Athenea Digital - num. 8 otoño 2005-

Sujetos, acciones y articulaciones en torno al movimiento zapatista y al conflicto en Chiapas

Marcela Alejandra Parra

Programa de Doctorado en Psicología Social. Universidad Autónoma de Barcelona

maleparra2002@hotmail.com

 

 

“Chiapas no es una noticia en un periódico, ni la ración cotidiana de horror.
Chiapas es un lugar de dignidad, un foco de rebelión
En un mundo patéticamente adormecido.
Debemos seguir viajando a Chiapas y hablando de Chiapas. Ellos nos lo piden.
Dicen en un cartel que se encuentra a la salida del campo de refugiados de Polhó:
“Cuando el último se haya ido, ¿qué va a ser de nosotros?”
Ellos no saben que cuando se ha estado en Chiapas, ya no se sale más.
Por eso hoy estamos todos en Chiapas”.

José Saramago

Del Epílogo del libro
Subcomandante Marcos (1999). Desde las montañas del sureste mexicano. Argentina: Editorial Plaza y Janés. Pág. 396.

Introducción

El final del siglo XX y el comienzo del siglo XXI han estado marcados por la caída del muro de Berlín, el final de la experiencia soviética y el cese de la guerra fría. Estos hechos, a los que hoy se suman los atentados del 11 de septiembre, la lucha antiterrorista y la guerra contra Irak, parecieran indicar la existencia de un solo horizonte posible, la expansión incesante del neoliberalismo y de su implacable proceso de exclusión.

Sin embargo, junto a esta aparente desaparición de horizontes alternativos y al quiebre de las viejas utopías, se vienen generando nuevas luchas emancipatorias y nuevos modos de resistencia social así como también se vienen recreando formas de resistencias más antiguas. Esto no sólo da cuenta de la capacidad de lucha social de nuestros pueblos sino que también evidencia las contradicciones y los límites del sistema capitalista, sus grietas, sus fisuras.

Asimismo, el carácter inédito de estas nuevas formas sociales de participación que se vienen produciendo tanto en América Latina como en el resto del mundo, desbordan permanentemente las categorías con las que habitualmente pensamos estos fenómenos sociales y nos obligan a crear nuevas herramientas analíticas.

Participar de algún modo de estas luchas es parte de la tarea que tenemos como investigadores sociales y fue lo que intentamos hacer a través del trabajo que aquí brevemente presentamos. Dicho trabajo sintetiza el proceso de participación e investigación del que fuimos parte no sólo como investigadores sino como integrantes de la sociedad civil movilizada en México en torno al movimiento zapatista y al conflicto en Chiapas.

Las principales preguntas que guiaron dicho trabajo fueron: ¿cuáles son los sujetos políticos en lucha que se han movilizado en torno al zapatismo y al conflicto en Chiapas desde 1994 hasta el año 2000 y que han conformado eso que se ha dado en llamar la sociedad civil?, ¿cuáles son las acciones de lucha social que los mismos han realizado?, y ¿cuáles son las condiciones de posibilidad históricas, políticas y sociales de este proceso de movilización y los procesos simbólicos puestos en juego?.

Las respuestas ensayadas a estas preguntas fueron construidas a partir de una estrategia metodológica conformada por diferentes instrumentos de acercamiento a la realidad (la utilización de una base de datos hemerográfica, la realización de entrevistas a los sujetos involucrados, el análisis de textos producidos por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y los registros etnográficos de nuestras visitas realizadas a la zona) la cual apuntó a combinar los análisis micro y macrosociales y las dimensiones subjetivas y objetivas de lo que pretendíamos conocer.

Por último, la importancia de conocer este proceso de movilización está dada no sólo por la diversidad de grupos sociales involucrados y la multiplicidad de formas de acción que los mismos han desplegado sino por el desafío a nivel analítico que dicho acercamiento nos implica y por la singularidad que tiene, dentro de este proceso de movilización, la articulación lograda entre los grupos sociales civiles y un movimiento político-social de carácter armado.

La lucha zapatista

 Como parte de esos nuevos modos y de esas nuevas formas de lucha que mencionábamos más arriba, ubicamos el levantamiento armado que el 1° de enero de 1994, desde las montañas del sureste mexicano, y en el momento en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos, México y Canadá, protagonizaron los zapatistas.

