“Con cada año que vivo, con cada libro que leo, con cada observación que inicio o confirmo, estoy más profundamente convencida de que la psicología debería ser concebida como la ciencia del self, o persona, como relacionada con su entorno físico y social. (...) Con selves quiero decir seres conscientes, totalidades únicas y complejas, idénticas aunque cambiantes, relacionadas con su entorno -los seres distintivos, indicados por expresiones como “estoy decepcionado”, “te envidio” o “te admiro”.
Calkins, 1930: 41-42
Según la historiógrafa feminista Gerda Lerner (1992), resituar a las mujeres en la historia de la psicología no debería limitarse a una historia compensatoria que recupere nombres perdidos en el naufragio femenino de la travesía histórica de la disciplina; ni a una historia de sus contribuciones al progreso científico en función de los parámetros dominantes en psicología; sería fundamental, también, regenerar y reconstruir una historia de las mujeres en la psicología “en sus propios términos”, recuperando contextualmente sus nombres y sus contribuciones infravaloradas u olvidadas, narrando sus experiencias y situaciones diferenciales marcadas por la división sexual. Siguiendo a Lerner, varios trabajos han tratado de resucitar el nombre, la obra y las experiencias de Mary Whiton Calkins para desvelar otro de esos “secretos recelosamente guardados” por una historia mítica de la psicología “sin mujeres”1. En la misma línea, nuestro objetivo al traducir estos dos textos de Calkins es no sólo que se conozca el nombre y se reconozca la foto de esta pionera psicóloga estadounidense, con la misma familiaridad con la que se conoce el nombre de William James o John Dewey; y no sólo que se conozca su sistemático estudio sobre la “psicología del self”; sino también que se reflexione sobre las políticas de género y conocimiento de la disciplina a partir del trabajo historiográfico sobre las pioneras psicólogas.
Pero vayamos por partes. Por si alguien se pregunta ¿quién fue esta “Mary Whiton Calkins” que deberíamos recordar y cuáles fueron sus aportaciones a la psicología?, recurriendo a los parámetros de reconocimiento dominantes, podríamos dar el rotundo dato de que fue doble presidenta de la American Psychological Association (en 1905, la decimocuarta de ambos sexos y la primera mujer presidenta2) y de la American Philosophical Association (en 1918). Sólo dos personas han obtenido ambas menciones, James y Dewey, de ahí que los mencionáramos antes considerándolo como un justo criterio de comparación. Podríamos seguir con esta enumeración de contribuciones al progreso científico de la disciplina, señalando que trabajó durante sus primeros años en la psicología experimental de laboratorio, centrándose en los estudios sobre asociación, e inventando la técnica de pares asociados tan utilizada posteriormente en investigaciones sobre memoria. Si asociamos el reconocimiento a la producción científica, en este período (antes de 1900) publicó en revistas de prestigio -la American Journal of Psychology, la Psychological Review o la Philosophical Review, entre otras- más de una veintena de artículos sobre sus diferentes investigaciones en psicología experimental desde el laboratorio del Wellesley College. Hacemos aquí un inciso para introducir una contribución recuperada por historiógrafas feministas, pero que pasó bastante desapercibida por los guardianes de la historia con mayúsculas de la psicología. Calkins tuvo también el mérito de protagonizar lo que se ha considerado como la “primera controversia sobre diferencias sexuales en procesos cognitivos en la literatura psicológica” (Furumoto, 1979): la controversia Calkins-Jastrow (Wellesley-Wisconsin), recogida en las páginas de la Psychological Review en los años 1895 y 1896, con varios artículos bajo el título “Community of ideas of men and women” –y en la que también intervinieron Cordelia Nevers (discípula de Calkins en Wellesley) y Amy Tanner (desde la Universidad de Chicago, incidiendo en la importancia del hábito en las diferencias)3. Contrastando con las grandes fechas y las grandes teorías recogidas en los manuales históricos tradicionales, es ésta una contribución importante por cuanto introdujo en la psicología un enfoque social, o ambientalista si se quiere, en el debate sobre las diferencias sexuales, frente a las posturas naturalistas y biologicistas que muchos psicólogos del momento estaban utilizando para argumentar la inferioridad de las mujeres y su incapacidad o indeseabilidad para la educación superior. Un enfoque que, por otro lado, fue característico también de otras pioneras psicólogas como Helen Thompson Woolley o Leta Stetter Hollingworth:
“Un estudio estadístico puede ciertamente, si está suficientemente extendido, establecer diferencias características entre los intereses de varones o mujeres, y todas las conclusiones del Dr. Jastrow pueden de hecho ser interpretadas de esa forma. Mr. Havelock Ellis, sin embargo, y Dr. Jastrow, quizá, con la expresión ‘rasgos mentales masculinos y femeninos’, pretenden una distinción entre el intelecto per se masculino y femenino, a mi entender se trata de algo fútil e inviable, debido a nuestra total incapacidad para eliminar los efectos del ambiente. Hoy en día las diferencias en la educación y tradición de varones y mujeres comienzan en los meses más tempranos de la infancia y continúan a lo largo de la vida. La mayor parte de las preferencias que han sido encontradas en los dos experimentos, por ejemplo la preferencia de las mujeres por lo que está relacionado con la casa, son obviamente intereses cultivados.” (Calkins, 1896: 430).
