The self in scientific psychology

  • Mary Whiton Calkins
Publicación original: Mary Whiton Calkins. (1915). The Self in Scientific Psychology. American Journal of Psychology, 26, 495-524.

Traducción y selección de extractos: Silvia García Dauder

1 El self* en la psicología científica

Con frecuencia el self ha sido expulsado de la psicología bajo el argumento de que la introspección científica ha fracasado a la hora de descubrirlo. El objetivo de este artículo es examinar y estimar esta acusación. El problema es doble. Primero, está el hecho tal como se ha afirmado: ¿realmente los psicólogos científicos no han encontrado ningún rastro de un self? Segundo, si este hecho fuera admitido, el fracaso en mostrar un self ¿es debido a la inadecuación de los métodos o a la no-existencia del self? (¿Es que no existe ningún zorro o es que ha evitado las trampas que hemos colocado para él?). La discusión sobre estas cuestiones principales seguirá a una sección introductoria que aborda la naturaleza del método científico y el significado otorgado al término “self” por aquellos que lo reclaman para la psicología. Estos tópicos preliminares serán discutidos en orden inverso.

2 La naturaleza del self para el psicólogo

El self es indefinible. Definir es asignar el objeto definido a una clase dada y distinguirlo de otros miembros de la clase; y el self es sui generis y por consiguiente imposible de definición. Citando a Oesterreich, “es una clase de cosa que sólo se puede indicar (auf das man nur hinweisen kann) pero que tan difícilmente se puede demostrar al ciego-al-yo, como se puede demostrar el color al ciego-al-color”1. Pero el símil de Oesterreich no nos debe confundir. El self, aunque indefinible, no es por ello elemental y por tanto indescriptible. Sus caracteres, como señala Miss Gamble, son “propiedades” no “differentiae2. Los caracteres del self experienciado sobre los cuales el psicólogo del self asienta su énfasis son, primero, su persistencia o auto-identidad; segundo, su individualidad o carácter único; tercero, el hecho de que es fundamental o básico para sus experiencias, y finalmente el hecho de que está relacionado con su entorno, social y físico. Estos caracteres han sido discutidos en otro momento por la escritora y aquí serán brevemente expuestos3.

  1. Desde Stuart Mill, en su conocida Nota sobre el “Análisis de los fenómenos de la mente humana” [Analysis of the Phenomena of the Human Mind] de James Mill4, hasta Knight Dunlap, con su “noción del ego como una presuposición esencial de la psicología”5, cualquiera que admita el self lo atribuye con relativa persistencia, o identidad. “Suponga”, dice Dunlap, “tres ítems de contenido, a, b, y c. Suponga que yo soy consciente de a, luego de b, luego de c... Al final permanece un último hecho... el hecho de que yo perciba los tres... Lo importante es que los tres ítems son percibidos por el mismo yo. Las percepciones no son las mismas; pueden ser separadas por considerables intervalos. ¿Qué es la identidad? Simplemente la identidad del Yo”6.

  2. La individualidad, o el carácter único de cada self, es el carácter que lo distingue de cualquier otro: todos los psicólogos del self, y con frecuencia incluso aquellos que lo niegan, están de acuerdo en que “los hechos psíquicos pertenecen a los individuos”, que “un sentimiento es o bien mío o bien de algún otro”7.

  3. Tanto la persistencia como la individualidad del self implican el hecho de que es fundamental a las experiencias específicas, concretas –al percibir, al imaginar, al emocionarse. En palabras de Oesterreich, “cualesquiera procesos psíquicos genuinos [son] estados o funciones de un sujeto, pertenecen a un yo”8. O, en una afirmación más simple de Dunlap, “no podemos hablar de experimentar sin un yo que experimenta9”. El self, por tato, nunca está separado de las experiencias específicas; como señala Oesterreich, “no es algo que exista por sí mismo más allá o además” de las experiencias. Por el contrario, las experiencias existen en el self; tomando una frase de Ach, constituye su “fundación esencial10”.

  4. El carácter relacional del self con los objetos que componen su entorno ha sido especialmente enfatizado por los psicólogos “sociales” y “diferenciales11”, por Ward12, Mitchell13 y Rehmke14, y por aquellos psicólogos “funcionalistas” -notablemente Angell y Judd –que admiten un self. “El punto de partida de la psicología” como señala Ward “es el de un sujeto viviente en interrelación con su entorno concreto.”

