Este trabajo parte de una inquietud, de una cuestión propuesta por Tomás Sánchez-Criado en el Primer Encuentro Nacional ANT (Actor Network Theory) ocurrido en junio de 2010 en Barcelona: “¿La ANT (especialmente con Bruno Latour) se ha convertido en, o se quiere usar, como una gran metafísica, un sistema conceptual cerrado, o aun se pone en dialogo con sus diversos campos de investigación?” (Sánchez-Criado, 2010, párr. 3) Según este autor, para que esta cuestión sea contestada, es necesario examinar la noción de agencia presente en la ANT:
Es de rigor comenzar diciendo que el problema de la agencia en la ANT tiene un panorama diverso y problemático, donde se juntan alguna serie de debates muy distintos, sobre diferentes términos, tal y como han sido configurados y leídos, con mayor o menor fortuna, en diferentes ámbitos (Sánchez-Criado, 2010, párr. 3).
Para ello, el citado autor ha propuesto una sesión que tenía cuatro cuestiones-ejes de discusión entre los participantes de la mesa:
- ¿Qué es la agencia?
- ¿Qué papel juega el principio de simetría?
- ¿El sentido de la in/distinción humanos-no humanos?
- ¿Cómo aproximarnos al estudio de la subjetividad o del self? (Sánchez-Criado, 2010, párr. 4).
Aquí propondremos el esfuerzo de atravesar estas cuestiones, sin responderlas de forma categórica o definitiva. Mejor, el esfuerzo será el de toma de posición de una serie de apuestas estratégicas. Imaginando con esto abrir espacio para posiciones más novedosas y creativas en el campo de investigación alrededor de la gran área de “Ciencia, Tecnología y Sociedad”.
Mi posición es la de considerar la ANT como una teoría negativa, un modo de problematizar las divisiones tradicionales y problemas tradicionales, explorando otras posibilidades de constituir trabajos de investigación. En este punto esto se aproxima al teatro de Carmelo Bene (Bene & Deleuze,1979). Aquí, de la misma forma que se explota la posibilidad de un enredo teatral sin sus personajes principales, con la ANT se propone el trabajo de investigación sin sus protagonistas conceptuales tradicionales. Así, de la misma forma como desaparecen Romeo y Julieta para el surgimiento de personajes menores, la naturaleza, la sociedad, el sujeto, el objeto, la cultura, los matters-of-fact salen de escena para la actuación de conceptos menores: híbridos, fetiches, actores-redes y rizomas.
Esto es un modo de entender el conocimiento próximo al pragmatismo y al empirismo radical jamesiano (James, 1905/1979, 1907/1979): el rechazo de estos protagonistas conceptuales es un modo de evitar las divisiones previas que se ofrecen a nuestras categorizaciones, las cuales solo pueden ser cubiertas por un pensamiento saltatorio. Estos nuevos conceptos menores en constante elaboración son conceptos creados para captar los efectos de las redes de conocimiento en acción, o sus prácticas. En este aspecto también se aproxima a la arqueología y genealogía de Michel Foucault (1966, 1969/1972, 1971/1982, 1983/1995), dada su problematización estratégica constante de lo que se encuentra cerrado y naturalizado.
Sin embargo, siempre existe el riesgo de partir de la ANT y erigir innumerables catedrales góticas metafísicas, coronando a Bruno Latour como príncipe de las redes (Harman, 2009). Hay siempre riesgo de tomar los discursos más ácidos en fundamentos los más sólidos y rígidos para las más diversas prácticas; es el riesgo de todo el proceso de traducción. Pero existe lo que podríamos llamar el grado de solvencia de una teoría, o la probabilidad de poner en cuestión sus apropiaciones más problemáticas por las propias herramientas de la teoría. Y es posible afirmar que la ANT tiene un alto grado de solvencia. No solo por la creación constante de conceptos menores sino, especialmente, por la problematización en secuencia de sus propios conceptos. Por ejemplo, en un texto específico Bruno Latour (1999) pone en cuestión no solo los conceptos de actor y redes así como el término teoría e incluso el guión que los une.
Es dentro de este alto grado de solvencia de la TAR, de su problematización estratégica constante y de su rechazo de los personajes teóricos tradicionales, que el concepto de subjetividad será considerado. El rechazo no significa afirmar que son falsos estos términos tradicionales y mayoritarios; es considéralos, como efectos, prácticas, agenciamentos, pliegues, amalgamas de términos heterogéneos en composición (pero también en conflicto, en ruido, friccionando muchas veces). Como Foucault (1983/1995) lo hace en sus trabajos finales al modo de problematización de los modos de subjetividad, de los modos con los cuales nos constituimos a nosotros mismos.