Pero volvamos a las contribuciones de Calkins según los parámetros dominantes en psicología, y según ella misma las resumió en su auto-biografía:
“Debo tratar más respetuosamente cuatro intereses principales de mi primera década de trabajo en psicología –intereses que todavía persisten. Estos son: el estudio de la asociación; la concepción del elemento psíquico; la doctrina de los elementos relacionales de la experiencia; finalmente, y más importante, la concepción de la psicología como ciencia del self que contrasté con la psicología de la idea o atomística, el estudio sin referencia a ningún self, de experiencias sucesivas.” (Calkins, 1930: 36).
Mary Whiton Calkins presentó por primera vez su propuesta de psicología del self en 1900, y a partir de ahí, y durante más de treinta años, la desarrolló y enriqueció a modo de sistema o “paradigma” en función de las críticas y comentarios que fue recibiendo y en diálogo con las principales corrientes en uso de la psicología (Heidbreder, 1972). En este segundo período publicó prolíficamente, cuatro libros y más de 50 artículos, obteniendo reconocimiento internacional tanto en psicología como en filosofía. Pero antes de adentrarnos en su propuesta a contracorriente de psicología del self, en un período de auge “atomista” y posteriormente conductista, vamos a contextualizar su obra en los términos que señalaba Lerner: reconstruir sus experiencias profesionales marcadas por la división de género -un relato, que por otro lado, sigue un patrón muy parecido en la vida de otras pioneras psicólogas académicas.
Comencemos por el principio, Calkins nació en 1863 y vivió la mayor parte de su vida en Massachussets. La mayor de cinco hermanos, perteneció a una familia muy unida, evangélica, de clase media-alta y blanca; y como muchas otras mujeres de la época estuvo atada a lo que Jane Addams denominó “el imperativo familiar”, las demandas del cuidado familiar, especialmente de su madre enferma. Viajó con su familia varias veces a Europa y gracias a las ideas de su padre sobre la educación, no sólo hizo estudios superiores (algo excepcional en aquella época y mucho más para una mujer), sino que aprendió varios idiomas y leía y hablaba de forma fluida tanto francés como alemán. Estudió clásicas y filosofía en un college de mujeres, el Smith College (en Massachussets): se trataba de centros prácticamente en período de experimentación (éste abrió sus puertas en 1871), pero que significaron importantes resquicios a los que se agarraron las mujeres que deseaban estudios superiores y veían cómo las universidades principales les cerraban sus puertas por políticas segregacionistas. Hay que recordar que en aquella época las mujeres que se atrevieron a cursar estudios superiores tuvieron que hacer frente a todo tipo de diatribas –muchas de ellas provenientes de los propios psicólogos- sobre si podían o debían estudiar, sobre su inferioridad o mediocridad mental o sobre los riesgos de salud, especialmente reproductiva, que entrañaba el estudio ante la incompatibilidad útero-cerebro, que posteriormente se convertiría en el dilema matrimonio-carrera. Pero las resistencias no sólo provenían de este tipo de discursos, las propias instituciones los implementaban al prohibir la presencia de mujeres en las aulas universitarias o aceptándolas informalmente en calidad de “estudiantes especiales”, para que sus nombres en los registros no sentaran un peligroso precedente ni mancharan su prestigio.