En conclusión, se debería indicar explícitamente que nada definitivo se afirma de la enumeración de estos caracteres tal como se han dados en las páginas precedentes. La descripción psicológica del self necesita ser clarificada, ampliada, y enriquecida mediante los esfuerzos de todos los psicólogos que trabajan en todas las ramas de la ciencia15. (...) [pp. 495-497]

3 Explicación del fracaso en descubrir el self mediante introspección

Las anteriores páginas han mostrado ampliamente que muchos psicólogos creen ser conscientes del self; y que no sólo la introspección casual sino la experimental ha descubierto este self. Pero una pregunta insistente permanece: El psicólogo del self tiene todavía que explicar el hecho de que un amplio número, quizá una mayoría, de psicólogos niegan o ignoran el self. De forma general, esta actitud de hostilidad o indiferencia es explicada por el hecho de que los propios psicólogos en cuestión parecen no encontrar trazos del self en sus propias introspecciones y en aquellas informadas por sus sujetos y, consecuentemente, cuestionan la rigurosidad de las introspecciones que informan de un self. El problema con el que se encuentra el psicólogo del self puede por tanto plantearse en los siguientes términos: si realmente el self puede ser encontrado mediante introspección científica ¿por qué la conciencia del self no es informada por cada experto introspeccionista?

En su intento por responder a esto, el psicólogo del self antes de nada afrontará la afirmación de los hechos. Encuentra que los escritos técnicos de los psicólogos que niegan el self están llenos de términos de la psicología del self; que están repletos de referencias a experiencias, de las cuales “[yo] tomo nota”, o sobre las cuales “[yo] estoy interesado”, o con definiciones de realidad psíquica como “aquella que es experimentada por un sujeto individual”. En una palabra, los psicólogos que niegan el self están constantemente suponiendo un sujeto, un self, y están permanentemente distinguiéndolo de sus experiencias. Para el psicólogo del self parece fútil explicar este hábito inveterado de referirse al self mediante la convención del lenguaje, porque la convención de reconocer un self es precisamente el hecho a ser explicado.

Incluso en protocolos experimentales los psicólogos que niegan el self hablan de actitudes “subjetivas” y distinguen entre los introspeccionistas “subjetivos” y “objetivos”. Y en los ampliamente trabajados conceptos contemporáneos de “actitud” (Bewusstseinslage), e “instrucción”, o “problema” (Aufgabe), así como en las categorías resucitadas de “actividad” y “disposición”, el psicólogo del self encuentra las implicaciones más evidentes del self. Le parece imposible que pudiera ocurrir una conciencia de instrucción a no ser en la forma de un conocimiento de uno mismo siendo instruido por alguien; e igualmente imposible que alguien pudiera ser consciente de actitud, de actividad, o de disposición a no ser que uno sea consciente de un self que es activo, tiene disposiciones, y toma actitudes.

No obstante, aunque acumule evidencia circunstancial de que los psicólogos que niegan el self están todo el rato presuponiéndolo, el psicólogo del self encuentra muy difícil, si no imposible, en cada caso específico rebatir la afirmación del psicólogo anti-self de que los términos “yo” y “tú” son meras “etiquetas verbales”. Por esta razón, y debido a que el propósito que subyace a este artículo es poner claro el punto de vista de la psicología del self, más que refutar a sus críticos, será asumido en lo que queda de esta discusión que los hechos son como los afirmados por los oponentes de la psicología del self; esto es, que un amplio número de observadores cualificados fracasa en encontrar el self en introspección. El psicólogo del self, sin embargo, puede ofrecer cuatro razones para explicar este fracaso. Estas son: (1) la ubicuidad del self; (2) el hecho de que la propia introspección sistemática se interesa principalmente por experiencias sensoriales y pensamiento; (3) el carácter de las instrucciones específicas que frecuentemente se dan a los introspeccionistas; y (4) el hecho de que las concepciones de la introspección y del informe excluyen con frecuencia, virtualmente o explícitamente, toda referencia al self.

  1. El hecho, tan frecuentemente enfatizado ya, de que siempre soy consciente del self tiende directamente a convertirme inadvertido de ello. Del mismo modo que si se me pidiera dar cuenta totalmente de mi experiencia sensorial en un momento dado podría muy bien olvidarme de nombrar las sensaciones de la presión de mi ropa, simplemente porque son constantes, presumiblemente también, por una razón similar, los introspeccionistas con frecuencia fracasan en nombrar el self.

