Athenea Digital. número 7- Primavera 2005
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Castoriadis, Cornelius (1996)
El avance de la insignificancia. Buenos Aires: Eudeba. 1997.



Miguel Ángel Sahagún Padilla
miguelangel.sahagun@campus.uab.es
Universitat Autònoma de Barcelona

 

El avance de la insignificancia es el cuarto título de la serie “Les carrefours du labyrinthe”, publicado en castellano poco antes de la muerte de su autor. El texto recoge un conjunto de diálogos, entrevistas, conferencias y artículos que permiten realizar diversos recorridos interconectados en torno al problema de la crisis de sentido generalizada en las sociedades occidentales. En sus líneas, Castoriadis vuelve a poner en juego la amplitud de miras, la conjunción de diversos niveles de análisis y el dominio de distintos campos de conocimiento que le caracterizan para abordar desde algunos tópicos históricamente delimitados –los movimientos sociales de los 60`s, la relación occidente-oriente medio o el derrumbe de la Unión Soviética–, hasta temas de amplio alcance como la relación entre individuo-sociedad o la naturaleza de la política. Lo dicho se articula desde la insistencia en el proyecto de autonomía, esa búsqueda constante de la “auto-institución explícita y lúcida” de la sociedad, que atraviesa gran parte la obra de Castoriadis y que constituye una de sus aportaciones más estimulantes.

El texto da cauce a la preocupación del autor respecto a la forma de las sociedades occidentales contemporáneas: una pseudo-libertad sin dirección y un conformismo disfrazado de individualismo que se caracteriza por el repliegue a la esfera de lo privado, además de la falsa concepción de la democracia como un mero procedimiento que no da cabida a la posibilidad y necesidad de hacerse preguntas respecto a las finalidades de la vida colectiva. La especificidad de los temas tocados halla su eje en la constatación de que las significaciones imaginarias sociales, se diluyen, pero no hay cuestionamiento ni creación. Castoriadis hace una reflexión penetrante sobre los efectos y derivaciones de una sociedad que ha llegado a agotar la eficacia de la prolongada contaminación mutua entre el proyecto de autonomía y el proyecto de expansión y dominación ilimitada, de producción y consumo sin restricciones. Hay una crisis profunda que reside en la desintegración de los factores de vinculación social, en la incapacidad de la forma social –de sus instituciones- para generar individuos que sean capaces de hacerla funcionar y reproducirla. Es una sociedad que, al perder su interés por la política –por el cuestionamiento de sus instituciones–, deja de pensar en su destino.

Castoriadis apunta la preocupante actualidad de las señales: direcciones políticas empeñadas en demostrar su incompetencia y su impotencia, elección de líderes vendibles de cara a las temporadas electorales, vacuidad ideológica de los partidos, interferencia constante de lobbies, sindicatos burocratizados dedicados a la autoconservación, movimientos sociales minoritarios y fragmentados, sustitución del pensamiento creador por comentarios e interpretaciones, desintegración de roles tradicionales sin construcción de otros nuevos, desorientación y anomia, privatización y despolitización...

La insignificancia avanza; es crisis de sentido en los planos colectivo e individual. ¿Pueden las sociedades occidentales seguir autorrepresentándose? ¿pueden seguir siendo capaces de fabricar el tipo de individuo necesario para la continuidad de su funcionamiento? Crisis de autorrepresentación de la sociedad. Crisis del proceso identificatorio en el individuo. Ambas son caras de la misma moneda, de esa indisoluble relación entre lo psíquico y lo histórico-social.

Es quizá en la forma de hacer inteligible esta relación imbricada entre lo psíquico y lo histórico social, incluidas sus consecuencias y derivaciones, donde podemos encontrar otro de los aportes más significativos de Castoriadis. Bajo esta mirada, resultado de la reflexión en los planos filosófico, psicoanalítico e histórico social, el conocer y actuar humano sólo pueden entenderse desde ambas dimensiones: desde la imaginación originada en el caos indomable del inconsciente que sustenta la capacidad creadora como propia del colectivo anónimo y desde las significaciones imaginarias que se concretizan en las instituciones sociales.

El autor nos recuerda que no puede presuponerse un individuo con ciertos rasgos específicos que escapan de lo histórico social. Los individuos -sus historias, sus peculiaridades, sus pasiones- aparecen como resultado del proceso histórico-social. En este plano, la crisis de sentido es también la crisis del proceso identificatorio, de la creación de un “sí mismo” individual-social, en la medida en que la totalidad de significaciones imaginarias por las que debería atravesar y en las que podría apuntalarse ya no existen o están deterioradas.

En el plano colectivo, la crisis no puede entenderse sin remitir a la distinción entre autonomía y heteronomía. La heteronomía supone clausura del significado; las instituciones y el poder que de ellas se deriva son concebidos como extra-sociales, como si fuesen distintas de lo que hacemos. Son, pues, incuestionables, dadas de antemano. La autonomía, que implica la apertura del significado, se caracteriza por la concepción explícita de las instituciones como creaciones humanas, abiertas, por lo tanto, a un permanente cuestionamiento y transformación. Esto nos lleva al último de los grandes temas tratados en el texto: la política y la democracia.

Para Castoriadis, la política no puede sino ser el ejercicio del proyecto de autonomía que nació en la polis griega. A pesar de sus defectos, la polis constituye un hito en la historia de occidente en la medida en que crea esa apertura para el cuestionamiento de las instituciones sociales. Así, el autor concibe a la política como la creación ontológica de un ser que se da explícitamente las leyes de su existencia, con el objetivo de poner en marcha instituciones que permitan y favorezcan la autonomía humana. Desde esta visión, emerge y se afianza la crítica a la democracia procedimental que occidente glorifica y exporta: no se pueden separar los valores sustantivos de sus procedimientos, de la misma forma en que no pueden instaurarse regímenes democráticos esperando recibir de la historia individuos democráticos que los hagan funcionar.

En resumen, El avance de la insignificancia es un texto de múltiples entradas que vale tanto para quienes por primera vez se aproximan a la obra de Castoriadis como para los que ya le conocen. Tiene la virtud de responder a intereses diversos y poner de relieve los rasgos de la época que nos define. Además, el ejercicio de análisis y reflexión que se despliega en sus páginas hace que la separación entre compromiso político y propuesta teórica resulte imposible, porque –su autor nos lo recuerda– la pregunta está en la base de esa ruptura del significado, de esa apertura que nos lleva a reconocer el poder instituyente de nuestra acción. En esa medida, Castoriadis contribuye al esclarecimiento de los huecos y las opacidades del momento, pero también ofrece formas de escuchar el movimiento creador donde éste se hace presente.