La rebelión zapatista no sólo mostró la realidad de miseria y exclusión sobre la que se asienta el TLC y el proyecto neoliberal que él representa, sino que nos trajo también el mensaje de que no se habían acabado todos los sueños, de que no se habían terminado todas las utopías. Allí todavía hay gente que quiere y lucha por un mundo mejor, por un mundo más justo, por un mundo más humano. Allí todavía hay gente que, desde situaciones de desesperación, espera y hace de su esperanza un proyecto de vida colectivo. Allí todavía hay gente que cree que es posible construir un mundo donde quepan muchos mundos.

Esta rebelión, que al mismo tiempo que soñó tuvo la valentía de declarar la guerra al Gobierno Mexicano, fue seguida de una respuesta sorpresiva por parte de la sociedad civil nacional e internacional que se movilizó interponiéndose entre las partes en conflicto. Distintos grupos sociales se movilizaron desde los primeros días exigiendo –primero- un alto al fuego! y generando –luego- múltiples formas de solidaridad, de lucha y de organización.

En ese sentido, el levantamiento zapatista puso en evidencia cambios sociales que se venían gestando en la sociedad mexicana desde hacía al menos cuatro décadas y que venían cuestionando sobre todo la relación estado – sociedad en un proceso que hoy se identifica como el surgimiento de la sociedad civil mexicana.

La sociedad civil movilizada

Sujetos y acciones

 La sociedad civil a la que nos aproximamos estuvo conformada por campesinos, estudiantes, trabajadores, intelectuales, grupos indígenas, organizaciones de derechos humanos, partidos políticos y muchos otros grupos sociales que se organizaron en caravanas, campamentos civiles por la paz, misiones de observación por los derechos humanos, ayunos, elecciones civiles, marchas, cinturones de seguridad, gobiernos paralelos, encuentros internacionales, libros, canciones, etcétera. Pluralidad y diversidad de sujetos y de acciones que, sin embargo, mostraron claramente algunas tendencias definidas.

En ese sentido, y a nivel de los sujetos implicados, podemos decir más allá de su multiplicidad y diversidad, las identidades sociales movilizadas pueden ordenarse alrededor de dos polos principales: el poder social -donde ubicamos fundamentalmente las organizaciones sociales y no gubernamentales, las ongs de derechos humanos, los intelectuales y artistas, los campesinos, los estudiantes, los trabajadores, etc.- versus el poder político-económico -donde ubicamos fundamentalmente a algunos sectores de los partidos políticos, a las fuerzas paramilitares, a los empresarios y a los sectores rurales patronales-. Es decir, la confrontación central se da entre los que se ven beneficiados por el actual modelo de exclusión social y los que se ven perjudicados por dicho modelo.

A nivel de las acciones desarrolladas desde la sociedad civil cabe resaltar no sólo la riqueza y la complejidad de las mismas, sino su tendencia mayoritaria hacia la confrontación y el desafío de las formas y los espacios de poder establecidos y su tendencia –aunque más débil- hacia la construcción de espacios autónomos y alternativos.Por otra parte, mientras lo que hemos denominado polo social ha desarrollado una estrategia de lucha centrada sobre todo en la búsqueda del consenso, el polo político-económico ha desarrollado una estrategia de lucha centrada fundamentalmente en la coerción. Dicha estrategia de lucha que forma parte de una política de criminalización y persecución de la protesta social presente no sólo en México sino en toda América Latina.

Los articuladores simbólicos centrales de este proceso

Hablar de procesos de movilización social es hablar de las condiciones de posibilidad de dichos procesos y hablar también de las posibilidades de articulación que se dan entre las distintas identidades políticas. Articulación de unos sujetos con otros, de unas acciones con otras, de unas rebeldías con otras, de unos sueños con otros. Articulación que se teje a partir de la búsqueda de cierta utopía.

Son los procesos articulatorios los que deben ser explicados dentro de un proceso de movilización no tanto en términos la complejidad y variedad de los sujetos y las acciones sino en términos de cómo, a partir de dicha complejidad y variedad, se constituye la unidad del sujeto político. Es decir, lo que en términos de Gramsci sería el problema de la formación de una voluntad colectiva y de cómo tales voluntades se proponen fines concretos inmediatos y mediatos y una línea de acción colectiva.