Como muchas de las pioneras, no sólo la formación, también la carrera profesional de Calkins estuvo asociada a un college de mujeres: Wellesley (creado en 1875 en Massachussets). Debido a las políticas discriminatorias de las principales universidades que se negaban a contratar a mujeres, las oportunidades de profesionalización para las pioneras psicólogas prácticamente se reducían a dos: o trabajar en los ámbitos aplicados de la reforma social o permanecer en la academia pero en colleges de mujeres –esto último, a condición en la mayoría de los casos de no estar casadas. Al crearse en 1890 un nuevo puesto de psicología experimental en el Wellesley College, Calkins, que comenzó como profesora de griego, lo aceptó, pero con el compromiso de formarse durante un año en psicología. Las universidades de Harvard y Clark eran las únicas que poseían las condiciones que ella necesitaba para su formación: tenían laboratorios experimentales y estudios posgraduados en psicología y, además, estaban los suficientemente cerca de su casa como para no tener que abandonar a su familia. Sólo poseían un pequeño inconveniente: no aceptaban a mujeres en sus aulas. Comienza aquí el largo periplo de Calkins a través de las tozudamente discriminatorias políticas de la Universidad de Harvard.
Calkins intentó acceder a Harvard y a sus estudios en psicología a través del llamado “Anexo de Harvard”. Se trataba de un sistema de enseñanza informal sin asociación oficial con la universidad, creado en 1879 ante las repetidas solicitudes de estudios por parte de mujeres, y gracias al cual parte del profesorado de Harvard repetía sus cursos y clases, pero de forma privada a mujeres. Con ello se evitaba la indeseada coeducación, y al tiempo los profesores complementaban su salario. El filósofo Josiah Royce no sólo aceptó que Calkins asistiera a su curso en el Anexo, sino que la invitó a participar formalmente en los seminarios de doctorado de filosofía y psicología que él y William James impartían en Harvard. Pero a pesar de la propuesta de Royce, Calkins se encontró con el firme rechazo de las autoridades de Harvard contrarias a la coeducación, implacables incluso ante las insistencias de Royce y James4. Después de varias negativas, y tras interceder el Wellesley College como institución y el propio padre de Calkins (un ministro evangélico de renombre), finalmente el presidente Charles W. Eliot aceptó de forma excepcional que entrara “de forma no oficial” en Harvard en calidad de “estudiante especial”. En octubre de 1890 se aprobó la autorización para que Calkins pudiera asistir gratuitamente durante ese año académico a un seminario sobre psicología fisiológica impartido por William James y a un seminario sobre Hegel con Royce, una formación que complementó con la enseñanza privada en psicología de laboratorio del profesor de la Universidad de Clark, Edmund Sanford:
“Empecé el estudio serio en psicología con William James. Desgraciadamente para ellos y afortunadamente para mí los otros miembros de su seminario en psicología abandonaron el curso en las primeras semanas de finales de 1890; y James y yo fuimos dejados (...) a ambos lados de una luz de biblioteca. Los Principios de Psicología estaban aún calientes de la imprenta; y mi estudio absorto de esos brillantes, eruditos y provocativos volúmenes, interpretados por su escritor, fue mi introducción a la psicología.” (Calkins, 1930: 31).
Después de este año de formación, a finales de 1891 estableció en Wellesley, con ayuda de Sanford, uno de los primeros laboratorios psicológicos experimentales, el primero en un college de mujeres, e introdujo allí la nueva psicología científica (en concreto, un curso sobre psicología fisiológica). Pero Calkins necesitaba más formación en psicología y de nuevo tuvo que sopesar sus diferentes opciones teniendo en cuenta las restricciones por ser mujer. William James le dio la noticia de que Hugo Münsterberg iba a ser contratado por la Universidad de Harvard, y Calkins conocía que había aceptado de forma abierta a estudiantes mujeres en su laboratorio experimental de Friburgo. De nuevo, tuvo que pasar por el humillante trámite de solicitar a las autoridades de Harvard que permitieran su presencia. En enero de 1893, se aprobó que Calkins pudiera asistir a las clases de Münsterberg, pero de nuevo como oyente invitada y no como una estudiante registrada oficialmente en la universidad (y, por supuesto, adecuadamente segregada de los estudiantes varones). Durante tres años estuvo trabajando en la psicología tradicional de laboratorio bajo la dirección de Münsterberg (quien se convertiría en gran amigo suyo), compaginándolo con su enseñanza en Wellesley. En octubre de 1894, el psicólogo alemán envió una carta a las autoridades de Harvard preguntando si existía alguna posibilidad de que fuera admitida como candidata oficial para un PhD. Münsterberg no escatimó elogios sobre Calkins en dicha carta:
“Respecto a su habilidad, puedo decir que es la mejor estudiante de todos los que han trabajado en el laboratorio en estos tres años. Sus publicaciones y su trabajo aquí no me dejan ninguna duda de que es superior también a todos los candidatos a un PhD de Filosofía en los últimos años. Más que eso: es seguramente una de las mejores profesoras de Psicología en este país... La asociación de un PhD de Harvard con el nombre de Calkins significaría no sólo un honor merecido para ella, sobre todo un honor para el departamento de Filosofía de la Universidad.” (Furumoto, 1979: 352).