  2. Una segunda razón de por qué la introspección controlada tiene tan poco que decir sobre el self, es porque ha estado ampliamente ocupada o bien con la percepción e imaginación o con el pensamiento –con los “procesos de pensamiento”, “el pensamiento sin imágenes”, “elementos relacionales”, Denkthätigkeit. Pero la percepción y la imaginación tienen objetos impersonales y “externos” y el pensamiento está principalmente referido no a objetos personales –mi yo y otros yoes- sino a relaciones estrictamente impersonales. Cuando estudio la discriminación, comparación, o inferencia me preocupo más de las relaciones impersonales, semejanza y causalidad, o de las cosas semejantes y causalmente relacionadas, que de mi self relacional y sus prójimos. Al informar mi introspección de percepción, imaginación o pensamiento es muy probable por tanto que no nombre la conciencia no enfatizada del self.

  3. Las instrucciones dadas a los introspeccionistas apenas hacen mención al self. Al sujeto se le instruye para que atienda a todas sus sensaciones –y especialmente se le recuerdan las sensaciones kinestésicas y orgánicas-, se le dice que anote el placer y el displacer si ocurren y que marque la intensidad y orden y duración de las diferentes experiencias; y se le puede pedir que marque la aparición de cualquier factor no sensible. Existen incluso unos pocos ejemplos registrados en los que se ha instruido al sujeto (sin resultado) para que anote cualquier caso de auto-conciencia que pudiera ocurrir. Pero muy infrecuentemente se dan sugerencias específicas de fases o factores de auto-conciencia. Apenas se orienta al sujeto para que distinga entre receptividad y actividad del self, o que anote cualquier conciencia de compartir la experiencia de otros, u observar cualquier conciencia de sí mismo como persistente o como diferenciado de otros yoes. En ausencia de tales sugerencias concretas está obligado a registrar su introspección en los términos que le son más familiares –aquellos de la psicología que niega el self.

  4. La razón más significativa de la infrecuente aparición del self en los informes introspectivos descansa en dos preconcepciones asociadas sobre la introspección que arbitrariamente y por definición limitan su alcance. La primera de ellas es la doctrina de que la introspección debe tener por su objeto o bien elementos estructurales o bien funciones psíquicas16 y que un informe fiable de introspección, en otras palabras, una descripción de experiencia, debe limitarse a una enumeración de estos elementos (o funciones). En el laboratorio de Cornell, por ejemplo, el observador es formalmente enseñado que “en la introspección estamos describiendo un proceso consciente” y que “las categorías de descripción son los últimos términos del análisis, los procesos elementales y sus atributos”17. Evidentemente el sujeto bien entrenado, enseñado que la introspección consiste en una enumeración de procesos elementales (ya sean estos concebidos como sensaciones, afectos, y elementos-de-pensamiento posibles o como funciones) sólo informará de estos procesos. El self está por consiguiente predestinado al exilio perpetuo de la psicología.

Al argumento del psicólogo del self de que esta concepción de la psicología es inadecuada y que una descripción completa de la experiencia debe incluir no sólo esta enumeración de procesos mentales sino también una explicación más allá del self de quien son los procesos, los defensores de esta visión de la introspección oponen el segundo de sus dogmas a priori. Manifiestan que una explicación del self en sus diferentes actitudes18 hacia su medio es una mera narración no técnica de la experiencia, una “afirmación de significado” o una “afirmación verbal19”, no una “descripción científica”. La aceptación de este dogma de nuevo excluye automáticamente el self de la psicología ya que el observador cotidiano está constantemente describiéndose a sí mismo declarando, por ejemplo, que puede sentirse “a sí mismo” poniéndose cada vez más enfadado; que está seguro de que “él” ha estado aquí antes; o que puede conseguir su meta sólo si “él mismo” se esfuerza.

La doctrina de la diferencia radical entre el objeto del científico y el de la conciencia cotidiana es defendida por Titchener en el siguiente fragmento: “El mundo de las cosas y la gente nunca es idéntico ni al mundo de la física ni al mundo de la psicología; ya que la física no trata con barcos y trenes sino con masas y distancias y velocidades; y la psicología no trata con disputas y éxitos, sino con emociones y acciones voluntarias20”. Pocos físicos o psicólogos se encontrarán en completa armonía con esta enseñanza. El mundo de la física y el mundo de la psicología no son, claro está, completamente idénticos, respectivamente, al mundo de las cosas y al mundo de la gente, y la física y la psicología, como ciencias analíticas, de hecho se refieren a masas y velocidades por un lado y a emociones y voliciones por otro. Pero eso está lejos de ser una prueba de que la física y la psicología no estudian analíticamente los objetos de observación acrítica del hombre corriente. Más aún, las masas y velocidades, las emociones y voliciones son el resultado del estudio analítico de los científicos de los barcos, trenes, disputas y éxitos. Diciéndolo en términos más generales: El argumento sobre el que se basa la visión de que el objeto de descripción científica no puede ser idéntico a aquel de la conciencia cotidiana es el hecho de que la descripción científica difiere de la narración cotidiana de la experiencia. Esta diferencia incuestionablemente existe, pero es ampliamente explicada por la diferencia en método y propósito entre el informe científico y el no científico21.

