Athenea Digital. número 8- otoño 2005

Fernández Christlieb , Pablo (2005)
La Velocidad de las Bicicletas y otros ensayos de la cultura cotidiana . México: Vila Editores.
ISBN: 9685414203



Jahir Navalles Gómez

Maestría en Psicología Social
Universidad Autónoma de Querétaro, México
jnavalleg@terra.com.mx

 

El Lector

Inicialmente, sólo bajo un apelativo se puede reconocer a Pablo Fernández Christlieb, el de ser un lector, un buen lector, un irónico lector, que sin más es aquélla persona que lee y quien siempre alude al acto de la lectura, donde la idea del conocer y saber reunir las palabras adecuadas para poder conversar sobre algo, alguien, objeto, cosa, y demás entidades flotantes de la vida en sociedad es permanente. y sin embargo no se queda ahí, ni se limita a sólo leer, sino que ejerce uno de los oficios por demás antiquísimos y que la psicología, cada vez ha ido desdeñando más, la escritura sobre, en y desde la psicología. Y si como dijo Kurt Danziger, “lo que es verdad para la psicología es verdad para la psicología social” este vicio ha estado recurriendo cada vez con mayor frecuencia en la disciplina misma, por lo cual es una fortuna encontrarse con algunos desdeñados lectores, quienes no sólo se remiten a la disciplina o a su propio campo de conocimiento, sino que siempre aluden al entorno, al contexto, a la situación, al fenómeno en el cual alguna vez estuvieron inmersos o visualizaron, la que alguien más les compartió o lo que tal vez les habría gustado vivir.

Y ésta es una primera advertencia cuando uno revisa y se adentra en La Velocidad de las Bicicletas y otros ensayos de la cultura cotidiana, libro de reciente aparición editorial pero con un legado de más de diez años, ya que por la forma en la cual fue escrito el trabajo más grande fue la dedicada a hacer parecer que el libro no costó nada de trabajo, esto según palabras del propio Pablo (1) , ya que el libro, a la manera simmeliana, se conforma de una serie de ensayos y colaboraciones del autor publicados en diversos periódicos y revistas del país (México), rememorando así, lo mismo que sucedió con su primer libro El Espíritu de la Calle: Psicología Política de la Cultura Cotidiana (1991), cuestión de revisar la primer nota al pie de página del libro citado, no siendo para nada, como tampoco sucedió con el anterior, referencia al pensamiento local sino más bien una discusión, livianamente aderezada con el vinagre destilado del transcurrir cotidiano, situándose en el día a día y en las relaciones cara a cara (cada instante más relegadas) y el cual no es visible porque irremediablemente se está inmerso en él.

La Lectura

De ahí proviene una segunda advertencia, ésta sí, dada por el autor, y es que lo que nos augura él mismo es que en todo lo que se realiza, en cada acto social que se consolida, con cada apelativo que se le imputa a la realidad, existe para sobrellevarla una “lógica gentil”, una que no proviene ni de los “especialistas”, ni de los “eruditos” en conceptos o fechas o autores, ni de los dizque “intelectuales de cubículo universitario” sino que la misma abreva y se desprende de la “gente de diario”, de las personas cuya única característica es ser “comunes y corrientes” y a las cuales les encanta serlo, esto porque nada es tan complejo como para que ellos (ustedes, nosotros) no lo vuelvan simple o extremadamente sencillo de sobrellevar. Y en un vistazo, los ensayos recopilados claman porque lo menos esperado es lo más sorprendente, reencontrándose en todo aquello que ocurre comúnmente y a lo cual nunca o en contadas ocasiones referimos, bosquejándose, aún sin pretenderlo, “una psicología de sociedad”, tan diversa y tan adversa a la ya establecida.

En cada ensayo, con disímil tonalidad y en distinta sintonía a lo que bien podría decir un manual introductorio sobre la vida en sociedad, se relata lo que coloquialmente se piensa que se hace, aunque sea todo lo contrario lo que se realice, donde las ideas que circundan el pensamiento social son las mismas que permiten un reconocimiento gradual e inesperado del mismo, y que devienen, según el autor, desde los enclaves más privados –como el baño- hasta los enteramente públicos -como un estadio de fútbol.

Así las cosas en La Velocidad de las Bicicletas y otros ensayos de la cultura cotidiana se contraponen en cada escrito una sensación de la sociedad y una percepción de la sociedad, donde si se pregunta por las entidades que la componen, la respuesta sobresale desde aquellos seres sociables quienes no son aquellos que tienen modales (buenos o malos eso es lo de menos) sino de aquellos que reconocen que son parte viva de la convivencia. Y el recorrido se hace de múltiples maneras, sea ironizando sobre “lo importante”, sea confirmando el cómo la sociedad cabe en un sustantivo –como lo es ya coca-cola-y que éste mismo se acepta como algo simbólicamente reconocido y que a su vez hace reconfortablemente artificial cualquier relación, sin dejar de lado las inercias en las cuales está envuelto el pensamiento social, reivindicando la noción de acontecimiento, aquel suceso del diario, al cual los historiadores de las mentalidades descartaron porque este era irrelevante pero al cual Pablo Fernández le permite re-significarse, ese conocimiento es visto así como un conocimiento pausado, que no se detiene, que está lentamente concebido, que no caduca, y que requiere más de 24 horas de atención.