Se rechazó su propuesta. Pero en la primavera de 1895, Calkins presentó su tesis en el departamento de Filosofía: An Experimental Research on the Association of Ideas. La tesis fue aprobada por el departamento, y tras un examen no oficial ni autorizado, pero equivalente en su naturaleza y método a los exámenes oficiales para el reconocimiento del título de doctor, los miembros del tribunal (Royce, Palmer, James, Santayana, Münsterberg y Hanus) enviaron un comunicado al Presidente de Harvard donde señalaban por unanimidad que Calkins había satisfecho todos los requisitos para el título5. A pesar de ello, las autoridades no se lo reconocieron de forma oficial. James más tarde reconocería que fue el examen más brillante para un PhD que jamás habían tenido en Harvard. Cuando en 1894, el Radcliffe College sustituyó al antiguo “Anexo” femenino, ofreciendo a las estudiantes mujeres una educación en Harvard, por profesores de Harvard, pero en el Radcliffe College y reconocida con títulos de Radcliffe, a Calkins también se le ofreció el reconocimiento oficial de su doctorado, pero por Radcliffe. Lo rechazó. Aceptarlo hubiera supuesto reforzar la terca negación de dicha institución a reconocer oficialmente los logros de mujeres que, como ella, habían realizado estudios de doctorado en sus departamentos desde 1890 (Scarborough y Furumoto 1987).
Calkins continuó enseñando en Wellesley hasta que se jubiló en 1929. La primera mitad de su carrera, hasta 1900, se concentró en la psicología experimental hasta que abandonó su dirección en el laboratorio de Wellesley (su sucesora fue Eleanor Acheson McCulloch Gamble). La historiadora Patricia Palmieri (1983), en su retrato colectivo de las mujeres del Wellesley College, describió el clima comunitario de estos colleges de mujeres, que contrastaba con el entorno competitivo e individualista de las universidades coeducativas o sólo de varones. Una atmósfera de apoyo intelectual, profesional y emocional que poco tenía que ver con las frustrantes batallas de las mujeres en las instituciones coeducativas y con la figura del científico-especialista-aislado-varón. Laurel Furumoto ha atribuido a la influencia de este ambiente comunal y relacional del Wellesley College, el distanciamiento y la progresiva insatisfacción de Calkins respecto a la psicología experimental tradicional y su elaboración teórica a modo de paradigma de una psicología del self más social y relacionada con la experiencia cotidiana:
“Es importante señalar aquí que estos psicólogos experimentales clásicos eran mayoritariamente psicólogos varones en entornos burocráticos universitarios, cuyas experiencias como especialistas aislados eran radicalmente diferentes a las de Calkins. No debería sorprendernos por tanto que la alternativa a la visión experimental clásica adoptada por Calkins se preocupara de algo de la mayor importancia para ella y para las otras mujeres con las que compartió su mundo Wellesley, a saber la realidad y la importancia de yoes en la experiencia cotidiana.” (Furumoto, 1991: 70).
A este respecto, Palmieri (1983) nos cuenta que Calkins rechazó una oferta de la prestigiosa Universidad de Columbia y decidió permanecer en Wellesley porque temía verse atrapada enseñando psicología básica de laboratorio en un mundo totalmente masculino. No obstante, es importante señalar que trabajar en un college de mujeres llevaba asociado también bajos salarios, escaso reconocimiento, altas cargas docentes, menor calidad del material de laboratorio y la falta de intercambio profesional con las figuras líderes de la psicología. Un intercambio que, por otro lado, se vio obstaculizado mucho más cuando Titchener creó en 1904 la Sociedad de Psicólogos Experimentales (los “Experimentalistas”) prohibiendo la entrada a mujeres psicólogas bajo el “sólido” pretexto de que no soportarían el humo de cigarrillos en las reuniones, reforzando todavía más el carácter masculino de la psicología experimental. El caso es que, a partir de 1900, Calkins abandonó la psicología experimental, y la filosofía y la psicología social se convirtieron en sus intereses dominantes. A lo largo de una serie de artículos y libros –An Introduction to Psychology y A First Book in Psychology- elaboró y desarrolló a modo de sistema una psicología del self que defendió durante tres décadas dialogando con las principales corrientes en psicología.