Parece pues que no existen razones para aceptar el dogma de la diferencia esencial entre los objetos científicos y los objetos cotidianos. Y de hecho esta distinción se contradice profundamente con el procedimiento actual de las ciencias que está analizando y explicando constantemente precisamente los objetos –relámpago y arcoiris, marea y rocío- que el hombre común observa acríticamente. Para ilustrar esto desde la psicología de los sentidos: el hombre llano no ha sido entrenado para identificar el azulado de las sombras sobre la nieve del atardecer; pero el psicólogo, aunque corrija su descripción, no rechaza creer que el hombre llano ha visto un objeto aproximadamente indicado mediante el término “nieve”. De forma similar, aunque el psicólogo bien puede cuestionar la precisión de la explicación sobre el self del hombre corriente, no tiene justificación para obviar la afirmación común, o implicación, de un yo basal a percepciones, memorias y voliciones. Pero tanto si las posiciones del psicólogo del self son aceptadas como si no, el principal argumento de esta sección es incontrovertible. Ya que parece claro que si la introspección está definida como enumeración de “procesos conscientes”, y si la descripción se limita a objetos radicalmente diferentes de aquellos de la introspección ordinaria, entonces el self queda excluido, por instrucción, del informe experimental. En conclusión, se puede aventurar la observación de que en vista de la relativa pobreza de los estudios introspectivos y de su preocupación por experiencias relativamente impersonales, y en vista, también, de las direcciones dadas a los introspeccionistas y de las preconcepciones sobre las cuales estas direcciones están basadas –resulta más sorprendente quizá que el self haya desempeñado si quiera algún rol en la psicología técnica que el hecho de que muchos psicólogos pudieran fracasar en registrar su presencia. [pp. 519-524]




A Reconciliation Between Structural And Functional Psychology

  • Mary Whiton Calkins

Publicación original: Mary Whiton Calkins. (1906). A Reconciliation Between Structural And Functional Psychology, Psychological Review, 13, 61-811.

Traducción y selección de extractos: Silvia García Dauder

1 El self consciente como el hecho basal de la Psicología

Por self como hecho psíquico me refiero a lo que el hombre corriente se refiere por self, en tanto esto no implica la visión de que el cuerpo constituye parte de un self2. Este self consciente, el self del hombre corriente, en la forma desarrollada en la que comúnmente lo estudiamos, es en primer lugar entendido como subyacente a las experiencias del momento –como teniendo percepciones, imágenes, y demás, o, más exactamente, como “percibiendo”, “imaginando” y “sintiendo”. Y, en segundo lugar, cada self, además de ser fundamental a sus propias ideas o experiencias, también es un self relacionado. Es decir, siempre soy consciente de mí mismo [myself] como de alguna forma relacionado con mi entorno, social o físico.

Esta doctrina del self como el fenómeno psíquico fundamental debe ser defendida, primero, de la contra-teoría de que el hecho basal de la psicología es el evento psíquico, y su corolario de que el self es una mera serie o sistema de tales eventos psíquicos. El hecho psíquico, concebido en este segundo sentido, ha sido denominado por Locke “la idea”, por Hume “la percepción”, por Spencer “el sentimiento”. Titchener, uno de los más consistentes defensores modernos de la doctrina estructural, denomina al evento psíquico “proceso mental”3. El término de Locke, “idea”, me parece el más simple y el mejor para designar el fenómeno psíquico desde este punto de vista: el hecho de conciencia, considerado como estrictamente individual, aislado artificialmente de otros hechos, y –en particular- considerado aparte de cualquier self o mente. Empleado de esta forma, en el sentido lockeano, el término “idea” por supuesto abarca emoción, creencia, y volición así como percepción, imagen, y pensamiento. (…) [pp. 63-64]

Pero a pesar de la posibilidad abstracta de concebir la conciencia como una serie de ideas y la psicología como la ciencia de esta corriente de ideas, estoy sin embargo convencida de que el self y no la idea debería ser tomado como el hecho basal de la psicología. Existen dos razones para la superioridad de esta doctrina del self. En primer lugar, la idea es en sí misma una abstracción que invariablemente implica un self. Y, en segundo lugar, la descripción de la conciencia a través del análisis de las ideas no es una explicación completa ni adecuada de la experiencia consciente real. (…) [p.64]

De momento es necesario añadir a esta distinción entre el self y la idea un contraste tan agudo como el que pueda trazarse entre el self del psicólogo, así definido, y el self del biólogo, el del filósofo y el del sociólogo.