Entonces, ¿cómo la ANT y especialmente Latour considera la cuestión de la subjetividad? En general de una forma negativa, como parte de una división moderna, como es posible ver en Jamás hemos sido Modernos (1991/1994) y Culto moderno de los dioses fetichices (1996/2002). En este libro especialmente, pone en cuestión la psicología como gran heredera, junto con la epistemología, de la división moderna entre objetividad y subjetividad. División que actuaría como una bomba de absorción atrayendo los entes para cada uno de estos polos de purificación.
De forma positiva, es posible tomar las consideraciones de Latour (2004) sobre el cuerpo en How we can talk about the body? Aquí el cuerpo no sería definido por “una esencia, una substancia, sino... una interface que se torna más y más descriptible cuando se aprende a ser afectado por diversos elementos” (Latour, 2004, p. 205). Como ejemplo de esta potencia de ser afectado, Latour considera el aprendizaje de especialistas en la industria de perfumes (también llamados “narices”) a través de un equipamiento con kit de olores, en el cual, después del entrenamiento de una semana, surgirían distinciones totalmente nuevas. Para el autor, este aprendizaje no sería la simples adquisición de una habilidad por parte de un cuerpo natural, pero su construcción recíproca con el mundo: “adquirir un cuerpo es entonces una empresa progresiva que produce de una sola vez un medio sensorial y un mundo sensible” (2004, p. 207). Sería este cuerpo articulado que permite el conocimiento del mundo (y de otros cuerpos) al coproducirse con éste, registrando diferencias en nuevos modos y ampliando los contrastes entre fenómenos antes tomados como homogéneos: “articulación no significa hablar con autoridad..., sino ser afectado por diferencias” (2004, p. 210).
De forma más directa podemos encontrar la reflexión sobre composición de la subjetividad en comparación con los plug-ins como lo hace Latour en Reensamblar lo social (2005/2008, pp. 294-303). Aquí Latour está poniendo en discusión si habría una posibilidad de pensar lo social en una forma más pura en el encuentro cara a cara de las personas. Pero, para el autor, incluso estas habilidades psicológicas supuestamente más directas, sean las afectivas o las cognitivas, no son entidades naturales de las personas, son incorporadas de la misma forma con que se baja un programa informacional en un ordenador. Todo el material constitutivo de estas habilidades, circula, se encuentra distribuido en una serie de materialidades y prácticas que constituyen los psicomorfos, que son los formadores de nuestra subjetividad.
Pero quizás este modelo de los plug ins sea un modelo demasiado simplificado: del mismo modo como se produce la realidad objetiva de forma bastante compleja por medio de amplias controversias, la producción de la realidad subjetiva es ciertamente un proceso tanto o más inestable y conflictivo. Lo que es posible entonces recoger de la ANT en esta cuestión es algo más que su doctrina estricta, es la posibilidad de una propuesta siempre más constructivista y controvertida de la producción de subjetividad. Como la que Nikolas Rose (1998) desarrolla, considerando tal producción con los conceptos tomados prestados de Gilles Deleuze y Felix Guatarri (1980/1995). Así, nuestra subjetividad se compone por medio de pliegues y de composiciones oriundas de un plano pre-individual:
Es en el interior de estas composiciones que los efectos del sujeto son producidos, efectos de montaje de nuestro ser. La subjetivación es, así, el nombre que se puede conceder a los efectos de composición y recomposición de fuerzas, prácticas y relaciones que se esfuerzan u operan para transformar el ser humano en diversas formas de sujeto que sean capaces de constituir a sí mismos en sujetos de sus propias prácticas, así como de las prácticas de otros sobre ellos (Rose, 1998, p. 171).
Esta composición plural y friccional permitiría pensar, por ejemplo, cómo algunas categorías psicopatológicas actuales se constituyen en la articulación de pliegues conflictivos. Un caso plausible sería la propia epidemia actual de TDAH (Trastorno de déficit de atención). Más que en una causalidad neurológica, es posible pensar en el conflicto de agencialidades o de dispositivos de atención, suscitados por prácticas distintas. Así es posible pensar el conflicto entre plug ins o programas de atención distintos, como la concentración estimulada por la escuela y la dispersión propiciada por los videojuegos o la televisión por cable. En pocas palabras, el conflicto entre una atención-foco y una atención-zapeada.
El trabajo de investigación que no busca denunciar la psicología por la adopción de una epistemología moderna, sino intentar estudiar algunas prácticas con las cuales esta subjetividad y la psicología se hicieran posibles (confesión, examen, ejercicio de vida privada, etc.), y especialmente como la psicología compone de modo plural esta subjetividad en las técnicas de investigación, el campo clínico, la difusión de su saber, etc. En este caso, la elección del término pluralidad y no multiplicidad no es gratuita. Ella deriva de trabajos como los de John Law (2004) y Annemarie Mol (2002). Para estos autores, la composición de una entidad científica, como la arteriosclerosis no apunta ni a una unidad absoluta, ni a una pluralidad radical. Por el contrario, las entidades científicas son compuestas por una serie de prácticas que se articulan de modo parcial. O sea, las prácticas que sostienen un concepto científico producen traducciones parciales, o en palabras de Latour (1999/2001) traducciones con desplazamiento de sentido, sin conservar una identidad. Como Law (2004) afirma, la realidad de estas entidades es fractal: son más que una, pero menos que muchas.