En 1927, un grupo de trece graduados por Harvard, la mayoría ya prestigiosos profesores de psicología en otras universidades (entre ellos, Woodworth, Yerkes o Thorndike), enviaron una carta al entonces presidente de Harvard, Abbot Lowell, enfatizando la reputación internacional de Calkins y sus importantes contribuciones tanto en psicología como en filosofía, y recomendando consecuentemente que la universidad le reconociera su título de doctora. La respuesta de las autoridades fue que “no existía razón suficiente” para reconocer a Calkins su doctorado. Murió sin que se le reconociera su título de doctora, un reconocimiento que en Harvard no llegaría para las mujeres hasta 1963.
Como ya hemos señalado, Calkins presentó su “paradigma” (Heidbreder, 1972) o sistema de psicología del self en 1900 –tras un período de investigaciones experimentales y tras abandonar la dirección del laboratorio del Wellesley College- y lo desarrolló durante treinta años contrastándolo con los sistemas dominantes en psicología. Como reconoció en su autobiografía (Calkins, 1930), en sus primeros artículos experimentales anteriores a 1900 ya había mostrado preocupación por el self, pero lo relegó, como muchos de sus contemporáneos, al ámbito de la metafísica. Sin embargo, a partir de su artículo publicado en 1900 en la Philosophical Review, bajo el título “Psychology as science of selves”, Calkins renunció al tratamiento en su opinión erróneo del self como presuposición metafísica, defendiendo que los selves fueran tratados como hechos para la ciencia6. La obra de William James fue un pilar importante en su doctrina y, como ella misma reconocería, su énfasis sobre la naturaleza social del self debía mucho a la influencia de James Baldwin y Royce (Calkins, 1930: 38).
Probablemente todavía arrastrando la huella de sus primeros trabajos experimentales, e influida por Hugo Münsterberg, en sus primeros escritos sobre el self Calkins defendía un punto de vista doble en psicología: la teoría de que cada experiencia debe ser tratada desde la “psicología atomística” que estudia los eventos psíquicos denominados contenidos de conciencia; y desde la “psicología del self” que estudia los contenidos de conciencia como experiencias de un self y procede a estudiar los selves en sus relaciones. Como señaló en su autobiografía, su libro An Introduction to Psychology (1901) era un tratado sistemático de la experiencia desde este doble punto de vista de la psicología atomística y la psicología del self (Calkins, 1930: 39). En 1905 publicó en alemán Doppelte Standpunkt in der Psychologie donde resumió su doble punto de vista, esta vez entre lo que denominó una “psicología de los procesos” y una “psicología del self”:
“Psicológicamente podemos considerar la conciencia desde dos puntos de vista: podemos considerar la conciencia o bien como una serie de procesos psíquicos vinculados, sin referencia alguna al yo consciente, o como una conciencia compleja del yo real con sus relaciones. De acuerdo con estos dos puntos de vista tenemos una psicología doble: psicología de los procesos y psicología del yo.” (Calkins, 1905: 32, citada en Curtis, 1915: 69).
La elaboración a lo largo del tiempo de la psicología del self de Calkins fue muy receptiva a las críticas y comentarios que iba recibiendo. Por ejemplo, de sus primeros escritos sobre el self, se le acusó de que tratando la psicología atomística como la única alternativa a la psicología del self estaba olvidándose de las aportaciones de la psicología funcionalista. El segundo texto que traducimos aquí, “A reconciliaton between structural and functional psychology”, leído en diciembre de 1905 en la reunión de la American Psychological Association como discurso de presidenta, constituye precisamente una respuesta a dicha crítica:
“Interpreté la ‘función’ fundamentalmente como una reacción del self consciente sobre su medio y argumenté que la “conciencia que siempre implica un yo consciente es un complejo tanto de elementos estructurales como de relaciones del self con su entorno.” (Calkins, 1930: 40).
A partir de estas críticas, elaboró el segundo de sus tratados sistemáticos sobre el self: A First Book in Psychology (1910), donde abandonó la concepción doble de la psicología como ciencia -tanto de la sucesión de contenidos o procesos mentales, como del self consciente-, a favor de una única psicología del self. Desde este único punto de vista, los estados o procesos mentales pertenecen a un yo, a un self y, por lo tanto, no tienen una existencia independiente del mismo. Calkins situó al self, en tanto fenómeno presente en la experiencia consciente inmediata y cotidiana, “dado por hecho por el hombre común”, como el hecho basal de la psicología. De ahí que justificara la eliminación de la clásica psicología atomística (la “psicología de la idea” o el análisis de eventos psíquicos aislados) por su irrelevancia e inadecuación respecto al estudio de la experiencia cotidiana debido a su carácter abstracto, incompleto y artificial. También encontraba inadecuada la psicología funcionalista que se centraba exclusivamente en el estudio de las actividades mentales, ya que la concepción de la actividad mental requería, según ella, un actor mental, de la misma forma que la concepción de una idea incluye la de su poseedor.