Por self como hecho fundamental de la psicología no me refiero, en primer lugar, al organismo psico-físico, cuerpo más conciencia o cuerpo considerado como poseído de conciencia. Hacia esta concepción del organismo psico-físico como hecho psíquico, la objeción es, muy brevemente, que la doctrina pertenece no a la psicología, sino a la biología. La ciencia biológica puede estudiar muy propiamente la naturaleza, las relaciones y el desarrollo de todo animal observado como un cuerpo que tiene conciencia4 , pero la psicología, si se considera una ciencia y no un mero departamento de biología, es una “ciencia de la conciencia” y como tal no puede propiamente adoptar como su fenómeno basal un complejo de físico y psíquico. El resultado práctico de tal combinación es, en mi opinión, como Titchener sugiere5, que lo psíquico no pasa a ser entendido como coordinado con lo físico sino como una función de ello, de tal forma que el hecho de “que estos procesos subyacentes sean psíquicos deviene un accidente”.

Es igualmente necesario insistir en que el self del psicólogo no es idéntico al del filósofo. Un self como hecho psíquico no es un objeto de argumento filosófico sino de conciencia inmediata. En otras palabras, no surge ningún cuestionamiento sobre su naturaleza última: se da por hecho, como cualquier objeto de cualquier ciencia, sin más investigación. Así como un mineralogista da por hecho que existen piedras; y así como un zoólogo da por hecho que existen cuerpos animales, así el psicólogo da por hecho la existencia de selves.

Es imposible poner suficiente énfasis sobre esta distinción entre el self del filósofo y el del psicólogo, ya que la tendencia a confundirlos es responsable, en mi opinión, de la oposición por parte de los psicólogos estructurales a la visión aquí mantenida, y por tanto de la contra-teoría de que el self, en la medida en que la psicología lo aborda, es una mera suma o serie de ideas. La fuerza de esta doctrina humiana radica en la suposición de que la única alternativa es una filosofía del self. Pero aunque sólida filosofía esté basada en psicología y puede muy bien comenzar, como lo hizo Descartes, desde el mí mismo [myself] como inmediatamente observado, sin embargo la psicología no necesita ni debería extenderse en filosofía. La psicología no razona sobre el lugar de sus selves en una realidad total y final, simplemente los acepta en sentido literal como hechos observados.

El self relacionado como fenómeno psíquico basal debería ser distinguido, finalmente, del hecho fundamental de la sociología, a saber, el organismo social. El hecho basal de la psicología es el self individual en sus relaciones, ante todo social; la unidad de la sociología es el sistema interrelacionado de selves. La psicología, en otras palabras, pone énfasis en el individuo, al tiempo que insiste en que el individuo es constituido, en gran parte, por sus relaciones sociales; la sociología enfatiza la familia, el estado, la comunidad, aunque reconociendo los individuos como sus miembros. La relación de la psicología con la sociología es, de hecho, muy similar a la relación entre la fisiología y la zoología. Al igual que el hecho fundamental, o unidad, de la psicología es el individuo socialmente relacionado, así el hecho basal de la fisiología es el cuerpo individual –estudiado, por supuesto, como relacionado con los cuerpos del entorno. Y de alguna forma al igual que la unidad de la sociología es la comunidad, la unidad de la zoología es la especie. (...) [pp. 65-67]

2 La Psicología del self como reconciliación entre la psicología estructuralista y la psicología funcionalista

Ya me he detenido en dejar clara la concepción del self consciente como hecho basal de la psicología. Ahora tengo que mostrar que esta concepción facilita, y de hecho necesita, una unión entre la psicología estructuralista y la funcionalista. Para apoyar este punto, intentaré mostrar que cada uno de estos términos, estructural y funcional, está habitualmente construido para abarcar tanto una doctrina de análisis psicológico como una doctrina en relación con el hecho basal de la psicología. Argumentaré (1) que los psicólogos estructuralistas y un grupo (pero sólo un grupo) de psicólogos funcionalistas están injustificados en sus doctrinas sobre el fenómeno psíquico basal; pero que (2) en sus doctrinas de análisis psicológico, tanto la psicología estructural como la funcional están en lo correcto: el análisis de una complementa el de la otra –en palabras del profesor Angell, cada descripción de función implica alguna referencia a los elementos estructurales, tanto como las propias funciones reales implican estructura6. Finalmente (3), argumentaré que ambos tipos de análisis, el estructural y el funcional, son esenciales para una adecuada psicología del self.