A diferencia de entidades como la arterioesclerosis, los objetos que se pueden encontrar en las prácticas psicológicas tienen mucho más la marca de pluralidad, dada la imposibilidad de traducción entre las diversas orientaciones presentes en el campo. Tomando en consideración otro concepto de Latour (1999/2001), el de móviles inmutables para referirse a la circulación de referencia científica por distintos vehículos, se puede decir que los conceptos psicológicos son inmóviles inmutables, dada su incapacidad de comunicación. O aún de inmóviles mutables, dada su capacidad de producir subjetividades.
En mis investigaciones presupongo algunas posiciones estratégicas que directa o indirectamente contestan las cuestiones inicialmente propuestas por Sánchez-Criado (2010):
a) La agencialidad sería distribuida y tornada posible por un conjunto de dispositivos socio-técnicos. Al contrario de una serie de lecturas apresuradas, el principio de simetría ampliado de Latour (1991/1994) no apunta a una equidad entre la acción de entes humanos y no-humanos. Ni a una mecanización de los humanos o intencionalizar los no-humanos. Su objetivo es pensar en una agencia distribuida (aunque no de forma idéntica) entre humanos y no-humanos. Que no deben ser pensados de forma aislada, teniendo una definición en sí. Humanos y no-humanos se componen de otras fracciones de humanos y no-humanos. Todo esto para pensar que la singularidad de la acción humana (toma de decisiones, autonomía, invención) se encuentra en la posibilidad de composición múltiple de diversos dispositivos socio-técnicos de acción distribuida.
Así, la simetría entre humanos y no-humanos no debe ser tomada como un principio metafísico de composición de naturaleza, sino como un modo de pensar en una agencialidad distribuida, compleja y conflictiva. John Law (2004) incluso subraya que esta composición pone en cuestión los presupuestos de la metafísica euro-americana, como la distancia, anterioridad, singularidad, universalidad, independencia y coherencia de la realidad. Sería por medio de acciones múltiples, articuladas, locales y a veces incoherentes, que nuestra realidad exterior y universal es producida
b) La subjetividad por otro lado es un objeto raro, conforme apunta Foucault (1971/1982) o Veyne (1978/1980). Ésta sería derivada de una agencialidad que se compone como un bricolaje, un pliegue o amalgama de términos en contraste (y no un plug-in). Es así que ella se define por medio de un conjunto de prácticas históricas extremamente diversas: la confesión cristiana (Foucault, 1983/1995 ), las técnicas de examen (Foucault, 1975/1977), las prácticas de la vida privada (Elias, 1987/1994), la distinción entre subjetividad y objetividad (Latour 1991/1994, 1996/2002) y las técnicas introspectivas de la filosofía moderna. Todas estas prácticas de modo plural y a veces conflictivo constituyen nuestros equipamientos psicológicos, especialmente la certidumbre de tener un dominio interno donde residen nuestras más profundas verdades. Certidumbre que se ve incrementada actualmente por la acción plural de los dispositivos psicológicos; más que revelar nuestra subjetividad, estos la producen de forma más y más consistente, dado el poder que las psicologías tienen de enunciar nuestras más plenas y definitivas verdades. Justo por supuestamente conocer mejor que cualquier saber nuestro mundo subjetivo
Estas posiciones expuestas arriba no son dogmas; son tan solo apuestas estratégicas. Buscan producir nuevos mundos posibles y nuevas ontologías, más allá de la metafísica euro-americana. O mejor aún, buscan una nueva posibilidad de política ontológica (Law 2004). Especialmente con respecto a nuestras subjetividades. Pues lo que se sostiene aquí no es una reforma radical de la psicología, sino aceptar lo que ella ya realiza en nuestra vida cotidiana, al producir subjetividades plurales por medio de sus dispositivos múltiples. La única diferencia con relación a la forma de actuar de la psicología es acoger esta producción sin tomarla como efecto indeseable y sin procurar reducirla a alguna unidad insospechada.
La psicología, así entendida dentro de un proceso de construcción de conocimientos y de subjetividades, puede actuar ampliando (y no reduciendo) el número de versiones con que nos constituimos. Podría así, problematizar las formas de vida más consagradas a las que nos acogemos y liberar otras posibilidades menos corrientes. Actuando, así, por una vida y un modo de producción de conocimiento menos ordinarios y plurales.
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