Frente a la crítica de Titchener de que el self no constituía un objeto de observación científica, asentada en la distinción entre un tipo de objetos para el hombre común y otro para el científico, Calkins argumentó -en el primer artículo que aquí traducimos “The Self in Scientific Psychology” (1915)- que la ciencia difería de la experiencia cotidiana no en sus objetos, sino en el método, analítico, clasificatorio y explicativo. A lo largo de sus escritos, Calkins insistió en que la experiencia “del hombre común” o la experiencia cotidiana (Edna Heidbreder lo equipara con el conocimiento del sentido común), debía ser el dominio empírico básico que debían investigar los psicólogos7. Según lo señaló en su autobiografía: “No sólo admito sino que insisto en que el self es un objeto de conciencia cotidiana. Sin embargo, niego de forma rotunda que esto prevenga al self de ser también un objeto de estudio psicológico”. (Calkins, 1930: 54). Por otro lado, en ese mismo artículo de 1915, explicó las diferentes razones por las que los expertos fracasaban en descubrir un self en sus introspecciones (el carácter constante del self que hace que el psicólogo no lo atienda, las instrucciones dadas a los introspeccionistas o el hecho de que la introspección se centre fundamentalmente en los elementos sensoriales, afectivos o imaginativos), reafirmándolas en su autobiografía y añadiendo:
“No puedo, así, replicar directamente la afirmación del psicólogo que señala que nunca encuentra un self. Puedo, sin embargo, acusarle de inconsistencia ingenua en su afirmación enfática, ‘yo no encuentro un self’. Porque ¿quién, me pregunto, es este yo que niega que observa un yo? En una palabra, acuso a mi crítico de asumir, en casi cada párrafo, la existencia del propio self que rechaza. En respuesta, el objetor (...), insistirá que su uso del pronombre “yo” es un mero hábito de lenguaje. Mediante las frases, ‘yo recuerdo’, ‘yo acepto’, ‘yo empatizo’, así dichas, simplemente se refiere a que ‘una memoria’, ‘una aceptación’, ‘una empatía’, ocurren. En una palabra, está solamente adoptando la convención personalista del lenguaje. (...)
Porque la verdad es que los críticos de la psicología del self no se limitan al uso casual de expresiones tales como ‘yo percibo’, ‘yo atiendo’, ‘yo siento’. Más aún, emplean las distinciones técnicas del psicólogo del self al analizar y clasificar los fenómenos psicológicos. Para decirlo más claramente: los oponentes inequívocos de la psicología del self habitualmente definen o describen los fenómenos psicológicos no solamente en términos de sensaciones, complejos, patrones, y demás, sino en términos también del self consciente.” (Calkins, 1930: 58-59).
A lo largo de los años en los que enriqueció su sistema de psicología del self, Calkins se dedicó a clarificar algunos aspectos, a modificar ocasionalmente otros, a defenderlo frente a determinadas acusaciones, y sobre todo a extender su alcance y explotar sus posibilidades en función de cada una de las corrientes que iban surgiendo en psicología (Heidbreder, 1972). A lo largo de una secuencia de artículos en los que examinó uno por uno estos sistemas, presentó su propio sistema como capaz de abarcar lo que consideraba aceptable e importante en el otro. Como señaló Josephine Nash Curtis (1915), la presentación de la psicología del self de Calkins a lo largo de sus escritos, pasó de ser una forma posible de psicología, a una forma que armonizaba las otras dos doctrinas fundamentales en psicología (el estructuralismo y el funcionalismo), a la forma más consistente y comprehensiva, y por tanto superior, de psicología:
“He intentado mostrar que el self es un objeto, reconocido o no, de observación científica e incluso de introspección experimental8; he argumentado también que las contribuciones positivas de las así llamadas ‘nuevas psicologías’ –el conductismo9, la psicología ‘hórmica’10, la psicología de la gestalt11, e incluso las doctrinas fundamentales del psicoanálisis12- todas encontraban su lugar dentro del sistema comprehensivo de una psicología del self.” (Calkins, 1930: 41).