En ese sentido, uno de los elementos más importantes del proceso de movilización en torno al movimiento zapatista y al conflicto en Chiapas, ha sido la articulación entre una sociedad identificada fundamentalmente como civil y un movimiento político-social pero de carácter armado. Desde nuestra perspectiva, dicha articulación ha sido posible -al menos en parte- por el lugar que el zapatismo ha ocupado para los distintos grupos sociales en tanto espacio simbólico de convergencia de múltiples demandas y necesidades sociales y de alternativa de construcción de lo colectivodonde cobran relevancia sobre todo la dimensión utópica de construir un mundo donde quepan muchos mundos y su concepción-práctica del poder.

La concepción-práctica del poder de los zapatistas aparece tanto en lo ellos denominan mandar obedeciendo como en su planteo de la no toma del poder: por una parte, los zapatistas quieren que el que mande, mande obedeciendo; por la otra, ellos se han propuesto cambiar el mundo, pero sin tomar el poder.

Dicha concepción-práctica posibilitó que el movimiento zapatista -al mandar obedeciendo a esta sociedad civil que se había movilizado exigiendo el no a la guerra- pasara de una estrategia de lucha más centrada en lo armado a una estrategia de lucha más centrada en lo político desde la cual reconocía la validez de todas las formas de lucha.

Este cambio de estrategia fue la que hizo posible la articulación entre grupos sociales que comparten –algunos en mayor medida que otros- los objetivos fundamentales de la lucha zapatista los cuales pueden sintetizarse en construir un mundo donde quepan muchos mundos, pero que no acuerdan, aunque respeten, su opción por la lucha armada.

Sin embargo, y más allá de la centralidad que el movimiento zapatista ha tenido en la movilización de esta sociedad civil, dicha movilización no habría sido posible sin la fuerza que adquirió también para los distintos grupos sociales el no a la guerra como elemento movilizador. Un no a la guerra que se dirigió no solamente contra la estrategia represivo militar que el estado mexicano desplegó desde el inicio del conflicto sino que también se dirigió a la vía armada elegida por los zapatistas.

 En ese sentido, y a modo de síntesis, podemos decir que dos han sido los articuladores simbólicos centrales del proceso de movilización estudiado: el no a la guerra, entendido como oposición a la estrategia represivo militar y paramilitar del gobierno mexicano y como oposición a la opción por la lucha armada del zapatismo; y el espacio simbólico representado por el zapatismo donde cobra relevancia sobre todo su dimensión utópica y su concepción-práctica del poder.

Conclusiones preliminares

 Para finalizar este texto, queremos volver a un momento anterior a nuestra llegada a México, a Chiapas y al zapatismo. Queremos volver al día en que, partiendo de aquel lugar de la patagonia argentina en el cual habíamos vivido los últimos cuatro años, nos encontramos con una amiga y ella nos relató su viaje a Chiapas. En aquél relato, algo nos impactó y en cierta medida nos disgustó. Ella nos dijo: cuando llegamos a las comunidades chiapanecas preguntamos en qué podíamos ayudar y los zapatistas nos contestaron: “nosotros estamos bien, mejor regrésense a su lugar y desde allí luchen...”.

En ese momento aquellas palabras nos disgustaron porque desde ellas sentíamos que perdía sentido nuestro viaje a Chiapas y nuestra intención de participar de la lucha zapatista.Hoy, después de más de cuatro años de participar de este proceso, sentimos que unas de las cosas más importante que nos enseñaron los zapatistas fue precisamente el volver a nuestro lugar para desde allí continuar la lucha teniendo la confianza de que, aquí o allá, todos participamos de una misma lucha, la lucha por un mundo más justo, más humano, más digno.

Por eso, aunque hemos concluimos preliminarmente este trabajo de investigación vinculado a la lucha zapatista, hoy de algún modo lo desde nuestra articulación como militantes e investigadores sociales al proceso de movilización social que están protagonizando distintos grupos sociales en nuestro país –Argentina- especialmente a partir de diciembre del 2001.

 

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