Desarrollaré esta concepción, primero, en referencia a la psicología estructuralista. De acuerdo con un prejuicio común, el análisis en elementos, sensitivos, afectivos y similares, necesariamente implica la asunción de que el fenómeno psíquico analizado es el evento psíquico o la idea. Así, la psicología estructural se convierte en sinónimo de una psicología de la idea. Pero ya se ha señalado la artificialidad e inadecuación de esta concepción de la unidad psíquica como idea. Ciertamente, la idea no es el fenómeno psíquico basal, inmediatamente observado. Y por esta razón, los psicólogos funcionales suelen criticar y oponerse a lo que ellos llaman psicología estructural. Pasan por alto el hecho de que el rasgo realmente característico de la psicología estructuralista no es su unidad atomística, sino más bien su procedimiento analítico. La psicología estructuralista consiste esencialmente en la enseñanza de que la tarea de la psicología es, primero, analizar experiencias típicas hasta que se alcanzan elementos irreductibles, y segundo, clasificar los tipos corrientes de experiencia compleja en función de si uno u otro de esos elementos predomina. Los psicólogos estructuralistas pueden y de hecho complementan este análisis y clasificación buscando para cada experiencia o clase típica de experiencias una explicación científica –esto es, buscando asociarla con otros hechos, o grupos de hechos, ya sean psíquicos, fisiológicos o físicos. [pp. 68-69]

Pero este análisis en elementos estructurales –debe insistirse- no es necesariamente el análisis de una idea o evento psíquico: es, por otro lado, tan fácil como descubrir los elementos estructurales de la conciencia considerada como la experiencia de un self, porque aunque cada experiencia consciente es alguna relación, simple o compleja, de un self con su medio, es también un complejo de diferentes experiencias elementales, sensitivas, afectivas y similares; y esas experiencias elementales están por supuesto siendo observadas como suscitadas y acompañadas por específicas condiciones corporales. En una palabra, la psicología como ciencia de la conciencia y selves relacionados puede y debe asumir el descubrimiento analítico de elementos de experiencias conscientes como tal. Por virtud de este procedimiento estructural es verdaderamente una psicología estructural, aunque rechace completamente la doctrina del evento psíquico, o idea, como el hecho basal de la psicología.

Desde este esfuerzo por demostrar que la psicología del self incluye la parte esencial de la psicología estructuralista, pasaré a considerar la relación entre la psicología funcionalista y la psicología del self. La psicología funcional, también, es un término que ha sido utilizado para indicar tanto una concepción del hecho fundamental de la psicología como un tipo característico de análisis psicológico. En relación con la doctrina de la unidad de la psicología, los psicólogos funcionalistas están de acuerdo en su bien justificada oposición hacia la concepción atomista de la idea como hecho basal o unidad de la psicología. Ciertamente, no presentan un frente unido, pero muchos –quizá la mayoría de ellos- conciben el organismo psico-físico como el hecho basal de la psicología, sosteniendo que la psicología debe interesarse por las relaciones del self psico-físico funcional, el cuerpo consciente, con su ambiente. Esto, como he intentado mostrar, es una sustitución injustificada de una concepción psicológica por una biológica. Parece, además, no formar parte inherente de la psicología funcionalista, en la medida en que muchos psicólogos funcionalistas no lo sostienen. Angell, por ejemplo, mantiene la afirmación de que el organismo psico-físico es una unidad real, pero el reconocimiento de que “la separación entre mente y cuerpo puede ser realizada en nombre de alguno de nuestros intereses teóricos o prácticos”. Dice, de hecho –aunque no creo que su procedimiento siempre se conforme a esta afirmación- que “la primera tarea” de la psicología “es analizar y explicar hechos mentales”7. El profesor Mead, yendo más allá, parece expresamente identificar el hecho basal o unidad de la psicología con el self, el “yo” o “sujeto en persona”, como él lo llama, “el sujeto que es *** [sic] más que una asunción8”.