Sus análisis sobre la psicología estructuralista y funcionalista están recogidos en el segundo texto que aquí traducimos. Respecto a la escuela conductista, por ejemplo, rechazaba su “parte negativa”, su negación del self y de la conciencia, pero se adhería a su “parte positiva”: le parecía importante el estudio de los reflejos condicionados y la respuesta corporal, en el sentido de cómo correlacionan con la experiencia consciente. Resulta interesante cómo contestó a las acusaciones de los conductistas respecto a la “subjetividad” de la introspección:
“Ahora ningún introspeccionista negará la dificultad o la falibilidad de la introspección. Pero de forma firme abogará frente al conductista, primero, que este argumento es un boomerang que se volverá frente a las ‘firmemente establecidas ciencias naturales’ así como frente a la psicología. Porque las propias ciencias físicas están basadas al final sobre las introspecciones de los científicos –en otras palabras, las ciencias físicas, lejos de estar libres de “subjetividad” deben describir sus fenómenos en los a veces diversos términos de lo que diferentes observadores ven, oyen, y tocan. En segundo lugar, (...) el psicólogo introspeccionista no sólo trata con sus propias experiencias directamente introspeccionadas sino con las experiencias inferidas supuestamente introspeccionadas por otra gente.” (Calkins: 1930: 43).
Calkins describió su psicología del self como un tipo de psicología introspeccionista, dentro de la cual diferenció dos tipos de sistemas psicológicos: (1) la psicología impersonal que, centrándose en los contenidos de la conciencia, ideas, estados o procesos mentales, ignora o niega el self; y (2) la psicología personal que se basa en el estudio del self o persona. Su psicología encajaba dentro de este último subgrupo que, a su vez, dividió en dos concepciones: la biológica, que estudia la mente en el cuerpo, el organismo consciente, y concibe la conciencia como una respuesta entre otras; y la psicológica que, aunque no obvia los correlatos neurológicos o musculares de la experiencia, enseña que “el self tiene un cuerpo pero no está constituido por el cuerpo”13. Enfatizó, no obstante, la relación estrecha entre estas dos formas de “personalismo” que compartían los diferentes caracteres del self y, sobre todo, su carácter relacional. Parece ser, por otro lado, una distinción que creó más con fines pragmáticos que ontológicos, de cara a distinguir a nivel disciplinar el ámbito de la psicología del de la biología.
La psicología del self de Calkins tenía tres componentes fundamentales: el self, el objeto (“personal o impersonal, físico o lógico, privado o público”) y la relación del self o “actitud” hacia su objeto. Según Calkins, el self, aunque indefinible, se podía describir en función de sus caracteres, y a lo largo de sus diferentes escritos, y en función de las críticas que iba recibiendo, fue matizando y modificando la enumeración y descripción de los mismos. En el primer texto que aquí traducimos, de 1915, identificó cuatro caracteres: persistencia, carácter único, complejidad y carácter relacional14. En su auto-biografía de 1930 describió el self del siguiente modo:
“El self es, primero de todo, (a) una totalidad, una de muchos caracteres y de muchos signos temporales; es, segundo, (b) un ser único en el sentido de que yo soy yo y tú eres tú –de que nadie, aunque semejante, puede tomar el lugar de ti o de mí; es, tercero, (c) un ser idéntico (yo, el self adulto, y mi self de diez años somos en un sentido real el mismo self); y sin embargo es también (d) un ser cambiante (yo, el self adulto difiero del de diez años). Finalmente, (e) el self es un ser relacionado de forma distintiva consigo mismo y con sus experiencias y con los objetos del entorno, personales e impersonales. Esta relación con todos estos objetos es llamada su conciencia de ellos.” (Calkins, 1930: 45).
Una de las principales críticas que recibió, y que le llevó a revisar algunos elementos de su doctrina, provino del excelente artículo de Curtis (de la Universidad de Cornell) “On psychology as science of selves” publicado en la Amercian Journal of Psychology en 1915 (que a su vez sería contestado ese mismo año por otra de las pioneras -y compañera de Calkins en Wellesley-, Eleanor Gamble, con un artículo, “A Defence of Psychology as Science of Selves”, publicado en la Psychological Bulletin). Curtis criticó la falta de claridad del concepto de self en los escritos de Calkins, que no pudiera ser definido, que sus caracteres no difirieran de los de la función mental y el hecho de que aunque estaba basado en el self del hombre común le privaba de su cuerpo. Comparó además las diferencias entre el self de Cakins y el self en la obra de William James, aduciendo, entre otras cosas: que la afirmación de que “siempre soy más o menos consciente de mí mismo [myself]” debía ser cambiada por la matización de James de que “el humano adulto normal bajo condiciones normales siempre es más o menos consciente de sí mismo” (Curtis, 1915: 77); o que Calkins no dejaba clara la relación entre el self como conocedor y el self como conocido (Curtis, 1915: 85). Curtis también analizó uno por uno los diferentes caracteres del self descritos por Calkins, llegando a la conclusión de que todos se subsumían a su carácter relacional. “¿Qué son la persistencia, el carácter único, y la complejidad del self sino formas en las cuales el self puede ser relacionado?” (Curtis, 1915: 83). Señaló que la persistencia era un carácter del self tanto como la no persistencia, algo que por otro lado hizo que Calkins modificara sus caracteres señalando que el self era tanto un ser idéntico como cambiante. Respecto a la relación entre la persistencia y la singularidad del self, se preguntaba:
“Pero, por qué, nos debemos preguntar, un self con una idea diferente es todavía el mismo self. La propia Miss Calkins, como veremos, insiste en que un carácter esencial del self, que nunca debe ser descuidado, es el de tener, entre otras cosas, ideas. ¿Ocurre entonces que el tener es el mismo cualquiera sea la idea que se tenga? (...) Ciertamente, si (como Miss Calkins mantiene en otro lugar) ‘no puede haber objeción en considerar las ideas como parte del self’, entonces un cambio de una parte implica un cambio en el todo, y el self con otra idea no es, y no puede ser mirado como, el mismo self.” (Curtis, 1915: 80).
