los subterfugios para gestionarlos.

6 Conclusión

Inmerso en una investigación destinada a la obtención del título de doctor en el área de sociología, y seguidor de los fundamentos metodológicos básicos de la ANT, me he encontrado con dificultades a la hora de conciliar algunos de los preceptos básicos de esta corriente socioantropológica (en los ámbitos de la antropología y la sociología es donde parece haber tenido una mayor repercusión), científicosocial (ya que ha tenido cada vez mayor acomodo en otras ciencias sociales como la economía o la ciencia política) o directamente científica (siempre ha estado presente además en ingenierías y otras ciencias físiconaturales), con los propios de mi disciplina académica. Es lo que conllevan las disciplinas: doctrina.

Y puesto que de convertirse en doctor se trata —quien imparte doctrina—, resulta necesario lidiar con esos problemas para eventualmente no renunciar ni a la disciplina sociológica ni a los planteamientos ANT (que tanta resistencia pueden encontrar en determinados contextos académicos). Es por ello que he señalado los dos grandes problemas, obstáculos o incomodidades con los que me he topado a la hora de hacer sociología con la ANT y he intentado subvertirlos mediante subterfugios para no sólo evitarlos como dificultades, sino también con la intención de aprovechar sus huecos y contradicciones en mi favor. Dos, pues, han sido los problemas y dos, por lo tanto, han sido los subterfugios.

Por un lado, el primer problema hacía alusión a la envergadura y la fidelidad que debe tener la representación sociológica a la hora de seguir los principios de la ANT. La ANT exige unas descripciones de lo estudiado extremadamente fieles y detalladas, que estén atentas a cada movimiento, a cada proceso, a cada acción y, en resumen, a cada asociación. La ANT se postula, entonces, como una herramienta de alta fidelidad sociológica que da cuenta de cómo se (re)hace continuamente lo social, pero tiene el inconveniente de que apenas puede ir más allá del caso descrito, muy específico y condensado. Esto obliga a la sociología a alejarse de realidades sociológicas de cierta envergadura, incluso aunque éstas, siempre relativas, hicieran referencia a cuestiones específicas: me dificulta por ejemplo estudiar cómo el entramado experto produce, sostiene y gestiona el patrimonio cultural dentro de la CAPV contemporánea; aún menos podría intentar proponer y describir los mecanismos genéricos por los que el entramado experto construye identidades a través del patrimonio cultural que hayan sido extraídos de ese caso (incluso aunque se tenga la cautela de hacer referencia a su extracción local y su carácter provisorio para ser comparado o puesto en circulación en otros lugares). El subterfugio elegido para bordear este problema ha sido denominado como cartografía impresionista que consiste en sacrificar fidelidad y detalle, en aras de generar ganancias en términos de envergadura, pero también, y sobre todo, en términos de traducibilidad y comparabilidad que siempre han sido cuestiones capitales en la ANT. Y resulta interesante porque preñada de contradicciones —formalista e historicista, figurativa e impresionista— permite encontrar puntos de encuentro y fuga entre la sociología y la ANT.

Por otro lado, expuse el problema de la higiene que debería presentar la representación sociológica si siguiera las típicas representaciones ANT, lo que estaría haciendo alusión al modo en el que la representación se conecta con lo representado, en el cómo se con-funden o se median. A sabiendas de que las cadenas de mediaciones y traducciones, aunque conectadas con aquello que es mediado y traducido, son ya irreversibles, la ANT tiende a realizar representaciones o traducciones excesivamente higiénicas (en sus textos e informes finales, los que llegan a la comunidad académica), a menudo conectadas e hiladas de un modo claro y transparente. Y es que precisamente sólo nuevas mediaciones serían capaces de reconectar, de algún modo, con el origen de lo mediado. En este caso, el subterfugio al que se hace referencia es un a priori a tener presente para no caer en una especie de higienismo representacional y que no es otro que entender las mediaciones como necesariamente sucias. Sucias porque las transformaciones que operan son irreversibles, porque en ningún caso son transparentes en sus procesos y porque siempre se encuentran atravesados por más tramas y componendas de las que es posible observar, incluso por muy meticuloso que sea el investigador que las analiza.

Por lo tanto, al menos en mi caso, he necesitado de una serie de adaptaciones y reescrituras de la ANT para poder hacer sociología —reescribiendo y transformándola igualmente— sin renunciar a ninguna de los dos. Después de todo, la ANT es una buena compañera de viaje: tiene marcadas una serie de rutas, pero deja libertad para que cada uno las transite como mejor le convenga.

7 Referencias

Latour, Bruno (1985/1998). Visualización y cognición: Pensando con los ojos y con las manos. La Balsa de la Medusa, (45-46), 77-128.

Latour, Bruno (1999/2001). La esperanza de Pandora. Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia. Barcelona: Gedisa.

Latour, Bruno (2005/2008). Reensamblar lo social. Una introducción a la teoría del actor-red. Buenos Aires: Manantial.

Law, John (2004). After Method. Mess in social science research. Londres: Routledge.

Marinas, José Miguel (2000). Simmel y la cultura del consumo. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, (89), 183-218.

Rose, Nikolas (2007). The Politics of Life Itself. Biomedicine, Power, and Subjectivity in the Twenty-First Century. Princeton: Princeton University Press.

Simmel, Georg (1917/2002). Cuestiones fundamentales de sociología. Barcelona: Gedisa.

Tirado, Francisco; López, Daniel; Callén, Blanca & Domènech, Miquel (2008). La producción de la fiabilidad en entornos altamente tecnificados. Apuntes etnográficos sobre un servicio de teleasistencia domiciliaria. Papeles del CEIC, 2008/2(38), 1-28. Extraído el 20 de agosto de 2011, de http://www.identidadcolectiva.es/pdf/38.pdf

Zerubavel, Eviatar (2007). Generally Speaking: The Logic and Mechanics of Social Pattern Analysis. Sociological Forum, 22(2), 131-145.