Los psicólogos funcionalistas están, por tanto, lejos de la unanimidad en enseñar que el organismo psico-físico es el hecho basal en la psicología y se equivocan, en mi opinión, en la medida en que sostienen esta doctrina. La verdad es, sin embargo, que la psicología funcionalista, como la estructuralista, consiste esencialmente no en una doctrina de la unidad de la psicología, sino más bien en un tipo de análisis psicológico. Como tal, me parece que encarna las siguientes concepciones: primero, y fundamentalmente, la concepción de la conciencia en términos de las relaciones con el entorno que implica; segundo, la concepción de la conciencia en términos de la significación o valor de esas relaciones. Intentaré mostrar que la psicología funcional, concebida en el primer sentido, puede coincidir con la psicología del self; y que, vista desde la segunda forma, puede ser complementaria o subordinada a la psicología del self.

Difícilmente se puede negar que la psicología funcionalista, sea lo que sea lo que incluya además, incluye esta concepción de la conciencia como relación experimentada con el entorno. Esto está implícito en el reiterado énfasis que ponen los psicólogos funcionales sobre la importancia de la “reacción” y la “respuesta”. Con frecuencia se señala claramente en sus definiciones. Angell, por ejemplo, habla de sensación como “la función psíquica mediante la cual el organismo es puesto en contacto con su entorno9”. Pero esto, que es la concepción característica de la psicología funcionalista, no sólo es reconciliable con la psicología del self: es parte de la psicología del self. Ya que la psicología del self, al igual que la psicología funcionalista, considera las experiencias conscientes como relaciones con el medio. Nada más, de hecho, puede ser referido mediante las concepciones de actividad, pasividad, empatía, y oposición, por las cuales es necesario distinguir los hechos psíquicos vistos como experiencias de un self10.

Es verdad que la psicología funcionalista y la del self, tal y como están formuladas, no siempre dan descripciones idénticas del entorno con el cual la unidad psíquica está relacionada. El psicólogo funcionalista tiende a enfatizar el entorno físico, o –de forma más precisa- el entorno biológico, mientras que el psicólogo del self pone su acento en el entorno social o personal. Sin embargo, incluso aquí, existe un acuerdo sustancial. Ya que todos los psicólogos funcionalistas, al menos implícitamente, reconocen las relaciones sociales, y Angell incluso señala: “Deberíamos atender a todas las operaciones de la conciencia como tantas expresiones de adaptaciones orgánicas a nuestro medio, un medio que debemos recordar es social tanto como físico”11. Y a la inversa, aunque la psicología del self, como yo la concibo, observa las relaciones de un self con un entorno personal como lógica y genéticamente previo, también da cuenta de emociones impersonales y de voluntad dirigida a situaciones externas e impersonales –en una palabra, de un entorno impersonal12.

La concepción cardinal de la psicología funcionalista, la de la conciencia como implicando relación interna con el ambiente, es evidentemente, por tanto, un factor integral de la psicología del self. Pero la psicología funcional incluye la doctrina complementaria de que la conciencia ha de ser concebida y clasificada, no sólo como relación en general, sino como relación “efectiva” o beneficiosa –dicho de otro modo, como una función que tiene significado o valor. Función, en otras palabras, es definida como “parte desempeñada con relación a alcanzar o mantener un fin13”. Esta doctrina de los psicólogos funcionalistas –un síntoma o una aplicación del movimiento moderno en psicología conocido como pragmatismo- apenas necesita ser ilustrada. Aparece en las descripciones de Angell de las funciones cognitivas como “uno de los puntos en los cuales la conciencia es de más obvio valor”14, y en su afirmación de que “la verdad o la falsedad son nombres que impresionan para operaciones de adaptación relativamente completas (i.e. exitosas) y relativamente incompletas (i.e. fallidas)”; y en su enseñanza de que en la voluntad “la conciencia es selectiva para lo beneficioso”. Y Dr. Arnold, quien recientemente ha avanzado en defensa de la teoría funcional, dice “que la percepción es estudiada como dando significado al objeto de interés”, y que “las imágenes han de ser consideradas como ayudas lógicas para la acción”15.