Además añadía el ejemplo de que cuando estamos leyendo absortos un libro, más que ser conscientes de nuestro yo cotidiano, lo que ocurre en ese momento es que somos el protagonista, y continuaba: “Pero, si puedo ser Hamlet ¿por qué no puedo ser en otro momento “padre, hermano o amigo”? O, en general: ¿es este self uno-que-no-puede-ser-reemplazado-por-otro, si somos en varios momentos varios selves?” (Curtis, 1915: 81-82). Por otro lado, señaló que el concepto de self de Calkins era un concepto lógico y que sus caracteres los había obtenido mediante razonamiento lógico también. Calkins no sólo describía científicamente el self, sino que más bien “introducía significado en su concepto, estaba interpretando el self” (Curtis, 1915: 88). De la misma forma, cuando Calkins identificaba el método de su psicología con la introspección, según Curtis, utilizaba el término como un sinónimo de reflexión (no de observación como lo utilizaba la psicología estructuralista).
Para terminar, simplemente contextualizar esa insistencia de Calkins en identificar y separar los dominios de las diferentes disciplinas científicas, reflejado en el segundo texto que aquí traducimos cuando distingue entre el self del psicólogo, el del biólogo, el del filósofo o el del sociólogo. Es un texto de 1906 y, como señala Heidbreder (1972: 64), “se trataba de una actitud casi de rigeur entre los psicólogos del momento, cuando la psicología sólo recientemente había conseguido reconocimiento como una disciplina científica independiente, y no ya como una parte de la filosofía”. Esta rigidez disciplinaria se fue flexibilizando con el tiempo en sus escritos, como muestran las últimas frases de su autobiografía:
“Sociología y ciencia política, higiene mental y psicoterapia, son fundamentalmente disciplinas psicológicas; y la psicología que se ubica en la raíz de todas ellas es indudablemente la psicología social. Pero la psicología social es obviamente psicología del self, ya que presupone la existencia de selves en relación unos con otros y de hecho consiste precisamente en el estudio de esos selves como diversamente relacionados. Para sostener esta observación sólo es necesario echar un vistazo a los intrépidos pero totalmente fracasados esfuerzos de los conductistas para tratar con los fenómenos sociales. Los introspeccionistas impersonalistas, al concebir su ciencia como el estudio de sucesivos eventos psíquicos, ignoran en gran parte los problemas concretos de la psicología social. (...) Vuelvo en este sentido a mi afirmación inicial de que la psicología social es inevitablemente psicología personalista. Y esto me conduce a la convicción de que una búsqueda científica de psicología personalista requiere hoy imperativamente de los conocimientos básicos y rudimentos de las todavía poco sistematizadas y eclécticas disciplinas agrupadas en general como las ciencias sociales.” (Calkins, 1930: 61 y 62).
Nos quedamos, por último, con la reflexión sobre cómo podríamos explicar la casi quijotesca adherencia de Calkins a una psicología del self claramente impopular, sobre todo durante la hegemonía conductista. Y con otra reflexión típica sobre los trabajos de las pioneras psicólogas, ¿por qué un sistema de psicología del self, elaborado durante más de treinta años por una de las presidentas de la Sociedad Americana de Psicología, situada en el número doce de los mejores psicólogos en el directorio American Men of Science de James Mc. Cattell (1903)15, no está reconocido como referencia fundamental, o simplemente como referencia, en los manuales de psicología?
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