El Escenario

Y éste puede ser cualquiera, y sobreviene en las reuniones anuales, o en las dadas cada seis meses, cada lustro o cada década, las cuales se cotejan con lo afectos que se reinauguran en cada reunión del día, a la hora de la comida, en el desayuno, en el autobús, en la casa, el taller o la oficina. El escenario de la cultura cotidiana es uno donde tiene cabida una sociedad “oportunista”, donde cualquier descuido trae como consecuencia el desaparecer de la sociedad, para lo cual se requiere hacer un recorrido que va de la futilidad de la vida, que es más creíble, a lo técnico de la misma, escenario que reclama ser verdadero a ultranza. El escenario de lo cotidiano es aquel que puede dar cobijo a esa “lógica gentil” ya antes señalada y donde ser gentil es acceder a la intimidad, pero no de esa manera burda que impulsa la actualidad sino como el acto que proviene del reconocer, no las ansias sino “las ganas de comunicarse”, donde se reencuentra el encanto a la paciencia que otorga lo vertiginoso, a lo efímero que vale porque puede acceder a lo permanente. Promulgándose entre lo público y lo privado que es entonces donde se devela el sendero entre lo racionalmente aceptado y lo que está afectivamente lleno nimiedades. El escenario de la cultura cotidiana clama por estar inserto y quedar absorto de lo que acontece en un encuentro cara a cara, siendo este mismo un acontecimiento de diario, común, vanal para algunos, con una trascendencia llena de significados cuando éste mismo es vivido por otros, luego entonces tiene cabida la expresión de los sentimientos al infinito, sea en un sentido o en otro, fluctuando entre la cursilería o la parquedad, los dos siendo los extremos sentimentales.

Y esto no es nada más que un recuento donde se habla paralelamente de la sociedad cortés que se intenta imponer en el siglo XX y que nada tiene que ver con la sociedad gentil, dosificada y por ello permanente, que proviene de los siglos anteriores. No cabe duda pablo Fernández lo que hace es abogar por la resonancia del pensamiento social.

El Psicólogo Anticuario

Tal vez ese sea el apelativo que mejor describa a Pablo Fernández Christlieb, y claro ese mote se lo otorgo en una conversación alguien al cual el propio Pablo aludió en otro de sus libros y de quien rescato una frase demasiado clara en estos tiempos para poder definir lo que es la psicología (2), y de acuerdo con el autor intelectual del adjetivo, Michael Billig (3), el autor de La Velocidad de las ..., se asemeja a lo que el ingles dice de los anticuarios, donde cada alusión que se hace en los textos no son ni una afirmación ni un pleonasmo, mucho menos una consigna académica sino que es su propio referente a la vida colectiva. Siendo ésta asimilada de múltiples formas, sea como el pensamiento lento que queda plasmado a través de la mugre y del cual están hechos los recuerdos, sea como la crítica a la pulcritud de la sociedad eficiente, interpretándose a través de las fisuras y los recovecos de la sociedad siendo ésta misma cordial y genuina, original, maternal y memorable con cada palabra que puede ser engrandecida con un diminutivo (hijo-hijito / rápido-rapidito / café-cafecito), resaltando simultáneamente tanto en aquella dignidad con la que no cuentan los “ganadores” como en la honestidad de los “buenos perdedores”, descubriendo que el “poder” es algo que se encuentra oculto, pero además es un acto, pensamiento, actitud, ilusión de la cual se habla constantemente y que se vuelve legítima en tanto se sigue aludiendo a ella. Y es que cuando Pablo Fernández habla de una “psicología de sociedad” lo hace reconociendo que existe una necesidad retórica de asumir la vida social, sea en un objeto, artefacto, instrumento, herramienta, cosa, que marca el apego y el desapego, lo arraigado en las raíces de la cultura –insertas y dispersas en el lenguaje. Con todo lo anterior, es en la publicación más reciente de Pablo Fernández Christlieb donde, siguiendo a la Escuela de Chicago, la reflexividad se encuentra en su máximo esplendor.

Algo más...

Si se desea saber como es que se concibió este libro habría que revisar el ensayo intitulado “Reconocimientos”, todo ello para aquel que le guste remontarse a los orígenes. Finalmente, el texto cuenta con 63 ensayos más uno como “bonus track”, “cortitos todos” según el mismo autor y que de quedarse “en el cajón” él mismo prefirió que salieran a la luz pública, para criticarlos, asimilarlos o porque ya, en el instante de leerlos “uno nunca sabe”.


Pablo Fernández Christlieb en entrevista con José Nava. “La Psicología que pretende ser científica es una patraña”, El Financiero, Jueves 21 de Abril de 2005

La Afectividad Colectiva (2000). México, Taurus, n. 123.

Billig, Michael (1987). Arguing and Thinking. A Rhetorical approach to social psychology. Cambridge, Cambridge University Press.