Cualquiera que sea la naturaleza de este método de describir hechos psíquicos en términos de su utilidad, tal concepción puede evidentemente ser armonizada con la doctrina de que el self psíquico, no el organismo psicofísico, es un hecho basal de la psicología. Ya que con seguridad no sólo el organismo corporal, sino el self pensante, emotivo y luchador también, es capaz de relaciones más o menos “exitosas”, “útiles” y “completas” con su ambiente, cualquiera sea el estándar de utilidad adoptado. Percepción aguda, imaginación vívida, sutil pensamiento pueden reforzar el self en su oposición consciente al entorno o en su igualmente activa adaptación. Esto es decir solamente que todas las experiencias tienden al desarrollo de la actividad del self. No existe por tanto descripción de un contenido psíquico como promocionar eficiencia, o como dar significado, pero puede ser asignado por el psicólogo del self.

No es este el lugar para discutir la cuestión más fundamental de si es conveniente, así como posible, considerar uso o valor como términos técnicamente psicológicos. Si tal procedimiento fuera llevado hacia sus límites, “una psicología funcional minuciosa”, como Angell francamente reconoce, “debe finalmente entrar en investigaciones que son hoy en día posesión exclusiva de la lógica, la ética y la estética, respectivamente”16. Yo misma me inclino a la visión conservadora de que la psicología, aunque forme tanto una base indispensable como una parte constitutiva de la estética y de la ética, difiere de cada una en la medida en que nunca asume ni el valor, ni la belleza, ni la verdad, para propósitos de descripción estrictamente psicológica, como un término final. Se seguiría que el valor de un tipo dado de conciencia sería, desde el punto de vista de la psicología, no un hecho constitutivo sino relacionado. Pero no estoy interesada ahora en argumentar este punto. Mi argumento es simplemente el siguiente: Admitiendo la propiedad de las descripciones de los psicólogos funcionalistas en términos de valor, podemos todavía insistir que los valores son principalmente personales: en otras palabras, que los términos se aplican ante todo al self en relaciones sociales y no exclusivamente o necesariamente al organismo psico-físico.

De todo esto se sigue que la psicología funcionalista, correctamente concebida, es una forma de psicología del self, que su fenómeno basal es el self del psicólogo, y que sus contribuciones significativas a la psicología son, primero, su doctrina del carácter inherentemente relacional del self con el ambiente, y segundo, su insistencia sobre la eficiencia progresiva o utilidad de esas relaciones. Ciertos autores reconocidos como psicólogos funcionalistas sostienen, es cierto, concepciones irreconciliables con las de la psicología del self. Estas son las enseñanzas de que la unidad de la psicología es el organismo psicofísico y que la psicología se debe centrar en los procesos sensorio-motores de este organismo, como tal. Pero se ha mostrado que esta doctrina carece de la aprobación de muchos psicólogos funcionalistas, y que sustituye una concepción puramente psicológica por una fisiológica o biológica. Pulida de esta excrescencia biológica, una psicología funcionalista –como he intentado mostrar- es una psicología del self.

El rechazo a admitir el organismo fisiológico y sus procesos como fenómenos genuinamente psicológicos no impide, por supuesto, su reconocimiento como hechos correlacionados. El psicólogo del self, en otras palabras, da cuenta de los procesos sensorio-motores, las reacciones y actitudes corporales, sobre los cuales los psicólogos funcionales ponen énfasis, de la misma forma que da cuenta de los fenómenos neurológicos enfatizados por los psicólogos estructurales. No sostiene, ciertamente, que tanto el organismo como cualquier movimiento o actitud de él es en sí mismo un fenómeno psíquico, no más de lo que sostiene que una excitación nerviosa es un evento psíquico. Sin embargo puede y prácticamente asume que los hechos psíquicos son condicionados o acompañados o seguidos por fenómenos fisiológicos o biológicos. Considera al organismo, en otras palabras, como el correlato fisiológico del self, y los movimientos corporales como antecedentes, o correlatos, o consecuencias del fenómeno psíquico. Así, también, para el psicólogo del self, las actitudes y reacciones corporales tienen una importancia especial en la medida en que sirven como adaptaciones del organismo corporal al entorno biológico y físico17.

Con esta conclusión, he llegado al final de la segunda sección de este artículo. He intentado mostrar que la psicología del self, la doctrina de que el self consciente es el hecho basal de la psicología, armoniza las doctrinas esenciales de la psicología estructuralista y funcionalista. He argumentado esto sobre la base de que la conciencia, que siempre implica un self consciente, es un complejo tanto de elementos estructurales como de relaciones del self con el entorno. Esta doctrina de la psicología, como he intentado mostrar también, forma una base para las explicaciones neurológicas y biológicas del hecho psíquico que son corrientes en psicología. [pp. 70-76]